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Santiago Álvarez**
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&WBMVBEPEFOPWJFNCSFEF término violencia y la practicidad de su utilización en el campo
"DFQUBEPEFGFCSFSPEF de las ciencias sociales. Además, expone sus principales acep-
ciones, tratando de pensar sobre las consecuencias que conlleva
elegir cada una de ellas; debate la utilidad del uso del concepto
teniendo en cuenta su evidente polisemia; y discute la posibili-
dad de aceptar una deęnición transcultural mÇnima. or øltimo,
trata de responder a la pregunta sobre cuál concepto es el más
adecuado para ser utilizado como herramienta en la investiga-
ción del conĚicto polÇtico colombiano.
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HALLAZGOS / ISSN: 1794-3841 / Año 10, N.° 20 / Bogotá, D. C. / Universidad Santo Tomás / pp. 61-71 61
¿A qué llamamos violencia en las ciencias sociales?
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¿A qué llamamos violencia en las ciencias sociales?
ќѠ ѝџќяљђњюѠ ўѢђ ѐќћљљђѣю Así, podemos aęrmar que los discur-
ђљ ѐќћѐђѝѡќ ёђ ѣіќљђћѐію sos de la modernidad son insatisfac-
torios para la signięcación del mundo
Evidentemente, la palabra violencia es poli- contemporáneo, tornándose entonces
sémica y ambigua, lo cual ha llevado a algu- necesario realizar una revisión de los
nos autores a preguntarse sobre su utilidad. conceptos y las prácticas en el cam-
Dentro de esta postura, Heelas (1982) con- po de “las violencias”. Desde nuestro
sidera que el de la violencia no es un con- punto de vista, referirnos al término
cepto sociológicamente útil y que no puede de modo plural signięca aęrmar la
usarse una deęnición de este fuera del con- heterogeneidad y no circunscribirse a
texto cultural en que se origina. una tipología (ięotis y Castelnuovo,
2011, p. 12).
Como Moore (1994) puntualiza, “a pesar de
la enorme masa de escritura, investigación La expansión del término ha llevado a Ga-
y especulación, el concepto de violencia rriga y Noel (2010) a hablar de la Ěà
para las ciencias sociales todavía continúa del concepto de violencia:
increíblemente subteorizado”1 (p. 138). Esto
también se podría relacionar con una ten- En este sentido, nuestra elección del
dencia a incorporar al concepto de violen- término Ěà no es casual: sabe-
cia a una serie de fenómenos cada vez más mos que lo que un concepto gana en
amplios, con el propósito de abarcar, por alcance, lo pierde en poder explicativo.
ejemplo, las desigualdades sociales, polí- Si un mismo término puede ser aplica-
ticas y económicas. or su parte, ięotis y do a tantos fenómenos y en ámbitos tan
Castelnuovo (2011) plantean: disímiles —desde, digamos, un insulto
hasta un ataque terrorista—, podemos
El término [violencia] se transformó así legítimamente preguntarnos en qué
en un signięcante vacío, un artefacto consistiría su utilidad. Si la violencia
capaz de condensar múltiples signię- está en todas partes y predica de casi
cados y situaciones. Es que su campo cualquier relación social concebible,
semántico tiene una regla deformativa: ¿cuáles son las ventajas analíticas de
la constante expansión. La aparente utilizar un término con un referente
unidad del término resulta de una ge- tan vasto y difuso a la hora de pensar
neralización implícita de los diversos rigurosamente una u otra variante de
fenómenos que ella designa siempre los fenómenos designados por él?
de modo homogeneizador, exterior y
negativo (p. 12). Tampoco puede usarse el concepto de vio-
lencia para describir toda acción social que
A su vez, estos autores sugieren que es más implique contacto físico o comunicación
adecuado hablar de violencias, en plural: verbal.
