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La construcción
de México y Perú poscoloniales
Florencia E. Mallon
CENTRODE INVESTIGACIONES
YESTUDIOS SUPERIORES EN
ANTROPOLOGIA SOCIAL
B IB LIO TECA
X do 5
historias
ciesas
0005.2129
7
Hegemonía comunal
y nacionalismos alternativos
Contingencias históricas y casos limitantes
1 A lgunos de los restos opio reproducen la heroica narrariva de la R evolución M exicana, y el papel
deí zapai ismo en el m isino, son Jesús S o tclo Inclán, Razón y vida de Zapata, 2 1' cd. (M úsico, C o m i
sión fed eral de Electricidad, 1970); Jo h n W omack, Jr., Z apata and tbeM exican R n v lu tiu n (N ueva
York: K nopf, 1968); A rtu ro W arm a n ,... y venimos a contradecir: Los campesinos tic Morelos y ti estado
nacional (M éxico, D.K: C cn rro d c Investigaciones Superiores del INAH, Ediciones d e la Casa C hata,
1976); O astón García C an tó , Utopias mexicanas, 2a. cd. (M éxico, D.F.: F o n d o d e C ultura E conó
mica, 1 9 8 6 ),pp. 1 6 5 -8 9 ,esp. 180-89, y Á iiriY j\i^ y t,T lse M e x ica n R ev a liitio n , 2 voló!(C am bridge-
y N ueva York: C am bridge University Press, 1986)i¡>í. v ju .r 'j'i, o : -gj
taita d e una transformación con bascpopular cic la política peruana; ¡que' incor
porara 'con éxitó los movimientos sociales serranos. En México, la historia de la
formación del estado riación decimonónico es enmarcada por dos m om entos en
que las m asas rúcales ijugardn’papeles1significativos e n lo s movimientos» parh la
transformación;social:'-'las' guerras de indepéndencia y la‘Revolución dc< 1910.
En Perú,' los marcos ¡análogos son momento^ de Sufrimiento y represión : 'Túpac
A m áru y$endero Lúminoso.2' 1 1. r' • i- i ' ¡
- U n a vez establecidas estas diferencias, es posible c o m p ra r más honestam ente
el'surgim iento de nacionalismos alternativos en las tres regiones! La naturaleza
de estos discursos alternativos,'así com o la oportunidad y el proceso de su surgi
miento, divergieron a'lo largo de tres ejes conceptuales: la forma y dinámica de
la polírica comunal; el carácter de las culturas políticas regionales existentes, y el
proceso por medio del cual cada región se insertó en una “cuestión nacional”
emergente. Para construir mi comparación me basaré en una narrativa cronoló
gica, com enzando con una revisión de la historia anterior, pasando» luego al
mom ento y proceso de confrontación, para term inar con un análisis de los resulta
dos de cada caso.» N o obstante, es im portante recordar que esta pcriodización es
una herramienta narrativa más que una característica natural o inevitable de los
datos empíricos.
Para cuando los pobladores de Morolos, Puebla y Junín se enfrentaron a la
construcción de la política nacional, las comunidades en las cuales vivían se habían
enfrentado a numerosos y diversos procesos de constiucción y reconstrucción.
En la sierra de Puebla; la historia precolonial, colonial y poseolonial había traído
consigo complejos y multifacéticos conflictos étnicos y espaciales. Amplios y
recalcitrantes enfrentamientos entre cabeceras y pueblos sujetos fueron una ma
nifestación particularmente intensa de estos conflictos, enfatizando la flexibilidad
y contingencia de todas las fronteras comunitarias. En ral contexto, en donde las
diferencias de género, generación, riqueza e identidad étnica eran constante
y dinámicamente cuestionadas, las asambleas comunales servían com o espacios
2 Para u n análisis más co m p le to ,d e la literatura sobre la sierra central p eruana, vc:asc el capítulo 6.
Para un p u n to de vista c o m p arativ o m ás am p lio de la historia de am bos países, víase Florencia E.
M allon, “ Entre la u to p ía y la m arginalidad: c o r unidades indígenas y culturas polt'ticas.en M éxico
y los A ndes, 1 7 8 0 -1 9 9 0 ”, H istoria M exicana, Vol. X LII, n ú m . 2 (octubre-diciem bre,» 1 9 9 2 ), pp.
4 73 -9 3 . •'
cruciales en los que el consenso podía construirse a través del establecimiento de
alianzas y coaliciones hegemónicas en torno a los ancianos o los pasados, los
"'“buenos patriarcas” que representaban al pueblo (véase el capítulo 3).
También en Morelos, sabemos a partir de material antropológico y oral, que el
género, la generación, la etnicidad y la riqueza eran elementos centrales en la cons
trucción y el cucstionamicnto de la hegemonía comunal. Com o lo registra Sotelo
ínclán, p o r ejemplo, una de las influencias importantes en la primera parte de la
vida de E m iliano Zapata fue su tío José María Zapata, un guerrillero durante
la Revolución Liberal y la Intervención Francesa. U no de los dichos favoritos del
viejo Zapata, de una lista que utilizaba para dar consejos a los jóvenes, era “Pa’ las
mujeres las faldas y pa’ los hombres las balas” .3 Esta clara distinción entre lo priva
do y lo público encajabá perfectamente con las tradiciones más generales de los
gobiernos locales, que, de nuevo según Sotelo, implicaban que
P o r e so d e j é el e je rc ito , p o r m i e sp o s a . ¡ C ó m o a m a b a a m i e s p o s a ! N o lo d e jé
p o rq u e tu v ie s e m ie d o d e pelear, s in o p o r m i e sp o s a , q u e te n ía q u e e n c o n t r a r c o m id a
5 O scar L ew is, Pedro M artínez: A M exican Peasant a n d H is Family (N ueva York: V intage Books,
1964 ), p. 102.
6 Ibid., p. 2 6 5 .
7' O scar L ew is, Life in a M exican Village: Tepoztldn Restudied (U rb a n a : U niversity o flllin o is Press,
1963 ), p. 5 3 (trad u cció n libre del original en inglés, de Lilyán de la Vega).
8 Lew is, P c d n M a rtín ez, p. 8 8 {traducción libre, Lilyán d e la Vega).
Tanto en Monüos como en Puebla, las jerarquías étnicas; de género y espaciales
ayudaban a organizar la vida loca!, y la hegemonía comunal se construía a lo largo
de líneas de género y de generación. Pero las dos regiones diferían en la forma
particular de combinar estos elementas comunes. En:Morclos;;en el tiempo de la
Revolución Liberal, las distinciones étnicas al interior y entre los pueblos, y las
luchas entre cabeceras y sujetos, estaban más fuertemente 'sumergidas en iun mápa
de conflictos que daba mayor importancia a la división entre pueblos^y haciendas.
Las divisiones internas emergían más frecuentemente alrededor de ln colaboración
con los hacendados o sus secuaces entre las autoridades locales, y menos sobre
asuntos como los ingresos, cargos religiosos, trabajos públicos u otras problemá
ticas internas. Si bien la hegemonía comunal también estaba construida en torno a
la imagen del “buen patriarca”, ésta giraba en torno a un patriarca cuya principal
fuente de prestigio y confianza venía de su voluntad para confrontar a los explota
dores de fuera. Mientras que los conflictos internos, riñas y faccionalismos seguían
existiendo, la principal obligación del patriarca era salvar a todo el pueblo de la
expropiación foránea. En contraste, aunque cu la sierra de Puebla las fuentes de
prestigio internas y externas eran .igualmente cruciales, para 1855 1a balanza se-
guía inclinándose hacia el interior dé las comunidades. - . >¡ I >i. "i
Ya hemos confirmado la existencia de dinámicas de género, étnicas, espaciales,
económicas y generacionales en el caso de Junín (véase el capítulo ó). En la sierra
central de Peni, las construcciones comunales favorecían tanto a lo “interno” como
a lo “externo”. Las comunidades en Jauja y Comas tendían a dibujar la línea étnica
o espacial más dilectamente alrededor de pueblos enteros o g ru p o sd e pueblos,
mientras que a lo largo de la ribera occidental del Mantaro, el conflicto écnico-
cspacial era un elemento importante del proceso de hegemonía-interna. Las co
munidades de mayor tamaño estaban divididas entre waris y llacuaccs, aquellos
que ya no usaban ponchos y los que seguían haciéndolo. C om o en el caso de
México, la gente solucionaba los conflictos y reconstruía fa hegemonía en las asam
bleas comunales. Así pues, en lo general, las tensiones internas y externas se resol
vían en todos lados a través de la construcción del consenso com u n itario .; .a
En las tres regiones los procesos de hegemonía comunal condicionaban y
eran condicionados por la formación y transformación de la cultura política
regional. Tras la independencia de España, las tres zonas entraroq en u n períqdo
-■ ' 1 •-r ' . i : . 1 " . '■ , i i . r, \ Iy
détestancamiénco ecd n óm ico q u e FaVoreció 1» producción ca tn fíisló á y d esu b sisl
rendan Pero.ya <para- mediados'debsiglo' XIX,'las trfcs -regiónes riiolsfraban sig n o s
dd recuperación?y expansión,1Aunquedeí diferentes maneras;-ésta'recuperación
sigrrificóun reencuentro con la producción comercial y to n -lq s háee&dádos' tntef
rcáadjos'ien ifacár utilidades dc'los? nuevos1mereados.'- u «ti < zotuiziqm q ro l y u to
el •BnlM orclós¡(véaseiel capítulo 5 ), la fconstriiedón deunacsjltunúpólítiiá fede;
, ralistaTadlcal en ¡El? Súf, en tró eri conflicto con el extensivo poder'económ ico y
pólírico de uná clase terrateniente conscrvaddra ycentralistaJEspeiclalmente'dck-
poés de:1840, lás'rcnpvadas co rifroritadones portiertas,? agua' y' otros'rccu reos•
agudizaron las tensibnesfentrepueblosy haciendas. Estos conflictos'lntensifiCaron
las lealtadesde tos pueblos y caciques tadicalcs haciaun programa agrario e m a n d '
padbr,:y dieron nuévoisignificado a?la consigna conocida de “M uelan losgachu-
. pines”.E n una cada vez más polarizada situación política,los terratenientes y'sus
aliadosilcvantaron el espectro de la guerra1de castas para dividir a la alianza fede
ralista opositora. Para L850, las divisiones étnicas ¿.espaciales existentes entre tos
pueblos de M orelos estaban claram ente subordinadas, en el interiorde la?culmra
pblíticaregional,ala confrontacióncorriúri con una poderosa clasererrafenferité.
