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Juan Albarrán

Luciano Alonso
Hernán Apaza
Edoardo Balletta
Luís Fernando Beneduzi
María Eugenia Borsani
Alex Bratkievich
Juan Andrés Bresciano
Marie-Claude Chaput
Silvia Dejón
Sílvia María Favero Arend
Hugo Fazio Vengoa
Jurandir Malerba
Cristina Moyano
Israel Sanmartín
Núncia Santoro de Constantino
Gonzalo Pasamar
Alfonso Pinilla
Compilación María Cristina Pintos
a cargo de
Juan Andrés
María Virginia Pisarello
Bresciano
ISBN: 978-9974-694-06-4

9 7 8 9 9 7 4 6 9 4 0 6 4
EL TIEMPO PRESENTE
COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO

ENSAYOS TEÓRICOS
Y
ESTUDIOS DE CASOS
EL TIEMPO PRESENTE
COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO

ENSAYOS TEÓRICOS
Y
ESTUDIOS DE CASOS

Compilación a cargo de
Juan Andrés Bresciano
ISBN: 978-9974-694-06-4

EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO

© Juan Andrés Bresciano

Queda hecho el depósito que ordena la ley


Impreso en Uruguay - 2010
Tradinco S.A.
Minas 1367 - Montevideo.

Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier proceso reprográfico o fónico,
especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo o cualquier otro medio mecánico o electrónico, total o
parcial del presente ejemplar, con o sin finalidad de lucro, sin la autorización del autor.

Corrector de estilo: Miguel Ángel Caraballo


Diseño de portada y armado: Augusto Giussi
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN.............................................................................................. 9

I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO...... 17

Orígenes de la Historia del presente:


el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.................... 19
Gonzalo Pasamar

Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía


sobre el pasado reciente en el campo académico argentino.................................... 41
Luciano Alonso

Por una Historia de la Historia reciente.


Propuestas para un programa de investigación.................................................... 65
Hernán Apaza

II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO............ 81

II.1. El presente y sus fronteras: tiempo y espacio

La evanescencia del presente: emergencia de la


periodización en el escenario argentino posdictadura........................................... 83
María Eugenia Borsani

La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata.


Una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata.......................... 93
Israel Sanmartín

II.2. El presente y sus escalas: de lo global a lo local

La Historia global y el estudio del presente........................................................ 115


Hugo Fazio Vengoa

Identidad local y estudio del presente. Algunas consideraciones


metodológicas a partir del proyecto «Memoria en red»...................................... 137
María Cristina Pintos
II.3. El presente y la memoria histórica

Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía.................. 151


Jurandir Malerba

Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia.............................. 169


Marie-Claude Chaput

Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos


de la Guerra Civil Española en la Transición..................................................... 191
Alfonso Pinilla

Memorias de militantes políticos en Chile e Historia del presente..................... 213


Cristina Moyano

III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO..... 239

III. 1. Los aportes heurísticos de la Oralidad y de las Historias de vida

Las fuentes orales: los testimonios y los testimoniantes..................................... 241


Silvia Dejón

Formas de la narrativa oral y autorepresentación desde el presente: . ............... 255


mujeres inmigrantes en el Brasil meridional.
Núncia Santoro de Constantino

Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en


la inmigración brasileña a la Italia contemporánea............................................ 265
Luís Fernando Beneduzi; Sílvia María Favero Arend

III.2. La gravitación actual de las fuentes digitales

La documentación electrónica y el estudio del presente:


posibilidades y desafíos........................................................................................ 283
Juan Andrés Bresciano

III. 3. Las contribuciones hermenéuticas del arte, la literatura


y la cinematografía

Por una Historia del arte del presente................................................................ 305


Juan Albarrán
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial
frente a la última dictadura militar argentina.................................................... 321
María Virginia Pisarello

Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria


en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la esma...................................................341
Edoardo Balletta

Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el


cine argentino de los ochenta.............................................................................. 357
Alex Bratkievich
INTRODUCCIÓN

La Historiografía académica que se consolida en Europa Occidental a


comienzos de la Época Contemporánea —y que se proyecta gradualmente
al resto del mundo durante el siglo xix—, se presenta a sí misma como la
ciencia que estudia los acontecimientos humanos del pasado. No siempre
la Historiografía identificó su campo de estudio con el pasado, excluyendo
el presente; desde su génesis, en la Grecia del siglo v ac, hasta que se trans-
formó en un saber institucionalizado en las primeras décadas del ochocien-
tos, atravesó por fases en las que esa diferenciación no existía necesaria-
mente, o no constituía el factor que otorgaba especificidad al conocimien-
to histórico. Sin embargo, la Historiografía decimonónica le concedió un
papel fundamental en sus prácticas, excluyendo los eventos del presente
—aún cuando se desarrollaran esfuerzos por integrarlo, en algunos países
europeos1—. Esta exclusión se fundaba en tres clases de argumentos2:

(i) Argumento cognitivo. En la medida en que el investigador


estudia los hechos en los que participa, o que lo involucran de
algún modo, ve comprometida su neutralidad valorativa y su
imparcialidad.

(ii) Argumento heurístico. Las fuentes confiables para el estudio


del presente —es decir, las archivísticas— le están vedadas (por
el plazo de embargo que afecta a la documentación histórica),
mientras que las otras fuentes disponibles, son fragmentarias,
asistemáticas o poco fidedignas.

1 Ver Julio Aróstegui. La Historia vivida. Sobre la Historia del presente. Madrid: Alianza Editorial, 2004,
pp. 36-44.
2  Ver Carlos Barros. “El estatus epistemológico e historiográfico de la Historia inmediata”. [En lí-
nea]. En Historia a Debate. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet en: http://www.h-
debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/montevideo3/audio.htm

·9·
(iii) Argumento hermenéutico. Los procesos del presente son pro-
ceso inacabados; por lo tanto, quien los aborda carece de una
adecuada perspectiva de ellos.

Subyacía a estas objeciones la convicción de que los acontecimientos


históricamente más representativos eran los políticos, militares y diplomá-
ticos, y si bien no se desdeñaban los económicos, sociales y culturales, se
los relegaba a un segundo plano (aunque existían numerosas excepciones
dentro de esta tendencia general).

En base a los aportes de la Escuela de Annales, del Marxismo y de la


Cliometría, entre otras corrientes, la Historiografía que prevalece en el si-
glo xx no se autorrepresenta como la ciencia de los acontecimientos hu-
manos del pasado, sino como la disciplina que estudia a las sociedades
en dimensión diacrónica. Concebida como ciencia social, ya no se iden-
tifica exclusivamente con el pasado, sino con la dimensión diacrónica, y
con su expresión fundamental: el cambio3. Por tal motivo, no puede ser
indiferente al presente, más aún cuando éste experimenta transformacio-
nes vertiginosas, que por su magnitud, su complejidad y su proyección,
resultan esenciales no sólo para la comprensión de los desafíos colectivos
actuales, sino para la permanente reinterpretación del pasado y para los
esfuerzos de anticipar algunas tendencias del futuro. De este modo, en el
último tercio del siglo xx, surge una Historia del tiempo que intenta supe-
rar las limitaciones teórico-metodológicas tradicionales, refutando los tres
argumentos en que se basaba:

(i) Con respecto al riesgo de parcialidad por involucramiento


con los hechos, sostiene que la distancia temporal no garantiza
la neutralidad, ni la proximidad inhibe al investigador de pro-
ceder con rigor académico en la demostración de sus hipótesis.

(ii) Con relación a la carencia de fuentes fidedignas, afirma que


los documentos de archivos, en principio, no resultan más con-
fiables que los restantes, y que todos deben ser sometidos a una
crítica heurística rigurosa. Tampoco son los únicos disponibles,
y para ciertas temáticas, no son necesariamente útiles.

(iii) En lo que atañe al carácter inconcluso de los procesos con-


temporáneos, sostiene que nunca se tiene la plena certeza de
que un proceso histórico haya finalizado; considera, a su vez,
3  Para una exposición sintética de este proceso, ver Georg G. Iggers. La Ciencia Histórica en el siglo xx.
Tendencias actuales. Barcelona: Idea Universitaria, 1998.

· 10 ·
que la falta de perspectiva puede equilibrarse con la contex-
tualización de los hechos en tendencias y estructuras de larga
duración.

Inspirado en estas premisas, nace en París el Institute d’ Histoire du


Temps présent (1978), que bajo la dirección de François Béderida se dedica
a investigar los procesos posteriores a la Segunda Guerra Mundial4. Se tra-
ta de una iniciativa con un notorio antecedente en la década previa, ya que
en 1963 comienza a editarse la colección Histoire immediate, a cargo de Jean
Lacouture. En los años ochenta, la preocupación por la memoria histórica
y su relación con el discurso historiográfico —como acontece en las obras
de Pierre Nora5 y Jacques Le Goff6— contribuye a que se amplíe el espectro
temático de una Historia que une el hoy con el ayer. Con la consolidación
de diversos centros académicos7, se desarrolla una producción teórica e
historiográfica, que complejiza la noción de tiempo presente, y reflexiona
sobre otras variantes categoriales: tiempo contemporáneo, tiempo vivido,
tiempo actual, tiempo reciente, tiempo inmediato8. A su vez, el interés por
indagar el pasado reciente en América Latina, durante el segundo lustro
de la década del noventa y los primeros años del siglo xxi, otorga un nuevo
impulso a un campo disciplinario que se expande y redefine9. Finalmente,
la aceleración del cambio histórico en el contexto de la sociedad de la in-
formación, genera estructuras y procesos desconocidos en décadas prece-
dentes, amplía de manera sorprendente el espectro temático de las inves-
tigaciones científico-sociales, y genera un universo de fuentes que por su
volumen, variedad y sofisticación, desborda los marcos metodológicos de
la Historiografía del siglo xx.

La presente compilación procura dar testimonio de esa diversidad temá-


tica y heurística desde una doble perspectiva, ya que articula la reflexión
teórica con estudios de casos. Incorpora, para ello, ensayos en los que pre-
valece la conceptualización generalizadora, e investigaciones en las que el
análisis minucioso de un proceso específico, permite entrever patrones o
tendencias de más amplia proyección. En conjunto, los trabajos editados
responden a cuatro criterios, que contribuyen al enriquecimiento recíproco

4  Al respecto, ver Pierre Sauvage. “Una Historia del tiempo presente” en Historia Crítica, nº 17, 1998;
Hugo Fazio. “La Historia del tiempo presente. Una Historia en construcción” en Historia Crítica, nº 17,
1998.
5  Pierre Nora. “Entre mémorie et Histoire. La problematique des lieux” en Pierre Nora. Les lieux des
mémoires. París: Gallimard, 1984, tomo I.
6  Jacques Le Goff. Histoire et mémoire. París: Gallimard, 1988.
7  Además del Institute d’Historie du Temps Présent, podrían referirse el Institut für Zeitgeschichte y
el Institute of Contemporary British History, entre tantos otros.
8  Julio Aróstegui, op. cit., pp. 28-31.
9  Ver, en esta compilación, los trabajos de Luciano Alonso y Hernán Apaza.

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de los aportes, puesto que sus autores: (i) proceden de países, regiones y
continentes distintos; (ii) pertenecen a generaciones diferentes, formadas
en contextos académicos e institucionales variados; (iii) cultivan múltiples
especializaciones dentro del campo de la Historia o de las Ciencias Sociales;
(iv) desarrollan perspectivas metodológicas diversas —en algunos casos,
de carácter interdisciplinario—. Las procedencias distintas favorecen la
comparación implícita entre los casos que se estudian; la pertenencia a ge-
neraciones diferentes motiva el planteamiento de preguntas que reflejan
inquietudes propias de formaciones y de contextos epocales múltiples; la
participación de especialistas en áreas desagregadas, evita los reduccio-
nismos temáticos; la variedad de perspectivas metodológicas, contribuye
a complejizar la conceptualización de ciertos fenómenos, y a superar las
explicaciones simplistas.

En base a estos criterios, los textos se organizan en tres secciones, en las


que el tiempo presente es considerado, respectivamente, como objeto his-
toriográfico, como campo disciplinario, y como desafío metodológico.

1. El tiempo presente como objeto historiográfico

Con la paulatina incorporación de los procesos actuales a la investi-


gación histórica, y con el surgimiento de centros académicos dedicados
a su estudio, cristaliza una especialización disciplinaria que se convierte
en objeto de indagatoria de la propia la Historia de la Historiografía. En
la última década, salen a la luz decenas de trabajos sobre la naturaleza de
ese nuevo campo, que evalúan su desarrollo en distintos ámbitos geoaca-
démicos. Si bien se trata de un campo cultivado en las últimos cuarenta
años, los historiadores de la Historiografía no pueden dejar de constatar
similitudes y analogías con prácticas de otros períodos en la evolución de
la disciplina, en los que el presente se incluía como un componente adi-
cional o sustancial de la labor investigativa. Por tal motivo, esta primera
sección del libro incorpora algunos trabajos que consideran tres aspectos
sustanciales: (i) los antecedentes y precedentes de la Historia del presen-
te, en otros contextos epocales; (ii) el modo en que esta especialización se
constituye, y los debates teóricos que se producen en torno a sus categorías
fundamentales; (iii) las características que asume (o debería asumir) una
Historia de la Historiografía del pasado reciente (como corriente actual).
Los textos no plantean reflexiones genéricas, sino que abordan casos espe-
cíficos, analizados detenidamente para extraer conclusiones que pueden
aplicarse a otros espacios.

· 12 ·
2. El tiempo presente como campo disciplinario

Desde una perspectiva teórica, el presente —en cuanto tiempo históri-


co con atributos diferenciales— plantea serios problemas de delimitación,
dado que su circunscripción espacio-temporal ofrece diferentes soluciones,
de acuerdo a la forma en que se lo conciba. Como se indicó anteriormen-
te, tiempo vivido, tiempo contemporáneo, tiempo reciente, tiempo actual,
tiempo inmediato, constituyen cinco categorías que dividen de manera
distinta el flujo evanescente del presente. A su vez, las sincronías entre
procesos paralelos, y las interacciones que ocurren en sistemas históricos
distantes, introducen el problema de la proyección espacial de lo simul-
táneo y de lo inmediato. Por ello, esta segunda sección se inicia con tra-
bajos que plantean el problema de la periodización —aplicada a procesos
contemporáneos— y el tema de los flujos geoculturales entre sociedades
coexistentes.

Un campo no sólo tiene límites, sino que puede ser observado desde
múltiples escalas; la consideración de los procesos actuales estimula la re-
flexión sobre los modos en que se relacionan las perspectivas macro y mi-
crohistóricas, a través del diálogo entre lo global y lo local. El estudio de
los procesos actuales de globalización resulta por demás oportuno, en la
medida en que ninguna época como la nuestra ha sido tan consciente de
las interdependencias mundiales. Por otra parte, es característica de este
tiempo la reivindicación de lo local, y de las identidades microsociales,
como forma de posicionamiento existencial ante las incertidumbres y los
desarraigos que motivan ciertas tendencias de la globalización. Por lo tan-
to, se justifica la inclusión de artículos que vinculan la Historia global y la
local con la Historia del presente, en razón de los aportes que brindan a la
comprensión de las dinámicas contemporáneas.

En la construcción del campo disciplinario que aquí se considera, des-


empeñan un papel relevante a las referencias paralelas sobre la naturaleza
del conocimiento histórico y de la memoria histórica. De hecho, los estudios
del pasado reciente reciben un impulso significativo a partir de lo que se
ha dado en llamar el Memory Boom10. Fruto de las polémicas de los años
ochenta del siglo pasado, desatadas por algunas posturas negacionistas del
Holocausto, los movimientos por la memoria histórica se consolidan en los
noventa, a partir de la rememoración de procesos traumáticos en el plano
colectivo, y de la vindicación de memorias (y de identidades) suprimidas,
negadas o marginadas por ciertas Historias oficiales, como aconteció con
10  Expresión acuñada por Jay Winter. De dicho autor, ver Sites of Memory, Sites of Mourning. Cam-
bridge: Cambridge University Press, 1995.

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las dictaduras que gobernaron los países del Cono Sur, en los setenta y
ochenta. La recuperación de las memorias de esas violencias colectivas su-
fridas o padecidas, se convierte en un fenómeno sociopolítico que ejempli-
fica las complejas relaciones entre pasados y presentes, las alternancias de
los retornos y de las recuperaciones, y las dinámicas de los recuerdos y de los
olvidos. En la medida en que tales fenómenos se convierten en objetos his-
toriográficos, fomentan la reflexión historiológica, como la que desarrollan
los artículos finales de esta segunda sección. Interesa destacar que en ellos,
las disquisiciones teóricas surgen del estudio de casos específicos, que res-
ponden a realidades geográficas y epocales disímiles, pero que responden
a pautas estructurales comunes: un conflicto que divide al cuerpo social,
la coexistencia de memorias enfrentadas, la reivindicación de las víctimas
y la condena de los victimarios, las negociación de las evocaciones y de los
olvidos, el regreso —en distintos contextos— de los recuerdos suprimidos,
y los debates sobre el papel que el historiador y el conocimiento histórico
desempeñan en dichos procesos.

3. El tiempo presente como desafío metodológico

En materia heurística, los trabajos compilados en esta última sección


ilustran la diversidad de registros y la variedad de métodos que permiten
abordar el presente en clave histórica. Se trata de nuevos tipos documenta-
les que, en algunas ocasiones, complementan a las fuentes más clásicas, co-
mo las archivísticas, que resultan de acceso restringido cuando se investiga
el pasado reciente. En otras circunstancias, lejos de constituir un paliativo,
estas fuentes no tradicionales son insustituibles para el abordaje de ciertas
temáticas. Con todos los reparos críticos que corresponden, debe señalarse
que la Historia oral (como estrategia metodológica) y que las técnicas de
la entrevista (como procedimientos que generan registros), encuentran un
campo de aplicación privilegiado en el análisis de procesos contemporá-
neos, vividos por los testimoniantes. Así lo demuestran los artículos que se
destinan al tema en esta tercera sección, que articulan, además, la Historia
oral con la Historia de vida, en cuanto estrategia explicativa contrapuesta
a la biografía tradicional. Estos textos plantean reflexiones que se inspiran
en casos que atañen a migraciones históricas (de Europa a América) y con-
temporáneas (de América a Europa). Precisamente, la contraposición entre
unas y otras, revela el carácter potencialmente inacabado de todo proceso
histórico, e ilustra los modos en que se recuperan ciertos pasados —algu-
nos, muy distantes— a partir de los intereses del presente, como acontece
con las migraciones de retorno.

· 14 ·
También dentro del plano heurístico, cabe señalar que el análisis de
nuestro presente, tan dependiente de las tecnologías de la información y
de la comunicación, no puede prescindir de la documentación electrónica
y de los archivos digitales públicos y privados. La sustitución progresiva
del papel como soporte por los medios electromagnéticos, y el nacimiento
de repositorios muy diferentes a los clásicos, plantean cuestionamientos
metodológicos que se analizan detenidamente en esta sección.

En lo que respecta al ámbito hermenéutico, los trabajos compilados ofre-


cen una perspectiva poliédrica de las relaciones entre el pasado y el pre-
sente, recurriendo a los aportes del Arte, la Literatura y la Cinematografía.
Es bien sabido que en las Artes plásticas, con las vanguardias contempo-
ráneas, surgen formas expresivas que no pueden ser abordadas por los
recursos metodológicos tradicionales. De hecho, la conformación de un
campo específico de Historia del arte del presente, pone de manifiesto una
desagregación disciplinaria y profesional que amerita una instancia de re-
flexión teórica, como la que se propone en este libro. Por otra parte, la di-
lucidación de procesos traumáticos de un pasado reciente —como los que
desataron las dictaduras del Cono Sur— plantea la posibilidad de recurrir
a perspectivas basadas en el estudio de fuentes literarias y fílmicas. En los
artículos que analizan estas opciones, se plantean tres de los tópicos sus-
tanciales de la reflexión historiológica actual: (i) los vínculos entre repre-
sentación histórica y representación literaria —a partir del marco común
que ofrecen los discursos narrativos—; (ii) la actualización del pasado, en ba-
se a un interés renovado por ciertas problemáticas que retornan de manera
incesante (más allá de su aparente resolución); (iii) las formas mediante las
que ciertas creaciones artístico-culturales vinculan pasados diversos con
situaciones acuciantes del presente.

En síntesis, se trata de un esfuerzo colectivo por profundizar en


algunos aspectos de la diversidad temática y metodológica de un campo
de estudio en permanente proceso de crecimiento y transformación, ante el
desafío que supone comprender los cambios históricos del mundo actual.

Juan Andrés Bresciano

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I.

EL TIEMPO PRESENTE

COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO


Orígenes de la Historia del presente:
el modelo de las historiae ipsius temporis
en los siglos xvi y xvii1

Gonzalo Pasamar
Universidad de Zaragoza

En su famosa Historia General de España, Modesto Lafuente interrumpe


la narración con la muerte de Fernando VII en 1833, a cuyo reinado dedica
el Libro XI publicado por primera vez en 1858. Concluye la obra haciendo
votos incluso porque Dios le otorgue «vida y salud bastante para dar for-
ma y cima a los materiales y trabajos sobre el reinado de su hija», «reinado
grande, glorioso y consolador, en medio de los defectos, pasiones y vicios
siempre en toda época inherentes a los hombres». El propósito no llegó a
cumplirse —Lafuente murió en 1866—, y hubieron de ser los también polí-
ticos e historiadores Andrés Borrego y Antonio Pirala, junto con el escritor
y político Juan Valera, quienes llevaron a término esa continuación entre
1877 y 1882. Sin embargo, antes de dar comienzo a la narración de aquel pe-
ríodo, Lafuente introdujo una Advertencia en la que hizo unas interesantes
reflexiones sobre las dificultades de escribir la Historia contemporánea.

De ella presentó una caracterización antológica:

«[…]no sólo [es] aquélla en la que se ha tomado o podido ser parte activa o
pasiva, sino también aquélla que sólo se ha alcanzado en los años juveniles […]
pero de la cual existen muchos que fueron de ella actores, y muchos más que son
inmediatos deudos y allegados de ellos.»

1  Este texto está asociado al proyecto de investigación «Economía y política en la construcción del
Estado español moderno, 1650-1808» (Ministerio de Ciencia e Innovación, HAR2008-01074/HIST). Se
trata de una versión resumida, con ciertas modificaciones, del artículo del mismo título publicado en
Tiempos Modernos. Revista electrónica de Historia Moderna, nº 19, 2009/2, pp. 1-34.

· 19 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

Sus consideraciones no se pararon ahí. Se fijó en la naturaleza de esta


empresa y se quejó de que más dificultosa todavía que la «imparcialidad y
el desapasionamiento» del historiador eran las exigencias de los lectores,
«que son muchos y que […] propenden a atribuir al historiador la pasión
de que ellos mismos sin apercibirse de ello estén poseídos»2.

Como sabemos, Modesto Lafuente, además de un historiador dotado de


un fino sentido de la erudición y de una clara idea de la historia de España,
fue un periodista y un político: un «escritor público» según se define en el
Discurso Preliminar de su Historia General de España3. Él mejor que nadie
sabía que la tribuna política y la prensa habían contribuido notablemente
a excitar el interés por hechos recientes como la guerra contra Napoleón y
las vicisitudes del liberalismo español. Y ni él ni los autores de su genera-
ción renunciaron a cumplir con esas expectativas. Lo que no quiso evitar
Lafuente fue el lamentarse de que la tensión entre el historiador narrador
fiable de hechos relevantes y el historiador hombre público, persona com-
prometida con su época, se había acentuado hasta el punto de que cual-
quier declaración de objetividad en ese terreno quedaba aparentemente
comprometida.

Ahora bien, la referida tensión entre escribir sobre el pasado y hacerlo


con el pasado vivido no nace en el xix, por más que este siglo sea especta-
dor de un inusitado desarrollo de este último aspecto. Dicha tensión tiene
un larguísimo recorrido porque es en cierto modo constitutiva de la fasci-
nación por la historia cercana. El interés por el pasado contemporáneo, por
una historia reciente, siempre fue considerado una actividad tan necesaria
como arriesgada. Suponía confrontar al historiador con un pasado vivo;
situarlo por lo tanto en el punto de mira de sus lectores, de sus críticos e
incluso de sus mecenas. Todos ellos, pese a las promesas de imparcialidad,
iban a escudriñar celosamente el relato, las fuentes, e incluso las propias
vicisitudes que rodeaban al historiador, en busca de elementos que les re-
sultaran familiares, les reforzasen sus opiniones, les confirmaran en sus ex-
periencias o, sencillamente, legitimaran situaciones y poderes establecidos.
Cualquier discrepancia o disonancia daría pie a que aquél fuese acusado
de parcialidad, desacreditado su trabajo e incluso censurado.

2  Modesto Lafuente. Historia General de España. Barcelona: Montaner y Simón, 1880, vol. 5, p. 316.
3  El estudio de su trayectoria pública, en Juan Sisinio Pérez Garzón (ed.). «Modesto Lafuente, ar-
tífice de la Historia de España» en Modesto Lafuente y Zamalloa. Historia General de España desde los
tiempos más remotos hasta nuestros días: Discurso Preliminar. Pamplona: Urgoiti, 2002, pp. 9-42.

· 20 ·
I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

Los debates sobre qué es la llamada Historia del presente han merecido
recientemente la consideración detenida de los especialistas4. El objeto de
este artículo no es terciar en ellos; pero sí va a retener una de sus más im-
portantes conclusiones: la Historia del presente o contemporánea, antes
que un período cronológico, como se ha supuesto con demasiada ligereza,
es un enfoque, un modo de analizar o interesarse por la historia entendida
como presente-pasado, esto es, como Historia vivida5. Lo que queremos en
este texto es examinar la citada paradoja en sus orígenes y situarla en la
perspectiva amplia de la Historia de la Historiografía. Queremos explorar
sobre todo en qué medida los historiadores de los siglos xvi y xvii descu-
brieron de modo contradictorio la importancia de la historia de su propio
tiempo. Esos historiadores fueron, precisamente, los primeros capaces de
formular análisis históricos de su propia época dotados de una notable
erudición y sentido del cambio —en comparación con los autores antiguos
y medievales—, destacando en particular las «historiae ipsius temporis»,
historias del propio tiempo, un término que utilizaremos para referirnos ge-
néricamente a la Historia contemporánea asociada a la cultura humanista.

1. Los modelos antiguos ante los historiadores humanistas

Ante todo, hay que partir de la base de que la voluntad de retener la


memoria cercana de los hechos es tan antigua como el propio género de
la historia. Los autores antiguos siempre tendieron a considerar más im-
portante la memoria presente que la memoria remota. Se trata de una tra-
dición que no se perdió con los autores medievales, pero que difícilmente
se puede considerar precedente de algo parecido a una historia del tiempo
presente propiamente dicha6. Sí fueron, en cambio, las Historias contem-
poráneas de los escritores renacentistas las que dieron los primeros pasos
en la materia. Para ello tuvieron que hacer frente al espíritu relativamente
atemporal —en comparación con la Historiografía moderna—, basado en
la tesis de la solidaridad de las edades del mundo (las seis edades de San
Agustín, las cuatro monarquías de Paulo Orosio, etc.), así como al carácter
disperso de las narraciones, propios ambos de la Historiografía medieval.
4  Además de numerosos artículos y colaboraciones en congresos y otros foros, como el de www.
h-debate.com, en español disponemos de análisis más extensos tales como los de Josefina Cuesta Bus-
tillo. Historia del Presente. Madrid: Eudema, 1993; Julio Aróstegui. La Historia vivida. Sobre la Historia
del Presente. Madrid: Alianza, 2004, y Ángel Soto, El presente es historia. Reflexiones de teoría y método.
Santiago de Chile: Centro de Estudios Bicentenario, cimas, 2006.
5  Julio Aróstegui. La Historia vivida…, op. cit., pp. 52-61, 80-81, 102.
6  Los especialistas en Historia del presente repiten con frecuencia que los orígenes de esta corriente
se remontan a la Historiografía antigua. La afirmación requiere muchas matizaciones. Véase Josefina
Cuesta Bustillo. Historia del Presente, op. cit., pp. 19-21; Henry Rousso. La hantise du passé. Entretien
avec Philippe Petit. París: Textuel, 1998, pp. 51-52; y Ángel Soto. El presente es historia, op. cit., p. 38.

· 21 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

El descubrimiento de los modelos de los antiguos donde la moral y la po-


lítica se fundían ayudadas del Ars Rhetorica fue su mejor herramienta. Sin
embargo, conviene subrayar que el papel que jugó la Historiografía en la
Antigüedad, así como las formas que adoptó la representación del tiempo
histórico, tienen poco que ver con las que tuvo para los más conspicuos
humanistas, y el interés que éstos dedicaron a los hechos contemporáneos
sólo guarda similitudes aparentes —de gran significado, sin duda— con el
de los antiguos.

Estrictamente hablando, tanto el modelo seminal herodoteo como el


que unos siglos después se asociaría estrechamente a las normas del Ars
Rhetorica, el llamémosle ciceroniano, fueron un reflejo del interés por retener
la memoria contemporánea y un resultado del carácter marginal que tuvo
la propia Historiografía, tanto en la sociedad griega del siglo v a.c. como
en la romana de época augústea. Como sabemos, el término historia en la
acepción herodotea, que también seguiría en cierto modo una generación
más tarde Tucídides, se basaba en los principios de la ópsis y de la akoé,
en la importancia de lo visto y lo oído; en el principio de autopsia, como le
llama un moderno especialista7. Los historiadores del siglo xvi, al menos
los de la primera mitad, acogieron con cierto entusiasmo las Historias de
Heródoto y de Tucídides, debido en parte a la revalorización que experi-
mentaron las ideas de lo visto y lo oído en un período de descubrimientos
y construcción de los imperios modernos; pero esos autores humanistas se
iban a mover en un contexto en el que la erudición archivística y el hallaz-
go de antigüedades serían considerados progresivamente una exigencia
cada vez más decisiva en la escritura de la Historia, y lo visto y lo oído, un
rasgo cada vez menos valorado y más sospechoso de contener elementos
distorsionadores.

Las Historias de Heródoto son narraciones de acontecimientos ocurridos


fundamentalmente a las dos generaciones anteriores a la del autor: las gue-
rras médicas (a su finalización en 479 ac, Heródoto era todavía un niño); y
la Historia de la Guerra del Peloponeso, hechos estrictamente contemporáneos
que Tucídides, como él mismo testimonia en la obra, se dedicó a compi-
lar una vez caído en desgracia a raíz de la derrota naval de Anfípolis, un
acontecimiento decisivo en las guerras civiles que narra (441-411 AC)8. No
es una casualidad que dichas obras se presenten como rivales de la poesía
7  François Hartog. El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro. Buenos Aires: F.C.E.,
2003, pp. 247-57.
8  Referencias del propio Tucídides a ese hecho, en Historia de la Guerra del Peloponeso. Madrid: Alian-
za, 1989 [Libro V, 26], p. 480. Sobre el carácter contemporáneo de las Historias de Heródoto y sus
límites, Charles-Olivier Carbonell. «L’espace et le temps dans l’oeuvre d’Hérodote» en Storia della
Storiografia, nº. 7, 1985, pp. 138-49.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

homérica coetánea, elemento esencial en la educación en la Grecia antigua


e igualmente destinada a retener la memoria de grandes hazañas. Ante
dicha tradición ambos autores se muestran abiertamente beligerantes:
«Dejemos cantar a Homero, y mentir a los versos ciprios, que no es poeta
quien no sabe fingir», escribe Heródoto9. Por su parte, Tucídides confiesa
que «estimé que no tenía que escribir […] informándome por un cualquie-
ra, ni según a mí me parecía, sino que he relatado los hechos en los que yo
mismo estuve presente, o sobre los que me informé de otras personas»10.
Ahora bien, en una sociedad como la de la Grecia clásica, dominada por la
oralidad, ni Heródoto ni Tucídides fueron meros escritores que se dirigían
a sus lectores. Sus obras contienen importantes claves pensadas para man-
tener viva la memoria oral —Heródoto, en concreto, fue un rapsoda que
podía viajar de una ciudad a otra—. «Para ser leída en público, la ausencia
de leyendas tal vez la hará parecer poco atractiva», advierte Tucídides acer-
ca de su propia Historia11.

Si de la Historiografía griega pasamos a la romana, observaremos que


el interés por una Historia-memoria contemporánea se hace mucho más
acentuado aunque reviste nuevos matices. Además de lo visto y oído, que
siguió jugando un papel destacado entre aquellos historiadores, la clase
media provinciana de finales de la República y de los primeros siglos del
Imperio fue un factor clave al respecto dado su interés por los grandes
personajes y campañas militares de su época. De esa situación procede la
diferencia entre el género de los Annales, que recogía narraciones del pasa-
do propiamente, y el de las Historiae, centrado en el pasado más cercano,
que heredaron ciertos autores medievales y que, por supuesto, fue objeto
de atención por los humanistas de los siglos xv y xvi. Tácito fue un ejemplo
notable de esa distinción, pese a las semejanzas formales de sus Historias
y Annales, en los cuales intentó demostrar la misma tesis, esto es, la pérdi-
da de la libertad y los orígenes de la decadencia moral de Roma. Así las
Historias, compuestas en torno al 109 dc, hablan de un período vivido, pre-
sente, que va del 69 dc —el llamado año de los cuatro emperadores—, hasta el
año 96, con el asesinato de Domiciano; un período en el cual el autor había
desarrollado su propia carrera política. En cambio, los Annales —aunque
no es seguro que fuera ése el título original— son una obra escrita con
posterioridad en la que Tácito se remonta a los últimos años de Augusto y
llega hasta la muerte de Nerón12.
9  Heródoto. Los nueve libros sobre la Historia. Madrid: edaf, 1989 [Libro II, LXVIII], p. 197.
10  Tucídides. Historia de la Guerra, op. cit., (Libro I, 22), p. 62.
11  Ibídem. La tesis del Heródoto rapsoda, en François Hartog. El espejo de Heródoto, op. cit., pp. 257-
75. Las claves mnemotécnicas en la obra de Tucídides, en Gordon S. Shrimton. «Time, Memory, and
Narrative in Thucydides» en Storia Della Storiografia, nº 28, 1995, pp. 47-54.
Ronald Mellor. The Roman Historians. Londres: Routledge, 1999, pp. 80-88.
12 ��������

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

Ante ese interés fundamentalmente moral —esto es, que valoraba la vir-
tud pública— en llevar las Historiae hasta la propia época, no es extraño,
asimismo, que los autores romanos se mostraran conscientes de los riesgos
que entrañaba contar la historia reciente. En una de las odas horacianas
se puede observar cómo el autor incita a su amigo, el escritor de tragedias
Cayo Asinio Polión, a continuar la historia de la guerra civil entre César
y Pompeyo —una historia que se ha perdido —, y dice de ella que es una
«obra llena de azares peligrosos» en la que «avanzas entre fuegos que re-
cubren engañosa la ceniza» («periculosa plenum opus aleae /et incedis
per ignis/suppositos cineri doloso») (Odas, II, 1)13. Ahora bien, pese a esa
demanda de la clase media o al prestigio de algunos escritores, quienes
llegaron a gozar del favor de algunos emperadores —el caso de Livio res-
pecto a Augusto—, debe recordarse que la Historia siempre jugó un papel
secundario entre las artes liberales de la antigua Roma: no pasó de ser una
parte subsidiaria del Ars Rhetorica; esto es, fue considerada como un «gé-
nero esencialmente oratorio»14 dedicado al recuerdo y a la búsqueda de
ejemplos morales. Narrar los acontecimientos contemporáneos a título de
testigo se consideraba, por lo tanto, como una tarea de políticos y militares
que fueran consumados oradores o expertos retóricos. Éstos, habitualmen-
te en momentos de retiro, se debían aplicar —al menos en teoría— a man-
tener viva la memoria de ciertos hechos militares y comportamientos, de
los cuales se veía muy conveniente extraer lecciones morales15. Incluso, el
haberse retirado definitivamente de la política se apreciaba como un valor
suplementario para aspirar a la objetividad del relato cercano. Así lo expo-
ne Salustio en la introducción a su Conspiración de Catilina, por ejemplo: un
acontecimiento que tan sólo había ocurrido una década antes. Al comien-
zo de la obra explica que se decidió a escribirla «con tanto mayor motivo
cuanto ya me sentía libre de toda aspiración, miedo o inclinación a ningún
partido político»16.

Pero, como decíamos, la Historiografía en general jugaba un papel se-


cundario. En el «modelo ciceroniano», al menos, no estaba directamente
vinculada a finalidades pragmáticas y no se confundía con la acción ju-
dicial y política, que eran las actividades públicas más importantes en la
antigua Roma. Servía más bien para rescatar del olvido acontecimientos,
creando con ellos modelos morales, y, por lo tanto, actuaba de «magistra

13  Quinto Horacio Flaco. Odas. Edición bilingüe. Buenos Aires: Losada, 2005, pp. 218-19.
14  Marco Tulio Cicerón. Las Leyes. Madrid: Alianza, 1989, L. 1, p. 169.
15  Ibidem, pp. 170-71.
16  Cayo Salustio. La conjuración de Catilina. Guerra de Jugurta. Madrid: Akal, 2001, p. 107. Sobre la
relación entre el concepto de verdad y la reivindicación de «ausencia de prejuicios» entre los auto-
res clásicos, A. J. Woodman. Rhetoric in Classical Historiography. Four Studies. Londres; Sidney: Croom
Helm, 1988, p. 74.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

vitae». Es cierto que en la Antigüedad no faltaron los autores que subra-


yaron la utilidad política de la historia; pero se trató de escritores aislados
cuyo valor da fe más bien de lo extremadamente ambiguo del tema. Ya
Polibio, en el siglo II AC, puso el acento en ello. Éste, al comienzo de sus
Historias —en las que relata las contemporáneas guerras púnicas—, consi-
dera la Historiografía como «formación para la vida política»17. Tres siglos
más tarde, Luciano de Samosata, en «Cómo debe escribirse la historia», las
únicas consideraciones sobre el tema que se conservan de la época antigua
—dejando aparte las reflexiones ciceronianas—, también pone el acento en
la utilidad, en la «inteligencia política» del historiador, cuya obra ve como
una pieza para ser escuchada en público18. El hecho de dedicar un discurso
a criticar los excesos oratorios de la Historiografía de su época demuestra
hasta qué punto ésta se hallaba cercana a la delectatio. Éste era desde luego
el punto de vista ciceroniano: «no busco en ellos [los historiadores griegos]
más que un pasatiempo agradable en mis horas de ocio», pondrá Cicerón
en boca de uno de sus personajes en De oratore (XIV, 59)19.

La utilitas sí fue, en cambio, un lugar común para los escritores de los


siglos xv a xvii20. Y es que el carácter pragmático que tuvo la Historiografía
humanista a partir del siglo xvi, al servicio de intereses políticos e incluso
de la propaganda, la hace difícilmente equiparable al moralismo antiguo y
a las tesis tradicionales de lo visto y oído. Es cierto, sin embargo, que para
los historiadores de los siglos xv a xvii el recuperar la idea de que la narra-
ción del pasado y del presente estaban asociados a la Retórica fue funda-
mental para impulsar los modernos cambios en la Historiografía e incluso
para acercarla a la teoría política. Desde un punto de vista formal la asocia-
ción entre Historiografía y Retórica cumplió varias funciones novedosas:
en primer lugar, ayudó a superar la dispersión y acumulación noticiosa
típica de las crónicas medievales donde solían ser frecuentes los arquetipos
morales universales y donde la doctrina de la solidaridad de las edades
del mundo limitaba severamente el horizonte de expectativa. También per-
mitió profundizar en el análisis de motivos, que no otra cosa perseguía la
costumbre, tomada igualmente de los autores antiguos, de introducir dis-
cursos verosímiles de personajes relevantes. Pero, además, desde un punto
de vista más pragmático, aquella asociación resultó decisiva para dar a la
17  Polibio. Historias. Libros I-IV. Madrid: Gredos, 1981, vol. 1, pp. 55-57.
18  Luciano de Samosata. «Cómo debe escribirse la Historia» en Obras. Madrid: Gredos, 1990, vol. 3,
pp. 367-408.
19  Marco Tulio Cicerón. De l’Orateur, Livre Deuxième. París: Société d’Édition «Les Belles Lettres»,
1966, p. 30. Además, Carmen Codoñer. «Un modelo imitativo: la Historiografía latina» en Stvdia His-
torica. Historia Moderna. Universidad de Salamanca, 1995, vol. 13, pp. 22-23.
20  En todos los tratados de «Ars historica» de esos siglos se insiste en la utilidad de la Historia
(ejemplos, en Girolamo Cotroneo. I tratattisti dell’ «Ars Historica». Nápoles, Giannini editore, 1971, pp.
31-32, 69-70, 193 passim.).

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

interpretación del pasado nuevos usos: convirtió la Historiografía en arma


de defensa o crítica de identidades nacionales; la puso al servicio de las
cancillerías a través de los cronistas fundamentalmente y, desde finales del
xvi, la aproximó al llamado «tacitismo», esto es, la convirtió en un medio
para trasmitir reflexiones y ejemplos de técnica política.

En realidad, a los autores humanistas los escritores antiguos les ayuda-


ron a convencerse de que la Historia era un nuevo género literario21; una
actividad novedosa que podía proporcionar ejemplos, tomados tanto de
la Antigüedad como del presente, que superasen el carácter intemporal
de los preceptos filosóficos22. No sólo eso; poniendo en duda el tradicio-
nal criterio aristotélico, los autores humanistas defendieron también que
la Historiografía se podía comparar ventajosamente con la poesía23. Se en-
tiende que un autor como Jean Bodin pudiera permitirse desconfiar del
criterio mnemotécnico tradicional de lo visto y lo oído y escribir al mismo
tiempo que la experiencia es un valor central: «se puede escribir de todas
las materias de modo creíble cuando se ha invertido una gran parte de la
vida en asuntos de estado o de guerra»24. Pero, además de saberse protago-
nistas de un nuevo género literario, los autores humanistas compartieron
la convicción de que su propio tiempo de construcción de los imperios y
las monarquías modernas, que ellos tacharon de «época de calamidades»,
«época de desgracias», «siglo de hierro» y un sinfín de expresiones nega-
tivas, tenía similitudes con los ejemplos de la Antigüedad trasmitidos por
los autores romanos, los cuales, por tanto, merecían ser objeto de imitación,
o cuando menos de análisis y meditación. La llamada doctrina de la «simi-
litudo temporum» se convertiría así en un supuesto básico sin el que no
se explica el modo en el que los autores humanistas abordaron la historia
de su propio tiempo. También sirvió a la postre para imponer unos límites
claros a este género.
21  «En este nuevo género literario de la Historia harás un trabajo que en nada desmerecerá de tus
anteriores tratados» le escribe el obispo de Verona a Juan Ginés de Sepúlveda cuando le comunica su
nombramiento como cronista del Emperador en 1536. Ref. Alfredo Alvar Ezquerra. «Sobre Historio-
grafía castellana en tiempos de Felipe II (unas biografías comparadas: Sepúlveda, Morales y Garibay)»
en Torre de los Lujanes, Real Sociedad Matritense de Amigos del País, nº. 32, 1996, p. 92.
22  Véase Gregorio Hinojo Andrés. «Nebrija y la Historiografía Renacentista» en Carmen Codoñer
y Juan Antonio González Iglesias (eds.). Antonio de Nebrija: Edad Media y Renacimiento. Salamanca: Eds.
de la Universidad de Salamanca, 1994, p. 32. Obsérvese, por ejemplo, que en El Príncipe, Maquiavelo,
pese a defender la imitación de los antiguos, ofrece más ejemplos contemporáneos que antiguos, parti-
cularmente los relativos a César Borgia y a Alejandro VI. A éste último lo pone en el Capítulo 18 como
un «esemplio fresco» del engaño (Il Principe. Turín, Einaudi, 1995, p. 117).
23  Aparte del precedente de Lorenzo Valla, esta última tesis parece iniciarse a mediados del xvi.
Sebastián Fox Morcillo en De historia institutione (Amberes, 1557) es uno de los primeros autores en
defenderla (Vid. Girolamo Cotroneo. I tratattisti dell’ «Ars Historica», op. cit., pp. 191-92).
24  Jean Bodin. Method for the easy Comprehension of History [1566]. Nueva York: W. W. Norton &
Company, 1969, p. 50. Idea similar en Luis Cabrera de Córdoba. De Historia para entenderla y escribirla
[1611]. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1948, p. 35.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

2. Narrando el propio tiempo en los siglos modernos: la búsqueda


imposible de la imparcialidad

Además de por el uso de los modelos de la Antigüedad, el interés por


la historia del propio tiempo respondió, desde finales del siglo xv, a los
nuevos factores políticos y sociales que dieron forma a las monarquías e
imperios modernos. No es una casualidad que la aparición de las prime-
ras teorías que reflejaron el surgimiento de nuevas cuestiones políticas al
margen del moralismo cristiano tradicional o de las doctrinas aristotélicas,
haya acompañado al interés por la Historia del presente. Como se sabe,
una serie de intelectuales florentinos descubrirían por primera vez que la
teoría política cristiano-aristotélica como tal no servía, o era claramente
insuficiente, para dar cuenta de la nueva coyuntura que se avecinaba a fi-
nes del siglo xv. Se trataba de hacer compatible, como escribe un moderno
comentarista, el concepto aristotélico de «vivere civile» con el imperio de
la «Fortuna», es decir, con todos los cambios que se suceden en el contexto
europeo, y en Italia particularmente, durante el siglo xvi25.

La tradición florentina, la primera que sacó partido a los criterios de la


Retórica en el terreno historiográfico, pronto se encontró ante la necesidad
de aplicarlos a la historia del propio tiempo. A partir de 1494, «el año más
desgraciado para Italia», como le denomina Guicciardini26, esto es, la fecha
de la invasión francesa de Italia que trajo el colapso del régimen de los
Medici en aquella ciudad, se iniciaría con lo que los historiadores coetá-
neos llamaron una época de calamità que se consideró prolongada hasta
los años treinta y cuarenta del siglo xvi; un período en el cual las ciudades
y los Estados territoriales italianos se vieron envueltos en las luchas entre
los Habsburgos, los Valois, la monarquía inglesa, e incluso en luchas y ne-
gociaciones con el imperio turco, de modo que el patriciado italiano perdió
definitivamente su independencia política. El año citado dio pie, igualmen-
te, a la aparición de una Historiografía político-militar basada en la idea de
que los acontecimientos contemporáneos suponían un giro decisivo en la
moderna historia de la península itálica, y a la postre en toda la historia eu-
ropea27. A los historiadores italianos de la primera mitad del xvi la historia
de una sola campaña, o la de una sola ciudad tal que la propia Florencia, se
les había revelado insuficiente para entender los cambios ocurridos.

J. G. A. Pocock. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
25 ����������
Tradicion. Princeton: Princeton University Press, 1975, pp. 114-271.
���������� Guicciardini. The History of Italy. Princeton: Princeton University Press, 1969, L. 1, p.
26 �����������
Francesco
32. En lo sucesivo, citaremos en el texto a través de esta edición.
Véase Eric Cochrane. Historians and Historiography in the Italian Renaissance. Chicago: University
27 ������������
of Chicago Press, 1981, pp. 163-97.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

La Storia d’ Italia de Francesco Guicciardini ha sido interpretada como


una obra escrita al final de ese proceso de toma de conciencia28. Guicciardini
fue preparándola una vez retirado de la vida pública, entre 1537 y 1539. Es
obvio que le empujaron su temprana afición a la historia, fundamental-
mente florentina y familiar, además de la lectura de autores antiguos y
modernos; una afición a la que se había dedicado en su juventud de mo-
do esporádico así como en sus años de madurez mientras estuvo exiliado
(1527-31)29. Sin embargo, lo que le decidió al gran proyecto fueron sobre
todo sus experiencias políticas y militares de los años veinte, especialmente
a partir de la derrota francesa de Pavía (1525) y del «sacco di Roma» (1527),
experiencias en las que vio fracasados sus deseos de frenar la supremacía
de Carlos V en Italia y a través de las cuales presenció las ambiciones e
interferencias papales y del Emperador sobre su ciudad natal. A partir de
1534, Guicciardini se había replegado a ésta, donde todavía actuó como
consejero y testigo de las negociaciones entre el Emperador, los retornados
Medici y los exiliados30. Pero la abrumadora presencia de aquél y su propia
influencia en la ciudad, que no cesaba de menguar, le llevaron a abandonar
finalmente cualquier actividad pública en 1537 y a preparar una historia
contemporánea que, además de a toda Italia, comprendía a las principales
monarquías europeas. Realizada, como recuerda Ridolfi, con un volumen
de documentos oficiales inusitados para la época, la obra abarca desde
1492, año de la desaparición de Lorenzo de Medici y de Inocencio VIII,
hasta la de Clemente VII en 1534. El haber sido gobernador y comandan-
te en jefe en los territorios papales y en cierto modo artífice de la política
antiimperial de este pontífice fue lo que le llevó a Guicciardini a elegir esa
fecha para concluir su Historia31.

Sin duda lo más destacado de la Storia d’ Italia fue su capacidad para


combinar los componentes de la Historiografía humanista en un sentido
novedoso32. Es cierto que la mayoría de ellos ya contaban con una sólida
tradición: discursos de personajes notables; preferencia por hechos políti-
co-militares, exclusión de las anécdotas y recreación de retratos psicológi-
cos de algunas personalidades. En este caso Guicciardini huye tanto de los
retratos completamente negativos como de los absolutamente positivos; ni

Felix Gilbert. Machiavelli and Guicciardini. Politics and History in the Sixteenth Century Florence.
28 �������
Nueva York: W.W. Norton and Company, 1984, pp. 252-54.
29  Sobre su interés previo por la Historia, Ibidem, pp. 228-40; Roberto Ridolfi. The Life of Francesco
Guicciardini. Nueva York: A. A. Knopf, 1968, pp. 21-22, 190-92; y Marc Phillips. Francesco Guicciardini:
The Historian’s Craft. Toronto: University of Toronto Press, 1977, pp. 18-31, 93-103.
30  Los fracasos diplomáticos y militares entre 1527 y 1534, en Roberto Ridolfi. The Life of Francesco
Guicciardini, op. cit., pp. 174-82, 197; su última etapa, Ibidem, pp. 236-54.
31  Ibidem, pp. 258-59 (el último capítulo, no obstante, quedó inconcluso).
32  Eric Cochrane subraya que la Storia d’Italia seguía un «nuevo formato» que no se adaptaba exac-
tamente a ninguno de los modelos disponibles (Historians and Historiography, op. cit., p. 297).

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

siquiera en personajes con los que no simpatiza (como Alejandro VI, Carlos
VIII de Francia, o el milanés Ludovico Sforza); tampoco se observa ningún
deseo de mostrarse incondicional de Clemente VII, que fue el papa para
quien trabajó más tiempo y sobre el que tuvo claros sentimientos encontra-
dos (L. 15, pp. 338 y 345; L. 16, pp. 361-63; L. 18, p. 399).

Es destacable igualmente el esfuerzo por ofrecer interpretaciones con-


trapuestas de los principales sucesos, «de acuerdo con la diversidad de las
pasiones y juicios» de los intervinientes, algo que ya fue muy apreciado
en su época33. Esto ocurre, por ejemplo, con la opinión sobre los Medici en
la Florencia republicana del «gonfaloniere a vita» Piero Soderini (L. 10, p.
235), con la que el patricio Guicciardini no se sentía identificado por razo-
nes sociales; o a la hora de examinar la Santa Liga que convocó Julio II en
1511 para luchar contra los franceses (L. 10, p. 237), que el autor considera-
ba muy arriesgada; o las razones del rey de España y las del de Francia pa-
ra aspirar a la corona imperial unos años más tarde (L. 13, p. 312). También
se observa el rasgo apuntado por algunos comentaristas considerando a
Guicciardini mucho más flexible en su fervor por la Antigüedad que su
amigo Maquiavelo y señalando que su admiración por el antiguo secretario
florentino no le impidió criticar sus constantes referencias a los antiguos34:
pese a estar convencido de la «similitudo temporum», Guicciardini no tie-
ne empacho en señalar que la artillería francesa que invadió Italia en 1494
era tan abrumadora que «deja ridícula a las tempranas armas de ataque
que usaron los antiguos» (L. 1, p. 50), o que los viajes de los portugueses y
de Cristóbal Colón habían demostrado la falsedad de las opiniones de los
antiguos relativas al «conocimiento de la tierra» (L. 6, pp. 178-82).

Sin embargo, lo más destacable y novedoso de la narración de


Guicciardini es el aprovechamiento de la técnica narrativa de Livio, su
modelo Ab Urbe Condita, para ofrecer una visión de los acontecimientos
contemporáneos a una escala europea. El interés por su ciudad natal es
sin duda considerable, pero lo que preocupa al florentino son los aconteci-
mientos europeos, «las regiones más allá de las montañas» (L. 12, p. 279, L.
15, p. 343), y sus efectos sobre Italia; siendo lo más innovador su habilidad
para incardinar los sucesos de las más importantes ciudades y Estados ita-
lianos en la dinámica de la aparición de las modernas monarquías e impe-
rios, de sus guerras y de sus relaciones diplomáticas. La propia tesis de la
Véase Jean Bodin. Method for the easy Comprehension, op. cit., pp. 73-74; Michel de Montaigne. Los
33 ������������
Ensayos, según la edición de 1595 de Marie de Gournay. Barcelona: Acantilado, 2007, pp. 602-3; y Trajano
Boccalini. Ragguagli di Parnaso e pietra del parangone politico [1612, 2 vols.], Bari, 1910-12, p. 137.
Herbert Butterfield. The Statecraft of Machiavelli. Nueva York: Collier Books, 1962, pp. 26-33;
34 ���������
Roberto Ridolfi. The Life of Francesco Guicciardini, op. cit., p. 207; Marc Phillips. Francesco Guicciardini,
op. cit., pp. 84-87.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

obra es igualmente novedosa (está expresamente planteada, por ejemplo,


en el L. 8, pp. 191 y ss.): que los gobernantes y príncipes —incluidos los
papas— habían buscado la ayuda exterior de Francia, del Emperador y
del rey de España, ayuda a la que se añadieron más tarde los intereses de
Enrique VIII, para satisfacer sus «ambiciones» y «avaricia», provocando
así una escalada de «desgracias» nunca antes vista en Italia, sobre todo en
el año 1527, y una inusitada alarma en la Cristiandad. El resultado no sólo
habría sido la invasión de Italia, sino que el mismo deseo de liberarla se
habría convertido en la mayor fuente de destrucción de la misma35. La tesis
no era absolutamente nueva pero nadie la había expuesto hasta entonces
con tanta claridad, rotundidad e incluso pesimismo36.

Guicciardini se muestra parco en el manejo de sentencias morales y la


obra no tiene un interés propagandístico. Su objetivo, además de ganar fa-
ma, era «escribir acerca de esos acontecimientos que han ocurrido en Italia
en nuestra memoria» (L. 1, p. 3). Sin embargo, la tendencia al propagandis-
mo estaba unida a las circunstancias del historiador de época moderna y,
por lo tanto, los autores humanistas, quienes seguían la premisa ciceronia-
na de «no osar decir más que la verdad» (ne quid veri non audeat)37, pronto
se vieron en la obligación de extremar sus declaraciones de imparcialidad
y de dar cada vez más explicaciones al respecto. A fin de cuentas los siglos
xvi y xvii fueron la época dorada de los cronistas, personajes al servicio de
los príncipes, figuras del círculo real, quienes llegaban a reunir las funcio-
nes de consejeros, emisarios o embajadores, y de secretarios y archiveros;
intelectuales todos ellos claramente influidos por el paradigma humanista.
Fueron personajes dedicados, al menos en teoría, a la Historia oficial, quie-
nes pretendían fijar la memoria de acontecimientos presentes, biografías de
los monarcas a quienes servían, y de su familia, o de los reinos para los que
trabajaban, pero situándolos en un pasado nacional de orígenes remotos.
A través de lo que se ha llamado un «patriotismo étnico», esos autores
fueron los primeros en colocar las bases de una Historia nacional, esto es,
una Historia guiada por un sentido identitario pero donde los intereses
dinásticos se confundían con la idea de nación38. Ahora bien, frente a la

35  Una descripción de esos «ciclos de conflicto» de la Storia d’ Italia, Ibidem, pp. 122-27.
36  La valoración de la idea de la «calamità» en los historiadores italianos coetáneos, en Eric Cochra-
ne. Historians and Historiography, op. cit., pp. 163-98.
Marco Tulio Cicerón. De l’Orateur. Livre Deuxième, op. cit., p. 31.
37 �������������
38  Sobre los orígenes del oficio de cronista, Robert B. Tate. «Los trabajos del cronistas cuatrocentista»
en Stvdia Historica. Historia Moderna, vol. 13, 1995, pp. 27-46; y «La Historiografía del reinado de los
Reyes Católicos» en Carmen González y Juan Antonio González Iglesias (eds.). Antonio de Nebrija, op.
cit., pp. 17-28. Además, Teresa Jiménez Calvente. «Teoría historiográfica a comienzos del siglo xvi» en
Alfredo Alvar Ezquerra (coord.). Imágenes históricas de Felipe II. Madrid: Centro de Estudios Cervan-
tinos, 2000, pp. 197-215; y Baltasar Cuart. «La Historiografía aúlica en la primera mitad del siglo xvi:
los cronistas del Emperador» en Carmen González y Juan Antonio González Iglesias (eds.). Antonio

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

relativa seguridad de este género historiográfico, que tuvo pocos reparos


en aceptar toda clase de orígenes míticos, la Historia del propio tiempo
fue considerada siempre una labor especialmente difícil y arriesgada en-
tre los propios humanistas. Ni siquiera la Storia d’Italia de Guicciardini se
libró de ser juzgada como parcial. A éste se le criticó duramente el unir las
cualidades de historiador con las de protagonista de algunos sucesos que
narraba, y la propia obra se vio envuelta en el emergente juego de estereo-
tipos nacionales39.

En realidad el interés por la Historia contemporánea se consideraba una


parte imprescindible del paradigma humanista, pero también se veía como
una tarea cada vez más incómoda. «El escribir las cosas de su tiempo tiene
peligro y dificultad por la irritación de los ánimos que lleva aquí y ahí el
amor de los suyos, el odio de los enemigos, […] por más que guarde igual-
dad y neutralidad», aseguraba Luis Cabrera de Córdoba40. En opinión de
este autor, así como de los «Ars historica» del siglo xvi, la Historia del pro-
pio tiempo era posible e incluso muy conveniente siempre que cumpliese
ciertos requisitos. A título general podemos citar los tres que señala Bodin
en su Methodus ad facilem historiarum cognitionem (1566): el tener experiencia
política y militar, el uso de documentos oficiales y la imparcialidad41. Su
incumplimiento llevará a este historiador y jurista a censurar duramente a
quien fue probablemente el más famoso de los historiadores europeos de la
primera mitad del xvi, Paolo Giovio, biógrafo de papas y personajes de la
época, y autor de unas famosas Historiarum sui temporis (publicadas en dos
partes en Florencia en 1550 y 1552).

Giovio no sólo coincidió con Guicciardini en el hecho de ser un obser-


vador privilegiado de los acontecimientos de su época, sino que ambos
se influyeron en sus respectivas Historias: Guicciardini, como gobernador
papal, proporcionó fuentes a Giovio, y éste influyó en la historia del floren-
tino, e incluso se contó entre los autores que revisaron u opinaron sobre los
manuscritos de la Storia d’Italia mientras su autor la redactaba. De hecho,
las Historiae de ambos tenían bastante en común y las comparaciones ya
las iniciaron los escritores de la época42. Bien que situados en bandos dis-
tintos, la narrativa tenía un mismo origen político: con el interés puesto en

de Nebrija, 39-58. La tesis del «patriotismo étnico», para diferenciarlo del nacionalismo del siglo xix, en
José Álvarez Junco. Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo xix. Madrid: Taurus, 2002, p. 62.
39  Véase Vincent Luciani. Francesco Guicciardini and his European Reputation. Nueva York: Karl Otto
and Company, 1936.
40  Luis Cabrera de Córdoba. De Historia para entenderla, op. cit., p. 73.
Jean Bodin. Method for the easy Comprehension, op. cit., pp. 43-84.
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42  Ejemplos en Vicent Luciani. Francesco Guicciardini, op. cit., pp. 14, 140, 155, 171. Además, Jean
Bodin. Method for the easy Comprehension, op. cit., pp. 60-61.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

la historia contemporánea italiana —tomando como punto de partida el


año 1494—, los dos señalaron que las disensiones de los príncipes habían
abierto la puerta a las invasiones y, a partir de ahí, extendieron su exa-
men histórico más allá del mosaico de ciudades y Estados territoriales de
la península. En el caso de Giovio, el objetivo se amplió hasta una Historia
universal cuya tesis básica consistió en advertir que si la Cristiandad estaba
fracasando en su lucha contra los turcos, además de señalar el avance lu-
terano, ello era debido a las disensiones entre los príncipes43. Sin embargo,
a diferencia de Guicciardini, las Historias de Giovio tuvieron una elabo-
ración mucho más compleja y se vieron rodeadas de circunstancias que
se compaginaban poco con el ideal de imparcialidad requerido; factores
en gran medida responsables de que su reputación como historiador del
propio tiempo se resintiese bastante, y de que su contribución probable-
mente atrajo, más que despejó, dudas sobre el género. En realidad Giovio
había escrito dichas Historias en un larguísimo y turbulento período que
va desde 1515, cuando redacta el primer borrador del primer libro (la obra
llegó a tener 44 libros aunque algunos se han perdido), hasta 1552, año de
su muerte y de la publicación de la segunda parte de aquella obra. El ritmo
fue bastante irregular y está tan ceñido a los acontecimientos que narra,
que algunos de los libros llega a escribirlos sólo con un año de diferencia.
La obra, de presentación fragmentaria, abarca los años 1494 a 1498 y 1513
a 1544, con un pequeño sumario que llega hasta las muertes de Enrique
VIII y Francisco I en 1547 (los especialistas tienden a creer que el período
intermedio fue soslayado por el autor)44.

Pese a sus cualidades intelectuales de humanista, había dos rasgos en el


ambicioso proyecto de Giovio que pronto se consideraron poco compati-
bles con el concepto de imparcialidad reivindicado por la Historiografía de
la época: el autor carecía de experiencia política y militar, y no daba priori-
dad a los documentos oficiales. De hecho, semejante ritmo de composición
sólo había podido desarrollarlo con un estilo «herodoteo» de entrevistas a
personajes que intervinieron en los acontecimientos —el autor se muestra
expreso admirador de Tucídides y de su método de observación y de tes-
tigos—, gracias a su trabajo de acompañante en misiones diplomáticas de
personajes papales, particularmente el cardenal Giulio de Medici, el futuro
Clemente VII. Añádase a ello el hecho de que Giovio fue el primer autor
que utilizó de modo manifiesto su fama de historiador como arma de adu-
lación, presión, y búsqueda de recompensas ante personajes importantes

43  T. C. Price Zimmermann. Paolo Giovio. The Historian and the Crisis of the Sixteenth-Century Italy.
Princeton: Princeton University Press, 1995, pp. 25-26, 31. Su confianza en la «Pax Imperii» y el desen-
gaño final, Ibidem, pp. 36, 41, 44, 125, 182.
T. C. Price Zimmermann. Paolo Giovio, op. cit., pp. 25, 67-69, 125, 129-30, passim.
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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

de la época y cancillerías. Además de a todos los papas, conoció personal-


mente a Francisco I y se consideró incluso hombre de confianza de Carlos
V, a quien no dudó en pedir gratificaciones.45 Así se comprende que dicha
proximidad, aquellos usos, amén de las carencias citadas, le granjearan
una fama de historiador venal, ya en su propia época, que le ha perseguido
hasta el siglo xix.46 A Giovio no le sirvieron de nada sus declaraciones de
imparcialidad ni la separación que estableció con sus biografías, en las cua-
les, de acuerdo al canon humanista, sí le estaba autorizado el tono laudato-
rio47. Es cierto que nadie le discutió su importancia como historiador y su
capacidad para desarrollar muchos de los elementos de la Historiografía
humanista, excepto el de la imparcialidad. Su habilidad en ir de la Historia
política y militar al detalle biográfico es, por ejemplo, mucho mayor que
la de Guicciardini. Pero ya al poco de publicarse, a las Historiae les ocurrió
algo parecido a lo que le sucedió a la Storia d’ Italia de Guicciardini: fueron
confrontadas con otros testimonios vivos de la época. Además, también
fueron vistas como un arma arrojadiza en el proceso de consolidación de
las identidades nacionales de entonces. Ninguno de los bandos que juzgó
su obra pareció conforme: se le tachó de «antifrancés», «antiimperial», e
incluso de simpatizante de los turcos48.

La asociación de la Historia contemporánea a la propaganda, su depen-


dencia de monarcas y otros mecenas, fueron los factores que finalmente
provocarían las más graves contradicciones en el género. Éste tuvo su épo-
ca de esplendor mientras se consolidó la hegemonía española en Italia y
se sucedieron las guerras de religión entre las monarquías europeas hasta
mediados del siglo xvii, pero los aludidos obstáculos comenzaron a apa-
recer con toda claridad a finales del siglo xvi cuando las dificultades de
los Estados, con guerras civiles y revueltas, hicieron acto de presencia.
Precisamente la consolidación de la hegemonía española y la internacio-
nalización de las guerras de religión a que se asistía a finales del reinado
de Felipe II, invitaban a continuar de nuevo las historiae ipsius temporis, con
sus pretensiones de Historia europea y universal, pero esta vez ya no era

45  Eduard Fueter. Historia de la Historiografía moderna. Buenos Aires: Nova, 1953, vol. 1, pp. 66-67.
Fueter dibuja a Giovio como una suerte de periodista perfectamente consciente de su capacidad de
influencia sobre la opinión pública. Mucho mejor la imagen de cronista «indócil» del Emperador que
plantea Baltasar Cuart: «Jiovio en España. Las traducciones castellanas de un cronista del Emperador»
en Francisco Sánchez-Montes González y Luis Castellano (eds.). Carlos V, europeismo y universalidad.
Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Carlos V y Felipe II, 2001, vol.
5, pp. 212-13.
Véase T. C. Price Zimmermann. Paolo Giovio, op. cit., pp. 63, 264-65; y Baltasar Cuart. «Jiovio en
46 �������������
España…», op. cit., p. 208. Incluso no lo tendrá en alta estima Jacob Burkhardt, quien usa con frecuen-
cia sus biografías (La cultura del Renacimiento en Italia [1860]. Madrid: edaf, 1982, p. 259).
T. C. Price Zimmermann. Paolo Giovio, op. cit., pp. 241-43.
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48  Ibídem, pp. 235-74; Eric Cochrane. Historians and Historiography, op. cit, pp. 374-75.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

el problema de la libertad italiana amenazada el que iba a ocupar el cen-


tro de gravedad. En este clima cambiante iba a destacar la obra que lleva
por título Historiarum sui temporis del presidente del Parlamento de París,
Jacques-Auguste de Thou, o Thuanus como el autor gustaba de llamarse.
Éste la concibió poniendo en juego todos los resortes de la noción humanis-
ta de imparcialidad, pero unos intereses políticos y religiosos cada vez más
complejos le iban a hacer fracasar en ese ideal, al menos a corto plazo.

La obra está formada por un conjunto de 138 libros; una monumental


historia europea de las guerras de religión que abarca desde la muerte de
Francisco I (1547) hasta el año 1607. Sus virtudes eruditas no pasaron des-
apercibidas a algunos autores que se esforzaban por escribir historias con-
temporáneas. El caso más claro fue el de su amigo William Camden, quien
representa la unión entre la erudición y el servicio a la monarquía en la
Inglaterra de finales del xvi y comienzos del xvii, y reconoce expresamente
la influencia del presidente del Parlamento de París en sus Annales Rerum
Gestarum et Hiberniae Regnante Elizabetha (London, S. Waterson, 1615)49.
Pero la conversión de las Historiae en un clásico no llegó hasta que en el
siglo xviii, en otro clima intelectual, se hicieron una versión en inglés y va-
rias en francés50. No es difícil detectar el interés que despertaron entre los
ilustrados. Voltaire, por ejemplo, cita a De Thou en el poema La Henriade,
en Le Siècle de Louis XIV y en el Essai sur les moeurs. Sin embargo, con su
crítica de la violencia desatada contra los hugonotes, la obra del presidente
del Parlamento levantó una intensa polvareda política y diplomática ape-
nas sus primeros libros salieron publicados en 1604. Lo que más dolió al
católico ferviente De Thou fue que, pese a su «profesión de imparcialidad
y de filosofía», las Historiae le granjearon numerosos enemigos en el bando
católico, fueron condenadas por la curia romana en 1610, siendo al parecer
calificadas por el propio papa como «heréticas»51.

Las Historiae Thuani, como han señalado los especialistas, presentan un


aparato erudito bastante desarrollado, un repertorio que deja atrás al que
sesenta o setenta años antes pudieron manejar Guicciardini o Giovio: con-
tienen una enumeración de fuentes en cada libro; usan abundantes docu-
mentos oficiales gracias a su accesibilidad por razón de cargo; se sirven
de numerosos obituarios, Elogia, memorias de personajes, un diario perso-

49  Consultado a través de la edición de hipertexto de Dana F. Sutton, The University of California,
Irvine. Sobre Camden y la erudición inglesa de la época, F. Smith Fussner. The Historical Revolution.
English Historical Writing and Thought, 158-1640. Londres: Routledge and Kegan Paul, 1962, pp. 117-49,
230-52.
50  Las ediciones del siglo xviii, examinadas en Samuel Kinser. The Works of Jacques-Auguste de Thou.
La Haya, Martinus Nijhoff, 1966, pp. 264-67, 269-95.
Jacques-Auguste de Thou. Mémoires, 1553-1601. París, Paleo, 2004, p. 274.
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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

nal que De Thou confeccionó desde joven y que se ha perdido, relaciones


de viajes, publicaciones contemporáneas, libeli y epistolae52. Por el uso de
fuentes derivadas del cargo, las Historiae se aproximan más al modelo de
Guicciardini que al de Giovio, no obstante reconocer que están influidas
por ambos. Pero las Historiae son la obra de toda una vida y tienen poco que
ver, en cuanto a las causas que le decidieron a escribirla, con la decepción
política y el mero intento de descubrir móviles políticos que impulsaron a
Guicciardini a escribir la Storia d’ Italia a su retiro como hombre público. La
razón por la cual De Thou empezó a acariciar la confección de una historia
del propio tiempo desde joven fue el horror que le causó la «terrible jor-
nada» de San Bartolomé y la conclusión de que era imprescindible colocar
al Estado —el concepto todavía no había sido formulado claramente en la
época— por encima de las luchas religiosas53.

Las Historiae son una defensa de la monarquía francesa en la que se


transmite la idea de que por encima de las facciones está la patria; una
patria entendida como conjunto de leyes que dicha institución encarna, la
cual es, además, una salvaguarda contra la violencia partidaria54. La obra
conecta de este modo con la tradición de las «historias de Francia» de exal-
tación monárquica que se desarrollaron en el siglo xvii y con las polémicas
que, desde la segunda mitad del xvi, se libraban en torno al problema de
los orígenes de Francia.55 Pero para reivindicar el concepto de verdad, De
Thou tuvo que tomarse molestias que hubieran sido impensables en cual-
quier otro género historiográfico. En el prefacio redactado en 1617, año de
su muerte, que acompaña a la cuarta edición, De Thou dedica una oda a
Enrique IV, el primer Borbón, titulada Vérité, y en sus memorias inserta
otro poema, La postérité, compuesto por un amigo suyo en defensa de su
honestidad intelectual. Más aún, el haber escrito en latín las Historiae no
sólo tiene que ver con el prestigio de esta lengua, sino sobre todo con el
intento de hacer una obra con una especial utilidad política, no expresa-
mente disponible para un público amplio. De Thou se negó incluso a que
se tradujera al francés.
Una buena parte de las Historias las escribió De Thou entre 1593 y finales
de 1603, robando tiempo a su trabajo como magistrado y diplomático. En
principio su idea era llevar el relato hasta 1593, para ceñirse estrictamen-
te a las guerras de religión. Ahora bien, una serie de razones le hicieron

52  Ingrid A. R. de Smet. Thuanus. The Making of Jacques-Auguste de Thou (1553-1617). Ginebra: Librai-
rie Droz, 2006, pp. 216-21.
Jacques-Auguste de Thou. Mémoires, op. cit., pp. 31-44.
53 �����������������
Así la caracteriza Claude-Gilbert Dubois. La conception de l’Histoire en France au xvie siècle, (1560-
54 �����������������������������������
1610). París: A. G. Nizet, 1977, pp. 173-74.
55 ����������������������
Al respecto, Arlette Jouanna. «Histoire et polémiques en France dans la deuxième moitié du
xvième siècle» en Storia della Storiografia, nº 2, 1982, pp. 57-76.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

cambiar en varias ocasiones la fecha límite, hasta dejar incompleta la obra


con su fallecimiento. Primero, en un intento de darle mayor trascenden-
cia europea, adoptó la fecha de 1601. El simbolismo de la misma para la
nueva dinastía borbónica (nacimiento de Luis XIII, el segundo Borbón, y
paz entre Francia y Saboya), una vez promulgado el Edicto de Nantes, y el
fallecimiento de su esposa, le llevaron a ello. Sin embargo, fue la creciente
tormenta que se desató tras la edición de 1604 la que le condujo a continuar
la obra entre 1612 y 1614 e incluso redactar las citadas memorias ese mismo
año para defenderse. A comienzos del Libro 127, en el que reanuda la obra
mientras se dedica a asuntos de Estado durante la Regencia, De Thou se
vuelve a quejar de la «manera indigna» como las Historiae fueron recibidas;
reconoce que le habían granjeado un sinfín de enemigos y que las había
dado por concluidas tras narrar la guerra civil, «la más funesta que haya
habido nunca», y llegar hasta la paz general. Sin embargo, el hecho de que
amigos de diversos países le hubieran animado, y sobre todo el asesinato
de Enrique IV en 1610, que «disipó todas mis dudas», todo ello le decidió a
continuar «sacrificando el reposo a la utilidad pública»56. Finalmente, tam-
poco esta previsión se cumplió, pues su fallecimiento en 1617 abortaría el
plan dejando interrumpida la narración en el año 160757.

3. Los límites del modelo: el «tacitismo» y las Historias


contemporáneas

Como historiador, De Thou hubo de moverse en un terreno en el que


las tendencias a la propaganda y a la historia como exempla eran cada vez
más efectivas y, por lo tanto, la construcción de una narración del propio
tiempo, por encima de las diferencias nacionales y religiosas, cada vez más
dificultosa. De hecho, las guerras de religión se habían convertido en una
pieza clave para la teoría política de finales del xvi, a escala europea, al po-
ner fuertemente a prueba la aplicación del moralismo cristiano. Poco podía
hacer ante tal complejidad y nuevos intereses el modelo Ab Urbe Condita
de Livio, que en cambio ya se había ganado un sólido prestigio entre las
historias nacionales, y que, por supuesto, siguieron Guicciardini y Giovio.
Mucho más operativo que Livio, se presentaba en este sentido Tácito. Con
su habilidad para mostrar las dificultades de su propia época, el autor de
los Annales y las Historias acabó convertido en la referencia que mejor podía
hacer efectiva la «similitudo temporum» en los momentos más difíciles de

Jacques-Auguste de Thou. Histoire Universelle depuis 1543 jusqu’en 1607. Traduite sur l’ édition
56 �����������������
latine de Londres. Londres: 1734, Tome Quatorzième 1601-1607, pp. 1-4.
57  Sobre la compleja elaboración de la obra y sus partes, Samuel Kinser. The Works of Jacques-Auguste
de Thou, op. cit., pp. 80-85.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

la consolidación de las monarquías modernas, una referencia decisiva para


hacer digerible el supuesto de la razón de Estado entre los autores católi-
cos58. Se entiende así que, dentro de las variedades de la llamada Historia
perfecta —el término con el que se va a aludir a la Historia humanista desde
finales del xvi—, las llamadas relaciones acabasen teniendo prioridad sobre
las Historias del tiempo. Como escribió Francis Bacon en De dignitate et au-
mentis scientiarum (1623), las primeras eran preferibles a las últimas ya que
mientras en las «historias del tiempo» la distribución ya había sido decidi-
da por Dios, en las segundas se podía elegir «un argumento comprensible
en el aviso y las instrucciones del escritor»59. Se trataba de un modo de
mostrar la influencia del tacitismo; esto es, la importancia que cobraba la
política a la hora de delimitar los temas de la Historiografía.

En realidad la influencia de Tácito aportó dos grandes cosas a la


Historiografía moderna: en primer lugar, un modelo bastante efectivo a la
hora de servirse de los ejemplos, de la narrativa histórica y de la Retórica
en un contexto en el que el desarrollo de los Estados y las guerras de reli-
gión apuntaban a nuevos comportamientos políticos, esto es, en un terreno
donde los problemas de opinión pública, propaganda, reputación e imagen
ganaban un peso creciente60; en segundo lugar —y a más largo plazo—, el
haber colaborado a abrir nuevas vías para comprender mejor las claves del
comportamiento político, para ir más allá de las llamadas «apariencias po-
líticas». En la medida en que la razón de Estado parecía constituir de modo
creciente el horizonte de la política, se hacía imprescindible el discriminar
las apariencias de las causas o las intenciones ocultas. Los historiadores del
siglo xvii fueron claramente conscientes de ello, y la fama de Tácito como
maestro de la política no hizo sino incrementarse en el siglo xviii: facilitó
argumentos tanto a católicos como a protestantes y en Inglaterra tanto a
whigs como a tories61.

58  Véase el análisis de José Antonio Maravall. «La corriente doctrinal del tacitismo político en Es-
paña» en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 238-240, octubre-diciembre 1969, pp. 647 y ss; y el clásico
de Friedrich Meinecke. La idea de razón de Estado en la Edad Moderna. Madrid: Instituto de Estudios
Políticos, 1959, pp. 68-69.
Francis Bacon. The Advancement of Learning and New Atlantis. Oxford: Clarendon Press, 1974, pp.
59 ���������
71-76 (sobre todo p. 73).
60  Ricardo García Cárcel. «Gracián y la Historia» en Boletín de la Fundación Federico García Lorca, nº
29-30, 2001, pp. 142-44.
61  Sobre la difusión de Tácito en Europa, Beatriz Antón Martínez. El Tacitismo en el siglo xvii: el
proceso de receptio. Valladolid: Universidad de Valladolid, 1992. Ejemplos relativos a la Historiografía
inglesa en Peter Burke. The Renaissance Sense of the Past. Londres: Edward Arnold, 1969, pp. 92-104, y
Howard D. Weinbrot. «Politics, Taste, and Nationa����������������������������������������������������
l Identity: Some Uses of Tacitism in Eighteenth Cen-
tury Britain» en T. J. Luce y A. J. Woodman (eds.). Tacitus and the Tacitean Tradition. Princeton: Princeton
University Press, 1993, pp. 168-184.

· 37 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Gonzalo Pasamar

Los ejemplos de Historia contemporánea influidos por el tacitismo prolife-


raron en el siglo xvii. Al género de las relaciones pertenecieron, por ejemplo,
la famosa Storia delle guerre civili di Francia (1630) del historiador paduano
Arrigo Caterino Davila, que fue traducida a diversos idiomas en su propia
época, o la History of the Rebellion and Civil Wars in England Begun in the Year
1641 (1702-04), que escribió, en 1646-48 y 1667-72, Edward Hyde, conde de
Clarendon y en la que defiende la postura tory de Carlos I en la guerras ci-
viles contra el Parlamento británico. También puede incluirse en el género
la Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña (1645), del his-
toriador portugués Francisco Manuel de Melo, en la que describe a título
de testigo sobre el levantamiento catalán de 1640 contra Felipe IV; o la cla-
ramente propagandística Historia de los primeros años del reinado de Felipe IV
(1639) del noble boloñés Virgilio Malvezzi, quien la escribe a instancias del
conde-duque de Olivares, para quien trabajará entre 1636 y 1643. Ahora
bien, a pesar de las nuevas formas de abordar la Historia política, no puede
sorprender que el escepticismo hacia la historia del propio tiempo hubiera
ido también en aumento. En Genio de la historia, tratado de Ars Historica que
publica en 1651 el carmelita fray Jerónimo San José, ya se puede observar,
por ejemplo, este cambio. En este texto no hay un rechazo expreso de la
posibilidad de escribir la Historia del presente, pero sí una oposición a uno
de sus recursos más significativos: «vengo a tener por mayor conveniencia
el no se hallar presente el historiador» para que «tenga el ánimo libre y
desapasionado para conocer y juzgar la verdad […], cosa dificultosa en
los que se precian y jactan de que vieron ellos mismos las cosas», escribe
el autor62. Y, en fin, valga también el ejemplo de cómo, en El Criticón (se-
gunda parte, 1653), en sus comentarios satíricos sobre la musa de la Historia,
Baltasar Gracián hace la siguiente apreciación: «a ninguno [de los persona-
jes que la rodeaban] daba pluma que no fuese después de cincuenta años
de muerto»63.

En definitiva, podemos interpretar el género de las historiae ipsius tem-


poris como un elaborado intento de explorar el propio tiempo, el primero
que puede considerarse Historia del presente propiamente; un intento ins-
pirado en los antiguos y en la Retórica, en el que la historia adquiere por
primera vez unos usos políticos modernos. No sería extraño suponer que
esta Historiografía político-militar, que sirvió para representar la turbu-
lenta implantación de la hegemonía española, las incipientes identidades
nacionales y las guerras de religión, acabó perdiendo una buena parte de
su función pública y ambiciones cuando, concluidas las guerras de reli-

62  Fr. Jerónimo San José. Genio de la historia, Vitoria, El Carmen eds., 1957, p. 359.
63  Baltasar Gracián. Obras Completas. Madrid: Fundación de Literatura Universal-Espasa Calpe,
2001, p. 1095.

· 38 ·
I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Orígenes de la Historia del presente: el modelo de las «historiae ipsius temporis» en los siglos xvi y xvii.

gión, en la segunda mitad del xvii, comenzara a abrirse camino en Europa


un clima cultural distinto. Los ilustrados fueron grandes investigadores
de las causas de los fenómenos sociales, se mostraron muy proclives a la
historia política y, además, heredaron algunos elementos del humanismo
anterior, como el respeto —que no la imitación— de los antiguos. Pero para
investigar esas causas, el movimiento de la luces disfrutó de un repertorio
mucho más amplio que el elenco de los autores antiguos y de las técnicas
políticas. La filosofía moral y la economía política se presentaban como
instrumentos mucho más profundos que la Retórica y sus aplicaciones.
Nuevas imágenes del historiador ideal se abrirían además camino en una
visión mucho más amplia de la república de las letras.

· 39 ·
Definiciones y tensiones en la formación
de una Historiografía sobre el pasado reciente
en el campo académico argentino

Luciano Alonso
Universidad Nacional del Litoral

Es sabido que abundan los análisis (y las dudas) sobre el estatuto epis-
temológico de aquello que se da en llamar Historia reciente, inmediata, del
tiempo presente, actual, fluyente (current) o coetánea, denominaciones de
ningún modo equivalentes pero equiparables en su pretensión de definir el
conocimiento sobre una temporalidad en la que los investigadores mismos
se encuentran inmersos. Al mismo tiempo se indaga desde muy variados
enfoques la relación de ese espacio disciplinar con las memorias sociales,
en una bibliografía que no sólo ya reconoce sus clásicos sino que además
crece exponencialmente y tiende a girar sobre tópicos repetidos.

En el ámbito historiográfico argentino ya se está produciendo desde ha-


ce años una reflexión acerca de lo que se da en llamar un nuevo «campo
en construcción», y ese es el subtítulo de un texto compilado por Marina
Franco y Florencia Levín que reúne importantes contribuciones y que se
ha convertido en foco de discusiones al respecto1. Sin intención de bucear
en la multitud de facetas que presenta la cuestión, en las presentes pági-
nas quisiera esbozar algunos aspectos de lo que considero problemas de
definición y tensiones emergentes en ese espacio intelectual, con el escaso
auxilio de ciertos recursos empíricos y críticos. No voy a preocuparme, en
consecuencia, por lo que se consideran habitualmente elementos contro-
versiales en el plano metodológico, como el estatuto de las fuentes orales,

1  Marina Franco; Florencia Levín (comps.). Historia reciente. Perspectivas y desafíos de un campo en
construcción. Buenos Aires: Paidós, 2007.

· 41 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

la disponibilidad o restricción de fuentes escritas o la relación entre me-


moria e Historia, sino por algunos aspectos que hacen a la misma identi-
ficación de un espacio académico cuya entidad es defendida por distintos
actores y del cual yo mismo participo.

Para facilitar la presentación de interrogantes y de algunas respuestas


provisionales, abordaré cuatro dimensiones que sugieren problemas de
delimitación o evaluación y que refieren: (i) a la definición de la Historia
reciente como una práctica propia del campo académico —con un mayor
desarrollo en función de una mayor profusión de citas—; (ii) a la asociación
entre Historia reciente y trauma social; (iii) a la pretensión de renovación
historiográfica en la práctica de la Historia reciente; y (iv) a la identificación
de un campo o subcampo en formación —con mucho menor profundidad
por remitirme a otros trabajos—. Seguramente los asuntos que traigo a co-
lación no son exclusivos del ámbito argentino sino que podrían predicarse
de cualquier lugar del mundo occidental, por lo que si los refiero a mi país
es sólo por un mejor conocimiento o incluso por un artificio retórico.

1. La Historia reciente dentro y fuera del campo académico

En Argentina son habituales las intervenciones públicas de historiado-


res que —sin negar la pertinencia de los trabajos de sociólogos, antropó-
logos, economistas u otros cientistas sociales— reclaman un abordaje del
pasado reciente en los marcos del campo académico, distinguiendo clara-
mente la dimensión cívica de la disciplinar. Para situar la problemática que
va asociada a esos reclamos me parece necesario definir qué es lo que po-
demos entender por el «campo académico argentino» al aplicar el término
a un conjunto de los especialistas en la producción del conocimiento sobre
el pasado. No pretendo reiterar planteos sobre la necesidad de construir
a la Historiografía sobre el pasado reciente como un objeto de estudio ni
presentar una indagación profunda sobre el campo historiográfico2, pero
me parece necesario reconocer la importancia de definición de lo que se
comprende incluido o excluido de un espacio de poder simbólico determi-
nado. De mi parte, considero que si bien la labor historiográfica en sentido
estricto supone un trabajo científicamente guiado, hay en toda sociedad
una multiplicidad de lugares de enunciación de «historias» en el sentido
de relatos sobre el pasado con pretensión de veracidad.

2  Cf. sobre ello Hernán Apaza, Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de
investigación, en esta misma compilación, que incluye además el análisis de algunas propuestas inclui-
das en el texto de Franco y Levín citado en la nota precedente.

· 42 ·
I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

Para toda definición de un ámbito de producción de narrativas que


dotan de sentido a lo ocurrido, es relevante un análisis sociológico de los
colectivos que hacen historia. Carentes de información sistemática y limi-
tados a una visión impresionista, sólo podemos por el momento proponer
demarcaciones y posicionamientos que son por lo menos abusivas cuando
no simplistas. Bajo mi cuenta y riesgo, quisiera plantear que podrían re-
conocerse dos grandes grupos especializados en la producción de cono-
cimiento sobre el pasado, con diferencias notables respecto del grado de
profesionalización y del recurso a métodos considerados disciplinarmente
apropiados. Por un lado, un amplio y polimorfo conjunto de historiadores
amateurs vinculados o no a instituciones diversas —cuando cabe, principal-
mente educativas— y de actores con otras adscripciones vinculados a una
producción mercantilizada, cuyos intereses y modos de trabajo son muy
diversos. Por el otro, un no menos complejo espacio de producción histo-
riográfica reconocido como tal por su adscripción institucional, compues-
to principalmente por historiadores u otros profesionales de las Ciencias
Sociales insertos tanto en espacios académicos tradicionales como princi-
palmente en el sistema universitario y científico-técnico.

Digo que esa distinción es abusiva porque las fronteras entre esos gru-
pos no son claras. No sólo se plantean problemas de reconocimiento y po-
sicionamiento relativo, sino que algunos actores individuales o colectivos
pueden participar en más de un espacio. Para citar un ejemplo muy conoci-
do basta señalar que —como lo destacara Oscar Videla en un breve artículo
que le valió la crítica de muchos compañeros académicos— un personaje
tan integrado al ambiente mediático como Felipe Pigna se formó en rigor
en un ámbito académico universitario y puede pretender transferir del
mismo insumos determinados para una actividad mercantil que él entien-
de como divulgación3. Por su parte, diversos profesionales vinculados a
una izquierda partidaria más o menos tradicional cruzan sin duda esos dos
grandes ámbitos, en tanto se desempeñan como docentes universitarios y
poseen una experticia que los habilita para el trabajo disciplinar, pero al
mismo tiempo presentan enfoques que muchas veces tienen que ver con la
aplicación de un cierto «sentido común» más que con prevenciones meto-
dológicas —aunque de seguro lo mismo puede decirse de muchos profe-
sionales con imaginarios derechistas—.

Como fuera y aún reconociendo que no es un problema menor definir


quién está dentro y quién fuera, aludo aquí a un «campo académico» co-

3  Oscar Videla. «Historiografía argentina y divulgación. Reflexiones alrededor del libro Los mitos
de la Historia argentina de Felipe Pigna» en Historia Regional, nº 22. Villa Constitución: Instituto Superior
del Profesorado, nº 3, 2004, p. 146.

· 43 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

mo un espacio con reconocimiento institucional estatalmente sancionado


que pretende para sí una legitimidad de origen respecto del conocimiento
sobre el pasado y se constituye en ámbitos burocratizados como las uni-
versidades, los centros de estudios del sistema científico-tecnológico y las
juntas de estudios o academias en sentido estricto. Aunque un espacio tan
amplio y tan variado está cruzado por una inmensa cantidad de tendencias
y posicionamientos, es posible admitir que en el caso de la Historiografía,
en los años ochenta y los primeros noventa se asistió a la constitución de
una «nueva ortodoxia» 4. El estallido de los Annales, la denominada «crisis
del marxismo» y el impacto de algunas lecturas un tanto sesgadas de una
bibliografía posmodernista, por otro lado muy aprovechable, promovieron
la construcción fragmentaria de los objetos de estudio, que llegaron incluso
a la negación de todo principio de realidad fuera de la textualidad y una
actitud gnoseológica rayana en el nihilismo.

El resultado fue una serie de narrativas segmentadas y la deslocaliza-


ción social de los objetos de estudio, pero descreo que en realidad todos
los adherentes a esos postulados hayan cambiado radicalmente las formas
de hacer Historia, sino todo lo contrario. Además del impacto de esa nue-
va ortodoxia, Argentina experimentó la reconstrucción de una comunidad
historiográfica a partir de la permanencia de las instituciones republicanas
y de la autonomía universitaria. El oficio del historiador, en el sentido más
antiguo de una relación con los documentos, se impuso como un criterio
muchas veces no expresado. Adicionalmente en la llamada «transición de-
mocrática» la Historiografía se preocupó por evitar el abordaje del pasado
reciente que, sin embargo, era asumido poco a poco como un objeto de re-
flexión por sociólogos, cientistas políticos o especialistas de otras Ciencias
Sociales, con lo cual se intensificó la noción de una distancia temporal res-
pecto de los acontecimientos a historiar.

Tal vez sea defendible que en la actualidad asistimos a una restitución


del carácter abarcador de las narrativas y a una interesante variedad de
abordajes5. Hay sin duda diversos motivos para que las operaciones his-

4  Una mirada entonces preocupada por esas cuestiones, aunque en sentidos diversos del que pre-
sento en estas páginas, en Hilda Sábato. «La Historia en guerra. ¿Hacia una nueva ortodoxia?» en
Punto de Vista, Buenos Aires: nº 51, abril de 1995.
5  Hay que señalar la edición o reedición constante de textos de síntesis, entre los que caben destacar
tres Historias generales en varios tomos (una de ellas continuada para abarcar los tiempos más cercanos
y otras dos nuevas): la Historia Argentina de Editorial Paidós, la Nueva Historia Argentina dirigida por
Juan Suriano bajo edición de Sudamericana y la Nueva Historia de la Nación Argentina de la Academia
Nacional de la Historia editada por Planeta. Para una Historia regional que me toca particularmente,
me permito citar la Nueva Historia de Santa Fe dirigida por Darío Barriera y publicada por Prohistoria /
La Capital. La noción de «novedad» de las tres nuevas colecciones citadas no hace sólo a sus enfoques,
sino muy particularmente al hecho de que abordan la historia reciente. En cuanto a síntesis abarcado-

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

toriográficas se hayan convertido nuevamente en modos de producción


de sentido compartido sobre procesos inclusivos y se produce la emergen-
cia de una nueva generación de trabajos que permitirá futuras narrativas
abarcadoras. En ese campo de delimitaciones variables, tensionado por la
lucha por el reconocimiento de los pares o de actores y sectores sociales
muy diversos, la Historia del pasado reciente ha ido ocupando un lugar.
Llamativamente, aún quienes impugnaban su validez hace no más de diez
años, hoy la encuentran habilitada en un nivel equiparable al de cualquier
otro período, si bien con las habituales prevenciones.

Me sería imposible dar cuenta de la totalidad de los aportes que se han


producido respecto de las más variadas cuestiones de este nuevo campo,
pero a partir de lo que constituye mi ámbito de interés puedo ejemplificar
los problemas de distinción a los que aludo y la emergencia de nuevos ob-
jetos propios del pasado reciente a través de un caso concreto, vinculado a
dos investigaciones que he realizado sobre el movimiento por los derechos
humanos en una ciudad del litoral argentino —Santa Fe— y en la comuni-
dad de emigrados argentinos de Madrid6.

Como lo ha expresado recientemente Elizabeth Jelin, se está constru-


yendo un amplio campo de estudios que recibió un fuerte impulso en
las décadas de 1980 y 1990. Ese nuevo ámbito toma a actores tales como
los movimientos sociales como objetos privilegiados, incorpora nuevos
marcos interpretativos que trasvasan los límites disciplinares y constru-
ye actualmente un espacio de consideración de los derechos humanos
y de las violencias políticas y la represión7. Acorde con esa transforma-
ción, la relativa ausencia del tema en el campo historiográfico comienza a
ser saldada con el muy fuerte impulso de grupos de investigación de las
Universidades Nacionales de La Plata, Rosario y Buenos Aires. Al decir de
Oberti y Pittaluga:
«[…] aún cuando no se ha establecido siquiera un debate en torno a qué vehiculi-
za el sintagma «pasado reciente», pareciera existir un acuerdo tácito sobre ciertos

ras, es necesario tener en cuenta un texto de divulgación cuyo impacto es inmenso y que se ha con-
vertido en el sentido común de estudiantes y docentes, cual es la obra de Luis Alberto Romero. Breve
Historia contemporánea de Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, varias ediciones.
6  Luciano Alonso. Defensa de los derechos humanos y cultura política: entre Argentina y Madrid, 1975-
2005. Tesis de la VI Maestría en Historia Latinoamericana, Universidad Internacional de Andalucía, Se-
de Iberoamericana Santa María de La Rábida; y El movimiento por los derechos humanos en Santa Fe: sujeto
local y cambio social en el contexto del sistema-mundo. Tesis de la Maestría en Ciencias Sociales, orientación
Sociología Política, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral. Ambas investigaciones han dado lugar
a ponencias y artículos de cuya cita me eximo.
7  Elizabeth Jelin. «Los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la
construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales» en Estudios Sociales. Santa Fe: Universidad
Nacional del Litoral, nº 27, 2004.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

temas o problemáticas que lo habitan (como el terror estatal, los centros clan-
destinos de detención y desaparición; la militancia y la movilización de masas
de los años sesenta y setenta; la resistencia a la dictadura, la emergencia de los
organismos de derechos humanos y los reclamos y luchas contra la impunidad,
entre otros)»8.

En las jornadas nacionales de Historia y Memoria de La Plata, de Espacio,


Memoria e Identidad de Rosario y de Historia Reciente de distintas sedes, cre-
cieron los trabajos destinados a historizar la actividad de los organismos
de derechos humanos, aunque todavía dentro de un marco más general
referente a la cuestión de la relación memoria/historia.

Pero a contrario de lo que Jelin indica respecto de las Ciencias Sociales


en general, la dedicación de los historiadores a esos problemas es mucho
más reciente9. Para tomar un indicador de su ausencia hasta los años 2000
y 2001, puede advertirse que entre las más de 650 ponencias a las Jornadas
Interescuelas y Departamentos de Historia de universidades nacionales ar-
gentinas realizadas en 1999, no hay ninguna dedicada al tema entre las dis-
tintas mesas o simposios relativos a movimientos sociales, Historia del pre-
sente o articulación Historia-memoria. En las Jornadas del 2001 se registra
una única ponencia sobre urgencia, agencia e identidad en la conformación
del movimiento por los derechos humanos, por parte de autoras que ha-
bían explorado problemas vinculados con anterioridad y que también pro-
venían del campo de la Ciencia Política10. Existía sí un abordaje tangencial
del tema en trabajos relativos a la relación Historia-memoria, a la recupera-
ción de la memoria social de la última dictadura militar, a otros movimien-
tos sociales o a movimientos políticos —casi exclusivamente concernientes
al movimiento obrero y a organizaciones político-militares—, que luego
fue creciendo exponencialmente, hasta llegar hoy a ocupar un porcentaje
nada despreciable de las presentaciones y publicaciones como cualquier
otro recorte espacio-temporal consagrado.

La misma emergencia de esos trabajos dejó a la vista una serie de tensio-


nes en la delimitación del campo. En relación con mis propias investigacio-
nes, el que podamos identificar ese lento proceso de construcción discursi-

8  Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga. «Temas para una agenda de debate en torno al pasado
reciente» en Políticas de la Memoria. Buenos Aires: CeDinCI, nº 5, 2004/2005, p. 9.
9  En el ámbito de las ciencias políticas hubo un temprano antecedente en la colección Política e
Historia del Centro Editor de América Latina, coetáneo de los trabajos de Jelin y muchos otros y que se
convirtió durante mucho tiempo en una solitaria visión de conjunto: Héctor Ricardo. El movimiento por
los derechos humanos y la política argentina. Buenos Aires: ceal, 1989.
10  Carol Solís; Silvina Oviedo. «Urgencia, agencia e identidad en la conformación del movimiento
por los derechos humanos. Argentina, 1977-1981», ponencia presentada ante las VIII Jornadas Interescue-
las y Departamentos de Historia, Salta, 2001.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

va en ámbitos académicos no quiere decir que no exista ya de alguna ma-


nera una Historia del movimiento por los derechos humanos entendida en
sentido amplio. El movimiento argentino por los derechos humanos tiene
ya una Historia contada por sus mismos actores y, al menos en lo que toca a
organizaciones capitalinas, publicada en distintos trabajos11. También pue-
den incluirse aquí textos no propiamente atribuibles a un organismo pero
que comparten sus interpretaciones o estudios que tienden a reproducir el
discurso de las agrupaciones sin más análisis12.

En el caso particular de la defensa de los derechos humanos en el ám-


bito del exilio, podemos observar similares solapamientos y diferenciacio-
nes. El exilio argentino ha merecido un tratamiento diverso. Los textos en
los cuales quienes lo habían sufrido dejaban testimonio de ello13, dieron
luego paso a otros en los cuales se puso énfasis en el análisis de las con-
diciones y estrategias políticas14. Tal cual lo expresó Marina Franco en el
primer avance de su trabajo de tesis, esos abordajes se situaron preferente-

11  Por ejemplo: Asociación Madres de Plaza de Mayo. Nuestros hijos. Buenos Aires: Contrapunto,
1987; Abuelas de Plaza de Mayo. Niños desaparecidos en la Argentina desde 1976. Buenos Aires: edición
propia, 1990; Arturo Blatezky (comp.). Documentos fundamentales y declaraciones públicas del Movimiento
Ecuménico por los Derechos Humanos, 1976-2002. Buenos Aires: MEDH, 2002; AA. VV., Historia de las
Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Madres de Plaza de Mayo, 2003. Una versión publicistica en
Asociación Madres de Plaza de Mayo. «¡Hasta la victoria siempre, queridos hijos!» en Suplemento del
Diario Página/12. Buenos Aires: 6 de mayo de 2007. Para el caso de Santa Fe, el relato de los organismos
se plasmó en medh, amsafe y Acción Educativa, Boletín de la campaña 1999. «Los chicos y las chicas tienen
la palabra». Santa Fe: 1999; con datos luego reiterados en Gabriela Almirón y otros. Los chicos y las chicas
tienen la palabra. Derechos humanos y educación: una construcción colectiva. Santa Fe: Universidad Nacional
del Litoral, 2000.
12  Ulises Gorini. La rebelión de las Madres. Historia de las Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires:
Norma, tomo I (1976-1983) y tomo II (1983-1986), 2006-2007; Miguel Galante. «En torno a los orígenes
de las Madres de Plaza de Mayo y su resistencia al Estado terrorista. Aproximaciones a sus relatos y
significados», ponencia presentada en el II Coloquio Internacional Historia y Memoria. Los usos del pasado
en sociedades posdictatoriales. Universidad Nacional de La Plata: septiembre de 2006 (hay edición del
Programa de Historia Oral de la Universidad de Buenos Aires). Este último texto está realizado y pre-
sentado en el marco de una institución académica, pero su formato lo acerca a la identificación entre
memoria e Historia propio de los relatos testimoniales.
13  V. g. el temprano texto de Alejandro Dorrego y Victoria Azurduy. El caso argentino: hablan sus
protagonista. México: Prisma, 1977, en el que si bien se intentaba documentar mediante entrevistas la
situación argentina no era menos patente su carácter testimonial. En un registro diferente, que combina
entrevistas a exiliados políticos con otras a emigrados que abandonaron Argentina por diversos moti-
vos y en distintas épocas, Ana Barón; Mario del Carril; Albino Gómez. Por qué se fueron. Testimonios
de argentinos en el exterior. Buenos Aires: Emecé, 1995; con la secuela de Albino Gómez. Exilios (Porqué
volvieron). Santa Fe: Homo Sapiens; Tea, 1999. Otros estilos en Carlos Ulanovsky. Seamos felices mientras
estamos aquí. Crónicas del exilio. Buenos Aires: Sudamericana, 2001 y en Diana Guelar y otros, Los chicos
del exilio. Argentina, 1975-1984. Buenos Aires: El País de Nomeolvides, 2002.
14  Un abordaje seminal en ese sentido en Lilian Heker; Julio Cortázar. «Polémica. Exilio y litera-
tura» en Cuadernos Hispanoamericanos nº 517/519, 1993. El mejor exponente de esta veta analítica es
probablemente el texto de Jorge Luis Bernetti; Mempo Giardinelli. México: el exilio que hemos vivido.
Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2003.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

mente en el territorio de la memoria15. Recientemente, el exilio se convirtió


en un objeto de estudio cada vez más frecuentado por una nueva genera-
ción de historiadores y una compilación de artículos editados por Pablo
Yankelevich dio cuenta ya en 2004 de una miríada de investigaciones en
curso que abarcaban las particularidades del exilio argentino en Francia,
Italia, Israel, México, los Estados Unidos y España16. Entre los aportes que
me resultaron de interés para el abordaje del movimiento por los derechos
humanos en Madrid, caben destacar los emprendimientos de Silvina Jensen
y Guillermo Mira Delli-Zotti; la primera, autora de un acabado estudio so-
bre los emigrados políticos en Cataluña; y el segundo, investigador de las
alternativas y las ideas políticas del colectivo formado por los desterrados
radicados en Madrid17. En ambos casos, las acciones emprendidas en de-
fensa de los derechos humanos violados en Argentina aparecen como una
dimensión de principal importancia. A ellos debe sumarse, con un enfoque
diferente, el trabajo de Margarita del Olmo acerca de la colonia argentina
en Madrid, que dio lugar a su tesis doctoral en Antropología a fines de la
década de 1980 y que hoy se actualiza ante la apertura del nuevo campo
de estudios18.

Pero esas miradas disciplinares sobre tales cuestiones se fueron produ-


ciendo prácticamente a la zaga de otros textos de carácter periodístico que
trataban sobre las acciones de denuncia y las intervenciones judiciales rea-

15  Marina Franco. «El exilio argentino, entre la memoria y la Historia. Primeras aproximaciones»,
ponencia presentada a las VIII Jornadas Interescuelas y Departamentos de Historia de Universidades
Nacionales de la República Argentina, Salta, septiembre de 2001.
16  Pablo Yankelevich (comp.). Represión y destierro. Itinerarios del exilio argentino. La Plata: Al Margen,
2004.
17  Silvina Jensen. La huída del horror no fue olvido. El exilio político argentino en Cataluña (1976-1983).
Barcelona: Bosch, 1998; y La provincia flotante. El exilio argentino en Cataluña (1976-2006). Barcelona: Fun-
dació Casa Amèrica Catalunya, 2007. De Guillermo Mira Delli-Zotti, «¿Sobrevivir o vivir en Madrid?
Exiliados argentinos del 76» en Ángel Espina Barrio (ed.). Antropología en Castilla y León e Iberoamérica.
V – Emigración e integración cultural. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2003; «La singularidad del
exilio argentino en Madrid: entre las respuestas a la represión de los setenta y la interpelación a la Ar-
gentina posdictatorial» en Pablo Yankelevich (comp.), Represión y destierro…, op. cit.; «Voces distantes,
otras miradas examinan el círculo de hierro. Política, emigración y exilio en la declinación argenti-
na» en Exilios: Historia reciente de Argentina y Uruguay, monográfico de América Latina Hoy, Salamanca:
Universidad de Salamanca, nº 34.2003; «Formas de resistencia contra la dictadura militar argentina
1976-1983: la Revista Resumen» en Ángel Espina Barrio (ed.). Poder, política y cultura. Antropología en
Castilla y León e Iberoamérica. VII. Pernambuco: Massagana, 2005; y «Raíces y paradojas del conflicto
en la Argentina contemporánea: de la utopía revolucionaria a la emigración y la exclusión» en Ángel
Espina Barrio (ed.). Conflicto y cooperación. Antropología en Castilla y León e Iberoamérica. VIII. Salamanca:
Diputación de Salamanca, 2005.
18  Margarita del Olmo. La construcción cultural de la identidad: emigrantes argentinos en España. Ma-
drid: Universidad Complutense de Madrid, 1990; La utopía en el exilio. Madrid: csic, 2002; y «El exilio
después del exilio» en Exilios: Historia reciente de Argentina y Uruguay, op. cit. Nótese que el primer
texto se pensaba desde la noción de emigración y sin un contenido explícitamente político, en tanto
que los dos siguientes se estructuraron en función del concepto de exilio y una clara preocupación por
la acción política.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

lizadas en Madrid en reclamo de reparación y justicia por los crímenes de


la dictadura argentina, incluyendo en ese rubro los relatos de «no-ficción»
como un subgénero de creciente presencia. Por ejemplo, El testigo secreto,
de Norberto Bermúdez y Juan Gasparini, constituye una presentación de
los procesos penales llevados adelante por el juez español Baltasar Garzón
contra represores argentinos y chilenos. Es probable que en el momento de
su producción el libro tuviera más la pretensión de ahondar una fractura
en la acusación que de informar sobre los acontecimientos, ya que presenta
una hipotética incompatibilidad entre actores políticos y sociales que no se
observa en los posteriores posicionamientos en el procedimiento judicial19.
En todo caso, es evidente que su factura no sólo no responde a cánones
disciplinarios sino que inhabilita al texto incluso como fuente secundaria.

Distinto es el caso de Sano juicio, de Eduardo Anguita20. Como ya lo


señalara el mismo Mira Delli Zotti21, el texto de Anguita es una muy do-
cumentada crónica sobre la acción en Madrid de algunos sobrevivientes
de la represión. Es de consulta imprescindible como fuente secundaria, en
tanto permite enlazar distintos acontecimientos y los presenta en un mar-
co plausible, ateniéndose más a los argentinos radicados en Madrid que
a la figura del juez Garzón, aunque su formato periodístico disminuya su
utilidad académica. Sin caer en los gruesos errores del libro de Bermúdez
y Gasparini, comparte con éstos una suerte de despreocupación por el es-
tablecimiento de datos ciertos22. El orden de verdad en el cual se encuentra

19  Arrancando erróneamente con el supuesto de que el sumario respectivo se inicia «a partir de los
desaparecidos españoles en Argentina», el texto se pretende un reportaje «en los bordes de la noticia».
Construyendo una crónica de los acontecimientos en el momento en el cual el ex dictador chileno y
entonces senador vitalicio Augusto Pinochet Ugarte se encontraba temporalmente detenido en Lon-
dres, los autores apelan a recursos literarios de dudoso buen gusto para un trabajo que se pretende
de no-ficción y se inscribe dentro del «nuevo periodismo», como ser apelativos pomposos para quie-
nes admiran y calificativos no fundados para aquellos a quienes denigran. Si bien se asienta en una
correcta y completa compulsa periodística, el texto realiza afirmaciones contundentes sobre aspectos
no suficientemente aclarados. En el relato de los acontecimientos Bermúdez y Gasparini adoptan una
línea de interpretación apegada a algunos de los actores y atacan a la agrupación política española
Izquierda Unida, que integra la acusación popular en los «juicios de Madrid». Norberto Bermúdez;
Juan Gasparini. El testigo secreto. Buenos Aires: Javier Vergara, 1999, entrecomillados de pp. 13 y 14,
respectivamente.
20  Eduardo Anguita. Sano juicio. Baltazar Garzón, algunos sobrevivientes y la lucha contra la impunidad en
Latinoamérica. Buenos Aires: Sudamericana, 2001. Probablemente la edición del texto de Anguita no sea
ajena a un posicionamiento en los debates internos de los emigrados políticos argentinos, ya que una
fracción de la Asociación Argentina por los Derechos Humanos de Madrid entendió que respondía a la
estrategia de un grupo enfrentado.
21  Guillermo Mira Delli-Zotti, «La singularidad del exilio argentino…», op. cit., nº 36, p. 107.
22  Para ilustrar esto baste un ejemplo que no refiere al campo temático de esa investigación periodís-
tica en sí: en la primera página de la introducción se dice que la orden del bombardeo atómico sobre
Hiroshima y Nagasaki fue impartida por Harry Truman apenas cuatro meses después de suceder al
desaparecido Teodoro Roosevelt (Eduardo Anguita. Sano juicio…, op. cit. p. 11). Lamentable confusión,
ya que el presidente estadounidense fallecido al término de la Segunda Guerra Mundial fue Franklin
Delano Roosevelt.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

el registro de Anguita no es idéntico al del discurso historiográfico y por


tanto su información no puede ser tomada sin más como una referencia va-
ledera. Sin embargo la imagen que transmite esa obra es la de un conjunto
de personas, a veces en conflicto interno, involucrado en un proceso que no
controla pero al que sus propios actos van dando forma, en una sucesión
de ensayos, errores y aciertos. Además logra representar acabadamente un
modo de acción social y política asentado en una sociabilidad compartida,
al centrarse en un personaje puntual de innegable relevancia y en su entor-
no de familiares y amigos.

Por fin, aunque no refiera a la temática a la que he aludido, no puedo


dejar de presentar un ejemplo que pone en cuestión esa distinción que yo
mismo taché de abusiva entre diversos grupos dedicados a la producción
de conocimiento sobre el pasado. En el año 2003, Gustavo Plis-Sterenberg,
que es director de orquesta y está radicado en el exterior, publicó un tex-
to sobre el intento de copamiento del Batallón 601 llevado a cabo por el
Ejército Revolucionario del Pueblo el 23 de diciembre de 1975. Aparte de
que su motivación personal se encuentre evidentemente en su anterior per-
tenencia al prt-erp y de que intentara una reconstrucción minuciosa de los
acontecimientos, el texto no merecería una alusión especial —y de hecho
fue denostado por un reconocido historiador de la Historiografía argentina
como ejemplo de una Historia diletante— si no fuera por un pequeño de-
talle: la editorial respectiva lo incluyó en su colección de Historia Política23.
Ello nos retrotrae al problema de qué se considera Historia y qué no, o me-
jor, quién tiene el poder para decir lo que es Historia y lo que no lo es.

¿Qué actitudes tomar frente a esos textos generados en el marco de


agrupaciones, cercanos a las interpretaciones y memorias de los protago-
nistas o pertenecientes a una matriz de producción proveniente del perio-
dismo? La cuestión se plantea con más aspereza pues esos trabajos no sólo
tienen una pretensión de veracidad, sino que en ocasiones recurren a mo-
dos argumentativos propios de las instituciones académicas o a formas de
validación documental semejantes. En un texto publicado con María Laura
Tornay hemos defendido la posibilidad de una interacción discursiva entre
el ámbito académico y distintos actores sociales24, pero eso no obsta para
observar que esa es una dimensión del conocimiento sobre lo social mayor-
mente anclada en la memoria y distinta de la que se realiza siguiendo las
pautas de una disciplina científica.

