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La libertad de elección en la educación

Pau Arlandis Martinez


A la hora de abordar la cuestión de la libertad en la educación en esta clase me ha
quedado una cosa clara, no se trata de si el niño recibirá una educación en la libertad o
en el pensamiento crítico. La discusión es si un padre puede elegir a donde llevar a su
hijo o no. La libertad en su grado más superficial. Por tanto querría abordar esta cuestión
como una crítica al capítulo de Friedman [1] (que es mucho más específico que Antonio
Cabrales [2] y comparte su esencia) desde dos perspectivas diferentes: La escuela
como institución social (al hilo de la reflexión de Meirieu) y la falta de rigor científico de
Friedman.

La escuela más allá de tu hijo


La escuela debe ser una institución y no un servicio, ese es el resumen conceptual del
texto de Phillipe Meirieu [3]. Esta conclusión nos da una óptica mucho más amplia de la
que Friedman y otros liberales parecen carecer, la óptica de la educación para la
sociedad.
El sistema educativo no es un servicio ni una transacción comercial entre unos
profesores y unos padres que quieren que su hijo tenga un trabajo en el futuro. Reducir
a eso la educación es prácticamente denigrante. La educación es mucho más que una
guardería o que una fábrica de trabajadores. Al menos, debería serlo. La escuela
debería ser una institución, creada para el avance de la sociedad en su conjunto. Es por
eso y no por una cuestión de adoctrinamiento por lo que debería prevalecer la educación
pública frente a cualquier tipo de criterio parental.
Un padre, frente a la educación de su hijo, no posee una visión social. Tiene tan solo
una visión egoísta sobre el futuro de su hijo y el suyo propio. De lo que no es consciente
es que su hijo solo podrá ser exitoso dentro de la sociedad que construya junto al resto
de seres que la compongan. Intentar educar a tu hijo al margen de la sociedad
esperando que así sea más exitoso es la receta para el desastre. Un desastre que va
mucho más allá de que un niño esté o no educado sino de que no lo esté toda la
sociedad.
Lo único que da esa visión de escala social es el ojo del estado, un estado social eso sí
conformado por todas las personas que viven en sociedad. Cuando Friedman presenta
todos los problemas del sistema educativo acierta en bastante medida excepto al
señalar al culpable que para él es el maléfico y pérfido burócrata cegado por su
ideología. Un cambio en la forma de educar a nuestros hijos no pasa por eliminar al
estado de la ecuación (aunque sin duda si pasa por controlarlo). Porque el estado es
necesario para dotar a la escuela de la institucionalidad que debería ser, de la escala
social y de la indudable capacidad para cambiar la sociedad y liderar el progreso de la
humanidad del mañana que debería tener.

No hay rigor para la revolución


Desde otro punto de vista, Friedman trata claramente de establecer una revolución
educativa. De cambiar todo el sistema educativo de forma radical. Pero sin aportar
ninguna prueba más que su experiencia personal en un par de casos personales y en
algunos experimentos fallidos. Entiendo y espero que abunde más en pruebas a lo largo
de su literatura pero tal y como él mismo dice:
“somos de la opinión de que un sistema de vales no restringido sería el modo más eficaz
de reforma de un sistema educativo […]. No podemos presentar en este momento
todas las bases sobre las que se apoya nuestra creencia.” (2. Friedman y Friedman)
[N. del A.: La negrita no se encuentra en el original]
Como sociedad no podemos permitir que cualquiera exija un cambio radical en algo tan
importante para el desarrollo como la sociedad sin aportar una mísera prueba. No casos
aislados tergiversados sino pruebas reales a escalas reales. No dudo de que Friedman
pueda tener alguna prueba o la esté buscando, solo juzgo lo que se traduce de su
capítulo en [1].
Tomando como ejemplo su propio ejemplo de Harlem Prep. Según Friedman funcionaba
de maravilla, era la quintaesencia de la educación en un barrio deprimido. Según
Friedman era porque los padres pagaban a la escuela. Según Friedman el proyecto se
acabó cuando entraron los burócratas. El análisis de Friedman es de una calidad tan
baja y tan acorde con sus intereses que asusta. Por ejemplo, Harlem Prep no entró en
decadencia cuando entró en el departamento de educación, como afirma sin
concesiones, sino que entró en el departamento porque estaba en decadencia y no tenía
suficientes fondos para mantenerse [4].
Además, el análisis está escaso de argumentos que apoyen su hipótesis. ¿Era el hecho
de que los padres pagaban por ir a esa escuela lo que hacía que sus alumnos brillasen?
¿Había otros motivos? ¿Qué pesos tenían los diferentes motivos? ¿Dónde fallaban
escuelas en el mismo lugar? ¿Fallaban realmente estas escuelas? Con tantas preguntas
que no se responden, no se puede afirmar tan a la ligera cómo se debería cambiar el
pilar fundamental del avance humano que es la educación.
Falta mucha investigación educativa, estoy de acuerdo (Además, hay pocos fondos para
realizarla). Pero es que encima hay muy poca voluntad política para implementar
políticas de igualdad social en educación. Lo que nos sobra son análisis ideológicos
como el de Friedman. Ningún modelo educativo debería fundamentarse sobre la
ideología de sus constructores. Efectivamente esto sigue siendo un problema en el
actual sistema educativo, pero no quiero cambiar un sistema educativo con mucha carga
ideológica por otro con todavía más carga ideológica. El futuro de la humanidad depende
de ello.

Referencias
[1] Friedman, M. y Friedman, R. “Un plan de bonos para las enseñanzas públicas” en
“Libertad de elegir”. Madrid, España. Editorial Gota a gota, 2008.
[2] Cabrales, A. “Colegios para un solo sexo: Laissez faire (s’il leur plait)”. Blog “Nada
es Gratis”, 2010. http://nadaesgratis.es/cabrales/colegios-para-un-solo-sexo-laissez-
faire-s%E2%80%99il-leur-plait [c. 22/10/2017]
[3] Meirieu, P. “Principio 1” en “En la escuela hoy”. Barcelona, España. Editorial
Octoedro, 2004.
[4] Goldenberg, B. “The Story of Harlem Prep: Cultivating a Community School in New
York City”. Blog “The Gotham Center for New York city history”, 2016. [c. 22/10/2017]

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