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Heidegger, Martin - Textos Fundamentales PDF
Heidegger, Martin - Textos Fundamentales PDF
TEXTOS FUNDAMENTALES
1
ÍNDICE
1. ¿QUÉ ES METAFÍSICA? 3
3. EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD 31
4. LA CONSTITUCIÓN ONTO-TEO-LÓGICA
DE LA METAFÍSICA 42
6. SUPERACIÓN DE LA METAFÍSICA 90
2
¿QUÉ ES METAFÍSICA?
Martin Heidegger
Según Hegel -desde el punto de vista del sano sentido común- la filosofía es
el «mundo al revés». Por eso, lo particular de nuestra manera de comenzar hace
precisa una caracterización previa, que surge de una doble característica del
preguntar metafísico.
Los ámbitos de las ciencias están situados lejos los unos de los otros. El
modo de tratamiento de sus objetos es fundamentalmente distinto. Esta
multiplicidad de disciplinas desmembradas sólo consigue mantenerse unida
actualmente mediante la organización técnica de universidades y facultades y
conserva un sentido unificado gracias a la finalidad práctica de las disciplinas.
Frente a esto, el arraigo de las ciencias en lo que constituye su fondo esencial ha
3
perecido por completo.
Y, sin embargo, en todas las ciencias, siguiendo la finalidad que les es más
propia, nosotros nos atenemos al propio ente. Precisamente visto desde las
propias ciencias, no existe ningún terreno que tenga supremacía sobre otro: ni la
naturaleza sobre la historia ni al revés. No hay ningún modo de tratamiento de los
objetos que sobresalga y sea superior a los otros. El conocimiento matemático no
es más riguroso que el histórico-filológico. Sólo tiene el carácter de la
«exactitud», que no es equivalente al rigor. Exigirle exactitud a la historia sería
atentar contra la idea de rigor específica de las ciencias del espíritu. En todas las
ciencias como tales reina una relación con el mundo que les obliga a buscar a lo
ente mismo para convertirlo en objeto de una investigación y de una
determinación fundamentadora que varía de acuerdo con el tema y el modo de
ser de cada una. En las ciencias -y de acuerdo con la idea de cada una- se cumple
una aproximación a lo esencial de todas las cosas.
4
A donde se encamina la relación mundana es a lo ente mismo... y nada
2a
más .
¿Qué pasa con esa nada? ¿Es fruto de la casualidad que hablemos así de
modo tan espontáneo? ¿Es sólo una manera de hablar... y nada más?
La ciencia no quiere saber nada de la nada. Pero una cosa sigue siendo
cierta: cuando trata3a de expresar su propia esencia, recaba en su ayuda a la nada.
Exige y reclama lo mismo que desprecia y rechaza. ¿Qué clase de doble esencia4b
se desvela aquí?
LA ELABORACIÓN DE LA PREGUNTA
5
situación desde la que sea posible ver la respuesta o la imposibilidad de
responder.
Por eso, ni siquiera hace falta que la ciencia la rechace. La regla fundamental
del pensar en general, a la que se recurre corrientemente, esto es, el principio de
no contradicción, la lógica universal, echa abajo esta pregunta. Efectivamente, el
pensar, que esencialmente siempre es pensar de algo, dedicado a pensar la nada
tendría que contravenir su propia esencia.
6
el no, la negatividad, y con ella la negación8, la superior determinación bajo la
cual cae la nada como un modo particular de lo negado? ¿Sólo hay la nada
porque hay el no, es decir, la negación? ¿O es más bien al contrario? ¿Sólo hay la
negación y el no porque hay la nada? Todo esto no está decidido, ni siquiera ha
alcanzado todavía la dignidad de pregunta expresa. Pero nosotros afirmamos que
la nada es más originaria9a que el no y la negación.
Sea como sea, nosotros ya conocemos la nada, aunque sólo sea como eso
sobre lo que charlamos de manera cotidiana. A esta nada común y corriente, que
desprende escaso brillo como todo lo que se da por supuesto y se pasea sin sentir
por nuestras conversaciones, podemos incluso someterla con toda rapidez a una
«definición»:
7
Pero incluso pasando por alto el hecho de la cuestionable relación entre la
negación y la nada, ¿cómo podemos nosotros -seres finitos- hacer que se vuelva
accesible en sí, y sobre todo para nosotros, el conjunto de lo ente en su totalidad?
Como mucho, podemos pensar el conjunto de lo ente en la «Idea» y, negar en el
pensamiento lo que hemos imaginado de ese modo y «pensarlo» como negado. Si
seguimos esta vía sin duda alguna ganaremos el concepto formal de esa nada
imaginada, pero nunca conseguiremos la propia nada. Pero la nada es nada y
entre la nada imaginada y la «auténtica» nada no puede reinar ninguna diferencia,
si es que la nada representa la total ausencia de diferencias. Sin embargo, la
«auténtica» nada misma, ¿no es nuevamente aquel concepto escondido, pero en
cualquier caso contradictorio, de una nada que es? Pero ésta será la última vez
que las objeciones del entendimiento detengan la marcha de nuestra búsqueda,
pues su justa pertinencia sólo puede demostrarse mediante una experiencia
fundamental de la nada.
Este estar en un determinado estado de ánimo11, por el que uno «está» así o
de la otra manera, es lo que hace que al invadirnos dicho ánimo plenamente nos
encontremos en medio de lo ente en su totalidad. El hecho de encontrarnos en un
estado de ánimo no sólo desvela a su modo lo ente en su totalidad, sino que -lejos
8
de ser algo accidental- tal desvelar es al mismo tiempo el acontecimiento
fundamental de nuestro ser-aquí.
Pero precisamente cuando los estados de ánimo nos conducen de este modo
ante lo ente en su totalidad, nos ocultan la nada que estamos buscando. Ahora
aún estaremos menos de acuerdo con la opinión de que la negación de ese ente en
su totalidad, que se nos revela en nuestro estado de ánimo, nos sitúa ante la nada.
Eso sólo podría ocurrir de manera suficientemente originaria en un estado de
ánimo que revelase la nada según el sentido más propio de su desvelamiento.
¿Ocurre en el Dasein del hombre un estado de ánimo tal en el que éste se vea
llevado ante la propia nada?
9
«se» y el «uno»? No podemos decir ante qué se siente uno extraño. Uno se siente
así en conjunto. Todas las cosas y nosotros mismos nos hundimos en la
indiferencia15a. Pero esto, no en el sentido de una mera desaparición, sino en el
sentido de que, cuando se apartan como tales, las cosas se vuelven hacia
nosotros. Este apartarse de lo ente en su totalidad, que nos acosa y rodea en la
angustia, nos aplasta y oprime. No nos queda ningún apoyo. Cuando lo ente se
escapa y desvanece, sólo queda y sólo nos sobrecoge ese «ningún».
La angustia nos deja sin palabra. Puesto que lo ente en su totalidad se escapa
y precisamente ésa es la manera como nos acosa la nada, en su presencia
enmudece toda pretensión de decir que algo «es». Que sumidos en medio de la
extrañeza de la angustia tratemos a menudo de romper esa calma vacía mediante
una charla insustancial no hace sino demostrar la presencia de la nada. Que la
angustia desvela la nada es algo que confirma el hombre mismo en cuanto
desaparece la angustia. En la claridad de la mirada provocada por el recuerdo aún
reciente no nos queda más que decir: de lo que y por lo que nos angustiábamos
no era «propiamente» nada. Y, de hecho, la propia nada, como tal, estaba aquí18c.
LA RESPUESTA A LA PREGUNTA
10
exigencia de mantener expresamente alejadas a las caracterizaciones de la nada
que no están en correspondencia con ella.
11
Sólo en la clara noche de la nada de la angustia surge por fin la originaria
apertura de lo ente como tal: que es ente y no nada. Este «y no nada» añadido a
nuestro discurso no es una explicación a posteriori, sino lo que previamente hace
posible26c el carácter manifiesto de lo ente en general. La esencia de la nada cuyo
carácter originario es desistir reside en que ella es la que conduce por vez
primera al ser-aquí ante27d lo ente como tal.
Pero ha llegado finalmente el momento de dejar que tome voz una objeción
que hemos ido postergando demasiado tiempo. Si el Dasein sólo puede
comportarse en relación con lo ente, es decir, existir, estando inmerso en la nada,
y si la nada sólo se manifiesta originariamente en la angustia, ¿acaso no
tendremos que estar permanentemente sumidos en dicha angustia a fin de poder
existir en general? ¿Pero no hemos admitido nosotros mismos que esa angustia
originaria es rara? Y, sobre todo, no cabe duda de que todos nosotros existimos y
nos comportamos en relación con eso ente que no somos o que somos nosotros
mismos sin esa angustia. ¿No será esa angustia una invención arbitraria y esa
nada que le atribuimos una exageración?
12
Pero ¿qué significa que esa angustia originaria sólo acontece en raros
instantes? Sólo esto: que en principio y la mayor parte de las veces, la nada se
nos disimula en su originariedad. ¿Pero de qué manera o a través de qué? Pues
bien, por el hecho de que nosotros en cierto modo nos perdemos completamente
en lo ente. Cuanto más nos volvemos hacia lo ente en nuestro quehacer, tanto
menos lo dejamos escapar como tal, tanto más le damos la espalda a la nada.
Pero con tanta mayor seguridad nos precipitamos nosotros mismos a la superficie
abierta y pública del Dasein.
13
como el único ni como el principal comportamiento que consiste en desistir y en
el que el Dasein queda conmovido por ese desistir que es la nada. Más abismales
que la simple adecuación de la negación propuesta por el pensar son, sin
embargo, la dureza de una actuación hostil y el rigor de un desprecio implacable.
De más responsabilidad son el dolor del fracaso y la inclemencia de la
prohibición. De mayor peso es la amargura de la privación y la renuncia.
14
El estar inmerso en la nada del Dasein sobre el fundamento de la angustia
escondida es la superación de lo ente en su totalidad: la trascendencia.
Nuestro preguntar por la nada debe traer ante nuestros ojos la propia
metafísica. El nombre «metafísica» proviene del griego met? t? fusik?. Este
curioso título fue interpretado más tarde como designación para el preguntar que
sobresale, met? (trans), «más allá» de lo ente como tal.
15
Pero si Dios es Dios, no puede conocer la nada, si admitimos que lo «absoluto»
excluye de sí todo lo que tiene que ver con la nada43.
«Así pues, el puro ser y la pura nada son lo mismo.» Esta frase de Hegel
(Ciencia de la lógica, libro I, WW III, p. 74) tiene toda legitimidad. Ser y nada se
pertenecen mutuamente, pero no porque desde el punto de vista del concepto
hegeliano del pensar coincidan los dos en su indeterminación e inmediatez, sino
porque el propio ser es finito en su esencia y sólo se manifiesta en la
trascendencia de ese Dasein que se mantiene fuera, que se arroja a la nada.
Si la pregunta por el ser como tal es de veras la pregunta que abarca toda la
metafísica, entonces la pregunta por la nada se revela tal que engloba la totalidad
de la metafísica. Pero la pregunta por la nada también atraviesa toda la
metafísica, desde el momento en que nos obliga a situarnos ante el problema del
origen de la negación, es decir, en el fondo, ante la decisión acerca de la
legitimidad del dominio de la «lógica»44a en la metafísica.
Entonces, la antigua frase ex nihilo nihil fit encierra otro sentido que afecta
al problema mismo del ser y que reza así: ex nihilo omne ens qua ens fit. Lo ente
en su totalidad sólo llega a sí mismo en la nada del Dasein de acuerdo con su
posibilidad más propia, es decir, de modo finito. Pero si de verdad se trata de una
pregunta metafísica, entonces ¿en qué medida queda incluido en la pregunta por
la nada nuestro Dasein que pregunta? Hemos caracterizado a nuestro Dasein,
experimentado aquí y ahora, como algo esencialmente determinado por la
ciencia. Pero si nuestro Dasein, así determinado, está incluido en la pregunta por
la nada, también tiene que haberse vuelto cuestionable a través de esa pregunta.
16
nada. La supuesta lucidez y superioridad de la ciencia se convierte en algo
ridículo cuando no se toma en serio la nada. Sólo porque la nada es patente puede
la ciencia hacer de lo ente mismo objeto de la investigación. Sólo cuando la
ciencia vive de la metafísica es capaz de volver a lograr una y otra vez su tarea
esencial, que no consiste en coleccionar y ordenar conocimientos, sino en volver
a abrir siempre de nuevo el espacio completo de la verdad de la naturaleza y de la
historia.
Es únicamente porque la nada está patente en el fondo del Dasein por lo que
puede llamarnos la atención la total extrañeza de lo ente. Lo ente sólo provoca y
atrae sobre sí el asombro cuando nos oprime su carácter de extrañeza. Sólo sobre
el fundamento de dicho asombro, esto es, del carácter manifiesto de la nada,
surge el «¿por qué?». Y sólo en la medida en que el porqué es posible como tal,
podemos preguntar de manera determinada por los fundamentos y por el
fundamentar. Sólo porque podemos preguntar y fundamentar le ha sido confiada
a nuestra existencia el destino de investigar.
La pregunta por la nada nos sitúa a nosotros mismos, los que preguntamos,
dentro de la pregunta: nos pone en cuestión. Es una pregunta metafísica.
17
existencia dentro de las posibilidades fundamentales del Dasein en su totalidad.
Para dicho salto lo decisivo es, por un lado, darle espacio a lo ente en su
totalidad, y, después, abandonarse a la nada, es decir, librarse de los ídolos que
todos tenemos y en los que solemos evadirnos; finalmente, dejar también que
sigamos siempre en suspenso a fin de que vuelva a vibrar siempre de nuevo esa
pregunta fundamental de la metafísica, que surge obligada por la propia nada:
¿por qué hay ente y no más bien nada?
Martin Heidegger
1
1 N. de los T: para la traducción de este término, vid. nota 9 del primer ensayo,
p. 42. Se agrega la menciona nota 9: “ N. de los T.: a partir de ahora, y para toda
la obra, seguiremos el siguiente criterio de traducción cuando aparezca la palabra
«Dasein»: la traduciremos al modo tradicional cuando haya sido empleada en su
acepción corriente de ‘existir’ o ‘existencia’. La dejaremos en alemán cuando
alude al sentido de dicho término acuñado por Heidegger. La traduciremos
literalmente en el doble significado de las dos raíces que la componen, y que
reproducen el significado heideggeriano del término, cuando aparezca
expresamente separada por guiones «Da-sein» - ‘Ser-aquí’”.
2a
1 ed. (1929): se ha considerado artificial y arbitrario ese añadido después
de los puntos suspensivos sin saber que Taine, que puede ser considerado como
el defensor y exponente de una época todavía muy dominante, utiliza a sabiendas
esta fórmula para caracterizar su postura fundamental y su intención
3a
5ª ed. (1949): la actitud positiva y exclusiva para con lo ente.
4b
3ª ed. (193 1): diferencia ontológica; 5.a ed. (1949): la nada como ‘ser’.
5a
5ª ed. (1949): la diferencia, lo distinto.
6b
1ª ed. (1929): es decir, la lógica en el sentido habitual, lo que se suele
entender por tal.
7
N. de los T: «das Nichthafte».
8
N. de los T: respectivamente, «das Nicht», «die Verneintheit», «die
Verneinung».
9a
5.a ed. (1949): orden de origen.
18
10b
5.a ed. (1949): la ciega obstinación: la certitudo del ego cogito, la
subjetividad.
11
N. de los T.: traducimos «Gestimmtsein».
12
N. de los T: «Angst». Una angustia esencial cuyo miedo es indeterminado,
esto es, no conoce su objeto (y por lo tanto no la angustia en el sentido trivial del
término).
13
N. de los T: traducimos respectivamente «Wovor» [de qué] y «Wovon»
[por qué], si bien en el siguiente párrafo, al cambiar de término y empezar a
hablar de la angustia [«Angst»], por motivos de coherencia gramatical nos
veremos obligados a cambiar de preposición y decir «angustia ante» y «angustia
por» respectivamente.
14
N. de los T: «unheimlich»: este adjetivo se aplica a temores inexplicables,
a un sentimiento de rareza y desasosiego. Elegimos ‘extraño’ tratando de recoger
el sentido de la raíz «heim», que implica un estar fuera de casa, extraño a uno
mismo.
15a
5a ed. (1949): lo ente ya no habla.
16a
5ª ed. (1949): pero no el hombre en cuanto hombre ‘del’ ser-aquí.
17b
5ª ed. (1949): el ser_aquí ‘en’ el hombre.
18c
5ª ed. (1949): es decir: se desveló; desencubrimiento y estado de ánimo.
19a
5ª ed. (1949): ¡como sujeto! Pero ser_aquí experimentado ya aquí como
pensante, único motivo por el cual ha sido posible plantear la pregunta «¿Qué es
metafísica?».
20b
5ª ed. (1949): desencubrimiento.
21c
5ª ed. (1949): extrañamiento y desocultamiento.
22d
5ª ed. (1949): la diferencia.
23a
5ª ed. (1949): rechazar [ab_weisen]: lo ente para sí; remitir (ver_weisen]:
al ser de lo ente.
24
N. de los T: «Die Nichtung» y «nichten», palabras en las que resuena
19
«Nichts», ‘la nada’, son traducidas interpretivamente como desistimiento y
‘desistir’. Vid. nota 54 al ensayo «Carta sobre el Humanismo», p. 293. Se agrega
la mencionada nota: “N de los T: el texto establece un juego de palabras entre
«nicht» [la negación] y «Nichts», [la nada] mediante un verbo «nichten» que no
equivale a negar o aniquilar, sino más bien a «nadear» o, en nuestra propuesta
interpretiva, a «desistir», pero no en el sentido habitual de «desistir de algo», sino
entendido como una suerte de suspensión inherente al ser mismo Evitamos el uso
del tradicional término «anonadar», que si bien tiene la fortuna fonética de
preservar el juego de palabras, implica sin embargo un sentido negativo
aniquilador, además de evocar un estado subjetivo, y una marcada transitividad
que en ningún caso se corresponden con su sentido en el texto. Únicamente
respetamos el sentido aniquilador del término «nichten» cuando muy
ocasionalmente (vid nota 3 al ensayo «En torno a la cuestión del ser») Heidegger
lo emplea para aludir a ese sentido negativo de la riada del que él precisamente se
quiere desmarcar. En esos casos aislados optamos por la traducción ‘nada
negadora’.
25b
5ª ed. (1949): se presenta como desistimiento, concede o garantiza la nada.
26c
5ª ed. (1949): es decir, ser.
27d
5ª ed. (1949): propiamente ante el ser de lo ente, ante la diferencia.
28a
1ª ed, ( 1929): 1.) entre otros, pero no sólo, 2.) de lo que no se debe
deducir que todo es nada, sino lo contrario: adopción y asunción de lo ente, ser y
finitud.
29b
5ª ed. (1949): ¿quién mantiene originariamente?
30c
5ª ed. (1949): es decir, nada y ser son lo mismo.
31d
5ª ed. (1949): libertad y verdad en la conferencia «Sobre la esencia de la
verdad».
32e
5ª ed. (1949): no ‘mediante’.
33f
5ª ed. ( 1949): «Wesen», [esencia] en su acepción verbal, como venir a la
presencia; esencia del ser.
34a
5ª ed. (1949): porque remite al ser de lo ente.
35
N. de los T.: obsérvese la progresión de términos que conducen desde la
20
negación a la nada: «Verneinung», [negación], «Nichhaftes» [algo a lo que es
inherente la negación], «Nicht» [el no], «Nichts» [la nada].
36a
1ª ed. (1929): aunque aquí, como en el enunciado, la negación es
concebida de modo demasiado externo y a posteriori.
37b
1ª ed. (1929): ‘lógica ´, es decir, la interpretación tradicional del pensar.
38
N. de los T: traducimos «Geworfenheit», término derivado del verbo
«werfen» (‘arrojar algo’ en el sentido, aquí, de ‘echar algo al mundo’).
39
N. de los T: «Verendlichung». /
40
N. de los T: «Endlichkeit».
41
N. de los T: «Hinausgehen über».
42
N. de los T.: «das sich bildende Gebilde».
43
N. de los T: traducimos «Nichtigkeit».
44a
1ª ed. (1929): es decir, siempre de la lógica tradicional y de su logos como
origen de las categorías.
45a
Wegmarken, 1a ed. (1967): se dicen dos cosas; ‘esencia’ de la metafísica y su
propia historia en el destino del ser; ambas cosas serán nombradas más tarde en
la ‘superación’.
21
EPÍLOGO A «¿QUÉ ES
METAFÍSICA?»1
Martin Heidegger
Versión de Helena Cortés y Arturo Leyte, en Hitos, Alianza, Madrid, 2000, pp.
251-258.
22
Pero suponiendo que no sólo el ente nace del ser, sino que también y de modo
aún más inicial el propio ser reposa en su verdad y la verdad del ser se presenta
como el ser de la verdad, entonces es necesaria la pregunta acerca de qué es la
metafísica en su fundamento. Este preguntar debe pensar metafísicamente y al
mismo tiempo desde el fundamento de la metafísica, o, lo que es lo mismo, ya no
metafísicamente. Semejante preguntar sigue siendo ambiguo en un sentido
esencial.
23
3. Que la lección se decide en contra de la «lógica». Como sin embargo
el entendimiento contiene la norma que regula todo cálculo y todo orden, este
pensamiento reduce el juicio sobre la verdad a un estado de ánimo casual. Una
«filosofía del mero sentimiento» pone en peligro el pensar «exacto» y la
seguridad del actuar. La postura adecuada frente a estas frases nace de una
renovada reflexión sobre la lección. Tal vez se pueda comprobar si la nada, que
determina a la angustia en su esencia, se agota en una vacía negación de todo
ente o si aquello que no es nunca ni en ningún lugar un ente se desvela como
aquello que se diferencia de todo ente y que nosotros nombramos ser. En
cualquier lugar y por muy lejos que llegue todo tipo de investigación en busca de
lo ente, nunca encontrará al ser. Lo único que encuentra siempre es a lo ente,
porque tal investigación permanece aún antes de empezar anclada en lo ente con
la intención de explicarlo. Ahora bien, el ser no es ninguna cualidad
íntrinsecamente existente de lo ente. A diferencia de lo ente, el ser no se deja
representar y producir como un objeto. Eso absolutamente otro 3a en comparación
con lo ente es lo no-ente. Pero dicha nada [i] se presenta como el ser. Si echando
mano de una explicación simplista hacemos pasar a la nada por lo meramente
nulo y de este modo la equiparamos a lo carente de esencia, estaremos
renunciando demasiado deprisa al pensar. En lugar de abandonarnos a la
precipitación de semejante ingeniosidad vacía y de despreciar la misteriosa
pluralidad de sentidos de la nada, lo que debemos hacer es armarnos y
prepararnos para experimentar en la nada la amplitud de aquello que le ofrece a
cada ente la garantía 5c de ser. Eso es el propio ser. Sin el ser, cuya esencia
abismal pero aún no desplegada nos viene destinada por la nada y nos conduce a
la angustia esencial, todo ente permanecería inmerso en la ausencia de ser. Pero
ocurre que tal ausencia de ser, en cuanto abandono del ser, a su vez tampoco es
una nada nula, por mucho que forme parte de la verdad del ser el hecho de que el
ser 6d nunca 7 se presenta 8e sin lo ente y que un ente nunca 9 es sin el ser.
24
la celosa caza de «tipos» y «contratipos» de «sentimientos», así como de clases y
subclases de dichos «tipos», nunca se le acabará la presa. Pero, con todo, esta
indagación antropológica del ser humano siempre quedará fuera de la posibilidad
de entrar en el camino del pensar de la lección, porque ésta piensa a partir de la
atención a la voz del ser llegando hasta el acuerdo que procede de esa voz y que
reclama al hombre en su esencia a fin de que aprenda a experimentar el ser en la
nada.
25
considerada su consecuente degeneración, surge del saber de aquel pensar que
encuentra su fuente en la experiencia de la verdad del ser, pero no en la
contemplación de la objetividad del ser. El pensar exacto nunca es el pensar más
riguroso, si bien es cierto que el rigor obtiene su esencia de esa clase de esfuerzo
con el que el saber preserva siempre la referencia a lo esencial de lo ente. El
pensar exacto se vincula a lo ente únicamente en el cálculo y sirve únicamente a
aquél.
26
de la verdad del ser para lo ente. En el sacrificio acontece aquella escondida
gratitud única en saber apreciar la gratuidad con que el ser se ha transpropiado a
la esencia del hombre en el pensar, a fin de que éste asuma la guarda del ser en la
relación con lo ente. El pensar inicial 13 es el eco del favor del ser en el que se
aclara y acontece 14 y 15a eso único: que lo ente es. Ese eco es la respuesta del
hombre a la palabra de la voz silenciosa del ser. La respuesta del pensar 16 es el
origen de la palabra 17 humana, palabra que es la única que consiente que surja el
lenguaje a modo de entonación sonora de la palabra en palabras. Si no hubiera a
veces un pensar 18 escondido en el fundamento esencial del hombre histórico,
éste nunca sería capaz de agradecer 19, puesto que en todo pensamiento 20 y en
todo agradecimiento 21 tiene que haber necesariamente un pensar que piense
inicialmente la verdad del ser. ¿De qué otro modo podría llegar jamás una
humanidad al agradecer originario si el favor del ser, por medio de la abierta
referencia a sí mismo, no le concediese al hombre la nobleza de esa pobreza en la
que la libertad del sacrificio esconde el tesoro de su esencia? El sacrificio es la
despedida de lo ente en ese camino que conduce a la preservación del favor del
ser. Es verdad que el sacrificio puede ser preparado y favorecido trabajando
productivamente en lo ente, pero nunca podrá llegar a ser consumado por estos
medios. Su consumación procede de la instancia 22 desde la que cada hombre
histórico actúa -pues también el pensar esencial es un actuar- y conserva 23 la
existencia, existencia adquirida para la preservación de la dignidad del ser. Esta
insistencia es la imperturbable indiferencia, que no permite que se altere su
oculta disposición para la esencia de despedida de todo sacrificio. El sacrificio se
encuentra en casa en la esencia de ese acontecimiento propio 24, en el cual el ser
reclama 25a al hombre para la verdad del ser. Por eso, el sacrificio no tolera
ninguno de esos cálculos por los que siempre se cae en el error de cálculo de
tomar solamente en cuenta su utilidad o inutilidad, por altas o bajas que se hayan
dispuesto las metas. Este error de cálculo deforma la esencia del sacrificio. La
búsqueda de metas enturbia la claridad del temor, dispuesto a la angustia, del
ánimo de sacrificio, que se atreve a asumir la vecindad a lo indestructible.
26
Obediente, todo oídos a la voz del ser, el pensar busca para éste la
27
palabra desde la que la verdad del ser llega al lenguaje. El lenguaje del hombre
histórico sólo está en su lugar cuando surge de la palabra. Y si está en su lugar,
asoma en él la garantía de la voz silenciosa de las fuentes ocultas. El pensar del
ser protege a la palabra y, en esa tutela, cumple su determinación y su destino. Es
el cuidado 27 en el uso del lenguaje. El decir del pensador nace de la ausencia de
lenguaje largamente guardada y de la cuidadosa clarificación del ámbito en ella
aclarado y dilucidado. El nombrar del poeta tiene el mismo origen. Como, sin
embargo, lo igual sólo es igual en cuanto algo distinto, y el pensar y poetizar se
igualan del modo más puro en su cuidado por la palabra, ambos se encuentran a
un tiempo separados en su esencia del modo más distante. El pensador dice el
ser. El poeta nombra lo sagrado. Aquí dejaremos abierta la cuestión de cómo,
pensados a partir de la esencia del ser, el poetizar, el agradecer y el pensar se
remiten unos a otros y a un mismo tiempo se hallan separados. Presumiblemente,
el agradecer y el poetizar nacen de distinto modo del pensar inicial, pensar que
ellos usan, pero sin poder ser por sí mismos un pensar.
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Martin Heidegger
1
A la primera publicación del «Epílogo» (1943) se le había antepuesto el lema:
«... metafísica es la palabra, abstracta y• casi también pensamiento, ante la cual
todos, más o menos, huyen como ante un apestado». Hegel (1770-183l), Obras,
28
WW XVII, p. 400.
2a
5.ª ed. (1949): im-posición, acontecimiento propio [N. de los T: Ge-setz,
Ereignis].
3a
4.ª ed. (1943): esto también dicho metafísicamente a partir de lo ente.
5c
5.ª ed. (1949): aquello que permite, el garante.
6d
4.ª ed. (1943): en el sentido del ser [Seyn].
7
4.ª ed. (1943): «probablemente». g 4.ª ed. (1943): en la verdad del ser se
presenta el ser [Seyn] como esencia de la diferencia; este ser [Seyn] en cuanto ser
es el acontecimiento propio antes de la diferencia y por eso sin ente.
5.ª ed. (1949): primera indicación al ser [Seyn] en cuanto acontecimiento propio,
pero allí (en la 4.ª ed.) no comprensible.
8e
5.ª ed. (1949): esencia del ser: ser [Seyn], diferencia; ‘esencia’ del ser en varios
sentidos: 1. acontecimiento propio, no causado por lo ente, acontecimiento
propio: garante; 2. entidad: queidad [Washeit]: duradero, perdurable, ?eÛ.
10f
5.ª ed. (1949): ‘el ser’ (resolución) como la voz silenciosa, la voz de lo
callado.
11
N. de los T.: en esta y las siguientes líneas se establece un juego entre
«Stimme», ‘voz’, «stimmen» ‘determinar’ (abocar, convocar) o ‘acordar’, y
«Stimmung», ‘estado de ánimo’.
12a
5.a ed. (1949): calcular: dominio-disposición; pensar: abandono en la
transpropiación del uso: desdecir.
14
4.ª ed. (1943): «... en el que se aclara y se deja acontecer lo único».
29
16
4.ª ed. (1943): «La respuesta tácita de la gratitud en el sacrificio...».
17
N. de los T: téngase en cuenta el irreproducible juego de palabras en alemán
entre «Antwort» [resputa] y «Wort» [palabra].
20
N. de los T: se establece un juego entre «denken»-«danken» [pensar,
agradecer] y «bedenken»-«bedanken», términos de sentido casi idéntico.
22
N de los T: traducimos «Inständigkeit»: véase infra el texto donde aparece la
nota 30, p. 306. También le daremos líneas más abajo el sentido de ‘insistencia’.
23
N. de los T: nótese el juego en alemán entre «bewahren» [conservar],
«Wahrung» [preservación, salvaguarda] y, más adelante, «Gewähr» [garantía:
eso que preserva].
24 N. de los T: «Ereignis».
25a
5.ª ed. (1949): a-propia, usa.
26
N de los T: traducimos «gehorsam» [obediente], literalmente: ‘que escucha’.
27
N. de los T: traducimos «Sorge».
28a
5.ª ed. (1949): la nada: lo que consiste en desistir, esto es, como diferencia, es
en cuanto velo del ser es decir, del ser [Seyn] en el sentido del acontecimiento
propio del uso.
30
EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD
Der Staz der Identität
Martin Heidegger
Cuando el pensar, llamando por una cosa, va tras ella, puede ocurrirle
que en el camino se transforme. Por ello, en lo que va a seguir, es aconsejable
cuidarse más del camino que del contenido. El propio desarrollo de la
conferencia nos impide ya deternos en el contenido.
31
«Ciertamente cada uno de ellos es otro que los otros dos, pero él mismo
lo mismo para sí mismo.» Platón no dice sólo: §kaston aétò taétñn, «cada uno es
él mismo lo mismo», sino §kaston ¥autÒ taétñn, «cada uno es él mismo lo
mismo para sí mismo».
32
del ser que dice que a cada ente en cuanto tal le pertenece la identidad, la unidad
consigo mismo.
33
para representar esta mutua pertenencia en el sentido de la identidad tal y como
fue pensada posteriormente y resulta generalmente conocida. ¿Qué podría
impedírnoslo? Nada menos que la propia frase que leemos en Parménides, puesto
que dice otra cosa, a saber: el ser tiene su lugar -con el pensar- _en lo mismo. El
ser se halla determinado, a partir de una identidad, como un rasgo de ésta. Por el
contrario, la identidad pensada posteriormente en la metafísica, es representada
como un rasgo del ser. Por lo tanto, a partir de esta identidad representada
metafísicamente no podemos pretender determinar la que enuncia Parménides.
34
que simula algo y al que le falta todo apoyo en un estado de cosas que se pueda
comprobar?
Así parece, al menos hasta que nuestra observación sea más rigurosa y
dejemos hablar a las cosas.
35
hombre de modo ocasional ni excepcional. El ser sólo es y dura en tanto que
llega hasta el hombre con su llamado.
Pues el hombre es el primero que abierto al ser, deja que éste venga a él
como presencia. Tal llegada a la presencia necesita de lo abierto de un claro, y
con esta necesidad, pasa a ser propia del hombre. Esto no quiere decir de ningún
modo que el ser sea puesto sólo y en primer lugar por el hombre; por el contrario,
se ve claramente lo siguiente: el hombre y el ser han pasado a ser propios el uno
del otro Pertenecen el uno al otro. Desde esta pertenencia del uno al otro, nunca
considerada de más cerca, es desde donde el hombre y el ser han sido los
primeros en recibir las determinaciones esenciales con las que la filosofía los
entiende de modo metafísico.
36
uno del otro desde el momento en el que se han alcanzado. La puerta de entrada
al dominio en donde esto sucede, acuerda y determina por vez primera la
experiencia del pensar.
Extraño salto el que nos hace ver que todavía no nos detenemos lo
suficiente en donde en realidad ya estamos. ¿En dónde estamos? ¿En qué
constelación de ser y hombre?
Pero, ¿acaso podemos tomar sin más el mundo técnico y el ser como si
fueran una sola cosa? Evidentemente no, ni siquiera si representamos este mundo
como el todo en el que está encerrados la energía atómica, el plan calculador del
hombre y la automatización. ¿Por qué una indicación de esta índole acerca del
mundo técnico, aunque lo describa exhaustivamente, no nos pone ya a la vista en
absoluto la constelación de ser y hombre? Porque todo análisis de la situación se
queda corto al interpretar por adelantado el mencionado todo del mundo técnico
desde el hombre y como su obra. Se considera lo técnico, representado en el
sentido más amplio y en toda la diversidad de sus manifestaciones, como el plan
que el hombre proyecta y que finalmente le obliga a decidir sí quiere convertirse
en esclavo de su plan o quedar como su señor.
37
manera que nos habla sobre su capacidad de planificación y cálculo? Y en tal
caso, ¿se encontraría provocado el ser a dejar aparecer lo ente en el horizonte de
la calculabilidad? En efecto. Y no sólo esto. En la misma medida que el ser, el
hombre se encuentra provocado, esto es, emplazado, a poner en lugar seguro lo
ente que se dirige hacia él, corno la substancia de sus planes y cálculos, y a
extender ilimitadamente tal disposición.
38
acontecimiento, algo que sucede. La palabra se utiliza ahora como singulare
tantum. Lo que nombra acontece sólo en la unidad, esto es, ni siquiera en un
número, sino de modo único. Lo que experimentamos en la com-posición como
constelación de ser y hombre, a través del moderno mundo técnico, es sólo el
preludio de lo que se llama acontecimiento de transpropiación. Pero la com-
posición no se queda necesariamente detenida en su preludio, pues en el
acontecimiento de transpropiación habla la posibilidad de sobreponerse al mero
dominio de la com-posición para llegar a un acontecer más originario. Tal modo
de sobreponerse a la com-posición a partir del acontecimiento de transpropiación
para llegar a esto último, traería consigo el retroceso eventual, esto es imposible
de llevar a cabo sólo por el hombre, del mundo técnico desde su papel dominante
a la servidumbre, dentro del ámbito gracias al cual el hombre llega más
propiamente al acontecimiento de transpropiación.
39
El Ereignis une al hombre y al ser en su esencial dimensión mutua En la
com-posición vemos un primer e insistente destello del Ereignis. Ella constituye
la esencia del mundo técnico moderno. En la com-posición divisamos una mutua
pertenencia de hombre y ser en la que el dejar pertenecer es lo primero que
determina el modo de la dimensión mutua y de su unidad. La frase de
Parménides, «lo mismo es en efecto el pensar que el ser», es la que nos conduce
a la pregunta por una mutua pertenencia en la que la pertenencia tenga la
preeminencia sobre lo mutuo. La pregunta por el sentido de este «lo mismo», es
la pregunta por la esencia de la identidad. La doctrina de la metafísica representa
la identidad como un rasgo fundamental del ser. Aquí se muestra que el ser tiene
su lugar, junto con el pensar, en una identidad cuya esencia procede de ese dejar
pertenecer mutuamente que llamamos Ereignis. La esencia de la identidad es una
propiedad del acontecimiento de transpropiación.
40
conducirlos a lo propio de ellos, habría entonces un camino libre en el que el
hombre podría experimentar de modo originario lo ente, el todo del mundo
técnico moderno, la naturaleza y la historia, y antes que todo su ser.
Pero, ¿en dónde se encuentra ya decidido que la naturaleza como tal
tenga que seguir siendo siempre la naturaleza de la Física moderna y que la
historia tenga que presentarse sólo como objeto de la Historia? Es cierto que no
podemos desechar el mundo técnico actual como obra del diablo, y que tampoco
podemos destruirlo, caso de que no se cuide él mismo de hacerlo.
Sólo cuando nos volvemos con el pensar hacia lo ya pensado, estamos al servicio
de lo por pensar.
41
LA CONSTITUCIÓN ONTO-TEO-
LÓGICA DE LA METAFÍSICA
Martin Heidegger
42
(Ya se ha explicado en el seminario el uso vario, y con todo único, de la
palabra «ser». Para Hegel, ser quiere decir en primer lugar, pero nunca
únicamente, la «inmediatez indeterminada». Aquí, el ser está visto desde la
perspectiva de la mediación determinante, es decir, a partir del concepto
absoluto, y, por eso mismo, apuntando hacia él. «La verdad del ser es la esencia»,
esto es, la reflexión absoluta. La verdad de la esencia es el concepto, en el
sentido del saber in-finito que se sabe a sí mismo. El ser es el absoluto pensarse a
sí mismo del pensar. Sólo el pensar absoluto es la verdad del ser, «es» ser, y aquí,
verdad quiere decir siempre el conocimiento con certeza de sí mismo de lo
conocible en cuanto tal.)
