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GONZALO ARANDA
Introducción
1. Cfr. Gal 1, 15-16; 1 Cor 15, 7; Act 9, 1-8; 22, 5-16; 26, 10-18.
2. Cfr. 1 Cor 12, 3; Rom 10, 9; Fil 2, 11; etc.
3. Cfr. 1 Tes 4, 14; Fil 2, 9-10; 1 Cor 15, 20-22; Rom 4, 25; etc. A veces, es
verdad, S. Pablo menciona la muerte de Cristo sin aludir a su resurrección (Cfr. 1 Tes
5, 10; Gal 2, 20; Rom 3, 25; 5, 8-10). Pero esto ocurre cuando quiere destacar lo
que costó a Cristo su entrega en favor de los hombres. Cfr. J. A. FITZMYER, Teologia
de San Pablo, síntesis y perspectivas, Ed. Cristiandad, Madrid 1975, p. 104.
4. Cfr. Gal 3, 13; Dt 21, 23.
5. Cfr. 1 Cor 1, 23.
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himno, sin hacer una conexión explícita con otros pasajes paulinos, a cuya luz, y
en cuyo conjunto, sin embargo, ha de entenderse también Fil 2, 6-11.
11. Cfr. por ej. Rom 1, 3ss; 1 Cor 15, 3-4; etc.
12. Cfr. Col 1, 15-20; 1 Tim 3, 16. Puede verse sobre la peculiaridad teológica
y formal de los himnos paulinos, entre otros, L. CERFAUX, Jesucristo en San Pablo,
Bilbao 1960, pp. 317-347; R. DEICHGRÄBER, Gotteshymmus und Christushymnus in
der frühen Christenheit, Göttingen 1967.
13. La discusión reinante entre los intérpretes del texto en torno a la signifi-
cación del versículo introductorio —«tened entre vosotros los mismos sentimientos
que en Cristo Jesús»— no altera para nada su importancia parenética. Ya se entien-
da la figura de Cristo en el himno como modelo de imitación —sentencia tradicio-
nal—, o como explicación del modo en que el cristiano ha sido salvado e incor-
porado a Cristo —sentencia más reciente—, en ambos casos San Pablo está mostran-
do a los fieles de Filipos la vida concreta de Cristo y su obra salvifica como moti
vación para la conducta cristiana.
14. Sobre la interpretación de Fil 2, 6-11 en la época patrística puede verse el
laboriosísimo trabajo de P. HENRY, Kénose en «Supplément au Dictionnaire de la
Bible», Paris 1957, col 56-135. Las interpretaciones recientes están recogidas en la
monografía de R. P. MARTIN, Carmen Christi. Philippians II, 5-lî in recent inter-
pretation and in the setting of early Christian Worship, Cambridge 1967.
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17. Con esta explicación Jervell intenta dar una solución al problema, repetida-
mente planteado, de determinar qué es lo que puede añadir la exaltación de los
w . 9-11 a quien ya tiene igualdad con Dios según el v. 6. Para este autor, la
exaltación sitúa a Jesús en una posición subordinada respecto a Dios. Pero esto no
es admitido entre los autores: precisamente el título «Señor» aplicado a Cristo re-
fleja su igualdad con Dios. Por otra parte, existen diversas explicaciones que solucio-
nan de forma conveniente la novedad de la exaltación, bien como manifestación en
la humanidad del Verbo encarnado de lo que ya poseía como Dios, °bien como
reconocimiento por parte del universo.
