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Los apuntes no reemplazan el curso. Para poder comprender estos apuntes es imprescindible
la discusión con pares y docentes. Estos apuntes son una referencia de consulta para complementar
las notas tomadas durante la clase, para repasar puntos oscuros, para prepararse para el final. Es
deseable siempre que este o cualquier otro texto de referencia se lea críticamente: todo texto
expresa un punto de vista.
El orden en que se exponen los temas no necesariamente corresponde a la secuencia
didáctica del curso. Estos apuntes buscan ser una exposición sistemática bajo la lógica de la
disciplina, que no siempre es la del aprendizaje. El texto presupone que los lectores han atravesado
la secuencia de aula, involucrándose en las actividades, y que acuden a él para afianzar los
contenidos. El orden de lectura de los apuntes no tiene por qué ser secuencial tampoco. El capítulo
1, por ejemplo, es transversal a todo el curso.
Por último, el texto necesita revisión por parte de quienes lo usan. Podés acercar tus
comentarios y sugerencias a las reuniones de planificación de la cátedra o a fisicauntdf@gmail.com.
CAPÍTULO 1
EL LENGUAJE DE LA FÍSICA
Este capítulo no corresponde a un “tema del curso”. Y sin embargo los atraviesa a todos.
Aquí explicitamos los aspectos metodológicos y epistemológicos de la física. ¿Qué quiere decir que
uno “sabe” física? ¿Qué es una “ley de la física”? ¿Una “teoría”? ¿Un “modelo”? Seguramente la
primer lectura de este capítulo sea incomprensible, y el lector lo encuentre puro divague, superfluo,
trivial o impenetrable. En la medida que el contenido de este capítulo no aclare el contenido de el
resto de los apuntes y no se vea su relevancia para el curso, seguramente al lector le falte
comprender cosas importantes. Se recomienda volver a este capítulo cada tanto, como en una
espiral, y a modo de autoevaluación.
Se cree erroneamente que el propósito de un curso de física es que los estudiantes puedan
calcular cantidades usando fórmulas, para lo que deben aprender las “fórmulas de” cada tema. Eso
no es así de ninguna manera. Los problemas que se resuelven en un curso de física general suelen
ser extremadamente sencillos, mientras que el mundo real que debe enfrentar el profesional es
mucho más complejo y desafiante. Los problemas en que se calculan cosas son solo una parte,
importante pero ni remotamente única, de los medios para alcanzar el verdadero propósito:
dominar el lenguaje de la disciplina.
Supongamos que como profesionales debemos hacer un informe (un paper para una revista o
un informe para alguna autoridad). El propósito es llegar a una conclusión útil. Por lo tanto,
seguramente el resultado no puede ser algo como “rtta: v=2,8”. Seguramente será algo como “Por lo
tanto el fósil corresponde a un animal herbívoro”, o “la implementación del plan pone en riesgo la
salud de la población local”. Podemos pensar en nuestro informe como en una pieza de oratoria en
la que todo lo que incluimos está dirigido a convencer a los lectores de la justeza de nuestra
conclusión. O sea, si incluimos un gráfico o una expresión matemática no será porque queda lindo o
porque es lo que se supone que hacen los científicos. Es un recurso expresivo dirigido a persuadir, y
debe articularse con lo que hemos expresado en el resto del informe.
Así como un cuento tiene introducción, nudo y desenlace, y en su desarrollo hacemos uso de
descripciones, metáforas, elipsis y demás, el informe científico tiene sus propias reglas y recursos
narrativos. Suele constar de resumen, introducción, metodología, resultados, conclusiones y
referencias bibliográficas, y recurre a recursos como las definiciones, los teoremas, las
demostraciones, los modelos, las funciones matemáticas, las gráficas. Si queremos dominar el
lenguaje de una disciplina debemos saber qué significa cada una de esas cosas, aprender a usarlas
para argumentar y llegar a conclusiones. En lo que resta del capítulo desarrollaremos estas
cuestiones en abstracto. Es necesario comprenderlas también en concreto a través de ejemplos, cosa
que se desarrolla en los capítulos siguientes.
1.3- Modelos
Los seres humanos no tenemos manera de saber cómo son las cosas en sí, su naturaleza. Nos
es dado percibir con nuestros sentidos y procesar esas percepciones con lo que tenemos, y eso no
puede sino ser una mirada sumamente peculiar. Para operar en el mundo no nos queda más remedio
que apelar a modelos: representaciones de lo real con fines prácticos. Recurrimos a un modelo de
nosotros mismos para decidir qué música poner para levantarnos el ánimo, a un modelo de nuestro
amigo para decidir qué regalarle para el cumpleaños, a un modelo del suelo para decidir si es seguro
pisar determinada parte. Nunca podremos estar seguros del resultado, porque el modelo no es lo
real. Pero es lo único que tenemos para operar con lo real.
En ciencias eso también es así, pero al modelo científico le pedimos mucho más. Mientras
que en lo cotidiano hacemos modelos sin proponérnoslo, en ciencias la actividad de modelizar es
deliberada, consciente y controlada. En el cotidiano es habitual que saltemos de una modelización a
otra sin notarlo; hacer eso en la actividad científica puede ser catastrófico. Necesitamos modelos en
ciencias porque las teorías no hablan de lo real en forma directa sino de puras abstracciones. El
modelo es la única posibilidad que tenemos de aplicar las teorías a lo real. Se trata pues de un
mediador entre las teorías y el mundo concreto. Los “objetos” y sus “interacciones” aparecen solo
como resultado de la modelización. Veamos los elementos con los que debe contar una
modelización física:
1) Debe representar abstractamente una porción de la realidad. Eso significa que los
términos en que esa representación se hace permite la descripción de algo real en términos de una
teoría (las teorías se verán más adelante).
2) Deberá ser explícito qué aspectos de la realidad el modelo está describiendo, y fácil
discernir si un aspecto NO es tenido en cuenta por el modelo. Por ejemplo, si modelizamos una
pelota como una partícula no podremos describir su rotación. Sí podemos hacerlo si la pelota es
modelizada como cuerpo rígido, pero en este caso no podremos tener en cuenta que se desinfle, o
que se deforme durante un rebote.
3) Si estamos modelizando un objeto, su estado deberá quedar caracterizado por
determinadas variables cuantitativas (sus “variables de estado”). Por ejemplo, son variables de
estado en el modelo de partícula las coordenadas y las componentes de la velocidad, o en un gas
ideal el volumen, la presión, el número de moles y la entropía, o en un fluido la velocidad, la
densidad y la presión en cada punto del fluido. Las variables que describen al objeto son las que
permiten el tratamiento teórico del objeto en situaciones, como el uso de leyes (ver más adelante).
Para concluir, algunas palabras sobre lo que los modelos NO son. No son una simplificación
de cómo “realmente es” lo real: no podemos “simplificar” lo que no conocemos. El modelo NO es
un avatar científico de la cosa: una misma cosa puede ser modelizada de diferentes maneras
dependiendo del problema que uno está tratando de atacar. El mejor modelo NO es el que describe
más detalles, es el que más eficazmente nos permite resolver un determinado problema.
Hablamos de cómo las leyes corresponden a una determinada teoría. Eso significa que una
ley no tiene sentido por sí misma, solo en el contexto de una teoría. Lo mismo pasa con las
definiciones. ¿Qué es entonces una teoría? Podemos pensarlo como un universo ficcional en el que
los conceptos, las definiciones y las leyes son interdependientes, como una especie de “ecosistema
de abstracciones”. Aunque el propósito es finalmente describir lo real, deberemos ser pacientes: ese
universo ficcional no necesita parecer creíble a primera vista. Para muchos es dificil de aceptar que
la fuerza que le hacemos a una pelota al patearla es de la misma intensidad a la que la pelota nos
hace a nosotros; para otros resulta inaceptable que sobre la piedra que sube porque hace un rato fue
lanzada no esté actuando una fuerza hacia arriba. Y ambas cosas son ciertas en el “universo
ficcional” de la dinámica. A una teoría no se le pide parecer cierta, sino que concuerde con el
resultado de observaciones cuidadosas conocidas como “experimentos” (y que no pueden
identificarse con la mera experiencia cotidiana).
Parece un procedimiento caprichosamente tortuoso describir la realidad armando primero
una cuidadosa ficción y luego comparando esa ficción con la realidad a traves de cuidadosas
observaciones. ¿Por qué no hablar de la realidad directamente? ¿Por qué no pedirle a las leyes que
parezcan ciertas a primera vista y que hablen directamente de la realidad? Ciertamente, a primera
vista parece lo deseable. Si se hubiera podido hacer de ese modo, sin duda se hubiera hecho. Pero lo
cierto es que no se pudo. La razón es que las ciencias son, por definición, conocimiento colectivo,
compartible, comunitario, y resulta que la sensación de verosimilitud es privada, personal,
intransferible, y sobre todo diversa. Lo que para unos era obviamente la verdad para otros era
obviamente absurdo, y “tu teoría me parece horrible” no es un argumento que se pueda llevar a un
congreso, o al menos no puede ser el argumento decisivo. Para poder compartir el conocimiento se
debe compartir un lenguaje común, se pueden definir cosas en común, se puede ficcionar en común.
Y al decidir si una teoría es mejor que otra, los procedimientos de comparación deben ser
reproducibles y tener elementos relativamente independientes de las sensaciones que la teoría nos
produzca. Nunca nos podremos independizar del todo de esas subjetividades (somos humanos) pero
sí deberíamos hacer nuestro mejor esfuerzo.
Supongamos que la persona A presenta la teoría X, y la persona B presenta una teoría rival
Y. A no puede simplemente argumentar que X es obviamente más verdadera, más bella o menos
desagradable que Y, pues B opinará exactamente lo opuesto. Si A quiere desacreditar Y deberá hacer
de tripas corazón y entrar en la lógica de Y, hacer un razonamiento como si Y fuese la verdad, y
llegar a una contradicción o un absurdo. Pero B puede contestar y demostrar que el supuesto
absurdo no lo es. A veces una comunidad se puede convencer de una teoría determinada en
detrimento de otra y unas décadas después cambiar de opinión. Veamos un ejemplo real. Poisson
era un prestigioso físico francés que suscribía la teoría corpuscular de la luz. En una oportunidad
debió evaluar la tarea del joven Fresnel, un joven físico que presentaba argumentos muy sólidos de
una idea revolucionaria: que la luz es una onda. Poisson debía sentir una enorme repulsión por las
ideas de Fresnel, pero la crítica que le hizo fue: “vea joven, si su teoría es correcta entonces
[razonamiento usando la teoría de Fresnel], por lo tanto la sombra de un objeto redondo debería
mostrar una zona brillante en el centro de la sombra. Su teoría, por lo tanto es absurda”.
Ciertamente, lo que decía Poisson contradecía la idea que uno tiene de lo que es una sombra. Pero
Fresnel hizo una serie de experimentos cuidadosos y... ¡Mostró que el brillo en medio de la sombra
sí se observa! Irónicamente, esa zona hoy es conocida como “punto de Poisson”.
