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DEBATE De montoneros a indios: Diego Escolar*

Genocidio y política indigenista: debates Sarmiento y la producción del


sobre la potencia explicativa de una
categoría polémica homo sacer argentino

Editor En recientes artículos de prensa en torno al 12 de octubre (hasta hace poco “Día de la Raza” y redefinido
oficialmente ahora como “Día de la diversidad cultural”) el periodista argentino Mariano Grondona, el es-
Diana Lenton (presentadora y comentarista) critor Martín Caparrós y el historiador Luis Alberto Romero, entre otros, se refirieron al genocidio indígena
en Argentina como tropo del relato histórico kirchnerista y apelaron a una crítica de apariencia historio-
Autores y comentaristas (en orden alfabético) gráfica para cuestionar su existencia. Aún a sabiendas del contexto militante en el cual se inscriben estos
planteos, me interesa partir de algunos postulados reproducidos en ellos para analizar algunos aspectos
Walter Delrio y Ana Ramos
fundacionales de la producción del genocidio indígena desde y más allá de la imaginación liberal. Concreta-
Diego Escolar mente, la vinculación histórica entre la categoría de “indio”, las prácticas genocidas y la violencia fundadora
Pilar Pérez del estado.

Florencia Roulet y María Teresa Garrido Destacaremos un argumento típico y otro reciente del anti-indigenismo liberal presentes en estos panfle-
tos. El primero, el uso anacrónico del concepto de genocidio para aplicarlo al sometimiento de los indígenas
Verónica Seldes en la Argentina, en especial durante la “Campaña del Desierto” en el siglo XIX, dado que el término no
Liliana Tamagno existía en la época. El segundo, enunciado por Grondona, la criminalización de Julio Argentino Roca al con-
trario de la indiferencia que habría merecido la figura de Sarmiento, quien (afortunada e inexplicablemente)
Julio Esteban Vezub
habría pasado inadvertida para el revisionismo K.
En los tiempos de Roca desde luego no se utilizaba el término genocidio, acuñado por el jurista polaco
Raphaël Lemkin a mediados del siglo XX para tipificar criminalmente el holocausto nazi. Pero esta crítica
epistemológica de anacronismo conceptual es endeble precisamente en términos epistemológicos. El pro-
pio ejercicio de la historiografía puede concebirse en la práctica como una inevitable tensión (toda vez que,
en nuestra ontología, el pasado no existe en el presente sino a través de mediaciones discursivas) entre la
aproximación a una imposible identidad con el espíritu de época y la proyección de modelos de pensamien-
to, perspectivas, categorías y deseos total o parcialmente presentes (genocidio, elites letradas, burocracia,
emancipación, estado…). Más llamativa es, sin embargo, la crítica del único historiador profesional que in-

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ISSN 1853-8037, URL: http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/corpus *CONICET - Centro Científico y Técnico Mendoza / Universidad Nacional de Cuyo. Correo electrónico: descolar@gmail.com
terviene en esta campaña de prensa, Luis Alberto Rome- pretende utilizar el concepto como una categoría gene- noción de dos sociedades históricamente separadas, con
ro. Cuestionando también la extemporaneidad del uso ral explicativa de los procesos históricos, o cuando se lo lógicas diferentes, una de las cuales, la “sociedad crio-
del concepto de “genocidio” para la Campaña del De- instituye como principal emblema de identificación de lla” o “los blancos” termina haciendo de la otra el obje-
sierto, despliega crasos errores históricos cuando no evi- un colectivo social movilizado, aspectos que pasaremos to de un conjunto de acciones genocidas planificadas y
dentes anacronismos al contrastar a Roca con los aztecas a desarrollar en breve. desarrolladas por su estado, el Estado argentino. Estos
(“al menos Roca no realizaba sacrificios humanos”), al La segunda crítica de Grondona sobre la excesiva cri- usos del concepto, más que erróneos son parcialmente
hablar de “imperios aborígenes” en la Patagonia y al ca- minalización de Roca y aparente rehabilitación de Sar- simplificadores de la experiencia histórica indígena (y
lificar al estado argentino durante el gobierno kirchne- miento es, sin embargo, parcialmente correcta. Roca ha criolla), simplificación tal vez inevitable para represen-
rista como “totalitarismo” estalinista, básicamente por sido mistificado como símbolo de un genocidio indíge- tar ciertos procesos, pero que dificulta la comprensión
la intención de sus partidarios de colocar un monumen- na argentino cuyos orígenes, ideólogos, ejecutores, pro- de algunos puntos clave de la institución de la relación
to del fallecido ex presidente. yección histórica y profundidad social trascienden con “indios”=genocidio.
