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I.S.F.D y T.

Nº 42: “Leopoldo Marechal”


Historia Mundial I

Diversas interpretaciones en torno a


los grupos sociales durante la
Revolución Francesa.

Profesor: Ricardo Cruz.

Alumno: Mario Molina.

MOLINA, MARIO: Los grupos sociales durante la Revolución Francesa, en Hablemos de Historia,
17/04/2007 [http://www.hdhistoria.uni.cc/archivos/los-grupos-sociales-durante-la-revolucion-francesa]
Introducción

A lo largo del siglo XVIII, frente a la crisis del orden monárquico


absolutista, Europa occidental conocerá diversas revoluciones y
levantamientos en contra de la autoridad establecida, donde la burguesía
tendrá un papel central como uno de los principales impulsores de esos
cambios.

El proceso revolucionario francés (1789-1815), tomando en cuenta la


experiencia inglesa, puso en práctica un cuerpo de ideas que crearon el
marco político, legal y organizativo de futuros movimientos
revolucionarios. Sin embargo, existen diferentes interpretaciones en
cuanto a la participación de los grupos sociales en dicho proceso que
varían según los enfoques historiográficos, de suma importancia para
comprender mejor la Revolución Francesa.

En el siguiente trabajo se caracterizarán los principales grupos sociales


implicados en la revolución durante las etapas de la Asamblea y la
República Jacobina, con el fin de comprobar que el núcleo de ideas
generado en estas fases sirvieron de marco ideológico para futuros
procesos revolucionarios tanto en Francia como en otras regiones y que
alcanzó mayor difusión durante el proceso napoléonico.

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1. De la crisis del Antiguo Régimen en Francia a la Asamblea
Nacional Constituyente.

Durante el siglo XVIII, y sobre todo en los años previos al inicio de la


revolución, la monarquía absolutista en Francia estaba sobrellevando
como podía sus problemas financieros, en parte por el gasto de la guerra
contra Inglaterra durante la independencia norteamericana, y relacionada
con ella la deuda. El descontento de las nuevas fuerzas sociales en
ascenso (principalmente la alta burguesía y los sectores medios) se ha
atribuido frecuentemente a la influencia de la Ilustración, pero otras dos
realidades permiten ofrecer alternativas a esa afirmación: una de ellas es
la aceptación de algunas de esas ideas por parte de la monarquía absoluta
constituyendo el “despotismo ilustrado”.

La otra de carácter económico, es la fuerte presión sobre la población


mediante una serie de disposiciones tributarias que se pueden llamar la
“reacción feudal” ante la crisis (1): los nobles, excentos de pagar
tributos, podían recurrir a anticuados “privilegios de clase” entre los cuales
estaban el derecho de cobrar un excedente de la producción de los
campesinos, incluso cuando ese excedente no existiera: evidentemente,
los años previos a 1789 se identifican con una crisis alimentaria debido
a las malas cosechas y al durísimo invierno. Esa crisis repercutió no solo
en los campesinos, sino en toda la sociedad, de hecho el precio de los
alimentos aumentó en las ciudades; lo cual explica el apoyo de los pobres
(tanto en el campo y la ciudad) al futuro proceso revolucionario: la
necesidad inmediata de remediar el hambre y la miseria, más que la
expresión de una madura voluntad política. Los nobles tampoco tenían
necesidad de ejercer ningún oficio o profesión, pero debido a sus
privilegios, podían obtener de la Corte cargos en la burocracia estatal (con
solo demostrar la tenencia de una propiedad por herencia), campo de
acción de los altos burgueses y sectores medios urbanos, que eran
profesionales y gente idónea para esos cargos.

Rápidamente ante la crisis económica, los precios comenzarón a fluctuar ,


por lo que el precio del pan constituyó el “termómetro” de la situación. Los
altos burgueses confiaron en la figura del fisiócrata Turgot, que había
propuesto un programa socioeconómico basado en la experiencia liberal
inglesa, pero no obtuvo el apoyo de la Corte.

