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Entre el mito y la historia

El siglo XX fue particularmente rico en estudios realizados con el objeto de


identificar el lugar de origen mítico de los Incas. Estos (inevitablemente, por ser parte
del pensamiento antiguo), partieron del supuesto de la existencia de un concepto
concreto del mito del Pacaritanpu21 o de la Posada del Amanecer, lugar considerado
como adoratorio insigne, del cual (luego de ser creados en el lago Titicaca) la tradición
consignó emergieron divinizados los primeros Incas. Sin embargo, pese a las numerosas
y disímiles versiones existentes en cuanto a la ubicación de este famoso santuario, los
investigadores enfocaron su estudio principalmente en el área geográfica que
corresponde a la provincia cusqueña de Paruro, por que en ella se encuentra el pueblo
de Pacarectambo (nombre asociado al lugar de origen de los Incas). Basados entonces,
en la crónica de Sarmiento (1572), y en los numerosos topónimos que incluye en su
relato (alguno de los cuales se pueden identificar en el área), pensaron haber resuelto el
misterio22. Solo posteriormente se sabría que hasta 1571 – un año antes de que la
historia de Sarmiento fuese concluida – no existía el actual pueblo de ese nombre23

Aquí caben algunas preguntas. ¿Qué es lo que indujo a los quipucamayoc –


Sarmiento da el nombre de cuarenta y dos de ellos– a dar fe sobre esta parte de su
historia? ¿Fue tal vez ese hecho, el final y astuto acto con el que protegieron de la
destrucción su más preciado santuario?

Esto parece haber sido así, hasta que más de cien años después de la llegada de
los primeros españoles a Cusco, cuando no existía más el Imperio y la vigencia política
y religiosa de su mito de origen se había desvanecido, Bernabé Cobo (1653), ilustrado
sacerdote de la época, indagó una vez más en la memoria de las primeras edades,
recibiendo de don Alonso Topa Atau, nieto del Inca Huayna Capac, la certificación de
una versión, que ya no solo daba una incierta dirección cardinal para ubicar la famosa
Posada del Amanecer, sino que esta vez, consignaba la referencia de su ubicación
precisa en Tambo, conocido también como Ollantaytambo; pueblo situado en la parte
media del Valle Sagrado de los Incas, y uno de cuyos tramos superiores era conocido en
la colonia como el Valle de Yucay.

(21) Esta palabra tan nombrada, dada la inexistencia de una grafía definida, fue escrita por los
cronistas de diversas maneras, así tenemos: Pacaritanpu, Pacaritambo, Pacarictanpu,
Pacarectanpu, Pacarectambo; de las cuales consideramos que la palabra Pacaritanpu fue la
mejor transcrita.
Pacariui: El lugar donde uno nació. (Bertonio, 1612, II: 1879: 241)
Paccarin: Amanecer. (Gonzales Holguín 1608, 1989: 266)
Tanpu: Posada. (Ibid)

Pacaritanpu, se entiende entonces como Posada del Amanecer, la Posada donde uno Nació y
que metafóricamente significaría, el lugar que atestiguó el inicio de un nuevo tiempo, o el
nacimiento de una dinastía.
(22)
Pardo, 1946; Urton, 1989; Bauer, 1992; Angles, 1995
(23)
Urton, 1989. En Rev. Andina, No l

De esa versión, que luego Cobo (1956/1653, III: l47) publicó en su “Historia del
Nuevo Mundo”, citamos algunos párrafos:

“...Luego que fueron puestos (los Incas) por su padre el sol en la laguna de
Titicaca, les mandó que tomasen la vía y derrota que gustasen... Y que despedido con
esto el sol su padre, caminaron la vuelta del Cuzco, probando a hincar en la tierra la
barreta de oro donde quiera que paraban, y que llegando al valle de Yucay, y bajando un
poco más por la rivera del río que por el corre hicieron alto en Pacarictanpu (significa
dormida que amanece) ...así salieron de una cueva que está en el sobredicho asiento de
Tanpu, Tambo, llamado Pacarictanpu por una ventana de piedra...de donde partieron al
salir el sol, por cuya causa dieron aquel nombre a aquel lugar, encaminándose al valle
del Cuzco...”

