Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esas locas memorias: Loco Afán: Crónicas de sidario de Pedro Lemebel en la encrucijada descolonial
Autor:
Diego Gabriel Torres. Estudiante avanzado de la carrera de Lic. en Letras de la Universidad Nacional de la
Patagonia “San Juan Bosco”. Dirección Postal: Güemes Norte 54, CP 9100. E-mail: dietorres26@gmail.com
Abstract
Quisiera aclarar que este trabajo es una primera aproximación a mi Tesis de Licenciatura
“Cronar la loca(lidad): la construcción de la subjetividad nómade de la Loca en Loco Afán.
Crónicas de sidario de Pedro Lemebel” y, asimismo, parte de las reflexiones teóricas discutidas
en el Proyecto de Investigación “Alcances y límites de la noción representación/representaciones
en la teoría social contemporánea. Estudio de caso: La configuración de las subjetividades en la
zona de Chubut (1930-2002)”.
La crónica latinoamericana aparece así como el lugar propicio para representar el margen, Carlos
Monsiváis le habría otorgado “una encomienda inaplazable de [la] crónica y [el] reportaje: dar voz
a los sectores proscritos y silenciados” (Monsiváis, 1997: 76).
Por otro lado, se ha visto en la crónica una nueva forma de reinventar y de salvar a la literatura,
por ejemplo, Cairati considera que
Creer que la crónica vino a salvar a la Literatura y al Periodismo de hundirse en sus géneros
monolíticos y convencionales es no atender a la historia de los géneros literarios, periodísticos y
además, a esta supuesta “heterogeneidad” de la que tanto se hace alarde. Creer que la crónica es
un género “más político” es ignorar las relaciones propias que han tejido la literatura, el periodismo
y la política y olvidar que toda forma de representación es mediada, por tanto, por más
“transparente” que parezca una forma particular de representación, jamás lo es. Tanto la literatura
como el periodismo tienen sus propias evoluciones, sus cruces, contactos y desconexiones.
Olvidarlas es deshistorizarlas. Es necesario realizar una lectura crítica del lugar de enunciación
que produjo la crónica. Lo que estoy tratando de problematizar no es una “poética de la crónica”
sino la idea de que “la crónica sea el género de la subalternidad”. Debemos problematizar el
concepto de “representación” en la crónica para no caer en la trampa de la “representatividad”:
la crónica es un género genuinamente latinoamericano, descendiente de sangre de las Crónicas de
Indias, no solamente por la reiteración del mismo referente, de manera justamente “crónica”, sino
por la capacidad del género de indagar y restituir el presente a través de una participación activa.
Si ya Tomás Eloy Martínez (Jaramillo Agudelo 2012: 13) otorga a la crónica el título de columna
vertebral de toda la historia literaria argentina, a buena razón podríamos reclamar el mismo
calificativo también para Perú, y tal vez para toda América Latina. (Cairati, 2013: 44)
Subalternidad y Representación
Para Spivak el subalterno no tiene “agencia” ni voz. Es más, considera que la “voz del
subalterno” o “la conciencia subalterna” solo existen en tanto ficción teórica. Para John Beverly
(2002), retomando las conceptualizaciones de la intelectual india, el/la subalternx es quien carece
de representación y a quien no se puede representar. El problema de la enunciación para Beverly
es sumamente importante, partiendo de las problematizaciones del testimonio como género
propicio para la enunciación de lxs subalternxs: no podemos lograr una “verdadera”
representación, sino solo una aproximación: El/la subalternx carece de legitimidad para hablar,
La pregunta por la representación hace necesario que analicemos estos escritos en tanto actos
estéticos-políticos de intervención discursiva. En este sentido, sostengo que estos escritos son
máquinas literarias, comunicacionales, periodísticas, máquinas de guerra (Deleuze y Guattari,
2005) que luchan en el plano de la representación. Esto permite dar cuenta de la relación denuncia-
representación y de lo que Said en El mundo, el texto y el crítico ha conceptualizado como la
mundaneidad de los textos literarios (Said, 2004: 15).
Lemebel publica su libro Loco Afán: Crónicas de sidario en el año 1996 donde recopila una
serie de crónicas escritas para diarios y otros textos de intervención oral (su famoso Manifiesto por
la Diferencia). En este libro, crona los cuerpos desmemorizados de las locas muertas por el SIDA,
pero también sobre los discursos, los artistas, la parafernalia simbólica que giró alrededor de la
enfermedad.
Deleuze y Guattari en Mil Mesetas (2003) nos proponen los conceptos de nómade, máquina de
guerra y micropolítica de las fronteras para analizar a los sujetos y ciudades contemporáneas. La
figura del/la sujetx nómade comprende a el/la sujetx no unitarix, inacabadx y móvil: el/la sujetx
nómade comprende un devenir y no un ser. La feminista Rossi Braidotti entiende a el/la nómada
como un vector de desterritorialización, es unx sujetx que ha renunciado a lo establecido, formando
una identidad hecha de transiciones, desplazamientos, cambios y sin una unidad esencial. El
nomadismo para esta teórica feminista implica, en la línea de Lucy Irigaray, buscar nuevas
subjetividades no-unitarias, no-estrictamente racionales y no-exclusivamente masculinas, y que al
mismo tiempo denuncien el falogocentrismo del pensamiento occidental.
