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Entretextos Nº 3 Mayo 2004

Revista Electrónica Semestral de Estudios Semióticos de la Cultura


ISBN 1696-7351 hhtp://www.ugr.es/local/mcaceres/entretextos.htm

LA DINÁMICA CONTEXTUAL DE LA COMUNICACIÓN


LITERARIA Y LA NOCIÓN DE CULTURA 1
FRANCISCO VICENTE GÓMEZ

1. INTRODUCCIÓN: SUJETO, REALIDAD Y OBJETO


El alcance del trabajo de la cultura es enorme (Segre, 1977: 10 y ss.),
porque más allá de cualquier sistematización, apunta a las relaciones entre
Sujeto, Realidad y Objeto. Y así lo admite el último Lotman de La cultura e
l’esplosione y de Cercare la strada. La relación del sistema con el extrasistema, con
el mundo que se abre más allá de los confines del sistema, sus complejas
relaciones de penetrabilidad son, además de cuestiones principales en cualquier
sistema semiótico, puntos de interés que desde Kant, y aún antes, han estado
en el centro de la discusión de las grandes elaboraciones filosóficas. A ellas
remiten la síntesis de la aprehensión kantiana, la reducción fenomenológica
husserliana, incluso la ‘differance’ derridiana. Y también artístico literarias,
mencionemos, por ejemplo, la distinción que R. Ingarden (1930: 43 y ss.) y J.
Mukařovský (1934: 34 y ss.) hacen entre artefacto verbal y efecto estético, y el
concepto de forma de M. Bajtín (1924: 34-35 y 60-63).
Otro gran semiótico, Charles S. Peirce al plantearse esta misma
cuestión, manifestaba que el Sujeto, la persona, tenía tres modos de
relacionarse con la Realidad que le circunda:
1) Un modo inmediato: el de la relación intuitiva del Sujeto con la
Realidad, el de su percepción. Que denomina Primeridad.
2) Un modo mediato: el de la comprensión de la percepción como
fenómeno concreto (ético). Secundidad es el término con el que lo designa.
3) Y un tercer modo reflexivo: el de la objetivación por parte del
sujeto de ese fenómeno en signos, en formas significantes. Modo al que llama
con el nombre de Terceridad. Es, pues, éste el modo de la mediación, el de la
‘semiosis’ (Peirce, 1977: 110-111; 1931-1958: 1.357, 1.457).
El gran mérito de la aportación lotmaniana y de toda la semiótica
eslava ha sido y es el de fijar este dominio y explicar cómo esa masa informe de

1 Este trabajo fue presentado en la Reunión Internacional In Memoriam Iuri M. Lotman,


celebrada en Granada en octubre de 1995, y se publicó en M. Cáceres, ed. En la esfera semiótica
lotmaniana. Estudios en honor de Iuri Mijáilovich Lotman,Valencia, Episteme, 1997, páginas 138-149.

Dirección y edición: Manuel Cáceres Sánchez · Universidad de Granada · Facultad de Filosofía y Letras · Departamento de Lingüística
General y Teoría de la Literatura · Campus de Cartuja, s/n · 18071-Granada (España) · redaccion.entretextos@gmail.com
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fenómenos que constituye la Realidad puede ser gobernada y objetivada en


signos, en lenguaje; y constituirse en material, contenido de un texto artísitico,
de un texto literario (Objeto).

