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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

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A continuación: La venganza contra EE. UU. es dulce para Putin


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China podría ser la mayor economía del mundo


para el 2030
El producto interno bruto del país asiático creció 6,7 por ciento durante el último trimestre.

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La competencia por el puesto número uno se juega en una guerra comercial entre la Casa Blanca y
Pekín. Duque invita a
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el Plan de Desarrollo

POR: BLOOMBERG · JULIO 28 DE 2018 - 02:20 P.M.

a economía estadounidense de US$20 billones, la más grande del


3. Posible caso de ‘dumpin
en papas se resolvería
este mes
mundo, está comenzando a escuchar pasos. Menos de 15 horas antes
de la publicación en Washington de las cifras del gobierno de Estados
Unidos que mostraron una sólida expansión en el segundo trimestre, el
Fondo Monetario Internacional recordó que hay otra economía que se está
acercando rápidamente.

(Lea: Preocupa el crecimiento mundial por desaceleración económica china)

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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

"Incluso con una desaceleración gradual del crecimiento, China podría convertirse
en la mayor economía del mundo para 2030", dijo el fondo en su informe anual
sobre la segunda mayor economía del mundo.

(Lea: Así Pekín difunde el mensaje de China al mundo) 

El producto interno bruto de Estados Unidos creció 2,8 por ciento en el último
trimestre frente a un año antes, la mayor expansión desde el 2015. Mientras tanto,
el producto interno bruto de China creció 6,7 por ciento durante el mismo periodo y
se sitúa en torno a los US$13 billones.

La competencia por el puesto número uno se juega en una guerra comercial


entre la Casa Blanca y Pekín.

El presidente Donald Trump ha amenazado con imponer aranceles a US$500.000


millones en importaciones chinas, aproximadamente el valor anual de todas las
importaciones estadounidenses de la nación asiática.

El principal negociador comercial de Trump, Robert Lighthizer, le dijo al Congreso


esta semana que llevaría años resolver el "problema crónico" de Estados
Unidos con las prácticas comerciales desleales de China.

El mismo día, un alto funcionario chino comparó la posición de Estados Unidos a


una "extorsión". En su revisión anual de la economía china, el FMI dijo que las
perspectivas de China son sólidas, pero advirtió a Pekín contra depender en el
estímulo impulsado por el crédito ya que podría aumentar las vulnerabilidades.

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Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy,
muy grave’
El gran consejero de la diplomacia estadounidense habla sobre Putin, el nuevo orden mundial y el significado de Trump.

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1. Gobierno venezolano ab
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2.
Kissinger fue el gran arquitecto de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética y China
durante la Guerra Fría. Duque invita a
gobernadores a constru

N
SPUTNIK/ALEXEI DRUZHININ
el Plan de Desarrollo

POR: PORTAFOLIO · JULIO 27 DE 2018 - 08:30 P.M.

o fue difícil convencer a Henry Kissinger para que nos reuniéramos. A


3. Posible caso de ‘dumpin
en papas se resolvería
este mes
pesar de que ya tiene 95 años y se mueve muy lentamente, el gran
consejero de la diplomacia estadounidense tiene ganas de hablar.
Constantemente viaja para reunirse con personajes de la talla del ruso
Vladimir Putin y el chino Xi Jinping con tanto fervor como cuando jugaba al ajedrez
mundial como el maestro de la diplomacia de Richard Nixon. Le encanta estar
donde haya acción.

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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

Sin embargo, persuadirlo para que diga lo que realmente piensa es otra cosa.
Kissinger es para la claridad geopolítica lo que Alan Greenspan fue para la
comunicación monetaria: un oráculo cuya visión sólo es equiparable a su
opacidad. Mi misión es sacarlo de su zona de confort. Quiero saber qué piensa
realmente del presidente Donald Trump.

(Lea: Historia/ China vista por Henry Kissinger) 

El momento es perfecto. Nos encontramos almorzando el día después de que


Trump se reuniera con Putin en Helsinki, una cumbre que los dirigentes de la política
exterior estadounidense considera que pasará a la historia como un punto bajo en
la diplomacia estadounidense. Trump había hecho lo impensable al apoyar las
afirmaciones de inocencia de Putin en cuanto al sabotaje electoral sobre la palabra
de las agencias de inteligencia de su país.

Posteriormente, Trump intentó deshacer de manera poco convincente lo que dijo en


Helsinki al insistir en que quiso decir que “no veía razón por la cual Rusia no
estuviera detrás” de la injerencia, en lugar de “por la cual Rusia estuviera
detrás” de ella. Pero es demasiado tarde para eso. El New York Daily News publicó
el estridente titular: “Franca Traición” junto a una caricatura de Trump disparándole
en la cabeza al Tío Sam mientras toma de la mano a Putin. No podría haber mejor
momento para intentar sacar a Kissinger de su postura délfica.