23  Gustavo Plis-Sterenberg. Monte Chingolo. Buenos Aires: Planeta, 2003.


24  Luciano Alonso; María Laura Tornay. «Políticas de la memoria y actores sociales. A propósito de
un ensayo de Luis Alberto Romero» en Revista Clío & Asociados. Santa Fe: Universidad Nacional del
Litoral, nº 8, 2004.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

La Historia reciente genera entonces una tensión suplementaria respec-


to de otros modos de hacer Historia fijados sobre objetos de análisis más
distantes. Los actores no sólo tienen algo para decir, sino que en ocasiones
lo dicen de modo más preciso, documentado y convincente que en muchos
trabajos historiográficos. En el caso particular del movimiento argentino
de derechos humanos, que logra la envergadura de un modelo de alcan-
ce internacional, es visible una preocupación por el establecimiento de un
régimen de verdad diferente del de la Historiografía, que incluso llega a
chocar con los trabajos disciplinarmente reconocidos25.

Un relevamiento exhaustivo podría dar cuenta del modo en el cual la


Historiografía académica argentina sobre el pasado reciente fue emergien-
do a posteriori de la literatura testimonial y de la Historiografía amateur o
mediática, y para ello basta cotejar las fechas de edición de los principales
textos citados. Quizás la formación de la Historia reciente como especiali-
dad pueda entenderse no sólo como consecuencia de la generación de ese
espacio intelectual por otros cientistas sociales o como respuesta a las de-
mandas sociales sobre el conocimiento del pasado, sino también como re-
acción a una profusa bibliografía que pretende hablar de la Historia desde
lugares de enunciación no reconocidos por las instituciones académicas.

2. La asociación entre Historia reciente y trauma social

En los trabajos académicos argentinos —y quizás también en los no


académicos— la Historia reciente aparece asociada a la existencia de mo-
mentos traumáticos, entre los cuales descollan la última dictadura militar
y el período del terrorismo de Estado del cual ésta representó el punto
máximo. A ese respecto, la frase inicial del trabajo de Franco y Levín antes
citado es todo un modelo de definición: «La Historia de la Historia reciente
es hija del dolor»26. Las autoras no solamente derivan de esa relación las
características que tendría este tipo de Historiografía, sino que al momen-
to de discutir su definición es esa asociación la que prima por sobre otros
criterios.

25  Un caso paradigmático es el que hace a la discusión sobre el número de detenidos desapareci-
dos. Durante casi tres décadas los organismos de derechos humanos defendieron la cifra simbólica de
30.000 —que nunca quiso ser exacta—, mientras que los trabajos académicos se limitaban mayormente
a los 8.900 registrados por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (conadep). Hoy se
sabe que el Ejército tenía registrados 22.000 casos en junio de 1978, al tiempo que aún se suelen esta-
blecer desapariciones nunca anotadas, por lo cual la estimación del movimiento de derechos humanos
parece más razonable que la reconocida por los medios académicos. Cf. Hugo Alconada Mon. «El
Ejército admitió 22.000 crímenes» en Diario La Nación, Buenos Aires: 24 de marzo de 2006.
26  Marina Franco; Florencia Levín (comps.). Historia reciente…, op. cit., p. 16.

· 51 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

Como muestra de un consenso extendido, la mayor parte de los aportes


historiográficos retoman el pasado en clave de conflictos, silencios, violen-
cias, reclamos de justicia, desplazamientos; en suma: componentes o sín-
tomas del trauma. Como derivación de ciertos desarrollos europeos que
asociaron la Historia reciente al Holocausto o a los crímenes de diversos
Estados, ese modo de construcción de la temporalidad continúa siendo el
privilegiado. Ya desde las Ciencias Sociales se venía preanunciando esa
definición, plasmada ejemplarmente en los trabajos de Elizabeth Jelin27.

No es este el lugar para discutir la categoría de trauma y su aplicación a


los conjuntos sociales. Baste acordar en que se trata de una lesión emocio-
nal —y por extensión, cognitiva— producto de una experiencia extrema,
con efectos perdurables y subyacentes a la continuidad de la existencia so-
cial (evito deliberadamente alusiones a lo consciente o lo subconsciente).
En ese sentido es que cabe preguntarse: ¿fue la última dictadura militar
un trauma para la sociedad argentina? La pregunta puede parecer cínica.
Unos treinta mil desaparecidos, cuatro mil asesinados, miles de presos y
cesanteados, decenas de miles de exiliados —en números siempre globa-
les y objeto de apasionados debates— representan la cúspide del terror de
Estado. En tanto que ejercicio de una coerción magnificada sobre el cuerpo
social, el resultado último de la dictadura no puede ser otro que un trauma.
Por lo menos, para quienes lo hemos experimentado así.

Y allí es donde la pregunta pierde su carácter molesto y alude a un pro-


blema de consideración sobre lo que se supone que es una «sociedad» y
particularmente la «sociedad argentina». Quizás por una cuestión de es-
cala de los fenómenos, quizás por la misma variedad de las experiencias
sociales, pueden existir grupos completos para los cuales la dictadura no
constituyera la fuente del trauma, y ni siquiera se considere traumático
todo el período de las dictaduras del Cono Sur.

Probablemente no hubo una cierta «normalidad» de las clases medias en


el período del terror de Estado —apuntemos de paso que, si este momento
parece cualitativamente distinto de otras atrocidades de la historia de estas
regiones, es también porque afectó a sectores movilizados de las clases me-
dias— porque la situación estatal-nacional era «excepcional». Pero muchos
integrantes de fracciones o segmentos socio-profesionales identificados
con ese concepto parecen construir el momento del miedo en el antes de
la dictadura, y no durante ella. Y con relación al terror de Estado, Mariana
Caviglia anota que:
27  Elizabeth Jelin. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo xxi, 2002, y otros textos de la serie «Memo-
rias de la Represión» del cual ese es el primer volumen.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

«En una considerable mayoría los testigos entrevistados no se consideran res-


ponsables de lo ocurrido, pero no sólo porque no lo sienten en relación con la
dictadura o porque su voluntad política de reparación al respecto se encuentra
generalmente obstaculizada por las decisiones políticas de los vencedores […]
sino, básicamente, porque no se reconocen actores de la historia […] ¿es la ausen-
cia de esa convicción una consecuencia del terror o es a veces, o al mismo tiempo,
una característica de la identidad de los sectores medios […]?»28.

Para esos sectores, entonces, hay una sensación de ajenidad respecto


del trance. Estimo que no sería difícil multiplicar los registros empíricos en
los que se aprecie que —lejos de ser el lugar histórico del trauma— para
muchos integrantes de las clases medias la dictadura se presenta como un
lugar imaginario de orden y seguridad. Así como construyeron un «otro»
que no los implicaba en ese pasado de conflictos, Caviglia sugiere que hoy
constituyen nuevas alteridades en oposición como «los delincuentes» o «los
piqueteros». Podrá aducirse que hay en esos casos una elusión del trauma
e interpretarse los silencios en esa clave. Una cosa es segura: en el flujo de
conciencia de muchos grupos sociales, expresado en sus discursos y prác-
ticas, la dictadura no constituye un hecho fundante. Si la Historia reciente
se definiera por el reconocimiento de un trauma, para amplias fracciones
de las clases medias su inicio puede estar en la hiperinflación de 1989 o en
la debacle financiera e institucional de 2001.

Si, por el contrario, tratáramos de buscar indicios en fracciones de las


clases trabajadoras, suponiendo un impacto evidente tras la deliberada po-
lítica de disciplinamiento social y fractura de la organización popular por
parte de la dictadura, tal vez no encontremos lo que esperamos o se nos
desdibujen sus caracteres. Verónica Maceira realizó una exploración so-
bre las prácticas de historización de distintas generaciones de trabajadores
desocupados del conurbano bonaerense. Aunque destacaba que respecto
de la dictadura las representaciones no eran homogéneas, reconocía una
«relativa ajenidad (social y política)» en el modo con el que gran parte de
los entrevistados se relacionaba con el pasado dictatorial. Sólo la tercera
parte de los entrevistados del segmento de mayor edad hacía referencia al
período de terror, pero incluso con relativa independencia de las conside-
raciones sobre el mercado de trabajo y la propia situación laboral, juzgadas
retrospectivamente como mejores29. Otra vez podrá aducirse con absoluta

28  Mariana Caviglia. Dictadura, vida cotidiana y clases medias. Una sociedad fracturada. Buenos Aires:
Prometeo Libros, 2006, pp. 320-321.
29  Verónica V. Maceira. «La recurrencia del recuerdo. Prácticas de historización entre trabajadores
desocupados del conurbano bonaerense» en Prohistoria, Rosario, nº 9, primavera 2005; el entrecomi-
llado es de p. 167. Me eximo de reproducir algunas de las citas de las entrevistas presentadas por la
autora, que pese a todas sus explicaciones y contextualizaciones no pueden resultar más que dolorosas
al dejarnos la impresión de que la dictadura puede funcionar en el imaginario de muchos trabajadores

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

pertinencia que la última dictadura militar propendió por diversos medios


—entre los cuales el más evidente fue el terror de Estado— a la retirada
de los sujetos a la vida familiar y laboral y a la desarticulación de la clase
social como matriz de las prácticas y las identidades; pero eso es algo dife-
rente del reconocimiento de un trauma social extenso.

Insisto entonces: ¿es que la dictadura no configuró un trauma? Sí que


lo hizo, pero aclaremos: somos nosotros los que lo identificamos como tal.
Lo es para aquellos que sostenemos o sostuvimos determinadas posiciones
políticas, determinadas representaciones sociales, y no otras; para los que
tuvimos o transmitimos determinadas experiencias y construimos deter-
minadas identidades. No para la sociedad argentina en su conjunto, ya
que no todos los grupos sociales —definidos ampliamente por criterios
relacionales o económicos, o por pertenencia a agrupamientos políticos,
religiosos o culturales— tuvieron las mismas experiencias.

Para la etnia aborigen pilagá, el trauma —o uno de los más cercanos de


los innumerables traumas sufridos en la terrible historia de su relación con
los poderes modernos— parece derivar directamente de las matanzas de
octubre de 1947 en Formosa. El fusilamiento de unos 400 a 600 miembros
de ese pueblo originario por la Gendarmería Nacional, en pleno gobierno
peronista, encarnó de tal manera en la memoria del grupo, que fueron los
recuerdos trasmitidos los que llevaron a la búsqueda de cuerpos actual-
mente en curso30. Ejemplo contundente de que la cesura puede estar en
otra parte, la eliminación de los pilagás que pedían comida para sus cuer-
pos hambreados y enfermos, el enterramiento clandestino de los fusilados
o su desaparición lisa y llana, y la continuidad cotidiana de la masacre étni-
ca dan forma a una experiencia extrema, que atraviesa toda la historia del
Estado nacional y se hunde aún más atrás en el tiempo. Para los pueblos
originarios, el trauma social es un estado del espíritu en larga duración.

Y además, ¿es que sólo la Historia reciente parte del dolor? De seguro
que conviene recordar que la Historia, tal como surgió en Occidente, se
constituyó como discurso de legitimación de la dominación. Sin embargo,
también se formó como su contrario: como discurso contraideológico en
el cual el dolor de los oprimidos actuó como acicate para el conocimiento.
Con Max Horkheimer y Walter Benjamin, la Historiografía aparece al mis-

desocupados como un período de paz, bonanza y respeto por las normas, sin que espontáneamente se
planteen ninguna relación entre ella y los sucesos posteriores de la historia argentina contemporánea.
30  Diario Página/12, Buenos Aires: días 28 de diciembre de 2005 (p. 8), 18 de marzo (p. 8) y 3 de
mayo de 2006 (p. 7). Al momento de escribir estas páginas, la exhumación de los cuerpos es lenta y
discontinua.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

mo tiempo como el tribunal de apelaciones de una humanidad siempre


pasajera y como el lugar de construcción de una esperanza por un sujeto
histórico. Y eso tras la constatación de que el estado de excepción es la regla
de los oprimidos, en un transcurrir de siglos en los cuales el enemigo no ha
cesado de vencer. En toda Historia hay trauma, en el sentido de que:
«Toda institución, por modesta que sea, posee, como todo Estado (en tanto que
superinstitución), un cadáver en su alacena, una huella de la violencia sacrifica-
da que presidió su nacimiento o, sobre todo, su reconocimiento por las formas
sociales ya existentes e instituidas»31.

No sólo no hay entonces traumas totales vividos por todo el conjunto so-
cial, sino que la totalidad de la historia de la humanidad —y por extensión,
toda Historiografía— puede ser pensada a partir del dolor y de las violen-
cias fundantes de la dominación. ¿Deberíamos entonces renunciar en blo-
que al concepto y sus implicancias? De ninguna manera. Aunque se pueda
dudar de la relevancia del trauma, se lo ponga en cuestión como fractura
e incluso se reconozcan las dificultades de identificar los modos de trans-
misión social de síntomas postraumáticos, le damos centralidad porque
decimos que eso nos importa. Si la Historia reciente puede pensarse des-
de ese concepto, es porque desde una perspectiva ético-política decidimos
que así sea. Reconocer un trauma histórico —sea el terror de Estado, sean
otros— supone un proceso autocrítico de pensamientos y prácticas con
trascendencia política y social. No para una mera victimización sustitutiva
y empática o un discurso de lo sublime, sino en pos de una indagación so-
bre aquello que consideramos relevante en función de una lucha política,
de un conflicto social, o simplemente de un episodio más de la guerra civil
latente a toda sociedad32.

Pero para una definición cabal de la Historia reciente no sólo debemos


recurrir a esas cesuras, sino encontrar lo que para defender su concepción
de una Historia del presente, Julio Aróstegui llama una «matriz histórica
inteligible». La construcción de objetos historiográficos en una perspectiva

31  René Lourau. «Instituido, instituyente, contrainstitucional» en Christian Ferrer (comp.). El len-
guaje libertario. Antología del pensamiento anarquista contemporáneo. La Plata; Buenos Aires: Altamira,
1998, p. 112. Respecto de los otros autores aludidos me remito a Max Horkheimer. Teoría crítica. Buenos
Aires: Amorrortu, 1990 y Walter Benjamin. «Tesis sobre filosofía de la historia» —especialmente vi a
viii—, en Discursos interrumpidos. I. Filosofía del arte y de la historia. Buenos Aires: Taurus, 1989.
32  Aunque originalmente refieren al trauma y en particular a la forma específica de la memoria trau-
mática como objetos de un nuevo campo o subcampo de investigaciones, extrapolo aquí observaciones
de Dominick Lacapra. Historia en tránsito. Experiencia, identidad, teoría crítica. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, 2006, capítulo III «Estudios del trauma: sus críticas y vicisitudes». La noción de
un conflicto siempre al borde de la guerra civil como elemento constitutivo del término «sociedad» en
Barrington Moore. La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión. México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 1996, p. 25.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

científica debería suponer la identificación de momentos axiales que abran


períodos cualitativamente diferentes del tiempo histórico. Cuál sería esa
matriz en la definición de una especialidad historiográfica es otra cuestión;
lo importante es que no se remita a un fenómeno o hecho singular, sino a
un conjunto temporalmente situado de transformaciones significativas. Va
de suyo que para áreas determinadas —o Estados, si se quiere— podrán
defenderse diversas temporalidades y en gran medida remitirse a pasa-
dos traumáticos de distinta escala y encarnadura social, aunque también
es factible identificar un tiempo histórico «reciente» a nivel del sistema
mundial33.

Tal vez la Historia reciente no pueda abandonar su fijación en el trauma


más que convirtiéndose en Historia del presente. Esto es, según la pro-
puesta de Aróstegui, construyendo objetos de estudio significativos que
involucran a los seres humanos vivos —incluyendo, claro está, el mismo
trauma— y proyectándose hacia atrás tanto como sea posible para pro-
ducir explicaciones historiográficas sobre ellos. Pero semejante actitud
supone una forma distinta de pensar la definición de los programas de
investigación.

3. La pretensión de renovación historiográfica

Sea que se la empariente con un momento traumático o que se la remita


a un tiempo de transformaciones estructurales, la Historia reciente aparece
con fuerza como una opción académica en los últimos años. Anunciada
al menos desde finales de la década de 1970 en los países centrales como
disciplina o subdisciplina específica, ha crecido progresivamente. Hilda
Sábato afirma tajantemente que «es sabido que su práctica es relativamen-
te nueva y no solamente en nuestro rincón del mundo» y citando Años
interesantes, de Eric Hobsbawm, valida la idea de que al menos hasta ese
mismo momento la labor historiográfica suponía una distancia de unos
treinta años respecto de los sucesos a historizar34. Aunque no es el caso de
esta autora, ajena a la especialidad, es evidente que muchos de los cultores

33  Julio Aróstegui. La Historia vivida. Sobre la Historia del presente. Madrid: Alianza, 2004, passim. Per-
sonalmente no comparto la identificación de Aróstegui de un tiempo axial hacia 1989-1991 y prefiero
defender la posibilidad de pensar como matriz histórica la constitución de un modo de dominación es-
pectacular en las áreas con procesos de centro y la nueva externalización de la violencia hacia las áreas
con procesos de periferia entre 1950-1970, pero eso sería objeto de otra larga discusión.
34  Hilda Sábato. «Saberes y pasiones del historiador. Apuntes en primera persona» en Marina Fran-
co; Florencia Levín (comps.). Historia reciente…, op. cit., p. 226. La referencia es a la autobiografía de
Eric Hobsbawm. Años interesantes. Una vida en el siglo xx. Barcelona: Crítica, 2003.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

pretenden adjudicarle un plus de legitimidad intelectual en tanto actividad


ligada a una renovación historiográfica.

¿Es entonces la Historia reciente algo temáticamente novedoso? En


principio sí, si se la compara con el establecimiento de una cierta distancia
temporal para la definición de los objetos de investigación predominante
en los estudios históricos del siglo xx, pero no tanto si se miran los clásicos
decimonónicos o incluso más avanzados en el tiempo. Por caso, los últi-
mos datos registrados en la Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe de
Manuel Cervera son de 1889, nada lejanos para una obra publicada en 1904
y de autoría de un historiador positivista que quería hablar de un período
ya pasado35. Pero un ejemplo francés es mucho más ilustrativo y se me
permitirá que en consecuencia lo traiga a colación. En 1872, Jules Michelet
dio a luz la primera sección de una obra que su muerte dejaría trunca. El
segundo tomo de un libro destinado a varios volúmenes se editó tras su
fallecimiento en 1874 y luego uno más. ¿Su título? Historia del siglo xix.36
Evidentemente, Eric Hobsbawm no tiene originalidad en eso de escribir en
tanto que historiador sobre el tiempo mismo en el que se ha vivido, aunque
sí tuviera la suerte de vivir lo suficiente como para concretarlo.

Podríamos seguir citando diversos casos en los cuales las materias tra-
tadas eran temporalmente cercanas, había testigos de los acontecimientos
—que muchas veces fungían de fuentes de información sin demasiado ri-
gor metodológico— y la implicación de los historiadores era inmediata.
Así como también encontraríamos otros ejemplos de textos contrarios en
los cuales se negaba la posibilidad de que la Historia acometiera el análisis
de un tiempo presente. Y es que en el siglo xix, la Historia, la memoria y
la política ya aparecían inextricablemente unidas. En ese siglo burgués los
historiadores no sólo se plantearon cuestiones epistemológicas fundamen-
tales37, sino que además expresaron visiones de la Historia fusionadas con
la política notabiliar y discutieron los márgenes a los que debía ceñirse.
Es claro que esas concepciones buscaban explicar y autenticar su propio
presente, aunque también que las élites y clases dominantes europeo-occi-
dentales estaban inmersas en un proceso de formación de esferas públicas

35  Manuel María Cervera. Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe, 1573-1853. Contribución a la
Historia de la República Argentina. Santa Fe: La Unión, 1907.
Jules Michelet. Histoire du xixe. siècle. L’Etudiant, 1877, 3 tomos; hay edición de Flammarion, París,
36 �������
1982.
37  Aunque su pragmatismo es por lo menos excesivo y homologa crisis disciplinares de diversa
índole, la gran virtud de Gérard Noiriel ha sido recordarnos que muchos debates epistemológicos que
solemos estimar de última moda se presentaron —con otros modos discursivos y presupuestos muy
diversos— a lo largo de todo el proceso de formación de la Historia como disciplina científica en el
siglo xix, observación que podría extrapolarse a lo que nos ocupa. Gérard Noiriel. Sobre la crisis de la
Historia. Madrid: Cátedra, 1997.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

en el cual no temían establecer relaciones entre una labor disciplinar en


definición y la discusión de las cuestiones más inmediatas. Eso sin contar a
un Karl Marx historiador de los conflictos franceses prácticamente sobre el
filo de los acontecimientos, que para la academia no pasaba de ser un pole-
mista aunque estuviera fundando él también la Historia como ciencia.
En consecuencia la respuesta es negativa: la preocupación historiográfi-
ca por un pasado temporal, vivencial o políticamente cercano no es exclu-
siva de los últimos años. Tal postulado es sólo una muestra de la habitual
amnesia en la que caen nuestras instituciones académicas y, lógicamente,
nosotros mismos38. Lo que sí es novedoso es la conciencia de estar revir-
tiendo una tendencia secular y la constitución de la Historia reciente como
campo académico —o tal vez mejor, como espacio específico dentro de un
campo historiográfico profesionalizado—. Sin duda que eso puede com-
prenderse como producto de un nuevo vigor de la producción académica
sobre el pasado reciente, vinculado con la crisis de confianza en el futuro
y el giro hacia el pasado que caracterizan al mundo contemporáneo, a lo
que se suman los vuelcos de la Historiografía hacia una revalorización de
la subjetividad y hacia el estudio de las experiencias y acontecimientos, así
como la irrupción de la memoria en el espacio público39. Pero en lo perso-
nal creo que tendríamos una visión más completa si invertimos la carga de
la prueba y nos interrogamos sobre por qué no emergió un campo semejan-
te en el período central del siglo xx. Las diferencias entre las trayectorias de
las Historiografías nacionales fueron muy profundas, e incluso en nuestro
país los procesos de profesionalización del campo de la disciplina fueron
muy irregulares, y se plantearon como un objetivo concreto de la comuni-
dad universitaria recién en el período posdictatorial. Sin embargo, fuera
cual fuera el grado de integración profesional de los espacios académicos,
la Historia reciente o sus variaciones generaron una clara resistencia.

La reticencia a definir determinados problemas de la Historia temporal-


mente cercana e institucionalizar su investigación está en ocasiones ligada
a los contextos socio-políticos. Tal vez en la consideración del modo en
el cual se trataron —o se eludieron— determinadas cuestiones de los pa-
sados recientes, puedan identificarse situaciones similares, en las que los
contextos impusieron limitaciones a la elaboración de agendas sobre esas
cuestiones. Sin mayor argumento que la pura especulación, estimo que a

38  A propósito de una materia absolutamente diferente, Alain Guerreau ha destacado cómo se ocul-
tan u olvidan desarrollos elaborados muy anteriormente con un máximo de racionalidad, tendiendo a
veces a recomenzar de cero, y con su típico estilo polémico ha indicado que para avanzar teóricamente
«no es indispensable hacer pasar por nuevo lo que otros han explicado y expresado con suficiente
claridad hace ciento cincuenta años». Alain Guerreau. El feudalismo. Un horizonte teórico. Barcelona:
Crítica, 1984, p. 41.
39  Es la interpretación de Marina Franco; Florencia Levín (comps.). Historia reciente…, op. cit., passim.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

esos análisis contextuales debería sumarse la noción de un cierre global a


la consideración de los tiempos presentes por parte de los historiadores,
creciente en el tránsito entre el siglo xix y el xx. La profesionalización de
la disciplina y el triunfo del positivismo supusieron un alejamiento de las
temáticas capaces de movilizar la pasión cívica, en sociedades en las cuales
la lucha por el poder incorporaba a nuevos actores sociales emergentes40.

Llamativamente, 1914 comenzó a ser una fatídica fecha que sancionaba


el límite de la tarea del historiador, y no sólo en el recuerdo de Hobsbawm,
ya que todavía hacia la década de 1970 Pierre Nora recordaba que esa era
la frontera temporal permitida por los maestros41. Tal vez no casualmente
se trata del momento de derrumbe del «siglo burgués» y de la eclosión de
las masas en las dimensiones más altas del poder estatal, con la Revolución
rusa. Ya se habían sancionado las narrativas históricas del pasado estatal-
nacional y se ocluía el análisis de los conflictos inmediatos, encorsetando
las relaciones entre historia, memoria y política en los sectores académicos
—con todos los debates que puedan imaginarse sobre los modos discipli-
narmente «correctos» de realizar esas operaciones—, en tanto que por otro
lado se fue entregando el pasado reciente a nuevas disciplinas como la
Sociología y la Ciencia Política, que en ámbitos como el argentino se insti-
tucionalizaron con mucho mayor retraso.

Lo cierto es que siempre hubo una producción de conocimientos sobre


el pasado que trató de enlazar los desarrollos más lejanos con su propia
actualidad. Nunca faltaron intelectuales que escribieron historias de pa-
sados recientes, en las diversas acepciones del término, pero en general
construyeron sus aportes al margen de la academia. Si hiciera falta un re-
gistro preciso de trabajos que abordaron la historia reciente argentina en
momentos no tan lejanos para actuar como prueba documental, bastaría
revisar los títulos publicados por el Centro Editor de América Latina hacia
1971-1973, o rescatar los trabajos de un historiador marginal y olvidado
como Milcíades Peña42. De seguro que la característica resaltante de casos
40  Para el caso del Uruguay, Carlos Demasi ha argumentado muy breve pero convincentemente en
el sentido de una práctica de la Historia reciente que se proyectaría desde las primeras aportaciones
historiográficas para desaparecer de la escena en función de tensiones políticas e ideológicas, latiendo
permanentemente un debate sobre su enseñanza aunque no se la reconociera en esos términos. Cf.
Carlos Demasi. «2006: el año de la Historia reciente» en Álvaro Rico (comp.). Historia reciente. Historia
en discusión. Montevideo: Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos / Universidad de la Repú-
blica, 2008, esp. pp. 34-36.
Pierre Nora. «Presente» en Jacques Le Goff, Roger Chartier; Jacques Revel (dirs.). La Nueva
41 ��������
Historia. Bilbao: El Mensajero, [1988], p. 536. Nora vincula esa clausura a la tradición positivista de
finales del siglo xix.
42  Sobre el ceal, Mónica Bueno; Miguel Ángel Taroncher (coords.). Centro Editor de América latina.
Capítulos para una Historia. Buenos Aires: Siglo xxi, 2007. Sobre Peña, Horacio Tarcus. Silvio Frondizi y
Milcíades Peña. El marxismo olvidado en la Argentina. Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 1996.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

como los aludidos no fue su carácter amateur, sino su compromiso político.


Como discursos revulsivos sobre su propio presente, no podían ser admi-
tidos por las instituciones estatales salvo en casos puntuales.

La aceptación ulterior de estos nuevos objetos de investigación en las


instituciones reconocidas sería quizás no sólo fruto del desbloqueo de los
contextos político-sociales, sino también del debilitamiento de la visión es-
tatal-nacional de la historia, de la disolución de las alternativas sociales al
dominio capitalista y de la cada vez más fuerte interpenetración entre dis-
ciplinas en los tiempos que corren. En el extremo del razonamiento podría-
mos cerrar el círculo y autocriticarnos acerbamente, dudando de la función
social de nuestra propia práctica. Si hoy la dedicación a la Historia reciente
es admitida y adquiere carta de ciudadanía en las instituciones académi-
cas podría ser porque, primero: ante la crisis de confianza en el futuro —y
en los medios para mejorarlo— hemos refugiado nuestra politicidad en la
academia, y segundo: si se deja construir como pura actividad profesional,
la indagación sobre el pasado reciente ya no resulta social o políticamente
revulsiva o inquietante.

4. La identificación de un campo o subcampo en formación

Por qué existe una Historia del pasado reciente es algo que no se puede
responder desde la preexistencia de una fractura que constituya el objeto his-
toriográfico o de un régimen de historicidad determinado. Adicionalmente,
apuntemos que tampoco tiene un sesgo metodológico distintivo, como no
sea el peso otorgado en ocasiones a las fuentes orales. El corolario que se
puede extraer de estas observaciones es inquietante. Si el abordaje de pa-
sados recientes no es un fenómeno historiográfico en evolución lineal ni
responde estrictamente a la lógica de desarrollo de la propia disciplina, lo
que lo habilita o lo clausura es sólo una configuración política

Siguiendo a Pierre Bourdieu, la estructura de un campo es un estado de


la relación de fuerzas entre los agentes o las instituciones que intervienen
en la lucha por la distribución de un capital específico. Las pugnas en el
campo ponen en juego la misma conservación o subversión de la estructu-
ra de distribución de ese capital43. Esa es una noción que puede pensarse
respecto de la Historia reciente como espacio de producción de conoci-
miento o segmento del campo académico. En tanto que campo, no se defi-
ne por ninguna virtud esencial sino solamente por las posiciones relativas
43  V. g. Pierre Bourdieu. Campo de poder, campo intelectual. Buenos Aires: Quadrata, 2003 y Los usos
sociales de la ciencia. Buenos Aires: Nueva Visión, 2000.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

de poder de los actores que participan en su constitución. De las opciones


de quienes intervienen (intervenimos) dependen entonces sus caracterís-
ticas y sus derivas. Lo que es decir también: los modos de distribución de
capitales determinados, la interpenetración con otros espacios sociales y la
apertura o autismo respecto de las voces de los actores legos.

Si decidimos que esa definición tiene sentido, atrás de ella corren las
diferencias en los recortes temporales, las atribuciones de significado, las
opciones metodológicas y otras formas de delimitación de las reglas del
campo. Pero también los cargos de docencia e investigación, las líneas de
becas, la subvención de publicaciones, las invitaciones a congresos, los re-
conocimientos de los pares y de actores exteriores a la academia. En suma,
todas las implicancias en términos de distribución de diversos capitales.
Aunque la formación del campo parece ser muy embrionaria e incluir un
mundo de discursos y representaciones en tensión con algunos de los acto-
res académicos, que reclaman una mayor «profesionalización», no está de
más enfatizar que todo campo académico es una construcción política que
permite la distribución de recursos.

Habría también que destacar que la misma definición de la Historia re-


ciente como campo —de cuyos pormenores me eximo en función de su
tratamiento en el texto de Franco y Levín reiteradamente citado, pero que,
creo, está mejor identificada en la lectura que realiza Hernán Apaza— su-
pone sí una novedad: una completa y minuciosa discusión sobre el estatuto
de las fuentes y las posibilidades del conocimiento sobre un pasado que
involucra a los historiadores. Es allí donde el campo de la Historia oral
tuvo mejores espacios de aplicación, donde la cuestión de la construcción
del objeto adquiere nuevos ribetes y donde hoy se debate sobre las fuentes
en soporte digital. Al fin y al cabo hay algo nuevo en la Historia reciente, y
es la autoconciencia de los historiadores sobre los condicionamientos epis-
témicos de su producción. Esa clarificación de herramientas y operaciones
intelectuales opera también como forma de delimitación del campo y arma
en la puja por la distribución de un capital específico.

Actualmente la Historia reciente parece ser pensada como una especia-


lidad. No se trata de una disciplina o subdisciplina en sí, ya que se produce
en la confluencia de aportes plurales. Como se suele destacar, el espacio
intelectual de la Historia reciente argentina está cruzado por contribuciones
de diversas disciplinas y aparecía ocupado incluso antes de ser pensado co-
mo tal. Por ejemplo, Daniel Lvovich señala que los sociólogos y los cientis-
tas políticos realizaron muchos más aportes que los historiadores al estudio
de la última dictadura militar argentina, lo que se presenta como un:

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

«[…] resultado de las especificidades de cada campo disciplinario y de los mo-


dos en que en cada caso se privilegia o desalienta el estudio de determinadas
áreas, más allá de la existencia de unas —cada vez más desdibujadas— fronteras
disciplinares»44.

Esa matriz de construcción de la Historia reciente en tanto modo de co-


nocimiento es particularmente importante. Muestra una vez más los lími-
tes artificiales y arbitrarios entre las disciplinas, importantes para la trans-
misión institucionalizada del saber pero cada vez más inútiles a la hora de
pensar objetos de investigación. A diferencia de éstas, las especialidades se
constituyen como áreas de investigación alrededor de un tipo concreto de
fenómeno o método. Son el espacio en el que se gestan procesos de hibrida-
ción disciplinar o simbiosis45. Quizás la Historia reciente —o como quera-
mos llamarla— no sea un territorio de los historiadores, los sociólogos o los
antropólogos, sino el lugar simbólico de una nueva ciencia histórico-social.
Lo que dependerá en definitiva de las complejas interacciones al interior
del campo académico en el cual se encuentra.

5. Una conclusión necesariamente provisoria

Si realizamos una síntesis provisional de este amplio e incompleto re-


paso sobre los desarrollos de una Historia del pasado reciente podemos
señalar que:

(i) La Historia reciente no es en modo alguno patrimonio del


campo académico argentino, sino que la producción de conoci-
miento sobre el pasado producida por historiadores profesio-
nales y por científicos sociales es disputada por otros actores
individuales y colectivos, que incluso en ocasiones instalaron
temas de investigación con notable anticipación.
(ii) La fijación de muchos trabajos en torno al trauma del terroris-
mo de Estado tiende a ocluir otras cesuras coetáneas o entre-
cruzadas con esa, estando aún pendiente una inscripción de los
procesos en el marco de una matriz temporal de la Historia del
tiempo presente, aspecto sobre el cual difícilmente se llegue a
un acuerdo académico.

44  Daniel Lvovich. «Historia reciente de pasados traumáticos. De los fascismos y colaboracionismos
europeos a la historia de la última dictadura argentina» en Marina Franco; Florencia Levín (comps.).
Historia reciente…, op. cit., p. 119.
45  Mattei Dogan. «Las nuevas Ciencias Sociales: grietas en las murallas de las disciplinas» en La
Iniciativa de Comunicación, 12 de enero de 2003, http://www.comminit.com/la/index.html.

· 62 ·
I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado reciente en el campo académico argentino

(iii) La definición de la Historia reciente no implica novedad histo-


riográfica en sentido estricto, ni epistemológica ni metodológi-
camente, más que en la aceptación por el campo académico de
las temáticas que aborda y de una reflexión más precisa sobre
los modos de su producción.

(iv) La Historia reciente puede plantearse como un campo o sub-


campo en formación, pero quizás mejor como una especialidad
construida alrededor de fenómenos y métodos determinados
en los que confluyen los historiadores con los más variados
cientistas sociales.

¿Por qué entonces insistimos en pensar la Historia reciente a partir de un


sintagma tan confuso y nos enfrascamos en pujas para dirimir a quién le
corresponde legitimidad en su producción? ¿Qué es lo que hace tan atrac-
tiva su práctica como para tornarla creciente y cada vez más redituable?
¿Cómo podemos, los que la cultivamos, justificar nuestra propio desempe-
ño disciplinar en un ámbito de definiciones y tensiones entrecruzadas?

En principio, estimo que la Historiografía sobre el pasado reciente nos


ha puesto nuevamente frente a la posibilidad de pensar el tiempo presente
como lenguaje de la historia, esto es, como gramática a partir de la cual se
reconoce y reconstruye el pasado tout court. Eso bastaría por sí solo para
validar nuestra dedicación y para suponer que el campo académico argen-
tino se vería beneficiado con una renovación de los debates sobre el estatu-
to epistemológico de la Historia y su relación con las Ciencias Sociales. De
allí también la riqueza de un debate teórico-metodológico que mi presen-
tación ha rehuido.

Pero a su vez, la Historia reciente nos ha permitido revisar y dar nuevos


horizontes a sus vínculos y diferencias con la memoria y la política. Nos
sentimos agentes de algo nuevo al conformar un espacio en el cual los in-
vestigadores tienen que asumir claramente las implicancias ético-políticas
de su trabajo. Podemos entrar en relación con diversos actores sociales pre-
ocupados por la elaboración de discursos sobre el pasado y controlar nues-
tras intervenciones en aras de la cientificidad que pretendemos defender.
Sabemos que nuestros inevitables juicios de valor deben ser no sólo habi-
litados sino también fundamentados y controlados por la producción de
un conocimiento metodológicamente orientado. Al fin y al cabo, pareciera
ser que si la Historia reciente tiene algo diferente de otras formas de hacer
Historia, es simplemente un plus de politicidad.

· 63 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luciano Alonso

Hace unos quince años, Sergio Bologna, al tratar sobre los enfoques his-
toriográficos relativos al nazismo, señalaba que la «cultura historiográfica
de hoy es una cultura académica y no hay nada más lejano de la “pasión
civil” que la llamada investigación universitaria»46. Quizás la Historia re-
ciente nos permita revertir ese alejamiento.

46  Sergio Bologna. Nazismo y clase obrera. 1933-1993. Madrid: Akal, 1999, p. 46.

· 64 ·
Por una Historia de la Historia reciente.
Propuestas para un programa de investigación

Hernán Apaza
Universidad Nacional del Litoral

Los problemas no se resuelven si se los sos-


laya, y en un mundo en crisis y en una cien-
cia en crisis, no hay forma de no mancharse
las manos.
Alberto J. Pla1

Hace ya más de diez años que, en el ambiente académico argentino,


Alejandro Cattaruzza desplegó su alegato «por una Historia de la Historia»
en un artículo que presentaba el trayecto recorrido por lo que se denomina
la Historia de la Historiografía; esto es, lo que tradicionalmente ha sido la
reflexión que los propios historiadores han realizado sobre su labor intelec-
tual que, en nuestros días, tiene la pretensión de alcanzar la autocomprensión
—objetivación, dirán algunos— de prácticas, lugares y discursos específi-
cos de los historiadores. Reconociendo los cambios experimentados en las
últimas décadas del siglo xx y sensiblemente influenciado por las derivas
de la Historiografía europea, Cattaruzza ponía a consideración de los in-
teresados en introducirse en el mundo de la Historia de la Historiografía,
diversos modos de construcción del objeto de pesquisa y de aproximación
a los mismos2.

1  Alberto Pla. La Historia y su método. Barcelona: Fontamara, 1980, p. 70


2  Nos referimos a «Entre el análisis de la producción académica y la Historia de la Historia. Un
debate sobre los objetos de estudio de la Historia de la Historiografía» en Anuario. Rosario: Escuela de
Historia, Universidad Nacional de Rosario, nº 17, 1995-1997, reproducido luego bajo el título «Por una
Historia de la Historia» en Alejandro Cattaruzza; Alejandro Eujanián. Políticas de la Historia, Argentina
1860-1960, Madrid; Buenos Aires: Alianza, 2003.

· 65 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

Hoy resulta aun más evidente la expansión del interés de aquellos inves-
tigadores dedicados a la Historia de la Historia, que actualmente comprende
inequívocamente a «productos intelectuales, discursos, ideas, imágenes,
instituciones, operaciones realizadas por el Estado a través de sus aparatos,
en particular el escolar»3. Este hecho ha contribuido a revalorizarla, a je-
rarquizarla. Y si bien son numerosos los trabajos sólidamente construidos
que pueden presentarse como evidencia del crecimiento de esta área, es
fácilmente identificable un vacío, una carencia. Nos referimos a la ausen-
cia de reflexiones disciplinarmente fundadas sobre los modos de produc-
ción de la Historiografía académica actual. Desde ya, resulta vital romper
el cerco —el sesgo— academicista y, consecuentemente, la pretensión del
monopolio de la producción de discursos legítimos sobre el pasado que
recurrentemente moviliza a los historiadores vinculados a universidades y
centros de investigación, para integrar estas producciones a otras narrati-
vas que circulan el espacio público. Pero lo cierto es que la situación de lo
que aquí denominaremos «campo historiográfico» requiere ser atendida.
Esta ausencia manifiesta un estado de cosas en el propio campo historio-
gráfico que hoy queremos que sea puesto en cuestión.

Ahora bien, en la incursión a aquellos «nuevos» territorios de explora-


ción —nuevos, no sólo porque fueran ignorados en el pasado, sino porque
entre estos nuevos temas también se presentan «viejos conocidos», revisi-
tados con el utillaje propio de la Historia de la Historiografía—, los histo-
riadores en Argentina han desplazado su atención hasta perder de vista
lo que aquí pretendemos situar en el centro de nuestra preocupación: la
operación historiográfica académica actual. Esto nos lleva, en consecuencia, a
identificar su estructura y dinámica, forzosamente afectadas por las vicisi-
tudes de la historia argentina reciente.

La ausencia de investigaciones sobre la Historia de la Historiografía


reciente y también algunas propuestas para la construcción de un objeto
cuya complejidad no queremos eludir, serán los temas que a lo largo de
estas páginas pretendemos desarrollar, no sin antes hacer una revisión del
proceso de diferenciación del área de estudios denominada Historia reciente
y, en el marco de éstos, aquellas producciones que han referido, de uno u
otro modo, a la historia de la Historiografía reciente.

3  Alejandro Cattaruzza. «Por una Historia…», op. cit., p. 195.

· 66 ·
I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de investigación

1. El corto y prolífico itinerario de la Historia reciente en Argentina

Saludablemente, de un tiempo a esta parte, los historiadores han em-


pezado a interesarse más decididamente en el estudio del pasado reciente.
Cuestionando los pruritos firmemente arraigados y sostenidos por reco-
nocidos historiadores durante considerable tiempo, una nueva generación
de historiadores, en fuerte vinculación con algunos historiadores y cien-
tistas sociales de reconocida trayectoria que ya lo venían haciendo, han
emprendido la tarea de construir un espacio diferenciado en el seno de la
Historiografía argentina: la Historia reciente. Nuevas cuestiones y proble-
máticas han sido incorporadas, pero también otras han quedado afuera.

En los márgenes de esta nueva zona de estudios, nos gustaría incorpo-


rar una pregunta más general que permita explicar los modos en los que se
institucionalizó nuestra disciplina en Argentina desde el proceso de nor-
malización abierto en 1982-1983, lo que permitiría a su vez preguntarnos
acerca del tipo de Historia que se produce en el seno de las instituciones
académicas, cuáles son las concepciones ideológicas y políticas dominan-
tes, qué conceptos y presupuestos se consideran legítimos, entre otras ca-
racterísticas de las condiciones de producción imperantes.

En esta nueva parcela que empieza a ser rastrillada, Historia Reciente,


producto colectivo dirigido por Florencia Levín y Marina Franco, presenta
el estado de las investigaciones en la materia de los últimos años en nues-
tro país, lo que la convierte en una obra de referencia. En su epígrafe hay
toda una definición: se trata de un verdadero campo en construcción, «con
problemáticas específicas y propias»4. Se trata, efectivamente, de un cam-
po en construcción, que se traduce en el espacio configurado a partir de una
red de relaciones académicas específicas a nivel nacional; relaciones que
encuentran su materialización en una serie de publicaciones especializa-
das de aparición periódica5, instituciones y centros de diversa índole —de
investigación y/o documentación— que albergan, entre otros, equipos de-
dicados a investigar el pasado reciente6, encuentros, jornadas y congresos

4  Marina Franco; Florencia Levín. «Introducción» en Marina Franco; Florencia Levín. Historia
reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Buenos Aires: Paidós, 2007, p. 15, nota 1.
5  Los artículos dedicados a la temática pueden ser encontrados en revistas que exceden temáti-
camente a la Historia reciente. Sin embargo, existe una innumerable cantidad de publicaciones que es-
pecíficamente tratan temas de historia reciente. Nos remitimos a la lista de «publicaciones periódicas»
disponibles en la Biblioteca de la Comisión Provincial por la Memoria, de Buenos Aires, cuya sede está
en la ciudad de La Plata. Disponible en Internet en http://www.comisionporlamemoria.org/bibliote-
ca_listadopublicaciones.htm.
6  Entre otras, podemos destacar: Escuela de Historia/Centro Latinoamericano de Investigacio-
nes en Historia Oral y Social (clihos), Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de
Rosario; cish (Centro de Investigaciones Socio-Históricas), Facultad de Humanidades y Ciencias de

· 67 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

dedicados a problemáticas específicas7, y hasta espacios de formación en


la materia8.
La naturaleza de las problemáticas abordadas —no sólo en la publi-
cación referida que nos ocupa en este apartado, sino en los congresos y
jornadas mencionados— determina que la red de relaciones académicas
incluya también a agentes no académicos: instituciones públicas, estatales,
organizaciones de la sociedad civil, tanto nacionales como internacionales,
lo que condiciona el desarrollo de este campo, pero de ninguna manera le
quita autonomía al proceso de su constitución como espacio académico
específico. ¿Cómo se refleja este proceso en el libro de Franco y Levín?

De acuerdo a lo presentado por las compiladoras, se puede identificar


un doble movimiento de ruptura y/o diferenciación. Por un lado, hacia el
interior del campo historiográfico académico, en el que los agentes dedica-
dos a la investigación del pasado cercano debieron luchar por el reconoci-
miento de las problemáticas abordadas y, en consecuencia, por su propia
legitimidad en tanto sujetos con capacidad para generar efectos en este es-
pacio por medio de prácticas específicas. Como indican las autoras en la
Introducción:

«[…] este volumen ha sido concebido desde la necesidad de construir un espacio


de legitimidad para la práctica de la Historia reciente, en particular dentro de la

la Educación, Universidad Nacional de La Plata; Centro de Estudios Sociales Interdisciplinarios del


Litoral (cesil), Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral; Instituto del
Desarrollo Humano, Universidad Nacional de General Sarmiento; CeDInCI. (Centro de Documenta-
ción e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina); ahora. (Asociación de Historia Oral de
la República Argentina); Asociación Civil Memoria Abierta; Comisión Provincial por la Memoria de la
Provincia de Buenos Aires; Departamento de Historia, Sede Trelew de la Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de la Patagonia; Grupo Historia, género y política en los se-
tenta; Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, uba; Programa
de Historia Oral, Facultad de Filosofía y Letras, uba; riehr. Red Interdisciplinaria de Estudios sobre
Historia Reciente, Núcleo Memoria, Instituto de Desarrollo Económico y Social (ides).
7  Son numerosos los encuentros que pueden ser enumerados dedicados a tratar temas de Historia
reciente, a partir del crecimiento de las distintas mesas temáticas y paneles en congresos y jornadas
abocados a cuestiones más diversas. Entre todos, destacamos la centralidad que cobran las «Jornadas de
Trabajo sobre Historia Reciente», cuya primera edición se realizó en la Facultad de Humanidades y Artes
de la Universidad Nacional de Rosario en el año 2003. Tal vez sea éste el encuentro más representativo,
en el que confluyen promotores y cultores de la Historia reciente. El aumento exponencial de la Histo-
ria reciente se evidencia también en los espacios cada vez mayores que ha ido ocupando desde el año
2001 en las Jornadas Interescuelas y Departamentos de Historia.
8  No sólo existen seminarios de maestría y doctorado dedicados a la materia, sino también una
titulación de Posgrado. Nos referimos a la Maestría en Historia y Memoria, coorganizada por la Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata y por la Comisión
Provincial por la Memoria, de la provincia de Buenos Aires. La misma está «[…] dirigida a aquellos
graduados universitarios que deseen complementar su formación de grado con una profundización
teórica y metodológica para abordar el estudio sobre la memoria colectiva y de la Historia reciente
de manera de generar y promover prácticas concretas en la investigación que se expresen los trabajos
de tesis que, a modo de evaluación final de los futuros magisters, aborden la problemática específica»
[Disponible en Internet en: http://www.comisionporlamemoria.org/maestria.htm].

· 68 ·
I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de investigación

Historiografía, afirmando al pasado cercano como un objeto de pleno derecho a


esa disciplina. Este objetivo particular que nos impulsa proviene de las dificul-
tades y resistencias que el abordaje del pasado cercano ha encontrado entre los
historiadores […]»9

Esta disputa llevaba implícita la puesta en discusión sobre la delimita-


ción del ámbito de los problemas legítimos, las metodologías y las teorías
que pueden considerarse válidas hacia el interior del campo historiográ-
fico académico. Este espacio está estructurado a partir de la disputa en
torno a lo que podemos denominar la autoridad historiográfica, que concede
la posibilidad de imponer la definición y límites a la práctica historiográfica
legítima.
Por otro lado (y aquí es donde identificamos el proceso que nos permite
hablar de doble ruptura), entre los cultores de esta incipiente disciplina
—con esto no se quiere decir que con anterioridad no hubieran cientis-
tas sociales dedicados al estudio del pasado reciente—10, se produjeron
debates en torno a los problemas específicos y la validez de propuestas
teórico-metodológicas en el marco de este campo en construcción. El he-
cho de adoptar la denominación de Historia reciente, con las implicancias
disciplinares que esto conlleva, ya se presenta como una batalla ganada
por aquellos que la impulsaron, en contraposición a otras denominaciones
propuestas: Historia del tiempo presente, Historia muy contemporánea, Historia
de nuestros tiempos, Historia inmediata, Historia vivida, Historia actual…, todas
éstas mencionadas por las compiladoras11. De este modo, se puede inferir
que esta publicación se presenta como una propuesta que pretende inscri-
birse como dominante en el campo de la Historia reciente (con las tensio-
nes e indefiniciones que puedan encontrarse a lo largo de sus páginas):

«[…] El libro ha sido concebido como un todo integrado, a partir de una mirada
global que pretende abordar de manera sistemática e interrelacionada algunos
aspectos esenciales para la investigación sobre el pasado cercano. El lector no en-
contrará temas ni discusiones cerradas, sino más bien una serie de herramientas
para el debate o, de otro modo, una agenda de problemas específicos que requieren ser
retomados, revisados y rediscutidos en profundidad.»12

El libro consta de tres partes. En la primera, se abordan cuestiones con-


ceptuales y propiamente historiográficas; la segunda parte está dedicada a
«aspectos políticos, éticos y metodológicos»; finalmente, la tercera parte se
9  Marina Franco; Florencia Levín. «Introducción», op. cit., pp. 17-18.
10  En este sentido, coincidimos con Luciano Alonso. «Sobre la existencia de la Historia reciente co-
mo disciplina académica. Reflexiones en torno a Historia reciente. Perspectivas y desafíos de un campo
en construcción» en Marina Franco; Florencia Levín (comps.). Prohistoria, Rosario: primavera de 2007,
pp. 191-204, nº 11, especialmente, p. 200.
11  Marina Franco; Florencia Levín. «Introducción», op. cit., p. 32.
12  Ibídem, p. 17, el destacado me pertenece.

· 69 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

titula «Historia reciente y sociedad», en el que de alguna manera se abor-


dan temáticas vinculadas a los usos públicos de la Historia. En cada una
de ellas intervienen cientistas sociales13 (y no sólo historiadores, lo que da
cuenta de la necesaria interdisciplinariedad en la construcción del conoci-
miento sobre el pasado reciente) con distintos grados de inserción acadé-
mica e institucional. En este sentido, explícitamente se hace una distinción
entre «la Historia reciente como objeto de estudio que compete a múltiples
campos de investigación […] y la Historia reciente como un campo de estudios
específicamente historiográfico, que interpela nociones y convoca debates que son
propios de esa disciplina»14.

La agregación de autores y temáticas trabajadas le imprimen a esta pro-


puesta un fuerte sentido de totalidad. Y por ello, la forma en la que el libro
ha sido elaborado, da la pauta de su finalidad: la constitución de un canon en
torno a la Historiografía dedicada al pasado reciente en tanto campo de estudios
(en el sentido aludido en la cita anterior). El libro asume un gesto funda-
cional o, quizás, se entiende más como el cierre al proceso de demarcación
de un espacio específico, algunas de cuyas regiones se superponen con el
campo historiográfico académico, pero lo exceden; un proceso que si bien
no se ha cerrado ni mucho menos, sí nos habilita a identificar el campo
particular de la Historia reciente.

Llegado a este punto, deseo dirigir la atención hacia uno de los capítulos
del libro, escrito por Hilda Sábato15, a partir del cual realizaré una inter-
vención vinculada a la identificación de lo que asumo como una ausencia
en materia historiográfica y de la que Saberes y pasiones… es un claro sínto-
ma: salvo puntuales y escasos aportes, no existen estudios sistemáticos y
profundos sobre la construcción y consolidación del campo historiográfico
académico en la Argentina posdictatorial o, formulado en otros términos,
una Historia de la Historiografía reciente en la Argentina.

Las expresiones de la historiadora vertidas en esta intervención, si bien


refieren a consideraciones generales sobre la Historia reciente, son apli-
cables también a la Historia de la Historiografía reciente y testimonian el
estado de los estudios en este campo:

13  Entre los autores que participan de esta publicación, de acuerdo a su titulación, encontramos seis
historiadores (Vera Carnovale, Marina Franco, Florencia Levín, Daniel Lvovich, Roberto Pittaluga e
Hilda Sábato), dos antropólogos culturales (Ludmila da Silva Catela y Sergio Visacovsky), una sociólo-
ga (Elizabeth Jelin), un cientista político (Enzo Traverso), una investigadora proveniente del campo de
la educación (Silvia Finocchio) y un investigador del área de la Comunicación (Alejandro Kaufman).
14  Marina Franco; Florencia Levín. «Introducción», op. cit., p. 18, el destacado me pertenece.
15  Hilda Sábato. «Saberes y pasiones del historiador. Apuntes en primera persona», op. cit., pp.
221-233.

· 70 ·
I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de investigación

«En el caso argentino, a los problemas que en general plantea la Historia reciente
se agrega la carga traumática de un pasado cercano que ha afectado de manera
directa a muchos de quienes podríamos hoy dedicarnos a estudiarlo»16.

Y más explícitamente:

«[…] algunos de nosotros hemos optado por incursionar en el pasado de la dic-


tadura a través de intervenciones políticas más que de operaciones estrictamente
historiográficas […].»
«He evitado así cualquier pretensión de hacer Historia reciente en sentido estric-
to, no porque intente sortear las aristas dolorosas que implica la revisión crítica
de un pasado en el que estoy involucrada, sino porque quiero hacer esa revisión
en primera persona.»17

He aquí la cuestión: la producción de conocimiento historiográfico en


torno al proceso de constitución y consolidación de un campo historio-
gráfico académico en la Argentina posdictatorial asumió una modalidad
de intervención entre los historiadores que, en la mayoría de los casos, no
supera los límites del territorio de las memorias, condición que no implica
que deban ser desechadas, sino la necesidad de incorporarlas a la investi-
gación, pero bajo otro status.

2. Materiales de construcción

La Historia de la Historiografía tibiamente ha empezado a interesarse


por el proceso que se inicia con los movimientos de supervivencia de las
Ciencias Sociales durante el período de terrorismo de Estado, iniciado ya
en 1974. Y si bien lo hecho hasta el momento no alcanza para considerarlo
como un campo de estudios diferenciado, por lo menos existe un cuerpo
de trabajos de diferente tenor que no pueden ser soslayados por aquel que
se interese en la materia.

En una primera instancia, en un texto que pretendió convertirse en la


forma canónica de analizar esta temática, Luis Alberto Romero presentó
una narrativa del proceso de lo que en dicha comunicación (una ponencia
presentada en las Jornadas de Interescuelas de Montevideo de 1995), deno-
mina la «construcción del campo profesional de la Historia»18. Escrito en
primera persona, el texto está a caballo entre un relato meramente testimo-
nial y un abordaje académico; aunque el tono que prime sea este último,

16  Ibídem, p. 226.


17  Ibídem, pp. 226-227, el destacado me pertenece.
18  Luis Alberto Romero. «La Historiografía argentina en la democracia: los problemas de la cons-
trucción de un campo profesional» en Entrepasados. Revista de Historia. Buenos Aires, nº 10, 1996.

· 71 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

es evidente la preocupación por legitimar el «proceso de construcción del


campo profesional de la historia», del que el autor ha formado parte.

Antes que Romero, otras intervenciones habían abierto ya el debate


en torno a los modos de hacer la Historia en la Argentina19. Estos textos
constituyen una serie de intervenciones que si bien se inscriben en la re-
flexión de los propios agentes, en ellos se encuentra un intento de objeti-
vación del proceso y de sus resultados, aunque quede manifiesta la ausen-
cia del recurso a fuentes documentales para sostener la argumentación.
Correlativamente aparecieron obras en las que noveles historiadores entre-
vistaron a investigadores consagrados que, entre otras cosas, se refirieron
a la problemática que aquí nos ocupa20. No es inexacto si situamos a estos
tratamientos preferentemente en el territorio de la memoria.

Asimismo, a partir de inquietudes propiamente historiográficas, surgie-


ron una serie de indagaciones que pusieron el foco en la década del ochen-
ta y el desarrollo de la Historiografía local. Entre ellos, podemos mencionar
a «Las revistas de Historia en la Argentina durante la década de los ochen-
ta», de Nora Pagano y Pablo Buchbinder21, incluida en una obra colectiva
de Historiografía. Los autores se preocuparon por identificar las tenden-
cias dominantes de la producción historiográfica, a partir del trabajo sobre
distintas revistas de Historia del período vinculadas a instituciones univer-
sitarias y académicas. Este estudio permite visualizar el grado de actividad
historiográfica en distintas instituciones.

La publicación del libro Historiografía Argentina: la década de 1980, de


Biagini, Clementi y Bou, en 199622, se ubica entre los intentos por dar cuen-
ta del estado del campo a través del análisis de la producción historiográfi-
ca. Para ello, recurrieron a un relevamiento bibliográfico abigarrado, entre
19  Ema Cibotti. «El aporte en la Historiografía argentina de una generación ausente, 1983-1993»
en Entrepasados. Buenos Aires, nº 4/5, 1993; Roy Hora; Javier Trímboli. «Las virtudes del parricidio
en Historiografía» en Entrepasados. Buenos Aires, nº 6, 1994; Eduardo Sartelli. «Tres expresiones de
una crisis y una tesis olvidada» en Razón y Revolución, Teoría, Historia, Política. nº 1, otoño de 1995; Hil-
da Sábato. «Sobrevivir en dictadura: las Ciencias Sociales y la «Universidad de las catacumbas»» en
Hugo Quiroga; César Tcach (comps.). A veinte años del golpe. Con memoria democrática. Rosario: Homo
Sapiens, 1996.
20  Diego Armus; Mauricio Tenorio Trillo. «Halperín en Berkeley. Latinoamérica, Historiografías
y mundillos académicos» en Entrepasado. Buenos Aires, nº 6, 1994; Roy Hora; Javier Trímboli. Pensar la
Argentina. Los historiadores hablan de historia y política. Buenos Aires: El cielo por asalto, 1994; Alejandro
Herrero; Fabián Herrero. Las ideas y sus historiadores. Un fragmento del campo intelectual en los años no-
venta. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 1996.
21  Nora Pagano; Pablo Buchbinder. «Las revistas de historia en la Argentina durante la década de
los ochenta» en Fernando Devoto (comp.). La Historiografía Argentina en el siglo xx. Buenos Aires, Cen-
tro Editor de América Latina, 1994, tomo II.
22  Hugo Biagini; Hebe Clementi; Marilú Bou. Historiografía argentina: la década de 1980. Buenos
Aires: Editores de América Latina, 1996.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de investigación

cronologías, diccionarios e indizaciones, y libros editados durante el perío-


do en cuestión, divididos a partir de un criterio temático (obras integrales,
el régimen colonial, de la independencia a la caída de Irigoyen, y golpes de
Estado y redemocratización). Tanto en el artículo de Pagano y Buchbinder
como en la obra de Biagini, Clementi y Bou, se dedica un anexo para co-
mentar la reunión del Comité Internacional de Ciencias Históricas, Comité
Argentino, realizada en Paraná, los días 19 y 20 de agosto de 1988.

Más próximo a nuestros días, Daniel Campione dedica un capítulo de


su Argentina. La Escritura de su Historia a la Nueva Historia o Historia social23.
Finalmente, Nora Pagano ha incursionado en la situación de las Ciencias
Sociales en la Argentina (entre ellas, la Historia) en un trabajo incorpora-
do a la publicación La Historiografía académica y la Historiografía militante en
Argentina y Uruguay: se trata de «Las Ciencias Sociales durante la dictadura
argentina (1976-1981)»24. En cada uno de estos trabajos pueden apreciar-
se un abordaje de tipo institucional y otro más vinculado a una clásica
Historia de las ideas; en el mejor de los casos se produce una doble aproxi-
mación que enriquece notablemente la lectura.

Entre estos textos, dos cosas son las que más llaman nuestra atención: en
primer lugar, en el libro de Biagini, Clementi y Bou es claro que los autores
no operan con el vector diferencial dominante actual que determina qué obras
están dentro del campo historiográfico y cuáles no (y correlativamente, sus
productores). Es justamente el origen de dicho vector el que pretendemos
historizar cuando abogamos por una Historia de la Historiografía recien-
te; por otro lado, Campione narra el período en el cual el grupo que él
identifica con la posición historiográfica dominante durante los ochenta y
noventa, se posicionó favorablemente a la salida del régimen de terror de
Estado. Sin embargo, más allá de alguna aseveración al respecto, no aporta
pruebas que expliquen cómo y porqué se constituyeron en dominantes. La
obra se resiente debido a la falta de fuentes documentales que respalden
la narrativa.

Un abordaje original se destaca en el artículo de Omar Acha y Paula


Halperin «Retorno a la democracia liberal y legitimación del saber: el ima-
ginario dominante de la Historiografía argentina (1983-1999)»25, en el que

23  Daniel Campione. Argentina. La escritura de su historia. Buenos Aires: Centro Cultural de la Co-
operación, 2002, pp. 109-148.
24  Nora Pagano. «Las Ciencias Sociales durante la dictadura argentina (1976-1981)» en Fernando
Devoto; Nora Pagano. La Historiografía académica y la Historiografía militante en la Argentina. Buenos
Aires Biblos, 2004, pp. 159-169.
25  José Omar Acha; Paula Halperin. «Retorno a la democracia liberal y legitimación del saber: el
imaginario dominante de la Historiografía argentina (1983-1999)» Prohistoria. Rosario, nº 3, 1999.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

proponen analizar la práctica historiográfica dominante en la Argentina


posdictatorial a la luz de las concepciones epistemológicas y, por tanto,
políticas que subyacen en ella. En su trabajo recurren al análisis de diversas
publicaciones (artículos, ponencias y presentaciones en congresos) produ-
cidos especialmente durante la década del noventa. Una vez más, se iden-
tifica a la transición democrática como el momento fundante de los modos
de producción historiográficos de nuestro país.

Más allá de los trabajos enumerados, ha sido muy poco el interés que
ha despertado el estudio de las condiciones sociales para la emergencia
del campo historiográfico, constituido a partir de las instituciones univer-
sitarias o académicas sui generis, algo que queda claro si se repasa el esca-
so cuerpo de trabajos disciplinarmente fundados que permitan constatar
aquello que hasta el momento puede estar constituido sólo por un conjun-
to de percepciones, asociadas en mayor o menor medida a la narrativa con
la que abríamos nuestra exposición en este apartado.

Es en este espacio en el que encontramos una vacancia o, en todo caso,


la problemática que la escasa bibliografía producida en los últimos años no
alcanza a tematizar: el proceso (académico sí, pero también político) de la
construcción del campo historiográfico académico.

3. Derivas de la Historiografía argentina posdictatorial: hipótesis


y problemas de investigación

Durante la última etapa del régimen de terror implantado en Argentina,


distintos agentes, intelectuales y políticos, iniciaron un trabajo de prefigu-
ración del proceso de democratización de la sociedad e instituciones. La
necesidad de elaborar un diagnóstico de la situación en la que se encon-
traban las instituciones dependientes del Estado incluyó, entre otras, a las
universitarias y correlativamente se evidenció la necesidad de establecer
los escenarios posibles para el desarrollo de dichas instituciones en el mar-
co de una democratización que para 1982 se veía sino como inminente, por
lo menos próxima en el tiempo, producto de la licuación de la legitimidad
del régimen cívico-militar y la aceleración de su crisis en la posguerra de
Malvinas.

Académicos e investigadores, entre ellos los historiadores, no quedaron


al margen. Uno de estos grupos —que en sus años de formación e incluso
durante sus primeros años como docentes e investigadores habían pasado
por las aulas de las universidades nacionales— participó activamente en la

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de investigación

elaboración de una agenda en la que se incorporaron todos aquellos puntos


que consideraron prioritarios para el desarrollo de las actividades historio-
gráficas en nuestro país, en el marco de unas instituciones cuyo estado se
asemejaba tal vez a las de los años previos a la Reforma Universitaria de
1918. Estos historiadores, que para aquel entonces se habían nucleado en
centros privados de investigación, como consecuencia de haber sido —en
su gran mayoría— obligados a retirarse de las universidades con anteriori-
dad o durante el mismo período dictatorial, continuaron desarrollando sus
investigaciones en aquellos espacios académicos que no solo constituían
nichos de producción y circulación de bienes intelectuales, sino que tam-
bién se convertían necesariamente en ámbitos de sociabilidad, producto de
la colonización y asfixia del espacio público por las fuerzas represivas.

Esta experiencia, sumada a la de aquellos que tuvieron la posibilidad


de continuar sus estudios de posgrado en el exterior, contribuyeron a con-
formar una visión particular acerca de los modos de hacer historia, esto es,
de la profunda inherencia entre ciertos modos de escribir la Historia y la
existencia de una estructura que contuviera y posibilitara dichas prácticas
en la medida de las austeras condiciones locales.

Asimismo, la conformación de una visión común de las necesidades de la


Historiografía argentina coincidía en el posicionamiento político-ideológico
que estos sectores mantuvieron, fraguados en el clima impuesto por el te-
rror de Estado. En este grupo caló hondo la redefinición de la noción de
democracia, lo que reconfiguró el horizonte de expectativas y correlativa-
mente las percepciones que se tenían del espacio político, de sus interlo-
cutores válidos y, por supuesto, del tenor de la participación, en tanto in-
telectuales, en la aproximación a otros sectores que también hacían suya la
bandera de la democratización. Una y otra redefinición darían cuenta de los
(re)posicionamientos y de la participación que diversos agentes tuvieron
en el proceso de normalización de las universidades nacionales —y de las
instituciones estatales en general— en las cuales ocuparon posiciones más
o menos relevantes.

En este sentido, nos interesa encontrar una respuesta fundada y satis-


factoria para algunos interrogantes: ¿cómo estaba constituido el elenco de
cuadros académicos que ocuparon los cargos más relevantes en el proceso
de normalización institucional de inicios de la década del ochenta?; ¿quién
o quiénes y con qué criterios nombraban a aquellos que primero ocupa-
ron las cátedras en las carreras de Historia?; ¿qué características poseían
estos primeros planteles docentes?; ¿fueron los mismos que ocuparon los
institutos de investigación y comités editoriales de las publicaciones pe-

· 75 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

riódicas editadas durante este período?; ¿puede establecerse alguna línea


de continuidad entre aquellos investigadores de los centros privados y es-
tos historiadores?; ¿por qué se profesionalizó la Historiografía?; ¿de dón-
de surgió esta corriente «profesionalista»?; ¿qué influencias, tradiciones o
modelos retoma, reclama o reivindica?; ¿es verificable esta continuidad y/o
pertenencia?

Actualmente, como intentamos demostrar aquí, ninguna de ellas ocupa


un lugar central entre los intereses y preocupaciones de los historiadores
dedicados a la Historia reciente —o en todo caso, no en los términos en los
que lo consideramos necesario— a la luz de las proposiciones contenidas
en el artículo de Sábato, incluido en la obra colectiva compilada por Franco
y Levín. Mi intervención, por tanto, se presenta como una apología por la
Historia de la Historiografía reciente, con el convencimiento de la impor-
tancia que tiene el estudio sistemático y crítico del espacio de producción
historiográfica en Argentina, objeto de preocupación que de ningún modo
resulta un capítulo menor de nuestra historia reciente.

4. Otras voces, otros ámbitos

A partir de una serie bastante heterogénea de producciones académicas,


pueden extraerse datos, cronologías y materiales diversos que contribuyen
a dar cuerpo a lo que aquí propongo como objeto de interés. No voy a dete-
nerme en una crítica y valoración de cada una de las mismas; simplemente
enumeraré aquellas que considero que realizan aportes a nuestro estudio.

En primer lugar, deben ser destacadas las publicaciones referidas al


desarrollo de la ciencia y tecnología en la Argentina, entre las que se en-
cuentra el volumen La Política de investigación científica y tecnológica argen-
tina. Historia y perspectivas, bajo la dirección de Enrique Oteiza, en el que
se privilegiaron dos aspectos fundamentales: «[…] cómo se conformó a lo
largo del tiempo el Complejo Científico Tecnológico […] y el proceso de
institucionalización de las actividades científicas y tecnológicas»26. En este
marco y con esta perspectiva particular, en el libro se presenta un capí-
tulo dedicado específicamente al desarrollo de las Ciencias Sociales en la
Argentina que brinda valiosos elementos para recomponer el estado de

26  Enrique Oteiza (dir.). La Política de investigación científica y tecnológica argentina. Historia y perspec-
tivas. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1992, pp. 17-18

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de investigación

las mismas durante la segunda mitad del siglo xx (puntualmente, entre los
años 1955 y 1989)27.

Más recientemente, esta serie de producciones ha continuado fructifi-


cando hasta concretar el campo de los «Estudios Sociales de la Ciencia»,
producidos en Argentina fundamentalmente por investigadores nucleados
en la Universidad Nacional de Quilmes, de los que podemos recuperar no
sólo los resultados de sus investigaciones, sino las mismas preguntas que
las animan28.

También una serie de artículos, publicados en revistas especializadas,


dirigen su mirada a las características que asumió el desarrollo de las
Ciencias Sociales bajo el terrorismo de Estado, concentrando su atención
tanto en disciplinas en particular como en las Ciencias Sociales en general.
Entre ellos, se destaca un artículo de Norma Giarraca29.

Más recientemente y desde otra óptica, distintas publicaciones dieron


cabida en sus páginas al estudio de los alcances de la represión estatal y
paraestatal en el campo cultural. Un golpe a los libros. Represión a la cultura
durante la última dictadura militar, de Hernán Invernizzi y Judith Gociol y
Los libros son tuyos. Política, académicos y militares: la dictadura en eudeba, del
propio Invernizzi30 se inscriben en otro campo de interés muy diferente al
nuestro, pero en ellos también podemos encontrar aportes que contribuyen
a reconstruir una visión lo más amplia y completa posible del proceso que
proponemos estudiar.

Si nos adentramos en los estudios sobre los efectos del terror en las ins-
tituciones universitarias, resulta de indispensable consulta el aporte que
realizan desde los estudios de la Historia de la educación los volúmenes
de Dictadura y Educación, obra colectiva dirigida por Carolina Kaufmann31.
Finalmente, obras de diversa factura y procedencia —que dan cuenta de

27  Hebe Vessuri. «Las ciencias sociales en la Argentina: diagnóstico y perspectivas» en Enrique
Oteiza (dir.). La Política de investigación científica y tecnológica …, op. cit.; pp. 339-363. También, ver Enri-
que Oteiza; Hebe Vessuri. Estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Buenos Aires: ceal, 1993.
28  Cfr., Pablo Kreimer; Hernán Thomas y otros. Producción y uso social de conocimientos. Estudios de
Sociología de la ciencia y la tecnología en América Latina. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes,
2004. Ver también los distintos números de la revista Redes, editada por la misma universidad.
29  Norma Giarraca. «Algunas reflexiones sobre las ciencias sociales y la investigación en los espa-
cios académicos públicos» en Sociedad. Buenos Aires, nº 1, 1992, pp. 157-166.
30  H. Invernizzi; J. Gociol. Un golpe a los libros. Represión a la cultura durante la última dictadura mili-
tar. Buenos Aires: eudeba, 2003. Hernán Invernizzi. «Los libros son tuyos». Política, académicos y militares:
la dictadura en Eudeba. Buenos Aires: eudeba, 2005.
31  Carolina Kaufmann. Dictadura y Educación. Tomo I. Universidad y grupos académicos argentinos
(1976-1983). Buenos Aires: Ed. Miño y Dávila; 2001. Dictadura y Educación, tomo 2 «Depuraciones y vigi-
lancia en las Universidades Nacionales Argentinas». Buenos Aires: Ed. Miño y Dávila, 2003.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

las derivas políticas e intelectuales seguidas por los cientistas sociales e


intelectuales en general durante las décadas del setenta y del ochenta—
permiten reconstruir trayectorias individuales y colectivas, inscripciones
institucionales que también son funcionales a nuestro proyecto. Me refiero
a Usos de la transición a la democracia (2003), de Cecilia Lesgart y Los grams-
cianos argentinos (2004), de Raúl Burgos, entre otras32.

5. Esbozo de un programa de investigación en Historia de la


Historiografía reciente

Hay que ver en grande, si no ¿de qué sirve


la Historia?
Fernand Braudel33

Llegados a este punto, me gustaría presentar algunos lineamientos para


el desarrollo de una Historia de la Historiografía reciente, que concentre
sus esfuerzos en un objeto que llamo campo historiográfico académico pos-
dictatorial. Esta denominación claramente remite a los postulados teóricos
de Pierre Bourdieu, pero como hemos intentado precisar a lo largo de este
trabajo, no se agota allí la propuesta, sino que los postulados teórico-me-
todológicos del intelectual francés sólo son el punto de partida. Este inicio
implica reconocer la existencia de un espacio socialmente diferenciado, con
reglas de funcionamiento propias, relativamente autónomo, en el que se
produce y reproduce no sólo el conocimiento en torno a la historia argentina
sino también en el que se constituyen los mismos agentes —los historiado-
res—, que luchan por la autoridad historiográfica, que concede la posibilidad
de imponer la definición de Historia, que lleva implícita la delimitación
del campo de los problemas legítimos, las metodologías y las teorías que
pueden considerarse válidas.

Este espacio está estructurado por las relaciones sociales de producción


historiográfica, que se objetivizan de manera muy concreta a través de una
serie de publicaciones especializadas de aparición periódica, centros de es-
tudio, congresos, específicas instancias de consagración (academias, maes-
trías y posgrados, premios, títulos honoris causa, etc.), un sistema de becas
y —lo que no constituye una característica privativa de este período histó-
rico— establecimientos como las universidades nacionales, dedicadas a la
32  Cecilia Lesgart. Usos de la transición a la democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ochenta.
Rosario: Homo Sapiens, 2003. Raúl Burgos. Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia
de Pasado y Presente. Buenos Aires: Siglo xxi, 2004.
33  Carta de F. Braudel, Mayence, 15 de febrero de 1941 en Fernand Braudel. Las ambiciones de la
Historia. Barcelona: Crítica, 2002, p. 7.

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I. EL TIEMPO PRESENTE COMO OBJETO HISTORIOGRÁFICO
Por una Historia de la Historia reciente. Propuestas para un programa de investigación

generación de titulados en Historia —pero también de otras disciplinas—,


productores y reproductores del conocimiento historiográfico. No puede
desconocerse, asimismo, el papel asumido por los centros privados de in-
vestigación, de la circulación internacional de investigadores —en muchos
casos, producto del exilio político, pero también de estadías de formación
en el extranjero— y de los circuitos editoriales de divulgación del cono-
cimiento histórico, que trascienden las fronteras nacionales. Por lo tanto,
para conocer su historia, su proceso de construcción y consolidación, es
preciso investigar su institucionalización, identificar los distintos momentos
en los que se fueron estableciendo las condiciones de posibilidad para la
reproducción de estas relaciones particulares.

Nuestro programa requiere entonces de la incorporación de todos aque-


llos resultados de investigaciones de disciplinas y campos de conocimiento
heterogéneos, que abonen a comprender la complejidad de un proceso cuya
dinámica es, pensamos, inasible si no se construye un modelo que se nutra
de todos los aportes que las Ciencias Sociales en su conjunto están en condi-
ciones de realizar34. Aquí pensamos en las contribuciones de las diferentes
áreas de conocimiento historiográfico: la Historia intelectual35, la Historia
de las universidades36, la Historia del campo editorial37, la Historia oral
y los aportes del campo de la memoria38, entre otras; también, es funda-
mental recepcionar los resultados de los Estudios Antropológicos39, de la
Sociología de la Cultura, los Estudios Sociales de la Ciencia, las investiga-
ciones sobre políticas universitarias, el desarrollo de otras Ciencias Sociales
en la Argentina de los últimos treinta años, la incorporación del estudio
del movimiento estudiantil universitario. Y requiere también el reconoci-
miento de que el trabajo historiográfico, como toda obra que pretenda ser
sólida y profunda en sus alcances, es necesariamente un trabajo colectivo,

34  No enumeramos exhaustivamente las producciones de los distintos campos de conocimiento,


sino simplemente mencionaremos algunas pocas obras de referencia.
35  Cfr. los artículos de Charles Lemert, Martín Jay y Fritz Ringer, en la sección «Argumentos» de la
revista Prismas. Buenos Aires, nº 10, Universidad Nacional de Quilmes, 2006. Véase también Anthony
Grafton. «La historia de las ideas. Preceptos y prácticas, 1950-2000 y más allá», en Prismas, nº 11, pp.
123-148.
36  Esta es un área de conocimientos que recién está siendo empezada a ser desarrollada. Al ya
citado Universidad y Dictadura, de Carolina Kaufmann (directora), puede agregarse la Historia de las
Universidades Argentinas, de Pablo Buchbinder, Buenos Aires: Sudamericana, 2005.
37  Entre otros, pueden consultarse: Mónica Bueno; Miguel Ángel Taroncher (coords.). Centro Editor
de América Latina, Capítulos para una historia. Buenos Aires, Siglo xxi, 2006; José Luis de Diego. Editores y
políticas editoriales en Argentina 1880-2000, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006.
38  En este sentido, las producciones de historiadores que fueran reseñadas anteriormente pueden
ser restituidas en su valor historiográfico a partir de su reconocimiento en tanto que memorias.
39  Para poner sólo un ejemplo, destacamos los artículos contenidos en Gérard Althabe; Félix Gus-
tavo Schuster (comps.). Antropología del Presente. Buenos Aires: Edicial, 1999.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hernán Apaza

que no puede ser realizado por un solo investigador ni una sola disciplina,
en espléndido aislamiento.
Como puede verse, es rica y profunda la trama de la que puede nutrirse
la construcción de un objeto de estudio por el que aquí abogo. Esta nece-
sidad se corresponde con la recuperación de una perspectiva con la clara
pretensión de construir una totalidad. Integridad que nuestra propuesta
pretende restituir a la mirada propia de la Historia de la Historiografía.
Y si bien puede resultar a priori conflictivo incorporar conocimientos, da-
tos, testimonios, que fueron producidos a partir de marcos epistemológi-
cos diversos —y en algunos casos, tal vez, contradictorios—, consideramos
apropiado asumir como modelo a las operaciones que lleva adelante la
Sociología histórica en el tratamiento de sus diversas fuentes y recursos,
para la construcción de un relato que los amalgame. Salvando las obvias
distancias entre el objeto, técnicas y métodos específicos de la Sociología
histórica, consideramos sugestiva su propuesta metodológica, cuya vali-
dez aquí sólo podemos poner a consideración, como una invitación a su
exploración y puesta a prueba —que incluyen, inevitablemente, errores
que permitan avanzar sobre un terreno más firme—.

En épocas en las que parece imprudente considerar objetos de pesquisa


que resulten demasiado complejos, «grandes», inabordables —situación
tal vez explicable por los apremios que sufrimos los investigadores bajo el
yugo del inexorable publish or perish, por los obstáculos para un verdadero
trabajo colectivo y, también, debido a lo que se ha dado en llamar la caída de
los grandes relatos—, hago aquí una modesta pero enérgica apología por la
desmesura, recuperando a nuestro modo aquello que Braudel denominara
ambiciones de la Historia, e incorporar las conquistas de las Ciencias Sociales
para construir una verdadera gran Historia.

· 80 ·
II.

EL TIEMPO PRESENTE

COMO CAMPO DISCIPLINARIO


II.1. El presente y sus fronteras: tiempo y espacio

La evanescencia del presente.


Emergencia de la periodización en el escenario
argentino posdictadura

María Eugenia Borsani


Universidad Nacional del Comahue

1. Primeras líneas

Diversos campos del conocimiento y diferentes perspectivas teóricas


preocupadas por la conceptualización de la temporalidad vienen reali-
zando coincidentes teorizaciones referidas a la evanescencia de nuestro
presente. La aceleración temporal, la fugacidad del hoy, la velocidad del
acontecer son una nota de nuestros días, signo de nuestro devenir, marca
epocal, es decir, rasgo distintivo del presente.

Historiadores/as, sociólogos/as, filósofos/as, entre otros cientistas socia-


les, presentan controversiales tematizaciones referidas a la temporalidad y
más puntualmente, acerca de una de sus dimensiones: el presente. Nuevas
ontologías del presente irrumpen de modo inquietante diseñando un esce-
nario que mueve a la reflexión.

En el marco de tales reflexiones se inserta este escrito, que procura esta-


blecer un vínculo entre la evanescencia de nuestros días y —como acción
reactiva en pos de neutralizar tal fugacidad— la emergencia de nuevas pe-
riodizaciones del presente conjuntamente con la eclosión evocativa.

· 83 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Eugenia Borsani

2. Evanescencia de un presente inasible

En un trabajo que data de hace ya casi una década, reeditado hace esca-
sos dos años y que contiene las líneas matrices de la saga que le continuó
—en ocasiones no justipreciada por sus rasgos ensayísticos—, Zygmunt
Bauman diseña en Modernidad Líquida40 un interesante y a la vez preocu-
pante fresco del presente. De modo insistente, con notas como la levedad,
la instantaneidad y la inmediatez, el autor indica este tiempo que se nos
muestra como inasible, su fugacidad hace que se nos impida la posibilidad
de amarrar el presente. Lo provisorio, contingente, precario se ha impuesto
entre nosotros; la seguridad del mañana se ha desvanecido ya en el hori-
zonte del presente, el cual a su vez ha devorado toda perspectiva teleológi-
ca de mañanas promisorios, conforme al primado de la modernidad sólida,
aquella que apostaba a la fijeza, perdurabilidad, conservación y durabili-
dad sin más. Frente a ese escenario, el presente neoliberal posfordista ha
obturado perspectivas de rumbo orientador, y la mentalidad a largo plazo,
aquella que permitía planificaciones proyectivas, es hoy sólo un recuerdo
del ayer que ya no está. La expiración de las certezas en todos los órdenes
impacta, entonces, en la caducidad del a largo plazo, sustituido en la actua-
lidad por la voracidad del a corto plazo o hasta nuevo aviso.

Cunde así la amenaza de la permanente obsolescencia, un envejecimien-
to acelerado de aquello que se nos presenta como novedoso, que en un
abrir y cerrar de ojos se extingue como nuevo, pasando a revistar como una
antigualla; prescribe lo nuevo de modo vertiginoso, lo que nos ubica en
una desenfrenada carrera de inmediatas sustituciones. Dirá Bauman que:

«La única novedad es que lo que importa ahora, es el control de cada individuo
sobre su propio presente. Y para muchos, quizá la mayoría, el control indivi-
dual que ejercen sobre su presente es por lo menos endeble, cuando no directa-
mente nulo. Vivimos en un modo de inseguridad universal, bajo condiciones de
Unsicherheit41 agudas y sin visos de solución, que penetran todos los aspectos de
la vida individual […]»42.

Si aceptamos entonces esta pintura del presente (y aunque no todos,


sólo algunos de sus rasgos), cabe pensar entonces que el hoy se torna in-
asible, evanescente, tan sutil como inasequible. Se nos escurre, y esto en
virtud de su estado de licuefacción, siguiendo el planteo dicotómico entre
lo sólido, propio de la modernidad de otrora, y lo líquido, según el escena-

40  Cfr. Zygmunt Bauman. Modernidad líquida. Buenos Aires: F.C.E. 2008.
41  Término usado por Zygmunt Bauman en En busca de la política. Buenos Aires: F.C.E. 2002. Signi-
fica inseguridad, incertidumbre y desprotección.
42  Zygmunt Bauman. op. cit., p. 145.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La evanescencia del presente. Emergencia de la periodización en el escenario argentino posdictadura

rio de la modernidad del hoy. Se esfuman las permanencias y se instala lo


perentorio e inaplazable, la idea de postergación se vuelve un absurdo al
suponer un mañana que incluso puede no serlo, ante la levedad, insopor-
table levedad43, del presente.

Trasladando este planteo a la tensión entre horizonte de experiencia,


como ayer constituyente del presente, y horizonte de expectativa44, como
espacio de espera y futuro, este último es puesto en cuestión, lo que por
ello torna dilemática la tensión. Es decir, si la espera y el mañana están
amarrados al futuro, ¿qué depositar en ese horizonte de expectativas, si
poco o nada se constituye como tal? Dicho de otra manera: si queda di-
suelta toda esperanza y si las esperas ya no son tales dada la perentoriedad
del hoy, ¿cómo concebir un horizonte que se constituiría justamente de es-
peras y anhelos, aquello que ya no habita en el hoy, según la semblanza
presentada?

No obstante, puede ser fuertemente discutida esta caracterización de la


actualidad en virtud del contexto europeo en el que anida la pluma que la
escribe y más allá de que la pretensión totalizante —de la que siempre cabe
sospechar y a la que es aconsejable estar atento— responde por ello a una
interpretación sesgada de su propia contemporaneidad, y por lo tanto no
resulta pertinente su apropiación para nuestros fines.

Sin embargo, un planteo cercano puede encontrarse en el peruano


Aníbal Quijano, quien en un trabajo que data del año 2002, expresa que:

«[…] la extinción del horizonte de futuro se hizo perceptible para todos sobre to-
do desde final de los ochenta, aunque para importantes minorías ya lo era desde
los años sesenta. En todos caso, es desde entonces que la intersubjetividad mun-
dial aparece marcada, intempestivamente, por dos rasgos: uno, para muchos la
extraña sensación de que las ideas, las propuestas, y las promesas de cambios
históricos radicales pertenecen a un pasado, súbitamente remoto; dos, el aban-
dono, rápido, masivo e igual de repentino, de las perspectivas mentales, de las
cuestiones y categorías conceptuales asociadas a aquellas que preguntaban por

43  Haciendo propio el título del libro de Milan Kundera La insoportable levedad del ser, luego llevado
a la pantalla por Philip Kaufman en 1988.
44  La categoría «horizonte de expectativa» está directamente relacionada con la estética de la recep-
ción de Hans Robert Jauss, como también es deudora de los planteos de la hermenéutica filosófica de
parte de Hans-Georg Gadamer y Paul Ricoeur; puede encontrársela, asimismo, en Reinhart Koselleck
en el campo de la Historiografía. Cfr. Hans-Georg Gadamer. Verdad y Método. Salamanca: Sígueme,
1977; Paul Ricoeur. Tiempo y narración. Madrid: Cristiandad, 1987; Reinhart Koselleck. Futuro pasado.
Para una semántica de los tiempos históricos. Buenos Aires, Paidós, l993; Reinhart Koselleck; Hans-Georg
Gadamer. Historia y hermenéutica. Barcelona: Paidós, 1977.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Eugenia Borsani

el poder en la existencia social y por los modos de su crisis y de su cambio radical


o de su remoción definitiva»45.

Si bien cabe decir que Quijano se desplaza en el trabajo en pos de desa-


fiar este aciago fresco de la actualidad46, es cierto también que, en principio,
su planteo no colisiona con aquellas perspectivas que dan cuenta de la ex-
tinción del horizonte de futuro.

3. Neutralización de la evanescencia

Ante la difuminación del horizonte de espera —o su extinción en ver-


siones más radicales— es dable pensar la generación de estrategias de neu-
tralización ante la evanescencia de un presente inasible, que a su vez ejer-
ce una acción disolvente sobre el mañana —fulminante en versiones más
radicales—. Estas estrategias pueden ser entonces tenidas como signos de
resistencia ante el presente inasible en pos de amarrarlo, construcciones
semánticas mediante. Si nombrar es hacer ser y dar entidad a aquello que
cobra existencia por y en el discurso, es posible proponer que las recientes
nuevas denominaciones, que secuencializan el propio tiempo, respondan
a una urgencia por sujetar aquello que parece disolverse sin más. Esto es,
si el presente y su vertiginosidad disuelven toda proyección a futuro, si
la aceleración es tal que la simultaneidad e instantaneidad ha inundado
ya nuestro acontecer, es pertinente plantear que tal voracidad temporal
recibe como contrapartida la emergencia de nuevas conceptualizaciones
temporales, traducidas en periodizaciones, en aras de dotar de entidad al
presente escurridizo brindándole espesura ontológica.

Así, en los últimos años, o para ser algo más precisos, en las últimas tres
décadas, viene advirtiéndose la aplicación de nuevas denominaciones que
operan como precisiones acompañando al término Historia. Posiblemente
tales especificaciones temporales sean resultantes de una imperiosa nece-
sidad de distinción con respecto al propio tiempo, lo que hace pensar que
pueda tratarse de una nueva periodización en el marco del tiempo actual,
cortes epocales en el seno de la coetaneidad, disecciones del hoy, a saber:
Historia del presente, Historia reciente, Historia actual, Historia del tiem-
po presente, y con bastante menos frecuencia, Historia inmediata.

45  Aníbal Quijano. «El regreso del futuro y las cuestiones del conocimiento» en Boris Berenzon
Gorn (comp.). Historiografía crítica del s. xx. México: unam, 2004, p. 289. Este trabajo ya había sido pu-
blicado en el año 2002 en la Revista América Latina en movimiento, Quito, Ecuador.
46  En «El nuevo imaginario anticapitalista», capítulo de la misma compilación citada, Quijano for-
talece la apuesta de reversión del estado de cosas imperante.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La evanescencia del presente. Emergencia de la periodización en el escenario argentino posdictadura

Cabe hacer mención que la expresión Historia del tiempo presente se


impone como nombre del instituto fundado en París en 1978 —Instituto
de Historia del Tiempo Presente— en el marco del Centro Nacional de
Investigaciones Científicas y que daba continuidad a los análisis del pasa-
do reciente referido a lo acaecido en la Segunda Guerra Mundial llevados a
cabo por el Comité creado a esos efectos. Nótese entonces que la dimensión
temporal escogida por el Instituto para tales estudios es la del presente; sin
embargo, sus investigaciones son referidas a acontecimientos del pasado,
un pasado muy cercano, vivo y actuante, con palmarias gravitaciones tanto
vivenciales como también teóricas en los responsables de escribir el pasado
y hacer historia.

A propósito de las investigaciones a las que el Instituto de Historia del


Tiempo Presente se aboca, es de interés aquí detenernos a analizar cuáles
son las temáticas privilegiadas en las que generalmente se centran las in-
dagaciones del tiempo presente, y, a continuación, proponer ciertas preci-
siones en relación a un uso casi indiferenciado entre Historia del presente e
Historia del pasado cercano. Importa entonces indicar que la línea temática
de investigación del Instituto se orientó hacia lo acontecido en el ámbito
francés en el período del ayer muy reciente, con especial atención sobre
cuestiones de la resistencia y sobre el período de Vichy, por lo que a la
Historia del tiempo presente ingresan asuntos de suma especificidad, con
un preciso recorte temporal y temático.

Con una similar acepción se aplica en el marco académico español, en


donde los estudios de Historia del presente están referidos, en su gran ma-
yoría mas no exclusivamente, a lo acontecido en tiempos de la Guerra Civil
española. En el horizonte argentino es más habitual encontrar el mismo
sentido que hemos adjudicado a la Historia del tiempo presente, tal como
veníamos diciendo, a la denominación pasado reciente y recortado a temáti-
cas relativas al ayer cercano, finalizado en tanto período histórico-político
pero aún operante y actuante en el hoy, como lo fue el período trágico del
genocida terrorismo de Estado (1976-1983)47. Su cometido es la construc-

47  Tal como ya indicáramos en otras ocasiones, el modo como nos referimos a nuestro pasado re-
ciente alude a su vez, desde el escenario de la enunciación, a la concepción que tenemos de ese pasado,
sellada en la manera como nombramos el ayer. Es ya sabido que la huella discursiva no tiene gratuidad
alguna, el soporte lingüístico configura la representación del pasado de un modo u otro.
Por ello, si bien utilizaremos de manera indistinta los conceptos dictadura, terrorismo de Estado y genoci-
dio argentino para referirnos a nuestro ayer, corresponde formular ciertas precisiones, a saber: podría-
mos, sin más, decir dictadura; sin embargo, no todas las dictaduras han configurado un terrorismo de
Estado. A su vez, la voz dictadura acota el período en términos estrictamente temporales (hay un desde
y un hasta, mojones cronológicos que dan cuenta de principio y final). Por lo que dar cuenta del pa-
sado reciente argentino en término de dictadura es algo restrictivo, ya que no quedaría contemplado
el período inmediatamente anterior que ha de ser consignado como terrorismo de Estado. Esta última

· 87 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Eugenia Borsani

ción de conocimiento histórico por parte de quienes tienen la tarea de au-


nar con rigurosidad máxima la experiencia vivida y la narrativa de lo acae-
cido y con ello un reconocimiento de la urgencia de intelección del propio
tiempo. Sin ahondar en la relación Historia-memoria que va de suyo a la
luz de lo planteado, cabe decir entonces con Abdón Mateos que:

«[…] los criterios de periodización de la Historia del presente han partido habi-
tualmente de acontecimientos nodales, de hechos fundadores ligados a una gran
convulsión política (una guerra, una revolución) que afecta de manera decisiva
a una determinada historia nacional. No deja de resultar significativo que la no-
ción de tiempo presente se esté desarrollando en países de Europa continental o
de Iberoamérica afectados por acontecimientos que aparentemente significaron
fuertes rupturas históricas»48.

A continuación el autor señala que no se advierten modificaciones en


los criterios de periodización de la Historia, por caso, en Inglaterra y los
Estados Unidos, naciones sin un pasado reciente trágico detrás, en los que
tiempo presente es Historia contemporánea sin más. Así, pareciera que
aquellas naciones que cuentan con un trauma colectivo reciente en el ayer
se ven impelidas a recortar la temporalidad dándole una denominación
específica al tiempo que remite puntualmente a ese período en el marco
del pasado todo.

Ahora bien, se hace necesario aquí, aunque sea sucintamente, presentar


una distinción entre Historia del presente e Historia del pasado reciente,
más allá de las aplicaciones indiferenciadas con las que nos encontramos
muy a menudo. La Historia del presente es más abarcativa que la del pasa-
do reciente y desempeña su mirada analítica hacia aquellos episodios que
sin duda se constituyen en hito histórico en el momento mismo de su acae-
cer, sin brecha alguna, esto es, sin distancia temporal entre el historiador
y lo acaecido, inscriptos en un tramo temporal que no tiene aún un final
vislumbrado, encontrando pistas explicativas en el pasado que permiten
hacer inteligible tal episodio acontecimental49. Así, la Historia del mundo
actual o del presente no puede dar cuenta aún de cierres o finalizaciones de
aquello que es motivo de sus indagaciones. Es el presente lo que constituye
su ámbito objetual y, con ello, la inconclusividad se presenta como una de
sus notas características. La incompletud o inconclusividad no es un rasgo

denominación instala una remisión epocal, no de estricta datación, que abarca parte del período cons-
titucional previo a 1976.
48  Abdón Mateos. «Historia, Memoria, Tiempo Presente» en Hispania Nova, nº 1.
49  Cfr. Israel Sanmartín. Entre dos siglos. Globalización y pensamiento único. Madrid: Akal, 2007. Ins-
talado en el presente globalizado, el autor, ejerciendo su profesión de historiador, hinca su lúcida mi-
rada crítico-analítica en su propio escenario de época, permeado él mismo por aquello que Sanmartín
vuelve suyo como objeto investigativo.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La evanescencia del presente. Emergencia de la periodización en el escenario argentino posdictadura

defectuoso sino constitutivo de la Historia del presente. Cabe decir que la


fuerte resistencia propiciada contra la Historia del presente tuvo su ori-
gen en perspectivas afines a una Historiografía de ascendencia positivista
amarrada al documento escrito, al archivo, a la reificación del ayer. Soto
Gamboa, en un artículo en el que despliega el estado de la cuestión y con-
ceptualización de la Historia del presente, da cuenta de las prevenciones
positivistas para aceptar y reconocer a la Historia del presente como «una
parcela legítima del quehacer histórico»50.

Así como el carácter abierto e inconcluso es un rasgo de la Historia


del presente, también lo es de la Historia del pasado reciente, pero caben
algunas diferenciaciones en orden a la dimensión temporal objeto de in-
dagación, que es diferente en una y otra, porque mientras en la Historia
del tiempo presente la dimensión temporal indagada es el presente, en la
Historia del pasado reciente es el pasado mismo. Sin embargo, si bien en
esta última se suman sus efectos en el hoy, remite a un recorte o período
puntual que tiene un comienzo y un final identificable en términos de cro-
nología, como por caso, las dictaduras latinoamericanas que posibilitan ser
indicadas con la dupla desde/hasta. De tal forma, a diferencia del carácter
absolutamente abierto y de plasticidad en sus límites de la Historia del
presente, la Historia del pasado reciente tiene posibilidades de enmarcarse
en tiempos precisos, o, al menos, bastante más precisos que la Historia del
presente; ambas convocan a la memoria viva siendo así insustituible la vía
testimonial, luego vuelta documento histórico en tiempos venideros.

4. El ayer trágico argentino

Si focalizamos estas nuevas conceptualizaciones temporales en el esce-


nario de América Latina, y puntualmente en el ámbito argentino, la Historia
del presente tomada en un sentido tal vez poco riguroso ha sido relacio-
nada con el pasado reciente dictatorial y con sus secuelas y repercusiones,
esto es, con sus efectos en la actualidad. El pasado cercano, límite traumáti-
co, convoca publicaciones específicas, muestras artísticas varias (teatrales,
fotográficas, etc.), cine temático, jornadas, congresos, simposios y más. El
abordaje académico se ve dinamizado en concomitancia con nuevos acae-
cimientos en el orden judicial, como lo fue la reapertura de las causas ju-
diciales, una vez derogadas las leyes del perdón (ley de obediencia debida
nro. 23.521 del año 1987 y ley de punto final nro. 23.492 del año 1986). La
ley nro. 25.779 del año 2003 anula las leyes mencionadas y se activan muy
50  Ángel Soto Gamboa. «Historia del presente: estado de la cuestión y conceptualización» en His-
toria Actual Online, nº 3, 2004, p. 104.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Eugenia Borsani

lentamente los correspondientes procesos judiciales a lo largo y ancho de


todo el país. Así, la expresión pasado reciente no refiere simplemente a todo
el abanico de lo ocurrido entre 1976 y 1983, sino específica e inequívoca-
mente remite a aquellas temáticas en concordancia con la representación
y con el conocimiento histórico de la escena política de aquellos días (mi-
litancia, resistencia política, represión, tortura, genocidio, desapariciones
forzadas, exilio, nacimientos en cautiverio, centros clandestinos de deten-
ción, violaciones a los derechos humanos, etc.).

Entonces, reviendo el itinerario llevado hasta aquí, las nuevas conceptua-


lizaciones del hoy —que en definitiva, resultan ser cortes y periodizaciones
al interior de la dimensión temporal del presente— son propias de ordena-
mientos políticos que tienen tras sí un ayer tal que es menester amarrarlo y
dejar testimonio de lo que ha ocurrido hace pocas décadas atrás; para ello
la memoria es ineludible y la trama Historia-memoria, inescindible.

Ahora bien, podemos entonces arrojar conjeturalmente la idea de que


en tales contextos postraumáticos, asir ese ayer se vuelve un imperativo
para el propio presente, y aun cuando se ha devaluado la idea de mañana y
de horizonte de expectativa, se hace esto imperioso para con las generacio-
nes futuras. La premura permite ser analizada en términos generacionales,
ya que en virtud de los años transcurridos, es inaplazable el testimonio de
protagonistas y familiares que hoy orillan los ochenta años de edad, y que
son un elemento de enorme valía para las esferas judiciales y para contri-
buir al conocimiento de ese pasado e inteligir el hoy. «Aun devaluado el
mañana es posible interpelar éticamente la fugacidad del hoy —en relación
al orden económico-político que constituye el mundo instituido— pensan-
do en lo imperioso de dicha interpelación no sólo para nuestro presente
sino para las generaciones futuras»51 sostiene Martín Díaz, tornándose
entonces inaudito pensar un presente ex nihilo sin anclaje en el pasado, ni
efectos en el mañana.

Entendemos que:

«Recuperar la huella de diversos acontecimientos traumáticos que mar-


caron e hicieron historia, nuestra historia —se trate del pasado lejano
o reciente— cobra, en determinadas ocasiones, la dimensión de un im-
perativo inexcusable. Así también, para los perpetradores de sucesos
históricos oprobiosos para la condición humana, esto es para los res-
ponsables de crímenes de lesa humanidad —sean éstas personas físi-

51  Martín Díaz. Correspondencia electrónica. Abril, 2009.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La evanescencia del presente. Emergencia de la periodización en el escenario argentino posdictadura

cas o jurídicas— diseñar tácticas de ocultamiento se torna a su vez tarea


constante»52.

Por ello es que sostenemos que, al tiempo que se generaron en nuestra


escena argentina intentos sectoriales de amnesia propugnando la esterili-
dad de toda mirada que buscara en el ayer claves interpretativas para la
comprensión del presente, surgen acciones de clara resistencia ante dicha
infame estrategia, la que encierra a su vez una pretensión exculpatoria,
dada la procedencia cómplice con el pasado genocida de tales propuestas.
Corresponde también indagar si acaso tales consecuencias de minusvalía
del ayer y de negación de su irradiación en el presente (y con ello un pre-
sente desamarrado inasible) no puedan tal vez también deducirse de las
tan mentadas retóricas de la inexpresabilidad, teorías de la indecibilidad e
imposibilidad de representación de pasados límites, aunque, en la mayoría
de casos, no como consecuencia intencionada, sino quizá indeseable. Aún
cuando no nos detendremos en esto, resulta oportuno plantearlo y coin-
cidiendo con Daniel Feierstein, sostener que: «[…] la intransferibilidad se
trasmuta en ajenación política. Si bien el recorrido no es directo ni eviden-
te, ha funcionado en muchos casos impidiendo el análisis de la experiencia
histórica […]»53.

Así, cabe plantear que las denominaciones tales como Historia del pre-
sente, Historia actual, Historia del pasado reciente, y otras de similar tenor
cobran un sentido muy particular a la luz de su referencia a pasados aún
actuantes en la actualidad y configuradores de presentes postraumáticos.
Dicho sentido puede ser visto como una operación reactiva ante la eva-
nescencia del presente en consonancia con la disolución del horizonte de
espera, por una parte, y a la vez desafiante de aquellos cometidos de borra-
miento del ayer. Planteándolo en clave psicoanalítica, Paolo Montesperelli
en Sociología de la memoria considera que:

«La memoria conserva los procesos que han llevado al presente; pero, en un
nivel más latente, también preserva los residuos descartados en aquellos proce-
sos, los elementos disfuncionales al presente […] la memoria tiene siempre una
potencialidad crítica desestabilizadora»54.

52  María Eugenia Borsani. «Memoria intemperie y refugio» en Historia, Memoria y Pasado Reciente.
Anuario de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Rosario. Rosario: Homo Sapiens Ediciones,
nº 20, 2004, p. 51.
53  Daniel Feierstein. «Historia, memoria y hegemonía: hacia un análisis de los discursos sobre el
genocidio» en Cristina Godoy (comp.). Historiografía y memoria colectiva. Buenos Aires: Miño y Dávila,
2002, p. 107.
54  Paolo Montesperelli. Sociología de la memoria. Buenos Aires: Nueva Visión, 2005, p. 105.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Eugenia Borsani

En el recorrido que venimos haciendo, puede entonces decirse que, pa-


radójicamente, la función desestabilizadora desempeñada por la memoria
—la que cumple un rol protagónico en la Historia del presente y del pasa-
do reciente— se advierte en los recortes temporales que estabilizan, arrai-
gan y consolidan ciertos períodos al interior de otros, ante el riesgo de su
evanescencia. Es decir, la desestabilización de la memoria en el presente se
vuelve justamente su apuntalamiento en modos alternativos de denominar
ese pasado recordado, y otorgarle, por tanto, algo de fijeza y entidad ante
el riesgo de la fugacidad devoradora. Fijeza que se adquiere en una trama
reconstitutiva y reconfigurante del ayer, y que se advierte en la especifici-
dad de ese pasado nombrado y recortado en su peculiaridad irrebasable.

En tal sentido, entendemos que las periodizaciones que secuencializan


el presente pueden ser comprendidas en el marco de una lógica de reapro-
piación epocal ante embates enajenantes del pasado (y del presente) a todo
horizonte posible. Esto último, por cierto, merece una fuerte reflexión como
también insta a una anticipada y no por ello apresurada condena de orden
ético, obligándonos a denunciar las espurias intenciones que promueven
tales embestidas enajenantes. Y con ello, es en el marco de esta misma ló-
gica de reapropiación epocal que pueden incluso enmarcarse la eclosión
evocativa y conmemorativa de los últimos tiempos en nuestro escenario
argentino. Mientras en la década de los noventa imperaban prescripciones
de olvido por parte de las órbitas gubernamentales, en los últimos años
las políticas de memoria distan de aquéllas, a la vez que en la escena ju-
dicial —aún con una muy preocupante demora y objetable desguace de
las causas— se reeditan los juicios a los perpetradores. Reparar en estas y
otras variables que diseñan el escenario epocal de la Argentina posdicta-
dura permite entender ciertas prácticas que se han desplegado de manera
exitosa en términos de actitud desafiante ante el riesgo de borramientos y
cómplices silencios. Puede así pensarse la emergencia de las periodizacio-
nes, en coincidencia con el actual escenario evocativo, como marcas de un
presente que se resiste a su evanescencia, a la vez que impugna la disolu-
ción del espacio de espera y desdeña la orfandad temporal y la intemperie
horizóntica.

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La recepción del neoconservadurismo en el Río de
la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la
Historia inmediata

Israel Sanmartín
Universidad de Santiago de Compostela

Una de las discusiones más fértiles de los últimos años es la relativa a la


Geoepistemología, que sostiene que el lugar geográfico —entendido como
encrucijada vital, intelectual, política, social y económica— influye en la
construcción de los contextos de producción, recepción y reproducción de
las teorías intelectuales. Reflexionaremos en este trabajo si la recepción de
teorías, interpretaciones y problemas historiográficos, incide en la elabo-
ración y reelaboración de tesis. A pesar de ello, este texto no será sólo una
reflexión sobre el espacio, sino también sobre el tiempo, es decir, sobre el
tramo temporal en el que se desarrolla esa producción, recepción y repro-
ducción. Operaremos con lo presente o lo inmediato, ya que no podríamos
concebir el presente si no fuera un presente histórico. Por lo tanto, el traba-
jo se sustentará en torno a una matriz espacio/tiempo.

1. Geoepistemología e Historiografía inmediata

El interés historiográfico por el presente constituye una de las señas de


identidad de la Historiografía actual. La reflexión y el interés de los his-
toriadores por la Historia de su tiempo conforman rasgos esenciales de la
Historiografía desde sus orígenes, cuestión en la que interviene su carácter
de materia pública, es decir, su capacidad para establecer o narrar memo-
rias públicas del pasado, y sobre todo, del pasado reciente1. Estas consi-

1  Gonzalo Pasamar. «Formas tradicionales y formas modernas de la «Historia del Presente»» en


Historia social, nº 62, 2008, pp. 147-169.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

deraciones no están exentas de complicaciones. Existen, así, dos matrices


para entender la Historia del tiempo presente. Por un lado, la referida al
tiempo que frisa el propio momento vivido, o llamada Historia inmediata2,
y por otro, la Historia del tiempo presente en su acepción más clásica, que de-
pendiendo del contexto, se refiere al período posterior a la Segunda Guerra
Mundial (en el caso de Francia), a la transición democrática (en el caso de
España) o a los procesos dictatoriales (en el caso del Río de la Plata)3. Todo
esto implica la superación de una serie de limitaciones historiográficas que
habían estado presentes en la Historia contemporánea hasta la aparición
de la llamada Nueva Historia4. A partir de entonces, el historiador recupera
su condición de sujeto en la investigación, gracias a las condiciones inter-
nacionales de la posguerra, a los cambios sociales e intelectuales materiali-
zados luego de 1968, a la democratización de la Historiografía, al uso pú-
blico del pasado (y de las memorias en particular), tendencias que se han
acelerado en los años noventa con la globalización. Estamos, por lo tanto,
ante un proceso que comenzó en los años sesenta con la reflexión sobre el
presente en tanto problema histórico, que ha provocado una discusión a
fondo de lo que es la Historia contemporánea en cuanto período histórico, y
que ha dado origen a una manera distinta de entender lo contemporáneo.

En este trabajo nos situaremos epistemológicamene en la Historia in-


mediata, que reflexiona sobre los acontecimientos más recientes, es decir,
aquellos que han dejado de ser presentes (si es que existe algo que se llame
presente, y no es simplemente el punto que une el futuro con el pasado)5.
La Historia inmediata se puede presentar asociada a la recuperación de la
memoria histórica, a una historización de la memoria, a una Historia de los
imaginarios sociales, o también como una herramienta indispensable para
estudiar los debates intelectuales y las teorías surgidas en relación y como
consecuencia de la Historia de todos los días —construida por los suje-
tos individuales y colectivos, y por las instituciones públicas y privadas—.

2  Carlos Barros. «¿Es posible una Historia inmediata?» [En línea]. [Citado el 13 de marzo de 2009]
Disponible en Internet en:
http://www.hdebate.com/cbarros/spanish/articulos/mentalidades/ inmediata.htm. Carlos Barros. «El
estatus epistemológico e historiográfico de la Historia Inmediata». [En línea]. [Citado el 13 de marzo
de 2009]. Disponible en Internet en: http://www.h-debate.com/Spanish/presentaciones/lugares/monte-
video3/audio.htm.
3  Ángel Soto Gamboa. «Historia del Presente: Estado de la cuestión y conceptualización» en His-
toria Actual Online. nº. 3, 2004.
4  Julio Pérez Serrano. «La Historia continúa». [En línea]. En Historia Actual On Line, nº 1, 2003. [Ci-
tado el 15 de marzo de 2009]. Disponible en Internet en: http://www.historiaactual.com /hao/pbhaoabs.
asp?idi=ESP&pgt=2&pid=4&pbl=HAO&vol=1&iss=1&cont=1.
5  Para una mayor profundización en estas ideas, ver Israel Sanmartín. Entre dos siglos: globalización
y pensamiento único. Akal: Madrid, 2007: Israel Sanmartín. Un mundo global. A Historia mundial dende
1989. Santiago de Compostela: Lóstrego, Santiago, 2008.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

Este texto guarda un estrecho vínculo con los acontecimientos de los años
noventa y el cambio de siglo, así como con su dimensión global.

La Historia inmediata no es un enfoque único en los abordajes del pre-


sente. Conviene tener en cuenta las diferentes representaciones de la idea
de la Historia del presente en España6 (analizando las ideas avanzadas por
los grupos de Almería, Cádiz, Extremadura, Madrid, La Rioja y Santiago
de Compostela), en Alemania (Historia del tiempo presente e Historia recien-
te del tiempo presente), en Francia (Historia del tiempo presente e Historia in-
mediata), en el mundo anglosajón (Contemporary History, Present History y
Current History)7 y en América Latina (Argentina, Brasil, Uruguay) donde
se utiliza el término de Historia reciente y también Historia del presente o
Historia inmediata. El estudio de todas esas representaciones nos ofrece una
utilización de las memorias y del presente que dependen de determinados
ejes metodológicos. A su vez hay que considerar la sociabilidad relativa a
nuevas formas de interacción surgidas de esos grupos de trabajo, en los
que Historia inmediata, nuestro tiempo, tiempo presente, Historia contemporánea
o Historia actual pugnan por convencer a los investigadores, y no tienen un
significado idéntico, pero sus diferencias no impiden reconocer la impor-
tancia del estudio de lo cercano8.

Sería erróneo presentar la Historia del presente aislada del desarrollo


de una Historiografía del presente, que reúne una serie de enfoques histo-
riográficos que sólo pueden estudiarse en el contexto del desarrollo de la
Historia inmediata, la Geoepistemología y la Nueva Historia Intelectual.
Las nuevas fuentes de información y la nueva sociabilidad de los historia-
dores en torno a Internet, han provocado el surgimiento de una suerte de
estudios que podríamos llamar de Historiografía del presente o inmediata,
que une lo teórico, lo metodológico, lo histórico, lo periodístico y lo cultu-
ral. Se acerca más a los acontecimientos recientes, a la Historia inmediata;
pero sobre todo reivindica una nueva actitud teórica frente a lo contempo-
ráneo, capaz de superar sus ambigüedades9. En definitiva, se trata de la
necesidad de poner en marcha una Historia y una Historiografía del tiem-

6  Josefina Cuesta. Historia del presente. Madrid: Eudema, D.L. 1993.


7  Timothy Garton, ASH. Historia del presente: ensayos, retratos y crónicas de la Europa de los noventa,
Barcelona: Tusquets, 2000.
8  Actas del II, III y IV Simposio de Historia Actual. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 1996, 1998,
2000 y 2004 y Actas I y II Congreso Internacional Historia a Debate. Santiago de Compostela, Santiago, 1995
y 2000.
9  Ver Carlos Barros. El estatus epistemológico e historiográfico de la Historia Inmediata, [En línea].
[Citado el 13 de marzo de 2009]. Disponible en Internet en: http://www.h-debate.com/Spanish /presen-
taciones/lugares/montevideo3/audio.htm.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

po actual, como laboratorio para poder operar tanto con acontecimientos


como con construcciones teóricas10.

