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Rudas-Burgos - 2015 - Tres Miradas para Interpretar Un Texto No Convenci
Rudas-Burgos - 2015 - Tres Miradas para Interpretar Un Texto No Convenci
3 de junio de 2015
Ruth2 era una mujer de mirada firme, rostro autoritario y sonrisa fácil. Cuando me presentó los escritos
que han inspirado esta ponencia era profesora de ética y valores en una escuela en medio de las
montañas de Cundinamarca, Colombia. Un día estábamos tomando un café y yo le conté que pretendía
investigar sobre prácticas locales de lectura y escritura que no necesariamente fuesen escolares.
—Claro —me dijo—. Sé exactamente lo que necesita. Es más, le tengo a la persona. Se llama Luz y
Unos días después estábamos visitando a Luz en su casa, que estaba en una vereda bien alejada del
pueblo. Ella era una campesina de mirada dulce y voz suave, que ya debía tener más de 60 años.
Conversamos con ella y con Ruth sobre el arte de escribir mientras disfrutamos unas deliciosas arepas
de queso y un café hechos en estufa de leña. En un momento, Luz sacó de su habitación algunos
cuadremos escritos por ella y nos los leyó. Aquí reproduzco un par de páginas de uno de los
cuadernos3:
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Este texto fue presentado originalmente como ponencia para el XV Congreso de antropología en
Colombia: regiones «posconflicto» y futuros posibles en el simposio Diversidad cultural, conflicto y
lenguaje: debates frente a la relación entre antropología y lingüística en el contexto colombiano. Aquí
se ha cambiado el título y se han corregido algunos apartes el texto.
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Todos los nombres han sido cambiados para preservar la privacidad de las personas involucradas.
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El escrito se ha reproducido contando con el consentimiento informado de la autora.
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Imagen 1: Muestra del cuaderno de Luz
Quisiera aprovechar la existencia de ese escrito para plantear algunas ideas preliminares que cruzan la
escritura en relación con la teoría lingüística clásica. Ferdinand de Saussure en uno de los capítulos del
Curso de lingüística general (1945, pp. 51-58) advierte que no hay que confundir la escritura con la
lengua ni con el habla. Recordemos que, para esta autor, la lengua es el sistema sincrónico donde los
signos adquieren valor por las mutuas relaciones de semejanza y oposición que guardan entre sí,
mientras que el habla es la realización concreta y situada de ese sistema. Los conceptos de lengua y de
habla, según Saussure, explican mejor la oralidad que la escritura, aunque él no pierde de vista las
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Años más tarde el filósofo de la hermenéutica Paul Ricoeur pondría en perspectiva este problema. En
su ensayo ¿Qué es un texto? (2002), el autor plantea que, dado que la escritura no es lengua ni habla,
habrá que situarla de todas maneras en relación con éstas. Pero, ¿cuál sería la posición de la escritura en
esta dicotomía? Para Ricoeur habría tres opciones, basándome en las cuales trataré de valorar el texto
de Luz. La primera opción, que es la que nos plantea el sentido común, es que la escritura es un
Si la escritura fuese esto, su naturaleza sería la representación de sonidos sobre el papel. Tal idea solo
sería pensable para quien utiliza sistemas alfabéticos de escritura. En efecto, a diferencia de las
escrituras americanas (por ejemplo la maya) o las escrituras asiáticas (por ejemplo la china), en la
escritura alfabética occidental cada palabra puede ser descompuesta de tal modo que, de forma
aproximada, cada segmento guarda una correspondencia entre unidades gráficas (grafos) y unidades
fonológicas (fonemas). Es importante señalar que esto solo se logra de forma aproximada. Claro está
que hay grafos que representan fonemas semejantes en todas las lenguas en las que se utiliza el alfabeto
occidental, como la vocal abierta «a» (omitiré para simplificar el problema de que haya mayúsculas y
minúsculas). Hay sin embargo muchos grafos cuyas asociaciones varían considerablemente, como los
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que representan las oclusivas o las fricativas. Tomemos para ejemplificar el caso de las fricativas, como
la «s»,la «c»,o la «z». Para la mayoría de hispanohablantes americanos, estos grafos representan una
fricativa alveolar sorda, aunque hay quienes la hacen aspirada (no hay grafos para representar esta
variación). En cambio, para algunos peninsulares, hay palabras en las que estos grafos representan
fricativas dentales (lo cual se representa habitualmente con la «c» o la «z»). En otras lenguas estos
mismos grafos cambian de valor: en alemán «z» es siempre una fricativa precedida de una oclusión
alveolar (/ts/), mientras que en inglés representa con mucha frecuencia una fricativa sonora.