Ante la crisis, el rey convocó a los Estados Generales en mayo de 1789, es


allí cuando el Tercer Estado (No era un grupo compacto como la nobleza o
el clero, en realidad constituía un ente ficticio representante de grupos
sociales diversos que no tenían condición noble.) exigió la conformación
de una Asamblea Nacional Constituyente, donde cada diputado
pudiera votar de forma individual, y no en “bloque” como se hiciera con el
sistema anterior.
1 Hobsbawn, Eric: La Era de la Revolución, Crítica, Bs. As. Cáp. 3 y 4. pág. 64

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Esta Asamblea comenzó a funcionar de forma separada al Estado, según
la interpretación liberal (2), dos hechos simbolizan el inicio de la
revolución: una jura a la Asamblea en el club del Juego de la Pelota, y
la toma de la Bastilla, entendida esta última como una gran fortaleza de
presos políticos, que de ser derrumbada, sería un duro golpe para la
monarquía absoluta y el comienzo de la libertad. En cambio desde la
postura marxista (3), el suceso tiene más valor simbólico que real (es
decir, simboliza la caída del antiguo orden y la llegada del nuevo régimen
capitalista), ya que la prisión no contaba en realidad con prisioneros
políticos en ese momento y no estaba ferozmente protegida como la
versión heroica-liberal lo aseguraba.

En cuanto a uno de los primeros logros de la Asamblea Nacional


Constituyente, se encuentra la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano que legitima principalmente las libertades
individuales y el derecho a la propiedad de “todos” los hombres iguales
ante la ley. Cabe destacar que esa totalidad tiene diversas
interpretaciones: Para los liberales, la Declaración que tiene sus bases en
las ideas de la Ilustración, fue creada para liberar a todos los hombres sin
distinción de la tiranía monárquica; condición necesaria para formar una
verdadera nación francesa y defender a la patria. Para los marxistas, la
Declaración demuestra que la revolución fue un suceso popular, pero en
ningún momento aseguró la igualdad entre los hombres: se observa una
férrea protección de la propiedad privada y las libertades individuales que
permiten representar los intereses de la burguesía como futura clase
dominante, transformando el bien común por el bien privado, y
demostrando que no hay un cambio estructural que permita la
desaparición de toda distinción de clase (Marx llama a ese cambio la
“emancipación total”). Lo que se da es la emancipación política de la
burguesía, y la estructuración de la sociedad bajo las reglas de juego del
moderno liberalismo. Sin embargo, es la interpretación estructuralista
(sobre todo de la moderna escuela de los Annales) la que aporta otro
elemento interesante bajo el método comparativo (4): La revolución no
significó una lucha de clases de la burguesía contra nobleza, sino una
contienda entre elites y grupos sociales diversos que apoyaban o no la
transición al constitucionalismo y el liberalismo.

A partir de la Constitución de 1791, se instaura una Monarquía


Constitucional que dura hasta la creación de la Convención en setiembre
de 1792. En cuanto al orden absolutista en torno a la realidad de los
campesinos, no es abolido hasta 1793.

2 Gehmitt, E.: Introducción a la Historia de la Revolución Francesa. Pág. 21-23


3 Gehmitt, E.: Introducción a la Historia de la Revolución Francesa. Pág. 27-36
4 Gehmitt, E.: Introducción a la Historia de la Revolución Francesa. Pág. 37

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2. Los diferentes grupos en litigio desde la Monarquía
Constitucional hasta el Directorio.

El cuerpo político al mando de este nuevo gobierno comienza a demostrar


diferentes facciones que corresponden a realidades políticas y sociales
diversas: los girondinos, los jacobinos (5) (o también llamados
montañeros) y los sans-cullottes.