Conjugaremos estos planteos con la Geoepistemología11, es decir, con


el significado geográfico del conocimiento, y cómo éste influye en la cons-
trucción de teorías intelectuales. No estudiaremos sólo el neoconserva-
durismo como tal, sino que lo disociaremos de la idea que se ha creado
sobre él, a partir de preconcepciones y desde un contexto de producción
determinado (una ciudad: Washington; una revista: The National Interest;
una situación política: la asociada a los Bush; algunos autores: Fukuyama o
Huntington). Por tanto, ese paquete de situaciones es el que emplearemos
para definir geoepistemológicamente lo que llamaremos neoconservaduris-
mo, puesto que las ideas operan en un contexto de producción, recepción
y reproducción determinadas. Reflexionaremos sobre la recepción de ese
neoconservardurismo como tendencia intelectual y como problema histo-
riográfico en el Río de la Plata, así como el modo en el que influye el con-
texto de recepción en la elaboración y reelaboración de tesis12. De tal for-
ma, la recepción de las tesis neoconservadoras pertenece al ámbito del «no
lugar» en el espacio y en el tiempo. Forma parte del debate y de la toma
de posición sobre el mercado editorial; e integra la comunidad universita-
ria en términos de capital simbólico, que lleva asociado un valor científi-
co variable según sus problemas y su visibilidad. En este mismo sentido,
la matriz nos servirá para observar la colonización de la ciencia y cómo
existen lenguajes de producción (inglés, alemán o francés) y de traducción
(español, italiano o portugués), lo que demuestra una auténtica división
internacional académica.

2. El contexto de producción: neoconservadurismo e Historia


inmediata

George Bush (padre) obtuvo por aclamación la nominación republicana


en 1988, porque estaba identificado con los logros de Reagan y prometió
que continuaría con el espíritu de su gobierno. Las circunstancias hicieron
que tuviera que prestar una mayor atención a los asuntos internaciona-
les. Contempló el fin de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín, y el
colapso de los países del Este y de la Unión Soviética. Mostró la peor cara

10  Ver François Hartog. Régimes d´historicité. Présentisme et expériences du temps. París: Éditions
Seuil, 2003.
11  Para más detalle, ver Claudio Canaparo. Reversal Thinking. Londres: Peter Lang, 2009.
12  Esto es parte de una obra más amplia que estudia las influencias del neoconservadurismo en
España, Portugal y Latinoamérica.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

de la política exterior estadounidense con la invasión a Panamá, la ope-


ración Tormenta del Desierto, y la invasión a Iraq13. Con estas actuaciones,
se inició lo que Bush (padre) denominó un «nuevo orden mundial», en
el que Estados Unidos sustituía la estrategia de contención por ese nuevo
orden14. De este modo, ejerció un poder unipolar15 y le resultó fácil jus-
tificar ante sus electores su presencia militar en otras partes del mundo.
Intelectualmente quedó eliminado el declinismo que habían puesto sobre
la mesa historiadores como Paul Kennedy, y fue substituido por una gran
euforia sobre el libre mercado de alcance universal16. La desintegración
de la Unión Soviética; la intervención en el Golfo; los nuevos posiciona-
mientos de los países de América Latina y África sobre la política exterior
estadounidense; la propuesta del acuerdo de libre comercio entre Canadá,
Estados Unidos y México, y otras alianzas subsidiarias con el mercosur,
acentuaron el predominio de los Estados Unidos en la política mundial.

Los acontecimientos de 1989 que llevaron a la caída del llamado «socia-


lismo real» y al desmoronamiento del Muro de Berlín motivaron una serie
de interpretaciones de la realidad que situaron a la mirada neoconservado-
ra en el centro del debate intelectutal. Una de las tesis más importantes en el
mundo intelectual occidental de ese entonces, fue la de Francis Fukuyama,
quien argumentaba que los nuevos sucesos significaban el triunfo del mo-
delo estadounidense, la expansión de la oferta de bienes de consumo, el
advenimiento de un «Estado universal y homogéneo» y de una «conciencia
poshistórica». Fukuyama explicaba que su fin de la Historia era una época
triste para aquellos que valoraban la audacia, el coraje, la imaginación y el
idealismo.

Ese fin de la Historia estaba sustentado tanto en lo histórico y lo político


como en lo filosófico. En cuanto a sus precedentes filosóficos, Fukuyama se
basaba en la concepción de Hegel sobre la dialéctica del amo y del esclavo
(Fenomenología del Espíritu) y seguía a Kojève (aunando a Hegel y Marx), así
como a la crítica de la modernidad iniciada por Nietzsche y continuada en
13  Que sirvió para redefinir el escenario político y militar del Oriente Próximo y a la vez estimular el
reconocimiento del Estado de Israel, por parte de los países árabes. Sobre el partidismo en la cobertura
de la guerra, ver Noam Chomsky; Ignacio Ramonet. Cómo nos venden la moto. Barcelona: Icaria, 1995, pp.
42-54; Jon A. Krosnick; Laura A. Brannon. «The Media and the Foudations of Presidential Support:
George Bush and the Persian Gulf Conflict» en Journal of Social Issues, vol. 49, nº4, 1993, pp. 167-182.
14 ���������
Ver Ola Tunander. «Bush´s Brave New World. A New World Order — A New Military Strategy»
en Bulletin of Peace Proposals, vol. 22, nº4, 1991, pp. 355-368; Alan Tonelson. «Prudence of Inertia? The
Bush Administration´s Foreign Policy» en Current History, vol. 91, nº 564, abril de 1992, pp. 145-150. So-
bre el desarrollo de esa política exterior durante todo el mandato de Bush, ver Miroslav Nincic. Democ-
racy and Foreign Policy: The Fallacy of Political Realism. Nueva York: Columbia University Press, 1992.
Ver Paul M. Sweezy. «U.S. Imperialism in the 1990s» en Monthly Review, vol. 41, nº5, 1989, pp. 1-17.
15 �������������
16  Para una mayor profundización, ver Christopher Layne; Benjamin Schwarz. «Sin enemigos: la
nueva hegemonía americana» en Política Exterior, nº37, febrero/marzo 1994, pp. 83-99.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

el siglo xx por algunos pensadores alemanes17. Consecuentemente, se trata


de un hegelianismo adquirido a través de Kojève, difícil de encuadrar en la
tradición marxista. Por un lado, de Hegel adoptaba su liberalismo y su con-
cepción misma de fin; por otro, de Kojève incorporaba la interpretación que
éste hizo de su época (el hedonismo del consumo moderno y la caducidad
del significado tradicional del Estado nacional)18. El resultado constituye
una síntesis original que vincula la democracia liberal con la prosperidad
capitalista, en un nudo terminal y enfático. Por último, de Nietzsche hizo
propia la idea del «último hombre», negando toda libertad, autonomía y
esperanza humanas, fuera de la democracia liberal y de la sociedad de con-
sumo. Era paradójico que la época del posmodernismo —los años ochen-
ta— finalizara con un intento de rehabilitar la filosofía hegeliana.

La tesis de Fukuyama estaba enraizada en la discusión que tuvo lugar


en los sesenta sobre «el fin de las ideologías». Bell y Fukuyama afirman la
victoria de la ideología liberal, con la diferencia de que Fukuyama proyec-
taba sobre el mundo entero lo que Bell19 había limitado a las democracias
industriales. Por otro lado, si la tesis de Bell se vio truncada con los sucesos
de finales de los sesenta, la de Fukuyama se ha visto superada por los su-
cesos y movimientos sociales que han tenido lugar, primero puntualmente
(Chiapas, Francia), y a partir de 1999 en forma generalizada con las mani-
festaciones altermundistas en las reuniones de los grandes agentes inter-
nacionales de la globalización. Fukuyama revivió este debate sobre la idea
del fin de las ideologías como el gran triunfo liberal, y como la culminación
de la ideología de la llamada Nueva Derecha20, que coincide con la llegada

17  Con esto se distinguen las Filosofías de la historia, que aspiran a buscar el significado de los
procesos históricos, de las teorías de la historia, que alcanzan una más amplia expansión del tiempo
que los historiadores normales, aunque utilizando sus tipos de explicación, pero no buscan encontrar
un significado al proceso histórico. Alex Callinicos. Theories and Narratives. Reflections on the Philosophy
of History, op. cit., p. 9.
18  Fukuyama es un continuador de aquellos que han argumentado el fin de la Historia. Hegel vio en
Napoleón la encarnación del espíritu del mundo; Kojève vio a Stalin como el representante de la liber-
tad y la igualdad; y Fukuyama secuestró el futuro con la caída del socialismo real creando «interfaces»
entre la filosofía de la Historia analítica y la especulativa, aunque todas las variantes del fin de la Historia
tienen en común que, para mejor o peor, algo se altera en la vida humana y no continúa como antes.
Por tanto, las concepciones del fin de la Historia se corresponden a las ideas de Historia Universal con
sus problemas, como su unilinealidad, su etnocentrismo y su querencia al poder, además de basarse
en la idea de exclusión [Anthony Hartley. «On not Ending History» en Encounter, vol. lxxiii, nº3,
septiembre-octubre de 1989, p. 71; José C. Bermejo Barrera. Entre Historia y Filosofía. Madrid: Akal,
1994, p. 240-242].
19  Quizá una visión más parecida a la de Bell se encuentra en: Jean L. Cohen; Andrew Arato. Civil
Society and Political Theory. Cambrige: MIT Press, 1992. Para algunos autores, la tesis del «fin de las
ideologías» es académicamente menos respetable que la del fin de la Historia, puesto que los Estados
Unidos de posguerra han revitalizado al intelectual y su función. Ver Guyora Binder. «Post-totalitarian
Politics» en Michigan Law Review, vol. 91, nº 6, mayo de 1993, pp. 1498-1501.
Harvey Kaye. The Powers of the Past. Reflections on the Crisis and the Promise of History. Nueva York,
20 �������
1991.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

de la administración Bush y con el debate sobre la posición de Estados


Unidos en el escenario internacional21.

El artículo de Fukuyama se adelantaba a los acontecimientos de 1989


(la caída del Muro y la desintegración del «socialismo real»). Su anticipa-
ción, añadida a un efecto propagandístico digno de un gran lanzamiento
mediático (así como su pertenencia a la administración Bush), hicieron que
la difusión del artículo se potenciara. En su texto, Fukuyama proclama-
ba el fin de la Historia como «punto final de la evolución ideológica de la
humanidad»22, concretada en la democracia liberal, tras el fracaso del fas-
cismo y el comunismo. Por tanto, anunciaba la superioridad y la globali-
zación del liberalismo económico y del liberalismo político, proponiendo
la democracia liberal como forma final de gobierno. Debido al gran deba-
te suscitado, Fukuyama decidió contestar a sus detractores y escribió «A
Reply to my Critics»23. Allí matizaba algunas cuestiones, pero sin desde-
cirse de lo fundamental. De todos modos, manifestaba que no hacía alu-
sión a la Historia de los acontecimientos, sino a la Historia ideológica de
la humanidad. El libro The End of History and the Last Man implicaba una
ampliación y una reconstrucción de los argumentos del artículo, mostran-
do la evolución de la humanidad y de la historia hacia su final político, y
basándose en la tecnología y el deseo de reconocimiento. En buena parte, no
sólo era una respuesta a los críticos de su artículo, sino una asimilación de
muchos de los comentarios recibidos.

El planteo de Fukuyama constituía la respuesta de los neoconservadores


a la Nueva Izquierda para infiltrarse en la cultura popular; el fin de la Historia
era un intento de desacreditar al marxismo a través del fracaso de los re-
gímenes del socialismo real; Fukuyama pensaba que el liberalismo estaba
enraizado en una invariable concepción de la naturaleza humana, y lo aso-
ciaba a esferas políticas y económicas. A pesar de su apropiación de Hegel,
era profundamente antihistoricista. Creía que la Historia había terminado
y asumía que nada importante podría acontecer ya en ella. Conviene recor-
dar que anunciar el fin de la Historia significaba aceptar el fin de esa parte
del ser humano que nos hace capaces de desarrollar una historia (indivi-

21 ������������
Torbjorn L. Knutsen. «Answered Prayers: Fukuyama, Liberalism and the End of History De-
bate», Bulletin of Peace Proposals, vol. 22, nº 1, pp. 78-79.
Francis Fukuyama. «The End of History?» en The National Interest, nº 16, verano de 1989, p. 1-18.
22 ���������
El artículo iba reforzado por las críticas de importantes intelectuales neocoservadores: Allan Bloom,
Pierre Hassner, Gertrude Himmelfarb, Irving Kristol, Daniel Patrick Moynihan y Stephen Sestanovich.
Ver «Responses to Fukuyama» en The National Interest, nº 16, verano de 1989, pp. 19-35.
Francis Fukuyama. «A Reply to my Critics» en The National Interest, nº 18, invierno de 1989-1990,
23 ���������
pp. 21-28. La revista The National Interest publicó en 1997 una edición especial sobre «The end of His-
tory?» que incluía el artículo original, la réplica a sus críticos y una selección de ocho críticas. El libro
consta de 55 páginas. Francis Fukuyama. The End of History? Washington: The National Interest, 1996.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

dual y colectiva)24. Debe tenerse en cuenta que muchos de los pensadores


que anunciaron un fin de la Historia se distanciaron de las masas y se conci-
bieron como videntes solitarios. Como se ha citado en diversas ocasiones,
la Historia no tiene metas prefijadas y el futuro permanece abierto.

El crítico más importante de Fukuyama fue Samuel Huntington25 con


su tesis sobre el choque de civilizaciones, la cual, según numerosos comen-
taristas musulmanes, había sido copiada del artículo de un famoso orien-
talista llamado Bernard Lewis26. En el número de verano de 1993 —cinco
años exactos después de Fukuyama—, Samuel Huntington publicaba un
artículo titulado «The Clash of Civilizations?». El signo de interrogación
del título recordaba aún más a Fukuyama. En su artículo, Huntington pro-
nosticaba que los conflictos futuros no serían ni económicos ni políticos,
sino culturales. Pensaba que los conflictos ideológicos darían paso a los
culturales, ya que, para él, la religión y la cultura sustituirían a la ideología
como motor del enfrentamiento. A su vez, dividía al mundo en civilizacio-
nes, y planteaba que la lucha entre ellas constituiría la última fase de la evo-
lución del conflicto en el mundo moderno. Se atrevía a manifestar que esos
combates primero tendrían lugar en la civilización occidental. Presentaba
a los conflictos recientes para aquel momento de la Guerra del Golfo, de la
URSS y de la ex Yugoslavia, como ejemplos de enfrentamientos entre civi-
lizaciones. Para él, ese conflicto entre civilizaciones pondría fin a la lucha
ideológica27. Dejando de lado a la revista, y debido a un gran número de
contestaciones, Huntington —como Fukuyama cinco años atrás— decidió
responder a sus críticos28, para publicar después un libro con el mismo
título: The Clash of Civilizations.

Mientras que Fukuyama hablaba del triunfo de Occidente, Huntington


refería su declive; a la vez que uno planteaba una paz mundial, el otro
ofrecía un mundo de conflictos. En ese escenario, muchos críticos pensaron
que se había sustituido el escenario del fin de la Historia por el del choque de
las civilizaciones, sin que hubieran leído ni el artículo ni el libro. El propio

Stephen Nordenhaug. Technology and the End of history: Jacques Ellul and Martin Heidegger on the
24 ���������
Eschatological Dimension of the Technological Society. umi Microform 9524632, umi Company, 1995, p. 10.
Cfr. Richard Grenier. «Choosing Sides Over History» en The Washington Times, 06/XII/1996, p.
25 ��������������
26. Huntington se basó en un artículo escrito en 1990 por el orientalista Bernard Lewis. Ver Edward W.
Said. «El choque de ignorancias», El País. Madrid, 16/X/ 2001, p. 23.
Bernard Lewis. «The Roots fo Muslim Rage» en The Atlantic Monthly, septiembre de 1990.
26 ���������
Samuel Huntington. «The clash of civilizations?» en Foreign Affairs, vol 72, nº 3, verano de 1993,
27 ��������
pp. 22-49.
Samuel Huntington. «If not Civilizations, What?» en Foreign Affairs, vol. 72, nº 5, noviembre/
28 ��������
diciembre de 1993, pp. 186-194. Se recogían los originales y el debate en la revista Foreign Affairs en un
libro de título: The Clash of Civilizations? The Debate. Nueva York: A Foreign Affairs Readers, Council on
Foreign Relations, 1993.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

Huntington se mostró cauteloso sobre el tema: «los terroristas no represen-


tan el Islam y no es justamente un choque de civilizaciones. Pero podría
serlo»29.

2.1. Geolocalización y conocimiento

La ciudad desde donde la tesis del fin de la Historia de Fukuyama se


propagó a todo el mundo fue Washington D. C. De hecho, para algunos
comentaristas, el fin de la Historia decía más sobre Washington que sobre
la teoría en sí misma. Para otros, Washington nunca ha sido un ámbito de
ideas originales, aunque le guste pensarse a sí misma como una ciudad de
conceptos audaces, en la que la idea más grande es la mejor, y en la que
no es necesario leer el artículo o el libro que contiene la teoría de moda, ya
que amigos o columnistas siempre harán un resumen. Pese a esto, lo cierto
es que el surgimiento de una nueva teoría hizo sentir a Washington, según
algunos comentaristas, como el lugar más inteligente y sustancioso, co-
mo si la capital estadounidense fuera la antigua Atenas. Por otro lado, The
National Interest, la revista que publicó el artículo «The end of History?»,
nació con la preocupación de la desintegración de la Unión Soviética y con
el reto de analizar el mundo de la posguerra fría. Pronto fue considerada
una de las más importantes en su género y en el ámbito político inmediato
al que pertenecía Fukuyama; ámbito que surge, en realidad, de la confluen-
cia del contexto político (sobre todo, la Nueva Derecha), del contexto intelec-
tual (el neoconservadurismo) y de la coyuntura inmediata creada en y por la
administración Bush en los cuatro años de su mandato.

La tesis del final de la Historia fue concebida por Francis Fukuyama cuan-
do trabajaba en la Rand Corporation. Allan Bloom y Nathan Tarcov lo ani-
maron para que dictara una conferencia en la Universidad de Chicago, y
más tarde, Owen Harries, uno de los editores de la revista The National
Interest, lo indujo a que transformara la conferencia en artículo30. A partir
de ahí, el alcance mediático de la tesis fue imprevisible, y todo se escapó
de las manos. Tanto The New York Times como The Washington Post y New
Perspectives Quarterly reprodujeron31, a su manera, el artículo original. The
New York Times dejó el grueso de la información en manos de su revista

Joel Achenbach. «The Clash» en The Washington Post, 16/XII/2001, p. W17.


29 ������
30  Fukuyama quedó impresionado por la energía e inteligencia del editor de The National Interest, la
«nueva y oscura —también insistía en la palabra— revista» pero le dijo que no tenía nada que ofrecerle
[Francis Fukuyama. «Second Thoughts. The Last Man in a Bottle» en The National Interest, nº 56, verano
de 1999, p. 16. (Gracias a Harvey Kaye por facilitarme el número de la revista)].
31  Y por extensión, la versión «mixta» de ambos, que se edita en Europa bajo el nombre International
Herald Tribune.

· 101 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

The New York Times Magazine32, aunque previamente reprodujo un extracto


del artículo titulado «How the West is Winning»33. Allí se combinaban una
entrevista a Fukuyama, un extracto de su artículo y las opiniones de sus
diferentes críticos. Por su parte, The Washington Post apostaba por la repro-
ducción de un extracto de original acompañado de una serie de imágenes
que hacían alusión a todo el siglo xx34. Lo mismo sucedería con la contesta-
ción a sus detractores, «A Reply to my Critics». The Washington Post y The
New York Times reprodujeron parte del artículo35. En 1999, Fukuyama fue
llamado de nuevo por la revista The National Interest, y otra vez por Owen
Harries, para revisitar sus pensamientos sobre el fin de la Historia.

En cuanto a la tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones, su pro-


ceso de difusión y crecimiento resultó muy parecido al de la de Fukuyama.
En esta ocasión el medio elegido fue la prestigiosa publicación de relacio-
nes internacionales Foreign Affairs. Según los editores, suscitó un volumen
de discusión superior al de ningún otro durante los tres años siguientes a
su publicación, en cuarenta años de prestigiosa trayectoria. Sobre la revis-
ta, Tanju Çataltepe precisó que se trataba de una publicación del Council
on Foreign Relations, una organización muy influyente, en la que debate la
élite estadounidense de relaciones exteriores. El Council on Foreign Relations
fue instituido al final de la Primera Guerra Mundial como un think-tank no
gubernamental y representaba el medio oficial en el que se publicaban las
políticas de carácter internacional, como la de Kennan36.

James Atlas. «What is Fukuyama Saying?» en The New York Times Magazine, 22 /X/1989, pp.
32 �������
38-42. Reproducido también en James Atlas. «The End: Not with a Biang but a?» en The Guardian, 04/
XI/1989, p. 25. Entre otros muchos medios, el diario canadiense The Globe and Mail también se hacía eco:
Ray Conlogue. «The End of History: Is it Bunk?» en The Globe and Mail, 28/XII/1989, p. A7.
Francis Fukuyama, «How the West is Winning»en The New York Times, 27/VIII/1989, p. E5 y E6. El
33 ���������
artículo estaba macerado con los comentarios de Richard Bernstein, que le acompañaba con un artículo
explicativo: Richard Berstein. «’Judging Post-History’. The Theory to End All Theories».
Francis, Fukuyama. «The End of History?» en The Washington Post, 30/VII/1999, p. C1 y C2. Otro
34 ����������
de los grandes medios estadounidenses, Los Angeles Times, hacía un resumen de dos páginas del artícu-
lo. Bob Sipchen resumía las ideas y hacía algunas citas literales, aunque también citaba las argumenta-
ciones de algunos de sus críticos (Huntington, Krauthammer o Talbott). Ver Bob Sipchen. «DC Abuzz
Over Theory That the End Is Near» en Los Angeles Times, 21/IX/1989, pp. 5-6. Por último, el diario The
Atlanta Constitution, hacía referencia al artículo nada menos que en su editorial, con un espacio de seis
párrafos situados en la parte inferior izquierda de la página editorial: «The State Department Waits for
the End» en The Atlanta Constitution, 30/VIII/1989, p. A8.
Francis, Fukuyama. «Beyond the End of History» en The Washington Post, 10/XII/1989, pp. C1 y
35 ����������
C4. Richard Bernstein. «The End of History, Explained for the Second Time» en The New York Times,
10/XII/1989, p. E6. También fue reproducido en muchos otros diarios. Un ejemplo fue la reproducción
más reducida que hizo el diario inglés The Guardian: Francis Fukuyama. «The End of Hysteria?» en The
Guardian, 15/XII/1989, p. 23:1.
36  Con lo cual en este caso el artículo no había servido para consolidar su publicación —como acon-
teció con The National Interest—, sino para aumentar su prestigio y a la vez proseguir con el dominio
estadounidense en este tipo de cuestiones. Huntington era director y profesor del Instituto de Estudios
Estratégicos John M. Olin de la Universidad de Harvard, fundador de la revista Foreing Policy y miem-
bro del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, y vio paralizado su nombramiento para la Academia

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

3. El Río de la Plata como contexto de recepción

Nos referiremos al neoconservadurismo en el Río de la Plata como ten-


dencia filosófica y como expresión intelectual, ya que es lo que nos intere-
sa. Entre los autores fundamentales del neoconservadurismo figuran Allan
Bloom con su libro Cierre de la cultura moderna. La decadencia de la Cultura37,
Leo Strauss con Conservadores y contrarrevolucionarios. La crítica moderna
de la modernidad política y los ya citados Fukuyama, Huntington y Kojève.
Todos son autores con una amplia recepción en el Río de la Plata. Debe
destacarse el importante trabajo de síntesis de las ideas de Strauss realiza-
da por Claudia Hilb, con la reproducción de las obras de ese autor en dife-
rentes ediciones argentinas. En otro sentido, la obra de Kojève Introduction
à la lecture de Hegel ha sido traducida en varias ocasiones38. Los casos de
Fukuyama y Huntington serán desarrollados a lo largo del texto.

América Latina fue una de las regiones donde las tesis neocoservadoras,
y en especial las de Fukuyama y Huntington, tuvieron una especial reper-
cusión. El mismo Fukuyama en una entrevista declaraba que:

«[…] Pienso que la respuesta más entusiasta que recibí provino de América
Latina y de Europa Oriental, en países en los que había habido transiciones de
un gobierno autoritario a otro democrático en un pasado reciente. Creo que son
más entusiastas porque, en muchos aspectos, en Europa y los Estados Unidos la
gente da por sentado el sistema democrático, mientras, por lo que sé, en América
Latina, particularmente, encontramos esta etiqueta democrática que llegó al po-
der en los ochenta, y pienso que la gente quería comprender cómo se vincularon

Nacional de las Ciencias de Estados Unidos después de que un miembro de aquel gremio se entretuvo
en mostrar que sus «fórmulas» eran pura palabrería, carentes de la mínima especificación para resultar
significativas. Ver Félix Duque. «La democracia de los números» en El País, Madrid, 16/V/2003. Duque
no descubría nada nuevo. Esa cuestión ya había sido develada por Pfaff, quien sostenía que Hunting-
ton había sido director del Consejo Nacional de Seguridad durante la administración Carter y fue
rechazado en dos ocasiones (1986 y 1987) por la Academia Nacional de las Ciencias, porque los miem-
bros de esa institución criticaron su presentación realizada en términos matemáticos como si fueran
hallazgos científicos objetivos: William Pfaff. «Sobre el choque de civilizaciones, una reconsideración»
en Política Exterior, 59, XI, octubre de 1997, pp. 156-157. Ver también Tanju Çataltepe. «Old Enemies,
New Paradigms». [En línea]. [Citado el 31 de enero de 1997]. Disponible en Internet en: http://www.
wakeup.org:80/samples/tc_3_4.htm.
37  Alan Bloom. Cierre de la cultura moderna. La decadencia de la Cultura. Buenos Aires: Emecé, 1989.
Versión en español de Alan Bloom. The Closing of the American Mind: How Higher Education has failed
democracy and impoverished the souls of today`s students. Londres: Penguin Books, 1987.
38  Existen tres tomos que fueron realizados en 1971 a partir de Alexandre Kojève. Introduction à la
lecture de Hegel. París: Gallimard, 1947. Se trata de: Antropología y ateísmo en Hegel, La dialéctica del amo y
del esclavo y La dialéctica de lo real y la idea de mito en Hegel [Buenos Aires: La Pléyade, 1971-1972]. También
hay otras ediciones: Buenos Aires: Fausto, 1999. Para Strauss, ver Leo Strauss. El arte de leer. Una lectura
de la interpretación straussiana de Maquiavelo, Hobbes, Locke y Spinoza. Buenos Aires: Siglo 21, 2001.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

a un movimiento que tenía lugar en todo el mundo, en Brasil, en Argentina, o


donde sea […]»39.

El artículo de Fukuyama sobre el fin de la Historia se publicó en la revista


argentina Doxa. Cuadernos de Estudios Sociales40, y en el seminario uruguayo
Brecha, en un total de tres artículos. También hubo diferentes réplicas de las
tesis de Fukuyama en los diarios Clarín y en La Nación, en varios momentos
a lo largo de los años noventa y en el nuevo siglo. En cuanto a El fin de la
Historia y el último hombre, la edición rioplatense contiene los mismos erro-
res que la versión peninsular, con un formato algo mayor y una portada
de diferente color41. En cuanto a Huntington, su libro es el mismo, editado
tanto en España como en otros países latinoamericanos42. En cuanto a los
artículos, fueron reproducidos en diferentes diarios, como veremos.

3.1. El fukuyamanismo argentino

El Río de la Plata no era un espacio nuevo para la recepción de algunos


autores que regresaron a la actualidad, a la Historia inmediata. Kojève (es-
pecialmente) y Strauss habían circulado ya desde los años setenta con tra-
ducciones de algunas de sus obras. Por ello, la recepción de autores como
Fukuyama o Huntington, fue mucho más acolchada que en otros ámbitos
geográficos, como España o Portugal.

La repercursión de la tesis de Fukuyama en Argentina se llamó


Fukuyamanismo: defensa de instituciones liberales y económicas y polí-

39  [Texto traducido de la edición original]. Ver Israel Sanmartín. El debate Fukuyama y el futuro de la
Historia. Santiago de Compostela: Servicio de Publicacións e Intercambio científico da usc, 2006.
40  Doxa. Cuadernos de Ciencias Sociales, nº 1, otoño de 1990, pp. 3-12. En donde también se publica-
ron las primeras réplicas de los críticos de Fukuyama que aparecen en la revista original The National
Interest.
41  Ver Francis Fukuyama. El fin de la Historia y el último hombre. Buenos Aires: Planeta, 1992. Estas
diferencias ya provienen de la versión estadounidense, que en relación a la española se diferencian
en la portada. El libro anglosajón no llevaba impreso el dibujo de Leonardo da Vinci ni presentaba la
foto de Fukuyama con una breve reseña personal. Además, las notas aparecían en la versión original al
final del libro y en la versión en castellano a pie de página. Tampoco se incluía en la versión original la
pequeña presentación de la contraportada. E incluso la encuadernación variaba y las endebles pastas
que ofrecía el libro de la Colección Documento de la editorial Planeta, se convertían en robustas en la
edición de Free Press (aunque también había una versión rústica del libro). Asimismo, las 418 páginas
de la primera versión pasaron a 474 en la castellana, en parte debido al mayor tamaño de la obra nor-
teamericana. Otra diferencia correspondía a las citas de autores, las que en el original figuraban sepa-
radas del texto y en la traducción, insertas en él. Ver Israel Sanmartín. «La divulgación de «el fin de la
Historia» en España» en Cuadernos de Estudios Gallegos, vol. xlvii, nº 113, 2000, pp. 205-234.
42  Samuel P. Huntington. El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Barcelona:
Paidós, 1997.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

ticas43. Buscaba, además, la exaltación personal del autor. Así, Tomás


Várnagy en un artículo titulado «Examen a Fukuyama», recogía que este
pensador tenía buen apetito, disfrutaba del buen vino, utilizaba la serville-
ta, era aficionado a la carpintería y a Micky Mouse. Durante una visita de
promoción de su libro en Argentina, Tomás Várnagy anotaba en una entre-
vista mantenida con los políticos Gustavo Beliz y Fredy Storani, que:

«[…] demostró ser una persona de buen apetito: todos su platos fueron retira-
dos en avanzado estado de limpieza. También supo gustar el buen vino servido,
aunque sólo aceptó que fuera blanco. Se lo notó sumamente cuidadoso de no
ensuciar su impecable traje grisáceo: por eso tomó la precaución de cubrirse con
una servilleta que ató de manera curiosa a su cinturón»44.

También se buscó la reproducción de los textos de Fukuyama por otros


medios, como es el caso del texto Disertación de F. Fukuyama45, cuestión que
fue de alguna forma refrendada por otros libros que promovían el apoyo a
Occidente46. De todos modos, la tesis del fin de la Historia siempre se man-
tuvo muy visible en la prensa. En alguna entrevista, Fukuyama se quejaba
todavía en el año 2000 de que le replicaran que la Historia no había ter-
minado, por tal o cual acontecimiento, y que la globalización era el mejor
ejemplo de sus tesis sobre el triunfo de la democracia liberal y el capita-
lismo, aunque él matizaba que se trataba aún de un proceso superficial, y
que configuraba un eufemismo de norteamericanización, porque «Estados
Unidos es la sociedad capitalista más avanzada y sus instituciones repre-
sentan el desarrollo lógico de las fuerzas del mercado»47. No se considera-
ba un fundamentalista del mercado: «cualquier sociedad moderna debe
ser una sabia mezcla de sector privado y público que regule y distribuya,
en cierta medida, los recursos»48. Por ello, Juan Pablo Feinman llamaba
43 ��������
Judith Weinraub. «Beginning at the End: Author and Philosopher Francis Fukuyama. Making
History»en Washington Post, 16/III/1992, pp. C1 y C8; Michael Novak. «Beyond the End of History?»,
Fortune, 24/II/1992, pp. 112-113.
Ver Tomás Várnagy; Daniel González. «Examen a Fukuyama» en Somos, 09/XII/1991, p. 23 (mi
44 �����������
deuda con el Profesor Várnagy por el envío de este documento).
45  Secretaría de la Función Pública, Buenos Aires, 1991.
46  J. Sebrecelli. El asedio a la modernidad, Buenos Aires: Sudamericana, 1992, es una loa a Occidente
y tiene como crítica la de Marcelo A. Velarde. «El asedio ideológico: J.J. Sebreli y los falsos triunfalis-
tas» en Boletín de Historia, 23, 1993. Hay otros textos como La teoría de los doxósofos, análisis crítico de
la teoría de Francis Fukuyama elaborada por el sociólogo argentino Alberto J. Franzoia en 2004. En
2008 Alberto Franzoia publicó otro trabajo sobre Fukuyama cuyo título es «Fukuyama: ¿el fin de la
Historia o de un fraude intelectual?». Allí se analiza la trayectoria intelectual de Fukuyama, desde el
artículo que lo catapultó a la fama («El fin de la Historia», 1989) hasta sus recientes manifestaciones
en un reportaje realizado por Newsweek (2008) donde afirma que siempre abordó la Historia desde el
marxismo. También existe otro texto titulado¿El fin de la Historia? Notas sobre el espejismo de Fukuyama,
de Luis R. Oro Tapia.
47  Pedro Rodríguez. «Entrevista a F. Fukuyama» en La Nación, 16/IV/ 2000, Sección 7, p. 3. (Debo
agradecer a la Profesora Hebe Pelosi por el envío del texto).
48  Bernarda Llorente. «Entrevista a Fukuyama» en Clarín, 24/I/1999, p. 9. (Gracias a la profa. C.
Godoy por la reseña).

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

«mentiroso» a Fukuyama y sostenía que los estadounidenses merecían el


atentado del 11-S por su política económica sobre el Tercer Mundo durante
los años noventa49.
El artículo «Choque de civilizaciones» también fue reproducido en el
periódico argentino La Nación en el año 2001. Algunos críticos argentinos
de Huntington conceptualizaron la nueva situación como un desplaza-
miento. El fin de la Historia daba paso al choque de civilizaciones, tesis predi-
cha por Huntington en 1993 y según la cual los escenarios futuros de gue-
rra involucrarían a civilizaciones50. También se reprodujeron en Argentina
diferentes artículos de Fukuyama, como el que dio origen a la tesis de la
«brecha transatlántica» de Robert Kagan51. Lo mismo ocurrió con los textos
relativos al futuro poshumano52.

3.2. Una aproximación a Uruguay

En cuanto a Uruguay, Brecha se presenta como uno de los focos fun-


damentales que reflejaron las polémicas neoconservadoras. Editado en
Montevideo, este semanario se considera parte de la «prensa progresis-
ta mundial»53 y constituye una de las publicaciones de referencia en los
debates intelectuales en Uruguay. En su número de julio de 1990, daba
cuenta del primer artículo de Fukuyama titulado «¿El fin de la Historia?»
54
, acompañado de una serie de textos críticos, al modo del original publi-

49  José P. Feinmann. «Fukuyama mentiroso». [En línea]. En Página 12, 30/IX/2001. [Citado el 8 de
diciembre de 2001]. Disponible en Internet en: http://www.pagina12.com.ar72001 /suple/radar/01-09
/01-09-30/nota6.htm.
50  Por ejemplo: Claudio Uriarte. «A qué apostar (y a qué no) en la nueva bolsa de valores de la
guerra». [En línea]. En Página 12, 01/X/ 2001. [Citado el 11 de abril de 2002]. Disponible en Internet en:
http://www.pagina12.com.ar/2001/01-10/01-10-15/pag22.htm; José P. Feinmann. «Huntington, el nuevo
Fukuyama» en Página 12, 22/IX/1999; Analía Roofo. «Entrevista a Tulio Halperin». [En línea]. En Clarín,
16/IX/2001. [Citado el 17 de septiembre de 2001]. Disponible en Internet en: http://www.clarin.com/
diario/2001-09-16/o-03615.htm; y «Entrevista a Carlos Barros» en diario La Capital, Mar del Plata, 12
/X/2001.
51  Francis Fukuyama. «Un desafío mayor que el comunismo», suplemento El mundo en alerta en La
Nación, 07/IX/2002, p. 102. (Gracias a Hebe Pelosi por la referencia).
52 Francis Fukuyama. «Desconfiemos de la biotecnología». [En línea]. En Clarín, 29/VII/2002. [Citado
el 26 de agosto de 2002]. Disponible en Internet en: http://old.clarin.com /diario/2002/07/29/o-01901.
htm. Hace referencia a: Francis Fukuyama. Our Posthuman Future:Cconsequences of the Biotechnology
Revolution. Nueva York: Farrar, Starus & Giroux, 2002. Previamente había aparecido un adelanto en
la revista The Public Interest (hermana de The National Interest, pero para asuntos internos de Estados
Unidos).
53  Ver Gennaro Carotenuto. «Prensa y antisemitismo» en Brecha, 19/XI/2004, p. 38. (Quiero agre-
decer al profesor Juan Andrés Bresciano su paciencia y dedicación para ponerme en la pista de esta
documentación y de otras relativas al tema en Uruguay).
54  Francis Fukuyama. «¿El fin de la Historia?» en Brecha, 27/VII/1990, p. 16. Un resumen de un tercio
del artículo original. Ver «Tres respuestas a Fukuyama», Brecha, 27/VII/1990, p. 17, de Timothy Fuller
(The National Interest) —quien habla de la influencia de Strauss y Kojève—, André Fontaine (Le Monde)
—más sobre Marx—, y León Rozitchner (psicoanalista argentino) —quien conecta liberalismo, demo-

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

cado en la revista The National Interest, y de forma similar a otros países.


En el mismo número también aparecía un resumen de «A Reply to my
Critics». Rápidamente, Eduardo Galeano se hizo eco del primer artículo de
Fukuyama, afirmando en un texto que el fin de la Historia no era ninguna
novedad: «en el fin de la Historia, el tiempo se jubila, el mundo deja de
girar. Ronald Reagan despierta y dice: la Guerra Fría acabó». Finalizaba
señalando: «ahora nos dicen que el futuro es el presente»55. En la misma
línea, a finales de noviembre de 1990, el semanario recogía un artículo de
André Gunder Frank en contra del fin de la Historia, y en contestación a los
dos primeros artículos de Fukuyama, en los que criticaba la posibilidad de
la democracia y liberalismo en América Latina56.

El finalismo siguió estando presente en Brecha durante los años noven-


ta57, ya que también se recoge todo lo referente al texto de Fukuyama «El
fin del orden», sobre el nuevo papel de la mujer en la sociedad y sus con-
secuencias. Se reproducen unas declaraciones de Fukuyama (sin fuente)
en las que éste afirma que «[…] la culpa de la gran ruptura la tienen los
hombres. […] Se sienten liberados de la obligación de permanecer al lado
de sus esposas y, sobre todo, de los hijos que ellos mismos engendraron»58.
Durante años, la cuestión siguió siendo de actualidad:

«El fin de la Historia es, en realidad, una vieja consigna apocalíptica, formulada
primero por el imperialismo cristiano español y refundido más tarde por el mi-
lenarismo nacionalisocialista alemán bajo el signo de la construcción de siempre
repetidos órdenes mundiales globales […] El programa del final de la Historia
define también el estado de parálisis intelectual, la ausencia de proyectos artísti-
cos o sociales, el vacío existencial que domina en los centros de decisión cultural
global. Define un nihilismo integral ligado a la concentración de poder tecnoló-
gico y financiero. Este vacío exige un cambio radical en nuestra forma de pensar
globalmente y en la definición de nuestro futuro»59.

En 1997 se reproducían las opiniones de Fukuyama sobre la tesis del fin


de la Historia. Se hacía mención a la publicación del libro Confianza. Las
virtudes sociales y la creación de la prosperidad y a unas declaraciones del autor
realizadas a los periodistas de World Media: «Nada de lo que me ocurrió

cracia y la filosofía de Marx y Hegel, con el Tercer Mundo—. También Francis Fukuyama. «Dúplica» en
Brecha, 27/VII/ 1990, p. 17.
55  Eduardo Galeano. «El desprecio como destino. La teoría del fin de la Historia se pone de moda»
en Brecha, 10/VIII/1990, p. 32.
56  André Gunder Frank. «No hay fin de la Historia: la lucha democrática continúa» en Brecha, 23/
XI/1990, pp. 26-27.
57  Como Niko Schvarz. «Después del fin de la Historia ¿el fin del empleo?» en Brecha, 16/V/ 1997, pp.
14-15. Se trata de una reproducción del diario Clarín de Buenos Aires.
58  Ver Daniel Gatti. «Ahora se acabó el orden social» en Brecha, 5/XII/1997, p. 21.
59  Ver Eduardo Subirats. «Las guerras del fin de la Historia» en Brecha, 12/IV/ 2002, p. 34.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

en los últimos cinco años me ha hecho cambiar de idea»60. En 1998 se pu-


blicaron noticias sobre Fukuyama; incluso Brecha se hizo eco de la publica-
ción del libro de Perry Anderson Los fines de la historia, una contestación a
Fukuyama y las relaciones de éste con Kojève61. Otras veces se utilizaba la
tesis del fin de la Historia para hacer reflexiones sobre la situación política
uruguaya62.

También la tesis del choque de civilizaciones tuvo recepción en Brecha. El


historiador José Rilla analizaba esa tesis en una entrevista en la que se ex-
presaba sobre la vigencia del libro de Huntington, tras el 11 de septiem-
bre de 200163. Rilla trataba de develar la matriz conservadora y sus debi-
lidades para defender los intereses occidentales; sostenía que Fukuyama
«festejaba», pero Huntington afirmaba que «ganamos, pero si no actuamos
con firmeza y conciencia civilizatoria occidental, lo perderemos todo». En
otro sentido, pensaba que Huntington creía que para ordenar el caos se
debía volver a la larga duración en la historia, vinculándolo con Braudel.
Finalmente, subrayaba que «más que de guerra de civilizaciones, debería-
mos estar hablando de terrorismo»64.

Otro de los trabajos que podemos reseñar es el de Miguel Barbero


Alzadora y su libro ¿El fin de la tontería?65, ya que incluía diferentes cues-
tiones relativas a la cuestión del fin de la Historia. Planteaba un argumen-
to semántico y conceptual aduciendo que Fukuyama utilizaba, interesa-
damente, como sinónimos los términos progreso, crecimiento, acumulación
y evolución. Para desentrañar todo esto, sostenía el autor que desarrollo
y expansión capitalista no significaban necesariamente progreso. Por úl-
timo, uno de los trabajos más solventes y más serios fue el que abordó la
60  Ver «El capitalismo es la única vía» en Brecha, 01/VIII/1997, p. 31.
61  Raúl Zibechi. «Una historia sin fin», Brecha, 03/IV/1998, p. 19. Refiere al libro Los fines de la historia
de Perry Anderson y de la relación de Fukuyama con Kojève, esencialmente. Había más reflexiones
sobre Marx: ver José P. Rilla. «Seducción sinóptica y fin de la Historia» en Brecha, 06/III/1998, p. 26;
Jorge Albistur. «El fin de la Historia y otras historias» en Brecha, 20/II/ 1998, p. 22. (Se hace eco de José
Carlos Bermejo. Entre historia y filosofía, Madrid: Akal Ediciones, 1994).
62  Marcelo Pereira. «Fukuyama go home» en Brecha, 12/XI/1993, p. 8. Comparaciones con el go-
bierno de izquierda en Uruguay: Gabriel Papa. «La posizquierda y el fin de la Historia» en Brecha, 02/
IX/2005, p. VIII.
63  Ver Diego Sempol. «El choque de culturas» en Brecha, 21/IX/2001, pp. 16-17.
64  Igualmente, se trataba el tema de Huntington con la publicación de su libro Quiénes somos, en
donde abordaba la cuestión de los hispanos y el problema que suponía para él la llegada de los his-
panos para al ideología wasp (blanco, anglosajón y protestante), con algún error tipográfico. Ver Jorge
Bañales. «Cuidado con los mexicanos» en Brecha, 14/V/2004, p. 31. En otro sentido, se aprovechaba la
cuestión del choque de civilizaciones como acontecimiento monstruo para poner en tela de juicio el
multiculturalismo. Ver Gennaro Carotenuto. «Del modelo de convivencia al choque de civilizaciones»
en Brecha, 19/XI/2004, pp. 38. También se siguió con reflexiones sobre el «eje del mal», la idea de David
J. Frum. Como por ejemplo en Gennaro Carotenuto. «El día en que el Choque de Civilizaciones se
derritió bajo las cámaras de tevé. Nos habíamos odiado tanto» en Brecha, 13/IV/2007, p. 40
65  Miguel Barbero Alzamora. ¿El fin de la tontería? Montevideo: Ediciones de Juan Darién, 1993.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

profesora Barbara Díaz, de la Universidad de Montevideo, al comparar


los planteamientos de Francisco de Vitoria con los de Francis Fukuyama,
Samuel Huntington y Robert Kagan. La profesora Díaz propuso la idea de
communitas orbis como un pilar para constituir el nuevo orden internacio-
nal. El libro se realizó en una estancia en España, pero con una bibliografía
totalmente documentada y muy completa de los cuatro autores, sobre sus
críticos y sobre diversos estudios con respecto al tema. Se trata de un exce-
lente trabajo de Historia comparativa que estudia contextos, presenta a los
autores y realiza una confrontación final, tanto histórica como conceptual,
en todos los sentidos66.

3.3. La recepción desde Historia a Debate como red historiográfica


latina con fuerte implantación en el Río de la Plata

La tesis del fin de la Historia en el Río de la Plata supuso algo más que
su reproducción; implicó la aparición de aportes y de críticos originales;
fomentó el debate; motivó la publicación de libros y de artículos (tanto en
prensa como en revistas más o menos académicas); e indujo a organizar
conferencias y seminarios. Un ejemplo de ello lo aporta la Red Académica
Internacional de historiadores Historia a Debate, de la que muchos de sus
integrantes pertenecen al Río de la Plata, pese a que dicha red no se en-
cuentra radicada en la región. La red académica dedicó al particular un
espacio en sus congresos internacionales, además de fomentar discusiones
en sus seminarios, tanto desde la perspectiva de la Historia como discipli-
na científica, como desde otros aspectos más específicos67.

Desde Historia a Debate se ha estimulado el resurgimiento del pensa-


miento alternativo, que ha propiciado, como señala Naomi Klein tras el 11
de septiembre de 2001, que la Historia retorne con H mayúscula. En ese
marco, el coordinador de la red, Carlos Barros, tachó la tesis de Fukuyama
de inteligente e intuitiva, puesto que la aceleración de la Historia supuso
un recomienzo de la Historia en 1994 con la revuelta de Chiapas, conti-
nuada con la guerra de la otan en Yugoslavia, con las manifestaciones de
Seattle, con el 11-S, y demás acontecimientos que siguieron. Las profecías
finalistas no se habrían cumplido y la Historia continuaba68. El I Congreso

66  Bárbara Díaz. El internacionalismo de Vitoria en la era de la globalización. Pamplona: Cuadernos de


Pensamiento Español, 2005.
67  Ver Actas del II Congreso Internacional Historia a Debate. Santiago de Compostela, 2000; en cuanto
a los seminarios, visitar la página y en cuanto a los artículos, ver las Actas y diferentes artículos del
Grupo Manifiesto.
68  Naomí Klein. «Al carajo, señor Fukuyama». [En línea]. En Rebelión, 23/XII/2001. [Citado el 11 de
abril de 2002]. Disponible en Internet en:

· 109 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

Internacional Historia a Debate se hizo eco en 1993 de la amplia polémica


que había suscitado la tesis de Fukuyama, dedicándole ponencias y mesas
redondas. En tal sentido, señalaba Carlos Martínez Shaw que la tesis de
Fukuyama merecía un análisis en profundidad:

«Sin duda el libro no tendría tanto éxito sin el aluvión de respuestas de sus críti-
cos y está claro que se aprovechó de los cambios acaecidos en la Europa del Este
y en la urss […] era una mera exposición de sus deseos personales y opiniones,
como una construcción sustentada en buena mediada en el vacío»69.

Por su parte, Paul Freedman pensaba que la tesis era un desprecio al


pasado y Lawrence Stone la calificaba como un «sin sentido»70. En cuanto a
otras aportaciones, Miguel A. Cabrera reflexionó sobre la idea de detención
de la historia real y la imposibilidad de modificar el modelo social vigente,
desde diferentes perspectivas y con una gran finura intelectual. Estas con-
sideraciones fueron complementadas por Juan Manuel Santana, quien se
mostraba muy preciso al exponer que el momento histórico había llevado a
todos el pesimismo, pero no era más que el final de una época en la que la
historia se aceleraba. Todo ello se plasmaba en los enfrentamientos entre el
Imperio americano y el Tercer Mundo, por lo que debíamos de tomar en se-
rio a Fukuyama. Junto a esos textos figuraba el de Carlos Barros, en el que
hablaba de la relación pasado/presente/futuro y de que la historia no tiene
una meta prefijada sino que los futuros son varios, abiertos y alternativos71.
El II y III Congreso Internacional Historia a Debate también se hicieron eco
de diferentes cuestiones relativas a estos asuntos, como puede verse en sus
programas y en sus actas.

< y Carlos BARROS. «El retorno de la historia» en Actas II Congreso Internacional Historia a Debate, op.
cit., vol. 1, pp. 153-154.
69  Carlos Martínez Shaw. «En final de la historia» en Actas I Congreso Internacional Historia a Debate,
Santiago de Compostela: 1995, p. 36; también publicado en Carlos Martínez Shaw. «Tres puntos débi-
les» en Temas de nuestra época, El País, Madrid, 29/VII/ 1993, p. 6.
70  Paul Freedman. «Mesa A: el final de la historia» en Actas I Congreso Internacional Historia a Debate.
Santiago de Compostela: 1995, p. 35; Lawrence Stone. «Mesa A: el final de la historia» en Actas I Con-
greso Internacional Historia a Debate. Santiago de Compostela: 1995, p. 38.
71  Miguel A. Cabrera. «La Historia y las teorías del fin de la Historia» en Actas I Congreso Internacio-
nal Historia a Debate. Santiago de Compostela: 1995, p. 211; Juan M. Santana. «La historia en el fin de
una época o el secuestro de Clío» en Actas I Congreso Internacional Historia a Debate. Santiago de Com-
postela: 1995, pp. 254-255. Ver Carlos Barros. «La historia que viene» en Actas I Congreso Internacional
Historia a Debate. Santiago de Compostela: 1995, pp. 109-110.

· 110 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

3.4. Conclusiones del contexto de recepción y reproducción


rioplantense

El contexto de producción del neoconservadurismo es académico, pero


vinculado, en un incio, al mundo periodístico y político de Estados Unidos.
Los mismos ámbitos se hallan presentes en el Río de la Plata. En cierto sen-
tido, se trata una tesis científica planteada desde el periodismo, y esa es la
razón de su éxito. El contexto de reproducción constituye otro tiempo en la
vida de la tesis, aunque tuvieron mayor impacto los dos primeros artículos
del autor que su libro, y hubo muchas aportaciones propias bajo un manto
intelectual favorable a pensadores como Kojève y Bloom. En cuanto al con-
texto de recepción, se centra más en la asimilación de la novedad que en los
propios autores. Al respecto, podemos establecer las siguientes etapas72:

Etapa 1 Etapa 2 Etapa 3 Etapa 4


Artículo Segundo Artículo Libro Resto del debate
The End of A Reply to my The End of Huntington, etc.
History?,1989 Critics, 1989 History, 1992

Es posible concluir que existió una buena reproducción mediática del


texto de Fukuyama (como en otros muchos lugares), al ser en gran medida
una discusión periodística. Hubo una excelente recepción en el Río de la
Plata y hubo aportaciones propias interesantes, aunque faltas de profun-
didad. Muchas de las reflexiones fueron tomadas en particular para la rea-
lidad rioplatense, y otras se estudiaron en el contexto de recepción de una
región favorable a la discusión intelectual, lo que hace pensar en la posible
influencia de las tesis geoepistemológicas.

4. Por una nueva asociación espacio-tiempo en la Historia

En este trabajo, nos hemos centrado en el contexto de producción, re-


cepción y reproducción del neoconservadurismo y sus desarrollos. Para
ello, hemos desempaquetado una serie de propuestas metodológicas ba-
sadas en la Historia inmediata, en la Geoepistemología y en la Historia
intelectual. Hemos constatado que en el debate sobre el neoconservadu-
rismo asistimos, una vez más, a una división internacional del trabajo
intelectual, según la cual unos crean y otros reproducen, unos opinan y
otros mimetizan esas opiniones. La geografía y la idea que tenemos de

72  Ver Claudio Canaparo. Ciencia y escritura. Buenos Aires: Zibaldone, 2003.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Israel Sanmartín

Norte/Sur, de alguna forma, se reproducen desde lo intelectual. Existen


grandes centros de producción en los que se crean los temas y se distribu-
yen a todo el mundo por medio de canales informativos capitalistas y occi-
dentales (colonización epistemológica). Estas ideas arriban a los centros de
recepción, que los reproducen como grandes novedades. Las aportaciones
que se hacen desde estos centros periféricos nunca llegan a los centros de
producción, por lo que no hay un debate verdadero.

Podemos sostener que existe una auténtica Historia inmediata, que re-
flexiona sobre lo que está aconteciendo desde el punto de vista del propio
investigador, que maneja diversas fuentes de información (prensa, medios
audiovisuales, informes gubernamentales, Internet, etc.) y que utiliza los
diferentes estratos del tiempo (ya que el mismo presente ofrece un tiempo
estratificado). No es lo mismo el tiempo en el proceso de producción que
en el de recepción y reproducción, así como tampoco son iguales los con-
textos. De este modo, surge una nueva forma de entender la Historia, en la
que se relacionan los diferentes tiempos presentes, sus contextos y sus es-
pacios, a partir de una pluralidad de enfoques que entremezclan esas tres
matrices. Podemos hablar de la interacción de lugares, tiempos y contextos
en plural, puesto que son varios. Espacios, porque son diferentes los luga-
res en los que se produce, se reproduce y se piensa la tesis; tiempos, porque
cada espacio está asociado a un tiempo «inmediato» diferente y a unos
acontecimientos que se desarrollan de forma local, pero que también inte-
raccionan con lo que está sucediendo en los otros espacios y contextos. Así,
las tesis neoconservadoras se gestan en un ambiente político determinado,
pero deben interactuar con diferentes contextos intelectuales, geográficos,
políticos e históricos locales, que producen sus propias reflexiones sobre
el tema. Deberíamos considerar esta cuestión como dividida en diferen-
tes planos. Por un lado, todo lo relativo al eje de los acontecimientos, lo
cual supone pensar la tesis desde la Historia inmediata. Por otro lado, el
aspecto ideológico asociado a los contextos y a los espacios. Por último, el
plano relativo a lo intelectual, en el que reflexionamos sobre autores, ideas
y conceptos.

Historia inmediata, Geoepistemología e Historia intelectual constituyen,


entonces, puntos de partida para un nuevo entendimiento de las diferentes
relaciones espacio-tiempo, en las que el tiempo no tiene que construirse
en base a un fin, el espacio no tiene que estar acotado con antelación, y las
ideas deben ser discutidas en los diferentes contextos intelectuales. El tiem-
po, el espacio, las ideas, son móviles y están sujetos al devenir histórico,
interpretado este último no en base a cadenas ideológicas preestablecidas,
sino al albur de los propios cambios. Tanto el tiempo, como el espacio,

· 112 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La recepción del neoconservadurismo en el Río de la Plata: una perspectiva geoepistemológica desde la Historia inmediata

como las ideas, se encuentran en continua construcción. Por ello, debemos


entender los diferentes presentes como el resultado de la articulación entre
lo local, lo colonial y lo epistemológico, es decir, comprender lo complejo
como punto de encuentro entre todos estos aspectos73.

73  Ver Claudio Canaparo. Reversal Thinking. Londres: Peter Lang, 2009.

· 113 ·
II.2. El presente y sus escalas: de lo global a lo local

La Historia global y el estudio del presente

Hugo Fazio Vengoa


Universidad de los Andes

1. Introducción

Hace más de medio siglo, Fernand Braudel afirmó que «la Historia es hija
de su tiempo» y que, por los profundos cambios que sacudían el panorama
mundial en ese entonces, la Historia ya no podía seguir siendo la misma.
En dicha ocasión, el historiador galo constataba que con la Segunda Guerra
Mundial un viejo mundo había quedado atrás y advertía que los anterio-
res conceptos intelectuales se habían «encorvado o simplemente roto»: que
los científicos sociales debían adentrarse en otra «aventura del espíritu» y
debían embarcarse en nuevas incursiones académicas e intelectuales1. La
idea a que invita el prestigioso historiador galo es que la Historia consti-
tuye un conocimiento reflexivo en razón de las distintas interpretaciones
«que la sociedad hace de sí misma»2.

Hemos querido iniciar este ensayo recordando esta sugestiva tesis brau-
deliana sobre el carácter reflexivo que comporta el conocimiento histórico,
porque en el recodo de los siglos xx y xxi el mundo ha transitado por una
coyuntura histórica, tanto o más radical que la que en su momento le co-
rrespondió vivir al connotado historiador francés. Son tan profundas las
transformaciones que experimentan las sociedades contemporáneas, que
la Historia no ha podido permanecer impávida y ha tenido que adaptarse
y responder a estos cambios.
En este proceso de adecuación al soplo de los nuevos tiempos han ido
surgiendo nuevos enfoques, se han diseñado novedosos presupuestos me-

1  Fernand Braudel. Historia y ciencias sociales. Madrid: Alianza, 2002, pp. 19-22.
2  Ulrich Beck. Libertad o capitalismo. Conversaciones con Johannes Willm. Barcelona: Paidós, 2002, p. 7.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

todológicos y se han acuñado nuevos conceptos3, entre los cuales un lugar


destacado le ha correspondido al de la Historia global4. No es una exage-
ración sostener que ha sido tal la atención que ha despertado la Historia
global que desde finales del siglo pasado han surgido numerosas publica-
ciones periódicas electrónicas dedicadas a este tema, importantes revistas
académicas le han dedicado números monográficos e incluso prestigiosas
universidades, como la de Warwick, han inaugurado programas académi-
cos a nivel de maestría sobre este tipo de Historia.

2. La globalización como fundamento de la Historia global

Evidentemente, no es fortuito el interés que ha despertado la Historia


global. Detrás de ella se encuentran numerosos factores, algunos de los
cuales obedecen a transformaciones que han experimentado las socieda-
des contemporáneas, y otros a desarrollos que ha sufrido el conjunto de
las Ciencias Sociales. Entre los primeros se encuentran el desfogue de las
tendencias globalizantes en nuestro presente más inmediato, situación que
tempranamente planteó el problema de la historicidad y la profundidad
temporal que reviste este fenómeno. Si en un primer momento prevaleció
la idea de que ésta era un tipo de situación inherente al mundo que debu-
taba en la década de los noventa del siglo pasado, no se requirió de mucho
tiempo para que los analistas sociales empezaran a interesarse y a debatir
por los orígenes de la globalización5, discusión que, desde luego, mantie-
ne su curso hasta la fecha.

Segundo, la intensificación de estas tendencias produjo un debilita-


miento en la capacidad de acción del Estado-nación y, consecuentemente,
promovió y destacó novedosas formas de interpenetración, varias de las
cuales trascienden las dimensiones estatales y nacionales. Donde mejor
se ha podido visualizar esta orientación ha sido en el campo de lo inter-
nacional, puesto que la globalización entrañó la degradación, mas no la
desaparición, de aquel anillo intermedio (la dimensión estatal) que antes
mantenía a distancia lo global de lo local y viceversa6. Hoy por hoy ha
ido ganando fuerza la idea de que la globalización se expresa de manera

3  Jaume Aurell. La escritura de la memoria. De los positivismos a los posmodernismos. Valencia: Publi-
caciones, Universidad de Valencia, 2005.
4  Roger Chartier. La Historia o la lectura del tiempo. Barcelona: Gedisa, 2007.
5  Barry K. Gills; William R. Thompson (eds.). Globalization and Global History. Nueva York:
Routledge, 2006; Paul Hirst; Grahame Thompson. Globalization in Question: the International Economy
and the Possibilities for Governance. Cambridge: Polity Press, 1996; Jürgen Osterhamme; Niels P. Peters-
son. Storia della globalizzazione. Bolonia: Il Mulino, 2005.
6  Giacomo Marramao. Pasaje a Occidente. Filosofía y globalización. Buenos Aires: Katz, 2006.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

«glocalizada»7, incluso en el ámbito internacional, pues constituye una di-


námica que realza la compenetración entre los factores locales con los fenó-
menos globales. De esta transformación que ha experimentado la contem-
poraneidad se ha desprendido uno de los principales designios que tiene
que practicar la Historia global para reconectar las historias nacionales y
destacar los procesos de conectividad.

Tercero, otro campo en el cual la globalización ha revolucionado a las


sociedades contemporáneas ha sido introducir modificaciones en las coor-
denadas espacio-temporales habituales, a través de una mayor compresión
del espacio y del tiempo8, una multiplicación del número de ámbitos don-
de tienen lugar las relaciones sociales y la pertenencia compartida de todos
los colectivos a un mismo horizonte espacio-temporal. Esta transformación
ha remecido directamente a la historia, por cuanto esta disciplina, más que
cualquiera otra ciencia social, recaba gran parte de su sentido y de su exis-
tencia de las condiciones de tiempo y espacio9.

Esta variación ocasionada por la globalización se encuentra en el tras-


fondo de la Historia global, en la medida en que la globalidad apunta pre-
cisamente a determinar las articulaciones entre las distintas espacialidades
históricas y a precisar el encuentro o la sobreimposición de temporalida-
des, con las cadencias que le son propias, en los grandes acontecimientos o
situaciones del pasado. Como ha señalado Arif Dirlik, es una Historia que
procura afinar

«[…] los fenómenos y procesos históricos a través de todo tipo de fronteras,


expandiendo ampliamente los espacios posibles para la investigación y expli-
cación; abre la visión histórica para una proliferación de espacialidades y, por
tanto, de temporalidades y permite un entendimiento más complejo de los pro-
cesos de la historia; en el conocimiento de la totalidad por la que clama, permite
una conciencia histórica más crítica […] en otras palabras, no es un tema, es una
metodología que complementa y desafía las otras maneras de hacer Historia.
También es importante porque estimula una apreciación del mundo, de la mo-
dernidad global»10.

Cuarto, la globalización ha demostrado ser tanto una Sociología de las


interdependencias planetarias como una nueva fenomenología del mundo,
es decir, una nueva forma de representar los problemas sociales en nues-
7  Roland Robertson. Globalization. Londres: Sage, 1992.
8  David Harvey. La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural.
Buenos Aires: Amorrortu, 1997.
9  Hugo Fazio Vengoa. La historia y el presente en el espejo de la globalización. Bogotá: CESO- Uniandes,
2008.
10 ������
Arif Dirlik. «Performing the World: Reality and Representation in the making of World
Histor(ies)» en Journal of World History, 16, 4, 2005, p. 395.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

tra contemporaneidad11. Sobre el particular, hace algunos años, con gran


perspicacia Roger Chartier sostenía que «la conciencia de globalidad de los
contemporáneos comanda, a su manera, la de los historiadores. Es por ello
que en el Congreso de Oslo Natalie Davis propuso, como una práctica po-
sible de la Historia universal, una Historia que, sin renunciar a sus objetos
o a sus escalas clásicas, se inspire de una conciencia global»12.

Si el anterior constituyó un primer conjunto de factores que promocio-


nó el advenimiento de la Historia global, otro cúmulo se localiza en las
Ciencias Sociales y en las disyuntivas que ha debido sortear la Historia
misma. Entre estos elementos conviene recordar como contextualización
que el posmodernismo de las décadas de los años setenta y ochenta dio lu-
gar a un fuerte cuestionamiento de los grandes metarrelatos, lo que condu-
jo al abandono de las síntesis históricas y a una mayor propensión por los
estudios de casos, de donde emanaban más fácilmente la heterogeneidad,
la fragmentación y la indeterminación13, así como la apreciación más pro-
funda de la complejidad multidimensional de la realidad con la correspon-
diente pluralidad de perspectivas necesarias para abordarla. Con el correr
del tiempo se ha vuelto a recuperar la importancia de las grandes historias
y se ha entendido que «la alternativa a la gran narración de la moderniza-
ción no se encuentra en las migajas parceladas, como en su momento cre-
yeron los posmodernistas, sino en el estudio de las interacciones múltiples,
más allá de las divisiones estatales (nacionales o imperiales), y en escalas
diversas»14.

En efecto, el interés por la Historia global constituye un retorno a las


grandes síntesis, pero a diferencia de las viejas historias universales, son
trabajos que han interiorizado los presupuestos posmodernos y procuran
trascender el eurocentrismo, a través de la comunión e integración en una
gran narrativa de una multitud de historias «otras». Por «otras» no sólo
debe entenderse las historias extraeuropeas, tal como se infiere de una pos-
tura poscolonial15, sino también ese cúmulo de procesos que han permane-
cido en la sombra, como bien han demostrado Linebaugh y Rediker en su
clásico texto La hidra de la revolución:

Zaki Laïdi. La grande perturbation. París: Flammarion, 2004.


11 ������
Roger Chartier. «La conscience de la globalité (commentaire)» en Annales. Histoire, Sciences So-
12 �������
ciales 1, enero-febrero de 2001, p. 122.
13 �������
Bruce Mazlish. «Global History in a Posmodernist Era?» en Bruce Mazlish; Ralph Buultjens.
Conceptualizing Global History (eds.). Boulder: Westview Press, 1993, p. 116.
14 ��������
Sanjay Subrahmanyam. «Du Tage au Gange au xvi siècle: une conjoncture millénariste à l’échelle
eurasiatique» en Annales. Histoire, Sciences Sociales, 56, 1, 2001: pp. 51-84.
15  Walter Mignolo. Historia locales/diseños globales. Barcelona: Akal, 2002.

· 118 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

«Hemos intentado recuperar algo de la historia perdida de una clase multiétnica


que fue esencial para el surgimiento del capitalismo y de la economía global mo-
derna. La invisibilidad histórica de un gran número de los temas que se tratan
en este libro debe mucho a la represión que inicialmente se desencadenó contra
ellos […] También debe mucho a la violencia de la abstracción utilizada a la hora
de escribir la historia y a la severidad de la Historia que durante mucho tiempo
ha sido cautiva del Estado-nación, el cual en la mayor parte de los estudios ha si-
do y es un marco de análisis que en gran medida no se cuestiona. Este libro trata
de las conexiones que durante siglos han sido generalmente negadas, ignoradas,
o simplemente no se han visto, pero que, sin embargo, han configurado en pro-
fundidad, la historia del mundo en el que todos vivimos y morimos»16.

Conviene recordar que desde un punto de vista estrictamente histo-


riográfico, la anterior organización de la Historia en torno a una matriz
eurocéntrica obedeció, en buena medida, al desigual nivel de conocimiento
histórico que existía entre Europa y el resto del mundo. Hace un puñado
de décadas el historiador Fernand Braudel sostuvo que, para esa europei-
zación de la Historia del mundo, el Viejo Continente se había valido de la
ventaja de haber inventado el oficio de historiar. De este modo, mientras
de Europa se tenía un conocimiento bastante detallado, la Historia extraeu-
ropea se encontraba aún en vías de construcción. Concluía el mencionado
historiador que «en tanto que el equilibrio de conocimientos y de interpre-
taciones no se haya restablecido, el historiador vacilará a romper el nudo
gordiano de la historia del mundo […]»17. Hoy por hoy, la situación es
otra: Occidente sigue siendo lo más estudiado, pero son sólidos los funda-
mentos que se han forjado sobre las demás historias, y ello ha creado un
contexto en el cual se puede pensar con otros arquetipos la Historia entera
del mundo.

La Historia global constituye una forma de trascendencia de esa anterior


deficiencia, pues propone la construcción de una cosmología que recupere
los desarrollos no occidentales y los integre creativamente dentro de una
nueva gran narrativa. Es una forma de trascendencia también en otro senti-
do: procura generar un reequilibrio con las otras Ciencias Sociales, porque
mientras antes los historiadores dejaban las grandes síntesis y las narrati-
vas maestras a los sociólogos, antropólogos y filósofos, «y se limitaban a
aplaudir desde la tribuna»18, la Historia global es un constructo forjado

16  Peter Linebaugh; Marcus Rediker. La hidra de la revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la
historia oculta del Atlántico. Barcelona: Crítica, 2005, p. 19.
Fernand Braudel. Civilisation matérielle, économie et capitalisme xv-xviii siècle. París:
17 ��������� �����������������
Armand Co-
llin, 1979, tomo II, 142.
18  Philip Pomper. «World History and Its Critics», History and Theory, 34: 2, mayo de 1995, p. 2.

· 119 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

por los mismos historiadores, de cuya audacia dependerá la profundidad


del giro histórico que emprendan las restantes Ciencias Sociales19.

La Historia global obviamente no ha nacido en medio de un vacío his-


toriográfico. Se ha nutrido de los variados avances que han registrado los
distintos campos de la investigación disciplinar, muchos de los cuales han
demostrado tener una gran utilidad incluso cuando se quiere acometer el
estudio de la condición de globalidad y de contemporaneidad de nuestro presen-
te. Entre éstos se encuentran algunos análisis sectoriales, como la Historia
de la economía mundial con sus complejas y abigarradas finanzas inter-
nacionales20, perspectivas que han mostrado ser muy fecundas cuando se
quiere comprender situaciones como la actual crisis financiera mundial21,
así como también la Historia de los grupos industriales multinacionales,
del comercio mundial y de las nuevas formas de gestión empresarial22.
Dentro de esta misma perspectiva hallamos otras fructuosas líneas de tra-
bajo como los estudios sobre el comportamiento poblacional y las migra-
ciones23, ciertas Historias de las relaciones internacionales que proponen
perspectivas más abarcadoras que las típicamente interestatales24, las nue-
vas historias sobre el imperialismo25 y el colonialismo26, dinámicas todas
ellas que comportan o comportaron en su momento significativos elemen-
tos de globalización o de globalidad.

Se ha alimentado igualmente de un buen número de desarrollos histo-


riográficos contemporáneos, como la perspectiva de la economía mundo
propuesta por Fernand Braudel en su libro Civilización Material, economía
y capitalismo27, el enfoque del sistema mundo de Immanuel Wallerstein28,

19  Terrence J. Mc Donald (ed.). The Historic Turn in the Human Sciences. Michigan: The University
of Michigan Press, 1995.
Jeffrey A. Frieden. Capitalismo global. El trasfondo económico de la historia económica del siglo xx. Bar-
20 ������������
celona: Crítica, 2007; Suzanne Berge. Notre première mondialisation. Leçon d’un échec oublié. París: Seuil,
2003; Giovanni Arrighi. El largo siglo xx. Madrid: Akal, 1999.
Jacques Attali. La crise et après? París: Fayard, 2008.
21 ���������
Wladimir Andreff. Les multinationales globales. París: La Découverte, 2003; Robert O’brien; Marc
22 ����������
Williams. Global Political Economy. Londres: Macmillan, 2004.
23  Paola Corti. Storia delle migrazione internazionali. Bari: Laterza, 2007; Massimo Livi Bacci. Storia
minima della popolazione del mondo. Bolonia: Il Mulino, 2005.
24  Ian Clarc. Globalization and Fragmentation, International Relations in the Twentieth Century. Nueva
York: Oxford University Press, 1997; Guido Formigoni. Storia della politica internazionale nell’età contem-
poranea. Bolonia: Il Mulino, 2000.
25  David Harvey. El nuevo imperialismo. Madrid: Akal, 2003; Marco Zupi (ed.). Soto sopra. La globali-
zzazione vista dal Sud del Mondo. Bari: Laterza, 2004.
26  Marc Ferro. La colonización. Una Historia global. Madrid: Siglo xxi, 2000; Marc Ferro. Le livre noir
du colonialisme xvie-xxe siècle: de l’extermination à la repentance. París: Robert Laffont, 2003.
R. Bin Wong. «Entre monde et nation: les régions braudéliennes en Asie» en Annales. Histoire,
27 ��������
Sciences Sociales, 56:1, 2001, p. 1-41.
Immanuel Wallerstein. El moderno sistema mundial. México: Siglo xxi, 1998.
28 ����������

· 120 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

la Sociología histórica29, la Geohistoria30, los Estudios poscoloniales y/o


subalternos31, la Big History32, la Historia Mundial33, la Histoire croisée34 y los
enfoques comparativistas y simultaneístas35.

De este acervo a partir del cual se ha construido la Historia global se


desprende una conclusión bien importante: a diferencia, por ejemplo, de la
corriente norteamericana de la Historia Mundial, la Historia global ha sido
el resultado de desarrollos historiográficos que no se inscriben ni pertene-
cen a ninguna tradición nacional particular. La explicación de esta circuns-
tancia puede encontrarse en la misma globalización que ha alterado la dia-
cronía de los desarrollos historiográficos y los ha sincronizado, incluidos
los de los países de mayor peso en este campo disciplinar.

Además de lo anterior, esta Historia puede ser catalogada como global


también en otro sentido: en su naturaleza más intrínseca es una propuesta
necesariamente transdisciplinaria, porque las relaciones inter-ciencias se
encuentran inscritas en el corazón mismo de este montaje36, y porque es
un tipo de narración que requiere de un enfoque dinámico, que permita
aprehender los distintos presupuestos en los que tiene lugar la glocalidad
del mundo. En tal sentido, se puede sostener que lo global no sólo obedece
a su objeto de estudio, también lo es por su intención de ir más allá de la
fragmentación historiográfica y de los compartimientos disciplinares. En
tanto que globalidad, su existencia se encuentra mediada por su capacidad
para convocar a todas las disciplinas37.

29  Charles Tilly. Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons. Nueva York: Russell Sage Foun-
dation, 1984.
Christian Grataloup. Géohistoire de la mondialisation. Le temps long du Monde. París: Armand Colin,
30 �����������
2007.
31  Dipesh Chakrabarty. Provincializing Europe. Postcolonial Thought and Historical Difference. Nueva
Jersey: Princeton University Press, 2000.
David Christian. Mapas del tiempo. Introducción a la «gran historia». Barcelona: Crítica, 2005.
32 �������
J. R. Mc Neill; H. William Mc Neill. Las redes humanas. Una historia global del mundo. Barcelona:
33 �������
Crítica, 2004; A. G. Hopkins. Global History: interactions between the universal and the local. Nueva York:
Macmillan, 2006; Paola Andrea Castaño Rodríguez. La construcción de un campo del conocimiento: la
Historia mundial. Bogotá: Uniandes, 2005.
Serge Gruzinski. Les quatre parties du monde. Histoire d’une mondialisation. París: Editions
34 �������
La Martinière, 2004; Bénédicte Zimmermann. «Histoire Croisée and the Making of Global His-
tory». [En línea]. [Citado el 8 de julio de 2009]. Disponible en Internet en: http://www.iue.it/HEC/
ResearchTeaching/20082009-Autumn/SS-reading-Zimmermann.pdf.
35  John H. Elliot. Imperios del mundo Atlántico. Madrid: Taurus, 2006; Jack Goody. Il furto della sto-
ria. Milán: Feltrinelli, 2008; Felipe Fernández-Armesto. Millenium. Barcelona: Planeta, 1995; Kenneth
Pomeranz. The Great Divergence. China, Europa and the Making of the Modern World Economy. Princeton:
Princeton University Press, 2000.
François Dosse. L’empire du sens. L’humanisation des sciences sociales. París: La Découverte, 1997, p. 387.
36 ����������
37 ����������
Caroline Douki; Philippe Minard. «Pour un changement d’échelle historiographique» en Laurent
Testot, Histoire globale. Un autre regard sur le monde. París: Sciences Humaines Éditions, 2008, p. 165.

· 121 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

Al ser transdisciplinar, entonces, con toda seguridad los historiadores


no tendrán el monopolio. Sobre el particular, Manfred Kossok hizo un va-
liente comentario:

«[La] Historia global es más que uno de los muchos campos de la Historia; so-
bre todo, es demasiado seria como para dejarla en manos de los historiadores.
Primero, y más importante, la Historia global significa una nueva forma de pen-
samiento en vista de las amenazas existenciales a la humanidad (que reposan
no en el futuro distante, sino en el presente inmediato). La tarea se vincula con
la combinación de las más variadas disciplinas en las humanidades, las ciencias
sociales y naturales y la tecnología. La globalización de la realidad objetiva re-
quiere una globalización académica y científica en la forma de una división del
trabajo. La parcial “deshistorización” de la Historia global es una conditio sine qua
non, y lleva —en una paradoja simplemente superficial— a la fundación de un
nuevo entendimiento de la historia»38.

La última característica que nos interesa destacar es el hecho de ser una


Historia que se basa en la globalización, pero no como objeto de estudio,
sino como método de estudio de los fenómenos históricos. Para la Historia
global, por tanto, la globalización interesa por su capacidad para ser utili-
zada como herramienta heurística que trasciende las unidades de análisis
convencionales.

3. La Historia global: sus distintos enfoques

Hasta el momento hemos ofrecido una explicación de por qué en el


mundo contemporáneo se ha ido desarrollando un creciente interés por
la Historia global y hemos realizado algunas consideraciones historiográ-
ficas que explican esta fascinación. Empero, un interrogante flota todavía
en el aire: ¿Cómo debe entenderse la Historia global? Como ocurre siem-
pre con todas las nuevas tendencias intelectuales, el consenso es difícil de
encontrar, más aún cuando muchos historiadores adscritos a la corriente
de la Historia Mundial indistinta e indiscriminadamente utilizan el térmi-
no Historia global o mundial y además persisten otros que emplean este
término como sinónimo de Historia total. La Historia global sufre de un
déficit de definición, ha sostenido tajantemente Bernard Thomann39. Y los
esfuerzos por suplir esta deficiencia, como el de Pamela Kyle Crossley40,
han sido infructuosos, generando a veces más confusión que claridad, por-
que muchos de los trabajos que comenta se inscriben en otras tradiciones
38  Manfred Kossok. «From Universal History to Global History» en Bruce Mazlish; Ralph Buult-
jens (eds.). «Global History in a Posmodernist Era?», op. cit., p. 105.
39 ���������
Bernard Thomann. «Histoire et mondialisation». [En línea]. [Citado el 6 de julio de 2009]. Dispo-
nible en Internet en: http://www.laviedesidees.fr
40  Pamela Kyle Crossley. What is Global History? Cambridge: Polity Press, 2008.

· 122 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

intelectuales, como la Historia universal, la Historia mundial, la Sociología


histórica, etc.

La ausencia de un adecuado trabajo de síntesis no es, empero, el único


problema que se enfrenta cuando se quiere entender el sentido intrínseco
de la historia global. Mayor confusión producen las definiciones que brin-
dan algunos historiadores que han querido precisar sus contornos y su
contenido. Para la muestra, un par de ejemplos: Neva R. Goodwin arguye
que la Historia global es la Historia de la raza humana como un todo. Los
historiadores globales presentan historias con las cuales todos los huma-
nos están invitados a identificarse41. Bella expresión, pero por desgracia
carente de contenido. Bruce Mazlish trata de ir más lejos y sugiere que lo
global difiere de lo mundial:

«Mientras este último procede del término inglés moderno que se refiere a la
“existencia humana”, y tiene su referente en el planeta Tierra, el primero deriva
del latín globus y se define como algo esférico o redondo, como un cuerpo celeste
[…] lo global alude al espacio y nos permite e incluso nos obliga a adoptar una
nueva perspectiva: la que considera nuestro hábitat desde el punto de vista de
“un planeta Tierra desde el espacio”»42.

La escala cósmica de Mazlish no sólo dice poco sobre la adecuada esca-


la histórica, tampoco la esfericidad puntualiza el contenido de lo global e
ignora que la otredad de la globalidad existe en el interior del mundo y no
por medio de la correspondencia con el espacio sideral.

Como si esto no fuera suficiente, otra dificultad que comprende esta


Historia consiste en que engloba perspectivas y procedimientos metodo-
lógicos muy heterogéneos. Otro par de citas de dos destacados historiado-
res permite ilustrar este problema. «La Historia global debe encontrar su
propia metodología en las mismas fuentes que han alimentado la historia
transnacional, es decir, en las nociones de la “entangled History” y en la
“Histoire croisée”»43; y «[l]a “Histoire croisée”, la “entangled History” son
enfoques transnacionales que van más allá de la comparación. Desde un
punto de vista de la Historia entangled, la comparación aparece un poco
mecánica, también poco analítica ya que separa la realidad entre diferentes
piezas para analizarlas»44. Como vemos, el asunto es bastante complicado

41  Neva R. Goodwin. «The Rounding of the Earth: Ecology and Global History» en Bruce Mazlish;
Ralph Buultjens (eds.). «Global History in a Posmodernist Era?», op. cit., p. 29.
42  Bruce Mazlish. «La historia se hace Historia: la Historia mundial y la nueva Historia global» en
Memoria y Civilización. Anuario de historia de la Universidad de Navarra, 4, 2001, p. 12.
43  Bartolomé Yun Casalilla. «‘Localism’, global history and transnational history. A Reflexion
from the historian of early modern Europe» en Historisk Tidskrift, 4 , 2007, p. 663.
Jürgen Kocka. «Comparaison and Beyond» en History and Theory, 42:1, febrero de 2003, p. 43.
44 ��������

· 123 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

porque se tiene en mente que la Historia transnacional, la entangled History,


la Histoire croisée y la Historia comparada constituyen expresiones de la
historia global. Pero, ¿en qué consisten estos enfoques históricos y en qué
medida se corresponden con la globalidad?

Pasemos revista rápidamente a algunos de estos conceptos45.


Comencemos con la Historia transnacional. Hace algunos años Albert
Wirtz abogaba por la creación de una Ciencia Histórica transnacional, pues a
su manera de ver, la Historia en su país —Alemania— se había preocupa-
do tanto por la vía alemana (el Sonderweg) que había limitado su campo de
acción únicamente a los temas internos. «¡No nos vendría mal mirar más
allá de nuestras fronteras e interesarnos por lo que ocurre en el centro, en
el este y en el sur de Europa!». Esta preocupación era políticamente muy
importante, porque luego del fin de la división de Europa en dos mitades
y el avance en el proceso de comunitarización, la Historia ya no podía seguir
invocando la legendaria distinción entre lo nacional y lo internacional. «En
el espacio histórico europeo ha aparecido algo cualitativamente nuevo:
[…] la europeización de las perspectivas históricas [que] no sustituyen a
la historia nacional, sino que la abre, la amplia, la enriquece con puntos de
vista externos y traspasando continuamente fronteras», han escrito Beck y
Grande46.

Legítima la inquietud y valedera la necesidad de acometer nuevos enfo-


ques históricos que den cuenta de la europeización de Europa, pero no se
explica qué entienden dichos autores por una ciencia histórica transnacional.
Sin embargo, como producto del interés que ha despertado esta historia, la
American Historical Review organizó un conversatorio entre seis connotados
historiadores para debatir sobre la naturaleza de esta propuesta. Todos los
participantes concordaron en la necesidad de desarrollar perspectivas que
precisaran la compenetración entre pueblos y civilizaciones en el pasado y
en el presente, pero de la lectura del texto tampoco se avizora mayor clari-
dad sobre los rasgos distintivos de esta historia. Quienes mayor precisión
brindaron en el debate fueron Chris Bayly, cuando sostuvo que la trans-
nacional es un tipo de Historia internacional que comporta un sentido de
movimiento y de interpenetración, e Isabel Hofmeyr, cuando argumenta
que gusta de la Historia transnacional porque abre grandes posibilidades
analíticas para entender los complejos vínculos, redes y actores en el Sur

45  No haremos referencia a la Entangled History porque no hemos podido conseguir sólidos trabajos
que justifiquen o expliquen en qué consiste este punto de vista.
46  Ulrich Beck; Edgar Grande. La Europa cosmopolita. Sociedad y política en la segunda modernidad.
Barcelona: Paidós, 2006, pp. 189 y 190.

· 124 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

global47. A ello se le puede sumar otro presupuesto que recorre gran parte
de la conversación: la Historia transnacional se interesa por las relaciones
entre grupos sociales y por los movimientos migratorios.

A partir de estos elementos, podemos deducir que la Historia transna-


cional es una historia internacional sofisticada que destaca las formas de
interpenetración que existen entre Estados, pueblos y redes sociales. Como
inferencia, podemos argüir que la transnacional constituye un segmento
de la Historia global, pero que en ningún caso corresponde a su totalidad.

La segunda es la Historia comparada, cuya utilidad está bien compro-


bada, dado que es un procedimiento que ha ayudado enormemente a so-
fisticar la investigación histórica. Jürgen Kocka ha demostrado la pertinen-
cia del método comparado, ya que heurísticamente identifica cuestiones
que no pueden ser concebidos de otra manera; descriptivamente, permite
esclarecer lógicas de desarrollos a través del contraste con otras experien-
cias; analíticamente, contribuye al establecimiento de causalidades histó-
ricas, facilitando la demostración de las hipótesis; y paradigmáticamente,
porque tiene un efecto liberador y desprovincializador48. No obstante sus
bondades, el mismo historiador alemán es consciente de que es una pro-
puesta metodológica que comporta dificultades, dado que presupone la
separación de las unidades de comparación para establecer similitudes y
diferencias, con lo cual rompe con las continuidades e interrumpe los flujos
de narración. Además, como las totalidades históricas no pueden ser objeto
de la comparación, el método se aplica sólo a algunos aspectos. Esto impli-
ca selección, abstracción y, en cierto sentido, algún grado de descontextua-
lización. Problemas de otro orden de este tipo de historias, válidos y muy
sugerentes, fueron expuestos de modo contundente por Serge Gruzinski:
«Las perspectivas que se derivan de la Historia comparada a veces son engañi-
fas: la elección de los objetos a comparar, los marcos aceptados, los criterios y
los determinismos seleccionados, las grillas de interpretación, las problemáticas
subyacentes son tributarias de filosofías o de teorías de la historia que esconden
generalmente ellas mismas las respuestas a las cuestiones planteadas»49.

La tercera a la que aludiremos aquí es la Historia conectada o croisée, la


cual ha gozado de mayores niveles de reflexión y dispone de una amplia
gama de trabajos que sirven de fundamento para evaluar la pertinencia de
este enfoque. Sus orígenes se retrotraen a un poco más de un década, cuan-
47  «AHR Conversations: on Transnational History» en American Historical Review, diciembre de
2006, pp. 1441-1464.
Jürgen Kocka. «Comparaison and Beyond» en History and Theory 42:1, febrero de 2003, pp. 40-41.
48 ��������
49 �������
Serge Gruzinski. «Les mondes mêlés de la monarchie catholique et autres connected histories»
en Annales. Histoire, Sciences Sociales 1, 2001, p. 86.

· 125 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

do el historiador Sanjai Subrahmanyam puso los cimientos de este enfo-


que histórico50 al sostener que el historiador debe desempeñar el papel de
electricista que restablece las conexiones continentales e intercontinentales,
aquellas que las historiografías nacionales se han ingeniado para desconec-
tar o para escamotear al impermeabilizar sus fronteras.

Este enfoque supone la existencia de una pluralidad de minúsculas his-


torias que se vinculan y se comunican entre sí. Werner y Zimmerman han
definido la Historia croisée como una Historia relacional, que interroga los
vínculos entre diferentes formaciones constituidas históricamente y que
se preocupa por reflexionar sobre cuestiones generales como las escalas y
las categorías de análisis, la relación entre diacronía y sincronía, los regí-
menes de historicidad y la reflexividad51. De acuerdo con estos autores, la
Historia croisée se diferencia de la Historia comparativa y de la Historia de
transferencia. Estas disimilitudes pueden observarse en los problemas que
encierran estas últimas. La comparación supone un punto de vista exterior
a los objetos que son confrontados. En la comparación se presenta la difi-
cultad de determinar el nivel adecuado del parangón, pues ninguna escala
de análisis es unívoca y generalizable. La Historia comparada privilegia la
sincronía, lo que riñe con las lógicas diacrónicas de los elementos estudia-
dos. Por último, la Historia comparada descuida la interacción que existe o
que puede existir entre las situaciones analizadas.

Si la comparación tiende a privilegiar la sincronía, los estudios sobre


las transferencias resaltan preferentemente la perspectiva diacrónica. No
obstante las canteras abiertas, como la circulación de saberes, libros, etc.,
esta Historia comporta otra serie de problemas, como son los marcos de
referencia, pues esta narración implica un marco fijo que comprende un
punto inicial y otro de llegada. La contundencia de los puntos de partida y
de llegada repercute en la invariancia de las categorías de análisis, que co-
rresponden, además, de modo reiterado, a diferentes registros nacionales,
problemas ambos que conllevan a un déficit de reflexividad debido a un
insuficiente control de los nodos autorreferenciales.

«En efecto, si al nivel de las relaciones entre conjuntos nacionales los estudios de
transferencia tenían inicialmente por objetivo hacer más permeables las fronte-
ras y romper el mito de la homogeneidad de las unidades nacionales, ocurre que

50  Sanjai Subrahmanyam. «Connected Histories: Notes towards a Reconfiguration of Early Modern
Eurasia» en V. Lieberman (ed.). Beyond Binary Histories. Re-imagining Eurasia to c. 1830. Ann Arbor: The
Universiy of Michigan Press, 1997, pp. 289-315.
51 ���������
Michael Werner; Bénédicte Zimmermann. «Penser l’Histoire croisée: entre empirie et réflexivité»
en Annales. Histoire, Sciences Sociales 1, 2003, p. 8.

· 126 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

las categorías de análisis utilizadas reintroducen, por la banda, las referencias


nacionales que se pretendían relativizar»52.

A partir de estos cuestionamientos, Weber y Zimmermann se adentran


en la Historia croisée, la cual tiene como fundamento la intersección que
se produce entre distintos cruces, encuentro «donde pueden producirse
acontecimientos susceptibles de afectar en diversos grados los elementos
en presencia, en función de su resistencia, permeabilidad, maleabilidad, y
de su medio». De la intersección se derivan varias consecuencias: es una
noción que excluye el razonamiento a partir de entidades individuales,
rompe con una perspectiva unidimensional puesto que

«[…] las entidades o los objetos de investigación no son considerados simple-


mente unos en relación con los otros, sino que también unos a través de los otros,
en términos de relaciones, interacciones, circulación y, además, la intersección
permite comprender el entrelazamiento de temporalidades múltiples. Las enti-
dades, personas, prácticas u objetos cruzados o afectados por el encuentro no per-
manecen intactos ni idénticos a cómo eran antes de los respectivos contactos»53.

Es una Historia reflexiva que requiere de un observador activo, porque


su producto se construye en un movimiento de ida y venida entre el inves-
tigador y el objeto de estudio, a través de un permanente juego de escalas
que conjuntamente van diseñando las dimensiones empíricas y reflexivas
de la Historia croisée. Es un tipo de Historia que se inscribe dentro de las
modernas reflexiones sociológicas sobre la globalización54, porque integra
e imbrica la macro y la microhistoria y lo global con lo local dentro de
una perspectiva glocalizada. O, para decirlo en palabras de Arif Dirlik: «El
cambio de transnacional por translocal envuelve más que un cambio de
términos: nos conduce de un mapa conceptual de naciones y civilizaciones
a otro, de lugares»55.

La Historia conectada es un enfoque metodológico que desarrolla con-


ceptos fuertes y no es una teoría de la Historia ni pretende abarcar la tota-
lidad. Es una Historia que demuestra que los métodos empleados influyen
en los resultados del trabajo histórico, además de ser una crítica contun-
dente de las suposiciones etnocéntricas convencionales, al tornar más com-
pleja la vieja oposición mecánica entre centro y periferia. Es una Historia
que articula los juegos de escala e integra la macro y la microhistoria, con
lo cual restituye su espesor a las dinámicas sociales. Pone en duda, además,
la pertinencia de la categoría de «espacios culturales», como marco de aná-
52 ���������������
Ibídem, p. 14.
53 �������������������
Ibídem, pp. 15-16.
54  Saskia Sassen. Una Sociología de la globalización. Buenos Aires: Katz, 2007.
55 ������
Arif Dirlik. «Performing the World», op. cit., p. 397.

· 127 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

lisis coherente o probado56. Empero, como sostiene Jean-Paul Zuniga, no se


debe olvidar que
«[…] la lógica de la conexión está fundamentada en el espejismo de la web, la red
interplanetaria, e incluso en el modelo de la red eléctrica […] Sabemos que una
red no se agota en un conjunto de conexiones: las conexiones sólo constituyen
la trama. Son un circuito, pero no su alimentación. Una trama no deviene red
salvo que haya circulación real. El tipo de transferencia, la frecuencia del vínculo
determinan lo que podríamos denominar su densidad. En el espacio de las co-
nexiones posibles y reales, la calidad y la densidad de los vínculos que existen
forman grumos, espacios de fuerte interconexión, que develan la existencia de
espacios de negociación y de intercambio»57.

De la presentación de estas corrientes podemos concluir que esta última


es la que metodológicamente mejor se ajusta a los parámetros de la globa-
lidad, pero sin llegar a constituir una genuina Historia global. Más bien,
debemos entenderla como una propuesta metodológica que, inspirándose
en las realidades del mundo actual, propone un esquema para el estudio
de las interpretaciones y compenetraciones en el pasado. Adelantándonos
a un tema que abordaremos más adelante, podemos decir que si estas his-
torias no alcanzan el rango de globalidad, ello obedece simplemente a que
en el pasado las realidades simplemente no eran globales. Lo global es una
condición de existencia exclusiva de nuestro presente histórico.

4. Retos y desafíos que se plantean a la Historia

Estas historias son enfoques en proceso de construcción, y para conver-


tirse en paradigmas dominantes tendrán que vencer varias resistencias y
superar numerosos problemas. El primero consiste en que son historias
nada fáciles de digerir por parte de la mayor parte de los historiadores:

«El término Historia global no sólo es intrigante, sino también arrogante.


Intrigante porque captura una parte importante de aquello que ocurre en el
mundo en torno a nosotros, y es arrogante porque suena tan rimbombante y pa-
rece violar el consejo de que lo pequeño es bello y que el trabajo histórico inicial
debe ser estrecho focalizado y basado en una investigación original»58.

56 �����������
Jean-Paul Zuniga. «L’histoire impériale à l’heure de l’histoire globale. Une perspective atlanti-
que» en Revue d’Histoire Moderne et Contemporaine 57-4, 2007, p. 62.
57 ���������������
Ibídem, p. 65.
58 ������
Wolf Schäfer. «Global History: Historiographical Feasibility and Environmental Reality» en
Bruce Mazlish. «La historia se hace historia» op. cit., y Bruce Mazlish; Ralph Buultjens (eds.). «Global
History in a Posmodernist Era?», op. cit., p. 47.

· 128 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

Segundo, debe hacer frente a grandes obstáculos institucionales.


Algunos datos confirman que en Francia la Historia sigue confinada dentro
de las fronteras del Estado nación: para el año 2000, en Historia moderna y
contemporánea, de un total de 2060 historiadores, 29 eran especialistas en
Rusia y en el mundo eslavo, 19 en China y 5 en Japón59, es decir, el grueso
se concentraba en los estudios galos y en el mejor de los casos en temas
europeo-occidentales. Este problema no es una deficiencia exclusivamente
francesa. El localismo de la mayor parte de los departamentos de Historia
es un asunto bien documentado. Por ejemplo, el Departamento de Historia
de la Universidad de Texas contaba en 1992 con veintiún profesores, de
los cuales siete se dedicaban a la Historia de Texas, diez a la Historia de
América y sólo cuatro a la Historia no americana, es decir, a la Historia de
Europa60.

Tercero, es una Historia que corre el peligro de reintroducir de modo


implícito un sesgo teleológico61. Éste es un problema frecuente, sobre todo
en los trabajos sobre la Historia de la globalización, y así le ha ocurrido a
A. G. Hopkins, quien no obstante declarar su rechazo de la modernización
rostowiana, termina proponiendo unas «etapas de crecimiento» de la glo-
balización lineales, desarrollistas y modernizadoras62.

Cuarto, «la Historia global desplaza el laboratorio del historiador del


archivo a la biblioteca»63. Es una Historia que seguramente sólo puede ser
escrita como historiografía porque debe incluir las distintas aproximacio-
nes del mundo a partir de las diferentes concepciones de pasado existentes.
Giorgio Riello va aún más lejos cuando sostiene que

«[…] es cierto que la Historia global está menos inclinada que la Historia a secas
a aventurarse en los archivos […] He llegado a una conclusión muy simple: si
quiero escribir una historia global del algodón, el punto de partida no puede es-
tar en el inagotable océano de archivos ni tampoco en la bibliografía que atiborra
mi oficina. El punto de partida no está en el trabajo de los otros sino simplemente
en los otros […] La Historia global se desarrolla de hecho a través del diálogo que
los investigadores pueden establecer entre sí»64.

Quinto, es una Historia que replantea un tema que ha sido considera-


do como el pecado fundamental de la historia: el anacronismo. Arif Dirlik
59 ���������
Bernard Thomann. «Histoire et mondialisation», op. cit.
60 �������
Bruce Mazlish. «La historia se hace Historia», op. cit., p. 16.
Frederik Cooper. «Le concept de mondialisation sert-il à quelque chose?» en Critiques internatio-
61 ����������
nales, 2001-1, pp. 1-32.
A. G. Hopkins (ed.). Globalization in World History. Nueva York: Norton, 2002.
62 �������
63 �����������
Bartolomé Yun Casalilla. «‘Localism’, Global History and Transnational History», op. cit., p. 675.
Giorgio Riello. «La globalisation de l’Histoire globale: une question disputée» en Revue d’His-
64 ���������
toire moderne et contemporaine, 54-4, 2007,pp. 27-28.

· 129 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

no duda en afirmar que «el pasado no es sólo un legado; también es un


proyecto»65. Lo mismo se observa en la concepción de temporalidad de-
sarrollada por Walter Benjamin, cuando argumentaba que el pasado y el
presente nacen simultáneamente, o el mismo problema se visualiza en el
título del célebre libro de Reinhart Koselleck Futuro pasado66. En rigor, el
sentido de la Historia se construye como un reflejo de la manera como se
experimenta la historicidad, es decir, se inscribe dentro de un determinado
régimen de historicidad, que se forja a partir de diversas temporalidades
según regímenes inestables, heterogéneos y en tensión posible. En lo que
respecta al pasado, como la Historia global pretende realizar una arqueolo-
gía de las disyuntivas del presente, no se propone realizar una genealogía
sino referenciar las marcas de antigüedad de nuestra historicidad. Cierto
anacronismo es, por tanto, inevitable67.

Sexto, la Historia global requiere un gran esfuerzo de aprendizaje. Un


historiador global debe tener la capacidad para conocer diferentes lenguas,
sumergirse en otros contextos histórico-culturales y abrirse a la compren-
sión de otros puntos de vista sobre el pasado. El historiador global de esta
manera no es un simple traductor del pasado, tiene que ser también un
intérprete de otras culturas.

No obstante este conjunto de desafío, son indiscutibles los grandes be-


neficios que ha aportado para la disciplina histórica. Primero, porque pro-
pone unas perspectivas históricas más inclusivas. Segundo, es un adecuado
antídoto contra el exceso de occidentalización que comporta el pensamien-
to histórico. Tercero, se ubica en un plano de trascendencia con respecto
al institucionalismo y al burocratismo de la disciplina histórica, porque
las fuentes, los métodos y los medios corrientemente utilizados han con-
tribuido a la confusión burocrática del historicismo, y explica además la
proclividad por los enfoques administrativos por parte del historiador68.
Cuarto, relativiza algunos «hechos» históricamente establecidos y desvir-
túa algunas fronteras que artificialmente se han alzado entre lo económico,
lo político, lo cultural, etc.

Por último, estas historias están poniendo en duda muchos fundamen-


tos sobre los cuales se ha alzado todo el edificio de las Ciencias Sociales
modernas. En efecto, la mayor parte de los científicos sociales ha aprendido
65 ������
Arif Dirlik. «Performing the World», op. cit., p. 410.
66  Reinhart Koselleck. Futuro Pasado. Por una semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós,
1993.
François Dosse. «De l’usage raisonné de l’anachronisme» en Espaces Temps 87/88, 2005, pp. 1-22.
67 ����������
68 �����������
Fabrice d’Almeida. «Toward a Shared History of the Present».
http://www.ihtp.cnrs.fr/IMG/pdf_Toward_a_shared_history_of_the_present_2.pdf. (Julio 8 de 2009).

· 130 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

que la modernidad, organizada en torno a ciertos ambientes institucionales


occidentales, dio origen a la fisonomía del mundo actual. Pero en realidad
estas historias apuntan en la dirección contraria: fue más bien la sistemati-
zación de las compenetraciones entre pueblos de distintas latitudes lo que
engendró la modernidad, pues como ha señalado George Corm, «general-
mente se suele olvidar que la historia evoluciona según unos ritmos cuyos
resortes y velocidades somos incapaces de definir, y que la modernidad no
es sino una etiqueta que la cultura europea ha colocado artificialmente»69.

En síntesis, y a pesar de los problemas que entraña, somos de la opinión


de que estas historias constituyen adecuadas plataformas para el rejuve-
necimiento de la disciplina. Pero también creemos que su mayor utilidad
se presenta cuando estos lineamientos de la Historia global se utilizan co-
mo un mapa topológico de la época contemporánea, es decir, cuando la
Historia global se piensa como el ambiente donde tiene lugar la Historia
del tiempo presente.

5. Algunas consideraciones sobre la Historia global para el


estudio de nuestro presente histórico

En un trabajo anterior70 sosteníamos que, después de haber escudriña-


do desde distintos ángulos el tema de la globalización, llegamos a la con-
clusión de que era menester desarrollar un enfoque más amplio y distinto
para dar cuenta de la realidad contemporánea. Somos conscientes de que
la globalización ha tenido el importante mérito de haberse convertido en
un importante vector a partir del cual se ha podido visualizar, desde otros
ángulos y en toda su polivalencia, los principales problemas del mundo
contemporáneo e incluso de variados fenómenos del pasado. Pero suponer
que la globalización puede explicar la condición de ser de la contemporanei-
dad constituye un craso error, porque no se le puede atribuir ninguna di-
reccionalidad, porque es un fenómeno que esconde tanto como descubre y
porque reduce el espectro de problemas sólo a los que se pueden enunciar
y explicar en sus mismos términos.

Es decir, el problema que presenta la globalización cuando se la quiere


convertir en un objetivo en sí consiste en que fácilmente se corre el riesgo
de quedar atrapado en un enfoque auto referencial, pues es una dinámica

Georges Corm. La fractura imaginaria. Las falsas raíces del enfrentamiento entre Oriente y Occidente.
69 ���������
Barcelona: Tusquets, 2004, p. 164.
70  Hugo Fazio Vengoa. Cambio de paradigma: de la globalización a la historia global. Bogotá: CESO
-Uniandes, 2007.

· 131 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

que sólo concibe y explica lo que se desarrolla dentro de sus fronteras, en el


interior de sus cadencias temporales y/o alcances. Todo aquello que no se
ajusta a su dinámica termina siendo minusvalorado, desdeñado o simple-
mente se decodifica desconociendo sus propias particularidades.

Por este convencimiento, sostenemos que para hacer inteligible el mun-


do actual se debe optar por un enfoque distinto, el cual tome como funda-
mento la globalización, las reflexiones a que ha dado lugar y las dinámicas
que comporta, pero desde un mirador distinto, desde el observatorio de la
Historia global. Esta forma de organización de la vida mundial es consus-
tancial sólo a nuestro presente, porque recaba su existencia en la intensifi-
cación que ha experimentado la globalización, situación que ha dado lugar
a que el mundo en sí se haya convertido por la primera vez en un posible
objeto de investigación histórica71.

Sobre la base de estas disquisiciones que hemos inferido de los desa-


rrollos de la Historia global, queremos a continuación hacer de la Historia
global una nueva perspectiva más abarcadora y polifacética de la contem-
poraneidad que nos ha correspondido vivir72. A nuestro modo de ver, en-
tendiendo esta Historia como época y no simplemente como herramienta
heurística, lo global es un escenario propio de nuestro presente histórico.
Constituye el entramado que ha participado en la organización de la globa-
lidad en el transcurso de los últimos cuarenta años. En tanto que época, la
Historia global representa un alto nivel de compenetración del mundo en
donde se acentúan y entrecruzan las diversas trayectorias de modernidad,
las cuales, a través de los intersticios globalizantes, entran en sincronicidad
y resonancia. La Historia global, por tanto, no pudo haber tenido existencia
con anterioridad a nuestro voraginoso presente; se corresponde temporal-
mente con lo que hemos definido como presente histórico. En otras pala-
bras, es la historia de y para la modernidad-mundo contemporánea.

Desde este ángulo, la Historia global constituye la puesta en escena y la


convergencia de las historias locales con propósitos globales, pero situados
dentro de un mismo horizonte espacio-temporal. Muchas de sus particu-
laridades pueden visualizarse mejor cuando se contrasta con las formas
anteriores de organización del mundo y, particularmente con lo mundial.
Esto último apuntaba a formas específicas de universalización, de supera-

71  Agostino Giovagnoli. Storia e globalizzazione. Bari: Laterza, 2005, p. 240.


72  A continuación realizaremos una presentación sintética de algunas tesis que hemos desarrollado
en nuestras últimas publicaciones: La historia y el presente en el espejo de la globalización. Bogotá: CESO-
Uniandes, 2008; El mundo y la globalización en la época de la historia global. Bogotá: IEPRI y Siglo del Hom-
bre, 2009; Los caracteres fundamentales del presente histórico. Bogotá: CESO-Uniandes, 2009.

· 132 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

ción de las miradas nacionales y locales, actuaba como una especie de su-
perestructura que recubría y organizaba el conjunto; lo global, en cambio,
conjuga homogeneidad con heterogeneidad y por ello no puede presupo-
ner ninguna pretensión normativa de universalidad o de organización del
«conjunto».

La global difiere de formas de organización anteriores porque carece de


un centro organizador fuerte, función que le correspondió a Europa duran-
te cuatro siglos y a Estados Unidos en el xx. Es un tipo de configuración
histórica débil, pero no por ello menos efectiva, que carece de un núcleo
territorial y/o espacial con capacidad para organizar y proveer de sentido
al conjunto. Es débil igualmente porque la historia se ha convertido en un
entramado que deja de ordenarse exclusivamente por los grandes poderes
del ayer: la religión, los imperios y el Estado.

Entre lo mundial y lo global subsiste otra diferencia de fondo. En una


Historia global se radicaliza la tensión entre lo global y lo universal, por-
que lo global consiste «en compartir códigos instrumentales», mientras que lo
universal y lo mundial es mucho más exigente: «implica compartir sentido.
Compartir códigos revela la necesidad de un mundo en común. Compartir
sentido se inscribe en la lógica de un mundo común»73. La Historia global es
el reconocimiento del inicio de un mundo en común y no de un hipotético
mundo común.

Difieren también en el tipo de representación que componen: la Historia


mundial contraponía lo mundial y lo local, porque se organizaba a través
de un anillo intermedio de tipo interestatal, de lo cual se derivaba una re-
presentación geométrica que perseveraba en la distancia uniforme entre
las dos primeras dimensiones y, a lo sumo, puede recabar en la existencia
de mediaciones culturales, religiosas, políticas y territoriales. La Historia
global, por su parte, es más de naturaleza topológica; no es una pieza mo-
nótona, sino que se organiza como un poliedro, en tanto que consiste en
interposiciones no lineales entre los diferentes conjuntos. Es decir, son me-
diaciones que se producen bajo la forma de resonancias y no simplemente
de interacciones.

Una Historia global se distingue también de la mundial en otro sentido.


Esta última se construía principalmente a partir de determinados centros,
mientras que la primera se concibe desde los pliegues que ponen en con-
tacto las distintas trayectorias localizadas.

73  Zaki Laïdi. La grande perturbation, op. cit., p. 406 (cursiva en el original).

· 133 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

Por último, la Historia mundial y la global difieren en el hecho de que en


la primera, las situaciones de crisis o convulsiones que alcanzaron resonan-
cia planetaria se originaban en un determinado centro y luego se disper-
saban por el resto del mundo. Así fue como ocurrió con la Gran Depresión
de 1929 que se inició en Nueva York y se diseminó posteriormente por
todo el planeta, o con la Segunda Guerra Mundial, la cual, en su vertiente
europea, arrancó con la invasión alemana a Polonia el 1º de septiembre de
1939. En una Historia global, las crisis o las convulsiones planetarias no
sólo no reconocen ningún centro, sino que se instalan desde un inicio en to-
das partes, de donde siguen repartiendo sus influencias, de manera directa
o indirecta, y, además, con distintos grados, por todas las latitudes.

Éste es el escenario que se presenta en la actualidad con las situaciones


de crisis o de convulsiones. Ellas dejan de reconocerse en torno a un centro
y dejan de inscribirse invariablemente dentro de una determinada causali-
dad diacrónica, pues es muy fuerte el encadenamiento sincrónico que com-
portan. En rigor, puede argumentarse que estas situaciones se reproducen
como hongos por toda la faz de la Tierra y se convierten en regularidades,
porque como colisionan de manera persistente («la materia se vuelve más
activa»74), se encuentran más distantes del equilibrio e inducen a la per-
manente reconstrucción de contornos, obligando a nuevas definiciones y
arreglos. A diferencia de la Historia mundial, en un entramado global la
crisis ya no constituye un accidente o un elemento circunstancial, sino una
de sus más características regularidades.

La Historia global, por último, es menos europea u occidental y más


contemporánea, situación que explica la dilatación que ha experimentado el
presente y el ingreso a un régimen de historicidad presentista75 y global.
Ello significa que en esta globalidad histórica concurren múltiples expe-
riencias históricas, y que los que unen unos colectivos con otros son ele-
mentos de sincronicidad que ubican a todos los individuos en la situación
de compartir un mismo horizonte espaciotemporal.

La Historia global de tal suerte consiste en la sincronización y el encade-


namiento que registran las disímiles trayectorias históricas, las cuales en-
tran en sincronicidad, resonancia y retroalimentación. Con esta posición se
quiere señalar varias cosas: primero, ya no puede seguir pensándose nin-
gún país o región del planeta como una categoría analítica aislada, puesto
que todos ellos se encuentran insertos dentro de una totalidad (la moder-
nidad-mundo) de la que constituyen segmentos o intervalos, y que en esta
74  Ilya Prigorine. El fin de las certidumbres. Madrid: Taurus, 1996.
François Hartog. Régimes d’historicité. Presentisme et expériences du temps. París: Seuil, 2003.
75 ����������

· 134 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
La Historia global y el estudio del presente

Historia concurren distintas capas temporales. Ello es el resultado de que


una de las mayores novedades que ha introducido la globalización intensi-
ficada consiste en que ha fortalecido el entrelazamiento de la diacronía de
los entramados históricos particulares con la sincronía de la contempora-
neidad globalizada. En la Historia global se asiste, por tanto, a una intensa
concordancia de un sinnúmero de temporalidades relativas, es decir, como
aconseja Koselleck, a «la simultaneidad de lo no contemporáneo»76.

En la Historia global se transforman las trayectorias de las sociedades,


pero no se extinguen sus propias historias. Más bien ocurre lo contrario.
Al ser un resultado de la intensificación de la globalización, este nuevo
entramado desnuda la intimidad de las distintas sociedades, exterioriza
sus fortalezas y debilidades, exacerba la competición y redimensiona las
particularidades de sus trayectorias históricas.

La sincronía en la Historia global, por tanto, rehabilita la dimensión dia-


crónica en la que se han forjado los diferentes colectivos. Por eso nada hay
más lejano a la globalización y a la Historia global que la homogeneidad y
la uniformidad. En sí, la globalización y, de suyo, la Historia global, exis-
ten porque subsisten múltiples espacialidades y temporalidades, algunas
de ellas construidas por las mismas tendencias globalizadoras, que acen-
túan las diferencias, las oposiciones y las inclusiones. Ambas actúan como
elementos diferenciadores de los espacios nacionales y subnacionales de
acuerdo con el grosor y las formas de articulación que cada uno de ellos
tenga con relación a los circuitos globalizados.

Esta idea nos lleva a sugerir que en un escenario como el actual las fron-
teras no desaparecen, sino que se reconstituyen permanentemente, de ma-
neras mucho más fluidas. Pero también propone que una Historia global
no es la sobreimposición de lo global sobre lo local, sino la reconciliación
de estas diferentes temporalidades, en condiciones en que lo global se rea-
liza de formas muy variadas en lo local y que este último puede elevarse a
la globalidad sin perder sus atributos particulares. De ello puede inferirse
que la Historia global contemporánea alude a algo más abarcador que la
linealidad de la modernidad occidental.

