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El Hombre Hacedor de Cultura
El Hombre Hacedor de Cultura
Definiciones antropológicas
Con las definiciones elaboradas desde la Ciencia del Hombre, nos vamos a encontrar, en
general, con conceptualizaciones demasiado amplias que no satisfacen los requerimientos
operativos de un término, en donde muchas veces es preferible acotar la significación en
nombre de eliminar la ambigüedad. Pero también hay que decir que existen intentos valiosos
que tomados en conjunto permiten establecer alguna claridad en los criterios. Desde la misma
consolidación de la antropología como disciplina científica, a finales del siglo XIX, los
autores más representativos se preocuparon por intentar definir a la Cultura, ya que la
consideraban central en sus estudios. Vamos a realizar un breve repaso por algunas de las
distintas definiciones planteadas a lo largo de la historia de la disciplina e intentaremos luego
proponer una conceptualización propia que sea lo suficientemente amplia como para poder
ser utilizada en cualquier contexto de investigación, pero que a la vez restrinja la diversidad
de sentidos, para evitar problemas interpretativos.
"La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que
incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y
cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de
la sociedad. Es el medio de estudiar las leyes del pensamiento y de la actividad humana."
(Tylor, E. 1876:1)
1 Cf. http://www.marisolcollazos.es/Sociologia-complemento/pdf/SOC04.pdf
Esta es tal vez la crítica más atinada, ya que implícitamente queda sugerido que la cultura es
un apriori, en donde todo viene dado y en donde no puede identificarse, al menos partiendo
de la definición, el origen y desarrollo del fenómeno.
Vamos a repasar ahora la definición dada por Ward Goodenough, el impulsor del
cognitivismo en antropología.
“La cultura de una sociedad consiste en todo aquello que conoce o cree con el fin de
operar de una manera aceptable sobre sus miembros. La cultura no es un fenómeno material:
no consiste en cosas, gente, conductas o emociones. Es más bien una organización de todo
eso. Es la forma de las cosas que la gente tiene en su mente, sus modelos de percibirlas, de
relacionarlas o de interpretarlas” (Goodenough, W. 1957:167)
“cultura: tal como es utilizada por los arqueólogos, el término posee dos significados
separados. En su sentido más general se refiere a todo lo que el hombre hace, que deriva más
de la ‘crianza que de la naturaleza’ (V.G. Childe), esto es, de la conducta que es aprendida
en lugar de genéticamente controlada. Una definición alternativa de la cultura en este sentido
está relacionada con los ‘medios adaptativos extrasomáticos del hombre’ (L. Binford).
Cultura en realidad es todo lo que hacemos, es decir, como actuamos, nos movemos,
pensamos, etc. Sólo hacemos cultura. Pero este es un concepto, que, elaborado en principio por
la antropología y la sociología, tiene un significado bastante ajeno al que se le suele dar.
El termino fue adoptado más rápidamente por los antropólogos que por los sociólogos, tal
vez porque los “padres fundadores" no lo emplearon.
b) Símbolos; son significados más complejos, son parte del sistema de comunicación que
es la cultura. Por ello la red simbólica más importante, señala Giner, es el lenguaje. (Ej.: los
catalanes defienden su lenguaje, esta defensa tiene que ver sobre todo con la estructura
mental.). Sin él el orden social se desvanecería.
6. Formas no normativas de conducta: Son las maneras o estilos peculiares de la gente de
una comunidad "idiosincrasia". Son los que hacen diferenciar a los andaluces de los gallegos,
etc. Podemos formar parte del mismo sistema cultural pero el comportamiento peculiar, lo que
nos hace diferentes.
Por muchos antagonismos que en el interior de una cultura podamos encontrar sus partes
tienen que estar mínimamente integradas. Con un mínimo de interdependencia, para que las
culturas puedan subsistir, es decir, se requiere un orden cultural, ninguna es un conjunto
caótico de normas y de valores.
Todas las culturas son conjuntos dinámicos que tienen que adaptarse al medio físico y
social y a las innovaciones de todo tipo, técnicas, de ideas, etc., que se producen, por ello no
existen culturas que no cambien, las culturas son dinámicas, cambian, evolucionan. Aquellas
que se resisten al cambio, las que no se adaptan a las innovaciones esas culturas tienen menos
posibilidades de supervivencia, se aíslan y a menudo una cultura aislada desaparece. Las
culturas más ágiles, las más dinámicas, aunque a menudo parezcan más vulnerables, por la
posible influencia exterior, tienen grandes posibilidades de perdurar, aunque también en ese
camino o tránsito, pueden perder fácilmente algunas de sus características.