Contrariamente a lo que contemporáneamente se suponía, la tardía y por el


mismo hecho, despreciada versión recogida por Cobo, contenía la punta del ovillo que
condujo a los autores a explorar los derroteros dados por su obra, y contrastar todas
aquellas que referentes al tema, hicieron posible identificar en el pueblo de Tambo u
Ollantaytambo, no solo los topónimos e hitos sagrados asociados al mito, sino también
la famosa “Posada del Amanecer”, edificio cuya arquitectura y especial orientación
solar, finalmente permitió comprender que esas aparentemente fantásticas imágenes
(por el mismo hecho menospreciadas por los investigadores) contenidas en las diversas
versiones que tratan sobre el origen de los Incas, eran también tributarias de la ciencia
astronómica que permitió a esta civilización, integrarse plena y armónicamente a la
difícil Naturaleza que les vio nacer. No fantasearon entonces, cuando en 1542 (el más
temprano relato al respecto) los quipucamayoc declararon ante el funcionario español
Vaca de Castro, acerca del origen de los Incas:

“...que Manco Capac, primer Inca, había sido Hijo del Sol, y salido por una
ventana de una casa y engendrado por el rayo o resplandor del sol...fue a los altos de
una serranía donde está el valle del Cusco a vista...” para luego fundar la ciudad.

Conozcamos entonces el escenario mágico de este relato.

El mito de la Posada del Amanecer, los hermanos Ayar y la fundación del Cusco

Una vez ordenado el mundo, Wiracocha se presentó en la forma de un hombre


resplandeciente y creó a los Incas, entonces de entre ellos llamó al mayor a quién
nombró Manco Capac y le dijo: “Tú y tus descendientes habrán de ser grandes señores y
sujetarán muchas naciones, me reverenciarán como a un padre, y ustedes como hijos
míos serán siempre respetados”. Y entregándoles por insignia el Tupayauri (que era un
instrumento a manera de báculo de oro), les instruyó que donde este se hundiese, sería
voluntad suya fundar una gran ciudad.

Y dejando el lago Titicaca, caminaron al norte probando a hincar en la tierra el


báculo de oro, hasta que hollando el espléndido valle de Yucay (hoy conocido como el
Valle Sagrado de los Incás) y siguiendo la rivera del río que por el corre (Willcamayu o
río sagrado), llegaron a Tanbo24. Allí entraron a los sótanos profundos del Pacaritanpu,
que quiere decir “Casa del Amanecer o Casa de Ventanas”25.
( 24)
Cobo (1653), 1956 III: 147
(25)
Cabello (1586), 1951: 260-264
En el tiempo la tierra se abrió en el Tanputtoco o Capacttoco26 (que es una
construcción a manera de ventana dirigida a la tierra) y emergiendo de ella, Manco
Capac fue engendrado por un rayo de la luz del sol27.

La estructura piramidal del Pacaritanpu, situada en el pueblo de Tanbo u


Ollantaytambo. Nótese como en relación a la versión del mito, un rayo de luz ingresa a
una de sus “ventanas” (esquina inferior derecha), cual cordón umbilical que une al
cosmos y al hombre, mientras el resto del Valle permanece en penumbra. Este efecto se
produce en el amanecer del solsticio de invierno (21 de Junio), fecha en la que se
celebraba el Inti Raymi o fiesta del sol.

(26)
Tanputtoco: La ventana de Tanbo/ Capacttoco: Ventana del rey. Betanzos (1551), 1880: 10
(27)
Vaca de Castro (1542), 1920: 6-12
Detalle de una de las “ventanas” del Pacaritanpu, y aproximación al efecto de luz que
confirió carácter sagrado al lugar. La luz del sol, ingresa a este espacio simbolizando la
unión entre el cielo y la tierra y la consiguiente iluminación de sus héroes, hecho por el
cual se denominó a los Incas como los Hijos del Sol.

