Está en la página 1de 6

CRÍTICA de los SABERES:

experiencias y fundamentos1

Prof. Elbio Gerardo Silveira.


Introducción
Conviene en un primer momento aclarar, que no se pretende establecer un dogma, ya que
éste sería contrario al espíritu de la disciplina. Claro está, que existe una pretensión de validez,
en una aproximación teórica que se sostiene a partir de lo que es nuestra experiencia de aula.
Esta exposición parte, de lo que se podría llamar el núcleo central de “Crítica de los saberes”,
identificado en el pensamiento de Paulo Freire, como “proceso de concientización”, condición
necesaria para la emancipación humana.
Este objetivo mayor se alcanzará, en la medida en que la conciencia ético-crítica, se aplique
a diferentes saberes y problemas, que determinan nuestras acciones.
André Comte-Sponville nos habla de las características del mundo actual, y la necesidad de
establecer límites, a partir de lo que él llama órdenes, como espacios de saber y de acción, con
cierta independencia y autonomía.
Estos límites vendrían de la presencia cada vez mayor de la ética, en diferentes sectores de
nuestra sociedad. Lo que nos lleva finalmente a considerar, el análisis del profesor Jovino Pizzi,
de la ética, no como un fenómeno de moda, sino como una necesidad de aplicación que no
podrá abandonar el problema de la fundamentación (a partir de diferentes teorías morales).

Proceso de concientización (Paulo Freire)

Paulo Freire descubrió que es imposible la educación sin que el educando se eduque a si
mismo, en el propio proceso de liberación, y por eso, se cambia los propósitos pedagógicos,
pues se tratan de algo mas universal y radical. Transformar la realidad contextual y promover
una conciencia ético crítica en el educando, es su propuesta fundamental.
La libertad se va efectuando en la praxis liberadora en el horizonte dialógico intersubjetivo
comunitario, mediante la transformación real de las estructuras que oprimen al educando.
La concientización no puede finalizar en el descubrimiento de la realidad, ya que su
autenticidad se dará en tanto que práctica de transformación.
Freire estaba convencido de que la educación como práctica de libertad es un acto de
conocimiento, pero como acercamiento crítico a la realidad; y toda educación posible, parte de
la “realidad” en la que se encuentra el educando.

1
Ponenecia presentada en las Jornadas Nacionales de Filosofía (Inspección –Afu ) realizadas 25 y 26 de
agosto de 2006
2

La concientización implica la superación de la esfera espontánea de aprehensión de la


realidad, por una esfera crítica donde la realidad se da como un objeto cognoscible, lo que se
plantea como una búsqueda del conocimiento.
De esta forma a partir de la “conciencia ingenua” emerge la “conciencia crítica”, delante de
la “cultura del silencio” el “poder del habla”, delante de la “mistificación de la realidad” la
“desmitificación“.
La participación del educador crítico como sostiene Freire está en no separar el acto de
enseñanza del acto de aprender, ya que las experiencias no se transplantan, sino que se
reinventan. La función del educador sería elegir los mejores caminos, la mejor ayuda que
posibilite al educando en su proceso de formación, ejercer el papel de sujeto crítico del
conocimiento. Esta tarea debe comenzar por la educación del educador en el contenido, que el
propio educando le proporciona, ya que estos traen consigo una comprensión del mundo, lo que
Habermas llama el “mundo de la vida” con un lenguaje propio, con su forma de contar, con
saberes con respecto a la salud, al cuerpo, a la sexualidad, a la vida, a la muerte, a la fuerza de
los santos. El educador debe facilitar el proceso de interpretación de la realidad en la medida en
que se va formando una conciencia ético-crítica.
El diálogo según Freire es el encuentro en que se solidariza la reflexión y el actuar de sus
sujetos, encaminados a la transformación del mundo; por lo tanto el acto educativo no puede ser
la acción de depositar ideas de un sujeto en otro. Es un proceso de denuncia y de anunciación,
un momento negativo cuando se critica el sistema como causa de opresión, y otro positivo
como la utopía o el viable inédito. Utópico para Freire no es lo irrealizable, no es el idealismo;
utopía es la dialectización en los actos de denunciar y anunciar. El acto de denunciar la
estructura deshumanizante, y el acto de anunciar la estructura humanizadora.
La praxis libertadora es realizadora y transformadora, lo que no implica libertar a los otros
seres humanos, ni tampoco libertarse solo, ya que se liberan a si mismos en común, en una
comunidad transformadora de la realidad. 2
La concientización posibilita la inserción en el proceso histórico, evitando los fanatismos e
inscribiéndose en la búsqueda de su afirmación como sujeto, y en la medida en que se percibe
como testigo de su historia, su conciencia se hace reflexivamente más responsable de esa
historia.
La sectarización es siempre castradora, por el fanatismo del que se nutre afirma Freire. La
radicalización por el contrario es siempre creadora, por la criticidad de que se alimenta.
Mientras que la sectarización es mítica y por lo tanto alienante, la radicalización es crítica y por
eso libertadora. Como libertadora enraíza a los hombres en las opciones que hacen, facilitando
cada vez más el esfuerzo de transformación. 3
2
Cf. Enrique DUSSEL. Ética da Libertação: na idade da globalização e da exsclusão.
Petrópolis: Vozes, 2000, pp. 427 a 443.
3
Cf. Paulo FREIRE. Pedagogía do oprimido. São Paulo: Paz e Terra, 1987, pp. 9 a 25.
3