Los girondinos, llamados así por la región costera de la Gironda,


representaban los intereses de la alta burguesía, propietaria de tierras en
las provincias y de negocios de la alta banca y comercio en las ciudades.
Cuando finaliza la Asamblea, la postura política de estos
revolucionarios es moderada: en parte, porque la mayor parte de las
mejoras que ellos necesitaban ya habían sido introducidas en la
Declaración del Hombre y la Constitución de 1791. Esta es la razón por la
cual defenderán la Monarquía Constitucional, demostrando a Inglaterra la
evidente evolución de la Francia hacia el liberalismo ecónómico. Por otra
parte, temían avalar una república porque se ampliarían las libertades
políticas de la población y ya no tendrían control sobre el proceso
revolucionario. Los girondinos tendrán un gran peso sobre la escena
política hasta que se instaure la República Jacobina: con la Constitución
de 1791 introducirán y defenderán medidas que no simpatizarán con sus
rivales (6), como ser el sufragio restrictivo fundado sobre la franquicia de
propiedad (que legitimiba la categoría de “ciudadano”), las libertades de
trabajo y contratación, el cercado de las tierras comunales y la clausura
de las corporaciones de artesanos. Así se ganaron la desconfianza se los
sectores medios que realizaban oficios, de los campesinos y los pobres
urbanos, ante la realidad de la desocupación y la marginalidad.

Los jacobinos, eran un grupo heterogéneo conformado principalmente


por pequeños burgueses y sectores medios urbanos, donde figuraban
comerciantes y profesionales capacitados. Su nombre deriva de su primer
club político que funcionó en un convento de los dominicos de la calle San
Jacobo, en la ciudad de París. A partir de 1789, abrieron clubes por
importantes ciudades de Francia, pero el mayor número se encontraba en
París. Cuando toman las riendas de la Convención, sus clubes pasaron a la
categoría de comités. Su postura en el gobierno era radical, porque a
diferencia de los girondinos eran partidarios del sufragio universal y la
participación de los diputados debía responder a un gobierno centralizado
con sede en París. Sin embargo, no renunciaron a la propiedad privada,
porque eran liberales. La interpretación conservadora de la revolución (7)
los describe al igual que los sans-cullottes como bandoleros corrientes sin
principios, ni valores, e incultos. Másonicos con ansías de poder que
habían participado de una conspiración premeditada con la alta burguesía,

5 Brunn, Geofrey: Cap 3. La Revolución Francesa y la Guerra.


6 Hobsbawn, Eric: La Era de la Revolución, Crítica, Bs. As. Cáp. 3
7 Gehmitt, E.: Introducción a la Historia de la Revolución Francesa. Pág. 17-20

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destruyendo el perfecto equilibrio constitucional previo a 1789. Sin
embargo, Lenin veía en los jacobinos el primer ejemplo de dictadura
proletaria antes de la Comuna de París de 1848. Pero como sabemos, ni
en la Revolución Francesa, ni en la de 1848, el proletariado formaba una
“conciencia de clase”, puesto que la tradición rural protoindustrial todavía
era moneda corriente en Francia.

Los sans-culottes, constituían un grupo diversificado de trabajadores


pobres urbanos (8): artesanos, tenderos, vendedores, empresarios pobres.
Al igual que los campesinos, buscaban la solución inmediata de la miseria
y el hambre, pero la ciudad imponía una forma de reclamo diferente a la
del campo (mientras que allí predominaba el problema rural de las
cosechas, las hambrunas y las enfermedades, en la ciudad la pobreza y la
miseria dependía de los precios de los alimentos básicos) puesto que estas
personas eran expertas en las barricadas y las huelgas, constituían la
principal fuerza de choque para los líderes burgueses. Aún así, los sans-
culottes no formaban una izquierda en el sentido marxista de la palabra,
puesto que no estaban en contra de la propiedad privada, pero si
reclamaban la participación directa en el gobierno, el derecho al trabajo y
seguros sociales garantizados por la revolución. Como no formaron una
alternativa política dependían de sus portavoces jacobinos, y tampoco
vieron todas las reformas que se les había prometido.