(Lea: Donald Trump impulsa un nuevo orden Global) 

Llego uno o dos minutos antes de la cita. Kissinger ya está sentado. Su figura
recuerda la de un gnomo sentado en la mesa de un rincón en un comedor medio
vacío. Un bastón está apoyado contra la pared lateral. (Se rompió un ligamento hace
unos años). “Discúlpame si no me levanto”, dice Kissinger con su áspero acento
alemán. Estamos en el Jubilee, un restaurante francés a la vuelta de la esquina del
apartamento de Kissinger en el centro de Manhattan. Está apenas a unas pocas
cuadras de Kissinger Associates, la consultoría geopolítica que les cobra a sus
clientes enormes sumas para escuchar lo que supongo que son sus opiniones sin
ambages.

(Lea: La mayor economía del mundo: entre Estados Unidos, China (Asia) y la Unión
Europea) 

La geopolítica pesa mucho sobre Kissinger. Como uno de los arquitectos del
acercamiento de la guerra fría con China y la distensión con la Unión Soviética,
Kissinger ahora explora un mundo en el que China y Rusia desafían el orden
mundial de EE. UU., a menudo en colaboración.

Pero al decano de la diplomacia de la guerra fría le interesa el futuro tanto como el


pasado. Este año Kissinger escribió un aterrador artículo sobre la inteligencia
artificial para The Atlantic Monthly, en el que comparó la humanidad de hoy con los
incas antes de la llegada de la viruela y los españoles. Instó a la creación de una
comisión presidencial sobre la inteligencia artificial. “Si no comenzamos a tomar
esas medidas pronto, en poco tiempo descubriremos que comenzamos
demasiado tarde”, concluyó.

¿Qué pensó Kissinger sobre la cumbre de Helsinki? Su respuesta es indecisa. “Fue

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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

una reunión que debía llevarse a cabo. Durante varios años yo la propuse. Ha
estado sumergida bajo los problemas internos de EE. UU. Sin duda es una
oportunidad perdida. Pero creo que hay que volver a algo. Mira a Siria y Ucrania. Es
una característica particular de Rusia que la convulsión en casi cualquier parte
del mundo la afecta, le da una oportunidad y también la percibe como una
amenaza. Esas convulsiones continuarán. Me temo que se van a acelerar”.

Kissinger se embarca en una disquisición sobre la tolerancia “casi mística” de Rusia


al sufrimiento. Su punto clave es que Occidente asumió erróneamente, en los años
antes de que Putin se anexara Crimea, que Rusia adoptaría el orden basado en las
reglas occidentales. La Otan malinterpretó el profundamente arraigado anhelo de
respeto de Rusia. ¿Quiere decir que provocamos a Putin?, le pregunto. “No creo que
Putin sea un personaje como Hitler”, responde Kissinger. “Él sale de Dostoievski”.

Siento que estoy perdiendo la batalla para hacerle hablar de Trump; o no detecto su
mensaje oculto. ¿Está diciendo que estamos subestimando a Trump, que Trump
podría estar haciéndonos el inadvertido servicio de tranquilizar al oso ruso? Una vez
más, Kissinger hace una pausa antes de responder.

“No quiero hablar mucho sobre Trump porque en algún momento debería hacerlo
de una manera más coherente que ésta”, responde Kissinger. Pero usted está
siendo coherente, le digo. Por favor, no se detenga. De nuevo hay una pausa. “Creo
que Trump puede ser uno de esos personajes en la historia que aparece de vez
en cuando para marcar el final de una era y forzarla a renunciar a sus viejas
pretensiones. No necesariamente quiere decir que él sepa esto, o que esté
considerando una gran alternativa. Puede que sea sólo un accidente”.

Sé que le ha dado informes a Trump. También se ha reunido con Putin en 17


ocasiones. Él informa del contenido de esas reuniones a Washington, me dice.
Intento una ruta diferente. ¿Con quién compara a Trump en la historia?, le pregunto.
Esto tampoco tiene éxito. Kissinger se lanza a hablar del panorama general de la
salud de la diplomacia europea. No puede encontrar un líder que lo emocione, con
la posible excepción del francés Emmanuel Macron. “Aún no puedo decir si es
efectivo porque acaba de comenzar, pero me gusta su estilo”, dice Kissinger. “Entre
otros estadistas europeos, Angela Merkel es muy local. Me cae bien
personalmente y la respeto, pero no es una figura trascendente”.