Salieron también de este lugar, los hermanos Ayar Uchu, Auca y Cachi,
acompañados de Mama Ocllo, Cura, Ragua y Huaco, portadoras de las semillas de maíz
y la dorada vajilla con la que los atenderían; mientras ellos, armados de alabardas de oro
y hondas de trenzados nervios, caminaban dando vueltas de modo que la luz del sol se
reflejara en los espejuelos de oro de sus regios vestidos.

Reconociéndose fuertes y sabios, reemprendieron su larga marcha, solo entonces


notarían el poder de Ayar Cachi, por que con un solo tiro de honda quebró una montaña
(ver fotos pág. 25), y con otros, las precipitó sobre el Valle causando gran daño a la
Naturaleza, por lo que Manco Capac o Ayar Manco, que era el más prudente, acordó
con el parecer de sus hermanos apartarlo de ellos, y para esto le dijeron: Hermano,
sabiendo que en el Capacttoco se nos olvidaron los vasos de oro y la Napa28 que es
nuestra principal insignia, conviene por el bien de todos que nos la traigas.
(28)
La Napa era una alpaca blanca (Lamma pacos), cubierta por un manto colorado y orejeras de
oro que llevaban los ricos Incas como símbolo de su riqueza ganadera. (Sarmiento, 1572/1960:
215)
Vistas de una curiosa conformación geológica con una piedra en medio, de la
que la tradición oral del pueblo de Ollantaytambo, afirma ser obra del hondazo de Ayar
Cachi.

Así, dulcemente le rogaron para que volviera al lugar de donde salieron y donde
quedó finalmente sepultado. Ese día la tierra tembló.

Después de haber llorado su muerte, acordaron con la gente de los alrededores


levantar una población a la cual llamaron Tanpuquiro, que quiere decir “Aposentos
como dientes”, y descuidados de su presencia, un día lo vieron volver sustentado en
grandes alas de plumas pintadas. Ellos temerosos quisieron huir, mas él pronto les quitó
aquel pavor diciéndoles: No teman ni se acongojen que yo solo vengo a comunicarles
que ya es hora que se empiece a conocer el poder que nos dio nuestro padre, les pido
dejen este valle y prosigan hasta encontrar el lugar donde edificarán un templo suntuoso
para venerar al Sol. Yo pediré a Wiracocha para que a la brevedad alcancen señorío y en
un cerro que está cerca de aquí me quedaré; a pesar de ello, fue derribado por un
hondazo y con un ala quebrada quedó finalmente hecho piedra29.
(29) Cieza de León (1553), 1880: 20
Monumento de piedra que a manera de hito sagrado, recrea esta parte del mito. Se
encuentra situado en el pueblo de Ollantaytambo y representa la imagen de un cóndor.
En este conjunto se encuentran también labrados numerosos altares.

Composición artística del monumento dedicado a Ayar Cachi.

En la cosmología andina, estas conversiones en piedra, es decir, el paso de una


forma de vida a otra, no implican un alejamiento definitivo de este mundo, sino que
contrariamente se asume que los seres desde otro estado siguen contribuyendo al
proceso dinámico de la vida. Es por ello que esta monumental escultura, a más de sus
singulares características de expresión estética, fue concebida de modo tal que no solo
nos muestra la expresión naturalista de su forma, sino también el contexto fenoménico
que recrea el tiempo en el que de acuerdo a sus concepciones religiosas la Naturaleza
toda se regeneraba.

El solsticio de invierno, marcó en los Andes el tiempo del renacimiento del sol y
el de la revitalización del mundo, y el de verano el de su madurez. Las características
que asumen las imágenes del sol en los dibujos de Guaman Poma (1613), evidencian
estos antiguos conceptos.

Y así como en Junio 21 se consideraba el sol renacía, lo hacían también sus


divinidades. Nótese en la fotografía, cómo en las primeras horas de la mañana de este
tiempo, la parte correspondiente a la cabeza de este monumento, proyecta una sombra
que alegoriza a su espíritu asomándose nuevamente en el mundo.