43
de proceso viene determinado por la dialéctica del ser. Para Hegel, el asunto del
pensar es el ser en cuanto pensar que se piensa a sí mismo, que sólo llega a sí
mismo por medio del proceso de su desarrollo especulativo, y que, por lo tanto,
va recorriendo distintos grados de formas desigualmente desarrolladas desde
siempre, y en consecuencia, necesariamente no desarrolladas con anterioridad.
Sólo a partir de esta comprensión del asunto del pensar, surge para
Hegel una máxima genuina que le servirá de medida para el modo y la manera en
que dialoga con los pensadores que le precedieron.
Preguntamos:
44
1. ¿Cuál es aquí y allá el asunto del pensar?
2. ¿Cuál es aquí y allá la medida para el diálogo con la historia del pensar?
Para Hegel, el asunto del pensar es el ser en relación con lo que fue
pensado sobre lo ente en el pensar absoluto y en cuanto tal.
Para Hegel, la norma que hay que adoptar para el diálogo con la historia
de la filosofía, reza así: introducirse en la fuerza y el horizonte de lo pensado por
los pensadores anteriores. No fue casual que Hegel presentase su máxima en el
transcurso de un diálogo con Spinoza y antes de un diálogo con Kant (Ciencia de
la lógica, III, Lasson, tomo II, pp. 216 ss.). Hegel encuentra consumado en
Spinoza «el punto de vista de la substancia», que sin embargo, no puede ser el
más elevado, porque el ser aún no ha sido pensado desde el fundamento en
cuanto pensar que se piensa a sí mismo en la misma medida y de modo tan
decidido. El ser, en tanto que substancia y substancialidad, aún no se ha
desarrollado como sujeto en su absoluta subjetividad. Con todo, Spinoza vuelve a
expresar siempre de nuevo el pensamiento completo del Idealismo alemán, y al
mismo tiempo lo contradice, porque hace comenzar el pensar con lo absoluto.
Por el contrario, el camino de Kant es otro, y desde el punto de vista del pensar
del Idealismo absoluto y de la filosofía en general, mucho más decisivo que el
sistema de Spinoza. Hegel ve en el pensamiento kantiano de la síntesis originaria
de la apercepción «uno de los principios más profundos para el desarrollo
especulativo» (op. cit., p. 227). Hegel encuentra la fuerza de los pensadores en lo
que pensó cada uno, en la medida en que esto puede ser asumido como un grado
45
correspondiente del pensar absoluto. Y éste sólo es absoluto porque se mueve
dentro de su proceso dialéctico-especulativo, para el que requiere la gradación.
El paso atrás dirige hacia ese ámbito que se había pasado por alto hasta
ahora y que es el primero desde el que merece ser pensada la esencia de la
verdad.
46
atrás» no significa un paso aislado del pensar, sino el modo de movimiento del
pensar y un largo camino. En la medida en que el paso atrás determina el carácter
de nuestro diálogo con la historia del pensar occidental, conduce en cierto modo
al pensar fuera de lo que hasta ahora ha sido pensado en la filosofía. El pensar
retrocede ante su asunto, el ser, y con ello, lleva lo pensado a una posición
contraria que nos permite contemplar el conjunto de esta historia, al prepararle el
ámbito que va a ocupar, y en concreto, desde la perspectiva de lo que se
constituye en fuente de todo ese pensar. A diferencia de lo que ocurre en Hegel,
éste no es un problema heredado y ya formulado, sino precisamente lo no
preguntado por nadie a lo largo de toda esa historia del pensar. Lo llamaremos,
provisional e inevitablemente, con palabras del lenguaje de la tradición.
Hablamos de la diferencia entre el ser y lo ente. El paso atrás va desde lo
impensado, desde la diferencia en cuanto tal, hasta lo por pensar: el olvido de la
diferencia. El olvido que está aquí por pensar es ese velamiento pensado a partir
de la L®yh (encubrimiento) de la diferencia en cuanto tal, velamiento que se ha
sustraído desde el principio. El olvido forma parte de la diferencia, porque ésta le
pertenece a aquél. No es que el olvido sólo afecte a la diferencia por lo
olvidadizo del pensar humano.
47
características que pueden recibir distintos nombres tales como funcionalización,
perfección, automatización, burocratización e información. De la misma manera
que llamamos biología a la representación de lo vivo, la representación y
formación de ese ente dominado por la esencia de la técnica puede ser llamada
tecnología. La expresión también puede servir para designar a la metafísica de la
era atómica. El paso atrás desde la metafísica a la esencia de la metafísica es,
visto desde la actualidad y a partir de la idea que nos hemos formado de ella, el
paso que va desde la tecnología y la descripción e interpretación tecnológica de
la época, a esa esencia de la técnica moderna que todavía está por pensar.
A fin de ganar por medio de este seminario una visión del conjunto de la
metafísica de Hegel, recurrimos a la explicación del fragmento con el que
comienza el primer libro de la Ciencia de la lógica: «La doctrina del ser». Cada
palabra del propio título del fragmento, da ya bastante que pensar. Éste reza así:
¿Cuál debe ser el comienzo de la ciencia? La respuesta de Hegel a la pregunta,
consiste en probar que el comienzo es de «naturaleza especulativa». Esto quiere
decir que el comienzo no es ni algo inmediato ni algo mediado. Ya intentamos
enunciar esta naturaleza del comienzo por medio de una frase especulativa: «el
comienzo es el resultado». Según la ambigüedad dialéctica del «es», esto quiere
decir varias cosas. En primer lugar, que el comienzo -tomando a la letra el
«resultare»- es el resalto hacia fuera de la consumación del movimiento
dialéctico del pensar que se piensa a sí mismo. La consumación de este
movimiento, la idea absoluta, es el todo completamente desplegado, la plenitud
del ser. El resalto hacia fuera de esta plenitud da lugar al vacío del ser. Con él es
con quien tiene que comenzar la ciencia (el saber absoluto que se sabe a sí
mismo). El ser es en todas partes comienzo y final del movimiento, y antes que
esto, movimiento mismo. El ser se manifiesta como movimiento que da vueltas
en torno a sí mismo desde la plenitud a la más extrema enajenación, y desde ésta,
hasta la plenitud consumada en sí misma. De este modo, el asunto del pensar es,
para Hegel, el pensar que se piensa a sí mismo en cuanto ser que gira en torno a
48
sí. Dándole una vuelta, no sólo justificada, sino necesaria, la frase especulativa
dice así acerca del comienzo: «El resultado es el comienzo». En realidad, hay que
comenzar con el resultado, puesto que el comienzo resulta de él.
49
La introducción añadida a la quinta edición de ¿Qué es metafísica?
(1949), se refiere expresamente a la esencia onto-teológica de la metafísica (pp.
17 ss.; 7.ª ed., pp. 18 y ss.). Sin embargo, sería apresurado afirmar que la
metafísica sea teología sólo porque es ontología. Antes habrá que decir que la
metafísica es teología, esto es, un discurso sobre Dios, porque el Dios entra en la
filosofía. De este modo, la pregunta acerca del carácter onto-teológico de la
metafísica, se precisa en esta nueva pregunta: ¿Cómo entra el Dios en la filosofía,
no sólo en la moderna, sino en la filosofía como tal? Esta pregunta sólo se podrá
contestar después de haberla desarrollado suficientemente como tal pregunta.
50
luz algo decisivo. Desde luego, resultaría muy fácil explicar en dos palabras el
nombre «lógica» dado a la metafísica, indicando simplemente que para Hegel el
asunto del pensar es «el pensamiento», entendiendo esta palabra como singulare
tantum. E1 pensamiento, el pensar, es evidentemente, y según una antigua
tradición, el tema de la lógica. No cabe la menor duda. Pero también es
indiscutible que Hegel, fiel a la tradición, encuentra el asunto del pensar en lo
ente en cuanto tal y en su conjunto, en el movimiento del ser desde su vacuidad
hacia su plenitud desarrollada.
¿Con qué fin mencionamos esto? Con el fin de conocer el auténtico peso
de las denominaciones usadas: ontología, teología y onto-teología. A decir
verdad, las denominaciones ontología y teología suelen tomarse normalmente a
51
primera vista exactamente igual que otras conocidas, tales como psicología,
biología, cosmología, arqueología. El sufijo -logia, significa, de modo sólo
aproximativo pero usual, que se trata de una ciencia del alma, de lo vivo, del
cosmos, y de lo antiguo. Pero en el sufijo «logia» no se esconde sólo lo lógico en
el sentido de lo consecuente y de la enunciación en general, es decir, de lo que
articula, mueve, asegura y comunica todo el saber de las ciencias. El sufijo
«logia», es, en cada caso, un conjunto de relaciones de fundamentación en las
que los objetos de las ciencias se representan, o lo que es lo mismo, se
comprenden desde la perspectiva de su fundamento. Pero la ontología y la
teología sólo son «logias» en la medida en que profundizan en lo ente como tal y
lo fundamentan en el todo. Dan cuenta del ser en tanto que fundamento de lo
ente, le dan razones al lñgow, y son, en un sentido esencial, conformes al lñgow,
esto es, son la lógica del lñgow. En consecuencia, habrá que llamarlas más
exactamente, onto-lógica y teo-lógica. Pensada de modo más conforme a su
asunto y de manera clara, la metafísica es onto-teológica.
52
substancia y como sujeto.
53
Lo ente significa siempre y en todas partes, lo ente del ser, expresión en
la que el genitivo debe ser pensado como genitivus subjectivus. A decir verdad,
hablamos con ciertas reservas de un genitivo dirigido hacia el objeto y el sujeto,
pues la denominación sujeto-objeto ya nació por su parte a raíz de una
calificación del ser. Lo único que está claro es que cuando se habla del ser de lo
ente y de lo ente del ser, se trata siempre de una diferencia.
54
ente como tal, que en un primer momento no caemos en la cuenta de lo que
encontramos. Tampoco hay nada que nos obligue a hacerlo. Nuestro pensar es
libre de dejar la diferen_cia impensada o de pensarla propiamente como tal. Pero
esta libertad no vale para todos los casos. Sin darnos cuenta, puede ocurrir que el
pensar se vea llamado a preguntar: ¿qué es lo que quiere decir entonces este ser
tan nombrado? Si el ser se muestra de inmediato como el ser de..., y con ello en
el geni_tivo de la diferencia, entonces la pregunta anterior rezará, si la
formulamos de modo más preciso: ¿cómo tiene que ser considerada la diferencia,
cuando tanto el ser como lo ente aparecen cada uno a su manera a partir de la
diferencia? Para satisfacer esta pregunta, tenemos que situarnos en primer lugar
bien enfrente de la diferencia. Esta posición frente a frente se hace posible
cuando llevamos a cabo el paso atrás, pues lo próximo sólo se nos ofrece como
tal y la proximidad sale por primera vez a la luz, gracias al alejamiento que con él
se consigue. Mediante el paso atrás liberamos al asunto del pensar, al ser como
diferencia, para que pueda ganar esa posición frente a frente, la cual, por otra
parte, debe de permanecer absolutamente libre de objetos.
55
que ínter-cisión entre la sobrevenida y la llegada, es la resolución desencubridora
y encubridora de ambas. En la resolución reina el claro de lo que se cierra
velándose y da lugar a la separación y la reunión de la sobrevenida y la llegada.
56
¿Pero no oímos hablar del ser ser en el orden y la consecución históricos
del proceso dialéctico que piensa Hegel? Ciertamente. Pero el ser también se deja
ver aquí únicamente bajo la luz que brilló para el pensar de Hegel, lo que quiere
decir que la forma en la que se da el ser se determina siempre ella misma a partir
del modo en que éste se da luz a sí mismo. Pero este modo es un modo destinado,
es siempre la marca de una época que sólo se nos manifiesta como tal si le damos
la libertad de volver a su propio ser pasado. Sólo podemos llegar a la proximidad
de lo destinado por medio de una súbita chispa de recuerdo que surge en un
instante. Esto también vale para la experiencia que tenemos de la marca que lleva
en cada ocasión la diferencia de ser y ente, a la que corresponde en cada caso una
interpretación de lo ente como tal. Lo dicho también vale de modo particular para
nuestro intento de salir del olvido de la diferencia como tal por medio del paso
atrás, y de pensar en ésta como en la resolución entre la sobrevenida
desencubridora y la llegada que se encubre a sí misma. Ciertamente, a un oído
más atento se le revela que en nuestro discurso acerca de la resolución, ya
dejamos que aquello que ha sido tomase la palabra, en la medida en que
pensamos en un desencubrir y un encubrir, esto es, en una sobrevenida
(trascendencia) y una llegada (presencia). Tal vez mediante esta explicación de
que la diferencia de ser y ente se encuentra en la resolución en ca_lidad de
preámbulo de su esencia, salga a la luz algo permanente que atraviesa el destino
del ser desde el principio hasta su consumación. Pero con todo, sigue siendo
difícil decir cómo debe ser pensada esa permanencia, puesto que, ni es algo
general que val_ga para cada caso, ni una ley que garantice la necesidad de un
proceso en sentido dialéctico.
57
fundamento. El ser se muestra dentro de la sobrevenida desencubridora como el
dejar (sub)-yacer de lo que llega, como el fundar a la manera siempre diferente
de la aportación y la presentación. Lo ente como tal, la llegada que se encubre
dentro del desencubrimiento, es lo fundado, que en cuanto fundado, y por lo
tanto producido, funda a su manera, o lo que es lo mismo, produce un efecto, esto
es, causa. La resolución de lo que funda y de lo fundado como tal, no sólo los
mantiene separados a ambos, sino que los mantiene en una correlación. Los que
fueron separados, se encuentran tan retenidos dentro de la resolución, que ya no
es sólo que el ser en tanto que fundamento funde lo ente, sino que lo ente, por su
parte, funda a su manera al ser, esto es, lo causa. Ahora bien, lo ente sólo puede
lograr tal cosa en la medida en que «es» la plenitud del ser, esto es, en tanto que
el ente máximo.
58
Una de las clásicas pruebas de este estado de cosas, en el ámbito de la
historia de la metafísica, se encuentra en un texto de Leibniz que ha pasado
prácticamente desapercibido y que llamaremos para abreviar Las 24 tesis de la
metafísica (Gerh. Phil., VII, pp. 289 ss.; compárese con El principio del
fundamento, 1957, pp. 51 y ss.).
59
ámbito del que ya no se puede hablar con las palabras rectoras de la metafísica:
ser y ente, fundamento-fundamentado. Pues lo que nombran estas palabras, lo
que representa el modo de pensar regido por ellas, procede, como lo diferente, de
la diferencia. Su origen ya no se deja pensar dentro del horizonte de la
metafísica.
Tal vez esta observación arroje una pequeña luz sobre el camino en cuya
dirección camina un pensar que lleva a cabo el paso atrás, el paso que vuelve
desde la metafísica a la esencia de la metafísica, que vuelve desde el olvido de la
diferencia como tal al destino de ese encubrimiento de la resolución que se
sustrae a sí mismo.
Nadie puede saber si, cuándo, dónde, ni cómo, se desarrolla este paso
del pensar hasta convertirse en un auténtico camino, pasaje y construcción de
sendas (entendiendo por auténtico, que es usado en el Ereignis). Podría ocurrir
que se consolidara antes el dominio de la metafísica, bajo la forma de la técnica
60
moderna y de sus desarrollos de incalculable rapidez. También podría ser que
todo lo que aparece en el camino del paso atrás, sea simplemente usado y
elaborado a su manera por la metafísica, que aún perdura, a modo de producto de
un pensar representativo.
Este tipo de reflexiones nos asaltan con suma facilidad, pero no tienen
ningún peso en relación con otra dificultad de tipo muy distinto por la que tiene
que pasar el paso atrás.
61
LA TESIS DE KANT SOBRE EL SER
Martin Heidegger (1961)
Cuando se ha llegado tan lejos como para cubrir de burla lo que fue una vez
la fuente de nuestra existencia histórica, parecería aconsejable entregarse a una
simple consideración.
62
En caso de que incluso esa referencia resultara demasiado difícil para los
pensadores, podría quedarles por lo menos como tarea mostrar siempre de nuevo
el ser, como lo que es digno de pensarse (Denkwürdige), y por cierto de tal
modo, que lo que es digno de ser pensado permanezca como tal en el horizonte
de los hombres.
¿Por qué oímos a Kant para experimentar algo sobre el ser? Por dos razones.
En primer término, Kant ha dado un paso de gran alcance en la localización
(Erörterung) del ser. Por otra parte, este paso de Kant, resulta de una fidelidad a
la tradición, es decir, en discusión al
mismo tiempo con ella, por lo que ésta alcanza nueva luz. Las dos razones de la
referencia a la tesis de Kant sobre el ser, nos sirven de estímulo para la
meditación. La tesis de Kant sobre el ser, según se formula en su obra capital, la
Crítica de la razón pura (1781), dice:
En vista de aquello que hoy es, que nos oprime como el ente y nos amenaza
como posible no-ser (Nichtsein), la tesis de Kant sobre el ser nos parece
abstracta, insuficiente y pálida. Se ha exigido, entre tanto, de la filosofía que no
se contente ya con interpretar el mundo y se entretenga en especulaciones
abstractas, sino que llegue a transformar prácticamente el mundo. Pero la
transformación del mundo pensada de ese modo, reclama ante todo que se
transforme el pensar, como hay también ya, detrás de la mencionada exigencia,
una transformación del pensar. (Vid.. Karl Marx, Deutsche Ideologie: Thesen
über Feuerbach, ad Feuerbach, 11.: “Los filósofos sólo han interpretado el
mundo de diversas maneras, de lo que se trata es de transformarlo”).
63
reflexionar en lo que Kant dice para explicarla, y cómo lo dice. Debemos seguir
el camino de su explicación. Debemos visualizar el ámbito por el que corre el
camino. Debemos pensar en el lugar al que pertenece lo que Kant explica 1a y
localiza (erörter) 2 bajo el nombre de “ser”.
más urgente será un oír la tradición reflexivamente, un oír que no dependa del
pasado sino que considere el presente. Repitamos la tesis de Kant:
64
predicado en general. Conforme con ello, el siguiente enunciado afirmativo de la
tesis caracteriza el ser como “sencillamente la posición”.
65
más evidente; y sin embargo, es lo más cuestionable. En qué medida se llega a la
determinación del ser como fundamento, en dónde reposa la esencia del
fundamento, es algo que no puede discutirse aquí. Pero una reflexión
aparentemente exterior impulsa ya a sospechar que en la determinación de Kant
del ser como posición, actúa un parentesco con lo que llamamos fundamento.
Positio, ponere, significa: poner (setzen), colocar (stellen), situar (legen), yacer
(liegen), estar delante (vor-liegen), estar como fundamento (zum grunde liegen).
Ante todo es preciso señalar que Kant expone la tesis dentro del círculo de
cuestiones de la teología filosófica. Ésta domina la totalidad de la pregunta por el
ser del ente, es decir, la metafísica en su contenido nuclear. Desde ahí se hace
visible que la tesis sobre el ser no es una doctrina abstracta y aislada, cosa que
nos podría sugerir fácilmente su significación literal.
66
(Wirlichkeit), sino quiddidad (Sachheit). Un predicado real es el que pertenece a
la quiddidad de una cosa y puede atribuírsele. Nos representamos la quiddidad de
una cosa en su concepto. Podemos representarnos lo que nombra la palabra
piedra, sin que lo representado tenga que existir como una piedra justamente
presente. Existencia, Dasein, es decir, ser, dice la tesis de Kant, “no es
evidentemente un predicado real”. Lo manifiesto de este enunciado negativo se
desprende en cuanto pensamos la palabra “real” en el sentido de Kant. El ser no
es nada real.
¿Pero cómo? De una piedra que está ante nosotros decimos que ella, esa
piedra, existe. Esta piedra es. En consecuencia se muestra con igual evidencia el
“es”, es decir, el ser como predicado, en el enunciado de esta piedra, en cuanto
sujeto del enunciado. Tampoco niega Kant en la Crítica de la razón pura que la
existencia enunciada de una piedra presente sea un predicado. Pero el “es” no es
un predicado real. ¿De qué se enuncia entonces el “es”? Evidentemente de la
piedra presente. ¿Y qué dice este “es” en el enunciado “esta piedra de aquí es”?
No dice nada de lo que (Was) es la piedra en cuanto piedra, sin embargo dice que
(dass) [el hecho de que] lo que pertenece a la piedra, existe, es. ¿Qué significa
ser? Kant contesta por el enunciado afirmativo de su tesis: ser “es simplemente la
posición de una cosa o de ciertas determinaciones en sí mismas”.
La expresión “en sí mismas” no mienta algo “en sí”, algo que exista sin
relación a una conciencia. El “en sí mismas” debemos entenderlo como la
contradeterminación para eso que, con respecto a otro, se representa como esto y
aquello. Este sentido del “en sí mismo” cobra ya expresión por el hecho de que
Kant dice: ser “es simplemente la posición”. Este “simplemente” se oye como
una delimitación, como si la posición fuese algo menor frente a la realidad, es
decir, la quiddidad de una cosa. Sin embargo, el “simplemente” apunta al hecho
de que el ser nunca se deja explicar a partir de lo que es, en cada caso, un ente, es
decir, para Kant, a partir del concepto. El “simplemente” no delimita, sino que
remite al ser a un ámbito desde el cual únicamente es caracterizable con pureza.
67
“Simplemente” significa aquí: puro. “Ser” y “es”, pertenecen con todas sus
significaciones y modificaciones a un ámbito propio. No son nada cósico
(Dinghaft), es decir, para Kant, nada objetivo (Gegenständlich).
Para pensar “ser” y “es”, se requiere otra visión que no esté dirigida por la
observación exclusiva de las cosas y por el cálculo de ellas. Podemos inquirir e
investigar en todas direcciones una piedra que está ante nosotros, que
evidentemente es pero nunca encontraremos el “es”. Y sin embargo, esta piedra
es. ¿Por medio de qué recibe el “ser” el sentido de “simplemente la posición”?
¿De dónde y cómo se delimita el sentido del título “pura posición”? ¿Esta
interpretación del ser como posición no sigue siendo extraña a nosotros, incluso
arbitraria, en todo caso ambigua, y, por eso inexacta?
68
Kant, acerca del “uso lógico” del ser permite suponer que hay aun otro uso del
ser. Al mismo tiempo, en este pasaje descubrimos algo esencial sobre el ser. Es
“usado”, en el sentido de aplicado. El uso lo realiza el entendimiento, el pensar.
¿Qué otro uso del “ser” y del “es” hay, aparte del “lógico”? En la
proposición “Dios es” no se añade al sujeto ningún predicado quiditativo, real.
Más bien se pone el sujeto Dios, con todos sus predicados, “en sí mismo”. El
“es” indica ahora: Dios existe, Dios está ahí. “Dasein”, “existencia” mientan, en
verdad el ser, pero “ser” y “es” no en el sentido de la posición de la relación entre
sujeto proposicional y predicado. La posición del “es” en la proposición “Dios
es”, va más allá del concepto Dios y trae junto al concepto la cosa misma, el
objeto Dios como lo que es ahí. A diferencia del uso lógico, el ser se usa en este
caso con respecto al objeto existente en sí mismo. Por eso podemos hablar de un
uso óntico, o mejor de un uso objetivo del ser. En el escrito precrítico escribe
Kant:
En una anotación sin fecha (WW AKA XVIII, Nº 6276) Kant resume
brevemente lo expuesto hasta aquí:
69
llega a ser para la reflexión crítica algo no sólo claro sino asediante.
“Este concepto [Dasein y Existencia] es tan simple que nada se puede decir
para explicitarlo”.
70
grado más alto de clarificación según el modo precrítico de explicar y analizar
conceptos. Pero la “crítica” llega a una explicación distinta del ser y sus diversos
modos, que conocemos bajo los nombres de ser posible, ser efectivo, ser
necesario.
¿Qué falta? ¿En qué respecto debe contemplar nuestro pensar, al mismo
tiempo, el ser junto con sus modalidades, para lograr una suficiente
determinación esencial? En una nota añadida en la segunda edición de la Crítica
de la razón pura (B 302) dice:
Sin esta intuición, los conceptos de ser carecen de relación con el objeto; por
esa sola relación reciben ellos lo que Kant llama su “`significado”. “Ser” quiere
decir posición, posición en el poner por medio del pensamiento en cuanto acción
del entendimiento. Pero esta posición sólo es capaz de poner algo como objeto,
es decir, como puesto enfrente y así hacerlo estar como objectum (Gegenstand),
si por medio de la intuición sensible, es decir, por la afección de los sentidos se
da a la posición algo que puede ser puesto. Sólo, la posición como posición de
una afección, nos da a entender lo que significa para Kant el ser del ente.
71
puede venir nunca por medio de los sentidos. Todo enlace surge, según Kant, de
aquella facultad de representación que se llama entendimiento; cuyo rasgo
fundamental es el poner, en cuanto síntesis. La posición tiene el carácter de
proposición, es decir, de juicio, por el cual algo es antepuesto como algo, un
predicado es atribuido a un sujeto por el “es”`. Pero en cuanto la posición como
proposición se relaciona necesariamente con lo dado en la afección, para que un
objeto sea conocido por nosotros, el “es” como cópula recibe por eso un nuevo
sentido. Kant lo determina por vez primera en la segunda edición de la Crítica de
la razón pura (S19, B 140 ss.). Al comienzo del § 19 escribe:
72
Antes de aclarar cómo se presenta la copertenencia de ser y unidad en el
pensamiento de Kant, y cómo a través de ella la tesis de Kant sobre el ser exhibe
su contenido (Gehalt) recién fundamentado y más rico, citemos el ejemplo
aducido por Kant que nos explica el sentido objetivo del “es” como cópula.
Dice:
Según la interpretación kantiana del “es” se expresa allí un enlace del sujeto
proposicional y el predicado en el objeto. Todo enlace lleva consigo, una unidad,
a la cual y en la cual enlaza la multiplicidad dada. Si la unidad no puede surgir
sólo del enlace. porque éste está referido de antemano a aquella, ¿de dónde nace
la unidad? Según Kant hay que “buscarla más alto”, sobre el poner que enlaza
por medio del entendimiento. Es el §u (unidad unitiva) único que deja surgir todo
sæn (junto) de cada y¡siw (poner) [síntesis]. Por eso Kant la llama “la unidad
sintética originaria”. En todo representar está presente (adest) ya de antemano en
la percepción. Es la unidad de la síntesis originaria de la apercepción. Puesto que
posibiIita el ser del ente, está más alto, más allá del objeto. Puesto que posibilita
el ob-jectum (Gegenstand) en cuanto tal, se llama “apercepción trascendental”.
De ella dice Kant al final del § 15 (B 131) que ella:
73
Sin duda, una más originaria determinación crítica del entendimiento, da
seguridad también para una explicación del ser más rica y cambiada. Pues ahora
las modalidades, los modos del “Dasein” y su determinación, llegan propiamente
al horizonte del pensar kantiano. Kant mismo vive en la certeza de haber
alcanzado el lugar desde el cual puede ponerse en marcha la determinación del
ser del ente. Esto se testimonia, otra vez, por una nota que está en el texto de la
segunda edición de la Crítica de la razón pura (§ 16, B 134, nota):
¿Y qué significa ese “tras ella” en el texto? No significa que toda la lógica
esté preordenada por sí a la filosofía trascendental, sino que quiere decir: primero
y sólo cuando toda la lógica esté ordenada en el lugar de la apercepción
trascendental, puede funcionar dentro de la ontología crítica, relacionada a lo
dado en la intuición sensible, como hilo conductor de la determinación de los
conceptos (categorías) y de los principios del ser del ente. Ocurre así porque el
“primer conocimiento puro del entendimiento” [es decir, él carácter determinante
del ser del ente] “es el principio de la unidad sintética originaria de la
apercepción (§ 17. B 137). Conforme a ello, este principio es principio de
unificación (Einigung), y la “unidad” (Einheit) no es un mero conglomerado,
sino que es lo que unifica y reúne, lñgow en el sentido inicial, aunque trasladado
y aplicado al yo-sujeto. Este lñgow tiene en su poder, “toda la lógica”.
74
ya dicho: el ser y la existencia se determinan a partir de la relación con el uso del
entendimiento.
La guía para la interpretación del ser del ente reza, también ahora: ser y
pensar. Pero el uso recto del entendimiento reposa en el hecho de que el pensar,
como representar que pone y juzga, como posición y proposición se determina
desde la apercepción trascendental y sigue relacionado con la afección por medio
de los sentidos. El pensar está sumergido en la subjetividad afectada por la
sensibilidad, es decir, en la subjetividad finita del hombre. “Yo pienso” significa:
enlazo una multiplicidad dada y sensible de representaciones desde la previa
visión de la unidad de la apercepción, que se articula en la pluralidad delimitada
de los conceptos puros del entendimiento, es decir, las categorías.
75
La “crítica” no prescindirá ni de una determinación del ser como posición, ni
aun en general del concepto de ser. Por eso, es un error del neokantismo, aun hoy
influyente, opinar que por la filosofía de Kant se ha “liquidado”, como se dice, el
concepto de ser. El sentido del ser que impera desde antiguo (la presencia
constante) no sólo se conserva por medio de la interpretación crítica de Kant, del
ser como objetividad del objeto de la experiencia, sino que por la determinación
como “objetividad”, sale nuevamente a luz en una forma eminente, mientras que
por la interpretación del ser, que dominaba antes en la historia de la filosofía,
como substancialidad de la substancia, se ocultaba e incluso trastocaba. Kant
determina a su vez lo “substancial” en el sentido de la interpretación crítica del
ser como objetividad. Lo substancial no significa otra cosa:
De acuerdo con esto, la interpretación sistemática del ser del ente, es decir,
de la objetividad del objeto de la experiencia, sólo puede realizarse por
principios. En estas circunstancias está puesto el fundamento para que por medio
de Hegel, por el camino que pasa por Fichte y Schelling, “la ciencia de la lógica”
se convierta en dialéctica, en un movimiento de principios que gira en sí mismo,
que es él mismo la absolutez del ser. Kant introduce la “Representación
sistemática de todos los principios sintéticos” del entendimiento puro con la frase
siguiente: (A 158/159, B 197/198):
76
puro, que no es sólo la facultad de las reglas con respecto a lo que sucede,
sino aun la fuente de los principios, según la cual todo (lo que se nos puede
presentar como objeto) está necesariamente bajo reglas, porque sin ellas
nunca podría convenir a los fenómenos el conocimiento de un objeto
correspondiente”.
Los postulados son exigencias. ¿Quién o qué exige y para qué se exige?
Como “Postulados del pensamiento empírico en general” son exigidos, por este
mismo pensamiento, desde su fuente, desde la esencia del entendimiento y en
realidad para la posibilitación del poner de aquello que da la percepción sensible,
por tanto, para la posibilitación del enlace de la existencia, es decir, de la
efectividad de la multiplicidad de los fenómenos. Efectivo es siempre lo efectivo
de algo posible; y el hecho de que sea efectivo remite en último término a algo
necesario. “Los postulados del pensamiento empírico en general” son los
principios por los que se definen el ser posible, el ser efectivo y el ser necesario,
en la medida en que de ese modo se determina la existencia del objeto de la
experiencia.
“Lo que coincide con las condiciones formales de la experiencia (en cuanto
a la intuición y a los conceptos) es posible”. (B 265).
77
sensación) es efectivo”.
78
de la “Crítica”, objeto, lo que está enfrente (Gegenstand). Las “ciertas”
determinaciones del objeto, como objeto del conocimiento, son las
determinaciones no reales, las modalidades del ser. Como tales son posiciones. A
partir del contenido de los tres Postulados del pensamiento empírico en general,
se podrá ver en qué medida esto es acertado.
79
existencia del ente, que como fenómeno es objeto para el sujeto cognoscente.
Vale aun la tesis de Kant sobre el ser: es “simplemente la posición”. Pero ahora
la tesis muestra su contenido más rico. El “simplemente” mienta la pura relación
de la objetividad del objeto con la subjetividad del conocimiento humano.
Posibilidad, efectividad, necesidad, son posiciones de los diversos modos de esta
relación, la diferente posición se determina desde la fuente de la posición
originaria. Esta es la síntesis pura de la apercepción trascendental. Es el acto
primigenio del pensar cognoscente.
Puesto que el ser no es predicado real, pero es, sin embargo, predicado, en
consecuencia, atribuido al objeto, pero no es inferible del contenido quidditativo
(Sachgehalt) del objeto, los predicados de ser de la modalidad no pueden surgir
del objeto, más bien, como modos de la posición, han de tener su origen en la
subjetividad. La posición y sus modalidades de existencia se determinan desde el
pensar. Tácitamente vibra en la tesis de Kant sobre el ser, el lema: ser y pensar.
Sólo diez años después de la Crítica de la razón pura toca Kant esta
cuestión hacia el final de su tercera obra capital, la “Crítica del Juicio” (1790), y
otra vez en verdad “episódicamente”, en el § 76, que lleva el título de
“Observación”, Schelling, a los veinte años, en su primer escrito, aparecido cinco
años después (1795), “Del yo como Principio de la filosofía o sobre lo
incondicionado en el saber humano” termina con la siguiente frase la nota final
de su obra:
80
en el sujeto y en la naturaleza de sus facultades de conocer”.
Para el ejercicio de los mismos “se nos exigen”, a nosotros los hombres,
“dos cosas totalmente heterogéneas”. ¿En qué sentido? El entendimiento y la
intuición sensible son de especie completamente distinta; aquel es exigible “para
los conceptos”, ésta “para los objetos que les corresponden”. Nuestro
entendimiento nunca es capaz de darnos un objeto. Nuestra intuición sensible
tampoco es capaz de poner lo dado por ella como objeto en su objetividad.
Nuestro entendimiento tomado en sí, puede pensar por medio de sus conceptos
un objeto únicamente en su posibilidad. Para conocer el objeto como efectivo, se
requiere la afección por los sentidos. En virtud de lo ya observado, entendemos la
siguiente frase decisiva de Kant:
81
camino de Kant.
Sin embargo Kant da un paso más amplio aun en la determinación del ser, y
lo hace otra vez sólo como si lo vislumbrara, de modo que no llega a una
exposición sistemática del ser como posición. Visto desde la obra de Kant esto
no significa un defecto, porque los enunciados episódicos sobre el ser como
posición, pertenecen al estilo de su obra.
82
cuadrícula (Ortsnetz) a la que pertenece el ser como posición. En la
interpretación del ser como posición está incluido el hecho de que posición y
posicionalidad (Gesetzheit) del objeto, se explican desde las distintas relaciones
con el conocimiento, es decir, en retroferencia hacia él, en la retroflexión, en la
reflexión. Si con la mirada se captan propiamente como tales estas diversas
relaciones reflexivas y se las compara mutuamente, se hará patente que la
interpretación de estas relaciones de reflexión resulta de determinados respectos.
Esta observación se orienta hacia “el estado del ánimo”, (auf den Zustand
des Gemüts) es decir, al sujeto humano. La observación ya no va derechamente
al objeto de la experiencia, hace una flexión atrás, hacia el sujeto que
experimenta, es reflexión. Kant habla de “Überlegung” [meditación sobre]. Si la
reflexión presta atención a aquellos estados y relaciones del representar, por los
que en general es posible la delimitación del ser del ente, entonces la reflexión
sobre la cuadrícula del lugar de ser, es una reflexión trascendental. Así escribe
Kant (A 261, B 317):
83
de lo posible, va hacia lo exterior frente a lo interior del estado subjetivo del
sujeto. De ese modo entra en juego la diferencia de “interior” y “exterior”. Lo
interior mienta las determinaciones de una cosa, que se dan desde el
entendimiento (quialitas-quantitas), a diferencia de lo exterior, es decir, las
determinaciones que se muestran recíprocamente en la intuición de espacio y
tiempo como las relaciones más externas de las cosas, en cuanto fenómenos. La
diferencia de esos conceptos (concepto de reflexión), y ellos mismos, se da por la
reflexión trascendental.
“Son dos conceptos que sirven de fundamento a todas las demás reflexiones
tan inseparablemente unidos están con todo uso del entendimiento. El
primero [materia] significa lo determinable en general, el segundo su
determinación”. (A 266, B 322).
84
Para terminar, se requeriría que antes de hacer patente la mencionada
ambigüedad mostrásemos, aunque sólo al vuelo, cómo habla la tradición en la
interpretación de Kant del ser como posición. De la “Demostración”, el temprano
escrito de Kant, concluimos que la explicación del ser aparece con referencia a la
existencia, porque el tema en consideración es la “Demostración de la existencia
de Dios” (Dasein Gottes) -El lenguaje de la metafísica dice también en lugar de
Dasein, existencia (Existenz). Es suficiente recordar esta palabra para reconocer
en el sistere, en el setzen, la conexión con el ponerse y la posición; la existentia
es el actus quo res sistitur, ponitur extra statum possibilitatis (cf. Heidegger,
Nietzsche, 1961, vol. II. pág. 417 sig.).
Éste tiene que preguntar: ¿Qué significa pues, ser, para que se lo pueda
determinar desde el representar, como posición y, posicionalidad? Esta es una
pregunta, que nunca planteó Kant, como tampoco las siguientes: ¿Qué significa
ser, para que se pueda determinar la posición por la articulación de forma y
materia? ¿Qué significa ser, para que en la determinación de la posicionalidad de
lo puesto, éste aparezca en la doble forma de sujeto, unas veces como sujeto
proposicional en relación al predicado, otras como yo-sujeto en relación al
objeto? ¿Qué significa ser, para que sea determinable desde el subiectum, es
decir, desde el êpokeÛmenon? El sujeto es lo que yace de antemano ahí delante
(das Zum-vorarus-schon-Vorliegende), porque está permanentemente presente.