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en los que los miembros de un grupo social funciones en las que el Estado ejerce la fuer-
se golpean hasta sangrar. Entre los nuer, za no son percibidas críticamente.
los niños suelen pelearse usando brazaletes
con púas (Pritchard, 1977). Situaciones que Riches (1988) señala otras características
podrían denominarse de violencia doméstica emic de la violencia dentro de la misma
entre el marido y su mujer no son percibi- cultura anglosajona: la violencia dentro del
das del mismo modo en comunidades in- mundo anglosajón es asociada con inacep-
dígenas de los Andes, de acuerdo con los tabilidad, irracionalidad y bestialidad (pp.
estudios realizados por Harris (1994) en Bo- 18-20). Esta asociación con los animales es
livia y por Harvey (1994) en Perú. Además, también típica, al menos en la Argentina, en
la violencia en estos casos es percibida no los comentarios de los medios de comunica-
como disruptiva, sino como constitutiva de ción deportiva con respecto a las hinchadas
las relaciones sociales familiares. de fútbol (Garriga, 2007). Así, entonces, en
la cultura anglosajona y, en gran medida,
Riches (1988) muestra cómo en el mundo en el mundo occidental, toda práctica deę-
anglosajón la violencia está siempre relacio- nida como violenta es concebida como dis-
nada con la ilegitimidad. Así, si un grupo ruptiva, como una ruptura provocada por
de policías estuviera ejerciendo una delibe- un elemento no integrado, siempre sorpren-
rada fuerza física sobre otros, dentro de las dente y fuera de tiempo y lugar (Rięotis y
pautas y protocolos legales, su accionar no Castelnuovo, 2011).
sería percibido como violento. Aęrma el au-
tor: “Cuando un testigo o una víctima invo- Para trabajar la posibilidad de aplicar un
ca la noción de violencia, emite un juicio no concepto transcultural de violencia, debe
solo de que la acción requerida causa daño volverse sobre la diferencia etic y emic.
físico, sino también de que es ilegítima” Con ella se hace referencia al punto de vista
(Riches, 1988, p. 18). Por el contrario, Ben- del investigador (etic) y al punto de vista del
jamin (2010, p. 87), reĚexionando sobre el actor (emic). En el caso concreto de los con-
estado totalitario nacionalsocialista alemán, ceptos relacionados con la violencia, es po-
analiza críticamente la relación de la vio- sible que en el estudio de un grupo cultural
lencia con el derecho y la justicia. Plantea la o social determinado emerjan conceptos
doble cara de ano del Estado, compuesta, emic que no necesariamente coinciden con
por un lado, de razón y, por el otro, de vio- deęniciones conceptuales propias. A modo
lencia. El Estado expresaría dramáticamen- de ejemplo, en el caso concreto de estudios
te esta contradicción en el caso del estado sobre violencia en hinchadas de fútbol en
de emergencia4. Nada de esto está presen- Argentina, Garriga (2007) trabaja sobre el
te en el concepto anglosajón, en el que las concepto del “aguante”, que sería “un atri-
buto que distingue a aquellos que pueden
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en un enfrentamiento corporal ganarse el
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RVJFO DPOTJEFSBCB BM NPOPQPMJP EFM VTP respeto tanto de los que manejan concep-
MFHÓUJNP EF MB GVFS[B EFOUSP EF VO UFSSJUPSJP EFUFSNJOBEP DPNP MB ciones diferentes en torno de la violencia
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DØNPFTUBDPOKVODJØOEFWJPMFODJBZSB[ØOFTUBOFWJEFOUFZBMNJTNP como de los iguales” (p. 48). Y el autor dice
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más adelante:
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El aguante es una forma típica de ho- de un mismo poblado, las peleas se restrin-
nor, ya que valora comportamientos gen al uso del garrote y se prohíbe el uso de
y propiedades determinadas como lanzas. Entre los nuer no se puede abusar
honorables o deshonrosas […] En la de las mujeres ni de los niños, no se pue-
contienda por el aguante vale todo; den destruir chozas ni establos ni tampoco
con esto quiero expresar que no es solo tomar prisioneros. Todas estas restricciones
a golpes de puño, sino que también desaparecen cuando los oponentes no son
intervienen armas de fuego, navajas, nuer (Riches, 1988; Pritchard, 1977).