La integración de los distintos colectivos en torno a una unidad —la


Historia global— nos lleva a pensar las distintas experiencias sociales no
como cosas dadas, sino como un proceso cosmopolita de diálogo inter-

Reinhart Koselleck. L’expérience de l’histoire. París: Gallimard, Seuil, 1997.


76 ����������

· 135 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Hugo Fazio Vengoa

cultural, como la concreción de un paisaje global, escenario que produce


inéditas modulaciones a partir de las contradicciones y de la diversidad.

En la Historia global se incluyen las variadas Historias locales como


partes constitutivas de los diseños globales, lo cual obliga a reconceptua-
lizar en parte el aparato categorial del saber académico. Ésta es una de las
razones de por qué una Historia global es de naturaleza más cosmopolita
que internacional.

La Historia global en la contemporaneidad, sintetiza la concordancia


entre la intensificación de la globalización con un nuevo registro de mo-
dernidad que hemos denominado modernidad-mundo. Es una matriz,
pero no un sistema, en el sentido de que sus diferentes flujos no consti-
tuyen un todo rígido. La Historia global no configura un nuevo estadio
en la «flecha del tiempo universal», sino que consiste en una nueva carto-
grafía topológica para aprehender las coordenadas fundamentales de la
contemporaneidad.

· 136 ·
Identidad local y estudio del presente.
Algunas consideraciones metodológicas a partir del
proyecto Memoria en Red

María Cristina Pintos


Universidad de la República

1. Introducción

En 1990 —bajo el primer gobierno municipal de izquierda—, el


Departamento de Montevideo inauguró una nueva modalidad en el rela-
cionamiento entre los vecinos y las autoridades de la ciudad, a partir de un
proceso orientado a la descentralización. La capital uruguaya fue dividida
en dieciocho zonas, cada una con un Centro Comunal Zonal (en adelante
ccz), con facultades para cumplir servicios y realizar obras.

El Comunal, como nueva división administrativa, reunía gran cantidad


de barrios de conformación e historias diversas. La descentralización mu-
nicipal supuso también la de los centros, a partir de la recreación de un
sentido de pertenencia e identidad compartidas. De este modo, la «memo-
ria del barrio» comenzó a vincularse con la de la zona comprendida en el
ccz, ya que el barrio era el referente primario. Según afirma Aníbal Barrios
Pintos el barrio, además de referente urbano:

«[…] es una suma menos computable: conversaciones de vereda a vere-


da, ejemplos de solidaridad humana, sillas que se sacan a la acera en los
atardeceres estivales, radios atronadoras, ladridos de perros, parrilladas
en las esquinas, silenciosas plazas donde se refugian los viejos y donde
la niñez tiene su paraíso propio»1.

1  Aníbal barrios pintos. Montevideo. Los barrios. 1. Montevideo: Nuestra Tierra, 1971.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Cristina Pintos

El ccz 9, organizado en cuatro subzonas con una superficie de 6.400


hectáreas, entre espacios rurales y urbanos, según el censo de 2004 contaba
con 136.690 personas. En 1999, un grupo de vecinos integrantes de distin-
tos espacios de participación social zonal, decidieron recuperar la memo-
ria barrial a partir de los recuerdos compartidos, con el fin de rescatar la
identidad local de un territorio que se había caracterizado por una fuerte
impronta obrera. Factor esencial en la conformación colectiva del conjun-
to, los barrios de ese espacio habían transitado de la industrialización y el
trabajo fabril de los años cuarenta y cincuenta, a la desindustrialización,
sus pérdidas y sus fragmentaciones, en los años noventa. La Comisión de
Cultura del ccz 9, decidió, entonces, materializar la iniciativa de los veci-
nos y solicitar financiamiento a través de una convocatoria municipal para
la presentación de proyectos.

Obtenido el financiamiento en 2003, la Comisión acudió en busca de co-


operación y asesoramiento a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación (fhce) de la Universidad de la República. Se firmó entonces un
convenio entre la Intendencia Municipal de Montevideo y la Universidad,
en el que cada una de las partes se comprometió a desarrollar tareas es-
pecíficas. La Comisión de Cultura del ccz 9 tuvo a su cargo la realización
de entrevistas y la recolección de diferentes formas de registro local de la
memoria. La fhce, por su parte, aportó un equipo constituido por las antro-
pólogas sociales Gabriela Campodónico y Leticia Folgar, y por las historia-
doras María Laura Bermúdez y María Cristina Pintos. Este equipo se abocó
al análisis y al procesamiento de la información obtenida por la Comisión,
con el propósito de redactar, como producto final, un libro.

Las distintas adscripciones disciplinarias de las integrantes del equipo


llevaron a la necesidad de pensar colectivamente la perspectiva metodo-
lógica, en una investigación que involucraba a la memoria colectiva des-
de el marco temporal del presente. Asimismo, debieron acordarse com-
petencias, criterios de trabajo y responsabilidades compartidas. A partir
de entonces, se inició una intensa labor de reconstrucción de memoria. En
una primera instancia, las tareas consistieron en la búsqueda y análisis de
fuentes bibliográficas y documentales. Posteriormente, se realizaron talle-
res sobre técnicas cualitativas de investigación (en especial las referidas a la
Historia oral); finalmente, se concretaron las entrevistas a los informantes
calificados, en un intercambio fermental, que dio cuenta de la importancia
de conjugar y redoblar esfuerzos para combatir los olvidos.

El presente texto pretende analizar ese proceso de construcción com-


partida de memoria urbana, en el contexto de una Historia del tiempo

· 138 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Identidad local y estudio del presente. Algunas consideraciones metodológicas a partir del proyecto Memoria en Red

presente, a partir de la labor de campo que se llevó a cabo en el ccz 9 de


Montevideo. Desde una perspectiva teórico-metodológica, se trató de una
experiencia problematizadora del lugar de la memoria y de sus usos, en el
proceso constante de construcción de la identidad barrial. La reflexión que
aquí se propone, se centra, entonces, en el trabajo multidisciplinario de-
sarrollado, en cuanto instancia dialógica de producción de conocimiento,
fundada en la interacción (no siempre armoniosa) entre investigadores y
actores sociales. Debe tenerse en cuenta que, como se indicó anteriormente,
el proyecto surgió del propósito de la Comisión de Cultura del ccz 9, de
iniciar un proceso de rescate de la memoria barrial. Este propósito condujo
al encuentro de dos lógicas diferentes: la del equipo académico, con una
forma particular de entender la memoria, y la del grupo vecinal, abocado
a «rescatar» esa memoria que se asociaba fuertemente a ciertos personajes,
lugares y acontecimientos barriales. El desafío humano y académico no
fue menor: negociar entre todos los participantes una propuesta conjun-
ta, en un contexto en el que se partía de concepciones diferentes sobre la
memoria.

2. Los antecedentes del proyecto y su implementación

El trabajo de campo comenzó antes de la firma del convenio: a partir


de la solicitud planteada por la Comisión de Cultura, el equipo de antro-
pólogas e historiadoras de la fhce asignadas a esta tarea inició reuniones
preliminares con los vecinos que integraba la Comisión. Estas reuniones
dieron principio a un largo proceso de negociación en el que se ajustaron
las demandas, las expectativas y las posibilidades de ambas partes. Unos
más comedidos, otros verborrágicos, unos diligentes, otros esquivos, los
involucrados en este proyecto se presentaron paulatinamente en el trans-
curso de esos encuentros.

Entre los mayores desafíos operativos, figuraba el de realizar en equipo


una tarea tradicionalmente solitaria, y participar en un proceso colectivo
de reconstrucción de memoria, basado en los aportes de antropólogos e
historiadores, por una parte, y de vecinos que entrevistan y vecinos que
son entrevistados, por la otra. Se planteó así un doble desafío: compren-
der a los «personajes» del pasado seleccionados para las entrevistas como
«portavoces» de esa memoria, y analizar las lógicas de los vecinos entre-
vistadores que, desde el presente, tejen las redes de recuperación de esa
memoria. En la narración de ese proceso, se tratará de ilustrar las compleji-
dades de la puesta en práctica de un proyecto que, surgido a partir de una
demanda de la sociedad civil, involucró al mundo académico. Asimismo,

· 139 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Cristina Pintos

se procurará determinar las formas en que determinados aspectos de ese


proceso revelaron la coexistencia de intereses y de objetivos múltiples, al-
gunos de ellos contrapuestos.

Ya en las primeras reuniones de la fase preparatoria, resultaba eviden-


te la existencia de expectativas variadas sobre el proyecto en sí y sobre la
participación específica de las investigadoras. En el tiempo transcurrido
entre las primeras reuniones y la firma del convenio, se desplegaron un
abanico amplio de expectativas. El retraso y los inconvenientes surgidos
para la firma del acuerdo (una vez superadas las instancias burocráticas
de la Universidad) resultaron funcionales a una situación peculiar, en la
que las investigadoras de la Facultad fueron sometidas a un escrutinio por
parte de la Comisión de Cultura. Se indagó sobre los cargos y las respon-
sabilidades académicas de las integrantes del equipo, al tiempo que se eva-
luaron sus aptitudes, y se redefinió el tipo de tareas en las que se pretendía
su asesoramiento. En suma, antropólogas e historiadoras fueron puestas
a prueba de muy variadas maneras. Se puede hipotetizar al respecto que,
eventualmente, el hecho de constituir un equipo exclusivamente femeni-
no sorprendió de alguna manera a la Comisión de Cultura, conformada
mayoritariamente por mujeres. El desconcierto de las investigadoras ante
estas evaluaciones dejó en claro la incompatibilidad entre la imagen que
los miembros de la Comisión de Cultura parecían atribuirles, y la que ellas
estaban preparadas a aceptar.

Desde esas primeras reuniones, el producto final del convenio —un li-
bro— cobró un lugar central, y las altas expectativas al respecto dificul-
taron la visualización conjunta del proceso. Se impuso con fuerza la idea
del libro como producto cultural legitimado (propio de la alta cultura) que
confirmaría la seriedad del trabajo y justificaría de este modo la inversión.
En esta etapa de negociación, surgió también la posibilidad de que final-
mente las investigadoras no fueran las encargadas de llevar adelante el
proyecto. Si bien esto se planteaba, en ciertos momentos, de una forma
lateral, puso de manifiesto que se consideraron otras opciones, alternativas
y viables, al trabajo desarrollado y a la forma de realizarlo.

En esta fase, el equipo propuso a la Comisión de Cultura la realización


de un taller, en el cual se expondrían algunas de los fundamentos metodo-
lógicos de la Antropología y de la Historia, con la finalidad de intercam-
biar experiencias sobre la realización de entrevistas y su puesta en práctica.
Después de varios intentos infructuosos de llevar adelante el taller en la
fhce, la actividad se concretó en el local del ccz 9, en una instancia de
diálogo en la que las partes involucradas comenzaron a acordar tareas,

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Identidad local y estudio del presente. Algunas consideraciones metodológicas a partir del proyecto Memoria en Red

responsabilidades y compromisos. Uno de los puntos claves en el proceso


de negociación, radicó en la definición de los criterios a partir de los cua-
les se delimitaría el «objeto-memoria». Según la Comisión de Cultura (en
una postura que manifestaba la propia imposibilidad del acuerdo interno),
todo y todos deberían estar representados (barrios, personas, sucesos, épo-
cas). Luego de un prolongado intercambio de opiniones, la elección de un
tema (la cultura del trabajo en la zona) y la elaboración de una pauta de en-
trevista que se adecuase a él, constituyeron el punto de partida operativo
para la implementación del trabajo.

En el transcurso de esos encuentros iniciales, se recibieron distintos in-


sumos: grabaciones, libros, diarios, revistas y fotografías, entre otros; todos
relacionados con la vida en los diferentes barrios del ccz 9. En una ocasión,
alguien aludió a ciertas fotografías aportadas por un entrevistado, referidas
a su trayectoria profesional. Una de las integrantes de la Comisión expresó
con firmeza que las fotografías a incluir (en el consabido libro) debían ser
controladas previamente por la propia Comisión, y que, por otra parte, de-
berían ser «todas iguales» (en tamaño, etc.). Surgió, una vez más, la disputa
sobre el carácter democrático de la inclusión (o exclusión) de determinados
lugares, personas, etc. La memoria, el pasado y el presente se convirtieron,
entonces, en campo de disputa política con un contenido completamente
«contemporáneo». El tiempo transcurrido y la propia experiencia «en el
campo» de aquellos miembros de la Comisión que se encargaron de iden-
tificar informantes y realizar las entrevistas, generó en la práctica cierto
grado de conciencia sobre las dificultades metodológicas que se plantea-
ban. Llevar adelante el deseado registro de la memoria barrial no era tan
sencillo como ellos mismos lo visualizaban y lo expresaban en forma más
o menos voluntarista en las primeras reuniones. Si al principio se afirmaba
que «todos vamos a hacer las entrevistas», en la práctica, de una Comisión
que fluctuó entre siete y quince personas, no más de cuatro participaron en
la realización de las entrevistas. Finalizó esta etapa el 24 de marzo de 2004,
con la firma del convenio entre la fhce y el ccz 9, hecho que formalizaba el
inicio del emprendimiento. El «documento» pareció «exorcizar» los desen-
cuentros, ya que facilitó la sistematización de las tareas, despejó dudas y
clarificó consignas.

Firmado el convenio, se inició, entonces, una labor más armónica, que


redundó —a pesar de las dificultades previstas y de los imponderables— en
avances y aprendizajes mutuos. Importa destacar la idea de los aprendiza-
jes mutuos, porque en eso radica la esencia de la praxis: aterrizar la teoría,
confrontándola con la realidad, establecer correctivos metodológicos, ajus-
tar técnicas, etc., sin perder nunca de vista la ética de la investigación. En

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Cristina Pintos

los meses siguientes, se completó la tarea de realizar entrevistas y desgra-


barlas, aunque hasta último momento aparecían potenciales entrevistados,
y algunas de las entrevistas más fermentales se hicieron y se procesaron
pocos días antes del comienzo de la redacción definitiva del libro. Para ese
entonces, el trabajo simultáneo ya estaba coordinado, y había una rutina
conocida, articulada, que permitía asumir ciertos desafíos, y resolverlos sin
colisiones. Eran las esperadas señales de un crecimiento conjunto basado
en el fortalecimiento de otras redes, además de las de la memoria: las redes
de los aprendizajes, de los saberes, de las experiencias.

3. Los resultados del proyecto

La intención del proyecto vecinal no era otra que la de rescatar ciertos


recuerdos e identificaciones más o menos presentes en la intercomunica-
ción social barrial, e incluirlos como parte de una identidad local, que pre-
tendía reelaborarse desde nuevos límites administrativos. El equipo de la
FHCE pudo percibir desde el comienzo de la investigación que si bien los
temas que surgían a partir de los recuerdos eran variados (como la infan-
cia, la escuela, el carnaval, etc.), la memoria ligada al trabajo en esa zona
configuraba uno de los elementos fundamentales a los que debía prestarse
atención.

En ciertas áreas del espacio actual del ccz 9, durante las décadas del
cuarenta y del cincuenta, se concentraton importantes industrias, como
textiles, curtiembres, o la fábrica de neumáticos funsa2. La vida de esos
barrios se desarrolló —en muchos casos— íntimamente asociada al naci-
miento, desarrollo y decadencia de dichas industrias. Cuando los entre-
vistados recordaban el «Uruguay feliz», trabajo y barrio aparecían como
una unidad indisoluble. La fábrica que daba el trabajo se localizaba en el
propio barrio en el que los vecinos vivían. Y los vecinos vivían, general-
mente, en una casa propia, comprada con los ahorros de dinero que gana-
ban trabajando, en un empleo estable, del que seguramente se jubilarían.
En el barrio coincidían la familia y la fábrica. Esta última, muchas veces
fue facilitadora de familia, porque algunas parejas se formaban en el lugar
de trabajo. Trabajo y barrio como espacios de integración, de inclusión, de
significación de vida: de vida en familia, de familias con trabajo, y de barrio
entendido como una gran familia. Señala Betty Weisz que «la generación

2  Ver Raúl Jacob. Breve historia de la industria en el Uruguay. Montevideo: Fondo de Cultura Uni-
versitaria, 1981. Germán D’elía. El Uruguay neobatllista, 1946-1958. Montevideo: Ediciones de la Banda
Oriental, 1982; Benjamín Nahum y otros. Historia Uruguaya. Crisis política y recuperación económica. 1930-
1958. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1988, t. VII.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Identidad local y estudio del presente. Algunas consideraciones metodológicas a partir del proyecto Memoria en Red

que hoy tiene entre 40 a 55 años, viene de una fuerte impronta de lo colecti-
vo, ya sea por la vivencia barrial, por la pertenencia a colectivos gremiales,
políticos o de movimientos sociales. Los grupos de pares, la generación
como colectivo, ocupó un rol fundamental en la conformación ideológica
e identitaria»3.

Esa generación que vivió la época del trabajo, con fábricas de tres turnos
de ocho horas, sintió muy especialmente haber experimentado, después, la
época del no trabajo, con sus consecuencias de corto, mediano y largo pla-
zo. También sufrió profundamente el contraste entre aquellos lugares de
trabajo con máquinas que no paraban de funcionar, y los espacios actuales
convertidos en estructuras vacías de vidrios rotos, o transformados en re-
fugios o asentamientos precarios. Quizás sea por ello que el resurgimiento
de funsa (a partir de un proyecto de los propios trabajadores) se haya con-
vertido en un símbolo de lo que puede volver a ser.

Los entrevistados eran plenamente conscientes de que no se podía des-


andar el tiempo histórico para vivir exactamente igual a aquella «época
feliz». Lo que manifestaban era, en realidad, un interés por recuperar aque-
llas cuestiones estructurales relacionadas con la calidad de vida, el trabajo,
la sociabilidad, la solidaridad, la fortaleza de los vínculos humanos para
acompañar las transformaciones y los cambios. En este sentido, nos parece
importante el aporte de Jesús Martín Barbero cuando afirma que

«el espacio social donde mejor se expresa el sentido de la dinámica que desde lo
popular da forma a nuevos movimientos urbanos, es el barrial, en cuanto territo-
rio de despliegue de la resistencia y la creatividad cultural […] El barrio se cons-
tituye así en un mediador fundamental entre el universo privado de la casa y el
mundo público de la ciudad, proporcionando algunas referencias básicas para
la construcción de un “nosotros”, de una socialidad más ancha que la familiar y
más densa y estable que la impuesta por la sociedad»4.

El golpe de Estado del 27 de junio de 1973 supuso la caída de las ins-


tituciones democráticas uruguayas y la consolidación de una dictadura
que planificó la represión, prohibiendo, clausurando, interviniendo, per-
siguiendo, destituyendo, encarcelando, torturando, ejecutando, haciendo
desaparecer5. La resistencia al golpe de Estado, desde la disolución de
las Cámaras, tuvo en la huelga general resuelta por la cnt, uno de los epi-
sodios más importantes. Los sindicatos de las fábricas de los barrios del
3  Ana M. Araújo. Impactos del desempleo. Transformaciones en la subjetividad. Montevideo: Argos,
2002, p. 115.
4  Citado en Ariel Gravano (comp.). Miradas urbanas, visiones barriales. Montevideo: Nordan, 1995, p. 271.
5  Ver Benjamín Nahum y otros. Historia Uruguaya. El fin del Uruguay liberal. Montevideo: Ediciones
de la Banda Oriental, 1990, t. VIII.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Cristina Pintos

actual ccz 9 participaron activamente en la huelga, y las mujeres trabaja-


doras tuvieron protagonismo. Paradójicamente, la cárcel de mujeres donde
por varios años estuvieron algunas trabajadoras en su condición de presas
políticas, se encontraba en Punta de Rieles, uno de los barrios del espacio
zonal. Según confirman las entrevistas, los trabajadores resistieron el golpe
de Estado ocupando las fábricas con sus familias, y el tejido barrial se for-
taleció ante la represión. Uno de los baluartes de resistencia fue el sindicato
de funsa, que figuraba entre los más temidos por el gobierno, no solamen-
te por la militancia de sus trabajadores, sino por el poder de su dirigencia
gremial, algunos de cuyos integrantes fueron detenidos y desaparecidos
durante la dictadura. En los testimonios orales recabados, los ex trabajado-
res destacaron la importancia de las discusiones que se planteaban en las
asambleas gremiales y el alto grado de conciencia de los militantes.

La dictadura reprimió, expulsó, encarceló, asesinó, quebró vínculos y


redes, y provocó en el país una honda crisis económica que profundizaría
su dependencia. Aumentó, entonces, la emigración política, el exilio, pero
también la emigración económica, y con ambas, se incrementó el desarrai-
go: el de los que se iban del país, y el de los que, expulsados por la concen-
tración de la propiedad rural, venían a una ciudad que tampoco les podía
ofrecer alivio. La devaluación de 1982 disparó el precio del dólar y aceleró
el descalabro. También aceleró la fuga de los militares del poder, luego de
que ayudaran a fugar los capitales acumulados gracias a su complicidad y
amparo. Los entrevistados recordaban que en esos años, los dueños de las
fábricas pidieron préstamos al Banco de la República que luego no paga-
ron, sino que se declararon en quiebra para después abrir nuevos empren-
dimientos empresariales con testaferros.

La recuperación democrática iniciada en marzo de 1985 con el gobierno


de Julio María Sanguinetti supuso la restauración de las libertades y el na-
cimiento de expectativas que no se centraban sólo en lo político. Luego de
una crisis prolongada, que se manifestaba en el deterioro de la calidad de
vida de la mayoría de la población, se generaron esperanzas de conseguir
trabajo, salarios decorosos, protección de los derechos sindicales, etc. Pero
la política económica monitoreada por el Poder Ejecutivo coincidió en un
todo con los lineamientos del fmi, organismo con el que el país suscribió
una carta de intención en la que se prometían ajustes que afectaban seria-
mente las esperanzas populares.

El gobierno de Luis Alberto Lacalle (1990-1994) y el segundo mandato


de Julio María Sanguinetti (1995-1999) tuvieron rasgos políticos y económi-
cos relativamente semejantes, identificados en los estudios que analizan el

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Identidad local y estudio del presente. Algunas consideraciones metodológicas a partir del proyecto Memoria en Red

Uruguay de los noventa6. Se trata de investigaciones que confirman que di-


cho período se caracterizó por la aplicación de una nueva orientación, ba-
sada en la apertura externa a través de la eliminación de las barreras aran-
celarias y no arancelarias al comercio con otros países, por los acuerdos
del mercosur, y por una política cambiaria que traería la reducción de la
capacidad competitiva de la industria nacional. En esos años, se implemen-
tó además una política privatizadora que intentó reducir la actividad del
Estado, especialmente en las empresas públicas, aunque este proceso contó
con resistencias como el referéndum de 1992, que condujo a la derogación
de una ley que habilitaba la privatización de las empresas estatales. Por
último, se promovió una desregulación que incentivaba la competencia,
otorgándole una importancia fundamental al mercado y al sector privado.

La carrera por la competitividad motivó que las empresas redujeran


costos, y el salario de los trabajadores fuera la variable predilecta de ajus-
te. Eso explica la desocupación, la reducción salarial, y la proliferación
del trabajo informal. El gobierno no convocó a los Consejos de Salarios, y
los sueldos y las condiciones laborales fueron decididas unilateralmente
por los patrones. El movimiento sindical perdió la euforia de los primeros
momentos de la recuperación democrática, ya que, entre otros motivos, el
miedo a perder el trabajo hizo que muchos trabajadores no se afiliasen, o
algunos de quienes estaban afiliados comenzaran a no respetar las decisio-
nes de paro o huelga que tomaban las asambleas gremiales. El gobierno
consolidó la idea de un Estado prescindente y desregulador que permitió
la evasión impositiva, con las consecuencias negativas que todo ello tuvo
para los trabajadores7.

Durante la década del noventa el contrato social generado por el neobat-


llismo, y que había dado lugar a la época feliz que evocaban los entrevista-
dos, ya no existía. Las reglas eran otras. No obstante tuvo lugar en ese pe-
ríodo una situación particular: el Partido Nacional (1990-1994) y el Partido
Colorado (1995-1999) estuvieron al frente del gobierno nacional, pero el
gobierno municipal de Montevideo lo obtuvo y mantuvo la izquierda. Los
entrevistados insistían en que algo había cambiado profundamente. Sus re-
cuerdos confirmaban que ya no vivían en aquel Uruguay de cercanías del
que hablaba Carlos Real de Azúa. Pero los vecinos también valoraban la
voluntad de no haberse resignado, y empezaron a aparecer los «signos vi-
tales». Como afirma Ana María Araújo:

6  Ver cinve. Introducción al Uruguay de los 90. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1990.
7  María M. Camou. «La regulación salarial: un enfoque desde los archivos de empresas» en Rodolfo
Porrini (coord./comp.). Historia y memoria del mundo del trabajo. Hacia la recuperación de la memoria oral y
los archivos históricos del movimiento sindical en Uruguay. Montevideo: csic, udelar,, fhce, 2004.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Cristina Pintos

«[…] existe entonces la necesidad de crear pautas colectivas estructurantes del


“self”: políticas sociales distintas, nuevas solidaridades. De lo contrario, las he-
ridas sociales, psicológicas, somáticas, simbólicas de gran parte de la sociedad
uruguaya irán minando su estructura, sus propios cimientos identitarios»8.

Existía la necesidad de reconocerse socialmente, de recuperar vínculos,


grupos de pertenencia y referentes de identidad, algo que debía hacerse
con el otro. Nuevamente el barrio aparecía como el espacio matriz. Cuando
la investigación finalizó en el 2006, se cumplía un año del primer gobierno
nacional de izquierda. El Frente Amplio, que había asumido el 1º de marzo
de 2005, había inaugurado un nuevo contrato social bajo la consigna del
cambio.

5. Significación del proyecto

Quienes teorizan sobre la memoria, sostienen que es a través de ella


que se configuran y ordenan los recuerdos de lo pasado, se los comprende
y se los integra al presente. La palabra recuerdo arraiga etimológicamente
en el verbo latino recordare, que significa pasar nuevamente por el corazón. El
recuerdo es entonces, lo que «pasa por el corazón», lo que, por medio de
la memoria, integra al presente elementos del pasado, contribuyendo a la
construcción de la identidad. La memoria colectiva, en cuanto articulación
y combinación de memorias provisionales y relativas, no puede, desde es-
ta concepción, ser pensada como una memoria neutral e independiente.
Por ello, Memoria en red enfatiza el proceso de contrastación de múltiples
fuentes subjetivas. Para que la experiencia personal represente a la grupal,
es menester contextualizarla, «de forma que la biografía aparezca como el
índice señalético de todo un ambiente, una estructura social y una cultu-
ra, como conjunto coherente de normas y experiencias»9, utilizando pa-
labras de Franco Ferrarotti, quien, además, afirma: «En esta perspectiva, la
biografía se libera del bosquejo paraliterario y puede constituir el valioso
fragmento que permite la reconstrucción de la totalidad»10.

Los testimonios personales hablan precisamente de cómo las personas


generan, reinventan, sintetizan ese mosaico de identidades. De hecho, el
testimonio personal no sólo informa sobre circunstancias en particular, si-
no que también participa activamente en el proceso de la construcción de
la identidad. De allí la importancia de la Historia oral, que se sirve, priori-

8  Ana M. Araújo, op. cit., p. 40.


9  Franco Ferrarotti. «Breve nota sobre Historia, Biografía, Privacy» en Historia y fuente oral, nº 2,
Memoria y Biografía, Barcelona, 1989.
10 ��������
Ibídem.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Identidad local y estudio del presente. Algunas consideraciones metodológicas a partir del proyecto Memoria en Red

tariamente, de las entrevistas para producir fuentes de información, sien-


do este método el que habilita la interacción de recuerdos y palabras, de
tiempos y de espacios, de pasados y de presentes para contribuir —como
afirma Paul Thompson— a «colocar a aquellas gentes que hicieron historia,
a través de sus propias palabras, en un lugar central»11. Al respecto, José
Miguel Marinas y Cristina Santamarina comentan que:

«[…] la experiencia de la Historia oral instaura […] la suspensión de la jerarquía


establecida en las historias oficializadas, le pone carne, memoria y testimonio a
lo colectivo, profana lo sagrado, al tiempo que sacraliza lo irreverente. Descubre,
en definitiva, que el cambio del rodeo subjetivo permite alcanzar no sólo el sen-
tido de la historia, sino, sobre todo, el encuentro vivo con ella. Memoria viva que
crece no sólo en la memoria interior de los hombres y las mujeres, sino princi-
palmente en las relaciones que sean capaces de potenciar la reconstrucción de un
relato que le devuelva la vida a la historia misma, a través de la relación narrativa
por excelencia, la palabra y la escucha»12.

La Historia oral, que se enmarca dentro de la lógica inconsciente de la


memoria colectiva, puede encargarse de hacer conciente esa lógica, ge-
nerando fuentes que colaboren a ello. Según Paul Thompson, la Historia
oral:

«Puede ser utilizada para transformar el enfoque de la Historia en sí misma y


abrir nuevas áreas de investigación; puede romper barreras entre generaciones,
entre las instituciones educativas y el resto de la sociedad; y en el proceso de
escribir la Historia —bien en libros, museos, radio o películas— puede colocar
a aquellas gentes que hicieron historia, a través de sus propias palabras, en un
lugar central»13.

Las historias personales que recogen las entrevistas realizadas para


Memoria en red otorgan sentido a situaciones —algunas de ellas— muy
cambiantes, y permiten también que las personas reflexionen sobre sus ex-
periencias, construyan y reconstruyan la comprensión de sí mismas y de
sus circunstancias, y es por ello que la experiencia personal se torna repre-
sentativa de la grupal. En tal sentido, si bien Alessandro Portelli reconoce
que las fuentes orales son artificiales, variables y parciales, admite que «la
importancia del testimonio oral puede residir no en su adherencia al hecho,
sino más bien en su alejamiento del mismo, cuando surge la imaginación,
el simbolismo y el deseo».14 Esa importancia de las fuentes orales radica en

Paul Thompson. «The Obice of the Past» en Robert Perks; Alistair Thomson (eds.). The Oral His-
11 ������
tory Reader Londres: Routledge, 1998, p. 22.
José M. Marinas, Cristina Santamarina. La Historia Oral. Métodos y experiencias. Madrid: Editorial
12 ���������
Debate, 1993, p. 10.
13 ������
Paul Thompson, op. cit.
14  Alessandro Portelli. «Lo que hace diferente a la Historia Oral» en Dora Schwarzstein. La Histo-
ria Oral. Introducción y selección de textos. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1991.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Cristina Pintos

que suministran otro enfoque de la Historia, desde la subjetividad del en-


trevistado, y de esa manera introducen el mundo de sus vivencias y recuer-
dos. A su vez, permite devolver esas memorias individuales y colectivas,
reelaboradas e interpretadas, colaborando en la construcción de la identi-
dad. Las entrevistas evocaban vivencias pretéritas, pero a partir de presen-
tes diferentes, que resignifican el pasado recordado, no desvirtuándolo,
sino como dice Portelli, dando lugar a fuentes orales que «son creíbles pero
con una credibilidad diferente. La importancia del testimonio oral puede
residir no en su adherencia al hecho, sino más bien en su alejamiento del
mismo, cuando surge la imaginación, el simbolismo y el deseo»15.

Desde otro punto de vista, los relatos de los vecinos entrevistados coin-
ciden notablemente, a pesar de algunos matices o acentos puestos al con-
tar determinadas peripecias, ya que no sólo informan sobre circunstancias
particulares, sino que también participan activamente en un proceso de
configuración de identidad16. Esta doble función del testimonio (por un la-
do, la de originar fuentes orales para la investigación, y por el otro, la con-
figurar una posible vía para la construcción y reconstrucción de identidad)
otorga una riqueza particular a esta metodología. Se indicó anteriormente
que Memoria en red asumió la propuesta de la Comisión de Cultura del ccz
9, cuya finalidad radicaba en la recuperación de un pasado, sobre el que se
pretendía reconstruir una identidad local. Desde esta lógica, para los veci-
nos resultaba esencial rescatar —aunque no en el sentido rankeano— «lo
que realmente sucedió». El desafío se planteó en términos de la elaboración
de una memoria estereoscópica, en la que confluyeran los distintos pun-
tos de vista de los actores involucrados, sus experiencias y sus recuerdos
(siempre parciales, relativos, contingentes). El proyecto se propuso tras-
cender la concepción de una memoria configurada desde un único centro,
como representación absoluta de un pasado vivido por el colectivo, ya que
no hay un libreto único del pasado, sino distintas memorias rivales, con sus
propios recuerdos y olvidos. Fue preciso, entonces, negociar y mediar con
y entre los integrantes de la Comisión de Cultura, que insistían en rescatar
una historia de personajes en la que se hiciera presente el barrio ideal, el
que puede ser mostrado en una versión pública.

La memoria —es bien sabido— se incorpora al quehacer que la genera,


y al hacerlo, transforma el mundo social. Memorias en red, al contribuir a la
recuperación de una memoria barrial, propició que los vecinos del CCZ 9

15  Ibídem, p. 43.


16  Ver Rodolfo Porrini (coord./comp.). Historia y memoria del mundo del trabajo. Hacia la recuperación
de la memoria oral y los archivos históricos del movimiento sindical en Uruguay. Montevideo: CSIC, Univer-
sidad de la República, FHCE, 2004.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Identidad local y estudio del presente. Algunas consideraciones metodológicas a partir del proyecto Memoria en Red

tuvieran un rol activo en la resignificación de su pasado. Movidos al mis-


mo tiempo por el temor al olvido y por la necesidad de hacer presente un
ayer vivido como más digno y glorioso que un hoy de crisis y deterioro, los
vecinos quisieron rescatar más que «lo que realmente sucedió», lo que «fue
sucediendo», y más que «lo que este barrio fue», lo que ese barrio «fue sien-
do». Se aprecia así cómo el sentido que se le concede al pasado responde a
las inquietudes del presente, en función de un futuro deseado.

En términos generales, la memoria asume un papel fundamental como


mecanismo cultural que fortalece el sentido de pertenencia. Sin embargo,
los procesos de construcción de la memoria son caminos dificultosos de
transitar, puesto que desatan nuevas interrogantes, nuevas búsquedas y
nuevas dudas. En la medida en que la memoria no es un depósito de he-
chos, sino un activo proceso de creación de significados, a través del pro-
yecto se procuró no sólo recuperar recuerdos y vivencias, sino otorgar-
les un sentido. La identidad, como creación cultural que es, se encuentra
desgarrada por la tensión paradojal entre lo que permanece —y queremos
identificar y mantener— y lo que cambia; razón por la cual se puede esta-
blecer, en forma provisoria e instrumental que la identidad es variable y
múltiple, más allá de los elementos estables y comunes. Quien narra des-
de el presente, reconstruye su pasado en un contexto, y confirma, de ese
modo, su identidad actual. Quien narra, selecciona inconscientemente los
recuerdos y se olvida otros17. Recordar, entonces, implica una lucha con-
tra el olvido. Quienes dieron generosamente su tiempo a un entrevistador
tuvieron tal vez una única oportunidad en su vida de tomar tiempo para sí
mismos, para recordarse, para mirarse. Ese tiempo, dado y tomado, es un
tiempo de memoria, que se expresa en palabras y gestos, y que se mediati-
za a través del registro oral y de la escritura.

El trabajo ha sido siempre un elemento determinante en la vida de las


personas, y su posesión o su falta produce efectos de larga duración entre
quienes lo desarrollan. Las historias que recogieron las entrevistas hablan
de tales efectos, y ante la seguridad de que sólo quien entiende el pasado
puede vivir el presente con proyección de futuro, se devolvieron esas na-
rraciones a quienes las originaron. Como expresaron algunos vecinos en
una de las últimas reuniones conjuntas, lo interesante es que el producto
del proyecto oficia de pretexto para seguir conectando memorias, vincu-
lando experiencias, habilitando interpretaciones sobre las historias de la
zona y sus sentidos. Se trata de un pretexto para salir al encuentro —en
los distintos barrios— de esas historias que permitan el conocimiento del

17  Ver Marc Augé. Las formas del olvido. Barcelona: Gedisa, 1998.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Cristina Pintos

pasado, y recrear el acontecer desde la aceptación de las multiplicidades y


pluralidades que lo componen. El resultado de toda esta tarea constituye
así una aproximación que se hará fecunda en la medida que genere otras
sucesivas aproximaciones, fomentando el interés por la Historia en todos
los espacios que se consideren. El desafío de esa zona de Montevideo será
entonces el de habilitar esos espacios para la memoria y conectarlos unos
con otros, hasta construir entre todos las condiciones para hacer una nueva
Historia, que siempre seguirá siendo una Historia en construcción.

· 150 ·
II.3. El presente y la memoria histórica

Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la


Historiografía

Jurandir Malerba
Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur

1. Introducción

El gran interés en el tema de la relación entre memoria e Historia, sur-


gió en la escena historiográfica a través de la Historia de las mentalidades
colectivas, que atrajo a numerosos de historiadores en las décadas de 1970
y 1980, y hoy se constituye en un campo importante tanto de la investiga-
ción empírica como de la reflexión teórica en el ámbito del conocimiento
histórico.

La memoria en el contexto de las mentalidades es apenas un tópico en-


tre muchos otros que hicieron de la memoria un espacio que se impone
en la investigación académica en las últimas dos o tres décadas. Desde los
años ochenta, los historiadores se han enfocado más detenidamente en la
relación entre memoria e Historia como un problema historiográfico.

En este breve ensayo, después de analizar un poco más en detalle las


concepciones sobre la relación entre Historia y memoria de los principales
formuladores de la cuestión, como Le Goff, Halbawchs y Nora, procura-
remos orientar la discusión al campo historiográfico, a partir de tres ejes
paradigmáticos, que generaron líneas importantes de investigación: pri-
mero, la relación entre memoria colectiva e identidad nacional; segundo,
la memoria de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial; tercero, la
relación de la memoria con la cuestión del fin de la Historia.

Estos tópicos reúnen asuntos cadentes de la Historia de (nuestro) tiempo


presente. Muchos autores apuntan hacia la crisis de identidades nacionales

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

en esta época de consolidación de la globalización económica. Las secuelas


de la Segunda Guerra Mundial, por otro lado, todavía mantienen abiertas
enormes heridas (considérese el barril de pólvora del antisemitismo y la
cuestión palestina).

El año 1989 es para nosotros una fecha simbólica. Evoca el bicentenario


de la Revolución Francesa, punto cero de la Era Moderna. Algunos dicen
que ese año también marca su residuo, el fin de la Guerra Fría, concebida
como una lucha ideológica sobre el mejor modo de completar los idea-
les revolucionarios. La Historia intelectual de los últimos doscientos años
puede ser presentada como un verdadero campo de batalla entre aquellos
defensores de los ideales de la revolución (un espectro muy diverso) y sus
opositores: desde lo que reclamaron el retorno al status quo ante durante
todo el siglo xix hasta principios del siglo xx1 hasta los que propusieron
proyectos alternativos a la sociedad liberal burguesa que emergió de la
revolución2. Las luchas políticas del siglo xx se trabaron, en gran parte,
en torno a la construcción o la destrucción de la memoria de esos proyec-
tos. Más memorable también es 1945, particularmente debido a cuestiones
no resueltas de responsabilidad moral con respecto a las atrocidades co-
metidas durante la Segunda Guerra Mundial. La relación entre Historia y
memoria, se tornó en un problema para la Historiografía, en un modo que
jamás lo había sido anteriormente.

Eso no quiere decir que los historiadores nunca hubiesen considerado


antes la relación entre Historia y memoria. Una rápida mirada a la biblio-
grafía permite percibir la existencia de unos pocos títulos, aunque impor-
tantes, con anterioridad a 1980. La comprensión de este tópico antes de
finales del siglo xx era, cuando menos, naïve. La primera mención al par
categorial Historia/memoria como un problema historiográfico, podría en-
contrarse en un texto de Pierre Nora sobre memoria colectiva en la clásica La
Nueva Historia, organizada por Le Goff en 19783.

Consideremos, por ejemplo, la Historiografía del siglo xix. De Michelet,


en la primera mitad del xix, a Collingwood, a comienzos del xx, la memo-
ria colectiva, entendida como la imaginación viva de los actores históricos
del pasado, era concebida como la propia materia prima del conocimiento
histórico. Simpatizantes de las tradiciones políticas que estudiaban, parti-
cularmente, la construcción de la nación-Estado como un instrumento de

1  Arno Mayer. A força da tradição. A persistência do Antigo Regime (1814- 1914). Trad. Denise Bott-
mann. São Paulo: Companhia das Letras, 1987.
2  Daniel Aarão Reis; Denis Rolland. Modernidades alternativas. Rio de Janeiro: Editora FGV, 2009.
3  Jacques Le Goff. A Historia nova. São Paulo: Martins Fontes, 1989.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

progreso, consideraban a la Historia como una evocación de la memoria4.


Se dedicaban a la Historia para, por así decirlo, recrear en el presente el
pasado tal como fuera originariamente imaginado. Al evocar imágenes del
mundo en el modo que fue concebido una vez, pensaban esos historiado-
res de mediados del xix, que se podían adentrar en aquel universo mental
y, así, restaurar la experiencia misma de aquellos tiempos idos. Esa visión
puede encontrarse en concepciones tan dispares de la Historia como el diá-
logo que Michelet pretendía entablar con los muertos5, o la metodología
de la transposición propuesta por Dilthey en su formulación de una meto-
dología de las Ciencias del Espíritu6 ya en el tránsito hacia el siglo xx. De
modo que la relación entre memoria e Historia era fluida, directa, transpa-
rente, no compleja.

Los historiadores de la memoria de hoy en día, al contrario, están invo-


lucrados en un tipo diferente de diálogo con el pasado. Desconfían más de
las distorsiones de la memoria y tienen precauciones en cuanto a la trans-
ferencia de su propia memoria hacia las historias que escriben. O sea, quie-
ren huir del pecado del anacronismo. Allí donde sus colegas del xix encon-
traban el heroísmo espontáneo, ellos encuentran hoy cálculos del poder. Lo
que se perdió en el tránsito de la moderna reconstrucción historicista de la
relación memoria/Historia a su deconstrucción posmoderna, es importante
señalar, fue la creencia ingenua en su transparencia —concebida como un
círculo hermenéutico de recolección y de reconstrucción histórica—.

La inserción de la cuestión de la memoria —en detrimento de la práctica


histórica— en las preocupaciones de los historiadores de las tres últimas
décadas, puede entenderse como una secuela más del Linguistic Turn que
tuvo lugar en los años sesenta. Este último irrumpió al final de los sesenta
y se irradió en los setenta como un reflejo filosófico de estrategias retóricas

4  La bibliografia sobre la temática es generosa; a modo de ejemplo, ver Lionel Gossman. «���� Lib-
eral Politics in the Reform of Historiography» en History and Theory, v. 15, n. 5, 1976, pp. 6-19; Shirley
Gruner. «Political Histoririography in Restoration France» en History and Theory, v. 8. n. 3, 1969, pp.
346-365; Laurecen Jacob. «’Le moment liberal’: the distinctive Character of Restoration Liberalism» en
The Historical Journal, v. 31, n. 2, 1988, pp. 479-491; Stefan Berger. «Historians and the Nation-Building
in Germany after Reunification» en Past & Present, n. 148, 1995, pp. 187-222. Sobre las relaciones entre
construcción de nación, memoria e Historia, ver Lynn Hunt. «Forgetting and Remembering: the French
Revolution then and Now» en The American Historical Review,. v. 100, n. 4, 1995, pp. 1119-1135; Jeffrey K.
Olick. «Introduction: Memory and the Nation: continuities, Conflicts, and Transforamtions» en Social
Science History, v. 22, n. 4 (número especial: Memory ans the Nation) 1998, pp. 377-387.
5  Ver el brillante capítulo «metodológico» «Del método y del espíritu y de este libro», del libro 3
de Jules Michelet. Historia da Revolução Francesa. São Paulo: Companhia das Letras/Círculo dos livros,
1989. Los más bellos ensayos sobre Michelet, para mi fueron los escritos por Wilson. [Edmund Wilson.
Rumo à estação Finlândia. Companhia de Bolso, 2006].
6  Sobre Dilthey y su metodologia ver, passim, José C. Reis. Wilhelm Dilthey ea autonomia das ciências
histórico-sociais. Londrina: Eduel , 2003.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

que los historiadores empleaban para conceptualizar el pasado —no en sus


contenidos sino en las formas retóricas que son instrumentales para su in-
terpretación—. Hayden White, en su clásica obra, Metahistory, de 1973, no
trabajó estrictamente sobre las cuestiones de la memoria, pero su explora-
ción de la narración histórica fue un paso preliminar decisivo para toda con-
sideración posterior. White expuso las piezas de la construcción lingüística
de la composición histórica y se expresó en favor del papel esencial de la
retórica en la reconstrucción histórica7 8.

Pero el hecho es que la memoria adquirió importancia como campo de


estudio para los historiadores, particularmente desde el final de la década
del setenta, teniendo a Francia como punto de irradiación. Las relaciones
entre Historia y memoria fueron, poco a poco, convirtiéndose en elemen-
tos de reflexión teórica. Las cuestiones de fondo que se presentaron fueron
en torno a las relaciones entre memoria e Historia y a las fronteras entre
ambas. ¿Qué relaciones existen entre, por un lado, el almacenamiento de
la memoria y la producción del olvido, y, por otro lado, las sociedades?
¿Qué relaciones existen entre la memoria almacenada y la escritura de la
Historia?

Por cierto que no pretendemos resolver estos problemas aquí, sino ape-
nas intentar plantearlos adecuadamente.

2. Le Goff y la Historia/memoria

La primera tentativa de sistematización de este asunto, o por lo menos,


la más conocida entre nosotros, es la que realizó Jaques Le Goff (1990). El
eminente annaliste esclarece desde el inicio que su ensayo (una de las entra-

7  Hayden White. Meta-Historia. A imaginação histórica do século xix. São Paulo: Edusp, 1992.
8  La literatura sobre el fenómeno «posmodernismo» en Historia es extensa. Dentro de ella, debe
incluirse: Jörn Rüsen. Studies in Metahistory. Pretoria: Humana Sciences Research Council, 1993; Frank
Ankersmit. History and Tropology. Berkeley: Universiy of California Press, 1994; Jerzy Topolsky. (ed.).
Historiography Between Modernism and Postmodernism. Amsterdan: Rodopi, 1994; Bernard Bailyn. «The
Challenge of Modern Historiography» en American Historical Review, v. 87, p. 1-24, 1982; Lawrence
Stone; Gabrielle Spiegel. «History and Postmodernism»en Past & Present, n. 135, 1992, pp. 189-208; Jür-
gen Pieters. «New Historicism: Postmodern Historiography Beteween Narrativism and Heterology»
en History & Theory, v. 39, n. 1, 2000, pp. 21-38. Para una apreciación crítica del impacto del Linguistic
Turn en la Historiografia contemporánea, cf. Georg Iggers. Historiography in the 20th century. Hanover/
Londres: Wesleyan University Press, 1997, p. 118 ss; Ciro F. Cardoso. «Crítica de duas questões rela-
tivas ao anti-realismo epistemológico contemporâneo» en Diálogos, Maringá, v. 2, n. 2, p. 47-64, 1998;
Ciro F. Cardoso. «Epistemologia pós-moderna, texto e conhecimento: a visão de un historiador» en
Diálogos, Maringá, v. 3, n. 3, p. 01-29, 1999; Jurandir Malerba. A Historia e seus discursos: una contribuição
ao debate sobre o realismo histórico. Lócus, Juiz de Fora, 2007; Jurandir Malerba. A Historia na América
Latina: ensaio de crítica historiográfica. Río de Janeiro: Editora FGV, 2009.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

das de la Enciclopedia Einaudi publicada en los años setenta) se dirige al


campo íntegro de las Ciencias Humanas —y por eso privilegia la memoria
colectiva; pero no descarta que esa problemática se extienda a un campo
científico más general, que abarca a la Psicología, a la Psicofisiología, a la
Neurofisiología, a la Biología y a las perturbaciones de la memoria, de las
cuales la principal es la amnesia.

Recordando un poco la teoría simbólica de Norbert Elias, Le Goff pre-


senta uno de los fundamentos de la cuestión de la memoria, que es su rela-
ción orgánica con la cuestión del lenguaje.

«El acto mnemónico fundamental es el “comportamiento narrativo” que se ca-


racteriza antes que nada por su función social, puesto que es la comunicación a otra
persona de una información, en la ausencia del acontecimiento o del objeto que constituye
su motivo. Aquí interviene el lenguaje, producto mismo de la sociedad. La utilización
del lenguaje hablado, después del escrito, es de hecho una extensión fundamen-
tal de las posibilidades de almacenamiento de nuestra memoria que, gracias a
eso, puede salir de los limites físicos de nuestro cuerpo para ubicarse ya sea en
otros cuerpos o en las bibliotecas. Eso significa que, antes de ser hablado o escri-
to, existe un cierto lenguaje sobre la forma de almacenamiento de informaciones
en nuestra memoria»9.

O sea, los seres humanos en el curso de la larguísima duración, crean


la capacidad de almacenar información o de evocar simbólicamente a un
objeto (persona, proceso, estructura, acontecimiento) en ausencia física de
él. Esto es válido tanto para los individuos aislados como para las socieda-
des. En este sentido, el registro escrito sobre el pasado, en su pretensión
científica, sistematizada en el siglo xix, o sea, la Historiografía, no dejar de
ser también una forma social de memoria colectiva. Claro que existen otras
formas igualmente complejas de almacenamiento de la memoria, como las
religiones históricas, la literatura y la oralidad.

La cosa se complica para los historiadores profesionales, cuando estos


se ven obligados a tratar las denominadas perturbaciones de la memoria: la
amnesia, que no sólo es individual, sino que puede ser grupal y que puede
generar perturbaciones graves de identidad colectiva; y los usos y abusos,
como el olvido (que resulta tan intencionalmente producido como el pro-
pio recuerdo10) o las manipulaciones de la memoria; y aquí esta última se
aproxima a la esfera del ejercicio del poder: manipulaciones conscientes o
inconscientes que el interés, la afectividad, el deseo, la inhibición, y la cen-

9  Jacques Le Goff. Historia e memoria. Trad.Campinas: Unicamp, 1990, p. 424. [Cita traducida].
10  Cf. Massimo Mastrogregori. «Historiografia e Tradição das Lembranças» en Jurandir Malerba.
A Historia escrita: teoria e Historia das historiografia. São Paulo: Contexto, 2006.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

sura, ejercen sobre la memoria individual (y que, yo diría, son extensivas a


la colectividad).

Le Goff comienza a evocar la tradición francesa del tratamiento de la


memoria al referirse a los «lugares de la memoria», concepto forjado por
su colega annaliste Pierre Nora:

«Lugares topográficos, como los archivos, las bibliotecas, los museos; lugares
monumentales como los cementerios y las arquitecturas; lugares simbólicos co-
mo las conmemoraciones, las peregrinaciones, los aniversarios o los emblemas;
lugares funcionales como los manuales, las autobiografías o las asociaciones:
estos memoriales tienen su historia. Pero no podemos olvidar los verdaderos
lugares de la Historia, aquellos donde se debe procurar, no su elaboración, no
la producción, sino los creadores y los denominadores de la memoria colectiva:
Estados, medios sociales y políticos, comunidades de experiencias históricas o
de generaciones, llevadas a constituir sus archivos en función de los usos dife-
rentes que hacen de la memoria.»

Otro punto fundamental que Le Goff11 apenas menciona —y que pode-


mos trabajar más detenidamente— se refiere al hecho de que «la memoria
es un elemento esencial de lo que se acostumbra a denominar identidad,
individual o colectiva, cuya búsqueda es una de las actividades fundamen-
tales de los individuos, en la fiebre y en la angustia.» Con todo, si la memo-
ria es un elemento de cohesión social, porque proporciona el fundamento
para la construcción de una identidad colectiva (local, grupal, nacional),
también puede ser usada como instrumento de poder:

«Pero la memoria colectiva no es solamente una conquista, es también un instru-


mento y un objeto de poder. Son las sociedades cuya memoria social y sobre todo
oral o que están en vías de constituir una memoria colectiva escrita las que mejor
permiten comprender esa lucha por el dominio del recuerdo y de la tradición,
esa manifestación de la memoria.»12

3. La falsa dicotomía Historia/memoria

François Dosse, en un libro reciente13, propone la construcción de una


Historia social de la memoria. Sus principales referencias son las de los fran-
ceses Maurice Halbwachs, Pierre Nora y Paul Ricoeur. Un contribución im-
portante de este texto es la de la comparación entre la propuesta del soció-
logo durkheimiano de la década del veinte y la del historiador de la tercera

11  Jacques Le Goff. Historia e memoria, op cit., p. 476.


12  Ibídem.
13  François Dosse. A História. Trad. Bauru: Edusc, 2003.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

generación de Annales, este último habiendo recibido y desarrollado las


propuestas del primero. Mi análisis sigue ahora el de Dosse.

Quien primero buscó definir el campo de investigación de la memo-


ria colectiva dentro de las Ciencias Sociales fue el sociólogo durkheimia-
no Maurice Halbwachs, que procuró formular una teoría comprensiva de
la memoria colectiva. Una figura poco conocida de la década del veinte,
Halbwachs fue redescubierto por los historiadores en la década de setenta,
debido a los trabajos de Pierre Nora. Halbwachs sostenía que la memoria
colectiva evoca la presencia del pasado. Como imaginación viva, la me-
moria colectiva se rehace continuamente a partir de los contextos sociales
en los cuales se encuentra inserta. Cuanto más poderoso el contexto, más
impuestas serán las memorias. La teoría de Halbwachs anticipaba nuestra
necesidad cultural corriente de entender el modo como las imágenes mne-
mónicas son manipuladas por la autoridades públicas. La conmemoración
es una estrategia calculada para estabilizar las memorias colectivas14.

La teoría de Halbwachs se erige sobre la base de la oposición frontal de


los conceptos de memoria e Historia, colocando del lado de la memoria
«todo lo que fluctúa, lo concreto, lo vivido, lo múltip1e, lo sagrado, la ima-
gen, el afecto, lo mágico[…]». La Historia, en contraste, se definiría por su
carácter crítico, conceptual, problemático y laicizante15. Esta radical sepa-
ración podría llevar a la falsa idea de que la Historia sólo comienza cuando
acaba la memoria. Esta distinción fue el punto de partida de una reflexión
innovadora sobre la manera en la cual opera la memoria colectiva en comu-
nidades sociales concretas16.

Sin embargo, Halbwachs parte de un concepto de Historia (en cuanto


conocimiento) ya superado, incluso para su época: la de una disciplina he-
redera del cientificismo del siglo xix, próxima a una física social fuera de la
experiencia vivida (que era la base de la propia propuesta de la Sociología
de Durkheim). Halbwachs distingue Historia y memoria para establecer
un cuadro antitético entre ambas.

En su concepción, la memoria se encuentra por completo del lado de lo


vivido, mientras que los «acontecimientos históricos desempeñan el mismo
papel que las divisiones del tiempo marcadas en un reloj o determinadas

14  Patrick Hutton. History as an art of Memory. New Hampshire: University of New England Press,
1993.
15  François Dosse, op. cit., p. 280.
Maurice Halbwachs. Les Cadres sociaux de la mémoire. París: Albin Michel, 1994.
16 ���������

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

por el calendario»17. El tiempo de la Historia, en esa perspectiva, es algo


exterior a la experiencia, no más que un enunciado formal18.

Para Halbwachs, por lo tanto, existiría una separación imposible de tras-


poner entre estas dos categorías. La memoria colectiva se presenta como
flujo o como una línea existencial continua, mientras que la Historia opera
mecánicamente, recorta períodos y privilegia las diferencias, los cambios
y las discontinuidades: «En el desarrollo continuo de la memoria colectiva
no hay líneas de separación nítidamente trazadas, como en la Historia».
La memoria se constituye a partir de la fragmentación, de la pluralidad de
los grupos y de los individuos; la Historia se construye sobre la unidad,
sobre la totalidad: «La Historia es una y se puede decir que sólo existe una
Historia»19.

Esta concepción de la Historia de Halbwachs es casi caricaturesca, como


si la Historia se pretendiese insípida, neutra, positiva —como de hecho
pretendía serlo hasta la época en que escribió Halbwachs, cuando concep-
ciones, atrevidas y críticas de la Historia ya circulaban. Contra esa concep-
ción que ataca, Halbwachs propondrá la alternativa de la memoria como
el diferencial ofrecido por los sociólogos en su postura ecuménica y nada
inocente de capitanear el conjunto de las Ciencias Sociales20. Presenta a la
Historia como el lugar de la objetividad absoluta, de la neutralidad axio-
lógica del sujeto cognoscente, del mero registro factual, libre de cualquier
juicio de valor. Como la reconstrucción de la totalidad de los hechos histó-
ricos sería irrealizable, quedaría apenas el trabajo de corte que caracteriza
a la obra histórica, marcada por la pretensión de infalibilidad de su método
científico de abstracción.

En síntesis, Halbwachs creía que la memoria y la Historia son antité-


ticas: la memoria confirma semejanzas con el pasado; la Historia busca
diferencias. La memoria evoca la presencia del pasado en el presente; la
Historia se mantiene distante del pasado. Más importante aún: la memoria
distorsiona el pasado, ¡mientras que la obligación del historiador es la de
corregir las incorrecciones de la memoria!

17  Maurice Halbwachs. La Mémoire collective. París: Puf/Albin Michel, 1997.p. 101, apud François
DOSSE, op. cit., p. 280.
18  Sobre este tema, ver las eruditas y sugestivas reflexiones de José C. Reis. Tempo, Historia e evasão.
Campinas: Papirus, 1994.
19  Ibídem, p. 281.
20  Esa disposición ecuménica e imperialista dentro de las Ciencias Sociales, tendrá lugar después,
con el surgimiento del Estruturalismo, con la Antropología estructural propuesta por Levi-Strauss, que
luchaba por una posición de liderazgo de su nueva disciplina, pues ésta seria la única capaz de trabajar
en el nivel de las estructuras de la sociedad —único lugar donde sería posible hazer ciencia—. La res-
puesta a Levi-Strauss fue dada por Braudel en seu clásico ensayo de 1958 sobre la larga duración.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

Del punto de vista de la narrativa pensada entre memoria e Historia, el


más pretencioso de los estudios sobre conmemoraciones fue editado por
Pierre Nora21 (1984-1992). Se trata de un proyecto realizado durante los
años setenta, que apuntaba a reconsiderar la propia naturaleza de la iden-
tidad nacional francesa. Cerca de sesenta de los más destacados historiado-
res de Francia participaron en él. Nótese que apareció en torno a los años
del bicentenario de la Revolución, y puede haber quitado importancia a ese
evento conmemorativo. Nora propone un abordaje innovador de la narra-
tiva histórica. Al organizar su proyecto, procedió desde el presente retro-
trayéndose al pasado, como en el diseño de un árbol genealógico. Hizo del
presente la referencia primera, abriendo el campo de investigación para
un sinnúmero de modos desde lo que siempre fue pensada la herencia
nacional francesa. En el plan de su obra, Nora estructuró los «lugares de
la memoria» en tres niveles de representación que remitían a un pasado
diversificado y complejo:

(i) La «República»: en torno final del siglo xix, época de su último


triunfo como un régimen político y su poder creciente como
una nación-Estado;
(ii) La «Nación»: a partir de la Revolución Francesa;
(iii) «Las Francias»: un círculo más amplio de imágenes cultura-
les que moldearon la identidad de Francia, remontándose a la
Edad Media.

En el esquema de Nora, la relación entre Historia y memoria se revierte.


La gran narración de la Historia de la Francia moderna se fragmenta en na-
rrativas particulares, cada una de ellas relocalizadas en un lugar diferente
de la memoria. Esos lugares de la memoria, apenas si están relacionados
vagamente. Las memorias se desvinculan de sus lugares físicos en una gran
narración, para convertirse en puntos de referencia simultánea Las memo-
rias se desatan de sus lugares fijos para que los historiadores reconstruyan
su herencia cultural. La estructura de la Historia, parte del elenco espacial
de la memoria colectiva, tal como Halbwachs la describía. Al abordar el
pasado a partir del lugar privilegiado del presente, el historiador contem-
pla los dominios de la memoria, cada unos de los cuales puede rescatarse
desde el hoy22. La Historia se convierte en el arte de situar esas memorias.
Este método de situar la narrativa histórica en los lugares de la memoria
fue empleado por muchos historiadores desde entonces23.

21  Pierre Nora. Les lieux de mémoire. París: Gallimard, 1984-1992, 3 vols.
22  Ibídem, vol. 3, pp. 11-32.
23  Simon Schama. Landscape and Memory. Nueva York: Knopf, 1995.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

Pierre Nora, por lo tanto, parte justamente de esa oposición entre


Historia y memoria cuando propone el objeto de los Lugares de memoria:

«Memoria, Historia: lejos de ser sinónimos, tomamos conciencia de que todo


las opone. La memoria es la vida, siempre llevada por grupos vivos y, en ese
sentido, está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de
la amnesia, inconsciente de sus sucesivas deformaciones, vulnerable a todos los
usos y manipulaciones, susceptible de prolongadas latencias y súbitas revitali-
zaciones. La Historia es la reconstrucción problemática e incompleta de lo que
ya no existe. La memoria es un fenómeno siempre actual, un vínculo vivido en
el presente eterno; la Historia, una representación del pasado. Por ser efectiva y
mágica, la memoria sólo se contenta con detalles que la confortan: se alimenta de
recuerdos opacos, globales o fluctuantes, particulares o simbólicos, sensible a to-
das las transferencias, censuras, pantallas o proyecciones. La Historia, en cuanto
operación intelectual y laicizante, llama al análisis y al discurso crítico. La me-
moria instala el recuerdo en lo sagrado; la Historia la desaloja, siempre vuelve
[a lo] prosaico» 24.

La multiplicación de los estudios sobre la memoria colectiva, permi-


te percibir la complejidad de su modo de funcionamiento, y posibilita el
abordaje crítico del falso dilema, inicialmente propuesto por Halbwachs y
rectificado después por Nora, de la elección ineluctable entre una Historia
fundada sobre su contrato de verdad y una memoria fruto de la experien-
cia vivida e inmediatamente abordable. El perfeccionamiento del cam-
po memoria/Historia, debe apuntar a la superación de ese falso dilema,
o sea, no pensar más esas categorías en términos de oposición sino de
convergencia.

4 Ejes historiográficos como ejemplos para la reflexión

De acuerdo a nuestra propuesta inicial, vamos a tomar como pretexto


para reflexionar sobre la conjunción de Historia y memoria, tres campos
posibles de investigación: primero, la relación entre memoria colectiva e
identidad nacional; segundo, la memoria de las atrocidades de la Segunda
Guerra Mundial, particularmente el Holocausto; tercero, la relación de la
memoria con la cuestión del fin de la Historia25.

24  Pierre Nora, Pierre, op. cit., vol. 1, apud François Dosse, op. cit., p. 282. [Cita traducida].
25  Las reflexiones siguientes son tributarias de Patrick Hutton. «Recent Scholarship in Memory
and History» en The History Teacher, v. 33, nº 4, 2000, pp. 533-548.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

4.1. Identidad nacional y conmemoración

El tópico de la memoria colectiva/identidad nacional suscitó gran in-


terés en varios países26. Probablemente el estudio más influyente en ese
sentido fue el libro de Eric Hobsbawm y Terence Ranger, The invention of
tradition (1983). Los autores pusieron un gran énfasis en las estrategias de
conmemoración, por medio de las que los hombres de Estado de la Europa
de fines del xix, «fabricaron» tradiciones artificiales para irradiar el presti-
gio y la autoridad del Estado-nación. Ellos analizan el modo en que el mito
y el ritual se usaron para crear una memoria pública en la cual los ciudada-
nos debían creer. Tradiciones inventadas dieron forma a las imágenes del
pasado y a las necesidades del presente. El libro de Hobsbawm y Ranger
se convirtió en un verdadero paradigma para los estudios de este género27.
De distintas formas, esa Historiografía derivada terminó por adherir a la
tesis de Hobsbawm y Ranger de que la memoria colectiva se construye, que
la clave de su influencia radica en el poder del Estado28. Me excuso de pro-
fundizar en este análisis con más ejemplos historiográficos, que abundan
tanto en la literatura internacional como en la brasileña29.

4.2. La memoria del Holocausto y el problema de la narrativa

Otro eje de producción historiográfica privilegiado para la observación


de las relaciones tensas entre Historia y memoria, emerge de la cuestión
de los «usos» de la memoria: además del afianzamiento del poder, como
en las conmemoraciones, hay que considerar la eliminación de la memoria
—o sea, la producción del olvido— y sus manipulaciones. Este tópico ha

26  John R. Gilles (ed.). Commemorations: the Politics of National Identity. Princeton: PUP, 1994.
Eric Hobsbawm; Terence Ranger. A invenção de tradições. Río de Janeiro: Paz e Terra, 1997. Terence
27 ������
Ranger. «The invention o Tradition Revisited: The Case of colonial África» en Terence Ranger; Megan
Vaughan (eds.). Legitimacy and the State in Africa. Londres: Macmillan, 1993.
28  John Bodnar. Remaking América: Public Memory, commemoration, and Patriotism in the 20th Century.
Princeton: Pup, 1992; Yael Zerubavel. Recovered roots: the making of israeli National tradition. Chicago:
University of Chicago Press, 1995.
29  Para unos pocos, pero representativos ejemplos de esa Historiografia en Brasil, ver Noé F. Sandes.
A invenção da nação: entre a monarquia e a república. Goiânia: Editora da Ufg, 2000; Regina ABREU. A fabri-
cação do imortal: memoria, Historia e estratégias de consagração no Brasil. Rio de Janeiro: Rocco, 1996; Circe
Bittencourt. «“As tradições nacionais” e o ritual das festas cívicas» en Jaime Pinsky (org.). O ensino de
Historia e a ciação do fato. São Paulo: Contexto, 1992; Marly da Silva Motta. A nação faz cen anos: a questão
nacional no centenário da Independência. Río de Janeiro: Ediotra Fgv, 1992; Lucia Lippi Oliveira. «As fes-
tas que a República manda guardar» en Estudos Históricos, Rio de Janeiro, n. 2, 1989; A. C. M. Santos.
«A invenção do Brasil: un problema nacional» en Revista de Historia, São Paulo, enero-junio, 1985; Carlos
Fico. Reinventando o otimismo: propaganda, ditadura e imaginário no Brasil. Río de Janeiro: Fgv, 1997.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

sido trabajado magistralmente por Francisco Falcon, a quien usaré como


guía para esta rápida discusión30.

Un primer ejemplo emblemático a evocar, es la cuestión de la memoria


del Holocausto, o la así llamada Solución Final nazi, que se convirtió en
un verdadero punto de inflexión en la discusión teórica sobre el estatuto
de la narración histórica, desde hace unos quince años. Esta cuestión, que
levantó polémica a comienzos de los noventa y que todavía hoy repercute
de manera estridente31, fue bautizada como negacionismo: ¿habría o no una
realidad histórica denominada Holocausto? La cuestión teórica subyacen-
te era profunda, y aludía a la posibilidad (o no) de que los relatos de los
historiadores se refiriesen a una realidad externa a ellos; por lo tanto, ante
narraciones mutuamente excluyentes, se plantea la cuestión de si habría
(o no) la posibilidad de arribar a una narración verdadera, con base a una
referencia extralingüística. La respuesta a esta cuestión definiría el estatuto
del conocimiento producido por los historiadores,en cuanto a si se trata de
un texto realista o una ficción32.

Los debates acerca del Holocausto se formularon en torno a dos cues-


tiones: la de las falsificaciones de la Historia, y la de las relaciones entre
narraciones que, en principio, no niegan la realidad del Holocausto, y su
propia realidad. Algunas obras de Pierre Vidal-Naquet ejemplifican la pri-
mera cuestión; para ilustrar la segunda, bastará la selección organizada por
Saul Friedlander.

En Los asesinos de la memoria – El revisionismo en la Historia, Vidal-


Naquet33 reunió artículos publicados entre 1980 y 1987, levantándose con-
tra las llamadas tesis negacionistas de autores como Paul Rassinier y Robert
Faurisson. Esas tesis procuraban negar, en líneas generales, la existencia
histórica del Holocausto; o en otros términos, afirmaban que el Holocausto
sería una invención esencialmente judía y antigermánica. Invención que no
se apoyaría en documentos fidedignos, puesto que todos los testimonios

30  F. Falcon. «Historia e representação» en Ciro F. Cardoso. Ciro; Jurandir Malerba. Representações:
contribuição a un debate transdisciplinar. Campinas: Papirus, 2000.
31  Podría referirse el caso muy reciente del obispo inglés radicado en Argentina, Richard William-
son, que negó la existencia del Holocausto, al punto de que el Vaticano exigió su retractación, debido a
presiones internacionales. Cf. Márcia Carmo. «Bispo que negou Holocausto é retirado de cargo». Folha
de São Paulo, 09/02/2009. [En línea]. [Citado el 1º de junio de 2009]. Disponible en Internet en:
http://www1.folha.uol.com.br/folha/bbc/ult272u500903.shtml.
32  Para una crítica y una propuesta de enfrentamiento teórico al antirrealismo histórico, una de las
dos bases epistemológicas del posmodernismo historiográfico, cf. Jurandir Malerba. A Historia e seus
discursos: una contribuição ao debate sobre o realismo histórico. Lócus, Juiz de Fora, 2007.
33  Pierre Vidal-Naquet. Os Assassinos da Memoria. Un Eichmann de papel e outros ensaios sobre o revi-
sionismo. Campinas: Papirus, 1998.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

existentes serían o sospechosos, esto es, producidos por los propios judíos
sobrevivientes, o debidos a lecturas equivocadas de la documentación ofi-
cial producida por el Nacional Socialismo alemán. De acuerdo con los ne-
gacionistas, las cámaras de gas jamás existieron, Hitler nunca ordenó un
exterminio, nunca hubo seis millones de muertos, sino como máximo, unas
200 mil víctimas de enfermedades normales por la reclusión en campos de
concentración, o por peleas de judíos contra judíos.

A comienzo de los años noventa, el historiador de origen semita Saul


Friedlander organizó un congreso en Berkeley, en el que especialistas
invitados abordaron los aspectos más variados de la representación del
Holocausto, en términos historiográficos, artísticos, literarios, psicológicos
y políticos. Los textos presentados en ese evento fueron publicados, en in-
glés, bajo el título de Investigando los límites de la representación. El nazismo y
la «solución final»34.

En la introducción a la obra, Friedlander expresa su intención de utilizar


un evento límite para hacer pensar sobre las diversas concepciones de la
verdad histórica: «El exterminio de los judíos[…] debe desafiar a los teóri-
cos del relativismo a que enfrenten los corolarios de posiciones que, de otra
manera, pueden ser tratadas con facilidad en un nivel abstracto». Un acon-
tecimiento como el Holocausto, por lo tanto, carga en sí tamaña exigencia de
verdad que plantea la ineludible necesidad de un posicionamiento de parte
de los historiadores sobre los límites de la representación (narrativa).35

4.3. El fin de la Historia y la memoria como problema


historiográfico

Este tópico del fin de la Historia está imbricado en la cuestión de la me-


moria, según Patrick Hutton, porque lidia con el tiempo y la narración, de
modo que desemboca en la relación entre memoria e Historia. El estudio
fundador de este debate a principios de los años noventa, es bien sabido,
procede del cientista político Francis Fukuyama, que resucitó el aforismo
memorable acuñado por primera vez por Kant (y después reiterado por
Hegel). Por fin de la Historia no quería remitir a cualquier catástrofe inmi-

34  Saul Friedlander (ed.). Probing the Limits of Representation. Nazism and the «Final Solution». Cam-
bridge: Harvard University Press, 1992.
35  Dos de los textos, que plantean concepciones opuestas sobre los límites de la representación
(narrativa) en Historia, presentados en Berkeley y publicados por Friedlander, son de Haydn White
(Historical Emplotment and the Problen of Truth) y Carlos Ginzburg (Just One Witness). Estos ensayos fue-
ron traducidos y publicados en Jurandir Malerba. A Historia escrita: teoria e Historia das historiografia.
São Paulo: Contexto, 2006.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

nente, sino a la culminación de un modo particular de ordenar el tiempo


histórico. Fukuyama sustenta su argumento en el idealismo kantiano; Kant
proyectaba el fin de la Historia en un futuro, por así decirlo, utópico, pe-
ro para el cual debemos direccionar nuestras energías morales. Esa es la
propia esencia de la noción de progreso, contenida en la concepción de
historia de la Ilustración. Con Fukuyama, el fin de la Historia ya no se-
ría un futuro distante, sino la culminación de la lucha ideológica por la
creación de una sociedad óptima, lucha en la que venimos participando
desde la Revolución Francesa. Aprendemos por esta experiencia, sostiene
Fukuyama, que la democracia liberal es un ideal más allá del cual no se
puede avanzar. Publicado en 1989, el libro de Fukuyama parecía un epita-
fio perfecto para la Guerra Fría36.

Para formular mejor este tema, vale la pena evocar al historiador francés
François Hartog, que trata más directamente la cuestión de la narrativa.
Hartog descarta la noción de épocas históricas en favor del concepto de
regímenes de historicidad. Con ese término, refiere a los modos cambiantes
por los que los historiadores percibieron y registraron el tiempo histórico.
En otras palabras, redirecciona nuestra atención de la definición de una
época histórica al significado del tiempo en la narración histórica. Hartog
es un historiador de la Antigüedad y consigue tener una visión amplia de
las perspectivas históricas en transformación en la propia Historia, como
una narrativa con comienzo, desarrollo y fin. Él llama la atención sobre
una Historia magistra vitae, que tuvo fuerza desde la Antigüedad hasta el
Renacimiento. Los historiadores, en aquel viejo régimen de historicidad, veían
a los eventos del pasado como arquetípicos. Los eventos subsecuentes rei-
teraban sus lecciones. Tal narrativa privilegiaba el pasado, al preservar la
comprensión de una cultura anclada en la tradición. El moderno régimen de
historicidad, al contrario, privilegia el futuro, como se podría esperar de una
cultura que atribuye importancia a la innovación y a la iniciativa.

En el régimen moderno, los historiadores tendían a identificar eventos


singulares que marcaban puntos de inflexión en la progresión indefini-
da del tiempo. Miraban el pasado para llenar sus expectativas sobre las
promesas contenidas en el futuro. Puesto que el futuro era previsible en
tal ordenamiento del tiempo histórico, también lo era el pasado. La ca-
racterística más significativa de nuestro tiempo, de acuerdo a Hartog, es
nuestra pérdida en la fe en aquel régimen moderno de historicidad. Fue

36  Cf. Lutz Niethammer. Posthistoire: Has History Come to an End? Londres: Verso, 1989. que revió
a los profetas del tránsito de una era histórica a otra poshistórica, del siglo xix e xx; también; Lutz
Niethammer. Posthistoire: Has History Come to an End? Londres: Verso, 1989; Josep Fontana. A Historia
depois do fim da Historia. Bauru: Edusc., 1998.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

desplazado por otro que privilegia el presente. Tal formulación prescinde


de una grand narrative. Como el futuro se representa como problemático,
también el pasado se torna imprevisible. Tal abordaje del pasado nos invita
a viajar en el tiempo por los lugares de la memoria. Y aquí reencontramos a
Nora. Se mira hacia atrás, hacia un mundo diferente del nuestro, pero con
la esperanza de que pueda inspirarnos a encontrarle sentido al presente. La
cuestión de la memoria/Historia es sintomática de ese régimen moribundo
de historicidad en el cual el presente, y no el futuro, es nuestra referencia
primera de temporalidad37.

5. Consideraciones finales

Más esclarecedor que toda esta discusión sobre las relaciones entre
Historia y memoria, es percibir este tiempo de conmemoraciones ava-
sallantes en el que estamos viviendo. Fue así en el bicentenario de la
Revolución Francesa (que coincidió con nuestra Inconfidencia mineira); fue
así en el quinto centenario del descubrimiento de América; y es así hoy en
el centenario del nacimiento o la muerte de autores consagrados, o como el
ruidoso evento de las efemérides del bicentenario de la venida de la familia
real portuguesa al Brasil. Será así en pocos años, cuando comiencen a con-
memorarse las independencias en América Latina o la Revolución Rusa.

En una época como la nuestra en que todo, hasta la misma Historia y


la identidad colectiva de un pueblo se transforma en mercadería, no es de
extrañar el estallido mercadológico en torno a las efemérides, como asisti-
mos recientemente con el advenimiento del bicentenario de la llegada de la
corte al Brasil. De un día a otro, vimos a ilustres desconocidos convertirse
en celebridades y posar como sabios eruditos; lectores de media docena
de libros codeándose para entrar en el debate; publicaciones de calidad sos-
pechosísima ganando espacio en los medios. Unos se apropian del hecho
como guardianes de la Historia; otros vaticinan en contra de ella, denun-
ciando los abusos y las manipulaciones de la memoria; ese torbellino reme-
morativo contribuirá para construir la conciencia histórica de nuestra ge-
neración; el propio tiempo, por lo tanto, servirá de tamiz para determinar
qué se aprovechará de todo eso, y qué es lo que deberá caer en el olvido.

37  Cf. François hartog. «Tempos do mundo, Historia, escrita da Historia» en GUIMARÃES, M. L.
S. estudos sobre a escrita da Historia. Rio de janeiro: Sette Letras, 2006. Original 1996. También François
Hartog. «Arte da narrativa histórica» en Jean Boutier; Dominique Julia. Passados recompostos; campos e
canteiros da Historia. Marcella Mortara e Anamaria Skinner. Río de Janeiro: Ufrj/Fgv, 1998; François Har-
tog. O século xix e a Historia: o caso Fustel de Coulanges. Río de Janeiro: Editora Ufrj, 2003.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Jurandir Malerba

Pero, finalmente, ¿qué se conmemora hoy? ¿Qué significa, en este caso,


conmemorar 1808 en 2008?

Conmemorar, —memorar junto—, es un ejercicio que apunta hacia las


fronteras movedizas entre Historia y memoria. En un movimiento frenéti-
co, funde pasado y futuro en el tiempo presente. Cuando nos disponemos
a memorar juntos, vemos eclosionar a la Historia viva, en la pulseada de
los debates apasionados que se irradian a partir de la Historiografía, y que
se explayan por todo el espectro social.

El acontecimiento pasado revigoriza a la Historia, en la medida en que


afecta al presente, haciendo del distanciamiento temporal un instrumento
meticuloso para una revisión de las diversas estratificaciones de sentido
que se le fueron atribuyendo a lo largo de las generaciones, transforman-
do a ese acontecimiento en evento supersignificado, como lo denomina Paul
Ricoeur. Alcanza toda su importancia en cuanto fuerza política —y cul-
tural— en el tiempo presente: la retomada reflexión del acontecimiento
supersignificado se convierten en aliciente para la construcción narrativa
(histórica) de identidades fundadoras. Pero, junto con ese aspecto construc-
tivo de la memoria, hay que resaltar los graves problemas asociados a ella,
que se relacionan con el ejercicio del poder.

Me refiero a las patologías colectivas de la memoria, que pueden mani-


festarse en situaciones de pleno rescate de la memoria, de repetición, cuya
conmemoración y tendencia a la patrimonialización del pasado, como en el
caso del Brasil joanino, son un bello ejemplo; o por el contrario, el basta
de memoria, como ocurre en todos los países totalitarios dominados por la
memoria manipulada. Como enseña Paul Ricoeur38, es así que la memo-
ria se torna inseparable del trabajo del olvido. También recuerda Tzvetan
Todorov39 que: «La memoria no se opone al olvido. Los dos términos que
contrastan son el eliminar (el olvido) y el conservar; la memoria es siempre
necesariamente una interacción de los dos.»

Olvidamos tan activamente como recordamos. Esa es una característica


íntima de la memoria: su selectividad. El esfuerzo de la memoria que in-
cluye, es también aquel que activamente excluye. La memoria que produce
olvido.

De modo que, en relación a la Historia, la memoria es una forma de


selección del pasado, una construcción intelectual y no un flujo exterior al
38  Paul Ricoeur. La Mémoire, L’Histoire, L’Oubli. París: Éditions du Seuil, 2000.
39  Tzvetan Todorov. Les Abus de la mémoire. París: Arléa, 1995, p. 14.

· 166 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Ejercicio de memoria: interfaces con la Historia y la Historiografía

pensamiento. La divisa que guía el deber de memoria, radica en el cruce de


la tríada pasado-presente-futuro, y tiene que ver con los deseos de acción
del presente en relación a un proyecto de futuro (Koselleck; Rüsen). Esa
dialéctica de los tiempos, no afecta solamente a nuestras posibilidades y a
nuestros límites de acción; incide directamente en el modo en el que nos
apropiamos del pasado y lo presentamos en forma narrativa.

· 167 ·
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en
Francia

Marie-Claude Chaput
Universidad París Ouest-Nanterre-La Défense

Me centraré en este estudio en los vínculos complejos que se han ido


estableciendo estos últimos años entre la Historia del tiempo presente, la
política y la justicia, dejando de lado los numerosos estudios que se han
hecho sobre otras corrientes históricas1. Desde sus orígenes, esta histo-
ria se caracterizó por sus fuertes lazos con el pasado inmediato siendo la
creación del Instituto de Historia del Tiempo Presente (ihtp), en 1978, el
resultado de una doble iniciativa política y científica, la del primer minis-
tro Raymond Barre y la del Centro Nacional de Investigaciones Científicas
(cnrs)2. Tal inicio explica sus características: se desarrolló en Francia a raíz
de la Segunda Guerra Mundial cuando los historiadores, a menudo actores
o testigos de esta guerra, empezaron a buscar testimonios para que no se
perdiera la historia de la Resistencia que, por su carácter clandestino, ha-
bía dejado pocas huellas3. El ihtp fue el heredero del Comité de Historia
de la Segunda Guerra Mundial (chd2gm), un organismo oficial creado en
1951, después de la fusión de la Comisión de Historia de la Ocupación y
de la Liberación de Francia (cholf) y del Comité de Historia de la Guerra,
creados en 1944 el primero y en 1945 el segundo. Su objetivo era reunir do-
cumentación sobre esta lucha y poner un punto final a esta historia; en rea-
lidad, tuvo un efecto contrario, ya que generó una fuerte demanda social.

1  Ver Christian Delacroix, François Dosse; Patrick García. Les courants historiques en France xixe-
xxe siècle. París: Armand Colin, 1999.
2 Institute d’Histoire du Temps Présent. [En línea]. Disponible en Internet en: http://www.ihtp.cnrs.fr/
spip.php%3Farticle124&lang=fr.html.
3  Ver Marie-Claude Chaput. «Los historiadores del tiempo presente y los traumas del siglo xx en
Francia» en Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz (coords.), Historia de la Transición en España. Los inicios
del proceso democratizador. Madrid: Biblioteca Nueva, 2007, pp. 87-100. Recordaré aquí las grandes líneas
para destacar los vínculos con las leyes memorialísticas y la evolución actual.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

Se vincula con los grandes traumas del siglo xx a raíz de la Segunda


Guerra Mundial, y se consideró como la matriz de la Historia del tiempo
presente4 con estudios sobre la ocupación, la represión, la Resistencia y,
más tarde, el colaboracionismo del régimen del mariscal Pétain llamado
hoy régimen de Vichy, nombre de la ciudad donde estuvo este gobierno des-
pués de la ocupación del norte de Francia. Después de la victoria aliada, la
primera preocupación del general De Gaulle fue reconstruir la unidad na-
cional maltrecha por haber vivido el país una situación casi de guerra civil.
El mito creado por De Gaulle se vino abajo después de la publicación en
francés, en 1973, del libro del historiador norteamericano Robert Paxton.
Hasta entonces, la versión histórica oficial se basaba en los documentos
de los procesos de la posguerra mientras que Paxton había utilizado los
archivos alemanes, lo que le permitía acabar con la interpretación vigente
de este período como el paréntesis de un régimen arcaico bajo el mando del
viejo mariscal, vencedor de Verdún en la Primera Guerra Mundial. Paxton
mostraba que Pétain, que consideraba que la sociedad francesa estaba en
plena decadencia, tenía un proyecto de transformación inspirado en las
nuevas ideologías de los años treinta, en particular el fascismo. El título
inglés (Vichy France Old Guard and New Order, 1940-1944) lo indicaba clara-
mente frente al título francés, más neutral, La France de Vichy, que revelaba
las reticencias5.. Henry Rousso, director del ihtp hasta fechas recientes,
fue pionero en las investigaciones sobre el régimen de Vichy llamando la
atención sobre las responsabilidades internas; hoy las investigaciones de-
vuelven a los alemanes un papel protagonista.

La Historia del tiempo presente se caracteriza por la variedad de en-


foques que revela el vocabulario empleado para designar el estudio del
pasado reciente (htp, Historia actual6, Historia inmediata7). Se suele
considerar que abarca una generación, coincidiendo por lo tanto con la
memoria personal y la vida de los últimos testigos8. La diversidad de sus

4  Desde hace unos años, se plantea el debate de saber si la matriz no fue la Primera Guerra Mun-
dial e incluso si es necesario tener una matriz. Ver en el dossier sobre «L’Histoire du temps présent
hier et aujourd’hui» en el Bulletin de l’IHTP, n° 75, junio de 2000, el debate entre Pieter Lagrou, «De
l’actualité du temps présent» y Henry Rousso, «L’histoire présent, vingt ans après». [En línea]. Dispo-
nible en Internet en: http://www.ihtp.cnrs.fr/spip.php%3 Farticle470.html
5  Ibid., p. 241.
6  Disponible en Internet en: http://www.isn.ethz.ch/isn/DigitalLibrary/Publications/Detail/?lng=
en&ord582=grp1&id=93718
7  L’Histoire Immédiate sur le Web. [En línea]. Disponible en Internet en: http://w3.grhi.univ-tlse2.fr/
8  Jean-François Soulet recuerda que existió desde la Antigüedad el interés por la historia inmedia-
ta —fenómeno constante según él— citando a Heródoto y a Tucídides, en L’Histoire immédiate. ��������
Histori-
ographie, sources et méthodes. París: Armand Colin, 2009, pp. 9-15.

· 170 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

orientaciones es visible en los grandes ejes de investigación de los numero-


sos centros de investigación e instituciones dedicados al tema.

1. Guerra, violencia y huellas

La guerra como objeto de estudio no es algo nuevo pero sí lo es su estu-


dio en sus manifestaciones culturales. El nuevo director del ihtp, Christian
Ingrao9, que pertenece a una nueva generación, leyó en el 2001 una tesis
sobre «Los intelectuales ss del sd» (Servicio de Seguridad). Es especialis-
ta en la guerra, como lo fue Henry Rousso de Vichy, y varios de sus co-
laboradores como Annette Becker y Stéphane Audoin Rouzeau lo son en
la Primera Guerra Mundial10. Estos últimos años, la publicación de testi-
monios de poilus («peludos», en lengua familiar, sinónimo de valientes),
escritos en unos cuadernos que sus descendientes han encontrado en los
desvanes de las casas familiares rurales en el momento de venderlas, ha
contribuido a renovar la imagen de esta guerra11.

El ihtp propone varios ejes: la gestión estatal de esta violencia de guerra


con las políticas de reparación después de la Segunda Guerra Mundial; los
mundos coloniales y poscoloniales; el nacimiento y las transformaciones
de las sociedades de bienestar en los siglos xx y xxi (prácticas culturales e
imágenes); justicia y política; epistemología y escritura del tiempo presente
y otros temas poco tratados hasta fechas recientes (como el de la represión
contra las mujeres, cuyo papel fue infravalorado en la Resistencia, mientras
que la represión contra ellas fue más fuerte y humillante12, como lo mues-

9  «Christian Ingrao». [En línea]. En Institute D’historie Tu Temps Présent. Disponible en Internet en:
http://www.ihtp.cnrs.fr/spip.php%3Farticle751.html
Ver también en Internet en «Persée», las revistas de historia : Vingtième Siècle y Matériaux pour l’histoire
de notre temps (bdic).
Stéphane Audoin-Rouzeau; Annette Becker. 14-18, retrouver la Guerre. París: Folio Histoire, Gal-
10 ����������
limard, 2000; Stéphane Audoin-Rouzeau. «Violences extrêmes de combat et refus de voir». [En línea].
En Revue Internationale des Sciences Sociales, 4, n° 174, 2002, p. 543-549. [Citado el 12 de julio del 2009].
Disponible en Internet : http://www.cairn.info/revue-internationale-des-sciences-sociales-2002-4-page-
543.htm
11  Dominaba hasta fechas recientes la visión de Jean-Jacques Becker, fundador del Historial de la
Gran Guerra en Péronne, y de sus colaboradores. Sobre el debate actual, ver Matériaux pour l’histoire de
notre temps: Les Français dans la Grande Guerre. Nouvelles approches, nouvelles questions. bdic, n° 91, julio-
septiembre de 2008. Digitalizados hasta el 2003 en: http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/
revue/mat
Ver también el Colectivo de Investigación y de debate Internacional sobre la Primera Guerra Mundial
en francés y en inglés: http://www.crid1418.org/espace_scientifique/colloque07 /accueil_colloque.htm
12  Danièle Voldman. «La bouche de vérité». [En línea] En Prólogo al Cahier de l’IHTP, nº 31, publi-
cación del seminario «Violencias, represión y diferencia de sexos, 1870-1962», 1992-1995. Disponible en
Internet en: http://www.ihtp.cnrs.fr/spip.php%3Frubrique61&lang=fr.html

· 171 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

tran los estudios sobre las mujeres rapadas acusadas de colaboracionismo


horizontal de Laurent Douzou13 o de Fabrice Virgili14).
En 1997, en el Boletín del Instituto de Historia Contemporánea (n° 5), dirigido
por Serge Wolikow y Philippe Poirier de la Universidad de Borgoña15, se
publicaron los resultados del coloquio ¿Dónde está hoy día la http? Nociones,
problemas y territorio16, que destacaban también la diversidad de las temá-
ticas desde la Historia política a la Historia cultural y desde la Historia de
las élites a la del deporte o la moda.

En París, otras instituciones dedican un espacio importante a la Historia


del tiempo presente: el Instituto de Estudios Políticos (iep), con el Centro
Histórico de Ciencias Políticas dirigido por Jean-François Sirinelli17, lle-
vando a cabo investigaciones sobre la política, los intelectuales, y, más re-
cientemente, sobre la Guerra fría y Mayo del 6818. Proponen unos ejes que
abarcan todos los ámbitos que permiten entender el mundo contemporá-
neo: políticos, sociológicos, internacionales, europeos y sobre los jóvenes,
las identidades, la violencia, la guerra, etcétera.

La Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (ehess) le dedica un


lugar importante con el ahmoc (Aproximaciones Históricas de los Mundos
Contemporáneos) creado en 200519. En la Universidad de Versailles-Saint
Quentin en Yvelines, el Centro de Historia Cultural de las Sociedades
Contemporáneas dirigido por Christian Delporte lleva a cabo unas inves-
tigaciones con un enfoque cultural sobre medios, imágenes y documenta-
les: Historia cultural y política (fines del siglo xix, siglo xx); Historia de los
medios de comunicación y del periodismo; imágenes y representaciones;
propaganda, cultura de masas y cultura mediática20.

13  Laurent Douzou. «La Resistencia, cosa de hombres». [En línea]. En Bulletin de l’IHTP, n° 31, Semi-
nario «Violencias, represión y diferencia de sexos, 1870-1962». Disponible en Internet en: http://www.
ihtp.cnrs.fr/spip.php%3Frubrique64&lang=fr.html
14  Fabrice Virgili. La France «virile». Des femmes tondues à la Libération, París: Editions Payot et Rivag-
es, 2000. Artículo en ibídem.
15  Disponible en Internet en: http://tristan.u-bourgogne.fr/UMR5605/pagesmenu/UMR5605 Ac-
cueil.htm
16  Où en est l’Histoire du Temps présent? Notions, problèmes et territoire, Actes du colloque transfronta-
lier, red CLUSE. Dijon: 1997.
17  Centre d’Histoire de Sciences Politiques. [En línea]. Disponible en Internet en: http://centre-histoire.
sciences-po.fr/
Jean-François Sirinelli. Mai 68. L’événement Janus. París: Fayard, 2008.
18 ���������������
19  Approches Historiques Des Mondes Contemporaines. [En línea]. Disponible en Internet en: http://
ahmoc.ehess.fr/
20  Centre d’Histoire Culturelle des Sociétés Contemporaines. [En línea]. Disponible en Internet en: http://
www.chcsc.uvsq.fr/publi_centre.html

· 172 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

La Historia del tiempo presente tardó en imponerse por considerarse


que no era Historia sino periodismo al tratar de temas vividos tanto por los
estudiosos como por los lectores: se suponía que era imposible la objetivi-
dad. Hoy, con la «Historia que nos pisa los talones» según la expresión del
antropólogo Marc Augé21, se encuentra en pleno auge.

Notemos que entre los historiadores del tiempo presente, algunos tra-
bajan sobre otros períodos más lejanos: es el caso del medievalista Jacques
Le Goff, que lo explicó por la posibilidad de analizar el pasado a la luz del
presente y entender mejor éste a la luz del pasado22, como los nuevos en-
frentamientos entre Occidente y Oriente, algo relacionado con la memoria
colectiva 23. El interés por la promulgación de leyes memoriales por parte
de algunos colectivos sería la cara oscura de esta actitud: una historia y
unos usos de la historia mal conocidos y mal entendidos.

La Historia del tiempo presente se centró primero en el período de la


Segunda Guerra Mundial y fue acercándose a períodos más cercanos. A
mediados de los años noventa (fecha que coincide con el interés crecien-
te por la memoria24), periodistas e historiadores empezaron a contar una
Historia de la Primera Guerra Mundial muy distinta de la visión oficial
que la presentaba como la última heredera de las guerras revolucionarias
de la Convención (1792-1795). Los estudios recientes revelan un aspecto
poco glorioso del conflicto, con la imagen de unos soldados que defendían
la patria con entusiasmo a pesar del carácter inhumano de esta guerra25.
Se inició entonces una desmitificación a la que contribuyeron la literatura,
el cine y los medios de comunicación, que reactivaron el interés de los jó-
venes investigadores. Se sabía de sobra que la guerra de trincheras había
cobrado muchísimas vidas: basta leer la extensa lista de los nombres en los
monumentos de los pueblos; a veces murieron todos los varones de una

21  Marc Augé. Non-lieux. Introduction à l’anthropologie de la surmodernité. París: Librairie du xxe siècle,
Seuil, 1992, p. 43.
22  «La vision des autres: un médiéviste face au temps présent» en Agnès Chauveau; Philippe Té-
tart (coords.). Questions à l’Histoire des temps présents. París: Editions Complexe, 1992, p. 99.
Cf. Maurice Halbwachs. La mémoire collective. París: Les Presses Universitaires de France, 2ª ed.,
23 �������������
1967. Disponible en Internet en: http://dx.doi.org/doi:10.1522/cla.ham.mem1
24  Pierre Nora explicó que Les lieux de mémoire (Los lugares de memoria) fue el resultado de un
seminario de la ehess entre 1978-1981 cuando: «la rápida desaparición de nuestra memoria nacional
me había parecido exigir un inventario de los lugares donde se había encarnado». No había previsto
la demanda creciente de memoria en un mundo profundamente trastornado, con la «aceleración de la
historia» y la desaparición de los campesinos «colectividad-memoria» que desempeñó un papel fun-
damental en la identidad francesa. («Entre mémoire et Histoire. La problématique des lieux. 1. La fin
de l’histoire-mémoire» en Piere Nora. Les Lieux de mémoire. París: Gallimard, 1984, pp. vii y xviii. Las
traducciones son mías).
25  La expresión francesa la fleur au fusil revela la idealización de una guerra que se quiso situar en
la tradición revolucionaria.

· 173 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

misma familia. Se descubrieron entonces aspectos ignorados hasta ahora


por el gran público: el silencio a propósito de los soldados fusilados para
escarmiento de los demás —expresión simplificadora, ya que reúne a todos
los condenados: por motivo de traición, deserción, por no cumplir órdenes
que les conducían a una muerte absurda, o por no entender francés, ya que
venían de zonas rurales de Córcega o Bretaña, donde el idioma habitual era
el corso o el bretón26—. Hubo siempre estudios sobre los fusilados, pero no
encontraron eco fuera de círculos de especialistas. Los gobiernos atendie-
ron rápidamente las demandas de rehabilitación por parte de las familias,
otorgándoles compensaciones, pero se negaron siempre a una revisión de
los procesos. Nicolas Offenstadt interpreta tal actitud del Estado como una
manera de dejar que el debate no salga del ámbito familiar: «La estrategia
de compensación aparece como el complemento necesario a la del rechazo
jurídico» 27; pero lo desplazó de esta manera a nivel político.

Esta reactivación de las investigaciones, acelerada por la desaparición


de los últimos combatientes y el lugar creciente de la memoria en la vida
pública, tiene también una explicación material: el ejército sólo abrió sus
archivos ochenta años después revelando la cifra de 550 franceses fusilados
entre 1914 y 1918. Estas investigaciones se enmarcan hoy en los estudios de
las violencias de guerra y de las violencias políticas.

2. Historia, justicia y política

En lo que se refiere a la Segunda Guerra Mundial, el colaboracionis-


mo fue uno de los temas más conflictivos a pesar de los procesos y de las
condenas de la posguerra, siendo sin duda la condena más impactante la
del brillante intelectual fascista Robert Brasillach, redactor jefe de Je suis
partout, periódico violentamente antisemita. Condenado a muerte el 19 de
enero de 1945, fue ejecutado el 6 de febrero28.

Desde hace unos veinte años, hemos podido observar un desplazamien-


to del terreno de la Historia al de la justicia con una nueva ola de procesos
que se inició, en 1987, con el de Klaus Barbie29, un antiguo nazi secuestra-

26  Ver Nicolas Offenstadt. Les fusillés de la Grande Guerre et la mémoire collective (1914-1999). París:
Odile Jacob, 1999.
27  Ibídem, p. 72.
28  Sobre su proceso ver Alicia Kaplan. The Collaborator: the Trial and Execution of Robert Brasillach.
Chicago: University Chicago Press, 2000. [Traducción francesa: Intelligence avec l’ennemi: le procès Brasil-
lach. París: Gallimard, 2001].
29  «Le procèss Klaus Barbie». [En línea]. En Centre National de Documentation Pédagogique. Les dossiers
de Télédoc. [Disponible en Internet en: http://www.cndp.fr/Tice/Teledoc/dossiers/ Dossier_barbie.htm].

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

do en Bolivia, gracias a la tenacidad de los Klarsfeld, una familia judía que


buscó a los criminales nazis que habían aprovechado la situación compli-
cada de la Guerra fría y el silencio de las autoridades aliadas que hacían la
vista gorda cuando les facilitaban informaciones para huir hacia América
Latina. Como Barbie había sido nazi, había torturado y matado y no se
arrepentía, la condena parecía justa. La segunda etapa fue más molesta,
con los procesos de altos funcionarios del régimen de Vichy que habían
obedecido ciegamente a sus superiores franceses lo mismo que éstos obe-
decían a los nazis. El último fue el de Maurice Papon, quien, como préfet en
Burdeos, firmó los papeles que permitieron la detención y la deportación
de 1660 judíos entre 1942 y 194430. La mayor parte de ellos murieron en los
campos de exterminio nazis31.

Hay que relacionar la Historia del tiempo presente en Francia con es-
ta segunda ola de procesos en los años 1980-1990. Planteaba los vínculos
entre justicia, Historia y memoria y se fundamentaba en la confianza en la
Justicia para dar una solución definitiva. Sin embargo, no fue lo que pasó;
al contrario, reactivó las polémicas.

Otros episodios poco gloriosos de la Historia nacional fueron estudia-


dos tardíamente y por presiones de una demanda social relacionada con la
memoria: como los campos franceses estudiados por Denis Peschanski32
o el papel de los españoles en la Liberación de París. Hubo que esperar al
sexagésimo aniversario de esta liberación, en agosto de 2004, para que se
pusieran unas placas conmemorativas para recordar que La Nueve, unidad
blindada de la División Leclerc al mando del capitán Dronne, la primera
en entrar en París, la componían republicanos españoles, anarquistas al-
gunos33, y sus tanques llevaban nombres como Guernica, Belchite o Don
Quijote34.

30  «L’historique de l’affaire Papon». [En línea]. En Matisson Consultants. Disponible en Internet en:
http://www.matisson-consultants.com/affaire-papon/procedure/index.htm
31  Al principio, fueron pocos los que no aceptaron la derrota rápida y total de 1940: la corriente
pacifista, muy fuerte en Francia después de la Primera Guerra Mundial, y la conmoción que significó
ver desfilar tropas alemanas por las calles de París lo pueden explicar. Los primeros en hacerlo fueron
el general De Gaulle desde Londres y los comunistas condenados a la clandestinidad por prohibirse el
Partido. Ex combatientes republicanos refugiados en Francia se unieron a los primeros maquis.
32  Denis Peschanski. La France des camps, L’internement 1938-1946. París: Gallimard, 2002.
33  Cf. la entrevista de Luis Royo-Ibánez. Disponible en Internet en: http://increvablesanarchistes.
org/articles/1936_45/25aout44_paris.htm
34  Geneviève Dreyfus-Armand. El exilio de los republicanos españoles en Francia desde la Guerra Civil
hasta la muerte de Franco. París: Albin Michel, 1999 y Barcelona: Crítica, 2000. Ver también: «La memoria
de la Segunda República en el exilio republicano en Francia», en Historia del Presente, n° 2, 2003, p.
41-50; Émile Témime. «Espagnols dans la Résistance» en Mémoire et Histoire: la Résistance, op. cit., pp.
99-107.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

Nazismo, Ocupación, Segunda Guerra Mundial, genocidio, guerras co-


loniales, comunismo, Guerra fría, caída del muro de Berlín, siguen obsesio-
nando la memoria colectiva francesa35. El interés por ciertos temas se ex-
plica por su eco en la memoria colectiva. La Resistencia remite a los comba-
tes revolucionarios de 1789, 1830 y 1848, que permitieron la implantación
de la República; lo que explica que las mitologías acompañaron siempre su
historia36. Inmediatamente después de la victoria aliada, se produjo una
lucha entre las memorias contradictorias de los dos grupos más importan-
tes que reivindicaban su herencia: los gaullistas, partidarios de De Gaulle,
y los comunistas: fue y sigue siendo un ejemplo de la instrumentalización
de los usos del pasado en política. De Gaulle consiguió imponer a los alia-
dos, que tenían previsto un gobierno provisional en Francia, la presencia
de los franceses en la mesa de negociaciones37. En este contexto, exaltar la
Resistencia servía para reconstruir una unidad nacional maltrecha; lo que
explica que desde el final de la guerra, la memoria y su corolario, el olvido,
desempeñaron un papel fundamental38. Los testimonios orales, utilizados
y a menudo recogidos por los mismos historiadores, algo nuevo entonces,
caracterizaron la historia del período 1940-1945.

Los historiadores y los políticos —a menudo resistentes— se interesa-


ron en la posguerra por cualquier tipo de documentos (periódicos, octavi-
llas, informes, mapas realizados por los jefes de las redes, etc.), conscientes
de la necesidad de dejar huellas, como lo he destacado al principio39. Los
datos recogidos fueron depositados en los archivos —el nacional o los de-
partamentales—, pero no se podían consultar antes de cincuenta años, lo
que explica la necesidad de los testimonios. Crear su propio objeto, con-
virtiéndolo en archivo oral como lo hicieron, era algo imprescindible pero
poco usual entonces.

A pesar del tiempo transcurrido, siguió siendo siempre un tema com-


plejo. François Bédarida, fundador y primer director del ihtp (1978-1990)40,

35  Ver Laurent Douzou. La Résistance française, une histoire périlleuse. París, Seuil/Points, 2005, libro
que define como un «ensayo de historiografía».
36  Vichy, op. cit., p. 350.
37  Dos películas resumen el enfrentamiento entre ambas representaciones: Un condamné à mort s’est
échappé de Robert Bresson, en 1956, y Lacombe Lucien de Louis Malle, en 1974, que provocó malestar
por la ambigüedad del protagonista que se puso al servicio de la milicia que colaboraba con la Gestapo
al rechazarle los del maquis. Ver Laurent Douzou, op. cit., p. 194.
38  Vichy. L’événement, la mémoire, l’histoire. París: Gallimard, 1992, p 356.
39  Ver también el balance historiográfico de Jean-Marie Guillon. «La résistance, 50 ans après et
2000 titres après» en Pierre Laborie;  Jean-Marie Guillon;  Philippe Joutard (dirs.). Mémoire et Histoire:
la Résistance, Toulouse: Privat, 1995, pp. 27-43.
40  Le sucedieron Robert Franck (1990-1994) y Henry Rousso (1994-2005), autor de numerosos estu-
dios sobre el régimen de Vichy (Le syndrome de Vichy, París, Le Seuil, 1a edic. 1987; Vichy. L’événement, la
mémoire, l’histoire, Paris, Histoire, Gallimard, 1992; Vichy : un passé qui ne passe pas, París: Fayard, 1994).

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

insistió siempre sobre la necesidad de la «historicización de la Resistencia»,


a la que ha contribuido orientando las investigaciones del ihtp en este sen-
tido. Las cifras facilitadas por Laurent Douzou permiten observar la evolu-
ción de las investigaciones y el lugar preponderante de la Segunda Guerra
Mundial con 620 publicaciones dedicadas a la deportación, entre 1964 y
2001 incluido, cuando había más de 11.600 publicaciones sobre el período
1939-1945, así como 3.600 sobre el período de la Ocupación (vida cotidiana,
relatos de vida, periódicos, etc.), 1800 sobre la Liberación, y 1300 sobre el
año 1940 (año de la derrota)41.

Entre 1947 y 1954, la visión heroica de la guerra se vio convertida en


un instrumento de lucha política, y entre 1958 y 1962, la crisis argelina
quebrantó el mito, reforzando las divisiones entre los antiguos resisten-
tes, ya que algunos altos mandos de la resistencia fueron miembros de la
oas (Organización Armada Secreta), partidaria de la Argelia francesa, como
Georges Bidault que fue presidente del Consejo Nacional de la Resistencia
(cnr) y Jacques Soustelle. Ambos lucharon entonces contra el que había
sido su antiguo jefe, el general De Gaulle, presidente de la República.

En 1984, el 11 de noviembre, fecha aniversario del armisticio de la


Primera Guerra Mundial, hubo un fuerte gesto simbólico por parte del pre-
sidente Mitterrand y del canciller Kohl: conmemoraron el acontecimien-
to dándose la mano en Verdún, lugar emblemático de la Primera Guerra
Mundial, donde murieron masivamente los soldados franceses y alemanes
en los combates de trincheras. En 2008, el presidente Sarkozy eligió tam-
bién conmemorar el 11 de noviembre lejos del Arco de Triunfo y de la tum-
ba del soldado desconocido para hacerlo en el Meuse, donde hubo también
duros combates. Por primera vez, el presidente asoció en su discurso a
los amotinados ejecutados por traición, pero sin explicar cómo pensaba
solucionarlo. Era algo que había iniciado Lionel Jospin en 1998 cuando era
primer ministro: se había desplazado al Chemin des dames, otro lugar de
combates tan sangrientos como inútiles donde los que se negaron a seguir
combatiendo fueron fusilados. El entonces presidente Jacques Chirac reac-
cionó en contra.

Otro momento significativo se presenta en octubre de 2008, cuando


el presidente Sarkozy decidió que cada año en las escuelas se leería a los
alumnos la carta muy conmovedora que el joven Guy Môcquet, de diecisie-
te años, mandó a su madre antes de ser fusilado con otros presos en 1941

41  Ibídem, p. 13.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

en Chateaubriant, Bretaña42. Una elección que no deja de plantear proble-


mas a nivel histórico: Guy Môcquet y sus camaradas eran comunistas y
habían sido detenidos por repartir propaganda; existía entonces el pacto
germano-soviético y el pce elegiría la vía de la resistencia sólo unos meses
más tarde. Fueron fusilados no por actos de resistencia, sino en represalia
por la muerte de unos oficiales alemanes por el Maquis. Esta voluntad de
reconstruir una historia a partir de algunas figuras míticas ha sido denun-
ciada por los historiadores. Nicolas Offenstadt, vicepresidente del Comité
de vigilance face aux usages publics de l’histoire (cvuph, Comité de vigilancia
frente a los usos públicos de la historia), se inquieta ante el uso frenético
que hace el presidente Sarkozy de la historia: su manera de «pipolizar» a
personajes históricos (Guy Môcquet, Jean Jaurès, Jeanne d’Arc), de mezclar
las referencias descontextualizando y reinventando una novela nacional, la
idea de una Francia unitaria que existiera desde siempre, idea desmentida
por los estudios históricos desde hace tiempo.

Otra iniciativa provocó todavía más protestas, incluso en el propio par-


tido del presidente, cuando propuso que cada alumno «adoptara» a un
niño judío muerto en deportación, algo traumático a lo que se opuso la
ex ministra Simone Veil, antigua deportada y miembro de su partido. En
realidad, existían ya iniciativas en las escuelas, pero con menos impacto
mediático.

Desde el principio, esta historia fue instrumentalizada por los políticos,


pero los temas conflictivos se han ampliado a una historia más lejana y se
han planteado nuevos problemas. Las iniciativas del presidente Sarkozy se
sitúan también en la creciente preocupación de los diputados por promul-
gar leyes para compensar los errores del pasado… con el riesgo de orientar
o de censurar las investigaciones históricas.

Los actores de la Resistencia fueron conscientes, desde el principio, de


la necesidad de convertir algunos destinos excepcionales en símbolos que
permanecerían en el imaginario colectivo. La instrumentalización del mito
de la Resistencia caracterizó la presidencia de De Gaulle culminando con
el traslado al Panteón, el 18 y 19 de diciembre 1964, de los restos de Jean
Moulin, uno de los máximos jefes de la Resistencia francesa quien, deteni-
do por Barbie y torturado de manera salvaje, había muerto sin hablar en
1943. André Malraux, ministro de cultura de De Gaulle, se encargó de la
ceremonia dándole una dimensión excepcional, reafirmando con este acto

42  «Guy Môquet. Lettre à sa famille, 22 octobre 1941» en Le Web Pedagogique. [En línea]. Disponi-
ble en Internet en: http://lewebpedagogique.com/bac-premiere/lettre-de-guy-mocquet-a-sa-famille-22-
octobre-1941/

· 178 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

impactante que la Resistencia era un elemento fundamental en la historia


y la identidad francesas, reconociendo a De Gaulle43 como el único jefe de
la Resistencia. Historia y memoria se fueron haciendo inseparables confor-
me iba pasando el tiempo, mientras que hasta fechas recientes, los histo-
riadores desconfiaban mucho de la segunda44. Las polémicas actuales se
explican en gran parte por esta confusión y por los intentos de resolver el
pasado con la Justicia y la legislación de hoy.

Los procesos de la posguerra, evocados antes, fueron la respuesta oficial


al colaboracionismo, y las condenas se dictaron por motivo de traición. La
ley votada el 26 de diciembre de 1964 —por iniciativa de resistentes que
querían juzgar a antiguos nazis— declaró la imprescriptibilidad de los crí-
menes contra la humanidad, lo que permitió el inicio de nuevos procesos
judiciales. La creación por Serge Klarsfeld, en 1978, de la Asociación de hijos
de deportados, convertidos en militantes de la memoria, reforzó la exigencia
de justicia e inició una nueva etapa en la que la memoria fue ocupando
un espacio creciente. Klaus Barbie fue condenado en 1987 por crímenes
contra la humanidad. Su proceso inició lo que Henry Rousso llama la «in-
ternacionalización y la judicialización de la memoria». Al afiliarse en 2008
a la asociación Libertad por la Historia, el ex director del ihtp recordó que
hace veinte años que denuncia los riesgos de una judicialización y de una
politización creciente de la escritura de la Historia45.

La ley de 1964 tuvo como consecuencia, en 1972, el primer sumario con-


tra Paul Touvier, uno de los jefes de la Milicia de Lyon que colaboró acti-
vamente con la Gestapo matando y torturando, y que había conseguido
escapar a la Justicia gracias al apoyo de sacerdotes. Detenido en 1981, fue
juzgado y condenado en 1994 por complicidad de crímenes contra la hu-
manidad y murió en la cárcel en 1996. François Bédarida aceptó participar
en el proceso: paralelamente a su visión de la historia, ha defendido siem-
pre el papel científico, moral y cívico del historiador, y le parecía que de
este modo podía cumplir dicho papel. Creyente, católico convencido, no
dudó en destacar el apoyo de una parte de la Iglesia a la Milicia y concreta-
mente a Paul Touvier, a quien había salvado repetidas veces.

