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Reconozcámoslo: a la mayoría de los mortales, los vegetarianos siempre nos habían

parecido un poco tocados del ala. Los metíamos en el cajón de los adeptos a sectas raras
y otros iluminados en busca de alimento espiritual. Las personas normales, pensábamos,
comían cosas normales, es decir algo con carne... Ahora, muchos han cambiado de
opinión. La razón principal: que la mayoría de las investigaciones revela tozudamente
que una dieta vegetariana es mejor para la línea y la salud que el filete diario.

Hablamos de una dieta básicamente vegetariana. Porque la época de los dogmatismos


ha pasado, y la que ahora se lleva permite pequeñas cantidades de lácteos descremados
y huevos (es la dieta ovolactovegetariana, que respeta el principio de no sacrificar
ningún animal), para evitar posibles carencias. Éstas son las razones que pueden
animarnos a cambiar a la dieta verde.

Para adelgazar
En un estudio reciente con 200 personas se comprobó que un grupo de vegetarianos
pesaba una media de ¡13 kilos menos que los no vegetarianos! Tras un primer momento
de sorpresa, los expertos razonaron la diferencia de peso: "Los alimentos de origen
vegetal (básicamente fibra e hidratos de carbono, es decir, fécula) suponen mucho
volumen de comida y un alto nivel de saciedad por lo que es muy difícil que un
vegetariano consuma tantas calorías como el que se toma a diario una ración de carne
(sobre todo proteínas y grasas)".

Por ejemplo, el chorizo y el tocino del cocido tienen el doble de calorías que un plato
mediano de arroz con verduras y más que un plato de garbanzos (preparados con
verdura). Por las calorías de un entrecot mediano se puede uno permitir una fuente
entera de pasta, con su salsa de tomate y sus setas incluidas. Por el precio (para la
silueta) de una hamburguesa podemos tomar un buen plato de lentejas estofadas. Una
patata asada mediana tiene las mismas calorías que una loncha de queso fina.

Pero no sólo se trata de saciarse. Hay otra explicación para el exceso de peso de los
carnívoros. Y es que la ternera más magra, sin el blanco, tiene cinco veces más grasa
que el mismo peso de judías o de pan, y mucho más que el brécol o la lechuga (apenas
rastros de grasa). Y ahí no vale contar las calorías. Porque a igualdad de calorías,
engordamos más con las grasas que con las féculas y azúcares (hidratos de carbono). La
razón es que las grasas casi no necesitan transformación para ser almacenadas, y en
cambio las proteínas y los hidratos de carbono tienen que convertirse primero en grasa
para que el organismo los asimile. Conclusión: para almacenar un plato de pasta nuestro
cuerpo consumirá parte de las calorías de esa pasta, y en cambio una loncha de tocino o
una bolita de mantequilla se nos quedarán pegadas, prácticamente tal cual.

Para los que ya se están convenciendo de las ventajas de una dieta verde, he aquí una
larga lista de alimentos que pueden incluir en su menú diario:
 Pasta, arroz y pan, legumbres (alubias, garbanzos, lentejas, guisantes...),
verduras, patatas, menestras, ensaladas vegetales, setas, caldos de
verduras, gazpachos, purés de verdura o de legumbres, salsa de tomate,
fruta, raciones moderadas de frutos secos, macedonias, compotas, jaleas,
zumos...
 Para dar sabor a todo ello utilice grandes dosis de ajo, cebolla, cebollino,
puerro, apio, hierbas aromáticas, salsa de tomate, pepinillos, alcaparras,
pimientos, zanahoria, vinagres aromáticos, zumo de limón, especias... y
aceite de oliva, aunque emplee éste con moderación, porque las grasas no
deben suponer más del 25% del total de calorías. Además, un solo gramo
de grasa tiene nueve calorías (más del doble que un gramo de proteínas y
un gramo de carbohidratos).