Desde el momento que el ser se determina como presencia (Anwesenheit) , lo
ente es lo que de antemano yace aquí y delante (das Da-und Vorliegende), el
êpokeÛmenon La relación con lo ente es el hacer yacer de antemano ahí delante
como un modo del tender, del ponere. Allí está incluida la posibilidad del poner y
del colocar. Puesto que el ser se despeja como presencia, la referencia al ente
como eso que yace de antemano ahí delante puede llegar a ser tender, disponer,
representar, poner. En la tesis de Kant sobre el sercomo posición, también en
85
todo el ámbito de su interpretación del ser del ente como objetividad y realidad
objetiva, impera el ser en el sentido de un permanente estar presente.
86
esto? Si se acepta que la característica del pensar como reflexión es suficiente
para distinguir la referencia al ser, entonces dice: el pensar como simple poner da
previamente el horizonte dentro del cual puede descubrirse algo así como
posicionalidad y objetividad. El pensar actúa como lo que da previamente
(Vorgabe) el horizonte para la aclaración del ser y sus modalidades como
posición.
¿Pero qué ocurre si oímos el ser, en el sentido del pensar inicial de los
griegos, como, la presencia de lo momentáneo-concreto (Je-Weiligen) que se
despeja perdurablemente, y no sólo ni en primer término, como posicionalidad en
la posición por medio del entendimiento? ¿El pensamiento representativo puede
constituir el horizonte para este ser inicialmente acuñado? Evidentemente no, si
la presencia que se despeja perdurablemente es distinta de la posicionalidad, por
más que esta posicionalidad esté emparentada con aquella presencia, puesto que
la posicionalidad debe su procedencia esencial a la presencia.
Si es así, ¿no debe tener también la forma de interpretación del ser, los
modos del pensar, un carácter correspondientemente distinto? Desde antiguo la
teoría del pensar se llama “lógica”. Si el pensar es ambiguo en su referencia al
ser: como horizonte dado previamente y como órganon, ¿lo que se llama “lógica”
no permanece también ambiguo, en el mencionado respecto? ¿No se vuelve
absolutamente cuestionable la “lógica” como órganon. Y como horizonte de la
interpretación del ser? Una meditación que avanza en esta dirección, no se vuelve
contra la lógica, sino que se aplica a una suficiente determinación del lñgow, esto
es, de aquel decir en el cual el ser se trae al lenguaje como lo que es digno de ser
pensado en el pensar.
En el modesto “es” se oculta todo lo que del ser es digno de ser pensado. Sin
embargo, lo más digno de ser pensado sigue siendo el hecho de que meditemos si
el “ser”, si el mismo “es”, puede ser o si el ser nunca “es”, y el hecho de que, no
obstante, sigue siendo verdad: Se da (es gibt) (el) ser.
87
modo del dar?
El ser no puede ser. Si fuera, no seguiría siendo ya Ser, sino que sería un
ente.
¿Pero no dijo el pensador que pensó por vez primera el ser, no dijo
Parménides (Frag. 6): €stÛ g?r eänai “El ser es”- “Lo presente presencia”? Si
pensamos en que en el eänai, hacer presente (Anwesen), habla propiamente la
'Al®yeia el desvelamiento, entonces lo presente dicho, en el €stÛ, acentuado por
el eänai, dice: el dejar estar presente. Ser, propiamente: lo que confiere
presencialidad (Anwesenheit Gewährende).
¿Se hace pasar aquí el ser, que es, como algo ente, o se dice aquí el Ser, tò
aêtñ (lo mismo), kay' aêtñ de él mismo? ¿Habla aquí una tautología? En efecto.
Aunque la Tautología en máximo sentido, en que no dice nada, sino todo: lo que
da la norma para el pensar inicialmente y al futuro. Por eso, esta tautología abriga
en sí lo no dicho, no pensado, no preguntado: “Lo presente presencia”.
En cierto modo, la tesis de Kant sobre el ser como pura posición sigue
siendo una cumbre, desde la cual la mirada hacia atrás alcanza hasta la
determinación del ser como êpokeÛmenon y hacia delante señala la
interpretación dialéctica-especulativa del ser como concepto absoluto.
Martin Heidegger
88
1a
1.ª ed. (1963): topología del ser.
2
“erörter”, tiene ambos sentidos, el de ‘debatir’ y ‘explicar algo’, y el que juega
con la raiz “Ort” (del termino “lugar”), adquiendo el sentido literal de ‘localizar’,
más acorde con la topología citada en la nota supra.
3a
1.º ed. (1963): con ‘duplicidad’ o ‘doble’ ya se ha dicho más que con el mero
‘y’ de ön · ön ‘y’ ye_on.
4b
1.º ed. (1963): ser y ente, pero no como diferencia, y ésta como lo digno de ser
preguntado, sí incluso como lo más digno de todo.
5a
1.ª ed. (1963): koinñn-koinñtaton; koinñn-kayñlou (ye_on).
6
También ‘real’ en el original.
7
Latinismo del alemán, frente al vocablo de origen germánico “Setzung”.
8
Vorstellen: literalmente, ‘poner delante’.
9a
1.ª ed. (1963): se dice el estar presente, pero no resulta demostrable en el
sentido de la empiría de la ciencias naturales.
10a
1.ª ed. (1963): es decir, de acuerdo con el asunto comienza a partir de allí,
surge como eso que todo lo domina, ?rx® (arquetipos).
11a
1-ª ed. (1963): es decir, realidad efectiva.
12a
1.ª ed. (1963): las diversas posibilidades de ‘tautología’ del kay' aêtñ, vid.
Arist., Met. Z.
13c
1.ª ed. (1963): frente a esto tenemos la ‘intuición categorial’ de Husserl en sus
Investigaciones lógicas VI; ¿pero qué significa ‘categoría’ para Husserl?
14a
1.ª ed. (1963): ‘impensado’: apropiación con necesidad [brauchendes Eignen].
15a
1.ª ed. (1963): ‘sólo’: primero dado lo subjetivo.
16
“an dem”: el dativo da un sentido de posición.
17
“an den”: el acusativo da un sentido de acción.
89
SUPERACIÓN DE LA METAFÍSICA
Überwindung der Metaphysik
Martin Heidegger
II
90
ahora el ser vivo que trabaja- tenga que vagar errante por el desierto de la
desertización de la tierra podría ser un signo de que la Metafísica se manifiesta a
partir del ser mismo, y de que la superación de la Metafísica tiene lugar en tanto
que torsión del ser. Porque el trabajo [cfr. E. Jünger, «Der Arbeiter» («El
trabajador») 1932] accede ahora al rango metafísico de la objetualización
incondicionada de todo lo presente que despliega su esencia en la voluntad de
voluntad.
III
91
decir, el ente en el todo de la verdad de la Metafísica.
IV
92
esencialmente al emplazar del pre-sentar como del tener-ante-sí asegurador. El
objeto originario es la obstancia misma. La obstancia originaria es el «yo pienso»
en el sentido de «yo percibo» que de antemano se pone y se ha puesto ya delante
de lo percibible, que es subjectum. El sujeto, en el ordenamiento de la génesis
trascendental del objeto, es el primer objeto del representar ontológico.
93
representabilidad.
VI
¿Hay aquí todavía una posibilidad de ir más allá de sí mismo? Sin duda
que no. Pero la posibilidad de la entrada incondicionada en sí como voluntad de
la vida aún no se ha cumplimentado. Todavía no ha aparecido la voluntad como
voluntad de voluntad en la realidad que ella misma se ha preparado. De ahí que
la Metafísica aún no se haya cumplimentado con la Metafísica absoluta del
espíritu.
VII
94
Pura de Kant). La única excepción la constituye Aristóteles, que piensa a fondo
la €n¡rgeia, sin que nunca, en el futuro, este pensamiento haya podido
convertirse en algo esencial en su originariedad. La transmodelación de la
€n¡rgeia en actualitas y realidad ha sepultado todo lo que aparecía en la
€n¡rgeia,. La conexión entre oésÛa, y €n¡rgeia se oscurece. Hegel es el primero
que vuelve a pensar a fondo la existentia, pero en su «Lógica». Schelling la
piensa en la diferenciación entre fundamento y existencia, una diferenciación, sin
embargo, que está enraizada en la subjetividad.
VIII
Pero esta fatalidad, que debe ser pensada desde el punto de vista de la
historia del ser, es necesaria porque el ser mismo sólo puede despejar en su
verdad la diferencia entre ser y ente que está resguardada en él, si esta diferencia
misma acaece de un modo propio. Pero ¿cómo puede hacer esto sin que antes el
ente no haya entrado en el extremo olvido del ser y sin que, al mismo tiempo, el
95
ser no haya tomado sobre sus espaldas su dominio incondicionado,
metafísicamente incognoscible, como voluntad de voluntad, como voluntad que
se hace valer desde el principio ante el ser por la preeminencia única del ente (de
lo objetualmente real)?
IX
96
de lo que él mismo era capaz de pensar dentro de los límites de su filosofía.
97
aisladas de la producción y del equipamiento por medio de máquinas. Ésta tiene
ciertamente una posición de poder privilegiada que hay que determinar de un
modo más preciso y que se basa en la primacía de lo material como
presuntamente elemental y objetual en primera línea.
El nombre «la técnica» está entendido aquí de un modo tan esencial, que
en su significado coincide con el rótulo: la Metafísica consumada. Este rótulo
contiene el recuerdo de la t¡xnh, que es en general una condición fundamental del
despliegue esencial de la Metafísica. Este nombre hace posible al mismo tiempo
que el carácter planetario del acabamiento de la Metafísica y del dominio de ésta
pueda ser pensado sin referirse a los cambios históricamente demostrables de los
pueblos y de los continentes.
XI
98
Pero detrás de todo esto se encuentra esta única incapacidad: pensar
desde la esencia de la Metafísica y conocer el alcance del cambio esencial de la
verdad así como el sentido histórico del despertar del predominio de la verdad
como certeza: la incapacidad además de, a partir de este conocimiento, repensar
la Metafísica de Nietzsche encaminándola por las sencillas rutas de la Metafísica
moderna, en vez de hacer de ella un fenómeno literario que más que purificar,
sorprender e incluso tal vez asustar, lo que hace es calentar las cabezas. Por
último, la pasión de Nietzsche por los creadores delata que sólo piensa de un
modo moderno sobre el genio y lo genial, y al mismo tiempo piensa de un modo
técnico sobre lo productivo. En el concepto de voluntad de poder los dos
«valores» constitutivos (la verdad y el arte) son sólo otros modos de decir la
«técnica», por una parte en el sentido esencial del trabajo eficaz que, por medio
de la planificación y el cálculo, produce las existencias, y por otra, en el sentido
de la creación de los «creadores», quienes, más allá de cada vida, aportan un
nuevo estímulo a la vida y aseguran la empresa de la cultura.
XII
99
de Schopenhauer».
XIII
¿Qué quiere decir Nietzsche cuando aquí y allí habla de «la verdad»?
¿Quiere decir «lo verdadero» y piensa éste como lo que realmente es o como lo
válido de todo juzgar, de toda conducta y de toda vida?
¿Qué quiere decir esto de hacer una prueba con la verdad? ¿Quiere decir
hacer la propuesta de que el ente verdadero es la voluntad de poder en el eterno
retorno de lo Igual?
XIV
¿De qué modo la obstancia llega a ser lo que constituye la esencia del
ente en cuanto tal?
¿Qué «es» ser? ¿Podemos preguntar por el «ser», por lo que él es? Ser
100
permanece incuestionado y obvio, y por ello, fuera de nuestra consideración. Se
mantiene en una verdad sin fondo y olvidada desde hace tiempo.
XV
XVI
XVII
101
la anfibología de los conceptos de la reflexión». El párrafo es un añadido pero
está lleno de intuiciones esenciales; se enfrenta con Leibniz y en consecuencia
con toda la Metafísica anterior, tal como Kant mismo la ve y, del modo como, en
su constitución ontológica, está fundada en la yoidad.
XVIII
De ahí que ésta esencie también allí donde en modo alguno se abre paso
el yo individual, donde éste más bien se retira y donde lo que domina es la
sociedad y otras formas de asociación colectiva. También aquí, y precisamente
aquí, se encuentra el puro dominio del «egoísmo», que debe ser pensado
metafísicamente, y que no tiene nada que ver con el «solipsismo» pensado
ingenuamente.
XIX
102
aseguramiento de las existencias (verdad) y la transferibilidad de las pulsiones
(arte). En consecuencia, la voluntad de voluntad, como ser, organiza ella misma
el ente. Es solamente en la voluntad de voluntad donde la técnica (el
aseguramiento de las existencias) y la ausencia incondicionada de toda
meditación («vivencia») acaban dominando.
Por qué esto es así y de qué modo esto ha llegado a ser así es algo que
aquí lo vamos a dar por experenciado y comprendido.
XX
103
propia. Pero lo rector de lo no verdadero, que él mismo, como tal, permanece
oculto, es al mismo tiempo lo más inquietante que puede acaecer propiamente en
la inversión de la esencia de la verdad. Lo rector se hace dueño de lo verdadero y
deja de lado la verdad. La voluntad de aseguramiento incondicionado es lo que
primero pone de manifiesto la inseguridad general.
XXI
XXII
En tanto que el hombre es el que ha sido querido así y el que está puesto
en la voluntad de voluntad, de un modo necesario se apela en su esencia a «la
voluntad», que es liberada como la instancia de la verdad. La pregunta es siempre
si el individuo y las colectividades son a partir de esta voluntad o si todavía
negocian y comercian con ella, e incluso contra ella, sin saber que ella les ha
104
ganado ya la partida. El carácter único del ser se muestra también en la voluntad
de voluntad, que sólo permite una dirección en la que se pueda querer. De ahí
proviene la uniformidad del mundo de la voluntad de voluntad, que está tan
alejado de la simplicidad de lo inicial como lo está la no-esencia de la esencia,
aunque ésta pertenezca a aquélla.
XXIII
XXIV
XXV
El dolor, del que primero hay que hacer la experiencia y cuyo desgarro
hay que sostener hasta el final, es la comprensión y el saber de que la ausencia de
penuria es la suprema y la más oculta de las penurias, que empieza a apremiar
desde la más lejana de las lejanías.
105
La ausencia de penuria consiste en creer que se tiene en las manos
lo real y la realidad y que se sabe qué es lo verdadero, sin que se necesite saber
en qué esencia la verdad.
XXVI
Los signos del último estado de abandono del ser son las proclamaciones
de las «ideas» y «valores», y el imprevisible vaivén de la proclamación de la
«acción» y de la imprescindibilidad del «espíritu». Todo esto se encuentra ya
enganchado al mecanismo del equipamiento del proceso de ordenación. Este
mecanismo mismo está determinado por el vacío del estado de abandono del ser,
en el seno del cual el consumo del ente para el hacer de la técnica, a la que
pertenece también la cultura, es la única salida en la cual el hombre obsesionado
en sí mismo puede salvar aún la subjetividad llevándola a la ultrahumanidad.
Subhumanidad y ultrahumanidad son lo mismo; se pertenecen mutuamente, del
mismo modo que en el animal rationale metafísico el «debajo» de la animalidad
y el «encima» de la ratio están acoplados indisolublemente para que uno
corresponda al otro. Subhumanidad y ultrahumanidad hay que pensarlas aquí
metafísicamente, no como valoraciones morales.
106
estado de abandono del Ser. Se abren paso para poner a seguro, como
existencias, una forma permanente de usura. En este proceso está implicado
también el hombre, que no oculta por más tiempo su carácter de ser la materia
prima más importante. El hombre es la «materia prima más importante» porque
permanece como el sujeto de toda usura, y además de tal forma que, de un modo
incondicionado, deja que su voluntad se disuelva en este proceso y con ello se
convierte en «objeto» del estado de abandono del Ser. Las guerras mundiales
constituyen la forma preliminar de la supresión de la diferencia entre guerra y
paz, una supresión que es necesaria porque el «mundo» se ha convertido en in-
mundo como consecuencia del estado de abandono del ente por una verdad del
ser. Porque «mundo», en el sentido de la historia del Ser (cfr. Sein und Zeit),
significa la esenciación inobjetual de la verdad del Ser para el hombre, en la
medida en que éste está transpropiado al Ser. En la época del poder exclusivo del
poder, es decir, del acoso incondicionado del ente para el consumo en la usura, el
mundo se ha convertido en in-mundo, en la medida en que el Ser, si bien esencia,
lo hace sin su propio prevalecimiento. El ente es real como lo real efectivo. Por
todas partes hay acción efectiva y en ninguna parte un hacer mundo del mundo, y
sin embargo, aunque olvidado, hay el Ser. Más allá de la guerra y de la paz está
la mera errancia de la usura del ente en el autoaseguramiento del ordenar desde
este vacío del estado de abandono del Ser. «Guerra» y «paz», cambiadas en su
in-esencia, están acogidas en la errancia y, al haberse hecho irreconocibles en
vistas a una diferencia, han desaparecido en el mero desarrollo del hacer cada vez
más cosas. La pregunta sobre cuándo va a haber paz no se puede contestar, no
porque la duración de la guerra sea imprevisible sino porque la misma pregunta
pregunta por algo que ya no existe, porque tampoco la guerra es ya nada que
pudiera desembocar en una paz. La guerra se ha convertido en una variedad de la
usura del ente, que se continúa en la paz. Contar con una larga guerra es sólo la
forma anticuada en la que se reconoce lo que de nuevo trae la época de la usura.
Esta larga guerra, en su longitud, no va pasando lentamente a una paz del tipo de
las paces de antes, sino a un estado en el que lo bélico ya no es experienciado
como tal y lo pacífico se ha convertido en algo carente de sentido y de contenido.
La errancia no conoce verdad alguna del Ser; en cambio, desarrolla el
ordenamiento y la seguridad totalmente equipados de toda planificación de toda
zona. En el círculo de las zonas, las distintas regiones del equipamiento humano
se convierten necesariamente en «sectores»; incluso el «sector» de la poesía, el
«sector» de la cultura no son más que regiones del «dirigismo» del momento,
aseguradas de un modo plenificado. Las indignaciones morales de aquellos que
aún no saben lo que hay se dirigen a menudo a la arbitrariedad y a las
pretensiones de dominio de los «dirigentes», la forma más espantosa del
homenaje continuo. El dirigente es el escándalo que no se libra de perseguir el
escándalo que él mismo ha provocado, pero sólo de un modo aparente, porque
107
los dirigentes no son los que actúan. Se cree que los dirigentes, en el furor ciego
de un egoísmo exclusivo, se han arrogado todos los derechos y se han organizado
según su obstinación. En realidad ellos son las consecuencias inevitables del
hecho de que el ente haya pasado al modo de la errancia, en la que se expande el
vacío que exige un único ordenamiento y un único aseguramiento del ente. Allí
está exigida la necesidad del «dirigismo», es decir, del cálculo planificador del
aseguramiento de la totalidad del ente. Para ello hay que instalar y equipar este
tipo de hombres que sirven al dirigismo. Los «dirigentes» son los principales
trabajadores del equipamiento, porque vigilan todos los sectores del
aseguramiento de la usura del ente, porque abarcan con la mirada el círculo
entero que delimita los sectores, y de este modo dominan la errancia en su
calculabilidad. El modo de abarcar con la vista todo este círculo es la capacidad
de prever por medio del cálculo, una capacidad que de antemano se ha desatado
librándose a las exigencias que plantea la necesidad de estar asegurándose
constantemente, y de un modo creciente, los ordenamientos que están al servicio
de las siguientes posibilidades del ordenar. La subordinación de todas las
posibles aspiraciones en vistas a la totalidad de la planificación y del
aseguramiento se llama «instinto». La palabra designa aquí el «intelecto» que va
más allá del entendimiento limitado que sólo calcula a partir de lo más próximo;
el «intelecto» a cuyo «intelectualismo» no se le escapa nada que, a modo de
«factor», tenga que entrar en la cuenta de los cálculos de los distintos «sectores».
El instinto es la superación del intelecto que corresponde a la ultrahumanidad,
una superación que se dirige al cálculo incondicionado de todo. Como este
cálculo es por excelencia lo que domina la voluntad, junto a la voluntad parece
no haber nada más que la seguridad de la mera pulsión del cálculo, una pulsión
para la cual el calcularlo todo es la primera regla del cálculo. El «instinto» ha
sido tenido hasta ahora por la característica distintiva del animal, que, dentro de
la zona en la que se desenvuelve la vida, decide lo que para él es útil o
perjudicial, que se rige por aquél y que, más allá de él, no persigue nada. La
seguridad del instinto animal corresponde a la ciega sujeción a su esfera de
utilidad. A los plenos poderes de la ultrahumanidad corresponde la total
liberación de la subhumanidad. La pulsión de la animalidad y la ratio de la
humanidad devienen idénticos.
108
material humano. Las investigaciones del químico Kuhn, galardonado este año
con el premio Goethe de la ciudad de Frankfurt, abren ya la posibilidad de dirigir
de un modo planificado, según las necesidades de cada momento, la producción
de seres vivos, machos o hembras. A1 dirigismo literario, en el sector «cultura»,
corresponde, en buena lógica, el dirigismo de la fecundación. (Que nadie, por
una mojigatería anticuada, se refugie en diferencias que ya no existen. Las
necesidades de material humano están sometidas a la misma regulación del
ordenamiento del equipamiento que lo está la regulación de libros de
entretenimiento y de poemas, para cuya producción el poeta no es en modo
alguno más importante que el aprendiz de encuadernador que ayuda a
encuadernar los poemas para la biblioteca de una empresa, yendo a buscar, por
ejemplo, cartón al almacén, la materia prima para fabricar volúmenes.)
109
y paz, queda obsoleta también la distinción entre «nacional» e «internacional». El
que hoy piensa «de un modo europeo» ya no se expone al reproche de ser un
«internacionalista». Pero tampoco es ya un nacionalista, porque no piensa menos
en el bienestar de las demás naciones que en el de la suya propia.
XXVII
110
valoración que procuran seguridad.
XXVIII
111
La devastación de la tierra empieza como proceso querido, pero que en
su esencia no es sabido ni se puede saber, un proceso que se da en el tiempo en el
que la esencia de la verdad se cerca como certeza en la que lo primero que se
asegura a sí mismo es el representar y el producir del hombre. Hegel concibe este
momento de la historia de la Metafísica como aquel en el que la absoluta
autoconciencia se convierte en principio del pensar.
112
DE LA ESENCIA DE LA VERDAD
Martin Heidegger
Versión de Helena Cortés y Arturo Leyte, en Hitos, Alianza, 2000, pp. 151-171.
113
rebatir nunca al sentido común porque éste es sordo a su lenguaje. Ni siquiera
debe albergar semejante deseo, porque el sentido común es ciego a lo que ella
propone como asunto esencial.
Pero para reclamar una verdad «real» se tiene que saber ya previamente qué
significa verdad en general. ¿O sólo se sabe esto «porque es algo que se siente» y
sólo de un modo «general»? Pero ¿acaso este «saber» aproximado y la
indiferencia que suscita no es más miserable que el simple y puro
desconocimiento de la esencia de la verdad?
114
significa aquí auténtico y verdadero? El auténtico oro es ese oro real cuya
realidad coincide con lo que, ya previamente y siempre, pensamos
«propiamente» cuando decimos oro. Y, al revés, cuando suponemos que lo que
tenemos delante es oro falso, decimos: «aquí hay algo que no concuerda». Por
contra, cuando algo es «como debe ser», decimos que concuerda. La cosa
concuerda.
115
como adaequatio rei ad intellectum no significa todavía lo que más tarde será la
idea trascendental de Kant y que sólo es posible sobre el fundamento de la
subjetividad del ser humano, esto es, que «los objetos se conforman a nuestro
conocimiento», sino que significa esa fe teológica cristiana que sostiene que las
cosas, en lo que son y si son, sólo lo son en la medida en que, una vez creadas
(ens creatum), corresponden a la idea previamente pensada en el intellectus
divinus, es decir, en el espíritu de Dios, y por ende son de acuerdo a la idea
(conformes) y, en este sentido, verdaderas. El intelecto humano también es un
ens creatum. En cuanto facultad prestada al hombre por Dios, debe adecuarse a
su idea. Pero el entendimiento sólo es conforme a la idea en la medida en que sus
proposiciones adecuan lo pensado a la cosa, sin olvidar que la cosa también tiene
que ser conforme a la idea. Si se parte de la suposición de que todo ente es
«creado», la posibilidad de la verdad del conocimiento humano se basa en el
hecho de que cosa y proposición son en la misma medida conformes a la idea y,
por eso, desde el punto de vista de la unidad del plano divino de la creación, se
encuentran mutuamente acomodadas la una a la otra. En cuanto adaequatio rei
(creandae) ad intellectum (divinum), la veritas es la que garantiza la veritas como
adaequatio intellectus (humani) ad rem (creatam). La veritas siempre significa en
su esencia la convenientia, la coincidencia de los distintos entes entre sí, en
cuanto entes creados, con el creador, un modo de «concordar» que se rige por lo
determinado en el orden de la creación5a.
Pero, una vez que se ha liberado de la idea de la creación, este orden también
puede ser presentado de modo general e indeterminado como orden del mundo.
En el lugar del orden de la creación teológicamente pensado aparece la
posibilidad de planificación de todos los objetos por medio de la razón mundial,
que se da a sí misma la ley y por eso también exige la inmediata
comprensibilidad de su proceder (lo que se entiende por «lógico»). Se da por
hecho que la esencia de la verdad de la proposición reside en la conformidad del
enunciado. También allí donde se emplean esfuerzos de una inutilidad
sorprendente para tratar de explicar cómo pueda darse esa conformidad se
presupone a ésta como esencia de la verdad. Así pues, la verdad enunciada
siempre significa la coincidencia de la cosa presente con el concepto «racional»
de su esencia. Parece como si esta definición de la esencia de la verdad siguiera
siendo independiente de la interpretación de la esencia del ser de todo ente, que a
su vez implica la correspondiente interpretación de la esencia del hombre como
116
portador Y ejecutor del intellectus. Y, así, la fórmula de la esencia de la verdad
(veritas est adaequatio intellectus et rei) adquiere esa validez universal que todo
el mundo puede apreciar de inmediato. Dominados por la obviedad de este
concepto de verdad, una obviedad que apenas se tiene en cuenta en sus
fundamentos esenciales, también se toma en el acto como cosa obvia que la
verdad tiene su contrario y que tiene que haber una no-verdad. La no verdad de la
proposición (inconformidad) es la no coincidencia del enunciado con la cosa. La
no verdad de la cosa (inautenticidad) significa la no concordancia de lo ente con
su esencia. En los dos casos, la no verdad se puede concebir como un no
concordar. Éste cae fuera de la esencia de la verdad. Por eso, en cuanto contrario
de la verdad y cuando lo que importa es captar la esencia pura de la verdad, la no
verdad puede dejarse a un lado.
117
con la cosa. Ahora la relación ya no es entre cosa y cosa, sino entre un enunciado
y una cosa. ¿Pero en qué pueden coincidir la cosa y el enunciado si los elementos
que se han puesto en relación son distintos en lo tocante a su aspecto? La moneda
es de metal. El enunciado no es nada material. La moneda es redonda. El
enunciado no tiene para nada la naturaleza de algo espacial. Con la moneda se
puede comprar algo. El enunciado sobre ella nunca puede ser un medio de pago.
Pero, a pesar de toda esta desigualdad entre ambos, en la medida en que el
enunciado es verdadero coincide con la moneda. Y, de acuerdo con el concepto
corriente de verdad, este modo de concordar tiene que ser una adecuación. Pero
cómo puede adecuarse a la moneda algo tan completamente desigual como el
enunciado? Tendría que convertirse en moneda y de este modo anularse a sí
mismo por completo. Pero eso es algo que el enunciado no puede conseguir
nunca. Si lo consiguiera, en ese mismo instante el enunciado ya no podría
coincidir con la cosa en cuanto tal enunciado. En la adecuación el enunciado
tiene que seguir siendo lo que es o incluso precisamente llegar a serlo. ¿En qué
consiste su esencia, absolutamente distinta de cualquier cosa? ¿Cómo consigue el
enunciado adecuarse a otro, a la cosa, permaneciendo y persistiendo
precisamente en su esencia?
Adecuación no significa aquí una igualación real y concreta entre cosas que
son distintas. Antes bien, la esencia de la adecuación se determina de acuerdo
con la naturaleza de la relación existente entre el enunciado y la cosa. Mientras
tal «relación» siga estando indeterminada e infundamentada en su esencia, toda
discusión sobre la posibilidad e imposibilidad, así como sobre la naturaleza y el
grado de la adecuación, carece de sentido. El enunciado sobre la moneda «se»
refiere a esta cosa en la medida en que la re-presenta6 y dice qué ocurre con lo re-
presentado mismo desde el punto de vista que predomina en casa caso. Lo que el
enunciado representador dice de la cosa representada lo dice tal como ella es. El
«tal como» concierne al re-presentar y a lo re-presentado. Si dejamos a un lado
todos los prejuicios «psicológicos» y «de teoría de la conciencia», representar
significa aquí el hacer que la cosa se presente frente a nosotros como objeto. Lo
que está enfrente7, en cuanto que está puesto así8, tiene que atravesar un enfrente
9a 10
abierto y al mismo tiempo detenerse en sí mismo11 como cosa y mostrarse
como algo estable y permanente12. Este aparecer de la cosa que se hace patente
atravesando el enfrente tiene lugar dentro de un ámbito abierto cuya apertura no
es creada por el representar, sino solamente ocupada y asumida por él como
118
ámbito de referencia. La relación del enunciado representador con la cosa es la
consumación de esa conexión que originariamente y siempre se pone en
movimiento como un comportarse 13b 14. Pero todo comportarse destaca por el
hecho de que, estando en lo abierto, se atiene siempre a un elemento manifiesto
en cuanto tal. Eso que sólo así y en sentido estricto es manifiesto, se
experimenta tempranamente en el pensar occidental como «lo presente» y desde
hace mucho tiempo recibe el nombre de «ente».
119
consumar en general la esencia de la verdad.
120
también una objetividad, en cualquier caso la objetividad sigue siendo humana y
está en manos del libre arbitrio del hombre en la misma medida que la
subjetividad.
4. La esencia de la libertad
121
manifiesto de un ámbito abierto permite que el ente sea siempre ese ente que
precisamente es. La libertad se desvela ahora como un dejar ser 20a a lo ente.
122
como tal. El propio desocultamiento se preserva en el meter-se ex-sistente por el
que la apertura de lo abierto, o, lo que es lo mismo, el «aquí», es lo que es.
Pero si, en cuanto dejar ser a lo ente, el ser-aquí ex-sistente libera al hombre
para su «libertad», en la medida en que es ésta la que primero y en general le
ofrece la posibilidad (lo ente) de elección, y le conmina a lo necesario (lo ente),
entonces el capricho humano no dispone de la libertad ni sobre ella. El hombre
no la «posee» como quien posee una propiedad, sino que, como mucho, ocurre lo
contrario: la libertad, el ser-aquí ex-sistente y desencubridor, posee al hombre de
un modo tan originario que es ella la única que le concede a una humanidad esa
relación con lo ente en su totalidad que fundamenta y caracteriza por vez primera
toda historia. Sólo el hombre ex-sistente es histórico 25a La «naturaleza» no tiene
historia.
123
Entendida de este modo, en cuanto dejar ser a lo ente, la libertad consuma y
lleva a cabo la esencia de la verdad en el sentido del desocultamiento de lo ente.
La «verdad» no es una característica de una proposición conforme enunciada por
un «sujeto» humano acerca de un «objeto» y que luego «valga» no se sabe en qué
ámbito, sino que la verdad es ese desencubrimiento de lo ente mediante el cual se
presenta una apertura. En ese ámbito abierto se expone todo comportarse humano
y su actitud. Por eso, el hombre es al modo de la ex-sistencia.
124
hueco, sino el paso decisivo para un buen planteamiento de la pregunta por la
esencia de la verdad. Pero ¿cómo podemos captar la inesencialidad en la esencia
de la verdad? Si la esencia de la verdad no se agota en la conformidad del
enunciado, entonces la no-verdad tampoco puede equipararse con la no
conformidad del juicio.
5. La esencia de la verdad
125
carácter abierto de lo ente hasta reducirlo a la nada aparente de lo que ya ni
siquiera es algo indiferente, sino simplemente algo olvidado.
126
oculto) penetra y domina como tal todo el ser-aquí del hombre.
127
Pero ese sedentarismo, instalado en lo habitual y corriente, equivale en sí
mismo a no dejar que reine nunca el encubrimiento de lo oculto. Es verdad que
también en el ámbito de lo corriente hay misterios, cosas inexplicadas o no
decididas y dudosas. Pero estos interrogantes, que por lo que hace a sí mismos no
comportan inseguridad alguna, sólo son lugares de paso y puntos intermedios en
el transcurso hacia lo accesible, y por lo tanto no son esenciales. Cuando sólo se
admite el ocultamiento de lo ente en su totalidad como un límite que se anuncia
de cuando en cuando, el encubrimiento se encuentra ya completamente sumido
en el olvido en cuanto acontecimiento fundamental.
Pero el olvido no consigue eliminar el misterio olvidado del Dasein, sino que
por el contrario le presta a la aparente desaparición de lo olvidado una presencia
propia. En la medida en que el misterio se rechaza a sí mismo en el olvido y para
el olvido, le deja estar al hombre histórico en el ámbito de lo factible y accesible
junto a sus producciones. Cuando se la deja estar de este modo, la humanidad va
completando su «mundo» de acuerdo con las necesidades e intenciones más
nuevas y lo llena con sus propósitos y sus planes. El hombre toma de éstos sus
pautas, dejando olvidado a lo ente en su totalidad. Aferrado siempre a ellos, se
procura permanentemente nuevas pautas, sin meditar siquiera sobre el
fundamento de donde las ha tomado ni en la esencia que se las ha procurado. A
pesar del progreso hacia nuevas pautas y metas, el hombre se equivoca en lo
tocante a la autenticidad de la esencia de dichas pautas. Se confunde tanto más
con las pautas cuanto más exclusivamente se toma a sí mismo, en cuanto sujeto,
como medida de todo lo ente. El inconmensurable olvido de la humanidad se
aferra a su propio aseguramiento con la ayuda de eso factible y accesible a lo que
puede acceder. Sin que él mismo pueda llegar a saberlo, este modo de aferrarse
se basa en esa relación 37 en la que consiste el Dasein y por la que no sólo ex-
siste, sino que al mismo tiempo insiste, esto es, se pone terco y persiste en
aquello que le ofrece el ente, que está abierto casi como de suyo y en sí mismo.
128
El hombre entregado a la más próxima accesibilidad de lo ente es insistente.
Pero sólo insiste en cuanto ya ex-siste, desde el momento en que acepta a lo ente
como tal medida normativa. Pero al tomar medidas la humanidad se aparta del
misterio. Ese insistente entregarse a lo accesible y ese ex-sistente apartarse del
misterio son inseparables. Son una y la misma cosa. Ahora bien, tales entregarse
a... y apartarse de... siguen la orientación de un giro 38 propio del dar vueltas de
aquí para allá del Dasein. Esta inquietud del hombre, que se aparta del misterio
para volcarse en lo accesible, y que le hace ir pasando de una cosa accesible a
otra, pasando de largo ante el misterio, es lo que llamamos el errar. El hombre
anda errante 39. No es que el hombre caiga en el errar. Si está siempre sujeto a
dicho errar es porque, ex-sintiendo, in-siste y, de este modo, ya está en el errar.
El errar por el que atraviesa el hombre no es algo que, por así decir, se limite sólo
a rozar al hombre, algo parecido a un foso en el que a veces cayera, sino que el
errar forma parte de la constitución íntima del ser-aquí en que se halla inmerso el
hombre histórico. El errar es el campo de acción de ese giro en el que la ex-
sistencia in-sistente da vueltas y se vuelve a olvidar siempre de sí y a confundirse
de nuevo. El ocultamiento de lo ente oculto en su totalidad reina en el
encubrimiento del respectivo ente que, en cuanto olvido del ocultamiento, se
convierte en un errar.
129
cuanto confusión, el errar también contribuye a esa posibilidad, que el hombre es
capaz de extraer de la ex-sistencia, de no dejarse confundir, desde el momento en
que experimenta el propio errar y no deja de ver el misterio del ser-aquí.
130
8. La cuestión de la verdad y la filosofía
131
sugieren... (Grundlegung der Metaphysik der Sitten, en Werke. Edición de la
Academia IV, 425).
9. Nota
132
La pregunta por la esencia de la verdad surge de la pregunta por la verdad de
la esencia. La pregunta por la esencia de la verdad entiende ante todo la esencia
en el sentido de la pregunta por el qué-es (quidditas) o la coseidad (realitas), pero
entiende la verdad como un carácter del conocimiento. La pregunta por la verdad
de la esencia entiende la esencia verbalmente y, quedándose todavía dentro del
representar metafísico, piensa con esta palabra el ser 41 en cuanto esa diferencia
que reina entre ser y ente. Verdad significa un cubrir que aclara y que es el rasgo
fundamental del ser 42. La pregunta por la esencia de la verdad encuentra su
respuesta en la frase que dice: la esencia de la verdad es la verdad de la esencia.
Después de nuestras explicaciones es fácil observar que la frase no se limita a
invertir un determinado orden de las palabras para despertar la impresión de una
paradoja. El sujeto de la frase, si es que está permitido usar todavía esta fatídica
categoría gramatical, es la verdad de la esencia. El cubrir que aclara es o, mejor
dicho, deja que se presente la coincidencia entre conocimiento y ente. La frase no
es dialéctica. En realidad no se trata de ninguna frase en el sentido de un
enunciado. La respuesta a la pregunta por la esencia de la verdad es el decir de un
giro 43 dentro de la historia del ser 44. Y como al ser le es inherente un cubrir que
aclara, el ser 45 se manifiesta inicialmente a la luz de la sustracción encubridora.