Una teoría no sale de la nada. Como cualquier universo ficcional, tiene un contexto social e
histórico que condiciona fuertemente la forma en que la comunidad que elabora la teoría ve el
mundo y las categorías a las que puede acudir para describirlo. También se le llama “cosmovisión”,
y también “matriz epistémica”. Lo habitual es que la cosmovisión esté tan naturalizada por la
comunidad que elabora o usa la teoría que sea completamente implícita, dada por sentado sin
discusión. Suele ser la tarea de filósofos, epistemólogos e historiadores de la ciencia develar la
cosmovisión subyacente, actuales y en cada teoría en diferentes etapas de la historia, y por supuesto
hay desacuerdos. Se trata de disciplinas sofisticadas, y por lo tanto está fuera del alcance de estas
notas discutir en profundidad las cosmovisiones detrás de la dinámica o la termodinámica. Sí
haremos algunas aclaraciones en este sentido, y nos posicionamos muy a favor de que los
científicos y profesionales se formen en estos aspectos de las ciencias, porque ser conscientes de
ellos permiten ser más críticos y autónomos y menos meros consumidores de marcos teóricos e
instrumental costoso.
No está de más recordar que el formalismo newtoniano tiene como contexto histórico el
surgimiento de la burguesía como clase dominante, de la industria como el gran regulador de las
relaciones sociales y de las ciudades como los centros privilegiados del poder y los desarrollos
artísticos y culturales. El mecanicismo como cosmovisión es hijo de la historia y está lejos de ser el
único “camino racional” hacia el conocimiento.
1.5.1- Definiciones y significado
Mantengamos presente la idea de que una teoría es un ecosistema de ideas. Eso significa que
el significado de un término teórico está dado por su relación con los términos restantes. El
significado es entonces algo complejo cuyo aprendizaje se va dando lentamente en el tiempo, a
medida que vamos usando el término en contextos y resolviendo problemas o argumentando
empleándolo. El significado es mucho más que la definición. Todos los términos teóricos tienen
significado, pero no todos tienen definición. Por ejemplo, el término “fuerza” no tiene una
definición y la comprensión de su significado en el contexto de la dinámica lleva tiempo y práctica.
El término “velocidad” sí tiene definición: la velocidad es la derivada de la posición respecto del
tiempo. Esa definición es fácil de memorizar, pero comprender el significado del término
“velocidad” (y por lo tanto, de esa definición) también requiere de tiempo y práctica.
Cuando definimos un término lo hacemos en el contexto de una teoría, de una vez y para
siempre. La definición del término es lo que entendemos por el término en el contexto de la teoría.
En dinámica la velocidad ES la derivada de la posición respecto del tiempo. Eso no significa que
cada vez que querramos calcular una velocidad debamos calcular la derivada de la posición, pero sí
que si hemos calculado o medido una velocidad entonces sabremos cómo en ese instante están
cambiando las coordenadas. Es cierto que la velocidad es un vector, pero esa no puede ser la
definición de la velocidad porque la fuerza, por ejemplo, también es un vector. Que la velocidad es
un vector sí es parte del significado de la velocidad. La velocidad NO es “espacio sobre tiempo”, la
derivada de la posición respecto del tiempo es mucho más precisa y adecuada que “espacio sobre
tiempo”. Pero por algo nos enseñaron esa supuesta definición, hay una relación. Comprender esa
relación y por qué es mejor usar la derivada que “espacio sobre tiempo” también es parte del
significado del término “velocidad”. El significado, insistimos, es algo mucho más abarcativo que la
definición, y comprenderlo requiere discutir con pares y con docentes, usar el término en contextos
diversos, argumentar usándolo, equivocarse. Es importante saber las definiciones de los términos
que las tengan, por supuesto. Pero solo para, eventualmente y aplicando esas definiciones en
situaciones y contextos diversos, llegar a comprender el significado, que es el que es realmente útil.
Hemos dicho ya que las leyes en una teoría no se aplican directamente a la realidad, y que
esta aplicación está mediada por los modelos. Precisemos un poco más lo que significa esto. ¿Qué
querría decir, por ejemplo, que deseamos aplicar la segunda ley de Newton a una cierta piedra?
Primero debemos notar que “la piedra” no es la realidad misma, que cuando nuestra mente separa
“la piedra” del resto ya está modelizando. Todos tenemos modelos de una piedra basados en
nuestras experiencias personales: son pesadas, pueden lastimar, pueden romper vidrios. Pero estas
propiedades de los modelos de sentido común no sirven para usar la segunda ley de Newton.
Necesitamos modelizar deliberadamente la realidad de manera que el modelo tenga masa y una
posición dependiente del tiempo para poder usar la segunda Ley de Newton.
Un punto muy importante acerca de la modelización física de la realidad es que no tiene por
qué recortarla del mismo modo que nuestro sentido común. Podemos decidir modelizar todo lo que
llamamos “la piedra” como una partícula con masa, pero también podemos modelizar la mitad
izquierda como una partícula y la derecha como otra, o un elemento de volumen infinitesimal, o
solo el silicio, o agrupar en la misma partícula treinta piedras no necesariamente “pegadas” o
físicamente vinculadas. La modelización física es libre y diferente de la del sentido común, y la
decisión de cómo hacemos el recorte es un acto creativo, cuyo propósito es hacer atacable un
determinado problema.
Una vez que una porción de la realidad ha sido recortada mediante un modelo físico, su
estado estará caracterizado por variables numéricas a las que las leyes de una teoría hacen
referencia. El repertorio de modelos disponible para recortar la realidad de modo tratable por las
leyes de una teoría pueden considerarse parte de esa teoría.
1.5.3- Experimentos
Entonces tenemos nuestro universo ficcional, en el que tal vez no creamos, poblado de
términos, definiciones, leyes y posibles modelos. ¿Cómo decidimos si ese universo ficcional
describe o no “la realidad”? Hemos dicho que esto se hace con “experimentos”, que no deben
confundirse con la mera experiencia. Un experimento es una experiencia con reglas muy estrictas
de control. La mera experiencia recurre al sentido común, por lo que lo que surja de ahí es una
“sensación de verdad” privada e intransferible. El experimento es experiencia socializable, debe
hacer uso de términos consensuados. No tiene sentido hablar de experimento sin teoría o teorías.
Para hacer un experimento lo que se requiere es modelizar una parte de la realidad de acuerdo a
cierta teoría, usar la teoría para hacer una predicción, y luego constatar la predicción mediante una
experiencia controlada. Esa experiencia debe tener en cuenta que se ha modelizado, por lo tanto la
realidad queda descripta por variables que deben controlarse lo más estrictamente posible. Si los
resultados del experimento no se analizan en el lenguaje y los modos válidos en la teoría usada las
conclusiones no pueden ser consideradas válidas.
1.7- La Verdad
En la escuela se suele enseñar un presunto método que, siguiendo una serie de pasos, nos
permite “ser científicos”, estar seguros de que la producción es científica. Ese supuesto método es la
mirada epistemológica conocida como “empirismo inglés”, muy en boga en el siglo XIX pero
absolutamente desacreditado en el XX, cosa que no ha cambiado en lo que va del XXI. El método
comienza por la “observación”, a lo que sigue “elaborar hipótesis”, luego “experimentar” y a partir
de ahí un condicional: si el experimento da bien hacemos una “ley” que se incorpora a la “teoría”.
Si no, hacemos otra hipótesis.
El problema con esta perspectiva es que no tiene en cuenta la dimensión social de la ciencia.
De acuerdo al método uno podría pasarse toda la vida haciendo ciencia encerrado en un gabinete,
sin jamás hablar con nadie ni publicar los resultados. Si la “observación” honesta fuese igual para
todos, si se pudiese ser “objetivo”, tal vez pudiera funcionar, el concepto de “verdad” no sería
problemático. Pero como hemos dicho la observación depende fuertemente de lo que uno crea, de la
cosmovisión de la que se participa, de las experiencias personales. Por eso se hace necesaria la
discusión entre pares. La terminología y los conceptos surgen de la interacción entre científicos, no
de la meditación solitaria, y como las visiones suelen ser muy discordantes van surgiendo esos
universos ficcionales que hemos llamado teorías y que hacen del supuesto “método científico” una
quimera.
Hemos hablado de “realidad” como si no fuese a su vez una cuestión problemática. Algunos
filósofos han identificado “verdad” con “realidad”, pero a nosotros eso no nos sirve porque
queremos saber si una teoría puede ser verdadera, y una teoría no es la realidad. Una teoría es un
universo que produce afirmaciones, y lo que queremos saber es si podemos hacer una afirmación
que sea “verdad”, y eso nos complica el concepto de verdad porque entonces en vez de
corresponder a la realidad corresponde al lenguaje. La forma más sencilla de resolver el intríngulis
sería que el lenguaje refleje la realidad, pero como vimos eso no es así.
Algunos herederos del empirismo en el siglo XX, los positivistas lógicos, trataron de
resolver la cuestión “purificando” el lenguaje. Afirmaban que hay problemas y pseudoproblemas.
Los pseudoproblemas surgen cuando se usa el lenguaje de un modo ilegítimo, lo que termina
resultando en alguna forma de metafísica. Por lo tanto, para que el lenguaje pueda producir
verdades debe ser un lenguaje libre de metafísica, que solo aluda a términos que puedan ponerse en
función de primarias estrictamente observacionales.
El programa, iniciado en los años 20 del siglo pasado, atrajo a un gran número de filósofos y
se trabajó intensamente a lo largo de más de tres décadas, que se vieron coronadas por un rotundo
fracaso. Cuando se quiere hablar sin metafísica de acuerdo a los estándares del positivismo lógico
solo se dicen trivialidades. Todo lo interesante que tiene la física para decir es, desde esta
perspectiva, pura metafísica. Seguimos entonces huérfanos de un concepto potable de Verdad.
1.7.3- El Falsacionismo
Otro que trató de defender la idea de que la ciencia puede producir verdad fue Karl Popper.
Pero desde temprano Popper estuvo en desacuerdo con el programa de los positivistas lógicos, y
produjo una perspectiva conocida como “Falsacionismo”. La idea de base es que uno comienza con
universos ficcionales, que pueden venir incluso de la mitología o de la magia, e intentar refutarlos
despiadadamente con experimentos. A medida que nos fuésemos quedando con ficciones muy
resistentes a los tests experimentales nos acercaríamos más a la Verdad, tal vez sin alcanzarla nunca.
Nuevamente, la idea seduce. Pero está lejos de estar exenta de dificultades. Por empezar
¿Cuál es la definición de Verdad? Popper apela a los clásicos y define Verdad por correspondencia
entre el lenguaje y la realidad. Pero, como hemos visto, esa correspondencia es resbaladiza. Si hay o
no hay “correspondencia con la realidad” suele ser una cuestión opinable sobre la que no hay
acuerdo. La forma en la que hemos zanjado la cuestión es: hay que hacer experimentos. Pero como
los experimentos solo tienen sentido en el contexto de la teoría, hemos perdido la posibilidad de
movernos fuera de universos ficcionales parciales. Además, quedamos atrapados en un
razonamiento circular: si juzgamos la cercanía a la verdad como la satisfacción de los resultados
experimentales, lo que dice el Falsacionismo es que nos acercamos a la Verdad porque… nos
acercamos a la Verdad. Ni siquiera es claro que podamos poner sobre la mesa todas las teorías
científicas y ordenarlas por menor o mayor contenido de Verdad, porque es dificil hacer
comparaciones entre teorías que aluden a diferentes términos teóricos e incluso a veces pueden
corresponder a cosmovisiones diferentes. Este es el núcleo de las críticas de Lakatos y de Kuhn al
Falsacionismo. Finalmente debemos decir que la Historia está llena de contraejemplos, que muchas
teorías sobrevivieron a falsaciones, y que la interpretación de resultados experimentales dependen
no solo de la teoría sino de detalles como hipótesis auxiliares o control inadecuado de variables que
hacen imposible una falsación categórica. La supervivencia de ciertos modos de pensar han
dependido más del entusiasmo o las esperanzas que suscitaran en los científicos que en un éxito
absoluto a nivel experimental.
