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10 Cuentos
10 Cuentos
Un conejo en la via.
Daniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía
su hermano menor, Carlos. Iban de paseo con sus padres al
Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y
elevarían sus nuevas cometas. Sería un día de paseo
inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco
frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca:
- ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!
- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.
- No se preocupen, respondió su padre-. No es nada.
El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar una canción de
moda en los altavoces.
- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá comenzó a tararear una
canción. Pero Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido sobre la carretera el cuerpo de un conejo.
- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.
- ¿Para qué?, responde su padre.
- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!
- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.
- No, no, para, para.
- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales. Los dos niños
estaban muy preocupados y tristes.
- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta recogieron al conejo herido.
Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una patrulla de la policía, que les informó
de que una gran roca había caído sobre la carretera por donde iban, cerrando el paso. Al enterarse de la
emergencia, todos ayudaron a los policías a retirar la roca.
Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al veterinario, que curó la
pata al conejo. Los papás de Daniel y carlos aceptaron a llevarlo a su casa hasta que se curara
Unas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron
adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz en libertad.
FIN
Santilín.
Santilin es un osito muy inteligente, bueno y respetuoso. Todos lo quieren mucho, y sus amiguitos disfrutan
jugando con él porque es muy divertido.
Le gusta dar largos paseos con su compañero, el
elefantito. Después de la merienda se reúnen y
emprenden una larga caminata charlando y saludando
a las mariposas que revolotean coquetas,
desplegando sus coloridas alitas.
Siempre está atento a los juegos de los otros
animalitos. Con mucha paciencia trata de enseñarles
que pueden entretenerse sin dañar las plantas, sin
pisotear el césped, sin destruir lo hermoso que
la naturaleza nos regala.
Un domingo llegaron vecinos nuevos. Santilin se apresuró a darles la bienvenida y enseguida invitó a jugar al
puercoespín más pequeño.
Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando, advierte:
- Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.
El puercoespín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron afligidos, menos Santilin,
que estaba seguro de encontrar una solución.
Pensó y pensó, hasta que, risueño, dijo:
- Esperen, ya vuelvo.
Santilin regresó con la gorra de su papá y llamó al puercoespín.
Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas para que no los pinchara y
así pudieran compartir los juegos.
Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda y cantaronfelices.
FIN
El elefante fotógrafo
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían
cada vez que le oían decir aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que
fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo
trastos y aparatos con los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo
que hacerlo prácticamente todo: desde un botón que se pulsara con la
trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y
finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para elefantes era tan grandota y
extraña que paracecía una gran y ridícula máscara, y muchos se reían tanto al verle aparecer, que el
elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia, parecían tener razón los que
decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que nadie podía dejar
de reir al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante consiguió divertidísimas e increíbles fotos de
todos los animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió en
el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes acudían los animales para sacarse una sonriente foto para
el pasaporte al zoo.