El nombre de este claro es ?lhy¡ia.
La pregunta decisiva (Ser y tiempo, 1927) por el sentido del ser, es decir (S.
y t., p. 151) por el ámbito del proyecto, por la apertura, o, lo que es lo mismo, por
la verdad del ser y no sólo de lo ente, ha quedado expresamente sin desarrollar.
Aparentemente, el pensar se mantiene dentro de la órbita de la metafísica y, sin
embargo, con sus pasos decisivos que conducen desde la verdad como
conformidad a la libertad ex-sistente y de ésta a la verdad como encubrimiento y
errar pone en marcha una transformación en el preguntar que forma parte de la
superación de la metafísica. El pensar intentado en esta lección se consuma en la
experiencia fundamental que nos hace ver que es sólo a partir del ser-aquí, en el
que el hombre puede entrar, en donde se prepara para el hombre histórico una
proximidad a la verdad del ser. Aquí, como ya ocurría en Ser y tiempo, no sólo
133
abandonamos todo tipo de antropología y toda subjetividad del hombre como
sujeto, y no sólo se busca la verdad del ser como fundamento de una posición
histórica fundamental transformada, sino que el transcurso de la lección invita a
pensar a partir de este otro fundamento (a partir del ser-aquí). La progresión del
preguntar es, en sí misma, el camino de un pensar que en lugar de proporcionar
representaciones y conceptos se experimenta y se pone a prueba como
transformación de la relación con el ser.
Notas
2a
1.a ed. (1943) y 3.a ed. (1954): ver-dad, -dad: la clara (esclarecedora), la que alumbra.
3b
1.ª ed. (1943) y 3.ª ed. (1954): hacer-pro-ducir-dejar surgir en el claro.
4
N de los T: «sich richten nach», ‘regirse por’; «Richtigkeit», ‘rectitud, corrección,
conformidad’. A lo largo de todo el texto se juega con una lista de términos de
significado muy parecido que tratamos de distinguir con términos más o menos
equivalentes en castellano: además del ya citado, «stimmen», «nicht-einstimmen»
[concordar, no concordar], «Einstimmigkeit» [concordancia], «Übereinstimmung»,
«Übereinkommen» [coincidencia], «Angleichung» [adecuación].
5a
1.ª ed. (1943): no se trata de una doble coincidencia, sino de una sola, pero articulada
de varias maneras: puesto que existe una coincidencia con el creador, por eso también la
hay entre sí (como creado tiene algo divino); la «correspondencia» en un sentido más
esencial que en el de la tosca analogía entis de la Escolástica, tomada de Aristóteles sin
ninguna reflexión.
6
N. de los T: literalmente, ‘la pone delante’; también lo re-presentado es literalmente
‘lo puesto delante’. En las siguientes líneas hay que tener presente ese sentido literal.
7
N. de los T.:..: «das Entgegenstehende». En estas líneas se juega con la raíz del verbo
«stehen», que aparece en distintas formas.
9a
3.ª ed. (1954): la apertura de un en-frente.
134
10 N. de los T: traducimos «ein offenes Entgegen».
11 N. de los T: «stehenbleiben».
13b
3.ª ed. (1954): comportarse: ‘detenerse en el claro’ (persistir, mantenerse en el claro)
de la presencia de lo que está presente.
14
N. de los T: traducimos «Verhalten», término que incluye los sentidos de ‘conducta’
o ‘comportamiento’, tanto como el de ‘mantenerse’ (vid nota supra). Además, nótese el
juego con «Verhältniss», ‘conexión’, y «sich an etwas halten», ‘atenerse a algo’.
15
N. de los T: traducimos «offenständig». A partir de ahora el sustantivo, de igual
significado, «Offenständigkeit», será vertido más simplemente como ‘carácter abierto’,
aunque más literalmente sería ‘carácter de mantenerse abierto’.
16c
3.ª ed. (1954): en cuanto persistente en la apertura.
17d
3.ª ed. (1954): mostrar, disponerse, surgir, presentarse.
18a
3.ª ed. (1954): y éste en el claro.
19a
3.ª ed. (1954): libertad y claro del ocultar que se encubre (acontecimiento propio
[Ereignis]).
20a
1.ª ed. (1943): dejar-estar: 1. no de un modo negativo, sino en el sentido de permitir o
conceder y de salvaguarda; 2. no como un actuar dirigido a lo óntico. Tener en cuenta,
considerar el ser como ser [Seyn].
21b
1.ª ed. (1943): dejarle a lo que se presenta su estar presente y no añadir nada más ni
interponer nada.
22
N. de los T: «das Unverborgene».
23
N. de los T: traducimos respectivamente «Entborgenheit» (y en otros lugares infra
«Unverborgenheit» que más literalmente y para distinguirlo de este término debería
traducirse como ‘inocultamiento’, cosa que no hacemos para evitar un exceso de
términos) y «Embergung». Estos y otros sustantivos con la misma raíz
(«Verborgenheit», «Verbergen», «Verbergung», «Entbergen», «Bergen», además de los
135
verbos y participios correspondientes) dan lugar a un problema de traducción de difícil
solución, ya que en castellano no parece posible reproducir de modo sencillo el carácter
más sustantivo y de estado de los sustantivos alemanes en «heit» («Unverborgenheit» y
«Verborgenheit») frente al carácter más activo y verbal de los acabados en «ung»
(«Entbergung», «Verbergung») o en forma infinitiva en «en» [«Entbergen»,
«Vetbergen», «Bergen»). Hemos optado por ir alternando dos términos base:
‘(des)ocultamiento’ [Un-verbotgenheit] y ‘(des) encubrimiento’ [Entbergung,
Verbergung], para dar cuenta de que se traducen términos que no son del todo
equivalentes, pero con esto no queda resuelto el problema, que exigiría traducir los
sustantivos en «heit» con términos inexistentes tales como «ocultez» [verborgenheit],
«desocultez» [entborgenheit] e «inocultez» [Unverborgenheit], en cuyo caso
traduciríamos más adecuadamente ‘ocultamiento’ y ‘desocultamiento’ para
«Verbergung» y «Entbergung» sin salir de la misma raíz semántica. Efectivamente,
todos los términos aludidos entran dentro de un único y mismo campo semántico que
debería ser reproducido con variantes de un único y mismo término castellano si eso
fuera posible.
24
N. de los T: para explicar la anómala grafía de esta palabra y todas sus posibles
variantes, véase la nota 13 del ensayo «Carta sobre el Humanismo», p. 267. [Nota que
dice: traducimos el alemán “Ek-sistenz”, que descompone anómalamente el doble
sonido de la “x”. En español hemos optado por escribir “ex-sistencia”, con “x” tratando
de que resulte menos forzado y más próximo al latin “exsistentia”. Mantenemos el
mismoo criterio incluso cuando estos términos aparecen sin guión (exsistencia,
exsistente, etc.) Optamos por este mismo criterio cuando la palabra “éxtasis” se
descompone con guión: “ex-stasis”.]
25a
1.ª ed. (1943): insuficiente; esencia de la historia a partir de la historia como
acontecimiento propio [Ereignis].
26
N. de los T: «Verhaltenheit»: este término -tan próximo a «Verhalten», que venimos
traduciendo por ‘comportarse’- reúne varios sentidos (una actitud contenida, la
compostura, y también el comportamiento).
27
N. de los T: «Unwesen»; vid. nota infra, n.º 33, p. 164.
30a
1.ª ed. (1943): entre los puntos 5 y 6 se produce el salto a la vuelta [Kehre] (que se
136
presenta en el acontecimiento propio [Ereignis]).
32
N. de los T: «das Entbergen».
33
N. de los T: «Un-wesen»: ‘no-esencia’, en permanente paralelismo con ‘no-verdad’.
Cuando la palabra aparece sin guión, la traducimos por el sustantivo: ‘inesencialidad’,
adoptando un sentido distinto para Heidegger.
35
N. de los T: «Unwesew»: nótese el sentido peyorativo y «desfigurativo» del término
frente a ‘no-esencia’.
37
N. de los T: nótese la conexión de este término con «verhalten»: ‘comportarse’ (y
‘mantenerse’).
38
N. de los T.: traducimos «Wende», que entra en juego con «Zu-wenden» [entregarse
a] y «Weg-wenden» [apartarse de]. Más abajo, también «wendig».
39
N. de los T.: «Der Mensch irrt». El verbo «irren», ‘errar’, encierra como el castellano
los dos sentidos de ‘vagar’ y de ‘equivocarse’, ‘extraviarse’.
40
N. de los T: «Ent-schlossenheit», con guión que remarca sus dos sentidos de
‘resolución’ y ‘apertura’ .
41
N de los T: obsérvese que se trata del peculiar uso heideggeriano del término «sein»
[ser] con la letra «y» griega, «Seyn».
42 N. de los T: «Seyn».
43
N. de los T: «Kehre».
44 N. de los T: «Seyn».
45 N. de los T: «Seyn».
137
CARTA SOBRE EL HUMANISMO
Martin Heidegger
138
tenemos que liberar de la interpretación técnica del pensar. Los inicios de esa
interpretación se remontan a Platón y Aristóteles. En ellos, el pensar mismo vale
como una t¡xnh, esto es, como el procedimiento de la reflexión al servicio del
hacer y fabricar. Pero aquí, la reflexión ya está vista desde la perspectiva de la
p_ziw y la poÛhsiw. Por eso, tomado en sí mismo, el pensar no es «práctico». La
caracterización del pensar como yevrÛa y la determinación del conocer como
procedimiento «teórico» suceden ya dentro de la interpretación «técnica» del
pensar. Es un intento de reacción que trata de salvar todavía cierta autonomía del
pensar respecto al actuar y el hacer. Desde entonces, la «filosofía» se encuentra
en la permanente necesidad de justificar su existencia frente a las «ciencias». Y
cree que la mejor manera de lograrlo es elevarse a sí misma al rango de ciencia.
Pero este esfuerzo equivale al abandono de la esencia del pensar. La filosofía se
siente atenazada por el temor a perder su prestigio y valor si no es una ciencia.
En efecto, esto se considera una deficiencia y supone el carácter no científico del
asunto. En la interpretación técnica del pensar se abandona el ser como elemento
del pensar. Desde la Sofística y Platón es la «lógica» la que empieza a sancionar
dicha interpretación. Se juzga al pensar conforme a un criterio inadecuado. Este
juicio es comparable al procedimiento que intenta valorar la esencia y facultades
de los peces en función de su capacidad para vivir en la tierra seca. Hace mucho
tiempo, demasiado, que el pensar se encuentra en dique seco. Así las cosas, ¿se
puede llamar «irracionalismo» al esfuerzo por reconducir al pensar a su
elemento?
139
También nombres como «lógica», «ética», «física» surgen por primera vez en
escena tan pronto como el pensar originario toca a su fin. En su época más
grande, los griegos pensaron sin necesidad de todos esos títulos. Ni siquiera
llamaron «filosofía» al pensar. Ese pensar se termina cuando sale fuera de su
elemento. El elemento es aquello desde donde el pensar es capaz de ser un
pensar. El elemento es lo que permite y capacita de verdad: la capacidad. Ésta
hace suyo el pensar y lo lleva a su esencia. El pensar, dicho sin más, es el pensar
del ser. El genitivo dice dos cosas. El pensar es del ser, en la medida en que,
como acontecimiento propio del ser, pertenece al ser. El pensar es al mismo
tiempo pensar del ser, en la medida en que, al pertenecer al ser, está a la escucha
del ser. Como aquello que pertenece al ser, estando a su escucha, el pensar es
aquello que es según su procedencia esencial. Que el pensar es significa que el
ser se ha adueñado destinalmente de su esencia. Adueñarse de una «cosa» o de
una «persona» en su esencia quiere decir amarla, quererla. Pensado de modo más
originario, este querer significa regalar la esencia. Semejante querer es la
auténtica esencia del ser capaz, que no sólo logra esto o aquello, sino que logra
que algo «se presente» mostrando su origen, es decir, hace que algo sea. La
capacidad del querer es propiamente aquello «en virtud» de lo cual algo puede
llegar a ser. Esta capacidad es lo auténticamente «posible», aquello cuya esencia
reside en el querer. A partir de dicho querer, el ser es capaz del pensar. Aquél
hace posible éste. El ser, como aquello que quiere y que hace capaz, es lo
posible. En cuanto elemento, el ser es la «fuerza callada» de esa capacidad que
quiere, es decir, de lo posible. Claro que, sometidas al dominio de la «lógica» y
la «metafísica», nuestras palabras «posible» y «posibilidad» sólo están pensadas
por diferencia con la palabra «realidad», esto es, desde una determinada
interpretación del ser -la metafísica- como actus y potentia, una diferenciación
que se identifica con la de existentia y essentia. Cuando hablo de la «callada
fuerza de lo posible» no me refiero a lo possibile de una possibilitas sólo
representada, ni a la potentia como essentia de un actus de la existentia, sino al
ser mismo, que, queriendo, está capacitado sobre el pensar, y por lo tanto sobre la
esencia del ser humano, lo que significa sobre su relación con el ser. Aquí, ser
capaz de algo significa preservarlo en su esencia, mantenerlo en su elemento.
140
en la Edad Moderna, se basa en la peculiar dictadura de la opinión pública. Sin
embargo, la que se suele llamar «existencia privada» no es en absoluto el ser-
hombre esencial o, lo que es lo mismo, el hombre libre. Lo único que hace es
insistir en ser una negación de lo público. Sigue siendo un apéndice suyo y se
alimenta solamente de su retirada fuera de lo público. Así, y contra su propia
voluntad, dicha existencia da fe de la rendición ante los dictados de la opinión
pública. A su vez, dicha opinión es la institución y autorización de la apertura de
lo ente en la objetivación incondicionada de todo, y éstas, como procedentes del
dominio de la subjetividad, están condicionadas metafísicamente. Por eso, el
lenguaje cae al servicio de la mediación de las vías de comunicación por las que
se extiende la objetivación a modo de acceso uniforme de todos a todo, pasando
por encima de cualquier límite. Así es como cae el lenguaje bajo la dictadura de
la opinión pública. Ésta decide de antemano qué es comprensible y qué es
desechable por incomprensible. Lo que se dice en Ser y tiempo (1927), §§ 27 y
35, sobre el «uno» impersonal no debe tomarse de ningún modo como una
contribución incidental a la sociología. Pero dicho «uno» tampoco pretende ser
únicamente la imagen opuesta, entendida de modo ético-existencial, del ser uno
mismo de la persona. Antes bien, lo dicho encierra la indicación que remite a la
pertenencia inicial de la palabra al ser, pensada desde la pregunta por la verdad
del ser. Bajo el dominio de la subjetividad, que se presenta como opinión
pública, esta relación queda oculta. Pero cuando la verdad del ser alcanza por fin
el rango que la hace digna de ser pensada por el pensar, también la reflexión
sobre la esencia del lenguaje debe alcanzar otra altura. Ya no puede seguir siendo
mera filosofía del lenguaje. Éste es el único motivo por el que Ser y tiempo (§
34) hace una referencia a la dimensión esencial del lenguaje y toca la simple
pregunta que se interroga en qué modo del ser el lenguaje es siempre como
lenguaje. La devastación del lenguaje, que se extiende velozmente por todas
partes, no sólo se nutre de la responsabilidad estética y moral de todo uso del
lenguaje. Nace de una amenaza contra la esencia del hombre. Cuidar el uso del
lenguaje no demuestra que ya hayamos esquivado ese peligro esencial. Por el
contrario, más bien me inclino a pensar que actualmente ni siquiera vemos ni
podemos ver todavía el peligro porque aún no nos hemos situado en su horizonte.
Pero la decadencia actual del lenguaje, de la que, un poco tarde, tanto se habla
últimamente, no es el fundamento, sino la consecuencia del proceso por el que el
lenguaje, bajo el dominio de la metafísica moderna de la subjetividad, va
cayendo de modo casi irrefrenable fuera de su elemento. El lenguaje también nos
hurta su esencia: ser la casa de la verdad del ser. El lenguaje se abandona a
nuestro mero querer y hacer a modo de instrumento de dominación sobre lo ente.
Y, a su vez, éste aparece en cuanto lo real en el entramado de causas y efectos.
Nos topamos con lo ente como lo real, tanto al calcular y actuar como cuando
recurrimos a las explicaciones y fundamentaciones de la ciencia y la filosofía. Y
141
de éstas también forma parte la aseveración de que algo es inexplicable. Con este
tipo de afirmaciones creemos hallarnos ante el misterio, como si de este modo
fuera cosa asentada que la verdad del ser pudiera basarse sobre causas y
explicaciones o, lo que es lo mismo, sobre su inaprehensibilidad.
142
bonas artes. La paideÛa así entendida se traduce mediante el término
«humanitas». La auténtica romanitas del homo romanus consiste precisamente en
semejante humanitas. En Roma nos encontramos con el primer humanismo. Y,
por eso, se trata en su esencia de un fenómeno específicamente romano que nace
del encuentro de la romanidad con la cultura de la Grecia tardía. El que se conoce
como Renacimiento de los siglos XIV y XV en Italia es una renascentia
romanitatis. Desde el momento en que lo que le importa es la romanitas, de lo
que trata es de la humanitas y, por ende, de la paideÛa griega. Y es que lo griego
siempre se contempla bajo su forma tardía, y ésta, a su vez, bajo el prisma
romano. También el homo romanus del Renacimiento se contrapone al homo
barbarus. Pero lo in-humano es ahora la supuesta barbarie de la Escolástica
gótica del Medioevo. De esta suerte, al humanismo históricamente entendido
siempre le corresponde un studium humanitatis que remite de un modo
determinado a la Antigüedad y a su vez se convierte también de esta manera en
una revivificación de lo griego. Es lo que se muestra en nuestro humanismo del
siglo XVIII, representado por Winckelmann, Goethe y Schiller. Por contra,
Hölderlin no forma parte de este «humanismo» por la sencilla razón de que
piensa el destino de la esencia del hombre de modo mucho más inicial de lo que
pudiera hacerlo dicho «humanismo».
143
concreto desde la perspectiva del modo en que se determina la esencia del
hombre, lo particular y propio de toda metafísica se revela en el hecho de que es
«humanista». En consecuencia, todo humanismo sigue siendo metafísico. A la
hora de determinar la humanidad del ser humano, el humanismo no sólo no
pregunta por la relación del ser con el ser humano, sino que hasta impide esa
pregunta, puesto que no la conoce ni la entiende en razón de su origen
metafísico. A la inversa, la necesidad y la forma propia de la pregunta por la
verdad del ser, olvidada en la metafísica precisamente por causa de la misma
metafísica, sólo pueden salir a la luz cuando en pleno medio del dominio de la
metafísica se plantea la pregunta: «qué es metafísica?». En principio hasta se
puede afirmar que toda pregunta por el «ser», incluida la pregunta por la verdad
del ser, debe introducirse como pregunta «metafísica».
144
modo, con el término «animal», zÇon, ya se plantea una interpretación de la
«vida» que necesariamente reposa sobre una interpretación de lo ente como zv®
y fæsiw dentro de la que aparece lo vivo. Pero, aparte de esto, lo que finalmente
nos queda por preguntar por encima de todo es si acaso la esencia del hombre
reside de una manera inicial que decide todo por anticipado en la dimensión de la
animalitas. ¿De verdad estamos en el buen camino para llegar a la esencia del
hombre cuando y mientras lo definimos como un ser vivo entre otros, diferente
de las plantas, los animales y dios? Sin duda, se puede proceder así, se puede
disponer de ese modo al hombre dentro de lo ente entendiéndolo como un ente en
medio de los otros. De esta suerte, siempre se podrán afirmar cosas correctas
sobre el ser humano. Pero también debe quedarnos muy claro que, procediendo
así, el hombre queda definitivamente relegado al ámbito esencial de la
animalitas, aun cuando no lo pongamos al mismo nivel que el animal, sino que le
concedamos una diferencia específica. Porque, en principio, siempre se piensa en
el homo animalis, por mucho que se ponga al animal a modo de animus sive
mens y en consecuencia como sujeto, como persona, como espíritu. Esta manera
de poner es, sin duda, la propia de la metafísica. Pero, con ello, la esencia del
hombre recibe una consideración bien menguada, y no es pensada en su origen,
un origen esencial que sigue siendo siempre el futuro esencial para la humanidad
histórica. La metafísica piensa al hombre a partir de la animalitas y no lo piensa
en función de su humanitas.
145
esencialmente distinto de un organismo animal. La confusión del biologismo no
se supera por añadirle a la parte corporal del hombre el alma, al alma el espíritu y
al espíritu lo existencial y, además, predicar más alto que nunca la elevada estima
en que se debe tener al espíritu, si después se vuelve a caer en la vivencia de la
vida, advirtiendo y asegurando que los rígidos conceptos del pensar destruyen la
corriente de la vida y que el pensar del ser desfigura la existencia. Que la
fisiología y la química fisiológica puedan investigar al ser humano en su calidad
de organismo, desde la perspectiva de las ciencias naturales, no prueba en modo
alguno que en eso «orgánico», es decir, en el cuerpo científicamente explicado,
resida la esencia del hombre. Esa opinión tiene tan poco valor como la que
sostiene que la esencia de la naturaleza está encerrada en la energía atómica.
Después de todo, bien podría ser que la naturaleza ocultase su esencia
precisamente en la cara que presenta al dominio técnico del hombre. Así como la
esencia del hombre no consiste en ser un organismo animal, así tampoco esa
insuficiente definición esencial del hombre se puede desechar o remediar con el
argumento de que el hombre está dotado de un alma inmortal o una facultad de
raciocinio o del carácter de persona. En todos los casos estamos pasando por
encima de la esencia, basándonos precisamente en el fundamento del propio
proyecto metafísico.
146
cuestión de si a través de estas interpretaciones de la existentia como realidad
efectiva, que sólo a primera vista parecen tan diversas, queda ya suficientemente
pensado el ser de la piedra, o incluso la vida en cuanto ser de los vegetales y los
animales. En cualquier caso, los seres vivos son como son, sin que por ser como
tal estén en la verdad del ser y sin que preserven en dicho estar lo que se presenta
de su ser. De entre todos los entes, presumiblemente el que más difícil nos resulta
de ser pensado es el ser vivo, porque, aunque hasta cierto punto es el más afín a
nosotros, por otro lado está separado de nuestra esencia ex-sistente por un
abismo. Por contra, podría parecer que la esencia de lo divino está más próxima a
nosotros que la sensación de extrañeza que nos causan los seres vivos,
entendiendo dicha proximidad desde una lejanía esencial que, sin embargo, en
cuanto tal lejanía, le resulta más familiar a nuestra esencia existente que ese
parentesco corporal con el animal que nos sume en un abismo apenas pensable.
Semejantes reflexiones arrojan una extraña luz sobre la caracterización habitual,
y por eso mismo todavía demasiado prematura, del ser humano como animal
rationale. Si a las plantas y a los animales les falta el lenguaje es porque están
siempre atados a su entorno, porque nunca se hallan libremente dispuestos en el
claro del ser, el único que es «mundo». Pero no es que permanezcan carentes de
mundo en su entorno porque se les haya privado de lenguaje. En la palabra
«entorno» se agolpa pujante todo lo enigmático del ser vivo. El lenguaje no es en
su esencia la expresión de un organismo ni tampoco la expresión de un ser vivo.
Por eso no lo podemos pensar a partir de su carácter de signo y tal vez ni siquiera
a partir de su carácter de significado. Lenguaje es advenimiento del ser mismo,
que aclara y oculta.
147
ni desde el esse essentiae ni desde el esse existentiae, sino desde lo ex-stático del
Dasein. En cuanto ex-sistente, el hombre soporta el ser-aquí, en la medida en que
toma a su «cuidado» el aquí en cuanto claro del ser. Pero el propio ser-aquí se
presenta en cuanto «arrojado». Se presenta en el arrojo del ser, en lo destinal que
arroja a un destino.
148
preguntarse primero desde qué destino del ser llega al pensar dicha diferencia en
el ser entre esse essentiae y esse existentiae. Queda por pensar la razón por la que
la pregunta por este destino del ser nunca fue preguntada y la razón por la que
nunca pudo ser pensada. ¿O acaso el hecho de que las cosas sean de este modo en
lo relativo a la distinción entre essentia y existentia no es una señal del olvido del
ser? Podemos suponer que este destino no reside en un mero descuido del pensar
humano y mucho menos en una menor capacidad del pensamiento occidental
temprano. La distinción entre essentia (esencialidad) y existencia (realidad
efectiva), que se encuentra oculta en su origen esencial, domina y atraviesa todo
el destino de la historia occidental y de la historia en su conjunto bajo su
definición europea.
Pero para que nosotros, los que vivimos ahora, podamos llegar a la
dimensión de la verdad del ser y podamos meditarla, no nos queda más remedio
que empezar por poner en claro cómo atañe el ser al hombre y cómo lo reclama.
Este tipo de experiencia esencial nos ocurre en el momento en que nos damos
cuenta de que el hombre es en la medida en que exsiste. Si empezamos por decir
esto en el lenguaje de la tradición diremos que la ex-sistencia del hombre es su
substancia. Es por eso por lo que en Ser y tiempo vuelve a aparecer a menudo la
frase: «La ‘substancia’ del hombre es la existencia» (pp. 117, 212 y 314). Lo que
pasa es que, pensado desde el punto de vista de la historia del ser, «substancia»
ya es la traducción encubridora del griego oésÛa, una palabra que nombra la
presencia de lo que se presenta y que normalmente, y debido a una enigmática
ambigüedad, alude también a eso mismo que se presenta. Si pensamos el nombre
metafísico de «substancia» en este sentido (un sentido que en Ser y tiempo, de
acuerdo con la «destrucción fenomenológica» que allí se lleva a cabo, ya está en
149
el ambiente), entonces la frase «la ‘substancia’ del hombre es la ex-sistencia» no
dice sino que el modo en que el hombre se presenta al ser en su propia esencia es
el extático estar dentro de la verdad del ser. Mediante esta determinación esencial
del hombre ni se desechan ni se tildan de falsas las interpretaciones humanísticas
del ser humano como animal racional, «persona», o ser dotado de espíritu, alma y
cuerpo. Por el contrario, se puede afirmar que el único pensamiento es el de que
las supremas determinaciones humanistas de la esencia del hombre todavía no
llegan a experimentar la auténtica dignidad del hombre. En este sentido, el
pensamiento de Ser y tiempo está contra el humanismo. Pero esta oposición no
significa que semejante pensar choque contra lo humano y favorezca a lo
inhumano, que defienda la inhumanidad y rebaje la dignidad del hombre.
Sencillamente, piensa contra el humanismo porque éste no pone la humanitas del
hombre a suficiente altura. Es claro que la altura esencial del hombre no consiste
en que él sea la substancia de lo ente en cuanto su «sujeto» para luego, y puesto
que él es el que tiene en sus manos el poder del ser, dejar que desaparezca el ser
ente de lo ente en esa tan excesivamente celebrada «objetividad».
Lo que ocurre es, más bien, que el hombre se encuentra «arrojado» por
el ser mismo a la verdad del ser, a fin de que, ex-sistiendo de ese modo, preserve
la verdad del ser para que lo ente aparezca en la luz del ser como eso ente que es.
Si acaso y cómo aparece, si acaso y de qué modo el dios y los dioses, la historia y
la naturaleza entran o no en el claro del ser, se presentan y se ausentan, eso es
algo que no lo decide el hombre. El advenimiento de lo ente reside en el destino
del ser. Pero al hombre le queda abierta la pregunta de si encontrará lo destinal y
adecuado a su esencia, aquello que responde a dicho destino. Pues, en efecto, de
acuerdo con ese destino, lo que tiene que hacer el hombre en cuanto ex-sistente
es guardar la verdad del ser. El hombre es el pastor del ser. Esto es lo único que
pretende pensar Ser y tiempo cuando experimenta la existencia extática como
«cuidado» (vid. § 44a, pp. 226 ss.).
Pero el ser, ¿qué es el ser? El ser «es» él mismo. Esto es lo que tiene
que aprender a experimentar y a decir el pensar futuro. El «ser» no es ni dios ni
un fundamento del mundo. El ser está esencialmente más lejos que todo ente y, al
mismo tiempo, está más próximo al hombre que todo ente, ya sea éste una roca,
un animal, una obra de arte, una máquina, un ángel o dios. El ser es lo más
próximo. Pero la proximidad es lo que más lejos le queda al hombre. El hombre
se atiene siempre en primer lugar y solamente a lo ente. Cuando el pensar
representa a lo ente como ente, a lo que se refiere es al ser. Pero lo que está
pensando de verdad y en todo momento es sólo lo ente como tal y jamás el ser
como tal. La «pregunta por el ser» sigue siendo siempre la pregunta por lo ente.
La pregunta por el ser no es en absoluto todavía lo que designa ese título
150
capcioso: la pregunta por el ser. Incluso cuando con Descartes y Kant se torna
«crítica», la filosofía también sigue siempre los pasos del representar metafísico.
Piensa desde lo ente y hacia lo ente, pasando a través de cierta mirada al ser.
Pues, efectivamente, toda salida desde lo ente y todo retorno a lo ente se
encuentran ya a la luz del ser.
Pero la metafísica conoce el claro del ser ya sea sólo como eso que se
ve cuando se presenta el «aspecto» (_d¡a), ya sea de modo crítico como aquello
avistado por la mirada del representar categorial de la subjetividad. Esto quiere
decir que la verdad del ser, en cuanto el claro mismo, permanece oculta para la
metafísica. Sin embargo, este ocultamiento no es un defecto de la metafísica, sino
el tesoro de su propia riqueza, que le ha sido retenido y al mismo tiempo
mantenido. Pero el claro mismo es el ser. Es el claro lo único que dentro del
destino del ser de la metafísica permite tener un horizonte desde el cual eso que
se presenta toca e impresiona al hombre que asiste a su presencia de tal manera
que el hombre mismo sólo puede tocar el ser (yige_n, Aristóteles, Met.Y 10) en
la aprehensión (noe_n). Ese horizonte es lo único que atrae hacia sí la mirada. Es
el que se abandona a dicha mirada cuando la aprehensión se ha convertido en el
producir representaciones en la perceptio de la res cogitans comprendida como
subjectum de la certitudo.
151
moral-existencial ni de tipo «antropológico», sino la relación «extática» del ser
humano con la verdad del ser, que debe ser pensada alguna vez antes que
ninguna otra, puesto que hasta ahora se le ha ocultado a la filosofía. Pero dicha
relación no es como es basándose en el fundamento de la ex-sistencia, sino que
es la esencia de la ex-sistencia la que es destinalmente extático-existencial a
partir de la esencia de la verdad del ser.
Pero el hombre no es sólo un ser vivo que junto a otras facultades posea
también la del lenguaje. Por el contrario, el lenguaje es la casa del ser: al
habitarla el hombre ex-siste, desde el momento en que, guardando la verdad del
ser, pertenece a ella.
152
puesto que el humanismo piensa metafísicamente. Está claro que no, si es que es
existencialismo y defiende la tesis expresada por Sartre: précisément nous
sommes sur un plan où il y a seulement des hommes (L'Existencialisme est un
humanisme, p. 36). Pensando esto desde la perspectiva de Ser y tiempo habría
que decir: précisément nous sommes sur un plan où il y a principalement l'Étre.
Pero ¿de dónde viene y qué es le plan? L'Étre et le plan son lo mismo. En Ser y
tiempo (p. 212) se dice precavidamente y con toda la intención: il y a l'Étre, esto
es, «se da» el ser. El francés il y a traduce de modo impreciso el alemán «es
gibt», «se da». Porque el «es» impersonal alemán que «se da» aquí es el propio
ser. El «da» nombra sin embargo la esencia del ser que da, y de ese modo otorga,
su verdad. El darse en lo abierto, con lo abierto mismo, es el propio ser.
153
lo que hay es la historia del ser, de la que forma parte el pensar como memoria de
esa historia, un pensar acontecido por ella misma. La memoria se diferencia
esencialmente de la actualización a posteriori de la historia comprendida como
un transcurrir pasado. La historia nunca ocurre de entrada como suceso, y el
suceso no es un transcurrir. El suceder de la historia se presenta como destino de
la verdad del ser a partir de dicho ser (vid. la conferencia sobre el himno de
Hölderlin «Wie wenn am Feiertage...», 1941, p. 31). El ser llega a ser destino en
la medida en que él mismo, el ser, se da. Pero, pensado como destino, esto quiere
decir que se da y al mismo tiempo se niega a sí mismo. Sin embargo, la
definición de Hegel de la historia como desarrollo del «espíritu» no carece de
verdad. Tampoco es que sea en parte falsa y en parte verdadera. Es tan verdadera
como es verdadera esa metafísica, que, gracias a Hegel, deja que tome voz por
vez primera en un sistema su esencia pensada de modo absoluto. La metafísica
absoluta, junto con las inversiones que llevaron a cabo Marx y Nietzsche,
pertenece a la historia de la verdad del ser. Lo que de ella sale no se puede atacar
ni mucho menos eliminar por medio de refutaciones. Sólo se puede asumir,
siempre que su verdad se vuelva a albergar de manera más inicial en el propio ser
y se sustraiga al ámbito de la mera opinión humana. Toda refutación en el campo
del pensar esencial es absurda. La disputa entre pensadores es la «disputa
amorosa» de la cosa misma. Es la que les ayuda alternantemente a entrar a
formar parte de la sencilla pertenencia a la cosa misma, a partir de la cual
encuentran en el destino del ser el destino adecuado.
Pero ¿no es en Ser y tiempo (p. 212) -donde el «se da» toma voz- en
donde se dice «sólo mientras el Dasein es, se da el ser»? Es verdad. Esto significa
que sólo se traspasará ser al hombre mientras acontezca el claro del ser. Pero que
acontezca el «aquí», esto es, el claro como verdad del ser mismo, es
precisamente lo destinado al propio ser. El ser es el destino del claro. Así, la
citada frase no significa que el Dasein del hombre, en el sentido tradicional de
existentia o, pensado modernamente, como realidad efectiva del ego cogito, sea
aquel ente por medio del cual se llega a crear por vez primera el ser. La frase no
dice que el ser sea un producto del hombre. En la Introducción a Ser y tiempo (p.
38) se dice clara y sencillamente, y hasta destacándolo con cursivas, que el «ser
154
es lo trascendente por antonomasia». Así como la apertura de la proximidad
espacial sobrepasa cualquier cosa cercana o lejana, vista desde esa misma cosa,
así el ser está esencialmente más lejos que todo ente, porque es el claro mismo.
Y, por esto, y conforme al principio que en un primer momento es inevitable en
la metafísica aún dominante, el ser es pensado desde lo ente. Sólo desde este
punto de vista se muestra el ser en un sobrepasamiento y en cuanto tal.
155
Occidente. Sólo que Occidente tampoco está pensado de modo regional, como lo
opuesto a Oriente, no sólo está pensado como Europa, sino desde el punto de
vista de la historia universal, desde la proximidad al origen. Apenas si hemos
empezado a pensar todavía las enigmáticas referencias al Este que se han hecho
palabra en la poesía de Hölderlin (vid. «Der Ister», «Die Wanderung», 3.ª estrofa
y ss.). Lo «alemán» no es algo que se le dice al mundo para que sane y encuentre
su salud en la esencia alemana, sino que se le dice a los alemanes para que,
partiendo de su pertenencia destinal a los pueblos, entren con ellos a formar parte
de la historia universal (vid. sobre el poema de Hölderlin, «Andenken», el escrito
conmemorativo «Tübinger Gedenkschrift», de 1943, p. 322). La patria de este
morar histórico es la proximidad al ser.
156
vivieron frente a la muerte algo muy distinto de lo que la opinión pública hizo
pasar por el modo de pensar alemán.
157
peligro hacia el que se ve empujada Europa cada vez de modo más visible
consiste probablemente en que, sobre todo, su pensar -que antaño fuera su
grandeza- queda relegado por detrás del curso esencial del incipiente destino
mundial, el cual, sin embargo, sigue estando determinado de modo europeo en lo
que respecta a los rasgos fundamentales del origen de su esencia. Ninguna
metafísica, ya sea idealista, materialista o cristiana, puede, según su esencia, y de
ningún modo recurriendo solamente a los esfuerzos por desplegarse, re-tener y
recuperar todavía el destino, es decir, alcanzar y recoger con su pensamiento lo
que, en un sentido pleno del ser, es ahora.
Pero la esencia del hombre consiste en ser más que el mero hombre
entendido como ser vivo dotado de razón. El «más» no debe tomarse aquí como
una mera adición, algo así como si la definición tradicional del hombre debiera
seguir siendo la determinación fundamental, pero luego fuera ampliada
añadiéndole el elemento existencial. El «más» significa: de modo más originario
y, por ende, de modo más esencial en su esencia. Pero aquí sale a la luz lo
enigmático del caso: el hombre es porque ha sido arrojado, es decir, ex-siste
contra el arrojo del ser y, en esa medida, es más que el animal rationale por
cuanto es menos respecto al hombre que se concibe a partir de la subjetividad. El
hombre no es el señor de lo ente. El hombre es el pastor del ser. En este «menos»
el hombre no sólo no pierde nada, sino que gana, puesto que llega a la verdad del
ser. Gana la esencial pobreza del pastor, cuya dignidad consiste en ser llamado
por el propio ser para la guarda de su verdad. Dicha llamada llega en cuanto ese
arrojo del que procede lo arrojado del Dasein. En su esencia conforme a la
historia del ser, el hombre es ese ente cuyo ser, en cuanto ex-sistencia, consiste
en que mora en la proximidad al ser. El hombre es el vecino del ser.
