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Hoy la figura del mamut sigue fascinando a los científicos y alimentando la

fantasía de niños y adultos. Generalmente representado con una melena enorme,


gruesa piel y unos descomunales colmillos curvos, constituye la criatura más
célebre de los tiempos remotos. Quizás, su grandiosa figura de tamaño
espectacular y su desaparición como por arte de magia son parte del especial
interés que todos tienen en él.
La ignorancia acerca de estos animales ha dado origen a invenciones e
interpretaciones fantasiosas. Así, por ejemplo, durante años guardaron en una
iglesia de Alemania un colmillo de mamut como la reliquia de un ser divino. Un
hueso de la columna fue igualmente venerado en una aldea de Rusia como
perteneciente a un animal santo. En otro poblado alemán, un diente de este animal
se conservó como tesoro de valor incalculable.
Gracias a que ellos habitaban en zonas de suelos permanentemente
congelados, se ha logrado saber más sobre los antecesores de los elefantes. Esto
porque, aunque ya se han extinguido, muchos de sus cuerpos han llegado hasta
nuestros días en un increíble estado de conservación. El hielo de las zonas polares
los mantuvo guardados en una especie de “refrigerador natural”, formado por los
suelos helados.
El excelente estado de los mamuts congelados, ha permitido a los científicos
obtener interesantes datos sobre su cuerpo y sus costumbres. El estudio
cuidadoso de huesos, la carne y hasta la sangre congelada ha demostrado que los
mamuts comían hojas de abedul enano, gramíneas, agujas de pino, piñas, hojas y
semillas de sauces y otras plantas propias de los climas fríos. Todos estos eran sus
manjares favoritos. También se ha logrado conocer con mayor precisión su origen,
evolución y misteriosa desaparición.

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