1.7.4- La Posverdad
Pero… ¿Y entonces? Si “La Ciencia” no produce Verdad… ¿Para qué la hacemos? Es fácil
caer en la trampa nihilista: si no producimos conocimiento cierto, universal, imperecedero, desde el
ojo de Dios, entonces da todo lo mismo y los creacionistas y terraplanistas de todo pelaje nos ganan
por desánimo. Esta actitud es absurda. ¿Realmente necesitamos llegar a La Verdad? ¿Una Verdad
válida en todos los rincones del Universo, para todos los seres y todas las épocas? ¿No nos bastará
con estar razonablemente seguros de no envenenar a la población local con nuestras decisiones, con
curar alguna enfermedad, con sacar a un grupo humano de la miseria? ¿Qué clase de científicos y
profesionales debería producir la Universidad Pública y Gratuita? ¿Buscadores de Verdad Universal
o buscadores de soluciones para su contexto social?
Si no tenemos La Verdad no estamos mintiendo. Una mentira es una afirmación
malintencionada, con la intención de engañar. Una afirmación honesta hecha con todo el nivel de
crítica del que seamos capaces está muy lejos de ser una mentira, y es posible que sea muy útil. Y
seguramente no será La Verdad. Incluso si nos topamos con un terraplanista que no nos miente, que
honestamente cree que la Tierra es plana, si nosotros sostenemos que la Tierra es esférica no
tendremos La Verdad (la Tierra es mucho más compleja que una esfera), pero nuestro modelo es
abrumadoramente superior al que tenga el terraplanista, si es que no nos limitamos a repetir el
manual escolar y realmente tenemos una comprensión de los argumentos y las evidencias.
No hay verdades, hay interpretaciones. Pero también hay bolazos, mentiras, razonamientos
chapuceros. La Posverdad no puede ser una patente de corso.
Hemos caracterizado, en el capítulo anterior, a las teorías como “universos ficcionales” que
incluso pueden parecer a muchos poco creíbles o inaceptables, pues el criterio para su evaluación es
que sean exitosos a nivel experimental y no de la mera experiencia. Esto incluye ciertamente a la
Dinámica newtoniana. Sin embargo, es habitual leer y escuchar que la Dinámica newtoniana es
“intuitiva”. Lo dicen honestamente quienes llevan empleándola varias décadas y ya han olvidado
cómo era no comprenderla, así como todos hemos olvidado cómo era no saber caminar o leer. Pero
las investigaciones en didáctica específica dejan muy en claro que el contenido teórico de la
Dinámica suele oponerse enfáticamente a los diversos sentidos comunes de los estudiantes novicios.
Solo los años de experiencia amoldan el sentido común propio a los términos, definiciones y
principios de la Dinámica. En este capítulo buscamos poner de relieve aspectos que se suelen dar
por sentados en las exposiciones sobre la dinámica, que constituyen visiones naturalizadas entre
quienes son expertos pensadores newtonianos pero que a menudo difieren de los sentidos comunes
de los novicios. El contenido del capítulo es transversal a toda la dinámica, pero algunas de las
perspectivas presentadas aquí deben revisarse en el contexto de la Termodinámica.
Hubo teorías físicas antes de la Dinámica. La más célebre es la que construyó Aristóteles en
el siglo IV A.C. y que la Iglesia hizo propia a través de Santo Tomás alrededor del siglo XII.
Tomaremos solo una ínfima parte de esa teoría, la que se refiere a los “móviles” (así suele traducirse
el término, aunque tal vez sea más apropiado llamarles “movedores”). La idea es que si algo se
mueve es porque “algo” lo mueve, y a eso le llamaban “móviles”. Una piedra puede ser movida por
un ser humano, pero librada a sí misma tendrá un “movimiento natural” hacia el elemento Tierra,
que es una esfera bajo nuestros pies. En cambio, el fuego sube porque su movimiento natural es
hacia la esfera del fuego, que está más allá de las estrellas. La idea de “móviles” es asimétrica: un
objeto es movido, otro es su “móvil”. Aristóteles razonó que, para que no haya una cadena infinita
de móviles, tiene que haber un “primer móvil”, algo que está absolutamente quieto y mueve a lo
demás. Santo Tomás convenció al clero de que ese “Primer Movil” tenía que ser nada menos que…
¡Dios! Ahora estamos cerca de entender cómo Galileo estuvo tan cerca de la hoguera.
La Dinámica piensa en la idea de “móviles” de un modo revolucionario: simetriza la
relación. Si A es un objeto que influye en el movimiento de B, B es un objeto que influye en el
movimiento de A. No hay “primer móvil”, todo objeto del Universo es igual de “primer móvil” que
cualquier otro. Todavía podemos pensar que el Primer Móvil es Dios: basta con que seamos
panteístas. Pero la Dinámica prefiere ser secular y dejar a Dios para otras autoridades.
El punto de vista “democrático” sobre los móviles nos deja un problema nuevo: el
movimiento deja de ser un concepto “primitivo”, dado por sentado, y pasa a requerir de una
definición formal. Si hay primer móvil, hay una “quietud natural” y “moverse” es no estar quieto.
Pero si todo es móvil de todo… ¿Qué es lo quieto? ¿Qué está “obviamente” quieto? La respuesta es
exasperante: nada. Si decimos que algo está quieto o en movimiento no estamos diciendo nada de
nada, porque la quietud absoluta no existe. Y eso introduce una novedad enorme, que en los
primeros años se llamó (para confusiones que perduran hasta hoy) “inercia”, y hoy llamamos
simplemente “relatividad del movimiento”: algo que respecto de un “movil” está quieto, respecto de
otro se mueve, y por lo tanto el mero movimiento de algo no requiere de causa, no hace falta “que
sea empujado”. Si algo se está moviendo respecto de algo, no tiene por qué dejar de hacerlo. Es el
cambio de movimiento, y no el movimiento en sí, el que requiere un “agente que empuje”, una
causa.
Cuando nos subleva la idea de que sobre algo que sube no actúe una fuerza hacia arriba, lo
que nos pesa es el viejo sentido común de que el movimiento necesita causas. Subir es un caso
particular de moverse. Lo que sí observamos es que cada vez sube más lento. La explicación de ese
CAMBIO en el movimiento es una acción (fuerza) hacia abajo, que hace la Tierra en el instante en
cuestión.
En este punto se impone una consideración importantísima. Los objetos que rodean al objeto
de estudio tienen roles muy diferenciados, diferenciación que no aparece en la antigua idea de
“movil”. Algunos objetos serán relevantes en cuanto a la acción que ejercen sobre el objeto
estudiado, es a lo que llamamos “fuerzas” y que EN PRINCIPIO no tienen nada que ver con el
movimiento (la conexión aparece mucho después como una condición, la Segunda Ley de Newton).
El otro rol de los objetos del entorno es como de decorado, como de escenografía, que nos permite
detectar el movimiento. Los objetos que sirven de escenografía, y que por contraste nos permite
notar el movimiento del objeto, probablemente no estén actuando mecánicamente sobre el objeto,
no tienen por qué estar haciendo fuerza. Si vemos un auto avanzar sobre un campo de trigo, las
espigas le permiten a un observador notar el movimiento del auto porque hacen de fondo, pero las
espigas no empujan ni frenan ni sostienen al auto. Las pocas que lo hagan, junto con el humus o la
tierra greda debajo de las ruedas, son justo las que no vemos. Cuando consideramos los objetos del
entorno en tanto “decorado para ver el movimiento” les llamaremos (en el próximo capítulo) marco
de referencia, reservándonos de hecho la expresión objetos del entorno para referirnos a los objetos
relevantes para las interacciones. Así, la idea de “movil” en el pensamiento medieval queda
definitivamente superada.
Tal vez sea una buena idea basar la totalidad de lo que decidimos en la siguiente máxima:
todo, Siempre, podría ser de otro modo. La forma en que la Dinámica se plantea está obviamente
condicionada por eso que llamamos “la realidad”, pero también por las decisiones de una
comunidad de seres humanos que llamamos “científicos”, o “filósofos naturales”, o “pensadores”, y
que forman parte de una comunidad mayor con sus problemas de época, sus mitologías, sus
prejuicios. La forma precisa en que las teorías se han desarrollado han dependido más de esos
accidentes que de la realidad fáctica de cómo es el mundo, y a medida que los intereses o los
problemas a resolver han mutado, las teorías se han ido transformando o directamente se han debido
abandonar para abrazar nuevas.
No deberemos irnos tan lejos para encontrar una teoría en que se cae una de las premisas
aquí presentadas: en termodinámica sencillamente no es cierto que el cambio de un objeto siempre
venga de afuera. Nos toparemos con una variable de estado, que llamaremos “entropía”, que puede
ser modificada desde afuera pero que también puede cambiar desde adentro, por muy finamente que
desmenucemos en sus “partes” a nuestro objeto de estudio. Este es un tema que aún hoy enfrenta a
filósofos y científicos que discuten cuál es la relación entre la Dinámica “microscópica” (entre
presuntas piezas elementales que, de acuerdo a la postura reduccionista, debería constituir todo
sistema) y la Termodinámica macroscópica. La polémica sigue abierta, y tal vez lo siga siempre.
CAPÍTULO 3
DESCRIPCIÓN DEL MOVIMIENTO
Espacio y tiempo, marcos de referencia, coordenadas, funciones de movimiento
En este capítulo ya nos pondremos “técnicos”. Como hemos expresado hasta aquí, la
Dinámica es un universo ficcional que armamos para describir la realidad. En ese relato aparecen
dos “mundos” que luego quedarán unidos por las leyes de Newton. Por un lado, el movimiento, y
por otro, las interacciones o fuerzas. En este capítulo hablaremos solo de movimiento. Ninguno de
los términos que se introducen y se discuten en este capítulo se refieren de ninguna manera a
acciones, fuerzas, impulsos, trabajos, ímpetus, esfuerzos. El movimiento puede ser estudiado sin
acudir a estas categorías. Solo las leyes de Newton nos permitirán, a posteriori, relacionar el
movimiento con este tipo de categorías. Lo aclaramos porque en lo coloquial las palabras
“velocidad” y “aceleración” remiten a fuerzas, potencias, energías, esfuerzos. En física no, tanto
“velocidad” como “aceleración” aluden simplemente al movimiento.
