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PERCEPCIÓN DEL HABLA

La percepción de los sonidos es posible gracias a la maquinaria interna de los oídos que consigue
transformar las ondas sonoras que llegan por el aire en impulsos nerviosos que son analizados por
el cerebro. Ciertas características físicas de esas ondas, como la frecuencia, la intensidad y el
timbre con que llegan a los oídos son las que nos permiten distinguir unos sonidos de otros.

La percepción del habla, aunque en principio comparte esos mismos procesos de análisis de las
características físicas de cualquier sonido, posee, sin embargo, unas características particulares
que la diferencian de la percepción auditiva en general. Estas peculiaridades se refieren
principalmente a la tarea de categorización de los sonidos, ya que en la percepción del habla no
solo tenemos que discriminar la intensidad o la frecuencia con que una persona habla, sino que
además tenemos que clasificar los sonidos. Así, cuando oímos un teléfono sonar o a un perro
ladrar, nuestra única tarea es la de discriminar los rasgos físicos de intensidad, frecuencia, timbre,
etc. de ese sonido para poder decidir que se trata de un ladrido o de un teléfono sonando. Sin
embargo, cuando escuchamos a alguien hablar, además de ese análisis, tenemos que clasificar
cada uno de los sonidos que emite dentro de 24 categorías abstractas, denominadas fonemas, que
componen el español. El amplio vocabulario que constituye la lengua española está construido a
partir de esos 24 fonemas en diferentes combinaciones.

Esta tarea de categorización de los sonidos no es nada sencilla, en primer lugar, porque el número
de fonemas existentes no es algo que esté ya programado en nuestro sistema biológico, sino que
es arbitrario y específico para cada idioma. Así, en castellano diferenciamos 24 fonemas, pero eso
no quiere decir que ocurra lo mismo en otros idiomas, ya que hay idiomas que disponen de un
mayor número de fonemas, mientras que otros no llegan a esa cifra. Eso hace que algunos
fonemas pueden ser comunes en varios idiomas, mientras que otros son específicos de uno solo.
Solamente con las vocales, aparecen ya grandes diferencias entre los distintos sistemas
lingüísticos. Hay sistemas como el “aranda” australiano o el “groenlandés” esquimal que sólo
diferencian tres vocales, sistemas como el nuestro que diferencian cinco, algunos como el inglés
que diferencian doce, o idiomas como el “penyabí” indio que diferencian veinte vocales (Crystal,
1994). De esta manera, para poder percibir correctamente una lengua determinada, un primer
requisito sería conocer los fonemas que esa lengua tiene, con el fin de poder clasificar los sonidos
de acuerdo a esas categorías establecidas.

Pero aun conociendo los fonemas de una lengua hay otras dificultades para llevar a cabo la
categorización del habla en esos fonemas. Éstas son las principales:

1. El habla es continua y no segmentada en unidades discretas, aunque pudiera parecer que


hay pequeñas pausas entre las palabras o segmentos fonéticos, quizás debido a la
influencia de la escritura en la que hay pequeñas separaciones entre las palabras, e incluso
entre las letras (al menos en la escritura a máquina), lo cierto es que en el habla no hay tal
separación. Cuando se observa el habla a través del espectrograma, se ve como una señal
continua, algo incluso parecido al sonido de una sirena, sin apenas separaciones, debido a
que el sonido final de una palabra enlaza con el inicial de la siguiente. Eso dificulta
enormemente la percepción del leguaje, especialmente en los casos más problemáticos
como les ocurre a los niños pequeños, a cierto tipo de afásicos (como ya comentaremos) o
a nosotros mismos cuando escuchamos a una persona hablar en un idioma extranjero que
no dominamos bien. Justamente ésta es una de las principales dificultades con la que se
encuentran los investigadores que tratan de construir artilugios que puedan percibir el
habla y de hecho, las maquinas que ya funcionan exigen que se les hable despacio
separando bien las palabras.
2. Una segunda dificultad para percibir el habla surge porque los segmentos fonéticos no
tienen propiedades invariantes. La “b” de la palabra “bueno” se escribe igual que la de
“bota”, “brisa” o “blanco”, pero no se pronuncia igual, ya que su articulación viene
determinada por los sonidos que la siguen o preceden. En el espectograma se puede
comprobar que cada una de esas “bes” tiene propiedades acústicas diferentes. Y es así
porque los fonemas no se corresponden con un solo sonido, sino que en realidad son
abstracciones de varios sonidos que comparten ciertos rasgos acústicos. Son como una
especie de prototipo de una categoría amplia de sonidos. Esta es otra de las principales
dificultades para construir máquinas de percepción del habla.
3. A las dificultades anteriores habría que sumar las diferencias que existen entre los
hablantes de un idioma en la pronunciación exacta de los fonemas debido a su dialecto
particular, su timbre de voz, etc. o simplemente al descuido en la articulación.

ANALISIS AUDITIVO

Por las características que acabamos de exponer sobre

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