Los sociolingüistas seguramente tendrán mucho que decir acerca del hecho de que ciertos grafos del
alfabeto occidental representen con mayor precisión los fonemas de algunas variedades lingüísticas
mientras que omiten los de otras. Sin embargo, lo que me interesa resaltar aquí es que el alfabeto
permite una amplia combinatoria a la hora de representar ciertos fonemas. Luz, por ejemplo, escribe la
tercera persona plural del verbo «asesinar» de la siguiente manera: «asecinan». Ella, que estudió hasta
segundo de primaria y no volvió a asistir a la escuela porque las profesoras la golpeaban, sabe de la
supuesta correspondencia entre grafos y fonemas y conoce todas las letras del alfabeto. Con esto, se
Asesinan
Asecinan
Asezinan
Acesinan
Acecinan
Acezinan
Azesinan
Azecinan
Azezinan
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Para un hispanoablante americano que no aspira las fricativas (como Luz), todas estas opciones se leen
exactamente igual. Sin embargo, las normas del español prescriben que solo una alternativa es la
correcta. Luz usó la segunda opción, que ciertamente no es la que más difiere de la norma académica.
Incluso, tuvo el tino de escribirla de la misma forma las dos veces que la usó. Aun así, lo que escribió
Ante esto, cabe preguntarse lo siguiente: ¿los asesinatos a los que se refiere en el texto pierden
relevancia por no haber usado las normas académicas de la ortografía española? Cualquier persona
medianamente sensible diría que la ortografía no nos debería hacer perder de vista el horror que quiere
transmitir Luz cuando habla de los hombres que asesinan y gozan viendo sufrir al ser humano (aunque
haya escrito «los hombres asecinan y gosan viendo sufrir al cer humano»). Sin embargo, lo más
frecuente es que se evite considerar la intención del autor de un texto cuando este tiene errores de
ortografía Me pregunto si solo quienes conocen las opciones correctas de entre las combinatorias
posibles que permite el sistema alfabético de escritura son los que tienen derecho a que la
interpretación que se haga de sus textos se corresponda con su intención comunicativa. Quizá quienes
no escogen la opción correcta solo tengan la oportunidad si un antropólogo muestra interés en sus
textos y los trae a la academia, como estoy haciendo yo en este preciso momento.
Pero supongamos que el problema no sea que el sistema tenga muchas combinatorias posibles (García
Márquez, en 1997, sugirió crear una escritura sin este problema). Quizá nos equivocamos en la
Esto nos lleva a la segunda forma de situar a la escritura en la dicotomía lengua-habla que plantea Paul
Ricoeur. Se trata de ponerla en el mismo lugar del habla, como si fuese una manera alternativa de
realizar el sistema (ver imagen 4). Después de todo, en la composición de un texto rara vez uno habla
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Imagen 3: Segundo lugar de escritura en la dicotomía lengua-habla para Ricoeur.
Visto de esta manera, podríamos decir acerca de la escritura cosas semejantes a las que decimos acerca
del habla. El profesor José Joaquín Montes (1995) nos explica que la lengua (el sistema lingüístico) se
origina en los «hechos habla», es decir, en lo que hacen las personas concretas al comunicarse (para él
se trata claramente de hechos orales, no de escritura, pero permítaseme extrapolar sus conceptos). Son
los hablares los que producen los sistema lingüísticos, con la condición de que haya un consenso de
tipo normativo entre un número plural personas acerca de los signos usados. El esquema que propone
Si en ese esquema reemplazamos el habla con la escritura, entonces el problema central de los escritos
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escritura que utiliza. Tal como ocurre con el habla, habría unos «hechos de escritura» que podrían o no
volverse parte de un sistema lingüístico siempre y cuando haya un número plural de personas que los
comparta como normas. Si lo pensamos así, habría variedades de escritura tanto como hay dialectos en
la oralidad.
