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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

CUADROS CLÍNICOS

1. Discapacidad intelectual o déficit cognitivo

La discapacidad intelectual (antes conocido como el retraso mental) es un


término que se usa cuando una persona tiene ciertas limitaciones en su
funcionamiento mental y en destrezas tales como aquéllas de la comunicación,
cuidado personal, y destrezas sociales. Estas limitaciones causan que el niño
aprenda y se desarrolle más lentamente que un niño típico. Los niños con
discapacidad intelectual pueden tomar más tiempo para aprender a hablar,
caminar, y aprender las destrezas para su cuidado personal tales como vestirse o
comer. Están propensos a tener problemas en la escuela. Ellos sí aprenderán,
pero necesitarán más tiempo. Es posible que no puedan aprender algunas cosas,
dependiendo del tipo de discapacidad intelectual, las cuales pasaremos a
describir más adelante.
Las investigaciones han encontrado diversas causas para la discapacidad
intelectual. Las más comunes son:

- Condiciones genéticas. A veces la discapacidad intelectual es causada por


genes anormales heredados de los padres, errores cuando los genes se
combinan, u otras razones. Algunos ejemplos de condiciones genéticas
incluyen síndrome de Down y phenylketonuria (PKU).

- Problemas durante el embarazo . La discapacidad intelectual puede resultar


cuando el bebé no se desarrolla apropiadamente dentro de su madre. Por
ejemplo, puede haber un problema con la manera en la cual se dividen sus
células durante su crecimiento. Una mujer que bebe alcohol o que contrae
una infección como rubéola durante su embarazo puede también tener un
bebé con una discapacidad intelectual.

- Problemas al nacer. Si el bebé tiene problemas durante el parto, como, por


ejemplo, si no está recibiendo suficiente oxígeno, podría tener una
discapacidad intelectual.
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- Problemas de la salud. Algunas enfermedades tales como tos convulsiva,


varicela, o meningitis pueden causar una discapacidad intelectual. La
discapacidad intelectual puede también ser causada por malnutrición
extrema (por no comer bien), no recibir suficiente cuidado médico, o por ser
expuesto a venenos como plomo o mercurio.

La discapacidad intelectual no es una enfermedad. No se lo puede contraer de


otras personas. La discapacidad intelectual no es un tipo de trastorno mental,
como la depresión. No hay cura para la discapacidad intelectual. Sin embargo, la
mayoría de los niños con una discapacidad intelectual pueden aprender a hacer
muchas cosas. Sólo les toma más tiempo y esfuerzo que a los otros niños.

La discapacidad intelectual se diagnostica observando dos cosas. Estas son:

 La habilidad del cerebro de la persona para aprender, pensar, resolver


problemas, y hacer sentido del mundo (esto se llama funcionamiento
intelectual);
 Si acaso la persona tiene las destrezas que él o ella necesita para vivir
independientemente (esto se conoce como conducta adaptiva o
funcionamiento adaptivo).

El funcionamiento intelectual (también conocido como el coeficiente


intelectual) es generalmente medido por medio de una prueba llamada prueba de
coeficiente de inteligencia (Escala WISC en niños desde los 6 años, Escala
WWPSI en niños menores de 6 años y Escala WAIS en adultos). Según los
resultados de estas pruebas, es que se pueden definir los siguientes rangos de
inteligencia:

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Para medir la conducta adaptiva, los profesionales estudian lo que el niño


puede hacer en comparación a otros niños de su edad. Ciertas destrezas son
importantes para la conducta adaptiva. Estas son:
 Las destrezas de la vida diaria, tales como vestirse, ir al baño, y comer;
 Las destrezas para la comunicación, tales como comprender lo que se dice
y poder responder;
 Destrezas sociales con los compañeros, miembros de la familia, adultos, y
otras personas.
Los servicios para ayudar a individuos con la discapacidad intelectual han
resultado en una nueva comprensión de cómo definimos la discapacidad
intelectual. Después del diagnóstico inicial, estudiamos las potencialidades y
debilidades de la persona. Estudiamos también la cantidad de apoyo o ayuda que
la persona necesita para llevarse bien en la casa, en la escuela, y en la
comunidad. Este enfoque nos da una visión realística de cada individuo. También
sirve para reconocer que la “visión” puede cambiar. En tanto crece y aprende la
persona, su habilidad para llevarse bien en el mundo también aumenta.