Seis meses después, en el solsticio de verano (Dic. 22, una vez que la Naturaleza
ha madurado), su “vitalidad” desciende al mediodía sobre la Tierra para recibir las
ofrendas colocadas en su altar; por que de acuerdo a la antigua tradición, en esta época
del año en la que se celebraba el Capac Raymi o la gran fiesta, los espíritus de los
muertos regresaban para comunicarse con los vivos y se realizaban festines en los que
se honraba su memoria. Según Cobo (1653) “La razón por la que se sacaban los cuerpos
de los muertos (momias), era para que sus descendientes pudieran beber con ellos como
si estuvieran vivos, y en esta ocasión pedir a sus antepasados que les hicieran tan
valientes como lo habían sido ellos”.
Nótese en la secuencia fotográfica, cómo la sombra generada por la parte correspondiente al
pico del cóndor, desciende hasta el altar destinado a proveerle de alimento y se posesiona de tal
modo, que la sombra se ubica en el punto medio donde se encuentra un gnomon que permite
fijar esta fecha (solsticio de verano).

Después de sucedida esta conversión en piedra, convocaron a diez Ayllus o


grupos comunitarios y con ellos se dirigieron a buscar el lugar indicado. Encabezaba el
cortejo, Manco Capac llevando en una de sus manos el báculo de oro, y en la otra;
protegido por una canastilla el sagrado pájaro Indi, de quién decían ejercía un extraño
poder sobre los que lo seguían.

Manco Capac y el pájaro Indi


Dibujo de Antonio de Herrera
(1615).

No satisfaciéndoles las tierras encontradas, retornaron a Tanpuquiro, donde


Mama Ocllo mujer de Manco Capac, parió un hijo al que llamaron Sinchi Roca.
Pasadas las fiestas hechas por su nacimiento, reemprendieron la marcha que esta vez los
condujo a los pies de una montaña a la que llamaron Huanacauri. Allí decidieron su
destino. Manco Capac que ya tenía un hijo, los encabezaría, Ayar Uchu quedaría como
huaca o lugar sagrado, y AyarAuca desde donde le mandasen tomaría la tierra que
habrían de poblar. Hecho esto, volvieron sus ojos a la cumbre de la mencionada
montaña y vieron un arco iris, al que tomaron como señal de que el mundo no volvería a
ser destruido por el agua; mas la suerte de Ayar Uchu estaba echada, pues quedó hecho
piedra en el lugar donde nacía el arco del cielo. Luego, avanzando a la cima otro tanto,
probaron a hincar el báculo de oro que finalmente se hundió. Fue desde ese lugar que
Manco Capac vio tierras fértiles y dirigiéndose hacia ellas localizó un promontorio que
penetraba en las ciénagas asociadas a un enorme valle y mostrándoselo a su hermano
Ayar Auca le dijo: mira aquella piedra y ve allá volando (por que dicen que le habían
nacido unas alas), y sentándote allí tomarás posesión del lugar. Oídas estas palabras,
hizo lo que le mandaba, para finalmente quedar convertido en piedra, cual hito de
posesión que en la lengua de este valle se denominó Cusco30.

Garcilaso de la Vega (1609), da para el nombre del Cusco una significación en


el símbolo muy parecida, y dice que Cusco, que proviene de la palabra Quechua Qosqo,
significa ombligo del mundo.
(30)
Sarmiento (1572), 1960: 213 – 218

Nace un centro ceremonial llamado Inticancha

Es a partir de este mito, que los quipucamayoc registraron los sucesos que
devinieron en el tiempo y contaron siglos después, los hechos del linaje de los Incas.
Entre estos, narraron como en el amanecer de esta civilización, apareció en el valle del
Cusco reflejando sus áureos vestidos la luz solar el Hijo del Sol y tras suyo el gentío
que aglutinado en esa imagen, tomó el promontorio situado entre las ciénagas
alimentadas por dos ríos (Saphy y Tullumayu), para allí Manco Capac fundar el
Inticancha o Recinto del Sol; no sin antes Mama Ocllo, mujer suya e indómita guerrera,
echara a la gente de los señoríos del lugar.