Como propone Rancière la “provocación negacio- mucho su papel. Sarmiento ha recibido críticas en este
Retomaré un caso que trabajé más extensamente en un
nista” no se sostiene generalmente mediante pruebas, sentido, pero no han cuajado en nada comparable a la
estudio previo (Escolar 2007) el cual no es incorporado
sino que sus argumentos parecen adquirir más fuerza monumentalización de Roca como genocida. Esto de-
generalmente en la saga negativa del genocidio indígena
de convicción cuánto más inconsistentes resultan en los riva en gran medida, sostengo, del modo en que tradi-
pero que considero fundamental para su comprensión si
hechos, como lo demuestra la acumulación de interven- cionalmente la Campaña del Desierto ha sido instituida
se lo pretende colocar, como viene proponiendo la crítica
ciones periodísticas contrarias a las demandas indígenas como el evento mítico del “fin de los indios” y el mismo
antropológica local (véase la síntesis periodística sobre
(Hanglin, Grondona, Caparrós) que repiten argumentos Roca como héroe fundador de territorio, raza y destino
la problemática del genocidio indígena en Argentina de
calcados de la épica militar argentina, impermeables a colectivo de la Argentina. Como todo mito en sentido
Diana Lenton)1 en relación a la constitución del Estado.
la crítica historiográfica seria. Ya sea invocando perga- antropológico, el de Roca y la “Campaña del Desierto”
minos como Grondona o, como Caparrós, autoridicu- constituyen sin embargo matrices de representación y En 1862 luego de la derrota del ejército federal por las
lizándose, la propaganda antiindígena interpela a una pensamiento colectivos que pueden ser y han sido rea- tropas de Buenos Aires en la Batalla de Pavón, Domingo
suerte de “Doña Rosa” liberal que no se preocupa por propiados. Tal cual la liturgia nacional argentina repro- Faustino Sarmiento fue enviado por Mitre para dirigir la
argumentos históricos sino que eventualmente se iden- dujo el mito de Roca, tanto los indígenas o sus simpa- intervención y represión contra los federales en las pro-
tifica con los supuestos racistas, la épica del inmigrante, tizantes como la izquierda en general lo ha reinvestido vincias de Cuyo, La Rioja y Córdoba. Después de una
el tono iconoclasta y, en Caparrós y Hanglin, la ética de de significado para reivindicar demandas indígenas, ar- masiva insurrección federal sofocada cruentamente por
“sacarse la culpa” celebrada por el inconfundible folklo- ticular un sentido de experiencia histórica colectivo o Sarmiento, su prestigioso líder el Chacho Peñaloza es
re lacaniano porteño. cuestionar relaciones de dominación y el orden político. asesinado a “lanza seca”, inerme y rendido, por la parti-
No es lo más difícil, efectivamente, determinar ni pro- Pero me parece importante retomar la figura de Sar- da militar enviada a capturarlo. Su cabeza es enarbolada
bar que ocurrió un genocidio, o varios, sobre pueblos miento para analizar la relación histórica entre la cate- en lo alto de una pica, exhibida junto con sus miembros
indígenas de la Argentina atendiendo a las caracterís- gorización indígena y la institución de un orden estatal descuartizados. Dijo Sarmiento a propósito del hecho:
ticas tipológicas asociadas al término. Investigaciones que en su fundación soberana excluye un sector de su
población del cuerpo político. Yo, inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y
serias pueden resistir exitosamente el embate de los honrados, aquí he aplaudido la medida, precisamente por
negacionistas, sea que consideremos al genocidio como Habitualmente el estudio del genocidio indígena co- su forma. Sin cortarle la cabeza a ese inveterado pícaro y
un concepto jurídico, una aberración moral y política o locó el acento en la reconstrucción del padecimiento de ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían con-
la descripción de un evento histórico efectivamente su- las víctimas y la responsabilidad política, criminal y mo- vencido en meses de su muerte” (Sarmiento y Mitre 1911,
cedido. Los problemas comienzan más bien cuando se ral de los victimarios. Este esfuerzo tendió a fortalecer la p. 230).

