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Psicología Forense
Especializada en niñas, niñas y adolescentes
Mod. I Tema IV
Bárbara Straccali
Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia A.C.
El siguiente contenido describe la violencia física contra la infancia desde una perspectiva psicológica
sistémica, donde el sentido de autoridad no encuentra otra manera de expresarse sino a través del maltrato
corporal.
“Uno de los desafíos de la familia humana es el control de la agresividad de sus miembros. (…) para
destruir o hacer daño a alguien de su especie, o de su familia, es necesario que los rituales que mantienen
los vínculos afectivos y la sincronización de los miembros de un sistema se debiliten o desaparezcan”. 1
Mientras que en las manadas de animales, existen rituales conductuales específicos, en los grupos
humanos también existen comportamientos que son símbolos de ese ritual. Representan los mensajes para
que se configure la disposición familiar y se genere una red de protección y cuidado para el sistema y sus
miembros. Si bien la palabra es el modo más humano, cada actitud también está participando para que
suceda cohesión protectora o destructiva. El ritual “no solo es un mecanismo que permite la regulación de
intercambios agresivos dentro de una familia, sino también organiza la atribución de roles, tareas y funciones
de sus miembros para afrontar situaciones conflictivas”.2
En general la violencia física contra los niños, niñas y adolescentes, se da en el marco de familias que
mantienen relaciones interpersonales “no controladas” y comportamientos explosivos, por uno a varios
integrantes que representan el “poder” o la “autoridad” en el sistema.
1 Barudy, J. (1998). El dolor invisible de la infancia. Ed. Paidós Ibérica, S.A: Barcelona.Pág.120.
2 Barudy, J. (1998). El dolor invisible de la infancia. Ed. Paidós Ibérica, S.A: Barcelona.Pág.120.
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En familias basadas en apegos sanos, cuyo sistema de creencias se encuentra al servicio de
promover y defender la vida, se pueden identificar mecanismos naturales, rituales, destinados a canalizar la
agresividad hacia actividades que no intercedan con la cohesión y protección del sistema. La violencia
intrafamiliar es la consecuencia, en este sentido, de una alteración en las relaciones de apego, fallan los
mecanismos de comunicación participativo, las interrelaciones entre sus componentes son, además de ser
asimétricas, están sostenidas por conductas desbordadas generadoras de maltrato físico.
Barudy, J. en su libro “El dolor invisible de la infancia” (1998), plantea que el desbordamiento agresivo pueden
estar sostenido por tres modelos de creencia intrafamiliar:
En el primer caso, el niño o niña es golpeado a partir de la idea de que se le está demostrando cuidado y a
amor. Este tipo de violencia es relativamente controlada y tiene un objetivo. Infiere la utilización de amenaza,
y una escalada en los castigos corporales para obtener lo que el adulto concibe como metas educativas. Se
trata de los padres que cuando golpean a sus hijos, dicen “esto me duele más a mí que a ti”; “es por tu bien”;
“más adelante lo agradecerás”, convencidos de que esa es la única y mejor manera de que el niño o niña
“aprenda”, es mitigada la culpabilidad con un fuerte sentimiento de legitimación por “ocuparse de la educación
de sus hijos”.
El niño o la niña en este caso, se adaptan a la situación, ya que sienten culpa al no lograr complacer a los
padres; suelen no reaccionar ante los golpes y guardan el secreto escondiendo las marcas en su cuerpo, en
un pacto de lealtad sanguínea con sus padres que le han dado la vida.
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Indicadores de maltrato físico (Le Boeuf, 1982), tomado de Barudy, J. El dolor invisible de la Infancia, Paidós,
Barcelona, 1998, pág. 136.
- Heridas o raspaduras en la
boca, labios, encías u ojos,
genitales externos, o en la parte
posterior de brazos y piernas o
torso.
- Lesiones abdominales,
hinchazón del abdomen, dolor
localizado, vómitos constantes.
Según Barudy, las fuentes del sufrimiento de los niños o niñas golpeados provienen del conjunto de
experiencias crueles que vivieron crónicamente, a merced de sus progenitores violentos. Cita las ideas de
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Goffman (1975), describiendo este proceso como “la carrera moral del niño o niña golpeado”. El cuadro a
continuación describe este fenómeno, y fue tomado de Barudy, J., El dolor invisible de la Infancia, Paidós,
Barcelona, 1998, pág. 151.
En la descripción de esta “carrera moral” que deben realizar los niños y niñas víctimas de violencia
física, se abordan los contenidos del maltrato y sus consecuencias, así como los mecanismos de adaptación
a la situación que deben desplegar para sobrevivir, o dicho de otro modo, los procesos de aprendizaje de la
violencia.
El niño o niña golpeada, vive el contexto como terrorífico y de desprotección continuos. Las relaciones
de poder son asimétricas y claramente desiguales, lo que genera un fuerte sentimiento de impotencia,
sostenido por la imposibilidad de defenderse, de huir o de denunciar al agresor por ser dependiente de éste.
Otro elemento es el dolor. Es usual ver a niños o niñas que han sido golpeados que no recuerdan el
dolor físico. Se produce una escisión con el cuerpo: cuando el cuerpo está sometido a un dolor intenso y
sistemático, el sujeto desea deshacerse de su cuerpo, y lo logra, escindiéndose de él, no reconociéndose su
dueño.
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Lo anterior descripto, infiere claramente la existencia del carácter altamente traumático del pánico y
frustración severa en los niños y niñas víctimas de maltrato físico. Las consecuencias de esta situación
producen, en primer lugar daño físico, pero implican mensajes profundamente destructores para la psique de
las víctimas. Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentran:
a- Trastornos de la identidad:
Mala imagen de sí mismo, convencido de ser la causa de la violencia de sus padres. Se percibe
malo, inadecuado y peligroso. Puede desarrollar como mecanismos de defensas, la creencia de ser
fuerte, omnipotente, capaz de vencer a los adultos.
b- Autoestima pobre:
Sentimientos de inferioridad, se sienten profundamente incapaces, comportamientos tímidos y
miedosos, o por el contrario agitados e histriónicos.
Otras maneras que utiliza un niño o niña víctima de maltrato físico para afrontar la situación angustiante, es
“volverse invisible”; poniendo la imaginación al servicio de su supervivencia:
- Extremadamente obediente, pasivo, poco exigente, casi transparente, pasar lo más desapercibido
posible, para evitar cualquier posibilidad de confrontación.
- Adoptar el papel de niño malo, justificando así los golpes que recibe (identificación con el agresor).
- Provocador, colérico y cruel con sus pares y con los animales.