No puedo evitar la sensación de que Kissinger está intentando decirme algo, pero
que soy demasiado literal para interpretarlo. Como un jugador de dardos con los
ojos vendados, intento varios lanzamientos diferentes. ¿En qué se convertiría
Alemania si Trump retirara a EE. UU. de la Otan? A Kissinger le gusta esa pregunta,
pero se niega a dar probabilidades. “En la década de 1940, los líderes europeos
tenían un claro sentido de la orientación”, apunta. “Ahora, en su mayoría, sólo
quieren evitar problemas”.

Pero no están haciendo muy buen trabajo, lo interrumpo. “Es cierto”, resalta
Kissinger con una sonrisa críptica. “Un eminente alemán me dijo recientemente
que siempre solía traducir la tensión con EE. UU. como una forma de alejarse
del país, pero que ahora le teme más a un mundo sin EE. UU.”.

Entonces, ¿podría Trump estar asustando al resto del mundo occidental para que
pueda valerse por sí mismo? “Sería irónico que eso surgiera de la era de Trump”,

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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

responde Kissinger. “Pero no es imposible”. La alternativa, añade Kissinger, no es


muy atractiva. Un mundo occidental dividido por el Océano Atlántico convertiría a
Europa en un “apéndice de Eurasia”, que estaría a merced de China que quiere
restaurar su papel histórico como el Imperio Chino y ser “el principal asesor para
toda la humanidad”.

Parece que Kissinger considera que China está en vías de lograr su meta. Mientras
tanto, EE. UU. se convertiría en una isla geopolítica, flanqueada por dos
océanos gigantes y sin un orden reglamentado que defender.

Kissinger se muestra más circunspecto sobre la inteligencia artificial, un tema, según


el mismo admite, que todavía está intentando resolver. Pero le preocupan las
consecuencias desconocidas de la guerra autónoma, un mundo en el que se
requiera que las máquinas tomen decisiones éticas. “Todo lo que puedo hacer en los
pocos años que me quedan es plantear estos problemas”, considera. “No digo que
tengo las respuestas”.

No tengo idea de cómo Kissinger tomará mi próxima pregunta. ¿El poder es un


afrodisíaco? “¿Cuál fue esa palabra?”, me pregunta Kissinger. “Afrodisíaco”, le repito.
Estoy citando la famosa frase de Kissinger que expresó en el apogeo de su carrera
cuando todavía era un hombre soltero. A finales de la década de 1960 y principios
de la de 1970, era tan conocido por su picante calendario de citas como por los
asuntos de Estado. “Ciertamente diría que ser capaz de tomar decisiones tiene una
dimensión que no tienes en la vida ordinaria”, responde con un atisbo de sonrisa.
Ésa fue una respuesta sutil, le digo. “Sí dije eso”, responde. “Pero cuando digo
estas cosas, tienen más la intención de establecer tu inteligencia que el
propósito de tu vida. Y es verdad hasta cierto punto. Se basa en la
observación”.

Llegó el café. El mío es un expreso doble. Kissinger toma té de menta. Decido hacer
un último intento de lograr mi meta. Hemos estado hablando durante casi dos
horas. Si hay una crítica recurrente de Kissinger, le indico, es que hace todo lo
posible para preservar el acceso a las personas en el poder a expensas de no hablar
claro en público. ¿No es ahora el momento más adecuado para quemar uno o dos
puentes? Kissinger parece desanimado. “Me tomo eso en serio y mucha gente,
buenos amigos, me han insistido sobre eso”, apunta. “Podría ocurrir en algún
momento”. No hay tiempo como el presente, le digo con una risa nerviosa.

“Claramente es la dirección en la que voy”, responde. “¿A ti te queda claro?” Más o


menos, le respondo. A usted le preocupa el futuro. Sin embargo, usted cree que
existe una posibilidad no trivial de que Trump podría asustarnos
accidentalmente para que reinventemos el orden reglamentado que solíamos
dar por sentado. ¿Es ése un resumen justo? “Creo que estamos en un período muy,
muy grave para el mundo”, responde. “He dirigido innumerables cumbres, así que
no aprendieron la forma en que llevaron a cabo la reunión de Helsinki de mí”.

Es evidente que no va a dar más detalles. Le pregunto qué período compararía con
el presente. Kissinger habla sobre su experiencia como soldado estadounidense en
la segunda guerra mundial, inmediatamente después de recibir su ciudadanía.
También recuerda lo que en primer lugar trajo al joven refugiado alemán a estas
costas. Después de que Alemania se anexara Austria en 1938, a los judíos en la
ciudad natal de Kissinger les dijeron que no salieran de sus casas. Sus padres se

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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

fueron a EE. UU. cuando pudieron. “Había toque de queda y soldados alemanes
por todas partes”, explica. “Fue una experiencia traumática que nunca he
podido olvidar”.

