Está en la página 1de 7

9/11 a 10 años, ¿un acontecimiento?

El impacto en la geocultura del Sistema-Mundo


Capitalista
Mauricio Márquez Murrieta

“Estados Unidos es el único país del mundo


que cree que
Estados Unidos es el único país del mundo”
ARTURO MÁRQUEZ GONZÁLEZ

La desintegración de la seguridad personal es ahora una realidad que puede estar golpeando por primera vez al
pueblo norteamericano. Ya era una realidad en otras partes del mundo. El desafío político que subyace a estas
oscilaciones del sistema-mundo no es el de la civilización frente a la barbarie. O al menos debemos darnos
cuenta de que todos los bandos creen que ellos son los civilizados, y que los bárbaros son los otros. Las
cuestiones a resolver son la crisis de nuestro sistema-mundo y la batalla en torno a qué clase de sucesor
queremos construir para él. No se trata de una pugna entre norteamericanos y afganos, o musulmanes, o
cualquier otro oponente; es una lucha entre diferentes concepciones del mundo! que queremos construir. El 11 de
septiembre de 2001 pronto parecerá, al contrario de lo que muchos están diciendo, un episodio menor de una
larga lucha que durará mucho tiempo y de un período de tinieblas para la mayoría de la gente de este planeta.
IMMANUEL WALLERSTEIN

So the alternative is: will Americans decide to fortify further their "sphere," or to risk stepping out of it?
Either America will persist in, strengthen even, the deeply immoral attitude of "Why should this happen to us?
Things like this don't happen HERE!", leading to more aggressivity towards the threatening Outside, in short: to a
paranoiac acting out. Or America will finally risk stepping through the fantasmatic screen separating it from the
Outside World, accepting its arrival into the Real world, making the long-overdued move from "A thing like this
should not happen HERE!" to "A thing like this should not happen ANYWHERE!". Therein resides the true
lesson of the bombings: the only way to ensure that it will not happen HERE again is to prevent it going on
ANYWHERE ELSE.

La primer expresión que escuché aquella mañana del 11 de septiembre del 2001 en el que
entonces era mi trabajo –y que volvería a oír y leer repetidamente en los días subsecuentes –,

1
vino de un amigo quien, mientras veíamos una y otra vez la literalmente increíble imagen del
Boing impactándose como en una película sobre una de las Torres Gemelas de Nueva York,
fue “El mundo no volverá a ser el mismo después de esto”.

En ese momento coincidí completamente con él –para cualquier persona medianamente


cuerda y con un mínimo de sentido de la humanidad, el atentado a las Torres Gemelas, en el
que se calcula que murieron entre 3,000 y 4,000 personas inocentes, fue sin lugar a dudas
una acto atroz, inhumano, desalmado, condenable por donde se le quiera ver, un simple y
cruel asesinato insensato e inescrupuloso. De eso no debe caber la menor duda –, pero
inmediatamente me vino a la mente la pregunta de ¿por qué? No era el primer atentado en el
mundo, tal vez ni siquiera el más catastrófico, en la década previa había sucedido en el
mundo una multiplicidad de atrocidades tan o incluso más aberrantes de la que en ese
momento estábamos presenciando: la llamada Guerra del Golfo, el cruel, insensato y
holocáustico enfrentamiento desigual en Bosnia-Herzegovina y Kosovo perpetrado por
Milosevic, el genocidio cometido por los Hutus contra los Tutsis en Ruanda –donde se
calcula que murieron entre 500,000 y 1,000,000 de Tutsis, el equivalente al ¡11% de la
población ruandesas y a nada menos que 4/5 partes de la etnia Tutsi de ese país! –, sin contar
con un sinnúmero de atentados, matanzas y guerras absolutamente injustas –como la de
Chechenia –, ocurridas tan sólo en el transcurso de los últimos 20 años en el mundo.