Digamos que haya más de dos personas que escriban «acesinan» de la manera en la que lo hace Luz.
Tendríamos entonces una especie de «diagrafía», un dialecto escrito que se comportaría de forma
semejante al oral. Claro está, estas «diagrafía» serían aun menos reconocidas que los dialectos orales
por el origen fuertemente normativo que tuvo la escritura (Calvet, 2007). En este caso, nuestra tarea
como antropólogos sería reconocer y validar estas «diagrafías» frente a las formas tradicionales, tal
como hacemos con las variedades lingüísticas frente al hablar «neutro» (véase al respecto la discusión
de Lippi-Green, 1994, sobre discriminación basada en las variedades lingüísticas). Sin embargo, creo
que podríamos calificar este proyecto de quijotesco, porque usar una «diagrafía» diferente a la estándar
es incluso más desventajoso para su autor que usar un dialecto distinto al hegemónico en su hablar.
Ahora bien, aunque emprendiésemos la reivindicación de la escritura de Luz como una «diagrafía», aun
así permanecería el problema de que no podemos dar cuenta del horror que ella señala al hablar de los
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El tercer esquema que propone Paul Ricoeur nos ofrece una salida. Dice el autor que la escritura está
del lado de la lengua, porque se trata de un sistema estructurado que se puede explicar en sus propios
términos y lo que estaría del lado del habla es la lectura, esto es, la interpretación:Propone Ricoeur
(2002) que nos acerquemos al texto buscando sus relaciones estructurales internas en lugar de buscando
las intenciones del autor y luego, basándonos en lo hallado, que busquemos en nuestra experiencia
subjetiva lo que el texto señala. A riesgo de que sea también una quijotada, podemos adelantar una
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En el texto hay una oposición entre los adultos y los niños, que se empareja con la dicotomía muerte-
vida. La relación es que los adultos matan a los niños. Ahora bien, entre los adultos hay una división
entre hombres y mujeres y en la muerte hay una división entre guerra y aborto. La guerra mata a los
niños en manos de los hombres, mientras que el aborto mata a los niños en manos de las mujeres. Por
otra parte, el hombre se define como quien goza con el sufrimiento ajeno mientras que la mujer se
define como quien no da amor. Todos estos son seres inmanentes, que se oponen a la narradora (la que
se pregunta: «Por qué será»), que cita a Dios, que es el ser trascendente por antonomasia.
Con este breve análisis, podemos decir que el texto señala unas relaciones entre el género, la infancia,
la religión y el conflicto. Hasta ahí, tendríamos el esquema textual que se correspondería a la lengua en
la perspectiva de Ricoeur. Faltaría la lectura, que sería lo correspondiente al habla. ¿Con qué referentes
Lo que tengo por seguro es que Ruth, la profesora de ética, escuchó con atención la lectura en voz alta
de este texto. Las experiencias en el conflicto armado que vivió Luz estaban en sus letras, pero su
sentido más vital estaba en que estas fuesen leídas y escuchadas. Quizá por eso Ruth nos llevó hasta la
casa de Luz. Sabía que ella estaba enferma y sus hijos la visitaban mucho menos de lo que quisiera.
Ruth nos llevó allí para que fuésemos lectores, para que hiciésemos existir los cuadernos de Luz y, con
eso, aliviar su corazón. Ante esto, el asunto de la ortografía o de las variedades lingüísticas adquiere sus
justas proporciones.
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Bibliografía
Calvet, L.-J. (2007). Historia de la escritura: de Mesopotamia hasta nuestros días. (J. Palacio, Trans.).
Barcelona: Paidós.
García Márquez, G. (1997, April 8). Botella al mar para el dios de las palabras. El País. Madrid.
Lippi-Green, R. (1994). Accent, Standard Language Ideology, and Discriminatory Pretext in the Courts.
Ricœur, P. (2002). ¿Qué es un texto? In P. Corona (Trans.), Del texto a la acción: ensayos de
Saussure, F. de. (1945). Curso de lingüística general. (C. Bally & A. Séchehaye, Eds., A. Alonso,
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