Las unidades más reducidas de cada cultura se denominan rasgos culturales, son las
unidades más pequeñas identificables de una cultura, su valor para la investigación consiste en
que se pueden aislar y definir con claridad, pero por sí solos carecen de cualquier valor.
Necesitan estar integrados en configuraciones, en patrones, en lo que se denominan complejos
culturales.
A. Complejos culturales
Los complejos culturales pueden trasladarse de una cultura a otra y a eso se le denomina,
difusión cultural.
En cualquier caso, aun existiendo esta difusión cultural, los complejos culturales suelen ser
diferentes de un lugar a otro. Ej.: un edificio, el lugar donde se reside. El tipo de edificación
nuestra es diferente, que la de otros como pueden ser la de los chinos, los africanos o los
hindúes, etc.
a) Difusión cultural: Ej.: De Japón nos llega una moda cultural que puede producir un
cambio en nuestra cultura.
b) Aculturación Es el cambio que se produce cuando dos culturas entran en contacto. Ej.:
El contacto entre las culturas A + B = C, es decir, este contacto entre ambas culturas
produce una síntesis cultural. En una cultura donde haya elementos de A y B, cuando la
cultura A tiene más fuerza que B, entonces la cultura C presentará más elementos de A.
Toda cultura tiene una razón de ser, permite a sus miembros a los individuos que
participan en ella, cumplir determinadas funciones sociales y en la medida de eso, les
permite sobrevivir, desarrollarse, relacionarse, tenemos que considerar que todas las
culturas son respetables (aunque no necesariamente todos los valores culturales).
En ese sentido, aparecen los valores universales de respeto y dignidad, todas las
culturas, las mejores, son aquellas que permiten el mayor nivel de consenso entre sus
miembros y el mayor grado de dignidad como valor esencial de su cultura.
B. Relativismo cultural
C. Determinismo cultural
Consiste en que nos comportamos en función de cómo se espera que nos comportemos.
Nuestro comportamiento, viene marcado por nuestra cultura. Aunque no siempre es así.
Hay que reconocer la existencia de un amplio determinismo cultural, pero debemos dejar
claro que no somos el resultado automático, directo, de lo que nuestra cultura, nos impone.
Hay elementos culturales, por lo tanto, comportamientos individuales que no vienen dados
por nuestra cultura, sino que forman parte de nuestra dotación biológica.
1.4. La Socialización
A. Proceso de socialización
Podríamos definirlo como el puente que vincula a las personas y a la sociedad. Mediante
el proceso de socialización los individuos, las personas, aprenden a interiorizar en el
trascurso de su vida, a lo largo de toda su vida, los elementos socio-culturales de su medio
6 ambiente (lugar donde se mueven), los integran en la estructura de su personalidad bajo
las experiencias y la influencia de agentes sociales significativos y se adaptan así al entorno
social en cuyo seno deben vivir. El proceso es perenne, dura toda la vida.
3. Mediante proceso nos adaptamos al entorno social y lo hacemos nuestro. Por ello
hablamos de nosotros los universitarios, nosotros los españoles o nosotros los
murcianos. Lo asumimos y lo compartimos (palabra clave).
B. Agentes de la socialización
a) La familia
b) La escuela
Los individuos ensanchan su horizonte porque entramos en contacto con personas de
distinto origen social y más que con ello, entramos en contacto con variedad de personas.
Nuestro mundo se reducía hasta entonces al ámbito familiar. En la escuela, aprendemos a
valorar la importancia que se da en la sociedad a las cuestiones, como el género o la raza y
empezamos a actuar de acuerdo con estas valoraciones.
En la escuela se aprende a leer, escribir, contar... Pero también aprenden otras cuestiones
que no se les enseña de un modo formal o sistemático. Estas otras cosas componen lo que los
sociólogos denominan un currículo oculto (el esfuerzo, la competitividad...). En la escuela los
niños están continuamente recibiendo una enorme cantidad de mensajes, explícitos e
implícitos, que tienden a reforzar el sistema de valores de la sociedad en que viven. También en
la escuela se nos evalúa según parámetros impersonales, al contrario de lo que ocurría en el
seno familiar. Esto es, en la escuela se les enseña a aceptar que alguien ajeno a su familia puede
evaluarles según lo que hacen y no según quienes son.
En la escuela es el primer lugar donde tenemos que actuar según unas reglas formales y
rígidas. Se nos da un horario, existe una rutina preestablecida y aprendemos a someternos. En
la escuela aprendemos valores de disciplina, sometimiento, etc., que se nos exigirán cuando
entremos a formar parte de alguna organización, cuando seamos adultos, por supuesto.
c) El grupo de iguales.
