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Liberación y gobierno

Nunca presentaron una lista, pero los tupamaros tienen


ministros, senadores y diputados. En la dirección del MPP
son mayoría, aunque a su movimiento no entra
cualquiera.
Eloísa Capurro
Yo diría con total franqueza que el Pepe deja contento a todo el mundo;
ahora hacer, hacer, todavía no ha mostrado mucho", dijo Julio Marenales,
fundador, militante y dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-
Tupamaros (MLN-T). No son los dichos de un opositor -aunque parecerían
serlo- sino de un viejo compañero de armas del presidente José Mujica.
Marenales es el último de aquellos dirigentes históricos (de esos que
formaron los "nueve rehenes" de la dictadura) de la organización que, en
la década de 1960 decidió tomar las armas para imponer sus ideas.
Aquellos años pasaron. Pero hoy el MLN-T sigue presente y es el que le
hace notar al presidente Mujica, otro de los históricos del movimiento,
cuando se sale de ese sendero. El movimiento nunca estuvo tan cerca del
poder, aunque esté bastante lejos, y hoy recorre la inestable línea de ser
oposición y oficialismo al mismo tiempo.
No lo gritan con tanta libertad como otras fuerzas del Frente Amplio, ni
publicitan documentos críticos como lo hace el Partido Comunista. Pero
toman su distancia, cada tanto, del gobierno.
Y lo hacen ocupando -según cálculos realizados por los propios
tupamaros- el 60% de la dirigencia del Movimiento de Participación
Popular (MPP), ese partido que creó en la salida democrática junto con
otros grupos que luego se fueron. Algunos de los militantes del MLN-T
tienen hoy cargos de gobierno o bancas parlamentarias.
El ministro del Interior, Eduardo Bonomi, forma parte del Comité Central
del MLN-T (la máxima estructura de la organización) y, a pesar de su
cargo en el Ejecutivo, todavía asiste a las reuniones. También lo hacen la
senadora y primera dama Lucía Topolansky, y el senador y ex ministro de
Ganadería, Ernesto Agazzi. En la bancada parlamentaria el MLN tiene
cinco de los 10 diputados que le corresponden al MPP por Montevideo. "En
todos los espectros de la institucionalidad hay gente del MLN", dijo Ruben
García, director de Relaciones Internacionales de la Intendencia de
Montevideo, y quien integra el Comité Central.
"El MLN-T es el principal apoyo del gobierno, aunque en algunos
momentos pueda llegar a ejercer presión o tomar distancia respecto a
algunas de sus decisiones", opinó el politólogo Adolfo Garcé y autor de
Donde hubo fuego, donde analiza la transición tupamara hacia la
democracia.
Y esos distanciamientos se ven, por ejemplo, en el programa del Frente
Amplio. Durante los próximos cinco años al MLN-T le toca defenderlo, pero
para ellos es sólo un piso. "Es un programa básico. El país ha crecido y se
ha distribuido, pero no todo lo que debería. Hubo concentración de la
tierra. Acá los ricos son más ricos. Los reclamos docentes son justos",
opinó el diputado Alejandro Sánchez. "Hay que decirlo para que la gente
se organice y lo reclame. Nosotros vamos a garantizar que el programa se
cumpla y si podemos profundizar, lo vamos a hacer y lo vamos a
proponer", agregó.
Ellos hoy, son parte importante del Ejecutivo. Esa omnipresencia la
ganaron sin jamás haber presentado una lista a elecciones. Su brazo
político fue, en sus inicios, el Movimiento 26 de marzo. Hoy lo es el MPP,
una estructura de masas que se llevó más de 364.000 votos en las
elecciones pasadas y que desde hace tiempo es la lista más votada dentro
del Frente Amplio. En su dirección, el MLN es mayoría.
"Pero no hay una llevada de la nariz de la gente. El MPP no es un
apéndice. Es una organización que cumple funciones diferentes, en este
caso de ser de masas", aclaró García. Hoy se puede ser emepepista sin
estar afiliado al MLN-T. Pero si se es tupamaro, se es del MPP.
La diferencia, aclaran los entrevistados, no es ideológica. Ambas
organizaciones aspiran a la liberación nacional y al socialismo. Pero una es
popular y la otra es más bien cerrada. "El MLN trata de tener un
pensamiento más estratégico y no tan cotidiano. Y generalmente no lleva
posturas oficiales al MPP", dijo Sánchez.
Mientras que el MPP hace campaña electoral, el MLN-T apenas sale a la
calle dos veces por año. Una es por la conmemoración de la muerte de
Raúl Sendic y otra para homenajear a los caídos en la toma de Pando.
Ambos actos son en la calle Tristán Narvaja, siempre un viernes.
Incluso para afiliarse hay diferencias. En el MPP sólo basta con acercarse
al local y mostrar interés. En el MLN el ingreso es cuidadosamente
estudiado. Primero, porque muchas veces es el movimiento el que sale a
buscar a figuras que considera importantes para la organización (una
especie de reclutamiento). Segundo, porque para ser tupamaro hay que
tener coherencia interna y seguir los reglamentos. De velar por esto se
encarga la comisión de Asuntos Internos de la organización. Y el número
total de militantes es celosamente reservado.
"No podría ser parte del MLN alguien que genere hechos de violencia
doméstica, porque no es divisible la vida privada de la pública. El militante
es el espejo de la organización. Todas sus actitudes reflejan a la
organización", explicó Sánchez, quien ingresó en 1997 tras haber
demostrado su militancia en el MPP. La pregunta no es quién quiere entrar
al MLN-T, sino quién el movimiento quiere tener en sus filas.
Los que logran entrar son militantes en el sentido más literal de la
palabra: los tupamaros se turnan hasta para hacer las guardias de fin de