3.1- El Espacio
Recurrentemente nos encontraremos con que la Física toca muchas de las preguntas
metafísicas que nos hemos hecho de niños, pero que no las responde en absoluto, o al menos no en
los términos en las que nos las hemos formulado. El espacio y el tiempo ocupan en este sentido un
lugar de privilegio. En pleno siglo XXI, con ríos de tinta escritos sobre el tema, seguimos sin tener
idea de qué es el espacio y qué es el tiempo, y eso seguramente va a permanecer así. Nos
contentamos, en cambio, con hacer modelos que funcionen. Debemos decir que el modelo que
plantea la Dinámica clásica para el espacio y el tiempo falla en una diversidad de circunstancias.
Aún así, para la mayoría de las circunstancias a las que debe enfrentarse un ingeniero o un científico
que no sea un físico de altas energías el modelo de la Dinámica clásica funciona perfectamente. No
es la verdad, lo tenemos claro. Es una ficción extremadamente funcional.
Definamos el Espacio como la colección de lugares donde pueden estar las cosas. Una
discusión filosófica no resuelta es si el espacio preexiste a las cosas o simplemente es la forma en
que nuestro intelecto las organiza. No nos preocuparemos de esta cuestión. Hay cosas que nos
preocuparán más. Una de ellas es: ¿Hay tal cosa como “un lugar en el espacio” independientemente
de las cosas? Supongamos que miramos una mancha sobre la mesa. A menos que esté ocurriendo un
terremoto, juzgaremos que esa mancha está quieta. Entonces esa mancha “está siempre en el mismo
lugar”. Ahora bien, si pensamos en términos astronómicos que la Tierra rota sobre un eje y
alrededor del Sol, esa mancha sobre la mesa está ocupando una sucesión vertiginosa de lugares,
describiendo una especie de espiral deforme. Vemos entonces que “un lugar en el espacio” es un
concepto más ambiguo de lo que podría parecer a primera vista. ¿Qué son los “lugares”?
Una primer consideración antes de lanzarnos a construir las propiedades del espacio de la
Dinámica es que las cosas pueden, en principio, ocupar tan poco lugar como sea necesario. Esto es:
que tiene sentido suponer que en principio podríamos considerar objetos sin extensión espacial. O
bien que, dado un objeto real, somos capaces de identificar una parte arbitrariamente pequeña, que
no ocupe lugar, y estudiar la “posición” de esa parte. A ese ente sin extensión, que es por supuesto
un ente abstracto, le llamaremos “partícula”. Cuando pensamos que un objeto o una parte de un
objeto no tiene extensión, diremos que lo hemos “modelizado como una partícula”.
Al lugar del espacio ocupado por una partícula le llamaremos “punto”. La discusión que
dimos sobre la mancha en la mesa demuestra que esta definición es mucho menos sólida de lo que
podría parecer a primera vista, pero provisionalmente digamos que el espacio “vacío”, antes de
contener objetos, es una “colección de puntos”. ¿Cuántos puntos hay en el espacio? Pensemos en un
cubito de 1 cm³. ¿Cuántos puntos hay en él? Dijimos que un punto es el lugar ocupado por una
partícula, y que las partículas no tienen extensión. Por lo tanto, un punto tiene 0 cm³, y por lo tanto
en nuestro cubito hay infinitos puntos. Más aún, concentrémonos en cierto punto dentro del cubito:
no hay tal cosa como “los puntos de al lado”: si un segundo punto es distinto al primero, habrá una
recta que los une, y sobre esa recta hay siempre puntos intermedios. Esta construcción “infinita
hacia lo pequeño”, o “infinitesimal” (para usar la terminología histórica) es lo que se conoce como
“continuo”. Cuando en las películas de ciencia-ficción hablan de “continuum espacio-tiempo” se
refieren (o al menos deberían referirse) a esta propiedad. Para poder abordar el continuo, tanto en el
espacio como en el tiempo, es que se inventó el análisis matemático, y en particular, las derivadas.
Hemos hablado de los “puntos del espacio” como si pudiéramos prescindir de los objetos.
Pero lo que discutimos al comienzo del capítulo sobre la mancha de la mesa demuestra que no es
nada claro que tenga sentido hablar de puntos sin objetos que sirvan como referencia. El problema
de fondo en la definioción de “punto” es la relatividad del movimiento: describir los lugares
ocupados por un objeto necesitan un segundo objeto de referencia.
Cuando mirábamos la mancha de la mesa y parecíamos seguros en afirmar que estaba
“quieta”, la referencia de esa quietud es la propia mesa, y de hecho el cuarto al que esa mesa se
encuentra fija. Sin mesa, suelo y paredes, es imposible referir nada. A esa colección de objetos que
conforman el “escenario” en el que percibimos los lugares es a lo que llamamos “el marco de
referencia”. Supongamos que un amigo nos pregunta dónde tenemos la sal. Le diremos algo así
como “En la puerta del medio de la alacena, en el estante de arriba, al lado del aceite”. La casa es el
marco de referencia. Si le decimos algo como “a 2,07 metros del florero” no le estaremos dando
suficiente información, porque hay infinitos puntos, una esfera de 2,07 metros de radio, alrededor
del florero. Por eso un “marco” no es un punto, sino una colección rígida de objetos. El marco de un
cuadro, o un escenario de teatro son buenas imágenes para entender lo que es un marco de
referencia.
Tratemos de precisar qué son los “puntos del espacio” una vez que tenemos una colección de
objetos rígidos a los que llamamos “marco de referencia”. Imaginemos que tenemos muchas
varillitas de esas que usan los estudiantes de arquitectura, y mucho pegamento. En principio,
cualquier sitio donde no haya objetos (mesa, pared, alacena) podría ser alcanzado por una colección
de varillitas pegadas a los muebles, paredes, etc. Es decir, si tenemos una colección de objetos
rígida que llamamos “el marco de referencia”, podemos imaginar que idealmente podemos extender
el sistema rígido hacia cualquier parte del Universo, y a cada uno de esos lugares del cuerpo rígido
imaginario lo llamamos “un punto”. La colección de “puntos” depende entonces del marco de
referencia: si extendemos idealmente un avión en vuelo los “puntos” de ese espacio se mueven
respecto de los que corresponden a extender la mesa de la cocina.
3.2- El Tiempo
Figura 3.1
Tomemos como positivo el sentido de x yendo hacia el mar. Convencionalmente, el sentido positivo
de un eje coordenado se indica terminándolo con una flecha (ver figura 3.1). Elijamos el origen (es
decir, el punto donde x=0) en el muro con el mapa de las Islas. Supongamos que la persona que será
nuestro objeto de estudio ha estacionado en el sitio A de la figura 3.1. De acuerdo a la elección del
sistema de coordenadas que se hizo, xA=-45m (el subíndice indica que se trata del valor de x
correspondiente a ese sitio u objeto). Elijamos como t=0 el instante en que la persona cierra la
puerta del auto. Se toma un rato para guardar las llaves en el bolsillo, y luego camina a paso firme
hasta el mural. Allí tiene la sensación de que se olvida algo, y camina 10 metros más con cierta
lentitud mientras piensa. Recuerda que no bajó la carpeta verde, así que se detiene y vuelve hacia el
auto. Pasa de nuevo el mural y 20 metros después recuerda que en su casa pasó esa carpeta a la
valija, así que sí la lleva. Da la vuelta de nuevo y a paso firme llega hasta el punto B. Si
modelizamos a esa persona como una partícula, en cada instante ocupa una posición a la que le
corresponde un valor del eje x. Esa es la función x P(t) (léase: x de la persona P como función del
tiempo). Veamos a continuación algunas gráficas posibles para xP(t):
Figura 3.2
Antes de pasar a discutir cada gráfica, enfaticemos que las cuatro representan un
movimiento en una dimensión. El eje t es un eje desde el punto de vista matemático, pero
físicamente NO es un eje de coordenadas porque los valores de t no representan lugares en el
espacio. Las gráficas de funciones son formalmente muy diferentes a las representaciones de planos
bidimensionales. Una buena manera de distinguir ambas es decidir si tiene sentido o no poner un
paisaje de fondo de manera que a cada punto del paisaje le corresponda un par de coordenadas. Un
par de valores para las gráficas en la figura 3.2 no es un punto en un paisaje: es un valor de x en un
instante de tiempo. Volveremos sobre estas cuestiones al hablar de vectores. Recomendamos seguir
la discusión del párrafo siguiente con ambas figuras a la vista, y siguiendo sobre la figura 3.1 los
movimientos representados por cada gráfica de la figura 3.2.
Veamos la gráfica 3.2 A. ¿Qué tipo de movimiento representa? En t=0 el objeto está en x =
-45 m, lo cual se corresponde con la descripción del movimiento de la persona en Plaza Islas
Malvinas. Y efectivamente cruza la plaza hacia el punto B. Pero ahí terminan las coincidencias con
la descripción del movimiento de la persona, porque la gráfica representa un movimiento a ritmo
uniforme. No está detenido inicialmente junto al auto, ni frena y vuelve al creer que no tiene la
carpeta verde. La gráfica 3.2 B sí describe esto: durante un breve intervalo el objeto está quieto,
luego avanza a ritmo uniforme hasta el mural, allí disminuye el ritmo, poco después invierte el
movimiento y lo vuelve a invertir para llegar hasta B. Lo que resulta artificioso en la gráfica es que
los cambios de ritmo son “infinitamente bruscos”: el objeto va a ritmo uniforme salvo en cuatro
instantes en que el cambio de ritmo es instantaneo. En la gráfica 3.2 C, en cambio, el movimiento es
suave: el objeto está cambiando el ritmo de la caminata todo el tiempo, y en ningún momento el
cambio es brusco. Dependerá del problema que se desee resolver si consideramos mejor emplear
alguna de las tres gráficas para describir el movimiento. La que sin duda no podríamos emplear es
la gráfica 3.2 D. En el instante t1 la gráfica muestra lo que matemáticamente se conoce como
“discontinuidad”. Físicamente, lo que está mostrando es un objeto desapareciendo de un sitio y
apareciendo en otro. Los instantes como el t2 muestra sitios donde la gráfica no corresponde a una
función, porque para el mismo valor de la variable independiente corresponden varios valores de la
dependiente. Físicamente implicaría que el objeto está en varios sitios a la vez. Entonces, una
consideración física (estamos modelizando como partícula el movimiento de objetos materiales)
impone condiciones sobre la descripción matemática: la función del movimiento es continua.
Veremos más adelante que hay consideraciones sobre la derivabilidad que también son muy
importantes.
Figura 3.3
Consideremos ahora el vuelo de una gaviota, mostrado en la figura 3.3. El instante t=0 lo
consideraremos cuando la gaviota está en el sitio indicado como “B” en la figura. Este movimiento
no es en linea recta, así que no nos alcanza un único eje para describirlo, y por eso usamos dos ejes
con origen en la llama votiva de la plaza, eje X paralelo al camino de acceso al monumento y
positivo hacia el mar, y eje Y perpendicular a X, positivo hacia la coordillera. Veamos que en este
caso, a diferencia de las gráficas de la figura 3.2, sí nos encontramos con un movimiento en dos
dimensiones. Efectivamente, tiene sentido poner un paisaje detrás de modo que a cada punto del
sistema coordenado le corresponde un lugar en el paisaje. Es poco habitual poner el mapa, plano o
imagen del paisaje, pero es bueno pensar que siempre que representemos un sistema de ejes
coordenados hay un paisaje implícito: el marco de referencia.