Entonces, ¿por qué en el imaginario colectivo tuvo tal impacto este lamentable suceso? La
pregunta es casi absurda. La trascendencia de tal homicidio colectivo tenía que ver con cómo
sucedió, en dónde sucedió y contra qué ciudad y país, es decir fue perpetrado por un puñado
de fanáticos con no más que –al parecer – unos cuantos exactos y cuchillos con los que
sometieron a los pasajeros y a la tripulación y lograron hacerse del control de los aviones; su
imagen salió millones de veces en los aparatos televisivos minutos después del atentado;
sucedió nada menos que en Estados Unidos y en Nueva York y contra dos de los edificios
más famosos del mundo, mismos que albergaban el World Trade Center de dicha ciudad y el
centro financiero más importante del mundo. Es decir, le sucedió al gran gigante mundial, a
la potencia más poderosa no sólo del mundo sino incluso de la historia y sus agencias de
inteligencia no pudieron hacer absolutamente nada. Como quien dice, el invencible Hércules
podía ser herido.

2
Este era con toda seguridad el objetivo del supuesto perpetrador de tales hechos, Osama Bin
Laden y su grupo Al Qaeda, y lo lograron. Pero también tal hecho fue utilizado por el ala
militarista, fundamentalista y extremadamente arrogante de los conservadores
Norteamericanos que estaban detrás del Presidente George W. Bush, los bien conocidos
Halcones, para justificar e impulsar una campaña que terminó en una serie de matanzas
mucho peores, en dos guerras totalmente injustas y en el peor revés presupuestario de
Estados Unidos; para muchos, el primer eslabón que llevó a la Gran Recesión del 2009.

Todo esto es por demás sabido y ha sido comentado, analizado y debatido por personas
infinitamente más informadas y autorizadas que quien esto escribe. Así que aquí me limitaré
a reflexionar sobre si podemos considerar al 9/11 como un acontecimiento, si tuvo realmente
las consecuencias previstas por casi todo el mundo desde el inicio; y, sobre su impacto en el
imaginario colectivo de la geocultura del sistema-mundo capitalista actual.

De entrada, creo que la segunda interrogante puede contestarse afirmativamente, las


consecuencias del ataque a las Torres Gemelas fueron enormes y de la mayor trascendencia:
apuntalaron la política fundamentalista y machista de George W. Bush y sus halcones;
generaron una línea dura en la opinión pública norteamericana y mundial lo más cercana al
macartismo, provocaron dos guerras sumamente costosas en vidas y recursos económicos,
precipitaron la decadencia de la hegemonía mundial estadounidense y evidenciaron los
límites de su enorme poderío militar. El emperador no tiene ropa, podría decirse. Y esto ante
el mundo entero y, lo que es más importante, ante los propios norteamericanos, muchos de
los cuales tal vez por primera vez se sintieron vulnerables y cayeron en cuenta de las
consecuencias de la política exterior dura de su país.

Sin embargo las otras dos preguntas son menos obvias y a mi parecer más interesantes para
el mundo actual.

Hay toda una corriente teórica sumamente rica y diversa sobre el concepto de
acontecimiento, que hace imposible abarcarla en tan breve espacio, ni siquiera someramente.
Así que me centraré en la noción que sobre el mismo han esbozado entre otros Alain Badiou
y, a partir de él, Slavoj Zizek (Zizek,2006).

3
Tanto para estos dos autores como para Heidegger y Deleuze –según el mismo Zizek – “el
acontecimiento es irreductible al orden del Ser, al conjunto de sus precondiciones
materiales” (Zizek,2006:197). Pero en particular hemos de detenernos en la noción de
Badiou para quién

… un acontecimiento no es nada sino su propia inscripción en el orden del ser,


un corte/ruptura en el orden del ser por el cual el ser nunca podrá formar un Todo
coherente (…) De hecho, como para no sucumbir a una teoría oscurantista de la
creación ex nihilo, debemos aceptar que un acontecimiento no es sino una parte
de una situación dada, nada salvo un fragmento de ser (…): no existe nada más
allá del ser que se inscribe en el orden del ser –no existe nada salvo el orden del
ser – (Zizek, 2006:201).

