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Factores de Riesgo
La literatura identifica diversos elementos que podrían considerarse como factores de riesgo para
desarrollar trastorno bipolar. Se ha señalado que la herencia es un factor de riesgo muy relevante.
De hecho, algunos autores lo identifican como el factor de riesgo más importante. En efecto, algunos
estudios muestran que el riesgo de desarrollar trastorno bipolar en hijos de padres con este
trastorno, es cinco veces mayor respecto al grupo control. Estudios de gemelos han demostrado la
importancia del rol genético en la patogenia de esta enfermedad. El riesgo de presentar un trastorno
bipolar en parientes de individuos con trastorno bipolar varía entre 40 a 70% cuando son gemelos
monocigoticos, entre un 5 a 10% para parientes de primer grado, comparado con las cifras de 0,5 a
1,5 % entre no familiares. Esto muestra como la genética es un factor fundamental, pero no el único
que explica el desarrollo de la enfermedad. Además, existe evidencia que sugiere que los hijos de
un padre con trastorno bipolar tienen más del doble de riesgo de desarrollar alguna forma de
psicopatología. Ello nos hace pensar que probablemente existen genes compartidos que inducen
vulnerabilidad a diferentes trastornos mentales.
Otra hipótesis posible de encontrar en la literatura, es que la edad temprana de inicio de los
episodios puede representar un subtipo más severo de TAB, lo que sería explicado por una carga
genética más potente. Dada la complejidad y heterogeneidad del trastorno bipolar, es probable que
el riesgo de desarrollarlo no se explique por la presencia de un gen único, sino que sea explicado
por la interacción de varios genes y a su vez la interacción de cada uno de ellos con factores
ambientales, si bien aún ellos no han podido ser identificados con claridad.
Otra época que se ha identificado como de mayor riesgo para el inicio de un trastorno bipolar es el
postparto. Esto ha hecho hipotetizar acerca del rol de las hormonas en el gatillamiento de la
patología.
Además de los factores genéticos y hormonales, se piensa que existen factores ambientales
involucrados en la manifestación y progresión de la enfermedad. Se han propuesto como posibles
influencias ambientales las complicaciones obstétricas perinatales, algunas infecciones virales
intrauterinas, anormalidades del neurodesarrollo en la infancia, estilos de crianza y patrones de
apego de los niños, trauma psicosocial, en especial en la infancia, y el uso de drogas alucinógenas.
Es posible que la influencia más potente sobre el desarrollo de la enfermedad ocurra temprano en
la vida. Estresores psicosociales más tardíos, tales como la muerte de un familiar o ser querido, el
fin de una relación de pareja, estrés ocupacional, etc., frecuentemente actúan como gatillantes
ambientales para episodios anímicos afectando el curso de la enfermedad más que iniciándolo.
La historia natural de la enfermedad sin tratamiento es con una clara tendencia a la progresión:
cada episodio (depresivo, maniaco, hipomaniaco o mixto) aumenta el riesgo de presentación de un
nuevo episodio, y de forma cada vez más seguida. Los primeros episodios tienden a ser claramente
gatillados por episodios ambientales, pero a mayor frecuencia de episodios en la vida estos
claramente se van haciendo más independientes de los gatillantes ambientales y apareciendo de
forma espontánea.
Como ya se había mencionado, la edad media de inicio del trastorno bipolar ocurre alrededor de los
20 años, habitualmente con episodios depresivos y de forma más temprana en la mujer que en el
hombre. Cuando el inicio del trastorno bipolar ocurre después de los 40 años, se debe considerar y
descartar dirigidamente que el cuadro en ve de ser un trastorno bipolar sea un cuadro secundario a
una condición médica, neurológica o al efecto de medicamentos, particularmente antidepresivos y
esteroides. Esto es fundamental porque entonces el tratamiento debe ir dirigido al tratamiento de
la enfermedad de base más que a la instauración de un tratamiento estándar para la bipolaridad.
Elementos que nos deben llevar a considerar que el paciente tenga a la base un trastorno bipolar
aunque sólo haya cursado hasta el momento con episodios depresivos, son el inicio precoz de
episodios depresivos (antes de los 25 años), episodios de conductas agresivas, episodios de
alucinaciones en contexto de alteraciones anímicas, episodios de exaltación o de remisión
extremadamente rápida (menos de una semana) coincidentes con el inicio de antidepresivos y
episodios frecuentes de estados de ánimo fluctuante.
Datos epidemiológicos sugieren que los trastornos de ansiedad, el trastorno oposicionista
desafiante y los trastornos de la conducta podrían ser potentes predictores del trastorno bipolar en
niños y adolescentes.
Sospecha Diagnóstica
A lo largo de la vida, los pacientes con trastorno bipolar experimentarán más episodios depresivos
y vivirán más períodos en fase depresiva (periodos en que presentan síntomas depresivos que no
alcanzan a cumplir criterios diagnósticos de un episodio depresivo) que episodios maníacos o
hipomaníacos. También, consultarán con mayor frecuencia al psiquiatra (u otro médico) por
depresión que por manía. Debido a esto, los pacientes que presentan criterios para trastorno
depresivo mayor, en especial aquellos con episodios depresivos frecuentes, requieren ser evaluados
e indagar activamente por la presencia de síntomas actuales o pasados de manía, hipomanía o
mixtos.
Dada la alta carga genética asociada a esta condición, la presencia de un familiar de primer grado
con trastorno bipolar o esquizofrenia deben aumentar la sospecha de la presencia de una
bipolaridad de base en un paciente que consulta por un episodio depresivo, sin embargo, no todos
los pacientes bipolares tienen una historia de enfermedad psiquiátrica familiar ni todos aquellos
pacientes que presentan una historia familiar de bipolaridad son bipolares.