Nacía entonces a 3,350 msnm. en un valle de clima sano y seco, rodeado por un
mar de montañas, un centro ceremonial, y también empezaba a latir el corazón del que
vendría a ser el Imperio de las Cuatro partes del Mundo o del Tahuantinsuyo.
Delimitaron luego, cuatro espacios llamados canchas, alrededor del templo que
atesoraba la piedra en la que se había transformado Ayar Auca, y allí se afincaron para
venerar al sol y ver fructificar sus maizales.
La ciudad de Cusco. Sobre los cimientos y cenizas de los que fueron los principales templos de
la capital del imperio Inca, se yerguen hoy esbeltos y hermosos templos coloniales.

No habría de pasar mucho tiempo, antes de que parte de los alrededores del
Valle tributase al templo, y Manco Capac viéndose viejo ordenara que los diez ayllus
que acompañaron su gesta desde la Casa del Amanecer, se tornasen en protectores de su
panaca o linaje; dejó finalmente el poder a su hijo Sinchi Roca, y a su linaje, su huauque
o su “doble” como oráculo que sería reverenciado en la imagen del pájaro Indi.

Desde entonces, y en versión transcrita por Sarmiento de Gamboa (1572), se


sucedieron Incas que consolidaron su poder en el valle del Cusco hasta el gobierno de
Inca Roca, sexto de la dinastía, tiempo en el que los Hijos del Sol abandonaron el
templo y fijaron su residencia en los alrededores. Culminaba quizás así el periodo
marcado por el centro ceremonial y nacía finalmente una Ciudad, que en adelante y
luego de superar el asedio de pueblos guerreros llegados de las profundidades
montañosas del Apurimac, florecería bajo la égida de Inca Yupanqui.
Restos del monumento atribuido a la residencia de Inca Roca.

Pachacutec, Inca Yupanqui

Descrito como un hombre noble, cuyo destino aparente lo alejaba del poder,
Inca Yupanqui revirtió esa condición al defender del acoso de los guerreros Chancas la
sagrada ciudad del Cusco, en esa circunstancia desamparada por su temeroso padre el
Inca Wiracocha y su sucesor Inca Urco. Victorioso al fin y contra el designio de la
tradición, se ungió con la borla imperial aclamado por el pueblo con el nombre de
Pachacutec (El Transformador del mundo).

Político hábil, conocedor de la trama con la que estaban tejidos los intereses de
los antiguos linajes que se disputaban el poder, peregrinó a la Casa del Amanecer
instituyéndola como oráculo y adoratorio universal, para luego de reformar los
calendarios y tomar para sí el pueblo de Tambo, finalmente someter a todos aquellos
que cuestionaban la legitimidad de su gobierno31.
(81)
Sarmiento (1572), 1960: 237-239

En el tiempo, y después de estructurar un gobierno de corte piramidal con el


Inca en la cúspide, sostenido por la nobleza de sangre, la de privilegio y el pueblo, y
administrando sus recursos mediante un sistema de contadores decimales (el jefe de
familia respondía a otro que controlaba a diez, y así hasta llegar al que controlaba diez
mil), inició la reconstrucción del Cusco, que por trazo y disposición suya, dejó el barro
y la paja para tomar la piedra como material que se utilizó para cimentar y edificar las
estructuras que consolidaron su imagen y poderío. Veinte años y más de cincuenta mil
hombres, trabajaron incesantemente edificando acueductos, almacenes, templos,
palacios y cuanto necesitó la Ciudad que poco a poco asumió la forma de un puma.
Recreación artística de Cusco, la ciudad Puma.

Del corazón de esta Ciudad, que fue su plaza principal, hacia las cuatro partes
del mundo, dirigió también los caminos que junto a sus ejércitos tomaron las tierras
altas, estableciendo en cada jornada lugares de descanso y aprovisionamiento a los que
llamaron tambos, allí disponían de sal, papas, quinua y llamas con las que descendieron
al límite de las selvas para regresar cargados de coca, oro, alimentos y plumas
multicolores.