2. SUJETO, CULTURA Y TEXTO ARTÍSTICO


Una vez en el ámbito semiótico y más concretamente en el semiótico
artístico y literario, nos fijaremos en el rendimiento explicativo que la noción
de Cultura ofrece de las relaciones entre el texto literario y la realidad (Lotman,
1970: 79-80). Nos sumergimos, pues, en la cuestión de la dinámica de los tres
constituyentes de toda praxis artística y literaria: el material o contenido, la
materia verbal y la forma (Bajtín, 1924: 13 y ss.), y de cómo ellos se apropian
de la Realidad.
La preguntas pueden ser éstas: ¿Cómo objetiva el Sujeto, el autor, una
realidad amorfa y continua en un signo, en un lenguaje, en una forma plena de
sentido que es una discontinuidad, y hace de ella el contenido de su producción
artística y literaria?, ¿cómo ordena un caos?, ¿de qué instrumentos se vale para
‘traducir’ la Realidad que le circunda y ejercer ese ‘excedente de visión’, esa
profunda ‘extraposición’ de la que hablara Bajtín, como condición sine qua non
para poder hacer de discontinuidades fenoménicas totalidades de sentido como
son las obras, los textos?.
Es en este momento donde la noción de Cultura revela todo su
potencial explicativo:
“El trabajo fundamental de la cultura, como intentaremos demostrar,
consiste en organizar estructuralmente el mundo que rodea al hombre”
(Lotman-Uspenski, 1971: 70).
La cultura delimita el esencial cronotopo —un espacio y un tiempo
determinados— por el que el Sujeto —el autor— se sitúa, se coloca ante el
incesante devenir de los fenómenos, y le dota de los mecanismos necesarios
para hacerlos sistematizables. En suma, para afirmar su ‘narratividad’ en el
mundo (Ricoeur, 1987).
Esta es la evidencia mayor a la que conduce la noción de Cultura.
Pero antes ha puesto también en evidencia dos aspectos esenciales: la de la
coexistencia no exenta de tensión de lo sistemático y lo extrasistemático en
cualquier fenómeno cultural, incluido el texto artístico literario; y que esta tensa
coexistencia sólo admite un modo de ser comunicativo: el de la interacción.
Veamos esta triple evidenciación en el terreno de la obra artística y
literaria. Empecemos por la primera: la de la coexistencia de lo sistemático y lo
extrasistemático, del lenguaje y de la realidad que queda fuera de él.

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3. PRIMERA EVIDENCIA: LO SISTEMÁTICO Y LO EXTRASISTEMÁTICO


La continua tensión en la que el lenguaje convive con la realidad, y en
la que se encuentra el Sujeto —el autor— a la hora de construir el Objeto —el
texto—, pone a las claras la inherente complejidad del hecho artístico y del
hecho literario.
La delimitación del arte en general y de la literatura en particular en su
compleja realidad sólo es posible obtenerla si fijamos su naturaleza de acto
comunicativo (Lotman, 1970: 18-20). La doble realidad verbal-literaria y la
situación de comunicación en la que el Sujeto —autor— genera la efectiva
realización de su Objeto -el texto artístico y literario- son los dos elementos
esenciales de su definición; y, por tanto, definen al hecho artístico y literario:
“Un texto artístico es un significado de compleja estructura. Todos sus
elementos son elementos del significado” (Lotman, 1970: 23).
En el dominio del arte y de la literatura estamos ante un Objeto
compuesto, en el que interactúan un lenguaje —lo sistemático—, incluídas las
convenciones lingüísticas y las convenciones literarias, y un complejo socio-
situacional fenoménico —extrasistemático—, del que forman parte el Emisor
—autor—, el Receptor —lector—, la situación comunicativo-presupositiva de
ambos, y la realidad o referente (Eco, 1979: 87-95; Segre, 1985: 10 y ss.) en el
que tiene lugar la comunicación.
Lo extrasistemático, el complejo socio-situacional, es imprescindible
para la constitución del Objeto; éste tiene lugar en su interior. Así como lo
sistemático, el lenguaje, es necesario para que ese complejo fenoménico acabe
produciendo un texto:
“El lenguaje del texto artístico es en su esencia un determinado modelo
artístico del mundo. (...) El mensaje artístico crea el modelo artístico de un
determinado fenómeno concreto; el lenguaje artístico construye un modelo
de universo en sus categorías más generales” (Lotman, 1970: 30).
El lenguaje que se realiza de este modo “modeliza no sólo una
determinada estructura del mundo, sino también el punto de vista del
observador” (Lotman, 1970: 31). Pero es que, además, “la elección, por parte
del escritor, de un determinado género, estilo o tendencia artística
[convenciones literarias] supone asimismo una elección del lenguaje en el que
piensa hablar con el lector” (Lotman, 1970: 30).
En los procesos culturales los fenómenos de significación y de
comunicación se hallan inevitablemente unidos; pensar en una significación
fuera de un proceso de comunicación es una falsa aporía (Eco, 1977: 34-36;
Bobes Naves, 1989: 123-124). Por esto, todo lenguaje es un sistema no sólo de
comunicación, sino también de modelización (Lotman, 1970: 25).