En otras palabras un acontecimiento no es más que un suceso que al emerger en una


situación ‘normal’ cambia las coordenadas conforme a las cuales se había venido
estructurando y construyendo la realidad. Después de la emergencia de un acontecimiento,
ya nada es igual.

En ese sentido, creo poder arriesgar la afirmación de que el ataque a las Torres Gemelas fue
efectivamente un acontecimiento, es decir, no hay duda de que podemos hablar del mundo
antes y después de él. Pero no tanto por la magnitud del daño –por más espectacular que
haya sido –sino por la forma como cambió la perspectiva sobre la realidad, así como realidad
social misma, en la medida en que está conformada por intermediación de la mirada de las
personas que actúan sobre esa misma realidad. Como dijera Bourdieu “la realidad es el lugar
donde las personas se enfrentan en la lucha por definir la realidad” o, para citar a otro
famoso sociólogo, William Isaac Thomas "Si los individuos definen las situaciones como
reales, son reales en sus consecuencias".

Así que podemos afirmar que efectivamente fue un acontecimiento, pero, ¿qué tipo de
acontecimiento? ¿Cambió realmente el imaginario colectivo de la geocultura del sistema
mundo capitalista?

Aquí me inclino por la negativa, finalmente el ataque a las Torres Gemelas vino a confirmar
lo que muchos teóricos y analistas venían afirmando desde mucho tiempo atrás, es decir, que
estaba emergiendo un nuevo orden mundial donde la hegemonía indiscutida de Estados
Unidos en el Sistema-Mundo iba definitivamente en declive.

4
¿Cómo impactó entonces en la geocultura? Precisamente confirmando las sospechas sobre el
Nuevo traje del emperador, tuvo el mismo efecto de las palabras de aquel ingenuo niño del
cuento de Ibsen que, por su inocencia misma, dijo lo que todos sabían pero que nadie podía
decir en la medida en que formaba parte de una mentir colectiva fundamental, de una
fantasía ideológica: que el nuevo traje del emperador simplemente no existía, ¡el emperador
estaba desnudo!

La cuestión es, ¿qué importa que lo haya dicho si todos lo sabían? Importa precisamente por
ser un comentario que, una vez proferido, ya nadie puede ignorar 1. Porque dijo lo que
socialmente tenía que permanecer sin decirse, porque una vez dicho, ya nada puede volver a
ser lo mismo, la realidad queda desnudada de la fantasía que sostiene y oculta,
simultáneamente, su antagonismo radical.

Lo mismo pasó con el ataque a las Torres Gemelas, desnudó la debilidad, la impotencia, los
límites del todavía poderoso gigante. Y, lo que fue peor aun, ante su revelada impotencia, los
líderes de este gigante intentaron por todos los medios de borrar el impacto de tal
acontecimiento, con lo que únicamente lograron incrementarlo, demostrando que por más
poder militar que tuviera EU, ese poder no era suficiente para mantener su hegemonía, ya
que requería precisamente de lo que había perdido y que el ataque había hecho patente, la
creencia colectiva en tal poder y en tal hegemonía, la confianza en que su poder no sólo era
incontestado, sino legítimo y, a fin de cuentas, tras el cual el mundo entero podía aglutinarse
multilateralmente y salir beneficiado.

Con los sucesos subsecuentes: la invasión de Afganistán, la Guerra de Irak, la muerte de


Hussein y Osama Bin Laden y la crisis financiera mundial, Bush aceleró lo que su
predecesores habían tenido éxito en postergar: la agonía de la hegemonía del Imperio
estadounidense; minando definitivamente la imagen benévola y progresista que legitimaba
un liderazgo que al fin y al cabo se presentaba como uno que pugnaba –más allá de sus
evidentes intereses imperialistas – por valores universales, tales como la libertad, la igualdad,
la solidaridad y la lucha contra las injusticias.