/. I E n contrasteven la sierra de Puebla, las divisiones étnicas y espaciales al interior
yientrélás com unidades, combinadas con lós distintos patrones 'd e producción
córrtórciál,'comercializáción?y acumülación, generaron tres subregiones diferentes;
A'iqfdargO 'dc la'¡sierra.loecidentaj,?uriá élitc‘ d e terratenientes,»comerciantes y
empresarios basados cp H uaucüinangp, explotaron a los campcsinqs<que habita-,
banreo'munidades'indígenas'étnicam ente fragmentadas.'Pueblos vécinos?se e n '
frenraTori:entreoí eit.confliccos reairrentes sobre fierras,:y?ál ftptésc’n ta r ;a las
com unidades en estos ¡casos 'judiciales, (véase e lc a p ítu io '2 ); los'poderosos de
Huauchina'ngo establecieron Con ellas lazos verticales de clientelaje. Los pueblos
queiqueríaii resistirse a es.tas redes de dominación; tendierdn a aliarse?con los rivales
deH uauchinango en-HilancingO, ¡una ciudad tradicionalmente española y bonsef-
vadóra Cuya élite competía? por los mercados de'las Vecinas minas de/Pachuca.¡:A
lOilatgódelasierraOrientalyen contraste,¡laslíncas de'conflictorcndietoha dibujarsé
alrededor d e los'rriercados; D esde el'pérfodo colonial, la-élitc crioJla?blan¿adc la
cáBecéba-'de Z acapoaxda^habíácohtrolado -el intrincado- sistema] do mercados
indígenas tjíibbonectaba: lós divcrsóá pueblos nahiias d e ; la ir e g ió n P e r o p a r a
lr.oneioo t r n o l d * m i nf.',juri'J?v:ri ¡->
. iir.rru m
>L <>'¡uij.; ovjur:
los años de 1840, las crecientes oportunidades comerciales en el intercambio
con Veracruz habían alentado a los comerciantes indígenas a buscar contactos
comerciales independientes. Intentos de expandir la producción azucarera en las
pocas grandes propiedades de la zona, tam bién condujeron a una confrontación
entre los propietarios y los trabajadores residentes de las haciendas de Xochiapulco
y La Manzanilla, que serían transformadas en el centro de rebelión rural de la
región entera. En la zona central de la sierra, la actividad comercial y minera
alentó un estilo político más igualitario, con formas indirectas de explotación
étnica. Pero al interior del distrito de Tetela, varios pueblos sujetos eran
'étnicam ente totonacos y se resistían constantem ente a la extracción más directa
de ingresos y fuerza de trabajo, por parte de su cabecera mestiza y nahua.
Como en el caso de la sierra de Puebla y en contraste con Morelos, los pueblos
e n la sierra central de Perú no estaban unidos ni por una amenaza terrateniente
concertada y poderosa, ni por una coalición radical alternativa del tipo que Juan
Alvarez ofreció a los pueblos de El Sur. La cultura-política regional, por tanto, se
construyó más i'ragmcntadamente, con diversas subregiones coexistiendo unas
al lado de otras (véase el capítulo 6), El legado del poder huanca había ayudado
a reconstruir los conflictos étnico-espaciales al interior de las comunidades de la
margen derecha del M antaro, facilitando tam bién la extensa acumulación de
tierras por parte de los descendientes de la élite huanca. Para los años de 1840,
estas propiedades de mayor tamaño habían pasado a las manos de u n nuevo
grupo de empresarios criollos, cambiando el equilibrio de poderes en esta región,
pero sin unificar a todos los pueblos en su contra. M uy por el contrario: durante
los años de 1870 algunas de las comunidades de la puna, interesadas en indepen
dizarse de sus cabeceras ribereñas, se aliaron ocasionalmente con los nuevos
hacendados. En contraste, en Jauja, la región norteña del M antaro, los lazos de
clientelaje aseguraron el m antenimiento de una coalición entre los comerciantes
de pueblo y las élites urbanas que diluyó con relativo éxito las tensiones y contra
dicciones. Y en la región de Comas los conflictos con los terratenientes locales y
las comunidades ribereñas se mantuvieron a raya en el período anterior a la gue
rra, debido a que la separación física del distrito de Comas del M antaro, parecía'
alentar la dispersión de tensiones con los tenedores del poder en el valle. N o
obstante, es importante enfatizar que en Comas y el occidente del M antaro, u n
nuevo grupo de terratenientes innovadores sí presentaban un problema potencial
para los pueblos, de muchas maneras paralelo a los conflictos eri Morelos y en las
haciendas de Xochiapulco y La Manzanilla de Puebla.
Cada una de estas diversas culturas políticas regionales se enfrentó, entre 1855
y 1881, al desafío de la “cuestión nacional”, cuando p or primera vez las coaliciones
más amplias para la construcción de la política nacional se hicieron tanto necesarias
com o posibles. En México, este reto ñivo lugar en los años entre la Guerra con
Estados U nidos y la Intervención Francesa (1846-1867); en Perú, el desafío fue
representado por la Guerra del Pacífico (1879-1884). E n Puebla y M orelos, las
prim eras co n d icio n es de p articip a ció n en una co alició n n acional eran
sorprendentem ente similares. Xochiapulco y La Manzanilla, así com o una buena
proporción de los pueblos de los distritos de Cuernavaca y M orelos, se aliaron
con Juan Alvarez a cambio de promesas de tierra y autonomía municipal. En con
traste, en la sierra central de Perú, Andrés Cdccres organizó una resistencia guerri
llera con un modelo multiclasista y muitiétnico, pero sus aliados eran montoneras
de los 'pueblos subordinadas a notables locales y com erciantes, que a su vez
estaban subordinados al alto m ando cacerista. A largo plazo, sin embargo, la
efectividad yel dinamismo militares les daría atodas las fuerzas rurales irregulares,
una autonom ía y radicalismo que no habían sido previstos originalm ente por los
líderes nacionales que se habían aliado con ellas.
En M orelos, la respuesta de las comunidades ante la “cuestión nacional” fue
rápida y sutil, en parte debido a la larga historia de culturas políticas alternativas
y proyectos agrarios radicales en la región. Para principios de la década de 1850,
los pueblos habían elaborado un discurso liberal radical y complejo; que continuó
expandiéndose y evolucionando hasta 1856. Este alto grado d e complejidad, al
com binarse con la importancia militar de las fuerzas de la'guardia nacional de la
zona, dieron a los pobladores de M orelos una influencia significativa al interior
de la coalición alvarista. La importante influencia de Morelos forzó a los estatistas
liberales a enfrentarse desde muy tem prano a ^contradicción entre su necesidad
de expandir sus alianzas a nivel nacional, y su obligación d e tomar, en serio la
problemática local y regional de justicia social. Para 1856, ya habían resuelto
este dilema reprim iendo a las guardias nacionales.