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4. SEGUNDA EVIDENCIA: LA INTERACCIÓN


El dinamismo del cultura humana, que se plasma en la relación que el
lenguaje mantiene con la realidad y en su recíproca impenetrabilidad; y el hecho
de que un sistema, permaneciendo idéntico a sí mismo, pueda desarrollarse
(Lotman, 1993: 9), sólo cabe pensarlo en el marco de la Interacción, en un
modelo comunicativo en el que dos Sujetos y sus respectivos cronotopos
interactúan con el Objeto, tal y como propusiese Mijaíl Bajtín, y no en un
modelo comunicativo lineal, tal y como fue descrito por R. Jakobson (Lotman,
1993: 14-15). Este es el segundo nivel de evidencias al que nos lleva el proceder
dinámico de la cultura (Lotman, 1974: 104 y ss.).
Únicamente en el marco de esta interacción histórica entre dos
Sujetos históricos también, la Realidad que envuelve a ambos y que por esta
misma razón es parte constitutiva del acto comunicativo, y no mero marco
externo, pugna con lo sistemático por abrirse paso y objetivarse en el Objeto,
en el texto (Talens, 1978: 47 y ss.), mediante procesos imprevisibles de
explosión o de previsibles procesos de repetición (Lotman, 1993:24-38).
De este modo y no de otro lo extrasistemático va penetrando lo
sistemático, y lo va renovando. Así avanza dinámicamente la cultura y
evoluciona el sistema literario.
El camino que la Realidad extrasistemática traza para hacerse lenguaje
—texto—, Objeto, a lo largo del intercambio dialógico que tiene lugar entre un
Sujeto Emisor —autor— y un Sujeto Receptor —lector—, está escalonado por
un complejo recorrido de ‘acoplamientos’ de intenciones, de fines, expectativas
y contextos, pues éstos no pueden ser variables independientes. Estos
acoplamientos delimitan diversos horizontes de sociabilidad comunicativa, y
constituyen una Semiosfera (Lotman, 1985: 58-63), pueden quedar
representados del siguiente modo (Arduini, 1990: 95-96):

El viejo esquema comunicativo jakobsoniano de:

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Emisor → Mensaje → Receptor


ha quedado sustancialmente modificado de acuerdo con la hipótesis Nattiez-
Molino (Nattiez, 1989: 13 y ss.) por este otro de:
Emisor — Proceso poiético → Mensaje ← Proceso estésico — Receptor
La concepción interactiva de los hechos comunicativos hace posible
entender que cualquier forma simbólica, cualquier realidad objetivada —
sistematizada— es el resultado de un complejo proceso de construcción
(proceso poiético), así como el punto de partida también de un complejo
proceso de recepción (el proceso estésico) que reconstruye la realidad
objetivada.
La Semiosfera con sus diversos horizontes de sociabilidad
comunicativa o Socioesferas se refieren principalmente a determinada
historicidad que está presente en toda interacción, acotan cierta realidad
fenoménica compartida, y, por último, cierta comprensión compartida también
del acto que el Sujeto Emisor —autor— y el Sujeto Receptor —lector— están
realizando ( Voloshinov, 1926: 190; 1930: 302-303. Cf. Vicente Gómez, 1987:
348-351).
Los diversos horizontes que la Semiosfera describe propician los
espacios de intersección en los que el Sujeto Emisor —autor— y el Sujeto
Receptor —lector— interactúan:
“Nella normale comunicazione umana... è contenuto il presupposto di una
non identità di partenza tra parlante e ascoltatore. In queste condizioni
diviene normale una situazione d’intersezione dello spazio linguistico del
parlante e dell’ascoltatore.(...) Lo spazio di intervenzione di A e B divieno la
base naturale per la comunicazione” (Lotman, 1993: 14-15).
La aspiración a “facilitare la comprensione... porterá a tentativi di
allargare il campo de intersezione, e l’aspirazione ad accrescere il valore del
messaggio... è legata alla tendenza ad ampliare al massimo la differenza tra A
[Sujeto-Emisor, autor] e B [Sujeto-Receptor, lector]” (Lotman, 1993: 14). Un
momento de explosión cultural permitirá que algún fragmento de la realidad
bastante alejado de la zona de intersección sea hecho texto en un intercambio
dialógico; mientras que un momento de repetición cultural hará que los
fenómenos más próximos al área de intersección de A y B se transformen en
texto.

5. TERCERA EVIDENCIA: REALIDAD, CULTURA Y CONTEXTOS


Ya en el tercer nivel, y último, la noción de Cultura evidencia de qué
modo la abierta Realidad de los fenómenos (extrasistemática) puede
constituirse con el fin de ser objetivada en un lenguaje por un sujeto.