43  Laurent Douzou cita el libro, publicado en 1947, de cinco actores-testigos y escritores: Edith
Thomas, Jacques Lecompte-Boinet, Edgar de Larminat, René Char y Vercors, cuyo subtítulo Cinq parmi
d’autres (Cinco entre otros muchos), remitía a la elección de algunas personalidades cuyo destino trágico
fuera capaz de hacer de ellos un símbolo: Berthie Albrecht, Pierre Arrighi, Diego Brosset, Dominique
Corticchiato, Jean Prévost. La Résistance, op. cit., pp. 84-85.
44  Henry Rousso define la diferencia de enfoque con dos expresiones: «me acuerdo», individual y
«érase una vez», colectivo, que supone una construcción pero reconoce la dificultad actual ya que se
las está confundiendo cada día más, en Filmer le passé dans le cinéma documentaire/Les traces et la mémoire,
addoc, L’Harmattan, 2003, p. 29.
45  Liberté pour l’Histoire. [En línea]. Disponible en Internet en: http://www.lph-asso.fr/

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

En el caso del último procesado mencionado antes, Maurice Papon, se


mezclaron sus responsabilidades en la deportación de los judíos entre 1942
y 1944 —cuando era secretario general del préfet de Gironde—, con su ac-
tuación como préfet de París en  1961 y 1962, habiendo sido responsable
de la salvaje represión contra manifestantes argelinos en respuesta a los
atentados del fln (Frente de Liberación Nacional). Condenado a diez años
de cárcel y liberado en 1998 por problemas de salud, murió en 2007 en
libertad. Como Barbie, tampoco expresó remordimiento y consideró que
sólo había obedecido las órdenes del gobierno de Vichy.

Eso revela las dificultades de estos procesos tardíos, que por lo menos
tienen el mérito de existir. Provocaron divisiones en la sociedad francesa
entre los que querían que se juzgara a los colaboracionistas a pesar del
tiempo transcurrido y los que consideraban que ya era hora de poner un
punto final. Los historiadores, que se habían distanciado de la visión jurí-
dica, fueron citados por la justicia en los años noventa. Algunos aceptaron,
como Paxton en 1994 y 1997, Azéma en 1997, Bédarida en 1994; otros, como
Henry Rousso, no aceptaron, por considerar que el historiador no es el de-
tentador de una prueba en el sentido jurídico de la palabra. Estos procesos
destacaron el desfase entre la Historia basada en archivos y la construcción
de la memoria, como lo demostraron los historiadores François Bédarida46,
Robert Paxton y René Rémond en 1994 en el proceso del alto funcionario
Maurice Papon. Casi no hubo referencia a los alemanes, al contrario de
los procesos de la posguerra; la condena final a diez años de cárcel tuvo
lugar por complicidad en la detención y deportación de judíos. El peritaje
histórico es un fenómeno reciente relacionado sin duda con el auge de la
Historia del tiempo presente y la participación de los grandes historiado-
res de este período en emisiones de televisión y en documentales. Jean-
Pierre Azéma, en una entrevista, comentaba que había comparecido ante
el tribunal como historiador, dando una clase sobre Vichy a los jurados
para que entendieran el comportamiento del acusado en el contexto de la
época y no lo juzgaran con los criterios de su propio entorno, medio siglo
después. Tal postura se vuelve a encontrar en los debates actuales entre
las dos asociaciones creadas como respuesta al riesgo de una avalancha
de leyes memoriales en Francia. Jean-Pierre Azéma, que forma parte de
la asociación Liberté pour l’Histoire, considera que hay que presionar para
que se cambien las leyes, por lo menos que se escriban teniendo en cuenta
la realidad histórica. En tanto que Gérard Noiriel, presidente del Comité de

46  François Bédarrida. Touvier, Vichy et le crime contre l’humanité, París: Seuil, 1996; François Bé-
darrida. Paul Touvier et l’Eglise Paris, Fayard, 1992; François Bédarrida. «L’Histoire entre science et
mémoire ?» en L’Histoire aujourd’hui, Éditions Sciences Humaines, 1999, p. 335.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

vigilance face aux usages publics de l’histoire, considera que el historiador no


debe intervenir en asuntos de justicia, siendo su papel entender, mientras
que la memoria juzga47.

En 1981, después de la victoria electoral socialista, el presidente


Mitterrand quiso identificarse simbólicamente con la Resistencia, nuevo
mito fundador de la República, y fue al Panteón a depositar una rosa en el
sepulcro de Jean Moulin. Sin embargo, en 1988, con su segundo mandato,
se abrió un nuevo frente polémico al revelarse —posiblemente por inicia-
tiva suya— su pasado vichyste y su amistad con René Bousquet, otro alto
funcionario de Vichy, condenado en 1991 y asesinado en 1993. Tales datos
muestran la complejidad y la evolución de las posturas conforme transcu-
rre el tiempo y va cambiando el contexto.

Aunque la Justicia se asocia cada vez más con la Historia, sus fines son
distintos. El juez tiene que dictar una sentencia definitiva, pero no es este el
caso del historiador: la apertura de archivos puede cambiar su interpreta-
ción, como ha pasado después de la apertura de los archivos militares para
la Primera Guerra Mundial; o, para la Segunda Guerra, con la caída del
muro de Berlín en 198948, que ha vuelto a llamar la atención sobre el papel
de los alemanes (en particular el del ejército alemán, la Wehrmacht).

En esta segunda ola de procesos se planteó la relación entre Historia y


Justicia, pero se cuestionó también el papel del historiador en la sociedad.
La Historia del tiempo presente analiza el pasado con respecto a los usos
culturales y sociales de los contemporáneos. Los mismos actores acudieron
a los historiadores haciéndoles desempeñar este papel inédito hasta ahora,
como último recurso para desentrañar unos testimonios contradictorios.

Recordaré, en este sentido, un episodio que muestra lo que está en juego


en estos procesos e interpretaciones de un pasado todavía reciente: se trata
de la cuestionada participación de Lucie y René Aubrac en la Resistencia.
En 1997, el periódico Libération organizó una mesa redonda a demanda de
estos dos antiguos resistentes, a propósito de las nueve detenciones de al-
tos mandos de la Resistencia (entre los cuales estaba Jean Moulin) por par-
te de la Gestapo de Lyon, y por Barbie en Caluire, cerca de Lyon, el 21 de
junio de 1943. Se sospechaba que René Hardy, el único que había consegui-
47  «Faut-il abroger les lois mémorielles  ?», debate Jean-Pierre Azéma-Gérard Noiriel, L’Express,
02/02/2006. [En línea]. En Liberté pour l’Histoire. Disponible en Internet en: http://www.lph-asso.fr/
tribunes/15.html
48  Sobre las relaciones entre Historia y Justicia, ver Henry Rousso. La hantise du passé, op. cit.; Paul
Ricœur. «L’historien et le juge» en La mémoire, l’histoire, l’oubli. París: Seuil, 2000, p. 421; Carlos Ginz-
burg. Le juge et l’historien. París: Verdier 1997.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

do huir, los había denunciado; pero, procesado dos veces, éste había sido
liberado por falta de pruebas. Con la extradición de Barbie desde Bolivia,
en 1983, había vuelto a surgir el enigma de Caluire mediante acusaciones
contra los dos que seguían con vida: René Hardy49 y Raymond Aubrac,
quien había sido liberado gracias a una operación montada por su esposa
Lucie. La pareja había tomado la iniciativa de esta mesa redonda. Barbie,
condenado en 1987, había prometido unas revelaciones impactantes, pero
murió en 1991 sin revelar nada nuevo. Un falso «testamento», publicado
entonces, echaba la responsabilidad de las detenciones a los Aubrac, quie-
nes esperaban que esta mesa redonda sirviera para que los historiadores
se pronunciaran donde la Justicia había fracasado50. Su decepción pone
de relieve el desfase entre el trabajo del historiador y el papel que se le
atribuye.

3. Las leyes memoriales

A nivel de las relaciones de la Historia con la Justicia se ha producido


una evolución preocupante estos últimos años. René Rémond había ana-
lizado ya los vínculos entre Historia y política: «La Historia es a la vez
cemento de la unidad de un pueblo y germen de discordia alimentando
por lo tanto divergencias y disensiones»51. No era algo nuevo, por tener
que ver con la identidad nacional, pero destacaba el carácter inédito de la
situación actual:

«Se refiere tanto al problema epistemológico de la búsqueda de la verdad en


Historia como al papel del Estado, el reparto de las responsabilidades entre
el legislador y el historiador, el papel de la ley y el acceso de todos al conoci-
miento objetivo del pasado que no interesa menos que la idea y la práctica de la
democracia»52.

49  En un libro, publicado en 1984: Derniers mots. Mémoires, París: Fayard, Hardy acusó a la pareja
Aubrac. En 1985, Lucie Aubrac publicó su respuesta en Ils partiront dans l’ivresse (reed. París: Seuil,
Points, 1997). En 2009, los historiadores siguen considerando a Hardy como un agente doble y el res-
ponsable de las detenciones: «Soixante-six ans après, le mystère irrésolu de l’arrestation de Caluire». [En
línea]. En Le Progrès, 21/vi/2009. Disponible en Internet en: http://www.leprogres.fr/fr/permalien/
article/1714503/66-ans-apres-le-mystere-irresolu-de-l-arrestation-de-Caluire.html. «Le document qui
accable Hardy et Benouville». [En línea]. En Marianne 2. Disponible en Internet en: http://www.marian-
ne2.fr/Le-document-qui-accable-Hardy-et-Benouville_a122864.html
50  En 1997 tuvo lugar el lanzamiento de una película de Claude Berri, Lucie Aubrac. Podemos obser-
var la acción conjunta de historiadores, jueces, medios de comunicación y artistas en la reivindicación
de memoria, justicia y en la creación de nuevas representaciones.
51  René Rémond. «L’histoire et la Loi» [En línea]. En Etudes, 2006/6, tomo 404, p. 763-773. Dis-
ponible en Internet en: http://www.cairn.info/article.php?id_revue=etu&id_numpublie= etu_046&id_
article=etu_046_0763
52  Ibidem.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

Pierre Nora ha destacado también el carácter pernicioso de esta nueva


manera de enfocar la Historia:

«La cosa empieza a tener mala cara cuando la Historia que no pertenece a nadie
y que consiste a hacer del pasado una preocupación común, ya sólo se escribe
bajo la presión de unos grupos de memoria que no se preocupan más que de
imponer su lectura particular de la historia. Fue entonces cuando se inició un
cambio brutal de otra naturaleza. Pasamos de una memoria modesta, interesada
únicamente en que se la reconozca, respete, integre en el gran libro colectivo y
nacional, a una memoria acusadora y destructora de esta historia»53.

A finales de 2008, los diputados parecen haber decidido por fin dejar a
los historiadores escribir la Historia dejando de promulgar leyes sobre ella.
Sin embargo, la ley Gayssot y la ley Taubira siguen vigentes, lo que deja
la puerta abierta a futuros conflictos. La ley Gayssot, promulgada el 13 de
julio de 1990 para reprimir cualquier acto racista, antisemita o xenófobo,
dividió a los historiadores. Algunos la defendían por impedir un cuestio-
namiento de la existencia de la Shoa. Pero si esta ley, que fue la primera,
fue aceptada casi por todos, se ven hoy las consecuencias negativas, ya que
abrió la puerta a otras reivindicaciones y a otras leyes, iniciando un engra-
naje que temían algunos historiadores como Madeleine Rebérioux y Pierre
Vidal-Naquet —uno de los primeros en denunciar el negacionismo54—.
François Bédarida, en una entrevista en Le Monde, a la pregunta sobre la
eficacia de esta ley, afirmaba lo mismo: «No es el papel de la justicia decidir
por decreto la validez de las afirmaciones históricas. No es castigando a los
autores de inanidades como se va a contribuir al conocimiento. Nunca he
sido favorable a ello55».

La ley Taubira (del nombre de la diputada de Guyana), de mayo de


2001, reconoce la trata de los negros y la esclavitud como un crimen contra
la humanidad, por lo tanto imprescriptible… ¡y con efecto retroactivo has-
ta el siglo xv! En este caso, la confusión es peor.

Estas dos leyes se refieren directamente a las memorias divididas de


los franceses. En el caso de la segunda, por la presencia en la misma me-
trópoli de una numerosa población originaria de las Antillas, La Reunion
y Nueva Caledonia, hace correr el riesgo de lo que René Rémond califica
como «fragmentación de la memoria nacional». En 2005, una de sus asocia-

53  Pierre Nora; Françoise Chandernagor. Liberté pour l’Histoire. París: cnrs Éditions, 2008, p. 16.
54  Madeleine Rebérioux; Pierre Vidal-Naquet. Les assassins de la mémoire. París: La découverte,
1987. Era la respuesta a algunos historiadores que negaban la existencia de las cámaras de gas en los
campos nazis.
55  «La Shoa, la mémoire et les historiens. François Bédarida, historien: “Le débat est clos sur les
faits”» en Le Monde, 05/05/1996.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

ciones consiguió la comparecencia ante la Justicia del historiador Olivier


Pétré-Grenouilleau, autor de una tesis sobre Las tratas negreras56, en la que
defendía que la práctica no constituía genocidio, palabra reciente inven-
tada a raíz del holocausto. Volveré sobre este asunto que condujo a una
movilización de los historiadores. Tal comparecencia ponía de relieve el
peligro de estas leyes para la libertad de los historiadores, pero también
para la democracia, ya que los juristas han empezado a denunciar que no
respetan la Constitución.

En 2005, en respuesta a la ley precedente que pedía que se dedicara «un


espacio consecuente» a la esclavitud en los programas escolares, se votó
otra que pedía que los mismos programas destacaran el papel positivo de
Francia en sus ex colonias. Era difícil no ver el peligro de unas leyes que
pretendían imponer la visión de la historia de un grupo, enfrentada vio-
lentamente con la de otro, y que la confundían con la memoria, que puede
ser distinta.

Tales leyes que invitan al arrepentimiento colectivo (lo que ha dado en lla-
marse repentance, palabra empleada primero por la Iglesia decidida a arre-
pentirse de su violencia pasada, y luego adoptada por numerosos políticos
como Ségolène Royal, la rival de Sarkozy en las elecciones presidenciales),
condujeron a la creación de dos asociaciones: Liberté pour l’Histoire (lph),
creada durante los encuentros de Blois con la publicación de su Manifiesto
del mismo nombre57, y Comité de vigilance face aux usages publics de l’histoire
(cvuph), que publicó un libro colectivo para denunciar los abusos políticos
de la historia58.

Françoise Chandernagor, vicepresidenta de la Asociación lph (quien


tiene entre sus antepasados a un liberto, antiguo esclavo de la isla de La
Reunión), se pregunta hasta qué generación puede considerarse que se
sigue formando parte de las víctimas, y si el color de la piel es un crite-
rio pertinente, ya que existieron negreros en África59, mientras que la ley
Taubira sólo se interesa por la trata negrera transatlántica. Destaca los erro-
res históricos, la falta de objetividad y el carácter absurdo de una ley que
pretende legislar con efecto retroactivo hasta el siglo xv… ¡cuando todavía
los europeos no habían llegado a América60!

56  Olivier Pétré-Grenouilleau. Les traites négrières. París: Gallimard, 2004.


57  Pierre Nora; Françoise Chandernagor. Liberté…, op. cit.
58  L’histoire par Nicolas Sarkozy: le rêve passéiste d’un futur national-libéral, cvuh, coordonné par Sylvie
Aprile (Université de Tours). [En línea]. Comité de vigilance face aux usages publics de l’histoire. Disponible
en Internet: http://cvuh.free.fr/spip.php?article82
59  Ibidem, p 53.
60  Ibídem, pp. 35, 42, 49.

· 184 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

Los jueces no son historiadores y los anacronismos caracterizan estas


leyes que pretenden juzgar lo que pasó hace siglos con criterios de la socie-
dad actual, cuando los términos de genocidio y de crimen contra la huma-
nidad, ambos de creación reciente, siguen dando lugar a interpretaciones y
usos diversos. Los legisladores los han empleado sin siquiera preguntarse
si su uso era o no pertinente, como lo destaca Françoise Chandernagor:
«No han dudado en emplear este concepto contemporáneo todavía en mutación
para calificar un crimen cometido en el siglo xv (artículo 1 de la ley Taubira). Nos
encontramos con unas disposiciones legislativas que pueden retroactuar cinco
siglos antes —un caso sin precedente— y que, además, son anacrónicas en el
fondo. Está claro que en historia, el anacronismo es el mayor pecado. Pero ¿cómo
hacer entender a unos elegidos, a veces poco conocedores de la historia, que las
“mentalidades” cambian con el tiempo, que la sensibilidad y los valores morales
no son los mismos que hace diez siglos? Lo que es algo evidente para lo historia-
dores, no lo es para los políticos y los medios de comunicación»61.

El poder creciente de las asociaciones de víctimas —que son también


electores y encuentran un apoyo en sus diputados— gracias al protagonis-
mo que les otorgan los medios de comunicación, puede acabar con la liber-
tad de los historiadores. Éstos abandonarían ciertas temáticas demasiado
arriesgadas, ya que pueden conducirlos ante los tribunales, caso del histo-
riador Bernard Lewis en 1995, denunciado por una asociación de armenios
y condenado por un tribunal por no haber matizado suficientemente en su
estudio de un tema tan sensible como las masacres de armenios en 191562.
El segundo caso que condujo a una reacción colectiva y a la creación de las
dos asociaciones citadas fue la comparecencia ante la Justicia de Olivier
Péré Grenouilleau. Este historiador recibió en 2005 el prestigioso Premio
de Historia del Senado por un libro extraído de su tesis sobre las tratas
negreras, práctica que él consideraba como un crimen contra la humani-
dad pero no como un genocidio, tal como quería calificarla una asociación
de personas procedentes de las Antillas, La Reunión y la Guyana. Dicha
asociación lo denunció ante la Justicia por no reconocer lo que era un ana-
cronismo y un contrasentido histórico: pensar que los negreros quisieran
acabar con aquellos que constituían su riqueza. Estas leyes han contribuido
a la confusión entre la memoria legítima de cualquier grupo dentro una
comunidad nacional y la Historia, que se interpreta a partir de datos obje-
tivos sin dejarse llevar por la emoción.

Si la Shoa había ocultado a las otras víctimas, asistimos hoy a una com-
petencia en el ranking absurdo de las víctimas; y si no se detiene, el proceso

61  Pierre nora; Françoise Chandernagor. Liberté pour l’Histoire. París: CNRS, 2008, p. 44.
62  Ver Madeleine Rebérioux, L’Histoire, n° 138, p. 92.

· 185 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

no tendrá fin, ya que entre los antepasados de cada uno de nosotros se


puede encontrar sin duda a alguna víctima de una injusticia estatal y pedir
cuentas a sus descendientes…

Las redes de asociaciones han reforzado esta voluntad de pedir justicia


como si fuera posible compensar hoy lo que pasó hace varios siglos en un
contexto totalmente distinto. Surgieron así proyectos de leyes —resultado
de demandas de algunos colectivos o asociaciones— sobre genocidios co-
mo el armenio (lo que provocó protestas de los turcos), el de Vendée por
las masacres de los realistas durante la Revolución francesa63, las masacres
de miembros del fln, pero también las de familias francesas en Argelia,
e incluso algunos hablaban de las Cruzadas como punto culminante del
horror venido de Occidente. Se atribuyó Francia, por lo tanto, la posibili-
dad de juzgar crímenes cometidos por otros países. Pierre Nora relaciona
tal actitud con la ola memorialística que no para desde hace treinta años,
y explica esta autoculpación tardía, que parece no tener fin, por el descu-
brimiento traumático del contraste entre la imagen que tuvo el país de sí
mismo, sus mitos y la idealización de algunas páginas de su historia, y el
descubrimiento de unas realidades muy distintas:

«Lo específico de la reacción francesa a la avalancha memorialística y lo que


le da este carácter tan virulento, es sin duda el contraste entre el impacto de la
imagen inmaculada que Francia se ha dado de sí misma y la confrontación difí-
cil, tardía, contrariada con las realidades históricas que contradicen esta imagen,
la destruyen, y parecen ellas mismas más negras de lo que han sido. […] Por
haberse enorgullecido demasiado de su historia, Francia no sale hoy día de la
censura salvo por la explosión del inconsciente colectivo y la contrición oficial
que resulta de ella»64.

Podemos lamentar que algunos políticos utilicen esta mala conciencia


colectiva —tan exagerada como lo fue antes la autosatisfacción— para con-
seguir votos. La Ley Gayssot se promulgó en un contexto muy preciso:
para impedir que unos historiadores negacionistas pudieran afirmar y pu-
blicar, de manera impune en un marco universitario, que no había existido
la Shoa. Eso explica que la historiadora Annette Wieworka65, autora de
numerosos estudios sobre los judíos durante la Segunda Guerra Mundial,
tardara en firmar el manifiesto de Blois uniéndose a la asociación en 2008.
La lista, sin embargo, no es exhaustiva y los riesgos de acusaciones por par-
te de asociaciones de víctimas contra otros grupos son reales. Eso explica

63  Ver Jean-Clément Martin. «La Vendée, région-mémoire. Bleus et blancs» en Pierre Nora (dir.).
Les lieux de mémoire. París: Quarto Gallimard, 1997, tomo I, pp. 519-534. [1a ed. del tomo 1, 1984, 7 volú-
menes entre 1984 y 1992, en la «Bibliothèque illustrée des histoires].
64 � Ibídem, pp. 21-22.
Annette Wieworka. L’Ere du témoin. París: Plon, 1999.
65 ���������

· 186 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

el interés de los historiadores del tiempo presente por los usos y abusos
del pasado, ya que pueden constituir una amenaza para ellos y para la
democracia66.

Estas leyes, así como las nuevas conmemoraciones y la supresión de


otras, han conducido a la creación por parte de historiadores de las dos
asociaciones ya mencionadas. Una es Liberté pour l’Histoire67, creada en
2005 por Pierre Nora y Françoise Chandernagor después del appel de Blois,
firmado por diecinueve historiadores (Jean-Pierre Azéma, Antoine Prost,
Mona Ozouf y Jean-Jacques Becker, entre otros) para denunciar el interven-
cionismo de los políticos en la historia y la amenaza contra la libertad que
significa una ley que pretende controlar la palabra. La otra es el Comité de
vigilance face aux usages publics de l’histoire68, presidida por Gérard Noiriel
y con dos vicepresidentes, Michèle Riot-Sarcey y Nicolas Offenstadt (este
último, autor en 2008 de Cómo Nicolas Sarkozy escribe la Historia de Francia69,
que investiga sobre los fusilados de la Primera Guerra Mundial).

Pierre Nora, quien hacía años se había inquietado por el peso creciente
de las conmemoraciones, se inquieta ahora por su instrumentalización po-
lítica. En nombre de lo políticamente correcto se renunció a conmemorar
una de las máximas victorias napoleónicas en Austerlitz, así como la fecha
relativa al dramaturgo Corneille, por estar implicado algún familiar suyo
en la trata negrera70.

Los historiadores no quieren permanecer al margen del debate público.


Frente al proyecto de Nicolás Sarkozy de crear un nuevo museo de historia
de Francia con el propósito de reforzar la identidad nacional, dos intelec-
tuales, Daniel Roche y Christophe Charle, han llamado la atención sobre la
necesidad no de un nuevo museo de los grandes hombres (como dejaría
prever la elección de los Invalides, museo del ejército donde está sepultado
Napoleón, o de Versalles), sino de un enfoque novedoso que insistiera so-
bre la diversidad cultural:

«Entender la diversidad de las culturas, hacer revivir la sociedad y los que la


componen, tal es la tarea prioritaria de los historiadores hoy día. Sólo dándole

66  Maryline Rivello; Patrick García; Nicolas Offenstadt (eds.). La Concurrence des passés. Usages po-
litiques du passé dans la France contemporaine. Aix en Provence: Publications de l’Université de Provence,
2006.
67  Pierre Nora; Françoise Chandernagor. Liberté pour l’Histoire. París: CNRS, 2008. [En línea]. En
Liberté pour l’Histoire. Disponible en Internet en: http://www.lph-asso.fr/
68  http://cvuh.free.fr/
69  Nicolas Offenstadt. Les fusillés de la grande guerre et la mémoire collective. París: Éditions Odile
Jacob, 2000.
70  Pierre Nora; Françoise Chandernagor. Liberté pour l’Histoire, op. cit., p. 17.

· 187 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Marie-Claude Chaput

una respuesta entenderemos a Francia y a los que la han hecho y la van a hacer.
[…] A la hora de Europa y de un mundo sin fronteras pero cada vez más divi-
dido y conflictivo, ¿hace falta reconstruir el muro tranquilizador de una Francia
mítica que no permite entender la complejidad del pasado ni preparar a las com-
plejidades del futuro? […] A la hora de la apertura al mundo, ¿hace falta devol-
ver a las instituciones académicas el papel que les atribuía la monarquía? ¿O
necesita la Historia de la nación un foro, más que un sarcófago?»71.

Podría ser una manera de dar una respuesta a las tensiones que han
caracterizado el año 2009 en Guadalupe y en Nueva Caledonia, más que
promulgando leyes para satisfacer a cada grupo, o emitiendo declaracio-
nes del presidente, cuyo partido (ump, Union pour un Mouvement Populaire)
llevó adelante la ley sobre los efectos positivos de la colonización (como si
Francia hubiera tenido métodos distintos de los otros colonizadores)72.

La Historia del tiempo presente se enfrenta hoy a una enorme cantidad


de fuentes y a una ampliación creciente de su ámbito, lo que plantea el
problema de la selección. Al observar la utilización con claros fines de pro-
paganda política, los historiadores invitan a responder a la demanda social
no en términos de memoria, sino de Historia. La ley Gayssot pretendía ser
una respuesta puntual a una corriente negacionista, en un momento en que
el partido derechista de Le Pen ganaba cada vez más votos y no se podía
considerar ya como un fenómeno marginal. Sin embargo, reforzó la tenta-
ción de desplazar el debate histórico al terreno judicial, algo característico
de los siglos xx y xxi. René Rémond ha analizado esta internacionalización
de la justicia que se inició en un contexto muy preciso para dar una res-
puesta a los crímenes nazis —el proceso de Nuremberg, 1945-1946— pero
que, en vez de desaparecer como iniciativa excepcional frente a una situa-
ción que lo era también, no ha dejado de ampliarse:

«[…] nuestro siglo ha decidido abolir los efectos del tiempo sobre la memoria
para cierta categoría de crímenes. El olvido está prohibido —todavía más, es una
falta—, y recordar ha venido a ser una exigencia ética y jurídica»73.

Todo se hace en nombre del deber de memoria, expresión a la que Paul


Ricœur prefiere sustituir por trabajo de memoria74, en confusión creciente
con la Historia. En noviembre de 2008, los diputados, después de oír los
resultados de la misión parlamentaria sobre el tema, decidieron que no
votarían más leyes memoriales. Pero las leyes Gayssot y Taubira siguen vi-

71  Daniel Roche; Christophe Charle. «La France au musée de l’histoire», 08.02.09.
72  Ver Eric Mesnard. «Esclavage dans les colonies françaises» en Comment Nicolas Sarkozy écrit
l’histoire de France, op. cit., pp. 76-78.
73  René Rémond. «L’Histoire et la Loi», Études 2006/6, op. cit.
74  Paul Ricœur. La Mémoire, l’Histoire, l’Oubli. París: Le Seuil, 2000.

· 188 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Historia del tiempo presente y leyes memoriales en Francia

gentes y la instrumentalización política de la Historia sigue más activa que


nunca. Tales debates han recordado el papel de la Historia y de los histo-
riadores. Hasta ahora, las Historias oficiales habían caracterizado a los re-
gímenes totalitarios. Pero la confusión creciente entre Historia y memoria
en nuestras sociedades y el hecho de acudir a la Justicia para resolver los
conflictos, pueden ser peligrosos para la democracia, como lo ha destacado
René Rémond:

«La irrupción de lo político en la definición de los programas y el establecimiento


de la verdad histórica, si se generalizara, tendría como consecuencias la confis-
cación de la historia por los detentores del poder político y la desposesión de los
ciudadanos de a pie.
[…] Al contrario de lo que algunos han podido creer, los historiadores no reivin-
dican ningún monopolio, sólo tienen una competencia profesional, la ejercen al
servicio de todos, y como por delegación una función social. La Historia no les
pertenece, como la Justicia no pertenece a los magistrados, ni la salud pública
a los médicos. […] Al oponerse al principio de estas leyes memoriales, los his-
toriadores llaman al respeto de la distinción de los géneros y del reparto de los
papeles, y reafirman que la Historia, garante de la memoria colectiva, pertenece
a todos» 75.

75  Ibídem.

· 189 ·
Memoria e Historia del tiempo presente.
El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en
la prensa de la Transición

Alfonso Pinilla
Universidad de Extremadura

La victoria en la Guerra Civil será hito legitimador del régimen fran-


quista. La reconciliación de las dos Españas enfrentadas en el 36 será pie-
dra angular, hito legitimador también, de la democracia sancionada en la
Constitución de 1978. Este artículo aborda el paso de una legitimidad a
otra, y concibe el pasado como la cuenca donde los regímenes políticos
fundamentan su credibilidad, su autoridad, su legitimidad.

¿Cómo se reflejó en la prensa el paso de una orilla a otra, de la victoria


a la reconciliación? A ello nos dedicaremos en este trabajo, centrándonos
en el atentado contra Carrero Blanco y la legalización del PCE, dos aconte-
cimientos cruciales de la transición política española. Pero antes conviene
conocer qué inspiró ese paso, por qué se cambió victoria por reconciliación,
qué motivaciones políticas existieron para ese salto. Cómo se pasó, en fin,
de una a otra orilla.

1. El Juego de la Transición

Todas las organizaciones humanas constan de maximalistas y posibilis-


tas. Los primeros guardan las esencias de la organización, son su origen,
interior o centro. Los segundos, surgidos del desgaste del sistema y los
naturales antagonismos que en él se producen, suponen un matiz y consti-
tuyen la borrosa frontera de la organización.

· 191 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

En el gráfico que ofrezco a continuación, quedan señalados los distin-


tos grupos políticos que intervinieron en el tránsito de la dictadura a la
democracia, teniendo en cuenta sus posturas (maximalistas o posibilistas),
sus ideologías (reaccionarios, reformistas, rupturistas), las fuentes de legi-
timidad en que se basan (victoria, reconciliación, restitución) y añadiendo,
además, algunos personajes históricos o partidos representantes de estas
opciones:

Para el caso que nos ocupa, el de la transición política a la democracia,


la postura política de los maximalistas de la dictadura es la reacción. Son re-
accionarios porque ante los retos que el franquismo tiene planteados en los
años setenta1, se aferran a la continuidad del régimen rechazando cual-
quier posible cambio en sentido democrático. Por su parte, los posibilistas
de la dictadura presentan una postura política distinta, llamada reformismo,
en el que el respeto al ayer se combina con la necesidad de evolucionar y
adaptarse a las actuales circunstancias para responder eficazmente a los
retos planteados. Los reformistas se caracterizan por mezclar en sus dis-
cursos y actuaciones algunas dosis de continuidad con otras de evidente
cambio.

También la oposición tiene maximalistas y posibilistas. La postura polí-


tica de los primeros es clara: hay que romper con el pasado dictatorial de
manera absoluta. Por eso los llamamos rupturistas. Apuestan por el cambio
total y la nula continuidad del franquismo. Por su parte, los posibilistas de

1  Esos retos son, fundamentalmente, dos: uno, la ausencia de participación y representación políti-
cas de una sociedad cada vez más moderna y desarrollada económicamente -con una mayoritaria clase
media que surgió al calor del Plan de Estabilización aplicado en 1953- en una dictadura tan autoritaria
como anacrónica; y dos, el carácter personalista de un régimen que ve ligada su existencia a la vida
de su fundador y mantenedor: el general Franco. Para un estudio exhaustivo de ambos desajustes que
explican la transición política a la democracia, ver Paul Preston. El triunfo de la Democracia en España
(1969-1982). Barcelona: Plaza& Janés, 1986.

· 192 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

la oposición aportan matices a esta ruptura acercándose, en esencia, a lo


defendido por la reforma. Estos posibilistas proponen una ruptura pactada
en la que se apliquen verdaderos cambios en sentido democratizador, pero
nunca de forma convulsa, extremista o radical. Algunas dosis de pasado
pueden conservarse, siempre que no actúen de rémora, sino más bien co-
mo trampolín para consolidar verdaderas y profundas transformaciones.
Incidiendo más en el cambio, no niegan estos posibilistas de la oposición
el respeto a algunas continuidades2. Maximalistas y posibilistas, de uno y
otro lado, beben de distintas fuentes de legitimidad. Es decir, justifican en
determinados aspectos del pasado o del presente su disfrute del poder o
sus ansias de conquistarlo.

Los maximalistas de la dictadura tienen como fuente de legitimidad la


victoria en la Guerra Civil. Con ella justifican el poder que vienen ejercien-
do desde hace cuarenta años. Al otro lado, los maximalistas de la oposición
pretenden derribar el ayer franquista y restaurar o restituir la legalidad re-
publicana. Quieren ganar la Guerra Civil que perdieron, tomarse la revan-
cha y derrotar a los que en su día resultaron vencedores. Para estos maxi-
malistas de la oposición, el futuro de España sólo puede ser republicano.
Con ligeros matices que podrían abordarse en su momento, lo importante
para estos maximalistas es que el franquismo desaparezca y deje paso a la
restitución de la Segunda República por él truncada.

A medio camino de los grupos arriba descritos, los posibilistas de la


dictadura y de la oposición temen que el enfrentamiento de los maxima-
lismos anteriores genere una nueva Guerra Civil, y al mismo tiempo son
conscientes de que por sí mismos, ellos solos, no pueden acceder al poder y
mantenerlo. Se necesitan mutuamente para aislar a los extremos y por eso
empiezan a acercar sus manos en un gesto de reconciliación, que será el hi-
to legitimador del futuro sistema democrático. Como ya veremos más ade-
lante, la jugada maestra de la transición es el pacto entre los enemigos para
aislar a los respectivos adversarios3. El posibilismo de la dictadura (los
reformistas) y el posibilismo de la oposición (pce, psoe) —enemigos entre
sí por proceder de sistemas radicalmente distintos— se dan la mano para
aislar y desactivar a sus respectivos adversarios: los reaccionarios (maxi-
malistas de la dictadura) y los rupturistas (maximalistas de la oposición).

2  El propio Carrillo acabará aceptando la monarquía como forma del Estado. No rompió, en este
caso, con la herencia de Franco. La ruptura pactada acepta dosis de pasado para construir presentes ya
distintos, de ahí que se acerque a la reforma.
3  Entiéndase por enemigos la relación existente entre dos grupos que pertenecen a organizaciones
distintas, a terrenos de juego diferentes. Entiéndase por adversarios la relación existente entre dos gru-
pos que, perteneciendo a la misma organización o mismo terreno de juego, defienden distintas ideas
para articular el presente o el futuro de esa organización.

· 193 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

En la síntesis de los posibilismos procedentes de la dictadura y la oposi-


ción se fragua la futura transición hacia la democracia. Para poner nombre,
siglas o cara a los jugadores que aquí analizamos hemos especificado en la
tabla de arriba algunos personajes o grupos políticos que intervienen en el
tránsito hacia la democracia. El búnker es el maximalismo de la dictadura,
la extrema izquierda el de la oposición4. Por su parte, Suárez y muchos po-
líticos de su generación son la frontera del franquismo, los posibilistas de
la dictadura; mientras que el posibilismo de la oposición pronto empieza a
ser colonizado por un pce que emigra de posiciones extremistas cuando ve
grietas en la dictadura durante los años sesenta y, sobre todo, a partir de los
setenta. En esta situación fronteriza, posibilista, de la oposición, se situará
también el psoe de Felipe González5.

La última fila de la tabla anterior expresa las relaciones establecidas en-


tre los jugadores, relaciones que, por otra parte, ya se han apuntado antes y
constituyen la dinámica del juego que analizaremos en el siguiente epígra-
fe. Basta decir, siguiendo nuestra tabla, que el búnker y Suárez son adver-
sarios. También son adversarios el pce y la extrema izquierda. Tanto unos
como otros se hallan en el mismo sistema aunque tengan planteamientos
diferentes.

El búnker y la extrema izquierda son evidentes enemigos, pues ambos


representan sistemas radicalmente distintos. Pero también son enemigos
Suárez y Carrillo, pues ambos proceden de dos sistemas enfrentados aun-
que constituyan sus respectivas fronteras y puedan entenderse al compar-
tir algunas interpretaciones de la realidad.

Como ya hemos dicho, y ahora se analizará en profundidad, la transi-


ción consiste en el pacto entre antiguos enemigos (Suárez y Carrillo) para
aislar a los respectivos adversarios (el búnker y la extrema izquierda) 6.

4  Es necesario añadir, en este punto, que también los grupos terroristas de extrema izquierda
o aquellos que tienen un ideario socialista mezclado con nacionalismo extremo, como eta, también
estarían dentro de los maximalismos de la oposición. Entre ellos existen diferencias ideológicas y dis-
crepancias en torno a los medios que deben emplearse para derribar a la dictadura, pero el fin es com-
partido: la ruptura radical del régimen de Franco.
5  Entre los posibilistas de la oposición también se hallan grupos políticos de centro-derecha aleja-
dos del régimen franquista, como por ejemplo la democracia cristiana.
6  En este artículo nos centramos en los pactos que las elites políticas desarrollan para alumbrar una
democracia desde la dictadura. Somos conscientes de que esos pactos estaban influidos, también, por la
movilización social existente en aquellos años. La intensidad de esa movilización y su influencia en la
transición política son importantes y aún no han sido calibradas por los historiadores. Siempre hemos
tendido a considerar que la transición es un proceso de cambio impulsado/desarrollado por los pactos
que se establecen entre elites políticas, despreciando con ello el papel de las movilizaciones sociales. El
trabajo aquí propuesto es un estudio de cómo pactan las elites, y podrá completarse cuando ya dispon-

· 194 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

2. La jugada maestra

Una buena forma de desactivar al adversario es aliarse al enemigo. Y


eso harán Suárez y Carrillo en la transición. Asumiendo que el presente
no puede quedar endeudado por el ayer, no puede enfangarse en pasados
ya marchitos. Suárez pretende iniciar un proceso de apertura en el que
participen todas aquellas opciones políticas dispuestas a colaborar en la
construcción de un futuro democrático. Esas opciones se vienen situando,
desde finales de los sesenta, en la frontera del bloque opositor al régimen.

Pero el búnker dinamitará una y otra vez, o al menos lo intentará, esta


intención de los reformistas compartida por la oposición posibilista o mo-
derada. La jugada maestra que Suárez, apoyado por el rey, emprende en
la primavera de 1977, trata de integrar en el nuevo sistema a los antiguos
enemigos para, a su vez, desactivar a los extremos maximalistas que a de-
recha e izquierda pretenden dinamitar el proceso. De tal pacto o acerca-
miento entre el posibilismo de la dictadura y el posibilismo de la oposición,
emergerá la democracia de 1978. El pacto entre los enemigos desactivó a
los respectivos adversarios —a los maximalistas— de izquierda y derecha.
Veamos sobre la tabla anterior esta jugada:

Ha surgido un nuevo sistema, la democracia de 1978, que resulta de la


síntesis entre los dos posibilismos anteriores, el de la dictadura y el de la
oposición. Al margen quedan los antiguos maximalismos: el viejo búnker
y la extrema izquierda. Por ser una síntesis entre anteriores posibilismos,
la democracia de 1978 tiene ribetes franquistas —pues herederos del fran-
quismo la forjan e incluso la gobiernan en los primeros años— a la vez

gamos de datos fiables acerca de la intensidad de una movilización social cuyo papel a la hora de influir
sobre esos pactos aún no se ha definido con exactitud, si bien se intuye importante.

· 195 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

que elementos procedentes del pasado republicano, pues en el discurso


del PCE o del PSOE perviven proyectos del ayer inconclusos, o abortados,
por el golpe del 36.

Una mezcolanza de ayeres republicanos y franquistas forjan el presente


de la democracia tras la transición. ¿Cómo se gestiona el recuerdo y el ol-
vido de la Guerra Civil en este cruce de legitimidades que va de la victoria
franquista a la reconciliación democrática? ¿Cómo se interpreta, en fin, la
Guerra Civil en la transición?

3. Recuerdo y olvido de la Guerra Civil durante la Transición

Abril de 1977, día 9, Sábado Santo. Aprovechando que Madrid está de-
sierta de militares y políticos debido a las vacaciones de Semana Santa,
el gobierno de Adolfo Suárez da luz verde a la legalización del Partido
Comunista de España (PCE). Se consuma el paso de la victoria a la reconci-
liación, el pacto entre antiguos enemigos para desactivar a los respectivos
adversarios.

La Guerra Civil se convierte entonces en el episodio hacia donde todos


miran. Empieza a hacerse memoria colectiva de la guerra. Pero la memo-
ria siempre tiene dos caras, el recuerdo y el olvido, y sin la combinación
equilibrada de ambas esa máquina llamada memoria no funciona porque se
colapsa (si sólo hay recuerdo sin olvido) o desaparece (si sólo hay olvido
sin recuerdo). Una buena memoria es la que sabe olvidar, la que selecciona
olvidos para seguir existiendo sin que sus vivencias —recordadas exhaus-
tivamente— la colapsen, la llenen, la maten por hipertrofia o acumulación
excesiva de recuerdos.

El olvido es la antesala del perdón. La amnesia es cimiento para la am-


nistía cuando del ayer miramos un episodio violento como el que ahora
nos ocupa (una guerra civil). Pero olvidos y recuerdos se administran en
función de dos variables: la experiencia directa del pasado y las circunstan-
cias presentes.

Si vivimos directamente las contiendas de ayer, si peleamos en los cam-


pos de batalla y vimos morir a nuestro lado a amigos o familiares, el olvido
de aquellas luchas será difícil, y casi siempre el rencor o la revancha prima-
rán sobre cualquier reconciliación. Quien no vive el ayer puede olvidarlo
con facilidad, quien no experimentó contiendas pasadas puede ignorarlas

· 196 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

hoy con cierta ligereza. El olvido depende en buena parte de la experiencia


que del ayer tengamos.

Pero como siempre se hace memoria desde el ahora conviene repasar


las circunstancias presentes para escudriñar en ellas la administración de
recuerdos u olvidos.

Habrá que ver, primero, las aspiraciones de poder que existen en el


presente. Quienes pretendan conservar el poder (por ejemplo el búnker
durante la transición) recordarán de distinta manera la Guerra Civil que
quienes pretenden acceder a él (por ejemplo el pce). En abril de 1977 —fe-
cha en torno a la cual situamos estas reflexiones— los olvidos y recuerdos
de la Guerra Civil serán distintos en función de las aspiraciones de poder
que cada grupo tiene. Ya lo veremos más adelante.

Cuando se recuerda una encarnizada lucha como la acontecida a partir


de julio del 36, y cuando aún perviven muchos antagonismos de los que
entonces existieron, no conviene perder de vista la posible repetición del
conflicto. Así pues, entre las circunstancias presentes cabe tener en cuenta
el riesgo de una nueva confrontación que reviva la pasada. Ese riesgo a
revivir el ayer, a reactivar la Guerra Civil, también influye en la actual ad-
ministración de recuerdos y olvidos.

De una u otra manera, con las alforjas del olvido y el perdón o las del
recuerdo y la revancha, los jugadores de la transición mirarán a la Guerra
Civil como hito legitimador. Unos para utilizar la victoria que cosecharon
como cheque en blanco para dominar el presente. Otros para abogar por
la superación de viejos conflictos en una reconciliación que fundamente
la democracia en ciernes. Según como se recorran las variables anteriores
—olvido, perdón, experiencia del pasado, aspiraciones de poder en el pre-
sente, riesgo de repetición del conflicto— tendremos dos fuentes de legiti-
midad básicas: la victoria, propia del búnker franquista; y la reconciliación,
propia de los reformistas y la oposición moderada.

En esta nueva tabla vamos a exponer todas las variables anteriormente


explicadas:

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

Veamos ahora cómo los tres jugadores aquí considerados —búnker,


Suárez, Carrillo— entienden cada una de estas variables7, generando con
ello dos fuentes legitimadoras distintas. Como ya se ha dicho, el momento
histórico elegido es la legalización del pce en abril de 1977:

Sigamos lo expresado en esta tabla. El búnker no olvida ni perdona a los


antiguos enemigos de la Guerra Civil porque la mayoría de sus miembros
vivieron en primera persona la contienda, tuvieron experiencia directa del
pasado y no están dispuestos a mirar hacia otro lado cuando de recordar
aquellos episodios se trata.

Encastillado en el disfrute del poder que aún le queda, pretende el


búnker conquistar aquellos resortes que los jóvenes reformistas le han ido
arrebatando desde que Suárez fue nombrado presidente. Para conservar el
poder del que disfrutan y acrecentarlo, para guardar sus poltronas y aspi-
rar a otras nuevas, los miembros del búnker atacarán con uñas y dientes a
todo aquél que pretenda remover la victoria ya conseguida en el 39.

Y si el ataque es duro, si al búnker se le acorrala con los cantos de sirena


de la reforma o el ariete de la ruptura, están dispuestos estos nostálgicos a
reabrir las heridas de la guerra planteando un nuevo conflicto. No les im-
porta a estos maximalistas de la dictadura arriesgarse a una nueva guerra
civil con tal de conservar —y reeditar— la victoria que los ha situado en el
poder durante cuarenta años.

Los reformistas, al frente de los cuales podemos situar en 1977 al gobier-


no de Suárez, pretenden aislar y desactivar estos maximalismos franquis-
tas acercándose a la moderada oposición. Mirarán de la siguiente manera
a la Guerra Civil:

(i) Olvidarán y perdonarán a los antiguos enemigos, cuestión que


les puede resultar incómoda por las presiones del búnker, pero
que desde luego es más fácil para estos jóvenes políticos que
no vivieron la guerra. La nula experiencia directa del conflicto

7  La aceptación de una variable quedará representada por la S (de Sí), la negación por la N (de
No).

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

facilita la superación de viejos rencores, el acercamiento a los


antiguos enemigos, la amnesia y su consiguiente amnistía.

(ii) Suárez y sus compañeros reformistas quieren conservar el poder


que desde 1976 disfrutan y para ello resulta fundamental ais-
lar al búnker que, desde dentro, mina al gobierno suarista. Por
ello Suárez mira a la oposición moderada como muro de con-
tención contra los maximalistas de la dictadura. Acercándose a
los viejos enemigos puede desactivar a los íntimos adversarios,
que seriamente amenazan su continuidad en el poder. Y para
favorecer ese acercamiento, nada mejor que dosis de olvido y
perdón hacia los antiguos enemigos. Las aspiraciones de po-
der en el presente influyen en la administración de amnesias y
amnistías.

(iii) Pero no sólo las aspiraciones de poder en el presente dibujan


olvidos y perdones, pues en este dibujo también influye el ries-
go de repetición del antiguo conflicto armado. El búnker está
dispuesto a repetir la contienda para defender sus poltronas,
Suárez no, y por eso huye de la guerra intentando olvidarla,
silenciando su recuerdo, sumiendo en una poza oscura los
murmullos de un ayer que ahora el búnker quiere convertir en
gritos de guerra. El olvidadizo, dice Mario Benedetti, es quien
borra de su memoria, sin querer, lo pasado. El olvidador bo-
rra conscientemente el pretérito. No olvida sin querer, quiere
olvidar8.
Pues bien, el olvido de los reformistas es administrado, im-
puesto, aplicado. Los reformistas son olvidadores de la guerra,
olvidadores cuya amnesia está favorecida por su nula experien-
cia directa del ayer, por sus aspiraciones de poder en el pre-
sente y por el serio riesgo que existe de volver a repetir el viejo
conflicto.

(iv) Para evitar una nueva guerra civil y conservar el poder desacti-
vando a los adversarios franquistas, cuya fuente de legitimidad
es la victoria, los reformistas propondrán junto a sus nuevos
aliados —esos antiguos enemigos de la guerra que son ahora
los posibilistas de la oposición democrática— la reconciliación
nacional. Un perdón mutuo sin revanchas que apague los res-

8  Queda expuesta esta idea en el magnífico poema de Mario Benedetti «Olvidadizos y olvidado-
res». [Mario Benedetti. El olvido está lleno de memoria. Madrid: Visor, 1996, p. 24].

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

coldos de la guerra para que nunca más el fuego de las balas


vuelva a crepitar.

Carrillo y su pce, por otra parte, han visto abrirse en la línea de flotación
del régimen serias grietas durante los años sesenta. Grietas acrecentadas
en 1975, tras la muerte de Franco y el ascenso al poder de Juan Carlos I
y Suárez. Por esos resquicios intentará colarse un pce que aspira a ocupar
gobiernos futuros en la democracia que se intuye.

Carrillo y la vieja guardia del pce vivieron la guerra, pero están dispues-
tos a olvidarla y a perdonar a sus antiguos enemigos. Curioso. La experien-
cia directa del ayer, al contrario de lo que ocurría en el búnker, no impide
la aceptación de olvidos y perdones. ¿Por qué?

Porque Carrillo aspira a ocupar el poder y sabe que si no es legalizado


antes de las primeras elecciones generales, su partido seguirá en el desierto
del exilio o la oposición ilegal. Acercarse a Suárez es la única manera de
tener posibilidades de tocar poder mañana, y por eso su postura se con-
vierte en posibilista, empieza a flirtear con los reformistas, transforma su
obediencia a Moscú en eurocomunismo y su ruptura en ruptura pactada.

Además, consciente del ruido de sables azuzado por un búnker que está
dispuesto a volver a batirse en las trincheras, baja el perfil de su discurso
para evitar a toda costa una guerra vivil que echaría por tierra todas sus
aspiraciones. La reconciliación nacional es el único camino hacia una de-
mocracia con garantías donde los comunistas puedan optar al poder.

Al mirar hacia la Guerra Civil, dos posturas aparecen en la transición.


La de los maximalistas de la dictadura, el búnker, que apelan a conservar la
victoria en una guerra ya ganada y que están dispuestos a reeditar. Y la de
los reformistas, que junto a la ruptura pactada forman las fronteras respecti-
vas de la dictadura y la oposición. Unas fronteras que se necesitan mutua-
mente para sobrevivir y que, para desactivar a sus respectivos adversarios,
apelarán a la reconciliación nacional con tal de conservar el poder —en el
caso de los reformistas de Suárez— o de aspirar a conquistarlo (en el caso
del pce de Carrillo).

Expuesto ya el juego de la transición, su dinámica y el cruce de legitimi-


dades que en ella tiene lugar, vamos a ver cómo —siguiendo las anteriores
variables— se alude al recuerdo u olvido de la Guerra Civil en la prensa
de la época. Nos centraremos para ello en dos acontecimientos claves: el

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

atentado contra Carrero Blanco en diciembre de 1973 y la legalización del


pce en abril de 1977.

4. «No olvidamos ni olvidaremos nunca la victoria»

El almirante Luis Carrero Blanco, hombre de confianza del caudillo,


fue nombrado en junio de 1973 presidente del gobierno para asegurar la
continuidad del régimen ante la avanzada edad de Franco, su deteriorada
salud y la tempestad social evidenciada en numerosas movilizaciones —de
obreros, de estudiantes— acaecidas durante los años sesenta y principios
de los setenta.

Pero la fría mañana del 20 de diciembre de 1973, la banda terrorista ETA


detona, en pleno centro de Madrid, cuatro cargas antitanque bajo el coche
de Carrero. La explosión es impresionante y el presidente muere, junto con
su chófer y el escolta, poco después.

En medio del proceso 10019, con un régimen que hace aguas ante una
movilización social creciente, los sueños de continuidad se disipan tras el
asesinato de Carrero. El propio Franco, consternado, confesará al presi-
dente en funciones Torcuato Fernández Miranda: «la tierra tiembla bajo
nuestros pies»10.

La prensa reformista11, que en artículos de opinión y editoriales desli-


zaba mensajes de apertura democrática abogando por el respeto al pasado
sin renunciar a los cambios exigidos en el presente, recordará en aquellos
inciertos días las palabras que Fernández Miranda dirige a la nación tras la
muerte de Carrero: «Nuestro dolor no turba nuestra serenidad. La sereni-
dad en estos momentos es la mejor expresión de nuestra fortaleza».

Con este mensaje, el reformismo quiere evitar una nueva guerra civil,
un enfrentamiento desatado entre los extremos a derecha e izquierda, entre
los maximalismos de la dictadura y la oposición. Por eso el diario reformis-

9  Los principales líderes de Comisiones Obreras serían juzgados en este proceso 1001.
10  Victoria Prego recoge estas declaraciones en su obra Así se hizo la Transición. Barcelona: Plaza &
Janés, 1995.
11  Esta prensa expresa el discurso de los posibilistas de la dictadura, del reformismo, cuyo conteni-
do y posturas se analizaron antes. En 1973, Pueblo, Informaciones y en menor medida Ya se identificaban
«grosso modo» con estas posturas, si bien lo hacían en editoriales o artículos de opinión relegados a
lugares secundarios del periódico. La defensa del discurso reformista en grandes titulares o portadas
hubiera supuesto la suspensión del diario, de ahí que tales discursos se relegaran a zonas poco relevan-
tes que pudieran pasar más desapercibidas.

· 201 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

ta Informaciones expresa en un editorial «la aversión masiva hacia el empleo


de la violencia […]. No debemos dar curso a un proceso de acción-reacción
que favorezca las alternativas —antagónicas, pero complementarias— de
los extremos. No pecaremos de destructivos si hacemos votos para que el
Gobierno responda a la provocación con tanta eficacia y energía como se-
renidad y ponderación»12.

Comparte esas llamadas a la serenidad la prensa ultra o reaccionaria, si


bien por razones distintas al reformismo. Si los posibilistas de la dictadura
quieren mantener la serenidad para desarrollar cambios no traumáticos
pero de calado, los reaccionarios o maximalistas de la dictadura temen una
desestabilización que pueda amenazar la continuidad del régimen. La se-
renidad garantiza la estabilidad y ésta a su vez la continuidad, que es ob-
jetivo último de los reaccionarios. Como afirma el articulista de El Alcázar,
Marcelo Arroita-Jáuregui, la mayor traición que podría hacérsele a Carrero
y a las esencias del régimen que él representaba es entregarse a la venganza
desestabilizadora:
«La mayor traición que cabe hacerle al almirante Luis Carrero Blanco, muerto
por España tras una larga vida consagrada a España, sería entregarse a gestos
teatrales, a aparatosas vindictas: perder el rumbo13.»

Pero al mismo tiempo que El Alcázar, representante de la prensa ultra,


apela a la serenidad, matiza en sus páginas que tal serenidad no puede
llevar a la atonía y la desmovilización. Mantenerse serenos no es quedar de
brazos cruzados:
«Parece llegarse a la conclusión de que el único deber de los españoles, cuando
se ha agredido a toda la nación en la persona del presidente del Gobierno es el
de mantenerse serenos, circunspectos y moderados […] a no ser que lo que se
pretenda es que el pueblo español esté ciego, sordo y mudo para que su reacción
ante el asesinato se reduzca a colocar flores sobre una tumba»14.

La serenidad desmovilizadora puede ser el arma utilizada por los ene-


migos del régimen para desactivarlo desde dentro y así poder destruirlo
después con mayor facilidad. Esto es precisamente lo que critica El Alcázar
cuando afirma que los verdaderos responsables de la muerte de Carrero no
han sido los terroristas de eta —ellos tan sólo han detonado las bombas—
sino más bien los reformistas, todos los posibilistas que desde dentro de la
dictadura han planteado cambios, aperturas, asociaciones políticas, parti-

12  «Lo que espera el país» en Informaciones, 07/I/1974, p. 14.


13  Marcelo. Arroita-Jáuregui, «Anonadamiento» en El Alcázar, 21/XII/1973, p. 3.
14  ara. «Con serenidad y circunspección» en El Alcázar, 24/XII/1973, p. 3.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

cipación ciudadana. Su discurso socavaba los principios fundamentales del


régimen y sirvió de caldo de cultivo para la actuación terrorista, por eso,
piensa El Alcázar, las llamadas a la serenidad procedentes de este sector
de opinión no hacen otra cosa que desmovilizar a la población para que,
inerme, no suponga un obstáculo en la conquista del poder que ansían.
La serenidad proclamada por el reformismo pretende, pues, desmovilizar,
inducir al sopor colectivo que impida la defensa activa de un franquismo
amenazado:
«No se trata, pues, de un grupo de desesperados de la eta, sino de un sector de
opinión que no ha dudado en amparar sus crímenes, de forma directa e indirec-
ta, porque amparar el crimen es apoyar a los criminales.
Ahora, quienes con benevolencias apostólicas y simpatías democráticas habían
realizado la escalada del crimen, han asesinado al presidente del gobierno. ¿Cuál
ha sido la reacción? Está a la vista: serenidad, señores, aquí no ha pasado nada;
las instituciones funcionan; no pongamos en peligro esas asociaciones que se
vislumbran, vamos a seguir con lo nuestro…
Condenar el crimen sin atacar el clima de subversión en que se genera es sentar
la base para nuevos asesinatos»15.

Los momentos más difíciles son los inmediatamente posteriores al aten-


tado. Aunque ningún militar sale a la calle, el régimen está tenso pues teme
que los desórdenes aparezcan para romper la estabilidad y poner en duda
la continuidad de las instituciones franquistas. Pero cuando la tempestad
amaina, la prensa reaccionaria abandonará las llamadas a la serenidad al
constatar que la estabilidad se ha asegurado. Es entonces cuando se vuelve
al comunicado que Torcuato Fernández Miranda, presidente del gobierno
en funciones, pronunció ante las cámaras de televisión horas después del
atentado que costó la vida a Carrero.

Si la prensa reformista destacó de aquel comunicado el principio de que


«el dolor no puede turbar la serenidad, pues la serenidad es la mejor muestra de
nuestra fortaleza», la prensa reaccionaria se fija en otro fragmento de aquél
discurso que explícitamente alude a la victoria conseguida en la Guerra
Civil, victoria que, ya se dijo más arriba, es pilar legitimador del régimen
franquista. Dos reflexiones nos sugieren estas miradas encontradas: uno,
que los medios alumbran aquellas zonas del discurso que más pueden in-
teresarle en cada momento (los medios reformistas alumbran las regiones
del discurso de Torcuato referidas a la serenidad y los reaccionarios hacen
lo propio con las referidas a la Guerra Civil y la defensa armada de la con-
tinuidad); y dos, que ante un atentado contra el presente y el futuro del
franquismo, el régimen mira hacia su pasado legitimador, hacia la victoria
conseguida en el 39.
15  ara. «Con serenidad y circunspección», op. cit.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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Así recuerda El Alcázar «esas otras palabras de Torcuato» que no fueron


destacadas por la prensa reformista:

«Hemos olvidado la guerra, en un afán de construir la paz de los españoles;


pero no hemos olvidado ni olvidaremos nunca la victoria» […]. Esta frase no ha
sido resaltada por quienes parecen querer convertir la palabra «serenidad» en el
nuevo opio del pueblo.»16

Este argumento está preparando, justificando, la aplicación de la fuerza


contra los enemigos. «Si atentan contra la victoria conseguida, volveremos
a dar respuesta en los campos de batalla». Una cosa es olvidar la guerra,
piensan los reaccionarios, y otra muy distinta entregar la victoria para evi-
tar un nuevo enfrentamiento armado. La guerra se olvida para asegurar la
victoria, no para ponerla en almoneda.

Y con este argumentario van aparcándose, a medida que pasan los días,
las llamadas a la serenidad y toman cuerpo las alusiones al uso de la violen-
cia contra los enemigos que atacaron la estabilidad del régimen. Aludiendo
a la figura del emperador Augusto, las páginas de El Alcázar lanzan men-
sajes mezclados con sones de trinchera, con tambores de guerra, con ruido
de sables:

«Recuerden que el emperador Augusto afirmó: “Si para conservar el orden y se-
guir adelante tengo que echar las legiones sobre el Senado, no dudéis que dictaré
una ley para que echar las legiones sobre el senado sea un acto perfectamente
legal.”»17

Ante la crisis y la posibilidad de desaparecer, los maximalistas de la


dictadura se aferran al pilar que les dio el poder y les permitió disfrutarlo
durante casi cuarenta años. Ese pilar, ajado por el tiempo, es la victoria en
la Guerra Civil.

Pero la victoria cosechada en 1939 parece darse la vuelta cuando en


la Semana Santa de 1977 un presidente de gobierno reformista, Adolfo
Suárez, legalice a los antiguos enemigos, al pce. Será entonces cuando la
Guerra Civil y la victoria en ella conseguida dejen paso a la polémica re-
conciliación que sustentará la futura democracia. De memorias, olvidos,
guerras pasadas y aspiraciones de poder presentes se hablará el 9 de abril
de 1977, aquél «Sábado Santo rojo».

16  ARA. «Con serenidad y circunspección», op. cit.


17  Ibídem.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

5. «La Pasionaria remueve más memoria de la que ella misma tiene»

La victoria en la Guerra Civil es hito legitimador del franquismo; la


truncada Segunda República también es piedra angular, pero en este caso
de la exiliada oposición. Sea como fuere, la Guerra Civil es encrucijada, y
su mirada desde abril de 1977 inspira ríos de tinta en los periódicos del
momento.

Porque cuando aquél sábado 9 de abril del 77 el gobierno de Suárez lega-


lizaba por sorpresa al pce, las páginas de la prensa española se llenaron de
referencias a aquella guerra fratricida terminada en 1939. La prensa de cen-
tro-izquierda aplaudió el gesto de Suárez, y El País recibió con satisfacción
una noticia que, de no haberse producido, habría convertido a la transición
en proceso encallado, vacío, sin verdadero impulso democratizador.

Pero un nuevo competidor saltaba a la arena electoral. Y no era un com-


petidor cualquiera, pues el pce había sido el adalid de la oposición al fran-
quismo durante los duros años del exilio. Cercano a las posturas (e intere-
ses) del psoe, El País no tardará en recordar que los comunistas son el único
partido de la izquierda legalizada que no ha renovado sus cuadros dirigen-
tes desde la Guerra Civil. En él hay más pasado que presente, y por eso el
futuro puede hallarse hipotecado. La nula renovación generacional en el
pce es un lastre, afirma El País, de cara al próximo concurso electoral:
«También deben tener presente [los comunistas] que son una de las muy pocas
formaciones políticas que acuden a las urnas con líderes y cuadros protagonistas
en la guerra civil, y que ello supone un rechazo adicional en algunos sectores de
la población»18.

La experiencia directa del pasado, cuando de lo que se trata es de su-


perar precisamente ese pasado, es lo que podría pasar factura al pce en las
urnas. Por eso Cándido19, el genial articulista de abc, recuerda sorprendido
que la edad media de los obispos españoles es menor que la de la cúpula
comunista. España está en trance de superar la legitimidad basada en la
victoria. El sistema político en ciernes debe beber ya de otra fuente legiti-
madora y el recuerdo de la Guerra Civil remite a un ayer ajado que no sirve
para construir presentes. La cúpula del pce es una rémora para el partido
en un país ansioso de futuros, y la mera presencia de personajes comunis-
tas de primera fila como la Pasionaria o Alberti hacen que el electorado se

18  «El Partido Comunista ya es legal» en El País, 10/IV/1977.


19  Carlos Luis Álvarez, excepcional articulista de ABC bajo el pseudónimo de Cándido, falleció el 16
de agosto de 2006. Cosechó los tres galardones más apreciados del periodismo español: el González
Ruano, el Luca de Tena y el Mariano de Cavia.

· 205 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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retrotraiga a una época —los duros años de la guerra— que precisamente


ahora intenta superarse:
«En la última ocasión me contó el padre Martín Descalzo que la media de edad
de los obispos es la de cincuenta y cuatro años, y la de los dirigentes del Partido
Comunista, de sesenta y uno. Quedé frío. De todos modos era algo que ya me
temía.
Este es el momento en que el Partido Comunista debe empezar su autocrítica.
La Pasionaria remueve más memoria de la que ella misma tiene […]. Si por parte
de los comunistas existe el erotismo de buscar una simetría profunda con aquella
parte del pasado que ella representa, pueden acabar desintegrados en su inne-
cesario placer»20.

La prensa de centro-izquierda, como El País, y la conservadora, repre-


sentada por ABC, aluden al pasado del pce para desactivar sus aspiraciones
de poder presentes. El Alcázar hará lo propio, aunque en un tono aún más
duro y desde postulados distintos. El periódico de la ultraderecha no deja-
rá de recordar a los comunistas como los asesinos de la Guerra Civil y prin-
cipales responsables de la contienda que acabó con la Segunda República:

«Suelen perder la memoria aquellos que invocan al pueblo en aspaviento demo-


crático, pero no quieren saber nada de su memoria. Quizás porque en la suya
ya no suenan como en la del pueblo los nombres sonoros que dejó bañados en
sangre el Comunismo ateo»21.

Vuelve a convertirse el ayer en cuadrilátero donde se dirimen los con-


flictos presentes. El ayer como coartada o trampolín, como campo sembra-
do para resucitar rencores pasados y ganar la actual partida.

Un representante de la prensa de centro-izquierda, Diario 16, reconoce


que la experiencia directa del ayer puede inspirar sentimientos de rencor
mutuo entre los antiguos contendientes. Por eso comprende este periódico
el malestar de los militares tras la legalización de los comunistas. Los anti-
guos enemigos, contra los que muchos militares aún vivos combatieron en
su día, ahora se presentarán a unas elecciones libres que pueden conducir-
les al Congreso de los Diputados y quién sabe si al poder ejecutivo. Por otra
parte, recuerda Diario 16, que si los comunistas o cualquier otro partido
procedente de la oposición al franquismo alcanzara el poder no sería extra-
ño que en él surgieran sentimientos de revancha, o de venganza, contra los
antiguos vencedores ahora desalojados de sus poltronas.

20  Cándido. «El regreso» en ABC, 16/IV/1977, p. 5.


21  Luis Madrid Corcuera [Canónigo Magistral de Vitoria]. «El pueblo no pierde memoria» en El
Alcázar, 23/IV/1977, p. 3.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

Aceptando que el recuerdo del pasado no muere fácilmente, sobre todo


cuando aún viven las generaciones que experimentaron directamente aque-
llos traumáticos acontecimientos, Diario 16 condena tanto las alusiones a la
victoria como los posibles conatos de revancha. No es al ayer hacia donde
hay que mirar en una España necesitada urgentemente de mañanas:

«Algunos mandos militares están dando muestras de irritación y nerviosismo


ante una decisión que consideran contradictoria con la línea política española
inaugurada el 18 de julio de 1936 y canonizada durante cuarenta años por la
victoria de 1939. Los comunistas fueron derrotados, ergo no existen.
La crisis de conciencia se explica en algunos de aquellos altos mandos que vivie-
ron y sufrieron hasta la saciedad las virulentas confrontaciones de la guerra civil.
Se explica y se comprende. Pero no se justifica […]. El futuro hay que hacerlo
mirando hacia adelante.
Los dos bandos de la guerra tienen razón para recordar sus heridas y hasta para
reclamar su venganza, pero aquí tenemos que pasar por encima de la guerra
para construir nuestro futuro en paz»22.

Las generaciones que vivieron la guerra reclaman hoy victoria o revan-


cha en función del bando en que combatieron. Esto resulta preocupante,
afirma Diario 16, pero comprensible, habida cuenta de que experimentaron
en carne propia los desastres de aquella época. Pero lo que resulta intolera-
ble, afirma el periódico, es que quienes no vivieron la guerra sigan ancla-
dos en la victoria o pretendan ahora darse la revancha:

«Lo que no es tolerable es que oportunistas y saltimbanquis que nada hicieron


y nada sufrieron en la guerra y que todo su agosto lo hicieron en la paz, traten
ahora de echarle leña al fuego sacro de la guerra»23.

Es hora de superar, sigue afirmando Diario 16, la dialéctica entre re-


vancha y victoria. Hay que apostar por la reconciliación de las dos viejas
Españas enfrentadas en la guerra y separadas por una dictadura que ha
dado todo a los vencedores esquilmando a los vencidos:
«La legalización del pce supone de forma clara y manifiesta la clausura definitiva
de cuarenta años de guerra civil latente, de un período en el que nuestro país,
como ocurría en ciertas sociedades tribales primitivas, se hallaba dividido entre
vencedores y vencidos»24.

La prensa de centro izquierda defenderá con claridad la reconciliación


como fuente de legitimidad del nuevo sistema democrático. En la recon-
ciliación hay olvido del pasado, rechazo a los viejos rencores para forjar

22  «El coraje de la Corona» en Diario 16, 13/IV/1977, p. 4.


23  Ibídem.
24  Ruy López. «La tercera estación» en Diario 16, 19/IV/1977, p. 4.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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una convivencia pacífica y constructiva. Por eso, recuerda Diario 16 a los


comunistas, no cabe ahora el ánimo revanchista:
«Después de haber sufrido tanto y muerto tanto, los trabajadores españoles no
están ahora en condiciones de pelear guerras que ya se pelearon o de luchar por
mitos que ya ni existen. […]. La revancha es placer de los idiotas, porque en la
historia nunca se disfruta de la revancha. Sólo los dioses viven tanto y cambian
tan poco como para gozarla»25.

El diario abc tiene una línea editorial conservadora acorde con el discur-
so pro-monárquico que la inspira. Aunque comulga con los reformistas,
pues es consciente de que el franquismo no puede sostenerse tal y como
queda planteado desde el 18 de julio de 1936, no logra abandonar la victo-
ria para abrazar la reconciliación. Un matiz a este discurso lo ofrece el his-
toriador Carlos Seco Serrano, que en un artículo de opinión publicado en
abc apuesta claramente por la reconciliación como base del futuro demo-
crático, pero al mismo tiempo recuerda a los viejos contendientes —sobre
todo a los comunistas— que su concurso en la escena política ahora abierta
no puede servir para reavivar viejos conflictos ni para, mucho menos, to-
marse la revancha:
«El Partido Comunista tiene verdadero empeño, no exactamente en una “recon-
ciliación”, sino en una “revancha”. Pretende, pura y simplemente, que se le dé
la razón perdida.
La convivencia efectiva, dentro de ella, entre los que un día se enfrentaron con
las armas, sólo será posible cuando unos y otros renuncien a una pura y simple
anulación del adversario.
Porque la “reconciliación nacional” […] no puede consistir, de ninguna manera,
en volver al punto de partida de la Guerra Civil […]. La definitiva superación
de nuestra contienda sólo se logrará cuando los dos extremos responsables de
ella retornen a integrarse en una plataforma de civilizado diálogo —cuyo cauce
supremo está en el Parlamento—: pero no quitando la razón a una de las partes
responsables del enfrentamiento armado (la que ganó la guerra), para dársela a
la otra (la que la perdió)»26.

La cita anterior critica la revancha apoyándose en la reconciliación.


Pero tal discurso no será seguido por todos los articulistas de abc, pues
Torcuato Luca de Tena27 había escrito el día anterior otra tercera donde
criticaba igualmente el presunto revanchismo del pce, aunque esta vez apo-
yándose en la victoria. Quiere esto decir que abc se encuentra entre las

25  «Salud, don Carrillo». Diario 16, 18/IV/1977, p. 4.


26  Carlos Seco Serrano. La Monarquía, la República y la Reconciliación Nacional en ABC, 14/IV/1977.
27  Torcuato Luca de Tena era nieto de Torcuato Luca de Tena y Álvarez-Ossorio, fundador de la
revista Blanco y Negro y el diario ABC, e hijo de Juan Ignacio Luca de Tena, que dirigió este periódico
entre 1929 y 1936. De 1962 a 1975, Torcuato Luca de Tena ocuparía la dirección de ABC.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
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aguas de la victoria y de la reconciliación, del pasado franquista y de un


presente democrático que aún no es seguro:
«Porque en España hubo una guerra […]. Y la victoria entonces alcanzada no
está en juego, ni se puso en juego en el Referéndum. Esto es lo que el Gobierno
no debe olvidar. Porque el mandato que recibió del país en aquella consulta po-
pular fue para la reforma política, más no para hacer almoneda de la victoria
conseguida.
EL pce se mueve por idéntico afán de desquite que en el 36 y pretenderá destruir,
y conseguirá destruir —si otros más cautos a los que hoy nos gobiernan no se
oponen a ello— la ingente labor de reconstrucción nacional conseguida a lo largo
de las cuatro últimas décadas, por dos generaciones de españoles esforzados e
ilusionados»28.

El Alcázar no expresará estas ambigüedades. Si abc es conserva-


dor, El Alcázar es claramente reaccionario. Condena sin matices la reforma
y unánimemente defiende la victoria como pilar legitimador:

«La legalización se ha hecho tapando la boca a quienes vencieron al comunismo


y eligiendo, como arquetipos para el retorno, a las figuras más siniestras de un
pasado que creíamos superado. No hemos asistido a una legalización, sino a la
toma, victoriosa, de Madrid por los miembros del pc al grito de “¡fascistas, bur-
gueses, os quedan tres meses!”»29

Una victoria hoy puesta en peligro por aquellos que precisamente ha-
bían recibido el encargo de conservarla. El gobierno de la dictadura, ahora
en manos de Suárez, ha traicionado los ideales del régimen resucitando a
los enemigos ya derrotados:
«Más vale tener la gallardía de proclamar ante el pueblo español que un
Gobierno cuya existencia se debe a una victoria sobre el comunismo, legalizaba
la hoz y el martillo el mismo día que quitaba el yugo y las flechas del edificio de
la calle de Alcalá, bajo cuya sombra hicieron su carrera relevantes miembros del
Gobierno.»30

Se va consumando así el paso de una legitimidad a otra. La victoria,


simbolizada con el yugo y las flechas, ya va dejando paso a la hoz y el mar-
tillo que hoy, según la prensa ultra, campa a sus anchas por las calles a pe-
sar de los desmanes cometidos en el pasado. Olvidando la vieja contienda,
el gobierno de Suárez ha traicionado la obra de Franco:

«El sábado pasado, 9 de abril de 1977, un lechuguino derrotó de un plumazo a


las tropas nacionales.

28  Torcuato Luca De Tena. «Imposición por Decreto de Amnesia colectiva» en ABC, 13/IV/1977, p. 3.
29  Antonio Izquierdo. «Responsabilidades» en El Alcázar, 16/IV/1977, portada.
30  «Gol» en El Alcázar, 11/IV/1977, portada.

· 209 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

Estaba escrito, ya dije la fecha (tras la muerte de Franco), con tinta de traición
más que de olvido»31.

Para los articulistas y la línea editorial de El Alcázar, la reconciliación no


abre la puerta a la convivencia pacífica y constructiva, sino que es un acto
profundo de ruptura con las esencias de un régimen que ha sido desman-
telado por quienes, precisamente, tenían la misión de conservarlo. Abierto
en canal el franquismo a sus enemigos se han vuelto las tornas, y los anti-
guos vencedores en los campos de batalla hoy pueden ser vencidos gracias
a la «traición suarista»:
«Que el perdón alcance a los vencedores de ayer, vencidos hoy. Lo digo porque,
quiérase o no se quiera, la Cruzada de Liberación —hoy guerra civil, a secas—
fue una confrontación ideológica antes que bélica, y puede darse el caso, en pura
lógica política, de que en junio ocupen el Poder y la gloria, con la señora Ibárruri
y el señor Carrillo a la cabeza, quienes fueron derrotados en la contienda»32.

Quienes ganaron la guerra, quienes combatieron en ella, no venderán


barata su victoria. Es más, la defenderán con uñas y dientes, estarán dis-
puestos incluso a repetir una nueva guerra civil con tal de no abandonar
el poder que en su día consiguieron por las armas. Si la guerra fue ayer el
camino hacia el poder, la guerra será hoy el medio para conservarlo, y si
acaso para acrecentarlo. Por eso El Alcázar pronto alude al Ejército como el
bastión último al que aferrarse ante el ataque de unos viejos enemigos ya
legalizados. Frente a los posibilistas de la dictadura —«esos reformistas
que han traicionado a Franco»— y a una oposición que en tromba quiere
derribar el sistema para apropiárselo, la prensa ultra clama al Ejército co-
mo tabla de salvación. El riesgo de una nueva guerra civil se hace evidente
en una España que a duras penas logra levantar el edificio de la reconcilia-
ción sobre las cenizas de tanto rencor enfrentado:
«Las Fuerzas Armadas tienen necesariamente que ser beligerantes frente al mar-
xismo […]. Las Fuerzas Armadas españolas lucharon contra el marxismo y le
vencieron. Y de esa guerra contra el marxismo, de la que fueron protagonistas
las Fuerzas Armadas, nació la legitimidad del Estado, y de la Monarquía a que
deben servir con la fidelidad jurada el presidente y los ministros del Gobierno,
entre otros.
Cuando se dimite de las consecuencias constituyentes de una victoria legitima-
dora del Estado, se sitúa a la nación frente a la inevitabilidad de otra guerra
constituyente»33.

31  Rafael García Serrano. «Dietario Personal, domingo 10 de abril» en El Alcázar, 11/IV/1977, p. 3.
32  Antonio Izquierdo. «Amnistía al vencedor» en El Alcálzar, 15-4-77, p. 2.
33  Ismael Medina. «Lo natural es que las Fuerzas Armadas sean antimarxistas» en El Alcázar, 15/
IV/77, p. 2.

· 210 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Memoria e Historia del tiempo presente. El recuerdo y los olvidos de la Guerra Civil Española en la prensa de la Transición

6. Historia y memoria: conceptos distintos y complementarios

Los sistemas políticos que se hallan en transición, en cambio o tránsito


de un estado a otro, suelen mirar al hito del pasado en el que fundan su le-
gitimidad para derribarlo, matizarlo o conservarlo. Borrar de un plumazo
el ayer es imposible, porque siempre hay pasado en el presente. La vida es
una metabolización de pasados. Una incorporación, no intacta, del mis-
mo, una digestión del ayer donde lo ocurrido se confunde con lo que está
ocurriendo34.

La mutación de la dictadura franquista en sistema democrático liberal


exige que el ayer sea puesto en duda. Y por eso la victoria va siendo susti-
tuida a duras penas por la reconciliación. Mueven los medios de comunica-
ción, la prensa en este caso, el poliedro de la memoria para enseñarnos de-
terminadas perspectivas de ese mosaico que forman recuerdos y olvidos.
¿Y qué perspectivas nos enseñan? Las que más interesen en cada momento,
las más acordes con la ideología que mueve a esos periódicos.

Y así unos abogarán por la reconciliación sin revancha (los medios de


centro-izquierda o incluso abc), mientras otros seguirán anclados en una
victoria que están dispuestos a defender con las armas, si es preciso, en
caso de serio ataque. Aunque, felizmente, una nueva guerra no se produjo,
el temor a que estallara inhibió recuerdos y favoreció olvidos. Con el fin de
comprender mejor esta administración de silencios sobre la guerra, había
que añadir, como dijimos, toda una red de aspiraciones e intereses que
giraban en torno al poder.

Para desactivar al adversario que le amenazaba desde dentro del siste-


ma, Suárez pactó con los antiguos enemigos de la oposición. Para introdu-
cirse en las grietas que Suárez dejaba abiertas en la dictadura y abogar por
la futura democracia, los posibilistas de la oposición aceptaron la mano del
joven presidente pensando en un mañana donde, quizá, tocarían poder.
Las aspiraciones de unos y otros jugaron también un papel clave para ex-
plicar los olvidos de la Guerra Civil durante la transición.

Ese río de olvido que forma el poliédrico mar de la memoria es el que


en este trabajo hemos navegado. Y aunque por razones de espacio no ha-
yamos podido ofrecer más que una navegación de cabotaje, queda claro el
conflicto de legitimidades que en torno al recuerdo/olvido de la guerra se
plantea durante la transición.
34  Estas ideas quedan sistematizadas magistralmente por José Ortega y Gasset en su obra Historia
como sistema. Madrid: Taurus, 2004.

· 211 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alfonso Pinilla

En aquellos difíciles años setenta triunfó una reconciliación que no fue


satisfactoria para todos, fundamentalmente para unos vencidos que siguie-
ron olvidados, en cunetas de infamia, durante muchos años.

Hoy se plantea de nuevo el debate. Y a la par que es justo la recupera-


ción de la memoria olvidada, resulta crucial observar qué motivaciones
inspiran este abrupto grito de los silenciados. Porque cuando la memoria
de un episodio violento vuelve a estar en los medios, cuando la Guerra
Civil del 36 vuelve a copar portadas, noticias y titulares, conviene mirar
hacia las variables expuestas anteriormente con el fin de descubrir las aspi-
raciones de poder presentes que influyen en el rescate de recuerdos hasta
hoy aparcados.

Es justo que los muertos de ayer sean reconocidos hoy, pero es peligro-
so que los huesos desenterrados se conviertan en mercancía electoral, en
gresca parlamentaria o en arma arrojadiza contra el adversario político. El
papel del historiador no es el de participar, a favor de unos o de otros, en
este fuego cruzado de recuerdos, sino más bien en establecer qué variables
inspiran los giros de la memoria y las caras que del pasado se enseñan
en el presente. Porque ha de quedar claro que Historia —como disciplina
científica— y memoria —como representación/percepción poliédrica del
pasado— son conceptos distintos y a la vez complementarios, pues ésta se
convierte en objeto de estudio para aquélla. Lo escrito en este artículo ha
querido contribuir, humildemente, a esa consideración de la memoria como
objeto de estudio para los historiadores del tiempo presente.

· 212 ·
Las memorias militantes y el uso testimonial en la
Historia política del tiempo presente en Chile: de lo
estructural y lo subjetivo

Cristina Moyano
Universidad de Santiago de Chile

La Historia política del tiempo presente o del pasado reciente, según


sea la adscripción teórica que se encuentra detrás de la nominación, ha ido
registrando avances significativos en el espacio historiográfico chileno. En
ese plano, al igual que en lo ocurrido en Argentina1 (Pittaluga, 2007), las
memorias militantes han comenzado a ser usadas tanto como fuente para
acceder a procesos reconstructivos del pasado reciente y de la experien-
cia militante, como para reflexionar, en segundo grado, acerca de la forma
productiva, de los contextos políticos de producción y, de esta forma, de las
tensiones y diálogos que se expresan tanto a nivel político como cultural en
la aptitud de decibilidad de las transiciones a la democracia.

La recuperación del relato militante ha tenido distintas etapas en nues-


tro país, y aunque todavía no posee una significación importante y sis-
temática en el uso historiográfico chileno, ha ido revistiendo un proceso
de validación como fuente historiográfica testimonial clave para acceder a
distintos espacios del pasado reciente.

Las variaciones están asociadas tanto a los objetivos de la producción


como a los contenidos mismos de la narración militante y a los nuevos ob-
jetos de producción historiográfica. En Chile, la Historia política del pasado
reciente ha ido moviéndose desde el análisis estructural de las transforma-

1  Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga. Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y pensamient-


so sobre la Historia. Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 2007.

· 213 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

ciones sociopolíticas, en perspectiva de mediano plazo, a la recuperación


de la experiencia subjetiva de la política.
Paralelo a lo anterior, el relato militante también ha sufrido mutaciones.
Pasó por una primera etapa construida inicialmente desde mediados de los
años setenta, en la que prima el relato de denuncia, asociado a la construc-
ción de la figura de la víctima de violación a los derechos humanos; ello
constituye un espacio de enunciación de una memoria subterránea, no re-
conocida, no validada, no oficial, y que circulaba en un espacio de negación
por parte de la dictadura militar y de un sector importante de la sociedad
chilena. Textos como Tejas Verdes y Prigué, entre otros, van escriturando
la narración de una militancia dibujada desde la víctima de la represión.
La figura del militante se dibuja por la impronta de la represión; queda
concentrada en el espacio del campo, de la situación concentracionaria, an-
gustiada entre el no reconocimiento y la posibilidad de enunciarse como
víctima. Se trata básicamente de un relato de denuncia, de certificación,
de transferencia de una verdad que no tenía posibilidades de enunciación
pública. Su negación institucional se combate por la vía de un testimonio
cargado de relatos en los que prima la descripción del horror, la cotidia-
neidad de la represión y la concentración, así como las redes sociales de
solidaridad que se dibujan en un espacio no apto, extraño y desbordante.

Con posterioridad a estos relatos y ya iniciado el proceso de transición,


durante los primeros años de la década del noventa, comenzarán a apare-
cer —aunque no de manera masiva— relatos de militantes políticos. Los
primeros relatos de esta categoría provienen de líderes políticos, dirigentes
públicos o que reaparecen después de años de clandestinidad y exilio2. En
dichas narraciones aparecen los juicios políticos, los axiomas, las ideas y
las trayectorias. Entre justificaciones y calificaciones, se narra una Historia
de la militancia desde arriba y desde el plano de las ideas. Aún no apare-
cen en dicho relato ni la cotidianeidad ni la agencia directa de los otros.
Parecen historias más analíticas, diseñadas para dejar huella de una voz, en
una disputa política de los destinos transicionales a construir.

Sólo después de ese período, y cuando el discurso hegemónico de las


víctimas ya circula de manera pública y aceptada por los distintos actores
políticos y sociales, aparecen los relatos de los militantes-agentes, quienes
con voces todavía muy tímidas van dibujando el relato de la resistencia, la

2  Memorias (Orlando Millas), Una transición de dos caras. Crónica y autocrítica (Camilo Escalona),
Memoria de la izquierda chilena (Jorge Arrate y Eduardo Rojas), De lo vivido y lo peleado (Luis Corvalán),
El Sol y la Bruma (Jaime Gazmuri), Chile, un largo septiembre (Patricio Rivas), Las armas del ayer (Max
Marambio).

· 214 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

clandestinidad3, el exilio y la agencia de la identidad de izquierda revolu-


cionaria. La acción militante se narra en muchos casos novelada o usando
metáforas persuasivas, lo que permite entrar en la subjetividad constituti-
va del ser político, aún tímido y conviviendo malamente con el discurso de
las víctimas.

Esos artefactos constituyen herramientas interesantes de considerar


para la Historia del pasado reciente. A través de ellos podemos indagar
en múltiples planos analíticos cuya coexistencia permite al investigador
plantear nuevas preguntas a dicho pasado traumático, para recuperar la
agencia del sujeto y los ámbitos estructurales, entre otros.

Sobre esos ámbitos estructurales quiero destacar la posibilidad de estu-


diar, por ejemplo, las estructuras narrativas del recuerdo/memoria y cómo
a través de ellas podemos analizar las redes sociales de la militancia de
izquierda.

1. Estructuras narrativas del recuerdo militante: los relatos


escritos de memorias militantes

La mayoría de las memorias militantes corresponden a fragmentos bio-


gráficos en los que los diversos actores sociales escrituran momentos fun-
damentales de su vida, quizás los más protagónicos de su existencia, y en
torno a los cuales dan coherencia discursiva a la totalidad de su trayecto-
ria. En dichas autonarraciones conviven armónicamente dos estructuras: la
sincrónica y la diacrónica.

En la dimensión sincrónica del relato se estructuran básicamente mo-


mentos o entornos episódicos de la trayectoria de los sujetos, referenciadas
a instituciones, lugares o sujetos/actores, con los cuales suelen dar coheren-
cia a su vida vista en perspectiva de largo plazo. Por otro lado, la dimensión
diacrónica del relato está constituida por aquellos elementos, fragmentos
(frames), marcos o nodos que se emplean preferentemente para articular
explicaciones causales de la vida de los propios sujetos, con los cuales —sin

3  Ejemplos son los textos: Ciudades en las sombras. Una historia no oficial del ps de Chile (Eduardo
Gutiérrez), Un día de octubre en Santiago (Carmen Castillo), La roja cadena de nuestros sueños (Patricio
Pobrete), Disparen a la bandada (Fernando Villagrán), Hacia el final de la partida (Guillermo Rodríguez),
Autobiografía de un ex jugador de ajedrez (Claudio Durán Pardo), Frazadas del Estadio Nacional (Jorge
Montealegre), Los santos están marchando (Ismael Llona) o Pasajeros en tránsito. Una historia real (Jorge
Arrate).

· 215 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

caer en mecanicismos reduccionistas— los actores sociales dan coherencia


explicativa a los actos, giros y transformaciones de su vida4.

A diferencia de otros relatos biográficos o autonarraciones, las escritu-


ras militantes tienen lógicas narrativas propias, pero que, articuladas den-
tro de la cultura política de izquierda, hacen posible la comparación pese
a la subjetividad inherente a su producción. Están escrituradas y tramadas
para rescatar tanto visiones del pasado, ansias de justificación y clarifica-
ción de trayectorias políticas diversas y particulares, como para hablarle a
un público imaginario con el que se espera mantener una conexión identi-
taria dentro del mundo discursivo y simbólico que referencia a la izquierda
chilena.

Las estructuras narrativas son más o menos homogéneas y tienen sin


duda como punto de inclinación la experiencia del golpe de Estado y la
resistencia a la dictadura. Este acontecimiento puede ser calificado como
nodo o como acontecimiento biográfico (bascule). Para Leclerc-Olive, estos
acontecimientos biográficos son fundamentales en la narración y le otor-
gan sentido a la misma, articulando en torno a ellos el resto de la trama del
relato y funcionando como balizamientos biográficos que marcan, señalan e
indican la clave sobre la cual se estructura el relato5, y contienen además
una gran densidad como causales de procesos posteriores en la trayectoria
de los actores.

Desde una perspectiva similar, Legrand calificaría el golpe de Estado co-


mo un acontecimiento activo, tipificado psicológicamente como catástrofe,
«acontecimiento(s) que irrumpe(n) “accidentalmente” en la biografía y que
produce(n) una ruptura en la trayectoria biográfica»6. La clandestinidad y
el exilio, por su parte, actuarían como coyunturas, es decir, como «un tiem-
po intermedio de la biografía que ejerce como elemento articulador entre
las tendencias estructurales de larga duración (elementos de la biografía
que escapan al control de las personas) y los acontecimientos puntuales
que suceden en la biografía»7.

De esta forma, sin duda que el golpe de Estado marca una inflexión par-
ticular en la izquierda, que hace que estas estructuras tengan un soporte

4  Joan Miquel Verd. «La construcción de indicadores biográficos mediante el análisis reticular del
discurso. Una aproximación al análisis narrativo biográfico» en Revista redes, vol. 10, nº 7, junio del
2006. http://revista-redes.rediris.es
5  Ibídem, p. 11.
6  Ibídem, p. 12.
7  Ibídem, p. 12.

· 216 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

subyacente en el que los tiempos de toda esa área política convergen en un


inicio común.

La experiencia de la up, el golpe de Estado y la resistencia a la dictadura


son tres puntos centrales que marcan una nueva forma de narrar de la pro-
pia izquierda y que facilitan la lectura, otorgando una cadencia temporal y
espacial que es homogénea en su estructura básica. Tiempos acelerados y
tiempos detenidos, espacios físicos e imaginados, materiales y subjetivos,
se combinan en la mayoría de las narraciones configurando un imaginario
de izquierda que permite la circulación de unas memorias particulares y
la conexión con narraciones mayores que le dan sustento de validez y ca-
rácter de verdad a los relatos emitidos desde la propia subjetividad de los
actores.

Existen sin embargo dos diferencias claras en las escrituras militantes


y están referidas no a los universos simbólicos que las sitúan dentro de la
cultura política de la izquierda, sino a los tiempos (coyunturales) históricos
de su producción, así como a la intencionalidad expresa de su escritura.

Con la primera de las diferencias es posible establecer pequeñas crono-


logías que nos permiten comprender la emisión de juicios y el ordenamien-
to de los relatos de quienes escriben. Así, mientras más cerca del golpe de
Estado se encuentra la memoria, más heroica resulta la escritura y menos
analítico el relato. Por otra parte, las memorias escrituradas a mediados de
los años ochenta y con posterioridad a dicha fecha tienden a enfatizar más
los análisis políticos normativos que las reflexiones sobre experiencias de
vida, muy bien dibujadas en los relatos previos. Es también posible estable-
cer diferencias con las propias cronologías microhistóricas de los diferen-
tes conglomerados de izquierda, cuyos hitos particulares también marcan
giros en los enunciados narrativos que soportan tanto los sentidos catego-
riales de las reflexiones, como los sentidos de validez de las mismas.

La segunda de las diferencias está referida a la intencionalidad expresa


de su escritura, que puede vincularse también con la posición de poder
de quien escribe. Así, miembros de las elites políticas de la izquierda, en
especial quienes se encuentran en ejercicio dentro de sus propias colectivi-
dades, tienden a escribir desde una perspectiva normativa y reflexiva, en
contraposición a liderazgos intermedios o militantes de base, para quienes
la escritura se convierte en una forma de subsistencia, y por ende, los rela-
tos son más cotidianos y menos analíticos.

· 217 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

Las autonarraciones contenidas en las memorias militantes pueden ser


estudiadas bajo la perspectiva del análisis de redes sociales. Bajo este enfoque,
los diversos, específicos y múltiples acontecimientos que aparecen relata-
dos en una autobiografía o memoria militante, pueden normalizarse para
conseguir un análisis novedoso.

El enfoque de redes parte de una premisa básica: que los sujetos no son
átomos indivisibles, sino un conjunto coherente de relaciones «tanto físicas
como intelectuales, con la naturaleza, con los objetos, con las otras perso-
nas, relaciones que […] transforman continuamente. Así ningún individuo
es estrictamente individual8», sino un ser inserto en relaciones sociales.
Esas relaciones sociales permiten hacer circular las ideas, generan confian-
zas, posibilidades de agrupación y construcción de imaginarios, que en
la Historia política reciente son claves para comprender las decisiones de
colectividades respecto de alianzas, ideas y reflexiones, que no siempre
pueden explicarse desde una perspectiva de mera transformación ideoló-
gica racional y aislada de esas relaciones que las sostienen. De esta forma,
la coherencia de estas relaciones puede cambiar en el tiempo, reforzarse,
consolidarse o destruirse, y eso debe ser estudiado históricamente.

Para Tomás Villasante:

«[…] nuestros comportamientos como soportes de relaciones sociales dependen


de cómo funcionan las redes en las que nos encontramos en cada caso. Y las
reglas de comportamiento de cada red es algo que debemos estudiar por la etno-
logía de las sociedades complejas. Sin duda cada red está influenciada decisiva-
mente por los condicionantes económico-políticos y por los espacios en que vive.
Pero el soporte simbólico de la red en numerosas ocasiones aparece en primer
plano para mostrar que los inconscientes individuales e históricos tienen un peso
muy importante. Los soportes individuales, familiares o grupales tienen tanto de
comportamientos racionalizados de acuerdo con sus necesidades objetivas, co-
mo de elementos de la cultura familiar, local o social. El soporte es sexo y género,
es también necesidades primarias y culturales, es en suma la historia de muchas
redes que se entrelazan en una sociedad compleja»9.

Se trata de una perspectiva que funciona adecuadamente para el análi-


sis de las culturas políticas partidarias, porque la cotidianeidad de la mi-
litancia va generando lazos y visiones de mundo compartidas, no sólo en
relación con los militantes de la propia colectividad, sino también con los
8  Tomás Villasante. Redes y sociopraxis. Cuatro redes para vivir mejor. Buenos Aires: Lumen Huma-
nitas, 1998, p. 89.
9  Tomás Villasante. «Teoría de redes de comportamiento. ¿Cómo interpretar toda esta recom-
posición social, que va más allá de unos datos asociativos aislados?» en Sujetos en movimiento. Redes y
procesos creativos en la complejidad social. Montevideo: cimas-Nordan, 2002, p. 14.

· 218 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

partidos con los cuales se estructuran vínculos de alianza, convivencia y


confianza.

Un análisis de redes puede realizarse considerando dos enfoques que


resultan complementarios. En primer lugar, el enfoque que centra su aten-
ción en la búsqueda de cohesión, es decir, orientado a determinar las carac-
terísticas de los lazos relacionales que se establecen entre dos o más sujetos.
Del análisis de los lazos relacionales se obtienen las medidas de rango10,
grado de intermediación11, cercanía12 y densidad13.

Un segundo enfoque es aquel que pone más atención en las posiciones


que ocupan los sujetos dentro de una red, es decir, centra su análisis en los
lugares en los que se encuentran los sujetos respecto de los otros y los tipos
de conexiones que establecen entre ellos. Este enfoque, complementario al
anterior, también es clave para analizar las culturas políticas partidarias y
las elites de la izquierda, ya que nos permite determinar sujetos con pres-
tigio, influyentes e importantes al interior de las colectividades, y sujetos
que ejercen la función de transversalidad entre las mismas.

La actividad política y, por sobre todo, la actividad militante, consti-


tuyen una praxis en la que la construcción de redes resulta inherente. La
posibilidad del cambio social, base del discurso político de la izquierda,
depende de la construcción de lazos entre los que pertenecen a la misma
red militante y los diferentes, es decir, aquellos con los que se puede rea-
lizar alianzas políticas circunstanciales y de largo plazo. En esa perspecti-
va, la teoría de los lazos débiles, pero influyentes, de Granovetter, también
constituye un insumo para analizar las trayectorias políticas militantes, los
éxitos de las alianzas y las propias posibilidades de acción de los sujetos.

Las experiencias militantes, que estructuran bases aglutinantes de las


memorias de los sujetos y nodos articuladores de reflexiones analíticas so-
bre su propio comportamiento político, nos permiten así acercarnos a las

10  Rango: corresponde al número de lazos de un actor, que puede actuar como receptor de los mis-
mos o como generador.
11  Grado de intermediación: determina el grado en que una persona actúa como puente o conector
entre grupos que de otra forma se mantendrían aislados.
12  Cercanía: determina cuán cercana está una persona de la otra y si las relaciones son recíprocas o
no. La importancia de la conexión de una persona radica en la cercanía respecto de los influyentes en
un estudio.
13  Densidad: corresponde a la cantidad de lazos existentes entre un actor y otro, y al número de
lazos posibles, dependiendo además si éstos son recíprocos o no. Del análisis de la densidad se pueden
obtener datos que nos permitan pesquisar la existencia de camarillas o subgrupos en los que un actor
tiene relaciones más densas.

· 219 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

conexiones de los sujetos en perspectiva histórica. Como plantea Villasante,


para ese análisis

«[…] lo mejor es observar o preguntar por un acontecimiento concreto, suficien-


temente conocido por la mayoría (“un analizador”). Hay hechos en cualquier
colectividad que influyen decisivamente en el posicionamiento de las redes: es-
te “analizador” sería como el “ego” ordenador para los antropólogos de redes.
Este suceso/analizador, al ser algo que rompió los hábitos cotidianos, y obligó
a posicionarse en la red de distintas formas a cada posición, viene a contrastar
con los habituales comportamientos, por lo que también nos muestra tendencias
pasadas y contrastes»14.

De esta forma, considerar estos elementos como claves al momento de


analizar los relatos biográficos puede complementar los análisis tradicio-
nales de la Historia política del pasado reciente, permitiendo combinar
ámbitos reconocibles de la subjetividad y del plano de lo propiamente es-
tructural. El eterno dilema de las dos dimensiones de los relatos de memo-
ria (asociados a la configuración representacional y ficcional del pasado,
tanto como a la transferencia de realidad vivida) se vuelve así congruente
y factible de analizar bajo estas consideraciones teóricas.

De este modo y siguiendo con el plano de las narraciones militantes,


existen al menos tres conceptos básicos, provenientes de la teoría de re-
des, que pueden ser de utilidad analítica. El primero se refiere al concepto
de grado nodal, es decir, el «número de relaciones que cada nodo recibe
o transmite al resto de nodos de la red»15. De este uso tipológico se des-
prenden aquellos nodos receptores o transmisores que actúan en los relatos
respectivamente como consecuencias o causas de procesos decisivos en la
trayectoria de los actores.

Las consideraciones nodales en los relatos militantes diferencian las cul-


turas políticas partidarias, que actúan como frames o marcos conceptuales,
simbólicos e incluso analítico-normativos en la propia forma de narrar la
experiencia vivida. Cada militante de un determinado conglomerado po-
lítico estructura su narración en función de nodos particulares experien-
ciados dentro de la dimensión diacrónica partidaria, a la vez que establece
nexos para comunicarse con la dimensión diacrónica nacional y de la iz-
quierda en su conjunto.

El segundo de los conceptos se refiere al punto de corte o puente, definido


como «un nodo que si se elimina de la representación deja desconecta-

14  Tomás Villasante. Redes y socio praxis, cuatro redes para vivir mejor, op. cit., pp. 96-97
15  Joan Miquel Verd, op. cit., p. 18.

· 220 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

dos a un conjunto de nodos que anteriormente formaban parte del mismo


grafo16». En las memorias militantes, estos puntos de corte pueden ser co-
yunturas específicas partidarias o experiencias personales particulares. En
ambos casos deben ser leídas en función de los marcos que proporciona la
cultura política partidaria.

El tercero de los conceptos es el de entorno, conceptualizado como aque-


llos «entramados que definen episodios que pasan a ser esquemas donde
las interacciones tienen y adquieren sentido»17. Se considera por lo tanto
que:

«[…] el entrevistado va construyendo su narración (de vida o biográfica) con-


tando su relato a varios niveles: el primero o elemental es el de la interacción
básica; la segunda fuente de significado proviene de lo que sería equiparable a la
construcción de esquemas conceptuales propios a los episodios situacionales o
marcos en el sentido que hablamos: son los entornos o dominios de interacción,
están compuestos de diferentes interacciones elementales; la tercera fuente de
significado consiste en todo el relato que da entrada o pie al discurso, proviene
de la sucesión de dichos marcos o entornos. Los tres niveles se generan y se dan
sentido mutuamente18».

En ese sentido, los entornos sitúan los discursos, le dan significado y


contienen los diversos nodos sobre los cuales se estructura el fondo de un
discurso narrativo autobiográfico. De aquí se desprende que entornos com-
partidos suelen agrupar nodos claves relativamente similares, debido a la
consideración experiencial que estructura este tipo de análisis, generando
una micronarración que toma validez externa a sí misma en la compara-
ción con otras similares.

Lozares complementa su definición de entorno agregando que:

«[…] un Entorno [es] como una unidad intratextual narrativa, compuesta de pro-
posiciones u oraciones (unidades mínimas de interacción en el relato), con con-
tenidos relativamente homogéneos y coherentes referidos a un espacio y a una
temporalidad socialmente definidas y con una relativamente limitada clausura;
son además el contexto socio-narrativo y pragmáticamente interpretativo más
inmediato de las unidades mínimas de referencia que son las interacciones del
relato»19.

16  Ibídem, p. 19.


17  Carlos Lozares. «Las representaciones fácticas y cognitivas del relato de entrevistas biográficas:
un análisis reticular del discurso» en Revista redes, vol. 10, nº 8. Junio 2006, p. 10. Disponbile en Internet
en: http://revista-redes.rediris.es.
18  Ibídem, p. 10.
19  Ibídem, pp. 12-13.

· 221 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

Para Lozares:

«En dichas interacciones, aparte del Yo genérico-relator, que se da por entendi-


do en todos los enunciados (carácter modal en la entrevista), aparecen muchos
otros Yoes del entrevistado atribuibles o propios de los diferentes momentos o
entornos interactivos de su biografía. Pero también van surgiendo otros suje-
tos o agentes sociales que intervienen en el relato, sean agentes personales o
colectivos (actores sociales, institucionales u organizativos) y otras entidades
naturales o simbólicas, concretas o conceptuales abstractas […] Todos estos com-
ponentes, agentes activos o pasivos del relato, configuran los elementos nodales
o Nodos del relato y del texto que tendrán que ser identificados, clasificados y
codificados»20.

En ese sentido, las memorias militantes resultan un gran insumo para


analizar y reconstituir analíticamente las redes sociales que sustentaron la
actividad militante de la izquierda durante la dictadura chilena.

2. Las narraciones militantes de la izquierda chilena. Algunos


ejemplos analíticos

Un primer aspecto clave al que nos permite ingresar la escritura mili-


tante chilena es la subjetividad, en particular de quien escribe los relatos,
así como el registro intersubjetivo desde el cual se encuentra inscrito. Por
ello generan una transferencia entre el clima presenciado y recordado, co-
mo base consustancial del relato, y el presente en el que se escribe. En ese
sentido, los relatos tienen una gran preocupación por transferir el espacio
y tiempo para ajustar los recuerdos a una experiencia que se pretende no
olvidar como fundamento básico para comprenderse en el presente. La
transferencia del tiempo y el contexto son fundamentales para que el lector,
no actor ni testigo presencial de los hechos, pueda compartir los códigos en
los que normativamente debe ser comprendido el relato. Esa transferencia de
intersubjetividad básica para conectar los tiempos, los espacios privados
y los públicos, nos permite acercarnos a la cultura política. Se combinan
por lo tanto memorias semánticas y memorias episódicas, que dan sentido
profundo a la estructura del relato.

Cada memoria transfiere así simultáneamente parte de los registros que


pueden situarse dentro de la gran categoría matriz de cultura política. Por
un lado, transmiten los conflictos y las discusiones que marcaron, en el pe-
ríodo objeto de recuerdo, las coordenadas en las que se situaba el actor, así
como referencias al ámbito local del partido, y de la sociedad como espacio

20  Ibídem, p. 14.

· 222 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

más general. En la mayoría de los relatos se intenta ser consecuentes con


una visión del pasado generado en un presente y mediado por dolorosos
recuerdos.

Aparecen, de ese modo, los rasgos que se intentan rescatar en forma de


ideales e imaginarios compartidos para mantener la lógica de comunidad
que proporciona el propio partido político. El lenguaje con el que se relata,
las anécdotas que se recuerdan, los símbolos que se reconocen como parte
de la identidad, son básicos para que el recuerdo sirva de conexión tempo-
ral y fundamente una identidad que se vuelve débil y confusa después del
golpe de Estado. En ese marco, la intersubjetividad de las culturas políticas
que articulan el soporte identitario de cada partido político de izquierda
tiende a converger en relatos compartidos de experiencias en la resisten-
cia que obnubilan, en las primeras memorias, especificidades partidarias y
que permiten retratar una cultura política de una izquierda más ampliada,
articulada como frame en el soporte semántico del relato.

Por otra parte, las memorias también nos proporcionan un relato subje-
tivo de las características de las redes de quienes recuerdan. En los relatos
van apareciendo los líderes lejanos y los amigos cercanos, que se retratan
como afirmación de un lugar específico ocupado dentro de la estructura
partidaria. Su referencia a la cercanía o lejanía respecto de algunos de estos
líderes le da sentido de validez a la estructura argumentativa, así como
también fija el relato de quien ejecuta el ejercicio de memoria, que necesita
de un espacio de enunciación. De esta forma, determinados entornos arti-
culan nodos específicos que permiten analizar la red que emerge.

En las memorias aparecen menciones a los liderazgos pasados y pre-


sentes. En muchos de los casos existe la necesidad de hablar de quienes
se cruzaron en un momento en la vida de los sujetos, y que hoy ocupan
cargos de poder en la administración del Estado, en el parlamento o en
el mundo empresarial. La mención a las elites, pasadas y presentes, está
siempre referenciada en las memorias de los militantes. Se trata de relatos
que generan un corte en la estructura narrativa, pero que buscan situar al
militante en un punto clave dentro de la Historia partidaria.

Lo anterior es significativo en las memorias de militantes intermedios y


de base, por lo que resulta de ayuda para definir los liderazgos de partido,
ya que después del golpe de Estado dejan de estar referidos solamente a
las estructuras partidarias tradicionales. Las clásicas digresiones en las que
se sustrae el recorrido temporal del relato para mencionar que «se cruzó
con tal o cual personaje», son reveladoras en todos los relatos de memoria.

· 223 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

Además, en muchas de estas referencias se explicitan pequeños comen-


tarios calificativos sobre los líderes que, cargados de valoraciones éticas,
enfatizan sobre sus mutaciones a posteriori.

De esta forma, los relatos de memorias nos permiten delimitar rasgos


fundamentales de las redes y permiten avanzar en una caracterización
cualitativa de una red social de apoyo que brinda datos sobre clase social,
referentes cercanos y aliados posibles. En ese sentido, cuando se menciona
un liderazgo para afirmar una posición o un juicio o para validar un enun-
ciado, van dibujándose las cercanías de quienes hablan con aquellos que se
configuran en la memoria como líderes de un período político. En forma
paralela se dan características tanto de las relaciones con ese líder como de
los atributos que el propio líder posee, a juicio de quien recuerda.

En ese sentido, los relatos de memoria también nos permiten hacer com-
paraciones entre las redes en el exilio y las redes internas, caracterizadas
estas últimas por una precariedad significativa en los primeros años poste-
riores al golpe de Estado. Los relatos cambian para quienes poseían redes
sociales de apoyo, que si bien también fueron precarias, permitieron sor-
tear mejor los escollos iniciales de la represión dictatorial. En este mismo
punto se transfieren evaluaciones desde el interior al exterior, que fueron
marcando tensiones significativas dentro de la izquierda.

En otro registro enunciativo, las memorias militantes también nos di-


bujan parte de las trayectorias militantes de quienes relatan o de quienes
son objeto de recuerdo. Existe una necesidad de autoexplicación sobre la
vida de los sujetos, que permite avanzar en una descripción de los caminos
seguidos por los actores desde su inicio en la vida militante hasta el mo-
mento presente o el que dejaron de existir.

La vida relatada siempre se configura como coherente y autorreferen-


ciada para explicar el porqué de la situación vivida. El relato de trayectoria
del militante de izquierda tiende a ser similar en la mayoría de los partidos
políticos que articulan esta área, aunque se encuentran diferencias entre la
nueva y la vieja izquierda, así como de género y clase. Sin embargo, la ma-
yoría tiende a construir un tipo ideal de militante para el cual la trayectoria
es la conclusión lógica de un prototipo esencial que se autoobjetiviza en el
tiempo.

Por último, en las memorias es también posible encontrar referencias a


coyunturas clave que marcan los recuerdos de los sujetos. Coyunturas pro-
pias que dan al recuerdo una dinámica temporal retrotraída o imbricada

· 224 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

con coyunturas más generales, con las que se ha reconstruido la historia


de un período. Estas coyunturas dan ritmo e historicidad a memorias que
muchas veces chocan con los procesos mayores, pero que son útiles para
detectar conflictos internos, es decir, aportan desde una óptica micro a la
configuración dialéctica de transformaciones y procesos mayores.

En forma paralela, proporcionan información sobre el tiempo particular


en que fueron escriturados los relatos. Los tiempos de escrituración man-
tienen subyacentes las trayectorias no explicitadas y los espacios actuales
sobre los cuales se estructura la trama argumentativa de la memoria. Por
ello nos entregan información sobre el presente y dan sentido subyacente
a la escritura militante.

3. Relatos y culturas políticas

3.1. Entornos miristas

Recordemos que los entornos son entramados que definen episodios que
se constituyen en esquemas donde las interacciones adquieren sentido. Por
ello, por un lado, los entornos nos proporcionan elementos que nos per-
miten analizar la interacción básica de los sujetos, es decir, la interacción
con otros actores; y por otro lado, nos permiten visualizar los esquemas
conceptuales con los cuales dan sentido a su experiencia. Estos esquemas
conceptuales son aquellos en los que cobran sentido los acontecimientos
activos (que tienen grados nodales diferentes) y los puntos de corte o puen-
te que aparecen en los relatos.

En el caso de las memorias del Movimiento de Izquierda Revolucionaria


(mir) existen varios elementos que articulan frames o nodos propios de su
cultura política y que aparecen en la mayoría de ella:

(i) Un relato en el que tiene primacía la épica militante. Se expresa


en términos de una militancia ética en la que se da relevancia
a los hechos de la resistencia y a la muerte, como elementos
decisivos en la cultura política mirista.
(ii) El rescate de la sobrevivencia como elemento que tiene dos ca-
ras: la primera, cargada de culpabilidad («¿Por qué ellos y no
yo?»); y la segunda, relacionada con la posibilidad de narrar
para el no olvido.
(iii) Los hitos políticos que articulan los relatos miristas son los
siguientes:

· 225 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

Golpe de Estado (1973) — Muerte de Miguel Enríquez (1975)


—Enfrentamiento en la parcela de Malloco (1975) — Operación
Retorno (1979) — Quiebre interno (1985-1986) — Transición
(1987-1989).

Los hitos políticos están marcados por las sucesivas crisis que
asestaron golpes al propio mir, una cultura del descalabro y la
sobrevivencia. En esos acontecimientos hay episodios que se
articulan como los hitos con mayores grados nodales: la muer-
te de Miguel Enríquez, el episodio de la parcela de Malloco y
la Operación Retorno. Estos nodos aparecen como explicativos
de la trayectoria del mir y enfatizan los errores cometidos, pro-
ductos de la militancia consecuente, rígida, estoica y revolucio-
naria. De ellos, el acontecimiento activo que ejerce como puen-
te más importante en la historia de los miristas es la muerte
de Miguel Enríquez. Este acontecimiento aparece como nodo
transmisor de numerosas experiencias posteriores que se ex-
presan en las frases: «Si Miguel estuviera aquí…», «Si Miguel
pudiera haber vivido esto…», frases que demuestran el grado
de centralidad que ejerce este acontecimiento activo, que dejó
al mir privado del gran referente de liderazgo que había articu-
lado su propia identidad política.

(iv) La cultura política mirista también da cuenta de cómo parte de


sus entornos están marcados por la gran confianza y experien-
cias compartidas entre sus líderes. El mir aparece como una
comunidad de amigos, en la que los relatos están marcados por
las experiencias recorridas en conjunto. Cobran relevancia los
liderazgos instituidos y las formas en que éstos se mantienen o
transforman en el tiempo.

