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Tupamaros en el gobierno
EDUARDO
BONOMI. Ingresó al movimiento en 1970 y ha sido uno de los oradores de
los actos del MLN-T.
LUCÍA TOPOLANSKY. Esposa de José Mujica, a quien conoció en los años
de guerrilla.
ERNESTO AGAZZI.
Miembro del Comité Central y Ejecutivo del MLN-T.
El último tupa
E.C.
El "viejo" Julio Marenales es viejo desde que tiene 30 años. Es que en una
organización como el MLN-T, donde el promedio de edad era menor a los
25 años, él desentonaba. Tenía 38 años la segunda vez que lo detuvieron
en 1968. Y hoy, con la licencia que le brinda seguir siendo "el viejo",
muchas veces funciona como la conciencia crítica de un movimiento que
pasó de la clandestinidad a la casa de gobierno.
Salido de filas socialistas, Marenales fue uno de los miembros fundadores
del movimiento tupamaro. Y es el único de los históricos que permanece
en el MLN-Tupamaros, de donde se alejaron Eleuterio Fernández
Huidobro, José Mujica, Jorge Zabalza y Jorge Manera, los dirigentes
guerrilleros sobrevientes.
Colegas de otros partidos dicen que está muy solo. Es que Marenales es la
voz incómoda del MLN-T. Una figura que dice lo que piensa, le duela a
quien le duela. Y en esas salidas de discurso, en más de una ocasión el
movimiento ha tenido que dar explicaciones de lo que quería o no quería
decir su referente cuando le pegó a tal o cual "compañero". La última
controversia llegó con el libro Marenales de Sergio Márquez Zacchino,
donde reivindica que su organización nació para tomar el poder a
contrapelo de lo que repiten hace años Fernández Huidobro o Mauricio
Rosencof. Sus dichos en la prensa se propagan rápidamente en la interna
del MLN-T.
De hecho, cuando el movimiento elige que "el viejo" hable en un acto
público, cada palabra ha sido previamente estudiada por la dirección,
aseguran allegados. Él mismo presenta un borrador con los puntos que
planea tocar en su discurso. Algunos llega a decirlos, otros no. "A veces
jode diciendo que le censuraron como cinco puntos", dice el diputado
Alejandro Sánchez. Y Marenales es, sobre todo, disciplinado.
Otras veces no le dejan abrir la boca. Durante el último Plenario del Frente
Amplio de setiembre, él llegó a su mesa de discusión y simplemente dijo:
"Vengo a escuchar, porque el MPP no me deja hablar".
Algunos prefieren hablar del "marenalismo" y del peso que le da ser el
único histórico de la organización. Es el encargado de contar los inicios de
la historia a los jóvenes que se integran al sector. El documento "Breve
historia del MLN-T", de su autoría, dice: "el gobierno, ante las demandas
de gente que quería trabajar, contestaba con dura represión, violando una
legalidad que él, primero que todos, tenía que respetar".
Su compromiso con esa organización es tal que hasta la década de 1990
todavía salía en las brigadas de pegatinas y pintadas. "Después hubo que
cuidarlo al viejo", dice Sánchez. Hoy Marenales tiene 80 años y todavía
hace guardias para cuidar el local de Tristán Narvaja.
Y sigue escribiendo documentos para uso interno que, alguna vez, han
causado problemas. Como el que escribió para el próximo congreso del
MPP. "El proyecto de país del FA tiene un techo: su carácter progresista",
decía y señalaba que era imposible desconocer las "contradicciones de
clase" internas a la fuerza de gobierno.
Para los más viejos en la organización, Marenales es un hombre firme,
coherente, dispuesto a correr riesgos. Así lo recuerda Ruben García, quien
lo conoció a los 19 años en el penal de Punta Carretas:
"Cuando lo detienen por tercera vez en 1972, Marenales va caminando
con una compañera y viene un vehículo donde está Héctor Amodio Pérez
vestido de militar. Ambos se reconocen. Marenales le indica a la
compañera por dónde se tiene que ir y se queda esperando. Tuvo la mala
suerte de que una granada que le tiró a Amodio no explotó y ahí le
pegaron una ráfaga. Él se podría haber salvado. Pero consideró que era
más necesario eliminar a un traidor como Amodio Pérez".
Para los jóvenes, Marenales es el viejo que se pasea por los corredores de
la sede tupamara, dispuesto siempre a compartir un mate o un asado y
discutir y hablar, didácticamente, de aquellos ideales socialistas. Y
también es el viejo que cuenta chistes. Malos y verdes.