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Álvaro Martín Navarro

2h·

Eduardo Vásquez no murió por estos días, o por lo menos así lo puedo llegar a pensar.
Muere aquellos que nunca conocen la libertad y una de las cosas que me enseño este
maestro de filosofía y de filósofos es pensar la libertad, no desde categorías adolescentes de
hacer lo que me da la gana o religiosas como bendición divina y libres albedríos, ni
budistas como el abandono del ser, ni en banalidades mercantiles, sino digiriendo a Hegel,
con cafeína y sin azúcar. Fue precisamente un escrito sobre la libertad el último ensayo que
le presenté como alumno, quizás hace ya unos veintisiete años atrás, en un salón del centro
Simón Bolívar en las clases de posgrado de la USB. Era un contrapunteo entre Nietzsche y
Hegel, por aquella época trabajaba a Nietzsche, un Nietzsche que apenas reconozco en el
Japón de hoy entre mangas informativas de sus pensamientos y en libros de filosofía para
principiantes. Luego fui a su oficina y hablamos largo y tendido sobre lo que escribí y lo
que había desechado en mi escritura según él, mis contradicciones, ellas eran necesaria, ya
que mantenía la tensión de mis afectos y pensamientos, además de que me podían dar la
totalidad que despreciaba y me convertía en un esclavo de mis propias ideas. El maestro a
partir de libro del alemán titulado Ciencia de la lógica, me comentó que aquello por cuyo
medio el concepto se impele por sí mismo es lo negativo, ya mencionado que contiene
dentro de sí; este es el verdadero elemento dialéctico. Comentó que lo que Hegel llama
concepto no es otra cosa que el pensamiento, pero organizado, estructurado en categorías y
nos dice que contiene en él lo negativo. Esto negativo es lo que lo mueve. Por consiguiente:
el concepto se mueve a sí mismo. Una piedra no se mueve por sí misma. Para hervir, el
agua requiere de calor. Ningún ser de la naturaleza se mueve a sí mismo. Hay, pues, una
diferencia fundamental entre un ser que se mueve a sí mismo y los que se mueven por la
acción de los otros sobre ellos. Un ser que se mueve a sí mismo, que tiene por dentro de sí
el origen de su movimiento es libre, un ser que se determina a sí mismo. Así, pues, lo
dialéctico establece una diferencia fundamental entre los seres movidos por una causa
externa fuera de ellos y los que se mueven a sí mismos. El principio de causalidad no puede
aplicarse al concepto. Hegel sigue la filosofía moral de Kant, según la cual el hombre moral
obedece a leyes que tienen su origen en él, y no en Dios, o en la naturaleza. Lo que plantea
Hegel en lo dialéctico es el problema de la libertad. De allí movidos por una causa externa
y seres que son sus propias causas la diferencia entre seres. Parecía que su explicación era
fácil, pero en el fondo cada vez que yo ejercía una excusa, una causalidad por una falta
cometida, un reproche moral, podia avisorar lo que el maestro me intento enseñar y yo no
entendía ni ponía en práctica. Ahora sabiendo su muerte me he quedado huerfáno con una
pregunta que me hubiera gustado hacerle, si el verbo japonés de existencias que se divide
entre las cosas que tienen movimiento "per se" (iru) y los que no lo poseen (aru) son unas
formas irónicas del pensamiento de Hegel en este país del ramen y shochu. No sé, quizás
dentro de otras ontologias tendré la oportunidad de preguntarselo. Salud Profesor.

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