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Tres miradas para interpretar un texto no convencional: ortografía, variedad y estructura1

Daniel Rudas Burgos

3 de junio de 2015

Ruth2 era una mujer de mirada firme, rostro autoritario y sonrisa fácil. Cuando me presentó los escritos

que han inspirado esta ponencia era profesora de ética y valores en una escuela en medio de las

montañas de Cundinamarca, Colombia. Un día estábamos tomando un café y yo le conté que pretendía

investigar sobre prácticas locales de lectura y escritura que no necesariamente fuesen escolares.

—Claro —me dijo—. Sé exactamente lo que necesita. Es más, le tengo a la persona. Se llama Luz y

escribe coplas que ella misma compone.

—¡Qué bien! —le contesté—. ¿Cree que podría conocerla?

—Déjeme la llamo y cuadramos para que la visite.

Unos días después estábamos visitando a Luz en su casa, que estaba en una vereda bien alejada del

pueblo. Ella era una campesina de mirada dulce y voz suave, que ya debía tener más de 60 años.

Conversamos con ella y con Ruth sobre el arte de escribir mientras disfrutamos unas deliciosas arepas

de queso y un café hechos en estufa de leña. En un momento, Luz sacó de su habitación algunos

cuadremos escritos por ella y nos los leyó. Aquí reproduzco un par de páginas de uno de los

cuadernos3:

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Este texto fue presentado originalmente como ponencia para el XV Congreso de antropología en
Colombia: regiones «posconflicto» y futuros posibles en el simposio Diversidad cultural, conflicto y
lenguaje: debates frente a la relación entre antropología y lingüística en el contexto colombiano. Aquí
se ha cambiado el título y se han corregido algunos apartes el texto.
2
Todos los nombres han sido cambiados para preservar la privacidad de las personas involucradas.
3
El escrito se ha reproducido contando con el consentimiento informado de la autora.

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Imagen 1: Muestra del cuaderno de Luz

Quisiera aprovechar la existencia de ese escrito para plantear algunas ideas preliminares que cruzan la

antropología, la lingüística y la hermenéutica. Para empezar, quiero plantear el problema de situar la

escritura en relación con la teoría lingüística clásica. Ferdinand de Saussure en uno de los capítulos del

Curso de lingüística general (1945, pp. 51-58) advierte que no hay que confundir la escritura con la

lengua ni con el habla. Recordemos que, para esta autor, la lengua es el sistema sincrónico donde los

signos adquieren valor por las mutuas relaciones de semejanza y oposición que guardan entre sí,

mientras que el habla es la realización concreta y situada de ese sistema. Los conceptos de lengua y de

habla, según Saussure, explican mejor la oralidad que la escritura, aunque él no pierde de vista las

relaciones que guardan entre sí (Ibíd.).

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Años más tarde el filósofo de la hermenéutica Paul Ricoeur pondría en perspectiva este problema. En

su ensayo ¿Qué es un texto? (2002), el autor plantea que, dado que la escritura no es lengua ni habla,

habrá que situarla de todas maneras en relación con éstas. Pero, ¿cuál sería la posición de la escritura en

esta dicotomía? Para Ricoeur habría tres opciones, basándome en las cuales trataré de valorar el texto

de Luz. La primera opción, que es la que nos plantea el sentido común, es que la escritura es un

derivado del habla:

Imagen 2: Primer lugar de escritura en la dicotomía lengua-habla para Ricoeur.

Si la escritura fuese esto, su naturaleza sería la representación de sonidos sobre el papel. Tal idea solo

sería pensable para quien utiliza sistemas alfabéticos de escritura. En efecto, a diferencia de las

escrituras americanas (por ejemplo la maya) o las escrituras asiáticas (por ejemplo la china), en la

escritura alfabética occidental cada palabra puede ser descompuesta de tal modo que, de forma

aproximada, cada segmento guarda una correspondencia entre unidades gráficas (grafos) y unidades

fonológicas (fonemas). Es importante señalar que esto solo se logra de forma aproximada. Claro está

que hay grafos que representan fonemas semejantes en todas las lenguas en las que se utiliza el alfabeto

occidental, como la vocal abierta «a» (omitiré para simplificar el problema de que haya mayúsculas y

minúsculas). Hay sin embargo muchos grafos cuyas asociaciones varían considerablemente, como los

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que representan las oclusivas o las fricativas. Tomemos para ejemplificar el caso de las fricativas, como

la «s»,la «c»,o la «z». Para la mayoría de hispanohablantes americanos, estos grafos representan una

fricativa alveolar sorda, aunque hay quienes la hacen aspirada (no hay grafos para representar esta

variación). En cambio, para algunos peninsulares, hay palabras en las que estos grafos representan

fricativas dentales (lo cual se representa habitualmente con la «c» o la «z»). En otras lenguas estos

mismos grafos cambian de valor: en alemán «z» es siempre una fricativa precedida de una oclusión

alveolar (/ts/), mientras que en inglés representa con mucha frecuencia una fricativa sonora.