Afuera ha empezado a caer una especie de diluvio bíblico durante nuestro


almuerzo. Un paraguas pasó literalmente volando por la ventana. Ayudo a Kissinger
a atravesar el fuerte aguacero para llegar a su coche. El conductor lo toma del otro
brazo. Se tambalea. Me doy cuenta de que, de forma poco cortés, he estado
interrogando a un hombre que casi me dobla la edad. “El Dr. Kissinger lleva días
esperando este almuerzo”, resalta el camarero después de que regresé para pedir
prestado un paraguas. Eso es bueno, creo, aunque me temo que mis preguntas
sobre Trump pueden haberle quitado el apetito.

Edward Luce

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La venganza contra EE. UU. es dulce para Putin


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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

Avergonzar a Estados Unidos es algo que le da gran satisfacción al presidente ruso.

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Los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Donald Trump y Vladimir Putin, durante la cumbre de
Helsinki. Duque invita a
gobernadores a constru

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el Plan de Desarrollo

POR: PORTAFOLIO · JULIO 27 DE 2018 - 08:30 P.M.

l sistema establecido de política exterior en Washington ha


3. Posible caso de ‘dumpin
en papas se resolvería
este mes
experimentado muchas emociones desde la cumbre Trump-Putin en
Helsinki: incredulidad, miedo, ira. Pero la emoción más predominante
es un profundo sentimiento de humillación. Todos presenciamos
cómo el presidente de Estados Unidos se humilló a sí mismo en un escenario
internacional, mientras que el presidente ruso lo miraba, sonriendo.

Para Vladimir Putin, infligir este tipo de vergüenza a EE. UU. es profundamente
satisfactorio. La cosmovisión del presidente ruso se basa en la idea de que el
Occidente debilitó y humilló deliberadamente a Rusia durante décadas. Para Putin,
es hora de tomar represalias.

(Lea: Sanciones de EE.UU. llevarían a nueva crisis económica a Rusia) 

Actualmente visitar Moscú es como ingresar a un salón de espejos en el que


cada acto de agresión rusa se refleja como una respuesta necesaria a la
supuesta agresión occidental.

En EE. UU. y el Reino Unido, Rusia es vista como un Estado violento que anexó a
Crimea y libró una guerra no declarada en el este de Ucrania. La respuesta rusa es
que los aliados occidentales han cometido mayores actos de agresión en Irak y Libia
y que han amenazado directamente a Rusia al expandir la alianza de la Otan hasta
sus fronteras.

(Lea: El método Putin: aprovecharse de cualquier síntoma de debilidad del adversario) 

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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

La anexión rusa de Crimea se ha presentado como una medida defensiva en Moscú,


diseñada en parte para asegurar que la base de la armada rusa en Sebastopol
nunca reciba naves de la Otan.

¿Y la acusación de que Rusia ha subvertido la democracia estadounidense? La


respuesta putinista (más allá de una negación pro forma) es que EE. UU. ha
intentado durante mucho tiempo subvertir el sistema político ruso. Putin nunca
perdonó a Hillary Clinton por apoyar públicamente a las protestas contra él en
Moscú en 2011-2012, y tal vez eso lo haya inspirado a trabajar en contra la
candidata presidencial demócrata en las elecciones estadounidenses de 2016.

(Lea: Putin vuelve a ser reelegido presidente de Rusia) 

Visto desde Londres o Washington, uno de los aspectos más escalofriantes de la


Rusia de Putin es la forma en que respalda la violencia, desde Ucrania hasta el Reino
Unido, y luego miente sistemáticamente al respecto. Discutir esta táctica con la
Rusia oficial es difícil, ya que nunca reconocerá que está mintiendo.

Pero, leyendo entre líneas, la defensa putinista tiene dos aspectos: primero, que el
Occidente miente también; segundo, que Rusia está bajo asedio y que el engaño
y la mentira son un mecanismo de defensa necesario.

En ese sentido, la línea oficial rusa sobre los asuntos mundiales es a la vez
completamente cínica y absolutamente sincera. El Gobierno ruso está en el negocio
de propagar mentiras sobre su propio comportamiento y el mundo en general.

Pero cree sinceramente que estas mentiras se justifican como parte de una
campaña más amplia contra la deshonestidad y la agresión occidentales.

La misma combinación de cinismo y sinceridad se aplica a la conducta personal de


los funcionarios. Una visión de Putin y su círculo íntimo es que sus motivos son
totalmente veniales. Como me dijo un amigo ruso: “Lo único que realmente los
molesta es que alguien se interponga entre ellos y el cajero automático”.