L os acontecim ientos se movieron con más lentitud en Puebla. Fue .sólo hasta
la guerra civil liberal-conservadora (1858-1861),-que las contradicciones entre
el liberalismo m oderado y el radical -construidos étnica y espacialmente com o
llanura (habitantes blancos de las tierras bajas),y montaña, (mestizp$;/í.,ipdígeri;^
de la región serrana)-, comenzaron a.emcrgcr.P.ero incluso en este caso* se íssolvió
d problema mediante el conflicto entre facciones,liberales locales,-La negociación
entre los pueblos y casorios i^c. Tétela; iXpchiapulcpy, los sujetos,totonacos de
Tercia, trajo com o resultado. Ja emergencia de un nupyp liberalismo* ca.difub,EsH
coalición liberal radical, aún no,cocada p o r,la represión naciooalyjfÚP,^ aliado
más confiable y militarmente dm éoúco.aáolargo de la JptcrvencióniFrancesa y
el Segundo Imperio. En sus discursos* los pueblos pertenecientes jalSiatéanzade
Xochiapulco y Tétela usaron sus ,tradiciones...comunitarias?.parji .ejcp.andie
creativamente las fronteras de Jas fonnas m ís modcradas.de liberalismo,(Las,con
tradicciones que scdicron en Morelos en 1856 , vplyerían:a surgir en Puebla sólo
durante la República Restaurada, ( 186771872) . , . u.vlÁ m i;' :»>■>
En este contexto, Junín.tiene más en común, con.Puebla que con1MoreloSi
Aunque los procesos de transform acióm política fuerDn diferentcs,en:Comas,y
la margen derecha del M antara, Cn general.la. alianza, con el ejercitojcaccrista-sc
mantuvo firm e durante la ocupación chilena.; La alianza duró, en pártc,-por; la
presencia esporádica del ejércitQ¡ regular, cacerista -fia-, el Valle.de MaqtRro,i lo que
dio a lasJ montoneras, bastante autonomía de facto. Sólo,con la.partida de los
chilenos y ei comienzo de la guerra civil interna, es.que la cuestión de la;autonomia
y el radicalismo de los guerrillerosújuntp, con su, legitimidad comp>5.oJdados y
ciudadanos, serían puestos sobre el tapete, Gomo en el caso.de la sicnfttdcJfrebla,
la contradicción entre el poder nacional y la justicia social regional emergería en
Junín solamente al term inar Ja guerra, internacional.:,Cuando esto ;9,<jqrrió,>;l.a
enorme diversidad de los discursos nacionales altcmarivos,.'abarcaría,desde. la,va;
ríante jaujina no combativa y clicnteUq.hasta la.conccpmalización dejpn “estado
federal” radical, hecha por una facción dc,,los.cornásinos y su consejerpi/adical
foráneo Osambcla. En .medio estaría-la manipulación, crean va.dejL8Ímes;4eI
rínial ¿m ico y del simbolismo Inca. ■ . ; u:-.: .> .. idil
En las tres regiones, la importancia de las contribuciones, militares,[políticas,.y
culturales de los habitantes,-.obligaron, ailosjUderesmacionales, a considerar,jal
menos parte de sus demandas. Es, este.hecho. general lo que, ayudan explicarlos
intentos hechos por poiíticoi/Tamdiyecspsr.como Juárez, ¿Maximiliano*. JMaz y
Cáceres, de construir coaliciones; y articular discursos que.ineluyeaAíMmapófqión
de los movimientos sociales .rurales que los apoyaron. Estos divcrsq?ripgpntps de
hcgemonizar fueron, no obstante, sólo parcialmente exitosos: Maximiliano m an
tuvo su legitimidad en M prelos tal vez un año; Cáceres fue claramente exitoso
sólo en Jauja y tal vez en la margen derecha del M antaro, y Díaz m antuvo su ‘
influencia en M orclos y Puebla por quizás una década. En última instancia, todos
los gobiernos de reconstrucción nacional enfrentaron la necesidad de reprimir a
algunos de sus antiguos aliados. Y en los tres casos, la represión fue conceptua-
lizada y legitimada a través de discursos racistas que transformaban en “otros” al
campesinado indígena.
Una im portante conclusión general, p or tanto, es que las imágenes del campe
sino retrógrada y aislado que se volvieron tan comunes en Morclos, Puebla y
Junín durante finales del siglo XIX y principios del XX, fueron parcialm ente
(rc)creadas en estos primeros períodos de represión. La imagen de Emiliano Zapata
como un bandido indígena, sanguinario, en contra de la cual Jesús Sotelo Inclán
escribió con tanta efectividad, ya había sido ensayada primero en sus ancestros.
La representación del poblador nahua o totonaco pasivo c ignorante, dispuesto a
servir al cacique de turno, representación que, a pesar de ser cuestionada en la déca
da de 1970 por los etnógrafos radicales de la sierra de Puebla sigue encontrándose
hasta la fecha en algunas historias de la zona, fue parcialmente formulada com o una
justificación para la represión de los movimientos liberales radicales.
Y la imagen de la puna indígena del M antaro com o región salvaje y atávica,
reforzada en años recientes por el surgim iento de Sendero Luminoso, sufrió una
de sus tantas reconstrucciones durante la represión de Laimes y los comasinos.
Esta transformación en “otro”, por supuesto, no es exclusiva de las regiones
estudiadas: tiene una larga historia que puede remitirse por lo m enos hasta los
principios del colonialismo.9 Dada la increíble fuerza y longevidad de esta ten-
10 Las citas com paradas aq u í son de A tíN M , G obernación: Leg. 1 1 4 4 (1 ), “P e n d ó n de cinco veci
n o s y notables de Tepoztlán al E m p erad o r”, C iudad de M éxico, 28 d e agosto de 1865, y A H M TO ,
G obierno, C aja s/n 1866: Exp. 71, “Acta de la G uardia N acional de Tetela de O cam po, sobre las
condiciones im p u e s ta s p o r Ignacio R. A larorre”, 22 de julio de 1868.
L a “cuestión nacional” y la gran
propiedad: Cajamarca com o caso limitante
11 C arm en D iana D eere, “C hanging R elations o f Production and Peruvian Peasant W om en’s W ork”,
L a tin A m erican Perspectives 4 , mims. 1-2 (invierno-prim avera dc 1977), pp. 4 8 -6 9 ; D eere, “T h e
D evelopm ent ofC ap italism in A griculture and th e Division o f Labor by Sex: A Study o f die N o rth e rn
Peruvian Sierra” , tesis d o cto ral, U niversidad de C alifornia, Berkeley, 1978; D eere, Household a n d
Class Relations: Peasants a n d Landlords in N orthern Peru (Berkeley: U niversity o f C alifornia Press,
1 9 9 0 ), la . parte; y L ew is Taylor, “M ain T rends in A grarian C apitalist D evelopm ent: C ajam arca,
Peru, 1 8 8 0 -1 9 7 6 ” , tesis d octo ral, U niversidad d e Liverpool, 1979.
M ata 9
Z o n a s d e in flu e n c ia g u e rrille r a , C a ja m a rc a
17 Jorge Basadre, Historia de la república del Perú, 1822-1933, 6J cd ., 17 vols. (Lim a: Editorial
U niversitaria, 1 968), vol. 6, pp. 2 7 2 -8 0 , 4 0 6 -1 1 ; Patricio Lynch, Segunda memoria que el Vice-
Alm irauce D . Patricia Lynch presenta a! supremo Gobierno de Chile, 1 vol. (L im a: lm p .d e la M erced,
1 8 8 3 -1 8 8 4 ), vol. 2 , pp. 94 -1 0 0 , y N elso n M an riq u e, “ La ocupación y la resistencia”, en Jorge
lias adre et a l., cds., Pejlexioucs cu tom o a la g u a r a de 1879 (L im a: Francisco C ainpodónifco-C cntro
de Investigación y C apacitación, 1 979), pp. 2 7 7 -7 8 .
18 En relación con el n o m b ram ien to de Becerra co m o subprefecto de C h o ta y su a p o y o a la c o n ti
nuación de la resistencia, véase ADC, S u b p refcctu ra de C h o ta, 1 8 8 0 -1 8 89: “O ficio del Subprefecto
M anuel J. Becerra al Prefecto, acusando recibo d e la copia del oficio de M o n tero ”, 2 2 de m ayo de
1881; A D C . Subprefcctura de C h o ta, 1 8 8 0 -1 8 8 9 : “ O ficio d d S ubprefecto E ulogio O sores al Prefec
t o ”, 25 d e m ayo d e 1880; “Terna para g o b e rn a d o r del d istrito de C urcrvo, presentada p o r M anuel
A. N c g ró n ” , C h o ta, 28 de m arzo de 1881; S u b prefcctura de Jaén, 1880-1889: “ O ficio del S u b p re
fecto J. d e la R . Salgado al Prefecto", 2 0 d e m ayo d e 1882; “O ficio del S u b p refec to d e Jacn B altazar
C ontreras al Prefecto", 10 de septiem bre de 1885; BNP, D 3 7 1 2: “O ficio N ° 3: Prefecto de C ajam arca
M iguel Pajares, al D irecto r de G o b ie rn o ”, C ajam arca, 1883.
el mismo pueblo de Jaén y luego, mucho más hacia el oeste hasta el centro
comercial de Olmos, camino hacia la costa én el departam ento de Lambaycque.