Los sociolingüistas seguramente tendrán mucho que decir acerca del hecho de que ciertos grafos del

alfabeto occidental representen con mayor precisión los fonemas de algunas variedades lingüísticas

mientras que omiten los de otras. Sin embargo, lo que me interesa resaltar aquí es que el alfabeto

permite una amplia combinatoria a la hora de representar ciertos fonemas. Luz, por ejemplo, escribe la

tercera persona plural del verbo «asesinar» de la siguiente manera: «asecinan». Ella, que estudió hasta

segundo de primaria y no volvió a asistir a la escuela porque las profesoras la golpeaban, sabe de la

supuesta correspondencia entre grafos y fonemas y conoce todas las letras del alfabeto. Con esto, se

enfrenta a las siguientes posibilidades a la hora de representar la palabra en cuestión:

Asesinan

Asecinan

Asezinan

Acesinan

Acecinan

Acezinan

Azesinan

Azecinan

Azezinan

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Para un hispanoablante americano que no aspira las fricativas (como Luz), todas estas opciones se leen

exactamente igual. Sin embargo, las normas del español prescriben que solo una alternativa es la

correcta. Luz usó la segunda opción, que ciertamente no es la que más difiere de la norma académica.

Incluso, tuvo el tino de escribirla de la misma forma las dos veces que la usó. Aun así, lo que escribió

seguirá siendo valorado por los académicos como un error ortográfico.

Ante esto, cabe preguntarse lo siguiente: ¿los asesinatos a los que se refiere en el texto pierden

relevancia por no haber usado las normas académicas de la ortografía española? Cualquier persona

medianamente sensible diría que la ortografía no nos debería hacer perder de vista el horror que quiere

transmitir Luz cuando habla de los hombres que asesinan y gozan viendo sufrir al ser humano (aunque

haya escrito «los hombres asecinan y gosan viendo sufrir al cer humano»). Sin embargo, lo más

frecuente es que se evite considerar la intención del autor de un texto cuando este tiene errores de

ortografía Me pregunto si solo quienes conocen las opciones correctas de entre las combinatorias

posibles que permite el sistema alfabético de escritura son los que tienen derecho a que la

interpretación que se haga de sus textos se corresponda con su intención comunicativa. Quizá quienes

no escogen la opción correcta solo tengan la oportunidad si un antropólogo muestra interés en sus

textos y los trae a la academia, como estoy haciendo yo en este preciso momento.

Pero supongamos que el problema no sea que el sistema tenga muchas combinatorias posibles (García

Márquez, en 1997, sugirió crear una escritura sin este problema). Quizá nos equivocamos en la

situación en la que ponemos la escritura en relación con la lengua y el habla.

Esto nos lleva a la segunda forma de situar a la escritura en la dicotomía lengua-habla que plantea Paul

Ricoeur. Se trata de ponerla en el mismo lugar del habla, como si fuese una manera alternativa de

realizar el sistema (ver imagen 4). Después de todo, en la composición de un texto rara vez uno habla

primero para luego transcribir.

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Imagen 3: Segundo lugar de escritura en la dicotomía lengua-habla para Ricoeur.

Visto de esta manera, podríamos decir acerca de la escritura cosas semejantes a las que decimos acerca

del habla. El profesor José Joaquín Montes (1995) nos explica que la lengua (el sistema lingüístico) se

origina en los «hechos habla», es decir, en lo que hacen las personas concretas al comunicarse (para él

se trata claramente de hechos orales, no de escritura, pero permítaseme extrapolar sus conceptos). Son

los hablares los que producen los sistema lingüísticos, con la condición de que haya un consenso de

tipo normativo entre un número plural personas acerca de los signos usados. El esquema que propone

Montes es de mutua relación entre hechos de habla y sistema lingüístico:

Imagen 4: Relaciones lengua-habla para Montes (1995)

Si en ese esquema reemplazamos el habla con la escritura, entonces el problema central de los escritos

como el de Luz no es el de la representación gráfica de los fonemas sino el de la variedad específica de

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escritura que utiliza. Tal como ocurre con el habla, habría unos «hechos de escritura» que podrían o no

volverse parte de un sistema lingüístico siempre y cuando haya un número plural de personas que los

comparta como normas. Si lo pensamos así, habría variedades de escritura tanto como hay dialectos en

la oralidad.

Digamos que haya más de dos personas que escriban «acesinan» de la manera en la que lo hace Luz.