1
Lo mismo sucede en la película Danesa, La Celebración, cuando en la fiesta de aniversario del
patriarca familiar, uno de sus hijos, cuate de una hermana que acababa de suicidarse, le pregunta
abruptamente que por qué siendo niños los había violado a él y a su hermana, lo que es tomado por la
familia en su conjunto como una afrenta al Padre, pues rompía la mentira fundamental que encubría el
antagonismo radical que garantizaba la cohesión del grupo.

5
Bush actuó lo que Mussolini llegó a cínica y descaradamente contestar ante la pregunta de
para qué quería obtener el poder: “Nosotros queremos el poder para ejercer el poder, y nada
más”; con lo que despojó a Estados Unidos de una de sus cartas todavía medio creíbles, es
decir, que sus luchas e intervenciones mundiales no respondían a un simple imperialismo ni
a los intereses exclusivos de su élite dirigente, sino que buscaban además y sobre todo
defender los valores y principios que eran en esencia patrimonio de la humanidad.

Así, con las Torres Gemelas, cayó en el imaginario geocultural del mundo entero el último
velo que permitía alucinar que estábamos en el mejor de los mundos posibles, que era el fin
de la historia y de las ideologías, que el capitalismo había llegado para quedarse y que,
como repitieran una y otra vez Reagan y Thatcher, there is no alternative.

Se abrió un agujero en el tiempo-espacio de la humanidad, un puente, una posible transición


que guardaba y guarda todos los peligros, miedos, oportunidades y esperanzas de tales
aperturas históricas: son peligrosas porque dejen ver la incertidumbre del futuro y la
encarnizada lucha que subyace entre los grupos de poder por definirlo y dirigirlo; pero son
oportunidades y esperanzadoras porque son justo los momentos en los que los anónimos
ciudadanos podemos acceder al sublime estado de la libertad que nos permite el alejamiento
del sistema del equilibrio y cuando tenemos las mayores posibilidades de incidir en la
definición de nuestro futuro y de hacer efectivo el poder, el verdadero poder, que subyace a
la voluntad colectiva cuando ésta se da cuenta de su potencial.

A 10 años del 2001 no hemos aún sabido aprovechar esta oportunidad, pero muchos están
imaginando mundos alternativos y nuevas utopías cuya prosecución se hace cada vez más
factible en la medida en que el caos sistémico de transición por el que estamos pasando nos
abre la posibilidad de creer y confiar que otro mundo es posible, que no estamos condenados
a un orden del ser tallado en piedra, sino a un devenir sujeto a la acción consciente y
colectiva de sus ciudadanos en pos de un proceso civilizatorio que rescate, como Benjamin
lo habría querido, los principios presentes tanto en nuestro legado como en las luchas
emancipatorias fracasadas del pasado. Ello, siempre que sepamos comprender sus
mecanismos y sepamos leer y divisar la oportunidades que se nos presentan.

6
Vivimos un presente de futuro incierto y eso causa temor, pero si cambiamos la mirada y
desplazamos nuestra perspectiva, nos podremos dar cuenta que la incertidumbre es la madre
de la libertad y que hoy por hoy esa es justo la preciosa oportunidad que tenemos: la
incertidumbre y la posibilidad de alimentarnos de ella para cobrar confianza en nuestra
capacidad de guiar, dentro de los límites históricos que enfrentamos, nuestro futuro y el de
nuestro hijos. Datisdecuestion, como dijera Manolito, el de Mafalda, claro está.

Referencias

Wallerstein, I. (2001), September 11, 2001. Why?. Bimhampton: Fernand Braudel Center,
Binghamton University,(9/septiembre/2011: http://www2.binghamton.edu/fbc/archive/72en.htm).
Zizek, S. (2006), Visión de Paralaje. México: FCE, Col. Filosofía.

También podría gustarte