Recua de llamas cargadas y camino de penetración a la selva. (Wiñayhuayna).

Otros de los tantos caminos que en el tiempo de su apogeo se entretejieron en


una red de más de 28,000 kilómetros32, se dirigieron también bordeando los profundos
abismos de su territorio montañoso, o sorteándolos mediante puentes suspendidos entre
cortadas rocas, para tomar los escasos valles interandinos y aquellos situados en el
desértico litoral costero. Maíz, frijoles, ají, algodón, maní, pescado seco, conchas
marinas, entre otros, refluyeron por los mismos como tributo a la sagrada Ciudad, y para
la plaza donde estos caminos nacían; fina arena del mar.
Bases del puente inca sobre Puente Queswachaca, sobre el río Apurimac.
el río Vilcanota, Ollantaytambo.

(32)
Hyslop, 1992: 54 – 56

Llegaron también a ella, (desde Pasto Colombia en el norte, y en su extremo sur,


el río Bio Bio en Chile) los gobernantes y la flor de las provincias sujetas, entre ellos;
alfareros, orfebres, tejedores, alarifes y los dioses a los que adoraban, de modo que
recorriendo la ciudad, decía Garcilaso (1609) “se veía y comprendía todo el imperio
como en un espejo o en una pintura cosmográfica” y cuyo espíritu se encontraba
materializado en el templo del Sol llamado también Qoricancha.

EL QORICANCHA

Edificado en el mismo lugar en el que los antepasados erigieron su primer


templo, el Qoricancha (Recinto aúreo), representó para el imperio el dorado espejo en el
que los pueblos andinos, reverentes y descalzos se miraron.

Dotarlo de todo aquello que fuese capaz de crear ese reflejo, fue el deseo del
inca Pachacutec, luego que en un sueño recibiese (antes de vencer a sus enemigos y ser
coronado), una lámina de cristal en la que resplandeciente como el sol, Wiracocha le
mostró el que vendría a ser su vasto imperio33.

Construido en sus partes más antiguas con diorita verde, andesita roja en sus
jardines, y la gris oscura para los muros y recintos de nichos y puertas trapezoidales34
dedicados al sol, la luna, las estrellas, el rayo y el arco iris, quedaron todos en conjunto,
alrededor de una fuente y un amplio patio, como una muestra de su más fina y sintética
arquitectura; la que más allá del perdido significado esotérico de sus colores y las
riquezas que contuvo, recreó la solidez que inspira el paisaje andino y el espíritu austero
y equilibrado de sus constructores.
(33)
Molina (1574), 1948: 20
(34)
El diseño trapezoidal tiene una función muy parecida a la del arco, en la que los esfuerzos se
reparten lateral y verticalmente; y como forma, se constituyó en el sello de la arquitectura inca.

Alrededor de la fuente y del amplio patio del Qoricancha, se edificó superponiéndose a sus
recintos, el claustro del convento de Santo Domingo.

Producido el devastador terremoto que en el año de 1,950 asoló la ciudad de Cusco y destruyó
parte de este claustro, los restauradores liberaron de los recintos del incólume Qoricancha las
superpuestas y derruidas construcciones coloniales.
En la fotografía se aprecian los edificios dedicados al rayo y al arco iris.
El templo de las estrellas.

Detalle de los interiores.

Desde entonces (una vez concluido el templo que representó el centro, del centro
del Imperio), el culto a Wiracocha floreció, y aunque la religión incaica podría
entenderse como politeísta, esta en realidad era monoteísta, de allí que aquellos
elementos entendidos como múltiples divinidades como el sol, la luna, las estrellas, la
Tierra y sus elementos, los héroes civilizadores y hasta las momias de sus antepasados,
eran comprendidos solo como intermediarios del ser supremo, de esa sustancia
conceptuada por los Incas como invisible y adorada por los iniciados, los sacerdotes y
los sabios que moraban en este templo. Las antiguas oraciones incaicas transcritas en
1613 por el cronista nativo Joan de Santa Cruz Pachacuti, así lo dan a entender.
Oración a Wiracocha