Figura 3.4
¿Cómo es en este caso la función de movimiento? Observemos que ahora a cada instante de
tiempo le corresponde un punto del plano o, equivalentemente, un par de valores de las
coordenadas. Si queremos seguir pensando en términos de funciones de reales en reales necesitamos
entonces dos funciones: xgav(t) e ygav(t). En la figura 3.4 se muestran posibles gráficas para esas
funciones. Se recomienda nuevamente seguir la discusión sobre el sistema coordenado de la figura
3.3. En t=0 x=0 e y se encuentra en su máximo. A partir de ese momento ambas coordenadas
empiezan a cambiar, ambas disminuyendo (x hacia los negativos). El valor de x se aproxima a su
mínimo: el ritmo de cambio de x disminuye, se anula y cambia de signo. Ahora x empieza a
aumentar, mientras y alcanza el valor 0 manteniendo un ritmo grande y negativo. Luego, mientras x
alcanza el 0 a un alto ritmo, y se aproxima al mínimo, deteniendo e invirtiendo el ritmo de cambio.
Entonces x alcanza su máximo deteniendo e invirtiendo su ritmo de cambio. Y dinalmente, mientras
x alcanza el cero a un gran ritmo negativo de cambio, y alcanza un máximo menor al valor a t=0
con un ritmo prácticamente nulo.
Observemos que el mismo recorrido mostrado en la figura 3.3 puede ocurrir con distintas
funciones de movimiento. Ese recorrido es lo que llamamos trayectoria, y no tiene información
sobre el ritmo al que se recorren los lugares. Esa información sí está en las funciones de
movimiento xgav(t) e ygav(t).
Podemos pensar en la función de movimiento de un modo más sofisticado, aunque
equivalente: en vez de pensar que se trata de dos funciones de reales en reales podemos pensarla
como una función de reales en pares de reales: rgav(t) = ( xgav(t), ygav(t) ). Observemos que hemos
escrito r en negrita. Si estuviéramos escribiendo con lapiz y papel, o en un procesador de texto más
flexible, escribiríamos la r con una flechita encima, lo que indica que estamos hablando de
vectores1. Así, el par de funciones xgav(t) e ygav(t) se “sintetizan” en la función rgav(t) de “vectores
posición” en el tiempo.
Figura 3.5
Aquí aparece por primera vez la herramienta “vector”, combinada con la herramienta
“función”. Vale la pena hacer algunas aclaraciones. Por empezar, muchas magnitudes físicas son
vectoriales. Todas las cantidades vectoriales tienen propiedades en común por el hecho de serlo,
pero cada magnitud vectorial tiene características específicas que son únicas a esa magnitud y la
distinguen de las demás. El vector posición tiene, como todos los vectores, un módulo y
componentes (una componente por eje coordenado). Pero solo la posición tiene la característica de
“arrancar” en el origen y “terminar” en un punto del espacio. Un vector relacionado a la posición es
el vector desplazamiento, que es una diferencia de posiciones. La posición y el desplazamiento
“representan dos lugares” el origen y el final del vector (los “puntos intermedios” de la flecha con
que se representa al vector no son parte del vector, se los dibuja solo para poder visualizar al
vector). Veremos que el resto de los vectores no son así, no tienen nada que ver con “lugares” en el
espacio, aunque todos los vectores sí representan direcciones en el espacio. Solo los vectores
posición y despliazamiento tienen módulo y componentes en unidades de longitud (o metros, o
centímetros, etc) y por eso solo posiciones y desplazamientos pueden graficarse en el sistema de
1 Muchos libros de texto adoptan la convención de que los símbolos en negrita corresponden a vectores, por una
cuestión de practicidad editorial.
coordenadas con las escalas “del mapa”. La trayectoria de la figura 3.3 muestra infinitos vectores
posición. En la figura 3.5 se muestra uno, que corresponde al instante t ej. Para obtener sus
componentes, lo que se hace es evaluar cada función de movimiento en t ej: xgav(tej) e ygav(tej). Esa
evaluación se muestra en el inset de la figura 3.5. Obsérvese que el vector solo tiene sentido en el
“paisaje” donde se muestra el sistema de coordenadas: en las gráficas de función no tiene sentido
indicar vectores.
3.4- La Velocidad
Veamos qué sentido podemos darle a hablar de cambios de posición y del ritmo al que esos
cambios ocurre. Al discutir el movimiento mostrado en las figuras 3.3 y 3.4 hablamos de ritmos de
cambio sin precisar qué queremos decir con eso. Veremos aquí las herramientas matemáticas
involucradas en esa descripción.
¿Qué quiere decir que la posición cambia? En primer lugar, cada vez que hablemos de
cambios hablaremos de que ha transcurrido el tiempo entre dos instantes t A y tB. También nos
referiremos a una variable de estado. Como en cada instante un objeto de estudio está en un
determinado estado, toda variable de estado puede ponerse en función del tiempo. En este caso, la
variable de estado es la posición r(t). Que esa variable cambia significa que r(tA) y r(tB) tienen
valores distintos. El cambio de la variable de estado es la diferencia entre estos valores, ∆r = r(tB) –
r(tA). Todas estas ideas se usan a lo largo de todo el curso para referirse a los cambios de cualquier
variable de estado. En particular, el símbolo “∆” aparecerá a lo largo de todo el curso. En este caso,
el cambio de la posición tiene un nombre propio, “Desplazamiento” D = ∆r.
Concentrémonos ahora en un determinado instante t. ¿Cambia la posición en ese instante?
Obviamente no: ∆r = r(t) – r(t) = 0. Sin embargo, sí tiene sentido pensar que en ese instante la
posición está cambiando, lo cual significa que si esperamos un rato, por pequeño que sea, la
posición cambiará. ¿Cómo dar un valor a cuán rápido está cambiando la posición en ese instante?
Eso es lo que debemos representar matemáticamente, y cuando lo hagamos eso será el concepto de
velocidad.
Esta discusión parece absurdamente intrincada, sobre todo si recordamos que en la escuela
nos dieron una definición que parecía muy buena: “velocidad = espacio / tiempo”. Esto es un gran
ejemplo de “la fórmula de...” que discutimos en el capítulo 1, y es una definición inaprtopiada.
Vamos a desmenuzarla para ver los inconvenientes. Por empezar, la palabra “espacio” es
pavorosamente ambigua. En los usos prácticos del uso de “la fórmula de la velocidad”, cada vez
que reemplazamos un valor para “espacio” lo que ponemos es una distancia recorrida. ¿Y a qué
llamamos “tiempo” en esa fórmula? No es lo que llamamos t en este apunte, que es la variable
tiempo en dinámica, porque eso lo que nos dice es de qué instante estamos hablando y su valor
numérico depende de cuál sea el instante de referencia t=0. Más bien, la fórmula habla del tiempo
transcurrido mientras se recorría ese “espacio”. Entonces refinemos un poco la “fórmula de
velocidad” (a sabiendas de que la vamos a defenestrar) como “velocidad = distancia / ∆t”. Esta
“fórmula” todavía tiene problemas. La “distancia” es un número positivo. Técnicamente, se trata del
módulo del vector desplazamiento, y resulta insensible a si el objeto va para adelante, para atrás o
para un costado. La velocidad debería tener una orientación espacial, o sea, debería ser un vector.
Vamos a ensayar una “fórmula de velocidad” un poco mejor (pero mala de todos modos) que
captura estas características: “velocidad = ∆r / ∆t”. Esta velocidad es un vector que apunta en la
dirección del vector desplazamiento, que es mayor cuanto mayor el desplazamiento y cuanto menor
el ∆t. Parece una excelente velocidad, pero tiene un defecto fatal: ¿A qué instante corresponde?
Queremos que la velocidad sea una función de estado, que en cada instante tenga un valor bien
definido. En nuestra “fórmula de la velocidad” hay dos instantes, implicados en el símbolo ∆. Si
vamos de La Plata a Mar del Plata en cuatro horas por ruta 2 habremos hecho 350 km en 4 horas,
pero en el primer tramo por 44 no habremos superado los 60 km/h parando varias veces en
semáforos, habremos cambiado fuertemente de dirección en cada rotonda, habremos ido rápido en
medio de la Pampa pero aminorado velocidades en los pueblos, y tal vez hasta parado para ir al
baño. Nuestra fórmula nos da un número, algo así como un promedio cuya representatividad es
opinable, y lo que queremos es una función del tiempo con infinitos valores, uno en cada instante
(todos iguales si la velocidad es constante, pero ese sería un caso raro y especial).
La herramienta matemática que nos permite esto es la derivada. Y metodológicamente,
pasaremos de la idea de “la fórmula de...” (que no tiene cabida en este curso) a una definición
conceptual, como se discutió en la subsección 1.5.1. Observemos que las funciones de movimiento
son funciones continuas de reales en reales, es decir el tipo de objetos matemáticos tratados en el
análisis matemático. Cada una de las coordenadas en función del tiempo pueden ser derivadas, y el
resultado serán nuevas funciones del tiempo, con las siguientes propiedades:
1) Hay una función por coordenada.
2) Cada función tiene unidades de longitud sobre tiempo.
3) Si cada función es pensada como una componente, todas juntas representan un vector.
Asumimos entonces como definición formal de velocidad (el “=” es de definición, en el sentido
discutido en la subsección 1.6.1):
d
⃗v (t)= ⃗r (t) (3.1)
dt
Analicemos esta definición para aproximarnos a su significado. Por empezar, veamos la
relación con la “fórmula” v = ∆r / ∆t. El problema de esta expresión es que necesita de dos instantes
tA y tB, en términos de los que la “fórmula” se escribiría v = ( r(tB) – r(tA) ) / ( tB – tA ) . Recordemos
que la definición de derivada está muy ligada a cocientes de este tipo. Si t es un instante genérico
(equiparable a tA) y tB = t + ∆t, la “fórmula” se escribe v = ( r(t+∆t) – r(t) ) / ∆t, que sigue
implicando dos instantes. Pero si hacemos el límite cuando ∆t tiende a cero, el cociente de nuestra
“fórmula” pasa a ser la derivada. Esto nos da una forma útil de pensar la derivada: es la rapidez de
cambio, la constante de proporcionalidad entre un cambio infinitesimal 2 de la posición y un
transcurso infinitesimal de tiempo. Observemos que en nuestra “fórmula” podemos despejar ∆r: ∆r
= v ∆t. Si pensamos en el cambio de posición como una cantidad infinitamente pequeña, o
infinitesimal, y lo mismo hacemos para el lapso de tiempo, nuestra definición de velocidad nos
habilita a escribir dr = v dt, y entonces usando integrales definidas tendremos
tB tB
∆ ⃗r =∫ d ⃗r =∫ ⃗v dt (3.2)
tA tA
que es la relación que aparecerá cada vez que necesitemos calcular una diferencia finita. La
necesidad de integrar v dt en lugar de simplemente hacer v ∆t proviene del hecho de que v no es
constante en el intervalo de tiempo considerado. La integral tiene en cuenta todo lo que va
ocurriendo en el intervalo: podríamos pensarlo como la suma de todos los infinitesimales v dt en el
intervalo o, lo que es lo mismo, el “área bajo la curva” de las gráficas de cada componente entre el
instante tA y el tB.