semana en el local de Tristán Narvaja. Bonomi las hizo. Marenales hasta
hace poco tiempo también. Incluso García, quien debe supervisar las
tareas de todo un equipo en el Edificio Mercosur, hizo guardia hace menos
de dos meses. Y eso, ellos lo justifican de una forma natural: "Todos los
militantes tienen que cuidar su casa".
Pero, aunque consideren que todas las tareas de la estructura tienen la
misma importancia, algunas consumen más tiempo. El presidente José
Mujica (hoy alejado de "la barra") dejó de hacer guardias ya cuando era
diputado. Por otra parte Marenales, mientras estuvo sin cargos en la
organización, salía a hacer pegatinas por la ciudad.
En esa división de tareas algunos tupamaros van quedando más
identificados con el MPP que con el MLN-T. Es el caso de la senadora
Topolansky o del senador Agazzi. "Dentro de la división de tareas que
hacen se ha decidido que ellos tengan protagonismo en el `frente
institucional`", explicó Garcé. "El MPP es la cara del MLN-T que se
especializa en la búsqueda de votos y de cargos para influir en la vida
democrática. El MLN-T, el aparato que permanece en la penumbra, es la
cara que mira hacia el pasado y sigue temiendo un `nuevo 73`".
Las armas y los votos. "La única vía para la revolución socialista será la
lucha armada", decía el documento N°1 del MLN-T publicado en junio de
1967. La derrota militar y los años de cárcel y tortura hicieron que las
estrategias cambiaran para los tupamaros. Aunque el objetivo final
todavía siga siendo el mismo que era entonces.
"Seguimos pensando que la lucha es por la liberación nacional y el
socialismo. Los métodos son coyunturales", explicó García, quien integra
el movimiento desde la década de 1960. "Decidimos, porque teníamos un
espacio, militar en la legalidad y creo que no nos equivocamos".
No fue una transición sencilla. En su libro biográfico Cero a la izquierda el
ex tupamaro Jorge Zabalza desató una importante polémica al señalar que
durante las manifestaciones frente al Hospital Filtro, miembros del MLN-T
estaban atrincherados en un ómnibus con bombas molotov y miles de
miguelitos. Era agosto de 1994.
"La estrategia del movimiento cambió por completo", opinó Garcé. "De la
lucha armada a la competencia electoral. De las acciones armadas contra
empresas multinacionales a ser la columna vertebral de un gobierno que
propicia y garantiza la inversión extranjera. Del secuestro de políticos a la
coparticipación. De la guerra frontal a la mano tendida hacia militares y
policías. Entre aquel MLN-T y éste hay un abismo".
Un abismo en el que todavía no se descarta ningún método, aunque hoy
la lucha armada sea todavía algo lejano. "A nadie le gusta optar por ese
camino. Pero reivindicamos el derecho de los pueblos a defenderse de
acuerdo a la coyuntura", agregó García.
En medio de esta carrera electoral, el movimiento tupamaro comenzó a
sufrir lo que el resto de los partidos políticos: fracciones. En 2007 la
estructura otorgó "licencia por tiempo indefinido" a una serie de
integrantes entre los que se encontraba Eleuterio Fernández Huidobro,
uno de los fundadores del movimiento y redactor de varios de sus más
importantes documentos. Luego, en 2009, Mujica dijo que le decía "adiós
a la barra" y comenzó su alejamiento del MLN-T y del MPP en procura de
ser "el presidente de todos los uruguayos".
"Cada cual tiene opciones en la vida, hay quienes no están militando
orgánicamente porque sus actividades no se lo permiten o su familia o los
compromisos cotidianos. No por eso son enemigos", opinó Fernández
Huidobro. "La gente que se aparta, se complementa con gente que se
incorpora".
Hoy de lo que fue aquel grupo de nueve rehenes de la dictadura, sólo
queda Marenales. Pero igual el MLN-T no está preocupado por su
supervivencia. Todavía le queda sangre joven. De hecho, según
estimaciones de los tupamaros, la mitad de la militancia hoy es de
jóvenes. La otra mitad es de "los jóvenes de la década de 1960".
La incorporación de sangre nueva no fue siempre sencilla. En 1990 el
denominado Frente Juvenil del MLN-T se retiró en masa del movimiento.
Querían tener una estructura independiente, parecida a la de la Unión de
Juventudes Comunistas. La organización les dijo que no. No fue hasta
1997 que el MLN-T se animó otra vez a abrirle las puertas a la juventud.
"Eso generó una especie de anticuerpo en la organización", estimó
Sánchez. "Hoy el Frente Juvenil existe, pero están incluidos dentro de la
organización". De hecho el diputado estimó que a los actos tupamaros, los
que más concurren son jóvenes.
Igual algunos quisieran que fueran más. "Sería bueno savia nueva",
reconoce García. "Pero para mí la fortaleza está en las ideas. Buena parte
de la fortaleza del MPP está en la fortaleza del MLN".
También su economía goza de buena salud. El movimiento logró
despojarse de las deudas arrastradas tras el cierre de radio Panamericana.
Sus miembros tienen el tope salarial que impuso el MPP: 31.500 pesos.
Además los tupamaros hacen un aporte específico a su fuerza de unos
3.000 pesos.
Con esto el MLN-T comienza a pensar en nuevos proyectos. Por ejemplo,
volver a tener un medio de comunicación. Existe la idea incluso de una
versión digital de lo que fue la publicación histórica Mate amargo.
El próximo viernes 8 de octubre, el MLN-T saldrá de nuevo a la calle.
Marenales será uno de los oradores. Y desde el podio que siempre
instalaron en la calle donde siempre estuvieron, volverán a señalar
horizontes mucho más lejanos al progresismo.