158
Pero, tendrá usted ganas de replicarme desde hace tiempo, ¿acaso un
pensar semejante no piensa precisamente la humanitas del homo humanus? ¿No
piensa esa humanitas en un sentido tan decisivo como ninguna metafísica lo ha
pensado nunca ni lo podrá pensar jamás? ¿No es eso «humanismo» en el sentido
más extremo? Es verdad. Es el humanismo que piensa la humanidad del hombre
desde su proximidad al ser. Pero, al mismo tiempo, es un humanismo en el que lo
que está en juego ya no es el hombre, sino la esencia histórica del hombre en su
origen procedente de la verdad del ser. Pero, ¿acaso en este juego no está y no
cae también dentro de él la ex-sistencia del hombre? Así es.
159
lugar siguiendo la senda del silencio? Si llega lejos, tal vez nuestro pensar pueda
indicar dónde está la verdad del ser y mostrarla como lo que hay que pensar. De
este modo, dicha verdad se sustraería mejor al mero suponer y opinar y quedaría
adscrita a esa obra manual de la escritura que tan rara se ha vuelto. Las cosas
importantes acaban por llegar a tiempo, aunque sea a última hora y aunque no
estén destinadas a la eternidad.
160
sentido sólo puede significar redefinir el sentido de la palabra. Esto exige, por
una parte, experimentar de modo más inicial la esencia del hombre y, por otra,
mostrar en qué medida esa esencia se torna destinal a su modo. La esencia del
hombre reside en la ex-sistencia. Ésta es la que importa esencialmente, es decir,
la que importa desde el propio ser, por cuanto el ser hace acontecer al hombre en
cuanto ex-sistente en la verdad del ser a fin de que sea la guarda de dicha verdad.
Si nos decidimos a conservar esta palabra, «humanismo» significa ahora que la
esencia del hombre es esencial para la verdad del ser, de tal modo que lo que
importa ya no es precisamente el hombre simplemente como tal. De esta manera,
pensamos un «humanismo» de un género extraño. La palabra nos acaba
proporcionando un rótulo que es un «lucus a non lucendo».
161
lo verdadero. Pues, en efecto, ¿qué más «lógico» que quien habla contra lo lógico
esté defendiendo lo alógico?
162
Pero ¿es verdad que la «contra» que lleva a cabo un pensar contra las
creencias comunes conduce necesariamente a la mera negación y a lo negativo?
Eso sólo ocurre -y, eso sí, entonces de modo inevitable y definitivo, es decir, sin
permitir una libre mirada sobre otras cosas- cuando se dispone previamente lo
que se cree y opina como «lo positivo» y partiendo de ello se decide de manera
absoluta y al mismo tiempo negativa sobre el ámbito de todas las posibles
oposiciones. En este modo de proceder se esconde la negativa a exponer a la
reflexión eso que se presupone «positivo», junto con la posición y la oposición,
en la que éste se cree a salvo. Con esa permanente invocación a la lógica se
despierta la impresión de una total entrega al pensar, cuando precisamente se está
abjurando de él.
163
Todo valorar es una subjetivización, incluso cuando valora positivamente. No
deja ser a lo ente, sino que lo hace valer única y exclusivamente como objeto de
su propio quehacer. El peregrino esfuerzo de querer demostrar la objetividad de
los valores no sabe lo que hace. Cuando se declara a «dios» el «valor supremo»,
lo que se está haciendo es devaluar la esencia de dios. El pensar en valores es
aquí y en todas partes la mayor blasfemia que se pueda pensar contra el ser. Y,
por eso, pensar contra los valores no significa proclamar a son de trompeta la
falta de valor y la nulidad de lo ente, sino traer el claro de la verdad del ser ante
el pensar, en contra de la subjetivización de lo ente convertido en mero objeto.
164
Por eso, con la determinación existencial de la esencia del hombre
todavía no se ha decidido nada sobre la «existencia de dios» o su «no-ser», así
como tampoco sobre la posibilidad o imposibilidad de los dioses. Por eso, no
sólo resulta prematuro, sino incluso erróneo en su procedimiento, afirmar que la
interpretación de la esencia del hombre a partir de la relación de dicha esencia
con la verdad del ser es ateísmo. Esta clasificación arbitraria revela además una
falta de atención en la lectura. A nadie parece interesarle que, desde 1929, en el
escrito Vom Wesen des Grundes (p. 28, nota 1) se pueda leer lo siguiente:
«Mediante la interpretación ontológica del Dasein como ser-en-el-mundo todavía
no se decide nada, ni positiva ni negativamente, sobre un posible ser en relación
con dios. Sin embargo, mediante la explicación de la trascendencia se gana por
vez primera un concepto suficiente del Dasein, con respecto al cual sí se puede
preguntar en qué situación ontológica se encuentra la relación del Dasein con
dios». Ahora bien, si esta observación se sigue pensando con la habitual
estrechez de miras, se replicará que esta filosofía no se decide ni a favor ni en
contra de la existencia de dios. Que permanece en la indiferencia y por tanto la
cuestión religiosa le es indiferente. Y que una tal indiferencia no puede dejar de
caer en el nihilismo.
Pero con esta indicación, el pensar que remite a la verdad del ser en
cuanto lo que hay que pensar no se ha decidido en absoluto por el teísmo. No
puede ser teísta de la misma manera que no puede ser ateo. Pero no en razón de
165
una actitud indiferente, sino por tomar en consideración los límites que se le
plantean al pensar en cuanto tal pensar, concretamente los que le plantea eso que
se le ofrece como lo que debe ser pensado, esto es, la verdad del ser. Desde el
momento en que el pensar se restringe a su tarea, en este instante del actual
destino del mundo se le señala al hombre la dirección que conduce hacia la
dimensión inicial de su estancia histórica. En la medida en que dice de este modo
la verdad del ser, el pensar se confía a aquello que es más esencial que todos los
valores y todo ente. El pensar no supera la metafísica por el hecho de alzarse por
encima de ella sobrepasándola y guardándola en algún lugar, sino por el hecho de
volver a descender a la proximidad de lo más próximo. El descenso, sobre todo
cuando el hombre se ha estrellado ascendiendo hacia la subjetividad, es más
difícil y peligroso que el ascenso. El descenso conduce a la pobreza de la ex-
sistencia del homo humanus. En la ex-sistencia se abandona el ámbito del homo
animalis de la metafísica. El predominio de este ámbito es el fundamento
indirecto y muy antiguo en el que toman su raíz la ceguera y la arbitrariedad de
eso que se designa como biologismo, pero también de eso que se conoce bajo el
título de pragmatismo. Pensar la verdad del ser significa también pensar la
humanitas del homo humanus. Lo que hay que hacer es poner la humanitas al
servicio de la verdad del ser, pero sin el humanismo en sentido metafísico.
Pero si la humanitas es tan esencial para el pensar del ser, ¿no debe
completarse la «ontología» con la «ética»? ¿No es entonces de todo punto
esencial el esfuerzo que usted expresa en la frase: «Ce que je cherche á faire,
depuis longtemps déjà, c'est préciser le rapport de 1'ontologie avec une éthique
possible»?
166
mantener todavía unido al ser humano sea muy pobre y sólo válido para el
momento presente? Es verdad. Pero ¿esa necesidad descarga en algún caso al
pensar de su responsabilidad de tener presente lo que, de entrada, queda por
pensar y que, en cuanto ser, es antes que todo ente la garantía y la verdad? Acaso
el pensar puede seguir sustrayéndose a pensar el ser después de que éste, tras
haber permanecido oculto en el olvido durante mucho tiempo, se anuncie
también manifiestamente en el actual instante del mundo a través de la
conmoción de todo lo ente?
Claro que si tanto «la ontología» y «la ética» como todo el pensar que
procede de disciplinas resultan obsoletos y por lo tanto nuestro pensar tiene que
volverse más disciplinado, ¿qué ocurre entonces con la cuestión de la relación
entre las dos citadas disciplinas de la filosofía?
167
proximidad. La estancia del hombre contiene y preserva el advenimiento de
aquello que le toca al hombre en su esencia. Eso es, según la frase de Heráclito el
daÛmvn, el dios. Así pues, la sentencia dice: el hombre, en la medida en que es
hombre, mora en la proximidad de dios. Existe un relato contado por Aristóteles
(de part. anim. A 5, 645a 17) que guarda relación con la sentencia de Heráclito.
Dice así: „Hr‹kleitow l¡getai pròw toçw z¡nouw e_pe_n toçw boulom¡nouw
€ntuxe_n aétÒ, oà €peid¯ prosiñntew eädon aétòn yerñmenon pròw tÒ õpnÒ
_sthsan, €k¡leue gŒr aétoçw e_si¡nai yarroèntaw eänai gŒr kaÜ €ntaèya
yeoçw...
168
molestarse en ir en busca de un pensador? Los visitantes se disponen a volver a
marchar. Heráclito lee pintada en sus rostros su curiosidad defraudada. Se da
cuenta de que en ese grupo basta la ausencia de la sensación esperada para que,
recién llegados, ya se sientan empujados a dar media vuelta. Por eso les anima y
les invita de manera expresa a que entren a pesar de todo, con las palabras: eänai
gŒr kaÜ €ntaèya yeoçw, «también aquí están presentes los dioses».
Esta frase sitúa la estancia del pensador y su quehacer bajo una luz
diferente. El relato no dice si los visitantes entienden enseguida esas palabras, o
si tan siquiera las entienden, y entonces ven todo bajo esa otra luz. Pero el hecho
de que esa historia se haya contado y nos haya sido transmitida hasta hoy se
explica porque lo que cuenta procede de la atmósfera de este pensador y la
caracteriza. kaÜ €ntaèya, «también aquí», al lado del horno, en ese lugar tan
corriente, donde cada cosa y cada circunstancia, cada quehacer y pensar resultan
familiares y habituales, es decir, son normales y ordinarios, «también aquí», en el
círculo de lo ordinario, eänai yeoçw, ocurre que «los dioses están presentes».
169
la inadecuada pretensión de «ciencia» e «investigación». Pero para hacer que se
conozca y al mismo tiempo se entienda este intento del pensar dentro de la
filosofía de hoy, por el momento sólo era posible hablar desde el horizonte de lo
que hay actualmente y desde el uso de los términos o nombres que son más
corrientes en ese marco.
170
no es ningún adorno de un pensar que se salva de la ciencia refugiándose en la
poesía. Todo este hablar sobre la casa del ser no es ninguna transposición de la
imagen de la «casa» al ser. Lo que ocurre es que, partiendo de la esencia del ser,
pensada del modo adecuado y conforme a su asunto, un día podremos pensar
mejor qué sea «casa» y qué «morar».
De todos modos, el pensar nunca crea la casa del ser. El pensar conduce
a la exsistencia histórica, es decir, a la humanitas del homo humanus, al ámbito
donde brota lo salvo.
171
servicio del ser y prestándole toda su atención. En cuanto tales servidores que
atienden fielmente al ser, nunca pueden ser los primeros en disponer aquello de
lo que ellos mismos forman parte.
172
histórica no estar en casa en su lenguaje, de tal modo que el lenguaje se convierte
para ellos en la recámara de sus manipulaciones.
El giro «llevar al lenguaje» que hemos usado aquí hay que tomarlo en
este caso en sentido literal. Abriéndose en el claro, el ser llega al lenguaje. Está
siempre en camino hacia él. Y eso que adviene es lo que el pensar ex-sistente
lleva al lenguaje en su decir. De este modo, el lenguaje es alzado a su vez al claro
del ser. Y sólo así el lenguaje es de ese modo misterioso y reina sin embargo
siempre en nosotros. Por cuanto el lenguaje que ha sido llevado de este modo a la
plenitud de su esencia es histórico, el ser queda preservado en la memoria.
Pensando, la ex-sistencia habita la casa del ser. Pero en todo esto parece como si
no hubiera ocurrido nada por medio del decir que piensa.
173
La simplicidad de su esencia hace que no logremos conocer el pensar
del ser. Pero si nos familiarizamos con lo inusual de lo simple, nos vemos
enseguida en otro aprieto. Surge la sospecha de que este pensar del ser caiga en
la arbitrariedad, pues, en efecto, no puede atenerse a lo ente. ¿De dónde saca el
pensar su medida? Cuál es la ley de su hacer?
La primera ley del pensar es la conveniencia del decir del ser en cuanto
destino de la verdad, y no las leyes de la lógica, que sólo se pueden convertir en
reglas a partir de la ley del ser. Pero atender a lo que le conviene al decir que
piensa no sólo supone que tengamos que meditar cada vez qué hay que decir del
ser y cómo hay que decirlo. Igual de esencial será meditar si debe ser dicho lo
por pensar, en qué medida debe ser dicho, en qué instante de la historia del ser,
en qué diálogo con ella y desde qué exigencias. Estas tres cosas, ya mencionadas
en una carta anterior, se determinan en su mutua pertenencia a partir de la ley de
la conveniencia del pensar de la historia del ser: lo riguroso de la reflexión, el
cuidado del decir, la parquedad de palabras.
174
Ya es hora de desacostumbrarse a sobreestimar la filosofía y por ende
pedirle más de lo que puede dar. En la actual precariedad del mundo es necesaria
menos filosofía, pero una atención mucho mayor al pensar, menos literatura, pero
mucho mayor cuidado de la letra.
175
¿Qué es eso de filosofía?[ii]
Martin Heidegger
Traducción y notas de Adolfo P. Carpio, publicada por Sur, Buenos Aires, 1960.
Con esta pregunta tocamos un tema muy amplio, es decir, muy extenso. Porque
el tema es amplio, queda indeterminado. Porque es indeterminado podemos tratar
el tema bajo los más diversos puntos de vista. Con ello siempre daremos en algo
justo. Pero como en el tratamiento de este amplio tema se entrelazan todas las
consideraciones posibles, corremos el riesgo de que nuestra conversación
(Gespräch) quede sin el debido recogimiento (Sammlung). Por ello debemos
intentar determinar la pregunta con mayor exactitud. De tal modo colocamos la
conversación en una firme dirección. La conversación resulta así colocada sobre
un camino. Digo: sobre un camino. Con lo cual concedemos que este camino no
es, ciertamente, el único camino. Debe quedar abierta la cuestión de si el camino
hacia el que a continuación quisiera yo señalar es en verdad un camino que nos
permite .plantear y responder la pregunta.
176
¿Pero no es que de tal modo la filosofía se convierte en cosa de la
afección (Affektion), de los afectos y de los sentimientos?
177
modo tal que merezca nuestra confianza?
La palabra griega es, en tanto palabra griega, un camino. Éste está, por
un lado, ante nosotros, porque la palabra hace mucho que nos ha sido dicha de
antemano. Por otro lado, está ya detrás de nosotros, pues ya hemos oído y dicho
esta palabra. Según esto, la palabra griega filosofÛa es un camino sobre el cual
estamos en camino (unterwegs). Sin embargo, conocemos este camino sólo de
manera totalmente confusa, si bien poseemos y podemos difundir muchos
conocimientos historizantes (historische)[v] sobre la filosofía griega.
178
caracterice como “época atómica” una era de la historia humana. La energía
atómica, descubierta y liberada por las ciencias, nos la representamos como aquel
poder que ha de determinar la marcha histórica. Seguramente nunca hubiese
habido ciencias si la filosofía no las hubiera precedido y se les hubiese
adelantado. La filosofía, empero, es: _ filosofÛa. Esta palabra griega enlaza
nuestra conversación con una tradición (Überlieferung)[vi] histórica. Porque esta
tradición es y será única, por ello es también unívoca. La tradición nombrada por
el nombre griego filosofÛa, la que nos nombra la palabra histórica
(geschichtlich) filosofÛa, nos franquea la dirección de un camino sobre el que
preguntamos: ¿Qué es eso de filosofía? La tradición no nos entrega a una
coerción de lo pasado (Vergangene)[vii] e irrevocable. Transmitir (überliefern),
délivrer[viii], es un liberar, es decir, hacia la libertad de la conversación con lo
sido (Gewesene). El nombre de “filosofía”, si verdaderamente oímos la palabra y
meditamos lo oído, nos llama hacia la historia de la procedencia (Herkunft)
griega de la filosofía. La palabra filosofÛa está, por así decir, en la partida de
nacimiento de nuestra propia historia, podemos aun decir: en la partida de
nacimiento de la época actual de la historia universal que se llama época atómica.
Por ello sólo podemos preguntar la pregunta: ¿Qué es eso de filosofía?, si
accedemos (einlassen) a una conversación con el pensar de la helenidad.
179
Washeit [ix]. Sin embargo, la quidditas se la determina de distinta manera en las
distintas épocas de la filosofía. Así, por ej., la filosofía de Platón es una peculiar
interpretación de lo que significa el tÛ. Significa, a saber, la _d¡a. Que cuando
preguntamos por el tÛ, por el quid, signifiquemos con ello la “idea”, no es de
ningún modo cosa que se comprenda de suyo. Aristóteles da del tÛ una
interpretación distinta de la de Platón. Otra interpretación del tÛ la da Kant, otra
Hegel. Aquello que en el hilo conductor del tÛ, del quid, del “qué” se pregunta
en cada caso, ha de determinarse cada vez de nuevo. De todos modos, vale lo
siguiente: cuando en relación con la filosofía preguntamos: ¿Qué es eso?,
entonces preguntamos una pregunta originariamente griega.
180
La pregunta de nuestra conversación concierne a la esencia de la
filosofía. Si esta pregunta proviene de una necesidad y no debe quedar
meramente como pregunta aparente de una charla (Konversation), entonces la
filosofía en tanto filosofía debe habérsenos vuelto cuestionable (fragwürdig). ¿Es
esto cierto? Y si lo es, ¿hasta qué punto se nos ha vuelto cuestionable la
filosofía? Evidentemente esto lo podemos declarar sólo si ya hemos echado una
mirada dentro de la filosofía. Para ello es necesario que previamente sepamos
qué es eso de filosofía. Así, de extraña manera, se nos da vueltas dentro de un
círculo. La filosofía misma parece ser este círculo. Suponiendo que no nos
pudiéramos librar inmediatamente de la órbita de este círculo, sin embargo nos es
permitido ciertamente dirigir la mirada hacia el círculo. ¿Hacia dónde debe
volverse nuestra mirada? La palabra griega filosofÛa nos indica la dirección.
181
El _n¯r filñsofow ama lo sofñn. Lo que esta palabra dice para Heráclito,
es difícil de traducir. Pero la podemos aclarar según la propia interpretación de
Heráclito. Según la cual tò sofñn dice esto: ˆEn P‹nta, “Uno [Eines] (es)[xiv]
Todo”. “Todo” quiere decir aquí: P‹nta tŒönta, el conjunto, la totalidad del ente.
ˆEn, el Uno (das Eins), quiere decir: lo uno (das Eine), único (Einzige), lo que
une todo (alles Einigende). Unido (einig), empero, es todo ente en el ser. Lo
sofñn dice: Todo ente es en el ser. Dicho con más rigor: El ser es el ente. Al decir
esto, “es” ( “ist”) habla transitivamente y quiere decir tanto como “reúne”
(versammelt). El ser reúne el ente en esto de que éste es ente. El ser es la reunión
(Versammlung) - Lôgow [xv].
Todo ente es en el ser. Oír tal cosa, suena trivial para nuestro oído, si no
aun ofensivo. Porque de que el ente pertenece al ser nadie tiene que preocuparse.
Todo el mundo lo sabe: ente es lo que es. ¿Qué otra cosa le es permitida al ente
sino esto: ser? Y sin embargo: justamente esto, que el ente queda reunido en el
ser, que en el brillar (im Scheinen) del ser aparece (erscheint)[xvi] el ente, esto
llevó a los griegos, y ante todo a ellos, y a ellos solamente, al asombro. El ente en
el ser: esto fué para los griegos lo más asombroso.
182
primero por Sócrates y Platón. Luego Aristóteles, casi dos siglos después de
Heráclito, caracterizó este paso con la siguiente frase: xaÜ d¯ xaÜ tò p‹lai te xaÜ
nèn xaÛ _eÜ zhtoæmenon xaÜ _eÜ _poroæmenon, tÛ tò ön (Met., Z 1, 1028 b 2
sqq). En la traducción, esto dice: “Y así, pues, ya antiguamente y también ahora
y continuamente aquello hacia lo cual (la filosofía) se pone en camino y hacia lo
cual jamás encuentra acceso, (lo preguntado [es] esto): ¿Qué es el ente? (tÛ tò
ön)” [xvii].
¿En qué sentido se piensa el ser como para que cosas tales como
183
“fundamento” (Grund) y “causa” sirvan para acuñar y para hacerse cargo del
ser-ente (seiend-Sein) del ente?.
184
Entonces extraeremos, merced a una abstracción comparativa, lo común a todas
las definiciones. ¿Y entonces? Entonces llegaremos a una fórmula vacía que se
adapta a cualquier clase de filosofía. ¿Y entonces? Entonces estaremos lo más
alejados posible de una respuesta a nuestra pregunta. ¿Por qué ocurre tal cosa?
Porque merced al procedimiento recién mencionado recogemos las definiciones
existentes sólo historizantemente (historisch) y las disolvemos en una fórmula
general. De hecho, todo esto se deja ejecutar con gran erudición y con ayuda de
comprobaciones correctas. Con ello no necesitamos en lo más mínimo
introducirnos en la filosofía de manera que con el pensamiento vayamos en
búsqueda (nach-denken) [xxii] de la esencia de la filosofía. De tal modo
logramos conocimientos (Kenntnisse) múltiples y sólidos e incluso útiles sobre
cómo, en el curso de su historia, ha sido representada la filosofía. Pero por este
camino no llegamos jamás a una respuesta genuina, es decir, legítima (legitim),
para la pregunta: ¿Qué es eso de filosofía? La respuesta (Antwort) sólo puede ser
una respuesta filosofante, una respuesta que, en tanto contra-palabra (Ant-wort)
[xxiii], filosofe en sí misma. Pero, ¿cómo hemos de entender esta frase? ¿Hasta
qué punto una respuesta, y precisamente en tanto es contra-palabra (Ant-wort),
puede filosofar? Intento ahora aclararlo provisionalmente con algunas
indicaciones. Lo que se quiere decir inquietará una y otra vez nuestra
conversación. Incluso será la piedra de toque de si nuestra conversación puede
convertirse en una conversación verdaderamente filosófica. Esto no está en
absoluto en nuestro poder.
Por tanto, suponiendo que los filósofos son interpelados por el ser del
ente para que digan qué es el ente en tanto es, entonces también nuestra
conversación con los filósofos debe ser interpelada por el ser del ente. Nosotros
mismos, merced a nuestro pensar, debemos salir al encuentro de aquello hacia lo
185
cual está en camino la filosofía. Nuestro hablar debe co-rresponder (ent-
sprechen)[xxv] a aquello por lo cual los filósofos son interpelados. Si logramos,
este co-rresponder (Ent-sprechen), entonces respondemos [contra-hablamos]
(ant_worten)[xxvi] en sentido genuino a la pregunta: ¿Qué es eso de filosofía?
La palabra alemana “antworten” [responder] significa propiamente lo mismo
que ent-sprechen [co-rresponder] [xxvii]. La respuesta a nuestra pregunta no se
agota en una proposición que replica a la pregunta con una comprobación acerca
de lo que debe representarse en el concepto de “filosofía”. La respuesta [contra-
palabra] no es una proposición que replica (erwidernde Aussage) (n'est pas une
réponse), la respuesta [contra-palabra] es más bien la co-rrespondencia [contra-
habla] (Ent-sprechung) (la correspondance) que corresponde [contra-habla]
(entspricht) al ser del ente. Sin embargo, en seguida quisiéramos saber qué es,
pues, lo que constituye lo característico de la respuesta (Antwort) en el sentido de
la correspondencia (Entsprechung). Sólo que, en primer lugar, todo reside en
que logremos una correspondencia (Entsprechung) antes de que formulemos la
teoría acerca de ella.
186
correspondencia (Entsprechung).
187
sobre la base de la disposición (Gestimmtheit) (disposition) el decir del
corresponder recibe su precisión, su de-terminación (Be-stimmtheit).
Platón dice (Teeteto 155 d): m‹la gŒr filosñfon toèto tò p‹yow, tò
yanm‹zein. oé gŒr _llh _rx¯ filosofÛaw. “Verdaderamente es por completo de
un filósofo este p‹yow -el asombro [xl]; pues no hay ningún otro desde-dónde
(Woher) que domine la filosofía, fuera de éste" [xli].
188
donde proviene el filosofar y lo que en todos los casos determina la marcha del
filosofar).
189
temple de ánimo (Stimmung) en el que vibra la disposición (Gestimmtheit) para
el ens certum, para el ente [que es] con certeza (das in Gewissheit Seiende). La
certitudo se convierte en aquella fijación del ens qua ens que resulta de la
indubitabilidad del cogito (ergo) sum para el ego del hombre. Por ello el ego se
convierte en el sub-iectum por excelencia, y así la esencia del hombre entra por
vez primera en el ámbito de la subjetividad en el sentido de la egoidad. A partir
de la disposición (Gestimmtheit) para esta certitudo recibe el decir de Descartes
la determinación (Bestimmtheit) de un clare et distincte percipere. El temple de
ánimo (Stimmung) de la duda es el asentimiento (Zustimmung)[xlvii] positivo a
la certeza. En adelante la certeza se convierte en la forma normativa de la verdad.
El temple de ánimo (Stimmung) de la confianza en la certeza absoluta del
conocimiento, certeza asequible en todo momento, queda como el p‹yow y con
ello la _rx¯ de la filosofía moderna.
190
ser del ente, es la filosofía. Qué es eso de filosofía, sólo aprendemos a conocerlo
y saberlo cuando experimentamos (erfahren) cómo, de qué modo es la filosofía.
La filosofía es en el modo del corresponder (Entsprechen) que se acuerda (sich
abstimmt) a la voz (Stimme) del ser del ente.
Ahora bien, con todo derecho pudiera exigirse que nuestra conversación
se restringiese a la pregunta por la filosofía. Esta restricción sólo sería posible y
aun necesaria si en la conversación debiera resultar que la filosofía no es aquello
como lo cual acaba de interpretársela: un corresponder (Entsprechen) que trae al
lenguaje el llamamiento-asignación (Zuspruch) del ser del ente.
191
desarrollar un programa fijo. Pero quisiera esforzarse por preparar a todos
aquellos que toman parte en ella para un recogimiento (Sammlung) en el que nos
interpele lo que llamamos el ser del ente. Al nombrarlo, pensemos en lo que ya
Aristóteles dice:
Martin Heidegger
[iii] André Gide, Dostoïewski, Paris, 1923, pág. 247. [nota de Heidegger, en
adelante M. H.]
192
complicadísima problemática). Se ha traducido Geschichte, geschichtlich, por
“historia”, “histórico”, historisch por “historizante” (y no por “historiográfico”
porque en Heidegger historisch mienta, no tanto la labor del historiador, cuanto
lo que a éste le ocupa -que no es, por cierto, la “historia del ser”).
[ix] Washeit, literalmente quidditas (del lat, quid, “qué”), que en la escolástica
designa la esencia.
[xii] Estos corchetes son de Heidegger (tal vez para indicar un trozo agregado a
la redacción primitiva), mientras que todos los demás se deben al traductor.
[xiv] En Der Satz vom Grund (Pfullingen, Neske, 1957, p. 93) observa
193
Heidegger que el “es” propiamente corresponde sólo al ente (y no al ser):
“Cuando decimos de algo: ‘Es’ (‘Es ist’) y ‘es esto y esto’, entonces en tal decir
el ente es representado. Sólo el ente ‘es’, el ‘es’ mismo, el ser, no ‘es’”. Por ello
prefiere Heidegger referirse al ser sin intervención del verbo, del “es”, “que no lo
alcanza en lo que tiene de propio (Eigenen)” (loc. cit.), y formular entonces así
“las frases que ya no son ‘frases’” (ibídem) : “Ser y fundamento (Grund): lo
mismo”.
[xix] El verbo griego yevre_n (de donde deriva “teoría”) significa “mirar o ver
algo”, y luego “mirar algo con el espíritu”, vale decir, “contemplar”,
“considerar”. De la misma raíz que ye‹omai, “mirar”, y luego “mirar como
espectador en el teatro” (y¡atron, “teatro”, es el “lugar para ver”).
194
[xxi] Das Selbe, “lo mismo”, no se refiere a la unidad de lo indiferente, sino a la
unidad que funda las diferencias.
[xxv] Cf. nota 13. A1 separar el prefijo “co-” se insinúa por lo menos uno de los
matices (el de reciprocidad) del alemán ent-, que Heidegger destaca aquí.
195
traducimos por “estar dispuesto”, porque reservamos “disposición” para
Gestimmtheit. Como se verá a continuación, bestimmen ha de entenderse en lo
sucesivo como “dis-poner” y “ex_poner” a partir de la “voz” (Stimme) del ser:
En los casos en que Heidegger escribe be-stimmen ponemos “de-terminar”, no
porque así se establezca un paralelo con el alemán, sino para llamar la atención
hacia el matiz transitivo que Heidegger pone de relieve y que no tiene
correspondiente en español. (Una observación semejante se aplica a “a-cordar").
[xli] Una traducción más “canónica” sería: “pues ciertamente es propio del
filósofo la pasión del asombro; pues no hay otro origen de la filosofía”.
196
[xliii] Ausgang (del verbo ausgehen, “salir”, lit.: “ir fuera”) significa “salida”
(así la puerta de salida de un teatro, por ej.), “punto de partida”, “origen”,
“procedencia”
197
LA PROPOSICIÓN DEL FUNDAMENTO
Der Satz vom Gruñid / Martin Heidegger
Traducción de Félix Duque y Jorge Pérez de Tuleda en HEIDEGGER, M., La proposición del
fundamento, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1991, pp. 183-200
La proposición del fundamento reza: Nihil est sine ratione. Se traduce: nada es
sin fundamento. Cabe transcribir lo que la proposición enuncia de la forma
siguiente: todo, es decir, toda suerte de cosas que, de algún modo, sean, tiene un
fundamento. Omne ens habet rationem. Aquello que cada vez es efectivamente
real tiene un fundamento de su realidad efectiva. Aquello que cada vez es posible
tiene un fundamento de su posibilidad. Aquello que cada vez es necesario tiene
un fundamento de su necesidad. Nada es sin fundamento.
En todo lo que nos rodea, nos importa y nos sale al encuentro, vamos
mirando a la busca de fundamentos. Requerimos que se indique el fundamento de
nuestros enunciados. Nos empeñamos en pedir la fundamentación de cada
comportamiento. A menudo nos contentamos con los fundamentos más cercanos;
a veces, indagamos en pos de fundamentos más distantes; finalmente, nos
atrevemos a acercarnos a los fundamentos primeros y preguntamos por el
fundamento último. En todo fundamentar y sondear estamos ya en camino hacia
un fundamento. Lo que enuncia la proposición del fundamento es para nosotros,
pues, cosa corriente y, por corriente, también de inmediato clara. A ello se debe
igualmente que lo que la proposición del fundamento dice no esté, por de pronto,
establecido propiamente como proposición, y menos todavía promulgado como
ley.
Nihil sine ratione, nada sin fundamento; así reza la fórmula, cuya
enunciación apenas si es necesaria, relativa a una opinión que da la pauta y a la
198
cual nos confiamos por doquier cuando nos hacemos idea de algo. No obstante,
en la historia del pensamiento occidental, que comienza en el siglo VI antes de
Cristo, hicieron falta dos mil trescientos años para que la representación familiar
«nada sin fundamento» fuera establecida propiamente como proposición,
conocida como ley, reconocida en todo su alcance, y llevada a sabiendas a
validez ilimitada. Durante todo este tiempo, la proposición del fundamento ha
estado, por así decir, aletargada. Hasta la fecha, apenas hemos reflexionado
todavía sobre este extraño hecho, sin haber llegado siquiera a preguntarnos a qué
pueda obedecer que la breve proposición haya necesitado un tiempo de
incubación de tan inaudita longitud. Pues sólo en el siglo XVII ha reconocido
Leibniz la representación - corriente desde hace tantísimo tiempo - de que nada
hay sin fundamento como una proposición que da la pauta, y la ha expuesto
como proposición del fundamento. ¿Acaso iba a venir a comparecencia algo
único en su género, y grande, a través de la proposición del fundamento, tan
universal como breve? ¿No será que en el extraordinariamente largo tiempo de
incubación se preparaba también un extraordinario despertar a una vigilia alerta
que ya no permite el sueño, y menos aún una incubación, un sueño en el templo?
1. El fundamento que hay que volver a dar, ¿de qué es fundamento en cada caso?
199
2. ¿Por qué hay que volver a dar el fundamento, es decir proporcionarlo de
propio
200
corrección. El juicio no es ninguna verdad. El juicio es una verdad sólo cuando
se indica el fundamento de la conexión, cuando se suministra la ratio, cuando se
dan cuentas. Tal suministro necesita de un sitio donde la cuenta se deposite, de
una instancia ante la cual se den cuentas.
201
de la cuenta, la perfección, garantiza que todo acto de representar pueda, siempre
y en todo lugar, confiar en el objeto y contar con él.
202
fundamental se hace, en la historia acontecida de la humanidad, tanto más
poderoso cuanto mayor es el carácter omnímodo con que la proposición del
fundamento determina a todo representar y a todo comportamiento; cuanto más
evidente y, en consecuencia, más inadvertida se vuelve esta determinación. En
eso estamos hoy.
203
«La era atómica puede pues convertirse en una era llena de
esperanzas, floreciente y feliz, una era en la cual viviremos
gracias a los átomos. ¡Depende de nosotros!»
204
la renta, el consumo, el status social y la cultura de masas se
diferencian de los valores circunscritos por la propiedad agraria, la
manufactura y la pequeña propiedad industrial. En este sentido, el
tono fundamental de la cultura americana cambió por completo
bajo la influencia de la tecnología en gran escala. Pues es la
máquina misma la que apartó de la máquina a obreros, empleados y
profesionales libres americanos, desplazando sus intereses y
energías de la producción de bienes a la ganancia de dinero para
poder comprar los bienes y disfrutar de ellos.»
Por eso, preguntamos de nuevo: qué significa que una era de la historia
mundial esté marcada por la energía atómica y por su puesta en libertad? No
significa otra cosa que esto: la era atómica está dominada por la prevalencia de la
interpelación-y-exigencia, que amenaza con avasallarnos a través del principio
del fundamento suficiente que hay que emplazar. [201]
205
Todo eso nos lo dice Goethe, de la forma más bella, en los dos últimos
versos de uno de sus poemas tardíos (Estaciones del año y horas del día de
China y Alemania, X):
206
corriente al hombre actual, del modo más rápido, más completo, menos ambiguo
y más provechoso posible, sobre la manera en que sus necesidades, los fondos
que éstas necesitan y la cobertura de éstos quedan emplazados con seguridad. De
acuerdo con ello, la representación del lenguaje humano como instrumento de
información se impone cada vez más. Pues la determinación del lenguaje como
información proporciona en primer lugar, y ante todo, el fundamento suficiente
para la construcción de máquinas de pensar, y para la edificación de grandes
centros de cálculo. En la medida, sin embargo, en que la información in-forma,
es decir: «da noticias», al mismo tiempo «forma», es decir: impone y dispone. La
información, en cuanto «dar noticia de», es ya también la imposición que pone al
hombre, a todos los objetos y a todos los recursos, de una forma que basta para
asegurar el dominio del hombre sobre la totalidad de la tierra, e incluso fuera de
este planeta.
207
proposición, la partícula «es» pasa desapercibida, como algo que se entiende de
suyo. ¿Por qué habríamos de prestar oídos al «es»? La proposición fundamental
del fundamento dice: todos y cada uno de los entes tienen un fundamento. La
proposición es un enunciado sobre el ente. Sólo que únicamente tenemos
experiencia del ente en cuanto ente cuando prestamos atención al hecho de que él
es, y a cómo es. Por eso, para escuchar propiamente la proposición sobre el ente,
hemos de dirigir nuestra atención al hecho de que, en la proposición «nada es sin
fundamento», es la palabra «es» la que da el tono que a todo lo acuerda. Si
estamos a la escucha, es decir, si nos entregamos libremente a aquello que
propiamente habla en la proposición, entonces, de súbito, la proposición suena de
otra manera. Ya no es: nada es sin fundamento, sino: nada es sin fundamento.
La partícula «es», dicha en cada caso en referencia al ente, nombra el ser del
ente. Mientras que ahora es el «es» - a saber, el «ser» - lo que indica el tono de la
proposición, consonante con el «es», viene al mismo tiempo el fundamento: nada
es sin fundamento. Ser y fundamento suenan, ahora, al unísono. En ese son viene
a sonar que ser y fundamento se copertenecen de consuno < tienen su pertenencia
mutua dentro de Uno >. La proposición del fundamento, que de aquí en adelante
suena de manera diferente, dice ahora: al ser le pertenece el fundamento. La
proposición del fundamento ya no habla como proposición fundamental suprema
de todo representar referido al ente, ya no dice que toda cosa tiene un
fundamento. La proposición del fundamento habla ahora como una palabra
acerca del ser. La palabra es una respuesta a la pregunta: ¿qué significa, pues,
ser? Respuesta: ser significa fundamento. Con todo, la proposición del
fundamento, [205] en cuanto palabra acerca del ser, ya no puede querer decir: ser
tiene un fundamento. Si comprendiésemos la palabra acerca del ser en ese
sentido, entonces nos representaríamos al ser como un ente. Sólo él tiene un
fundamento y, además, necesariamente. El es sólo en cuanto fundado. El ser, sin
embargo, por el hecho de ser él mismo el fundamento, queda sin fundamento. En
la medida en que el ser, siendo él mismo el fundamento, funda, deja en cada caso
que el ente sea un ente.
208
del fundamento, entendida como proposición fundamental del fundamento
suficiente que hay que emplazar, es verdadera sólo porque en ella habla una
palabra acerca del ser, una palabra que dice: ser y fundamento: lo mismo.
Según lo afirmado más arriba, esta palabra acerca del ser debe dar una
respuesta, a saber, la respuesta a la pregunta: ¿qué significa ser? Pero si se nos
dice: ser significa fundamento, ¿acaso es eso una respuesta? Pues en vez de
recibir con esto una respuesta, nos vemos arrojados de nuevo a una pregunta.