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El asesinato del Chacho no fue un caso aislado sino La masiva insurrección montonera será vista como ex- explícito de la necesidad de exclusión de parte de lo que
la (provisoria) culminación de un ciclo de represión que presión bélica de una “resistencia cultural” indígena, un potencialmente puede ser considerado el “pueblo” de la
desató el ejército de Buenos Aires para someter la resis- “movimiento indígena campesino” (Sarmiento 1947, p. comunidad política.
tencia federal en las provincias. Las víctimas fueron los 90) explicado a su vez por el resentimiento hacia la po- Sarmiento plantea que los montoneros no sólo están
pobladores de la campaña semiárida o “travesía” cuya- blación blanca y culta de una masa rural que obedece a fuera de la ley ordinaria sino también del Derecho de
na, los Llanos riojanos, sur de Córdoba, etc. a menudo un ancestral odio indígena, originado en las injusticias, Gentes, antecedente jurídico del concepto de derechos
calificados como “gauchos”. Este ritual de sacrificio te- masacres y expropiaciones sufridas desde la coloniza- humanos (1947, p. 218). La discusión desarrollada en El
rrorista, como muchas otras prácticas que toleró o pro- ción española. Un pasado de despojo en el cual las po- Chacho... sobre las facultades oficiales de represión se
movió entre sus tropas (fusilamientos masivos, torturas, blaciones “…fueron desalojadas por los conquistadores inscribió en una agenda nacional –incluyendo la propia
asesinatos y esclavización de civiles inocentes, incendio para hacer de las tierras de labor estancias (…) (p. 91). coalición liberal gobernante—, marcada por los debates
de pueblos) fueron denunciados por contemporáneos Esta indigenización histórica, geográfica y cultural de sobre los límites a la incorporación de la disidencia po-
como José Hernández, Juan Bautista Alberdi y el propio las montoneras y sus caudillos contrasta en forma no- lítica en un estado republicano. En un famoso discurso
Bartolomé Mitre como un crimen análogo a los que el table con la canónica construcción del “gaucho” como en el Senado sobre el estado de sitio—con motivo de
propio Sarmiento inscribió dentro del sórdido decálogo sujeto popular en Facundo.2 una nueva intervención de San Juan en 1869, durante
de la “barbarie” federal como símbolos elocuentes de la Por otro lado, la caracterización indígena no explica la presidencia de Sarmiento—el mismo Mitre, ahora en
negación de la civilización, la sociedad y, básicamente, sólo los motivos de la rebelión sino la imposibilidad de la oposición, acusó a Sarmiento de haber asimilado las
lo político. un comportamiento propiamente político (incluso en el prácticas de los caudillos y violar los derechos humanos
A partir de estos hechos y debido a la repercusión que marco de una guerra) para el procesamiento de los an- al ajusticiar al Chacho por delitos políticos, a pesar de
tuvieron en la política nacional Sarmiento escribió un li- tagonismos. Para legitimar el asesinato y mutilación del sus ideales liberales:
bro destinado básicamente a justificar su papel en la eje- Chacho por las fuerzas nacionales, Sarmiento había re-
cución del Chacho y la represión de las montoneras. El clamado que las órdenes del presidente Mitre considera- El Congreso Constituyente de 1853 prohibió las ejecuciones
ban a la montonera como “salteadores” y no como ene- a lanza y cuchillo (…) También existe en nuestra Constitu-
Chacho último Caudillo de la Montonera de los Llanos
ción, como una garantía de derecho humano [énfasis propio] y
(1947[1866]) es uno de los textos más importantes del au- migos políticos.3 Tal caracterización sólo cabría en tanto
un bálsamo derramado sobre antiguas y dolorosas heridas
tor para conocer su pensamiento político. Una especie sus demandas asumieran una forma legítima y sus líde- esta otra prohibición: no se matará por delitos políticos [desta-
de secuela del Facundo, pero en donde su voz no se si- res se hubieren organizado con un programa o demanda cado en el original] (Mitre 1869, pp. 7-8) (…) [Un mandata-
túa como en éste extemporánea, desapegada del escena- inteligible. Escribiendo en la prensa local, Sarmiento jus- rio] podía matar a sus enemigos políticos con sólo calificar-
rio de la acción narrativa, sino que se coloca a sí mismo tificaba la guerra afirmando que “no es un sistema po- los de bandidos o bandoleros (1969, p. 44).