Veamos cómo Lemebel construye la representación de las subalternas travestis como sujetas
nómades, como devenires subversivos:
La Loca no puede tener un nombre, la loca escapa a este porque un nombre es una marca,
un “rostro bautismal” (Lemebel, 2015: 55): la identidad civil y genérica de las personas es
marcada en el nombre que instituye El Padre que marca su descendencia –Patriarcado,
Familia: “sin preguntar, sin entender, sin saber si Alberto, Arturo o Pedro le quedaría bien al
hijo mariposón” (Lemebel, 55). Este nombre es a su vez una marca indeleble que debe cargar
la loca como a su próstata hasta la tumba. A esta marca/deseo de los padres se contrapone el
“zoológico gay” que desvanece la Identidad/identificación civil entre el “nombre” y el
individuo porque se genera “una gran alegoría barroca que empluma, enfiesta, traviste,
disfraza, teatraliza, castiga la identidad a través del sobrenombre” (Lemebel, 2015: 55). Los
nombres y adjetivos se reciclan, rebautizan, reprograman, re-semiotizan y se cargan de
nuevos significados, de nuevas historias. El sobrenombre deja de ser una cuestión individual
para ser una cuestión colectiva: “no abarca una sola forma de ser, más bien simula un parecer
que incluye momentáneamente a muchos, a cientos que pasan alguna vez por el mismo apodo”
(Lemebel, 2015: 55). La re-significación convierte el nombre en una simulación, en un
parecer colectivo: el nombre se devalúa en disfraz y deja ver su carácter de constructo social,
muestra su carácter reificado. El sobrenombre se constituye en una fuga, es una discontinuidad
y una desterritorialización del Nombre-Identidad, desfigurando y desbordando lo civil,
rechazando la visión ontológica del nombre como Identidad-Identificación.
4) Conclusiones
Lemebel crea un nuevo espacio de escritura revolucionaria a través del cuerpo. Se asimila el
cuerpo semiotizado con la enfermedad como marca-signo, como estigma social y espacio textual
desde donde narrar las crónicas de sidario. De esta manera tenemos que se aúnan dos espacios
textuales, se tensionan y entran en fricción: crónicas de sidario remite al mismo tiempo a un
espacio temporal –crónicas- desde el cual narrar hechos que acontecen en un lugar –sidario- que
se encuentra marginado en el espacio textual-ciudad; mientras que también crónicas remite al
tiempo de la enfermedad y la palabra sidario une, al parecer, la enfermedad –sida- como marca del
cuerpo infectado, y lo diario, lo cotidiano. Es entonces que estas crónicas narran una experiencia
doble de la loca: el de la ciudad y el del cuerpo. Desde allí Lemebel construye su ficción.: “su
historia salpica la ciudad y se evapora en la lujuria cancionera de su pentagrama transeúnte”:
escritura vivencial del cuerpo deseante.
5) Bibliografía
Leila Guerriero Sobre algunas mentiras del periodismo Malpensante 75… revisar como citar
En el 2013 la revista Ñ saca un artículo titulado El boom de la crónica argentina por Julián
Gorodischer.
AMÍCOLA, José. (2007). El debate Queer. Lectures du genre N° 1: Premieres approches.
http://www.lecturesdugenre.fr/Lectures_du_genre_1/Amicola.html Versión PDF: 68-73.
BEVERLEY, John; ACHÚGAR, Hugo, comp. (1992). La voz del otro: Testimonio, subalternid
ad y verdad narrativa. Lima‐Pittsburgh: Latinoamericana Editores
BUTLER, Judith. (2007). El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad.
Madrid: Paidós.
CARRIÓN, Jorge (comp.) (2012). Mejor que ficción: crónicas ejemplares. Barcelona: Anagrama.
DELEUZE, Giles y GUATTARI, Felix. (2003). Mil Mesetas: capitalismo y esquizofrenia. España:
Pre-Textos.
FALBO, GRACIELA, ed. (2007). Tras las huellas de una escritura en tránsito:
La crónica contemporánea en América Latina. La Plata: Ediciones al Margen‐EDULP.
FORNET, Jorge. (2009). La voz del otro. Del testimonio a la nueva narrativa. Revista
Iberoamericana. 20-2: 297-319
GUATTARI, Félix y ROLNIK, Suely. (2005). Micropolítica. Cartografías del deseo. Madrid:
Traficantes de Sueños.
LEMEBEL, Pedro. (2015). Loco afán: crónicas de sidario. Santiago de Chile: Planeta.
MUÑOZ, Boris; SPITTA, Silvia, eds. (2003). Más allá de la ciudad letrada: Crónicas y espacios
urbanos. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Universidad de Pittsbur
gh
PRECIADO, Beatriz. (2014). Testo yonqui: sexo, drogas y biopolítica. CABA: Paidós.
ROTKER, Susana. (1992). La invención de la crónica. Buenos Aires: Ediciones Letra Buena.