¡Oh Wiracocha supremo fundamento, señor que dice: sea este varón, sea esta mujer.
Señor de la luz y la generación, ¿Dónde estás? ¿No podré verte? ¿En el mundo de
arriba, en el mundo de abajo, en la Tierra está tu real altar? Óyeme ¡Tú, que en el mar
de arriba permaneces y en el mar de abajo te conviertes, Animador del Universo creador
del ser humano Señor de los señores

A ti con mis ojos imperfectos mirarte quiero. Pues viéndote conociéndote


entendiéndote me verás y me conocerás. El sol y la luna, el día y la noche, el verano y el
invierno no en vano van al lugar señalado y a su término llegan. Cual sea el cetro que
me hiciste llevar Óyeme escúchame mientras que todavía no me he cansado ni muerto35.
(35)
Oración inca transcrita por el cronista nativo, Joan de Santa Cruz Pachacuti (1613), 1927:
148

Se sabe que para estos hombres nobles, que se distinguieron por tener la cabeza
rapada36 y los lóbulos de las orejas deformados por pesadas pendientes, el oro significó
más que un valor de intercambio, un metal asociado por su color e incorruptibilidad al
culto del espíritu solar, que en el Qoricancha conoció su esplendor.

Los documentos del siglo XVI describieron coronado por una cenefa de oro al
Templo del Sol, y en su interior, donde permanentemente se alimentaba el fuego
sagrado, las láminas que adosadas a sus paredes doraban el escenario en el que gracias a
un ingenioso artificio el metal bruñido de la figura del sol reflejaba los primeros rayos
que iluminaban este aposento, y en especial a la figura humana del ídolo Punchao
(significa el día), el cual contenía en un depósito colocado a la altura del vientre, las
cenizas de los corazones de los Incas antecesores37.
(36)
Hoy en día, la evocación popular representa a los gobernantes incas con el cabello largo,
debido a que impuesta la moda española del siglo XVI, los nobles la hicieron suya, imagen que
posteriormente se hizo extensiva a los retratos idealizados de los Incas pasados. Mas los
documentos que describen a estos, afirman lo contrario, tal es el caso de las descripciones
hechas por Garcilaso y los dibujos hechos por Guaman Poma.
(37)
Cobo (1658), 1956 III: 360-861 El ídolo descrito, cuarenta años después de la llegada de los
primeros españoles al Cusco, fue finalmente capturado junto a Felipe Tupac Amaru el último
Inca, una vez vencida su resistencia en el reducto de Vilcabamba
Ídolo inca, con lóbulos de las orejas deformadas.

El inca orando a la Casa del Amanecer. Nótese el cabello rapado y sus enormes orejeras. G.
Poma (1618).

. Descrito quedó también, que en el lugar de mayor importancia del templo,


Wiracocha, el invisible y oculto en las inaccesibles profundidades de su esencia, estuvo
representado en la figura de una elipse, y alrededor suyo, los principales elementos de la
religión Inca que Santa Cruz Pachacuti interpretó y luego dibujó.
Y así como alguna vez en este mismo lugar, Ayar Auca quedó hecho piedra cual
hito que reclamaba la posesión del valle del Cusco, una vez terminado el templo, el inca
Pachacutec mandó desenterrar las momias de los Incas pasados (por que ellos
representaban las semillas germinales y el tronco vivo del árbol común de los linajes
imperiales), para luego ponerlos en escaños de oro desde donde estos, que mantenían la
categoría de sagrados y por consiguiente tratados como si estuvieran vivos, reclamaron
para él, dentro los términos del simbolismo y la tradición, el poder pleno.
Recreación artística del Qoricancha. Circundado por una cenefa de oro, el templo del Sol.

De las estructuras del templo del sol, hoy no queda nada, pues sobre este se
construyó la actual iglesia de Santo Domingo.

Iglesia de Santo Domingo.