Los compañeros radicales


Aunque solía ser su brazo político, hoy el MLN-T no tiene contacto con el
Movimiento 26 de Marzo, que se separó del Frente Amplio hace ya cuatro
años. Ni hay reuniones, ni se ven en actos. "Dentro del Frente Amplio no
hay oposición. Hay sectores que necesitan hacer como que se oponen por
presión de la gente. Pero la única oposición real desde el punto de vista
político ha sido la Asamblea Popular", opinó Eduardo Rubio, dirigente del
movimiento.
Con el Partido Comunista la relación es más cercana. A pesar de haber
estado enfrentados ideológicamente antes de la dictadura, comunistas y
tupamaros se encontraron en la cárcel. El PCU prestó su logística para
refugiar a militantes del MLN-T. Y a principios de 1990 el MLN-T prestó
dinero al PCU, endeudado tras la crisis interna del partido.

Los órganos tupamaros


Como parte de su apuesta al colectivo más que a las individualidades, el
MLN-T no tiene la figura de secretario general. Los órganos que lo dirigen
son dos y son colectivos: el Comité Central y el Comité Ejecutivo.
El primero se forma por 30 personas (entre ellas Lucía Topolansky o
Eduardo Bonomi) electas en cada convención y se reúne cada una cierta
cantidad de meses.
El Comité Ejecutivo está formado por ocho personas (entre ellas Ruben
García) y tiene una frecuencia semanal, puesto que se ocupa de los temas
más cotidianos de la organización.
El MLN-T además tiene una departamental Montevideo y otra del interior,
contando con presencia en los 19 departamentos del país.
El movimiento, explicó el politólogo Garcé, lleva a cabo "operaciones
especiales" de las que poco se sabe aunque se vinculan con la búsqueda
de información sobre presuntos casos de corrupción.

Tupamaros en el gobierno
EDUARDO
BONOMI. Ingresó al movimiento en 1970 y ha sido uno de los oradores de
los actos del MLN-T.
LUCÍA TOPOLANSKY. Esposa de José Mujica, a quien conoció en los años
de guerrilla.
ERNESTO AGAZZI.
Miembro del Comité Central y Ejecutivo del MLN-T.