Estas ideas sobre concientización de Paulo Freire, fueron expresadas hace casi cuarenta años,
pero gozan de plena vigencia cuando hoy hablamos de “retorno a la moral”, y sobre todo
cuando este retorno se percibe principalmente en el “discurso”.

El problema de los límites y los órdenes (André Comte-Sponville)

André Comte-Sponville, analiza la evolución de las preocupaciones sociales y de los


discursos en las últimas décadas. Percibe que en los años sesenta, la llamada generación
“sesentayochista”, se preocupaba muy poco con la moral, la moda especialmente entre la
juventud estudiantil es la “ideología del todo política”, no tener moral es el grito de reacción
contra el sistema, es el esfuerzo por desengañarse, “la política bastaba para todo”. En los años
ochenta y noventa la política ya no conmueve mucho a los jóvenes, les interesa más hablar de
los derechos humanos, la solidaridad, el humanitarismo (…), lo que constituye la llamada
“generación moral”, que tiende a abordar problemas sociales y políticos (como la miseria o la
guerra) con respuestas individuales y morales (también sentimentales), Restaurantes del
Corazón para enfrentar la pobreza en Francia, o acción humanitaria “Médicos sin fronteras”, en
materia de política exterior. En la actualidad se está explorando algo que se podría denominar
una “generación espiritual”, que busca un sentido para la vida, a partir de una transformación
individual.
El error estaría según Comte-Sponville en querer solucionar todos los problemas, a partir,
sólo de la política, o sólo de la moral, o de la sola transformación de uno mismo. Por ejemplo, si
los de la “generación espiritual”, aguardaran ser justos para luchar por la justicia, nunca habrá
justicia, o si aguardaran ser libres (interiormente), para luchar por la libertad nunca habrá
libertad. Dice el filósofo “toda moda es ridícula y toda monomanía es peligrosa”, por
consiguiente la pertinencia de una cuestión, no suprime las demás.
Lo que podíamos decir es que existen órdenes diferentes, que se integran estableciendo la
necesidad de límites. La presencia de la ética, implica saber “lo que no está permitido”.
Comte-Sponville toma el concepto de “Orden” de Pascal, definido como: “un conjunto
homogéneo y autónomo, regido por leyes, que adopta un determinado modelo, de donde deriva
su independencia con respecto a uno o varios ordenes diferentes”; es decir, un determinado
sistema de saberes centrado como modelo explicativo, de un nivel o registro diferente de la
realidad.
El autor distingue cuatro órdenes:
1- Orden tecnocientifico; 2- Orden jurídico-político; 3- Orden de la moral y 4- Orden ético.
El primero está estructurado internamente, por la oposición de lo posible y lo imposible, o
sea técnicamente, hay lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer (posible e imposible),
científicamente hay lo que se puede pensar y lo que no se puede pensar (posiblemente verdadero
4