Ante la sospecha diagnóstica de bipolaridad, además de tomar la historia del paciente es altamente
recomendable incluir el reporte de terceros, como por ejemplo algún familiar o acompañante
cercano, para determinar si la persona presenta o ha presentado síntomas característicos de manía
o hipomanía, que muchas veces pasan desapercibidos para el mismo paciente, o elementos mixtos
durante los episodios depresivos.
En pacientes que presentan episodios depresivos y una comorbilidad con otro trastorno mental
(depresión y trastorno por déficit atencional por ejemplo), la sospecha de trastorno bipolar
aumenta. Cerca del 40% de los pacientes que presentan un episodio de depresión mayor, cuando
son evaluados y estudiados dirigidamente en búsqueda de episodios de hipomanías, terminan
siendo diagnosticados como pacientes con un trastorno bipolar tipo II. Esto es más frecuente en
mujeres, en las cuales puede llegar al 50%, en personas con cuadros que se presentan como un
aparente trastorno depresivo o distimia de inicio entre los 20 y 30 años de edad, cuando
concomitantemente hay historia de alcoholismo o abuso de sustancias (generalmente no tratados),
cuando hay diagnóstico de juego patológico, trastorno obsesivo-compulsivo o trastorno de pánico,
cuando han existido hospitalizaciones psiquiátricas frecuentes, depresión durante el embarazo o
post-parto, historia de intentos suicidas, etc.
En caso de sospecha diagnóstica las escalas de tamizaje pueden ser herramientas útiles para
complementar la evaluación clínica.
Instrumentos de Tamizaje
Para un adecuado diagnóstico, el estándar de oro es la evaluación clínica. Actualmente la literatura
recomienda que el diagnóstico del trastorno bipolar se base en una evaluación clínica acorde a los
criterios del DSM V o CIE-10, entre los cuales, la presencia de síntomas de manía e hipomanía
adquiere una importancia crucial.
El diagnóstico del trastorno bipolar suele presentar dificultades pero el reconocimiento puede
mejorar sustancialmente si durante la entrevista clínica, se realizan preguntas dirigidas a la pesquisa
de trastorno bipolar. Entre las herramientas para mejorar la capacidad diagnóstica del trastorno
bipolar, destaca la evaluación clínica cuidadosa, indagando en historia de manía o hipomanía junto
al uso de cuestionarios de screening.
En todo paciente con depresión, se debe indagar sobre historia de manía, hipomanía, antecedentes
familiares de trastorno bipolar, recomendándose frente a la presencia de estos, utilizar un
instrumento de tamizaje como el MDQ (Mood Disorder Questionnaire).
Estudios revelan que el 40% de los pacientes con trastorno bipolar inicialmente son mal
diagnosticados, debido a que se confunde con trastornos depresivos. Otros estudios evidencian que
entre un 25 a 50 % de los pacientes con trastorno depresivo tienen trastorno bipolar.
Aquellos consultantes que presenten un MDQ (+) debiesen ser derivados a la atención especializada
para confirmar el diagnóstico mediante una evaluación clínica.
En Chile, el MDQ, es una escala que ha sido validada, mediante un estudio realizado a 202 pacientes
referidos en interconsulta a la Clínica de Trastornos del Ánimo (CTA) desde sectores de
hospitalización agudos y desde otras unidades del Consultorio Adosado Externo de Especialidades
(CAE) del Instituto Psiquiátrico de Santiago, así como también de pacientes derivados desde
Consultorios de Atención Primaria y desde Consultorios de Salud Mental (COSAM). La sensibilidad
de 0,66 y la especificidad de 0,82 encontrada en esta muestra de pacientes chilenos, lo cual es
similar a los valores encontrados en trabajos realizados con pacientes norteamericanos y europeos.
Vöhringer et al., sugieren que el MDQ validado en Chile es de utilidad para el tamizaje del trastorno
bipolar, con un punto de corte de 7,5 u 8.
Sin embargo, al explorar por episodios de elevación anímica Jorge recuerda un episodio de varios
días ocurrido a sus 25 años. Lo describe como un periodo “en que me volví loco”. Cuenta que se
sentía “acelerado” y sentía la necesidad de hacer cosas inhabituales para él: conducía a exceso de
velocidad, poniendo en riesgo su vida, y realizaba compras impulsivas que terminaron con el
paciente endeudado en un breve periodo de tiempo, por artículos que en realidad no necesitaba.
Cuenta que este aceleramiento se alternaba con momentos de irritabilidad, en que se exaltaba y
se ponía violento tanto con desconocidos como con personas cercanas. Durante esos días, refiere
que sus necesidades de sueño se redujeron a dos o tres horas por día y que le ocurrió en varias
ocasiones que las personas no le entendían lo que hablaba ya que le decían que hablaba demasiado
rápidamente. Jorge siente que lo más positivo de esos días es lo sociable, activo y entretenido que
se sentía, y la forma en que esta energía con que contaba le permitía realizar más actividades de
las acostumbradas, volviéndose muy productivo laboralmente. Sin embargo, cuenta que lo que
mejor lo hace recordar ese periodo es que en la situación de aumento de energía, de impulsividad,
y reconoce de aumento de la libido, se involucró en una relación casual con una mujer diferente a
su pareja, y al ser esta infidelidad descubierta, ella gatilló el fin de su relación de pareja estable.
Dice que hasta el día de hoy no se explica “que se me pasó por la cabeza”, ya que refiere ser una
persona habitualmente fiel y estable”.
3. ¿Qué resultado le arroja el MDQ? Obtendrá dicha respuesta a partir, de los datos que substraiga
del caso anterior, ingresados a dicho instrumento.