Es importante para comprender el significado de la velocidad recordar el significado de la
derivada en relación a la gráfica y a la tasa de cambio que ya mencionamos. Para ser concretos
trabajemos sobre una de las gráficas de la figura 3.4:
2 El concepto de “cantidad infinitesimal” es considerado obsoleto en el análisis matemático desde mediados del siglo
XIX. Sin embargo, en las aplicaciones del análisis sigue siendo un concepto útil y extensamente usado.
Figura 3.6
Figura 3.7
3.5- La Aceleración
Figura 3.8
La aceleración es un vector. Por eso hereda las propiedades comunes a todos los vectores
(tiene módulo y tiene una componente por eje coordenado). Sus unidades son longitud dividido
tiempo al cuadrado, y por lo tanto si vamos a graficar un vector aceleración debemos agregar una
escala para esas unidades. Igual que en el caso del vector velocidad, las componentes de la
aceleración se obtienen de las funciones de movimiento, en este caso con la derivada segunda. En la
figura 3.8 se muestra en verde el vector aceleracipon en el instante t ej. La componente x es en este
caso negativa y grande, porque se ve que la tangente de x(t) está pasando rápidamente de positiva a
negativa, es decir la derivada se está reduciendo rápidamente. En cambio la componente y de la
aceleración es básicamente nula pues tej está cerca de un punto de inflexión: la derivada primera
pasa de aumentar a disminuir, por lo que la derivada segunda pasa por cero.
Lo discutido acerca de diferenciales en la sección anterior es válido aquí también.
Recordemos que un diferencial es un delta infinitamente pequeño, por lo que la función “se ve en
zoom” y es lineal. Entonces tenemos dv = a dt. Es muy importante notar que dv es un vector, y que
apunta en la dirección del vector aceleración, porque dt es un escalar. Pero la aceleración puede
apuntar en cualquier dirección comparado con la velocidad, y aquí es donde se ve la importancia de
que dv sea un vector. Discutamos varias posibilidades para comprenderlo. Supongamos que la
aceleración apunta en la misma dirección que la velocidad. Entonces dv = a dt es un vector que
apunta en la dirección de la velocidad si dt es positivo (ligeramente en el futuro) y en contra de la
velocidad si dt es negativo (ligeramente en el pasado). Esto se muestra en la figura 3.93.
3 El tamaño de las cantidades diferenciales, para poder visualizarlas, se exagera enormemente y parecerán cantidades
finitas. Debe recordarse que esas cantidades son “infinitamente pequeñas” al ver la figura.
Figura 3.9
Figura 3.10
Lo que ocurre es que, en términos coloquiales, el objeto está “frenando”, que en el lenguaje
cotidiano es lo contrario de “acelerar”. Eso lleva a un equívoco al decir que se trata de “aceleración
negativa”. Eso es incorrecto. La aceleración es un vector, no puede ser ni positiva ni negativa. Lo
que sí pueden ser positivas o negativas son las componentes, pero ese signo depende de cómo se
elija el sistema de coordenadas y no de si el vector apunta a favor o en contra de la velocidad.
Además la aceleración puede apuntar en cualquier otra dirección, como veremos en el siguiente
ejemplo, y ahí… ¿Qué signo le asignamos? No tiene sentido.
Supongamos ahora que la aceleración es perpendicular a la velocidad (figura 3.11). ¿Cómo
se está moviendo el objeto? En este caso dv es perpendicular a la velocidad.
Figura 3.11
Vemos que la velocidad ligeramente antes tiene una pequeña componente hacia un lado, y
ligeramente después una hacia el otro: el objeto está “girando” en la dirección de la aceleración.
Así, tanto si un objeto “acelera”, “frena” o “gira” en los sentidos coloquiales de esas
expresiones, el objeto tiene una aceleración en el sentido físico: el vector velocidad está cambiando
y por lo tanto su derivada no es nula. El objeto puede moverse con una aceleración que tenga tanto
componente en la dirección de la velocidad como perpendicular a ella. En ese caso estará “doblando
y acelerando” o “doblando y frenando” dependiendo de si la componente en la dirección de la
velocidad sea a favor o en contra, respectivamente. Nótese que la aceleración en un instante no se
relaciona en absoluto con la velocidad en ese instante sino con cómo está cambiando: un objeto en
un instante puede tener una enorme velocidad y una aceleración minúscula o nula, o una velocidad
minúscula o nula y una aceleración enorme.
Una vez definida la posición, hemos definido la velocidad como su primera derivada, y la
aceleración como su segunda derivada. ¿Seguiremos así definiendo la tercera, cuarta, quinta
derivada y así hasta el infinito? Algunos textos llaman “jerk” a la derivada de la aceleración, y
“bounce” a la del “jerk”. La cinemática no nos ofrece ninguna razón para detenernos salvo lo
incómodo de memorizar infinitos nombres. Será en el capítulo siguiente donde veremos una buena
razón en llegar a comprender la aceleración en algún detalle sin preocuparnos por las derivadas de
orden superior, porque la aceleración es la que se relaciona con las causas del movimiento. Por eso,
nuestra cinemática termina acá.
CAPÍTULO 4
CAUSAS DEL MOVIMIENTO
Interacciones, Leyes de Newton
Figura 4.1
La figura 4.1 ilustra el modo en que “la realidad” se recorta para analizarla físicamente. Por
un lado, debe elegirse un objeto de estudio. Debemos enfatizar que ese recorte no tiene por qué
corresponderse con lo que llamaríamos “objeto” desde el sentido común. Por ejemplo, el objeto de
estudio podría ser un elemento infinitesimal de aire, agua o un sólido. En este sentido es muy
importante la frontera, que no tiene por qué ser una “barrera” o un límite desde el punto de vista de
la percepción por sentido común. La frontera es una delimitación tajante entre lo que es y lo que no
es el objeto de estudio. Por ejemplo, si el objeto es un fragmento infinitesimal de agua (un volumen)
la frontera es la superficie imaginaria que limita ese volumen. En el caso de la dinámica la frontera
es impermeable, es decir que no fluye materia a traves de ella. Esa frontera es clave para la
dinámica. Una esquina de una mesa puede modelizarse como partícula y todo lo expuesto en el
capítulo anterior puede aplicarse, pero no es suficiente para la dinámica porque no está claro dónde
termina la esquina, cuánta materia contiene. Cómo se elige la frontera determina al objeto y también
al entorno. En el caso de la dinámica, el modelo que se usará es el de partícula (o sea, el objeto
estará caracterizado por funciones de movimiento) y además por un parámetro que llamaremos
masa, que caracteriza la cantidad de materia en el sentido químico, pero desde la dinámica se la
interpreta como una suerte de “contundencia” de la que hablaremos más adelante. Dado el modelo,
el objeto quedará caracterizado por “variables de estado” propias del modelo. En este caso, las
variables de estado serán todas las que puedan construirse con la masa y las funciones de
movimiento. Una vez planteado el modelo, el objeto de estudio no será ni verde ni fofo ni caro, solo
podremos caracterizarlo por sus variables de estado.
El entorno solo será relevante para el objeto por las acciones que haga. El entorno es todo
salvo el objeto de estudio, pero identificaremos todo lo que creemos que determina el movimiento
del objeto. Si el objeto es una fracción infinitesimal de agua, el entorno será las fracciones vecinas y
el planeta Tierra, pero no pedazos de agua a varios kilómetros de distancia ni Júpiter. La interacción
(inter – acción: acción mutua) ocurre a traves de la frontera. La doble flecha indica que si el entorno
actúa sobre el objeto, el objeto actúa sobre el entorno. El objeto es parte del entorno de cada uno de
los objetos que accionan sobre él. Así como el objeto está caracterizado por sus variables de estado,
las acciones están caracterizadas por variables de proceso: fuerzas, impulsos, trabajos. Las
interacciones también deben modelizarse.
A continuación establecemos ese universo ficcional que llamamos “la Dinámica”, que consta
de ciertos términos y de ciertos principios. Las pretensiones de ese universo son imperiales: los
principios que se apliquen a un meteorito o a la atmósfera de un exoplaneta deben ser los mismos
que apliquemos a un paquete de fideos. No puede haber excepciones ni asimetrías. Perseguiremos
esa coherencia aunque nos lleve a lugares incómodos, a conclusiones aparentemente absurdas. Solo
un experimento cuidadoso puede poner en duda nuestro universo ficcional.
Veamos qué tipos de variables de estado podemos tener. La más simple es las propias
coordenadas. También sus derivadas (componentes de las velocidades), derivadas segundas
(componentes de las aceleraciones), derivadas superiores, cualquiera de ellas multiplicadas por la
masa, potencias de cualquiera de ellas multiplicadas por alguna potencia de la masa, etc. Podemos
hacer infinitas funciones de estado. ¿Todas ellas cambian solo como consecuencia de acciones del
entorno?
Imaginemos un meteorito en medio de la nada. O no tan nada, puede haber un planeta con
un telescopio que lo observe, pero lejos. O una nave espacial. Algo que pueda hacer de marco de
referencia, pero que no esté accionando sobre el meteorito. Y consideremos sus coordenadas. Si el
meteorito se mueve respecto de la nave o del telescopio… ¿Algo lo empuja? Desde la perspectiva
del aristotelismo lo empuja el Primer Móvil, o sea Dios. Desde la Dinámica no, supondremos que
no hace falta que un agente “empuje” al meteorito para que este se mueva. Entonces, sus
coordenadas cambian sin necesidad de una acción externa. En cambio, las primeras derivadas de las
coordenadas (las componentes de las velocidades) permanecen invariables, y entonces las derivadas
segundas (las componentes de la aceleración) serán nulas.
Imaginemos ahora un carrito de supermercado. ¿Necesita ser empujado? Nuestra
experiencia cotidiana nos dice que sí, pero entonces ¿Son los carros de supermercado y los
meteoritos esencialmente diferentes? Aspiramos a que no, como partículas con masa deberían ser
completamente análogos. ¿Qué diferencia al carrito del meteorito? Bueno, el carrito no está “en
medio de la nada”, está en un supermercado. Si dejamos de empujar no se detiene de inmediato, y si
el carrito es como el meteorito deberíamos concluir que algo lo frena. ¡El piso! Si en lugar de
baldosas fuese hielo, el carrito tardaría más en frenarse, y podemos imaginar un piso perfectamente
resbaloso, “ideal”, en el que el carrito no se detenga: el carrito es entonces como el meteorito. Si
debemos empujarlo en el supermercado es porque el suelo empuja para el lado contrario: si
mantenemos la velocidad del carrito constante será porque nuestra acción sobre el carrito y la del
suelo se compensan exactamente.
Hay una ficción alternativa, habitual en el sentido común, que dice que si un objeto se
mueve es porque hacemos más fuerza que el suelo, “vencemos” esa fuerza. Eso no es la Dinámica.