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Retomando por un momento el ámbito de la filosofía, dice Ernst


Cassirer a este respecto que “la característica sobresaliente y distintiva del
hombre no es una naturaleza metafísica o física sino su obra. Es esta obra, el
sistema de las actividades humanas, lo que define el círculo de la humanidad. El
lenguaje, el mito, la religión, el arte, la ciencia y la historia son otros tantos
‘constituyentes’, los diversos sectores de este círculo” (Cassirer, 1944: 102).
Los diversos sectores de la actividad racionalizadora de las personas
miran al ordenamiento de la Realidad, creando semiosferas para la sociabilidad
humana. Más concretamente son vías de especificación de la realidad humana,
que al interactuar entre sí en el seno de una comunidad revelan una unidad, un
esquema general por el que los Sujetos encuentran su posición significante en
el Mundo. Porque “en medio de la multiplicidad y de la variedad sin límites de
las imágenes míticas, de los dogmas religiosos, de las formas lingüísticas, de las
obras de arte, el pensamiento filosófico [semiótico] nos revela la unidad de una
función general por cuya virtud todas estas creaciones se mantienen
vinculadas” (Cassirer, 1944: 118).
Esa unidad la proporciona la ‘visión estructural de la cultura’: “la
misma historia se perdería en la masa informe de hechos dispersos si no
poseyera un esquema estructural general en cuya virtud poder clasificar,
ordenar y organizar estos hechos” (Cassirer, 1944: 109-110).
La cultura es, pues, la necesaria ‘unidad’ que da la necesaria
coherencia a todas las objetivaciones simbólicas que una determinada sociedad
hace de la realidad.
La fecundidad que la noción de cultura dada por Lotman y los
semiólogos eslavos, como especificadora de esa unidad que media entre los
Textos y la Realidad, y que podemos tratar como Contexto, procede de los dos
aspectos de su definición.
En primer lugar, al ser concebida la cultura como “memoria no
hereditaria de la colectividad” (Lotman-Uspenski, 1971: 71) ésta delimita un
ámbito restringido que posee ‘trazos distintivos’ (Lotman-Uspenski, 1971: 70),
el de aquellas representaciones que se han consolidado históricamente como
modelos de objetivación de la Realidad. Estas representaciones constituyen el
momento histórico de sedimentación en unas estructuras, en unos signos
verbales y literarios del flujo interpretativo que determinado fenómeno ha
producido en los Sujetos, y que por este hecho se convierten en constantes
(Lotman-Uspenski, 1971: 73). Es el ámbito del Interpretante Final de Ch. S.
Peirce, cuando el significado se dispone a crear hábitos que se proyectan en
formas de expresión, en ‘superestructuras’ (van Dijk, 1980: 53-57) que pasan a
tener un carácter típico dentro de una comunidad: “... en determinadas
condiciones, el intérprete habrá adquirido el hábito de actuar de cierta manera
cada vez que desee obtener cierto tipo de resultado. La conclusión lógica y real

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y viviente es ese hábito: la formulación verbal no hace más que expresarla”


