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Liberalismo
Liberalismo
Resumen
La búsqueda de un orden social ideal que incorpore toda la gama de diversidades que en
el mundo existe, es un esfuerzo de la mayor importancia y complejidad. Empero,
también una utopía. Dentro de una aspiración tan elevada, cabe pensar que quien se
empeña en diseñar un mundo perfecto, lo que en realidad pretende es dominar el
mundo. Afortunadamente, un buen número de individuos están dedicados a prevenir
tales desviaciones y a demostrar que todo orden social –imperfecto por naturaleza–,
antes que desmontarlo, debe preferiblemente ser reformado y mejorado.
Bastante menos pretensioso, mas no por ello trivial, este ensayo consiste en indagar si el
liberalismo ofrece opciones factibles y sustentables, con base en una idea de libertad
más concreta y menos vulnerable, como alternativa al orden social actual.
Palabras claves
1
Hayek, F. A.: Camino de servidumbre, 2ª reimp., trad. José Vergara, Alianza Editorial, Madrid, 2003, p.
29.
2
Hayek, F. A.: Principios de un orden social liberal, Unión, Madrid, 2001, pp. 23-24.
3
Observa Caridad Velarde que, más que una teoría o una ideología, se trata “más bien de un enfoque que
pueden compartir tendencias muy diferentes, ya que se comprenden en ese concepto todos aquellos
sistemas que no son el liberalismo evolutivo”. Cfr. Velarde, C.: Hayek, una teoría de la justicia, la moral
y el derecho. Civitas, Madrid, 1994, p.129, nota a pie de página.
4
Considérese, sin embargo, la ciudad de Brasilia, en Brasil, cuya creación sí obedeció a un proyecto
concebido y ejecutado por un grupo de personas públicas y privadas, encabezado por el entonces
presidente Juscelino Kubitschek, quien podría ser considerado esa “mente única”. Además, la ciudad se
creó con el fin de difundir la modernización y contribuir a la identidad nacional brasileña, de modo que,
en lo que a designio y fines concierne, este modelo real concuerda con el enfoque constructivista descrito
por Hayek, aunque se trata de un caso excepcional.
Pero la idea que dibuja el modelo liberal continental con trazos constructivistas
no se limita al boceto expuesto supra, como se verá más adelante cuando se analicen las
diferencias que caracterizan a los órdenes artificiales y espontáneos 5 .
Con respecto al enfoque evolucionista, parece más sencillo de entender que un
orden social sea el resultado de la concatenación de una serie de circunstancias en un
determinado espacio y tiempo, que evoluciona al ritmo de los acontecimientos que se
producen por la acción y en el contexto del grupo humano que lo conforma, y que todos
sus elementos son respuestas a los requerimientos y necesidades exigidos por las
mismas circunstancias, que han debido ser descubiertas a partir de un método básico de
ensayo-error y progresivamente mejoradas. Sería el caso de los órdenes sociales
actuales, cuya procedencia data de miles de años y que, de acuerdo con lo que registra la
Historia es, como sostiene Hayek, el resultado de un proceso evolutivo. Pero también
cabe encuadrar en este orden a los subórdenes como las asociaciones involuntarias 6 , de
donde se observa que el racionalismo evolucionista defendido por el liberalismo
anglosajón tiene ciertas notas disonantes con el ideal de libertad e igualdad que
propugna, como se intentará demostrar más adelante.
5
Véase § 2.1.
6
Walzer, M.: Razón, política y pasión: 3 defectos del liberalismo, trad. Antonio Gómez Ramos, La Balsa
de la Medusa, Madrid, 2004, pp. 17 y ss.
7
Descartes, R.: Discurso del método, 3ª reimp., trad. Risieri Frondizi, Alianza, Madrid, 2003, p. 95.
8
Idem, p. 96.
Vale mencionar que lo que impulsa a Descartes a conformar este método es,
precisamente, el reconocimiento de su propia ignorancia: «Me embargaban, en efecto,
tantas dudas y errores que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho
que el reconocer más y más mi ignorancia» 9 . Lo que Descartes se propone entonces es
llegar al conocimiento de la verdad mediante únicamente el uso de la razón, de ahí que
intenta vaciar su pensamiento –y en el ínterin, guiarse por una «moral provisional»
configurada al efecto 10 – con el fin de incorporar, en lo sucesivo, solamente aquello que,
habiendo pasado por el filtro de la racionalidad, sea para él una verdad indiscutible.