3.2. Entornos socialistas

Las memorias socialistas se caracterizan por tener entornos muy diver-


sos, que dan cuenta de las múltiples subjetividades que articulan la cultura
política socialista. En los relatos de quienes permanecen mayoritariamente
en el interior del país predominan los siguientes elementos:

(i) Relato de la resistencia como elemento central en la configura-


ción de una identidad militante comprometida y combativa.

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

(ii) Relato que tiene como principal nodo la desarticulación de la


dirección clandestina dirigida por Lorca, Ponce y Lagos.

(iii) Relato que contrapone las experiencias del interior del país
con las del exilio, y califica a este último como ajeno, ausente de
la verdadera realidad de la resistencia.

(iv) Relatos que dan mucha importancia a la estructura orgánica


del partido, reorganizado en el interior en base a las confian-
zas históricas y a las amistades que garantizaban la legitimidad
inicial para estructurarlo.

(v) Relato que se caracteriza por contraponer las diversas expe-


riencias que articularon históricamente al Partido Socialista.

Principales nodos que estructuran el relato del militante en


clandestinidad:

Golpe de Estado (1973) — Desestructuración de la primera di-


rección en clandestinidad (1975) — Organización de la Patrulla
Juvenil (1976) — División del Partido Socialista (1979) —
Transición a la democracia y unidad socialista (1986-1989).

Nodos puentes:

Desestructuración de la primera dirección en clandestinidad —


División del partido.

(vi) Al igual que los relatos miristas, las memorias socialistas en el


interior están marcadas por los puntos de crisis, por los relatos
de rupturas, muerte, resistencia y sobrevivencia a la dictadu-
ra. De esta forma, los acontecimientos que presentan un mayor
grado nodal están referenciados a los hitos en los que el partido
sufre desarticulaciones por la acción de los organismos de se-
guridad del Estado dictatorial.

(vii) A diferencia de los relatos al interior del país, los relatos en el


exilio están marcados por las convergencias, por las alianzas
con otros líderes y partidos. En el marco de la sobrevivencia en
el exilio, los relatos de militantes están signados por las expe-
riencias vividas en dichos espacios y por las alianzas que de-
bieron establecer para mantener las orgánicas partidarias.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

(viii) Debido a que en el exilio se encontraban las directivas oficiales


de los partidos socialistas, en los relatos tienden a predominar
los grandes líderes, sus líneas políticas, sus conflictos internos
y las dinámicas oficiales que circunscriben la historia más co-
nocida del partido.

(ix) En los relatos exteriores priman las acciones políticas estructu-


rales destinadas a concitar apoyos para debilitar a la dictadura.
Los relatos son más reflexivos y menos experenciales.

(x) Los líderes que aparecen en los relatos del interior tienen varias
características. En primer lugar, aparecen los líderes de la ju-
ventud que reestructuraron el partido en clandestinidad y los
sucesores conocidos como la Patrulla Juvenil (Solari, Correa,
Gutiérrez, entre otros). En segundo lugar, cuando el relato co-
mienza a retratar lo ocurrido hacia mediados de los ochenta,
cobran importancia nuevamente los líderes del socialismo que
retornan a Chile, los que se encontraban más ausentes en los
relatos referenciados a los años 1974 y 1978. En tercer lugar,
en los relatos articulados desde el interior aparecen liderazgos
cuyas características sociobiográficas difieren bastante de los
liderazgos históricos del Partido Socialista anteriores al golpe
de Estado.

(xi) En los relatos escriturados sobre el exterior y en exilio, los lí-


deres que aparecen tienen mayor continuidad histórica con los
liderazgos anteriores al golpe de Estado. En el exilio se encuen-
tran los secretarios generales y los liderazgos de mayor recono-
cimiento público, tanto dentro del partido como de otros con-
glomerados políticos.

3.3. Entornos mapucistas

Por razones metodológicas, el Movimiento de Acción Popular Unitaria


(mapu) será tratado como una sola unidad, pese a su fraccionamiento po-
lítico en 1973 en dos partidos. Es importante señalar que el haber com-
partido la experiencia política de militancia entre 1969 y 1973 hace que la
estructura del relato sea más o menos común en los ex militantes de esta
tienda política.

(i) En los relatos mapucistas no existe gran diferencia entre quie-


nes relatan desde el interior y desde el exterior. La experiencia

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

del exilio y la clandestinidad no ocupa un lugar de diferencia-


ción importante en la forma narrativa de dichos militantes.

(ii) Los entornos mapucistas están mucho menos cargados de he-


chos con grandes grados nodales y se centran mucho más en el
relato de los otros. En otras palabras, el propio relato del mapu
es un relato de la izquierda en su conjunto y de las travesías
para construir la Concertación y la transición a la democracia.
La mayor cantidad de los entornos dan cuenta de las redes que
estos sujetos han construido, situándose en referencia con los
otros.

(iii) En el mapu los hechos que tienen grados nodales importantes


son :

Golpe de Estado (1973) — Participación en la creación del Bloque


Socialista (1985) — Fin del mapu-oc, ingreso al Partido Socialista
(ps) (1985) — Reunificación del mapu (1985) — Fundación del
Partido por la Democracia (ppd) y la Concertación (1988) — Fin
del mapu y fusión con el ps (1989).

Los hechos que hemos destacado anteriormente muestran va-


rias características importantes en el relato mapucista. En pri-
mer lugar, no hay predominio de las crisis partidarias como
hechos nodales transmisores. En segundo lugar, fue impor-
tante la participación de alianzas para llegar a configurar la
Concertación de Partidos por el No, que claramente se mani-
fiesta como un hecho nodal de carácter receptor (mirada hacia
el pasado) y transmisor (mirada hacia el futuro).

(iv) La descripción de los liderazgos mapucistas que aparecen en


las memorias está fuertemente condicionada por dos elemen-
tos: cercanía del sujeto mencionado al relator y lugar que ocu-
pa el líder en el presente de escrituración del relato. En otras
palabras, la mención a los distintos liderazgos se realiza con
el objetivo de situar en la red la posición de quien escribe, así
como de situar en el momento del relato a quienes hoy ocu-
pan o detentan cargos importantes dentro de la clase política
nacional.

(v) La característica anterior dificulta en parte el análisis de las


memorias mapucistas, debido a que muchos de los líderes que

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

aparecen nombrados como militantes del partido no tenían un


carácter prominente en el período analizado, sino que lo han
ido adquiriendo posteriormente durante la transición. Ello ha-
ce que el mapu pueda aparecer sobrerrepresentado, pero esto
es parte de su cultura política.

3.4. Entornos comunistas

Las memorias comunistas tienen una homogeneidad mayor que las de


otros conglomerados políticos. Se encuentran estructuradas en función de
las trayectorias de los militantes y a través del relato se van configurando
ciertos nodos claramente articuladores de la cultura política comunista.

(i) No existe gran diferencia entre quienes escriben desde el inte-


rior y quienes escriben en el exterior. La diferencia central está
dada en función de quien escribe, es decir, de la posición del
militante. Las memorias de militantes de base o de espacios
regionales no cercanos a la capital tienden a construir nodos
más existenciales, donde lo central se ubica en torno al golpe de
Estado y la experiencia de la prisión, la tortura y la reinserción
social. Dichas experiencias articulan la centralidad del debate y
dibujan sobre todo una trayectoria de difícil inserción pero de
gran compromiso con el partido y sus líneas políticas.

(ii) Estas memorias se configuran también en función de la estructura


interna de la propia organización, es decir, los militantes se si-
túan en algún lugar de la estructura del partido para validar su
relato y experiencia militante. Desde allí construyen su lugar
de enunciación.

(iii) En los relatos de los militantes de base priman los entornos cer-
canos, surgiendo claras conexiones con historias familiares de
militantes que provienen de la propia cultura política comunis-
ta, por lo que tienden a explicar su militancia como continui-
dad de un compromiso que los excedía en tanto sujetos. En ese
sentido, el entorno tiende a ser bastante estrecho y limitado a
la propia militancia comunista, por lo que las redes hacia otras
militancias de izquierdas son bastante reducidas.

(iv) Los esquemas conceptuales que articulan los entornos comunis-


tas sitúan como elementos centrales la «militancia disciplina-
da», la praxis política como «compromiso ético y responsable»

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

y la transformación social entendida como «lucha y entrega»


de los militantes comunistas. Estos esquemas cruzan todo el
relato de las memorias y dan sentido a la lucha de resistencia a
la dictadura y por la recuperación de la democracia.

(v) Dos entornos actúan como macroacontecimientos activos en las


memorias comunistas: El golpe de Estado y la resistencia a la
dictadura. En ellos se enmarca el exilio y la clandestinidad.
Otros hechos internos que articulan la propia historia interna
del partido y que actúan como nodos activos son: la caída de
la dirección clandestina dirigida por Víctor Díaz, la rearticula-
ción del partido en clandestinidad y el regreso de los militantes
históricos (o de los «profesionales», como los tipifica Rolando
Álvarez) a inicios de la década de 1980.

Golpe de Estado (1973) — Caída de la dirección clandestina


liderada por Díaz (1974) — Retorno de los profesionales (1978)
— Transición a la democracia (1986-1989).

(v) Por otro lado, las memorias escritas por líderes reconocidos y
consolidados dentro del partido, articulan relatos que tienen
como centro el exilio y las redes con los otros conglomerados
de la izquierda. Al parecer, la actividad de los comunistas en
el exilio se orientó a la rearticulación de redes y a mantener el
funcionamiento operativo de la alianza de la Unidad Popular.
En ese sentido, los relatos dan una gran importancia a los otros
militantes de izquierda, con quienes establecieron lazos para
reactivar la lucha política en el exterior. De esta forma, las redes
más amplias del Partido Comunista (pc) se articulan en el exilio
y no en el interior, cuestión relativamente similar también a las
otras memorias, dada las precarias condiciones para la praxis
política al interior del país.

En ese sentido, las memorias comunistas en el exilio articulan


esquemas conceptuales en los que se da una gran importancia
a la reconstrucción y mantenimiento del partido, que cobra una
relevancia fundamental en la sociabilidad del militante, convir-
tiéndose en el centro desde el cual se construyen la identidad y
los lazos sociales.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

4. Por último, una propuesta reticular

La figura situada al final del documento corresponde a un grafo en pers-


pectiva sincrónica, es decir, sólo toma en consideración las menciones de
líderes que aparecen en las memorias militantes más significativas trabaja-
das en esta investigación, sin incluir la variable temporal. Por lo tanto, no
existen en este grafo consideraciones de la desaparición de algunos líderes
por diversas razones contextuales. Sin embargo, pese a esta advertencia,
nos permite extraer algunas conclusiones:

(i) Existe un primer grupo de contactos de los autores/militantes


de las memorias que responden a liderazgos partidarios inter-
nos, cuya vinculación con el autor es más personal o más cerca-
na y que tienen relevancia en la orgánica partidaria particular.
Estos liderazgos desempeñan un rol fundamental en distintos
momentos histórico-políticos de la colectividad y se mencio-
nan en calidad de influyentes.

(ii) Un segundo grupo de contactos de los autores/militantes de


estas memorias corresponde a la identificación de liderazgos
extrapartidarios, que desempeñaron un papel central en ar-
ticulaciones específicas a determinadas coyunturas políticas
y que se volvieron relevantes para la trayectoria de la propia
colectividad.

(iii) También es posible observar nombres que desempeñan un


rol clave en los dos grupos anteriores y que se convierten en
contactos activos que posibilitan la alianza entre los distintos
conglomerados. Serían así actores internos importantes, tanto
como puentes de contacto entre las distintas colectividades.

(a) Por ejemplo, los puentes entre el ps y el mir son


desempeñados (en distintos momentos históri-
cos) por Salvador Allende, Laura Allende, Payita,
Beatriz Allende y Arnoldo Camú (casi en su tota-
lidad militantes socialistas); y por el mir, Andrés
Pascal Allende y Miguel Enríquez. Todos los mili-
tantes socialistas nombrados desaparecieron de la
escena política rápidamente con la coyuntura del
golpe hasta 1975, lo que generó una desvinculación
temprana del mir con el ps y eliminó las redes his-
tóricas de conexión. Asumen la reconexión algunos

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

liderazgos internos del ps, como lo fueron los de


Clodomiro Almeyda, Rolando Calderón y Germán
Correa en el interior. Lo interesante de esto es que
la vinculación que mantendrá el mir con el ps es-
tará estructurada en torno al sector socialista que
más tarde, después de la división, tomará el nom-
bre de PS Almeyda y cuyos referentes de conexión
corresponden a los liderazgos institucionales de la
orgánica partidaria.

(b) Las conexiones que mantiene el pc con el mir, a


nivel de las memorias, reserva nuevamente un lu-
gar de primera importancia a los liderazgos histó-
ricos de la colectividad, por lo que se desdibujan
conexiones más personales basadas en confianzas
o complicidades mutuas. El mundo pc-mir aparece
poco vinculado y la relación que demuestra el grá-
fico es meramente estructural

(c) Existe una gran vinculación entre el mundo socia-


lista y el mundo del mapu (en sus dos versiones). Se
registran conexiones muy fluidas, que van institu-
yendo y fortaleciendo liderazgos. Estas conexiones
no se dan sólo en el ámbito de la estructura sino
que rebasan a los dirigentes más públicos para
construir alianzas transversales, que van definien-
do el mundo de lo que posteriormente sería cono-
cido como «renovación socialista». En ese plano no
existe sólo una figura que realice el papel de puente
conector, por lo que el espacio de constitución de
liderazgos queda abierto, cuestión que será signi-
ficativa en el plano de la inclusión e integración de
nuevos miembros a la elite de los partidos.

(iv) A través del análisis del gráfico 1 es posible distinguir las alian-
zas históricas de la izquierda, como la alianza pc-ps y la alianza
ps-mir, pero sin duda, la alianza con mayor número de lazos es
la que se construye entre el mundo mapu y el mundo ps; mar-
ginalmente, irían incorporándose a ese mundo militantes de la
Izquierda Cristiana que no desempeñan papeles relevantes.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

(v) Tanto la alianza pc-ps y ps-mir, así como pc-mir tienen pocos
nexos de conexión en los períodos posteriores a 1973 y 1975,
cuando muchos de estos liderazgos que ejercen el rol de puente
desaparezcan de la vida política activa, por lo que dichos lazos
se desconectarán (ver gráfico 2).

(vi) Es interesante destacar que, tanto en el caso del mir como en


el del pc, quienes desempeñan el papel de puente responden a
los liderazgos instituidos históricamente y congruentes con las
estructuras partidarias institucionales. En cambio, en el mundo
ps y mapu, los puentes no siempre representan personajes que
estén en la primera línea de mando orgánico dentro del par-
tido. Esto genera un espacio propicio para la constitución de
nuevos liderazgos políticos.

(vii) Además, es posible distinguir en este gráfico las alianzas pc-


ps que representarían la coalición más clásica liderada por
Almeyda y Corvalán, pero se advierte poca conexión del mun-
do pc con aquel sector del ps que se conocería como renovado,
que no aparece en las memorias de los militantes comunistas y
que permitiría comprender por qué, una vez que ese sector del
ps se vuelve hegemónico en el contexto de fines de los ochen-
ta, la posibilidad de convergencia con el pc se vuelve nula o
inexistente.

(viii) También es posible observar que las memorias comunistas y


miristas son mucho más cerradas en torno a sí mismas y me-
nos abiertas a relatar vínculos con otros líderes de partidos de
izquierda, cuestión que es totalmente distinta a las memorias
socialistas y mapucistas, cuya estructura interna se vuelca tam-
bién hacia el relato de las conexiones con otros.

(ix) Interesante también resulta la constatación gráfica de la casi


desconexión del mundo pc con el mundo del mir, mundos que
están ausentes en los relatos de ambas colectividades y cuyas
menciones esporádicas a liderazgos sólo se reservan al nombre
de los líderes históricos instituidos.

(x) En el centro de la gráfica aparecen los líderes políticos que pre-


sentan más números de conexiones:

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II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
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(a) Partido Socialista: Ricardo Lagos Escobar, Germán


Correa, Ricardo Núñez y Jorge Arrate.
(b) Partido Comunista: Américo Zorrilla, Luis Corvalán,
Orlando Millas, L. Guastavino y Cademartori.
(c) Movimiento de Acción Popular Unitaria: Jaime
Gazmuri, Carlos Montes, Enrique Correa y José
Antonio Viera Gallo.
(d) Movimiento de Izquierda Revolucionaria: Andrés
Pascal Allende, Edgardo Enríquez y Miguel
Enríquez.

(xi) En las memorias militantes aparecen mencionados liderazgos


de otros partidos que van constituyendo un espacio de rela-
ciones que pueden constituirse, en determinadas coyunturas
históricas, como importantes núcleos originadores de capital
social:

(a) En el caso de las memorias de los integrantes del


mapu, las menciones mayoritarias a liderazgos
de otros partidos corresponde al ps. Le siguen
en orden jerárquico la Izquierda Cristiana (ic), la
Democracia Cristiana (dc) y el pc. El mundo mapu
está casi desvinculado del mir.

(b) Las memorias de los miembros del mir muestran


un alto grado de conexión interna, pero casi abso-
luta desconexión hacia otros partidos.

(c) Las memorias socialistas son las que muestran ma-


yor amplitud de redes, en primer lugar con el ma-
pu, en segundo lugar con el pc, la dc, la ic y el mir.
La memoria socialista es mucho más prodiga en
incorporar en sus recuerdos a liderazgos de otros
partidos.

(d) Las memorias comunistas tienen un grado de cie-


rre similar al del mir, mostrando vinculaciones con
el ps (sector Almeyda) y con el mapu (sector Obrero
Campesino liderado con Gazmuri). Los mundos
miristas y de la izquierda cristiana están práctica-
mente desvinculados del recordar comunista.

· 235 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Cristina Moyano

(xii) El grupo de unión entre el mundo ps y el mundo mapu en la


gráfica está representado por liderazgos que encarnan el fenó-
meno de Renovación Socialista. El comunista que más se acerca
a este grupo es L. Guastavino, quien posteriormente abandona
el pc para incorporarse al ps.

(xiii) Ese sector renovado ejercerá finalmente un papel clave como


articulador del proceso de constitución de la Concertación de
Partidos por la Democracia, al configurarse como puente de
conexión entre los mundos del mapu, ps, ic y dc. Ese recordar
juntos, transitar espacios comunes en el recuerdo, puede haber
posibilitado un encuentro de subjetividades importantes en el
proceso de reconstitución de los espacios institucionales.

De esta forma, el estudio presentado anteriormente como ejemplo de


aplicación de algunas variables provenientes del análisis de redes nos per-
mite incorporar nuevos enfoques para potenciar la reflexión historiográfica
del pasado reciente, combinando el rescate de la subjetividad y lo estructu-
ral del relato militante.

· 236 ·
II. EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO DISCIPLINARIO
Las memorias militantes y el uso testimonial en la Historia política del tiempo presente en Chile: de lo estructural y lo subjetivo

· 237 ·
III.

EL TIEMPO PRESENTE

COMO DESAFÍO METODOLÓGICO

· 239 ·
III. 1. Los aportes heurísticos de la Oralidad
y de las Historias de vida

Las fuentes orales, los testimonios y los testimoniantes

Silvia Dejón
Universidad Nacional del Litoral

El conflicto entre «relatos rivales» tiene me-


nos que ver con los hechos de la materia en
cuestión que con los diferentes significados
que el relato puede atribuir a los hechos
mediante la trama.

Roger Chartier

En el último decenio, uno de los debates en torno a la Historia reciente


gira en torno al valor dado a las entrevistas como método de construcción
de fuentes históricas. En el presente trabajo nos proponemos indagar acer-
ca de la entrevista histórica como un proceso de construcción de fuentes
orales; entendiendo a éstas en términos de lo que Dora Schwarzstein no-
mina como la «producción y uso de fuentes orales en la reconstrucción
de la historia como narrativa»1. La labor con los discursos producidos
en las fuentes orales nos asiste en el camino teórico, al ilustrar este breve
recorrido con fragmentos de entrevistas. Las entrevistas utilizadas están
centradas en la investigación de las representaciones de los sujetos partici-
pantes en la denominada huelga por el comedor universitario, y se intenta una
aproximación a las fuentes históricas con las herramientas proporcionadas
por el análisis del discurso.

La huelga acerca de la cual se realizaron las entrevistas fue llevada ade-


lante por los estudiantes de la Universidad Nacional del Litoral en sus fa-

1  Dora Schwarzstein (comp.). La Historia oral. Buenos Aires: ceal, 1991, p. 19.

· 241 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Silvia Dejón

cultades de Santa Fe2 y se extendió desde el 7 de julio hasta el 18 de sep-


tiembre del año 1971, lapso en el cual la universidad estuvo paralizada, no
pudiéndose desarrollar las actividades que estuvieran en relación directa
con el estudiantado —como dar clases, realizar cursos o tomar exámenes—.
Su alcance implicó la ausencia absoluta de los alumnos a las clases y a las
mesas de exámenes, hasta tanto no obtuvieran una respuesta satisfactoria
a los reclamos efectuados.

Las entrevistas realizadas resultan de la pesquisa orientada a estudiar


cómo los ex estudiantes representan —treinta y seis años después— su
experiencia en las acciones de aquella huelga. A partir de esto se construye-
ron herramientas de indagación propias, teniendo en cuenta el nudo básico
de la investigación: cómo los sujetos expresan en forma oral su experiencia
en esta huelga específica en carácter de estudiantes universitarios. Es des-
de esta premisa general que partimos para una primera aproximación.

Utilizamos la categoría de representación entendida según Roger Chartier


como las vías «por las cuales los individuos y los grupos dan sentido al
mundo que les es propio»3, posibles de encontrar en diferentes narrativas
que refieren experiencias disímiles con respecto a algún suceso. Y desde
la óptica de los géneros discursivos, retomamos la idea bajtiniana de que
«los géneros discursivos son correas de transmisión entre la Historia de la
sociedad y la Historia de la lengua»4.

El trabajo se estructuró en diferentes etapas: (i) la realización de entre-


vistas acotadas a esa problemática precisa; (ii) la reflexión acerca de las
entrevistas orales como objeto de estudio; (iii) el análisis de las fuentes
resultantes conformando un corpus; (iv) la construcción e interpretación
de dicho corpus bajo la «lupa» provista por los elementos enunciados an-
teriormente. Se han tenido en cuenta las especificidades de la entrevista
histórica, de los elementos de las isotopías propias de cada producto dis-
cursivo y las figuras de la enunciación.

2  Si bien hubo apoyo de las otras unidades académicas situadas en Paraná y Esperanza, el epicen-
tro del conflicto fueron las facultades de Santa Fe capital.
3  Roger Chartier. El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación..
Barcelona: Gedisa, 1999, p. 49.
4  Mijail Bajtin. «El problema de los géneros discursivos» en Estética de la creación verbal. México:
Siglo xxi, 1999, p. 254.

· 242 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Las fuentes orales, los testimonios y los testimoniantes

1. En torno a las entrevistas

Las indagaciones se realizaron por medio de entrevistas orales en pro-


fundidad, considerando la problemática de este método como fuente histó-
rica. Es preciso tener en cuenta cuestiones específicas en lo que respecta a la
entrevista como forma de construcción de fuentes históricas, como un pro-
ceso de creación de significados. De este modo, es posible ubicarla como
una evocación de los hechos (entendiendo que la memoria actúa en el pre-
sente representando el pasado5), y al recuerdo, como una interpretación
de lo vivido. En este sentido, estas indagaciones buscan reflexionar sobre
cómo un sujeto en una entrevista oral logra hacer inteligible su experiencia
personal. No se espera que el/la entrevistado/a realicen relatos fenome-
nológicos del acontecer histórico, sino que hablen desde su interpretación
personal. Aquí radica una de las particularidades de la entrevista en tanto
herramienta utilizada en la Historia oral: su no pretensión de buscar datos
específicos y cronológicos ordenados, sino su interés en indagar sobre la
interpretación de la experiencia de los agentes. Es decir que se apela a la
realización de un trabajo que recupere las significaciones que puedan evo-
car los entrevistados, en tanto son actos de memoria que dan sentido al
pasado6.

Al considerar que se trata de un trabajo que recupera las voces de los


sujetos, se tuvieron en cuenta aquellos aspectos discursivos que median
entre entrevistador y entrevistado. También se intentó reflexionar sobre las
representaciones de dichos agentes en tanto percepciones de la realidad
condicionadas por la selectividad de la memoria y el paso el tiempo, así
como considerar aquellos filtros interpretativos que pueden intervenir en
el proceso de entrevista, transcripción y posterior análisis, para ser lo más
fidedignos posibles respecto del testimonio de los entrevistados.

Si se entiende a la entrevista como un género discursivo7, es preciso


ubicarla en su especificidad, por lo que aquí es necesaria una reflexión me-
5  Dora Schwarzstein. Entre Franco y Perón. Memoria e identidad del exilio republicano español en Ar-
gentina. Barcelona: Crítica, 2001, p 51.
6  «[…] la memoria como operación de dar sentido al pasado. ¿Quiénes deben darle sentido? ¿Qué
pasado? Son individuos y grupos en interacción con otros, agentes activos que recuerdan, y a menudo
intentan transmitir y aun imponer sentidos del pasado a otros. Esta caracterización debe acompañarse
con un reconocimiento de la pluralidad de “otros” y de la compleja dinámica de relación entre el sujeto
y la alteridad». [Elizabeth Jelin. Los trabajos de la Memoria. Buenos Aires: Siglo xxi, 2002, p.33].
7  Cuando nos referimos a género discursivo, aludimos a la utilización de enunciados concretos y
singulares, pertenecientes a la relación entre participantes de esferas específicas de la actividad social;
es decir, que cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos constantes de enunciados, determinando
los contenidos temáticos, el o los estilos y la composición de éstos. Dicho género adquiere su completi-
tud al tenerse en cuenta que siempre posee un destinatario, proporcionándole al enunciado matices de
diálogo; esto es, que el enunciado es originado y formado en un proceso de interacción y lucha entre

· 243 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Silvia Dejón

todológica en cuanto a su uso como evidencia histórica. De acuerdo con


Dora Schwarzstein:

«La entrevista de Historia oral es una conversación que sin embargo no puede
ser comparada a otras formas de indagación. Se trata de un producto intelectual
compartido mediante el cual se produce conocimiento […]. Como en cualquier
otra forma de evidencia histórica, es la manera en que los testimonios son inter-
pretados y usados lo que le da significación».

A su vez recuperamos el planteo de que estos testimonios orales

«[…] no son un simple registro, más o menos adecuado de hechos del pasado,
una manera más o menos adecuada de llenar los vacíos dejados por otro tipo
de documentación. Por el contrario, se trata de productos culturales complejos.
Incluyen interrelaciones cuya naturaleza no es fácil de comprender, entre memo-
rias privadas, individuales y públicas, entre experiencias pasadas y situaciones
presentes, y representaciones culturales del pasado y del presente»8.

Si bien son plausibles de ser utilizados como complementos o articula-


ciones, estos relatos no suplen las limitaciones, carencias o vacancias de
otras fuentes históricas. Pueden ubicarse en espacios que giran en torno a
la relación entre lo público y lo privado, en torno a cómo fueron percibidos
en el ayer y cómo se evocan en el hoy, en el presente nutrido de experien-
cias que median el momento evocado y el momento de la entrevista.

Es en ese nivel de imbricación dónde se sitúa el investigador en el mo-


mento de la entrevista, intentando rastrear, en las huellas de los discursos,
diversas significaciones que ondulan, que por momentos se presentifican y
por otros desaparecen. Hay un elemento determinante, a saber: la distancia.
La temporalidad que separa el presente de la narración de lo acontecido,
del momento pasado de la vivencia, y que ubica al entrevistado en el lugar
de la significación desde su presente. Esta narración, como proceso discur-
sivo, es la que da como resultado la constitución de las experiencias9.

Asimismo, es necesario tener en cuenta una reflexión que pone en el


centro de la escena a la entrevista como un constructo, ubicándola en el

él y los enunciados ajenos, lo cual no puede dejar de expresarse en el propio, mediante la selección
valorativa de ciertos recursos lingüísticos por parte del alocutor.
8  Dora Schwarzstein. «El lugar de las fuentes orales en los archivos: una cuestión en debate» en
revista Estudios Sociales. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, nº 22-23, 2002, p. 18.
9  «Explorando la interconexión entre discurso y experiencia, Ernst van Alphen señala que el dis-
curso no es meramente un medio en el cual ésta se expresa, sino que juega un rol fundamental en
el proceso que permite que las experiencias se constituyan en tales.» Alejandra Oberti. «Contarse a
sí mismas. La dimensión biográfica en los relatos de mujeres que participaron en las organizaciones
político-militares de los setenta» en Historia, Memoria y Fuentes Orales. Buenos Aires: Memoria Abierta;
CeDInCI, 2006, p. 57.

· 244 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Las fuentes orales, los testimonios y los testimoniantes

contexto de producción en términos discursivos y reconociendo su grado


de control. Pues si apelamos a la distinción que propone Van Dijk10 respec-
to al acceso y control del discurso, se puede retomar la diferencia entre el
control activo que tienen las personas sobre su conversación en su cotidia-
neidad y en su entorno más cercano, y el control pasivo sobre otros ámbitos,
como los medios de comunicación o la formas discursivas aceptadas en
ciertos formatos discursivos. Esta distinción nos posibilita ubicar la situa-
ción de la entrevista como un hiato, un espacio intermedio (a medio camino)
entre el control pasivo y el activo propuesto por el autor. El sujeto entre-
vistado tiene el control del acto-entrevista al aceptarla, al seleccionar qué
decir y qué no, y hasta puede incluso controlar el contexto11 discursivo, de-
finiendo los horarios, los tiempos y la situación espacial de su realización.

Por otro lado, hay un supuesto que sostiene que la entrevista debe te-
ner ciertos parámetros básicos discursivos: hablar sobre algo específico
—en este caso, desde la identidad de ex estudiantes—; que la información
producida sea utilizada como insumo de análisis para la reconstrucción
histórica; y que el hablante esté estableciendo una conversación (es decir,
que en su alocución haya otro al que refiere, quien realiza la entrevista).
Lo antedicho se relaciona estrechamente con la perspectiva de Arfuch12,
que entiende a la entrevista oral como un producto dialógico: «el atributo
principal de todo enunciado es su carácter de destinado, modulado por la
“presencia” del otro (destinatario), en la medida en que argumenta para
persuadirlo»13. Esta presentificación del otro modula y regula las formas
del discurso del hablante, en este caso el entrevistado. También desde la
perspectiva de la autora se refuerza el intento de recuperación del aspecto
experiencial de la entrevista:

«[…] los usos de la entrevista no siempre apuntan a incrementar nuestro co-


nocimiento de los “hechos” sino, muy frecuentemente, a relacionar dos univer-
sos existenciales, lo público y lo privado, en una variedad de cruces, mezclas y
superposiciones»14.

Ahora bien, en todo este proceso pretendemos no dejar de lado la nece-


sidad de recuperación de la experiencia de los entrevistados: «El testimo-

10  Teun A. Van Dijk. «El análisis crítico del discurso» en revista Texturas. Santa Fe: Universidad
Nacional del Litoral, 2001, p. 19.
11  Aquí referimos a Van Dijk cuando expresa: «Controlar el contexto implica […] determinar la
situación comunicativa, decidir el tiempo y el espacio del evento comunicativo, o cuáles participantes
deben o pueden estar presentes, en qué roles, o qué conocimientos u opiniones deberían (o no) tener, y
qué acciones sociales pueden o deben cumplir por medio del discurso.» [Ibídem, p. 20].
12  Leonor Arfuch. La entrevista, una invención dialógica. Barcelona: Paidós, 1995.
13  Ibídem, p. 30.
14  Ibídem, p. 24.

· 245 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Silvia Dejón

nio oral se sustenta en la experiencia personal y situarse allí es centrarse


en el sujeto en tanto agente y narrador»15. Por lo tanto, es desde aquí que
partimos en la indagación de los entrevistados, desde una mirada expe-
riencial16 que se hace presente en el momento de realización de la entre-
vista. Quien es entrevistado es tomado como testimoniante, como testigo,
recuperando a Jelin17. El término testigo refiere a distintas significaciones
que se entrecruzan en la labor analítica de las entrevistas. Primeramente,
se define como quien estuvo allí y puede dar fe de algún suceso en prime-
ra persona porque ha vivido lo narrado en la entrevista. Pero también es
aquel que formó parte de lo acontecido como un tercero, como observador
que testimonia, en tanto contribuye a asegurar o verificar la existencia del
hecho. Si bien la autora refiere a hechos traumáticos, en este trabajo utiliza-
mos esta conceptuación ampliándola para el caso en que los entrevistados
evocan sus propias vivencias y las de otros. Esta idea de agente testimo-
niante es posible de ejemplificar en la represión realizada en una institu-
ción universitaria18. Varios de los entrevistados relatan el acontecimiento
refiriendo: «La policía entró con caballo y todo, nos apalearon, nos sacaron
del pelo»19, mención que no se encuentra en ninguna fuente escrita.

Ahora bien, si hablamos de narrativas que no aluden a sucesos trau-


máticos y en las cuales el testimonio no es dado por una necesidad de
reparación de justicia, como el caso de la Shoah o el terrorismo de Estado
en Argentina, la pregunta que surge es: ¿por qué aceptan los entrevistados
participar con su relato? Se puede aventurar al menos dos posibles acer-
camientos que se yuxtaponen: por un lado, la posibilidad de exponer en
público su visión, su explicación y sus experiencias con respecto a diferen-
tes cuestiones; por el otro, la posibilidad de participar de alguna manera
en la construcción de la Historia, al tener injerencia e imponer significados

15  Alejandra Oberti, «Contarse a sí mismas…», op. cit., p. 37.


16  Consideramos relevante este hincapié dado a la experiencia, pues implica suponer —entre otras
cosas— que la configuración de la identidad del sujeto es sobre la base de experiencias compartidas
con otros, insertas en entramados relacionales. En este caso, sería la identidad como ex estudiantes
universitarios militantes.
17  Elisabeth Jelin. «La narrativa personal de lo “invisible”» en: Historia, memoria y fuentes orales.
Buenos Aires: Memoria Abierta; CeDInCI, 2006, p. 65.
18  La Escuela Universitaria del Profesorado es la denominación que tuvo entre el año 1970 y 1987
la institución educativa en la cual se dictaban las carreras del profesorado en Ciencias Sociales, en
Ciencias Naturales y en Matemática. Dicha institución educativa desde sus orígenes dependió de la
Universidad Nacional del Litoral. Desde la formación del Instituto del Profesorado en 1953, hasta la
Facultad de Humanidades y Ciencias en la actualidad, la institución pasó por cinco etapas, con cin-
co denominaciones diferentes: Instituto del Profesorado: 1953-1958; Instituto del Profesorado Básico:
1959-1969; Escuela Universitaria del Profesorado: 1970-1987; Facultad de Formación Docente en Cien-
cias: 1987-2001; Facultad de Humanidades y Ciencias: 2001- hasta la actualidad.
19  Diferentes entrevistas realizadas el: 26/IV/2005, 23/III/2006, 26/XI/2007, 12/XI/2007 y 24/XI/ 2007 a
ex estudiantes y docentes de la carrera de Profesorado de Castellano y Ciencias Sociales, Instituto del
Profesorado Básico (unl).

· 246 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Las fuentes orales, los testimonios y los testimoniantes

en la lucha por el sentido. Esto implica la posibilidad de contar «qué fue y


qué no» y «qué yo fui», pero también brinda la posibilidad de cuestionar y
discutir otros planteos en el intento de persuadir a la investigadora de su
planteo en la narración.20

2. Ahondando en los casos

Recordar: Del latín re-cordis,


volver a pasar por el corazón.21

Los casos aquí trabajados actúan como ilustración de las cuestiones de-
sarrolladas en el apartado anterior. Ellos fueron seleccionados22 según los
siguientes criterios: la factibilidad de realizar las entrevistas, la calidad de
estudiantes de ambos sexos, haber cursado en ese período el Profesorado
de Castellano y Ciencias Sociales en el Instituto del Profesorado Básico de
la unl, ser oriundos de Santa Fe y residir en la actualidad en la misma ciu-
dad. Otro factor significativo consistió en que todos desarrollaron militan-
cia en el movimiento estudiantil, aunque en diferentes agrupaciones.

El debate que se plantea como problemática inconclusa a la hora de


ejercer la crítica de la Historia oral consiste en la distancia temporal que
media entre la experiencia vivida y sus relatos. Es necesario no omitir estos
aspectos al momento de la construcción y análisis de las fuentes orales,
teniendo en cuenta lo influidos que están los sujetos entrevistados por sus
trayectorias vitales, que condicionan la perspectiva desde donde se evo-
can y significan las experiencias pasadas. Pues las entrevistas no solamente
hablan del pasado, sino del presente, desde el cual se otorga significado a
aquello de lo que se habla.

20  No podemos dejar de mencionar lo concerniente a la confidencialidad, el resguardo de la identi-


dad y las apreciaciones de quien es entrevistado. En este caso, se tiene en cuenta desde a quién entre-
vistar y cómo preguntar, hasta de qué forma se citan a los entrevistados. Esto muchas veces condiciona
la actitud en la narración del entrevistado, reprimiendo el qué decir, qué no decir, sobre quién y cómo
decirlo. Pues este recaudo implica —en el caso que trabajamos— tener en cuenta que el entrevistado
en su subjetividad puede emitir juicios valorativos en una conversación que, por momentos, se torna
íntima. Y esta posibilidad de confianza con quien investiga es la que se resguarda en la confidenciali-
dad de la entrevista.
21  Eduardo Galeano. El libro de los abrazos. Madrid: Alianza, 1993.
22  Hemos tenido en cuenta elementos metodológicos al esbozar el universo testimonial a construir,
por ejemplo: si bien se realizaron entrevistas por el método de derivación, se intentó partir de actores
posicionados en diferentes corrientes políticas para que den cuenta de una mínima variedad en el in-
tento de configuración del corpus con el cual se trabajaría. Sin embargo, pese a realizar estos intentos,
no siempre fueron fructíferos y el azar también jugó en la investigación, pues hubo posibles entrevistas
que no se pudieron contactar o no accedieron a la misma.

· 247 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Silvia Dejón

«Cesantía por reordenamiento administrativo. Yo fui con mi partido antigolpis-


ta, ¡no por ser peronista! […] pero sí por defender el sistema constitucional […]
fuimos y somos antigolpistas»23.

Esta cita da cuenta del cruce constante entre las posturas del pasado y
del presente, afirmaciones como el fuimos y somos muestran cómo se pro-
duce un ida y vuelta constante en la necesidad del entrevistado de apelar
a diferentes tiempos verbales en la narrativa de su experiencia. A su vez
muestran las estrategias de representación que otorgan sentido a la trayec-
toria vital del narrador.24 En este caso, en la enunciación del discurso, el
entrevistado se sitúa como parte de un colectivo.

Generalmente el entrevistado es consciente del acto rememorativo y del


proceso que implica, desde el presente, evocar su pasado en una narrativa
más o menos preparada. Pues lo ubica en la necesidad de explicar, de dar
cuenta, de intentar hacer inteligible para el otro la experiencia personal.
Hay una necesidad de llenar huecos de significación que no es necesaria
con quienes comparten la cotidianeidad y conforman un nosotros. Por más
que haya un cierto nivel de empatía en ese recuento, para lograr el cometi-
do se utilizan diferentes estrategias narrativas, como dar ejemplos, recurrir
a cuestiones socialmente sabidas —la memoria social—, o hablar desde el
sentimiento, para que el entrevistador pueda comprender su relato.

«Y que nos dio su apoyo. ¿Sabés cómo nos dio su apoyo? Mirá cómo es la memoria:
el sindicato estaba en calle Castellanos, y nos dio el local donde hicimos mesas
redondas… porque también hubo eso. […] Cuando vos me comentaste esto de
la famosa huelga del comedor, yo —la memoria viste cómo es— recordé que en el
71 en esa huelga ya estaba muy connotado por toda la historia política del país,
ya había una cosa muy fuerte de presencia de los grupos armados»25.

Aquí se puede ver cómo se presenta una alusión específica a la reme-


moración, a la evocación que es necesaria por la distancia temporal entre lo
vivido y lo relatado, donde median discursos que se entrecruzan y se resig-
nifican desde el presente, desde lo que se recuerda; pero también desde lo
que no se puede rememorar. El seleccionar26 qué decir y qué no, constituye
un acto de memoria. El presente se sitúa en el contexto de enunciación de la
entrevista; al decir de Vilanova: «cuando la persona entrevistada busca en
su interior materiales que le permitan respuestas creadoras, estamos junto
23  Entrevista realizada el 17/XII/2007 a ex estudiante la carrera de Profesorado de Castellano y
Ciencias Sociales, Instituto del Profesorado Básico (unl).
24  Alejandra Oberti. «Contarse a sí mismas…», op. cit., p. 48.
25  Entrevista realizada el 06/V/2006 a ex estudiante la carrera de Profesorado de Castellano y Cien-
cias Sociales, Instituto del Profesorado Básico (unl).
26  Esta selección puede ser más o menos consciente, pero en el relato al referir a algo siempre se está
obstruyendo la posibilidad de referirse a otra cosa.

· 248 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Las fuentes orales, los testimonios y los testimoniantes

a la memoria de hoy, no la de ayer»27. Pero también se intenta situar al otro,


interpelándolo e incluyéndolo, pues este acto conversatorio puede ser po-
sible y más profundo cuando hay un otro capaz de escuchar activamente,
que interroga, que repregunta e indaga más allá de los sobreentendidos.
Al referirnos a ese otro, aludimos a alguien de fuera de la comunidad, pues
como afirma Jelin es la «alteridad en diálogo, más que la identificación, la
que ayuda en esa construcción»28. Si bien la autora refiere en este artículo
a testimonios de acontecimientos traumáticos, esta afirmación bien puede
ser extensible a todos los testimonios orales, pues es en este proceso de
negociación permanente y en esa capacidad de escucha, en donde puede
desarrollarse una situación discursiva específica como la entrevista.

Si recuperamos lo analizado en las páginas anteriores sobre el concepto


dialógico de la entrevista y su característica de destinado, como una produc-
ción modulada, es preciso mostrar evidencias en las entrevistas:

«Pero fijate vos qué contradicción; lo macro, lo que estaba pasando a nivel nacio-
nal, la posible vuelta de Perón —obviamente que los peronistas la veían distinto,
vos pensá que yo no estaba con ellos— […]. Sí que lo analizábamos, pero fijate que
no me acuerdo tanto porque no le dábamos la importancia que evidentemente
uno le daba a lo específicamente territorial y a la cuestión de los análisis políticos
[…]. Formaba parte del vocabulario de una manera increíble, a vos te parece in-
creíble pensarlo hoy: “bueno, cuando tomemos el poder…”, “cuando tomemos
el poder…”. Y sin embargo por ahí no podíamos hacer estos análisis políticos
como el que vos me estás preguntando. Sé que a mí no me gustaba, pero no puedo
decirte por qué»29.

A partir de esta cita se constata cómo la entrevistada permanentemente


interpela a quien la entrevista, integrándola en su alocución con isotopías
en su discurso como el fijate o el vos. A la entrevistadora se la constituye co-
mo un otro al que se considera un par y a quien se le debe mostrar, narrar,
«hacer ver» algo específico. Esto también da la pauta de cómo se establece
en la entrevista el control del contexto de enunciación, pues si bien la en-
trevistada realiza una selección al momento de construir su discurso entre
qué decir y qué no, durante el transcurso de la entrevista está condicionada
por el otro, con quien se completa el acto conversatorio.

Otro ejemplo de inclusión y regulación del acto del habla que podemos
encontrar, surge cuando le preguntan a la entrevistadora sobre un hecho, o

27  Mercedes Vilanova. «Rememoración y fuentes orales» en Historia, Memoria y Fuentes Orales. Bue-
nos Aires: Memoria Abierta/CeDInCI, 2006, p. 101.
28 Elisabeth Jelin. «La narrativa personal de lo “invisible”», op. cit., pp. 68-69.
29 Entrevista realizada el 06/V/2006 a ex estudiante de la carrera de Profesorado de Castellano y
Ciencias Sociales, Instituto del Profesorado Básico (unl).

· 249 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Silvia Dejón

cuando se compara la situación testimoniada con la actualidad. Esto opera


a modo de integración de la entrevistadora como parte del relato en la en-
trevista, suponiendo que el otro posee también datos acerca de la temática.
Es posible ejemplificarlo cuando la entrevistada expresa: «Decime, vos que
encontraste: ¿fue en septiembre o agosto la huelga?»30.

El valor de intentar imponer su significación en la entrevista, se eviden-


cia cuando ante la pregunta: «¿Cuáles eran sus acciones en ese momento?»,
se responde:

«[…] nosotros somos defensores, fuimos y somos defensores acérrimos de los cuer-
pos de delegados, tanto en las facultades como en la fábricas. El cuerpo de dele-
gados […] eso pasa a nivel político, sobre todo en sociedades como las nuestras,
Juan Carlos Alderete que dirige la corriente clasista allá en la Matanza […]. Ese
grupo delega en ese delegado, y el delegado no tiene que hacer lo que él quiera,
tiene que hacer lo que le digan sus representados»31.

El entrevistado primeramente se ubica en el espacio temporal, sobre el


cual se le pregunta pero no se explaya. A partir de una afirmación del pa-
sado, automáticamente se ubica en el presente y desde este presente relata
su actualidad. Se evidencia la regulación del acto del habla en la lucha por
imponer un sentido, una significación, que se imprime también en el inten-
to permanente de conectar las posiciones, postulados y acciones políticas
del pasado con un accionar político en el presente.

Los testimonios orales como fuente particular utilizada en el quehacer


disciplinar formulan un desplazamiento en la validación del discurso his-
toriográfico, pues la producción de fuentes a partir de estos testimonios
posibilita el acceso a fenómenos ausentes en otros tipos de fuentes32.

«[…] había que pasar a la acción… ya era otra la historia. […] ahí creo que por
primera vez, haciendo memoria, aparece un grupo de Córdoba que se llamaba
FLN, Frente de Liberación Nacional. Eran cordobeses, este grupo estaba confor-
mado por gente de distinta extracción. Gente del malena33 de Córdoba, gente

30  Ibídem.
31  Entrevista realizada el 17/XII/2007 a ex estudiante la carrera de Profesorado de Castellano y Cien-
cias Sociales, Instituto del Profesorado Básico (unl).
32  Dentro del método biográfico se puede hablar de dos formas investigativas: una que rescata los
significados subjetivos del entrevistado y otra que recurre a varios entrevistados para que actúen como
referentes. Cf. Ruth Sautu. «Estilos y prácticas de la investigación biográfica» en Ruth Sautu (comp.).
El Método Biográfico. Buenos Aires: Belgrano, 1999.
33  malena se denominó al Movimiento de Liberación Nacional, que se definía como nacionalista,
revolucionario y socialista. Con una fuerte formación teórica marxista, lo conformaron intelectuales
como David Viñas, José Vazeilles y Susana Fiorito, así como la madre de Ernesto «Che» Guevara. «El
Movimiento se desarrolló entre el 60 y el 68 y fue muy importante en el medio universitario, captando
en su mayoría militantes independientes El movimiento llegó a contar con un acervo de, según las

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Las fuentes orales, los testimonios y los testimoniantes

del prt34, y aparecen y nos contactan, nos contactan a mí y a una de mis amigas
para ver qué se podía hacer. Así se da. Nos contactan, llegan interesados en la
huelga, dos o tres […] Entonces ahí ellos se acercaron, tuvieron reuniones, los
contactos venían por el malena […]»35.

En esta entrevista se da una información específica que no se puede


obtener de otro modo, la posibilidad de que el conflicto —la huelga de los
estudiantes— pueda ser apoyado gracias a la interrelación entre militantes
de diferentes provincias.

En otro orden de cosas, en la labor con las fuentes orales es posible rea-
lizar un ejercicio comparativo como forma de acercamiento a las repre-
sentaciones de los entrevistados acerca de algunos elementos que se han
seleccionado como variable36. La representación que tuvimos en cuenta en
este trabajo es la imagen de la dictadura que tienen los entrevistados:

«Recuerdo una muy famosa también, justamente del año 71, en Rectorado, don-
de la policía no se ahorraba niveles de represión, ¿no? Si bien la dictadura pos-
terior que vino a partir del 76 no tiene parangón, esta era una dictadura que te
perseguía, te agredía, te apaleaba: bastante brava. Alguna gente por ahí, incluso
algún análisis histórico, para mí equivocado, habla de la dictadura de Onganía y
de Lanusse como una dictadura un poco blanda; yo creo que si se dice muy desde
afuera, puede ser así eso»37.

«Lanusse se estaba cayendo, ¡bah!, ya transando con Perón. Entonces yo pienso


que […] nadie se engaña con respecto a cuánto se fue pergeñando en esa época
con respecto a la perversidad de la dictadura del 76 […]»38.

estimaciones de Susana Fiorito, 3000 miembros en su mejor época. Llegó a tener un buen grado de
extensión nacional, sobre todo en Buenos Aires, Córdoba, La Plata, Tucumán, Santa Fe y militaban en
distintos frentes (obrero, universitario, cultural). El frente universitario llegó a posiciones de poder
importantes en Córdoba, Rosario, Tucumán, Santa Fe y La Plata». [Revista Razón y Revolución. Buenos
Aires: nº 10, primavera de 2002, reedición electrónica].
34  prt era el Partido Revolucionario de los Trabajadores, los militantes de este grupo conformaron
el erp (Ejército Revolucionario del Pueblo). El prt fue fundado el 25 de mayo de 1965 y se autodefinía
como un partido revolucionario obrero. Entre sus dirigentes se pueden contar a Mario Roberto Santu-
cho, Domingo Mena, Benito Urteaga, Luis Pujals y Antonio del Carmen Fernández.
35  Entrevista realizada el 06/V/06 a ex estudiante la carrera de Profesorado de Castellano y Ciencias
Sociales, Instituto del Profesorado Básico (unl).
36  Por el recorte de este trabajo sólo hacemos alusión a las representaciones de la dictadura, pero
también hemos tenido en cuenta otros elementos como el papel de la policía y de los docentes y au-
toridades de la unl. Estos elementos fueron tomados entendiendo que: «[…] Cada situación impone
sentidos —y valores— diferentes para el mismo significado de diccionario. En otros términos, debemos
distinguir entre el significado, que es relativamente ahistórico, y el sentido, que refleja el momento
histórico-social en el que tuvo lugar el enunciado […]». [Alejandro Raiter. Lingüística y política. Buenos
Aires: Biblos, 1999, p. 19].
37  Entrevista realizada el 23/III/2006 a ex estudiante de la carrera de Profesorado de Castellano y
Ciencias Sociales, Instituto del Profesorado Básico (unl).
38  Entrevista realizada el 06/V/2006 a ex estudiante la carrera de Profesorado de Castellano y Cien-
cias Sociales, Instituto del Profesorado Básico (unl).

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Silvia Dejón

No se puede obviar algo tan notable: ambos entrevistados toman co-


mo parámetro a la dictadura del 1976, por el impacto de los niveles de
represión. Aquí se puede observar cómo en los parámetros comparativos
se advierte que «los grupos también pueden compartir creencias acerca de
“experiencias colectivas” o de eventos históricos específicos». Esto lleva a
la distinción propuesta por Van Dijk entre memoria episódica o personal y
memoria social39. En este caso se hace presente un consenso en la represen-
tación ante un hecho específico de la historia reciente argentina, pero tam-
bién da cuenta de resignificaciones desde un presente diferente de aquello
que se rememora.

Debemos destacar una característica general —aunque no un dato me-


nor — de las entrevistas referidas: los entrevistados hablan en la primera
persona del plural. De esta manera, al evocar, se narran como insertos en
un colectivo mucho más amplio. Esto puede responder a que participa-
ban de agrupaciones estudiantiles. Precisamente, por haber conformado
un colectivo, se representan en la actualidad como parte de un entramado
relacional.

3. Palabras finales

Es necesario recuperar un aspecto de las entrevistas en general: el ser mo-


duladas por la presencia del otro, al cual se interprela en todo momento. Lo
que habla de una situacionalidad específica del contexto de enunciación.

La Historia oral resulta válida para obtener información no solamente


anclada en la significación de la experiencia de los entrevistados. Muchas
veces va más allá y actúa como vehículo que posibilita el acceso de quien
investiga a otro tipo de informaciones.

El uso de las fuentes orales es un recurso que requiere tratamientos


y recaudos tan rigurosos como los utilizados para otras fuentes. Implica
considerar el contexto de enunciación, tanto como mantener una mirada
escéptica hacia las fuentes, pero también respetar la palabra y la posición
política del entrevistado. Pues, más allá de tener en cuenta la distancia ló-
gica del investigador, es más difícil objetivar cuando el entrevistado relata
39  Teun A. Van Dijk. «El análisis crítico del discurso», op. cit., p. 23. El autor define a la memoria
episódica o personal como: «el depósito de experiencias o representaciones subjetivas, denominadas
modelos mentales, y consiste en las opiniones y el conocimiento específicos que las personas han acu-
mulado durante su vida». Y a la memoria social como: «las representaciones sociales, como el conoci-
miento socio-cultural más general y abstracto, las actitudes o las ideologías que las personas comparten
con otros miembros de un grupo».

· 252 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Las fuentes orales, los testimonios y los testimoniantes

experiencias o realiza juicios valorativos que ponen en situaciones difíciles


a quien entrevista. En la dimensión dialógica de la entrevista, ésta se tensa
en operaciones que refieren al conflicto por el sentido. La construcción de
un producto intelectual compartido implica tensiones y luchas por el po-
der a la hora de significar.

Lo expresado en este trabajo, más que a cierres, nos lleva a puertas de


entrada para continuar reflexionando sobre futuros análisis e investigacio-
nes que orienten las indagaciones en torno a las relaciones de poder y el
control en el acto de la entrevista. La situación espacial donde se ubican los
entrevistados y el uso de los cuerpos en dicho contexto representan ejem-
plos de ese control. Pues las entrevistas orales otorgan al investigador la
ventaja de analizar el contexto de enunciación, recuperando así el planteo
de Michel Foucault: «El poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra
expuesto en el cuerpo mismo»40.

40  Michel Foucault. Microfísica del poder. Madrid: Ed. La Piqueta, 1992, p. 112.

· 253 ·
Formas de la narrativa oral y autorrepresentación desde
el presente: mujeres inmigrantes en el Brasil Meridional

Núncia Santoro de Constantino


(Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur)

El presente trabajo reflexiona sobre la Historia oral y el estudio del


presente, a partir del diálogo con personas que me ayudaron a escribir
la historia, narrando sus vivencias. Sus narrativas fueron analizadas cua-
litativamente, siguiendo las sugerencias de Bardin1. Se ha empleado la
metodología de Análisis Textual Cualitativo, y los presupuestos del mé-
todo indiciario en sus tres paradigmas esenciales: cambios en la escala de
observación, lectura indiciaria de los testimonios y análisis profundo del
universo seleccionado. Las reflexiones que pretendo desarrollar se centran,
principalmente, en la memoria y la subjetividad, buscando fundamentos
teóricos, a partir de aportes conceptuales de Maurice Halbwachs, Erich
Auerbach y Carlo Ginzburg.

Halbwachs presenta tres puntos principales en su reflexión2:

(i) La superioridad de lo social sobre lo individual, a partir de


la idea de que cuadros sociales dan forma a las memorias
individuales.
(ii) La memoria social construida a partir de la memoria colectiva.
(iii) La memoria colectiva localizada en determinado espacio don-
de se configura y se transforma.

1  Laurence Bardin. L´Analyse de Contenu. París: Presses Universitaires de France, 1977.


2  Maurice Halbwachs. Les cadres sociaux de la mémoire. París: Mouton, 1976.

· 255 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Núncia Santoro de Constantino

Para ese autor, la memoria existe verdaderamente en la convergencia en-


tre los recuerdos y los cuadros sociales que los envuelven. La comprensión
de la memoria colectiva resulta fundamental en la Sociología de Halwachs3
ya que consiste en una memoria no necesariamente vivida por el individuo,
sino en la significación compartida por un determinado grupo. El carácter
espontáneo de la memoria es excepcional. Recordar es rehacer, reconstruir
las experiencias del pasado con las ideas compartidas del presente.

Auerbach, en la clásica publicación Mímesis, señala el camino que podría


conducir al historiador de la Filología a la Sociología. Analizando la visión
de mundo de Tácito, prueba que la estilística puede captar percepciones
sociales. De hábitos lingüísticos, Auerbach infiere presiones sociales y eco-
nómicas que se encuentran bajo la superficie de los acontecimientos4. En
esta línea de reflexión, Michel de Certeau ofrece importantes consideracio-
nes. Afirma que la Historiografía occidental tradicionalmente luchó contra
la ficción. Esa lucha contra la fabulación, contra los mitos y leyendas de la
memoria colectiva, acabó creando una distancia con relación a la lengua y
a las creencias de la gente común5. En otra perspectiva, el mismo autor
recuerda que el Psicoanálisis se articula sobre un proceso que constituye el
punto central del descubrimiento freudiano, esto es, el retorno de lo recha-
zado, de lo anteriormente repelido6.

Ginzburg, a su vez, desenvuelve los fundamentos del método indicia-


rio, demostrando síntomas o indicios que funcionan como claves para el
conocimiento de realidades; minúsculas partes singulares tradicionalmen-
te menospreciadas por el predominio de hábitos, por el predominio, en
fin, del inconsciente. El relato retorna pero con énfasis en la aprehensión
sociológica y psicológica de lo acontecido en el pasado, que deberá ser pro-
gresivamente desmembrado, disecado e integrado en la estructura social
o cultural. Entre las «disciplinas indiciarias», en la expresión de Ginzburg,
figura la Historia, una ciencia social sui generis, irremediablemente vincu-
lada a lo concreto. De esta forma, el conocimiento histórico es como aquel
del médico, indirecto, indiciario, conjetural7. Resulta relevante el aporte de
Ginzburg sobre todo cuando recuerda que un individuo común «destitui-
do de interés por sí mismo —es justamente por eso representativo— puede
ser investigado como si fuese un microcosmos de estrato social entero en

3  Maurice Halbawchs. A Memória Coletiva. São Paulo: Vértice, 1990.


4  Erich Auerbach. Mimesis: The Representation of Reality in Western Literature. Princeton: Princeton
University Press, 2003, pp. 36-43.
5  Michel de Certeau. Historia y Psicoanálisis. México: Universidad Iberoamericana, 1998, p. 51.
6  Ibídem, p. 77.
7  Carlo Ginzburg. «Sinais: Raízes de um paradigma indiciário» en Carlo Ginzburg. Mitos, Emblemas,
Sinais: morfologia e história. São Paulo: Companhia das Letras, 1989.

· 256 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Formas de la narrativa oral y autorrepresentación desde el presente: mujeres inmigrantes en el Brasil Meridional

un determinado período histórico» 8. Sobre tal base hermenéutica, las mu-


jeres inmigrantes se imponen como representativas.

Continuó retomando algunas nociones básicas y necesarias para mi di-


sertación. Sabemos que la Historia oral se revitalizó; es esta una discusión
prácticamente cerrada en los medios académicos. Pero también sabemos
que si bien la Historia oral se revitalizó, fue principalmente porque en
Francia la Escuela de los Annales definió un nuevo tipo de Historia, fruto
de una nueva concepción. Más que una renovación temática, se procesaba
un cambio radical en la relación del historiador con el pasado. El objeto de
la ciencia histórica dejó de ser simplemente abordado por las fuentes, para
ser construido por el historiador, a partir de las demandas del presente. La
importancia de su trabajo comenzó a ser entendida como resultado de las
preguntas que hacía al pasado.

Se desarrolló también una Historia más amplia, incluyendo todas las


actividades humanas. En ella estaban comprendidas las acciones de todas
las personas, inclusive de las personas comunes, que dejan pocos trazos en
los archivos instituidos. Y para escribir una Historia más amplia, se hacía
necesario alcanzar otras áreas de conocimiento, produciendo inclusive do-
cumentos a partir de la oralidad. La interdisciplinaridad se integró al día a
día del historiador y, cuando se trató de trabajar con la oralidad, entraron
en escena conocimientos de Lingüística, de Psicoanálisis, así como estudios
sobre la memoria, incluyendo los relativos al punto de vista fisiológico.
Por lo tanto, se hacía necesario oír, prestar atención a la palabra de todas
las personas, pero era fundamental que se entendiese su narrativa, que se
hiciese de la misma una lectura reflexiva y en profundidad.

De este modo, la subjetividad entraba en la discusión. El historiador


pasaba a ser responsable por la historia, y la Historiografía representaba
su momento de recordar. El historiador comenzó a recrear el hecho histó-
rico, a reconstruirlo. Con la Historia oral, va más allá, porque también crea
fuentes, con la ayuda de quien vivenció los hechos y que, en la narrativa,
presenta desvíos que son indicios de su subjetividad.

La inmigración ha sido el principal tema del que me ocupo, junto al


Programa de Doctorado de mi universidad. En los últimos años, desarrollo
un macroproyecto focalizado en la narrativa del extranjero sobre ciudades
brasileñas, ya sea a través de relatos de viajantes italianos a fines del siglo
xix y comienzos del xx, o a través de los testimonios que traducen recuer-
8  Carlo Ginzburg. «Chaves do Mistério: Morelli, Freud e Sherlock Holmes» en Umberto eco; Tho-
mas A. Sebeok. O Signo de Três. São Paulo: Perspectiva, 1991, pp. 21-22 y 26-27.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Núncia Santoro de Constantino

dos de mujeres inmigrantes, a mediados del siglo pasado. Esta última in-
vestigación, en base a la oralidad, se desenvuelve en red internacional me-
diante la cooperación con la Profesora Chiara Vangelista de la Universidad
de Génova. Pretendemos, en tal sentido, que esas extranjeras cuenten sus
trayectorias y sean mediadoras entre dos realidades distintas: aquella que
dejaron y aquella que encontraron.

La inmigración es un hecho social completo. Según Sayad, el itinera-


rio del inmigrante constituye el punto de encuentro entre la Historia, la
Demografía, la Economía, la Lingüística, el Derecho, la Psicología y la
Antropología9. Configura, a su vez, un fenómeno de masas y también, un
dislocamiento de diferentes personas, en diferentes tiempos y espacios, ca-
lificados en muchos sentidos: social, económico, político y cultural. Debe
tenerse presente que según Richard Lee10 es siempre un viaje, un largo via-
je, aquel que realiza el inmigrante, con tres momentos que varían de dura-
ción: la partida, el tránsito y la llegada.

Existe efectivamente una partida que puede ser gestada por décadas:
hay gente que espera crecer para emigrar, porque en algunas regiones, es
prácticamente la única salida.

Chiara Gotter nació en la aldea alpina de Costalta, en 1920. Era «… un lugar


lindo, lindísimo,…» Después de la guerra se casó con un veterinario. En la difícil
coyuntura, el marido aceptó un empleo en Brasil. En 1950 Chiara llegó a Brasil,
con dos hijos pequeños.

Valeria, proveniente de los alrededores de Trieste, sufrió la guerra. Trabajó mu-


cho, se casó, embarcó para Brasil en 1951, ya con un hijo pequeño.

Los padres de Ruth, al ser objeto de discriminación, abandonaron Frankfurt con


algún dinero y dos hijas.

Hana, adolescente, partió de una aldea polaca, con sus padres y una hermana.

Concetta se casó por poder en Morano Calabro; con 23 años viajó para encon-
trar a su marido en Brasil, en 1950.

María vino de Sicilia atrás de su hermano inmigrante, porque en la fábrica


Guaspari necesitaban costureras.

9  Abdelmalek Sayad.A Imigração. São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo, 1998. p. 15.
Eric J. Leed. La mente del viaggiatore: dall’Odissea al turismo globale. Bolonia: Il Mulino, 1992, pp.
10  ��������
41-138.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Formas de la narrativa oral y autorrepresentación desde el presente: mujeres inmigrantes en el Brasil Meridional

Las emigrantes partieron y transitaron. En el medio de sus historias hay


un tránsito que puede durar mucho tiempo:

Concetta reencontró centenas de parientes en Porto Alegre, donde nacieron sus


hijas. En los primeros tiempos no salía, porque «… no sabía hablar, y eso era ho-
rrible, muy terrible».

Ruth no veía nada de lo que imaginaba del Brasil, no conseguía hablar con
nadie, porque solo conocía la lengua alemana. Faltaba el confort que disfrutaba
en Frankfurt. Frecuentaba el colegio y ayudaba a su padre en la sastrería, cocien-
do botones y hablando alemán con sus propios botones, porque le costó conseguir
amigas.

Cuando Chiara con la familia se establecieron en Porto Alegre, se sintió como


en Milán; disfrutó la ciudad moderna, aunque detestase la comida: siempre porotos
y arroz.

Valeria, con su marido y dos niños pequeños, fue a vivir en el barrio industrial,
donde comenzaban a construirse una fábrica de masas. Había humedad y la casa
estaba llena de cucarachas enormes. Precisaba ir a la panadearía con un diccionario
para pedir lo que deseaba.

Hana detestó Porto Alegre, sin parientes, sin amigas. Lloró por volver a casa,
en Polonia, donde perseguían a los judíos como ella.

Casi siempre, independiente del tiempo empleado, se da la llegada a la


tierra de la diáspora.

Chiara precisó de auxilio doméstico, pues la familia aumentaba rápidamente en


Brasil. Consiguió una ayudante joven, procedente de la región colonial italiana,
que le enseñó a ser brasilera.

Concetta afirma que «… se acostumbró realmente cuando vino el primer hijo….


cuando ya conseguía comunicarse». Si algunas veces tuvo ganas de volver, pasó.

Valeria entendió que precisaba hacer amistades. Sus hijos jugaban en la placita
y fue allí que encontró sus primeras amigas brasileras.

Las cosas mejoraron para Ruth cuando comenzaron a llegar otros judíos alema-
nes. Fundaron, luego, una sinagoga, y se desarrolló una intensa vida social entre
inmigrantes. Ruth conoció a Carlos y se casó con él en 1941; tuvieron tres hijas

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Núncia Santoro de Constantino

que les dieron varios nietos. Volvió una vez a Frankfurt, pero «no encontró nada,
ni a nadie».

Hana consiguió un empleo para coser botones en una sastrería. Después trabajó
en el atelier de una modista, donde sólo hablaban ibrit (hebreo). Conoció a Isaac, se
casaron y tuvieron tres hijos.

Para el historiador contemporáneo de la inmigración, no se trata de ana-


lizar una masa sin rostro que marcha, sino personas que se trasladan mo-
tivadas por múltiples razones, construyendo nuevas identidades en busca
de lo que creían mejor, con valiente iniciativa.

Además de los números relacionados a los flujos humanos, las cantida-


des de dinero o de mercaderías que cruzan el océano, más allá del detalla-
do análisis de los factores de expulsión y de atracción, de los conflictos, o
de los consensos, se hace necesario ver muchos rostros y oír muchas voces
al estudiar la inmigración. Muchos rostros además de aquellos exitosos
y cuyos retratos están enmarcados en las fábricas, en los bancos, en las
grandes casas comerciales. También es preciso observar más allá de los
rostros de las personas que no fueron tan exitosas y cuyas fotografías están
estampadas en las páginas policiales. Opresores y oprimidos no agotan el
asunto. Se hace necesario oír mucho para reconstruir el complejo y mul-
tifacético fenómeno de la inmigración, con todas las deficiencias que una
reconstrucción supone.

Utilizando la metodología de la Historia oral, soy consciente de la nece-


sidad de interdisciplinar, sobre todo para atenuar el efecto de las trampas
de la memoria.

Busco conocer el funcionamiento de esta memoria. Iván Izquierdo me


responde por qué acostumbramos a recordar con detalle hechos antiguos.
Muchas veces porque tales hechos fueron acompañados de fuerte carga
emocional. Las memorias emocionales son grabadas en momentos de hi-
peractividad de los sistemas hormonales y neuro-hormonales. Además de
eso, para los ancianos hay un tiempo mejor para recordar, cuando había
una vida por delante, los amigos estaban vivos, cuando no se padecía de
bronquitis o de reumatismo. También con Izquierdo entiendo por qué te-
nemos la tendencia de cancelar hechos desagradables que implican dolor,
vergüenza, humillación. Utilizamos mecanismos como la represión, des-
cripto por Freud. El olvido de lo desagradable puede ayudar a seguir vi-

· 260 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Formas de la narrativa oral y autorrepresentación desde el presente: mujeres inmigrantes en el Brasil Meridional

viendo, neutraliza la depresión: ningún sobreviviente de campos de con-


centración podría volver a una vida normal si no fuese capaz de olvidar11.

Perdemos por olvido la mayor parte de nuestras memorias, la mayoría


de las que restan, las atenuamos por medio de la represión o de la ex-
tinción. Nuestra cognición, por lo tanto, está compuesta básicamente por
fragmentos de la memoria; pidan a alguien que cuente su infancia y lo hará
en media hora.

Procuro conocer mejor el funcionamiento de esa memoria que deseo


preservar. Siguiendo la orientación de Portelli, trato de reconocer rápida-
mente la subjetividad para separarla de la información factual. Entiéndase
por subjetividad las formas culturales y los procesos por los cuales los in-
dividuos expresan el sentido de sí mismos en la historia12.

En la subjetividad incluyo la represión. Percibo que existe un fenómeno


importante a ser investigado, cuando surgen fallas colectivas de memoria.
Tan importantes como las fallas, son los cambios colectivos de memoria en
función de ciertas demandas del presente. Nadie que emigró de Alemania
estaba a favor de Hitler o sabía lo que él estaba haciendo. Observo procesos
de autorrepresentación; presto atención a las diferentes formas o géneros
narrativos.

«Soy una persona dividida, —se lamenta Chiara—; quiero estar allá, ¡y cuando
estoy allá, quiero estar aquí!». María dice haber confiado en el trabajo y por eso
garantiza haber sido una vencedora. Valeria piensa que siempre estuvo bien porque
supo adaptarse.

La fuente oral es una autorrepresentación y como tal, evidencia subjeti-


vidad. Esto quiere decir que las personas desean presentarse con coheren-
cia, porque no siempre fueron coherentes. Crecieron, maduraron, pero se
presentan a los otros como si siempre hubiesen sido así. Es el cuadro del
presente moldeando el pasado, como enseña Halbwachs. Eso explica por
qué todas las mujeres fueron siempre honestas, trabajadoras.

También recuerdo a Fraser cuando registra que la autorrepresentación


se expresa por estereotipos y mitos. La mujer generosa, la mujer avanzada,
la madre abnegada, el comerciante honesto, el padre trabajador, el niño

11  Iván Izquierdo.Questões sobre a Memória.S. Leopoldo: Editora Unisinos, 2004.


�����������Porterlli. L´ordine è già stato eseguito: Roma, le Fosse Ardeatine, la memoria. Roma: Don-
12  Alessandro
zelli, 2001; Alessandro Portelli. «La Memória e l´Evento: L´uccisione di Luigi Trastulli, Terni 17 marzo
1949» en Cesare Bermani.Introduzione alla Storia orale: esperienze di ricerca. Roma: Odradek, 2001.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Núncia Santoro de Constantino

pobre y trabajador, la hija dedicada, la madre ejemplar. Se destaca que es-


tos estereotipos son fenómenos culturales y por eso son interiorizados y
vividos como naturales13.

Además de todo, nuestras entrevistadas presentan diferentes formas de


narrar, utilizando distintos géneros literarios como manifestación —tam-
bién— de lo subjetivo. La investigadora Chanfrault-Duchet deconstruye
narrativas y percibe estos distintos géneros. Busca ciertas características
en los relatos, correspondientes a categorías que preestablece, como por
ejemplo, modelos narrativos y la utilización de mitos. La autora identifica
tres modelos de narrativa: la épica, la novelística y la picaresca, en cuanto
préstamos de formas literarias diseminadas en la tradición oral, en la lite-
ratura y en las series televisivas. Quien desea comunicar elige un género, o
también emplea géneros combinados, de acuerdo con las posturas indivi-
duales frente a uno u otro asunto14.

Chiara se revela dramática o fatalista como Concetta, que se adaptó porque no


había otra posibilidad. María es romántica: quien es buena, será feliz; Valeria es
picaresca, irónica, se va ajustando, haciendo concesiones.

Los mitos empleados también confirman estas diferentes posturas, ya


que las entrevistadas aplican estereotipos. Un análisis textual acaba reve-
lando diferencias profundas en las visiones de mundo y en las ideologías,
además de revelar contradicciones.

Concetta se sintió «extranjera» en Italia y deseó retornar rápidamente a su casa,


«… que está en Porto Alegre». Ruth cuenta que, en Alemania, no reconoció a nadie,
su vida estaba definitivamente en Porto Alegre. Chiara, que antes se reveló dra-
mática, también dice que no tuvo problemas: «… para mí fue todo bueno, yo adoré
Brasil, los brasileros, yo me llevo bien con todo el mundo…» Paradójicamente,
Valeria afirma: «… mi casa está allá, pero no vivo más allá, vivo aquí (en Porto
Alegre), aquí están mis afectos y discordias …».

Las entrevistadas recuerdan, rehacen trayectorias, reconstruyen proce-


sos sobre ángulos inusitados. Destacan de inmediato lo exótico, como el
desempeñar el papel de extrañas que de ellas se espera. Se asustaron con

13  Roland Fraser. «Historia Oral, Historia Social» en Historia Social, Valencia, nº 17, 1993.
14  Marie-Françoise
���������������� Chanfrault-Duchet. «Textualisation of the self and gender identity in the life
story», en T. Cosslett; C. Lury; P. Summerfield (org.). Feminism and autobiography. Londres: Routledge,
2000; Marie-Françoise Chanfrault-Duchet. «Dimension argumentative et refrains dans le récit de vie
oral», Cahiers de sociolinguistique, Presses universitaires de Rennes, n° 5, 2000.

· 262 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Formas de la narrativa oral y autorrepresentación desde el presente: mujeres inmigrantes en el Brasil Meridional

insectos —con frecuencia cucarachas—, signo de un mundo desconocido


que las desafiaba.
La niña alemana aprendió a hablar portugués, como las niñas polacas
o como las jóvenes italianas. La imagen más elocuente es aquella de Hana,
llorando en el medio del patio, deseando volver. Hablar la lengua de la
tierra de acogida era lo que más necesitaban, y todas acentúan eso, porque
deseaban llegar.

Con una mirada cargada de «presente», señalan el sacrificio de traba-


jar desde la adolescencia, incompatible con la actual legislación. Usan este
trabajo como elemento estereotipado para el inmigrante, como elemento
de contraste con relación a la mujer brasileña, entrevistadas afinadas por
una memoria pública que confiere un sello de calidad a los extranjeros en
general15.

Estas mujeres inmigrantes ahora se narran. Los múltiples hilos de sus


narrativas remiten a pequeñas ciudades polacas o italianas, a la gran ciu-
dad alemana, y a la capital de Río Grande del Sur en la primera mitad del
siglo xx. Remiten al trabajo mal remunerado, a la soledad del extranjero,
a las sorpresas de una nueva tierra —donde también se trabaja mucho—,
a las pérdidas y a las ganancias, a la formación de nuevas redes de so-
lidaridad. Pretendían hablar y hablaron, allanando trayectorias difíciles.
Identificaron a la maternidad como un momento definitivo de llegada,
ya que los hijos pequeños, al ser criados en Brasil, son anclas lanzadas en
el puerto de ingreso. Les fue dado un momento para reconstruir el pro-
pio pasado, desde el tiempo actual. Es incontestable que Chiara, Valeria,
Concetta, Wanda, Hana, María o Ruth ayudan a escribir la Historia de la
inmigración, a partir de las inquietudes del presente.

15  Núncia Santoro de Constantino. «Pesquisa Histórica e Análise de Conteúdo: pertinência e


possibilidades». Estudos Ibero-Americanos , vol. xxviii, p.183 - 194, 2002.

· 263 ·
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en
la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

Luís Fernando Beneduzi


Universidad de Venecia

Sílvia María Favero Arend


Universidad del Estado de Santa Catarina

La problemática relativa a las migraciones internacionales —que fue


muy discutida en el contexto latinoamericano en el tránsito del siglo xix
al xx— ha recibido un nuevo impulso al culminar el siglo. A fines del
Ochocientos la gran temática del subcontinente era la inmigración, con los
contingentes de inmigrantes que llegaban de Europa y de Asia, y las trans-
formaciones, especialmente étnico-raciales, que ese fenómeno produciría
en la población local. En contraste, el momento actual —telón de fondo de
nuevas dinámicas migratorias— presenta como elemento central la emi-
gración, la partida de compatriotas en un movimiento que ahora se distin-
gue por la dirección Sur-Norte. Aún así, no puede dejar de señalarse que
el continente latinoamericano todavía está experimentando un proceso de
entrada de extranjeros, especialmente vinculados en el presente, a una mi-
gración intracontinental.

Involucrando a diversas áreas de las Ciencias Humanas y Sociales


—como la Antropología, la Sociología, y las Ciencias Políticas y, en menor
grado, la Historia — el fenómeno migratorio contemporáneo ha ocupado
progresivamente un espacio relevante en las discusiones científicas, tanto
en el ámbito de las publicaciones como en el de los debates en simposios

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

y congresos internacionales. No obstante, como afirma Denise Jardim1, la


discusión ha sido pautada por el análisis de la inmigración y no de los
inmigrantes, o sea, de un fenómeno migratorio que adquiere importancia
a partir de la perspectiva del conflicto, del aumento en la tasa de criminali-
dad y de los espacios de trabajo esclavo. Según la autora, la complejidad de
los movimientos transnacionales actuales acaba poco a poco perdiéndose
en un análisis que coloca en primer plano una relación dual de necesidad
y de capacidad de atracción:

«Al considerar, prioritariamente, el potencial de “atracción” de mano de obra,


gradualmente, los inmigrantes son destituidos de su protagonismo, de su ca-
pacidad de escoger, de sus estrategias y experiencias acumuladas frente a los
diversos agentes del poder público»2.

De esta forma se hace necesario conducir nuevos análisis que tengan en


consideración a los sujetos que participan de ese movimiento humano, los
cuales presentan especificidades en sus procesos de partida, en su travesía
y en las relaciones que establecen con la sociedad de arribo. Estudios más
pormenorizados de las diferentes experiencias inmigratorias, al adentrarse
en el campo de las sensibilidades y de las sociabilidades, pueden permi-
tir una ampliación en el abanico de consideraciones sobre el fenómeno,
orientada a una comprensión más profunda de las nuevas interacciones,
utilizándose, para ello, el análisis conceptual de Elias y Scotson3, entre los
establecidos (la sociedad de recibo) y los outsiders (los extranjeros).

Pensando en el fenómeno inmigratorio femenino contemporáneo en la


península itálica, los trabajos científicos han acompañado a las produccio-
nes de estereotipos de la sociedad italiana. O sea, gran parte de las publi-
caciones han procurado analizar el fenómeno de la prostitución femenina
brasileña, en Italia, estudiándola en diferentes aspectos. Esa asociación
—brasileña/prostitución— es una idea-imagen fuertemente representativa
en la sociedad italiana, pero también en la europea en general, y se constitu-
ye en un importante preconcepto que deben superar las mujeres brasileñas
en ese continente. Como alternativa a este análisis de la prostitución, exis-
ten macroestudios que se dedican a la comprensión de las relaciones entre
proceso de inmigración y trabajo, sobre todo en el ámbito sociológico.

1  Denise Fagundes Jardim (org.) «Apresentação» en Cartografias da imigración: interculturalidade e


Políticas Públicas. Porto Alegre: Editora da ufrgs, 2007: pp. 9-18.
2  Ibidem, p. 9. [Cita traducida].
3  Norbert Elias; John L. Scotson. Os establecidos e os outsiders. Río de Janeiro: Ed. Jorge Zahar,
2000.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

Cabe destacar que Italia, según las estimaciones del Ministerio de


Relaciones Exteriores de Brasil, constituye hoy en día la tercera nación eu-
ropea con mayor presencia de una comunidad brasileña que vive un gran
proceso de crecimiento. Atendiendo a las estimaciones máximas, y tenien-
do en cuenta que además de la inmigración ilegal, en Italia se observa un
fuerte movimiento de retorno de descendientes de italianos con doble ciu-
dadanía, el país alcanza la primera posición, con una población estimada
en ciento cincuenta mil brasileños4.

Si se considera ese doble contexto —el de las migraciones contempo-


ráneas y el de la que se dirige a la península itálica—, el objetivo del pre-
sente artículo consiste en presentar —teniendo en cuenta las cuestiones
que actualmente se vinculan con el análisis de una Historia del tiempo
presente— una autorrepresentación del fenómeno inmigratorio, partiendo
de un nuevo recorrido de la experiencia personal femenina de la inmigra-
ción. Se trabaja específicamente con una historia de vida y con los frag-
mentos mnemónicos de una vivencia individual del desplazamiento; sin
embargo, ello no implica abordar particularismos o especificidades que se
relacionan únicamente con la experiencia de la inmigrante brasileña ana-
lizada. Por el contrario, en base a Halbwachs5 y Ginzburg6, se entiende
que el individuo trae consigo elementos inherentes al grupo social del que
participa, marcos sociales de memoria, los que permiten entrever, en sus
percepciones, aquellas representaciones que van más allá de la existencia
individual.

En ese sentido, se busca generar una lectura que tenga en cuenta las
percepciones de ese Homo inmigrantis, que se aparte de las estructurales y
que se sumerja en una lectura de lo cotidiano en la vivencia inmigratoria.
Hacer emerger experiencias que se organizan a partir de otros patrones de
sociabilidad, que se distancian de las ideas-imágenes consagradas sobre la
inmigración brasileña, permite una pluralización y relativización del fe-
nómeno inmigratorio y una inmersión en dinámicas más profundas que
están presentes en la sociedad de acogida. El hecho de pensar ese proceso
a partir de la mirada del historiador, en una dinámica que se inserta en
el tiempo vivido por el propio investigador, proporciona una perspectiva
nueva de análisis que se torna posible con el advenimiento de una Historia
del tiempo presente.
4  ministério de relações exteriores. subsecretaria-geral das comunidades brasileiras no exte-
rior. [En línea] Brasileiros no mundo. Portal consular. [Citado el 30 de noviembre de 2009]. Disponible en
Internet en: http://www.abe.mre.gov.br/avisos/brasileiros-no-mundo
5  Maurice Halbwachs. Les cadres sociaux de la mémoire. París: Albin Michel, 1994.
6  Carlo Ginzburg. O queijo e os vermes: o cotidiano e as idéias de un moleiro perseguido pela Inquisição.
São Paulo: Companhia das Letras, 1987.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

1. El historiador como narrador de un pasado contemporáneo

Las narrativas sobre el pasado bajo diferentes perspectivas estuvieron


presentes en la Historia, marcadas por la oralidad, por la tradición, por la
narración de los grandes hechos, desde las musas que cantaban al mundo
aquello que era digno de gloria. No obstante, la construcción de un saber
«científico» sobre el pasado y la elaboración de un control —propio de la
modernidad— sobre las cosas que deben recordarse y los procedimientos
inherentes a esa preservación, son parte del proceso de estructuración de
la ciencia moderna en el siglo xix.

Al igual que otros saberes que nacen y sufren un proceso de transfor-


mación en el Ochocientos7, la Historia se constituye como saber científico
a partir de una dinámica de exclusión. El nacimiento de un conocimiento
universitario que se inclina hacia el análisis de los acontecimientos pasa-
dos, pautado por la búsqueda de una verdad objetiva, concentrado en una
autoridad provista por la academia, se fundaba en una dinámica de elimi-
nación de las diferentes memorias comunitarias y de los individuos que
reelaboraban, de generación en generación, las experiencias de la comuni-
dad. Apartándose de las luchas contemporáneas y de las disputas por la
autoridad sobre la información con los memorialistas, el historiador fun-
daba su reino sobre un pasado distante, y destacaba la imposibilidad de un
análisis objetivo de su tiempo vivido: «Así, los historiadores reclutados por
las universidades en el siglo xix se especializaban en la Antigüedad y en la
Edad Media, períodos que exigían el dominio de un conjunto de procedi-
mientos eruditos»8.

Si se observa el caso francés, el saber histórico del siglo xix estuvo mar-
cado por la ruptura con las antiguas reglas del oficio del historiador, en
razón de que las élites republicanas buscaban controlar todas las instancias
de elaboración de la memoria nacional. De hecho, aun distanciándose del
tiempo contemporáneo e intentando producir un saber objetivo sobre el
pasado, el historiador no consiguió deshacerse de la subjetividad inherente
al conocimiento producido por las Ciencias Humanas.

A esto apunta la discusión construida a lo largo del siglo xx, que enca-
minará una progresiva apertura teórico-temporal en el campo histórico, a

7  Las discusiones sobre el nacimiento del saber moderno se encuentran también, en las obras clá-
sicas de Michel Foucault. Historia da Loucura. Perspectiva, 1993; Vigiar e Punir, Vozes, 2007; Historia da
Sexualidade, Graal Editora, 2007; Arqueologia do saber, Forense Universitari, 2008.
8  Marieta de Moraes Ferreira. «História, tempo presente e História oral» en Topoi, Río de Janeiro,
diciembre de 2002, p. 316. [Cita traducida].

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

partir de la percepción de que el documento no existe por sí y es una cons-


trucción del historiador, y es, por lo tanto, no-objetivo. Desde su primera
elaboración hasta que se elevan a la categoría de fuente histórica, los frag-
mentos del pasado son el lugar de elecciones y de estructuraciones:
«Esto se debe a que lo escrito es ya el resultado de un acto, de una elección y a
veces, en su forma definitiva, de una selección elaborada. […] Ningún propósito
ni ningún objeto es por naturaleza documento. Y no lo han sido a través de los
siglos »9

Esta ampliación en la noción de documento histórico, sumada a un pro-


ceso de percepción subjetiva de su presencia —que no preexiste a la se-
lección del historiador— abre nuevos caminos y nuevas posibilidades en
la producción de conocimiento histórico. El presente comienza a transfor-
marse en un lugar posible de lectura para el historiador, pues éste —dejan-
do de buscar una verdad absoluta— se lanza a la construcción de verosimi-
litudes: el pasado se muestra en fragmentos y el historiador/narrador inicia
una dinámica de collage y de montaje. De este modo, la nueva realidad del
saber historiográfico proporcionará un contenido teórico-metodológico
que admitirá un análisis del tiempo vivido, de una Historia de lo contem-
poráneo10 o del tiempo presente.

De hecho, el nuevo campo de análisis que se inaugura con las grandes


transformaciones que la producción del conocimiento histórico sufre en las
últimas décadas del siglo xx, está pautado por una profunda relación entre
presente y pasado. En la medida en que se comprende que los vestigios
que llegan del pretérito son parte de un recorte y de un ordenamiento pro-
ducidos por los profesionales que se dedican a él, se percibe que las diná-
micas del presente se vinculan intrínsecamente a la mirada que se proyecta
sobre «aquello que fue». La contemporaneidad trae consigo una conciencia
de que el presente construye el pasado a partir de cuestiones que a ese pre-
sente le son propias, a partir de interrogantes y problemáticas que parten
de las sociedades que «consumen» esas narraciones sobre el pasado.

Con relación a dicha realidad, los relatos sobre lo contemporáneo pre-


sentan un compromiso todavía mayor con las inquietudes de la sociedad
a la que pertenece el historiador y que provienen de su tiempo vivido. Si
las cuestiones que se plantean sobre el pasado están siempre vinculadas

9  Jean-Loup Delmas. «L’élargissement de la notion de source» en François Bédarida. L’histoire et


le métier d’historien en France, 1945-1995. París: Éditions de la Maison des sciences de l’homme, 1995, p.
111. [Cita traducida].
10  Debe señalarse que la percepción utilizada del tiempo contemporáneo se vincula con el sentido
semántico-filológico de aquello que se vivió, existió o aconteció en una misma época; en el caso histo-
riográfico, se trata de cuestiones relativas a la época vivida por el historiador.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

con las experiencias y las preguntas que formula el presente, las narracio-
nes que presentan como objeto la vivencia de lo contemporáneo tendrán
una conexión mucho más visceral con la actualidad, creando inclusive
una mayor responsabilidad con respecto a la formación de una conciencia
histórica:
«En la medida en que la Historia del tiempo presente que produce es algo más
que una transcripción en respuesta a una necesidad, testimonia en la sociedad a
la que pertenece una visión del devenir, en la unión del presente y del pasado, y
por lo tanto proyecta una visión del mundo. De ahí la pesada responsabilidad en
la formación de la conciencia histórica de sus contemporáneos » 11.

De acuerdo con François Bédarida, el análisis de lo contemporáneo en-


gendra una función social aún más fuerte dentro de la práctica y de la
identidad del historiador y —siguiendo a Norbert Elias— genera una nece-
sidad de profundizar la experiencia del doble proceso de involucramiento/
distanciamiento. Consciente de estar trabajando con fragmentos mnemó-
nicos del pasado, que todavía se encuentran en el proceso conflictivo de
establecerse como representaciones de las experiencias individuales/colec-
tivas vividas, el historiador debe considerar fuertemente los instrumentos
teórico-metodológicos que le permitirán un recorrido de extrañamiento
con relación a lo acontecido, que muchas veces es parte de su propia tra-
yectoria como sujeto social. Ese tipo de procedimiento se torna aún más
relevante cuando el análisis está relacionado con eventos traumáticos que
son parte de aquello que Denis Rolland12 considera situaciones en las cua-
les el pasado aún no pasó.

El análisis del proceso inmigratorio contemporáneo, sobre todo cuan-


do se centra en la experiencia europea, resulta ejemplar para discutir tres
cuestiones: la dimensión formativa de la conciencia social, el ejercicio del
extrañamiento y el pasado que aún está vivo. Cada vez más el tema de la
inmigración se torna un asunto candente en la vida cotidiana de los paí-
ses europeos, con nuevas discusiones y con una nueva legislación sobre la
entrada y la permanencia de extranjeros en la Unión Europea. En el caso
italiano (en el que la crisis económica mundial acabó acelerando e inten-
sificando un sentimiento xenófobo), los telediarios informan sin cesar so-
bre los desembarcos en el Sur de Italia, el aumento de la criminalidad; la
inmigración, como se señalaba anteriormente, a partir de la reflexión de
la antropóloga Denise Jardim, se convierte en un evento estructural, en
11  François Bédarida. «La dialectique passé/présent et la pratique historienne» en François Béda-
rida. L’histoire et le métier d’historien en France, 1945-1995. París: Éditions de la Maison des sciences de
l’homme, 1995, p. 84. [Cita traducida].
12  Denis Rolland. «Internet e Historia do tempo presente: estratégias de memória e mitologias
políticas» en Tempo, Río de Janeiro, nº 16, 2004, pp. 59-92.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

el que las subjetividades se olvidan o se colocan en un segundo plano. En


este contexto, el historiador también debe ser llamado a participar de la
discusión, y a contribuir a la elaboración de políticas públicas que tengan
en cuenta las diferencias y especificidades de los procesos inmigratorios y
de los flujos de individuos.

En este espacio de lucha entre imágenes que reflejan lo real aconteci-


do, representaciones que alimentan las narrativas sobre el pasado, dos
elementos se entrecruzan en la elaboración del conocimiento histórico: la
memoria y el testimonio. Cuando se resalta al individuo que experimentó
lo(s) evento(s) pasados, no se construye una contraposición con los indi-
cios mnemónicos que reelaboran lo real acontecido, sino que se enfatiza
el retorno —cuando hacemos inferencias acerca de la Historia del tiempo
presente— de la fuerza de certificación y del testimonio de veracidad que
proporciona aquel que lo vivió, a través de la idea del yo vi. El propio in-
vestigador, muchas veces, integra este grupo, por haber vivido el mismo
momento histórico y/o por haber participado de una misma experiencia
situacional.

La narración que se instaura en una mirada hacia el tiempo presente, de-


nota con mucho más fuerza la noción de syngráphein, acción que Hartog13
vincula a Tucídides y al acto de registrar, de plasmar por escrito la expe-
riencia. Efectivamente, a partir de esa mirada el historiador produce un
conocimiento autóptico de la vivencia de aquello que se constituye en el
decurso reciente, un examen minucioso de las diferentes voces que inte-
ractúan con lo real acontecido. Si por un lado la acción histórica refuerza
la producción de una lectura del pasado que se desplaza hacia el presente,
por el otro, asume con más fuerza la relevancia de la experiencia del pre-
sente y la percepción de una construcción que se proyecta hacia el futuro:
el historiador también asume la función del testimonio y del lugar de pro-
ducción de memorias.

Considerando el aspecto inconcluso de las memorias que se producen


sobre acontecimientos que están todavía en acto, o que mantienen su fres-
cura, el análisis histórico debe tener mayor cuidado porque está tratan-
do con marcos sociales en formación y cambiantes. En la medida en que
se está ante un proceso no avanzado de encuadramiento de la memoria,
con una intensa actividad de disputa por la elaboración de aquello que es
digno de ser recordado y de todo lo que debe ser olvidado, el trabajo de
investigación tendencialmente va a colisionar con las contradicciones del

13  François Hartog (org.). A Historia de Homero a Santo Agostinho. Belo Horizonte: UFMG, 2001.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

proceso de ensamblaje de los fragmentos que componen la rememoración


del pasado. Pensando al igual que Pollack14 que los recursos que la Historia
provee participan en el trabajo de «domesticación» de los recuerdos en una
lucha que involucra presente y futuro, el historiador no deja de ser partíci-
pe de las dinámicas elaboradoras de ideas-imágenes sobre el pasado, de la
propia memoria comunitaria e individual sobre los acontecimientos.

Las fuentes orales son otro elemento que colabora en el análisis de la


Historia del tiempo presente, y constituyen también un componente me-
todológico central en la discusión de este texto. Las fuentes escritas que
buscan investigar la realidad contemporánea presentan una relación pri-
vilegiada con la Historia oral, pues consiguen tener acceso a esa fuente, la
cual —por motivos generacionales— es inalcanzable para los que estudian
tiempos remotos. Al mismo tempo, la ampliación de la noción de fuente
histórica, en su crítica a la base del saber científico fundado en el siglo xix,
abre el camino para una valoración de las entrevistas, aun cuando los pre-
conceptos no se hayan disipado completamente.

En el contexto de la investigación, a partir del uso de la documentación


oral, la función del entrevistador está vinculada a la comprensión de los
procesos interactivos de la memoria, del mito, de la conciencia, en ese lugar
donde el individuo produce sentido sobre su relación con la sociedad, con
las instituciones de la cultura y con la Historia. Esto es así porque el History
teller termina por hacer de historiador (aunque de una manera inconscien-
te), porque refiere los fragmentos del pasado otorgándoles inteligibilidad,
y busca responder cuestiones que orientan su tiempo actual. Como enfa-
tiza Grele15, su lugar de enunciación se encuentra en un entrecruzamiento
tan profundo entre pasado y presente —en una entrevista hecha en el hoy,
pero que tiene como objeto otro tiempo y otro lugar— que los aconteci-
mientos recordados y los problemas del pasado acaban integrándose en un
flujo narrativo que refleja la problemática del presente.

La intersección de esas diferentes perspectivas —fuentes orales, distan-


ciamiento, memoria, experiencia individual/colectiva de lo vivido— nos
lanza a un nuevo desafío: recuperar las sensibilidades de las vivencias del
pasado y las subjetividades. En esto percibimos uno de los caminos que la
Historia del tiempo presente ha tomado, y que Sirinelli16 destaca como uno

14  M. Pollack. «Memória, esquecimento y silêncio» en Estudos históricos, Vértice, vol. 3.


15  Ronald Grele. «Introduzione» en Alessandro Portelli. Storie Orali. Racconto, immigrazione, dialo-
go. Roma: Donzelli Editore, 2007, pp. vii-xv.
16  Jean-François Sirinelli. «Este século tinha sessenta anos: a França dos sixties revisitada» en
Tempo, Río de Janeiro, nº 16, 2004, pp. 13-33.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

de los principales desafíos analíticos de «investigar lo contemporáneo», el


trabajo con lo cultural. Además del fenómeno inmigratorio contemporá-
neo en cuanto lugar de los análisis sociales y políticos, es importante pro-
fundizar en una nueva discusión que involucre a las representaciones so-
ciales que producen los grupos de inmigrantes y los sujetos históricos, así
como las sensibilidades que atraviesan la experiencia del desplazamiento
internacional.

2. Reviviendo una trayectoria de expatriación: el replanteo


narrativo de la Historia de vida

La perspectiva de lectura que la Historia de vida permite, como se men-


cionó al inicio del artículo, va más allá de la dimensión estrictamente per-
sonal, ya que ofrece una puerta de entrada a marcos referenciales que ilu-
minan un contexto más amplio que aquel al que el informante pertenece.
Como se podrá percibir en el análisis de la entrevistada —Inês17— su vi-
vencia del proceso inmigratorio refleja ideas-imágenes que comunican una
experiencia plural de las subjetividades inherentes al acto del desplaza-
miento internacional. Como afirma Alberti18 cada narración se compone de
unidades indivisibles, que se hacen presentes toda vez que el entrevistado
comunica su experiencia. De hecho, son esos elementos narrativo-imagé-
ticos los que permiten extrapolar lo individual, trayendo a luz percepcio-
nes de la realidad que se vinculan con la generación, el sector profesional,
el campo de conocimiento, el grupo social, etc. Es necesario recordar que
—cuando se hace referencia a esos marcos que se expresan también en la
vivencia individual— se piensa en elementos que interactúan en el campo
de las representaciones, de las percepciones, de las sensibilidades, y no en
elementos atinentes a una esfera objetivo-factual.

Por otro lado, las Historias de vida también conducen a los investiga-
dos/entrevistadores a sumergirse en los dramas existenciales que marca-
ron y marcan lo vivido-individual y que ofrecen un conjunto de lecturas
reveladoras de una percepción grupal de los acontecimientos. El momento
de la entrevista no deja de ser un espacio de rememoración, de catarsis y
de reelaboración de las vivencias individuales y/o colectivas. La narración
de la experiencia puede brindar nueva luz sobre momentos pasados no re-
sueltos que constantemente retornan a la mente, como el cadáver de la his-
toria hindú vuele al árbol.19 Durante la dinámica de la entrevista, entrevis-
17  Los nombres de todos los personajes de esta narración histórica son ficticios.
18  Verena Alberti. Ouvir contar: textos en Historia Oral. Río de Janeiro: FGV, 2004.
19  Ibídem, p. 108.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

tado y entrevistador se adentran en un país extraño y procuran decodificar


una lengua diferente que representa las sensaciones, los pensamientos y
las acciones pasadas del sujeto que rememora. El trabajo final del histo-
riador se elabora remontando el rompecabezas ofrecido por el deponente,
construido al interior de la lógica mnemónica que iluminó un proceso de
asociación de fragmentos involucrados en su experiencia pasada.

No obstante, esa lectura presenta una inteligibilidad mayor cuando se


observa al interior de una experiencia concreta de análisis de una fuente
oral, la narración de una trayectoria de vida, en una revisión de su mo-
mento transicional: la salida de Brasil y el inicio de la construcción de una
nueva vida en Italia. En ese sentido, es importante ofrecer al lector algunas
informaciones, a partir de una breve presentación, sobre la entrevistada
que se constituye en clave de lectura de algunos elementos socioculturales
intrínsecos al proceso inmigratorio femenino contemporáneo. Se inicia con
una pequeña ficha técnica, que da algunas indicaciones sobre la realidad
actual y sobre aquella anterior a la inmigración; sigue con un proceso de
análisis de la trayectoria y de las elecciones de la entrevistada, busca inte-
rrelacionar la trayectoria personal con elementos que van más allá de lo
individual.

Inês es natural del estado de Santa Catalina, pero antes de viajar a Italia,
residió muchos años en São Paulo, ciudad en la cual vive hasta hoy su
familia. En la capital paulista, se casó y tuvo dos hijas y también allí se di-
vorció tiempo antes de tomar la decisión de partir a Italia. En el momento
de la entrevista, noviembre de 2004, ella vivía en Italia, en la provincia de
Arezzo, y estaba casada con un italiano del que había tenido un hijo. Su
historia refleja mucho más una búsqueda de satisfacción personal y de rea-
lización afectiva —aun destacando la falta que siente de los afectos familia-
res— que la necesidad de conquistar una base económica de supervivencia
o una mejor posición social y/o profesional. Por el contrario, el relato de
Inês muestra un proceso de pérdida absoluta en términos socioeconómi-
cos, especialmente en lo que se refiere a elementos que producen una idea-
imagen de ascenso social en los estratos medios brasileños, marcados por
el acceso a determinados servicios y la no-realización de ciertas activida-
des, sobre todo en el ámbito doméstico.

Considerando la concepción de Grele20 de que la narración del entrevis-


tado es un discurso para el presente, o mejor, pautado por su realidad pre-
sente y por sus experiencias actuales, es importante referir que el momento

20  Ronald grele, op. cit.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

de la entrevista tiene como signo el inicio de una dinámica de agudización


de la visión negativa que el inmigrante presenta, ante la sociedad local. No
se puede afirmar que las marcas de este preconcepto sean nuevas, pues se
remontan al final del siglo xx, pero —en un continuo aumento en el flujo de
entradas y en el bombardeo televisivo de imágenes tanto de inmigrantes
desembarcando en Lampedusa como de las redes de criminalidad cons-
truidas por grupos de «extracomunitarios»21— incrementan la sensación y
la representación de peligro y miedo que se elabora ante el diferente.

La propia decisión de emigrar de la deponente está signada por el fan-


tasma de un sueño, por la construcción de un espacio de libertad juvenil:
el deseo de vivir —por un período— en el exterior. Habiéndose casado
muy joven, con apenas 18 años, Inês tuvo que dejar a un lado sus fantasías
propias de la adolescencia e ingresar muy temprano en el mundo adulto
(de esposa y madre); con el divorcio, las antiguas ansias de la juventud
retornan a su mente:

«[…] creía que sería lo máximo tener esa experiencia, y por elecciones —entre
paréntesis— erradas y precipitadas que tuve, porque acabé casándome con die-
ciocho años, prácticamente hice que fuera imposible realizar, para mí misma, ese
sueño. Y después de un matrimonios de doce años en Brasil, del que nacieron
dos hijas, me separé y me divorcié, porque llegué a la conclusión de que era ex-
tremadamente infeliz y ahí comencé a cuestionarme: de ver lo quería hacer con
mi vida , efectivamente, para ser feliz, lo que creía que era importante.»22

De esta forma, la emigración nace en un contexto de revisión de vida,


en una esfera afectivo-personal, y se estructura como una búsqueda de re-
tomar una experiencia pasada irrealizada, una sensación de retorno a las
ansias y sueños de la juventud: tal vez, la recuperación de un «yo» perdido
o dejado de lado, al cual querer revivir. Los procesos emigratorios nacen
efectivamente de un cálculo —consciente o no— que tiene en cuenta los
pros y los contras, las pérdidas y las ganancias que la partida puede ge-
nerar. En la elaboración de un cuadro de costos y beneficios, el inmigrante
toma su decisión de partir porque considera que la posible realización per-
sonal (teniendo presente las esferas sociales, económicas y culturales) es un
elemento compensador del luto inherente al desplazamiento y al abando-
no de relaciones afectivas y profesionales.

21  Para una discusión sobre el proceso de negativización del concepto de «extracomunitario» veáse:
Luís Fernando Beneduzi. «Alguns lugares de memória do proceso diaspórico: narrativas de mulheres
brasileiras e argentinas na Itália contemporânea» en Revista Tempo e Argumento, Florianópolis nº 2, vol.
1, 2009.
22  ahe. Entrevista realizada en 08 de novembro de 2004, en Loro Ciufenna (Arezzo). Conservada en el
Áudio-arquivo sobre as migrações entre a Europa e a América Latina (areia), Génova.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

«El sueño de vivir fuera de Brasil, desde adolescente…», según afirmó


Inês, fue el hecho que motivó su salida del país al final de la década del
noventa. De la misma forma que muchos otros actores que participaron
de este proceso inmigratorio, que tuvo su inicio en los años setena y que
cobró impulso en las décadas posteriores, la expectativa de esta mujer era
mejorar de vida. Aún así, esta expectativa no debe ser interpretada por
el historiador de una forma reduccionista. Para un conjunto significativo
de hombres, mujeres, jóvenes y niños brasileños las motivaciones para
la inmigración intercontinental radicaban, sobre todo, en cuestiones que
involucraban al universo laboral o de formación educativa. Sin embargo,
para otros, las relaciones sociales vigentes en el ámbito de la familia, así
como las representaciones sociales positivas que circulan en la sociedad
brasileña sobre determinados países (Estados Unidos de América, Francia,
Inglaterra, etc.) también fueron un impulso. Este proceso histórico que
comporta múltiples experiencias, exige que el investigador en su análisis
tenga en cuenta las categorías de clase, género, generación, lugar de proce-
dencia (urbano/rural), región del país, religión, etc., para que no produzca
sujetos ideales.

Al final de los años noventa, la economía brasileña tímidamente daba


sus primeros pasos para superar una grave crisis que la asolaba desde la
década anterior. Inês, licenciada en Derecho, era socia de un escritorio de
abogados localizado en la ciudad de São Paulo. Según ella, en ese período
los rendimientos de la empresa oscilaban generando cierta inseguridad.
La abogada, ya con treinta años, se había divorciado hacía algunos meses
y vivía con sus dos hijas en una casa bastante confortable en un barrio de
la capital paulista. Luego de romper un vínculo afectivo con un novio ale-
mán con el que vivió por algún tiempo en Alemania, Inês decidió que era
hora de poner en práctica su antiguo sueño, o sea, «vivir fuera de Brasil».
De esta forma, el impulso para salir de su país, en 1999, nació de un ena-
moramiento que condujo a la entrevistada al Viejo Mundo, y aún habiendo
terminado muy rápidamente esa relación, decidió aprovechar la oportu-
nidad para «trasladarse a Europa». Es lo que ella misma afirmó sobre su
decisión:
«Porque entonces dije: “Tengo dos posibilidades efectivas” —de hecho, tenía
tres— para salir de São Paulo, donde vivía. O ir para Nueva York, donde tenía,
tengo todavía, una prima que vive allá; o ir para Londres, donde tenía a esa pri-
ma viviendo allá; o venir a la Toscana, a Florencia, donde tenía a esa otra prima.
Quiero decir, porque… obviamente, al salir de Brasil, tendría que traer a mis hi-
jas, no las iba a dejar… porque no tenía sentido, por otra parte, el hecho de tener
hijas fue un hecho que aplazó mucho esa decisión, porque decía, bueno, ahora
ya no es más el momento, porque ya tengo hijas, no es más el momento, pero

· 276 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

después de varios cuestionamientos, dije: “No, porque no es el momento”, basta


que me organice mejor, y lo podré hacer. Y fue eso lo que hice…»23

A diferencia de otros grupos sociales brasileños, entre las personas de


las capas medias urbanas la intención de emigrar para otros países, mu-
chas veces, es un proyecto individual, aunque las elecciones se vinculen
con redes de parentesco. Solamente después de un período de tiempo en
que este proyecto pasa a ser compartido con otros miembros de la familia,
tales como padres, hijos y cónyuges. Otro dato importante relativo también
a los estratos medios es que este proyecto inmigratorio requiere cierta pla-
nificación, sea desde el punto de vista financiero, sea del punto de vista de
las diferencias culturales que deberán enfrentarse en el extranjero. Inês, a
lo largo de dos años, ahorró, matriculó a sus dos hijas en una escuela bilin-
güe ubicada en el barrio de Morumbí, alquiló su residencia, y por último,
hizo un acuerdo con sus socios de la firma de abogados, en la que pasaría a
recibir un pro labore que ayudaría en su sustento y el de su hijas en la nueva
tierra. Inês no consiguió obtener los documentos que permitirían que ella
y sus hijas permaneciesen en el país legalmente luego de haber expirado la
visa de turista.

El hecho de tener su subsistencia básica garantizada a través de salarios,


becas de estudio de agencias nacionales o internacionales u otros tipos de
recursos es otro factor que diferencia a los inmigrantes de las capas medias
de los que proceden de otros grupos sociales brasileños. Para estos últimos,
los «movimientos» de retracción y absorción de mano de obra que ocurren
en el mercado de trabajo de los países a los que migran, son de funda-
mental importancia, mientras que para los demás estas cuestiones muchas
veces quedan en segundo plano. En los primeros seis meses en el nuevo
país, Inês se preocupó sobre todo en encontrar un lugar para residir y en
el proceso de escolarización de sus hijas, puesto que fue bastante difícil en
sus comienzos. Matriculó a las niñas en un colegio católico donde no se le
exigía el permesso di soggiorno.

Se observa en la narración de Inês citada anteriormente, que consideró


trasladarse de Brasil a las ciudades de Nueva York, Londres o Florencia.
La presencia de parientes (en este caso, primas) en los distintos lugares
orientaba sus elecciones. La existencia de redes sociales ya establecidas,
que puedan auxiliar al inmigrante en el momento de su llegada a una nue-
va tierra, parece ser una característica común a los diferentes grupos so-
ciales brasileños que inmigraron para el exterior en las últimas décadas
del siglo xx. La opción de Inês por Italia, a su vez, se dio en función de
23  Ibídem.

· 277 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

representaciones sociales que circulan en Brasil en relación a ese país, así


como de la posibilidad de residir en una ciudad de menor porte; además
de la fascinación producida por el primer contacto con Florencia en 1999.
Representaciones sociales que se alteraron con el pasar de los años en Italia.
He aquí los recuerdos de Inês:

«Luego, me identificaba con los italianos por su alegría, por la… hai capito, por
la capito oh el italiano me entra así, de vez en cuando… por la disponibilidad
que… que son personas así que de una cierta manera creía que tenía ver con
nuestra característica de brasileños, más abiertos. Diferente de los alemanes, que
son cerradísimos, entendiste, ingleses también —en Londres también— y en los
Estados Unidos no [sic] pensaba, bueno si voy a salir de una ciudad caótica co-
mo São Paulo, voy a una Nueva York, bah, locura, a Londres, también, es otra
locura»24.

Los estudios de los fenómenos migratorios transnacionales ocurridos


en el siglo xx, enmascararon la presencia de las mujeres en estos procesos
históricos. Los sujetos de la migración eran, sobre todo, los hombres adul-
tos o las familias entendidas como una unidad. Con el surgimiento de los
Estudios de género y la Historia de las mujeres, este escenario, paulatina-
mente, fue cambiando a partir de la década del ochenta. En el caso brasi-
leño, en el ámbito de las Ciencias Sociales se destacan las investigaciones
realizadas por Sales25, Kosminsky26, Assis27 y Piscitelli28. Como se afirmó
anteriormente, en Historia los estudios sobre esta temática aún están en sus
inicios; todavía autores tales como Frotscher29 abordan tangencialmente
las experiencias de las mujeres en estos procesos.

En ningún momento de su narración Inês afirmó que su traslado a Italia


estuviera asociado a la perspectiva de encontrar un cónyuge, perspectiva
presente entre muchas jóvenes brasileñas que trabajan de prostitutas en las
capitales nordestinas y acaban casándose con europeos. O entre las mujeres
de capas medias que a través de agencias matrimoniales encuentran pareja
en el Viejo Mundo. Esta perspectiva posiblemente estaba en el horizonte

24  Ibídem.
25  Teresa Sales. Brasileiros longe de casa. São Paulo: Cortez, 1999.
26  Ethel V. Kosminsky. «Questões de gênero en estudos comparativos de inmigración: mulheres
judias en São Paulo e en Nova York» en Cadernos Pagu, Campinas, v. 23, 2004, pp. 279-328.
27  Gláucia de O. Assis. «Mulheres imigrantes no passado e no presente: gênero, redes sociais e mi-
grações internacionais» en Revista Estudos Feministas. Florianópolis: v. 15, 2008, pp. 745-772.
28  Adriana G. Piscitelli. «Industria del sexo y mercado matrimonial: la migración brasileña hacia
Italia en el marco del turismo sexual internacional» en Gioconda Herrera; Jacques Ramírez (org.) Amé-
rica Latina migrante: Estado, familia, identidades. Quito: FLACSO, 2008, pp. 231-257.
29  Méri Frotscher. «Trabalhadores brasileiros, brasileiros trabalhadores: resignificação da identi-
dade étnica entre emigrantes de origen rural (do Oeste do Paraná para a Suíça, 1970-2008)» en Revista
Espaço Plural, v. 10, 2009, pp. 103-112.

· 278 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

de expectativas de Inês, puesto que algunos meses después de su arribo a


Italia se enamoró de Enzo.
«Fui a una discoteca [risas] […] Ahí… ahí él se presentó y conversamos, y fue
aquella cosa de amor a primera vista, fue una cosa así, fortísima. Después de eso,
nos vimos, no lo sé, una semana después, y después comenzó ahí a intensificar-
se [sic] y ahí comenzamos a enamorarnos firmemente, ¿comprendiste? Tipo, de
presentarme a su familia para conocer a toda la familia, abuelo, hermana, etc…
Sin embargo, él tiene una particularidad, sus padres ya murieron, no tiene pa-
dres, y además él es siete años más joven que yo. Él nació en el 74 y yo nací en el
66, él tiene la edad de mi hermano, de mi hermano del medio, y… nulla»30.