El grupo de iguales es un grupo social compuesto de personas que tienen más o menos, la
misma edad y posición social y unos intereses comunes. Se eligen entre los vecinos o entre los
compañeros de juegos y más adelante los compañeros del colegio.
A diferencia de la familia en el grupo de iguales los niños eluden el control de los adultos.
Se empieza a ganar en independencia personal que va a ser clave a la hora del mantenimiento
de relaciones sociales y de empezar a formarse una imagen de sí mismos distinta de la que
reciben a través de los padres o de la familia.
Los grupos de iguales permiten a los niños o a los jóvenes compartir y explorar inquietudes
o intereses que probablemente no forman parte de las preocupaciones de los padres. Ej.: las
drogas, el sexo, etc.
A través del grupo de amigos, al estar fuera del control de los padres, se explicaría también
que empiecen a aparecer los primeros problemas en las relaciones padres-hijos. De ahí, el
interés de los padres siempre por conocer y controlar las relaciones y amistades de los hijos.
Y en nuestra sociedad donde los cambios se suceden a una velocidad tan vertiginosa, rápida,
los grupos de iguales pueden rivalizar con los padres produciendo lo que conocemos como
"choque generacional". En la etapa adolescente es donde se hace más notable, más evidente ese
distanciamiento, entre hijos y padres. En esta etapa de ruptura donde el adolescente empieza a
independizarse del padre, estos adolescentes pueden desarrollar un fuerte sentimiento de
adhesión al grupo de iguales acompañado por un sentimiento de sumisión al grupo de iguales
que además les está ofreciendo una nueva identidad.
Aunque en realidad este conflicto de lealtades entre los padres y los grupos de iguales puede
ser más ficticio que real, porque los padres siguen ejerciendo una fuerte influencia sobre los
hijos. Ej.: en cuestiones musicales, de juegos, etc., se apoyan en el grupo de amigos, pero a la
hora de la toma de decisiones importantes, se sigue confiando más en los padres que en los
amigos.
Por último, los grupos de iguales no actúan aislados. En toda comunidad se pueden
identificar multitud de grupos de iguales. Los miembros de un grupo tienden a valorar su propio
grupo en términos muy positivos y a desdeñar a los otros grupos. Esto explica que pueda
resultar tan atractiva la pertenencia a un determinado grupo de iguales que uno empiece a
imitar la conducta y estilo de ese grupo con la esperanza de ser admitido. Este proceso recibe
el nombre de socialización anticipada, que es el aprendizaje de las normas, valores o conductas
sociales que tiene como objetivo alcanzar una determinada posición.
Los medios de información de masas, por esa influencia tan importante en nuestras vidas
tienen el riesgo de la manipulación, de tal manera que nos lleven a tomar decisiones
equivocadas o a emitir juicios equivocados o a tomar como verdaderas cosas que a lo mejor no
lo son. Antes de que un niño aprenda a leer, ver la televisión es ya una rutina. Un niño pasa va
tantas horas delante del televisor como en la escuela.
Uno no debería poder tomar leche. Nuestros ancestros no podían hacerlo. Fue sólo hace
9.000 años que los humanos adquirimos la habilidad de hacerlo sin enfermarnos.
Los niños podían tomarla. Pero no fue hasta que el hombre se dedicó a la producción de
lácteos, que los adultos adquirieron la capacidad de digerir bien la leche.
Resulta ser que las sociedades con una historia de producción y consumo de lácteos tienen
una tasa mucho más alta de tolerancia a la lactosa -y de su gen asociado- que aquellas que
no.
El consumo de leche es sólo uno de los ejemplos en que las tradiciones y las prácticas
culturales pueden influir en el rumbo de la evolución del hombre.
Tradicionalmente se pensaba que la cultura y la genética eran dos procesos separados, pero
cada vez más los investigadores se han dado cuenta que están íntimamente relacionadas, y
que cada una influye en la progresión natural de la otra.
A esto los científicos le llaman "coevolución genético-cultural". Pero ¿por qué es
importante?
Si logramos determinar cómo la cultura afecta nuestra composición genética -y cómo estos
procesos se aplican a otras criaturas- entonces podremos entender mejor cómo la forma en
que hoy actuamos como sociedad influye nuestro futuro.
Otro ejemplo de cómo la cultura ha jugado un papel en la evolución genética es la relación
que hay entre el cultivo de ñame y la resistencia a la malaria.
La lucha contra la malaria se libra en buena parte de África. Según el Centro de Control de
Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés), en 2010 se registraron unos
219 millones de casos de malaria en todo el mundo, 660.000 de esos afectados murieron.
Más del 90% de los muertos vivía en África.