El pueblo de Pimpingos, al sur de Jaén y en el camino a los centros comerciales
de Cutervo y Chota, también estaba en esta primera zona. La segunda base
formaba un rectángulo cuyos ángulos al norte, este, sur y oeste eran los pueblos
de Qucrccotillo, Huambos, Llama y Cachen, respectivamente. U bicado más al
sur en la sierra Chota-Cutervo, casi a la mitad del camino entre C hota y los
entre-puestos comerciales de Fcrrcñafe, Chiclayo y Lam bayeque, este segundo
bastión guerrillero estaba centrado en los pueblos de donde muchos de los miem
bros regulares de la banda de Becerra eran opiundos. Al basarse en áreas donde
los miembros de la banda tenían contactos comerciales y familiares previos, la
montonera de Becerra pudo sobrevivir mediante la comercialización de bienes
robados, buscando la protección de los notables de los pueblos, a quienes conocían
personalmente. Las autoridades locales o- los ciudadanos prom inentes de los
pueblos y caseríos a través de tos cuales pasó Becerra, jugaron un papel de apoyo
crucial, proporcionándoles información, mercados para su botín, contactos para
adquirir armas y fuentes de reclutamiento adicionales. Así pues, la montonera
de Becerra operaba como un ejercito comerciante con base en los pequeños
pueblos v mtas comerciales de la región.19
19 ADO, Subprefcctura cíe Jaén, 1880-1 889: “Oficio cicl Subprefccro J. d e la R. Salgado al Prefecto”,
Pucará, 1 de abril de 1883; Subprcfecrura de C hota, 1880-1889: “O ficio del Subprcfecto de C hota al
lic fe c to del departam ento” , 12 de m ayo de 1884; “Oficio del Srfbprefccto d e C hota al Prefecto del
d ep artam en to , tran scrib ien d o oficio del g o b ern ad o r del d is trito d e L lam a” , m ayo d e 1884;
Subprefcctura de Jaén, 1880-1889: “Oficio del Subprcfecto d e Jaén al Prefcccb”, C utervo, 7 d e sep
tiem bre ele 1884; “Oficio del Subprcfecto de Jaén al Prefecto”, C utervo, 1S de octubre de 1884;
Subprcfccnira de C hota, 1880-1889: “Oficio del Subprcfecto d e C h o ta T im o teo T irado al Prefecto,” '
o tic febrero de 1884; Suhprcfectura de Jaén, 1880-1889: “O ficio del Subprcfecto de Jaén al Prefecto
del D epartam ento”, Cutervo, s.f.; Subprefcctura de C hota, 1 880-1889: “O ficio del Subprcfecto de
C hota Tim oteo T ira d o al Prefecto”, Bambamarca, 26 d e m ayo d e 1884; “ O ficio del Subprcfecto
ele C hota al Prefecto del D epartam ento”, 18 de diciembre d e 1884; Subprefcctura de Jaén, 1880-
1889: “Oficio del Subprcfecto de Jaén al Prefecto”, Cutervo, 6 de febrero d e 1885; “Oficio del Sub-
prelécto efe Jaén al Piefctto” , Cutervo, 14 de febrero de 1885; Subprefcctura de C h o ta, 1880-1889:
"O ficio del Subprcfecto de C hota al Prefecto”, 27 de marzo d e 1885; Subprefcctura d e Jaén, 1880-
1889: “ Oficio del Subprcfecto de Jaén al Prefecto”, C utervo, 13 de m ayo' de 1885; “O ficio del
Subprcfecto de Jaén Baltazar Contrcras al Prefecto” , 10 d e septiem bre d e 1885; Particulares, 1880-
1889: “Oficio de Baltazar Coniferas al Alcalde Pedro Ceballos”, C u terv o , 2 5 de m ayo de 1885.
Aunque encabezada por comerciantes y pequeños propietarios de fierras, la
montonera tenía una base de ipoyo m ucho más diversí. Por un lado estaban los
grandes hacendados, principalmente de la zona occidental de Chora y del depar-.
tamento de Lambaycquc, quienes proporcionaban conexiones comerciales futida-;'
mentales con la costa. Por otro lado estaban los campesinos y los pueblos indígenas
que le proporcionaban soldados y, particularm ente en Bellavista, los recursos y
el apoyo logístico para esconderse cuando se incrementaba la persecusión del
gobierno. En conjunto, esta amplia variedad de contactos y ambientes era ideal
para la supervivencia de una pequeña fuerza guerrillera. Cerca de la costa, los
influyentes terratenientes, entre otros, eran un conducto comercial para el botín,
que se intercambiaba por armas y provisiones. En Chota, una base compuesta
por pequeños propietarios campesinos y pequeños comerciantes, proporcionaba
soldados, refugio ocasional, contactos comerciales adicionales e inteligencia so
bre los movimientos de la tropa enemiga. Y en Jacn, el pueblo de Bellavista era
el productor más im portante de cacao en la provincia, directam ente sobre el Rio
Marañón, pero de difícil acceso para aquellos que viajaban por tierra de oeste a
este. Todas estas características constituyeron un excelente refugio en contra.de
los ejércitos con base en la sierra.20 Sin em bargo, todavía no queda claro cóm o es
que Becerra fue capaz de mantener unida una coalición tan amplia y diversa,
l’ara responder esta pregunta, debemos examinar las dinámicas socio políticas
internas del movimiento.
20 A O C, Subprcfcctura ‘'v' f 'é n , 18 80-1889: "O ficio de! Subprefecto J. d e la K. Salgado al Prefec
t o ’’, Puc.ir.í, 1 de abril de 1883; Subprcfcctura de C h o ta , 1880-1889: “ O ficio del Subprefecto d e
C hota al Prefecto’', 12 de m ayo de 1884; “ O ficio d el Subprefecto de C h o ta al Prefecto det D epar
tam ento, tra n scrib ien d o oficio del gob ern ad o r del d istrito de M am a”, m ayo de 1884; “ O ficio del
S ubprefecto de C h o ta T im o teo T irad o al Prefecto”, B am bam arca, 26 d e m ayo d e 1884; “O ficio
del Subprefecto d e C h o ta al Prefecto”, 18 de d iciem bre de 1884; Subprcfcctura d e Jaén, 1880-
1889: “O ficio del Subprefecto d e Jaén Baltaznr C o n trcras al Prefecto”, 10 d e septiem bre de 1885;
"O ficio del Subprefecto de Jaén al Prefecto”, C ntervo, 14 de febrero d e 1885; “O ficio del Subprefecto
ele Jaén al Prefecto”, C utcrvo, 13 de m ayo de 1 8 8 5 ; Particulares, 1 8 8 0 -1889: “ O ficio d e Baltazar
C ontrcras al Alcalde Pedro C cballos” ,„Cutcrvo, 25 de m ayo d e 1885; “ O ficio de N icolás Tellos,
H acienda l.lau can , al Prefecto del D ep artam en to ”, 18 d e noviem bre d e 1 885; Subprcfcctura de
Jaén, 1880-1889: “ In form e de! Subprefecto M iguel A rróspidc sobre la provincia de Jaén”, 2 de
m ayo de 1887; “In fo rm e del S ubprefecto M iguel A rróspidc sobre el P resupuesto para 1 8 8 9 ” , 16
de‘ abril de 1888.
T as acciones de la banda de Becerra ayudaron a construir una arena política y
simbólica en común, en la que los diversos grupos participaron de acuerdo a sus
propias experiencias y necesidades. En Jaén, el robo de cargamentos comerciales
por parte de-la banda, amenazó con expulsar de la provincia a todos los grandes
terratenientes y con destruir la Beneficencia de Jaén. En 1884, el subprefecto de
Jaén emitió un desesperado informe desde su escondite en Cutcrvo, explicando que
Becerra, su suegro Manuel Vílchez y otros líderes, habían hecho imposible en
Jaén el comercio desde Cutcrvo o Chota, excepto bajo violenta amenaza de m uer
te. Este tipo de acciones era claramente atractiva para los pequeños comerciantes’
y pequeños propietarios de Jaén, quienes antes de la guerra habían sufrido a
manos de los funcionarios estatales y los grandes hacendados. Involucrados en
el intento de comercializar productos tropicales, pero enfrentándose a la com pe
tencia de terratenientes y empresarios más poderosos, los pequeños comerciantes
vieron en la banda de Becerra una forma legítima de vengarse, hasta de permitirse
la fantasía de poder controlar las rvttas más valiosas después de la guerra. Para los
indígenas y los campesinos de Jaén, los ataques de la banda a prominentes terrate
nientes, y la destrucción de facto de la Beneficencia de Jaén, significó un regreso
a las formas de autonomía local que habían conocido antes de la expansión
comercial previa a la guerra. Por tanto, en la provincia de Jaén, Becerra pudo
unificar esta variedad de percepciones en un poderoso m ovim iento en contra del
gobierno peruano colaboracionista y el invasor extranjero. Y no debemos olvi
d ar su sentido teatral: ninguna imagen nos dice más al respecto que la de Becerra
entrando a caballo en una de sus plazas fuertes, apropiándose de doscientos reci
bos de la contribución personal indígena, y rompiéndolos en la plaza de armas al
son de aplausos generales.21
21 Kl desesperado inform e del prefccro d e Jaén se encuentra en A1X', Subprcfccrura de Jaén, 1880*
1889: "O ficio del Subprefecto de Jaén a! Prefecto” , C utcrvo, 15 d e o ctu b re de 1884. La descrip
ción de becerra rom piendo los recibos d e la contribución personal s e en cu entra en “O ficio del
S ubprefecto de Jaén al Prefecto” , C u tc rv o , 7 d e sep tiem b re de 18 8 4 . V éase tam b ién “O ficio
del Subprefecto de Jaén al Prefecto”, C utcrvo, s.f.; “Oficio del Subprefecto de ja é n al Prefccro”,
C utcrvo, 3 de noviem bre de 1884; Particulares: “ Solicitud de M anuel Collazos al presidente de la
R epública M iguel Iglesias”, Lima, 3 d e noviem bre d e 1885; Subprefcctura de Jaén, 1880-1889:
“ O ficio d e l S ubprefecto de Jaén B altazar C ontrcras al Prefecto”, 10 d e septicni bre d e 18 85; “O ficio
d e l Subprefecto d e Jaén al Prefecto”, C utervo, 6 de febrero de 1885; “O ficio del S ubprefecto de
Jaén al Prefecto” , C utcrvo,-13 de m ayo d e 1885.