18. Cfr. MARTIN, o.e., 247s.
19. Los argumentos en pro y en contra de un origen prepaulino han sido resu-
midos, entre otros, por MARTIN, o.e. 45-60; y por A. FEUILLET, o.e., 481-499. En fa-
vor del origen prepaulino se aduce su carácter hímnico y litúrgico; la terminología
propia; la ausencia del tema de la redención; la falta de mención explícita de la
resurrección; la omisión de cualquier rasgo eclesiológico, y la similitud con la presen-
tación de Cristo que encontramos en el libro de los Hechos especialmente la alusión
al siervo de Jahweh de Is 53. Todo ello lleva a concluir que se trata de un himno
anterior a San Pablo. Frente a ello se argumenta que el Apóstol pudo componer él
mismo el himno en forma poética, y que hay rasgos cristológicos subyacentes, como
el del segundo Adán, que son típicamente paulinos (Cfr. W. D. DAVIES, Paul in
Rabbinic Judaism, London 1955, pp. 41-42, 355). Por otra parte las omisiones —se
dice— están suplidas o pueden explicarse de algún modo, lo mismo que la varie-
dad de terminología (Cfr. L. CERFAUX, Jesucristo en San Pablo, Bilbao 1960, p. 322s.).
20. E. Lo H MEYER proponía como adición paulina las palabras «y muerte de
Cruz». J. Jeremías considera además como inserciones las expresiones «en los cielos,
en la tierra, en los abismos», y «para gloria de Dios Padre» (Cfr. J. JEREMÍAS, Zur
Gedankenführung in den paulinischen Briefen, en «Studia Paulina in honorem J. de
Zwaan», Haarlem 1953, p. 152-154). A. Feuillet piensa que puede ser añadidura el
v. 8 completo: «se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y
muerte de Cruz» (Cfr. A. FEUILLET, o.e., p. 501).
21. Sobre las varias formas en que se presenta este mito y los autores que lo
aplican a la cristologia de Fil 2, 6-11, Cfr. R. P. MARTIN, o.e. 121-128. Las analo-
gías más estrechas se encuentran en el Poimandres del Corpus Hermeticum y con el
Canto de la Perla, de Acta Thomae. Cfr. P. HENRY, o.e., col. 41-42.
22. Cfr. R. BULTMANN, Theology of the New Testament I, London 1952, p. 175
(citado por R. P. MARTIN, o.e., ρ. 124-125).
23. Cfr. E. KASEMANN, Kritische Analyse von Phil 4, 5-11 en «Exegetische Ver
suche und Besinnungen»: erster Band, Göttingen 1960, pp. 51-59.
24. Ibidem, p. 76-77.72.
25. G. BORNKAMM, Zum Verständnis der Christus-Hymnus, Phil 2, 6-11, en
«Studien zu Antike und Urchristentum» II, Munich 1959, pp. 179-181.
26. Cfr. R. P. MARTIN, o.e., pp. 126-127, citando a E. PERCY, Untersuchungen
über den Ursprung der johanneischen Theologie, Lund 1939, pp. 287-299.
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34. Cfr. Act 2, 22-24; 10, 36-43; 1 Cor 15, 3-8; etc. Este aspecto ha sido se
ñalado recientemente por algunos autores (Cfr. MARTIN, o.e. 295-296, 63), aunque
sin darle el relieve que merece al aplicarlo al himno.
35. La Comisión Teológica Internacional resaltaba recientemente este aspecto
presente en otros pasajes del Nuevo Testamento. «En el Nuevo Testamento, declaraba,
la síntesis original y primitiva del Jesús terrestre y del Cristo resucitado se encuen-
tra en «diversas fórmulas de confesión de fe» y «homologías» que establecen, al
mismo tiempo y con especial insistencia, la muerte y la resurrección. Con Rom 1,
3-5 citemos, entre otros, 1 Cor 15, 3-4. Estos textos llevan a cabo una conexión autén-
tica entre una historia individual y la significación de Jesucristo que permanecerá para
siempre», C. T. I., Quelques questions touchant la Christologie, Ι, Β, 2. 4. en «Esprit
et Vie» 90 (1980), 611.