(Peirce, 5.483).
El Interpretante Final o Lógico sólo es un momento histórico de
afirmación de un hábito interpretativo de un grupo social que se ha formado
por reiteraciones en la acción recíproca que libran el Mundo Interno y el
Mundo Externo, que nuevas condiciones de existencia histórica pueden
modificar. La Cultura en tanto memoria de una colectividad está vinculada a la
existencia de ésta. Y la longevidad de la cultura a la autoconciencia que dicha
colectividad tiene de sí misma, como afirman Lotman y Uspenski (1971:73).
En segundo lugar, de la naturaleza misma de la cultura se desprende el
hecho de que estos ‘hábitos interpretantes’ que la configuran puedan
constituirse en “un sistema de reglas para la traducción de la experiencia
inmediata en texto” (Lotman-Uspenski, 1971: 72). Estas reglas gracias al
carácter ‘interpretante’ “pueden ser tratadas precisamente como un
‘programa’” (Lotman-Uspenski, 1971: 73), que en su interior contiene las
“estructuras más evidentes y coherentes” (Lotman-Uspenski, 1971: 71).
La Cultura pensada como ‘sistema de reglas’, de ‘prohibiciones y
prescripciones’ “transforma la sfera esterna in interna: la disorganizzacione in
organizzacione” (Ivanov et alii, 1973: 37); traduce la ‘experiencia inmediata en
textos’ (Lotman-Uspenski, 1971: 72), y permite el “passaggio da una esfera —la
no cultura— all’altra —la cultura—” (Ivanov et alii, 1973: 37). También
pensada como “la somma dei testi e dell’insieme di funzioni ad essi correlato o,
ancora, come un certo dispositivo che genera tali testi” (Ivanov et alii, 1973:
57) describe tradiciones textuales particulares. La cultura, pues, siendo, por
principio, la fijación en la memoria de la experiencia pasada, puede asimismo
“apparire sia come programa che come istruzione per la creazione di nuovi
testi” (Ivanov et alii, 1973: 57).
La cultura como ‘programa’ (Corti, 1976: 159) que contiene ‘hábitos
interpretativos’, se comporta como un ‘generador de estructuralidad’. El
dispositivo estereotipizador estructural que contiene en su interior (función
desarrollada por el lenguaje natural) “proporciona a los miembros del grupo
social el sentido intuitivo de la estructuralidad; precisamente aquél, con su
sistematicidad evidente..., con su transformación del mundo abierto de los
‘realia’ en el mundo cerrado de los ‘nombres’, conduce a los hombres a
interpretar como estructuras fenómenos cuya estructuralidad, en el mejor de
los casos, no es evidente” (Lotman-Uspenski, 1971: 70). Y es así “como crea
alrededor del hombre una socio-esfera que, al igual que la bioesfera, hace
posible la vida, no orgánica, obviamente, sino de relación” (Lotman-Uspenski,
1971: 70).
A través de los dispositivos estereotipizadores que la cultura tiene en
su interior, entre los que además del lenguaje natural se pueden incluir por los

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mismos motivos materiales antropológicos como el mito, las técnicas


expositivas, los géneros discursivos y literarios, los estilos, la lógica de la acción,
etc., y que son otros tantos ‘interpretantes finales’, hipercodificadores, la abierta
realidad pasa a objetivarse gracias a la labor del Sujeto histórico en todos los
constituyentes de la praxis artística y literaria (el contenido, el material verbal y
los elementos formal-compositivos). Además de convertirse en contenido de
una Forma artística verbal como totalidad de sentido.

6. CONCLUSIÓN: LA REALIDAD HECHA TEXTO


Por esta vía la realidad no queda más nunca como elemento externo a
la construcción artística literaria (como tanto reclamara Mijaíl Bajtín), ni se ve
exhorbitada por primitivos sociologismos, como advierte Cesare Segre (1985:
146). Pues, como afirma este mismo autor “la cultura puede verse como un
conjunto de ámbitos o esferas, cada una ordenada dentro de su sistema (...) Un
modo de insertar el texto en el contexto puede ser, precisamente, la conexión
de cada uno de sus niveles con los correspondientes niveles de la cultura,
señalando en ambos, ante todo, la dialéctica de las fuerzas innovadoras y
conservadoras y el diverso grado y velocidad de desarrollo” (Segre, 1985: 148.
Cf. Tynianov, 1929: 45-60). Y con mayor razón hoy que vivimos en un mundo
cuya realidad es más compleja cada día por la efectiva presencia de un
multiculturalismo que casi habíamos olvidado.
Como dice Iuri Lotman en un significativo título Cercare la strada, “Il
processo di tramissione dell’informazione artistica nasce da una esplosione di
senso: una cosa ino a quel momento ignota viene improvvisamente illuminata
dall’incontro con qualcosa di inatteso, imprevedibile, e d’un tratto diventa
chiara, ovvia. Il passo successivo consiste nella trasformazione di questa
esplosione in un testo da trasmettere all’auditorio. La cultura possiede in sé un
ininterrotto processo dinamico di nascita e rinascita del senso il cui neccanismo
è propio l’arte” (Lotman, 1994: 71).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Dirección y edición: Manuel Cáceres Sánchez · Universidad de Granada · Facultad de Filosofía y Letras · Departamento de Lingüística
General y Teoría de la Literatura · Campus de Cartuja, s/n · 18071-Granada (España) · redaccion.entretextos@gmail.com
Entretextos Nº 3 Mayo 2004
Revista Electrónica Semestral de Estudios Semióticos de la Cultura
ISBN 1696-7351 hhtp://www.ugr.es/local/mcaceres/entretextos.htm

Francisco Vicente La dinámica contextual de la comunicación literaria

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2004). ISSN 1696-7356.
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