Tras la ejecución de Luis XVI y la reacción de los emigrés (emigrados


franceses partidarios de la monarquía que huyeron en 1789) en conjunto
con las coaliciones de Austria y Prusia, los revolucionarios tuvieron dos
elementos a su favor para construir simbólicamente la “nación francesa”:
Primero, aunque tradicionalmente el pueblo francés tuviera respeto por la
autoridad real, la huída del rey del Palacio de las Tullerías fue vista (y
exaltada por los revolucionarios) como cobardía, pues la Francia quedaba
sin Cabeza, por lo cual había que crear la Nación en otros cimientos. Esos
cimientos los produjo simbólicamente la guerra. Había que defender
la Patria de los traidores emigrados y los enemigos de la Constitución. La
guerra era una excusa perfecta para construir sentimientos nacionalistas,
porque servía para generar la imagen del enemigo, aquel del cual soy el
opuesto, porque el NO ES francés. La primera victoria francesa en
Valmy, fue el primer logro nacional, según la versión liberal de la
revolución.

Los girondinos no pudieron parar lo inevitable: El 20 de setiembre de


1792 se crea la Convención (un órgano de carácter legislativo,
conformado por los diferentes grupos girondinos, jacobinos y neutrales)
mediante la destitución de las autoridades reales de Tullerías. También se
delegan las funciones ejecutivas a un comité al mando de Maximiliem
Robespierre, fortaleciendo de esa manera la posición de los jacobinos
frente a los girondinos. Había comenzado la fase conocida como la
8 Hobsbawn, Eric: La Era de la Revolución, Crítica, Bs. As. Cáp. 3

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República Jacobina.

De 1792 a 1793 la Francia revolucionaria representada en la figura de los


jacobinos utilizó el concepto de “guerra total” por el cual toda Francia
debía apoyar la Revolución y hacer la guerra en defensa de “la Patria”:
desde el reclutamiento de hombres, hasta mantener las milicias
revolucionarias de las distintas regiones de Francia. Esta fue la antesala
de lo que se conoció más tarde como El Terror (1793-94), fase donde
Robespierre creo el Comité de Salud Pública y lo legitimó mediante la
Constitución Republicana de 1793, que instaura el sufragio universal,
el derecho a la insurección, trabajo y alimento, la eliminación del régimen
feudal de forma total, y el estado como garantizador del bien común, pero
no elimina la propiedad privada. Sin embargo, no dejó se ser la primer
Constitución francesa verdaderamente democrática. Este es el fin formal
de los girondinos acusados como realistas por sus posturas moderadas y
destituidos del gobierno mediante un motín jacobino con el apoyo de los
sans-culottes.

Nuevamente, hay diferentes interpretaciones en cuanto a la


República Jacobina, el Terror y la gestión de Robespierre:

– Desde la versión liberal, esta vez en acuerdo con la línea conservadora, el Terror
es una etapa caótica de la revolución, una matanza desenfrenada de inocentes
civiles, ante cualquier sospecha de traición al gobierno revolucionario.
Robespierre aparece como un inmoral sanguinario responsable de la egoísta
dictadura jacobina, mientras que Danton es literalmente un santo, para la visión
de Aulard.
– Desde la versión socialista francesa, el Terror fue necesario para democratizar la
política francesa del momento, y hacerla accesible a las masas populares, por lo
tanto esta etapa es vista como el primer experimento de ditacura proletaria,
aunque en Francia no había un proletariado aún. La figura de Robespierre es la
del facilitador de un proceso democrático accesible para las masas.
– En cambio, Marx evidencia el error de Robespierre: puso tanto énfasis en la
guerra y el fortalecimiento del poder ejecutivo del Estado para llevarla a cabo,
que terminó desatendiendo los problemas sociales de las masas populares que
apoyaron el Terror, y esto se volvió en su contra. Y esto es perfectamente propio
de su tiempo, porque Robespierre era un revolucionario burgués. Por otro lado,
Lenin admira la naturaleza del estado de guerra total como la mejor manera de
fortalecer la dictadura del proletariado.