El problema con esa ficción alternativa es que si la adoptamos, el meteorito no puede ser como el
carrito. Habría leyes para el movimiento de carritos por un lado y leyes para el movimiento de
meteoritos por otro. La Dinámica rechaza esta distinción. Otra ficción alternativa dice: “ah, pero si
se está moviendo es porque en algún momento se le hizo fuerza”. Aha… ¿Y quién dice que los
meteoritos se crearon quietos? El problema de esta ficción alternativa es que podemos inventar
cualquier cosa sobre el pasado. En nuestra ficción, la de la Dinámica, no hay memoria de las
interacciones. La única memoria posible está en el estado del objeto: si ahora está en tal posición y
tiene tal velocidad, es cosa de su historia. Lo que ocurra con el movimiento en el intervalo de
tiempo que observamos solo se podrá explicar por lo que las acciones hagan en ese intervalo.
⃗p=m ⃗
v (DEFINICIÓN DE CANTIDAD DE MOVIMIENTO) (4.1)
(El signo “=” en este caso funciona como un “igual de definición). Ojo: p no es “posición”, es
cantidad de movimiento, que es muy distinto. Si un objeto acelera, cambiará la velocidad, y por
lo tanto cambia la cantidad de movimiento. La masa no puede cambiar. Si cambia, significa que el
objeto de estudio se eligió mal. Entonces, el cambio de cantidad de movimiento indica que el
entorno ha accionado sobre el objeto. Lo mismo puede concluirse si se observa que cambia la
velocidad, pero la cantidad de movimiento es más representativa porque incluye la masa.
En Dinámica hay tres cantidades que caracterizan interacciones entre objetos: impulsos,
trabajos y fuerzas. Los tres, como veremos, están fuertemente interrelacionados. Ninguno de los tres
términos significa lo que las palabras designan en el lenguaje coloquial. En la formulación
newtoniana de la Dinámica la fuerza se entiende como la fundamental, y el trabajo y el impulso se
definen a partir de esta, pero el orden puede invertirse y se invierte en otros formalismos de la
Dinámica. En esta introducción definimos informalmente el impulso y mostramos cómo la fuerza
puede entenderse a partir de él porque es más facil de visualizar el impulso que la fuerza, pero luego
daremos la formulación a partir de fuerzas cuando introduzcamos nuestros principios, las “Leyes de
Newton”. En el capítulo siguiente veremos reemerger el Impulso a partir de un teorema que se
deduce de estas leyes.
Figura 4.2
En la Figura 4.2 volvemos a mostrar el esquema que empleamos para analizar físicamente la
realidad en un enfoque analítico, agregando una primer parte de la forma en que representamos
matemáticamente el esquema en el contexto de la Dinámica y cuando el objeto se modeliza como
partícula con masa. Empecemos por el lado izquierdo de la figura: el objeto de estudio está
modelizado como partícula, y la variable de estado que resulta afectada por acciones sobre él es la
cantidad de movimiento, que por definición es el vector resultante de multiplicar el escalar masa por
el vector velocidad, cuyas componentes son las derivadas de las coordenadas respecto del tiempo.
Además de elegir un objeto con frontera definida elegimos un intervalo temporal de análisis,
digamos entre los instantes tA y tB. El estado dinámico, caracterizado por la cantidad de movimiento
p, cambiará entonces entre los valores p(tA) y p(tB):
∆ ⃗p=⃗p (t B )−⃗p(t A ) (4.2)
∆p puede ser nulo, en cuyo caso o bien no hay acciones del entorno sobre el objeto, o bien esas
acciones se cancelan entre sí en el intervalo considerado. Nada podremos decir de las acciones antes
o después del intervalo. ∆p bien puede cambiar de dirección (cambiando más de una componente)
sin cambiar de módulo, o cambiar de módulo sin cambiar de dirección, o ambas cosas a la vez. En
todos esos casos los objetos del entorno han actuado sobre el objeto de estudio sin cancelarse entre
sí. Como ya vimos, esto implica que el objeto cambia de velocidad, o sea que acelera. Esto es el
lado derecho de la figura 4.2, que considera lo que ha ocurrido al objeto de estudio.
Vamos ahora al lado derecho, el de las acciones de los objetos del entorno, con la intención
de que funcionen en el contexto de un “=” de ley física (matemáticamente, una ecuación). Es decir,
no se trata de definir una cantidad a partir del ∆p, sino de definir una cantidad que tendrá sentido
independientemente del ∆p, y que igualaremos a ∆p a partir de una ley, una “verdad del universo
ficcional” de la Dinámica. Por lo mismo tampoco se trata de una identidad, no podremos demostrar
matemáticamente la igualdad a partir de meras definiciones. Caracterizaremos las acciones de cada
uno de los objetos del entorno del objeto de estudio durante el intervalo entre tA y tB como un
vector, porque la acción tiene tanto una intensidad como una orientación en el espacio.
Introduzcamos antes una herramienta metodológica, el diagrama de interacciones. Supongamos que
llamamos A a nuestro objeto de estudio, y que llamamos B, C, D y E a los objetos del entorno que
accionan sobre el objeto de estudio. En este caso hay cuatro objetos actuando sobre A (Figura 4.3).
Figura 4.3
Figura 4.4
Concentrémonos nuevamente en el objeto A. Cada una de las acciones sobre A en el intervalo entre
tA y tB es, como dijimos, un vector, que llamaremos “impulso”. Por ejemplo, el impulso que C hace
sobre A será I⃗CA (obsérvese los subíndices: a la izquierda va el objeto que acciona, a la derecha
el objeto que padece la acción). Simétricamente, en la figura 4.4 vemos que hay una acción que A
hace sobre C, que llamaremos I⃗AC . ¿Cuál es la relación entre ambas? Si queremos respetar la
“democracia entre móviles” de la que hablamos en el capítulo 2 deberíamos tener:
I⃗AC =−I⃗CA (4.3)
En efecto, bien podríamos haber decidido que los objetos A y C son un solo objeto, el objeto AC, y
como un objeto no puede accionar sobre sí mismo esas acciones mutuas deberían cancelarse. Pero si
A es el objeto, entonces C es otro objeto que acciona sobre él y no tiene sentido sumar esas fuerzas.
La expresión 3.3 es el espíritu de la Tercera Ley de Newton, que es la que simetriza entre distintos
objetos en inter-acción y que introduciremos en la próxima sección.
Tenemos entonces nuestro diagrama de interacciones, y por lo tanto tenemos sobre el objeto
de estudio una serie de impulsos actuando en el intervalo considerado. Un principio implícito (o
sea, no formulado) de la Dinámica es que el efecto total de todas las acciones sobre un objeto es la
suma vectorial de las acciones debidas a cada objeto. Esto es lo que llamamos ∑I en la figura 4.2.
En el ejemplo del diagrama de interacciones de la figura 4.3, esto es ∑I=IBA+ICA+IDA+IEA, donde el
“=” debe ser entendido como una identidad matemática, pues eso es lo que significa la sumatoria ∑.
Ahora que tenemos definido por un lado ∑I y por otro ∆p, el primero representando las acciones de
los objetos del entorno sobre el objeto de estudio, y el segundo el cambio de estado del objeto de
estudio, podemos establecer una “ley física”, una “verdad de nuestro universo ficcional” de la
Dinámica, igualando ambas cantidades con el signo “=” en el sentido de las ecuaciones. La igualdad
“física”, mostrada en la figura 4.2, es el germen de la segunda ley de Newton, que se expone en la
próxima sección.
Antes de pasar a la exposición sistemática de los principios de la Dinámica ya esbozados
aquí, necesitamos esclarecer qué queremos decir con la palabra “fuerza” en física. Esta es una de las
palabras más complejas de abordar por la “contaminación” del sentido coloquial que damos a la
palabra. Por ejemplo, en lo coloquial suele concebirse la fuerza como algo que hace un ser vivo, o
un agente activo como algo dotado de motor. Otras acciones como el roce o un obstáculo suelen ser
pensadas de otras maneras, como en categorías aparte. La Dinámica no hace nada de esto. Las
“fuerzas”, como los “impulsos”, tienen todas el mismo carácter, las mismas unidades y los mismos
efectos dinámicos. Si pateamos una pared haremos una “fuerza” sobre ella, y la pared hará una
“fuerza” sobre nosotros, en todo aspecto absolutamente análoga. Otro aspecto de la fuerza en
Dinámica, y que la distingue de lo que hemos llamado “impulso”, es que la fuerza es algo que está
ocurriendo en cada instante (el impulso, en cambio, es algo que sucede a lo largo de todo un
intervalo). Este es el aspecto clave: entre los instantes t A y tB el objeto C no tiene por qué haber
actuado siempre igual sobre A. Tal vez la acción fue creciendo, o decreciendo, o rotando, o tuvo un
pico en el medio. Acá tenemos el mismo dilema que cuando introdujimos la idea de velocidad:
necesitamos un intervalo para poder hablar de un cambio en la cantidad de movimiento, pero al
tener todo un intervalo nos topamos con el problema de que a lo largo del intervalo puede haber
variaciones. Recomendamos refrescar la subsección 3.4 y los conceptos centrales de la idea de
derivada. Suponganos que consideramos un intervalo tan corto que podemos considerar que la
acción de cada objeto es constante en ese intervalo (es un intervalo “infinitesimal”, como ya hemos
definido). En ese intervalo, será válido que:
d
d ⃗p =( ⃗p ) dt
dt
Es decir, que un cambio infinitesimal de la cantidad de movimiento es la derivada de la cantidad de
movimiento por el tiempo infinitesimal transcurrido. En ese mismo intervalo infinitesimal de
tiempo, cada objeto hará sobre el objeto de estudio un impulso infinitesimal, que es proporcional al
tiempo transcurrido. Postulamos que la constante de proporcionalidad entre el impulso infinitesimal
y el tiempo infinitesimal es el “vector fuerza”
δ ⃗I = ⃗
F dt
con lo que la “fuerza” es una suerte de derivada del impulso. La fuerza es una función del tiempo: si
el impulso por unidad de tiempo es mayor, la fuerza es mayor.
En la sección anterior se dio un pantallazo de cómo operan los conceptos y los principios
como un todo articulado. En esta sección formularemos los principios por separado, pero no debe
perderse de vista que cada uno de estos principios solo tiene sentido en conjunción con el resto.
Estas son las “verdades inventadas” de la Dinámica de las que deduciremos todas las demás. Como
tales, las supondremos válidas sin excepción toda vez que hagamos razonamientos en el contexto de
la Dinámica.
La relación mostrada en la figura 4.2 entre cambios de estado y acciones del entorno tiene
un inconveniente formal muy severo: mientras que la sumatoria de impulsos se refiere a las
acciones sobre el objeto de estudio, el cambio de la cantidad de movimiento alude solo al
movimiento de este, y ese movimiento depende del marco de referencia. Siempre puede elegirse un
marco respecto del cual el objeto de estudio no se mueva, con lo cual siempre puede hacerse ∆p=0.
Parece entonces que ∑I = ∆p no tiene contenido a menos que especifiquemos en qué marcos de
referencia esa relación es aplicable. El contenido de la primera Ley de Newton es: existen ciertos
marcos de referencia que son aquellos en que la Dinámica es válida. Son los llamados marcos
inerciales de referencia.