Estudios contemporáneos determinaron que a comienzos del siglo XV, la constelación de las
Pléyades estuvo alineada con el corredor de magnífica factura que se aprecia en la fotografía.

La plata abundante y laminada finamente, estuvo dedicada al recinto de la luna


(hoy parcialmente destruido) la misma que era servida en la imagen de una mujer, y en
el edificio contiguo; veneradas las estrellas cuyas representaciones pendían del techo a
semejanza de las que se ve en el cielo38, pues creían que en ellas, todos los seres de la
tierra tenían un símil de cuyos favores dependía su subsistencia. Es conocido
igualmente, que cultivando sus antiguas tradiciones distinguieron los planetas, entre
ellos Venus a la que llamaron Chasca (estrella de pelos largos), Júpiter (el granero),
Marte (braza de fuego), Mercurio (Catu illa), Saturno (el que mantiene el fuego
celestial) y diversas estrellas o grupos de ellas asociadas en constelaciones; tal es así
que estudios recientes, establecieron la orientación astronómica del corredor aledaño a
este aposento con la constelación protectora del maíz (las Pléyades)39 , y en el presente,
en los alrededores del Qoricancha, una simple mirada curiosa nos permitirá ver en la
fecha del solsticio de verano al sol poniéndose en una de sus alineadas calles laterales.

(38)
Garcilaso (1609), s/f: 184
(39)
Zuidema, 1988: 151

En este templo, situado en una latitud en la que durante medio año el clima es
seco; el rayo, el relámpago y el arco iris fueron también venerados en sus recintos como
anunciadores de la preciada y fertilizadora lluvia, la que a su vez alimentaba el caudal
de las fuentes de su fantástico jardín. Allí hechos de oro y en tamaño natural, se
irguieron en sus pedestales figuras de hombres, plantas y animales y cuanto a la madre
Tierra pudieron ofrendar, por que de acuerdo a su tradición, aquello que se le da, en
igual proporción se recibe.

Claro está, que por ser las informaciones de las crónicas, en su mayor parte
provenientes de fuentes secundarias, fácilmente podrían tomarse como imaginarios
estos relatos, si no fuese por que muchas de las piezas descritas (entre ellas las planchas
de oro del templo), fueron consignadas en el acta del reparto del tesoro suscrita por
Francisco Pizarro en 1533.

Quedó también testimonio escrito, de cómo desde el núcleo del Qoricancha,


traspasando la barrera de sus propias murallas, cuarenta y un líneas imaginarias
divergían en forma radial, no solo para estructurar por medio de ellas la organización
social de los linajes imperiales, sino por sobre todo, para enlazar más de trescientos de
adoratorios situados a más de diez kilómetros a la redonda (entre ellos algunos
observatorios astronómicos). De todo este sistema se deduce ahora, que la información
proporcionada por los últimos, a su vez, recíprocamente convergía en el templo cuyo
oráculo vaticinaba las condiciones climáticas del año y fijaba la relación del tiempo y
del uso del espacio en sus dominios.

Así, en este lugar donde los dioses de los pueblos conquistados, las fuerzas de la
naturaleza, los hombres hechos atemporales momias y la tradición más antigua
convergían, se nucleó la dinastía del Cusco bajo.

En los alrededores, y complementando la infraestructura que consolidó la


imagen del poder y riqueza de la Ciudad, se edificó la Casa de las mujeres escogidas o
de aquellas dedicadas al abastecimiento permanente de las necesidades del templo, entre
las cuales, a más de la de alimentos y bebidas rituales, figuraba la confección masiva de
finos textiles, que en su imperio, diferenció a los diversos estratos sociales y
complementó su economía basada en la redistribución.

Paralelamente, al norte del Qoricancha y en la cima de una montaña, la dinastía


del Cusco alto fundada por el Inca Pachacutec erigió para sí el mayor de los templos de
este Imperio, el mismo que en el contexto de su concepción sacra, representó la cabeza
del espíritu del puma que la Ciudad encarnaba.
Calle Loreto. A la derecha, parte del muro perimétrico de la antigua casa de las mujeres escogidas
(Acllahuasi).

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