En función de problemas relacionados con el alquiler de una vivienda,


las cosas se precipitaron entre Inês y Enzo. Pasaron a residir juntos en la
casa de él, y después de un corto período decidieron que se casarían. Fue
en este momento que Inês comenzó a cuestionarse sobre su condición de
inmigrante en Italia, al final de la década del noventa. Lo que caracteriza a
los movimientos migratorios transnacionales de la segunda mitad del siglo
xx es el hecho de que tienen un carácter provisorio: las personas se trasla-
dan a otros países teniendo en mente la perspectiva del retorno. Según los
planes trazados por Inês en Brasil, ella permanecería en Italia por apenas
dos años. El matrimonio alteró profundamente esos planes. La mujer y su
futuro cónyuge viajaron a Brasil con diferentes objetivos: presentar el pre-
tendiente a la familia de Inês que lo recibió muy bien; vender el inmueble
residencial que tenía en la ciudad de São Paulo; deshacer la sociedad de la
firma de abogados y resolver el problema de la custodia de las niñas con
el padre de ellas, y con los representantes del Poder Judicial. El enlace ma-
trimonial ocurrió en septiembre de 2001. Como afirmó Inês, «fue un casa-
miento lindísimo, fue maravilloso, de sueño. Como teníamos prácticamen-
te todo para la casa, el presente de los invitados, el presente de casamiento
fue un viaje a Tailandia, fuimos a Bali y a Bangkok. Inolvidable, también,
veinte días maravillosos…» 31

En su relato, Inês informó que desde el inicio de su estadía en Italia, se


dedicó a la educación de sus dos hijas y a las actividades domésticas en su
casa. Los argumentos presentados para explicar el hecho de que una pro-
fesional liberal relativamente exitosa en Brasil se hubiera transformado en
un ama de casa en Italia, están asociados con la ausencia de documentación
que le permitiese trabajar fuera del hogar. Se entiende que otros factores
no explicitados en la fuente documental (inseguridad con respecto al uso
del idioma, dificultad de inserción en el mercado de trabajo debido a su

30  ahe, op. cit.


31  Ibídem.

· 279 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

origen extranjero, etc.) inducen a esta práctica en la nueva tierra. En ningún


momento manejó la posibilidad de revalidar su diploma de licenciada en
Derecho y seguir con su carrera de abogada en Italia.

Otra cuestión que llama la atención del historiador es el hecho de que


Inês se haya casado con un hombre con estudios inferiores a los de ellas.
Entre las mujeres de estratos medios con diplomas universitarios que se
casan a través de agencias matrimoniales, no son raros los casos en que
acaban uniéndose con hombres que trabajan como obreros. Prácticas que
posiblemente no desarrollarían si permaneciesen en Brasil. El ideal de ca-
samiento para estas mujeres brasileñas de las capas medias, insertas en los
procesos migratorios transnacionales, prevalece sobre otros valores difun-
didos por el discurso feminista de la segunda onda, que se caracteriza por
relaciones sociales más igualitarias, sobre todo en el ámbito del trabajo.

Inês, conforme se consolidó, residió algún tiempo en Italia como indo-


cumentada. En razón de su casamiento con Enzo, ella y su hija menor ac-
cedieron a la ciudadanía italiana. Su hija mayor todavía tendrá que residir
algunos años en el país para obtener el visado permanente. La entrevistada
entendía el significado negativo de ser inmigrante en el momento en que
necesitaba ir a Questura para resolver problemas relativos a la documen-
tación. Es importante observar que el tratamiento que le proporcionaron
los funcionarios de la referida repartición era más gentil cuando estaba
acompañada por su marido. Se sabe que la representación social difundida
en gran escala en varios países europeos sobre las mujeres brasileñas está
asociada al trabajo de la prostitución. La presencia de Enzo en la Questura
apartaba de Inês ese «espectro» que ronda a la mayoría de las mujeres bra-
sileñas residentes en Europa en las dos últimas décadas del siglo xx, inde-
pendientemente de la capa social a la que pertenezcan. He aquí el relato
de Inês:

«Es mi perspectiva esa, y otra cosa, que es así, realmente traumatizante lidiar
con Questura. Sientes en la piel lo que es el preconcepto, no tienes idea de lo que
es eso, cuando vives en tu país, no tienes idea. Eso es algo que me duele mucho,
sabes. Y… entonces, para mí es una cuestión de honor tener la ciudadanía, por-
que no quiero tener nada más que ver con Questura, ¿comprendes?, no quiero
tener otra necesidad de ellos, que no sea la de renovar el pasaporte, y basta.
¿Comprendes? Porque así quiero ser tratada como una persona normal, ciuda-
dana italiana, con mis derechos, ellos tiene que tratarme con normalidad. Y…
porque sinceramente mi voluntad es la de regresar a Brasil».32

32  Ibídem.

· 280 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Una mirada a lo femenino: Historia de vida y género en la inmigración brasileña a la Italia contemporánea

Al repensar su experiencia de expatriación, la deponente puede (re)crear


un hilo narrativo que proporciona una lógica a sus elecciones, pautadas por
una búsqueda de realización personal, en algunos momentos, un encuen-
tro consigo misma. Reelaborando la trayectoria que la trajo hasta Italia,
Inês destaca el proceso de «asimilación» de la pérdida, en una búsqueda
de realizar un sueño de vivir en el exterior, acallado desde su juventud.
Aun destacando las dificultades vividas, especialmente en lo que se refie-
re a la realización de las tareas domésticas a las que no estaba habituada,
la entrevistada ve en todo un espacio de crecimiento, una experiencia de
maduración.

La nostalgia que Inês siente por todo lo que genéricamente denomina


Brasil es bastante grande. Ese sentimiento, según la entrevistada, se mani-
fiesta en diferentes situaciones. Para la mujer, las relaciones sociales que
los italianos (y los otros europeos) establecen en el ámbito de la familia
son de carácter impersonal. En Brasil los parientes se visitan unos a otros y
pueden contar con su solidaridad recíproca en diferentes ocasiones. Inês se
siente extraña con relación a la lógica individualista que orienta a aquella
sociedad. En lo que atañe a la alimentación, también percibe problemas: las
frutas no son tan sabrosas como las brasileñas, no es posible comer carne
bovina con frecuencia, etc. Su madre inclusive le envía a través del correo,
paquetes de jugos de naranja en polvo. La localidad donde reside tampoco
está a salvo de las críticas. No tiene una actividad cultural semejante a la
que existe en la ciudad de São Paulo. Tal como se mencionó anteriormen-
te, la posibilidad del retorno caracteriza a las diásporas contemporáneas.
El discurso de Inês sintetiza este proceso: «entonces, tengo nostalgia de
Brasil, sí. Sin embargo, te digo una cosa, si vuelvo a Brasil —digo siempre
si, porque mientras no esté allí, no digo “volví”— voy a sentir mucha nos-
talgia de aquí»33.

De todas formas, el viaje de Inês no llegó a su fin: a causa de las situa-


ciones vividas en el contacto con el nuevo país (incluyendo la falta de los
afectos familiares), aun después de cuatro años, ella piensa en el retorno, y
estar en Italia se presenta como una experiencia transitoria en su horizonte
de expectativas. El lugar del sueño cambió y la antigua tierra de la realiza-
ción personal —el exterior— no representa más el espacio de la libertad; en
su nueva realidad, Brasil se transformó en el espacio representativo de una
vida más plena de felicidad.

33  Ibídem.

· 281 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Luís Fernando Beneduzi - Sílvia María Favero Arend

El relato y el análisis de la experiencia de Inês permiten discutir tres


elementos importantes que se cruzan en la Historia del tiempo presente:
la cuestión del proceso de elaboración de una memoria sobre dinámicas
históricas en curso, el desafío de pensar lo cultural y las representaciones
con relación a lo contemporáneo, y las subjetividades presentes en objetos
históricos muchas veces percibidos como homogéneos. En el primer ca-
so, la entrevistada ilustra —a partir de su deposición— la autorreflexión
que acompaña a las situaciones inacabadas y la forma en que vivencias
del presente producen determinadas rememoraciones sobre el pasado. La
segunda discusión está relacionada con un análisis de las sensibilidades y
de las dinámicas de elaboración de un imaginario social sobre los procesos
inmigratorios, en los que el presente constituye un espacio continuo de
construcción de deconstrucciones. Por último, la cuestión de la homoge-
nización de la experiencia migratoria puede ser relativizada y discutida a
partir de relatos que explican otras facetas y otras trayectorias de inmigra-
ción, y que rompen con una voz que uniformiza la narración totalizadora.

· 282 ·
III.2. La gravitación actual de las fuentes digitales

La documentación electrónica y el estudio del presente:


posibilidades y desafíos

Juan Andrés Bresciano


Universidad de la República

1. Introducción

El relevamiento y el análisis de fuentes archivísticas constituyen ruti-


nas metodológicas fundamentales de ciertas especializaciones en el campo
de las Ciencias Históricas. Sin embargo, cuando los temas que se indagan
responden a un pasado inmediato o reciente, el acceso a los repositorios
documentales y la consulta irrestricta de sus fondos puede sufrir notorias
limitaciones. En décadas recientes, tales impedimentos comienzan a ate-
nuarse gracias a las tecnologías de la información y de la comunicación,
que multiplican los soportes y formatos documentales, ampliando el con-
cepto de archivo y modificando los modos de identificación y de reproduc-
ción de los datos que aportan las fuentes. Así como las tabletas de arcilla,
el papiro, el pergamino y el papel pautaron —junto a otros soportes— los
modos de almacenar información en diferentes períodos históricos duran-
te los últimos seis mil años, desde las décadas finales del siglo anterior el
surgimiento de los soportes electromagnéticos y de los formatos digitales
condicionan, de modo creciente, las formas de consignar, organizar y co-
municar las experiencias históricas, y permiten que se digitalicen todas las
formas conocidas de fuentes. Como resultado de ello, la documentación
electrónica —en sus diversas tipologías— se impone paulatinamente, tan-
to en el ámbito estatal como en el societal, en la vida pública y en la vida
privada, y genera modalidades heurísticas novedosas, transformando a los
archivos tradicionales e implementando nuevas clases de repositorios.

Estos cambios inciden —desde una perspectiva metodológica— en el


abordaje histórico del presente. En razón de ello, el presente trabajo pro-

· 283 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

cura analizar las posibilidades investigativas que brindan los documentos


electrónicos y los archivos digitales, así como los desafíos que plantean.

2. El tiempo actual y su especificidad heurística: los documentos


electrónicos como fuentes complejas

Como bien es sabido, en sus orígenes la Historiografía se interesaba por


los eventos significativos (fundamentalmente político-militares) de un pa-
sado relativamente próximo, vivido por el propio investigador o por los
testigos de los que éste se servía en sus pesquisas. En tal contexto, la ob-
servación directa de los hechos, o su estudio indirecto mediado por relatos
orales, constituían los procedimientos básicos de un saber en el que se di-
luían los límites entre pasado y presente. Las figuras más representativas
de la Historiografía griega y latina, operaron con esos criterios metodo-
lógicos, a los que sumaron una incipiente —aunque débil— crítica de la
documentación escrita. Gracias a la Filología renacentista y a la Paleografía
y Diplomática del Barroco —promovidas tanto por la Historiografía confe-
sional como por la secular—, el análisis de la autenticidad del documento
escrito y de la veracidad de sus contenidos se incorporó definitivamente
al bagaje heurístico de los estudios del pasado. En detrimento de las fuen-
tes orales (y de las arqueológicas), los registros que se basaban en la pala-
bra escrita terminaron imponiéndose en el proceso de consolidación de la
Historiografía como disciplina académica, en el tránsito del siglo xviii al
xix. Favoreció esta tendencia la conformación de archivos gubernamenta-
les en los que se conservaba y sistematizaba la documentación producida
primero por el Estado dinástico, y posteriormente por el Estado nacional.

Durante el siglo xix la organización racional de los repositorios públicos


y la relevancia otorgada a la Historia política, militar y diplomática de los
Estados —considerados, en ese entonces, los actores fundamentales de la
Historia Universal— motivaron que el historiador profesional privilegiara
el documento de archivo como fuente fundamental de sus indagatorias.
Esta opción por las fuentes escritas —en perjuicio de otras— y de los docu-
mentos de archivos públicos —en menoscabo de otras clases de registros—
contribuyó (junto con otras disquisiciones de carácter epistemológico) a
excluir el presente de las investigaciones históricas. Gravitó en este proceso
de exclusión una característica operativa básica de los archivos históricos
nacionales, ya referida en la Introducción: la adopción de un plazo de re-
serva o de embargo de los documentos que suele oscilar entre unas pocas
décadas y un siglo.

· 284 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

En la perspectiva de los historiadores positivistas, si el documento de


archivo es el camino seguro que conduce al conocimiento de lo que resul-
ta significativo con relación al pasado, y su acceso resulta restringido por
varias décadas, el pasado inmediato o reciente debería quedar excluido de
cualquier clase de indagatoria. Como evidencian buena parte de los traba-
jos reunidos en esta compilación, no es éste el único argumento para recha-
zar el estudio del presente en cuanto objeto de la pesquisa histórica, pero
no puede ignorarse su incidencia dentro del conjunto de las consideracio-
nes teórico-metodológicas planteadas por la Historiografía tradicional. Se
trata de un argumento que reposa en tres criterios:

(i) Criterio cognitivo: son los acontecimientos políticos, militares


y diplomáticos del Estado nacional el objeto fundamental de
estudio.
(ii) Criterio heurístico: son las fuentes escritas las más confiables pa-
ra esa tarea, y dentro de estas últimas, son los documentos de
archivo los que mejor informan sobre esa clase de hechos.
(iii) Criterio archivístico: los repositorios documentales públicos sue-
len estar sometidos a plazos de embargo que limitan temporal-
mente el acceso a aquellas fuentes que resultan imprescindibles
para conocer el pasado.

Las sucesivas renovaciones metodológicas de la Historiografía del si-


glo xx han contribuido a revertir esos criterios, al ampliar sustancialmente
el objeto de estudio disciplinario, incorporando fuentes no tradicionales y
otros insumos que registran aquellos fenómenos desdeñados por la mayo-
ría de los historiadores decimonónicos. Como fruto de estas transformacio-
nes, los investigadores actuales utilizan fuentes: (i) económicas, sociales y
culturales, y no sólo políticas; (ii) privadas y no sólo públicas; (iii) seriales y
no sólo individuales; (iv) orales, gráficas, audiovisuales y materiales, y no
sólo textuales; (v) bibliográficas y hemerográficas y no sólo archivísticas.

En el transcurso de las últimas décadas, el propio concepto de fuente


histórica además de ampliarse, se redefine con el nacimiento de los regis-
tros electrónicos. Citando una definición bastante precisa:
«Un documento electrónico es aquel contenido en un soporte electrónico que,
para su visualización requiere una pantalla textual, una pantalla gráfica y/o unos
dispositivos de emisión de audio, vídeo, etc., según sea el tipo de información
que contenga.»1

1  Marías Jesús Lamarca. Hipertexto. El nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen. [En
línea]. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en: http://www.hipertexto.info/documentos/docu-
ment.htm

· 285 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

El modo en que se almacena la información en el soporte electrónico


permite clasificar a dichas fuentes en dos tipos: analógicas y digitales. Estas
últimas (las más relevantes en la actualidad) registran los datos a partir
de un código binario, basado en impulsos electromagnéticos positivos o
negativos, y requieren de un ordenador para que la lectura del documento
sea posible.

Sin lugar a dudas, la generalización de los soportes electrónicos, en una


primera instancia, y la difusión de la digitalización, en una segunda etapa,
tienen consecuencias revolucionarias en el concepto de fuente histórica,
porque diluyen las diferencias que tradicionalmente se mantenían entre
los distintos tipos de registros, en razón de cuatro aspectos básicos:

(i) Soporte: elemento material en que se consigna la información


(papiro, pergamino, papel, etc.).
(ii) Medio: sistema comunicacional mediante el que se transmite la
información (oral, textual, iconográfico, audiovisual, etc.).
(iii) Clase: categoría que responde a la naturaleza de los contenidos
y de las funciones que cumplen los documento (actas, infor-
mes, memorias, cartas, notas, etc.).
(iv) Formato: disposición de los aspectos formales y sustanciales del
documento en razón del modo en que se genera, se conversa
y se difunde (con relación a documentales textuales: inéditos,
libros, artículos de revistas, artículos de periódicos, folletos,
hojas sueltas, etc.).

Las diferencias tipológicas que generan estos cuatro aspectos se superan


progresivamente con la documentación digital. Esas diferencias responden
al hecho de que cada medio de transmisión de datos suele asociarse a so-
portes y a códigos de almacenamiento específicos. La información verbal
requiere de ondas sonoras para transmitirse y de receptores próximos para
almacenarse en su memoria. La información textual precisa de sistemas es-
criturarios para consignarse y de la impresión para difundirse. La informa-
ción sonora necesita de ondas acústicas para comunicarse y de grabaciones
para almacenarse. La información visual depende de haces lumínicos para
propagarse y papel o celuloide sensible, para producir piezas fotográficas
o cinematográficas. Con el advenimiento de las tecnologías digitales, la in-
formación (no importa el medio original en que se genera) se registra en
el mismo medio y con el mismo código. Las señales que codifican textos,
sonidos o imágenes son reducidas a combinaciones de dígitos. Las diferen-
cias entre sistemas de comunicación por tipo de información —radio, cine,

· 286 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

televisión, industria editorial— desaparecen también, dando origen a un


nuevo sistema comunicacional capaz de integrar a todos los anteriores.

Las fuentes electrónicas —y más específicamente las digitales2— se di-


versifican gracias a la conjunción de tres clases de tecnologías que originan
documentos asociados: las tecnologías de la información producen regis-
tros computacionales, las tecnologías de la comunicación generan registros
telemáticos, y las tecnologías audiovisuales crean registros multimediáti-
cos. Tal diversificación tiene consecuencias metodológicas insoslayables
para el estudio del presente, no sólo porque amplía el especto heurístico,
sino porque modifica algunas características sustanciales del documento
tradicionalmente concebido. Por sus rasgos estructurales, las nuevas fuen-
tes introducen modificaciones en cinco aspectos básicos que involucran a
la investigación histórica:

(i) La relación entre el documento y el investigador. En términos gene-


rales, los registros preinformáticos se presentan como unida-
des con escaso grado interactivo, ya que no suelen incorporar
herramientas que orienten las consultas del usuario. Una pieza
bibliográfica puede incluir diferentes clases de índices, que fa-
vorezcan la identificación de datos útiles, y en última instancia
el historiador es libre de leer un texto en el orden que crea con-
veniente, de acuerdo a criterios de selección que vienen dados
por sus intereses. De todos modos, las lecturas tienden a ser
secuenciales, porque la naturaleza de la documentación clá-
sica no alienta otras modalidades. En contraste, los registros
digitales habilitan operaciones interactivas muy diversas: (a)
la búsqueda de palabras, frases, etc.; (b) la formulación de con-
sultas a través de programas o de rutinas que devuelven datos
específicos; (c) la solicitud de modificación del formato y de la
configuración de la fuente; (d) la incorporación de comentarios
por parte del usuario; (e) la selección de partes de las fuentes
para exportarlas a otros archivos de textos; (f) la modificación
de los contenidos, en sentido estricto, mediante lo que se de-
nomina el proceso de actualización de un documento3. La rela-
ción interactiva entre registro e investigador y la posibilidad
de actualización permanente, alteran los límites entre pasado
y presente. Una unidad de información generada hace décadas

2  Ver “Documentos Digitales”. [En línea]. msinfo. Sistemas de Información. [Citado el 30 de enero
de 2010]. Disponible en Internet en: http://www.msinfo.info/propuestas/documentos/documentos_di-
gitales.html
3  Ibídem.

· 287 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

puede «dialogar» de manera muy fluida con un investigador


del presente, respondiendo a preguntas que no hubieran sido
pensables en el contexto en que se produjo el propio documen-
to. Las interrogantes, obviamente, nacen del investigador y
de su presente; el documento no contiene en sí las respuestas,
pero posee datos y mecanismos interactivos que si se utilizan
adecuadamente permiten generarlas. A su vez, la actualización
potencial de toda unidad de información digital (excepto las
que explícitamente hayan sido inhabilitadas), también altera
la relación entre pasado y presente, en la medida en que his-
toriza a una fuente. En razón de este proceso, un documento
se convierte en la suma de todas sus versiones y, a menos que
haya una resolución explícita por parte de su creador, nunca se
encuentra definitivamente acabado4.

(ii) La relación entre el documento y la información que brinda. En las


fuentes tradicionales suele prevalecer un medio de transmisión
de datos: el textual, el oral, el gráfico o el audiovisual. La com-
binación de medios resulta posible, pero presenta restricciones
manifiestas, debido una rigidez estructural dada por la especi-
ficidad monomediática de ciertas clases de soportes. Las fuen-
tes electrónicas y en particular las multimediáticas, vulneran la
hegemonía de la palabra escrita y amplían el concepto de infor-
mación, ofreciendo registros que armonizan textos, sonidos e
imágenes ya no en secuencias lineales sino relacionales. Como
resultado de ello, se modifica el proceso de lectura del docu-
mento, se transforma el modo en que se presentan los conte-
nidos, y cambian definitivamente las formas en que el usuario
utiliza a la fuente, considerada como un único producto o co-
mo una articulación de múltiples clases de productos. Mientras
que los registros tradicionales se presentan como unidades rí-
gidas e inmodificables, los multimediáticos pueden asumir las
más variadas presentaciones —elegidas por el usuario desde
el presente— y pueden escindirse en sus componentes consti-
tutivos —también a partir de operaciones que se realizan en el
presente— de modo tal que los elementos textuales, sonoros,
gráficos o audiovisuales se procesen de manera conjunta o au-
tónoma, a partir de las opciones que el investigador elija5.

4  Ibidem.
5  Ibídem.

· 288 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

(iii) La relación de un documento con otras unidades de información.


Habitualmente las fuentes clásicas se organizan como piezas
aisladas, es decir, constituyen entidades discretas, físicamente
separadas de otras de su tipo y almacenadas en repositorios
específicos. Ciertas herramientas como los índices y las notas
a pie de páginas introducen elementos relacionales que remi-
ten al usuario a otras secciones de la misma fuente o a otras
complementarias. Estas primeras expresiones de hipertextuali-
dad resultan potenciadas, en un contexto digital, mediante las
tecnologías hipermediales. En los documentos telemáticos, un
sitio web puede remitir a otros, una sección puede conducir a
otras, un texto puede enlazar con una imagen, o un archivo de
audio o un registro oral puede presentar al usuario un archivo
de texto con su transcripción. De este modo, el investigador
actual navega por un universo cibernético infinito, en el que
las unidades de información no se encuentran físicamente se-
paradas sino digitalmente imbricadas. Si bien las fuentes y sus
enlaces se generan en un tiempo determinado, las consultas
que se realizan en el presente producen lecturas transversales
únicas, en función de intereses cambiantes. Si a ello se agrega
que las propias fuentes y sus enlaces pueden actualizarse, la
gravitación del presente en la permanente reconfiguración de
los registros hipermediables resulta incuestionable6.

(iv) La relación entre el documento y el repositorio en que se custodia.


Las fuentes tradicionales se conservan en una locación especí-
fica, como parte de un archivo con restricciones que dificultan,
en muchos casos, el estudio del pasado reciente. En contraste,
los registros electrónicos (y en particular los telemáticos) gozan
de ubicuidad, pueden preservarse en múltiples repositorios
simultáneamente (algunos de ellos virtuales), no presentan
restricciones significativas para su consulta, y además son om-
niaccesibles: se los puede utilizar en cualquier momento, des-
de cualquier punto del planeta en que el usuario disponga de
una conexión a Internet. La ubicuidad, el carácter irrestricto de
las consultas y la omniaccesibilidad suponen una modificación
sustancial de las limitaciones metodológicas asumidas por la
Historiografía tradicional para negar el estudio del presente7.
A ello se suman las iniciativas regionales y mundiales a fin de
instaurar el Gobierno electrónico, en un proceso que transforma
6  Ibídem.
7  Ibídem.

· 289 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

definitivamente el vínculo entre el investigador y los archivos


estatales.

3. La gravitación del presente en los archivos históricos actuales

En el transcurso de las dos últimas décadas, las fuentes que nutren los
archivos nacionales, provinciales y municipales, experimentan cambios
profundos, merced a dos tendencias globales: la universalización progre-
siva del uso de documentación informática de carácter público y la digi-
talización selectiva o exhaustiva del acervo de algunos organismos. Para
ponderar los efectos del ambos procesos, conviene partir de una definición
del concepto de Gobierno electrónico8. Se entiende por esta expresión el
uso sistemático de las tecnologías de la información y de la comunicación
en el cumplimiento de las funciones gubernativas y administrativas que
caracterizan al Estado contemporáneo. La aplicación de esas tecnologías
afecta a los procesos que vinculan al gobierno con sus ciudadanos, con sus
funcionarios, con las empresas, y con otros gobiernos. El proceso de incor-
poración de las nuevas tecnologías se desarrolla en tres niveles sucesivos9
que consisten en:

(i) La difusión de información. A través de portales de Internet las


autoridades divulgan información gubernamental que resulta
de utilidad pública. Dentro de estas actividades se incluye la
publicación de normas jurídicas, de reglamentos administrati-
vos, de presupuestos, de plantillas y escalafones, de boletines
oficiales, etc.

(ii) La interacción comunicativa. Mediante herramientas diversas


(correo electrónico, formularios, foros virtuales), las institucio-
nes que componen el gobierno y la administración pública reci-
ben consultas de particulares, de empresas y de organizaciones
de la sociedad civil, y responden a ellas mediante comunicados
electrónicos.

8  Para profundizar sobre este tema, ver Andrés Saravia. Un momento decisivo para el Gobierno elec-
trónico. El avance de las nuevas tecnologías en Europa y sus comparativas con América Latina. Montevideo:
Amalio M. Fernández, 2006; R. S. Piana. Gobierno electrónico. Gobierno, tecnologías y reforma. La Plata:
Universidad Nacional de la Plata, 2007; Laura Nahabetián. Gobernanza electrónica y Gobierno electrónico.
Montevideo: Amalio M. Fernández, 2009.
9  Patricia Araiza y otros. “Niveles de Gobierno electrónico. Revisión de literatura”. [En línea].
Universidad Autónoma de Chihuahua. Extensión y Difusión Cultural. Revista Síntesis.[Citado el 30 de enero
de 2010]. Disponible en Internet en: http://www.uach.mx/extension_y_difusion/synthesis/2009/08/20/
niveles_de_gobierno_electronico_revision_de_literatura.pdf

· 290 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

(iii) La realización de transacciones en línea. Supone el nivel más ele-


vado de informatización de la gestión pública, en la medida
en que permite que los ciudadanos realicen toda clase de trá-
mites por medios electrónicos: pago de impuestos, inscripción
en instituciones educativas públicas, registros de vehículos, ob-
tención de documentos de identidad, obtención de partidas de
nacimiento, matrimonio, defunción, etc.

Como ejemplo de la instrumentación de estos tres niveles, la Carta


Iberoamericana de Gobierno Electrónico, aprobada en 2007 por la IX Conferencia
Iberoamericana de Ministros de Administración Pública y Reforma del
Estado, establece una serie de objetivos que pautan el alcance y las conse-
cuencias de la introducción de la documentación electrónica para quienes
se interesan por el estudio del pasado inmediato. En tal sentido, los países
signatarios se comprometen a que sus ciudadanos puedan:

«a. Dirigir por vía electrónica todo tipo de escritos, recursos, reclamaciones y
quejas a los Gobiernos y las Administraciones Públicas, quedando éstos igual-
mente obligados a responder o resolver como si dichos escritos, reclamaciones y
quejas se hubieran realizado por medios tradicionales.
b. Realizar por medios electrónicos todo tipo de pagos, presentar y liquidar im-
puestos y cualquier otra clase de obligaciones.
c. Recibir por medios electrónicos notificaciones cuando tal medio sea aceptado
por el ciudadano o si el ciudadano así lo solicita.
d. Acceder por medios electrónicos a la información administrativa general con
igual grado de fiabilidad que la que es objeto de anuncio en diarios boletines
oficiales o la que se publica en anuncios oficiales por cualquier medio.
e. Acceder los interesados electrónicamente a los expedientes para conocer el
estado en que se encuentra la tramitación de los mismos.
f. Acceder por medios electrónicos a información pública de alto valor agregado
que sirva a aumentar la competitividad de los países […]
g. Utilizar y presentar ante el Gobierno o las Administraciones Públicas las re-
soluciones administrativas en soporte electrónico, así como los documentos ad-
ministrativos electrónicos en las mismas condiciones que si fueran documentos
en papel, así como poder remitirlas por medios electrónicos a la Administración
de que se trate.» 10

Todas estas operaciones solían generar anteriormente una abundante


papelería que se recolectaba en archivos administrativos e intermedios, y
que posteriormente se depositaba en archivos históricos, luego de un pro-
ceso de selección. En la actualidad un volumen creciente de documentos
electrónicos se integran en repositorios parcialmente disponibles a la con-
10  “Carta Iberoamericana de Gobierno Electrónico. Adopatada por la XVII Cumbre Iberoamerica-
na, Chile, noviembre de 2007”. [En línea]. Centro Latinoamericana de Administración para el Desarrollo.
[Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet en:
http://www.clad.org/documentos/declaraciones/cartagobelec.pdf/view

· 291 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

sulta pública, desde el momento mismo en que se generan. De este modo,


se facilita el seguimiento automático de actuaciones y resoluciones que
aportan información privilegiada para la comprensión de la más variada
clases de fenómenos —no sólo político-administrativos, sino sociales y cul-
turales—, los que antes resultaban mucho más difíciles de documentar y
de analizar en forma serial. Un ejemplo ilustrativo del modo en que opera
un sistema de tales características en un país latinoamericano, lo propor-
ciona el Portal del Estado Uruguayo, que brinda información en línea de los
trámites y servicios de la administración pública y permite un seguimiento
actualizado11. Igualmente representativo resulta el sitio web de la Agencia
para el Desarrollo del Gobierno de Gestión Electrónica y de la Sociedad de la
Información y del Conocimiento (agesic) 12 del referido país.

3.1. Los archivos públicos

El Gobierno electrónico, en cuanto iniciativa internacional orientada a


la aplicación de las nuevas tecnologías en la gestión administrativa del
Estado, resulta de gran interés para el historiador, ya que conduce a la or-
ganización de repositorios que difieren notoriamente de los tradicionales,
al tiempo que redefine la relación entre el historiador y el documento. A
modo de ejemplo, podría referirse el caso de la recopilación de normas jurí-
dicas. Tradicionalmente, éstas se publicaban en registros nacionales, orde-
nadas cronológicamente, para que el investigador las consultase mediante
índices analíticos de diversa índole. Hoy en día, la informatización de los
poderes del Estado amplía notablemente el potencial de esas viejas ope-
raciones de búsqueda. Considérese la estructura que presenta el sitio web
del Poder Legislativo13 de Uruguay, país que junto con Colombia y Chile
lidera en la adopción de estos recursos en el ámbito latinoamericano14. La
página en cuestión ofrece una función automática para localizar el texto
de cualquier ley aprobada por el Parlamento uruguayo desde 1935 hasta
la actualidad. La identificación del texto se obtiene mediante el número de

11  Portal del Estado Uruguayo. [En línea]. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet en:
http://www.uruguay.gub.uy/
12  Agencia para el Desarrollo del Gobierno de Gestión Electrónica y de la Sociedad de la Información y del
Conocimiento. [En línea]. [Consultado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet en: http://www.
agesic.gub.uy/
13  Poder Legislativo. Parlamento del Uruguay. [En línea]. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible
en Internet en: http://www.parlamento.gub.uy
14  Entre 192 países evaluados en 2010 por un programa de las Naciones Unidas, Colombia ocupa
el puesto 32, Chile el 34 y Uruguay el 36, por delante de varios países de la Europa Mediterránea y la
Europa Oriental. («United Nations E-Government Survey 2010». [En línea]. United Nations Administa-
tion Online Network in Public Administration and Finance. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en
Internet en: http://www2.unpan.org/egovkb/global_reports/10report.htm).

· 292 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

la ley, o la fecha de aprobación, o el tema que trata, o los descriptores que


el usuario ingrese. A su vez, el sitio brinda acceso a los diarios de sesio-
nes de la Cámara de Representantes, de la Cámara de Senadores y de la
Asamblea General, para los interesados en analizar los debates previos a la
aprobación de una ley específica. Por cada cámara, se presenta la actividad
del cuerpo, día a día, las citaciones, los listados de asistencia, los textos de
los repartidos, los textos de los pedidos de informe, el audio de las sesio-
nes, las versiones taquigráficas y las actas correspondientes. Asimismo se
publica el cronograma de la actividad parlamentaria, con el listado de las
asistencias de los legisladores. Se trata desde todo punto de vista, de un
repositorio electrónico de un valor singular, en la medida en que favorece
un seguimiento minucioso de las discusiones políticas. Si se contara tan
sólo con las ediciones de fuentes jurídicas en soporte tradicional, resultaría
dificultoso obtener la misma precisión en las búsquedas, si éstas estuvie-
ran relacionadas con eventos de un pasado distante. Más aún, si el tema se
vinculase con el más inmediato presente, ni siquiera se podrían conseguir
las fuentes impresas.

Estas herramientas de consulta archivística también se encuentran pre-


sentes en el sitio web de la Presidencia de la República de ese país15, ya que
contiene la totalidad de los textos de las leyes promulgadas (luego de su
aprobación parlamentaria), los textos de los decretos del Poder Ejecutivo
y los textos de los mensajes y proyectos de ley que remite al Parlamento,
así como las memorias anuales. A esto se suma un fondo de artículos pe-
riodísticos, fotografías y documentos audiovisuales relacionados con la ac-
tuación del Presidente de la República, gracias al cual los interesados en la
Historia inmediata disponen de una diversidad sorprendente de insumos,
que no se hallan disponibles de manera sistemática para períodos previos,
ya sea porque los materiales se encuentran dispersos o publicados en me-
dios tradicionales, o simplemente porque no existen. En lo que respecta
a los Ministerios del Poder Ejecutivo y a los órganos que constituyen el
Poder Judicial16, sus respectivos archivos electrónicos proporcionan:

(i) El organigrama de las unidades y reparticiones y las nóminas


de quienes ocupan los cargos de responsabilidad, en adminis-
traciones sucesivas.
(ii) La escala de los salarios de quienes se desempeñan en dichas
unidades, de acuerdo con los distintos escalafones.

15  Presidencia de la República Oriental del Uruguay. [En línea]. [Citado el 30 de enero de 2010]. Dispo-
nible en Internet en: http://www.presidencia.gub.uy/
16  Poder Judicial de la República Oriental del Uruguay. [En línea]. [Citado el 30 de enero de 2010]. Dis-
����
ponible en Internet en: http://www.poderjudicial.gub.uy/

· 293 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

(iii) Un archivo con el texto íntegro de las resoluciones administra-


tivas adoptadas.
(iv) Un archivo específico de noticias sobre las actividades
institucionales.
(v) Un archivo que contiene la totalidad de los expedientes en cur-
so. Todos ellos pueden consultarse por número, por fecha o por
descriptores.

En el caso uruguayo, además de los repositorios de normas jurídicas y


de resoluciones administrativas de los órganos de gobierno, existen archi-
vos electrónicos de fuentes cuantitativas como los del sitio web del Instituto
Nacional de Estadísticas17, que cuenta con información sistemática sobre
los censos de poblaciones, los censos de la economía nacional, la evolución
de los indicadores sociodemográficos, los índices de actividad económica
en sus distintos sectores, los índices de precios y salarios, desde que se ini-
ció la informatización del Instituto hasta el más inmediato presente.

Las tecnologías informáticas no sólo generan nuevas clases de repo-


sitorios públicos, sino que favorecen la divulgación de los contenidos de
los archivos tradicionales, mediante la digitalización de sus fondos. Con
respecto a América Latina podrían indicarse dos ejemplos, estrechamente
vinculados con la Historia reciente. El primero lo proporciona el hallazgo
de los Archivos de la Policía de la República del Paraguay, en 1992. Dada
la magnitud de la información que aporta sobre las prácticas represivas de
las dictaduras militares del Cono Sur, ha sido objeto de un proceso extre-
madamente cuidadoso de ordenamiento, clasificación y digitalización por
parte de expertos internacionales, que culminó con la creación del Centro de
Documentación y de Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos. Gracias
al apoyo del National Security Archive18, organización no gubernamental
integrada a la Universidad George Washington, un caudal importante de
los documentos recuperados se encuentra disponibles en formato digital,
para que los investigadores de la Historia reciente hagan uso de ellos. En
tal sentido:
«La variedad de temas que pueden ser encontrados en el Centro como objetos de
investigación es infinita, desde casos individuales, pasando por organizaciones
medias, hasta grandes sistemas, como el caso del “Operativo Cóndor” con miles
de víctimas paraguayas y latinoamericanas. La riquísima herencia histórica del
CdyA no sólo radica en el contenido de la documentación sino en el hecho de que

17  Instituto Nacional de Estadística. República Oriental del Uruguay. [En línea]. [Citado el 30 de enero
de 2010]. Disponible en Internet en: http://www.ine.gub.uy/
18  The National Security Archive. [En línea]. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet
en: http://www.gwu.edu/~nsarchiv/

· 294 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

es prácticamente único en su tipo, pues cuando las dictaduras militares cayeron


en los países vecinos, no fue posible disponer de fuentes documentales, por lo
que […] permite reconstruir, no sólo la historia paraguaya, sino también en parte
la historia americana.»19

El segundo ejemplo consiste en la progresiva digitalización del Archivo


Histórico de la Policía Nacional de Guatemala, que custodia documentos
particularmente valiosos, desde su creación en 1881 hasta su transforma-
ción en 1997. Descubierto en el 2006, contiene más de ochenta millones de
folios que dan testimonio de la violencia política y del terror de Estado en
ese país centroamericano. Al igual que el archivo paraguayo anteriormente
referido, el guatemalteco:

«[…] no sólo tiene un valor histórico y documental, sino que puede también
ayudar a esclarecer algunas de las innumerables violaciones a los derechos hu-
manos cometidas en Guatemala durante la guerra civil de 1960 a 1996, cuando
los refugiados llegaron a más de un millón y resultaron muertas más de 200.000
personas entre las asesinadas y desaparecidas.»20

3. 2. Los archivos privados

Por su relevancia para el estudio del presente, la prensa oral y la au-


diovisual ocupan un lugar privilegiado dentro de las fuentes archivísti-
cas privadas. Conservadas en las bibliotecas nacionales y en los archivos
de las empresas que las publican, las fuentes hemerográficas no ofrecen
dificultades particulares para su consulta. Sin embargo, la existencia de
ediciones digitales de periódicos y la conformación de archivos de acceso
en línea, simplifican las arduas tareas del relevamiento y encauzan con no-
toria eficacia las búsquedas del historiador. La situación en América Latina
revela una tendencia acorde con la evolución mundial que siguen estos
medios de información y de comunicación, ya que la inmensa mayoría de
los periódicos de la región disponen de versiones electrónicas —integra-
les o selectivas—y de archivos en los que se encuentran almacenados los
números previos, a partir de una fecha determinada (que suele ser la del
inicio de su edición digital en Internet). Las posibilidades que se abren al
investigador en tal sentido, resultan promisorias gracias al desarrollo de
dos herramientas:
19  “Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos”. [En línea]. Re-
pública del Paraguay. Poder Judicial. Suprema Corte de Justicia. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible
en Internet en: htpp://www.pj.gov.py/cdya/
20  Declaraciones de Alberto Fuentes, responsable de la organización operativa del proyecto. Citado
en Julio Godoy. “Derechos Humanos – Guatemala: Archivos de sangre”. [En línea]. En Agencia de No-
ticias Inter Press. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet en: http://ipsnoticias.net/print.
asp?idnews=41815

· 295 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

(i) Los motores de búsquedas de noticias, ya que listan los artículos rela-
cionados a un asunto en particular. Esta clase de operación —aho-
ra totalmente automática— solía demandar un esfuerzo consi-
derable de relevamiento, ya que requería la identificación de
los números correspondientes en diversos medios de informa-
ción, la localización de los artículos y la transcripción ordenada
de los datos que se obtuvieron.

(ii) Los directorios de periódicos, en la medida en que proporcionan los


enlaces a los sitios web de sus ediciones electrónicas. De este modo,
quien desee efectuar un seguimiento comparativo de ciertos
hechos en los medios de prensa de una localidad, de una ciu-
dad, de un país o de una región, puede hacerlo sin tener que
recurrir a bibliotecas públicas ni a archivos privados. Un sitio
como Onlinenewspapers.com21 cumple esta función a cabalidad,
y permite en el caso de América Latina, consultar la prensa por
todas las categorías geográficas antes referidas, es decir, desde
la región hasta la localidad más pequeña.

Debe señalarse que estos archivos hemerográficos electrónicos tienen


una utilidad específica para la Historia inmediata, y eventualmente para la
Historia reciente, pero que sus posibilidades se limitan o desaparecen si se
consideran eventos previos a la aparición de las ediciones en línea. Existen
esfuerzos sostenidos por digitalizar la totalidad de los números de ciertos
periódicos, pero por el momento no se trata de una situación frecuente en
el caso de los medios de prensa latinoamericanos.

En el cultivo de la Historia inmediata, los archivos hemerográficos tie-


nen como natural complemento a los radiales y televisivos. En el caso de
la documentación radiofónica, los sitios web de algunas emisoras suelen
contener un verdadero archivo de programas, en los que se encuentran las
grabaciones originales y las transcripciones correspondientes, que pueden
reproducirse de manera gratuita o mediante el pago de una suscripción. En
lo que se refiere a los repositorios televisivos digitales, algunos canales per-
miten el acceso público a las grabaciones de algunos de sus informativos,
de algunos programas, o de televisaciones de carácter histórico. En cual-
quiera de estos casos, el valor intrínseco de las versiones digitales resulta
manifiesto no sólo para el estudio de la dinámica política cotidiana, sino
para el abordaje de la cultura audiovisual y de la producción cultural de
una sociedad cualquiera. Al respecto, señala Gerardo Ojera-Castañeda:
21  Onlinenewspapers.com. [En línea]. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet en:
http://www.onlinenewspapers.com/

· 296 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

«Hoy en día, ninguna duda cabe que […] los propios acervos televisivos o radio-
fónicos ubicados y catalogados en videotecas o audiotecas, siempre han tenido
un alto valor o consideración comercial o cultural en el campo del ocio y del
entretenimiento; sin embargo, en estos últimos años, con el surgimiento de la
sociedad de la información y del conocimiento, los archivos constituidos con
materiales audiovisuales, educativos y culturales, se volvieron —ante los pro-
pios requerimientos de las redes de banda ancha— en extraordinarios fuentes
de contenidos que podían ofrecer de forma inmediata recursos audiovisuales
especializados para tareas generales o específicas de formación, de interés cultu-
ral, o bien simplemente para la difusión, divulgación o adquisición de nuevos y
antiguos conocimientos de los seres humanos.»22.

3.3. Los archivos de particulares

Hasta tiempos recientes, la potestad de generar documentos y de or-


ganizarlos en archivos constituía el privilegio de un número reducido de
instituciones y de actores políticos, económicos, sociales y culturales. La
inmensa mayoría de los seres humanos carecían de los medios para crear
regularmente fuentes que dieran testimonio de su tránsito por la existen-
cia, y de repositorios en los que conservarlos para su utilización personal
o para legarlos a sus descendientes. Esta situación comienza a revertirse
en la Época Contemporánea con la alfabetización y escolarización masiva,
que permite crear registros textuales a un porcentaje considerable de la
Humanidad. Asimismo, la proliferación de dispositivos capaces de produ-
cir otra clase de fuentes —como las cámaras fotográficas, en primera ins-
tancia, o los equipos de grabación de audio o de video, posteriormente—
posibilita que los ciudadanos corrientes dispongan, además, de registros
fotográficos, sonoros y audiovisuales23.

En el presente, habitan el planeta 6.800 millones de agentes históricos


que actúan cotidianamente y que contribuyen, de maneras diversas, a las
transformaciones mundiales. Estos agentes dan testimonio de su tránsito
por la existencia, en diferentes grados y en la medida de sus recursos y
posibilidades. La complejización en la división social del trabajo, y la di-
versificación de las estructuras y de los colectivos políticos, económicos,
sociales y culturales, origina, de manera incesante, fenómenos históricos
que producen sus propias fuentes. Partícipes de estos fenómenos, los suje-

22  Gerardo Ojeda-Castañeda. “Los archivos audiovisuales en las redes digitales de comunicación
para la educación y la cultura. Informe de investigación y documentación analítica”. [En linea]. Univer-
sidad de Sevilla. Grupo de Tecnología Educativa. [Citado el 30 de enero de 2010]. Disponible en Internet en:
http://tecnologiaedu.us.es/bibliovir/pdf/versionpdf.pdf
23  Para este tema, ver José C. Gijaba; Monserrat Hughet. “La Historia en casa: nuevas tecnologías y
archivos domésticos” en Congreso Internacional de Sistemas de Información Histórica. 6,7 y 8 de noviembre
de 1997. Álava: Juntas Generales de Álava, 1998, vol. 2. Disponible en Internet en:
http://e-archivo.uc3m.es//handle/10016/3600]

· 297 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

tos del mundo actual disfrutan de un acceso progresivo a los medios que
registran esos cambios. A diferencia de lo que ocurre en las sociedades tra-
dicionales, en las que la capacidad de crear fuentes constituye potestad de
minorías, los hombres y mujeres de este tiempo producen, inclusive en los
países de menor desarrollo, una variada gama de documentos, fruto de la
democratización paulatina de medios, técnicas y saberes. La integración
de estas nuevas modalidades y su proyección mundial acelerada, contri-
buyen a que el espectro heurístico crezca, se diversifique y se reestructure
permanentemente. Así lo demuestran las tres clases de fuentes electróni-
cas que se producen actualmente: las informáticas, las telemáticas y las
audiovisuales.

En lo que respecta a fuentes informáticas, en sentido estricto, cualquier


ciudadano con acceso a un ordenador hace uso de:

(i) Documentos de texto que contienen materiales de estudio, infor-


mes laborales, currículos, notas, reproducciones de textos elec-
trónicos obtenidos a través de Internet, etc.
(ii) Planillas electrónicas con registros de la contabilidad personal o
familiar, presupuestos, balances, etc.
(iii) Programas de diversa índole, tanto laborales como educativos o
recreativos.
(iv) Servidores de correo electrónico en los que se archiva automática-
mente la correspondencia del usuario.

Estas fuentes (que en múltiples formatos tradicionales integraban el


archivo particular de un sujeto cualquiera), en la actualidad se encuen-
tran almacenados en el disco duro de una computadora, con las ventajas
y potenciales riesgos que ello supone. En lo que respecta a las primeras,
podría referirse la capacidad de gestionar toda clase de registros en un
repositorio personal que ocupa un espacio minúsculo. Sin lugar a dudas,
la propia configuración de las herramientas informáticas predispone a la
organización y conservación de los documentos que genera el usuario, y
a su consulta sistemática. En lo relativo a los riesgos, existe la posibilidad
de que cualquier desperfecto destruya todo un archivo, si no se toman las
precauciones debidas, como el respaldo periódico de la documentación.
De todos modos, las nuevas tecnologías propician el hecho de que cual-
quier particular pueda disponer de su propio archivo, de un modo eficaz y
sencillo. En los tiempos preinformáticos, la posesión de un repositorio de
esas características requería de un grado de conciencia histórica con res-
pecto al valor de los documentos creados, y de un empeño por conservar
los materiales personales que solía encontrarse entre aquellas figuras que

· 298 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

por su proyección pública habían adquirido el hábito (o generado la nece-


sidad) de guardar su papelería. En contraste con estas viejas realidades, la
difusión de las nuevas tecnologías incrementa de una manera inusitada
los archivos particulares —adecuadamente organizados— y permite a los
historiadores sociales disponer de una cantera inagotable de fuentes para
el estudio del presente.

La documentación de particulares encuentra en los medios telemáticos


un ámbito propicio para su proyección. En el universo de los sitios web, no
sólo existen páginas de instituciones públicas y privadas, sino también de
ciudadanos corrientes que actúan aisladamente o en forma interactiva. En
ambos casos, las variantes más frecuentes incluyen:

(i) Sitios de presentación profesional. En ellos, se incluye una ficha


informativa, un currículo detallado, algunos trabajos o pro-
ductos que acreditan la idoneidad de su autor, y testimonios
de clientes. Desde todo punto de vista, estas páginas constitu-
yen una puerta abierta a los contactos con otros colegas y a las
oportunidades laborales.
(ii) Sitios de presentación personal. Brindan información biográfica
y familiar (casi siempre de carácter multimediático) sobre el
creador de la página.
(iii) Sitios que contienen diarios personales. Conocidos como blogs, se
estructuran como una secuencia de anotaciones personales, ca-
racterizadas por una alta periodicidad, y organizadas en orden
cronológica inverso. Además de comunicar las reflexiones de
su creador sobre los eventos que marcan su vida cotidiana, re-
producen los comentarios de los visitantes de la página.
(iv) Sitios que incorporan diarios de viajes. Bajo el nombre de travel
blogs, listan relatos de viajeros, acompañados de registros foto-
gráficos o audiovisuales. Se organizan, simultáneamente, por
autor, por fecha de registro, y por ciudad, región o países men-
cionados en cada una de las entradas de cada diario.
(v) Sitios de redes sociales. Puesto que las redes incluye los perfiles
personales de sus miembros, aportan información sobre cada
uno de ellos y sobre sus interacciones recíprocas.

Estas fuentes telemáticas se convierten en insumos insoslayables para el


estudio de la cultura digital del presente, y para comprender las dinámicas
de las nuevas formas de sociabilidad. Ningún historiador social del tiempo
actual puede ignorarlas, ya que además de documentar modalidades in-
éditas de relacionamiento humano, constituyen ellas mismas fenómenos a

· 299 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

investigar entre quienes se interesan por el cibermundo en cuanto campo


de análisis. El crecimiento exponencial de tales fuentes y su actualización
periódica, demanda, por otra parte, la existencia de archivos que las con-
tengan desde su creación hasta su eventual desaparición, y que eviten que
esta última suponga una pérdida irreversible. The Internet Archive24 intenta
conformar un archivo universal de los sitios que han existido, en todas
sus versiones y actualizaciones, almacenando hasta el momento ciento cin-
cuenta mil millones de páginas. Recientemente, ha ampliado el espectro de
sus fuentes al incluir la reproducción digital de millones de libros y de do-
cumentos de archivos estatales, así como de obras cinematográficas, piezas
musicales y registros de audio.

Las nuevas generaciones históricas, además de producir fuentes infor-


máticas y telemáticas, utilizan dispositivos audiovisuales para documentar
desde las experiencias más personales a las rutinas más inmediatas de su
quehacer social. Se trata de una capacidad que durante la mayor parte del
siglo xx fue el privilegio de una fracción reducida de la Humanidad. En la
actualidad, decenas de millones de individuos realizan filmaciones domés-
ticas que revelan las formas cambiantes de su existencia cotidiana en un
contexto local. Algunos de estos registros constituyen verdaderas fuentes
alternativas. Las grabaciones de acontecimientos políticos —e incluso mili-
tares— por parte de ciudadanos independientes, cuestionan las versiones
que transmiten los medios masivos de comunicación, sobre todo cuando
son objeto de manipulación o de censura.

Para el estudio del pasado inmediato, ese caudal inusitado de fuentes


electrónicas (ya sean informáticas, audiovisuales o telemáticas) ofrece po-
sibilidades heurísticas notables, pero plantea desafíos metodológicos sig-
nificativos. Entre ellos, cabría señalar los siguientes:

(i) La documentación de los particulares crece a un ritmo vertiginoso y


experimenta una diversificación tipológica sorprendente. Existe un
caudal materialmente inabordable de registros almacenados
en cámaras digitales de los ciudadanos corrientes, en los discos
duros de sus computadoras, o en los sitios web que diseñan. Si
bien estas piezas definen un universo potencialmente ilimitado
y en creciente expansión, el historiador debe ejercer las labores
de selección, jerarquización y evaluación de fuentes, de modo
tal que sólo una porción de ese universo resulta pertinente, en

24 �The Internet Archive. Universal Access to All Knowledge.. [En línea]. [Citado el 30 de enero de 2010].
Disponible en Internet en: http://www.archive.org/

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

términos investigativos, en lo que atañe a la creación de cono-


cimiento sobre el pasado inmediato o reciente.

(ii) La calidad de los registros, los datos complementarios que los acompa-
ña, así como su significación histórica, resulta altamente heterogénea.
De hecho, un conjunto no menor de tales piezas puede resul-
tar de escaso valor informativo, ya que no existen indicaciones
que refieran el qué, quién, cómo, cuándo, dónde y porqué de
las fotografías. Si estos datos se hallan ausentes, las inferencias
que pueden realizarse son mínimas. Finalmente, por sus con-
tenidos, un porcentaje de estos materiales puede que carezca
de significación y de representatividad, aún para aquellos que
investigan temáticas relativas a la vida cotidiana, a la cultura
material o a los fenómenos de mentalidad colectiva.

(iii) Una porción sustancial de las fuentes no se organizan en verdaderos


archivos. El carácter intangible de algunos documentos actua-
les no siempre favorece su conservación en archivos persona-
les o institucionales. En forma cotidiana desaparece un caudal
considerable de fuentes que sus creadores desechan debido a
un sentido de la inmediatez, estimulado por la vorágine de las
presiones y de las necesidades cotidianas.

(iv) La documentación generada por particulares presenta una fragilidad


manifiesta. Si la conservación de fuentes plantea dificultades a
individuos a instituciones, la preservación de los materiales
propiamente dichos suscita problemas específicos. La obsoles-
cencia de soportes y formatos, la renovación permanente de
los programas informáticos más usuales, así como la aparición
regular de nuevos dispositivos electrónicos que multiplican y
potencian funciones y capacidades, acentúa el carácter pereci-
ble de ciertos registros, sobre todo cuando no existe una sólida
conciencia histórica de su valor heurístico.

Estas dificultades y desafíos aluden a seis características primarias de


las fuentes electrónicas de particulares: heterogeneidad en cuanto a forma-
tos, disparidad en cuanto a sus contenidos, dispersión superlativa, asiste-
maticidad en su conservación, dificultades notorias en cuanto a su accesi-
bilidad, y riesgo permanente de desaparición. A pesar de ello, no es posible
desconocer el potencial para el estudio del presente de este universo de
testimonios en permanente expansión y transformación.

· 301 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

4. El futuro de los archivos del pasado y los actuales archivos del


porvenir

Las transformaciones tecnológicas de las décadas finales del siglo xx


modifican las relaciones entre el historiador, la fuentes y los repositorios.
La generalización de los soportes y los formatos electrónicos incide en la
configuración de la documentación pública y privada, e introduce modi-
ficaciones en la organización y funcionamiento de los archivos, de modo
tal que ciertas limitaciones heurísticas para el estudio del presente parecen
superarse gradualmente, al tiempo que nacen posibilidades insospechadas
para el investigador del pasado reciente. Las consecuencias más relevantes
de estos cambios —en lo que atañe a las prácticas historiográficas, en sen-
tido estricto— pueden sintetizarse del modo siguiente:

(i) La integración progresiva de los países en el sistema de


Gobierno electrónico, conduce al nacimiento y/o consolidación
de archivos exclusivamente digitales. De este modo, el histo-
riador del presente (en algunos Estados) y el del futuro (muy
posiblemente, en el conjunto de ellos), ya no tendrá acceso a
papelería conservada en una locación específica, en la que se
cumplen las funciones de almacenamiento, clasificación, or-
denamiento y puesta en servicio de los materiales. Los archi-
vos de papel se encuentran en proceso de extinción, y es muy
probable que desaparezcan, finalmente, en el transcurso de los
próximas décadas. En su lugar (tal como acontece actualmente
en los países de mayor desarrollo), existirán repositorios que
operan en línea, que resultan accesibles desde cualquier lugar
del planeta, y que permiten la consulta de sus fondos mediante
transacciones y operaciones electrónicas, exclusivamente.

(ii) Si bien la papelería —como expresión documental clásica de la


Época Moderna y de la Contemporánea— ya no formará parte
sustancial de los insumos heurísticos de aquellos investigado-
res que se interesen por este nuevo siglo (y los próximos), los
que se dediquen al estudio de los últimos quinientos años con-
tinuarán sirviéndose de los formatos basados en el papel, y los
que se interesen por la Historia Antigua y Medieval seguirán
consultando códices de pergamino, rollos de papiro, o table-
tas de arcilla. Resulta altamente probable que en el transcurso
de la primera mitad del siglo en curso, un volumen conside-
rable de la documentación histórica de todos los tiempos se
encuentre digitalizada, de modo que el acceso físico a las fuen-

· 302 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
La documentación electrónica y el estudio del presente: posibilidades y desafíos

tes primarias no suponga una condición indispensable para su


consulta.

(iii) Por lo expuesto, los investigadores del porvenir tendrán que


lidiar con tres clases de soportes disponibles en tres tipos de
repositorios diversos. Cada una de estas modalidades define
un modo específico de obtener, procesar, analizar y referir los
datos, a partir de condicionamientos heurísticos:

(a) Los estudiosos del mundo premoderno tendrán


que valerse de fuentes de la más variada índole,
ya que algunas subsisten en archivos mientras que
otras se conservan en bibliotecas y museos. En cual-
quiera de los casos, la digitalización de las piezas
y el uso de tecnologías que habilitan toda clase de
observaciones y análisis de los materiales, implica
una renovación de las prácticas eruditas de los dos
últimos siglos.

(b) Los historiadores del mundo moderno continuarán


acudiendo a los archivos tradicionales. La mayor
parte de estos archivos —que comienzan a organi-
zarse en los siglos xv y xvi, pero que adoptan su
configuración clásica en los siglos xix y xx— serán
repositorios cerrados, que ya no recibirán más do-
cumentación, porque el papel habrá dejado de uti-
lizarse como soporte. Este proceso de clausura, que
se inicia a fines del siglo pasado y que culminará
en las décadas por venir, finaliza un ciclo que aso-
cia el estudio de épocas específicas con formas de
registros en centros determinados, y con prácticas
técnicas muy concretas (referidas a la Paleografía, a
la Diplomática, etc.). Estas prácticas, sin embargo,
seguirán subsistiendo, vigorizadas por los aportes
multifuncionales de las nuevas tecnologías.

(c) Los investigadores del mundo posmoderno debe-


rán recurrir a los centros, nodos y sistemas en los
que se almacenen los registros de la cultura digi-
tal. La complejidad estructural y funcional de cada
uno de ellos se incrementará muy probablemente,
en la medida en que surjan modalidades origina-

· 303 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Andrés Bresciano

les de documentar las acciones y las reflexiones de


los agentes históricos, en todos los ámbitos conce-
cibles. Existen ejemplos actuales de archivos elec-
trónicos que por su origen, por su configuración y
por sus contenidos, en nada se asemejan a los tra-
dicionales. En la medida en que la tendencia a la
diversificación de fuentes electrónicas se mantenga
constante, las innovaciones en materia archivística
constituirán una característica manifiesta del modo
en que se custodie y se difundan los insumos de la
investigación histórica en el siglo que transcurre.

(iv) Como se indicó anteriormente, la democratización en la gene-


ración y conservación de documentos personales alcanza una
fase decisiva con el advenimiento de la sociedad de la informa-
ción. Gracias a las nuevas tecnologías, el ciudadano corriente
produce, de manera incesante, testimonios de sus actividades
personales, laborales, sociales y recreativas. El uso de procesa-
dores de texto crea una documentación informática de fácil al-
macenamiento gracias a los dispositivos actuales. El empleo de
una cámara fotográfica produce archivos iconográficos que se
conservan en computadores o en discos duros externos. La uti-
lización de filmadoras posibilita que cualquier individuo trans-
forme sus experiencias cotidianas en materiales de cinemateca.
La comunicación mediante celulares genera archivos de men-
sajes de textos y de agendas con datos personales de familiares,
conocidos y colegas. El acceso masivo a Internet da origen a
toda clase de diarios personales de difusión pública: los blogs
y los perfiles característicos de las redes de socialización . En
consecuencia, a comienzos del siglo xxi, cientos de millones de
personas se convierten en creadoras de un volumen altamente
heterogéneo de fuentes —de las más diversos tipos— que se
custodian en toda clase de archivos electrónicos, y se difunden
mundialmente por la red de redes.

El efecto acumulativo que pueden tener estas tendencias en el desarro-


llo de una Historia sociocultural del tiempo presente, como resultado de
los cambios en los procesos de producción, reproducción y divulgación de
fuentes, deberá ponderarse adecuadamente en el transcurso de los próxi-
mos años.

· 304 ·
III. 3. Las contribuciones hermenéuticas del arte, la
literatura y la cinematografía

Por una Historia del arte del presente

Juan Albarrán
Universidad de Salamanca

1. Fin del arte, fin de la Historia

Creo que estamos ante una de las formas, quizás haya que
decir una de las costumbres más nocivas del pensamiento
contemporáneo, diría incluso del pensamiento moderno o, en
todo caso, del pensamiento poshegeliano: el análisis del mo-
mento presente como si fuera precisamente en la historia el
momento de la ruptura o el balance, o el del cumplimiento, o el
de la aurora que retorna. La solemnidad con que toda persona
que mantiene un discurso filosófico refleja su propio momento
me parece un estigma. Digo esto porque lo he hecho yo mismo
y porque en gente como Nietzsche lo encontramos constan-
temente o, al menos, de forma bastante insistente. Creo que
debemos tener la modestia de decirnos que, por una parte, el
momento en que vivimos no es ese momento único, funda-
mental, y que irrumpe en la historia, a partir del cual todo se
acaba o todo recomienza.

Michel Foucault

Desde principios de los años ochenta, en un contexto historiográfi-


co marcado por el fin de los grandes relatos anunciado por Lyotard (La
condición posmoderna, 1979), y con el ocaso de la historia propuesto por
Fukuyama a la vuelta de la esquina (El fin de la Historia y el último hombre,
1992), Hans Belting y Arthur Danto empiezan a teorizar acerca del final de

· 305 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Albarrán

la historia del arte1. Como explica Belting, ese final podría referirse bien a
la producción artística (al arte en sí), bien a los esquemas historiográficos
sobre los que se ha fundamentado su estudio (la Historia del Arte como
disciplina). Por una parte, el arte, durante los sesenta y setenta, coincidien-
do con la emergencia del conceptualismo y el declive del relato modernista
greenberguiano, parece desembarazarse de la estética para disolverse en la
filosofía, convirtiéndose así en una actividad de marcado carácter autorre-
flexivo. Por otra parte, la Historia del arte, como narración unidireccional,
coherente y evolutiva, se demuestra definitivamente agotada. Desaparecen
los relatos que habían legitimado las prácticas artísticas en un presente que
se resiste a ser inscrito en un Historia convencional.

Si el arte ya no parece albergar la posibilidad de una Historia coherente,


unidireccional, progresiva, si no hay un relato (posmoderno) que de conti-
nuidad al último capítulo de la historia del arte occidental (la modernidad
greenberguiana), ¿qué sentido tiene seguir escribiendo Historia del arte?,
¿es factible construir una Historia del arte del presente cuando el arte que
se produce hoy parece negar la noción misma de historia, cuando su prin-
cipal objetivo es eludir su historización, cuando los relatos que le han dado
sentido hasta ahora han perdido su legitimidad? Una producción artística
cuya única legitimación parece residir en su capacidad disruptiva, en su
potencialidad para subvertir los actuales marcos institucionales (museísti-
cos, pero también historiográficos), ¿puede ser abordada desde los mismos
presupuestos metodológicos que han hecho de la Historia del arte una dis-
ciplina científica firmemente asentada en el ámbito académico?2

Obviamente, el fin del arte no supone el cese definitivo de la produc-


ción de objetos que puedan ser considerados artísticos, pero sí un cambio
sustancial en sus funciones, objetivos, ámbitos discursivos y mecanismos
de legitimación. Del mismo modo, el final de la historia del arte no implica
el fin de las investigaciones sobre arte, aunque sí constata el descrédito de
ciertos modelos de presentación histórica del mismo. Algo que, por otra
parte, no es en absoluto privativo del momento actual3.

1  Hans Belting. L´histoire de l´art est-elle finie? París: Gallimard, 2007 (1983); Arthur C. Danto.
Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia. Barcelona: Paidós, 1999 (1997). Danto
escribe sus primeros ensayos sobre el tema en 1984.
2  Udo Kultermann. Historia de la historia del arte. El camino de una ciencia. Madrid: Akal, 1996.
3  La vanguardia histórica ya habría puesto en jaque los modelos canónicos de la Historia del arte
dentro de un programa político que rechazaba toda tradición (artística e historiográfica) nacida en el
seno de la sociedad burguesa. La exaltación del presente alcanzaría un grado de máxima vehemencia
en el futurismo italiano, el instantaneísmo de Picabia y en revistas como Maintenant (1912-1915), fun-
dada y dirigida por Arthur Cravan.

· 306 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Por una Historia del arte del presente

Si la modernidad artística se ha caracterizado por una suerte de auto-


crítica inmanente que, de un modo un tanto paradójico, ha sido heredada
por las prácticas más combativas del actual momento pos (posmoderno,
poshistórico, posmedia), difícilmente las viejas metodologías positivistas-
empiristas4 podrán adaptarse a esa nueva y cambiante producción artís-
tica. Quizás el principal problema al que la disciplina ha tenido que en-
frentarse durante las últimas décadas se deriva, precisamente, del proceso
autocrítico que ha llevado a su objeto de estudio a disolverse en la cotidia-
neidad (abrazando así la vieja utopía vanguardista) o en el concepto, un
tanto ambiguo, de cultura visual. El arte actual escapa a cualquier tipo de
definición, por lo que la Historia del arte pierde uno de sus pilares discipli-
nares: la especificidad y superioridad del arte (definible, cuantificable, cla-
sificable) frente a otros objetos de estudio. En este contexto, por tanto, sólo
parece pertinente, viable e incluso deseable una Historia del arte que ya no
taxonomice los de por sí inasibles objetos artísticos, pero que sí permita,
en cambio, establecer diálogos multidireccionales entre las producciones
artísticas del pasado y el presente, entre tiempos, imágenes y relatos cons-
cientes de su convencionalidad. Una Historia capaz de generar diagramas
móviles, flexibles y abiertos, que, en lugar de simplificar, desactivar y neu-
tralizar, ocultando los pliegues que toda historia debe tener, nos permitan
problematizar acerca de esas grietas de sentido que las prácticas artísticas
contemporáneas pueden ayudar a replantear. Cuestiones referidas tanto a
su presente como a tiempos pasados que se resisten así a ser clausurados
por el historiador. Reactivar y actualizar el pasado, por tanto, gracias a un
regreso crítico desde y hacia un presente inestable.

Si, partiendo de este objetivo, aceptamos que la Historia del arte puede
seguir siendo una plataforma disciplinar adecuada para el estudio de las
prácticas artísticas actuales (algo absolutamente necesario vista la usurpa-
ción del lugar que le corresponde a la academia a la hora de generar dis-
cursos críticos independientes por parte de otros agentes institucionales
y mercantiles), debemos plantearnos, pues, cuáles serían los ajustes me-
todológicos necesarios para poder historiar el presente del arte (o el arte
del presente). En el seno de la Historia del arte no se ha llevado a cabo una
reflexión metodológica similar a la que sí ha existido en el de la Historia
Contemporánea con respecto a la posibilidad de historiar el presente5.

4  Stephen F. Eisenman. Historia crítica del arte del siglo xix, Madrid: Akal, 2001, p. 10: «el empirismo
actúa como una especie de cedazo que aparta de la vista las grandes fuerzas sociales, económicas y
políticas que determinan la producción del arte, mientras permite el paso de los pequeños factores
formales, biográficos y de mecenazgo que pasan ante el ojo erudito».
5  La institucionalización de la Historia del tiempo presente en España es relativamente reciente; la
revista Ayer se crea en 1990, en 1992 se celebra el I Congreso de la Asociación de Historia Contemporá-
nea, la Asociación de Historiadores del Presente nace en 2000 y la revista Historia del presente en 2002.

· 307 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Albarrán

Concluida la Segunda Guerra Mundial, los historiadores (especialmente


en el ámbito francés) comienzan a hablar de una Historia del tiempo pre-
sente bajo apelativos muy diversos: inmediata, fluente, actual, coetánea,
etc. Sin embargo, en el campo de los estudios artísticos, los acercamientos
a la creación contemporánea continúan estando relegados a medios pe-
riodísticos o literarios (crítica de arte) menospreciados en ámbitos acadé-
micos. Sin duda, podemos establecer una diferencia clara entre la crítica
de arte y la Historia del arte del presente similar a la que existe entre la
Historia del tiempo presente y el periodismo. La Historia y la Historia del
arte tienen objetivos, ámbitos de difusión, tradiciones y estructuras me-
todológicas diferentes a las del periodismo y la crítica de arte. En ambos
casos, la principal objeción que suele hacerse a los estudios centrados en
el momento actual es la de una cuestionable objetividad derivada de la es-
casa perspectiva temporal. Objetividad (convencional) que en ningún caso
queda garantizada con el aumento de la distancia histórica que separa al
estudioso de su objeto de estudio.

2. Distancias temporales: qué documentos

Toda cuestión de método se vuelve quizás


una cuestión de tempo

Georges Didi-Huberman

Una de las pautas metodológicas que vinculan el trabajo del historiador


con un pasado remoto y clausurado, es la imperiosa necesidad de docu-
mentos sobre los que construir un discurso supuestamente objetivo e in-
contestable6. El documento sustenta el relato del historiador. Es considera-
do como una suerte de prueba de verdad sobre la que se levanta la Historia,
Julio Aróstegui. «Historia y tiempo presente. Un nuevo horizonte de la historiografía contemporaneis-
ta» en Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 20, 1998; Hugo Fazio. «La Historia del tiempo presente:
una Historia en construcción» en Historia crítica, nº 17, 1998; Gonzalo Capellán De Miguel. «Historia
y presente» en Berceo, nº 140, 2001; Ángel Soto Gamboa. «Historia del presente: estado de la cuestión
y conceptualización» en Historia Actual Online, nº 3, 2004; Julio Aróstegui. La Historia vivida. Sobre la
Historia del presente. Madrid: Alianza, 2004; Abdón Mateos. «Historia del presente, conciencia histórica
y uso público del pasado» en Historia del presente, nº 8, 2006; Israel Sanmartín. «Nuevas tendencias en
la Historiografía española» en Cuadernos de Estudios Gallegos, nº 120, 2007; Diego Iturriaga. «Historia
de nuestro tiempo o la necesidad de historiar nuestro presente» en Carlos Navajas; Diego Iturriaga
(coords.). I Congreso Internacional de Historia de Nuestro Tiempo. Crisis, dictaduras, democracia. Logroño:
Universidad de La Rioja, 2008.
6  Julio Aróstegui. La Historia vivida. Sobre la Historia del presente, op. cit., p. 76:
«La dificultad que los historiadores han tenido de forma permanente para entender que la historia no
está ligada en exclusiva a un momento pasado del tiempo […] se ha derivado, sobre todo, de la especial
y persistente manera de concebir el trabajo del historiador ligado indisolublemente al documento, por
cierto, a una concepción estérilmente estrecha de lo que es el documento mismo».

· 308 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Por una Historia del arte del presente

una fuente de objetividad a partir de la cual puede reconstruirse con acier-


to el acontecer de los hechos. En la tradición positivista, el historiador sen-
tía la obligación moral de intervenir lo menos posible en la narración de la
historia, como si la suya fuese una actividad especular, un discurrir asépti-
co y distanciado consagrado a levantar acta de los acontecimientos, como
ese espejo que, en la novela realista decimonónica, se pasea por el borde
del camino sin llegar nunca a transitar por él (Balzac, Sthendal). Poner en
duda la probidad del documento, dejar al descubierto hasta qué punto el
documento puede dar pie a una reconstrucción sesgada o directamente ter-
giversadora de los hechos, podría ayudarnos a reconsiderar la necesidad
de esa distancia temporal como garantía de objetividad.

En el territorio del arte actual, encontramos numerosos artistas que han


desarrollado su trabajo conscientes de las líneas de fuga que la ambigüedad
del documento conseguía abrir en sus proyectos. En este sentido, resultan
especialmente significativas las relaciones que se establecen entre algunas
prácticas performativas y su documentación fotográfica. En la segunda mi-
tad del siglo xx, la acción artística (performance art) se ha constituido en la
punta de lanza de los procesos de desmaterialización del objeto artístico.
Generalizando, la performance tendría entre sus principales objetivos el de
no dejar una huella material de un trabajo que incide en el concepto de pre-
sencia para dejar atrás el de representación. Sin embargo, y como no podía
ser de otra manera, desde un primer momento la fotografía entra en escena
como medio para documentar estas acciones efímeras. Las imágenes foto-
gráficas y, en menor medida, videográficas serán la base sobre las que los
estudiosos reconstruirán el acontecimiento. No obstante, esos documentos
supuestamente objetivos pueden dar lugar a relatos muy alejados de la
realidad que se pretende aprehender.

En 1965 Rudolf Schzarzkogler realiza su Aktion 3, documentada por


Ludwig Hoffenreich (fotógrafo de prensa que debía garantizar la cualidad
documental de las tomas) en una serie de conocidas imágenes que mues-
tran el cuerpo de un hombre desnudo, aparentemente sometido a una serie
de torturas físicas más o menos cruentas. Entre las fotografías destaca una
en la que el pene del modelo (Heinz Cibulka, buen amigo y colaborador
habitual de Schwarzkogler) parece haber sido amputado y sustituido por
una cabeza de pescado. Este documento dará pie a una serie de interpre-
taciones despreciativas (algunas provenientes de críticos tan relevantes co-
mo Robert Hughes) que extendieron el rumor (aún hoy aceptado) de que
Schzarzkogler se había suicidado amputándose el pene durante una de

· 309 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Albarrán

sus acciones7. No entraremos aquí a analizar las pautas creativas de los


accionistas vieneses, pero, por supuesto, la acción de Schwarzkogler no te-
nía como meta el suicidio por autocastración y, de hecho, no fue eso lo que
sucedió. Su no menos trágico deceso no se produjo hasta algunos años más
tarde, en 1969, cuando, después de varias crisis psiquiátricas, se arrojó por
la ventana tratando de emular el Salto al vacío de Yves Klein.

Las interpretaciones de la acción basadas en el documento probo por


excelencia (la fotografía documental) tergiversan el hecho del que, por otra
parte, resultaría difícil, por no decir imposible, obtener una reconstrucción
ajustada a la realidad8. De alguna manera, el documento subsume el acon-
tecimiento, lo fagocita hasta hacerlo desaparecer. La acción es la fotografía
y el acontecimiento es su documento, por lo que resulta tremendamen-
te difícil llevar a cabo una reconstrucción o valoración del mismo que se
pretenda objetiva. Estas brechas que se abren entre el acontecimiento que
debe ser historiado y su relato han sido hábilmente explotadas en fechas
recientes por algunos creadores con el fin de articular un discurso crítico
con respecto al poder de manipulación de los media y la imposibilidad de
acceder a la realidad de los hechos.

En agosto de 2007, el artista costarricense Guillermo Habacuc Vargas


realiza una acción en la galería Códice de Managua. En el espacio vacío,
sólo dos elementos: una frase escrita en la pared con comida para perros,
«Eres lo que lees», y un perro atado en una esquina de la galería al que, su-
puestamente, se le iba a dejar morir de hambre9. De inmediato comienzan
a circular por la red fotografías del animal moribundo y manifiestos que
condenan la acción y, por extensión, la frivolidad, banalidad e inutilidad
del arte contemporáneo. La indignación informativa crece hasta alcanzar
las más altas instancias políticas. En octubre de 2007, el vicepresidente
de la Comisión Europea, Franco Fattini, condena la acción de Guillermo
Vargas y expresa su solidaridad con los movimientos por los derechos de
los animales, llegando a solicitar que se prohíba la entrada del artista en
territorio europeo.

El perro había sido bautizado con el nombre de Natividad por el ar-


tista en alusión a Natividad Canda, mendigo nicaragüense que en 2005
fue atacado por varios perros ante la pasividad de policías, bomberos y
7  Sophie Delpeux. «L’imaginaire à l’Action. L´infortune critique de Rudolf Schwarzkogler» en
Études photographiques, nº 7, 2000.
8  Cfr. Amelia Jones. «Precence in absentia. Experiencing Performance as Documentation» en Art
Journal vol. 56, nº 4, 1997.
9  Agnès Delage. «Les nouveaux manipulateurs. Performance et subversion dans l´art actuel en
Amérique Latine (2000-2008)», texto inédito.

· 310 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Por una Historia del arte del presente

periodistas que no intervinieron para evitar la muerte del indigente. La


noticia apenas levantó una leve polémica que no alcanzó resonancia in-
ternacional ni motivó la reacción de ningún líder político. Por supuesto, el
perro Natividad, a diferencia del mendigo, no murió. De hecho, su muerte
nunca estuvo programada en la acción de Vargas, ni existen, por tanto,
documentos fotográficos que puedan probarla. La performance, como ha
señalado Angès Delage, pone al descubierto la hipocresía del compromiso
ciudadano al tiempo que cuestiona el rol documental de las imágenes en la
actual sociedad de la (des)información. Desmentida la muerte del animal
(la galerista había declarado que ella misma se encargaba de alimentarlo a
diario), la verdadera dimensión de la noticia no ha sido nunca difundida
por la prensa y aún siguen circulando por la red textos que condenan el
trabajo de Vargas por maltrato animal.

¿Cuáles son los documentos que el historiador del mañana utilizará


para reconstruir esta acción artística acontecida en nuestro presente?, ¿los
periódicos que recogieron indignados la noticia?, ¿los cientos de manifies-
tos que circularon por Internet condenando tal veleidad?, ¿las fotografías
que muestran a un animal famélico en un espacio vacío?, ¿o el trabajo del
historiador del presente, capaz de desentrañar el sentido del trabajo ar-
tístico discriminando la información capciosa que los medios han difun-
dido? Sólo el trabajo que el historiador despliega en el tiempo vivido del
presente puede dar lugar a una Historia que desvele las estructuras de
poder y estratos de significación que subyacen a estos objetos de estudio.
Las polémicas que envuelven los trabajos de Schwarzkogler y Vargas de-
ben hacernos pensar en la problemática condición del documento. No sólo
podemos deducir los escollos que el historiador del futuro encontrará ante
obras esquivas y recepciones confusas, también podemos proyectar estos
problemas hacia el pasado y preguntarnos si estas mismas distorsiones no
afectan a buena parte de los documentos que hoy consideramos fuente de
verdad histórica.

La fuente de época (eucrónica), como los recortes de periódico que


el historiador del futuro empleará para analizar el trabajo de Guillermo
Vargas, no siempre provee la información a partir de la cual poder escribir
una Historia objetiva (científica). Esas fuentes (periodísticas, visuales, etc.)
pueden aportar elementos de análisis sobre la recepción de las obras, pero
pueden no decir nada sobre la verdadera estructura y significación de las
mismas. El documento, por más que se encuentre en un ámbito discursivo
diseñado para garantizar la veracidad de los datos que contiene (el archivo,
el dispositivo fotográfico, la prensa diaria) no garantiza una información
veraz. Es ahí donde se hace necesario el trabajo del historiador en y para

· 311 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Albarrán

el presente. Trabajos como los citados de Sophie Delpeux y Angès Delage


que, lejos de arrogarse una cientificidad basada en el distanciamiento y la
objetividad, asumen una responsabilidad crítica en la construcción de una
Historia independiente (algo que no siempre puede decirse del periodis-
mo y la crítica de arte) capaz de producir sentido no pese sino gracias a su
cercanía con respecto al objeto que pretenden estudiar. Algo que quedaría
perfectamente ejemplificado en las palabras con que Serge Guilbaut pre-
senta su última recopilación de artículos:

«Estos ensayos intentaban participar en la escritura de la cultura contemporá-


nea como Historia inmediata, como si el historiador estuviera conscientemente
comprometido con su presente. Ahora que reconocemos que participamos en la
construcción de la Historia, que la historia, las obras de arte, los productos cultu-
rales y las imágenes no se han dado sino construido con muchas incertidumbres
y contradicciones, parecía posible y emocionante escribir la historia de hoy en
día incluso simultaneando con la escritura sobre el pasado. Ya no era necesario
esperar, como antes, a que un especialista del gusto (el crítico de arte) diera la eti-
queta de calidad que antes considerábamos necesitada del juicio del tiempo. Uno
podía ser un participante activo en la escritura de la historia justo allí y entonces.
Puesto que la posmodernidad descartaba la trascendencia y la universalidad, el
estudio y el análisis del arte contemporáneo podían abordarse inmediatamente.
Esta historización del arte contemporáneo es importante para poder comprender
enseguida la importancia de las posiciones estéticas del mercado de las ideas.
Hoy en día, el historiador, consciente de su propio sí construido, puede hacer
visible la red de significaciones en las que la obra de arte analizada tenía y tiene
lugar10».

3. Ámbitos discursivos: qué archivos

La incomprensión del presente nace fatal-


mente de la ignorancia del pasado. Pero tal
vez no es menos vano afanarse por com-
prender el pasado cuando nada se sabe del
presente.

Marc Bloch

En la segunda Trienal de París, La force de l´art 02 (Grand Palais, 2009),


Julien Prévieux presentó su trabajo La totalité des propositions vrais (avant)
[La totalidad de las proposiciones verdaderas (antes)]. La instalación estaba for-
mada por una estantería-expositor circular que albergaba una considerable
cantidad de libros cuyo contenido, al día de hoy, parece no tener ya ningún
interés comercial: guías turísticas de la extinta urss, libros sobre Windows

10  Serge Guilbaut. Los espejismos de la imagen en los lindes del siglo xxi. Akal: Madrid, 2009, p. 5.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Por una Historia del arte del presente

95, manuales de cámaras fotográficas analógicas descatalogadas o cursos


de tenis dictados por Yvan Lendl a mediados de los ochenta. Obras que
tuvieron un impacto considerable gracias a su diálogo con la actualidad,
que, de algún modo, hicieron aportaciones a la Historia de los saberes a
los que pertenecían y que hoy, obsoletas las tesis expuestas en sus páginas,
ocupan un lugar marginal en los anaqueles de las bibliotecas. La instala-
ción se completa con unos complejos diagramas de pared en forma de pi-
zarras escolares sobre las que Prévieux ha trazado una indescifrable red de
vínculos entre los distintos campos del conocimiento a los que pertenecen
estas obras.

Cada uno de los libros tuvo en su momento un uso muy concreto. El de-
sarrollo de los acontecimientos (el desmembramiento de la urss, la apari-
ción de la fotografía digital o la evolución del tenis moderno) hicieron que
la información práctica contenida en ellos perdiese su actualidad. Dejaron
de ser trabajos de referencia en sus campos correspondientes para con-
vertirse en fuentes documentales, en elementos que son almacenados en
bibliotecas, archivos o bases de datos y que, precisamente por eso, serán
considerados portadores de verdad histórica por los estudiosos. Da la im-
presión de que sólo la pérdida de la utilidad originaria del documento lo
convierte en fuente para la Historia.

Sin embargo, la biblioteca de Prévieux trata de hacernos reflexionar


acerca de cómo, a lo largo de la historia, los archivos han sido creados con
unas funciones muy concretas (la represión de una ideología política, la
contabilidad de una catedral gótica o el registro de nacimientos y muer-
tes de un municipio) entre las que nunca estuvo salvaguardar un corpus
documental con el fin de que el estudioso de un tiempo futuro escribiese
una Historia coherente y sin fisuras de un tiempo necesariamente pasa-
do. Prévieux pone ante nosotros los esquivos documentos que nos podrían
ayudar a escribir la Historia de nuestro presente, la historia que hemos vi-
vido, la historia de nuestra generación. El escaso tiempo transcurrido entre
la publicación de unos libros ya desfasados y el presente del espectador
que inspecciona la instalación nos hace conscientes de la aceleración de
los actuales procesos históricos, de la rapidez con que manuales de gran
valor informativo (que quizás recordemos haber usado para mejorar nues-
tros actuales conocimientos) han perdido su valor. ¿Sería pertinente negar
nuestra experiencia a la hora de historiar el presente que hemos vivido?,
¿debemos renunciar a nuestra condición de sujetos para cosificarnos como
historiadores objetivos?, ¿podemos considerar esos libros, algunos de ellos
publicados hace tan sólo una década, como documentos históricos?, ¿cuán-
to tiempo es necesario para que su inactualidad los revierta de valor docu-

· 313 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Albarrán

mental?, ¿debe el archivo contener documentos que, pese a haber perdido


su actualidad, puedan ser útiles como elementos de análisis y comprensión
no ya de su momento histórico (pasado) sino del presente en que se leen?

Por otra parte, y siguiendo con el protagonismo del archivo en el arte


actual, resulta cuanto menos paradójico que varios proyectos expositivos
y de investigación centrados en las prácticas artísticas contemporáneas11
estén reclamando la recuperación de archivos no sólo como medio para
reescribir la Historia tomando en consideración prácticas excluidas de los
relatos hegemónicos, sino también con el fin de reactivar la memoria de
un conjunto de prácticas críticas que, gracias a la actua(liza)ción de los ar-
chivos, podrían proyectar su potencial «disruptivo» sobre el presente. El
archivo no como contenedor de la verdad histórica, no como conjunto de
datos a partir de los cuales la actividad especular del historiador puede
producir Historia objetiva, sino como elemento a través del cual reactivar
la memoria del pasado en el presente. Adquirir conciencia de un pasado
reprimido que puede dialogar con el presente, no con el fin de resucitar
un cadáver histórico, sino para dar continuidad en nuestra realidad a una
experiencia de carácter emancipador.

4. Objetos de estudio: qué arte

En la Edad Media los artesanos tallaban


objetos de devoción que hoy estudiamos
como arte. En la actualidad son muchos los
que pretenden hacer arte y aún no sabemos
cómo llamar a lo que hacen.
Jean Baudrillard

All art has been contemporary es una intervención diseñada por el artista
italiano Maurizio Nannucci para el Altes Museen de Berlín. Este edificio
clasicista, proyectado por el arquitecto alemán Friedrich Schinkel en 1823,
está considerado el primer museo del mundo concebido como tal y acoge
una importante colección de piezas artísticas de todas las épocas y cultu-
ras. Según el International Council of Museums (icom), «un museo es una ins-
titución pública o privada, permanente, con o sin fines de lucro, al servicio

11  Podemos señalar como ejemplos la Red Conceptualismos del Sur, formada en 2007 y auspiciada
por el mncars [disponible en Internet en: http://conceptual.inexistente.net/]; el proyecto Culturas de
Archivo en el que han colaborado varias instituciones desde 2000 [disponible en Internet en: http://
www.culturasdearchivo.org]; El archivo universal. La condición del documento y la utopía fotográfica moder-
na, exposición (macba, 2009) que generó varias publicaciones y seminarios [disponible en Internet en:
http://www.macba.es].

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Por una Historia del arte del presente

de la sociedad y su desarrollo, y abierta al público, que adquiere, conserva,


investiga, comunica y expone o exhibe, con propósitos de estudio, edu-
cación y deleite colecciones de arte, científicas, etc., siempre con un valor
cultural». La Historia de las instituciones englobadas bajo esta definición
está estrechamente vinculada a la Historia del arte, desde su nacimiento a
principios del siglo xix hasta el actual momento de ruina posmoderna12.
La Historia del arte se consolida como disciplina científica durante el siglo
xix cuando los historiadores del arte comienzan a generar una separación
(ficticia, convencional) entre su actividad y el arte coetáneo13. En ese con-
texto, el museo ayudará a determinar los cánones estéticos, materiales y
culturales que debe cumplir toda obra merecedora de estudio, siendo la
distancia histórica uno de los principales valores a la hora de establecer
la calidad del objeto en cuestión (la pátina temporal). Posteriormente, du-
rante las primeras décadas del siglo xx, las vanguardias van a rechazar
la historización y museización del arte llegando, incluso, a desprenderse
del concepto mismo de arte, autónomo y burgués. Salvo excepciones, los
historiadores del arte no llegarán a preguntarse cuál es el impacto que esas
obras de vanguardia tienen en la visión que la disciplina proyecta sobre sus
objetos de estudio, sobre el arte de épocas pasadas.

El rechazo del concepto de arte, que de algún modo ha sido hereda-


do por la neovanguardia desde un punto de vista menos utópico, aparece
subvertido por la instalación de Nannucci. Con una intervención aparen-
temente simple, un luminoso situado sobre la puerta del museo que reza
Todo arte ha sido contemporáneo, Nannucci nos recuerda que todos y cada uno
de los objetos contenidos en el museo (cuya artisticidad queda refrendada
por este enunciado performativo) han tenido unos usos concretos en un
tiempo histórico que fue presente14. Como en la actual, en ninguna de esas
épocas existía un concepto de arte unificado, estable, inmutable a través
del tiempo. Todo arte (todos los objetos que hoy consideramos artísticos)
ha sido contemporáneo, pero no todos esos objetos eran considerados arte
en su presente, en el momento en que eran producidos, existiese o no un
concepto arte equiparable al que manejamos en la actualidad. Al ser valo-
rados (legitimados) como arte por el museo y la historiografía, la forma de
esos objetos, su apariencia estética, ha prevalecido sobre su función, sobre
su presente. Es la misma disciplina, apoyándose en la estética (en el valor

Douglas Crimp. On the museum´s ruins. Cambridge: Massachusetts, mit, 2000.


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Como explica Belting, durante el xix, «à quelques exceptions notables comme celle de Ruskin,
les historiens de l´art ne reconnaissent plus aux artistes de leur temps d´ancrage dans la tradition de
l´art, ils cessent même de prolonger l´histoire de l´art jusqu´au présent». Hans Belting. L´Histoire de
l´art est-elle finie?, op. cit., p. 35.
14  La proposición de Nannucci entabla un interesante diálogo con la conocida afirmación de su
compatriota Benedetto Croce: «toda Historia ha sido contemporánea».

· 315 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Albarrán

estético, contemplativo, que da lugar a lo que Rancière denomina «régi-


men estético del arte»15), la que ha otorgado cuotas de artisticidad a las pro-
ducciones culturales de otras épocas. La cualidad artística de los objetos
contenidos en el museo, su legitimidad como obras coleccionables, como
objetos de estudio de la Historia del arte, se debe a una autonomización
forzada, a su desactualización, a un proceso de falseamiento y estetización
que borra lo presente de un pasado remoto ya historiable. Sin embargo, co-
mo ha apuntado Julio Aróstegui, «si no comprendemos la acción histórica
[el objeto artístico, en este caso] como un presente tampoco será posible
adquirir conocimiento al volver sobre ella como pasado»16.

La descontextualización que opera todo museo sobre sus contenidos


puede ser contrarrestada por el historiador con la inclusión de su objeto
de estudio en un contexto (un presente) más amplio que el estrictamente
artístico, teniendo en cuenta no sólo los condicionantes socio-políticos o
económicos que envuelven la producción de objetos artísticos en una épo-
ca determinada (como haría cualquier historiador que se precie), sino tam-
bién atendiendo la misma conceptualización de lo artístico, los regímenes
escópicos que configuran la mirada sobre un presente efímero y la riqueza
de la cultura visual en la que se inscribe o se disuelve lo artístico. Todo ello,
dejando a un lado los prejuicios referidos a la artisticidad de las produccio-
nes visuales que acompañan el objeto en cuestión, cuya cualidad artística
tenderá a perder importancia como justificación del trabajo del historiador
en favor de su capacidad para producir sentido cultural.

De algún modo, ésta es, grosso modo, la propuesta enunciada en los últi-
mos años desde los llamados Estudios Visuales17. Pese a que algunos histo-
riadores del arte han visto con recelo su irrupción en el mundo académico,
los Estudios Visuales no suponen una amenaza para la disciplina. Al con-
trario, apuntan posibles soluciones a los problemas que el actual régimen
de la imagen plantea a la Historia del arte. Aquello que más incomoda a
la vieja disciplina es precisamente la adisciplinariedad (más que la multi-
15  Jacques Rancière. Le spectateur émancipé. París: La Fabrique, 2008, p. 64.
16  Julio Aróstegui. La Historia vivida. Sobre la Historia del presente, op. cit., p. 64.
17  José Luis Brea ha sido el principal introductor de esta corriente en nuestro país a través de la
revista Estudios Visuales (cendeac, Murcia), la colección homónima de la editorial Akal y los seminarios
celebrados en 2004 y 2006 en los foros de expertos en arte contemporáneo de arco. Los Estudios visua-
les surgen a finales de los ochenta de la confluencia entre los llamados Estudios culturales provenientes
de las universidades norteamericanas, la historia del arte de autores como Norman Bryson, Svetlana
Alpers o Michael Baxandall, la Teoría de la comunicación y el posestructuralismo francés. Puede verse
una revisión de la génesis y desarrollo de los Estudios visuales en Carmen González; Francisco Javier
Gil. «Estudios visuales. Lugar de convergencia y desencuentro» en Azafea, nº 9, 2007. Con respecto al
impacto académico de los Estudios visuales y su relación con el ámbito disciplinar de la Teoría de la
comunicación véase Luis Alonso García. «Dimes y diretes sobre lo audiovisual en los tiempos de la
cultura visual y digital» en Cuadernos de Información y Comunicación, nº 12, 2007.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Por una Historia del arte del presente

disciplinariedad) por la que abogan los Estudios Visuales. No podemos,


sin embargo, renunciar a toda una serie de grandes logros disciplinares ni
creer ciegamente en una pluridisciplinariedad que en algunos casos con-
duce al diletantismo. Existen importantes logros metodológicos que en su
momento supusieron enormes avances para la disciplina y que, por tanto,
deben ser tenidos en consideración, aunque sólo sea como modelos para
el cambio.

Los Estudios Visuales, como «estudios culturales sobre lo artístico […]


orientados al análisis y desmantelamiento crítico de todo el proceso de
articulación social y cognitiva del que se sigue el asentamiento efectivo
de las prácticas artísticas como prácticas socialmente instituidas»18, pue-
den contribuir a modificar una serie de dogmas disciplinares que traban
la evolución de la Historia del arte y la adecuación de sus planteamientos
a los condicionantes sociales, estéticos y tecnológicos de la imagen con-
temporánea. En este sentido, quizás debamos considerar la Historia de los
objetos artísticos dentro de una «multiplicidad dispersa de Historia de las
imágenes» intentando abrir la disciplina a otras manifestaciones no estric-
tamente artísticas capaces de producir significado cultural por medio de
la visualidad. Las disciplinas no son cadáveres congelados, intocables e
inamovibles, no tienen nada esencial, no hay elementos fundacionales que
no puedan ser modificados y, pese a que podamos obtener resultados den-
tro de los rígidos esquemas de la disciplina, debemos plantearnos si ésta
es capaz de producir conocimiento más allá de sus límites. Como afirma
Keith Moxey: «Si no hay nada sagrado en el modo en que un tema ha sido
estudiado en el pasado, no hay nada que impida que pueda ser visto desde
otra perspectiva en el futuro»19.

18  José L. Brea. «Los estudios visuales: por una epistemología política de la visualidad» en José L.
Brea (ed.). Estudios visuales. La epistemología de la visualidad en la era de la globalización, Madrid: Akal,
2005, p. 6.
19  Keith Moxey. «Nostalgia de lo real» en Estudios Visuales, nº 1, 2003, p. 47.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Juan Albarrán

5. Coda

La ciencia crítica no consiste en concebir


categorías nuevas opuestas a las falsas ca-
tegorías de la ciencia tradicional. Más bien
analiza las categorías de la ciencia tradi-
cional, cuáles son las preguntas que puede
formular a partir de sus presupuestos, y
qué otras preguntas quedan excluidas (pre-
cisamente con la elección de las categorías)
por la teoría.

Peter Bürger

Como hemos tratado de hacer ver en este artículo, las prácticas artísticas
que se producen en el momento presente pueden ayudar a la Historia del
arte a constituirse en esa ciencia crítica capaz de llevar adelante un proceso
de autocuestionamiento disciplinar que amplíe tanto el campo que abar-
can sus objetos de estudio como las posibilidades metodológicas a partir
de las cuales producir conocimiento. Nuevas imágenes generarían nuevas
preguntas a viejos objetos de estudio. El objetivo de una Historia del arte
del presente no sería tanto desactualizar el arte para convertirlo en materia
para la Historia como conseguir que ésta, despojada de sus dogmas disci-
plinares, consciente de su convencionalidad, actualice (traiga al presente,
haga presente) el arte de otros pasados.

Como en el caso de la Historia del tiempo presente, la Historia del ar-


te del presente no debería tratar de insertar los objetos artísticos en una
sucesión evolutiva, en un relato teleológico. Su cometido sería más bien
estudiar críticamente el objeto en cuestión teniendo en cuenta el presente,
su presente, desde el ahora como tiempo de construcción de toda historia.
Conscientes de lo convencional de la(s) Historia(s), debemos aceptar que,
por más objetivo y distanciado que pretenda ser nuestro relato, el tiempo
de los acontecimientos va a producir fisuras, grietas, pliegues en la super-
ficie de la representación que, como historiadores, estamos construyendo.
Toda representación (y la Historia lo es) se basa en convenciones que guar-
dan una tensa relación con la realidad. Dado que esa representación nunca
lo podrá ser de una totalidad coherente y estática (el pasado es siempre
móvil y escurridizo), el trabajo crítico del estudioso estará más próximo al
del montador que al del relator. El tiempo expansivo de los objetos artísti-
cos y los discursos que los envuelven tenderá a infiltrarse en otros tiempos,
por lo que parece necesario aceptar y explotar los efectos anacrónicos que

· 318 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Por una Historia del arte del presente

se producen cuando una época se infiltra en otra20. El trabajo del monta-


dor comienza por renunciar a todo relato evolutivo y causal para propiciar
una reconfiguración constante de la Historia del arte basada en la conca-
tenación de presentes alejados en el tiempo. La misma potencia expansiva
de las obras (hemos visto dos buenos ejemplos en los trabajos Prévieux
y Nannucci), que se resisten a la historicidad de la disciplina (a un tiem-
po impuesto desde fuera), genera una nueva (a)temporalidad anacrónica
(desde dentro), que lejos de restar objetividad al relato, aceptando lo con-
vencional del mismo, puede abrir nuevos sentidos en y a partir de las obras
y, en consecuencia, quizás, producir conocimiento.

20  Georges Didi-Huberman. Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Buenos
Aires: Adriana Hidalgo, 2005, p. 16.

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Historiando memorias.
Historia y literatura testimonial frente a la última
dictadura militar argentina

María Virginia Pisarello


Universidad Nacional del Litoral

Arrojados hacia búsquedas infinitas, en donde la verdad histórica resulta


cuestionada por el más amplio concepto de ficción, los historiadores ensa-
yan constantemente nuevas respuestas a viejos interrogantes que siguen
encendiendo disputas: ¿En qué se diferencia la Historia de la literatura?,
¿podemos utilizar la literatura como fuente?, ¿la Historia refiere a lo real-
pasado? En esta senda, desde el campo de la Historia se apuesta al uso de
fuentes y herramientas no convencionales, a la par que desde el universo
de las letras surgen también propuestas innovadoras que presentan refe-
rentes capaces de reponer las ambigüedades del pasado1.

Esta encrucijada despierta ecos particulares cuando se trata de abor-


dar el pasado reciente, territorio tradicionalmente opaco a la práctica del
historiador en donde el discurso de la Historia entra en competencia con
una multiplicidad de voces que circulan en la esfera pública. Es allí donde
proliferan las obras de memoria individual o colectiva escritas en clave de

1  Como ejemplo de este último término podemos citar la novela contemporánea Dos veces junio
(2002) de Martín Kohan, que consigue cuestionar y desestabilizar los sentidos del pasado dictatorial
que se establecieron en connivencia con el retorno de la democracia en la Argentina. A lo largo de sus
páginas se expresan «las hipótesis más polémicas que animan las mejores indagaciones sobre la memo-
ria», en palabras de María Teresa Gramuglio, en «Políticas del decir y formas de la ficción. Novelas de
la dictadura militar» en Revista Punto de vista, año xxv nº 74, diciembre 2002, pp. 9-14.
En la obra de Kohan se sobreimprimen memorias, y se acomete contra la Teoría de los dos demonios, que
se erigió como expresión de la memoria oficial y mito fundante de la transición (1983-1989) en nuestro
país. Conforme con la misma, militares y guerrilleros —prácticamente en igualdad de condiciones—
eran los únicos responsables de la violencia desatada durante la última dictadura militar.

· 321 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Virginia Pisarello

compromiso —y por lo general, ajenas a las disputas del campo acadé-


mico—, que reivindican para sí el estatuto de portadoras de una verdad
negada y silenciada.

Ignorarlas constituye un error y retomarlas literalmente también, pues-


to que su uso reclama reflexiones y críticas, tal como lo evidencian los tra-
bajos pioneros de Oberti y Pittaluga2 y de Ana Longoni3. Partiendo de esta
constatación, a continuación indagamos sobre la relación entre memoria e
Historia y el problema de la experiencia a partir de una serie de interro-
gantes vinculados entre sí: ¿cuáles responsabilidades entran en juego en
los textos de memoria?; ¿de qué modo?; ¿quiénes las asumen?; ¿a quiénes
son asignadas?; y por otro lado: ¿qué hicieron?; ¿por qué obraron de ese
modo?; ¿qué consiguieron?; ¿qué perdieron? Con este objeto, analizamos
cuatro libros de memorias publicados en Santa Fe en los que se relata lo
ocurrido en la región durante la última dictadura militar.

Enunciamos las condiciones de producción, edición y circulación de los


materiales consignados, procurando luego caracterizar el sujeto enuncia-
dor y el lector al cual van dirigidos los textos, con el objeto de identificar y
analizar los enunciados en los cuales se alude a responsabilidades especí-
ficas sobre los hechos ocurridos durante el período dictatorial. Finalmente,
analizamos los testimonios de los autores y/o protagonistas de los libros
reconociendo su carácter de testigos claves del período.

1. Iniciativas de memoria

Memoria e Historia no son necesariamente convergentes, al punto que


una no es irreductible a la otra4; y si bien es cierto que ambas son cons-
trucciones que dan sentido al pasado, ellas parten de supuestos diferentes
y circulan por ámbitos diferenciados, que sólo en ocasiones se solapan.
Uno de estas ocasiones la brinda el pasado reciente: territorio atravesado
por memorias en conflicto que pugnan —junto/contra la disciplina históri-
ca— por reivindicar una particular visión de los hechos.

Mientras la memoria singulariza, la Historia generaliza a través de una


metodología específica fundamentada en dos operaciones: constituir como
2  Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga. Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y pensamien-
tos sobre la historia. Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 2006.
3  Ana Longoni. Traiciones. La figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión.
Buenos Aires: Norma, 2007.
4  Carlo Ginzburg. «Distancia y perspectiva: dos metáforas» en revista Entrepasados. Buenos Aires,
nº 16, 1999, p. 101.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

representaciones los rastros, de cualquier orden que sean, y establecer en


forma hipotética una relación entre las series de representaciones construi-
das y trabajadas como tales y las prácticas de las que son referencia exter-
na5. Tal como señala Koselleck, la Historiografía se funda en «la imposibi-
lidad de recuperar lo experimentado como único»6. En cambio, la memoria
«coloniza» el pasado y lo organiza sobre la base de las concepciones y las
emociones del presente7, sin someterse a «un control que tenga lugar en
una esfera pública separada de la subjetividad»8.

Aquí nos ocuparemos de un conjunto de textos que constituyen prácti-


cas concretas de memoria, ya que propician la transmisión del pasado, al
mismo tiempo que entran en conflicto con otras memorias, participando así
de los debates actuales de la Argentina. Nos referimos a: (i) la obra colectiva
testimonial Del otro lado de la mirilla. Olvidos y memorias de ex Presos Políticos
de Coronda, 1974-1979 (2003); (ii) Sólo digo compañeros. Vida y compromiso mi-
litante desde el Norte de Santa Fe (2005) de Raúl Borsatti; (iii) Montemadre.
Heroica historia de compromiso y dignidad (2006) escrita por Jorge Miceli; y
(iv) la obra colectiva Historias de vida. Homenaje a militantes santafesinos.
Aportes para la construcción de la memoria colectiva (2007) publicada por el
Gobierno de Santa Fe 9.

Conforme a la necesidad de dar a conocer lo ocurrido, los trabajos de


memoria —entre ellos los cuatro considerados— ponen en entredicho el
carácter fundamentalmente privado de la misma, instándonos a avanzar
en otras conceptualizaciones. Fue Maurice Halbwachs quien se refirió a la
memoria como entidad colectiva. Desde una perspectiva no patrimonialis-
ta, en su libro Los marcos sociales de la memoria indagó sobre la reconstitu-
ción del pasado desde la relación entre el lenguaje y la memoria, y formuló
algunas inquietudes que aún estimulan la reflexión contemporánea, entre
ellas: «Pero el acto que evoca el recuerdo, ¿es aquél que nos hace entrar de
modo más completo en nosotros mismos? Nuestra memoria, ¿es un ámbito
propio?»10.
5  Roger Chartier. El mundo como representación, Barcelona: Gedisa, 1996, p. 78.
6  Reinhart Koselleck. Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia. Barcelona: Paidós, 2001, p. 58.
7  Paolo Rossi apud Beatriz Sarlo. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión.
Buenos Aires: Siglo xxi, 2005, p. 92.
8  Beatriz Sarlo. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión, Buenos Aires:
Siglo xxi, 2005, p. 93.
9  Los planteos analizados contrastan con un pequeño grupo de textos de amplia circulación nacional,
que narran lo que implicó estar dentro de una organización armada. Dentro de esta tendencia desarro-
llada en los últimos años se inscribe el libro de: Marcelo Larraquy. Fuimos soldados. Historia secreta de
la contraofensiva montonera. Buenos Aires: Aguilar, 2006. Y en un terreno semejante se ubica la disputa
encendida por la carta abierta de Oscar del Barco publicada en la revista cordobesa La intemperie en
diciembre de 2004.
Maurice Halbwachs. Los marcos sociales de la memoria, Madrid: Anthropos, 2007, p. 37.
10  ��������

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Virginia Pisarello

Es por ello que aquí apostamos a un atento uso de la noción de memo-


ria colectiva que la reconozca en su multidimensionalidad, conforme la
pluralidad, fragmentariedad y conflictividad que encierra. Baste recordar
que la memoria es un espacio de lucha política, y que está asociada a sa-
beres, emociones y afectos que reconocen una multiplicidad de tiempos y
sentidos, y que contienen recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios
y gestos11. Es un acto ético «por el cual los hombres se hacen responsables
de la palabra»12, en el que puede intervenir también la mendacidad de los
agentes.

A través de sus intervenciones, estos trabajos apuntalan el ejercicio del


uso público de la Historia, dotando a los investigadores de valiosos materia-
les para el estudio del pasado reciente. En efecto, exponen las tensiones en-
tre memoria individual y memoria colectiva, al tiempo que se concentran
en sujetos miembros de una unidad generacional y política, para exaltar lo
ocurrido en los setenta en su singularidad.

Abonan así una explicación que profundiza el hiato existente entre un


tiempo lineal y otro recursivo. Y por otro lado, manifiestan la expresa vo-
luntad de construir una memoria fiel a lo ocurrido y útil para las genera-
ciones que desconocen o escogieron ignorar lo que entrañó el terror de
Estado. Conforme estas operaciones, los discursos en cuestión saldan en
forma análoga temas aún candentes en la sociedad, entre ellos aquel que
refiere a las responsabilidades de sus protagonistas sobre las acciones de re-
sistencia que desarrollaron durante la dictadura y las consecuencias que
entrañaron. Proponen narraciones en donde —tal como apunta Calveiro—
«el “enemigo” de la guerrilla […] se parece demasiado al “subversivo” del
discurso militar»13. De ese modo se clausura, por ejemplo, el problema que
implicó la opción por la revolución cuando estuvo acompañada de la lucha
armada.

Conforme esta misma lógica, se da por supuesta la participación po-


pular en los movimientos sociales de los setenta —y en ocasiones se ma-
nifiesta un marcado interés por construir relatos que atraviesen transver-
salmente la sociedad —, pero se obtienen narraciones indiscutiblemente

11  Cfr. Elizabeth Jelin. «La conflictiva y nunca acabada mirada sobre el pasado» en Marina Franco;
Florencia Levín (comps.). Historia reciente. Perspectivas y desafíos de un campo en construcción. Buenos
Aires: Paidós, 2007, p. 17.
12  Héctor Schmucler. «El imperio de la información como imperio de la banalidad» en Comuni-
cación y Educación como campos problemáticos desde una perspectiva epistemológica. Paraná, Universidad
Nacional de Entre Ríos-Facultad de Ciencias de la Educación, 1995, p. 40.
13  Idea recuperada en Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga. Memorias en montaje. Escrituras de la
militancia y pensamientos sobre la historia. Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 2006, p. 50.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

centradas en una perspectiva de clase media. En efecto, es importante res-


ponder «¿Por qué un joven de clase media que a los dieciocho años de edad
ayudaba a los pobres en una villa miseria, a los veintitrés se convertía en
guerrillero?»14, pero es imprescindible también conocer el derrotero atra-
vesado por la clase obrera. Sobre el particular, Victoria Basualdo aventura
interrogantes sugerentes; por ejemplo:

«¿Cuáles fueron las relaciones entre la clase obrera y las organizaciones guerri-
lleras? ¿Existieron responsabilidades por parte de las organizaciones armadas
respecto al involucramiento y exposición de comunidades de base que luego
fueron masacradas por las fuerzas represivas por no contar con coberturas míni-
mas ni medios de escape?»15.

A su vez, en el intento de explicar lo sucedido, estas narrativas van más


allá de la teoría de los dos demonios y de aquellas versiones que señalan a
los militantes «como víctimas pasivas o como héroes o perejiles»16; aunque
esta tarea no está acompañada de un esfuerzo similar por explicar las es-
tructuras y condiciones que posibilitaron el asesinato sistemático de miles
de individuos17.

Sin embargo estos puntos flacos de los textos no consiguen opacar sus
virtudes. En contrapunto con los trabajos historiográficos, observamos un
marcado interés de los relatos testimoniales por resaltar las especificida-
des regionales de las fuerzas represivas, cuyo carácter territorial determi-
nó perfiles específicos para los distintos espacios y áreas de la república;
mientras que esta heterogeneidad radical aún espera ser narrada en clave
historiográfica.

Frente al autoritarismo de los discursos y acciones largamente promovi-


dos por el Estado —destinados a la doble tarea de olvidar/perdonar— las
obras escogidas apuntalan una memoria colectiva atenta a los represalia-
dos, que genera empatía del lector con las víctimas del terror de Estado. En
los cuatro libros seleccionados, la memoria —portadora de una identidad

14  Lucas Lanusse. Montoneros. El mito de sus 12 fundadores. Buenos Aires: Ed. Vergara, 2005, p. 23.
Alessandro Portelli también formula una pregunta de esta índole, al trabajar con testimonios orales
relativos a la resistencia italiana durante la Segunda Guerra Mundial. Desea saber: «¿Qué es lo que […]
transforma a estas señoritas de buena familia, a estos jóvenes románticos, en activistas clandestinos,
en partisanas armadas, en guerreros?» en Alessandro Portelli. La orden ya fue ejecutada, Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 79.
15  Victoria Basualdo. «Derivaciones posibles de la polémica iniciada por Oscar del Barco: reflexio-
nes para una agenda de investigación» en Políticas de la memoria. Cedinci, Buenos Aires, nº 6/7, verano
2006/2007, p. 12.
16  Cfr. Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga, op. cit., p. 19.
17  Cfr. Elke Gryglewski. «Memoria y Transmisión», Simposio Culturas Urbanas Buenos Aires-Berlín.
Buenos Aires; 27-28 de abril de 2006, p. 3.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Virginia Pisarello

común— aparece como un espacio conflictivo clave en el que se dirimen


batallas que nos recuerdan que las historias allí tratadas no tienen punto
final.

El compromiso militante, la vacancia de investigaciones en la materia y


la necesidad de narrar lo sucedido, estimulan —al menos en el caso santa-
fesino— la escritura y difusión de una amplia variedad de trabajos testimo-
niales. Ellos nos permiten conocer el funcionamiento del penal de Coronda
durante el período, e identificar la preeminencia que tuvo una u otra fuerza
en la represión sobre las distintas zonas del territorio provincial18.

Atentas a la transmisión del pasado reciente, estas obras asumen un rol


tutelar sobre el pasado, al que exaltan en su singularidad e irrepetibilidad,
instando a los historiadores al estudio del período. Puesto que es cierto que
no hay presente sin memoria, a lo largo de sus páginas advertimos cómo
«cierta reintegración y relato del pasado cumple una función de legitima-
ción del presente»19.

