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LOS NIÑOS, LOS MÁS AFECTADOS POR LA GUERRA COLOMBIANA.

La lucha armada en Colombia ha sido y sigue siendo un conflicto devastador, cruel e inhumano,
una disputa llena de crueldad y salvajismo, una guerra “injusta”, una guerra “en la que todo vale”
(Roux, 2013, p. 5) tanto así que nuestro conflicto está catalogado por el Grupo de Memoria
Histórica (GMH, 2013) cómo “uno de los más sangrientos de la historia contemporánea de
América Latina” (p. 31); se ha pasado por distintas etapas de transformación y cambio de los
modos de violencia; violencia bipartidista, violencia subversiva, grupos guerrilleros, grupos
paramilitares, narcotraficantes, bandas criminales y en medio de todo, la población civil que sin
duda, ha sido la más perjudicada de todo, padeciendo los combates entre las agrupaciones
participantes de la contienda, teniendo que enterrar a mucha de su gente o, ver múltiples torturas,
secuestros y muchos más actos inhumanos y violaciones a sus derechos humanos. Aquí nace una
inquietud, ante tanta barbarie, ¿qué pasa con los niños? Ya que siempre consideramos a la niñez
como la población más débil, inocente y sin culpa de nada, o inclusive como el futuro de una
nación, entonces, ¿por qué tienen que cargar en su espalda, soportar y vivir más de un siglo de
guerra?
Primeramente, se dará a conocer las atrocidades que sufrió e inclusive sigue sufriendo la niñez
colombiana en el contexto del conflicto armado completando así el desarrollo del presente
ensayo, después opinaré y se darán conclusiones y reflexiones sobre el tema.
“Ocho de cada diez muertos han sido civiles” (GMH, p. 33); esta afirmación, evidencia que, a
causa de factores externos a la gente, estos se ven afectados; teniendo que morir o ver morir a
veces, simplemente por dar un plato de comida a un guerrillero o a un paramilitar, sabiendo todo
el mundo que un platico de comida no se le niega a nadie y pareciera que, la guerra no entiende
de cortesías, (ya habíamos mencionado que esta guerra es muy injusta). Ahora bien, hay que
imaginar las miles de familias destruidas y separadas, muchos niños sin papá o mamá, dicho de
otra manera, sin vida alguna.
Ciertamente, la consecuencia no siempre son los asesinatos, las secuelas del conflicto bélico en
los menores son inclusive peores; el miedo, el desplazamiento o el reclutamiento forzado; estos
dos últimos sí que son mucho más peores que la misma muerte. Primero el desplazamiento,
según datos proporcionados por el informe Basta ya del grupo de memoria histórica, si “la
población desplazada fuese concentrada en un asentamiento urbano, este se convertiría en la
segunda ciudad más poblada del país después de Bogotá.” (p. 34), cerca de seis millones de
personas han tenido que movilizarse forzosamente a las grandes ciudades y, obviamente llegan a
aumentar las cifras de pobreza extrema y desigualdad, porque ninguno de ellos llega a las urbes
con algo, todos llegan a seguir su instinto de supervivencia, y lógicamente se aumenta más la
inseguridad, ya que es inevitable controlar las ganas de inclusive robar por saciar el hambre, es
decir, además de sufrir atrocidades por motivos belicosos, vienen a seguir sufriendo en las
metrópolis y si se piensa en que gran parte de este porcentaje son chiquillos, la cosa da más
miedo aún, es bastante lamentable solo el hacerse la idea de un niño aguantando hambre. En el
libro de Alfredo Molano, “Desterrados” muestran varios ejemplos de niños que en su inocencia
sobrellevan el desplazamiento, las inmensas humillaciones que viven a diario en la ciudad y lo
difícil que se hace hasta conseguir algo de comer y donde dormir en este terreno hostil para
todos, terreno que no sabe de generosidad ni amabilidad.
Por su parte el reclutamiento ha obligado a niños y jóvenes a ser partícipes directos de la guerra, a
ponerle el pecho al plomo, ni siquiera se ha estimado el número exacto de los reclutamientos a
menores.
-“Natalia Springer habla de 18.000, dato que contrasta con los 6.000 estimados por la
Defensoría del Pueblo y los 11.000 calculados por Human Rigths Watch. En su reporte
anual del 2012, el Tribunal Internacional sobre la Infancia Afectada por la Guerra y la
Pobreza hace una estimación de entre 8.000 y 14.000 niños, niñas y adolescentes
vinculados a los grupos armados ilegales en Colombia.” (GMH, p. 84-85).
Uno de los principales motivos del reclutamiento, es la proximidad del conflicto a los territorios
que habitaban los menores y aquí, hay que mencionar la suerte moral constitutiva definida por
Carolina de Gamboa Tapias como “el daño que las fuerzas sociales institucionales pueden
causarle al carácter moral de las personas” (Tapias, 2005, p. 309) y la suerte moral extrínseca
donde se afecta “al agente y cuya causa no se encuentra en sí mismo sino fuera de él” (Tapias,
p.308), poniendo esto en nuestra trama, estos niños que sufrieron por la violencia y fueron
reclutados no tienen culpa alguna de haber nacido en un lugar próximo a las zonas de combate, ni
mucho menos responsabilidad en las decisiones gubernamentales que hicieron que el conflicto se
desarrollara y se fortaleciera.
Aunque, “los grupos alzados en armas han argumentado acatar […] las normas relativas al
Derecho Internacional Humanitario, por lo que aducen poder reclutar niños y niñas entre los 15 y
18 años” (UNICEF, 2008) y también asegurar ya no tener niños en sus filas, esto no presenta
ninguna contra argumentación, ya que de ninguna manera se debe afectar a la población más
vulnerable que para nuestro caso de estudio es la infancia colombiana.
Para finalizar, se concluye que la población civil de nuestro país ha sido las más perjudicada por
la lucha interna nacional y que los niños se han marcado y manchado ampliamente en esta injusta
y dolorosa guerra, siendo ellos los más afectados y convirtiendo a Colombia en la más afectada si
consideramos cierta la frase antes propuesta de que nuestros niños son el futuro de la patria. Aquí
hay que resaltar la importancia de hacer memoria, de recordar y crear un futuro mejor para las
próximas generaciones, pero, esta se debe hacer de una manera correcta; destacando aquí la
memoria ejemplar que Todorov mencionó en “los abusos de la memoria”; “la memoria ejemplar
es potencialmente liberadora […] el uso ejemplar, permite utilizar el pasado con vistas al
presente” (Todorov, 1995, p. 31-32). Sin embargo, no hay que hacer jueces a nuestras víctimas,
en mi opinión ellas ya fueron bastantes sometidas por la violencia, son las instituciones y las
demás personas que deben tomar responsabilidad y velar principalmente por los derechos
humanos y la vida digna de toda la población colombiana, quizá así se elimine la marginalidad, la
desigualdad y las diferencias y problemáticas sociales que hicieron posible el conflicto armado
colombiano.
Referencias Bibliográficas
 Molano, A. (2001). Desterrados (1st ed.). Bogotá: Penguin Random House.
 GMH ¡basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional,
2013.
 Tapias, C. (2005). El deber de recordar un pasado problemático. Estud. Socio-Jurid.,
7(Número especial), 303-328.
 Todorov, T. (2000). Los abusos de la memoria. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
 La Niñez en el Conflicto Armado Colombiano. (2008). Boletín N° 8. UNICEF.
 de Roux, F. (2013). Reflexiones sobre el perdón ante el conflicto armado colombiano.

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