Una de las inquietudes de este filósofo es la manera como están constituidas
algunas sociedades, y piensa que la falla proviene del origen, toda vez que su impresión
era «que esos pueblos que fueron en otro tiempo semisalvajes y se han ido civilizando
poco a poco, estableciendo leyes a medida que a ello les obligaba el malestar causado
por los delitos y las querellas, no pueden estar tan bien constituidos como los que han
observado las constituciones de un legislador prudente desde el momento en que se
reunieron por primera vez» 11 .
Aparece aquí la ilusión sinóptica detectada por Hayek, pues induce a la creencia
de que «una sola mente –[como podría ser la de “un legislador prudente”]– puede llegar
a conocer cuantos hechos caracterizan determinada situación y que, a partir de tal
conocimiento, puede estructurar un orden social ideal»12 , lo cual configura, en su
criterio, el mayor error del racionalismo constructivista.
todo orden social, y las normas e instituciones que lo integran, se forma a lo largo de un
proceso de adaptación de las personas a las distintas circunstancias que durante el
mismo se producen, y que muchas de estas circunstancias escapan al conocimiento y
comprensión de la mente humana.
Esto es así porque la razón no es capaz de abarcar y procesar la totalidad de las
cosas, ni de prever o predecir las consecuencias o los efectos derivados de toda la
actividad humana actual ni futura. La razón es, pues, la capacidad que tiene el hombre
para pensar en lo que, en forma abstracta, captan sus sentidos e interiormente percibe a
través de ellos, y construir una idea concreta con la cual identificarlo. En cada uno de
los seres humanos esta capacidad es diferente. Pero confiar en la potencialidad de la
razón más allá de sus límites o, en cualquier caso, negar sus limitaciones, es una actitud
que entorpece la utilización inteligente de aquélla. Esto se hace tanto más evidente
cuando se tiene que entrar en el análisis de fenómenos más complejos para los que no
sirven los parámetros empleados en el caso de los fenómenos sencillos 14 .
La mente humana es una estructura compleja, limitada y sujeta a ciertas reglas;
el individuo, para entender cuanto ocurre a su alrededor y transformar los fenómenos en
conocimiento, se ve obligado –de manera inconsciente o automática– a hacer
abstracción de determinados elementos que obtiene de la realidad a medida que
progresa su experiencia y a configurarlos dentro de un determinado orden. Esta
operación es la que permite sostener que la mente es un sistema en constante evolución,
cuyas adaptaciones se producen en el marco de la evolución cultural. «Es necesario
repetir una vez más –insiste Hayek– que mente y cultura han sufrido simultáneo y no
sucesivo desarrollo» 15 , y más adelante agrega: «La mente no es un órgano que permita
al hombre edificar la cultura, sino una simple herramienta que le permite
aprehenderla» 16 .
Hayek también critica la excesiva confianza en el conocimiento científico y la
equívoca creencia de que éste posee un carácter ilimitado. Propone, en su lugar, que se
atienda a lo que constituye su función y ámbito 17 , toda vez que ambos incluyen tanto el
estudio de lo que es o podría ser, como de lo que no es, es decir: «la construcción de
modelos hipotéticos de posibles mundos que sólo surgirían si cambiaran algunas de las
14
Velarde, C.: Hayek, una teoría…, op. cit., p. 125.
15
Hayek, F. A.: Derecho, legislación y libertad, vol. III, El orden político de una sociedad libre, trad.
Luis Reig Albiol, Unión, Madrid, 1976, p. 266.
16
Idem, p. 270.
17
Hayek, F. A.: Derecho, legislación y libertad, vol. I,…, op. cit., pp. 38-39.
Dado que Hayek es uno de los más destacados representantes del liberalismo
inglés, la mayor parte de todo su trabajo está dedicada a defender la tesis del
racionalismo evolucionista, mediante la cual, a su vez, defiende la existencia de los
órdenes espontáneos dentro de los que encuadra como esenciales el orden social y el
orden económico. Por esta razón el presente capítulo trata de los aspectos
fundamentales concernientes a los órdenes espontáneos. Empero, para ello es preciso,
también, referirse a los denominados órdenes creados que, de acuerdo con la
perspectiva hayekiana, se enmarcan en los supuestos teóricos del racionalismo
constructivista.