Pues al punto preguntamos: ¿qué significa entonces fundamento? A esta pregunta
no podemos responder, ahora, más que diciendo: fundamento significa ser. Ser
significa fundamento y fundamento significa ser: aquí todo gira en círculo. Nos
asalta un vértigo. El pensar se despeña, desconcertado, porque no sabemos muy
bien ni lo que quiere decir «ser» ni lo que quiere decir «fundamento». Aun dando
por supuesto que la palabra acerca del ser en cuanto fundamento responda a la
pregunta por el sentido del ser, esta respuesta sigue cerrándonos, por de pronto,
sus puertas. Nos falta la llave para abrirlas, a fin de tener así, a través de ellas, un
acceso que lleve la mirada a lo que dice la palabra acerca del ser. Ahora bien,
[206] ya la mera búsqueda de la llave que falta es, por sí sola, una tarea difícil y
de largo aliento. Por eso, en esta conferencia elegiremos un camino distinto para
llegar a abrir, quizás, una contrapuerta al menos. Compañía para este camino
podría proporcionarnos el poeta cuyos versos circunscriben aquel representar que
está bajo la prevalencia de la proposición fundamental del fundamento suficiente
que hay que emplazar.
La palabra acerca del ser como fundamento dice: el ser siendo él mismo
fundamento - queda sin fundamento; es decir, ahora, sin porqué. Si intentamos
209
pensar el ser como fundamento, tenemos que dar entonces un paso atrás que nos
haga retroceder más acá de la pregunta: ¿por qué?
La palabra «fundamento», <y «fondo» > apunta a algo que yace más
hondamente; por ejemplo, el fondo del mar, el fondo del valle, el fondo del
corazón. Cf. Goethe, Sonetos, «Poderoso asombro»:
Pero, qué quiere decir propiamente «porque» < «en tanto» > (weil)? Es
la abreviatura de «mientras que» (dieweilen). Un antiguo adagio reza:
210
caliente), durante ese tiempo. Weilen < «demorar» > significa: perdurar, estarse
quedo, contenerse y retenerse, a saber: en la queda quietud. Goethe dice, en un
bello verso:
211
hacer es: plegarnos al prevalecer que la proposición fundamental tiene, respecto a
todo representar. Pero no nos está permitido dejar de hacer lo otro: meditar lo
grandemente poderoso de la palabra acerca del ser. [209]
Mientras esto sea así, aun hoy mismo se desoirá, de la forma más
común y obstinada, en medio del ruido, la exhortación que habla a través de la
proposición del fundamento.
Las palabras de Goethe son una seña. Las señas siguen siéndolo sólo si
[210] el pensar no las reinterpreta como enunciados definidos, dándose así por
212
satisfecho. Las señas sólo lo serán mientras el pensar siga su indicación,
meditando en pos de ellas. Así llega el pensar a un camino que conduce a aquello
que, en la tradición de nuestro pensar, se muestra ya de antiguo, al mismo tiempo
que se vela como lo digno de ser pensado.
A esto digno de ser pensado pertenece el simple «estado < actual > de
cosas» (Sachverhalt), que tal vez ha llegado ahora a sernos más cercano. Lo
nombramos cuando decimos: ser viene experienciado como fundamento. El
fundamento viene señalado como ratio, como un dar cuentas.
213
EL FINAL DE LA FILOSOFÍA
Preguntamos:
214
El fundamento -según la impronta de la presencia- tiene su carácter
fundante como causa óntica de lo real, posibilidad trascendental de la objetividad
de los objetos, mediación dialéctica del movimiento del espíritu absoluto, del
proceso histórico de producción, como voluntad de poder creadora de valores.
215
Tendremos una idea muy limitada de ellas, si es que tan sólo esperamos un
desarrollo de nuevas filosofías al antiguo estilo. Olvidamos que, ya en la época
de la filosofía griega, apareció un rasgo determinante de la Filosofía: la
formación de ciencias dentro del horizonte que la Filosofía abría. La formación
de las ciencias significa, al mismo tiempo, su emancipación de la Filosofía y el
establecimiento de su autosuficiencia. Este suceso pertenece al acabamiento de la
Filosofía. Su desarrollo está hoy en pleno auge en todos los ámbitos del ente.
Parece la pura y simple desintegración de la Filosofía, cuando es, en realidad,
justamente su acabamiento.
No hace falta ser profeta para saber que las ciencias que se van
estableciendo, estarán dentro de poco determinadas y dirigidas por la nueva
ciencia fundamental, que se llama Cibernética.
Ésta corresponde al destino del hombre como ser activo y social, pues es
la teoría para dirigir la posible planificación y organización del trabajo humano.
La Cibernética transforma el lenguaje en un intercambio de noticias. Las Artes se
convierten en instrumentos de información manipulados y manipuladores.
Las ciencias interpretarán según las reglas de las ciencias -es decir,
técnicamente- todo lo que todavía recuerde, en su construcción, su origen a partir
de la Filosofía. Entiende las categorías -de las que depende cada ciencia, para la
división y delimitación de su campo de objetos-, instrumentalmente, como
hipótesis de trabajo. Su verdad no se medirá sólo por el efecto que produzca al
216
ser aplicada dentro del progreso de la investigación: la verdad científica se
equiparará a la eficacia de estos efectos.
Ahora, las ciencias asumen como tarea propia lo que -a trechos y de una
forma insuficiente- intentó la Filosofía en el transcurso de su historia: exponer las
Ontologías de las correspondientes regiones del ente (naturaleza, historia,
derecho, arte). Su interés se dirige hacia la teoría de los conceptos estructurales,
siempre necesarios para el campo de objetos subordinado a ellos. «Teoría»
significa ahora: suposición de las categorías, a las que sólo se atribuye una
función cibernética, negándoles, sin embargo, todo sentido ontológico; llegar a
dominar el carácter operacional y modélico del pensar representante-calculador.
Mientras tanto, las ciencias hablan cada vez más del Ser del ente, al
suponer necesariamente su campo categorial. Sólo que no lo dicen. Pueden negar
su origen filosófico, pero no eliminarlo: en la cientificidad de las ciencias consta
siempre su partida de nacimiento en la Filosofía.
217
y precisamente por él, y que se le ha escapado constante y progresivamente en lo
sucesivo?
¿Qué clase de tarea del pensar es esa que -según parece implica la
afirmación de que la Filosofía no ha estado a la altura de la «cosa» del
pensamiento, habiéndose convertido, por consiguiente, en una historia de la mera
caída?
El supuesto pensar es inferior, sobre todo, porque su tarea tiene tan sólo
un carácter preparatorio, no fundante. Se contenta con despertar una disposición
humana a una posibilidad, cuyo contorno sigue siendo oscuro y su llegada
incierta.
218
En el horizonte de la Filosofía, preguntar por la tarea del pensar
significa: determinar aquello que concierne al pensar, lo que todavía es
cuestionable para él, el motivo de controversia. Esto es lo que significa, en
alemán, la palabra «Sache». Se refiere a aquello con lo que tiene que habérselas
el pensar en el caso presente; en lenguaje platónico: tò pr_gma aétñ (cfr. la carta
séptima, 341 c. 7).
219
lugar en la dialéctica especulativa, y el movimiento del pensamiento, el método,
es justamente la «cosa misma». La llamada «a la cosa misma» exige el método
de la Filosofía adecuado a la cosa.
220
por así decirlo] en la intuición [ha de] tomarse sencillamente como lo que se
da, pero también sólo dentro de los limites en los que ahí se da.
Los dos métodos son de lo más diferente que pueda pensarse. Pero la
«cosa» en cuanto tal, que deberían exponer, es la misma, aunque se la aborde de
distinta forma.
Pero ¿de qué nos sirve comprobar todo esto, para el intento de poner
ante los ojos la tarea del pensare No nos ayudará nada, mientras nos demos por
satisfechos con una simple explicación de la llamada. Se trata de preguntar qué
es lo que queda por pensar en la llamada «a la cosa misma». A1 hacerlo así,
podemos darnos cuenta de que, precisamente allí, donde la Filosofía llevó a su
«cosa» a saber absoluto y evidencia definitivamente válida, algo se esconde, que
ya no puede ser «cosa» de la Filosofía el pensarlo.
221
Sin embargo, ¿qué es lo que queda por pensar en la «cosa» de la
Filosofía, como también en su método? La dialéctica especulativa es una de las
formas en que la «cosa» de la Filosofía -desde sí y para sí misma- aparece,
haciéndose así presente. Este aparecer tiene lugar, necesariamente, en una
claridad [Helle]. Lo que aparece sólo puede mostrarse, aparecer, a través de ella.
Por su parte, la claridad se basa en lo abierto y libre, que puede alumbrar aquí y
allá, en uno u otro momento. La claridad juega en lo abierto y lucha allí con lo
oscuro. Dondequiera que algo presente sale al encuentro de otro o permanece tan
sólo frente a frente -e incluso donde, como Hegel, uno se refleja
especulativamente en el otro-, allí reina ya la apertura, un espacio libre está en
juego. Y sólo esta apertura le permite también a la marcha del pensamiento
especulativo pasar a través de lo que piensa.
222
ellos mismos son la doctrina». Esto quiere decir: el fenómeno mismo nos coloca
ante la tarea de aprender de él preguntándole, es decir, de dejarnos decir algo.
223
sabía ya Platón. Pero tampoco hay luz y claro sin la Lichtung, incluso lo oscuro
lo necesita, porque ¿cómo podríamos entrar en la oscuridad y errar a través de
ella? No obstante, la Lichtung imperante en el Ser y la presencia sigue sin
pensarse en la Filosofía, aun cuando se hablase de ella en sus comienzos.
[... pero tú tienes que conocer todo: _tanto del no-ocultamiento, del bien
redondeado corazón que no tiembla _como de la opinión de los
mortales, a la que falta el poder confiar en lo no oculto.]
224
sin una experiencia previa de la _Al®yeia como Lichtung. Porque ¿de dónde le
viene la obligatoriedad a la determinación platónica de la presencia como _dea,
¿con respecto a qué está obligada la interpretación aristotélica de lo presente
como €n¡rgeia?
Estando así las cosas, no podemos tampoco juzgar que la Filosofía haya
descuidado, que haya echado a perder algo, adoleciendo, por tanto, de una
carencia esencial: referirse a lo impensado en la Filosofía no es criticarla. De ser
ahora necesaria una crítica, debería entonces recaer sobre el intento cada vez más
apremiante desde Ser y tiempo- de preguntar, al final de la Filosofía, por una
posible tarea del pensar. Ya es hora de preguntar: ¿por qué no se traduce aquí
_Al®yeia con su nombre corriente, con la palabra «verdad». La respuesta será:
Puesta ésta -igual que Ser y pensar- sólo puede ser lo que es en el
elemento de la Lichtung. La evidencia y la certeza en todos sus niveles,
cualquier clase de verificación de la veritas, se mueven ya con ella en el ámbito
de la Lichtung imperante.
225
¿O es más, por permitir ser a la verdad como adaequatio y certitudo, y al no
poder darse la presencia y el hacerse presente fuera del ámbito de la Lichtung?
En cualquier caso, está claro que la pregunta por la _Al®yeia, por el no-
ocultamiento en cuanto tal, no es la pregunta por la verdad. Por eso, no era
adecuado para la «cosa» e inducía a error, el llamar a la _Al®yeia, en el sentido
de Lichtung, verdad[i]. El hablar de la «verdad del Ser» tiene en la Ciencia de la
Lógica su legítimo sentido, ya que verdad significa aquí la certeza del saber
absoluto. Pero Hegel, como tampoco Husserl y toda metafísica, no pregunta por
el Ser en tanto que Ser, es decir, no se plantea la pregunta: ¿en qué medida puede
darse la presencia como tal? Sólo se da si impera la Lichtung. Es cierto que se la
nombra con la _Al®yeia, el no-ocultamiento, pero no se la piensa como tal.
226
presente y a la presentación que se hace de lo presente? ¿Y qué otra cosa
significa sino que continúan sin tenerse en cuenta la presencia como tal, y con
ella, todavía más, la Lichtung que la hace posible? Sólo se conoce y piensa lo
que posibilita la _Al®yeia como Lichtung, no lo que es ella en cuanto tal.
De ser así, habríamos llegado, tan sólo con estas preguntas, a un camino
hacia la tarea del pensar al final de la Filosofía.
Pero ¿no es todo esto mística sin fundamento, inclusive mala mitología,
o en todo caso, un irracionalismo funesto, la negación de la Ratio?
227
de ese pensar, no sólo queda involucrado en la pregunta ese mismo pensar, sino
también la pregunta que cuestiona por él. Frente a toda la tradición de la
Filosofía, esto significa:
Martin Heidegger
228
EL RECUERDO QUE SE INTERNA[i]
EN[ii] LA METAFÍSICA
Martin Heidegger
El recuerdo que se interna en la historia del ser piensa la historia como el advenir
cada vez lejano de un dirimir [Austrag] de la esencia de la verdad,[iii] esencia en
la que acaece[iv] inicialmente el ser mismo. El recuerdo que se interna ayuda al
pensar rememorante [Andenken] de la verdad del ser en cuanto hace pensar en
qué sentido la esencia de la verdad es al mismo tiempo la verdad de la esencia.
Ser y verdad se pertenecen mutuamente, así como, mutuamente superpuestos,
pertenecen ambos a un aún oculto sobreponerse en un inicio cuya despejante
inicialidad resta por venir.[v]
229
dependencia del hombre de poderes y fuerzas,[xi] providencias y tareas, la
esencia del hombre está involucrada [eingelassen] en la verdad del ser. Por eso
permanece largo tiempo dejado fuera [ausgelassen] de su esencia, precisamente
en cuanto está involucrado en el alzamiento del producir dentro del ámbito de
despejamiento del ser en el sentido de la objetivación[xii] incondicionada[xiii].
El ser deja que surjan en cada caso poderes, pero también los deja hundir, junto
con sus impotencias, en lo inesencial.[xiv]
A veces el ser tiene necesidad del ser humano, y sin embargo nunca es
dependiente de la humanidad existente. Ésta, en cuanto histórica, en cuanto sabe
y preserva el ente en cuanto tal, está ciertamente en referencia al ser; no obstante,
el confiar la esencia humana al ser mismo no siempre es acaecida por parte de
éste[xvi] como la garantía por la cual una humanidad puede tener como propio el
derecho de participar en el acaecimiento apropiante de la verdad del ser. En un
tiempo tal, de la reivindicación del ser surge en ocasiones el intento de una
respuesta en la que una humanidad tiene que sacrificar[xvii] a algunos aislados
que, habiendo sido interpelados, recuerdan internándose en el ser y piensan por
lo tanto su historia desde lo ya sido [vom Gewesenen her].
230
problemas.
231
interno de un pensador en el hecho de que aún no está enterado de algo que le es
extraño y que otros, posteriores, asumirán como verdad después de él, y a veces
sólo por mediación suya.
232
aparentemente al ente el aparecer del ser.
233
la entidad es sobre todo el rechazo inicial de una fundación esencial de la verdad
del ser y la cesión al ente de la preeminencia en la caracterización esencial del
ser.
El ente es. Su ser contiene la verdad de que es. Que el ente es[xxii] le da
al ente el privilegio de lo incuestionado, a partir de lo cual se eleva la pregunta
acerca de qué es el ente. El qué-es es así, desde el ente, el primer ser que se
interroga. En ello se manifiesta que el ser mismo sólo se entrega a la
determinación en la forma de la entidad, para, por medio de esta determinidad
misma, llevar a la esencia sólo el ente en cuanto tal. Frente al qué-es (_d¡a) sólo
entonces se distingue de forma expresa el que-es. La distinción, que se vuelve
corriente en la metafisica con el nombre de diferencia de essentia y existentia
[xxiii] pero que apenas resulta visible en sus propias transformaciones, se funda a
su vez en la auténtica e inicial distinción, infundada y al mismo tiempo oculta,
del ser frente al ente.
234
humano para fundar su verdad en el ente, el hombre queda incluido en la historia
del ser, pero en cada caso sólo respecto del modo en que, a partir de la referencia
del ser a él y de acuerdo con ella, asume, pierde, pasa por alto, libera, profundiza
o dilapida su esencia.
Martin Heidegger
235
[iv] Recoge en sí el presenciar y el dejar presenciar, lo recoge sobre sí como el
«se da» [Es gibt] (Tiempo y ser).
[vi] Dejar presenciar (fæsiw _l®yeia [pero ésta no como «verdad» en sentido
corriente).
236
[xx] (Pensar: decir que corresponde [Entsagen] al acaecimiento apropiante.)
[xxvi] Cfr. Der Satz vom Grund, 1957 [hay tr. cast. de E Duque y J. Pérez de
Tudela, La proposición del fundamento, Serbal, Barcelona, 1991].
[xxvii] Respecto del «despejamiento», cfr. Die Bestimmung der Sache des
Denkens [La determinación del pensar], 1964-1965._La ‹l®yeia, pensada en su
impensado como el despejamiento del cobijar que se oculta en el sentido del
acaecimiento apropiante, no tiene nada que ver con «verdad»._¿Pero por qué
llega el ‹l®y¡w a la pertenencia al lñgow, a la oryñthw?_¿Equívoco empleo de la
palabra «verdad» para el despejamiento y avistado en el «ahí» del ser-ahí (Ser y
Tiempo)?
[xxix] Época.
237
CONSTRUIR, HABITAR, PENSAR
MARTIN HEIDEGGER
Nos preguntamos:
Al habitar llegamos, así parece, solamente por medio del construir.
Éste, el construir, tiene a aquél, el habitar, como meta. Sin embargo, no todas las
construcciones son moradas. Un puente y el edificio de un aeropuerto; un estadio
y una central energética; una estación y una autopista; el muro de contención de
una presa y la nave de un mercado son construcciones pero no viviendas. Sin
embargo, las construcciones mencionadas están en la región de nuestro habitar.
Ésta va más allá de esas construcciones; por otro lado, sin embargo, no se limita
a la vivienda. Para el camionero la autopista es su casa, pero no tiene allí su
alojamiento; para una obrera de una fábrica de hilados, ésta es su casa, pero no
tiene allí su vivienda; el ingeniero que dirige una central energética está allí en
casa, sin embargo no habita allí. Estas construcciones albergan al hombre. Él
mora en ellas, y sin embargo no habita en ellas, si habitar significa únicamente
tener alojamiento. En la actual falta de viviendas, tener donde alojarse es
ciertamente algo tranquilizador y reconfortante; las construcciones destinadas a
servir de vivienda proporcionan ciertamente alojamiento; hoy en día pueden
incluso tener una buena distribución, facilitar la vida práctica, tener precios
asequibles, estar abiertas al aire, la luz y el sol; pero: ¿albergan ya en sí la
garantía de que acontezca un habitar? Por otra parte, sin embargo, aquellas
construcciones que no son viviendas no dejan de estar determinadas a partir del
habitar en la medida en que sirven al habitar de los hombres. Así pues, el habitar
238
sería en cada caso el fin que preside todo construir. Habitar y construir están el
uno con respecto al otro en la relación de fin a medio. Ahora bien, mientras
únicamente pensemos esto estamos tomando el habitar y el construir como dos
actividades separadas, y en esto estamos representando algo que es correcto. Sin
embargo, al mismo tiempo, con el esquema medio-fin estamos desfigurando las
relaciones esenciales. Porque construir no es sólo medio y camino para el habitar,
el construir es en sí mismo ya el habitar. ¿Quién nos dice esto? ¿Quién es que
puede darnos una medida con la cual podamos medir de un cabo al otro la
esencia de habitar y construir? La exhortación sobre la esencia de una cosa nos
viene del lenguaje, en el supuesto de que prestemos atención a la esencia de éste.
Sin embargo, mientras tanto, por el orbe de la tierra corre una carrera
desenfrenada de escritos y de emisiones de lo hablado. El hombre se comporta
como si fuera él el forjador y el dueño del lenguaje, cuando en realidad es éste el
que es y ha sido siempre el señor del hombre. Tal vez, más que cualquier otra
cosa, la inversión, llevada a cabo por el hombre, de esta relación de dominio es
lo que empuja a la esencia de aquél a lo no hogareño. El hecho de que nos
preocupemos por la corrección en el hablar está bien, sin embargo no sirve para
nada mientras el lenguaje siga sirviendo únicamente como un medio para
expresarnos. De entre todas las exhortaciones que nosotros, los humanos,
podemos traer, desde nosotros, al hablar, el lenguaje es la suprema y la que, en
todas partes, es la primera.
239
habito tú habitas. El modo como tú eres, yo soy, la manera según la cual los
hombres somos en la tierra es el Buan, el habitar. Ser hombre significa: estar en
la tierra como mortal, significa: habitar. La antigua palabra bauen significa que
el hombre es en la medida en que habita; la palabra bauen significa al mismo
tiempo abrigar y cuidar; así, cultivar (construir) un campo de labor (einen Acker
bauen), cultivar (construir) una viña. Este construir sólo cobija el crecimiento
que, desde sí, hace madurar sus frutos. Construir, en el sentido de abrigar y
cuidar, no es ningún producir. La construcción de buques y de templos, en
cambio, produce en cierto modo ella misma su obra. El construir (Bauen) aquí, a
diferencia del cuidar, es un erigir. Los dos modos del construir -construir como
cuidar, en latín collere, cultura; y construir como levantar edificios, aedificare-
están incluidos en el propio construir. habitar. El construir como el habitar, es
decir, estar en la tierra, para la experiencia cotidiana del ser humano es desde
siempre, como lo dice tan bellamente la lengua, lo «habitual». De ahí que se
retire detrás de las múltiples maneras en las que se cumplimenta el habitar, detrás
de las actividades del cuidar y edificar. Luego estas actividades reivindican el
nombre de construir y con él la cosa que este nombre designa. El sentido propio
del construir, a saber, el habitar, cae en el olvido.
240
3.° El construir como habitar se despliega en el construir que cuida, es
decir, que cuida el crecimiento... y en el construir que levanta
edificios.
241
el paso de una a otra, la luz y el crepúsculo del día, oscuridad y claridad de la
noche, lo hospitalario y lo inhóspito del tiempo que hace, el paso de las nubes y
el azul profundo del éter. Cuando decimos cielo, estamos pensando con él los
otros Tres, pero no estamos considerando la simplicidad de los Cuatro.
Los divinos son los mensajeros de la divinidad que nos hacen señas.
Desde el sagrado prevalecer de aquélla aparece el Dios en su presente o se retira
en su velamiento. Cuando nombramos a los divinos, estamos pensando en los
otros Tres, pero no estamos considerando la simplicidad de los Cuatro.
Los mortales son los hombres. Se llaman mortales porque pueden morir.
Morir significa ser capaz de la muerte como muerte. Sólo el hombre muere, y
además de un modo permanente, mientras está en la tierra, bajo el cielo, ante los
divinos. Cuando nombramos a los mortales, estamos pensando en los otros Tres
pero no estamos considerando la simplicidad de los Cuatro.
242
absoluto poner como meta la muerte en tanto que nada vacía; tampoco quiere
decir ensombrecer el habitar con una mirada ciega dirigida fijamente al fin.
Pero el residir cabe las cosas no es algo que esté simplemente añadido
como un quinto elemento al carácter cuádruple del cui_dar del que hemos
hablado; al contrario: el residir cabe las cosas es la única manera como se lleva a
cabo cada vez de un modo unitario la cuádruple residencia en la Cuaternidad. El
habitar cuida la Cuaternidad llevando la esencia de ésta a las cosas. Ahora bien,
las cosas mismas albergan la Cuaternidad sólo cuando ellas mismas, en tanto
que cosas, son dejadas en su esencia. ¿Cómo ocurre esto? De esta manera: los
mortales abrigan y cuidan las cosas que cre_cen, erigen propiamente las cosas
que no crecen. El cuidar y el erigir es el construir en el sentido estricto. El
habitar, en la medida en que guarda (en verdad) a la Cuaternidad en las cosas, es,
en tanto que este guardar (en verdad), un construir. Con ello se nos ha puesto en
camino de la segunda pregunta:
II
243
orillas tampoco discurren a lo largo de la corriente como franjas fronterizas
indiferentes de la tierra firme. El puente, con las orillas, lleva a la corriente las
dos extensiones de paisaje que se encuentran detrás de estas orillas. Lleva la
corriente, las orillas y la tierra a una vecindad recíproca. El puente coliga la tierra
como paisaje en torno a la corriente. De este modo conduce a ésta por las vegas.
Los pilares del puente, que descansan en el lecho del río, aguantan el impulso de
los arcos que dejan seguir su camino a las aguas de la corriente. Tanto si las
aguas avanzan tranquilas y alegres, como si las lluvias del cielo, en las tormentas,
o en el deshielo, se precipitan en olas furiosas contra los arcos, el puente está
preparado para los tiempos del cie_lo y la esencia tornadiza de éstos. Incluso allí
donde el puente cubre el río, él mantiene la corriente dirigida al cielo,
recibiéndola por unos momentos en el vano de sus arcos y soltándola de nuevo.
El puente coliga según su manera cabe sí tierra y cielo, los divinos y los
mortales.
244
puente, ante todo y en su ser propio, es sin más un puente. Y que luego, de un
modo ocasional, podrá expresar además distintas cosas. Como tal expresión, se
dice, se convierte en símbolo, en ejemplo de todo lo que antes se ha nombrado.
Pero el puente, si es un auténtico puente, no es nunca primero puente sin más y
luego un símbolo. Y del mismo modo tampoco es de antemano sólo un símbolo
en el sentido de que exprese algo que, tomado de un modo estricto, no pertenece
a él. Si tomamos el puente en sentido estricto, aquél no se muestra nunca como
expresión. El puente es una cosa y sólo esto. ¿Sólo? En tanto que esta cosa,
coliga la Cuaternidad.
Las cosas que son lugares de este modo, y sólo ellas, otorgan cada vez
espacios. Lo que esta palabra «Raum» (espacio) nombra lo dice su viejo
significado: raum, rum quiere decir lugar franqueado para población y
campamento.
245
esencia). Para esto está el concepto: õrismñw, es decir, frontera. Espacio es
esencialmente lo aviado (aquello a lo que se ha hecho espacio), lo que se ha
dejado entrar en sus fronteras. Lo espaciado es cada vez otorgado. y de este
modo ensamblado es decir, coligado por medio de un lugar, es decir, por una
cosa del tipo del puente. De ahí que los espacios reciban su esencia desde
lugares y no desde «el» espacio.
A las cosas que, como lugares, otorgan plaza las llamaremos ahora,
anticipando lo que diremos luego, construcciones. Se llaman así porque están
pro-ducidas por el construir que erige. Pero qué tipo de producir tiene que ser
este construir es algo que experienciaremos sólo si primero consideramos la
esencia de aquellas cosas que, desde sí mismas, exigen para su producción el
construir como pro-ducir. Estas cosas son lugares que otorgan plaza a la
Cuaternidad, una plaza que avía siempre un espacio. En la esencia de estas cosas
como lugares está el respecto de lugar y espacio, pero está también la referencia
del espacio al hombre que reside cabe el lugar. Por esto vamos a intentar ahora
aclarar la esencia de estas cosas que lamamos construcciones considerando
brevemente lo que Sigue.
246
saber, puede ser abstraído a relaciones analítico-algebraicas. Lo que éstas avían
es la posibilidad de la construcción puramente matemática de pluralidades con
todas las dimensiones que se quieran. A esto que las matemáticas han aviado
podemos llamarlo «el» espacio. Pero «el» espacio en este sentido no contiene
espacios ni plazas. En él no encontraremos nunca lugares, es decir, cosas del tipo
de un puente. Ocurre más bien lo contrario: en los espacios que han sido aviados
por los lugares está siempre el espacio como espacio intermedio, y en éste, a su
vez, el espacio como pura extensión. Spatium y extensio dan siempre la
posibilidad de espaciar cosas y de medir (de un cabo al otro) estas cosas según
distancias, según trechos, según direcciones, y de calcular estas medidas. Sin
embargo, en ningún caso estos números-medida y sus dimensiones, por el solo
hecho de que se puedan aplicar de un modo general a todo lo extenso, son ya el
fundamento de la esencia de los espacios y lugares que son medibles con la
ayuda de las Matemáticas. Hasta qué punto la Física moderna ha sido obligada
por la cosa misma a representar el medio espacial del espacio cósmico como
unidad de campo que está determinada por el cuerpo como centro dinámico, es
algo que no puede ser dilucidado aquí.
Los espacios que nosotros estamos atravesando todos los días están
aviados por los lugares; la esencia de éstos tiene su fundamento en cosas del tipo
de las construcciones. Si prestamos atención a estas referencias entre lugares y
espacios, entre espacios y espacio, obtendremos un punto de apoyo para
considerar la relación entre hombre y espacio.
247
conciencia. Incluso puede que desde aquí estemos más cerca de aquel puente y
de aquello que él avía que aquellos que lo usan todos los días como algo
indiferente para pasar el río. Los espacios y con ellos «el» espacio están ya
siempre aviados a la residencia de los mortales. Los espacios se abren por el
hecho de que se los deja entrar en el habitar de los hombres. Los mortales son;
esto quiere decir: habitando aguantan espacios sobre el fundamento de su
residencia cabe cosas y lugares. Y sólo porque los mortales, conforme a su
esencia, aguantan espacios, pueden atravesar espacios. Sin embargo, al andar no
abandonamos aquel estar (del aguantar). Más bien estamos yendo por espa_cios
de un modo tal que, al hacerlo, ya los aguantamos residiendo siempre cabe
lugares y cosas cercanas y lejanas. Cuando me dirijo a la salida de la sala, estoy
ya en esta salida, y no podría ir allí si yo no fuera de tal forma que ya estuviera
allí. Yo nunca estoy solamente aquí como este cuerpo encapsulado, sino que
estoy allí, es decir, aguantando ya el espacio, y sólo así puedo atravesarlo.
El respecto del hombre con los lugares y, a través de los lugares, con
espacios descansa en el habitar. El modo de habérselas de hombre y espacio no
es otra cosa que el habitar pensado de un modo esencial.
248
de este tipo son viviendas, pero no moradas en el sentido estricto.
Así que intentamos pensar desde el dejar habitar la esencia del construir
que erige, experienciamos de un modo más claro dónde descansa aquel pro-ducir
como una actividad cuyos rendimientos tienen como consecuencia un resultado,
la construcción terminada. Se puede representar el pro-ducir así: uno aprehende
algo correcto y, no obstante, no acierta nunca con su esencia, que es un traer que
pone delante. En efecto, el construir trae la Cuaternidad llevándola a una cosa, el
puente, y pone la cosa delante como un lugar llevándolo a lo ya presente, que
ahora, y no antes, está aviado por este lugar.
249
arte ni oficio manual sino: dejar que algo, como esto o aquello, de este modo o de
este otro, aparezca en lo presente. Los griegos piensan la t¡xnh, el pro-ducir,
desde el dejar aparecer. La t¡xnh que hay que pensar así se oculta desde hace
mucho tiempo en lo tectónico de la arquitectura. Últimamente se oculta aún, y de
un modo más decisivo, en lo tectónico de la técnica de los motores. Pero la
esencia del pro-ducir que construye no se puede pensar de un modo suficiente a
partir del arte de construir ni de la ingeniería ni de una mera copulación de
ambas. El pro-ducir que construye tampoco estaría determinado de un modo
adecuado si quisiéramos pensarlo en el sentido de la t¡xnh griega originaria sólo
como un dejar aparecer que trae algo pro-ducido como algo presente en lo ya
presente.
Pero el habitar es el rasgo fundamental del ser según el cual son los
mortales. Tal vez este intento de meditar en pos del habitar y el construir puede
arrojar un poco más de luz sobre el hecho de que el construir pertenece al habitar
y sobre todo sobre el modo como de él recibe su esencia. Se habría ganado
bastante si habitar y construir entraran en lo que es digno de ser preguntado y de
este modo quedaran como algo que es digno de ser pensado.
250
Sin embargo, el hecho de que el pensar mismo, en el mismo sentido que
el construir, pero de otra manera, pertenezca al habi_tar es algo de lo que el
camino del pensar intentado aquí puede dar testimonio.
Pero ¿de qué otro modo pueden los mortales corresponder a esta exhortación si
no es intentando por su parte, desde ellos mis_mos, llevar el habitar a la plenitud
de su esencia? Llevarán a cabo esto cuando construyan desde el habitar y piensen
para el habitar.
251
¿QUÉ QUIERE DECIR PENSAR?
Martin Heidegger
Pero el hombre pasa por ser aquel ser que puede pensar. Y pasa por esto
a justo título. Porque el hombre es el ser viviente racional. Pero la razón, la ratio,
se despliega en el pensar. Como ser viviente racional, el hombre tiene que poder
pensar cuando quiera. Pero tal vez el hombre quiere pensar y no puede. En última
instancia, con este querer pensar el hombre quiere demasiado y por ello puede
demasiado poco.
252
consideración, entonces se le dispensa conmemoración. Salimos a su encuentro
llevándole la conmemoración, porque, como exhortación de nuestra esencia, nos
gusta.
Para poder llegar a este pensar, tenemos, por nuestra parte, que aprender
el pensar. ¿Qué es aprender? El hombre aprende en la medida en que su hacer y
dejar de hacer los hace corresponder con aquello que, en cada momento, le es
exhortado en lo esencial. A pensar aprendemos cuando atendemos a aquello que
da que pensar.
Y sin embargo... es posible que hasta nuestros días, y desde hace siglos,
el hombre haya estado actuando demasiado y pensando demasiado poco.
Pero cómo puede hoy sostener alguien que todavía no pensamos si por
todas partes está vivo el interés por la Filosofía, y es cada vez más activo, de tal
modo que todo el mundo quiere saber qué pasa con la Filosofía.
Los filósofos son los pensadores. Se llaman así porque el pensar tiene
lugar de un modo preferente en la Filosofía. Nadie negará que en nuestros días
hay un interés por la Filosofía. Sin embargo, ¿existe hoy todavía algo por lo que
253
el hombre no se interese, no se interese, queremos decir, del modo como el
hombre de hoy entiende la palabra «interesarse»?
254
humano, por medio de unas medidas adecuadas que se aplicaran al ser humano.
255
los que se vale, no puede pensar nunca; pensar, según el modo de los pensadores.
El hecho de que la ciencia no pueda pensar no es una carencia sino una ventaja.
Esta ventaja le asegura a la ciencia la posibilidad de introducirse en cada zona de
objetos según el modo de la investigación y de instalarse en aquélla. La ciencia
no piensa. Para el modo habitual de representarse las cosas, ésta es una
proposición chocante. Dejemos a la proposición su carácter chocante, aun cuando
le siga esta proposición: que la ciencia, como todo hacer y dejar de hacer del
hombre, está encomendada al pensar. Ahora bien, la relación entre la ciencia y el
pensar sólo es auténtica y fructífera si el abismo que hay entre las ciencias y el
pensar se hace visible, y además como un abismo sobre el que no se puede tender
ningún puente. Desde las ciencias al pensar no hay puente alguno sino sólo el
salto. El lugar al que éste nos lleva no es sólo el otro lado sino una localidad
completamente distinta. Lo que se abre con ella no se deja nunca demostrar, si
demostrar significa esto: deducir proposiciones sobre un estado de cosas desde
presupuestos adecuados y por medio de una cadena de conclusiones. Aquel que a
lo que sólo se manifiesta en tanto que aparece desde sí ocultándose al mismo
tiempo, aquel que esto sólo lo quiere demostrar y sólo lo quiere ver demostrado,
éste en modo alguno juzgará según un módulo superior y riguroso de saber. Sólo
calcula con un módulo, y además con un módulo inadecuado. Porque a lo que
sólo da noticia de sí mismo apareciendo en su autoocultamiento, a esto sólo
podemos corresponder señalándolo y, con ello, encomendándonos nosotros
mismos a dejar aparecer lo que se muestra en su propio estado de
desocultamiento. Este simple señalar es un rasgo fundamental del pensar, el
camino hacia lo que, desde siempre y para siempre, da que pensar al hombre.
Demostrar, es decir, deducir de presupuestos adecuados, se puede demostrar
todo. Pero señalar, franquear el advenimiento por medio de una indicación, es
algo que sólo puede hacerse con pocas cosas y con estas pocas cosas además
raras veces.
256
que lo alcance y le afecte. A lo que nos afecta de lo real nos gusta considerarlo
como lo que constituye la realidad de lo real. Pero precisamente la afección que
tiene lugar por obra de lo real puede encerrar al hombre aislándolo de lo que le
concierne, que le concierne de un modo ciertamente enigmático: el de
concernirle escapándosele al retirarse. La retirada, el retirarse de lo que está por-
pensar, podría, por esto, como acaecimiento propio, ser ahora más presente que
todo lo actual.
Pero si nosotros, como aquellos que han sido atraídos así, estamos en la
línea que nos lleva a... aquello que tira de nosotros, entonces nuestra esencia está
ya marcada por éste «en la línea que lleva a...». Como los que están marcados
así, nosotros mismos señalamos a lo que se retira. Nosotros sólo somos nosotros
mismos y sólo somos los que somos señalando lo que se retira. Este señalar es
nuestra esencia. Somos mostrando lo que se retira. En tanto que el que muestra
en esta dirección, el hombre es el que muestra. Y no es que el hombre sea
primero hombre y luego, además, y tal vez de un modo ocasional, sea uno que
muestra, sino que: arrastrado a lo que se retira, en la línea que lleva hacia éste y,
con ello, mostrando en dirección a la retirada, es ante todo como el hombre es
hombre. Su esencia descansa en ser uno que muestra.
Sin embargo, como este signo señala hacia algo que se retira, este
señalar no puede interpretar de un modo inmediato lo que se retira. De este modo
este signo queda sin interpretación.
257
hemos perdido la lengua en lo extraño.
Los esbozos del himno, junto con títulos como «La serpiente», «La
ninfa», «El signo», llevan también el título de «Mnemosyne». Esta palabra griega
la podemos traducir a esta palabra alemana nuestra: Gedächtnis (memoria).