palos, cinturones, piedras y cualquier
elemento que pueda ser útil para ven-
cer al rival (p. 49). іќљђћѐіюǰ яіќљќєҌю
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Esta concepción emic del aguante contras-
ta con la visión que los medios de comu- La discusión sobre el carácter innato de la
nicación tienen sobre las prácticas sociales violencia ha tenido una notable inĚuencia
desarrolladas por las hinchadas de fútbol. del conductismo. Este aęrmaba y acentua-
Este contraste es sumamente atractivo para ba la base genética de los comportamien-
discutir qué sucede con esas acciones y para tos violentos. El término utilizado en estos
comprender que la tarea del investigador casos es el de agresión, común no solo al
social no debe reducirse solamente a expli- comportamiento humano, sino también
car las motivaciones internas y el sentido de al de otros animales. Riches (1988) rescata
las prácticas de los actores, sino que debe la deęnición de Eibl-Eibesfeldt de agresión:
compararlas y contrastarlas con otras visio- “Comportamiento encaminado al espacia-
nes tanto dentro de la misma cultura como miento de una población (humana o ani-
fuera de ella. mal) por medio de la repulsión” (p. 41).
Debe estudiarse la violencia no solo como Ruiz (2009) hace particular referencia a los
una fuerza disruptiva y caótica, sino tam- estudios que toman en cuenta factores hor-
bién como una forma de resolver conĚic- monales como productores de agresión:
tos y como constructora de lazos sociales “Un factor biológico que muchos investiga-
(Harris, 1994; Harvey, 1994). De hecho, no dores aseguran que determina la violencia
todos los conĚictos derivan en violencia. es el hormonal, aęrmando que ser varón
En muchos casos, la violencia es consecuen- incrementa el trastorno de personalidad an-
cia de una elección entre las posibilida- tisocial tres veces más que ser mujer” (p. 4).
des de resolución existentes, al menos por Estos estudios muestran una mayor agre-
parte de los victimarios. Por esto, la mayo- sión masculina que femenina, basados en
ría de las sociedades tienen estipulaciones un más alto porcentaje de testosterona en el
y códigos no escritos sobre cómo debe ser hombre. En general, este tipo de investiga-
ejercida esta violencia. Por ejemplo, en las ciones “biologistas” en las ciencias sociales
venganzas de sangre hay prohibiciones han producido explicaciones funcionalistas
ejercidas para que la violencia no escale. muy básicas. Es evidente que hay un com-
Para los nuer del Sudán, entre los miembros ponente biológico como también podemos
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encontrar un componente psicológico, pero por las víctimas y los testigos que por los
la mayoría de las conductas humanas, en victimarios. Esto permite reĚexionar sobre
cuanto conductas sociales y culturales, se las características negativas que conlleva
explican en términos sociales y culturales catalogar a un hecho como violento y a sus
(Riches, 1988, p. 41). ejecutores como violentos. Esa mirada se
asienta en el discurso denunciatorio, propio
de una lectura criminalizante y estigmatiza-
ǶPќёђњќѠ ѐќћѠђћѠѢюџ Ѣћю da contenida en la polaridad víctima-agre-
ёђѓіћіѐіңћ ѡџюћѠѐѢљѡѢџюљ sor o en la ęgura jurídica del reo (Rięotis,
ёђ ѣіќљђћѐіюӓ 1997). Gran parte de los estudios sobre vio-
lencia en ciencias sociales se centran en las
Estas diferentes concepciones de violencia víctimas. ieviorka (200Ŝ, p. 241), reęrién-
obligan a volver a la pregunta sobre la posi- dose a la víctima, plantea que la violencia
bilidad de adoptar un concepto transcultu- niega la subjetividad del sujeto. Es un terre-
ral de violencia: ¿podemos buscar y acordar no ampliamente enriquecedor estudiar no
un concepto mínimo que nos permita com- solamente la subjetividad cuestionada de
parar entre una consensuada deęnición etic las víctimas (Wieviorka, 2006, p. 241), sino
y los diversos conceptos emic relacionados? también la subjetividad de los victimarios.