como personaje cargado de responsabilidad y participe lítico lo que estos bárbaros amenazan destruir. Es todo
En ocasión de la famosa polémica desatada en torno a la
de los hechos. Es asimismo un tratado sobre el gobierno orden social, es la propiedad tan penosamente adquiri-
publicación de Campaña en el Ejército Grande (Sarmiento
y la legitimidad de la administración de la violencia sin da” (1947, p. 137); las montoneras son “negaciones de
1962 [1852]), Juan Bautista Alberdi había acusado a tam-
reglas en la producción de la soberanía del estado. la sociedad misma (p. 235)”. Esto, a pesar de haber ad-
bién a Sarmiento de impulsar “La guerra militar y de
El libro vincula dos argumentos: primero, la imposi- mitido que “de los prisioneros tomados, solo quince en
exterminio contra el modo de ser de nuestras poblacio-
bilidad de una incorporación política de las poblaciones más de ciento no tuvieron quién solicitase su libertad y
nes pastoras y sus representantes naturales (1945, pp.10-
campesinas de la campaña de las provincias interiores los acreditase honrados, lo que probaba que eran todos
11).”
(y gran parte de su plebe urbana) en la ciudadanía. Se- gente conocida y de buena familia” (p. 81).
La represión de las montoneras podría encuadrarse en
gundo, el carácter esencialmente indígena de dichas po- El carácter primordialmente indígena de las montone-
la figura de genocidio en muchos aspectos análogo a las
blaciones. ras y sus bases opera en El Chacho… como argumento

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prácticas de la guerra contra los pueblos indígenas. Los Pero en la tradición filosófico-política occidental “po- Si analizamos el discurso y prácticas de Sarmiento con
asesinatos, torturas, reparto de personas y confinamien- der constitutivo” hace referencia básicamente a un con- relación a las montoneras del Chacho es clara la relación
to de población civil; la destrucción de las bases mate- cepto distinto de soberanía: la capacidad del soberano que puede establecerse con el de Roca y otros promoto-
riales de su existencia; la producción de una excepción (el Rey, los convencionales, el pueblo) de suspender la res con relación a la Campaña del Desierto en cuanto al
basada en reales o supuestas características culturales y propia legalidad del estado, no para consolidar un po- modo en que se argumenta la necesidad y posibilidad de
biológicas; sobre todo, la justificación de su sometimien- der omnímodo para la destrucción del pueblo sino para eliminar a los indígenas o someterlos sin considerar para
to a un orden soberano estatal mediante la simultánea fundar un nuevo orden político y jurídico legítimo, una ellos las normas de derecho que la misma constitución
exclusión del orden jurídico y político de ese mismo es- nueva constitución. En la tradición democrática, espe- sanciona, en la medida en que se trata de población que
tado constitucional. cialmente la antiliberal, tal noción supone la posibili- habita lo que se asume como territorio nacional (más allá
Por ello, si bien considero técnica y moralmente co- dad de trascendencia de las limitaciones formales y sis- de que se argumente un origen “chileno”). Pero deseo
rrecta catalogarla de genocidio, no creo que resulte del témicas a la democracia y fundar un nuevo orden sin destacar que precisamente la línea que recorre ambos
todo adecuada la concepción de la Campaña del Desier- condicionamientos impuestos por el anterior. Es esta la momentos genocidas para ser considerados legítimos,
to como el “genocidio constitutivo” del Estado argen- concepción que desde Lawson, Locke, Madison y Sieyès incluso legales, en el caso de Sarmiento con las montone-
tino, toda vez que sería difícil establecer, primero cuál hasta Carl Schmitt y Walter Benjamin alimentó nociones ras y de Roca con los pueblos indígenas de la Patagonia,
genocidio sería más propiamente constitutivo; y luego, como poder constituyente, violencia fundadora, poder es la categorización indígena de los grupos exceptuados.
exigiría una justificación mayor de qué significaría el fundador o dictadura soberana (Kalyvas 2008; Benjamin Este es el argumento final que permite justificar ambas
concepto “constitutivo”. En términos históricos la ma- 1991, Schmitt 2005). La relación de este poder sobera- conquistas del interior del territorio y el espacio social
tanza y exclusión soberana (reducción a meros cuerpos no y el estado de excepción con la posibilidad cierta y estatal.