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36. Este esquema general de división del himno es concretado de formas dis-
tintas por los diversos autores que se han ocupado de él. E. Lohmeyer, pionero
en la determinación de la estructura de Fil 2, 6-11, dividía el himno en seis estrofas
—tres para cada mitad— de tres líneas cada una. La primera estrofa abarcaba el
v. 6: «el cual siendo de condición divina, no retuvo ávidamente, el ser igual a
Dios». La segunda comprendía todo el v. 7: «sino que se despojó de sí mismo,
tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres». La tercera abar-
caba la última frase del v. 7 y el v. 8: «y apareciendo en su porte como hombre,
se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte» (el resto «y muerte de Cruz»
se consideraba una adición). Las tres estrofas de la segunda mitad correspondían a
los w . 9, 10 y 11, Esta división de Lohmeyer pronto recibió algunas críticas sobre
todo por la separación de dos frases del v. 8 que están construidas según un claro
paralelismo: «haciéndose semejante a los hombres, y apareciendo en su porte como
un hombre». De ahí que otros autores, como por ej. L. Cerfaux, manteniendo la
unión de estas dos frases dividen la primera mitad del himno en dos grandes estro-
fas: una hasta «tomando forma de siervo», y otra desde «haciéndose semejante a los
hombres» (Cfr. L. Cerfaux, L'hymne de Christ-Serviteur de Dieu, en «Recuil Luden
Cerfaux» II, Gembloux 1954, pp. 425-437). Esta forma de dividir los w . 6-8 ha
sido seguida por numerosos autores, como J. Dupont (Cfr. J. DUPONT, Jesus-Christ
dans son abaissement et son exaltation d'après Phil II, 6-11 en «Revue des Sciences
Religieuses» 37 (1950) 500) y, en parte por J. Jeremías que pone de relieve el parale-
lismo antitético o sinonímico en cada estrofa (Cfr. J. JEREMÍAS, o.e., pp. 152-154). Para
Cerfaux, la primera estrofa acaba con la idea de la Encarnación —tomando forma
de siervo— e incluye por tanto la preexistencia y la Encarnación; la segunda subraya
que, ya hecho hombre, Cristo sufrió la profunda humillación de la muerte. Para
J. Jeremías, en cambio, la primera estrofa presentaría el estado de Cristo en su ser
preexistente, mientras que la segunda en su ser terrestre. La dificultad que se ha
apuntado a esta última explicación parte de la misma interpretación que J. Jeremías
hace del v. 7a: «se despojó de sí mismo» como referida a la muerte y no a la
Encarnación. La muerte sería mencionada, por tanto, en el plano de la preexistencia.
Soluciona esta dificultad H. W. Robinson señalando que es como una anticipación
del autor del himno motivada por la finalidad parenética (Cfr. H. W. ROBINSON, The
Cross of the Servant, London 1926, p. 104; citado por R. P. MARTIN, o.e. p. 186).
El mismo Jt Jeremías vuelve sobre el tema aduciendo motivos de orden estilístico.
Cfr. J. JEREMÍAS, ZU Phil II, 7: εαυτόν έκένωσεν, en «Novum Testamentum» 6
(1963) 182-188.
37. R. P. MARTIN, o.e., pp. 22-23.
38. Especialmente en Novaciano, S. Hilario, y Mario Victorino entre los latinos.
Cfr. los estudios de P. GRELOT, citados en nota 15, y también P. GRELOT, Deux
expressions difficiles de Philippiens 2, 6-7 en «Biblica» 53 (1972), 495-507.
39. Este sentido del término υπάρχων ha sido puesto de relieve por H. Schu-
marcher que concluye así su estudio: εν μορφή θεού υπάρχων, aplicado a Cristo,
habla de Cristo preexistente en la divina esencia que permanece inalterada en sus
siguientes fases en las que toma forma de siervo y es exaltado. Cfr. H. SCHUMACHER,
Christus in seimer Präexistenz und Renose nach Phil II 5-8. Part II, Roma 1921,
p. 240.
40. Cfr. P. R. MARTIN, o.e., pp. 65-66. Tampoco el resto de la frase, έν μορφή
9εου, se interpreta ya en sentido filosófico, como vimos más arriba.