Sin embargo, aunque la corrupción es profunda en Rusia, eso no significa que Putin
y sus asesores no sean también genuinos nacionalistas.

Como resultado, Rusia y Occidente pueden observar los mismos eventos y pensar
que están sucediendo cosas diferentes. Reconocí este fenómeno cuando estaba
viendo el partido entre Inglaterra y Colombia durante la Copa Mundial en un bar en
Rusia. Cuando el equipo de Inglaterra fue otorgado un penal y varios jugadores
colombianos fueron amonestados, me pareció apropiado y justo.

Para los fanáticos colombianos que estaban a mi alrededor, esos mismos eventos
comprobaron que el partido estaba arreglado y que el árbitro estaba predispuesto
en su contra.

De manera similar, mi punto de vista es que Rusia ha intervenido violentamente en


Ucrania, ha derribado un avión civil y ha envenado a personas en Gran Bretaña, lo
cual ha resultado en sanciones económicas contra el país. Los rusos ven los mismos
eventos y concluyen que las sanciones económicas son una prueba más de la
arraigada rusofobia del Occidente.

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Reconocer estas diferencias de punto de vista no debe resultar en sucumbir al


relativismo total. Putin y sus acólitos no tienen razón cuando argumentan que todos
los reveses del Estado ruso desde 1991 son el resultado de complots occidentales.
Los países que se unieron a la Otan después del final de la guerra fría lo
hicieron por su propia voluntad porque tenían un profundo temor de Rusia,
basado en su propia historia reciente.

Los manifestantes que tomaron las calles de Moscú en 2011-12 no fueron títeres de
Estados Unidos. Eran verdaderos rusos con verdaderas quejas. Del mismo modo, el
caos económico y político en Rusia en la década de 1990 no fue “impuesto a Rusia
por Occidente”, como afirma la ideología putinista. Surgió por el colapso del sistema
soviético y los errores posteriores del Gobierno ruso.

Pero actualmente el sistema democrático estadounidense - triunfante en 1989 - se


encuentra en graves problemas. Rusia, mientras tanto, está siendo tratada
nuevamente como una superpotencia igual a EE. UU. por un presidente
estadounidense.

Por todo esto, para Putin es un momento de dulce venganza. Para los liberales
estadounidenses, por su parte, debería ser motivo de reflexión. Gran parte de lo
que ha salido mal en la Rusia de Putin proviene de su incapacidad para lidiar
con problemas internos, más que de los complots y agresiones del Occidente.

Actualmente, es tentador para los liberales estadounidenses culpar a Rusia por la


pesadilla de la presidencia Donald Trump. Pero los problemas reales, en ambos
países, comienzan en casa.

CHINA DEBERÍA TENER TEMOR POR TRUMP

El miércoles, Europa pasó de ser un “enemigo” de EE. UU. a ser un “gran amigo”. El
próximo lunes las cosas podrían ser distintas. O quizás Europa seguirá gozando del
favor de Donald Trump. El único que puede decirlo es Trump, pero creo que el cese
del fuego se mantendrá. A Trump le encantan los aplausos y el acuerdo con
Bruselas le valió una ovación transatlántica.

Sin embargo, las perspectivas comerciales para China se han oscurecido. La presión
de Trump ahora tendría el respaldo de los europeos y la comunidad empresarial.
Ambos han abogado en favor de una presión combinada; también comparten la
preocupación por la transferencia de tecnología y a ninguno le gusta el plan ‘Hecho
en China 2025’ de Xi Jinping, pues pretende tomar la delantera en el sector de la
inteligencia artificial.

Existen tres fuerzas que conspiran para empeorar las relaciones entre EE. UU. y
China. La primera es la política, pues conforme se acercan las elecciones legislativas
estadounidenses, aumentará la tentación de provocar alarmismo con China.

La segunda es la geopolítica, ya que Trump necesitaba la ayuda de China durante


sus primeros 18 meses para presionar a Corea del Norte. Asimismo, China está en
el lado equivocado de la política de Trump hacia Irán.

La tercera es la falta de flexibilidad; las quejas de Trump sobre Europa son

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28/7/2018 Henry Kissinger: ‘Estamos en un período muy, muy grave’

exageradas e hipócritas, Pero contra China tiene argumentos mucho más sólidos. La
postura de Pekín puede ser ideológica y y eso hace que sus objetivos sean
innegociables. ¿Están EE. UU. y China destinados a chocar? No. Pero cada vez es más
fácil imaginarlo.

Gideon Rachman

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