Tendríamos entonces una especie de «diagrafía», un dialecto escrito que se comportaría de forma

semejante al oral. Claro está, estas «diagrafía» serían aun menos reconocidas que los dialectos orales

por el origen fuertemente normativo que tuvo la escritura (Calvet, 2007). En este caso, nuestra tarea

como antropólogos sería reconocer y validar estas «diagrafías» frente a las formas tradicionales, tal

como hacemos con las variedades lingüísticas frente al hablar «neutro» (véase al respecto la discusión

de Lippi-Green, 1994, sobre discriminación basada en las variedades lingüísticas). Sin embargo, creo

que podríamos calificar este proyecto de quijotesco, porque usar una «diagrafía» diferente a la estándar

es incluso más desventajoso para su autor que usar un dialecto distinto al hegemónico en su hablar.

Ahora bien, aunque emprendiésemos la reivindicación de la escritura de Luz como una «diagrafía», aun

así permanecería el problema de que no podemos dar cuenta del horror que ella señala al hablar de los

hombres que asesinan niños.

Imagen 5: Tercer lugar de escritura en la dicotomía lengua-habla para Ricoeur.

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El tercer esquema que propone Paul Ricoeur nos ofrece una salida. Dice el autor que la escritura está

del lado de la lengua, porque se trata de un sistema estructurado que se puede explicar en sus propios

términos y lo que estaría del lado del habla es la lectura, esto es, la interpretación:Propone Ricoeur

(2002) que nos acerquemos al texto buscando sus relaciones estructurales internas en lugar de buscando

las intenciones del autor y luego, basándonos en lo hallado, que busquemos en nuestra experiencia

subjetiva lo que el texto señala. A riesgo de que sea también una quijotada, podemos adelantar una

lectura como la que propone Ricoeur del texto de Luz.

Imagen 6: Estructura del texto de Luz.

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En el texto hay una oposición entre los adultos y los niños, que se empareja con la dicotomía muerte-

vida. La relación es que los adultos matan a los niños. Ahora bien, entre los adultos hay una división

entre hombres y mujeres y en la muerte hay una división entre guerra y aborto. La guerra mata a los

niños en manos de los hombres, mientras que el aborto mata a los niños en manos de las mujeres. Por

otra parte, el hombre se define como quien goza con el sufrimiento ajeno mientras que la mujer se

define como quien no da amor. Todos estos son seres inmanentes, que se oponen a la narradora (la que

se pregunta: «Por qué será»), que cita a Dios, que es el ser trascendente por antonomasia.

Con este breve análisis, podemos decir que el texto señala unas relaciones entre el género, la infancia,

la religión y el conflicto. Hasta ahí, tendríamos el esquema textual que se correspondería a la lengua en

la perspectiva de Ricoeur. Faltaría la lectura, que sería lo correspondiente al habla. ¿Con qué referentes

conecta el texto de Luz a los lectores?

Lo que tengo por seguro es que Ruth, la profesora de ética, escuchó con atención la lectura en voz alta

de este texto. Las experiencias en el conflicto armado que vivió Luz estaban en sus letras, pero su

sentido más vital estaba en que estas fuesen leídas y escuchadas. Quizá por eso Ruth nos llevó hasta la

casa de Luz. Sabía que ella estaba enferma y sus hijos la visitaban mucho menos de lo que quisiera.

Ruth nos llevó allí para que fuésemos lectores, para que hiciésemos existir los cuadernos de Luz y, con

eso, aliviar su corazón. Ante esto, el asunto de la ortografía o de las variedades lingüísticas adquiere sus

justas proporciones.

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Bibliografía

Calvet, L.-J. (2007). Historia de la escritura: de Mesopotamia hasta nuestros días. (J. Palacio, Trans.).

Barcelona: Paidós.

García Márquez, G. (1997, April 8). Botella al mar para el dios de las palabras. El País. Madrid.

Retrieved from http://elpais.com/diario/1997/04/08/cultura/860450416_850215.html

Lippi-Green, R. (1994). Accent, Standard Language Ideology, and Discriminatory Pretext in the Courts.

Language in Society, 23(2), 163–198.

Montes, J. J. (1995). Bases teóricas generales. In Dialectología general e hispanoamericana.

Orientación teórica, metodológica y bibliográfica (pp. 17–66). Bogotá: Instituto Caro y


Cuervo.

Ricœur, P. (2002). ¿Qué es un texto? In P. Corona (Trans.), Del texto a la acción: ensayos de

hermenéutica II (pp. 127–147). México: Fondo de Cultura Económica.

Saussure, F. de. (1945). Curso de lingüística general. (C. Bally & A. Séchehaye, Eds., A. Alonso,

Trans.). Buenos Aires: Losada.

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