Sin embargo, algunas personas parecen tener una defensa natural contra esta enfermedad.
Sus glóbulos rojos tienen forma de medialuna o de hoz, en lugar de discos aplanados. Esta
anomalía produce anemia falciforme que puede tapar los vasos sanguíneos, lo que produce
dolor y daños en los órganos.
¿Malaria o anemia?
Malaria
En algunas poblaciones de África se ha desarrollado resistencia a la malaria debido a los
cultivos de ñame.
En circunstancias normales, la evolución mantiene el índice de esta enfermedad en valores
mínimos porque además de ser muy dañina puede reducir la expectativa de vida.
No obstante, debido a una peculiaridad biológica, el gen de la anemia falciforme puede
proteger contra la malaria. Por lo tanto, en aquellas partes del mundo donde la tasa de
infección de malaria es extremadamente alta, como en África, la selección natural puede
favorecer a la anemia.
En el juego de la vida es preferible la protección contra la malaria, incluso con el riesgo
potencial de sufrir esta afección.
Y aquí es donde está el dato interesante: aquellas comunidades que cultivan ñame tienen
tasas más altas del gen de la anemia que otras cercanas donde tienen otro tipo de producción
agrícola.
Para poder cultivar ñames hay que talar árboles. "La tala aumentó la cantidad de agua de
lluvia estancada, lo cual proporcionó un mejor campo de cultivo a los mosquitos portadores
de la malaria", escribe en Nature Reviews Genetics el biólogo Kevin Laland de la University
of St. Andrews. Más mosquitos implican más malaria, lo cual hizo que las células de la
anemia se adaptaran.
Si bien es la anemia falciforme la que protege contra la malaria, fue un comportamiento
exclusivamente humano -el cultivo de ñame- el que le permitió que la evolución actuara.
No todos los ejemplos de coevolución genético-cultural son beneficiosos.
Los polinesios, por ejemplo, tienen una preponderancia de diabetes tipo 2. Es una de las más
elevadas a nivel mundial.
Un grupo de investigadores descubrió que los polinesios tienen una alta tasa de una mutación
de un gen llamado PPARGC1A y que este podría ser el responsable, al menos en parte, de
los altos índices de diabetes tipo 2.
¿Por qué están tan afectados por esta enfermedad? Especialistas sugieren que puede estar
relacionado con la costumbre de exploradores de sus ancestros.
"Metabolismo ahorrativo"
Polinesios
El pasado de los polinesios pudo haber influido en que hoy en día haya altos índices de
diabetes 2.
A medida que los polinesios se asentaban en las islas del Pacífico, debían soportar largos
viajes por mar abierto y resistir el frío y el hambre. Dichas condiciones podrían haber
favorecido un "metabolismo ahorrativo" que les permitiera crear con la comida disponible
más rápido depósitos de grasa.
La selección natural pudo haber incrementado la frecuencia de las mutaciones genéticas
asociadas. Pero el metabolismo que pudo haber ayudado a esos exploradores, podría ser hoy
en día una de las causas de obesidad y diabetes tipo 2 en los individuos de la sociedad actual
que cuentan con constantes fuentes de nutrición.
Entonces los polinesios de hoy pueden haber heredado una susceptibilidad a la diabetes tipo
2. No por vivir un estilo de vida sedentario, sino porque sus ancestros decidieron subirse a
unas canoas y salir a explorar el planeta.
Si bien estos ejemplos son los que mejor explican la coevolución genético-cultural, expertos
han identificado otros.
La domesticación de las plantas puede haber dado un empujón a los genes que nos permiten
neutralizar ciertos compuestos químicos dañinos que están presentes en las plantas que
comemos.
La invención de la cocina pudo haber alterado la evolución de nuestras mandíbulas y esmalte
dental. Mientras que la aparición del lenguaje y cognición social compleja pudo haber hecho
que la selección natural acelerara el desarrollo del cerebro humano y sistemas nerviosos.
La influencia cultural en nuestra evolución avanza con rapidez. Sin embargo, actualmente es
imposible predecir cómo será.
¿Qué tipo de adaptaciones genéticas veremos como resultado de nuestra cultura tecnológica?
¿Cómo afectarán las interfaces humano-máquina, como las prótesis robóticas o los implantes
neurales, a nuestra genética? ¿Obtendrán las culturas propensas a los deportes violentos
adaptaciones contra los traumatismos de cráneo?
No tiene sentido seguir pensando que la genética y la cultura son dos grandes monolitos
separados que no interactúan entre sí.
El problema reside en identificar en cómo uno influencia al otro. "Este es el gran reto del
campo de la coevolución genético-cultural y es un reto formidable", escribe Laland.
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