Para julio de 1794, Robespierre y sus compañeros del comité son


ejecutados por la nueva Convención Termidoriana. La ruina de los
jacobinos así como de la Comuna de París, se produjo por los efectos de la
economía sobre la guerra total: los alimentos para las tropas se
requisaban de los campesinos (base del aparato productivo francés) las
milicias se reclutaban de todas partes y muchos pobres urbanos
participaban bajo la constante propaganda de los sans-culottes, pero
debido al congelamiento progresivo de la producción de la maquinaria
económica, ni los sans-culottes veían los prometidos salarios, ni los

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burgueses podían sostener adecuadamente sus emprendimientos (sobre
todo por algunas restricciones del comité) que pesaban más que el
proyecto libertario y fanático de Robespierre. Por último, el proceso de
descristanización, y la toma de Iglesias no fue visto con buenos ojos por la
población.

El débil gobierno del Directorio Termidoriano dará paso al golpe de estado


de Napoleón Bonaparte en el 18 Brumario (9 de noviembre de 1799).
Empieza la etapa de mayor difusión de las ideas revolucionarias a través
de las campañas napoléonicas. Las regiones conquistadas absorverán ese
cocktel de ideas que despertará sobre ellas el sentimiento nacional y las
ideas liberales, que tendrán su expresión durante los movimientos
liberales burgueses de 1820, 30 y 48.

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Conclusión

Eric Hobsbawn sostiene que la Revolución francesa fue la revolución


ecuménica de su tiempo, porque fue pensada y practicada para
revolucionar el mundo a través del aparato simbólico, de las ideas.
Siguiendo este razonamiento, la controvertida figura de Robespierre
(criticada por los liberales moderados como un verdadero “fanático
sanguinario”, mientras que los marxistas estudian su caída por una serie
de errores políticos y sociales), responde al modelo del historiador inglés,
como uno de los principales difusores de ese conjunto de ideas.

Pero en cuanto a la parte social, la Revolución Francesa no resulta del


todo ecuménica, porque a través de los mismos símbolos que se instalan
en la mentalidad colectiva se puede llegar a realidades parciales: En el
ejemplo de la Constitución durante el proceso revolucionario francés como
transición a un nuevo orden, las libertades individuales aseguradas
permiten el cuestionamiento de las estructuras políticas anticuadas,
porque como sostiene Marx, solo cambia la superestructura (las ideas, la
nueva visión del mundo, la cultura, la religión, y sobre todo: la política)
pero no la estructura de la sociedad, porque la igualdad del género
humano es suplantada por la igualdad ante la ley (la cual depende de
quien la escribe, por lo tanto nunca es objetiva) apoyada por la
construcción del imaginario nacionalista a través de la guerra. Es decir, el
hombre no es libre porque se ha liberado de las distinciones sociales y ha
distribuido equitativamente las bases económicas de la sociedad, sino que
lo es porque muere por una voluntad mayor: Francia, “la Patria”. Esta
visión parcial solo beneficia a los grupos que la han creado. Según la
interpretación socialista francesa de la revolución, esos grupos son elites
que buscan instaurar el liberalismo económico, y el constitucionalismo
como forma de protegeresos intereses.

La Revolución francesa resulta entonces un proceso complejo que nos


sirve para estudiar el cambio en las estructuras sociales, los intereses
puestos en juego, y como el uso eficaz de generalizaciones simbólicas
(conceptos como patria, nación, y pueblo) pueden servir para restringir
los beneficios de ese cambio a intereses particulares que también cambian
en el tiempo.

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Bibliografía

Hobsbawn, Eric: La Era de la Revolución, Crítica, Bs. As. Cáp. 3 y 4.

Gehmitt, E.: Introducción a la Historia de la Revolución Francesa. Cáp. 2

Brunn, Geofrey: La Revolución Francesa y la Guerra (Cáp. 3).

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