Los contactos de Becerra con los hacendados son ciertamente más difíciles de
explicar, dada la hostilidad-de su movimiento hacia los terratenientes prominentes
en Jaén y Chota. El hecho de que sus contactos con terratenientes estuvieran
fuera de estas dos provincias, en o cerca de los departam entos costeros de Piura
y Lambayeque, ayuda a explicar en parte esta contradicción. Igualm ente lo hace
el hecho de que ratas comerciales separadas conectaban a Jaén con aquellas regio
nes costeñas, en particular a través del estratégico centro de Olmos. Así pues,
Becerra no necesitaba atravesar sus fortalezas de Chota para comunicarse con
sus aliados hacendados. Pero también vale la pena recordar que el estado represen
taba una interferencia no bienvenida en la vida de los terratenientes que apoya
ban a Becerra. Por ejemplo, José Mesones, su aliado hacendado más fuerte, había
estado involucrado pn un altercado im portante con las autoridades locales en
1880, cuando habían tratado de reclutar hombres de su hacienda.22
El movimiento de Becerra era, entonces, una coalición heterogénea de hacenda
dos rebeldes, comerciantes ambiciosos, notables locales, campesinos desposeídos
o em pobrecidos, y productores fronterizos marginados. L o que los m antenía
unidos era un sentimiento anticstado en común. Los sentim ientos anticstado
también unían a Becerra con sus seguidores-de los pueblos fuera de Jaén, pues
como a eremos con mayor detalle más adelante, m uchos pobladores de la sierra
Habían vivido la última parte de la Guerra del Pacífico com o una incursión vio
lenta del estado peruano, especialmente en la forma de impuestos y conscripción.
La oposición de Becerra a la contribución personal, y el hecho de que luchara
con un ejército voluntario, lo hacía pues un aliado atractivo para los habitantes
que se sentían apretados por las exacciones peruanas o chilenas. La gente se le
unía en busca de protección de las incursiones del estado peruano, en forma de
impuestos, contribuciones de guerra, conscripción o penetración comercial.
De hecho, las condiciones mismas para la existencia del movim iento estaban
definidas por la debilidad del estado en la zona antes de la G uerra del Pacífico.
D urante una emergencia nacional, los esfuerzos del estado para recaudar recursos
y form ar un ejército se volvieron violentos y agresivos en contra de la población
2 i V.x:, S ubprctccn ira de Jaén, 1880-1889: “ In fo rm e del S ubprefecto A rró sp ide sobre la provincia
d e J.icn”, 2 d e m ayo de 1887.
facciones nacionales emergentes. Puesto que Iglesias se hizo pierplista y Puga ci
vilista-durante las décadas de 1860 y 1870, no debe sorprendernos q u e Piérola
convocara a Iglesias para organizar el ejército del norte durante la fracasada
defensa de Lima a finales de 1880. Puga se vio todavía más marginado del proceso
polírico cuando M ontero nom bró a Iglesias su sucesor en el norte. Pero al parecer,
la invasión chilena de Cajamarca a mediados de 1882 y las exacciones impuestas
a la población local, comenzaron a cambiar la perspectiva de Puga. Quizás fue
especialmente influenciado por la tibia defensa de la región organizada por Iglesias.
Así, cuando Iglesias em itió el G rito de M ontan, y todavía más cuando organizó
una asamblea constituyente,en Cajamarca para legidmar su papel com o líder
nacional, Puga decidió actuar. Para diciembre de 1882, ya estaba participando
en un creciente m ovim iento rebelde, directamente al sur de la ciudad de Caja-
marca, en el área com prendida entre los distritos de San M arcos c Ichocán, y la
ciudad dé Cajabamba.24
Ichocán y San M arcos, ambos centros de actividad rebelde, eran pueblos con
una historia de resistencia al pago de impuestos y la conscripción. Por ejemplo,
en julio de 1880, el gobernador del distrito de Ichocán fue atacado p o r un gru
po de doscientas mujeres y cincuenta hombres, armados con piedras y palos,
cuando trataba de sacar a un grupo de conscriptos de la zona. D urante el año
siguiente las autoridades encontraron, fuerte resistencia al tratar de recaudar los
impuestos o reclutar a la población local, a menudo regresando de sus misiones con
las manos vacias. En algunos casos, la gente simplemente se retiraba a los cerros;
en otros, los habitantes -principalm ente m ujeres- defendían a los conscriptos
atacando a los oficiales. San Marcos también se resistió violentamente en octubre
y noviembre de 1882, cuando representantes del gobierno trataron de cobrar la
contribución personal. El incidente más serio tuvo lugar el 25 de detubre, cuando
25 Aix:. G obernadores del D istrito de Ichocán, 1856-1899: “O ficio del G o b ernador Santos G . C ó-
bán al Prefecto”, D istrito de Ichocán, 18 de ju lio de 1 8 8 0 ; “O ficio del G o b e rn a d o r Santos G.
C obán al Subprcfccto” , 18 de septiem bre de 1881; “O ficio del G o b e rn a d o r S antos G. C obán al
Subprefccto,” 1-2 Dec. 1881; Gobernadores del D istrito de San Marcos, 1854-1899: “O ficio del g o b e r
nador M anuel R ubio al Subprefecto”, 25 de o c tu b re d e 1882; “O ficio del g o b e rn a d o r M anuel
Rubio al Subprefccto d e la provincia”, 12 de octu b re de 1882; “O ficio del go b ernador M anuel R ubio
al Subprefecto de la provincia”, 2 0 de septiem bre de 1 8 8 2 ; “O ficio del g o b e rn a d o r M anuel R u
bio ni Subprefecto d e Cajamarcn”, 27 de octu b re de 1882; “O ficio del g o b e rn a d o r M anuel R ubio
al Subprcfccto de C ajantarca”, 31 d e octubre d e 1882.
26 A D C , G obernadores del D istrito d e San M arcos, 1854 -1 8 9 9 : “O ficio d e l G o b e rn a d o r M anuel
María L azo al Prefecto", 8 de abril de 1880; “O ficio del G o b ern ad o r José Cascañaduy al Subprefecto",
s.f., 1881; “Oficio del G obernador José C astañaduy al Subprefecto”, 13 d e diciem bre de 1 8 8 Í;
“O ficio del G o b ern ad o r Lizardo Zevallos al Subprefecto”, 2 6 de ju n io d e 1881; “O ficio del G o b er
nador M an u el R ubio al S ubprefecto”, 15 de m ay o de 1 8 8 2 ; Su b p refectu ra d e C ajam arca, 1880-
Esta alianza fue organizada en tonto a una posición antiestado com ún, generada
por las incursiones durante la guerra. Como la fuerza predominante en la resistencia
de los pueblos, tanto cuantitativa como moralnientc, las mujeres campesinas luchaban
por defender sus hogares y sus familias de la agresión extema. Pero los habitantes en
general también estaban acostumbrados a la alianza con los hacendados locales, puesto
que al menos Puga había tenido una larga relación con los habitantes de Ichocán y
San Marcos. Com o era el caso en muchos otros lugares de Cajamarca, estos dos
pueblos no tenían suficientes tierras, especialmente para pastoreo. Por tanto, m u
chos individuos rentaban tierras a Puga, ostensiblemente como parte de una relación
de clientelajc.27 Esta relación preexistente, combinada con la necesidad de actuar en
una nueva situación de emergencia, motivó la unidad de la m ontonera.