2. Del otro lado de la mirilla, Montemadre, Sólo digo compañeros e


Historias de vida

Con un formato novedoso y original, Del otro lado de la mirilla. Olvidos y


memorias de ex Presos Políticos de Coronda, 1974-1979 (2003) es una obra escri-
ta y publicada por los ex presos políticos miembros de la Asociación Civil
El Periscopio, bajo el auspicio del Museo de la Memoria de Rosario. Allí se
narra la vida de los presos políticos en el penal de Coronda (provincia de
Santa Fe) durante el terror de Estado.

Los treinta y siete capítulos que componen el libro fueron realizados en-
tre diciembre de 1999 y mayo de 2003, a través de una serie de encuentros
y vía e-mail. Por estos medios, los autores reunieron materiales de diversa
índole, entre ellos fotos y grabados que figuran en el paratexto. Como fruto
de este esfuerzo compartido el volumen salió a la luz en diciembre de 2003,
con una inmediata reimpresión de 3000 ejemplares que se encuentra ago-

18  Fue el II Cuerpo del Ejército el principal responsable de los secuestros y desapariciones en la
provincia de Santa Fe, asistido por distintos órganos de inteligencia: el Destacamento de Inteligencia
121 (Rosario), y el Destacamento de Inteligencia 122 (Santa Fe). Dentro de este marco, Gabriela Águila
señala que en Rosario la represión estuvo fundamentalmente en manos de las fuerzas de la policía. Por
otra parte, vemos que en el monte del norte de la provincia de Santa Fe la represión estuvo a cargo de
una sección de la policía rural, la denominada «Guardia Rural Los Pumas».
19  Hugo Vezzetti. Pasado y presente. Dictadura, guerra y sociedad en Argentina. Buenos Aires: Siglo
xxi, 2003, p. 140.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

tada. La alta repercusión que tuvo en las clases medias santafesinas estuvo
ligada a la serie de actos culturales desplegados por este colectivo, y a su
política de distribución y venta a bajo costo.

El sujeto enunciador de la obra —que no tiene explícitas pretensiones


omniabarcadoras20— se propone dar testimonio colectivo a la sociedad
acerca del funcionamiento de la maquinaria del terrorismo de estado en
un penal particular. Sus objetivos —prefigurados por variables ético-políti-
cas— están explicitados desde el inicio, donde indican su voluntad de dar
«un testimonio que nos dignifica como sujetos»21, que apunta a convertir
el olvido en lo in-memorial, por lo que está dirigida a los nuevos sin palabra,
a los a-memoriados y los des-memoriados.

La iniciativa encuentra sentido en el acto de compartir, pues tiende


puentes que favorecen la transmisión intergeneracional de la memoria, a la
vez que revisita y rebate construcciones de memoria oficiales que silencian
lo ocurrido a los presos políticos. En el acto de compartir su testimonio,
cada uno de los autores del libro reactualiza la memoria colectiva de los
ex presos, concretando así también uno de los pasos fundamentales que la
transmisión intergeneracional exige22.

Embarcados en esta faena, que encuentran pendiente en la sociedad, los


autores apelan al humor para relatar las experiencias extremas que atrave-
saron, por lo que a lo largo de las páginas emerge con insistencia el imagi-
nario festivo del pueblo que reivindica la risa y la esperanza. Este contra-ima-
ginario de la dominación o de la penosa dominación, parte de «una visión
igualitaria y festiva del mundo de la vida»23.

Es por ello que utilizan la primera persona del plural y la primera del
singular, y la alternancia entre ambas garantiza que los pasajes y breves

20  Aclaran: «No pretendemos ser voceros de nadie, ni mucho menos apropiarnos de una experien-
cia que pertenece a un millar de hombres que vivieron “del otro lado de la mirilla”». En Asociación
Civil El Periscopio. Del otro lado de la mirilla. Olvidos y memorias de ex Presos Políticos de Coronda, 1974-
1979, Santa Fe: El Periscopio, 2003, p. 15.
Entre los autores de este libro figuran 62 nombres, y la cifra puede ser ampliada a unos 150 individuos
si consideramos a todos aquellos que estuvieron vinculados de diverso modo a la concreción del pro-
yecto. No obstante, se trata a su vez de un núcleo reducido de los 1.153 presos políticos que pasaron
por la cárcel de Coronda entre 1974 y mayo de 1979.
21  Ibídem, p. 15.
22  Cfr. Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga. «Temas para una agenda de debate en torno al pasado recien-
te», en revista Políticas de la Memoria, Publicación de Cedinci, Buenos Aires: nº 5, verano 2004-05, p. 9.
23  Cfr. Maximiliano Salinas Campos. «La imagen y la memoria de Clotario Blest. La memoria de
un dirigente popular en el imaginario urbano de Chile», mimeo, presentado en Cursos Internacionales
Iberoamericanos 2007- Programa Iberoamericano de Estudios sobre Imaginario: Post dictaduras: Imagi-
narios y memoria en Iberoamérica. La Plata: 12 al 16 de marzo de 2007.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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capítulos escritos a título individual operen como anécdotas condensadoras


de sentido que permiten entender más cabalmente la forma en que se de-
sarrollaron las relaciones en el interior del penal24. Así, al referirse a las
arbitrariedades sufridas, uno de los ex presos recuerda:

«Un día me llama la guardia, me llevan a la enfermería y allí encuentro un com-


pañero de causa, al verlo dije: “— Cagamos, ¿qué pasa? ¿a dónde vamos?, ¿a
Santa Fe?, ¿a cobrar?, ¿al Juzgado? ¿Qué?… mmm… dijo la nutria, esto no me
gusta nada…” Luego, él me contaría que pensó lo mismo. Pasado el “examen”
médico (cabe aclarar que además iban otros compañeros), nos llevan a todos
como chicharra de un ala hacia la salida del penal, donde nos esperaba el camión
celular que nos trasladaría a sólo Dios sabe dónde…»25.

Esta anécdota evocadora de recuerdos traumáticos evidencia cómo la


constitución simultánea, mutua y convergente de la memoria individual
y de la memoria colectiva26, puede impactar sobre la conciencia histórica
que los actores (lectores) tienen con respecto a un determinado período.
Una vez más resulta claro que «para todas estas historias (memorias) no
hay punto final», puesto que se continúan filtrando a través de las esclusas
del recuerdo y los estratos de la experiencia27.

También desde una perspectiva que navega entre lo individual y lo so-


cial, Montemadre. Heroica historia de compromiso y dignidad (2006) escrita por
Jorge Miceli, recupera la memoria de la resistencia desarrollada por un
matrimonio y sus compañeros mientras se escondían en el monte chaque-
ño-santafesino en tiempos de la dictadura militar. Tomando como base las
entrevistas realizadas a la pareja en cuestión, el autor narra las peripecias
que atravesaron en su intento de sobrevivencia. Se trata de una edición de
pocos ejemplares que no alcanzó difusión masiva, pero que sin embargo
contó con una destacada presentación en las instalaciones del gremio de
ate —Asociación de Trabajadores del Estado— de la ciudad de Santa Fe (el
mismo espacio donde ulteriormente se presentó Historias de vida).

Con formato de novela, y apelando a la tercera persona del singular y


del plural, la obra consigue atrapar la atención del lector desde el primer
momento, tal vez porque —a diferencia de Del otro lado de la mirilla— su
trama argumental convencional dinamiza la lectura. El sujeto enunciador

24  Cfr. Vera Carnovale. «Aportes y problemas de los testimonios en la reconstrucción del pasado
reciente en la Argentina» en Marina Franco; Florencia Levín (comps.), Historia reciente. Perspectivas y
desafíos de un campo en construcción. Buenos Aires: Paidós, 2007, p. 165.
25  Asociación Civil El Periscopio, op. cit., p. 189.
26  Paul Ricoeur. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid: Arrecifes, 1999, p.19
27  Cfr. Alessandro Portelli. La orden ya fue ejecutada. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
2004, p. 9.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

—en tanto miembro de «una generación reprimida brutalmente»28— se


dirige especialmente a la:

«[…] nueva juventud que irrumpe con deseos de protagonismo, donde hay mu-
chas cuentas pendientes que exigen una nueva lectura de la realidad, una valo-
ración y autocrítica de la historia vivida, para poder volcar a las nuevas genera-
ciones con objetividad y sin triunfalismos, nuestros aciertos y errores […] con
sus cualidades y defectos que es lo que de última hoy nos está permitiendo la
relectura de nuestra historia»29.

Esta voluntad didáctica de la obra se advierte también en el libro edi-


tado por la Asociación Civil El Periscopio y en los otros dos volúmenes
considerados, de los cuales nos ocuparemos a continuación.

Sólo digo compañeros (2005) de Raúl Borsatti e Historias de vida (2007) po-
seen características semejantes en cuanto a formato y composición, aunque
se diferencian en su contenido. Uno y otro recopilan textos, narraciones,
fotografías y relatos en donde familiares y amigos de militantes desapare-
cidos cuentan cómo eran y cómo los recuerdan. Si bien es cierto que ambos
textos se presentan como iniciativas de memoria, en Sólo digo compañeros
existe una fuerte apuesta a la reconstrucción de la historia, explicitada des-
de el prólogo escrito por un historiador en calidad de militante, pero con
herramientas del oficio. Por contraposición a ello, Historias de vida no pare-
ce interesado en reconstruir la historia reciente, a no ser como contrapunto
de las acciones protagonizadas por los militantes de los que se ocupa.

La filiación entre estos dos libros se explicita en el prólogo de este últi-


mo, donde se remite a la lectura del libro de Borsatti (editado previamente)
para cubrir algunas historias ausentes en el volumen. En su edición am-
bos fueron apoyados por la misma gestión de la Secretaría de Estado de
Derechos Humanos de la Provincia de Santa Fe; no obstante, mientras que
el primero contó con un apoyo parcial, Historias de vida —compilado y re-
dactado por ex militantes—, fue íntegramente subsidiado por esta entidad.
Somos concientes de que ello no es un detalle menor, puesto que alude
directamente al desarrollo de políticas de memoria por parte del Estado.
Sin embargo, por el momento obviamos el tratamiento específico de su im-
pacto, de los objetivos que persigue, y del marco en que se inscribe, porque
ello nos desviaría de nuestro objeto de investigación.

28  Jorge Miceli. Montemadre. Heroica historia de compromiso y dignidad. Reconquista (Santa Fe): Ed.
Independiente, 2006, p. 17.
29  Ibídem.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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Historias de vida tiene la particularidad de haber sido distribuido en las


escuelas medias por el estado provincial, responsable de su publicación.
Esto le da al proyecto un alcance del que carece el resto de los textos. Al
igual que Sólo digo compañeros, este libro recorre una a una las desaparicio-
nes de distintos sujetos de la provincia de Santa Fe, sólo que la primera se
concentra en lo que concierne al norte, y la segunda abarca a la totalidad
provincial.

El texto de Borsatti fue pensado como un texto cerrado que invita a ser
continuado en mesas de discusión bajo otros formatos; en cambio el otro
libro se presenta como el primero de una serie de tomos que pretenden
recoger las memorias de todos los desaparecidos de la provincia. Esta di-
ferencia propositiva impacta directamente sobre la definición del sujeto
enunciador.

Otro contraste significativo se aprecia en lo que concierne al criterio or-


denador de ambos trabajos, puesto que mientras que el primero sigue una
progresión cronológica, conforme se sucedieron en el tiempo los secuestros
y desapariciones, el segundo enfoca su atención sobre distintos colectivos
(por ejemplo, los trabajadores), sobre espacios particulares (por ejemplo,
ciudades como Coronda y Rafaela) y sobre momentos singulares (los ini-
cios, etc.). Evidentemente no se aprecia un criterio específico detrás de esta
aparente clasificación y finalmente la Historia se cuela en las páginas del
último apartado bajo la forma de documentos de la época reproducidos sin
comentarios, en el intento de retratar el período.

Construido con la clara pretensión de recopilación, el libro se apega a


los testimonios recogidos, armando a partir de ellos la historia de cada uno
de los desaparecidos en singular. La multiplicidad de historias individua-
les resultante entra en tensión con el proyecto de reconstrucción de la me-
moria histórica más general que se propone el libro, por cuanto lo colectivo
y lo individual se solapan abriendo preguntas que quedan sin contestar. La
militancia como principio articulador de las relaciones entre los integran-
tes del libro, la juventud como característica compartida y la excepcionali-
dad de cada uno montan un mapa que reproduce el hiato existente entre
memorias individuales y memoria colectiva.

Sin embargo, ello no impide la construcción de una memoria de héroes


por parte de los diversos testimoniantes, al punto que en su intervención el
Secretario de Estado de Derechos Humanos manifiesta: «Todos ellos fue-
ron, sin duda, los mejores de una sociedad que, en algunos casos, solía mi-
rar al costado». Con más matices, los compiladores omiten expresiones de

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

este tipo y privilegian otras que exaltan su relación con los sujetos homena-
jeados en el libro, por ejemplo: «agradecemos a las viejas alegrías y sueños
compartidos con aquellos compañeros, a quienes recordamos con profun-
do cariño y que fueron el motor que nos movió a realizar este trabajo»30.

En efecto, en su tarea de humanizar a los desaparecidos —restituyéndo-


les un rostro y una identidad y recordándolos en sus afectos, sus sueños y
sus temores— los autores procuran dejar hablar a quienes conocieron a los
militantes en cuestión, distanciándose de los testimonios. Por otra parte,
al mismo tiempo explicitan que lo hacen desde su condición de testigos y
partícipes y aclaran «no pretendemos ser neutrales, tenemos una posición
tomada, lo que no quiere decir que seamos parciales, buscamos ajustarnos
a los hechos tal como los conocimos y recordamos»31. En este esfuerzo de
transmitir con fidelidad la memoria de lo sucedido, el libro se transforma
en un calidoscopio de recuerdos que cobran sentido en el ordenamiento
trazado por los compiladores, y en sus breves intervenciones.

3. Los protagonistas frente a lo sucedido

En los cuatro libros trabajados, el pasado y el presente se entretejen en


una fina telaraña que conecta acciones y responsabilidades individuales
y colectivas32. En este sentido, los textos también nos acercan al contex-
to histórico de los setenta a través de relatos atentos a los aspectos políti-
cos, sociales y económicos de la dictadura, y mediante la reproducción de
documentos de la época. Estas estrategias compartidas por Montemadre,
Sólo digo compañeros e Historias de vida, no se repiten en Del otro lado de la
mirilla.
Este último libro pone el acento en las vivencias de los presos y se ocupa
del contexto sólo a causa de sucesos particulares; por ejemplo, la referencia
al Mundial de fútbol de 1978 aparece mediada por lo que ellos recuerdan:
«al revés de lo que nosotros habíamos especulado, que el mundial nos trae-
ría algún beneficio, nos trajo mayor represión»33.

30  Gobierno de Santa Fe. Historias de vida. Santa Fe: Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno
de Santa Fe, 2007, p. 5.
31  Ibídem, p. 9.
32  «Es porque existe esa profunda conexión entre las ideas de responsabilidad y de acción por lo
que una reconsideración de primera termina resonando de manera inevitable en la segunda, y vice-
versa». En Manuel Cruz. Cómo hacer cosas con recuerdos. Sobre la utilidad de la memoria y la conveniencia de
rendir cuentas. Buenos Aires: Katz, 2007, p. 101.
33  Asociación Civil «El Periscopio», Del otro lado de la mirilla. Olvidos y memorias de ex Presos Políti-
cos de Coronda, 1974-1979, Santa Fe, El Periscopio, 2003, p. 252.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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En cuanto a ello también aportan datos que nos permiten reconstruir las
circunstancias que atravesaron:

«(Se) incrementó el número de requisas individuales y colectivas […] y el núme-


ro de guardias en cada pabellón […]. El objetivo era quebrar el funcionamiento
de las ventanas34 a cualquier costo. Y la fecha tope parecía ser la de realización
del campeonato mundial de fútbol»35.

Conforme este recorte subjetivo, en el libro se utiliza la misma jerga del


penal (incluyendo un glosario para descifrarla), que nos acerca al mundo
y al imaginario compartido por los presos políticos. En este intento, se lo-
gra reconstruir con éxito el funcionamiento del microcosmos de la cárcel
de Coronda; no obstante no se avanza en la explicación de las causas que
llevaron a estos individuos a ese sitio. Este detalle no resulta menor para el
lector, que una vez avanzado el texto se enfrenta a pasajes del tipo:

«Como se ve, no fuimos héroes. Ninguno de nosotros lo fue. Simplemente fuimos


seres humanos comunes y corrientes, puestos sistemáticamente es situaciones
límites, que las enfrentamos y salimos de ellas más o menos airosamente, pero
pagando algún costo, mayor o menor36».

Desde el momento en que resulta necesario negar la condición heroica


de los protagonistas, se impone la tarea de humanizar lo sucedido y de
realizar un esfuerzo de rememoración que apunte a esclarecer —lo más
detalladamente posible— las causas que estuvieron ligadas a la detención.
Si bien es cierto que entre las prioridades de los autores no se encuentra la
de exponer los motivos por los que cada uno en particular fue detenido,
vale señalar que un desarrollo de este tipo favorecería la comprensión de
lo ocurrido.

Las referencias a la Ley de Seguridad Nacional 20.840 —por la que se


juzgaban actividades consideradas subversivas— no explicitan las circuns-
tancias por las cuales los sujetos fueron llevados a prisión, y tampoco alu-
den a las actividades militantes que ellos desarrollaban fuera del penal. No
obstante, la militancia, con toda su carga romántica, opera como elemento
basal en Del otro lado de la mirilla. Allí la identidad política revolucionaria
aparece como substrato común a los presos de las distintas organizaciones
político-militares y partidos, y por ende también como elemento que los
diferencia de los presos comunes.

34  Se refiere a las «ventanas» de las celdas por las cuales se comunicaban entre sí los presos.
35  Ibídem, p. 252.
36  Ibídem.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

Por otra parte, este texto y los otros tres considerados, apuntan datos
sobre los autores materiales de la represión durante el período. Las narra-
ciones recopiladas se esfuerzan por (re)construir y transmitir los sentidos
de las experiencias traumáticas atravesadas por los represaliados de la úl-
tima dictadura. Actúan como dispositivos de denuncia de lo obrado por las
fuerzas represivas entre 1973-1983, pero clausuran ahí el debate relativo a
las responsabilidades de lo ocurrido durante el terror de Estado.

Frente a la pregunta sobre cuáles responsabilidades entran en juego en


los textos, los materiales considerados proporcionan respuestas similares
que nos remiten exclusivamente a las cargas de los represores. No obstan-
te, pensamos que toda lectura crítica de los textos invita a ir más allá de lo
dicho para indagar sobre el rol desempeñado por los militantes, atendien-
do a las razones contextuales pero también a la dimensión que los llevó a
encarar tareas políticas y, en ocasiones, también militares.

En las historias analizadas, queda en suspenso el imprescindible debate


acerca de la lucha armada, que —tal como apunta Victoria Basualdo— pro-
mete ofrecer «claves decisivas para la reconstrucción de un proyecto de iz-
quierda en la Argentina». Lo que ocurre es que gran parte de quienes asu-
mieron esta vía como válida no están hoy para discutir porque «estuvieron
dispuestos no sólo a matar en una situación extrema, sino fundamental-
mente a morir por la transformación de una realidad que consideraban
injusta e inaceptable»37. Y al mismo tiempo, la presencia de sobrevivientes
de centros clandestinos de detención y de niños apropiados tornan más
sensible todo análisis al respecto.

Siguiendo el razonamiento, vemos que la militancia en los setenta estu-


vo signada por una entrega que implicó «una decisión de tomar las armas
y por lo tanto una responsabilidad respecto a las consecuencias»38; por lo
cual resulta imprescindible preguntarse a nivel social: ¿cuánto de su ex-
periencia podemos recoger?, ¿qué compartimos con ellos?, ¿en qué disen-
timos? Abogar por estas respuestas, en constante diálogo con las produc-
ciones de memoria, es una tarea prioritaria cuando se trata de avanzar en
la construcción y transmisión de una memoria colectiva con compromiso
cívico.

Es necesario partir de una matriz que reconozca las responsabilidades


que les caben a los perpetradores, pero que indague asimismo sobre el rol

37  Victoria Basualdo, op. cit., pp. 10 y 11.


38  Victoria Basualdo también apunta que «la decisión de tomar las armas fue asumida por algunos
grupos y rechazada por otros en el mismo contexto histórico». Ibídem, p. 10.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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desempeñado por los vencidos. Si bien es cierto que toda memoria tiene
sus puntos ciegos, también es cierto que hay barreras que deben ser derri-
badas. Así, la militancia de los setenta en Argentina debe verse también en
relación a la lucha armada. Con ello no abogamos por la construcción de
una «memoria completa», tal como lo plantean distintos sectores compro-
metidos con el accionar de las Fuerzas Armadas; sino que apostamos a la
edificación de una Historia crítica del pasado, capaz de hacerse cargo de
las enseñanzas del humanismo no-inocente que las circunstancias nos han
legado.

La responsabilidad de esta tarea no necesariamente le cabe a los prota-


gonistas y sobrevivientes, sino sobre todo a los miembros de las generacio-
nes subsiguientes. Y para ello resultan fundamentales los aportes elabora-
dos desde el campo de la memoria, máxime porque «es desde las relacio-
nes de herencia (complejas y opacas) y no desde esa ficción de completa
ajenidad, que pueden plantearse y transmitirse las responsabilidades de
una memoria a una generación que, no habiendo sido protagonista de esa
experiencia no es menos sujeto (o víctima) de sus consecuencias»39. Para
estos «herederos» la situación entraña dificultades éticas y metodológicas,
puesto que los arroja a indagar sobre lo actuado por los sobrevivientes y
por quienes ya no están, dado que fueron asesinados por llevar adelante un
proyecto que continúa teniendo vigencia, al menos en su dimensión polí-
tica. Al respecto vale preguntarse: ¿cómo hacerlo sin herir particularmente
las susceptibilidades de los sobrevivientes, de los familiares? En efecto, no
se trata tampoco de volver sobre el pasado para reproducir el daño acaeci-
do, ni para violentarlo «desde las preocupaciones de una actualidad omni-
potente que le formula sus interrogaciones sin escuchar sus demandas»40.

Carece de capacidad explicativa todo discurso en el que los vencidos de


la historia —transformados en héroes por una operación de la memoria—
se vuelven inimputables para el ojo de la Historia. Los autores de los cua-
tro volúmenes seleccionados parecen atentos a ello, pero su iniciativa de
desmitificación de los desaparecidos y de los perseguidos encuentra francos
obstáculos en los textos:

«Irmina, mujer militante valiente y de convicciones, junto a tu pueblo necesi-


tado, con tus veintidós años tuviste un bautismo acelerado de clandestinidad,

39  Hugo Vezzetti, op. cit., p. 202.


40  Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga, op. cit., p.9. En el mismo sentido de la cita, Eric Hobsbawm
plantea que el pasado reciente «siempre es la parte de la historia más difícil de comprender» tanto para
los historiadores, como cualquier actor lego. [Eric Hobsbawm. La Era del imperio, 1875- 1914, Buenos
Aires: Crítica, 1999, p. 11].

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

enfrentaste la soledad del monte. Las balas asesinas no te doblegaron, saliste


fortalecida…»41.

«Recordar nuestros compañeros es hacerlos presente, renacerlos en cierta ma-


nera. Hoy, mediante el poder del repaso, de detenernos un instante y volver la
vista atrás, imposible de impedir, vuelven a caminar entre nosotros. Para tratar
de ayudarnos a encontrar el sendero ético de una aurora mejor»42.

Como resultado del juego entre lo dicho y lo no dicho, en el intento de


dar voz a «los vencidos» se exaltan los padecimientos que atravesaron, pe-
ro no se profundiza sobre su concepción del mundo y su metodología de
lucha, todo lo cual dificulta la comprensión de lo sucedido. Sintetizando,
en términos generales los relatos analizados presentan construcciones de
memoria que singularizan experiencias, obviando el tratamiento de las res-
ponsabilidades colectivas que conllevaron las acciones desempeñadas por
los sujetos represaliados por el terror de Estado.

Las opciones escogidas por los militantes (desaparecidos y sobrevivien-


tes) que figuran en los libros analizados, no necesariamente respondieron
a los marcos normativos que hoy compartimos. Sin embargo, tal como lo
ejemplifica el epígrafe, las narraciones recopiladas en Historias de vida y en
Sólo digo compañeros y el relato de Montemadre contienen pasajes donde se
los convoca para guiar la edificación del presente y del futuro: «Ellos, junto
al equipo llevaron al monte chaqueño una luz, que iluminó el camino de
organización de los hacheros, que luego quiso ser opacada por la represión
más brutal vivida en la Argentina»43.

Se los estigmatiza como los mejores de una generación, mediante una ope-
ración de resignificación que vacía el contenido de los proyectos y de las
acciones que emprendieron, licuando al mismo tiempo la identidad polí-
tica de los perseguidos. Y como resultado se fosiliza su legado y se obtura
el recuerdo.

Los textos articulan un análisis claro de la vinculación entre acciones y


discursos de las fuerzas represivas, pero no construyen una explicación de
igual tenor al referirse a la experiencia de los represaliados. En este marco
se inscriben los siguientes enunciados:
«Hombres honestos desaparecidos cuya conducta militante fue estigmatizada
por quienes desde el poder sintieron en algún momento que una realidad se les
venía encima con la posibilidad de perder privilegios […] Tenemos la responsa-

41  Noceti y Sily en Jorge Miceli, op. cit., p. 16.


42 ������
Raúl Borsatti, op. cit., p. 12.
43  Noceti y Sily en Jorge Miceli, op. cit., p. 17.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
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bilidad de hacer los mayores esfuerzos para encomendar a la memoria por cada
uno de los mejores que dio esa generación […]»44.

«[…] su epopeya es, vuelvo a decirlo, una síntesis de las luchas latinoamericanas:
de un lado el pueblo, los militantes populares metidos en este caso en el monte,
la naturaleza, la vida, que los cobija, los esconde, los protege; del otro lado las
fuerzas represivas, los dueños del país y el imperialismo, la muerte»45.

«Nada hacía suponer que sus sanas intenciones de Justicia Social y el pensar en
el necesitado interviniendo en grupos juveniles de militancia seria y formal, que
ya florecían en su alma sencilla, podrían terminar en el sesgo injusto de su vida
útil y valiosa»46.

Nuestra apreciación es que los autores/ compiladores de los libros ana-


lizados manifiestan la voluntad de humanizar a las víctimas del terror de
Estado. Sin embargo no lo consiguen. Navegando entre las esferas de lo
público y lo privado, en todos los casos las narraciones forjan una memoria
ejemplar que se funda en la singularidad de lo ocurrido y en las dotes ex-
cepcionales de sus protagonistas.

Por otro lado, los libros escogidos orientan la búsqueda del historiador
y recuperan memorias clave de lo ocurrido. Avanzan en la denuncia a la
par que manifiestan el influjo de una «persistente, empecinada y descon-
certante renuncia al ejercicio de la violencia organizada en contra de los
represores y torturadores, pasados y presentes», lo cual transparenta el le-
gado de la historia política previa47.

Como vemos, son múltiples las vías de apropiación de las experiencias


pasadas y los textos consultados transparentan al respecto mucho más de
lo abordado en este trabajo. En efecto, tienen la virtud de acercarse a ese
pasado sin extrañarlo de nosotros mismos, habilitando nuevas interpreta-
ciones48. Desde esta perspectiva e interrogados sobre el rol que los militan-
tes desempeñaron durante la dictadura (¿qué hicieron?, ¿por qué obraron
de ese modo?, ¿qué consiguieron?, ¿qué perdieron?) los textos proponen
explicaciones que aluden al horizonte de expectativas que habría caracte-
rizado a los jóvenes de los setenta y de variado modo refieren también a

44 ������
Raúl Borsatti, op. cit., p. 11.
45  Jorge Miceli, op. cit., p.213; las cursivas nos pertenecen.
46  Gobierno De Santa Fe, op. cit., p. 87.
47  Victoria Basualdo, op. cit., p. 11. En relación a ello, Raúl Borsatti confía que el principal móvil
para escribir su libro fue el haber encontrado «a un conocido represor aeronáutico en un comercio de
Reconquista, con algunos aspectos físicos ex profeso cambiados», tras lo cual se abocó a recuperar las
memorias sobre los desaparecidos del norte de Santa Fe, y abrió «un listado de los represores y cómpli-
ces de la dictadura militar». En Raúl Borsatti, op. cit., p. 11.
48  Cfr. Alejandra Oberti; Roberto Pittaluga. «Temas para una agenda de debate en torno al pasado
reciente», op. cit., p. 9.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

su espacio de experiencia, identificando la creciente distancia entre ambos


como una de las claves que explican la aceleración del tiempo histórico que
protagonizaron49.

Siendo que se expresan desde el campo de la memoria, confiamos en la


importancia de sus aportes para la escritura de la Historia, puesto que las
reelaboraciones que encaran —deudoras de otras precedentes— revisan
críticamente el pasado abriendo líneas a la indagación disciplinar. Inclusive
los puntos sobre los que callan —voluntaria o involuntariamente— nos
dan una perspectiva que enriquece nuestro acercamiento al pasado. Para
el ojo del historiador, las cárceles de la dictadura nunca serán las mismas
luego de leer Del otro lado de la mirilla, así como la apenas estudiada resis-
tencia en el monte chaqueño-santafesino se vuelve visible tras la lectura de
Montemadre.

Una vez planteadas estas cuestiones, vale recordar junto a Koselleck que
«puede que la Historia —a corto plazo— sea hecha por los vencedores, pe-
ro los avances en el conocimiento de la historia —a largo plazo— se deben
a los vencidos»50. Tal es así que los cuatro libros seleccionados direccionan
nuestras búsquedas, a la par que reflejan las transformaciones operadas en
la memoria colectiva durante los últimos treinta años.

5. Conclusiones
«[…] sentí que no se había hecho un inventario, (ni) recuperado historias que
algún día investigadores trabajarán con mayor precisión sobre el pasado político
de los años setenta en nuestra región»51.

Los actores demandan que la Historia se ocupe del pasado reciente, al


punto que los libros analizados fueron concebidos —entre otras cosas—,
como materiales para la historiografía. En Historias de vida se indica que
«aunque este libro pueda constituirse en insumo para historiadores, no
pretende ser un libro de Historia»52 y en Del otro lado de la mirilla se espe-
cifica que «los testimonios originales se encuentran a disposición de quien
los requiera», a la par que sus autores reivindican sus escritos como apor-
tes para «la conciencia colectiva de nuestro pueblo»53.

49  Cfr. Elías Palti en Reinhart Koselleck. Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona:
Paidós, 2001, p. 22.
50  Reinhart Koselleck. Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia. Barcelona: Paidós, 2001, p.83
51 ������
Raúl Borsatti, op. cit., p. 11.
52  Gobierno De Santa Fe, op. cit., p. 11.
53  Asociación Civil «El Periscopio», op. cit., pp. 7 y 15.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
María Virginia Pisarello

El desafío de los historiadores radica en apropiarse críticamente de estos


relatos para construir textos que revisiten lo ocurrido. Se trata de avanzar
en el proceso de triangulación de fuentes, privilegiando las voces de sus
protagonistas, pero sin caer en una mera identificación con los testimo-
niantes. Ante la fragmentariedad de los archivos, la Historia oral —con sus
relatos y sus silencios— tiene mucho por aportar a la construcción de una
Historia capaz de erigirse como refugio ante la incertidumbre. Comprometida
con la reparación las manipulaciones políticas del pasado, esta disciplina
se presenta como «una herramienta para construir escenarios que ayuden
a entender lo más difícil: por qué las personas hicieron lo que hicieron»54.

Estudiar Historia reciente conlleva la necesidad de formular pregun-


tas capaces de reabrir las heridas del pasado, entre las que posiblemente
se encuentran algunas que hemos formulado en páginas precedentes. En
nuestro ánimo no está presente la idea de violentar el pasado ni de erigir-
nos como jueces55; no obstante, pensamos que es nuestro deber ciudadano
discutir aquellos puntos ciegos de los libros seleccionados. Apostando a un
uso público de la historia, cuestionamos la atribución de responsabilidades
que efectúan los textos trabajados, y abogamos por discutir estas cuestio-
nes también desde el campo de la Historia y en tanto miembros de las
generaciones que no vivenciaron el terror de Estado, pero que son directas
herederas de lo sucedido.

Es imperioso conectar el pasado reciente con el presente, territorio usual-


mente opaco en la práctica del historiador, pese a que «el historiador es
aquel a quien el problema del presente le es más propio»56. Por ello, con-
fiamos en que los cortocircuitos entre Historia y memoria deben ser expli-
citados, para fortalecer y propiciar elaboraciones capaces de responder a
los embates de las memorias completas de corte autoritario que circulan en
la opinión pública.

En lo que refiere al pasado reciente argentino (y conosureño), resulta per-


tinente abogar desde la memoria y también desde la Historia, por la cons-
trucción de una memoria ejemplar57 que vaya más allá de la memoria fijada58,

54  Jacques Revel en La Nación, Buenos Aires, 14/XI/ 2004, p. 6.


55  Baste considerar que «comparada con la verdad judicial, la del historiador no es solamente pro-
visoria y precaria, sino que es también más problemática». Enzo Traverso. «Historia y memoria. Notas
sobre un debate» en Marina Franco; Florencia Levín (comps.). Historia reciente. Perspectivas y desafíos de
un campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007, p. 91.
56  Manuel Cruz (comp.). Hacia dónde va el pasado. El porvenir de la memoria en el mundo contemporáneo.
Barcelona: Paidós, 2002, p. 11.
57  Tzvetan Todorov. Les abus de la mémoire. París: Artéa, 1998.
58  Vicente Palermo. «Entre la memoria y el olvido: represión, guerra y democracia en la Argen-
tina», en M. Novaro; Vicente Palermo (comps.). La Historia reciente. Argentina en democracia. Buenos

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Historiando memorias. Historia y literatura testimonial frente a la última dictadura militar argentina

y que generalice, pero no para borrar la identidad de los hechos sino sólo
para ponerlos en relación entre sí, comparándolos con el objeto de advertir
diferencias y semejanzas. No se trata de recordar para reproducir el daño
acaecido, sino de recuperar aquellas lecciones que nos pueden servir del
pasado para actuar en el presente. Esta tarea invita a continuar indagando
—desde la Historia— sobre los puntos ciegos de la(s) memoria(s) local(es),
regional(es) y nacional(es). Juicios históricos y políticos de por medio, es
necesario aventurar nuevas interpretaciones sobre la derrota sufrida por
las izquierdas armadas en la Argentina. Los militantes de los setenta «no
fueron ángeles ni demonios», sino sujetos comprometidos en una acción
política por la que optaron ética y políticamente, por ello cabe indagar «si
en la base de la derrota política no hay incluso una derrota ética». Sus ac-
ciones encuentran fundamento en el contexto adverso en el que se gestaron
pero van más allá, y reclaman «un juicio histórico que logre escapar tanto
de la victimización y la heroicización como de la demonización»59. Una re-
flexión de esta índole, donde la Historia, la memoria y la justicia se cruzan
puede abonar aquella Historia que sólo los «vencidos» pueden escribir.

Aires: Edhasa, 2004.


59  Horacio Tarcus. «Notas para una crítica de la razón instrumental. A propósito del debate en
torno a la carta de Oscar del Barco» en Políticas de la memoria. Buenos Aires: cedinci, nº 6/7 verano
2006/2007, pp. 15 y 21.

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Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria
en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

Edoardo Balletta
Universidad de Bolonia

1. A modo de introducción

«The time is out of joint», el tiempo está


desarticulado, desencajado, dislocado, el
tiempo está descompuesto, acorralado y
descompuesto, molesto, a la vez estropea-
do y loco. El tiempo está fuera de quicio, el
tiempo está deportado, fuera de sí mismo,
desajustado. Dice Hamlet.

Jacques Derrida

Existe una situación paradójica en el origen del trauma y de su elabo-


ración simbólica durante el proceso del duelo. El tiempo —como nos dice
Shakespeare—, es decir, un elemento que se define por la concatenación
de sus fragmentos, pierde su carácter. El pasado, en este contexto, tiende a
reactualizarse en un eterno presente. El pasado no pasa hasta que la con-
catenación no se puede restablecer. Me parece interesante leer la obra del
poeta argentino Néstor Perlongher de acuerdo a esta óptica porque, sobre
todo en sus primeras obras, su escritura se configura como un intento —un
deseo— de reactualización simbólica de la historia en la forma del delirio,
de la alucinación:

«Siempre leí de todo, las cosas más heterodoxas. Leía dos veces esos textos his-
tóricos como una técnica: leer y alucinar. Leía y leo textos de Historia argenti-

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Edoardo Balletta

na, textos políticos, documentos. Podría decirse que esa cuestión se resuelve,
si racionalizamos un poco, entre el deseo y la historia, entre el deseo y lo so-
cial. Entonces habría que ver un poco la emergencia del deseo en los textos más
hostiles»1.

«Leer y alucinar». La poesía de Perlongher trabaja (con) la historia a


partir de un aparato teórico —el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari— y esté-
tico —el neobarroco— que nada tiene en común con la llamada poesía social,
como se preocupa de aclarar el poeta mismo en una entrevista:

«Había que combatir a Juan Gelman en su propio terreno. Hay toda una pro-
ducción de poesía social en los años setenta, de la cual es exponente interesante
Gelman […] Había que trabar la batalla en el mismo plano. Había que mostrar
que el barroco, el neobarroco no era una mera eternidad»2.

De aquí surge un interrogante: ¿cómo puede una poesía que rehúye la


referencialidad, llegar a ser una poesía comprometida, una poesía que le ha-
bla a la comunidad?

Para tratar de desentrañar este interrogante me apoyaré, desde un pun-


to de vista teórico, en los planteamientos biopolíticos del filósofo italiano
Giorgio Agamben y particularmente en su libro Quel che resta di Auschwitz.
L’archivio e il testimone. En el ensayo el autor reflexiona sobre el problema del
exterminio a través de la figura del testigo y del acto del testimonio. Como
veremos, dos son los puntos fundamentales del discurso de Agamben. En
primer lugar el testimonio del exterminio se constituye como aporía por-
que, según escribe el filósofo a partir de Primo Levi, se funda sobre una
laguna. El testigo es un superviviente:
«Hay también otra laguna, en cada testimonio: los testigos, por definición, son
sobrevivientes, y por lo tanto todos, en alguna medida, han disfrutado de algún
privilegio […] Ninguno ha contado el destino del prisionero común, puesto que
no era materialmente posible para él sobrevivir »3.

Consecuentemente, el verdadero testimonio no reside en lo que se pue-


de decir sino en la laguna misma, en lo que queda oscuro. A esta paradoja
(una lengua que no habla) Giorgio Agamben la define una lengua muerta:

«Si volvemos ahora al testimonio, podemos decir que testimoniar significa po-
nerse en relación con la propia lengua en la situación de los que la han perdido,
instalarse en una lengua viva como si estuviera muerta o en una lengua muerta

1 Luis Chitarroni. «Un uso bélico…» (entrevista, 1988) en Néstor Perlongher. Papeles insumisos.
Buenos Aires: Santiago Arcos, 2005, p. 315.
2  Eduardo Milán. «El Neobarroco rioplatense (entrevista)» en Néstor Perlongher. op. cit., p. 283.
3  Primo Levi. Conversazioni e interviste, 1963-1987. Turín: Einaudi, 1997, p. 215. [Cita traducida].

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

como si estuviera viva, mas, en cualquier caso, fuera tanto del archivo como del
corpus de lo ya dicho. No sorprende que este gesto testimonial sea también el del
poeta, el auctor por excelencia. La tesis de Hölderlin, según la cual “lo que queda,
lo fundan los poetas” […] no debe ser comprendida en el sentido trivial de que la
obra de los poetas es algo que perdura y permanece en el tiempo. Significa más
bien que la palabra poética es la que se sitúa siempre en posición de resto, y pue-
de, de este modo, testimoniar. Los poetas —los testigos— fundan la lengua como
lo que resta, lo que sobrevive en acto a la posibilidad —o la imposibilidad— de
hablar»4.

Volviendo a Perlongher resulta evidente que, con tan sólo una lec-
tura de superficie de Austria-Hungría y Alambres, los dos poemarios se cons-
truyen a partir de una fascinación por la historia que, benjaminianamente,
se configura como tormenta (Sturm)5 que arrastra los cuerpos de soldados,
mujeres, niños en el torbellino del exterminio:
«Como reina que vaga por los prados donde yacen los restos
de un ejército y se unta las costuras de su arminio raído
con la sangre o el belfo o con la mezcla de caballos y
bardos que parió su aterida monarquía»6

«…nos íbamos a hacer


el amor en mi bohardilla
pero tú descubrías a Ana Frank en los huecos
y la cremabas, Nelson, oh»7

Austria-Hungría (1981) construye un espacio que recuerda el ubuesco


reino de Nule Part o el sueño hitleriano de un volkloser Raum, o sea un es-
pacio sin pueblo. Este espacio, una Europa Oriental que, como veremos, se
mezcla con la Argentina, constituye una suerte de escena primaria en la pri-
mera producción de Perlongher, tanto que algunos versos de «Canción de
amor para los Nazis en Baviera» entran en un ensayo que el poeta escribe
años más tarde cuando Guattari viaja a Brasil:
«Más allá o más acá de esa historieta, estaba tu pistola de soldado de Rommel
ardiendo como arena en el desierto. Estaban esas masas de soldados que corren, ma-
tando, estuprando, seduciendo niños…»8

4  Giorgio Agamben. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Valencia: Pre-textos, p. 169.
5  Walther Benjamin. Tesis de Filosofía de la historia. Madrid: Edhasa, 1971.
6  Néstor Perlongher. «Como reina que acaba» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-
1992. Buenos Aires: Seix Barral, 1997, p. 33
7  Néstor Perlongher. «Canción de amor para los nazis en Baviera» en Néstor Perlongher, op.
cit., p. 25.
8  Néstor Perlongher. «¿A qué vino de París Mr. Félix Guattari?» en Néstor Perlongher. Papeles
insumisos, op. cit., p. 162.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Edoardo Balletta

De la misma forma, Alambres (1987) se coloca en un espacio que es pa-


ralelo al de Austria-Hungría: la pampa, el desierto del siglo xix en donde
gauchos de bandos opuestos se enfrentan, en donde la Delfina y Pancho
Ramírez caen en manos del enemigo López o en donde Camila, con eviden-
tes ecos molinianos, vive su amor con el cura Ladislao hasta la muerte.

2. Primeros pasos en el horror: «La murga, los polacos» y «Música


de cámara»

Si, como hemos visto, por un lado resulta evidente que, por lo general,
Austria-Hungría se mueve en la Europa Oriental y Alambres en el Río de la
Plata, por otro los dos espacios tienden a mezclarse. Podemos considerar
paradigmático el caso del poema «La murga, los polacos» (Austria-Hungría)
que, ya desde el título, intenta mezclar las dos geografías: el desfile del car-
naval rioplatense se mueve por las calles de Varsovia con toda su típica
parafernalia («osos carolina»; «serpentinas» etc.) frente a un público polaco
que «mira desconcertado». Toda una red de referencias lleva a pensar que
la ciudad descrita no es Varsovia sino Buenos Aires. Mejor dicho, la ciudad
puede ser a la vez Varsovia y Buenos Aires. Efectivamente, si por un lado,
en toda la escena puede leerse el rescate de la memoria de la revuelta del
ghetto de Varsovia durante la II Guerra Mundial, por otro la construcción
del poema hace de la capital polaca una suerte de alegoría por medio de la
cual leer el presente argentino:
«[Varsovia] la que reina
recostada en el Vístula
el proceloso río donde cae
la murga con sus pitos, sus colores, sus chachachás carnosos
produciendo en las aguas erizadas un ruido a salpicón
que nadie atiende
puesto que no hay tal murga, y aunque hubiérala
no estaría en Varsovia, y eso todos
los polacos lo saben»9.

La imagen de la caída que produce «un ruido a salpicón» remite con


toda evidencia a los vuelos de la muerte. Y de hecho el texto deja en claro que
«nadie atiende» el ruido; toda una lógica negacionista (no la de Perlongher,
evidentemente) se apodera del texto y toma la palabra:
«que nadie atiende
puesto que no hay tal murga, y aunque hubiérala

9  Néstor Perlongher. «La murga, los polacos» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-1992,
op. cit., p. 23.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

no estaría en Varsovia, y eso todos


los polacos lo saben»10.

En la lógica sobre la cual se construye Austria-Hungría no importa mu-


cho establecer cuál pueda ser la lectura filológicamente correcta (revuelta
del ghetto/vuelos de la muerte) porque a lo largo del poemario asistimos a
una verdadera épica delirante: lugares, historias y personajes se mezclan, se
entrelazan y, en plena ortodoxia deleuziana del pliegue, se estratifican en
varios niveles en los que la lógica disyuntiva del verdadero/falso ya no tiene
sentido.

3. La poesía después de Auschwitz

Es conocida la afirmación de Adorno que, al salir de la II Guerra


Mundial, sugiere la imposibilidad de la poesía después de Auschwitz.
Algunos años después, en la Dialéctica negativa, el filósofo vuelve al tema
retractándose de su primera afirmación:

«La perpetuación del sufrimiento tiene tanto derecho a expresarse como el tortu-
rado a gritar; de ahí que quizá haya sido falso decir que después de Auschwitz
ya no se puede escribir poemas»11.

Este nuevo punto de vista nos permite leer la primera afirmación bajo
una nueva luz: evidentemente el de Adorno no era un acto censorio sino
una admonición. Como observa Giorgio Agamben, Adorno reconoce en
Auschwitz una «suerte de línea de división histórica»12, un término post
quem de la historia humana. Las palabras de Adorno, sugiero, surgían de
un enorme estupor y a la vez mostraban el fin de una inocencia. Inocencia
de poder pensar la cultura como instrumento de una positividad y estupor
frente a la ineficacia del dispositivo. «Toda la cultura después de Auschwitz
—escribe el filósofo alemán—, junto con la crítica contra ella, es basura»13.
La cultura es basura porque se puede realizar sólo en el resto, en lo que
en nuestra cultura resta (queda) después de Auschwitz y en lo que resta
de Auschwitz en esta cultura. Y lo que queda es, como sugirió Hannah
Arendt, la lengua-madre. El problema será, entonces, no el de la imposibi-
lidad de la poesía después de Auschwitz, como sugirió Adorno, sino como
se esforzó en repetir Primo Levi, su contrario: «no se puede hacer poesía
sino sobre Auschwitz, o por lo menos, teniendo en cuenta a Auschwitz». El

10  Ibídem. [Énfasis nuestro].


11  Theodor W. Adorno. Dialéctica negativa. Madrid: Taurus, 1975, pp. 362-363.
12 ���������
Giorgio Agamben, op. cit., p. 75.
13  Theodor W. Adorno, op. cit., p. 367.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Edoardo Balletta

problema es que Auschwitz representa algo «infinitamente más ultrajante


que la muerte»14 y la comunicación tiene lugar en un después de la muerte.
Lo que puede, por lo tanto, hacer la poesía (que se instala en ese después) es
constituirse como idioma del otro, ser testimonio, rescatando lo que llama-
mos una lengua muerta.

Espero que la reflexión de Agamben pueda aclarar en qué sentido trato


de definir la poesía de Perlongher como política y testimonial. El escritor no
poetiza un nunca más por venir, su acto testimonial no se fundamenta en el
acto de denuncia («Yo vi eso») ni, por lo tanto, su retórica puede apoyarse
en la forma de la lista de horrores («Yo vi eso… y eso… y eso»). Más que
hacia la denuncia directa, su discurso intenta devolverle la palabra al otro
(a ese otro que ha muerto), evocar su propia voz como es el caso del poema
«Música de cámara». El setting del poema es evidentemente Auschwitz:

«Como esa baba que lamosamente fascínase en la raya: de ese campo:


de un lado: los poliedros ubuescos:
del otro: las liendres polacas»15

Lo asqueroso y lo repulsivo dominan el conjunto del campo pero de re-


pente entran en escena objetos cotidianos que desvían la mirada del lector:

«…el mismo deshabillé marrón que tantos años lleva


colgado en el ropero entre las perchas de los trajes que
tuvieron alcanfor: y que tuvieron, en las mangas, pistolas»16

Y la escena sigue entre lo sensual y lo erótico:

«el traje de la boda:


deshabillé marrón que al darse vuelta como mano de pulpo
—una pulpa lorquiana — deja ver la presteza de un anillo:
mostaza amanerada: o la amarilla marca de un enano que vomita y se enanca: en
esas correrías —con el deshabillé marrón— y
desabotonado en los pasillos de hoteles calcinados»17

Más adelante descubriremos que ese deshabillé, que se impone con pre-
potencia a la vista, es la ropa de una mujer destinada a las cámaras de
gas:

14 ���������
Giorgio Agamben, op. cit., p. 72.
15  Néstor Perlongher. «Música de cámara» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-1992,
op. cit., p. 83.
16  Ibídem.
17  Ibídem

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

«esas ropas tiradas al costado del campo


—cuando los desnudaban
y les decían que era para tomar un baño—» 18

El deshabillé adquiere la función de resto, o como observa Gabriel Giorgi,


de ruina:

«una ruina que, sacada del ropero, de la vida cotidiana, de las pequeñas rutinas
de la vida burguesa […], retorna a la naturaleza, a la babosa que la invade, para
señalar, en su olvido […] el destino implacable, monstruoso de su dueña».19

La ropa como testimonio en la forma de una epifanía. Lo que la ropa


muestra, en la ausencia del cuerpo, es una vida entera: la vida burguesa
del ropero o del alcanfor, la rutina de los judíos que esconden sus objetos
de valor en las prendas de vestir y también restos («o la amarilla marca
de un enano que vomita y se/ enanca») y memorias de un cuerpo vivo («y
desabotonándose ahí mismo en el palier») por medio de una lengua muerta.
La retórica que Perlongher funda en ese texto, y que vuelve en «Hay cadá-
veres», quiere testimoniar el salto, la laguna sobre la cual se constituye el
acto testimonial.

Más que testimoniar en la forma clásica de la memoria («questo è stato»),


en «Música de Cámara» la palabra se vuelve balbuceo y es en ese pasaje
(desde la palabra al balbuceo) que los versos se hacen testimonio. El punto
de interés en este texto no es lo que se puede decir sobre el exterminio, sino
lo que queda indecible.

La similitud fracasada que hace de leitmotiv en el poema («como esa


baba…» sin segundo término) creo que puede considerarse como el mejor
ejemplo de eso: el lenguaje, para contar el exterminio, tiene que renun-
ciar a uno de sus caracteres fundamentales: el pensamiento metafórico
nada puede frente al mal absoluto y el testimonio, por lo tanto, no sólo tie-
ne relaciones peculiares con el espacio de lo indecible sino también con lo
increíble. Una pregunta emerge con insistencia en el texto: «dime, acaso
lo crees?». Narrar el exterminio se vuelve una experiencia-límite o, como
acertadamente escribe Gabriel Giorgi, «una crisis de la percepción, de lo
visible, de lo representable y testimoniable» y por lo tanto una «crisis de lo
existente»20. Y el elemento más increíble no es lo que el lector ha encontrado

18  Ibídem.
19  Gabriel Giorgi. Sueños de exterminio: homosexualidad y representación en la literatura argentina con-
temporánea. Rosario: Beatriz Viterbo, 2005, p. 157.
20 ���������
Gabriel Giorgi, op. cit., p. 161.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Edoardo Balletta

en la primera parte del poema, sino lo que estará obligado a ver ahora, «ver
lo desmirado» como dice Perlongher en otro poema:
«dime, Delia,
tú crees en esas músicas que tan mortuorias suenan cuando antes
de las ejecuciones batuteamos: y crees acaso en ellas? y crees?
dime si crees»21

En la urgencia de la pregunta, en su reiteración, casi se pierde la po-


sibilidad misma de la significación: de creer a croar. Pero de esa disolución
del lenguaje, la urgencia de la pregunta, adquiere fuerza ya que se refiere
a uno de los elementos más trágicamente paradójicos de la historia de los
campos nazis. En Auschwitz había una orquesta:

«Decididamente en Auschwitz se veían cosas absurdas y contradictorias: la or-


questa, donde yo era el primer violín; el hospital, donde me habían operado de
hernia […]; el búnker, donde había apenas pasado dos noches de dura cárcel, y
ahora el tribunal»22.

Toda la banalidad del mal reside en ese recuerdo de un sobreviviente. El


«abrirse de par en par del abismo», según la fórmula usada por Hannah
Arendt es el corte que se abre entre el horror y la cotidianidad: en el campo
puede pasar de todo, Jacques Stroumsa toca el violín en una orquesta, en
el hospital lo cuidan excelentemente, pero «per un sì o per un no» puede
«passare per il camino». Es este el desfase que Perlongher intuye en el uni-
verso del campo y que intenta testimoniar entrelazando las dos realidades
antinómicas y paradójicas que ahí están presentes (conservación de la vi-
da/producción de cadáveres):

«Dime ya, Delia:


creo en esas músicas que como liendres se agazapan tras las axilas de los pobres
que condenados a los gases se desnudaban en las cámaras y aspiraban el fino —o
el bravío — hedor del mediodía: creo, decime, en esas melopeas de músicos de
cámaras que toman la batuta y suenan los violines violentos y los vientos ventra-
les cuando ellos se retuercen, desnudos, en el gas: dime más: dime, creo en las
batutas que los ejecutores blanden en ese aire con leve olor a gas que escapa de
las cámaras de música en que el público, desnudo y demudado, yace: dime, aca-
so lo crees? dime sí: que creo en esos públicos desnudos que yacen demudados
cuando por sus orejas penetran los brumosos sonajeros, los dulces violoncelos de
la cuna, del gas: dímelo ya»23.

Néstor Perlongher. «La Raya» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-1992, op. cit., p. 53.
21 ��������
Jacques Stroumsa. Violinista ad Auschwitz. Brescia: Morcelliana, 2000, p. 83. [Cita traducida].
22 ���������
23  Néstor Perlongher. «Música de cámara» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-1992, op.
cit., p. 66; una escena parecida puede leerse en el libro de memorias de Jacques Stroumsa: «Nosotros,
los músicos de la orquesta, debíamos correr a nuestra barraca, tomar nuestros instrumentos y dirigir-
nos velozmente al podio situado delante de la salida principal del campo. Apenas sonaba el silbato,

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

«Violines violentos y vientos ventrales»: en esta imagen sonora se con-


densa la paradoja. Mientras que los músicos tocan sus instrumentos, hay
otra música que se percibe en el aire y viene de los cuerpos que «se retuer-
cen, desnudos, en el gas». Las dos realidades están, constantemente, en
tensión mutua. Por un lado parecen no tocarse (en las cámaras de gas se
muere, afuera una orquesta se oye «imperturbable»); por el otro, práctica-
mente son inseparables, tanto que el lenguaje que se ha ido construyendo
a lo largo del texto tiene que someterse a una redefinición. Las «liendres»
que al comienzo del poema indicaban a los judíos, ahora están asociadas a
la música que los acompaña a la muerte; la «música de cámara» del título,
se transforma en las «cámaras de música» y estas representan las cámaras
de gas; el público, en punto de muerte, confunde las arias de músicas con
los aires-gases del exterminio («los dulces violoncelos de la cuna, del gas»).
Sobre todas esas imágenes la urgencia de una respuesta («dímelo ya») in-
tenta devolver a un espacio verbalizable lo inenarrable del testimonio.

4. «Hay cadáveres»

Si en «Música de cámara» el problema del exterminio se plantea a través


de una paradójica puesta en duda de la realidad («¿crees?»), en «Hay ca-
dáveres» la situación es completamente distinta. Frente a la ambivalencia
de «Música de cámara» en que lo inenarrable y lo increíble de la realidad
chocan con la necesidad de contarla y creerla, en «Hay cadáveres» el lector
se encuentra frente a un absoluto: «Hay cadáveres», un ritornello por medio
del cual el texto se sitúa entre la danza macabra y la cancioncita para niños.
Según cuenta el mismo Perlongher, el poema fue escrito en un momento en
que «estaban apareciendo los cadáveres y estaba horrible todo… creo que
era a final de 1982, una cosa así, que era un momento muy feo […] empe-
zaron a aparecer como cataratas, ¿viste?, que hasta este momento estaban
como medio enterradas. Y por todas partes aparecían cadáveres»24. Estas
palabras que irrumpen en una entrevista de forma tan liviana, casi de pasa-
da, recuerdan las de Hannah Arendt citadas por Agamben:

«Antes de esto, decíamos: está bien, tenemos enemigos. Es perfectamente natu-


ral. ¿Por qué no habríamos de tener enemigos? Pero lo de ahora era diferente.
Era verdaderamente como si se hubiera abierto un abismo […]. Esto no debería
haber pasado. Y no me refiero sólo al número de las víctimas. Me refiero al mé-
todo, la fabricación de cadáveres y todo lo demás. No es necesario que entre en

la orquestra, bajo la batuta del director, se ponía a tocar, mientras el desfile de prisioneros-esclavos
comenzaba» [Jacques stroumsa, op. cit., p. 56; cita traducida].
24  Daniel Freidemberg; Daniel Samoilovich. «El barroco cuerpo a tierra» en Néstor Perlongher.
Papeles insumisos, op. cit., p. 365.

· 349 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Edoardo Balletta

detalles. Esto no tenía que haber pasado. Allí sucedió algo con lo que no pode-
mos reconciliarnos. Ninguno de nosotros puede hacerlo»25.

Como observa Agamben, la filosofa judía para hablar de eso tiene que
usar un tono, una retórica que está «a mitad de camino entre el eufemismo
y lo inaudito»26. Como si se hubiera abierto el abismo. El exterminio, que du-
rante toda la dictadura se había vivido como un espacio fantasmático en el
límite de la realidad (una Varsovia sobre el Río de la Plata), ahora se instala
con prepotencia en la vida de la comunidad mostrando con toda eviden-
cia la obscenidad de sus restos, los cadáveres. Hasta ese momento sólo se
podía «creer» (como en «Música de cámara») al genocidio, pero faltaba el
habeas corpus. Cuando empiezan a aparecer cadáveres «como cataratas», to-
do se hace excesivamente real e inquietante. Los cadáveres se vuelven una
presencia (y a la vez una ausencia) intolerable pero que hay que asumir.
Sobre eso el poema se construye como una enumeración caótica del horror,
un intento de reconstrucción total de la realidad a partir del exterminio: los
objetos, los lugares, los símbolos, las historias, los idiomas de una comu-
nidad entera entran en una máquina que los procesa sin solución de conti-
nuidad. El discurso se fragmenta, la voz se rompe porque parece imposible
testimoniar siguiendo la forma del catálogo:

«Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza


que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…), o por
las haras, eh, harás de cuenta de que no
Hay cadáveres» 27 28

Justo cuando la voz parece pararse («Ya no se puede…») sigue con el ca-
tálogo en un movimiento descrito como molesto («Estamos hartas de esta
reiteración y llenas/ de esta reiteración estamos»29). Hay como una oscila-
ción entre el decir y el no-decir en que se concentra el problema del testi-
monio: ¿cómo y qué es posible testimoniar? En medio de tanta confusión el
poema encuentra, desde el comienzo, un punto de apoyo en el espacio y en
la retórica de la patria. Ya en los primeros versos se percibe una tonalidad
escolar30 que recuerda los «textos que se leen en los actos»31, pero el ritornello

25 ��������
Hannah Arendt apud Giorgio Agamben, op. cit.
Giorgio Agamben, op. cit., p. 73.
26 ���������
27  Néstor Perlongher. «Hay cadáveres» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-1992, op.
cit., pp. 123-124.
28  Nótese como la retórica gauchesca del segundo verso, se injerta en la alusión a los campos de
concentración («campos, hum…»).
29  Ibídem, p. 129.
30  La definición es de Perlongher; véase Daniel Freidember; Daniel Samoilovich, op. cit, p. 366.
31  Néstor Perlongher; «Hay cadáveres» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-1992, op.
cit., p. 129.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

(«Hay cadáveres») viene a romper este orden idílico de letanía infantil tras-
ladando el texto al pasado-presente de la dictadura:
«Bajo las matas
en los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay cadáveres.»

La nación ya no puede considerarse un proyecto incitante de vida en


común. El espacio de la patria no puede ser descrito a través de una na-
turaleza altamente estilizada en que se reúnen los pintorescos símbolos
nacionales («matas», «pajonales» etc) en estilo siglo xix. La patria es un
«país donde sólo los muertos pueden vivir, un país de inútiles suicidios»
(«Nelson vive», Austria-Hungría). «Hay cadáveres», por lo tanto, puede ser
leído como un (contra)canto de la patria. Los cadáveres se vuelven una
sinécdoque para describir la nación:

«En la trilla de un tren que nunca se detiene


En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles de los apeaderos los trampolines los malecones
Hay cadáveres
En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay cadáveres»32

Exactamente por esa voluntad refundacional, la furia, con que se nombra


el espacio comunitario de la nación, no se queda en la realidad física sino
que penetra también el universo simbólico y la tradición. El fantasma de
Evita, después de haber aparecido en otros textos, se hace entrever en algu-
nas referencias («manicura», «uñas», «rodete» etc.) así como cierta retórica
de la poesía gauchesca:

«Parece remanido: en la manea


de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
Hay cadáveres
Ay, en el quejido de esa corista que vendía “estrellas federales”»33

32  Ibídem, p. 119.


33  Ibídem, p. 121.

· 351 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Edoardo Balletta

El pasado nacional se deja leer como resto o ruina que puede explicar
el presente: todas las imágenes de la violencia decimonónica que el lector
encuentra a lo largo de Alambres vuelven a la mente creando un paradigma
en que la historia (argentina en este caso o europea en otros) puede leerse
como Historia de exterminio:
«Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c… para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada
de un camarín donde…
Hay cadáveres»34

Los versos crean una imagen en donde convergen pasado y presente.


En el momento mismo en que se hace referencia al poema de Echeverría se
crea otra imagen, mucho más presente y trágica que hace pensar, más que
en La cautiva, en El matadero. Echeverría concluyendo su cuento-denuncia
antirrosista se pregunta qué federación saldría de las cabezas y cuchillas de
los carniceros. Perlongher parece contestar: una nación de cadáveres.

Pero si durante la dictadura testimoniar era un acto que se quedaba en


los límites de la realidad (ver contra toda evidencia), ahora hay una eviden-
cia, una certidumbre. «Precisamente ahí», dice el poema, en los infinitos en
que se pueden enumerar:

«Decir “en” no es una maravilla?


Una pretensión de centramiento?
Un centramiento de lo céntrico…»35

El genocidio casi se puede certificar («los miradores llegan todos a la


siguiente conclusión: Hay cadáveres»36) pero no se puede describir: muy
pocas, de hecho, son las imágenes de describen lo que pasó al interior de
los campos. He aquí una primera declinación del problema de la lagunosidad
del acto testimonial:

«El testigo testimonia de ordinario a favor de la verdad y de la justicia, que son


las que prestan a sus palabras consistencia y plenitud. Pero en este caso el tes-
timonio vale en lo esencial por lo que falta en él; contiene, en su centro mismo,
algo que es intestimoniable, que destruye la autoridad de los supervivientes. Los

34  Ibídem, p. 125.


35 ����������������
Ibídem, p. 128.
36 ����������������
Ibídem, p. 124.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

“verdaderos” testigos, los “testigos integrales”, son los que no han testimoniado
ni hubieran podido hacerlo»37.

En esa línea se pone Gabriel Giorgi cuando dice al respecto de «Hay ca-
dáveres» que «no vemos el aleph del horror, vemos la córnea que lo vio»38.
El punto de vista es necesariamente el de quien estaba afuera de los lugares
del horror:
«Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano:
en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa
porque su novio ha
………………………………….!
Hay cadáveres»39

Lo que se ve son los resultados trágicos del exterminio: cadáveres que


reaparecen en el pantano, que se pegan a los pantalones. Los puntos sus-
pensivos, en vez de borrar una palabra tabú (desaparecido) la subrayan y en
este espacio blanco se puede leer, tal vez, el carácter peculiar del poema y
de su reflexión sobre el exterminio. La tensión que se produce entre ausen-
cia y presencia por medio de los puntos es evidente, pero me parece más
interesante reflexionar sobre otro aspecto. A pesar de que la palabra no
esté físicamente presente, resulta clara y, hasta, tangible para todo lector y
eso porque el poema intenta reconstruir, más que una serie de eventos, un
lenguaje. Para testimoniar se trata de «rescatar esas hablillas»40 en don-
de revive la vida cotidiana de una comunidad que ha sido despedazada
cuando no borrada. En «Hay cadáveres» revive la jerga de la comunidad
homosexual porteña («En la mucosidad que se mamosa, además, en la gár-
gara; en la también/glacial amígdala; en el florete que no se succiona con
fruición/ porque guarda una orla de caca; en el escupitajo/ que se estampa
como sobre un pijo,/ en la saliva por donde penetra un elefante, en esos
chistes de/ la hormiga,/ Hay Cadáveres»41) así como toda una serie de tics
lingüísticos típicos de una comunidad durante una dictadura:

«en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y


en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa…
Hay Cadáveres»42

37 ���������
Giorgio Agamben, op. cit., p. 34. [Cita traducida].
38 ���������
Gabriel Giorgio, op. cit., p. 165.
Néstor Perlongher. «Hay cadáveres» en Néstor Perlongher. Poemas completos: 1980-1992, op.
39 ��������
cit., p. 120.
40  Roberto Echavarren. «La osadía de los flujos» en Néstor Perlongher. Papeles insumisos. Buenos
Aires: Santiago Arcos, 2005, p. 465.
41  Néstor Perlongher. «Hay cadáveres» en Néstor Perlongher, op. cit., p.122.
42  Ibídem, p. 120.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Edoardo Balletta

«Era: “No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
Cuenta”
O: “No le vayas a contar lo que vimos porque a ver si se lo toma a
Pecho”
Acaso: “No te conviene que se sepa porque te amputan una teta”
Aún: “Hoy asaltaron a una vaca”
“Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
…y listo”
Hay Cadáveres»43

«— Todo esto no viene así nomás


— ¿Por qué no?
— No me digas que lo vas a contar
— ¿No te parece?
— ¿Cuándo te recibiste?
— ¿Militaba?
— ¿Hay Cadáveres?»44

El poema es un fósil, no cuenta el evento sino que muestra su calco, los


restos del evento en el idioma. De esta lengua muerta el texto no se apodera
en la forma de la cita sino incorporándola en lo profundo de su retórica.
El resultado de una comunidad despedazada es una lengua hecha de frag-
mentos en donde la voz se rompe: las palabras pierden pedazos («romo
clít…», «en esa c… que»), se modifican («laz zarigüeyaz de dezhechoz») y
finalmente desaparecen:

«En alfombrada sala…


Villegas o
Hay cadáveres

………………………
………………………
………………………
………………………

¿No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.


Respuesta: No hay cadáveres»45

En la irreductibilidad del salto entre palabra y materia se insinúa un


proceso que definiría mimético: la palabra, así como el cuerpo, desaparece
para volver a aparecer en los últimos versos en la forma del fantasma. La
tensión entre presencia y ausencia (entre pasado y presente) es el elemento
que le da el sentido al poema. El texto habla a causa, y por medio de esta
tensión. El resultado de lo dicho es que paradójicamente, a pesar de su

43  Ibídem, p. 127.


44  Ibídem, p. 130.
45  Ibídem, p. 130.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Un pasado que no pasa: la reconstrucción de la memoria en Néstor Perlongher, de Auschwitz a la ESMA

gigantismo verborrágico, «Hay cadáveres» se instala en el espacio de lo no-


dicho, gira alrededor de los cadáveres sin poder agarrarlos. Parece necesario
ahora volver a lo que escribe Agamben sobre la lengua del testigo:
«¿De que testimonia una lengua así? ¿De algo —hecho o acontecimiento, memo-
ria o esperanza, júbilo o agonía— que podría ser registrado en el corpus de lo ya
dicho? ¿O de la enunciación que atesta en el archivo la irreductibilidad del decir
a lo dicho? Ni de una cosa ni de la otra. No enunciable, inarchivable es la lengua
en que el autor consigue dar testimonio de su incapacidad de hablar. Una lengua
que sobrevive a los sujetos que la hablan coincide con un hablante que queda
más acá de la lengua»46.

El texto es balbuceo, un entrelazarse de voces sobre las cuales domina


una imagen: los cadáveres. Eso es lo que queda: el terror del terror. Un pre-
sente que puede leerse sólo como eterno retorno de los pasados.

46 ���������
Giorgio Agamben, op. cit., p. 169.

· 355 ·
Representaciones directas e indirectas del abuso militar
en el cine argentino de los ochenta

Alex Bratkievich
Universidad de California en Berkeley

1. Introducción

Cuando las Fuerzas Armadas se hicieron con el gobierno en Argentina,


el 24 de marzo de 1976, el sistema de censura oficial incrementó el control
sobre lo que podía representarse públicamente. Durante la dictadura sub-
siguiente, los cineastas tuvieron que recurrir a modos de representación
indirecta (alegoría, analogía, metáfora) para poder denunciar las atrocida-
des perpetradas por el gobierno. La representación indirecta era impres-
cindible si el cineasta quería continuar trabajando y viviendo en Argentina.
Después del regreso a la democracia, una de las primeras acciones del go-
bierno electo fue abolir el sistema de censura. Muchas películas que habían
sido prohibidas, tanto nacionales como extranjeras, finalmente tuvieron su
estreno en los cines argentinos. Había libertad para hablar sobre cualquier
tema y representarlo en cualquier forma imaginable. Sin embargo, la ma-
yoría de los cineastas argentinos prefirieron métodos de representación in-
directa. Por supuesto, ha habido excepciones, como La noche de los lápices
(1986) de Héctor Olivera, un éxito de taquilla tanto en el momento de su
estreno cinematográfico como en sus posteriores emisiones en los canales
de televisión argentina. Si esa película fue todo un éxito, ¿por qué es una de
las pocas obras que representa en forma directa los abusos militares?

Antes de intentar contestar esta pregunta, vale la pena considerar de qué


beneficio puede serle a un historiador el investigar cómo el cine argentino
representó los hechos ocurridos durante el proceso militar. La mayoría de

· 357 ·
EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

las películas que han tocado el tema son obras de ficción, e incluso las que
están basadas en hechos reales tienen diferentes grados de manipulación
y deformación de dichos eventos. Obviamente no es a estas películas a las
que se acudiría por información precisa y exacta sobre los acontecimientos
relacionados con la dictadura. Sin embargo, como sostiene Peter Burke, las
imágenes (fotografías, pinturas, películas, etcétera) «a menudo han desem-
peñado un rol en la “construcción cultural” de la sociedad. Precisamente
por estas razones, las imágenes son testimonios de previos arreglos cultu-
rales y sobre todo de previas maneras de ver y pensar»1. Las representa-
ciones de períodos recientes, sobre los que se tiene mucha documentación,
presentan un interés adicional para el historiador. Según Burke:

«[…] a los historiadores les interesa, o debería interesarles, la memoria como


fenómeno histórico; lo que se podría llamar la Historia social del recuerdo. Dado
que la memoria social, como la memoria individual, es selectiva, necesitamos
identificar los principios de selección y observar cómo estos varían de un lugar
a otro o de un grupo a otro y cómo cambian con el tiempo. Los recuerdos son
maleables, y es necesario entender cómo toman forma y quién los forma»2.

El estudio de diferentes representaciones de un mismo período a lo lar-


go de los años, sobre todo en el caso de películas taquilleras como las que
se mencionan en este artículo, puede proveer información muy valiosa so-
bre la formación de la memoria social y de sus mitos. Burke plantea las
siguientes preguntas: «¿Pueden los grupos, como los individuos, reprimir
lo que no les es conveniente recordar? Si es así, ¿cómo lo hacen?»3. Para
empezar a contestar estas preguntas, una posibilidad es contrastar las re-
presentaciones que han tenido éxito de público con las que no. En el caso
de las representaciones populares, también es necesario examinar qué es
lo que se representa y qué se omite, lo que Burke llama la memoria social y
la amnesia social4.

2. Censura antes de la dictadura

Para el momento del golpe de Estado militar, ya existía un sistema de


censura. En el caso del cine, el Instituto Nacional de Cinematografía era el
responsable de llevarla a cabo. De hecho, Miguel Paulino Tato, el censor
durante los primeros años de la dictadura, había sido designado como in-
1  Peter Burke. Eyewitnessing: The Uses of Images as Historical Evidence. Ithaca, New York: Cornell
University Press, 2001, p. 185. [Cita traducida].
2  Peter Burke. «History as Social Memory» en Thomas Butler (ed.). Memory: History, Culture and
the Mind. Oxford: Basil Blackwell Ltd., 1989, p. 100. [Cita traducida].
3  Ibídem, p. 109.
4  Ibídem, p. 106.

· 358 ·
III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

terventor en el Ente de Calificación Cinematográfica un año y medio antes,


en agosto de 1974. En una de sus declaraciones, Tato dijo: «La censura bien
ejercida es higiénica. Y altamente saludable como la cirugía. Cura y desin-
fecta las partículas insalubres, extirpándoles tumores dañinos que enfer-
man al cine y contaminan al espectador»5. Según César Maranghello, en
la concepción de Tato las películas debían educar o, más específicamente,
debían transmitir una visión occidental y cristiana de la vida con la noción
de la familia como central para la educación6.

Los censores generalmente se representan a sí mismos como protectores


de las «clases impresionables». Por ejemplo, en uno de los tantos debates
sobre la censura en los Estados Unidos, la señora Everett Hamilton, una
representante de la Federación General de Clubes de Mujeres, declaró en
1923 en una vista judicial sobre la censura en el Estado de Nueva York que
«lo más importante es salvaguardar la moral no sólo de los niños sino tam-
bién de la vasta muchedumbre que, aunque quizás no sean niños en años,
sí lo son mentalmente»7. Las palabras de Tato son un calco de las de la
señora Hamilton:
«Yo quiero un cine positivo, limpio, decente, un cine que sea cultural y no sólo
industrial. […] Los argentinos, en realidad, no estamos maduros para muchas
cosas, y nos pueden hacer mal las películas. Hablo, por supuesto, de una canti-
dad de argentinos, no de todos. De todas maneras, no se trata de defender al que
es maduro, sino a los que son menos maduros. No se trata de atacar un derecho,
sino de defender a la gente que no sabe hacerlo»8.

Muchos años después de haber dejado su puesto como censor, Tato


identificó cuáles habían sido sus blancos: «La censura tiene que apuntar a
tres cosas: el erotismo exacerbado (o la pornografía lisa y llana), los desvíos
ideológicos y la falta total de calidad»9. Contaba como desviación ideoló-
gica cualquier referencia claramente política que mostrara con simpatía el
socialismo, el comunismo, la rebelión de los trabajadores o cualquier ideo-
logía contraria a las creencias políticas, sociales y religiosas del gobierno.
Por supuesto, cualquier crítica a la nación, especialmente al gobierno, iba

5  Steven Kovacs. «Screening the Movies in Argentina» en New Boston Review, vol 3, nº 3, 1977, pp.
19-21.
6  César Maranghello. «La censura afloja sus cuerdas: Octavio Getino libera films prohibidos y se
respira libertad cultural» en Claudio España (dir.). Cine Argentino: Modernidad y vanguardias 1957-1983.
Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes, 2005, v. II, pp. 652-661.
7  Ruth Vasey. The World According to Hollywood, 1918-1939. Madison: University of Wisconsin
Press, 1997, p. 25. [Cita traducida].
8  Cuestionario, Buenos Aires, nº 20, diciembre de 1974, pp. 16-17. Citado en César Maranghello,
op. cit., p. 658.
9  Pasaje de un artículo de Miguel Paulino Tato. «La censura y yo» en Somos. Buenos Aires: nº 262, 25
de septiembre de 1981, pp. 62-64. Citado en César Maranghello, op. cit., p. 657.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

a ser atacada por las tijeras de Tato o incluso podía resultar en la prohibi-
ción total de la película. Ese fue el destino de Proceso a la infamia (1978) de
Alejandro Doria, ya que «era una calumnia contra el país»10.

A medida que el sistema de censura se volvía más y más restrictivo en


los años anteriores a la dictadura, ya no fue posible estrenar películas como
La Patagonia rebelde de Héctor Olivera y Quebracho de Ricardo Wullicher,
películas que incluso en 1974 se hubieran estrenado sin mayores proble-
mas. Estas dos películas se basan en incidentes reales de atrocidades co-
metidas por los militares. La Patagonia rebelde recrea la confrontación que
ocurrió en los años veinte entre los estancieros, quienes recibieron el apoyo
militar, y las sociedades obreras de Puerto San Julián y Río Gallegos en
la Provincia de Santa Cruz. Por su parte, Quebracho muestra la represión
contra los trabajadores en huelga de la compañía La Forestal en 1920 y
1921, represión en la cual el ejército también participó. Esta película no tu-
vo ningún problema durante la producción ni tampoco cuando se autorizó
su exhibición. Sin embargo, el clima político cambió radicalmente durante
el transcurso del año 1974. Al final de ese año, el gobierno de Isabel Perón
prohibió la exhibición de Quebracho, la cual no volvería a presentarse en los
cines argentinos hasta 1983. En el caso de La Patagonia rebelde, fue la propia
productora la que detuvo la exhibición de la película. Casi todos los días
algún soldado terminaba asesinado y, según el director Héctor Olivera, ya
que la película empieza con el ataque a un soldado, él estuvo de acuerdo
en que lo mejor era sacarla de circulación11.

3. Los abusos militares y su representación

Durante los años desde 1976 hasta 1983, el gobierno militar estableció
un sistema represivo de secuestros, interrogaciones, torturas y asesina-
tos con tal de suprimir cualquier oposición. La gente era secuestrada en
la mitad de la noche; los secuestradores generalmente conducían un Ford
Falcon verde. Después de eso, nadie volvía a saber de los que habían sido
secuestrados. Si la familia o los amigos preguntaban por ellos, los oficiales
del gobierno simplemente negaban que los desaparecidos hubieran sido
encarcelados. Se los mantenía en centros clandestinos, con los ojos ven-
dados en todo momento para que no pudieran identificar a sus captores
en caso de que fueran liberados, aunque esto fuera realmente poco proba-

10  Ibídem.
11  Entrevista con Héctor Olivera para la revista Crisis. Buenos Aires: nº 26, junio de 1975, pp. 61-65.
Apud César Maranghello. «La reconstrucción democrática: El Instituto de Cinematografía en los go-
biernos de Cámpora, Lastiri y Perón» en Claudio España, op. cit., p. 575.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

ble. Al mantener este sistema en forma clandestina, el gobierno era capaz


de evitar presiones domésticas o internacionales. Pero al mismo tiempo,
se esparcían rumores sobre lo que pasaba para provocar el pánico en la
población.

Durante este período, las películas tenían que recurrir a alusiones, ana-
logías, alegorías y metáforas para representar lo que estaba pasando. Los
«espectadores sofisticados»12, para usar el término de Vasey, serían capa-
ces de identificar los referentes reales sin que los censores se dieran cuenta.
Por ejemplo, La isla (1979) de Alejandro Doria se ambienta en un manico-
mio pero, a diferencia de otras películas ambientadas en instituciones para
enfermos mentales, los pacientes son gente común en situaciones límite. El
manicomio es una metáfora de la Argentina bajo el control de los militares
y de los argentinos efectivamente en prisión. El director explicó al diario
La Nación el 4 de agosto de 1979 que «[el] mundo que muestra el film es
un mundo de gente angustiada. En todo caso, gente con dos o tres grados
más de angustia que los de cualquier persona sana y normal»13. Por consi-
guiente, cualquier argentino afligido por los abusos de la dictadura podía
identificarse con los pacientes de ese hospital.

3.1. Tiempo de revancha

Otra película que logró representar los abusos militares sin tener pro-
blemas con la censura fue Tiempo de revancha de Adolfo Aristarain, que se
estrenó en 1981. Es la historia de Pedro Bengoa, un dinamitero en busca
de trabajo. Como estuvo involucrado con los sindicatos unos años antes,
tuvo que limpiar su currículum para que no aparecieran sus actividades
políticas. La película empieza con una escena en la que Pedro tiene una
entrevista en la sede de Tulsaco, una compañía minera. Él logra que lo
contraten fingiendo ser una persona completamente apolítica («La política
es para los políticos»). Sin embargo, enseguida descubre que Tulsaco está
quebrantando la ley, por ejemplo al usar más dinamita de la que está per-
mitida por ley. Después de presenciar la muerte de dos compañeros por
el descuido de la compañía, Pedro se da cuenta de que tiene que causarle
daño a la compañía de alguna forma. Si consigue que le paguen una suma
importante de dinero, los estaría afectando y al mismo tiempo consegui-
ría una remuneración financiera para él. Por esa razón decide ayudar a
su amigo, Bruno di Toro, quien concibió un ardid para sacarle dinero a la
compañía. La idea consistía en que Bruno se ubicaría en un lugar seguro

12  Ruth Vasey, op. cit., p. 111.


13  Apud Andrés Insaurralde. «La cinematografía dirigida: Siete años de dictadura que condicio-
nan y afectan la creación» en Claudio España, op. cit., p. 699.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

donde convenientemente quedaría atrapado por las rocas durante una ex-
plosión. Entonces fingiría haber quedado mudo por el trauma y, gracias a
la información que su abogado había conseguido sobre Tulsaco, la compa-
ñía seguramente querría llegar a un acuerdo sin que la contienda llegara a
tribunales.

Cuando Bruno inicialmente le explica el plan a Pedro, se quema con


un cigarrillo encendido para demostrarle a Pedro que él no va a hablar,
no importa lo que pase. Hacerse el mudo, por supuesto, era un símbolo
cargado de significado en una sociedad en la que no se podía hablar abier-
tamente de lo que estaba pasando. Dado el pasado sindicalista de Pedro y
de Bruno, el que ellos eligieran convertirse en mudos también sirve como
metáfora del no delatar a sus amigos, incluso si son torturados. La tortura
que Bruno, y luego Pedro, infligen sobre sus propios cuerpos representa
indirectamente la tortura real infligida sobre aquellos a quienes se conside-
raba subversivos.

La película utiliza la analogía para equiparar a la compañía con el go-


bierno. Tulsaco no quiere a nadie que haya participado en las actividades
políticas del pasado. La compañía espera que todos sigan sus órdenes, in-
cluso si ello significa la muerte de algunos trabajadores. Se insinúa que
la compañía recurre a la tortura para hacer que la gente hable y, una vez
que el plan de Bruno y Pedro se lleva a cabo, es patentemente obvio que
Tulsaco está dispuesta a llegar a cualquier extremo con tal de silenciar a
Pedro y castigar a cualquier persona que lo ayude.

Después que Bruno muere en un accidente, Pedro ocupa su lugar al


fingir haber quedado mudo y solicitar $ 300.000 a cambio de no hablar pú-
blicamente sobre las irregularidades en las operaciones de la compañía. Al
darse cuenta de que $ 300.000 no van a impactar realmente a la compañía,
Pedro decide seguir adelante y llevar el caso a juicio con el objetivo explíci-
to de hacer públicos sus crímenes. Durante el juicio, recibe una grabación
que contiene momentos aislados de las conversaciones mantenidas en el
cuarto de hotel de Pedro. Aun después de ganar la demanda, recibe otra
grabación que le demuestra que hay micrófonos incluso en la nueva habi-
tación de hotel en la que se está quedando, en la oficina de su abogado y
en su propia casa. La sensación que la película provoca en el espectador es
de un mundo sin posible escapatoria; no importa adónde se vaya, lo que se
diga siempre puede ser oído por las personas en el poder. Aparentemente
el gobierno escucha absolutamente todo, hasta las conversaciones más
íntimas.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

En parte gracias al testimonio de su compañero El Golo, Pedro logra ga-


nar el juicio contra Tulsaco y el trabajo en la cantera se interrumpe. Después
de recibir el dinero en la oficina de su abogado, Pedro hace todos los arre-
glos para escapar del país con su esposa ese mismo día. Mientras regresa
a su hotel, un Ford Falcon azul pasa y tira el cuerpo del Golo a los pies
de Pedro. Esta es una de las representaciones más directas de la violencia
estatal durante los años de plomo. En principio parecería que Aristarain usó
lo que Vasey llama the principle of deniability (algo así como el principio de
desnegabilidad)14. En la película no se muestra a ningún militar secuestrando
o matando a nadie y es un Ford Falcon azul, no verde, el que aparece. En
realidad, si los censores argentinos hubieran detectado cualquier lectura
posiblemente «subversiva», ya sea alegórica o no, habrían prohibido la ex-
hibición de la película incluso si no hubieran podido presentar evidencia
concreta para justificar su decisión. Andrés Insaurralde afirma que, en rea-
lidad, «los censores no advirtieron lo subyacente en Tiempo de revancha»15.

Después de haber visto el cadáver del Golo y recibir la grabación donde


se reproducen las conversaciones que tuvo con su esposa tan sólo unas ho-
ras antes, Pedro se da cuenta de que nunca va a estar a salvo. La compañía
no lo va a dejar tranquilo hasta demostrar que él está mintiendo. Por esa
razón, él toma la medida extrema de cortarse la lengua. Esto ha sido inter-
pretado como una metáfora de la autocensura. Pero, como señala Timothy
Barnard, «es una alegoría un tanto invertida: la lucha en los últimos años de
la dictadura era para proclamar la verdad, no para mantenerse callado»16.
De hecho, Pedro ya hizo pública la verdad sobre la compañía; ya la denun-
ció, logró que le pagaran una importante suma de dinero y que detuvie-
ran el proyecto de trabajo en la cantera. Sin embargo, para sobrevivir, él
necesita convertirse literalmente en mudo. Esta escena se vincula con las
otras dos escenas de tortura autoinfligida. Para evitar una representación
demasiado directa, la tortura que se ve en la película nunca es perpetrada
por los matones de la compañía. Pero cuando Bruno se quema con el ciga-
rrillo para mostrar que no hablaría, y cuando Pedro hace lo mismo para
comprobar si resistiría el dolor sin hablar, se insinúa que dicha tortura efec-
tivamente ocurre en la realidad. De la misma manera, el cortarse la lengua
es una alegoría del silencio impuesto a la fuerza sobre los argentinos en un
tiempo en el que seguir vivo dependía de ese silencio.

14  Ruth Vasey, op. cit., pp. 107, 170, entre otras.
15  Andrés Insaurralde, op. cit., p. 709.
Timothy Barnard. «Tiempo de revancha» en Timothy Barnard; Peter Rist (eds.). South Ame-
16 ���������
rican Cinema: A Critical Filmography 1915-1994. New York: Garland Publishing, Inc., 1996, p. 59. [Cita
traducida].

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

Tiempo de revancha fue un éxito de crítica y de taquilla, con una audiencia


de 506.484 espectadores, la cuarta película más taquillera de 198117. Los
críticos mencionaron que la película era una alegoría pero, por supues-
to, sin especificar la naturaleza de la misma. Por ejemplo, en la reseña de
Hugo Paredero para la revista Humor, son evidentes los rodeos necesarios
para discutir el uso de la alegoría y su integración con «las otras aristas»
de la película. Es digno de notar el uso de expresiones como: «para correr
adonde tiene que correr», «de qué quería hablar en su película», «una de
las aristas del tema», «una debilidad del mensaje», sin jamás identificar el
contenido del mensaje que Aristarain quería expresar.

«El libro cinematográfico, que también le pertenece [a Aristarain], revela una


inquietud alegórica que en su mayor parte encuentra buen cauce para correr
adonde tiene que correr. La historia de Pedro Bengoa, el obrero “puesto” a simu-
lar un accidente de trabajo para lograr cobrar una gran suma de dinero, cuenta
con la inteligencia de un Aristarain libretista que supo en todo momento de qué
quería hablar en su película. Pero quizás haya sido la arraigada seducción por
una de las aristas del tema lo que le llevó a debilitar un tanto otras que, de estar
más pulidas, hubiesen inevitablemente socorrido a la primera. Me refiero con-
cretamente al personaje de Haydeé Padilla (la esposa de Luppi-Bengoa) y al de
Ingrid Pellicori (la hija). La relación familiar del personaje central con esas dos
mujeres, de haber sido más desmenuzada, hubiera podido reforzar “la revancha
protagónica”. Tal vez cierto temor a demasiadas pautas intimistas anduvo ron-
dando, y pudo suponerse una debilidad del mensaje si se le prestaba excesiva
atención al círculo afectivo de Bengoa»18.

4. Representaciones de los abusos militares durante la democracia

En diciembre de 1983 se restauró la democracia. El 22 de febrero de 1984,


el Poder Ejecutivo sancionó la Ley 23.052 que abolía la censura. A partir de
entonces se estableció un sistema basado en la edad del espectador sin nin-
guna referencia al tratamiento de asuntos políticos. La ley específicamente
prohíbe los cortes a cualquier película, sin importar los posibles motivos
para dichos cortes. De hecho, ni siquiera los productores o distribuidores
pueden realizar cortes a la película original sin el consentimiento del pro-
pietario de los derechos intelectuales de la misma. Como lo indicó el pe-
riódico La Nación en su edición del 20 de marzo de 1984, esto aseguró que
los argentinos pudieran disfrutar de un verdadero pluralismo ideológico y
religioso19. Finalmente había suficiente libertad como para hablar sobre los

17  César Maranghello. «La presión de las fuerzas armadas: El Instituto Nacional de Cinematogra-
fía durante la dictadura militar» en Claudio España, op. cit., pp. 750.
18  Hugo Paradero. «A la manera de una gran semilla» en Humor, Buenos Aires, 65, 1981, pp. 82-83.
19  Claudio España. «Introducción: Diez años de cine en democracia» en Claudio España (comp.).
Cine Argentino en democracia 1983/1993. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes, 1994, pp. 12-53.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

abusos políticos, para denunciar las atrocidades perpetradas por los mili-
tares. Sin embargo, a pesar de la falta de censura oficial, en la mayoría de
las películas realizadas en los años inmediatamente posteriores al fin de la
dictadura aún se prefiere una representación indirecta de dichos tópicos.

4.1. No habrá más penas ni olvido

Una de las posibilidades de representación indirecta es el desplaza-


miento temporal de los incidentes a un tiempo anterior a la dictadura. Este
es el caso de No habrá más penas ni olvido de Héctor Olivera, que se estrenó
el 22 de setiembre de 1983, apenas unas semanas antes de la primera elec-
ción democrática después del golpe de Estado. La película es una farsa
política que recrea cómo las diferencias entre las facciones de izquierda y
derecha del peronismo culminaron en la violencia política que caracterizó
a los años que precedieron al golpe. En el pueblo ficticio de Colonia Vela,
la policía llega al ayuntamiento para retirar al delegado municipal, un pre-
sunto infiltrado. Cuando el delegado (Fernando Luppi) se rehúsa a irse, el
conflicto escala hasta convertirse en una verdadera guerra civil. El delega-
do consigue la ayuda de los miembros de la Juventud Peronista, quienes
secuestran y ejecutan al comisario (Rodolfo Ranni). A pesar de que los ase-
sinatos son cometidos por ambos bandos, la mayor parte de la brutalidad
es perpetrada por la policía. Se mata a cualquier prisionero sin ninguna
misericordia y, cuando finalmente capturan al delegado, lo torturan (las
torturas incluyen quemarlo con cigarrillos) y lo matan. En todo momento
los militares permanecen fuera de lo que se representa directamente en la
pantalla; sencillamente se los menciona como aquellos que vendrán a res-
tablecer el orden, comentario hecho en un tono altamente irónico por uno
de los residentes del pueblo.

Colonia Vela funciona como un microcosmos que representa todas las


facciones que luchaban por el poder en 1974. Sin embargo, la forma en la
que la policía lidia con los disidentes no sólo es una representación de abu-
sos reales por parte de la policía sino que también evoca la forma en que los
militares trataron a los miembros de la oposición (y cualquier otra persona
que tuviera la mala suerte de ser secuestrada) en los años posteriores a los
incidentes de la película.

A pesar de que No habrá más penas ni olvido es una de las pocas películas
que incluye una escena explícita de tortura, obviamente la violencia ex-

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

plícita no disuadió al público. La película tuvo 765.463 espectadores en su


estreno cinematográfico20.

4.2. Camila

En Camila de María Luisa Bemberg, que se estrenó en mayo de 1984, el


desplazamiento temporal es aun más extremo. La película está basada en
incidentes reales que ocurrieron en Argentina alrededor de 1840: la historia
de Camila O’Gorman, que fue ejecutada junto con Ladislao, el cura con el
que se había fugado. Camila es una muchacha de clase alta que se enamo-
ra del cura de su parroquia. Al fugarse juntos, desafían las convenciones
establecidas por la sociedad y la Iglesia. A pesar de que se refugian en
un pueblito de provincia, finalmente son capturados y ejecutados. Dada la
presentación de la Iglesia y del Estado como dos organizaciones intransi-
gentes que aplastan a cualquiera que se les oponga, no es difícil establecer
el paralelismo con la dictadura de 1976 a 1983. Asimismo, a Camila se le
niega la posibilidad de un juicio imparcial a pesar de estar embarazada.
Como observa Fernando Reati, «la investigación oficial de los abusos con-
tra los derechos humanos indicó un número inusualmente alto de mujeres
embarazadas entre las víctimas de los asesinatos políticos en los setenta,
hecho que ha dejado una marca en la memoria colectiva»21.

En cierto momento, el padre de Camila ordena que se tiren unos gatitos


recién nacidos al mar. Esta también era una de las técnicas usadas por los
militares para deshacerse de los desaparecidos, operación que llegó a co-
nocerse como vuelos de la muerte.

Camila se convirtió en una de las películas más exitosas de la historia ar-


gentina reciente. Fue la segunda película más taquillera de 1984 (la primera
fue Porky’s) pero sólo por una pequeña diferencia de 60.000 espectadores.
El número total de espectadores fue de 2.117.70622. Es posible que buena
parte del éxito de la película se deba al excelente manejo que se hace de las
convenciones del melodrama. Tanto su ambientación histórica como las
estrategias típicas del género nos distancian de los incidentes del pasado
cercano. Somos capaces de procesar dichos incidentes indirectamente sin
tener que pasar por la traumática experiencia de revivirlos.

20  César Maranghello, op. cit., p. 758.


21  Fernando Reati, «Argentine Political Violence in Films of the 1980’s» en Latin American Literary
Review, vol. 17, nº. 65, 1989, p. 28. [Cita traducida].
22  Claudio España, op. cit., p. 293.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

4.3. La Historia oficial

Una de las pocas películas que lidió directamente con el pasado cercano
fue La Historia oficial de Luis Puenzo, que se estrenó en abril de 1985. Los
incidentes de la película ocurren en los últimos meses de la dictadura, des-
de marzo de 1983 en adelante. Alicia es una señora completamente igno-
rante del ambiente político en el que vive. Sólo cuando una de sus mejores
amigas le describe su secuestro y tortura es que Alicia empieza a observar
y notar el mundo a su alrededor, por ejemplo las protestas de las Abuelas
de la Plaza de Mayo (un grupo de abuelas que exigían información sobre
sus hijos, quienes habían desaparecido, y sus nietos, nacidos durante el
encarcelamiento de sus padres).

No obstante, en la película sólo se nos cuenta acerca de los abusos, nun-


ca hay una representación visual de los mismos. Asimismo, en todo mo-
mento la perspectiva desde la que observamos los acontecimientos es la de
Alicia, quien súbitamente descubre que dichas atrocidades ocurrieron tan
cerca de ella sin que ella lo supiera. La película se preocupa más por mos-
trar la difícil situación en que Alicia se encuentra que la de las personas que
sufrieron bajo la dictadura. La película perpetúa lo que Timothy Barnard
llama el «mito, apreciado por la clase media y alta, que ellos no se dieron
cuenta de la magnitud de la represión y ciertamente no estuvieron de nin-
guna manera implicados en ella»23. De hecho, los villanos de la película ni
siquiera son los militares; el villano es el esposo de Alicia, un cómplice civil
de la dictadura.

Ciertamente la película sirvió para explicar o incluso justificar el silencio


de la mayoría bajo la excusa de que no sabían. Y también los expió, permi-
tiéndoles alcanzar la redención a través del conocimiento y el sufrimiento.
Ya que la administración de culpa con respecto a lo sucedido es un tópico
sumamente espinoso, se entiende que los espectadores argentinos apre-
ciaran una película que los tranquilizó al asegurarles que no había sido su
culpa. La Historia oficial tuvo un total de 899.940 espectadores24.

4.4. La noche de los lápices

En los años inmediatamente posteriores al fin de la dictadura, una de


las pocas películas que se ocuparon directamente de los incidentes ocurri-
dos durante el gobierno militar —y la única que tuvo éxito en la taquilla
23  Timothy Barnard. «La Historia oficial» en Timothy Barnard; Peter Rist (eds). op. cit., p. 64.
[Cita traducida].
24  Claudio España, op. cit., p. 293

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

argentina— fue La noche de los lápices de Héctor Olivera, que se estrenó en


setiembre de 1986. La película trata de reconstruir con la mayor fidelidad
posible (hasta el extremo de filmar en las casas reales de los protagonistas)
episodios que ocurrieron alrededor de setiembre de 1976, justo al comienzo
de la dictadura, cuando un grupo de estudiantes de un colegio secundario
de La Plata fueron secuestrados, encarcelados, torturados y asesinados. El
motivo: habían participado en una demostración para conseguir un boleto
especial para los estudiantes. Como observa Kathleen Newman, la película
es notable por mostrar la vida diaria de los desaparecidos antes de ser ase-
sinados. Pero ella también critica la película dado que «la representación
de la tortura causa sensación pero no crea un entendimiento de la expe-
riencia de la tortura o de sus causas»25.

Lo más sorprendente es que, en los veintiséis años desde que se restauró


la democracia, sólo un puñado de películas han representado directamente
las atrocidades militares. Una posibilidad es que esas películas no se pro-
ducen porque no hay una audiencia para ellas; la gente no quiere ver pe-
lículas sobre la dictadura. Sin embargo, La noche de los lápices tuvo 670.042
espectadores en su estreno cinematográfico26. Cuando se estrenó en tele-
visión, llegó a tener una audiencia de hasta 4.000.000 de espectadores. Esa
noche aproximadamente un 80% de los televisores de Buenos Aires y el
Gran Buenos Aires estaban recibiendo la transmisión de la película. Por
consiguiente, es obvio que el público sí tenía interés.

Ni siquiera las escenas explícitas de tortura (mucho más largas y fre-


cuentes que la escena de No habrá más penas ni olvido) disuadieron al público
de verla. Es posible argumentar que los espectadores argentinos toleraron
la representación explícita de la violencia perpetrada por los militares en
algunas pocas películas pero no están dispuestos a aceptar dichas escenas
con demasiada frecuencia. Sin embargo, hacer una película que se ocupe
directamente de las atrocidades militares pero sin violencia explícita no es
una idea sumamente descabellada; por ejemplo, muchos críticos de cine
consideran que el documental Shoah (1985) de Claude Lanzmann es una de
las mejores películas sobre el holocausto precisamente porque contiene só-
lo los relatos de los sobrevivientes sin reconstrucciones ni reproducciones
visuales de las atrocidades cometidas por los nazis. ¿Por qué son tan pocas
las películas que adoptan esa perspectiva con respecto a la dictadura mili-
tar? ¿Y por qué las pocas que se han hecho no han tenido mayor repercu-

25  Kahtleen Newman. «Cultural Redemocratization: Argentina, 1978-89» en George Yúdice; Jean
Franco; Juan Flores (eds.). On Edge: the Crisis of Contemporary Latin American Culture. Minneapolis:
University of Minnesota Press, 1992, p. 181. [Cita traducida].
26  Claudio España, op. cit., p. 293.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

sión en el público argentino en general? La reacción de los críticos para con


La noche de los lápices puede proporcionarnos una pista y señalar posibles
problemas que la audiencia puede tener con la representación directa.

En su reseña de La noche de los lápices para la revista Humor, Daniel


Guebel lo expresó de la siguiente manera:

«La elección de ese acontecimiento y la construcción de una película que recu-


rre a las figuras arquetípicas (“lo familiar”, “la inocencia”, “ángeles y demonios de
la política”), ¿no refuerza, simétricamente, las presunciones de culpabilidad de
otras prácticas? Si el grado de ingenuidad con que los adolescentes esgrimen sus
reivindicaciones y sostienen sus actividades políticas es empleado para sostener
la irresponsabilidad de esos adolescentes (¡¿Quién es tu responsable?!, interrogan
los torturadores), acaso, como un efecto que de ese planteo se desprende, ¿no
debemos suponer que los otros, los responsables, sí son pasibles del castigo, el
secuestro, la prisión y la muerte? Digo: se puede desprender. No: la película nos fuer-
za a pensar»27. [En todos los casos, el destacado figuraba en el original.]

En La noche de los lápices, los adolescentes no son parte de los subver-


sivos que fueron, en la concepción de muchos argentinos, parcialmente
responsables de la represión. Su «inocencia» los exculpa y facilita la identi-
ficación del espectador con ellos. No obstante, la película sigue siendo una
representación de «la teoría de los dos demonios». Mario Ranalletti, profe-
sor de Historia en la Universidad de Buenos Aires explica dicha teoría de
la siguiente manera:

«La formulación inicial de la teoría de los dos demonios establecía dos actores
principales en la escena política de la primera mitad de la década de 1970: en
el marco de un nuevo retorno al sistema democrático (marzo de 1973), organi-
zaciones guerrilleras ponían en cuestión al Estado, cumpliendo con directivas
provenientes del exterior (Cuba y la urss); ante esta situación —acompañada por
una deplorable gestión gubernamental del peronismo—, las Fuerzas Armadas
tomaron el control del Estado, respondiendo a una extendida demanda social de
orden. La respuesta de las Fuerzas Armadas derivó en el establecimiento de un
Estado terrorista, que transformó esa demanda social en el exterminio de todas
las formas de oposición, verdadero objetivo de la gestión dictatorial»28.

Esta teoría exculpa a la mayor parte de la sociedad argentina de los crí-


menes cometidos durante la dictadura. Incluso si habían deseado el fin de
las guerrillas, incluso si habían recibido con alegría el golpe militar porque
pensaron que restablecería el orden, nunca habían imaginado lo extrema
que sería la represión. El entero sistema de represión que se desarrolló en
esos años fue algo completamente nuevo. Nadie estaba preparado para

27  Daniel Guebel. «Preguntas sobre lo terrible» en Humor, Buenos Aires, 181, 1986, p. 67.
28  Mario Ranalletti. «La construcción del relato de la historia argentina en el cine, 1983-1989» en
Filmhistoria, vol. 9, nº. 1, 1999, p. 5.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

ello. Por consiguiente, muchas personas fingieron desconocer el alcance de


los crímenes del Estado. Luego, como Alicia en La Historia oficial, queda-
mos atónitos cuando finalmente lo descubrimos. Nos sentimos levemente
culpables porque no lo sabíamos pero podemos redimirnos rápidamente y
nos convencemos de que de ninguna manera estuvimos implicados en la
represión.

En un artículo sobre una película más reciente, Garage Olimpo (1999)


de Marco Bechis, la cual también incluyó representaciones directas de las
atrocidades militares, el crítico argentino Sergio Wolf específicamente la
compara con La noche de los lápices.

«En La noche de los lápices prevalece más la conmiseración para con ese grupo de
adolescentes destruidos por las herramientas de los torturadores que la discu-
sión política. Olivera, bajo el amparo sentimental de la compasión por los perso-
najes, se dedica a expresar claramente la idea de que esos muchachos no tenían
ninguna relación con los motivos por los que se los estaba torturando, que no ha-
bían tomado parte en la violencia armada, y en esta dirección se asignan valores
positivos y negativos a los torturadores, con un carcelero violento y un carcelero
comprensivo. […]
En otras palabras: el procedimiento consistió en un encubrimiento de las verda-
deras políticas detrás de lo ocurrido durante la dictadura, exponiéndola no como
parte de un plan político y económico, ni como un batallón sin gracia cuyo pro-
pósito era revertir la situación política, sino como una mera fuerza organizada
para cometer al azar actos de violencia de varios tipos»29.

Como Guebel ya había observado en su reseña para Humor, Wolf señala


cómo La noche de los lápices no deja lugar a dudas sobre la inocencia de esos
muchachos. Wolf también concluye que dicho énfasis es una indicación de
que el director Héctor Olivera no estaba realmente interesado en promover
una discusión política o una reevaluación del pasado cercano. A diferencia
de la película de Olivera, Garage Olimpo fue un fracaso de taquilla. Según
Wolf, «muchos potenciales espectadores de la película de Bechis dijeron
que habían decidido no verla porque era demasiado terrible y no querían
sufrir, porque ya sabían lo que iban a ver y para qué volver al mismo tema,
ya estaban cansados de lo mismo»30. Las cifras de La noche de los lápices
claramente indican que la situación era diferente en 1986. Ciertamente es
posible que, trece años después, el público argentino ya se hubiera har-
tado de ver películas sobre la dictadura. No obstante, atribuir el fracaso
de Garage Olimpo a una única causa sería probablemente pecar de reduc-
cionismo. Por ejemplo, hay otra diferencia entre La noche de los lápices y la
29  Sergio Wolf. «Garage Olimpo and the Portrait of the Military Dictatorship» en Horacio Bernades;
Diego Lerer; Sergio Wolf (eds.). New Argentine Cinema: Themes, Auteurs and Trends of Innovation. Bue-
nos Aires: Ediciones Tatanka, 2002, p. 96. [Cita traducida].
30  Ibídem, p. 94. [Cita traducida].

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

película de Bechis: Garage Olimpo sí estaba interesada en generar una dis-


cusión política y sus personajes no son las reducciones esquemáticas que
se ajustan a las ideas populares sobre cómo se deberían asignar la culpa y
la responsabilidad.

Como se mencionó anteriormente, La noche de los lápices se ajusta a la


teoría de los dos demonios dado que indirectamente respalda la idea de que
los desaparecidos «algo habían hecho» y merecían la represión. Como se
muestra en No habrá más penas ni olvido, la represión terminó convirtién-
dose en un mecanismo de exterminio que resultó en la muerte de gente
inocente. Los adolescentes de La noche de los lápices se encuentran a medio
camino entre ser subversivos e inocentes. La película sugiere que eran ape-
nas unos niños que no sabían lo que hacían y que se pusieron a jugar al
activismo político; pero eran inocentes y no tenían la responsabilidad por
lo que les pasó.

Otra de las películas que se ocupó directamente de las atrocidades mi-


litares, Los dueños del silencio (1989) de Carlos Lemos, recrea el secuestro
y desaparición de Dagmar Hagelin, una muchacha de diecisiete años. El
27 de enero de 1977, Dagmar fue arrestada cuando iba a visitar a su ami-
ga Norma Burgos. Burgos había sido secuestrada la noche anterior y los
militares esperaban la llegada de un importante miembro del grupo de
los Montoneros. Es obvio que dicha historia podría haber sido fácilmente
presentada como otro caso en que un «inocente» muere por error. No obs-
tante, según Clara Kriger, la película «muestra a los militares en su capaci-
dad intelectual, no como un grupo de sicópatas, sino como los ejecutores
de un proyecto político»31. Los dueños del silencio fue vista por muy poca
gente en el momento de su estreno, lo cual puede atribuirse, por lo menos
en parte, a la renuencia que los argentinos pueden haber sentido a acep-
tar una representación de los militares con la que no estaban de acuerdo.
Asimismo, también es posible que los espectadores argentinos no estuvie-
ran dispuestos, tan sólo dos años después de la aprobación de las leyes de
impunidad, a ver una película que les hiciera considerar la posibilidad de
que dicha amnistía hubiera sido un craso error. Las llamadas «Leyes de
impunidad» fueron dos: la primera, la Ley de Punto Final, aprobada el 23
de diciembre de 1986, decretó que ninguna acción final era posible después
de pasados sesenta días de los presuntos crímenes cometidos durante la
dictadura. La segunda ley, la Ley de Obediencia Debida, aprobada el 13 de
mayo de 1987, decretó que los hechos cometidos por los miembros de las

31  Clara Kriger. «La revisión del proceso militar en el cine de la democracia» en Claudio España,
op. cit., p. 63.

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EL TIEMPO PRESENTE COMO CAMPO HISTORIOGRÁFICO
Alex Bratkievich

Fuerzas Armadas no eran punibles por haber sido realizados en virtud de


la obediencia debida a los superiores.

5. Las ventajas de la representación indirecta

La representación indirecta del abuso militar le provee al espectador


una escapatoria por la cual puede evitar participar en las discusiones po-
líticas generadas por la película. Si la película tiene múltiples lecturas, un
espectador puede optar por la(s) lectura(s) que prefiera. El «espectador
sofisticado» de Vasey es, en el caso de Argentina, un espectador político;
en este momento de la historia argentina, hubo un cambio en lo que cons-
tituía material «sofisticado». En el pasado, este generalmente consistía en
descripciones de actividades sexuales o criminales; durante y después de
la dictadura, el material «sofisticado» pasó a ser la descripción del abuso
gubernamental y sus causas sociopolíticas. En caso de que una película
(o cualquier otra obra artística) desafíe las concepciones profundamente
arraigadas de un espectador sobre lo que pasó en la dictadura pero lo ha-
ce indirectamente, dicho espectador puede optar por ignorar esa posible
interpretación. Por ejemplo, el desplazamiento temporal en Camila nos
permite olvidar las conexiones problemáticas que equiparan a Camila y
Ladislao (en su rol de mártires asesinados por la Iglesia y el Estado) con
las víctimas de la represión, quienes por consiguiente también pasarían a
ser vistos como mártires. Por el contrario, la representación directa proba-
blemente pondría a la audiencia en la posición de los desaparecidos pe-
ro esta identificación puede ser muy problemática para algunos (o quizás
muchos) argentinos. La noche de los lápices evita ese problema al presentar
claramente a sus protagonistas adolescentes como libres de toda responsa-
bilidad, verdaderos inocentes32.

Muchos espectadores probablemente no quieran reflexionar sobre la


posibilidad de que ellos hubieran sido culpables por mantenerse callados
o porque, en una actitud egocéntrica, ni se percataron de lo que pasaba a su

32  Existe otra posibilidad, a saber, que los incidentes fueron tan traumáticos que su representación
directa es demasiado dolorosa. Es posible que esto determine hasta cierto grado la preferencia por
métodos de representación indirecta, ya que le permite al espectador la opción de evitar cualesquiera
niveles o representaciones que resulten problemáticos. Sin embargo, esta no puede ser la única explica-
ción ya que La noche de los lápices fue un éxito, a pesar de la violencia explícita que resulta sumamente
dolorosa para el espectador.
Una posible avenida de investigación es considerar que las dos razones están relacionadas. El rechazo
de películas que divergen de las creencias populares acerca de la dictadura puede ser el resultado del
trauma colectivo ocasionado por la dictadura. La teoría de los dos demonios proporciona una versión
simplista (pero efectiva gracias a su sencillez) de los acontecimientos; reconsiderarlos y reanalizarlos
puede ser demasiado traumático para la nación.

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III. EL TIEMPO PRESENTE COMO DESAFÍO METODOLÓGICO
Representaciones directas e indirectas del abuso militar en el cine argentino de los ochenta

alrededor. O quizás no quieran que se cuestione la noción incorrecta pero


popular de que los desaparecidos recibieron su merecido «porque algo de-
bían de haber hecho». Si las películas mencionadas anteriormente, aquellas
que han tenido éxito de taquilla (No habrá más penas ni olvido, Camila, La
Historia oficial, La noche de los lápices) son un reflejo de las obsesiones de la
Argentina (en cuyo caso, las omisiones son tan elocuentes como lo que sí
elige mostrarse), los argentinos todavía no han aceptado el grado de res-
ponsabilidad que todos los ciudadanos comparten ni tampoco la idea de
que ninguna persona merecía el abuso perpetrado por los militares.

6. Conclusión

Como se sugiere en las secciones anteriores, el cine puede ser una valio-
sa fuente de información sobre la memoria social, cómo se forma, y cómo
se reinterpreta el pasado (cercano y lejano) en virtud de las necesidades
cambiantes del presente. Las representaciones cinematográficas de un pe-
ríodo en particular y la evolución de dichas representaciones a medida que
los incidentes van transformándose en pasado distante, son una de las tan-
tas pistas o huellas (Burke las llama traces33) que permiten entender mejor
cómo una sociedad se representa a sí misma y los diferentes mecanismos
que se usan para lidiar con situaciones traumáticas de carácter colectivo.

Por supuesto, es necesario interpretar estas pistas, y la interpretación


que se sugiere en este artículo no es más que una de las posibles (y no ne-
cesariamente la más correcta). Más allá de lo apropiada que pueda ser esta
explicación en particular, es razonable concluir que el análisis de las obras
de arte que desempeñan un rol en la construcción cultural de una sociedad
(en este caso en particular, películas que representan el último período de
dictadura en Argentina), complementado con un análisis de la recepción
de dichas obras (taquilla, índices de audiencia, comentarios de los críticos
y el público, etcétera), es una prometedora línea de investigación histórica
capaz de contribuir a nuestro entendimiento de los procesos de formación
de la memoria social.

33  Peter Burke, op. cit., p. 13.

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