Nuestra lengua dice: das Gedächtnis. Pero dice también: die Erkenritnis (el
conocimiento), dice die Befugnis (la autorización) y, de nuevo, das Begräbnis
(el entierro), das Geschehnis (el acontecimiento). Kant, en su lenguaje, dice
tanto die Erkentnis (en femenino) como das Erkentnis (en neutro), y a menudo
un término está muy cerca del otro. De ahí que nosotros, sin violentar la palabra,
en correspondencia con el femenino griego podamos traducir Mnhmosænh por:
die Gedächtnis, «la memoria».
258
«Un signo somos nosotros, sin interpretación...»
Sócrates y Alcibíades
259
y los sabios se inclinan a menudo, al fin, hacia lo bello.»
Sin embargo, al oír este verso, pasamos por alto con excesiva
facilidad las palabras que propiamente dicen, y por tanto las palabras que llevan
el peso del mismo. Las palabras que dicen son los verbos. Oiremos lo verbal de
este modo si de una manera inhabitual en relación con el modo al que tenemos
habituado nuestro oído, acentuamos de otra forma:
De este modo sólo nos queda una cosa, a saber, esperar hasta que lo que
está por-pensar nos dirija su exhortación. Pero esperar no significa aquí en modo
alguno que de momento pospongamos el pensar. Esperar significa aquí estar al
acecho -y esto en el seno de lo ya pensado- de lo no pensado que todavía se
oculta en lo ya pensado. Con una espera así, pensando, estamos ya andando por
el camino que lleva a lo por-pensar. En este caminar podríamos extraviarnos. Sin
embargo seguiría siendo un caminar orientado sólo a responder a aquello que hay
que tomar en consideración.
Pero ¿en qué vamos a conocer aquello que, antes que ninguna otra
260
cosa, está dando que pensar al hombre desde siempre? ¿Cómo se nos puede
mostrar lo preocupante? Se dijo: lo preocupante, en un tiempo como el nuestro,
que da que pensar, se muestra en que todavía no pensamos, todavía no pensamos
correspondiendo propiamente a lo preocupante (lo que más da que pensar). Hasta
ahora no hemos entrado en la esencia propia del pensar para habitar allí. En este
sentido todavía no estamos pensando propiamente. Pero esto dice precisamente
lo siguiente: nosotros ya pensamos, sin embargo, a pesar de toda la Lógica,
todavía no estamos familiarizados con el elemento en el que el pensar
propiamente piensa. Por esto todavía no sabemos de un modo suficiente en qué
elemento se mueve ya el pensar hasta ahora vigente en la medida en que es un
pensar. Hasta hoy el rasgo fundamental del pensar ha sido la percepción. A la
facultad de percibir se la llama la razón.
taétòn dƒ€stÜ noe_n te kaÜ oìneken _sti nñhma._oé gŒr _neu toè €ñntow, €n
Ïi pefatism¡non €stin,_eêr®seiw tò noe_n
261
significa aquí para los griegos, y luego para todo el pensar occidental hasta este
momento: ser del ente? La respuesta a esta pregunta, hasta ahora no planteada -
por demasiado simple-, es: ser del ente quiere decir: presencia de lo presente. La
respuesta es un salto a la oscuridad.
La Filosofía procede como si aquí, por ningún lado, no hubiera nada que
preguntar.
262
de la historia, está enviado de antemano, y lo está gobernando todo lo que
acontece.
Ser quiere decir estar presente. Este rasgo fundamental del ser, que se
dice pronto, el estar presente, se hace sin embargo misterioso en el momento en
que despertamos y consideramos adónde aquello que nosotros llamamos
presencia remite nuestro pensar.
263
LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA
Martin Heidegger
264
que se ha elaborado y se ha usado, pertenecen las necesidades y los fines a los
que sirven. El todo de estos dispositivos es la técnica, ella misma es una
instalación, dicho en latín: un instrumentum.
¿Quién negaría que esto es correcto? Está claro que se rige por aquello
que se tiene ante los ojos cuando se habla de la técnica. La definición
instrumental de la técnica es incluso correcta de un modo tan inquietante, que
además es aplicable a la técnica moderna, de la que normalmente se afirma, con
una cierta razón, que, frente a la técnica artesanal de antes, es algo
completamente distinto y por tanto nuevo. También la central energética, con sus
turbinas y sus generadores, es un medio fabricado por hombres para un fin puesto
por hombres. También el avión a reacción y la máquina de alta frecuencia son
medios para fines. Por supuesto que una estación de radar es menos sencilla que
una veleta. Por supuesto que la fabricación de una máquina de alta frecuencia
necesita del juego combinado de distintos procesos de trabajo de la producción
técnico-industrial. Por supuesto que una serrería, en un valle perdido de la Selva
Negra, es un medio primitivo en comparación con una central hidroeléctrica del
Rin.
Ahora bien, supuesto que la técnica no es un mero medio, ¿qué pasa con
la voluntad de dominarla? Pero dijimos que la definición instrumental de la
técnica es correcta. Ciertamente. Lo correcto constata cada vez algo que es lo
adecuado en lo que está delante. Sin embargo, para ser correcta, la constatación
no necesita en absoluto desvelar en su esencia lo que está delante. Sólo allí donde
se da este desvelar acaece de un modo propio lo verdadero. De ahí que lo
meramente correcto no sea todavía lo verdadero. Sólo esto nos lleva a una
relación libre con aquello que, desde su esencia, nos concierne. En consecuencia,
la correcta definición instrumental de la técnica, que es correcta, no nos muestra
todavía la esencia de ésta. Para llegar a esta esencia, o por lo menos a su
265
cercanía, tenemos que buscar lo verdadero a través de lo correcto. Tenemos que
preguntar: ¿qué es lo instrumental mismo? ¿A qué pertenece una cosa así en
tanto que un medio y un fin? Un medio es aquello por lo que algo es efectuado, y
de este modo alcanzado. A lo que tiene como consecuencia un efecto lo
llamamos causa. Sin embargo, causa no es solamente aquello por medio de lo
cual es efectuado algo distinto. También el fin según el cual se determina el
modo de los medios vale como causa. Donde se persiguen fines, se emplean
medios; donde domina lo instrumental, allí prevalece la condición de causa, la
causalidad.
266
«causalidad» no tiene absolutamente nada que ver con el actuar (obrar) y el
efectuar. A lo que nosotros llamamos causa, los romanos causa, lo llamaron los
griegos aàtion, aquello que es responsable de algo. Las cuatro causas son los
cuatro modos -modos que se pertenecen unos a otros- del ser responsable. Un
ejemplo puede dilucidar esto.
Pero responsable de ello es sobre todo una tercera cosa. Es aquello que
de antemano recluye a la copa en la región de la consagración y de la dádiva. Por
medio de esto la copa se ve cercada como utensilio sacrificial. Lo que cerca da
fin a la cosa. Con este dar fin no se acaba la cosa, sino que es desde éste como
empieza la cosa como aquello que será después de la producción. Lo que, en este
sentido, da fin a algo. Lo que acaba algo, lo que lo completa se dice en griego
t¡low, algo que, con excesiva frecuencia, se traduce, y de este modo se
malinterpreta, como «meta» y «finalidad». El t¡low es responsable de aquello de
lo que la materia y el aspecto del utensilio sacrificial son corresponsables.
267
como entran en juego.
Ahora bien, ¿dónde tiene lugar el juego conjunto de los cuatro modos
del ocasionar? Dejan llegar a lo todavía no presente a la presencia. En
consecuencia prevalece sobre ellos de un modo unitario un traer que trae a lo
presente al aparecer. Lo que es este traer lo dice Platón en una proposición del
Simposion (205 b): _ g‹r toi €k toè m® ÷ntow eÛw tò ön _ñti õtÄ oèn a_tÛa
p_s‹ €sti poáhsiw.
268
avanza a presencia es poÛhsiw, pro-ducir, traer-ahí-delante.»
Los modos del ocasionar, las cuatro causas, juegan pues dentro de los
límites del traer-ahí-delante. Es a través de éste como viene siempre a su aparecer
tanto lo crecido de la Naturaleza como lo fabricado de la artesanía y de las artes.
Pero ¿cómo acontece el traer-ahí-delante, ya sea en la Naturaleza, ya sea en el
oficio o en el arte? ¿Qué es el traer-ahí-delante en el que juega el cuádruple modo
del ocasionar. El ocasionar concierne a la presencia de aquello que viene siempre
a aparecer en el traer-ahí-delante. El traer-ahí-delante trae (algo) del estado de
ocultamiento al estado de desocultamiento poniéndolo delante. El traer-ahí-
delante acaece de un modo propio sólo en tanto que lo ocultado viene a lo
desocupado. Este venir descansa y vibra en lo que llamamos salir de lo oculto.
Los griegos tienen para esto la palabra _l®yeia. Los romanos la tradujeron por
veritas. Nosotros decimos «verdad», y habitualmente la entendemos como
corrección del representar.
269
distinta para la esencia de la técnica. Es la región del desocultamiento, es decir,
de la verdad.
Esta perspectiva nos extraña. Y tiene que ser así, tiene que ser así
durante tanto tiempo y de un modo tan acuciante, que al fin tomemos por una vez
en serio la sencilla pregunta sobre qué es lo que dice el nombre «técnica». La
palabra procede de la lengua griega.Texnikñn quiere decir algo que es de tal
modo que pertenece a la t¡xne En vistas al significado de esta palabra tenemos
que prestar atención a dos cosas. En primer lugar t¡xne no sólo es el nombre para
el hacer y el saber hacer del obrero manual sino también para el arte, en el
sentido elevado, y para las bellas artes. La t¡xne pertenece al traer-ahí-delante, a
la poÛhsiw; es algo poiético.
270
En contra de esta determinación de la región esencial de la técnica se
puede objetar que, si bien es válida para el pensar griego y es adecuada, en el
mejor de los casos, para la técnica del obrero manual, sin embargo no lo es para
la moderna técnica de las máquinas que producen energía. Y es precisamente esta
técnica, sólo ella, lo inquietante, lo que nos mueve a preguntarnos por «la»
técnica. Se dice que la técnica moderna es incomparablemente distinta de toda
técnica anterior, porque descansa en las ciencias exactas modernas. Luego se ha
visto más claro que también lo contrario es válido: la física moderna, como física
experimental, está encomendada a los aparatos técnicos y al progreso de la
construcción de aparatos. La constatación de esta relación recíproca entre técnica
y física es correcta. Pero no pasa de ser una mera constatación histórica de
hechos, sin que diga nada sobre aquello en lo que se fundamenta esta relación
recíproca. La pregunta decisiva sigue siendo, no obstante: ¿de qué esencia es la
técnica moderna que puede caer en la utilización de las ciencias exactas?
Con todo, el hacer salir lo oculto que domina por completo la técnica
moderna, no se despliega ahora en un traer_ahí_delante en el sentido de la
poÛhsiw. El hacer salir lo oculto que prevalece en la técnica moderna es una
provocación que pone ante la Naturaleza la exigencia de suministrar energía que
como tal pueda ser extraída y almacenada. Pero ¿no es esto válido también para
el antiguo molino de viento? No. Sus aspas se mueven al viento, quedan
confiadas de un modo inmediato al soplar de éste. Pero el molino de viento no
alumbra energías del aire en movimiento para almacenarlas.
271
ser desatada para la destrucción o para la utilización pacífica.
272
parte, esta misma dirección viene asegurada por doquier. La dirección y el
aseguramiento son incluso los rasgos fundamentales del salir a la luz que
provoca.
273
algo de lo que el hombre disponga. El hecho de que desde Platón lo real y
efectivo se muestre a la luz de las ideas no es algo hecho por Platón. El pensador
se ha limitado a corresponder a una exhortación dirigida a él.
274
acecho de la Naturaleza como una zona de su representar, está ya bajo la
apelación de un modo del hacer salir de lo oculto que lo provoca a abordar a la
Naturaleza como un objeto de investigación, hasta que incluso el objeto
desaparece en la no-objetualidad de las existencias.
275
de lo visible sensible. Aspecto, _d¡a significa y es también lo que constituye la
esencia de lo audible, tocable, sentible, de todo aquello que, de un modo u otro,
es accesible. Frente a lo que Platón le exige a la lengua y al pensar en este caso y
en otros, el uso que nos hemos atrevido a hacer ahora de la palabra Gestell para
designar la esencia de la técnica moderna, es casi inofensivo. Con todo, el uso
lingüístico exigido ahora sigue siendo algo excesivo, sujeto a malentendidos.
276
como una trama de fuerzas calculable. Por esto la física de la época moderna no
es física experimental porque emplee aparatos para preguntar a la Naturaleza,
sino al contrario: como la física -y ello porque es ya pura teoría- emplaza a la
Naturaleza a presentarse como una trama de fuerzas calculable de antemano, por
esto se solicita el experimento, a saber, para preguntar si se anuncia, y cómo se
anuncia, la Naturaleza a la que se ha emplazado de este modo.
277
prevalece en ella, es lo más temprano.
278
La estructura de emplazamiento es lo coligante de aquel emplazar que
emplaza al hombre a hacer salir de lo oculto lo real y efectivo en el modo del
solicitar como existencias. En tanto que provocado de este modo, el hombre está
en la región esencial de la estructura de emplazamiento. No puede de ninguna
manera asumir a posteriori una relación con ella. Por esto, la pregunta sobre
cómo llegaremos a una relación con la esencia de la técnica viene, en esta forma,
siempre demasiado tarde. Pero nunca demasiado tarde llega la pregunta sobre si
nosotros nos experienciamos de un modo propio como aquellos cuyo hacer y
dejar de hacer, ya sea de un modo manifiesto o escondido, está provocado en
todas partes por la estructura de emplazamiento. Sobre todo nunca llega
demasiado tarde la pregunta sobre si nosotros nos prestamos, y cómo nos
prestamos, a aquello en lo que esencia la estructura de emplazamiento misma.
279
La libertad administra lo libre en el sentido de lo despejado, es decir, de
lo que ha salido de lo oculto. El acontecimiento del hacer salir lo oculto, es decir,
de la verdad, es aquello con lo que la libertad está emparentada de un modo más
cercano e íntimo. Todo hacer salir lo oculto pertenece a un albergar y a un
ocultar. Pero ocultado está, y siempre está ocultándose, lo que libera, el misterio.
Todo hacer salir lo oculto viene de lo libre, va a lo libre y lleva a lo libre. La
libertad de lo libre no consiste ni en la desvinculación propia de la arbitrariedad
ni en la vinculación debida a meras leyes. La libertad es lo que oculta
despejando, y en su despejamiento ondea aquel velo que vela lo esenciante de
toda verdad y hace aparecer el velo como lo que vela. La libertad es la región del
sino, que pone siempre en camino un desocultamiento.
Sea cual sea el modo como prevalece el sino del hacer salir lo oculto, el
280
estado de desocultamiento en el que se muestra cada vez todo lo que es, alberga
el peligro de que el hombre se equivoque con lo no oculto y lo malinterprete. De
este modo, cuando todo lo presente se presenta a la luz de la conexión causa-
efecto, incluso Dios puede perder, para el representar, toda su sacralidad y altura,
lo misterioso de su lejanía. A la luz de la causalidad, Dios puede descender al
nivel de una causa, haciéndose la causa efficiens. Entonces, incluso dentro de los
límites de la teología, se convierte en el Dios de los filósofos, es decir, de
aquellos que determinan lo no oculto y lo oculto según la causalidad del hacer,
sin pararse ahí nunca a considerar el provenir esencial de esta causalidad.
281
hombre en su relación consigo mismo y con todo lo que es. Como sino, remite
esta relación al hacer salir lo oculto según el modo del solicitar. Donde éste
domina, ahuyenta toda otra posibilidad del hacer salir lo oculto. La estructura de
emplazamiento oculta sobre todo aquel hacer salir lo oculto que, en el sentido de
la poÛhsiw, hace venir-delante, deja aparecer a lo presente. En comparación con
esto, el emplazar que provoca empuja hacia un respecto que está dirigido en el
sentido opuesto a aquello que es. Donde prevalece la estructura de
emplazamiento, la dirección y el aseguramiento de las existencias marcan con su
impronta todo hacer salir lo oculto. Llegan a hacer incluso que su propio rasgo
fundamental, a saber, este hacer salir lo oculto, no aparezca ya como tal.
282
está amenazado de sucumbir, cogerlo en el momento justo antes de que sucumba,
para asegurarlo en la persistencia que ha tenido hasta ahora. Pero «salvar» dice
más. «Salvar» es: ir a buscar algo y conducirlo a su esencia, con el fin de que así,
por primera vez, pueda llevar a esta esencia a su resplandecer propio. Si la
esencia de la técnica, la estructura de emplazamiento, es el peligro extremo y si,
al mismo tiempo, las palabras de Hölderlin dicen verdad, entonces, el dominio de
la estructura de emplazamiento no puede agotarse sólo en la deformación de todo
lucir, de todo salir lo oculto, en la deformación de todo resplandecer de la verdad.
En este caso lo que tiene que ocurrir más bien es que precisamente la esencia de
la técnica sea lo que albergue en sí el crecimiento de lo que salva. Pero, ¿no
podría ser entonces que una mirada suficiente, fijada en lo que es la estructura de
emplazamiento, en tanto que sino del salir de lo oculto, hiciera resplandecer en su
emerger a lo que salva?
¿En qué medida allí donde hay peligro crece también lo que salva?
Donde algo crece, allí tiene echadas las raíces, y desde allí prospera. Ambas
cosas acontecen de un modo oculto y callado y a su tiempo. Pero según las
palabras del poeta, no podemos esperar precisamente que allí donde hay peligro
podamos echar mano de lo que salva de un modo inmediato y sin preparación
previa. Por eso, lo primero que tenemos que hacer ahora es considerar en qué
medida, en lo que es el peligro extremo, en qué medida, en el prevalecer de la
estructura de emplazamiento lo que salva tiene sus raíces, sus raíces más
profundas además, y prospera desde ellas. Para considerar esto es necesario que,
en un último paso de nuestro camino, miremos con visión aún más clara al
peligro. En consecuencia tenemos que preguntarnos una vez más por la técnica.
Porque, según lo dicho, lo que salva echa sus raíces y prospera en la esencia de
ésta.
283
(estructura de emplazamiento), no mienta ahora ningún aparato, ningún tipo de
maquinaria. Menos aún mienta el concepto general de tales existencias. Las
máquinas y los aparatos no son casos y tipos de la estructura de emplazamiento,
del mismo modo como tampoco lo son el hombre junto al cuadro de mandos o el
ingeniero en la oficina de la construcción. Todo esto, como parte integrante,
como existencias, como solicitante, pertenece sin duda, cada cosa a su manera, a
la estructura de emplazamiento, pero ésta no es nunca la esencia de la técnica en
el sentido de un género. La estructura de emplazamiento es un modo destinal del
hacer salir lo oculto, a saber, lo que provoca. Otro modo destinal como éste es el
hacer salir lo oculto que trae-ahí-delante, la poÛhsiw. Pero estos modos no son
tipos que ordenados uno al lado de otro, caigan bajo el concepto del hacer salir lo
oculto. El hacer salir lo oculto es aquel sino que siempre, súbitamente y de un
modo inexplicable para todo pensar, se reparte en el traer-ahí-delante y hacer
salir lo oculto que provoca y que asigna como parte al hombre. El hacer salir lo
oculto que provoca tiene su provenir destinal en el traer-ahí-delante. Pero al
mismo tiempo, de un modo destinal, la estructura de emplazamiento desfigura la
poÛhsiw.
284
En ella se muestra aquello que está hecho al modo de la casa. Cada una
de las casas, las casas reales y posibles, son, en cambio, modificaciones
cambiantes y perecederas de la «idea», y pertenecen por tanto a lo que no dura.
Todo lo que esencia dura. Pero ¿lo que dura es sólo lo que perdura?
¿Dura la esencia de la técnica en el sentido del perdurar de una idea que planee
por encima de todo lo técnico, de tal modo que a partir de ahí surja la apariencia
de que el nombre «la técnica» mienta algo abstracto místico? El modo como la
técnica esencia sólo se puede descubrir mirando aquel perdurar en el que acaece
de un modo propio la estructura de emplazamiento como un sino del hacer salir
lo oculto. Goethe usa en una ocasión (Las afinidades electivas, II parte, cap. 10,
en el relato «Los extraños hijos del vecino») en lugar de «fortwähren»
(«perdurar») la misteriosa palabra «fortgewähren» («perotorgar»). Su oído oye
aquí «währen» («durar») y «gewähren» (otorgar) en un acorde inexpresado.
Ahora bien, si consideramos de un modo más reflexivo que como lo hemos
hecho hasta ahora lo que propiamente dura y, tal vez, lo único que dura, entonces
podremos decir: sólo lo otorgado (das Gewährte) dura. Lo que dura de un modo
inicial desde lo temprano es lo que otorga.
285
luz que es la que necesita (y usa) el acaecimiento propio del desocultamiento. En
tanto que necesitado (y usado) de este modo, el hombre está asignado como
propio al acaecimiento propio de la verdad. Lo otorgante, lo que destina de este o
de aquel modo al hacer salir lo oculto es, como tal, lo que salva. Porque este que
salva hace que el hombre mire e ingrese en la suprema dignidad de su esencia.
Ella reside en esto: cobijar sobre esta tierra el estado de desocultamiento -y con
él, antes que nada, el estado de ocultamiento- de toda esencia. Precisamente en la
estructura de emplazamiento que amenaza con arrastrar al hombre al solicitar
como presunto modo único del hacer salir lo oculto y que de esta manera empuja
al hombre al peligro de abandonar su esencia libre, precisamente en este extremo
peligro viene a comparecer la más íntima, indestructible pertenencia del hombre
a lo que otorga, siempre que nosotros, por nuestra parte, empecemos a atender a
la esencia de la técnica.
De ahí que todo esté en que nos pongamos a pensar el emerger y en que,
rememorándolo, lo cobijemos. ¿Cómo acontece esto? Antes que nada
descubriendo con la mirada lo esenciante de la técnica en vez de limitarnos sólo a
mirar fijamente lo técnico. Mientras representemos la técnica como un
instrumento, seguiremos pendientes de la voluntad de adueñarnos de ella.
Pasamos de largo de la esencia de la técnica.
286
de un modo propicio en lo otorgante que -hasta ahora de un modo no
experienciado, pero en el futuro quizás de un modo más experienciado- hace
durar al hombre en el ser puesto en uso para el acaecer de verdad de la esencia de
la verdad. De este modo viene a comparecer el emerger de lo que salva.
287
Antes se llamaba t¡xne también al traer lo verdadero ahí delante en lo
bello. t¡xne se llamaba también a la poÛhsiw de las bellas artes.
nos dice:
288
Como la esencia de la técnica no es nada técnico, la meditación esencial
sobre la técnica y la confrontación decisiva con ella tienen que acontecer en una
región que, por una parte, esté emparentada con la esencia de la técnica y, por
otra, no obstante, sea fundamentalmente distinta de ella.
Esta región es el arte. Aunque, sin duda, sólo cuando, por su parte, la
meditación sobre el arte no se cierre a la constelación de la verdad por la que
nosotros preguntamos.
Cuanto más nos acerquemos al peligro, con mayor claridad empezarán a lucir los
caminos que llevan a lo que salva, más intenso será nuestro preguntar. Porque el
preguntar es la piedad del pensar.
289
LENGUAJE TRADICIONAL Y
LENGUAJE TÉCNICO[1] (1962)
Martin Heidegger
Advertencia preliminar:
Los asuntos que subyacen en este tema tienen tantos aspectos, que en esta
conferencia no vamos a poder decir mucho. Por lo demás, la conferencia sólo puede
tener la finalidad de convertirse en motivo para una discusión. Y ésta, a su vez, no
tiene por fin informar e instruir, sino enseñar, es decir, dejar aprender. El enseñar es
más difícil que el aprender. Quien de verdad enseña, sólo aventaja a sus discípulos
en que tiene que aprender aún mucho más que ellos, es decir, tiene que aprender a
dejar aprender. (Aprender: el poner nuestras acciones y omisiones en
correspondencia con aquello que se nos dice en lo que respecta a lo esencial.)
Cuando decimos “la escuela”, nos estamos refiriendo aquí a todo el sistema
educativo, desde la escuela primaria hasta la universidad. Ésta última es quizá hoy la
escuela más anquilosada, más retrasada en su estructura. Su nombre “Universidad”
290
es algo que sólo se arrastra ya fantasmalmente como una pseudodenominación.
Correspondientemente, también la denominación de “escuela profesional” queda por
detrás y a la zaga de aquello a lo que el trabajo de ese tipo de escuela se refiere en la
época industrial. También puede dudarse de si los nombres de escuela, de formación
profesional, de formación general, o simplemente de formación, atinan todavía con
aquello a que ha dado lugar la época de la técnica. Pero se podría replicar: ¿Qué
importan los nombres? De lo que se trata es de aquello a que esos nombres se
refieren. Ciertamente. Pero, ¿cómo podría ser ello, si resultase que para nosotros ni
hay cosa, ni relación suficiente con la cosa, sin un lenguaje que le corresponda, y si,
a la inversa, tampoco hubiera auténtico lenguaje sin una correcta relación con la
cosa? Incluso en los casos en que damos con lo inexpresable, podemos decir que
sólo lo hay en cuanto que la significatividad del lenguaje nos lleva a, y nos pone en,
los propios límites del lenguaje. También este límite es algo lingüístico y encierra en
sí la relación de la palabra con la cosa.
291
El árbol inútil
Dschuang_Dsï respondió así: “¿No habéis visto nunca una marta, esperando
con encogido cuerpo a que algo pase, salta de una viga a otra y no teme dar grandes
saltos hasta que cae en una trampa o queda cogida en un lazo? Pero también existe el
yack. Es grande como una nube de tormenta; se le ve poderoso, pero ciertamente no
puede cazar ratones. Tenéis un gran árbol y os lamentáis de que no sirva para nada.
¿Por qué no lo replantáis en un erial o en un gran campo vacío? Podríais pasear a su
vera como descanso o dormir ociosamente bajo sus ramas. El hacha no le daría
prematuramente fin y nadie le causaría daño.
Que algo no valga para nada: ¿por qué habría uno de preocuparse de ello?”
Dos textos similares se encuentran con algunas variantes en otro pasaje del escrito
“El verdadero libro del país de las flores del sur”. Ambos nos brindan la misma idea:
no hay que preocuparse por lo inútil. En virtud de su inutilidad viene a cobrar algo
de intocable y duradero. Por eso es un error aplicar a lo inútil el criterio de la
utilidad. Lo inútil, por no poderse hacer nada con ello, tiene su propia grandeza y
poder determinante. Inútil de esta forma es el sentido de las cosas.
Así pues, si intentamos una meditación sobre las cosas y asuntos a que nos
referimos con los nombres de “técnica”, “lenguaje” y “tradición”, e incluso nos
atrevemos a ello, tal intento no puede tener directamente el sentido de esa clase de
consideraciones que son habituales en un curso de didáctica, y que tienen por fin
contribuir a organizar la práctica de la enseñanza.[No tendrá esa clase de utilidad,
será pues inútil MJR]. Y sin embargo, el penetrar en lo inútil puede abrirnos una
perspectiva, puede abrirnos un círculo de visión que determine de forma constante y
en todos sitios las consideraciones de tipo pedagógico_práctico, aun cuando no
reparemos en ello, ni sea esa nuestra principal preocupación.
292
La tentativa que ahora emprendemos de una meditación acerca de lo que son la
“técnica”, el “lenguaje” y la “tradición”, cada uno de por sí, y tomados en conexión,
parece tener de entrada el aspecto de una determinación más exacta de los
correspondientes conceptos. Sólo que la meditación y reconsideración exigen más, a
saber: exigen operar por vía de repensarlas una transmutación de las ideas que
habitualmente nos hacemos de las mencionadas cosas. Esta transformación de
nuestro pensamiento no sucede con miras a una “filosofía” particular, ni para
embutir nada en ella. Resulta del esfuerzo de corresponder, tanto en nuestro
pensamiento como al emplear palabras básicas tales como “técnica”, “lenguaje” y
“tradición”, a aquello que hoy es. Pero en una única conferencia se puede discutir
muy poco, se puede poner muy poco en su sitio, aunque eso poco quizá sí quepa
seleccionarlo de forma apropiada. El procedimiento va a ser sencillo. Comentaremos
primero las ideas habituales que tenemos de técnica, lenguaje y tradición. Nos
preguntaremos después en qué medida estas ideas bastan a aquello que hoy es.
Finalmente, trataremos de obtener de esas discusiones una idea acerca de lo que el
extraño título de la conferencia quiere decir. Pues manifiestamente, el título se
refiere a una cierta contraposición de dos formas de lenguaje. Y enseguida hay que
preguntarse de qué tipo de contraposición se trata, en qué dominio opera, cómo
concierne a nuestra existencia.
La técnica
293
La primera consiste en el tránsito desde la técnica artesanal y la manufactura a una
técnica de máquinas caracterizadas por la automoción. La segunda revolución
técnica podemos verla en la aparición y en el irresistible avance de la mayor
“automación” posible, cuyo rasgo básico viene determinado por la técnica de los
reguladores y de la regulación o control, por la cibernética. A qué se refiere en
ambos casos el nombre de técnica, no es algo que esté claro sin más. Técnica puede
significar: el conjunto de las máquinas y aparatos de que disponemos, sólo como
objetos existentes y disponibles o como objetos en funcionamiento. Técnica puede
querer decir: la fabricación de esos objetos, a la cual fabricación anteceden el
proyecto y el cálculo. Técnica puede querer decir también: la copertenencia de lo
que acabamos de enumerar junto con los hombres y grupos humanos que trabajan en
la construcción, producción, montaje, utilización y vigilancia de todo el complejo de
máquinas y aparatos. Sin embargo, qué sea la técnica así descrita con trazos tan
gruesos, es algo que no obtenemos sin más de estas indicaciones. Pero (al menos
con cierta aproximación) quedará amojonado el campo de que hablamos si ahora
intentamos en una secuencia de cinco tesis fijar las ideas que hoy resultan
determinantes acerca de la técnica moderna.
(2) La técnica moderna, en tanto que tal instrumento, consiste en una aplicación
práctica de la moderna ciencia de la naturaleza.
294
(5) La técnica moderna, en tanto que instrumento humano tal como la hemos
caracterizado, exige que también quede bajo control humano, que el hombre quede a
su altura y pueda dominarla como con algo producido por él.
Nadie puede discutir la corrección de estas tesis sobre la técnica moderna. Pues
cada uno de estos enunciados puede confirmarse recurriendo a hechos. Pero sí cabe
preguntarse si tal corrección acierta con lo más propio de la técnica moderna, es
decir, con aquello que la define y determina de antemano y de parte a parte. Lo
propio de la técnica moderna, y no otra cosa es lo que andamos buscando, habrá de
permitirnos reconocer en qué medida (es decir, si y cómo) guardan relación entre sí
lo que esas cinco tesis enuncian.
Ciertamente, en las tesis aducidas muéstrase ya a la mirada atenta que las ideas
corrientes acerca de la técnica moderna se agavillan en torno a un rasgo básico. Ese
rasgo puede caracterizarse apelando a dos momentos que se remiten el uno al otro:
295
de técnica permite abarcar y enjuiciar de forma unitaria y de un modo convincente la
historia de la técnica considerándola en el conjunto de su evolución. Y conforme a
esto, desde la perspectiva de la idea antropológico_instrumental de la técnica se
puede afirmar con un cierto derecho que entre el hacha de piedra y el producto más
reciente de la técnica, el “telstar”, no se da en el fondo ninguna diferencia esencial.
Ambos son instrumentos, medios fabricados para determinados fines. El que el
hacha de piedra sea un utensilio primitivo y el “telstar” un aparato altamente
complejo y sofisticado, significa, ciertamente, una considerable diferencia gradual,
pero ello nada cambia en su carácter instrumental, es decir, en su carácter técnico. El
primero, el hacha de piedra, sirve para cortar y para desbastar cuerpos menos duros
que encontramos en la naturaleza. El segundo, el satélite televisivo, sirve como
punto de conexión para un intercambio transatlántico directo de programas de
televisión. Sin embargo, no faltará quién se apresure a decir que la considerable
diferencia entre ambos instrumentos apenas permite ya seguir comparando ambos
instrumentos entre sí, a no ser que nos contentemos con decir que ambos coinciden
en su carácter instrumental, concebido éste en términos sumamente generales y
vacíos. Pero con ello se está admitiendo que el carácter de lo instrumental no basta
para determinar lo propio de la técnica moderna y de sus productos. No obstante lo
cual, la idea antropológico_instrumental de técnica resulta tan fácil de entender y,
por eso mismo, tan tenaz, que la innegable diversidad de ambos instrumentos se la
explica apelando al formidable progreso de la técnica moderna. Pero la idea
antropológico_instrumental de técnica no sólo resulta dominante porque sea la que
empiece imponiéndosenos como obvia, sino también porque es correcta en su
ámbito. Esa corrección se ve además reforzada y consolidada porque esa
representación antropológica no sólo determina la interpretación de la técnica, sino
que penetra también en todos los ámbitos como forma predominante de pensar.
Tanto menos posible será, pues, objetar directamente algo contra la corrección de la
idea antropológico_instrumental de la técnica. Y aunque ése fuese el caso [es decir,
aunque directamente no fuese posible objetar mucho contra ella MJR], con ello no
habríamos aclarado todavía nada en lo que respecta a nuestra pregunta por la
técnica. Pues lo correcto no es aún lo verdadero, es decir, aquello que nos muestra y
que guarda lo más propio de una cosa.
296
hoy es, logramos ponernos a la vista lo que llamamos técnica moderna.
Para llegar a realizar tal propósito por el camino adecuado es menester antes
una breve reflexión sobre la palabra “técnica”. La forma predominante de pensar
considera que la reflexión sobre el término que nombra a una cosa, es algo
puramente externo y, por tanto, superfluo, lo cual, empero, no es razón suficiente
para tener en poco tal reflexión o incluso para omitirla.
297
configuración y desarrollo asimismo propios, tan pronto como se desarrolla y ofrece
la ciencia que le es correspondiente. Esto sucede, y en el decurso de toda la historia
humana sólo sucede, dentro de la historia del occidente europeo, al principio, o
mejor dicho, como principio de aquella época que llamamos Edad Moderna.
298
Pero, ¿qué es entonces aquello en que la ciencia moderna de la naturaleza y la
técnica moderna concuerdan siendo de esta forma lo mismo? ¿Qué es lo propio y
genuino de ambas? Para traer y poner esto ante nuestra vista, al menos de forma
aproximada, es menester reflexionar sobre lo nuevo de la ciencia moderna de la
naturaleza. Ésta de forma más o menos consciente viene determinada por la
siguiente pregunta que le sirve de hilo conductor: ¿cómo hay que proyectar de
antemano la naturaleza como ámbito objetual [como ámbito de conocimiento MJR]
para que los procesos naturales resulten de antemano susceptibles de cálculo? Esta
pregunta encierra dos cosas: por un lado una decisión acerca del carácter de la
realidad de la naturaleza. Max Planck, el fundador de la física cuántica, expresó esta
decisión con una frase muy breve: “Es real lo que puede medirse”. Sólo lo que de
antemano es susceptible de cálculo y medición, sólo lo que ya de entrada resulta
abordable en términos de cálculo, puede considerarse ente. Además la pregunta
rectora de la ciencia de la naturaleza incluye el principio del primado del método, es
decir, del primado del procedimiento sobre aquello que en tal proceder contra la
naturaleza, es decir, que en tal procedimiento, queda asegurado como un objeto
susceptible de determinarse y someterse a comprobación. Un rasgo característico de
este procedimiento es que en la física teórica el principio de no contradicción de los
enunciados y la simetría de las ecuaciones se consideran de antemano
determinantes. Mediante la proyección matemática de la naturaleza, que la física
teórica efectúa, y mediante una inquisición experimental adecuada a esa proyección,
la naturaleza es desafiada a responder, se le exige, por así decir, que dé razón de sí
en determinados aspectos. A la naturaleza se la pone por así decir en la perspectiva
de un haber de mostrarse en una objetualidad u objetividad susceptible de cálculo
(Kant).
299
Mediante lo dicho parece sugerirse por sí sola la idea de que la ciencia moderna
de la naturaleza, la consideración y descripción que hace de la naturaleza
obligándola a mostrarse en su objetualidad susceptible de cálculo y medida, podría
ser una modalidad de la técnica moderna. Entonces habría que invertir la
representación que habitualmente nos hacemos de la relación entre la ciencia de la
naturaleza y la técnica: no es la ciencia de la naturaleza la base de la técnica sino la
técnica moderna la característica básica y sustentadora de la ciencia moderna de la
naturaleza. Aun cuando tal inversión se acerca más a la cosa, no atina sin embargo
con su núcleo. En lo que respecta a la relación entre ciencia moderna y técnica
moderna hay que tener presente que lo más propio de ambas, su origen común, se
oculta en aquello que hemos llamado disponer y traer a la luz por vía de urgir,
obligar y desafiar. Pero, ¿qué queremos decir con esto, en qué consiste ello en
realidad? Manifiestamente, se trata de un hacer del hombre, de un proceder del
hombre contra la naturaleza por vía de hacerse representación de cosas y de fabricar
cosas. La interpretación de la técnica moderna que ahora hemos obtenido no sólo
confirma la idea antropológica de la técnica en el derecho que ésta tiene, sino que la
refuerza. ¿O es que lo que acabamos de señalar convierte en enteramente
cuestionable esa representación? Habremos de posponer la respuesta hasta tanto no
hayamos pensado el otro fenómeno de la técnica moderna, a saber, lo incontenible
de su dominación sin límites.