Para proteger el corazón


Es un hecho. Las enfermedades coronarias son inversamente proporcionales a la
cantidad de grasa por alimentos que consume una población. Ejemplo: cuando los
finlandeses y comunidades concretas de Estados Unidos -que batían récords de infartos-
se lanzaron a una campaña para reducir el nivel de lípidos de origen animal en la dieta,
los porcentajes de enfermedades vasculares e infartos de miocardio cayeron de forma
sorprendente. Al revés, en Japón, donde la ternera se vende a precio de oro y es rarísima
en el menú diario, la incidencia de enfermedades cardiacas es la menor de los países
industrializados, y la esperanza de vida es la mayor del mundo.

Incluso con el mismo porcentaje de grasa en la dieta, las personas que consumen
habitualmente proteínas de origen animal, es decir, carne (ahora sabemos que el pescado
tiene grasas cardiosaludables), tienen tasas de colesterol más altas que las que toman
sobre todo proteínas vegetales. Y hay más, la fibra presente en los vegetales reduce la
absorción de grasa por el organismo y ayuda a eliminar el colesterol. Otro bonus: los
antioxidantes presentes en verduras, frutas y aceites vegetales evitan el deterioro arterial
y previenen la formación de trombos.

Para evitar el cáncer


Está comprobado que algunas verduras estimulan la producción de enzimas
anticancerígenas. ¿Cuáles son? Principalmente las verduras de la familia de la col
(coliflor, berza, brócoli, coles de Bruselas), las espinacas, el nabo... Estudios recientes
añaden a la lista el boniato y el aguacate.

Segundo: porque las frutas y verduras ricas en vitaminas C y E y betacaroteno (cítricos,


fresas, kiwis, verduras de colores intensos, como el pimiento, las espinacas, zanahorias,
calabaza...) actúan como antioxidantes y evitan el deterioro celular que conduce al
cáncer.

Tercero: porque está demostrado que una alimentación rica en grasas y proteínas de
origen animal no sólo propicia el infarto, sino que aumenta el riesgo de cánceres de
colon, útero, mama... Según los expertos, hay varias explicaciones.

En el caso del cáncer de colon, por un lado los alimentos ricos en grasas saturadas y en
colesterol (lípidos de procedencia animal) favorecen la acumulación de sustancias
cancerígenas en el intestino. Por otro lado, los alimentos pobres en fibra vegetal viajan
más lentamente por el tracto intestinal, por lo que las sustancias promotoras del cáncer
en contacto con las delicadas paredes intestinales permanecen allí más tiempo del que
sería recomendable.

En el caso de los cánceres de mama y de útero, la interpretación es que esos carcinomas


pueden verse estimulados por la acción de los estrógenos, y las dietas ricas en grasas
animales y en colesterol estimulan la producción de hormonas del tipo de los estrógenos
en el organismo.

Para mantenernos jóvenes


Los expertos en cosmética reconocen enseguida la piel sana, los ojos brillantes, los
dientes y las encías en buen estado de las personas que se apuntan a dietas ricas en fruta
y verdura, beben mucha agua, no fuman, duermen ocho horas diarias y toman muy poco
alcohol. Y es que un estilo de vida verde hace mucho más por la estética corporal que la
visita semanal a cualquier instituto de belleza.

Solamente para empezar, el brócoli y las espinacas contienen un potente exfoliante que
impulsa la renovación de las células de la piel.

Los aceites vegetales, cereales enteros y las semillas previenen la oxidación que
promueve las arrugas y la flaccidez. Las naranjas, manzanas, fresas y patatas
contribuyen a la producción de colágeno, esa sustancia que hace que la piel de los niños
rebote y ayudan a retrasar la aparición de la osteoporosis. A la vez, dos litros y medio de
agua al día ayudan a la eliminación de toxinas y mantienen los huesos y los tejidos
hidratados...