Los fenómenos pueden ser sencillos o complejos, y cada uno de estos tipos
fenoménicos puede llegar a comprender algunas clases de órdenes, siempre que
concurran determinadas características. De ahí que la sencillez o la complejidad de un
orden dado dependen de ciertos factores específicos, algunos susceptibles de
18
Idem, p. 41.
19
De la Nuez, P.: La política de la libertad Estudio del pensamiento político de Friedrich A. Hayek.
Unión Editorial, Madrid, 1994, pp. 107-108.
20
Hayek, F. A.: Derecho, legislación y libertad, vol. I…, op. cit., p. 70.
21
Idem, p. 72.
(physei). Mediante esta dualidad lingüística Hayek clasifica cada orden según su
existencia se derive “por acuerdo” o “por naturaleza” 22 .
22
Velarde, C.: “Hayek, una teoría…, op. cit., pp. 128-129.
23
Gray, J.: Liberalismo, trad. María Teresa de Mucha, 2ª reimp., Alianza, Madrid, 2002, p. 76. También
se emplea la expresión “sociedad nomocrática (gobernada por la ley)”. Cfr. Hayek, F. A.: Principios de
un orden…, op. cit., p. 28.
24
Hayek denomina teleocrático al “orden social no libre (gobernado por un fin)”, Cfr. Hayek, F. A.:
Principios de un orden…, op. cit., p. 28.
25
Hayek, F. A.: Derecho, legislación y libertad, vol. I,…, op. cit., pp. 71 y 75.
26
Hayek, F. A.: Principios de un orden…, op. cit., p. 28.
Tal como se ha representado aquí, este orden espontáneo –que puede ser la
ciudad de Sevilla o un pueblo pesquero margariteño–, en teoría, no es producto de una
idea preconcebida, no ha sido creado deliberadamente, no persigue fines
predeterminados, no está dirigido ni organizado por una sola persona, no está regido por
una única voluntad, no coacciona por la fuerza a sus integrantes y no aparece influido
por fuerzas exógenas.
Llegados a este punto, cuidando de no perder la brújula proporcionada por
Hayek, y siguiendo el orden caracterológico expuesto en el primer párrafo de este
epígrafe y en el modelo reproducido, corresponde detenerse en algunas peculiaridades:
a) El carácter autógeno de un orden espontáneo se traduce en unas «fuerzas
ordenadoras espontáneas» 27 conformadas por los conocimientos de sus miembros en
tanto referentes intercambiables y compartidos, en los que cabe también incluir sus
experiencias particulares, así como por las propiedades comunes a las normas de
comportamiento, de las cuales algunas serán observadas por imitación y otras
prevalecerán de espontáneamente por tradición o costumbre. Ello en virtud de que los
órdenes espontáneos «derivan siempre inicialmente del general acatamiento de un
conjunto de normas que nadie ha elaborado deliberadamente» 28 , siendo así que la
mayoría de ellas «relacionadas con la moral y la costumbre [son] de carácter meramente
espontáneo» 29 .
Una de las desventajas reconocidas por Hayek en cuanto a estas fuerzas
ordenadoras espontáneas es que fiarse de ellas en el caso de fenómenos complejos,
comporta un conocimiento más limitado de estos órdenes. Pero esgrime en su favor la
función coordinadora que ejercen tanto sobre las actividades entre sí como sobre las
relaciones de éstas con los individuos, y su capacidad única para engendrar órdenes de
este tipo.
b) El carácter abstracto no sólo consiste en la imposibilidad de captar la
existencia de un orden espontáneo a través de los sentidos, por lo cual la única manera
de percibirlo es por medio del intelecto; sino que, por otra parte, ese carácter también se
patentiza cuando aun si cambian de forma o cantidad todos sus elementos concretos,
mientras se trate de elementos análogos que mantengan la interrelación, el orden
27
Hayek, F. A.: Derecho, legislación y libertad, vol. I…, op. cit., p. 80.
28
Idem, p. 85.
