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Un día cualquiera, la niña salió a pasear con su hermana y sus primas.

Decidieron ir a un lugar alejado, en medio de montañas, bosques, cascadas y


quebradas. Caminaron y observaron el paisaje hasta que cayó la noche y
encendieron una fogata cerca de un risco de rocas oscuras y plateadas de gran
profundidad. El paisaje causaba una sensación de temor en la niña, pero ella
no lo hacía notar, más bien mostraba interés por saber que más iba a suceder.
Sus primas se pararon y fueron a cosechar varias especies de plantas que solo
crecían en la parte inferior del risco. La niña observaba curiosa como
caminaban sus primas, le pareció que alguna de ellas iba a caer y no la
volvería a ver. En ese momento, su hermana buscaba más leña para la fogata
que lentamente se iba apagando. Sus primas volvieron en poco tiempo,
trayendo las plantas, e hicieron una mezcla con ellas. Mientras su hermana
sacaba la hielera, la niña le acercaba vasos que habían llevado. De la hielera
sacaron hielo molido, como para hacer granizados. Pusieron el hielo en los
vasos hasta la mitad de ellos y comenzaron a poner sobre ellos moras molidas
hasta que el hielo se tornó de un marrón oscuro. Luego colocaron la mezcla de
plantas sobre ella y la parte superior cambió de color, ahora era blanca como
dulce de leche. En el otro vaso colocaron otras plantas, la niña no supo definir
de qué eran, pero el color del hielo de tornó de un verde muy claro. El sabor de
los granizados era dulce, pero causaban un efecto distorsionante ante todo lo
que veían. Todos comenzaron a jugar como niños, corrían por la ladera sin
miedo alguno. Llegaron a una colina, bajaron corriendo por ella, deteniéndose
con sus últimas fuerzas al final, ya que ahí se encontraba la quebrada. La niña
siguió a sus primas, ellas la empujaron para que corra colina abajo, pero ella al
llegar al final no logró detenerse, solo saltó muy alto. No estuvo muy segura de
lo que sucedió pero fue como una suave brisa que causó que ella girara en el
aire haciéndola volver hacia atrás. Asustada volvió corriendo hacia su hermana,
a quien no parecía importarle lo sucedido. Volvieron hasta la fogata, la cual se
había apagado, y continuaron tomando los granizados, para que así más
distorsionadas se volvieran las imágenes. Las estrellas brillaban más de lo
normal, la noche oscura se tornó del gris de la luna, ahora se veían las
sombras de los árboles y la frialdad de las rocas con mayor claridad. Nadie
parecía tener la intensión de volver, permanecieron recostados sobre el césped
por largas horas, observando lo que los rodeaba. El único ruido que se podía
escuchar era el del viento, como silbidos prolongados y agudos. Al momento
que decidieron volver, notaron que ya no eran los mismos, todos habían
envejecido un poco, la niña dejó de ser niña y sus jóvenes primas ya no lucían
igual. Su vista continuaba distorsionada. Tomaron el tren para volver y se
sentaron en la parte de atrás. El tren tenía ventanas largas, y con los ojos
entrecerrados, la niña veía como la luz de los faros entraba a través de ellas
hasta caer dormida. Al despertar su viaje en la oscuridad continuaba, veía
puentes ligeramente iluminados por los faros que lentamente se iban torciendo,
los puentes que eran rectos terminaban siendo arcos angostos. Igual la vía por
donde iban, cada vez se veía más angosta y llena de curvas y los árboles y
casas junto a ella desaparecieron, dejando solamente un espacio oscuro. Lo
único que se veía era una larga vía por donde iba el tren, rodeada de
oscuridad.

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