14 de marzo de 1985, la liberación tupamara


JOSÉ MUJICA
Parte del MLN-T, aunque no fue miembro fundador. Dijo "adiós a la barra"
en 2009. A su lado, el hijo de Adolfo Wasem fallecido en 1984 de un
cáncer no tratado.
MAURICIO ROSENCOF
Como el resto de sus compañeros, pasó 13 años preso. Dramaturgo, junto
a Fernández Huidobro ha escrito libros sobre la historia tupamara.
JORGE ZABALZA
Como todos los que aparecen en la primera línea de esta foto, fue parte
de los "nueve rehenes". Fue edil y hoy está alejado del movimiento.
JULIO MARENALES
Miembro fundador del movimiento. Hoy integra el ejecutivo del MLN-T y
del MPP. Es quien se encarga de recordar la historia tupamara a los
jóvenes.
ELEUTERIO FERNÁNDEZ
Miembro fundador del MLN-T que abandonó en 2007. Fuera de la foto
quedan Jorge Manera Lluveras, alejado de la política y Henry Engler, del
Cudim.

El último tupa
E.C.
El "viejo" Julio Marenales es viejo desde que tiene 30 años. Es que en una
organización como el MLN-T, donde el promedio de edad era menor a los
25 años, él desentonaba. Tenía 38 años la segunda vez que lo detuvieron
en 1968. Y hoy, con la licencia que le brinda seguir siendo "el viejo",
muchas veces funciona como la conciencia crítica de un movimiento que
pasó de la clandestinidad a la casa de gobierno.
Salido de filas socialistas, Marenales fue uno de los miembros fundadores
del movimiento tupamaro. Y es el único de los históricos que permanece
en el MLN-Tupamaros, de donde se alejaron Eleuterio Fernández
Huidobro, José Mujica, Jorge Zabalza y Jorge Manera, los dirigentes
guerrilleros sobrevientes.
Colegas de otros partidos dicen que está muy solo. Es que Marenales es la
voz incómoda del MLN-T. Una figura que dice lo que piensa, le duela a
quien le duela. Y en esas salidas de discurso, en más de una ocasión el
movimiento ha tenido que dar explicaciones de lo que quería o no quería
decir su referente cuando le pegó a tal o cual "compañero". La última
controversia llegó con el libro Marenales de Sergio Márquez Zacchino,
donde reivindica que su organización nació para tomar el poder a
contrapelo de lo que repiten hace años Fernández Huidobro o Mauricio
Rosencof. Sus dichos en la prensa se propagan rápidamente en la interna
del MLN-T.
De hecho, cuando el movimiento elige que "el viejo" hable en un acto
público, cada palabra ha sido previamente estudiada por la dirección,
aseguran allegados. Él mismo presenta un borrador con los puntos que
planea tocar en su discurso. Algunos llega a decirlos, otros no. "A veces
jode diciendo que le censuraron como cinco puntos", dice el diputado
Alejandro Sánchez. Y Marenales es, sobre todo, disciplinado.
Otras veces no le dejan abrir la boca. Durante el último Plenario del Frente
Amplio de setiembre, él llegó a su mesa de discusión y simplemente dijo:
"Vengo a escuchar, porque el MPP no me deja hablar".
Algunos prefieren hablar del "marenalismo" y del peso que le da ser el
único histórico de la organización. Es el encargado de contar los inicios de
la historia a los jóvenes que se integran al sector. El documento "Breve
historia del MLN-T", de su autoría, dice: "el gobierno, ante las demandas
de gente que quería trabajar, contestaba con dura represión, violando una
legalidad que él, primero que todos, tenía que respetar".
Su compromiso con esa organización es tal que hasta la década de 1990
todavía salía en las brigadas de pegatinas y pintadas. "Después hubo que
cuidarlo al viejo", dice Sánchez. Hoy Marenales tiene 80 años y todavía
hace guardias para cuidar el local de Tristán Narvaja.
Y sigue escribiendo documentos para uso interno que, alguna vez, han
causado problemas. Como el que escribió para el próximo congreso del
MPP. "El proyecto de país del FA tiene un techo: su carácter progresista",
decía y señalaba que era imposible desconocer las "contradicciones de
clase" internas a la fuerza de gobierno.
Para los más viejos en la organización, Marenales es un hombre firme,
coherente, dispuesto a correr riesgos. Así lo recuerda Ruben García, quien
lo conoció a los 19 años en el penal de Punta Carretas:
"Cuando lo detienen por tercera vez en 1972, Marenales va caminando
con una compañera y viene un vehículo donde está Héctor Amodio Pérez
vestido de militar. Ambos se reconocen. Marenales le indica a la
compañera por dónde se tiene que ir y se queda esperando. Tuvo la mala
suerte de que una granada que le tiró a Amodio no explotó y ahí le
pegaron una ráfaga. Él se podría haber salvado. Pero consideró que era
más necesario eliminar a un traidor como Amodio Pérez".
Para los jóvenes, Marenales es el viejo que se pasea por los corredores de
la sede tupamara, dispuesto siempre a compartir un mate o un asado y
discutir y hablar, didácticamente, de aquellos ideales socialistas. Y
también es el viejo que cuenta chistes. Malos y verdes.

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