que cualquiera puede matar sin violar la ley, descono- constitutiva del genocidio, es desarrollada en las últimas Solemos no cuestionar la calificación indígena de las
ciendo la norma constitucional vigente) de los campesi- décadas por Giorgio Agamben (1998, 2005) vinculando poblaciones autóctonas de la Patagonia hacia finales del
nos del interior y los restos del partido federal moviliza- básicamente una inspiración crítica en Carl Schmitt con siglo XIX. Pero siempre fue visto como problemático o
do entre 1962 y 1963 tras la batalla de Pavón, a partir del el concepto de biopolítica tal cual lo desarrolla Michael imposible calificar de indígenas a los “gauchos” o “crio-
cual el estado de Buenos Aires conquista las provincias Foucault. Para él, el estado de excepción (en cierto modo llos” de las provincias de antigua ocupación colonial en
del interior y su ejército de convierte en el de la Nación, como para Benjamin el “estado de emergencia perma- el centro y norte de la Argentina. La decisiva indigeni-
parece corresponder mejor a la noción de un genocidio nente”) es el nomos de todo estado moderno, siempre zación de las montoneras por parte de Sarmiento (en el
“constitutivo” del estado argentino, si por ello entende- produce un tipo de homo sacer, grupos de personas que se momento fundador de un poder soberano estatal) nos
mos la producción original de un orden político sobera- transforman en mera vida desnuda, que quedan exclui- dice que no se trata sólo de que el estado argentino o los
no mediante un acto de violencia fundadora. Los grupos das del orden legal y político del mismo estado que las detentores prácticos de su soberanía cometieron geno-
indígenas libres del área pampeana y patagónica son contiene y pueden ser asesinadas por cualquiera, y que cidio con los indígenas, sino que también la indigeniza-
conquistados con posterioridad a la secuela de conflic- pueden coincidir con una parte o toda su población. Es ción o reconocimiento de la indianidad de la población
tos más cruentos suscitados por la imposición de la regla decir, la soberanía siempre implica en esta línea la posibi- fue un argumento para cometer y legitimar genocidios,
estatal nacional en las provincias, y participaron en las lidad de que la tendencia al control de toda la esfera de la o “colonización interior” en el marco de un estado re-
campañas muchos ex montoneros y algunos jefes fede- vida humana por parte del estado moderno sumada a la publicano. No se trata solamente, entonces, de que los
rales, la guerra (con genocidio incorporado) de conquis- capacidad de suspender su propia legalidad sin violar la indígenas sean o hayan sido blanco de genocidio por
ta militar consolidó en todo caso el dominio y expandió ley, se traduzca en el poder indiscriminado de matar sin parte del estado, sino que lo indígena fue constituido
el territorio de un estado ya constituido. por ello romper sus propios fundamentos legales. históricamente, también, como un tropo corporizado de

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soberanía en el sentido negativo de excepción y poder ríodos por las bases sociales capaces de ser interpeladas Referencias bibliográficas
de muerte sobre los cuerpos del propio estado moder- como indígenas, puede reproducir la noción de su ge-
Agamben, G. (2005). States of Exception. Chicago and
no. La capacidad de expansión y contracción de los co- nocidio como matriz de la historia capaz de proyectarse
London: The University of Chicago Press.
lectivos identificados como indígenas, o mejor dicho, la teleológicamente hacia el presente y futuro, indepen-
variable abarcabilidad de tal clasificación entonces, no dientemente de las intenciones políticas o morales que Agamben, G. (1998). Homo Sacer. Sovereign Power and
sólo estuvo asociada en el pasado como en la actuali- se quieran instituir en el debate. Bare Life. Stanford: Stanford University Press.
dad a demandas emancipatorias, de derechos restituti- Benjamin, W. (1991) [1921]. Para una crítica de la vio-
vos y reconocimiento, sino también, históricamente, a la Notas:
lencia. En Para una crítica de la violencia y otros ensayos.
producción de una excepción y exclusión del orden de 1 “El Estado se construyó sobre un genocidio”. Página Iluminaciones IV. (pp. 23-45). Madrid: Taurus.
lo político y las garantías constitucionales, de un homo 12, 10 de octubre de 2011.
sacer argentino (papel en el cual Sarmiento fue uno de Botana, N. (1996). Domingo Faustino Sarmiento: una Aven-
2 No sólo en aquel libro los pobladores de las campa-
los principales agentes). Tal vez por eso también la “in- tura Republicana. Buenos Aires: Fondo de Cultura Eco-
ñas o “llanuras” interiores son descriptos como es-
visibilización” y ubicuidad de la identidad indígena fue nómica.
