Gregorio de Niza

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“Por lo cual rectamente Moisés, hablando de la creación del mundo, dijo que el

hombre ha sido hecho último: no solamente porque, habiendo sido hechas todas
las cosas para él, era conveniente que primero estuviese preparado todo lo que
debía servirle, antes que él llegase; sino también porque, habiendo sido ya hechos
los seres intelectuales, y por otro lado los sensibles, era conveniente crear un ser
que uniese ambos, para dar unidad al universo, de modo que fuese semejante a Él
y no diverso. Por ello fue engendrado el hombre, ser animado que une las dos
naturalezas. Y ésta es, muy brevemente dicha, la sabiduría del Creador.
Así el hombre está colocado en el confín entre la naturaleza racional y la
irracional; y si atraído por los placeres del cuerpo, se deja llevar por ellos, abrazará
la vida de los irracionales, y será enumerado entre ellos, y -como dice Pablo
(1Cor. 15, 47)- será llamado terreno y tendrá que escuchar: “Tierra eres y a la
tierra volverás” (Gén. 3, 19); y “Fue comparado con los jumentos irracionales, y
hecho semejante a ellos” (Ps. 68, 13); si en cambio, despreciando todos los
placeres del cuerpo, se encamina hacia lo racional, sigue una vida divina y
agradabilísima a Dios, y la mejor para el hombre, y será como los seres celestiales,
como está dicho: “Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los
celestiales como el celestial.” (1Cor. 15, 48).” (PG, 40, 511-514)

El hombre está sometido al tremendo dilema de escoger la materia, el mundo, como fin;
o usarlo como medio para saltar hacia lo espiritual y superior.

Grandeza del hombre

“Por lo tanto, ¿quién puede admirar dignamente la nobleza de este viviente, que
une en sí lo mortal con lo inmortal, y conjuga lo racional con lo irracional; que
lleva en su propia naturaleza la imagen de toda la creación, por lo cual es llamado
‘microcosmos’; que en tan alta estima es juzgado por la Providencia Divina, que
por él existen todas las cosas, presentes y futuras, y para él incluso Dios se hizo
hombre; que superando la mortalidad y tendiendo a reposar en la inmortalidad,
reina sobre las órbitas celestes; que hecho a imagen y semejanza de Dios vive con
Cristo, es hijo de Dios y precede a toda potestad y dominación?
¿Quién puede expresar con palabras la excelencia de este viviente? Atraviesa los
océanos, abarca los cielos con su mirada contemplativa, examina con su
inteligencia los movimientos, las distancias y las magnitudes de los astros; que se
adueña de los frutos de la tierra y del mar, no hace caso de las fieras y los
cetáceos; que es capaz de alcanzar toda ciencia, todo arte, toda disciplina, y de
relacionarse con los lejanos, si quiere, por medio de la escritura, sin que para esto
le sea obstáculo su cuerpo, y puede predecir el futuro.
Gobierna sobre todas las cosas, a todas las domina, se sirve gozosamente de todas,
dialoga con Dios y con los ángeles, da órdenes a las creaturas, se impone a los
demonios; indaga la naturaleza de los seres, se esfuerza investigando a Dios, se
hace morada y templo de Dios; y todo esto lo obtiene mediante las virtudes y la
piedad. (...)
Por lo cual, conscientes de la dignidad de que somos partícipes, y sabiéndonos
pertenecientes a una estirpe celestial, no deshonremos nuestra naturaleza, ni la
juzguemos indigna de tan grandes dones, ni nos privemos de tal poder, gloria y
beatitud, perdiendo el gozo de toda la eternidad a cambio de un placer breve y
caduco; por el contrario, mediante las buenas acciones y el rechazo de los males, y
la recta intención, a los cuales la divinidad suele principalmente ayudar, y también
mediante nuestras plegarias, defendamos nuestra dignidad.” (“De natura
hominis” - Migne: Patrologia Graeca, T. 40, 531-535)

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