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El Arte del Hip Hop (III): Sobre Kendrick Lamar

En 1994 Nasir Jones –un rapero de 20 años y originario de Queens, Nueva York– grabo su primer
álbum titulado “Illmatic”; el álbum, de solo 9 canciones, se convirtió –casi inmediatamente– en
un clásico dentro de canon del hip hop. Nas (Nasir Jones) había logrado algo sin duda maravilloso:
una producción cuidada y heterogénea que, a través de una lírica prodigiosa, retrataba la vida y la
muerte en las viviendas sociales de Queensbridge. “Illmatic” es una especie de Bildungsroman,
es decir las memorias de un Nas niño que se hace adulto –la portada del álbum, por ejemplo, es
un montaje de las viviendas de Queensbridge con una fotografía de Nas cuando niño.
Nas narra, sin embargo, evitando la indulgencia y la lastima, al contrario, su lenguaje es profético:
denuncia, exalta, recrimina y vivifica al mismo tiempo que nos habla sobre drogas, dinero,
violencia, pobreza o las vidas dispersas y quebradas de sus amigos encarcelados o muertos. Nas,
con este álbum, nos muestra la potencia poética del hip hop que, a diferencia de gran parte de la
música popular, conserva un particular carácter, digamos, subversivo. Esta especie de débil fuerza
mesiánica no proviene, como comúnmente se cree, de la situación de discriminación de la
comunidad afroamericana; o, mejor dicho, no se explica simplemente por esta situación, sino que
proviene, de una atenta lectura e identificación de su sufrimiento con el mensaje mesiánico de la
Biblia. Aquí que la afirmación de Harold Bloom no sea más cierta: la religión es también la poesía
del pueblo.
El carácter poético del hip hop no es de naturaleza simbólica o mitológica sino alegórica. Así, por
ejemplo, en “Illmatic” las letras de Nas construyen una serie de correspondencias que nos remiten
a una de serie imágenes –sencillas, casi descriptivas, o muchas veces crudas y vulgares– de las
cuales depende la misma interpretación de las palabras (la portada del álbum es también una
alegoría). Aquí que la simple narración o descripción de algunos hechos –el elaborar imágenes–
se convierta, recordando a Dante y su peculiar averroísmo, no solo en un hecho poético pleno,
sino, en un verdadero uso del pensamiento. Un buen ejemplo de esta afirmación es este verso de
la canción “The World is Yours” (“El Mundo es Tuyo”) donde las imágenes se confunden con la
misma interpretación: “Thinkin' a word best describin' my life to name my daughter/ My strength,
my son, the star will be my resurrection/Born in correction, all the wrong shit I did/ He'll lead a
right direction” (“Pensando en la mejor palabra que describa mi vida para nombrar a mi hija/ Mi
fuerza, mi hijo, la estrella será mi resurrección/ Nacido en corrección, toda la mierda mala que
hice/ Él la llevara en la correcta dirección”).
Estos versos nos remiten a la imagen bíblica –contenida en Lucas 6:43-45 y Mateo 12:33-35– del
árbol que se conoce por sus frutos –y que, de alguna forma, funcionan como un espejo respecto a
la maldición bíblica del tormento que sufren los hijos como consecuencia de los pecados de sus
padres. Walter Benjamin, escribía en una anotación hecha para “El libro de los Pasajes” que: “(…)
las épocas que tienden a la expresión alegórica siempre experimentan una crisis del aura”. Esto
es cierto tanto para el Queensbridge de Nas o para el Compton de Kendrick Lamar. No es
casualidad que, por esto mismo, Kendrick Lamar cite el famoso verso de Nas en "N.Y. State of
Mind": “I never sleep –'cause sleep is the cousin of death” (Yo nunca duermo/ porque el sueño es
el primo de la muerte”) –otra imagen, a la vez, bíblica (por ejemplo, Salmos 13:3) y griega (por
ejemplo, en La Ilíada, vv. 676 y ss.), en su preciosa canción “Sing About Me, I'm Dying of Thirst”
(Canta sobre Mí, Yo estoy Muriendo de Sed”).
La canción de Kendrick Lamar es un ejercicio extraordinario en la creación dramática. “Sing
About Me, I'm Dying of Thirst” tiene una duración de 12 minutos y se encuentra dividida en dos
secciones; en la primera parte se puede escuchar tres diferentes voces: la primera es la del hermano
de un amigo muerto de Kendrick que le pide que cuente la historia de su hermano cuando sea
famoso, la segunda persona es la hermana de una amiga muerta de Kendrick que, al contrario de
la primera voz, pide que no cuenta nada de ella –o su hermana– en su nuevo álbum y, por último,
es el mismo Kendrick que responde a esta dos voces: lo hace preguntando si, acaso, alguien
cantará sobre el cuándo esté muerto. La segunda parte –que se parece, de cierto modo, a un coro
griego– finaliza y responde a las tres voces que dialogan en la primera parte. Esta canción es parte
del segundo álbum de Kendrick Lamar “Good Kid, M.A.A.D. City”; un álbum que, al igual que
el Ulises de Joyce, retrata un día en la vida de un Kendrick Lamar adolescente.
Kendrick Lamar nació en 1987 en Compton, California y es, tal vez, el “MC” más interesante,
prolífico y heterogéneo de su generación. Su tercer disco y su obra maestra “To Pimp a Butterfly”
nos muestra la producción de un disco que amalgama el jazz, el funk, y el soul con letras que
buscan encontrar en la memoria larga de los afroamericanos –utilizando la terminología de Silvia
Rivera Cusicanqui– los fragmentos dispersos que construyen su presente –que es, justamente, el
presente que Kendrick Lamar quiere cuestionar. En este álbum se pueden escuchar las
características musicales más sorprendentes de Lamar: sus diferentes voces, su preciso control
vocal poliritmico y su extraordinaria capacidad narrativa. De cierta manera, podríamos comparar
–aunque de manera muy restringida– a Kendrick Lamar con el gran poeta estadunidense A. R.
Ammos. Ambos comparten cierto registro, digamos, transcendental que, no obstante, recurre a
imágenes que podrían describirse como sencillas o vulgares. Pero, sobre todo, ambos comparten
un sentido extraordinario del ritmo que hace suya la máxima de T.S Eliot: la poesía no es más que
un sistema de puntuación.
Kendrick Lamar pertenece, por lo tanto, no solo al canon del hip hop; a través de su música es
posible recorrer una tradición que nos remite hasta Homero y la Biblia. Y, sin embargo, es también
un músico contemporáneo que puede hacer, con muchísima naturalidad, duetos con Maroon 5 o
Taylor Swift; aquí que, la calidad de un poeta pueda medirse por su natural disposición al cambio
–que, como el agua, debe imitar la forma que lo contiene. Cada uno de los álbumes y las
colaboraciones de Kendrick Lamar prueban este último punto.

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