La formulación que suele aparecer en libros e Internet suele malinterpretarse. Vamos a
formularla aquí como habitualmente se expone pero desmenuzaremos su significado para mostrar
cómo se conecta con el tratamiento dado a esta Ley en este curso. Una formulación de esta Ley es:
“un cuerpo libre se mueve en linea recta con rapidez constante”. Si observamos la relación ∑I = ∆p
esto parece un caso especial de esa relación: un cuerpo libre es uno sobre el que ∑I = 0, por lo que
∆p = 0, por lo que p no cambia, por lo que el movimiento es a velocidad constante. Si fuera así,
bastaría con la segunda ley, que como veremos es la que está detrás de la relación ∑I = ∆p. La
razón por la que esa conclusión es incorrecta es que el “cuerpo libre” al que alude la frase no es un
objeto de estudio, sino un “objeto testigo” para evaluar el marco de referencia.
Figura 4.5
En la figura 4.5 se ilustran dos situaciones en las que alguien estudia el movimiento de un
objeto, que por lo tanto es el “objeto de estudio”, respecto de un marco de referencia, con el fin de
aplicar los principios de la Dinámica. Esa persona deberá evaluar si el marco de referencia es
apropiado, para lo cual utiliza un “objeto testigo”, que en el caso de arriba es un fuentón con agua, y
en el segundo caso un objeto del que se tengan razones para pensar que no hay acciones sobre él. Si
el agua dentro del fuentón se sacude o se va hacia un costado, el observador descartará usar el
marco de referencia para usar la dinámica. En el segundo caso el observador determinará si el
objeto testigo se mueve o no a velocidad constante. Si no lo hace, hará lo mismo que en el caso que
viera el agua del fuentón sacudiéndose: el marco no es adecuado para la dinámica.
La Primera Ley de Newton da entonces un criterio para decidir si un determinado marco de
referencia es o no inercial. Se basa en la observación de un “objeto testigo” distinto del objeto de
estudio. Si un marco de referencia es inercial, cualquier marco que se mueva a velocidad constante
respecto de él será inercial, y cualquiera que acelere, frene o gire respecto de un marco inercial será
un marco no inercial. Las dos Leyes de Newton que siguen se deben aplicar en marcos inerciales de
referencia.
Figura 4.6
Para comprender cómo se aplica la segunda ley de Newton en una situación concreta,
supongamos que dada la situación ya hemos hecho el diagrama de interacciones para el objeto A
mostrado en la figura 4.3. Cada uno de los objetos B, C, D y E hace sobre A una fuerza: FBA, FCA,
FDA y FEA respectivamente. La sumatoria de fuerzas es entonces la suma vectorial FBA + FCA + FDA +
FEA. La suma vectorial puede hacerse gráficamente, pero para su tratamiento analítico debe hacerse
la suma componente a componente. Para esto, hacemos la gráfica de las fuerzas que corresponde a
la situación (figura 4.7). Supongamos que nuestro sistema de coordenadas (el que hayamos decidido
usar para estudiar el movimiento de A) tiene unos ejes llamados “z” y “w”. Las fuerzas no son
posiciones, son vectores cuyas unidades son las de la derivada de p respecto del tiempo, es decir
masa por longitud sobre tiempo al cuadrado4.
Figura 4.7
Entonces, para graficar fuerzas en el “paisaje” debería introducirse una escala en esas unidades,
análogamente a como se hizo para la velocidad y la aceleración. Pero aquí vamos a introducir otra
novedad metodológica: vamos a evitar dibujar fuerzas en el paisaje. La razón es que las fuerzas
representan acciones que unos objetos hacen sobre otros, y al dibujar en el paisaje suele resultar
confuso cuál es el objeto que hace la fuerza y cuál es el que la recibe. Entonces lo que haremos es
4 Si la masa se mide en kilogramos, la longitud en metros y el tiempo en segundos, la unidad Kg m / s2 recibe el
nombre de “Newton” N.
graficar las fuerzas sobre el objeto A en un sistema de ejes propio para A, y así para cada objeto al
que querramos aplicar la segunda ley de Newton. En algunos libros llaman a esta gráfica “el
diagrama de cuerpo libre”. Estos ejes estarán orientados igual que los del sistema de coordenadas,
pero no representan lugares sino fuerzas. El origen no es la posición del objeto sino la fuerza nula.
Por lo tanto hacer un dibujito del objeto en esa gráfica no es buena práctica. Observemos ahora que
la segunda ley de Newton es una igualdad entre vectores: eso significa que cada componente de la
suma de fuerzas es igual a cada componente de la derivada temporal de la cantidad de movimiento.
La correspondiente expresión analítica se muestra en la figura 4.7. Estas componentes pueden ser
un dato (si la fuerza es conocida y se la descompone) o una incógnita. A veces se desconoce el
módulo de la fuerza y se conoce el ángulo, o vice versa. En cada caso, la cantidad desconocida
recibirá el tratamiento de incógnita en un sistema de ecuaciones.
La segunda ley de Newton permite definir el concepto clave de equilibrio dinámico: un
objeto está en equilibrio dinámico si su cantidad de movimiento no varía. Esto puede significar que
en nuestro marco (¡inercial!) el objeto de estudio está quieto, o que se mueve a velocidad constante
(no “acelera”, no “frena”, no “dobla”). Entonces la derivada de p es cero. La Segunda Ley implica
entonces que la suma de fuerzas en ese instante es cero: o bien no hay fuerzas (como en el caso del
meteorito) o bien las fuerzas se cancelan (como en el caso del changuito a velocidad constante).
Finalmente, observemos que la derivada de p respecto del tiempo es la derivada de mv.
Como en el modelo de partícula con masa la frontera no debe permitir el flujo de materia, m es
constante, y por lo tanto la derivada de p es por definición ma. Como m es un escalar positivo, la
segunda ley de Newton implica que la dirección de la suma de las fuerzas sobre un objeto es igual a
la masa por la aceleración de ese objeto. Por lo tanto, aplicando lo visto sobre aceleraciones
podemos llegar a conclusiones importantes sobre las fuerzas: si un auto dobla el suelo hace una
fuerza sobre el auto en la dirección de la curva. Si un objeto frena, la fuerza total sobre el objeto
apunta en contra de la velocidad. Etc.
Ya vimos que la simetría entre objetos y la libertad de elegir el objeto nos obliga a que, si los
objetos A y C están inter-actuando, el impulso de A sobre C debe ser el exacto opuesto del impulso
que C hace sobre A en cualquier intervalo. Esto, llevado a instantes, es la tercera ley de Newton:
F⃗AC =−F⃗CA TERCERA LEY DE NEWTON
Esta relación (que es una ley, es decir que en nuestro universo ficcional siempre es válida sin
excepciones) suele malinterpretarse. Es fundamental notar que A y C son objetos distintos. Por lo
tanto, si aplicamos la segunda ley de Newton sobre A en la suma de fuerzas entrará FCA, pero no
FAC, que es una fuerza sobre C. Si sobre A actúan dos fuerzas, FBA y FCA, y A está en equilibrio,
resulta de la segunda ley de Newton que FCA+FBA=0, o sea FBA=-FCA. Esa última igualdad no tiene
nada que ver con la tercera ley, ambas son fuerzas sobre A, es un caso particular de la segunda ley.
No tiene sentido decir que las fuerzas FAC y FCA “se cancelan”, porque al actuar sobre objetos
diferentes no habría por qué sumarlas. Solo si consideramos los objetos A y C como uno solo, el
objeto “AC”, tendría sentido “cancelarlas”, pero claro que en ese caso no hubiéramos incluido
desde el vamos esas fuerzas internas, así como no consideramos fuerzas que una parte de A hace
sobre otra parte de A.
La tercera ley es facil de aprender. Lo que no es siempre facil es reconocer en contexto
cuándo se la debe aplicar. Digamos que empujamos un mueble con una fuerza FNM (N de “nosotros”
y M de “mueble”). El mueble estará haciendo sobre nosotros la fuerza FMN, de exactamente el
mismo módulo y en sentido opuesto. Si en un momento dado el mueble empieza a deslizarse sale
del equilibrio (supongamos que nosotros mantenemos el equilibrio) pero FMN sigue siendo
exactamente la opuesta de FNM. Lo que sí será cierto es que, por la segunda ley, FNM más todas las
otras fuerzas sobre el mueble ya no son cero (el mueble acelera), y en cambio FMN más todas las
demás fuerzas sobre nosotros da cero, nos mantenemos en equilibrio. No es una contradicción en
absoluto, porque “todas las demás fuerzas sobre el mueble” y “todas las demás fuerzas sobre
nosotros” son fuerzas muy distintas.
Hemos dicho que ambos miembros de la segunda ley de Newton (la sumatoria de fuerzas y
la derivada de p) tienen sentido por separado, ninguno funciona como definición del otro. Con lo
visto hasta aquí, eso es claro para la derivada de p, que como vimos es ma, y puede entenderse
simplemente observando el movimiento del objeto. Para que ocurra lo mismo con la suma de
fuerzas deberíamos ser capaces de predecir cómo son las fuerzas independientemente de la segunda
ley de Newton. Esto es lo que se hace cuando se da un modelo para las fuerzas. En esta sección
expondremos algunos de los modelos de fuerzas más comunes en la dinámica, y en la sección 3.6
los usaremos en conjunción con las tres leyes en una serie de ejemplos de uso.
(incluir elástica, obstáculo cuerda, obstáculo superficie, roce seco, roce viscoso)
En esta sección ilustraremos con ejemplos el uso de las leyes de Newton. Antes de pasar a
ellos, algunos consejos. No es buena idea tratar de estudiar los ejemplos “para ver cómo se hacen
las cuentas” sin intentar comprender todo lo precedente. Los ejemplos son formas de ayudar a
entender la teoría, no la reemplaza ni es “la parte útil”. Solo entendiendo la teoría a través de los
ejemplos uno puede tener confianza en poder resolver situaciones nuevas. Al estudiar solo a traves
de los ejemplos, y tratando de extrapolar, de actuar de modo similar en otras situaciones, lo que se
hace inadvertidamente es crear una teoría desde los ejemplos, una que dice cosas como “cada vez
que hay un problema con tales situaciones se hacen tales cuentas”. Esa teoría suele ser muy
deficiente. Nada reemplaza una cabal comprensión del uso de los términos y los conceptos teóricos
en el análisis y resolución de un problema.
En conexión con lo mismo, en estos problemas se verá una profusión de comentarios
metodológicos además de “las cuentas”. Todo es parte de los ejemplos, es vital para conectar con la
teoría. Por lo tanto no se debe decidir a la ligera ignorar partes porque “divagan” o parecen muy
desconectadas de lo que uno percibe como importante. Si párrafos enteros parecen no tener nada
que ver o distraer del material, los lectores deberían considerar seriamente que tal vez se estén
perdiendo de algo y trabajar el material con compañeros y/o docentes.
3.6.2- ¿Cuánto “pesa” el pan en el ascensor?
6.9.1- La Viscosidad
6.9.2- Turbulencia
6.9.5- Capilaridad
CAPÍTULO 7
ONDAS MECÁNICAS
7.5.3- Relaciones