Ya las llamadas que han venido produciéndose hasta hace bien poco en el
sentido de que hay que dominar el curso de la técnica, de que hay que ponerlo bajo
control, testifican de forma bien clara que lo que aquí se expresa es el temor de que
en la técnica moderna pudiese hablar una pretensión cuya imposición el hombre ni
podría contenerla ni mucho menos abarcarla en conjunto y dominarla. Pero mientras
tanto (y esto es sobre todo lo significativo) esas llamadas enmudecen poco a poco; lo
que de ningún modo quiere decir que el hombre se haya hecho ahora con las riendas
del curso de la técnica. Antes el silencio delata que el hombre, frente a la pretensión
de poder de la técnica se ve empujado al desconcierto y a la impotencia, es decir, a
la necesidad de tener que aceptar y afirmar, sea de forma expresa o inexpresa, lo
incontenible de la dominación de la técnica. Pero si en tal afirmación o aceptación
de lo ineludible uno se atiene enteramente al contenido de la habitual representación
instrumental de la técnica, entonces ello no puede tener otra interpretación que la
siguiente: que se está asintiendo a la dominación ejercida por un proceso que se
limita a suministrar constantemente medios sin reparar en ningún momento en
300
ninguna posición de fines.
Y bien, ¿qué es lo que tiene que ver todo esto con el lenguaje? ¿En qué medida
es menester hablar del lenguaje del técnico, es decir, de un lenguaje técnico
determinado por lo más propio de la técnica? ¿Qué es el lenguaje para que de una
forma especial quede expuesto a la pretensión de dominación de la técnica?
El Lenguaje
301
mencionar estas dos preguntas para reconocer que aquí se nos abre una inabarcable
plétora de cosas susceptibles de preguntarse. Pero más inquietante aún que toda esa
cantidad de cosas es la circunstancia de que de entrada se echa en falta un hilo
conductor fiable, siguiendo al cual las mencionadas preguntas se volviesen
susceptibles de un desarrollo acomodado a lo que contienen. Por tanto, también en el
caso del lenguaje, lo mismo que en el de la técnica, vamos a empezar por las ideas
habituales.
302
Me remito a los estudios de Leo Weisgerber y de su escuela, al igual que al
importante libro del que fue ministro de educación Gerhard Storz “Sprache und
Dichtung” (1957).[5]
Pues bien, cabría pensar que la interpretación técnica del lenguaje como medio
de comunicación y de transmisión de información puede considerarse natural y
obvia habida cuenta de que la técnica se entiende a sí misma como medio y de que,
por tanto, tiene que representarse todo conforme a ese aspecto. Pero a la luz de lo
que hemos logrado poner en claro hasta aquí acerca de lo propio de la técnica y del
lenguaje, esta explicación se queda en la superficie. En vez de eso hemos de
preguntarnos: ¿en qué medida en esta redefinición o reacuñación por la que el
lenguaje queda convertido en pura información se expresa también, o se expresa
señaladamente, lo propio de la técnica moderna, a saber, que esa técnica desafía y
provoca al hombre a poner a punto y asegurar energía natural, es decir, lo pone a
ello? ¿Y en qué medida es el propio lenguaje quien ofrece la superficie de ataque
para, y la posibilidad de, esa reacuñación del lenguaje por la que éste queda
convertido en lenguaje técnico, es decir, en información?
Para dar siquiera un bosquejo de respuesta a esta cuestión, son menester dos
cosas: primero es preciso determinar suficientemente lo propio del lenguaje, es
decir, aquello que el hablar del hombre propiamente es. Segundo, hay que delimitar
con suficiente exactitud qué quiere decir información en sentido estrictamente
técnico.
303
interior, esto es, de la mente o del ánimo, mediante algo externo (mediante la
fonación y la escritura).
Pero hablar es propiamente decir. Alguien habla sin parar y su hablar no dice
nada. En cambio, un silencio puede ser muy elocuente. Pero, ¿qué significa “decir”?
Lo averiguamos y hacemos experiencia de ello cuando prestamos atención a lo que
nuestra propia lengua nos da a pensar con esa palabra ... “Decir” trae su origen de
“deik”, que vale tanto como “mostrar”. Y ¿qué significa “mostrar”? Significa: hacer
ver o hacer escuchar algo, hacer que algo se deje ver, se ofrezca a la vista, aparezca.
Lo no dicho es lo todavía no mostrado, lo que todavía no ha llegado a aparecer.
Mediante el decir viene a aparecer lo presente, en su “que es presente” y en su modo
de serlo; pero en el decir viene también a aparecer lo ausente como ausente. Ahora
bien, el hombre sólo puede decir, esto es, mostrar, esto es, dejar aparecer, aquello
que se muestra a sí mismo, que se muestra desde sí, se descubre, se da ello solo a
decir.
304
comunicación segura y rápida.
Pero en cuanto que la relación del hombre, tanto con el ente que lo envuelve y
sustenta, como también con el ente que él mismo es, descansa en el dejar aparecer,
en el “decir” con fonación o sin ella, la agresión del lenguaje técnico a lo propio del
lenguaje representa a la vez una amenaza para el ser más propio del hombre.
305
instrucciones, ello ha de tener también por consecuencia una correspondiente
concepción de ser del hombre y de la vida humana. Así, leemos en Norbert Wiener,
uno de los fundadores de la cibernética, es decir, de la disciplina de la técnica
moderna, que más lejos va: “Ver todo el mundo e impartir ordenes a todo el mundo,
es casi lo mismo que estar en todas partes” (Mensch und Menschmaschine[6], pág.
95). Y en otro lugar: “Vivir activamente, vida activa, significa vivir con la
información adecuada” (loc. cit., pág. 114).
306
técnicamente ni dispuesto para necesidades técnicas, y ello, por así decir, a espaldas
de todas las transformaciones técnicas que quepa hacer en el lenguaje, que quepa
introducir en él.
Martin Heidegger
307
[1] Fue una conferencia pronunciada por Heidegger el 18 de Julio de 1962 en un
curso de reciclaje para profesores de ciencias en Escuelas de Formación Profesional,
organizado por la academia Comburg para formación del profesorado; la pronunció
a instancias de un hijo suyo que era jefe de estudios en una escuela de formación
profesional
[2] David Riesmann, The Lonely Crowd, New Haven, Yale University Press, 1950.
[3] Dschuang_Dsï, El verdadero libro del país de las flores del sur, traducido al
alemán por Richard Wilhelm, Jena 1923, pág. 7. Cfr. págs. 33 ss.
[7] Carl Friedrich von Weizsäcker, "Sprache als Information", en: Die Sprache, quinto
número del anuario Gestalt und Gedanke, Munich 1959, pág. 70.
308
SERENIDAD / Gelassenheit
Martin Heidegger
309
Debe ayudarnos a pensar especialmente en el compositor homenajeado y en su
obra. Esta conmemoración se hace viva desde el momento en que recordamos
nuevamente la vida de Conradin Kreutzer y enumeramos y describimos sus
obras. Por obra de esta narración podemos hacer la experiencia de bien de cosas,
unas, felices y tristes, otras, instructivas y dignas de imitación. Pero en el fondo,
con semejantes palabras sólo nos dejamos entretener. No es en absoluto
necesario pensar cuando las escuchamos, esto es, meditar acerca de algo que a
cada uno de nosotros nos concierne directamente y en cada momento en su
esencia. Por esto, incluso una alocución conmemorativa no asegura todavía que
una celebración conmemorativa sea, para nosotros, una ocasión de pensar.
No nos hagamos ilusiones. Todos nosotros, incluso aquellos que, por así
decirlo, son profesionales del pensar, todos somos, con mucha frecuencia, pobres
de pensamiento (gedanken-arm); estamos todos con demasiada facilidad faltos
de pensamiento (gedanken-los). La falta de pensamiento es un huésped
inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes. Porque hoy en
día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en
el mismo instante con la misma rapidez. Así, un acto público sigue a otro. Las
celebraciones conmemorativas son cada vez más pobres de pensamiento.
Celebración conmemorativa (Gedenkfeier) y falta de pensamiento
(Gedankenlosigkeit) se encuentran y concuerdan perfectamente.
310
lo contrario. Dirá - y esto con todo derecho - que nunca en ningún momento se
han realizado planes tan vastos, estudios tan variados, investigaciones tan
apasionadas como hoy en día. Ciertamente. Este esfuerzo de sagacidad y
deliberación tiene su utilidad, y grande. Un pensar de este tipo es imprescindible.
Pero también sigue siendo cierto que éste es un pensar de tipo peculiar.
Hay así dos tipos de pensar, cada uno de los cuales es, a su vez y a su
manera, justificado y necesario: el pensar calculador y la reflexión meditativa.
Por otra parte, cada uno de nosotros puede, a su modo y dentro de sus
límites, seguir los caminos de la reflexión. ¿Por qué? Porque el hombre es el ser
pensante, esto es, meditante. Así que no necesitamos de ningún modo una
reflexión «elevada». Es suficiente que nos demoremos junto a lo próximo y que
meditemos acerca de lo más próximo: acerca de lo que concierne a cada uno de
311
nosotros aquí y ahora; aquí: en este rincón de la tierra natal; ahora: en la hora
presente del acontecer mundial.
Nos volvemos aún más pensativos y preguntamos: ¿qué hay, hoy en día,
de esto que dice Johann Peter Hebel? ¿Se da todavía ese apacible habitar del
hombre entre cielo y tierra? ¿Aún prevalece el espíritu meditativo en el país?
¿Hay todavía tierra natal de fecundas raíces sobre cuyo suelo pueda el hombre
asentarse y tener así arraigo?
312
usanza y las costumbres del pueblo; más próximo que la tradición del mundo en
que ha nacido.
Nos volvemos aún más pensativos y preguntamos: ¿Si esto es así, puede
el hombre, puede en el futuro una obra humana todavía prosperar desde una fértil
tierra natal y elevarse al éter, esto es, a la amplitud del cielo y del espíritu? ¿O es
que todo irá a parar a la tenaza de la planificación y computación, de la
organización y de la empresa automatizada?
313
Porque olvidamos reflexionar. Porque olvidamos preguntar: ¿A qué se debe que
la técnica científica haya podido descubrir y poner en libertad nuevas energías
naturales?
Se debe a que, desde hace algunos siglos, tiene lugar una revolución en
todas las representaciones cardinales (massgebenden Vorstellungen). Al hombre
se le traslada así a otra realidad. Esta revolución radical de nuestro modo de ver
el mundo se lleva a cabo en la filosofía moderna. De ahí nace una posición
totalmente nueva del hombre en el mundo y respecto al mundo. Ahora el mundo
aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a
los que ya nada debe poder resistir. La naturaleza se convierte así en una única
estación gigantesca de gasolina, en fuente de energía para la técnica y la industria
modernas. Esta relación fundamentalmente técnica del hombre para con el
mundo como totalidad se desarrolló primeramente en el siglo XVII, y además en
Europa y sólo en ella. Permaneció durante mucho tiempo desconocida para las
demás partes de la tierra. Fue del todo extraña a las anteriores épocas y destinos
de los pueblos.
314
avecinan. Pero el desarrollo de la técnica se efectuará cada vez con mayor
velocidad y no podrá ser detenido en parte alguna. En todas las regiones de la
existencia el hombre esta_rá cada vez más estrechamente cercado por las fuerzas
de los aparatos técnicos y de los autómatas. Los poderes que en todas partes y a
todas horas retan, encadenan, arrastran y acosan al hombre bajo alguna forma de
utillaje o instala_ción técnica, estos poderes hace ya tiempo que han desbor_dado
la voluntad y capacidad de decisión humana porque no han sido hechos por el
hombre.
315
Así, el hombre de la era atómica se vería librado, tan indefenso como
desconcertado, a la irresistible prepotencia de la técnica. Y efectivamente lo
estaría si el hombre de hoy desistiera de poner en juego, un juego decisivo, el
pensar meditativo frente al pensar meramente calculador. Pero, una vez
despierto, el pensar meditativo debe obrar sin tregua, aun en las ocasiones más
insignificantes; por tanto, también aquí y ahora, y precisamente con ocasión de
esta celebra_ción conmemorativa. Ella nos da que pensar algo particularmente
amenazado en la era atómica: el arraigo de las obras humanas.
Pero también podemos hacer otra cosa. Podemos usar los objetos
técnicos, servirnos de ellos de forma apropiada, pero manteniéndonos a la vez tan
libres de ellos que en todo momento podamos desembarazarnos (loslassen) de
ellos. Podemos usar los objetos tal como deben ser aceptados. Pero podemos, al
mismo tiempo, dejar que estos objetos descansen en sí, como algo que en lo más
íntimo y propio de nosotros mismos no nos concierne. Podemos decir «sí» al
inevitable uso de los objetos técnicos y podemos a la vez decirles «no» en la
medida en que rehusamos que nos requieran de modo tan exclusivo, que
dobleguen, confundan y, finalmente, devasten nuestra esencia.
316
Pero si decimos simultáneamente «sí» y «no» a los objetos técnicos, ¿no
se convertirá nuestra relación con el mundo técnico en equívoca e insegura?
Todo lo contrario. Nuestra relación con el mundo técnico se hace
maravillosamente simple y apacible. Dejamos entrar a los objetos técnicos en
nuestro mundo cotidiano y, al mismo tiempo, los mantenemos fuera, o sea, los
dejamos descansar en sí mismos como cosas que no son algo absoluto, sino que
dependen ellas mismas de algo superior. Quisiera denominar esta actitud que
dice simultáneamente «sí» y «no» al mundo técnico con una antigua palabra: la
Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas.
Con esta actitud dejamos de ver las cosas tan sólo desde una perspectiva
técnica. Ahora empezamos a ver claro y a notar que la fabricación y utilización
de máquinas requiere de nosotros otra relación con las cosas que, de todos
modos, no está desprovista de sentido (sinn-los). Así, por ejemplo, la agricultura
y la agronomía se convierten en industria alimenticia motorizada. Es cierto que
aquí - así como en otros ámbitos - se opera un profundo viraje en la relación del
hombre con la naturaleza y el mundo. Pero el sentido que impera en este viraje es
cosa que permanece oscura.
Rige así en todos los procesos técnicos un sentido que reclama para sí el
obrar y la abstención humanas (Tun und Lassen), un sentido no inventado ni
hecho primeramente por el hombre. No sabemos qué significación atribuir al
incremento inquietante del dominio de la técnica atómica. El sentido del mundo
técnico se oculta. Ahora bien, si atendemos, continuamente y en lo propio, al
hecho de que por todas partes nos alcanza un sentido oculto del mundo técnico,
nos hallaremos al punto en el ámbito de lo que se nos oculta y que, además, se
oculta en la medida en que viene precisamente a nuestro encuentro. Lo que así se
muestra y al mismo tiempo se retira es el rasgo fundamental de lo que
denominamos misterio. Denomino la actitud por la que nos mantenemos abiertos
al sentido oculto del mundo técnico la apertura al misterio.
317
De momento, sin embargo - no sabemos por cuánto tiempo - el hombre
se encuentra en una situación peligrosa en esta tierra. ¿Por qué? ¿Sólo porque
podría de pronto estallar una tercera guerra mundial que tuviera como
consecuencia la aniquilación completa de la humanidad y la destrucción de la
tierra? No. Al iniciarse la era atómica es un peligro mucho mayor el que
amenaza, precisamente tras haberse descartado la amenaza de una tercera guerra
mundial. ¡Extraña afirmación! Extraña, sin duda, pero solamente mientras no
reflexionemos sobre su sentido.
Sólo que la Serenidad para con las cosas y la apertura al misterio no nos
caen nunca del cielo. No a-caecen (Zu-fälliges) fortuitamente. Ambas sólo
crecen desde un pensar incesante y vigoroso.
318
LA COSA
MARTIN HEIDEGGER
El ser humano recorre los más largos trechos en el más breve tiempo.
Deja atrás las más largas distancias y, de este modo, pone ante sí, a una distancia
mínima, la totalidad de las cosas.
319
¿Qué pasa que, suprimiendo las grandes distancias, todo está
igualmente cerca e igualmente lejos? ¿En qué consiste esta uniformidad en la que
nada está ni cerca ni lejos, como si no hubiera distancia?
320
determina ya la jarra como cosa? Sin embargo, la jarra está como recipiente sólo
en la medida en que ha sido llevada a un estar. Pero esto sucedió y sucede, por
medio de un emplazamiento (Stellen), es decir, por medio del producir (del
emplazar desde). El alfarero fabrica la jarra de tierra a partir de la tierra escogida
y preparada ex profeso para ello. De ella está hecha la jarra. En virtud de aquello
de lo que está hecha, la jarra puede estar de pie sobre la tierra, ya sea de un modo
inmediato, ya sea de un modo mediato, por medio de una mesa o un banco. Lo
que está ahí por obra de este producir es el estar-en-sí. Si tomamos la jarra como
recipiente producido, entonces, parece, la tomamos como una cosa y en modo
alguno como mero objeto.
La jarra es una cosa en cuanto recipiente. Es cierto que esto que acoge
necesita de una producción. Pero la condición de ser producida por el alfarero no
constituye en modo alguno lo propio de la jarra en cuanto jarra. La jarra no es un
recipiente porque fue producida sino que tuvo que ser producida porque es este
recipiente.
Sin embargo, lo que es este recipiente que tiene este aspecto como esta
321
jarra, lo que es la jarra como esta cosa-jarra no se puede experienciar nunca, ni
mucho menos pensar de un modo adecuado, desde el punto de vista del aspecto,
la _d¡a. De ahí que Platón, que ha visto la presencia de lo presente a partir del
aspecto, haya pensado tan poco la esencia de la cosa como Aristóteles y todos los
pensadores que han venido después. Más bien lo que ha hecho Platón, y de un
modo decisivo para la posteridad, ha sido experienciar todo lo presente como
objeto del producir. En lugar de objeto (Gegenstand), diremos de un modo más
preciso pro-veniente (Her-stand). En la plena esencia del pro-venir prevalece un
doble pro-venir; por una parte, el pro-venir en el sentido del tener su origen..., ya
sea un traerse a sí delante, ya sea un ser producido; por otra, el pro-venir en el
sentido del entrar-a-estar de lo producido en el estado de desocultamiento de lo
ya presente.
322
gestos de la actividad de producirla. La cosidad del recipiente no descansa en
modo alguno en la materia de la que está hecho, sino en el vacío que acoge.
La ciencia física nos asegura que la jarra está llena de aire y de todo lo
que constituye la mezcla aire. Nos hemos dejado engañar por un modo
semipoético de observar las cosas al referirnos al vacío de la jarra para
determinar aquello que en ella acoge.
Sin embargo, así que nos ponemos a investigar la jarra real de un modo
científico en vistas a su realidad, se pone de manifiesto un estado de cosas
distinto. Cuando vertemos vino en la jarra, lo único que ocurre es que sacamos el
aire que llena la jarra y lo sustituimos por un líquido. Llenar la jarra, desde un
punto de vista científico, significa cambiar un contenido por otro.
323
ya siempre como cosas en su cosidad, entonces la cosidad de la cosa se hubiera
revelado. Ésta hubiera interpelado al pensar. Pero en realidad, la cosa, como
cosa, sigue estando descartada, sigue siendo algo nulo y, en este sentido, está
aniquilada. Esto ocurrió y ocurre de un modo tan esencial, que no es que a las
cosas ya no se les permita ser cosas sino que las cosas todavía no han podido
aparecer nunca al pensar como cosas.
Pero entonces, ¿qué es la cosa como cosa, que su esencia aún no ha sido
capaz de aparecer?
324
descansa en el verter hacia afuera. En cuanto tal, el acoger es propiamente como
es. El verter hacia afuera de la jarra es escanciar. En el escanciar lo vertido dentro
esencia el acoger del recipiente. El acoger necesita del vacío como de aquello
que acoge. La esencia del vacío que acoge está coligada en el escanciar
(obsequiar). Pero el escanciar es algo más rico que el mero verter hacia afuera. El
escanciar, en el que la jarra es jarra, se coliga en el doble acoger, a saber, en el
derramar hacia afuera. A la coligación de montañas (Berge) la llamamos
«macizo montañoso» (Gebirge). A la coligación del doble acoger en dirección al
verter hacia afuera, cuya conjunción, y sólo ella, es lo que constituye la plena
esencia del escanciar (Schenken)(obsequiar), lo llamamos el obsequio
(Geschenk). El carácter de jarra de la jarra esencia en el obsequio de lo vertido.
También la jarra vacía retiene su esencia a partir del obsequio, aunque la jarra
vacía no permite un verter hacia afuera. Pero este no permitir es propio de la jarra
y sólo de la jarra. Una guadaña o un martillo, por el contrario, no son capaces de
este no permitir este escanciar.
325
escanciar. De ahí que el verter, desde el momento en que su esencia decae, puede
convertirse en un mero llenar y vaciar, hasta que al fin se degrada en el dar de
beber de todos los días. Verter no es simplemente hacer correr un líquido hacia
adentro y hacia afuera.
326
cosa. Podría dar la impresión de que la esencia de la cosa que hemos pensado
ahora la hubiéramos, por así decirlo, segregado, de un modo casual, del
significado de la palabra thing del antiguo alto alemán. Surge la sospecha de que
la experiencia de la esencia de la cosa, que es lo que hemos estado intentando
ahora, estuviera basada en la arbitrariedad de un juego etimológico. Se consolida
la opinión, y se hace ya común, de que, en lugar de estar considerando las
relaciones esenciales, lo que estamos haciendo es simplemente usar el
diccionario.
Sólo por el hecho de que res significa lo que concierne, puede entrar en
sintagmas como res adversae, res secundae; aquéllas son las que conciernen al
hombre de un modo adverso; éstas, las que le acompañan de un modo favorable.
Es cierto que los diccionarios traducen, correctamente, res adversae p o r
desgracia y res secundae por suerte; pero sobre aquello que las palabras dicen,
como lo dicho pensado, los diccionarios dicen poco. En realidad, aquí, y en los
otros casos, no es que nuestro pensamiento viva de la etimología, sino que la
etimología queda remitida a considerar primero las relaciones esenciales de
aquello que las palabras, como elementos que forman sintagmas, nombran de un
modo no desplegado.
327
palabra de la lengua romana que en el seno de esta lengua corresponde a la
palabra res, de la palabra causa en el sentido de caso y asunto, viene la palabra
románica la cosa y la palabra francesa la chose; nosotros decimos das Ding. En
inglés thing ha conservado aún la fuerza semántica plena de la palabra romana
res: he knows his things, entiende de sus cosas, de aquello que le concierne; he
knows how to handle things, sabe cómo tiene que tratar con sus cosas, es decir,
con aquello de lo que se trata en cada caso; that's a great thing: es una gran cosa
(bella, grandiosa, espléndida), es decir, algo que viene de sí mismo, que
concierne al ser humano.
328
y con este nombre se refiere a algo que es. Pero en Kant lo que es pasa a ser
objeto del representar que ocurre en la autoconciencia del yo humano. La cosa en
sí significa para Kant el objeto en sí. El carácter de «en sí» significa para Kant
que el objeto en sí es objeto sin relación al representar humano, es decir, sin el
«ob» («enfrente») por medio del cual, antes que nada, está para este representar.
En sentido estrictamente kantiano, «cosa en sí» significa un objeto que para
nosotros no es objeto alguno, porque tiene que estar sin un posible «ob»
(«enfrente»): para el representar humano que se enfrenta a él.
329
cielo, los divinos y los mortales- en la simplicidad de su Cuaternidad. una
Cuaternidad que está unida desde sí misma.
Los divinos son los mensajeros de la deidad, los que dan señales de ella.
Es del prevalecer oculto de esta deidad de donde aparece el dios en su esencia,
que lo sustrae a toda comparación con lo que es presente.
Los mortales son los hombres. Se llaman los mortales porque pueden
morir. Morir quiere decir: ser capaz de la muerte en cuanto muerte. Sólo el
hombre muere. El animal termina. No tiene a la muerte como muerte ni delante
ni detrás de él. La muerte es el cofre de la nada, es decir, de aquello que desde
ningún punto de vista es algo que simplemente es, pero que, a pesar de todo,
esencia, incluso como el misterio del ser mismo. La muerte. como cofre de la
nada, alberga en sí lo esenciante del ser. La muerte, como cofre de la nada, es el
albergue del ser. A los mortales los llamamos ahora los mortales, no porque su
vida terrena termine sino porque son capaces de la muerte como muerte. Los
mortales son los que son como los mortales, esenciando en el albergue del ser.
Ellos son la relación esenciante con el ser como ser.
330
desde la simplicidad de los Cuatro.
Tierra y cielo, los divinos y los mortales, formando una unidad desde sí
mismos, se pertenecen mutuamente desde la simplicidad de la Cuaternidad
unitaria. Cada uno de los Cuatro refleja a su modo la esencia de los restantes.
Con ello, cada uno se refleja a sí mismo en lo que es suyo y propio dentro de la
simplicidad de los Cuatro. Este reflejar no es la presentación de una imagen
copiada. Despejando a cada uno de los Cuatro, este reflejar hace acaecer de un
modo propio a la esencia de éstos llevándolos a la unión simple de unos con
otros. En este juego, reflejando de este modo apropiante-despejante, cada uno de
los Cuatro da juego a cada uno de los restantes. Este reflejar que hace acaecer de
un modo propio franquea a cada uno de los Cuatro para lo que les es propio, pero
a la vez vincula a los franqueados en la simplicidad de su esencial pertenencia
mutua.
331
agota en el hecho de que los Cuatro, una vez están ahí, estén simplemente unos
junto a otros.
332
La ausencia de cercanía en toda supresión de lejanías ha conducido al
dominio de lo in-distante. En la ausencia de la cercanía, la cosa, como cosa, en el
sentido dicho, queda aniquilada. Pero ¿cuándo y cómo son las cosas como cosas?
Nos planteamos la pregunta en medio del dominio de lo in-distante.
¿Cuándo y cómo llegan las cosas como cosas? No llegan por las
maquinaciones del hombre. Pero tampoco llegan sin la vigilancia atenta de los
mortales. El primer paso hacia esta vigilancia atenta es el paso hacia atrás,
saliendo del pensamiento que sólo representa, es decir, explica, y yendo hacia el
pensamiento que rememora.
333
número, en contraste con el sinnúmero de los objetos indiferentes (que dan lo
mismo) que hay en todas partes, si se mide con lo desmesurado de la condición
de masa del ser humano como ser vivo.
Sólo los hombres, como mortales, alcanzan habitando el mundo como mundo.
Sólo aquello del mundo que es de poca monta llegará alguna vez a ser cosa.
EPILOGO
Usted pregunta: ¿de dónde el pensar del ser recibe (para decirlo de un
modo abreviado) la indicación?
334
atención de un modo especial este corresponder, para oír una interpelación del
ser. Pero precisamente es en esto donde puede equivocarse este escuchar. En este
pensar, la posibilidad del extravío es máxima. Este pensar no puede nunca
acreditarse como lo hace el saber matemático. Pero tampoco es algo arbitrario
sino algo atado al sino de la esencia del ser, pero a su vez él tampoco es nunca
vinculante como enunciado, más bien sólo como posible ocasión de andar el
camino del corresponder y de andarlo en la plena concentración del estado de
atención sobre el ser ya llegado al lenguaje.
335
procedencia del estado de producido, cuando se habla de la estructura de
emplazamiento. Pero todo esto pertenece de un modo necesario al pensar de la
cosa, un pensar que piensa en el posible advenimiento de mundo y, en esta
rememoración, tal vez ayuda, aunque sea en una medida mínima y casi
inapreciable, a que este advenimiento llegue a la región abierta de la esencia del
hombre.
336
HÖLDERLIN
Y LA ESENCIA DE LA POESÍA
Martin Heidegger
337
ninguna manera basta ella sola como modelo para la determinación de la esencia
de la poesía. Por eso nuestro propósito ha fracasado en principio, si entendemos
por "esencia de la poesía" lo que se contrae en el concepto que vale igualmente
para toda poesía. Pero esto general que vale igualmente para todo particular es
siempre o indiferente, aquella "esencia" que nunca puede ser esencial. Buscamos
precisamente lo esencial de la esencia que nos fuerza a decidir si en lo venidero
tomamos en serio la poesía y cómo; si junto obtenemos los supuestos para
mantenernos en el dominio de la poesía y cómo.
uno
338
indicamos por dónde debemos buscarla. La poesía crea su obra en el dominio y
con la "materia" del lenguaje. ¿Qué dice Hölderlin sobre el lenguaje? Oigamos
una segunda palabra del poeta.
dos
339
auténtica realización acontece por la libertad de la decisión. Esta aprehende lo
necesario y se mantiene vinculada a una aspiración más alta. El ser testimonio de
la pertenencia al ente en totalidad acontece como historia. Pero para que sea
posible esta historia se ha dado el habla al hombre. Es un bien del hombre.
Pero ¿en qué sentido es un "bien" para el hombre éste que es el más
peligroso? El habla es su propiedad. Dispone de ella con el fin de comunicar
experiencias, decisiones, estados de ánimo. El habla sirve para entender. Como
instrumento eficaz para ello es un "bien". Sólo que la ausencia del habla no se
agota en eso de ser un medio de entenderse. Con esta determinación no tocamos
su propia esencia, sino que indicamos nada más una consecuencia de su esencia.
El habla no es sólo un instrumento que el hombre posee entre otros muchos, sino
que es lo primero en garantizar la posibilidad de estar en medio de la publicidad
de los entes. Sólo hay mundo donde hay habla, es decir, el círculo siempre
cambiante de decisión y obra, de acción y responsabilidad, pero también de
capricho y alboroto, de caída y extravío. Sólo donde rige el mundo hay historia.
El habla es un bien en un sentida más original. Esto quiere decir que es bueno
para garantizar que el hombre puede ser histórico. El habla no es un instrumento
340
disponible, sino aquel acontecimiento que dispone la más alta posibilidad de ser
hombre. Debemos primero asegurarnos de esa esencia del habla, para concebir
verdaderamente el campo de acción de la poesía y a ella misma. ¿Cómo acontece
el habla? Para encontrar la respuesta a esta pregunta, reflexionemos sobre una
tercera palabra de Hölderlin.
tres
(IV, 343),
341
esencial quede relacionada con el uno y el mismo. Sin esta relación es también
justamente imposible disputar. Pero el uno y el mismo sólo pueden ser patentes a
la luz de algo permanente y constante. Sin embargo, la constancia y la
permanencia sólo aparecen cuando lucen la persistencia y la actualidad. Pero esto
sucede en el momento en que se abre el tiempo en su extensión. Hasta que el
hombre se sitúa en la actualidad de una permanencia, puede por primera vez
exponerse a lo mudable, a lo que viene y a lo que va; porque sólo lo persistente
es mudable. Hasta que por primera vez "el tiempo que se desgarra" irrumpe en
presente, pasado y futuro, hay la posibilidad de unificarse en algo permanente.
Somos un diálogo desde el tiempo en que "el tiempo es". Desde que el tiempo
surgió y se hizo estable, somos históricos. Ser un diálogo y ser histórico son
ambos igualmente antiguos, se pertenecen uno al otro y son lo mismo.
Pero los dioses sólo pueden venir a la palabra cuando ellos mismos nos
invocan, y estamos bajo su invocación. La palabra que nombra a los dioses es
siempre una respuesta a tal invocación. Esta respuesta brota, cada vez, de la
responsabilidad de un destino. Cuando los dioses traen al habla nuestra
existencia, entramos al dominio donde se decide si nos prometemos a los dioses
o nos negamos a ellos.
342
cuatro
343
cinco
(VI, 24 s. ).
344
por el que se hace público todo cuanto después hablamos y tratamos en el
lenguaje cotidiano. Por lo tanto, la poesía no toma el lenguaje como un material
ya existente, sino que la poesía misma hace posible el lenguaje. La poesía es el
lenguaje primitivo de un pueblo histórico. Al contrario, entonces es preciso
entender la esencia del lenguaje por la esencia de la poesía.
345
Y un año más tarde, después de que Hölderlin tocado por la locura
regresa a la casa de su madre, escribe al mismo amigo, recordando su estancia en
Francia:
(III, X54).
346
Ciertamente toda instauración queda como una donación libre, y
Hölderlin oye decir: "Sean libres los poetas como las golondrinas" (IV, 168 ).
Pero esta libertad no es una arbitrariedad sin ataduras y deseo caprichoso, sino
suprema necesidad.
La poesía como instauración del ser tiene una doble vinculación. En vista de esta
ley íntima, aprehendemos por primera vez de un modo total su esencia.
...Y los signos son, desde tiempos remotos, el lenguaje de los dioses
(IV, 135).
(IV, 135).
347
(IV, 141).
. . . En verdad
son buenas las leyendas, si son en memoria
del Altísimo, sin embargo, es preciso
uno que interprete lo sagrado
(IV, 144).
(VI, 2G).
348
La esencia de la poesía que instaura Hölderlin es histórica en grado
supremo, porque anticipa un tiempo histórico. Pero como esencia histórica es la
única esencia esencial.
El tiempo es de indigencia y por eso muy rico su poeta, tan rico que, con
frecuencia, al pensar el pasado y esperar lo venidero, se entumece y sólo podría
dormir en este aparente vacío. Pero se mantiene en pie, en la nada de esta noche.
Cuando el poeta queda consigo mismo en la suprema soledad de su destino,
entonces elabora la verdad como representante verdadero de su pueblo. Esto
anuncia la séptima estrofa de la elegía Pan y vino (IV, 123). En ella se dice
poéticamente lo que sólo se ha podido pensar analíticamente.
349
LA VUELTA
(Die Kehre)
MARTIN HEIDEGGER
350
historiográficamente. Situamos la historia en el ámbito del acontecer, en lugar de
pensar la historia según su proveniencia esencial desde el destino. Pero, destino
es esencialmente destino del Ser, de manera tal que lo Ser mismo se destina y, en
cada caso esencia como un destino y, conforme a ese, se transmuta
destinadoramente. Si acontece-apropia [ereignet] una transmutación en el Ser,
esto es, ahora, en la esencia de lo dis-puesto, entonces esto no dice, de ninguna
manera, que sea eliminada la técnica, cuya esencia reposó en lo dis-puesto. Ella
no es ni derribada ni destrozada.
351
retroencontrarse previamente y ante todo en la amplitud de su espacio esencial.
Este espacio esencial de la esencia humana recibe su dimensión que lo trama,
únicamente de la re-ferencia [Ver_Hältnis], como la cual guardianía [Wahrnis]
del Ser mismo está reapropiada [vereignet] a la esencia del hombre, como lo
necesitado por ella por la guardianía. De otra manera que ésta, a saber, que el
hombre ante todo y previamente se construya en su espacio esencial y que tome
habitación en él, no podrá el hombre nada esencial en medio del destino ahora
imperante. Meditando esto, nosotros prestamos atención a una frase de Meister
Eckhart, pensándola desde su fundamento. Dice así: "die nitt von grossem wesen
sind, was werk die wirkend, da wirt nit us" (Reden der Unterscheidung, N° 4):
"Los que no son de gran esencia, de cualquier obra que obren, no sale nada".
352
todavía no meditado. Por eso, en la esencia del peligro se oculta la posibilidad de
una vuelta, en la que el olvido de la esencia del Ser se gire de tal manera que con
esta vuelta, la verdad de la esencia del Ser ingrese propiamente en lo ente.
¿Pero, ¿dónde hay peligro? ¿Cuál es el lugar para él? En tanto que el
peligro es el Ser mismo, lo hay en ninguna parte y por todas El no tiene ningún
lugar como algo distinto de él mismo. Él mismo es el paraje sin-lugar de todo
presenciar. El peligro es la época [Epoche] del Ser esenciando como lo dis-
353
puesto.
354
¿Hacia dónde se acontece-apropia ingreso? Hacia ninguna otra parte que
hacia el Ser mismo esenciante en el olvido de su verdad, sido hasta ahora. Pero
este Ser mismo esencia como la esencia de la técnica. La esencia de la técnica es
lo dis-puesto. El ingreso, en cuanto acontecimiento-apropiador de la vuelta del
olvido, ingresa en lo que hasta ahora es la época del Ser. Lo que propiamente es,
no es, de ninguna manera, este o aquel ente. Lo que propiamente es, esto es, lo
que propiamente habita y esencia en el Es [Ist], es únicamente el Ser. Sólo el Ser
"es", sólo en el Ser y en cuanto Ser se acontece-apropia lo que nombra el "es"; lo
que es, es el Ser desde su esencia.
355
manera, lo ente. Pues, el "hay" ["es ist"] y el "es" son atribuidos a lo ente sólo en
cuanto que lo ente es interpelado respecto a su Ser. En el "es" es interpelado
"Ser"; lo que en el sentido "es", que constituye el Ser de lo ente, es el Ser.
De otra manera no; pues el Dios también es, si es que él es, un ente; en
cuanto ente, está en el Ser y su esencia, que se acontece-apropia desde el
mundear del mundo.
356
modo que lo actual, pensado a medias, se ex-tienda al velado porvenir, se mueve
también en la postura del concebir técnico-calculador. Todo intento del
computar, morfológica y sicológicamente, lo real efectivo, como caída y pérdida,
fatalidad y catástrofe, como decadencia es solamente conducta técnica. Se opera
[operiert] con aparatos de recuentos de síntomas, cuya existencia puede aumentar
hasta el infinito y variar siempre de nuevo. Estos análisis de la situación no notan
que ellos trabajan sólo según el modo y sentido de la desmembración técnica y,
así, suministran a la conciencia técnica la exposición del acontecer
historiográfico-técnica a ella adecuado. Pero, ningún historiográfico concebir a la
historia como acontecer, lleva a la vinculación destinal con el destino y no lleva,
en absoluto, a su proveniencia esencial en el acontecimiento-apropiador de la
verdad del Ser.
Por eso, cuando nosotros intentamos decir del vistazo en lo que es, no
describimos la situación de nuestro tiempo. La constelación del Ser se nos
designa [zusagen].
357
al vistazo mediante un mirar, que mira en la esencia de la técnica y en ella guarda
al Ser mismo?
Que mundo, mundeando, sea lo más próximo de todo acercar, que acerca,
acercando la verdad del Ser a la esencia humana y, así, reapropia al hombre al
acontecimiento-apropiador.
358