o lo ciertamente falso). Ahora bien para algunos científicos “todo lo posible se realizará
siempre", siempre que haya un mercado propicio. Pero el progreso tecnológico puede ser
pavoroso, ya que puede volverse contra nosotros, por ejemplo, las ciencias nos dicen como
hacerlo, pero no si hay que hacerlo, en lo que se refiere a la manipulación genética o a una
eventual guerra nuclear… Entonces nos vemos obligados, a limitar este orden técnicocientifico,
con el fin de “hacer que todo lo que es científicamente pensable y técnicamente posible, sin
embargo, no se realice”. Sólo se pueden limitarlos desde el exterior, desde un segundo orden, el
jurídico-político, en concreto la ley, el Estado. En nuestras democracias, la voluntad del pueblo
soberano se expresa a través del legislador.
Este segundo orden se estructura internamente, por la oposición de lo legal y lo ilegal (lo que
autoriza la ley y lo que prohíbe); y esa ley es hecha por una mayoría parlamentaria. Dice
Comte-Sponville, pero un individuo puede ser respetuoso, con la legalidad del país en el que
vive (perfecto legalista), pero ninguna ley prohíbe el egoísmo, el desprecio, el odio (…), lo que
podría convertirlo en un canalla legalista, por otro lado en términos colectivos, las mayorías
pueden cambiar las leyes, desencadenar guerras de agresión, o permitir que la “barbarie” llegue
al poder, no olvidemos que Hitler fue nombrado canciller más o menos democráticamente. Este
orden también necesita de un límite externo, para que todo lo que es técnicamente posible y
legalmente autorizado, no se realice. Como no tenemos (dice el filósofo) el derecho de ser
canallas legalistas, y el pueblo colectivamente no tiene todos los derechos (no por razones
políticas o jurídicas), si no por razones morales, porque el orden de la moral fija sus límites.
El deber es quién limita el poder, aunque este sea democrático, la resistencia es expresión de
libertad. La conciencia del hombre honrado, dice Sponville, es mas exigente que el legislador,
entonces hay cosas que la ley permite, y que nosotros no debemos, y otras cosas que la ley no
impone y que nosotros debemos imponernos. “El bien y el mal no se votan”, por lo tanto, no
dependen o no deben depender del voto de la mayoría, ya que una mayoría totalitaria, por
ejemplo, no puede impedir que los espíritus libres amen la libertad. El orden moral está
estructurado internamente, “por la oposición del bien y del mal, del deber y de la prohibición”.
Ahora bien, la moral establece deberes que por su origen, dependen de las costumbres de una
sociedad, pero hay acciones que escapan al deber, como por ejemplo, el amor. Afirmaba Kant
(Crítica de la razón práctica), no es posible para un hombre amar a alguien sólo por mandato.
Un individuo puede cumplir con su deber, y no hacer nada más que su deber, entonces vemos
que este orden, si bien no exige ser limitado, tiene que ser completado. Se necesita una
dimensión principal, que es, podría decirse, el fundamento de todo el proceso y sus
interacciones, el amor. De esta forma se llega al cuarto orden, el orden ético (del amor).
Encontramos que el amor a su vez, interviene en los órdenes anteriores, como: amor a la verdad,
amor a la libertad, y amor a la humanidad (prójimo). Los cuatro órdenes son necesarios y más o
menos independientes, pero ninguno por si solo es suficiente, la diferencia está en que este
5

último no tiene límites. Como decía San Agustín “la única medida del amor es amar sin
medida”, pero le agregaríamos que el amor se tiene que completar continuamente, porque aquí
abajo dice Comte-Sponville, debemos morar en la finitud del amor. 4

Éticas aplicadas (Jovino Pizzi)


El problema de los límites es tenido en cuenta también por Jovino Pizzi, en relación con la
aplicación de la ética.
Cuando hablamos de ética aplicada, relacionamos filosofía moral con la aplicación de
normas y principios, que hacen posible tomar decisiones con prudencia frente a situaciones
paradigmáticas. Se trata de postular por una filosofía que se compromete con los desafíos de su
tiempo.
El comienzo del siglo XXI se caracteriza por la admiración frente a las ciencias y a la
tecnología, en algunos casos por una entusiasta visión de progreso; pero por otro lado no son
pocos los temores y la incertidumbre, con respecto a la aplicación de los recursos de los
conocimientos, así como también con relación a las consecuencias futuras de esos recursos. De
esta forma, la cuestión ética fundamental, es que no todo lo que podemos hacer a partir de los
saberes alcanzados, es justificable. Esta preocupación adquiere gran fuerza en una época en que
el avance del conocimiento propició la aparición de una complejidad de situaciones, con
cuestiones paradigmáticas tanto en el área de las ciencias (ya sea en relación con la
biotecnología o con relación a las teorías económicas, empresariales e incluso de gestión
pública), así como también en el campo de la filosofía y de la propia ética.
A pesar de que algunos estudiosos insisten en separar ciencia, economía y política, de la
ética, se verifica una preocupación cada vez mayor por fomentar un diálogo interdisciplinario.
Sostiene Adela Cortina que los cambios generados a fines del siglo pasado destacan que no
existe más, una separación entre los saberes, como si lo “bio” fuese algo estrictamente de
médicos, biólogos, botánicos, veterinarios o ambientalistas, mientras que la ética se limitaría al
terreno filosófico, teológico o moral. Pero esto no significa como lo dice Jovino Pizzi, eliminar
la especificidad de cada unas de las actividades humanas, ni tampoco rechazar la contribución
de especialistas o peritos. Pero se debe evitar la formación de constelaciones aisladas,
constituidas en sectores aislados, sin nada en común. El cuestionamiento de la civilización
tecnológica, exige un cuestionamiento de los diferentes ámbitos de la vida práctica, ya sea
vinculado a la bioética o al medio ambiente, a la limitación de los recursos naturales y a la
economía o al mundo de los negocios y de las empresas, y otros más. En ese contexto, según
Pizzi surge con mucha fuerza, el tener que repensar el concepto de responsabilidad moral de las
acciones humanas y las consecuencias de su praxis. Afirma además, siguiendo a Habermas, que

