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Parábola China

Hace siglos vivía en China un anciano llamado Cheng Lang, nombre que
en castellano significa «Maestro La Roca», quien poseía una pequeña
propiedad en la sierra. Y sucedió que cierta noche se le escapó uno de sus
caballos y entonces al día siguiente se acercaron los vecinos para
manifestarle su condolencia.
Sin embargo, el anciano replicó, extrañamente:
-¿Y quién sabe si eso ha sido realmente una desgracia?
Los vecinos quedaron sorprendidos por sus palabras, y algunos
pensaron que el anciano estaba volviéndose tonto al dudar sobre si perder
un caballo era una desgracia o no.
Pasaron varios días y sorpresivamente regresó el caballo huido, y
además traía consigo toda una manada de caballos cimarrones. De nuevo
acudieron los vecinos y felicitaron al anciano por su buena suerte.
Pero otra vez el anciano les dijo:
-¿Y quién sabe si esto ha sido realmente un suceso afortunado?
Más vecinos pensaron entonces que el anciano, efectivamente, se había
vuelto tonto.
Como el anciano tenía ahora tantos caballos y muchos eran salvajes, su
joven hijo se aficionó a domarlos, hasta que un día se cayó y se rompió
una pierna. Nuevamente acudieron los vecinos para manifestarle su pesar,
pero otra vez el anciano les replicó:
-¿Y quién sabe si eso ha sido una desgracia?
Entonces ya todos pensaron que, evidentemente, el anciano se había
vuelto tonto.
Al año siguiente subieron a la sierra los comisionados del Emperador.
Iban a buscar jóvenes fuertes para reclutarlos como soldados y
mensajeros reales, y para cargar su litera. Al joven y fuerte hijo del
anciano, como estaba mal de una pierna, no se lo llevaron.
El anciano Cheng Lang sonreía.

Hermann Hesse

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