El otro com ponente im portante del movimiento de Puga fue una considera
ble proporción de la población urbana de origen chino, particularm ente de la
ciudad de Cajamarca. Es difícil saber por que se unieron a Puga. Tal vez temían
ser asociados cop los chinos de la costa que se habían rebelado en contra de los
hacendados y unido a los chilenos; tal vez sus extensas rclacionesJcomcrciales en
la provincia los habían puesto en conflicto con los miembros de la facción anti-
Puga. Cualquiera que haya sido la razón de su participación, al "parecer Puga
confió en los miembros chinos de su montonera de manera implícita, quizás
porque su posición com o “extranjeros” en una sociedad local dism inuía la posibi
lidad de lealtades cruzadas. Además de actuar com o sus espías en la ciudad de
Cajamarca, los m ontoneros chinos conformaron la fuerza principal que escapó
con él hasta el otro lado del río M arañón cuando, en noviembre de 1884, se enteró’
de que una fuerza superior lo perseguía.28
1885: " O lid o del Subprefecto M anuel C astro al Prefecto” , 28 de o c tu b re d e 1881; “O ficio del
S ubprcfecto Serna al Prefecto”, 19 d e febrero de 1882.
27 4 D C , G o b ern ad o res del D istrito d e San M arcos, 185 4 -1 8 9 9 : “O ficio del G o b e rn a d o r M anuel
R ubio al S u b p refecto ”, 15 de m ayo de 1882; Alcaldías de los distritos de C ajam arca, 1855 -1 8 9 9 :
“O ficio del Alcalde Pedro W. Zevallos al Prefecto”, Ichocán, 31 de ju lio d e 1883. E n este contexto
es interesante n o ta r la presencia de dos m ujeres que jugaron el papel d e co m b atien tes auxiliares en
la m o n to n e ra de Puga e n 1884: A H M , Paq. 0 .1 8 8 4 .6 , Prefecturas: “O ficio d e G re g o rio R clayze,
C o m a n d an te G eneral d e la D ivisión d e O peraciones en el N o rte , al M in istro d e E sta d o en el*Des
pacho d e G u erra y M arin a”, C ajabam ba, 2 7 d e m ayo de 1884.
28 Relativo a los conflictos entre m iem bros de la com unidad china y los “p e ru a n o s” en C ajam a rta ,
véase A D C , C o rte S u p e rio r de Justicia, C ausas ordinarias: L c g .5 8 , “ É l asiático W ing-W alon con
Aunque esta compleja alianza de terratenientes, dependientes, campesinos de
los pueblos y chinos urbanos también estaba unida por un sentimiento antiestado,
sus motivaciones eran diferentes a las del'movimiento de Becerra. El campesina
do de los pueblos, y especialmente las mujeres, se había levantado para defenderse
de los esfuerzos del estado peruano por recaudar fondos y hombres para la guerra.
H abían logrado contar con la ayuda-de una poderosa facción de terratenientes
que, por razones propias, también se oponía a los esfuerzos del estado por recaudar
impuestos. El resultado fue una poderosa y relativamente unificada m ontonera
que fue bastante efectiva al enfrentarse tanto a los colaboracionistas peruanos,
como a las fuerzas ocupacionistas.29
La morftoncra de Puga se distinguía por la fuerza de su conexión con la política
terrateniente y la dinámica de las haciendas. Los escondites más im portantes en
los momentos difíciles eran las propiedades de Puga. Las haciendas también
sirvieron para almacenar el ganado-robado y como los más efectivos campos de
batalla. Y Puga mismo probablemente era motivado más por su largo conflicto
con Miguel Iglesias, hacendado rival de la región, que por un com prom iso abs
tracto con un más amplio proyecto nacional. Este también era el caso de aquellos
que luchaban contra él.30
D on Justiniano G u errero sobre cum plim iento de u n c o n trato ”, C ajam arca, 15 d e o ctubre d e 1881;
Leg. 6 2 , “ D. M anuel Rubio con el asiático C olorado sobre pago de c an tid ad d e soles”, C ajam arca,
11 d e en ero de 1882; Leg. 54, “D n. Juan C havarria con D n . Luis M arad ieg u e, sobre entrega de
dos caballos”, C ajam arca, 19 de m ayo de 1880. Sobre la partcijaación d e h o m b res chinos en la
m onronera de Puga, ycí.isc ADC, Alcaldías de los d istritos de C ajam arca, 1 8 5 5 -1 8 9 9 : “O ficio del
Alcalde Pedro W Zcvallos al Prefecto” , Ichocán, 31 de ju lio de 1 8 8 3 ; Particulares, 1880-1889:-
“Solicitud de Francisco Deza, asiático, al Prefecto del D e p artam en to ”, C ajam arca, 7 de diciem bre
d e 1883; y AHM , Correspondencia G eneral, Paq. 0 .1 8 8 3 .1 : “O ficio del C o m a n d an te en Jefe de las
fuerzas del N orte al M inistro d e Estado en el D espacho d e G uerra y M arin a” , C ajam arca, 6 de
enero de 1884.
29 Para u n a forma d istin ta de involucram iento de las m ujeres d u ra n te u n p e rio d o d e g uerra, véase
Florencia E. Mallo’n , C o m tn ctin g Third Wbrtd Feminiam: LtssonsJrom N incteenth-C cntury M txico
(1850-1874), W omen’s H istory W orking Papers Series, núm . 2 (M adison: U n iv ersity ofW isconsin,
1990), y el capítulo 3 d e este libro.
30 a h m , C orrespondencia General, Paq. 0 .1 8 8 3 .1 : "O ficio del C o m a n d an te e n Jefe de las fuerzas
del N o rte al M inistro d e Estado en el D espacho d e G uerra y M arina”, S a n M arcos, diciem bre d e
1883; “O ficio del C om andante en Jefe d e las fuerzas del N o rte al M in istro d e E sta d o en él D espacho
de G u erra y M arina” , Cajamarca, 9 D ec. 1883; C olección R ecavarren, M an u sc rito s, C u ad e rn o 10:
La montonera de Puga alentó la intensificación de las batallas faccionales y
clientelarcs entre los hacendados de la región, tanto durante como después de la
guerra. Por ejemplo, Francisco Baldomero Pinillos, un hacendado de Santiago de
Chuco que había estado involucrado en conflictos por deslindes con Puga antes
de la guerra, se volvió un fanático iglesista, dirigiendo a sus propios hombres para
enfrentarse en batalla contra las fuerzas de Puga, y percibiendo el conflicto ente
ro en términos locales. Él y sus hijos Setapio y Juan José, recibieron comisiones en
la guardia nacional. En octubre de 1885, la familia Pinillos dem andó la adjudica
ción de la hacienda Uningambal, que bordeaba su propiedad Sangual y con la que
se habían estado disputando tierra de pastoreo. Com o justificación de su demanda,
expusieron que un comandante aliado con Puga había invadido su propiedad desde
una base en U ningam bal, dañando su propiedad en represalia política.31 .
DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS
ANTROPOLOGIA SO CIA L
Al final, ni la m ontonera comerciante de Becerra, ni el moyim iento orientado
hacia los hacendados de Puga, generaron una cultura política regional cuya visión
general se extendiera hacia afuera, hacia la construcción de una política nacional.
Ambos movim ientos eran coaliciones diversas de personas, unidas por un senti
miento antiestado que, en una coyuntura particular, los impulsó a luchar del
lado nacionalista. Pero en ninguno de los casos los acontecimientos los condujeron
a la elaboración de un proyecto nacional. Aunque los com andantes guerrilleros
SIIPFPIOPES'FN
“O ficio de José M ercedes Puga a Recavarren”, H acienda H u ag al, 18 d e julio d e 1883, pp . 72-73;
O rdenes G enerales y C orrespondencia, Paq. 0 .1 8 8 3 .2 : “ O ficio del Jefe de las fuerzas expedicionarias
al distrito de la A sunción”, Cajamarca, 6 d e m ay o d e 1883; BNP, D 3 7 1 0 : “N o ta d irigida p o r el
Prefecto y C o m a n d an te G eneral del D ep artam en to de la L ib ertad D . Z. Relayzc a d ju n ta n d o d o cu
CENTRO
m entos relativos a la invasión de la provincia d e H u am ach u co p o r el caudillo Dr. José M ercedes
P uga", Trujillo, 2 9 d e m arzo de 1885.