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Hay muchos signos de la discapacidad intelectual. Por ejemplo, los niños con
discapacidad intelectual pueden:
 Sentarse, gatear, o caminar más tarde que los otros niños;
 Aprender a hablar más tarde, o tener dificultades al hablar;
 Tener dificultades en recordar cosas;
 No comprender cómo pagar por las cosas;
 Tener dificultades en comprender las reglas sociales;
 Tener dificultades en ver las consecuencias de sus acciones;
 Tener dificultades al resolver problemas; y/o
 Tener dificultades al pensar lógicamente.

Es posible que sus limitaciones no sean aparentes durante la niñez y que no


sean diagnosticadas como personas con discapacidad intelectual hasta que
comiencen a ir a la escuela. Como adultos, muchas personas con la discapacidad
intelectual leve pueden vivir independientemente. Es posible que otras personas
no las consideren como personas con una discapacidad intelectual.
El 13% de personas con discapacidad intelectual marca menos de 50 en las
pruebas de inteligencia. Estas personas tendrán más dificultades en la escuela,
en casa, y en la comunidad. Una persona con retraso más severo necesitará
apoyo más intensivo durante toda su vida.
Cada niño con discapacidad intelectual es capaz de aprender, desarrollarse, y
crecer. Con ayuda, todos estos niños pueden vivir una vida satisfactoria.

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2. Trastornos del aprendizaje

Los Trastornos del Aprendizaje (TA) son trastornos de base neurobiológica, a


menudo con un componente genético que condiciona que un niño con un nivel de
inteligencia normal, a pesar de recibir una instrucción adecuada, no consiga
avanzar en uno o más aprendizajes de forma adecuada. La prevalencia de los TA
se sitúa entre el 5 y 15% de la población en edad escolar.
Los TA persisten a lo largo de la vida. Hay que diferenciarlos de las dificultades
transitorias que pueden presentar algunos niños al inicio de determinados
aprendizajes. Las dificultades que presentan los alumnos con TA son persistentes
y tienen una repercusión negativa en el progreso del niño durante toda la
escolaridad. Las características de cada TA, sin embargo, van a ir modificándose
según el momento evolutivo y la edad del niño.
Los TA pueden afectar al lenguaje de forma global, al lenguaje escrito, al
cálculo matemático, etc. A veces, la dificultad está en la capacidad para prestar
atención, concentrarse o aprender a organizar y planificar adecuadamente las
tareas. Otras veces, la discapacidad está en la esfera de la conducta: dificultad en
el control de impulsos y la actividad motriz, o en la destreza para la motricidad fina
y la orientación en el espacio. Muchas de estas habilidades son las que pueden
estar afectadas en los niños con distintos trastornos específicos de aprendizaje.
La reeducación durante la Educación Primaria persigue mejorar la capacidad
del niño para un determinado aprendizaje incidiendo en las funciones cerebrales
deficitarias. Posteriormente, en Educación Secundaria, la capacidad de
modificación o de plasticidad cerebral es muy baja y la reeducación se basa,
fundamentalmente, en la adaptación al trastorno y la búsqueda de estrategias
para compensar las dificultades.
La flexibilidad de los currículos educativos, especialmente en lo que se refiere
a los procedimientos, es imprescindible, al igual que la coordinación entre la
escuela, la familia y los especialistas que llevan a cabo el diagnóstico y la
reeducación.