Creo que un acuerdo mínimo transcultu- Más allá de lo inquietante de sus puntos de
ral sobre lo que signięca la violencia y una vista, ellos tienen mucho que decirnos acer-
ulterior comparación con los signięcados ca de sus motivaciones últimas y del senti-
culturales especíęcos sería altamente en- do social de sus prácticas.
riquecedor. Poner sobre la mesa el cruza-
miento entre las ideas del investigador y En este punto puede adoptarse una mínima
las del investigado es uno de los grandes deęnición válida transcultural de violencia
aciertos de la antropología social, que de- como “una resistida producción de mal físi-
bería ser tenido en cuenta en otras ciencias co” (Riches, 1988, p. 28) o, en el mismo sen-
sociales que estudien estos fenómenos. Las tido, la deęnición de Marvin (1988): “Toda
diferencias y los cruces de ambas visiones acción humana que supone una deliberada
nos hacen reĚexionar y buscar explicacio- inĚicción de daño hacia otros” (p. 121). Pue-
nes novedosas. Una mera descripción del de usarse alguna de estas dos deęniciones,
concepto emic sin una referencia a un marco porque, por un lado, son suęcientemente
transcultural troncharía nuestra posibilidad amplias para incluir casos que se encuen-
de comparar creativamente. En este senti- tran en los bordes de la deęnición de lo
do, Riches habla de un “núcleo universal de violento, como insultos y acosos; y, por otro
signięcado” del término violencia que pode- lado, porque imponen límites en la demar-
mos acordar para ponerlo en relación con cación de lo que es violento y lo que no lo es.
los conceptos culturales especíęcos.
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con una mínima deęnición válida trans- Benjamin, W. (2010). Crítica de la violencia. Ma-
cultural de violencia, entendiéndola como drid: Biblioteca Nueva.
“una resistida producción de mal físico” Bourdieu, P. y Passeron, . C. (1988). La reproduc-
(Riches, 1988, p. 28) o como “toda acción ción. Elementos para una teoría del sistema de
humana que supone una deliberada inĚic- enseñanza. México: Fontamara.
ción de daño hacia otros” (Marvin, 1988, p. Garriga, . (2007). Haciendo amigos a las piñas. Vio-
121). La utilización de una deęnición trans- lencia y redes sociales en una hinchada de fútbol.
cultural permite operar en el marco de la Bueno Aires: Prometeo.
comparabilidad y establecer hipótesis ex- Garriga, . y Noel, G. (2010). ȱȱȱę-
plicativas a series similares de fenómenos, ición antropológica de la violencia: un debate en
pudiendo ir más allá de una mera interpre- curso. Publicar en Antropología y Ciencias So-
tación de los conceptos emic. Finalmente, se ciales, 9, 121-126.
ha discutido la utilización de un concepto Girard, R. (1985). La violencia y lo sagrado. Barce-
transcultural y restringido de violencia para lona: Anagrama.
el caso colombiano, acordando que se trata- Harris, O. (1994). Condor and Bull. The ambigui-
ba de la mejor opción. Esta elección permite ties of masculinity in Northern Potosi. En P.
separar analíticamente esos fenómenos de Harvey ǭ P. Go . Sex and violence. Issues in
otros con los que, sin duda, se encuentran representation and experience. Nueva York:
conectados e interrelacionados. Pero, dado Routledge.
que estos no poseen las características pro- Harvey, P. (1994). Domestic violence in the Peru-
pias de los fenómenos violentos, un análisis vian Andes. En P. Harvey ǭ P. Go . Sex and
conjunto impediría estudiar a estos últimos violence. Issues in representation and experience.
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