41. F. Loofs, y algunos intérpretes luteranos de principios de siglo, pretendieron
solucionar esta dificultad explicando que la kénosis consistía en que el Cristo histó-
rico se había vaciado a sí mismo de la plenitud del Espíritu, del πλτιρωμα de la
divinidad que habitaba en él corporalmente. Cfr. F. LOOFS, Das altkirchliche Zeugnis
gegen die herrschende Auffassung der Kenosisstelle (Phil 2, 5 bis 11), en «Theolo-
gische Studien und Kritiken» 100 (1927-1928) 1-102. Esta explicación ha sido dura-
mente criticada, en especial por G. Bornkamm (o.e., p. 179) en base a que en nin-
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gún lugar del Nuevo Testamento aparece nada semejante a ese hipotético vaciarse
del Espíritu. Cfr. P. R. MARTIN, o.e. p. 161.
42. Cfr. A. FEUILLET, L'homme-Dieu considéré dans sa condition terrestre (Phil
II, 5 seg. et parali.) en «Revue Biblique» 51 (1942) 58-79; L'Hymne christologique
de l'Épître aux Philippiens (II, 6-11), en «Revue Biblique» 62 (1965-6) 352-80,
481-507.
43. Cfr. P. GRELOT, La Traduction et l'interprétation de Ph 2, 6-7: Quelques
éléments d'enquête patristique, en «Nouvelle Revue Theologique» 93 (1971) 897-922;
1.009-1.026; Deux expressions difficiles de Philippiens 2, 6-7, en «Biblica» 54 (1973)
25-42; Deux notes critiques sur Philippiens 2,6-11, en «Biblica» 54 (1973) 169-186.
44. El mismo punto de vista mantienen otros autores, por ej. J. DUPONT, Jesus-
Christ dans son chaissement et son exaltation d'après Phil II, 6-11, en «Recherches
de Sciences Religieuses» 37 (1960) 504-505. En apreciación de FeuiJlet, «Aujourd'hui
l'opinion la plus communément reçue est que Phil 2, 6-11 porte, «non pas directe-
ment sur l'événement par lequel le Verbe est devenu homme, mais sur les conditions
de son Incarnation (P. LAMARCHE, L'hymne de l'Épître aux Philippiens et la Kénose
du Christ en «L'homme devant Dieu — Melanges de H. Lubac», Paris 1964, p. 149)».
A. FEUILLET, L'hymne christologique..., p. 360. Esta opinion, sin embargo, parece
un tanto exagerada, a la vista, por ej., del estudio de las opiniones recientes hecho
por R. P. Martín.
45. La relación entre Fil 2, 6-11 y la figura del Siervo de Isaías ya se ha con-
vertido en lugar común. Cfr. R. P. MARTIN, o.e., pp. 182-190. Hay autores, sin em-
bargo, que no aceptan una dependencia del himno respecto a los pasajes de Isaías,
entre ellos y además de los citados anteriormente, J. DUPONT, o.e., pp. 504-505;
G. STRECKER, o.e., pp. 73-74.
46. Cfr. para el estado de la cuestión en este punto. R. P. MARTIN, o.e., pp. 128-
133; A. FEUILLET, o.e., 365-316. Aunque A. Feuillet toma en consideración, princi-
palmente, las referencias del himno al Siervo de Yahweh y a Adán, señala también
la posibilidad de una alusión a la figura del Hijo del Hombre, precisamente en la
expresión ευρεθείς ώς άνθρωπος del v. 7. Si aceptamos esta alusión, sucede que
en Fil 2,6-11 aparecen unidas las figuras del Siervo y del Hijo del Hombre (Cfr. E.
LARSSON, Christ als Vorbild, Uppsala, 1962, p. 246), como ocurría ya en las Pará-
bolas de Henoch (Cfr. A. DIEZ MACHO, o.e., pp. 45-47). Existe, sin embargo, una
profunda diferencia entre las representaciones apocalípticas y FÜ 2,6-11, en cuanto
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