4
Cf. André COMTE-SPONVILLE. El capitalismo, ¿es moral? Barcelona: Paidós, 2004, pp. 23 a
81.
6

en una sociedad pluralista como la nuestra, no hay una voz exclusiva, ni un único punto de vista
a partir del cual se puedan justificar las decisiones. La acción cotidiana hace con que las
personas tengan que enfrentarse con muchas opiniones diferenciadas, y a veces, no siempre
objetivamente definidas. La convivencia social reúne una multiplicidad de puntos de vista,
cultural y políticamente mediados, por los medios masivos de comunicación, por los valores de
las tradiciones, de las religiones, y de las creencias particulares. Al mismo tiempo este espacio
público es el lugar en el que se reflejan problemas sociales con alcances no apenas local sino
también global.
Hoy en día no existe un único o singular grupo de iluminados, o persona, que pueda saber lo
que debe ser hecho y cual es la mejor decisión. Cuando se trata de soluciones que intervienen en
la vida de las personas y que necesitan la aprobación de todos los involucrados, dice Pizzi, ni si
quiera los especialistas tienen voz predominante, estos en todo caso tienen la misma distinción
que todos los participantes. Se trata de aprender uno con los otros, de decidir en conjunto sobre
lo justo o lo injusto, lo correcto o lo incorrecto, lo que se debe hacer o se debe evitar, mediante
un procedimiento deliberativo, que permite el entendimiento entre los implicados, y que
responda a los intereses de todos los afectados. De esta forma el proceso indica, que el diálogo
es el mejor medio para alcanzar un acuerdo intersubjetivo.
Se engañan sostiene Pizzi, quienes piensan y quienes juzgan que la bioética es solamente una
ética para médicos, o que los problemas del medio ambiente corresponden sólo a ecologistas, o
especialistas del área; es decir, en la medida en que estos problemas afectan e todos, exigen
también una reflexión crítica y un procedimiento coherente, que atienda las aspiraciones e
intereses de cada ser humano y de la humanidad como totalidad.
Es evidente que esta actividad no está exenta de dificultades; ya que por ejemplo el hecho de
cuestionar el avance y las aplicaciones de las ciencias es considerado por muchos como una
intromisión autoritaria, intolerante y muchas veces entorpecedoras del desarrollo científico, y
como consecuencia, del desarrollo de la propia humanidad; esta posición está claro deberá
entenderse dentro de los criterios de los mercados y el mundo de los negocios, que reivindica el
ejercicio de una libertad, que se traduce según los ideólogos neoliberales en libertad
mercadológica, garantizando la libertad de producción y nuevas propuestas de felicidad. 5 Frente
a esta postura debemos tener en cuenta que la crítica y la indagación, molestan, como molestó
en su momento Sócrates, pero a la vez convierten a la investigación y a la aplicación de
cualquier tipo de conocimiento, en algo tan esencial como cualquier función vital. Podemos
entonces decir, que el carácter crítico así como también el interés transformador de las acciones
humanas, se vuelcan totalmente al servicio de la emancipación humana.

5
Cf. Jovino PIZZI. Ética e éticas aplicadas/A reconfiguração do ámbito moral. Porto Alegre:
EDIPUCRS, 2006, pp. 9 a 35.

También podría gustarte