29
Ibídem.
permanece 30 ; y, finalmente, también son abstractas tanto las relaciones que sostienen
los individuos entre sí como las normas por las cuales se rigen.
c) El carácter complejo de los órdenes espontáneos representados en la sociedad
moderna, se debe a que la estructura de la misma «está basada en un orden espontáneo y
no en una organización» 31 .
d) En cuanto al carácter no teleológico de esta clase de orden, puede
interpretarse, en su lugar, que es individualista, intencional y funcional. Individualista,
porque da libertad a los individuos para que sirviéndose de sus propios conocimientos
consigan sus propios fines 32 . Intencional porque, si bien, como ha quedado dicho, los
órdenes espontáneos no persiguen un fin concreto predeterminado, no cabe duda que
ellos se sostienen «sobre el comportamiento «intencionado» de sus elementos…, si por
«intención» se entiende el generalizado deseo de conservar dicho orden» 33 . Funcional,
en cuanto término sustituto de “intención”, aplicado en el sentido de coadyuvar a la
conservación del orden, tomando como paradigma de éxito la previsión que en el
pasado tuvieron otras generaciones para preservar la sociedad.
30
Idem, p. 75.
31
Idem, p. 93.
32
Hayek, F. A.: Principios de un orden…, op. cit. p. 27.
33
Hayek, F. A.: Derecho, legislación y libertad, vol. I…, pp. 75-76.
imponen funciones ni contemplan fines específicos, y son de igual aplicación para todos
los individuos y casos.
d) La organización es, por lo general, un fenómeno sencillo o, en algunas
situaciones, de escasa complejidad; el orden espontáneo es, en principio, un fenómeno
complejo, pero puede también serlo en menor grado e incluso presentarse como un
fenómeno sencillo.
e) La organización, por cuanto se halla estructurada por el ideal y los fines
delineados por una sola mente, no admite el intercambio de conocimientos entre sus
miembros; el orden espontáneo se sostiene, en parte, sobre la base del intercambio de
conocimientos y experiencias de sus miembros entre sí, independientemente de los fines
particulares de cada cual y de los resultados colectivos.
f) En la organización, las normas son de carácter subsidiario respecto a las
órdenes, siempre dirigidas a la ejecución de determinadas acciones para el logro de
determinados fines, por tanto, la relación entre el ente superior y los miembros de la
organización se funda en el principio de mandato-obediencia; en el orden espontáneo,
las normas gobiernan.
No obstante estas diferencias, la organización y el orden espontáneo pueden
coexistir –y, de hecho, coexisten–, lo que no pueden es combinarse entre sí sin la
coordinación al efecto de las fuerzas ordenadoras espontáneas 34 . Ello en razón del
peligro que supone «la intrusión de las organizaciones en el seno de los órdenes» 35 .
Pero la intrusión parece inevitable, puesto que dentro de los órdenes espontáneos
existe una cantidad de organizaciones tan variadas como diversas, las cuales, con más
frecuencia de lo deseable, intervienen en muchos aspectos y se vinculan con muchos
elementos propios de aquéllos. Sin ir más lejos, y sin perder de vista a Hayek, el orden
económico o de mercado, que viene a ser un suborden dentro del orden social, influye
con tal contundencia en éste hasta extremos reconocidamente inconvenientes; a su vez,
el gobierno, que también es un suborden –orden político– dentro de la sociedad, no
solamente interviene en todo lo que concierne a aquélla en general, sino también en lo
que concierne a los subórdenes que la conforman.
34
Idem, pp. 86-87.
35
Velarde, C.: Hayek, una teoría…, op. cit., p. 135.
III. CONCLUSIONES
Los dos modelos liberales analizados han adquirido con el tiempo formas activas
de desarrollo y aplicación en todo el mundo, e incluso han sido más o menos penetrados
por diversas variantes del modelo socialista, a partir de los procesos revisionistas que ha
sufrido la teoría marxista-leninista desde El Manifiesto Comunista.
Determinar cuál de estos modelos liberales es el que mejor garantiza
productividad, calidad de vida y libertad en democracia, suponemos que depende de las
condiciones de cada país, y de las expectativas de sus ciudadanos con respecto a los
medios disponibles, a los fines deseados y a su comprensión del pluralismo valórico 36 .
36
Véase Gray, J.: “Pluralismo de valores y tolerancia liberal”. En: Estudios Públicos, 80 (primavera
2000). En: http://www.cepchile.cl/dms/archivo_893_721/rev80_gray.pdf
BIBLIOGRAFIA