Algunas dudas finales


¿No eran nuestros antepasados prehistóricos grandes comedores de carne? ¿No
necesitamos acaso proteína animal para fabricar músculo y energía? ¿No nos han dicho
siempre que somos seres omnívoros? La respuesta de los expertos a todas esas
preguntas es "NO". En lo que concierne a la energía, los estudios demuestran que no son
las proteínas, sino los hidratos de carbono los combustibles que nos ponen en acción.
¡Por eso los ciclistas y los deportistas en general toman tanto arroz y pasta! En cuanto a
lo de nuestra inclinación natural a la carne, al parecer, nuestros dientes, mandíbula y
aparato digestivo revelan que el ser humano está mucho más adaptado a una dieta
mayoritariamente vegetal. De hecho, las estadísticas de enfermedades cardiovasculares,
obesidad, hipertensión y cánceres del aparato digestivo revelan que estamos tomando
mucha más carne de la que deberíamos. ¿Cuánta? Unos 30 kilos de carne por persona al
año (cantidad que se consume en España), además de dulces y platos preparados con
grasa animal... Consecuencia: un 40% de los españoles menores de 13 años tiene tasas
excesivas de colesterol y hay un 30% más de obesos que hace 40 años.

Si después de todo lo que ha leído, ha decidido mejorar la línea y cuidar su salud con
una dieta vegetariana -o básicamente vegetariana- y quiere estar bien alimentado, hay
algunas cosas importantes que debería saber:
 Cualquier tipo de dieta debe proporcionar las calorías suficientes para
atender las necesidades del organismo. De otro modo, nuestro cuerpo
emplearía muchísimas proteínas para conseguir energía y no tendría
suficientes para construir los tejidos corporales.
 Las proteínas animales son completas. La mayoría de las proteínas de los
vegetales son incompletas. ¿Cómo conseguir proteínas completas con
una dieta vegetariana? Una forma: combinando dos proteínas
incompletas para formar una completa. Por ejemplo: legumbre, arroz o
cereales en la misma comida, o bien legumbre y frutos secos. Otra
opción: incorporar pequeñas cantidades de proteína animal (huevos,
queso, pescado) al plato. Por ejemplo, pasta con gambas; pizza con
queso; arroz con calamares; alubias con almejas...
 Una dieta vegetariana tiene el peligro de ser deficitaria en ciertos
minerales y vitaminas. Los vegetarianos estrictos -como los vegan, que
rechazan no solamente la carne, sino la leche, los huevos y sus
derivados- suelen tener carencia de vitamina B12.

Incluso los vegetarianos clásicos -aquellos que toman lácteos y huevos- deben incluir un
amplio abanico de verduras y frutas para de esta forma conseguir todos los nutrientes
esenciales. Pero recuerde: los niños y embarazadas deben consultar a su médico antes de
introducir cualquier cambio en la dieta.

Si, a pesar de todo lo anterior, no tiene la menor intención de evitar el pecado de la


carne, no hay razón para tomar un cuarto de kilo de vacuno (o de cerdo, pollo, buey...)
en cada comida. La mejor opción es incluir trocitos de carne (25 o 30 gramos bastan) en
el guiso (en menestra, en la pasta, en estofado o con legumbres). Con una ensalada al
costado y una pieza de fruta como postre tiene un menú excelente. &161;Y además
buenísimo!

Como los pobres de ayer. "Eres lo que no comes", es la frase de moda. Ahora, la
gente guapa de Nueva York, París y Londres alardea de responsabilidad nutricional con
tanto énfasis como hace pocos años presumía de paladar en cuestión de foie y champaña
de reserva. ¿Y qué piden Sharon Stone, Richard Gere, Michael Douglas y Calvin Klein,
Claudia Schiffer o Michael Jackson a los chefs de los mejores restaurantes del mundo?
Pues lentejas con soja en vez de solomillo Wellington, arroz de verduras en lugar de
caviar con blinis y nata, pasta con algas, en lugar de foie al oporto... Los ricos y famosos
del mundo comen ahora como los labradores de hace 100 años. La famosa Vegetarian
Society del Reino Unido estima que, sólo en ese país, más de 2.000 personas se apuntan
a la dieta verde cada semana, la mayoría individuos con ingresos altos y estudios
universitarios. Y sus datos revelan que incluso los adictos a la carne están reduciendo el
número de filetes por mes y aumentando las raciones de legumbres, frutas, verduras y
granos, por supuesto, integrales.

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