51 BNP, D 3 7 1 0 : “N o ta dirigida p o r el Prefecto y C o m an d an te G eneral del D e p a rta m e n to de la
Libertad D . Z. Relayzc adjuntando docum entos relativos a la invasión de la provincia de H uam achuco
p o r el caudillo D r. José M ercedes Pugä”, Trujillo, 2 9 de m a rz o d e 1885; AHM , Paq. s /ri 1885:
“O ficio de la Prefectura y C om andancia G eneral del d ep artam en to de La L ibertad, firm ad o p o r
Juan N . Vargas, al O ficial M ay o r del M inisterio d e G uerra y M arina” , Trujillo, 7 d e n ov iem b re de
1885; b n p , D 7 9 7 4 : “ Expediente sobre la p etición hecha p o r Josefa H o y le vda. d e Pinillos y A na
H oylc de Loycar para que se declare sin lu g ar la solicitud d e los Sres. Pinillos so b re la confiscación
de la H d a . “U n in g a m b a l” , Trujillo, 3 de o c tu b re de 1885; A rchivo Piérola, C aja (A n tig u a), no. 53 ,
C orrespo n d en cia O ficial y Particular: “C arta d e M . Scrapio Pinillos a N icolás de Piérola”, Santiago
d e C huco, 16 d e abril d e 1896.
a lia d as con Puga o Recerra continuaron luchando del lado cacerista en la guerra
civil de 1884-1885, la situación"se em pantanó cada vez más tras las muertes de
Puga y Becerra en 1885, y la derrota de Iglesias. Hacia principios de la década
d e 1890, el estado cacerista fue incapaz de encontrar una estrategia efectiva para
restablecer su control sobre la región. Le tocaría a Nicolás de Piérola, y su g o
bierno posterior a 1895 de reconstrucción nacional, intentar nuevamente a
restaurar el orden en el departamento de Cajamarca.32
En Cajamarca, como en algunas otras zonas del país, la apuesta de Piérola por
el poder fue apoyada por un significativo.sector de la oligarquía terrateniente
tradicional, ávida de recuperar el status quo de antes de la guerra. Pero el signifi
12 En relación con las m uertes tic Puga y Becerra, víase AD C, Particulares: “Solicitud de M anuel
Collazos al presidente d e la República M iguel Iglesias” , Lim a, 3 de no v iem b re de 188S; y b n p ,
0 3 7 i 0: "N o ta dirigida por el Prefecto y C o m andante General del D e p artam en to d e la Libertad D .
Z . Rclayze adjun tan d o d o cum entos relativos a la invasión d_c la provincia de H uaniachuco p o r el
caudillo Dr. Josc M ercedes Puga”, Trujillo, 29 de m arzo de 1885. Eli relación con la falta de
control cacerista en la región, véase UN I’ , D 3980: “M em oria que presenta el Prefecto dc.Lambaycquc,
C reí. Federico R íos, al M inistro de G obierno, Policía y O bras Públicas so b re el e stad o del Departa-,
m e n to de su m a n d o ”,C hiclayo, 26 de abril de 1886; D I 1375: “ E x p e d ie n te so b re el oficio d irigido
p o r el Prefecto del dep artam en to de C ajam arca, Jacinto A. Bedoya, al D ire c to r de G obierno, p i
diéndole el a u m e n to de la fuerza pública en esa plaza”, Cajamarca, 21 d e octubre de 1889; D 5 156:
“ M emoria del Subprcfecto de Cajamarca, Tomás Bailón, al Prefecto del D e p artam en to ”, Cajamarca,
3 ele junio de 1892; y D 7 6 1 1: “N otas sobre el envío de una expedición a G o rg o r con el fin de
capturar .1 R om án Egiics García y C ía”, C ajatam bo, 7 de diciem bre d e 1895. Referente a los
com andantes caccrisras que pelearon d in an te la gu erra civil, véase BN P, D 3 7 0 4 : “Inventarió de los
d a ñ o s causados en la casa prcfccrural d e la ciudad de Cajamarca p o r las m o n to n e ra s com andadas
p o r el Dr. José M ercedes P u g a”, Cajamarca, 11 de enero de 1884; D 3 9 9 5 : “M cm oriaf elevado al
M inistro de G o b ie rn o p o r los vecinos de la villa de Supe . . S u p e (P ro v in cia d e C hancay), 13
d e febrero d e 1884; D 3797: “Oficio dirigido p o r el Prefecto del d ep artam en to di; la Libertad a la
Dirección de G obierno, adjuntando d ocum entos relativos a las correrías de la m ontonera capita
neada por R o m ero ”, Trujillo, 9 de m ayo de 1885; AH M , Paq. 0 .1 8 8 4 .2 : “ C arta del gobernador del
d istrito de H u .ín u co , Pedro P. R eina, al p re fe c to y co m an d an te g e n eral d el d e p a rta m e n to ”, 17
d e marzo d e 1884; Paq. 0 .1 8 8 4 .6 , Prefecturas: “O ficio del Prefecto y C o m a n d an te General del
D epartam ento d e Lam baycque al oficial m ayor del M inisterio de G u erra y M arin a”, Chiclayo, 9 de
julio de 1884; Paq. 0 .1 8 8 4 .1 : “O ficio d e Fernando Sem inario al coronel jefe de la expedición”,
Pariam onga, 30 de noviem bre de 1884; Paq. s/n 1885: “O ficio de M . M o n d o ñ ed o , designado jefe
su p erio r político y m ilitar de los d epartam entos de Piura, L am bayequc y C ajam arca, p o r don
A ndrés A. C áccrcs, al alcalde del d istrito de C h ongoyape”, 1 de m ayo d é 1885.
cado de ese apoyo en el norte, estaba condicionado por la particular naturaleza
de la cultura política regional que había em ergido en décadas anteriores. Aunque
habían rechazado la intervención del estado en los años anteriores a la Guerra
del Pacífico, para 1895 la mayoría de los terratenientes en Cajamárca fueron
obligados a adm itir que necesitaban algún tipo de relación con el estado nacional.
Incluso si no se habían enfrentado a un movim iento campesino autónom o y
militante del tipo de los que existieron en M orelos, Puebla o Junín, la desorgani
zación y destrucción de la ocupación chilena y el subsecuente conflicto civil
habían sacudido terriblem ente su control político y económico. A principios de
1886, los funcionarios políticos caceristas en todo el norte se apresuraron a señalar
que la desarticulación económica, el continuo conflicto político y la dispersión
de armas y hombres de las haciendas, había desquiciado a las instituciones del
estado y a la economía regional. Después de 1890, la desarticulación se incrementó
debido a la creciente dem anda de mano de obra en las plantaciones azucareras de
la costa, amenaza cada vez más intensa al m onopolio local de la fuerza de trabajo.
Así, cuando Piérola regresó al palacio presidencial en 1895, muchos terratenientes
tradicionales en Cajamarca le dieron una cálida bienvenida; lo veían com o el
salvador que vendría a restablecerles su posición en la sociedad local. Pero aun
que le dieron la bienvenida al estado en sus regiones, los terratenientes en
Cajamarca negociaron los términos de la relación de manera m uy diferente a
como lo habían hecho sus contrapartes en M orelos o Junín.33
33 E n relación con el ap o y o a Piérola en la región de C ajam arca, véase BNP, A rchivo P iérola, C opia
d o r no. 16, 1 8 8 9 -1 8 9 0 , C orrespondencia Oficial y Particular, N o rte : “ O ficio d e Piérola al Presi
dente del C o m ité D e p artam en ta l de Trujillo, José M aría de la P u e n te ” , 3 d e julio de 1889; Caja
(A ntigua) no. 4 1 ,1 8 9 2 -1 8 9 5 : “C artas de N icolás R ebaza y S antiago R ebaza D em óstencs, de Trujillo,.
felicitando a Piérola y co m unicándole ser partidarios fervorosos de él ...” 28 d e m arzo de 1895;
“C arta d e V icente G o n zález y O rb eg o so a Piérola”, H acien d a M otil, 12 de abril d e 1895; “C arta de
Rafael V ülanucva a Piérola”, C ajam arca, 13 d e abril de 1895; Caja (A ntigua) no. 4 5 ,1 8 9 5 : “Carra
d e José M aría d e la P u en te a Piérola” , Trujillo, 13 de julio de 1 8 9 5 ; “C arta de Isidro Burga a
Piérola”, C ajam arca, 17 de ju n io de 1895; “O ficio de Isid ro Burga a C ru z T o rib io C ruz”, 29 de
m ayo de 1 8 9 5 ; y s /n C o rre sp o n d en c ia O ficial y P a rticu la r: “ C arta de M ig u e l Iglesias a N icolás
d e Piérola”, H acien d a U d im a , 18 de julio de J 895. E n relación co n las dificultades en c u an to al
control social una vez term in ad a la guerra, véase Taylor, “ M ain T rcn ds”, 8 6 -8 7 , 103-15, 177-79;
A H M , Paq. 0 .1 8 8 5 .2 : “O ficio d e J. B orgoño al M in istro de G uerra y M arina” , T rujillo, 3 d e enero
de 1886; y “O ficio d el Prefecto del D ep artam en to d e Piura al señor oficial m a y o r del M inisterio de
G u erra”, 15 de ju n io de 1886.
E n Morclos y Junín, com o hemos visto, los estados nacionales emergentes
intervinieron repetida y directamente en favor de los hacendados en su ’relativa
m ente equilibrado conflicto con los pueblos. Por el contrario^ en el norte de.