pañoles degenerados, pero radicalmente diferentes
también una estrategia de supervivencia para aquellos de los indígenas (en este caso pampeanos y patagóni- Escolar, D. (2007). Los Dones étnicos de la Nación. identida-
grupos o sectores capaces de ser señalados como tales, y cos), sino que algunas tradiciones culturales gauchas des huarpe y modos de producción de soberanía estatal en
no sólo el resultado de una ideología étnico-nacional de descriptas en aquel son modificadas en El Chacho… Argentina. Buenos Aires: Prometeo.
homoegenización promovida por las elites o de políticas para mostrarlas como indígenas. En Facundo, Sar-
asimilacionistas (Escolar 2007, 2011 en prensa). Escolar, D. (en prensa). Metáforas étnicas de la nación:
miento afirmaba por ejemplo que “En las llanuras ar-
el repartimento de prisioneros indígenas en Mendo-
En este sentido, más allá de la justicia de las demandas gentinas no existe la tribu nómade; el pastor posee el
za y la teorización nativa del “criollo”. Laguarda, P. y
por genocidio de los pueblos indígenas en Argentina y suelo con títulos de propiedad; está fijo en un punto
F.Fiorucci (Eds.). Intelectuales, cultura y política en espa-
de la necesidad de refutar las campañas negacionistas, que le pertenece” (Sarmiento 1963: 69). Sin embargo,
cios regionales de Argentina (siglo XX). Rosario: Prohis-
consolidar al genocidio como principal mito de refun- para explicar que “El Chacho no usó de la coerción
toria (en prensa).
dación de identidades y pueblos indígenas actuales, o que casi siempre los gobiernos cultos necesitan para
como principal demanda y símbolo de los indígenas llamar a los pueblos a la guerra” dirá que utilizó for- Kalyvas, A. (2008) Democracy and the politics of the Ex-
como colectivo social movilizado entraña también el pe- mas de lealtad que define como “la organización pri- traordinary, Cambridge: Cambridge University Press.
ligro de reproducir o rehabilitar su locus de excepción mitiva de la tribu nómade” (1963, p. 82). Schmitt, C. (2005) [1922]. Political Theology. Chicago: The
como respuesta estatal potencial. Pregunto si esta edifi- 3 Sarmiento invoca las órdenes secretas del presidente University of Chicago Press.
cación de una subjetividad contenciosa a través de la fi- Mitre “quiero hacer en La Rioja una guerra de policía
jación nítida de lo indígena anclada en la experiencia del (...) declarando ladrones a los montoneros, sin hacer-
genocidio como marcador universal (lo que finalmente les el honor de considerarlos como partidarios políti-
Fuentes éditas
conceptualizaré con el horrible neologismo “genocidi- cos ni elevar sus depredaciones al rango de reacción Alberdi, J. B. (1945) [1953]. Cartas Quillotanas. Buenos Ai-
ficación”), cuidadosamente evitada durante largos pe- (Sarmiento 1947, p. 143). res: Ediciones Estrada.

5 Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 1, N°2, 2do. semestre 2011, ISSN 1853-8037
Mitre, B. (1969). Cuestión de San Juan. Discurso del Jeneral Periódicos
Bartolomé Mitre Pronunciado en el Senado el 19 de Junio Aranda, D. (2011). “Entrevista a Diana Lenton. El Esta-
de 1869 Informando de la Cuestión de San Juan. Buenos do se construyó sobre un genocidio”. Página 12, 10 de
Aires: Imprenta del Siglo. octubre de 2011.
Sarmiento, D. F. (19639 [1845]. Facundo. Buenos Aires: Caparrós, M. (2011). “Qué fantástica esta fiesta”. Pam-
Ed. Losada. plinas. Blog.elpais.com 12 de octubre de 2011.
Sarmiento, D. F. (1962) [1852]. Campaña en el Ejército Grondona, M. (2011). “La demonización de Roca y el ol-
Grande. Buenos Aires: EUDEBA. vido de Sarmiento. La Nación, 2 de octubre de 2011.
Sarmiento, D. F. (1947) [1866]. El Chacho. Último Cau- Romero, L. A. (2011). “Bajen a Roca, alcen a Néstor”. La
dillo de la Montonera de los Llanos. En Vidas de Fray Nación, 5 de octubre de 2011.
Félix Aldao y El Chacho, (pp. 69-236). Buenos Aires: Ar-
gos.
Sarmiento, D. F., Mitre, B. (1911). Sarmiento-Mitre: corres-
pondencia, 1848-1868. Buenos Aires: Imprenta de Coni
Hnos.

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