Peni, la consolidación pierolista tendió a avalar o reconstruir un sistema de poder
privado terrateniente. Esta estrategia fue posible, en parte, gracias a la relativa
debilidad de la movilización campesina independiente en la zona. También fue
posible porque en la preguerra, las dinámicas de clase les habían asegurado a los
terratenientes una fuerte base política y territorial. C om o resultado, la relación
entre (os hacendados y el estado se parecía mucho al gam onalism o tradicional. A
cam bio de sancionar (a reproducción del poder privado en el campo, el gobierno
se aseguraba la colaboración de los terratenientes locales. Y parece que en gran
m edida el rrato funcionó, al menos hasta las décadas de 1920 y 1930. Aunque el
bandolerism o y la violencia se volvieron epidémicos en la región, forzando una
represión masiva en la década de 1920 por parte del estado nacional, hasta la
década de 1960 la policía siguió teniendo problemas al entrar en las haciendas
serranas de Cajamarca.34
34 E n P e n i, el térm ino “gam onalism o” ha sido utilizado, p or lo general, para d esignar el sistem a de
rcgionalización de poder en e! cual los poderosos locales, en su m ay o ría hacendados, ofrecían la
lealtad d e “sus" territorios a cam bio del apoyo estatal para m an ten er su control personal soffre
dichos territo rio s. C on relación a la naturaleza pandém ica d e la violencia en la región, véase UNI’,
A rc h iv o Picrola, Caja (A ntigua) no. 5 0 , 1895-1899: “C arta d e R afael V illanueva a l’iérola”,
Cajamarca, 2 7 de junio de 1897; “C arta del Prefecto de Cajamarca, Bclisario Ravincz, a Piérola”, C a
jam arca, 21 de junio de 1897; “C arta del Prefecto de C ajam arca, Belisario R avincz, a Picrola”,
Cajamarca, 20 de junio de 1897; “Carta del Prefecto de Cajamarca, Bclisario Ravincz, a Piérola", C a
jam arca, 24 de m ayo de 1897; “Carta d e Rafael Villanueva a Piérola", C ajam arca, 1 d e febrero de
1897; “ C a rta del Prefecto de C ajam arca, B elisario R avinez, a P iéro la” , C ajam arca, 11 d e en ero
de 1 8 9 7 ; “Carta tiel Prefecto de C ajam arca, Belisario Ravinez, a Piérola”, C ajam arca, 2 8 de d iciem
bre d e 1896. En relación co n el b an dolerism o, véase John G itlitz, "C o n flicto s políticos en la Sierra
N o rte d e l Perú. La m ontonera Bcnel c o n tra Lcguía, 1924”, Estudios Andinos 9 , núrn. 16 (1 9 8 0 ):
1 2 7 -3 8 ; Taylor, “Main Trcnds”, 106-15; Lewis Taylor, Bandits a n d Poiitics in Perú: Landiord a n d
Peasant Vwlencein Hualgayoc, 1900-1930 (C am bridge: C entre o fL a tin A m erican S tudiés, 1987); y
sobre to d o Taylor, “Los orígenes del bandolerism o”. R o d rig o M o n to y a m e co m en tó en el curso de
una conversación personal, Lim a 1981, sobre las dificultades q u e en fren tó la policía para atravesar
las fro n teras de las haciendas en Cajamarca hasra la década de 1960.
Conclusión: haciendas y com unidades
en la construcción de la política nacional
Al com parar cuatro regiones rurales que confrontaron el surgim iento de una
“cuestión nacional”, hemos podido explorar una variedad de maneras en que los
campesinos y otros habitantes rurales actuaron políticamente de forma creativa,
dependiendo de las condiciones y tradiciones que tenían a su disposición. Cuando
los pueblos eran parte de una cultura política regional que incluía instituciones y
procesos hegemónicos comunales, tenían más éxito al negociar los espacios autó
nomos y su participación al interior de las coaliciones nacionales emergentes.
Esto no significa, por supuesto, que los campesinos sin tales tradiciones com u
nales fueran pasivos o políticamente ingenuos. Muy por el contrario. También
en Cajamarcá, los habitantes de las zonas rurales trabajaron creativa y perseve-
rantemente con las herramientas políticas que teman a la mano. Tampoco significa
que todas las comunidades produjeran el mismo tipo de nacionalismo alternativo,
puesto que había contingencias históricas, culturales y políticas que produjeron
una vasta gama de posibles alianzas, percepciones y discursos. Pero el punto
general más im portante es que, a pesar de su gran originalidad, vigor y variedad,
la acción política campesina tuvo que darse dentro de las fronteras establecidas
por las interacciones previas, en la forma de instituciones comunales y culturas polí
ticas regionales. Incluso en períodos de intenso cambio y “apertura” política, por
tanto, lahistoria previa puso límites sobre las posibles transformaciones y construc
ciones discursivas.
En el caso de Cajamarca, los hacendados dom inaron la cultura política de la
región gracias a la debilidad histórica de las instituciones comunales y la falta de
alternativas económicas para la población campesina de la región. Las principales
líneas de contención estaban entre las facciones de terratenientes, y los campesinos
actuaron políticamente al aliarse con estas facciones. Por tanto, al surgir una
“cuestión nacional”, los habitantes de los pueblos, en vez de construir su propio
proyecto, continuaron con su práctica establecida de exigir participación dentro
de Ips proyectos dominantes. Participaron en la construcción de la política nacional de
forma negociada”, a través de coaliciones multiclasistas existentes a nivel regional.
Por tanto, no formularon sus propios discursos nacionalistas alternativos.
F.n Múrelos, Junín y Puebla, en contraste, los campesinos participaron en los
procesos de formación del estado-nación más amplibs desde sus puntos de apoyo
en las instituciones y los procesos hcgcmónicos comunales. Construyendo hacia
afuera desde sus propias experiencias políticas, buscaron aliados entre aquellos
comerciantes, terratenientes y políticos que respetaban su autonom ía y sus aspi
raciones por la justicia social. Los líderes campesinos mediaron entre las políticas
comunales y las coaliciones más amplias, transformando a ambas en el proceso.
Pero aquí es interesante notar que, al contrario del efecto negativo que tuvo el
dominio de los hacendados en el surgimiento de nacionalismos alternativos en
Cajamarca, la presencia del conflicto con las haciendas en otras regiones, en realidad
intensificó la autonomía y militancia de los nacionalismos campesinos. Así pues,
todos los nacionalismos alternativos políticamente autónom os y fuertes que hemos
analizado -M orcios, las sierras central y oriental de Puebla, Com as y la ribera
occidental del M antara-, surgieron en relación a, y en conflicto con una clase de
hacendados expansionistas. En Jauja, en donde no existía una amenaza importante
de terratenientes y en donde los lazos de clientclajc funcionaron con más éxito, las
coaliciones nacionales integraran a grupos más diversos de form a más pacífica.
Las comparaciones presentadas aquí pretenden ser sólo sugerencias a futuro.
Lo último que pretendería es construir un modelo rígido sobre nacionalismos
alternativos en el que debiéramos tratar de hacer caber a todos y a cada uno de
los casos. Son igualmente importantes las variaciones que pueden darse dentro
de estos amplios parámetros. Así, en el caso de Puebla podem os resaltar el carácter,
único v la importancia central de Xochiapulco. En una zona de pueblos étnica
mente distintos y culturalmente indígenas, una comunidad salida de una hacienda
ayudó a mediar los discursos y las prácticas políticas en una poderosa alianza
liberal radical. El liberalismo en la m ontaña seguramente habría sido diferente
sin la existencia de Xochiapulco. En el caso de Morelos tam bién, podem os estar
seguios de que el liberalismo agrario habría sido menos sofisticado y complejo
sin los cuarenta años de acción política al lado de Juan Alvarcz y otros caciques
del federalismo radical de El Sur. Y en Perú sólo podemos especular sobre lo que
habría sucedido sin el terco cpmpromiso de Andrés Cáccres hacia una continua
resistencia en contra del ejército ocupacionista chileno.
Tal vez la percepción final que hay que extraer de todo esto es que, en nues
tros continuos esfuerzos por--ntender y respetar la inmensa cantidad de formas
rurales de política, lucha y discursos que alimentaron, dieron forma y cuestiona
ron la formación del estado-nación en el siglo XIX, hay que evitar con igual
cuidado la generalización rígida y la completa dispersión intelectual. M ientras
más podam os darle a los actores y procesos específicos “nom bre y apellido”, más
difícil será hacerlos caber en categorías predeterminadas. Pero al mismo tiempo,
necesitamos recobrar la importancia de la generalización y la construcción teóri
ca. Al tiem po que reconocemos la necesidad de una perspectiva más flexible y
abierta, también debemos recordar que la resistencia a la teorización puede ser
tan nociva com o insistir en que todas las variaciones enlpíricas tienen que caber
en una sola caja conceptual.-