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Tipos de Trastornos del Aprendizaje

a) Dislexia
Se define como la dificultad para leer. Cuando los niños están aprendiendo
a leer y a escribir en el jardín infantil y en primer grado, es común que
confundan la letra “b” con la “d”, el número “6” con el “9” y que confundan otros
tipos de palabras. Es importante aclarar que esto no es un problema de visión;
sino que el cerebro está invirtiendo o modificando la secuencia de la
información que recibe de los ojos. La mayor parte de los niños superan este
problema antes de los siete años, aproximadamente. Sin embargo, en el caso
de los jóvenes disléxicos, los problemas de lectura persisten.
En otra forma de dislexia, la mente identifica correctamente la palabra que
“ve”, pero tarda en relacionarla con su significado. Estos adolescentes leen
muy despacio y es posible que tengan que releer el material varias veces
antes de comprenderlo. Otras actividades de comunicación también pueden
presentar dificultades, como comprender el lenguaje oral y expresarse de
forma oral y escrita.

b) Disgrafia
Se define como la dificultad para escribir, como resultado de la dislexia, de
una coordinación motora deficiente o de problemas para entender el espacio.
La forma de manifestarse depende de la causa. Un informe escrito por un
adolescente con disgrafía debido a la dislexia tendrá muchas palabras ilegibles
o mal escritas. Por otra parte, la torpeza motora o una deficiencia en la
percepción visual y espacial que solo afecta la letra, no la ortografía

c) Discalculia
La discalculia se define como la dificultad para hacer cálculos matemáticos.
Las matemáticas son un problema para muchos estudiantes, pero la
discalculia puede hacer que un adolescente no comprenda incluso los
conceptos matemáticos básicos.

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d) Discapacidades en la memoria y en el procesamiento auditivo


Las discapacidades en la memoria y en el procesamiento auditivo incluyen la
dificultad de comprender y recordar palabras o sonidos. Es posible que un
adolescente escuche con normalidad y, sin embargo, no recuerde las partes
importantes porque su memoria no está almacenándolas ni descifrándolas de
manera correcta. O tal vez escuche una frase pero no pueda procesarla,
especialmente si se usan palabras complejas, es muy larga o se dice
rápidamente, o si hay ruido de fondo. En el caso de los jóvenes con trastornos de
procesamiento auditivo central (central auditory-processing disorders, CAPD), el
zumbido de un ventilador o los sonidos típicos de una clase pueden interferir en el
aprendizaje.

e) Trastorno por déficit de atención con hiperactividad—TDAH


El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es un síndrome
conductual. Se trata de un trastorno del comportamiento caracterizado por
distracción moderada a grave, períodos de atención breve, inquietud motora,
inestabilidad emocional y conductas impulsivas.
El TDAH es el trastorno del desarrollo neurológico diagnosticado con mayor
frecuencia en los niños, de inicio siempre en la infancia, que persiste hasta la
edad adulta en un elevado porcentaje de casos y suele ocasionar un impacto muy
negativo sobre múltiples áreas de funcionamiento. Tiene una respuesta muy alta
al tratamiento, aunque se acompaña de tasas elevadas de comorbilidad
psiquiátrica. Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM-V): “Habitualmente, los síntomas empeoran en las situaciones que exigen
una atención o un esfuerzo mental sostenidos o que carecen de atractivo o
novedad intrínsecos (p. ej., escuchar al maestro en clase, hacer los deberes,
escuchar o leer textos largos que no son de sus gustos, o trabajar en tareas
monótonas o repetitivas)”.
Históricamente, este trastorno ha recibido distintas caracterizaciones e
innumerables denominaciones, lo que dificulta las consultas de la literatura
especializada. Cabe agregar que la sigla inglesa ADHD (attention-deficit

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hyperactivity disorder: ‘trastorno por déficit de atención con hiperactividad’) se usa


ampliamente para referirse a este síndrome
La American Academy of Pediatrics (AAP) ha publicado recomendaciones
sobre las pautas para el diagnóstico y el tratamiento del trastorno por déficit de
atención con hiperactividad (Attention Deficit/Hyperactivity Disorder, ADHD). Las
pautas, desarrolladas por un panel de expertos en medicina, en salud mental y en
educación, están dirigidas a los médicos de atención primaria (y también a los
padres) para ayudar a comprender mejor cómo reconocer y tratar el TDHA, el
trastorno neuroconductual más común de la niñez.
Entre el 4% y el 12% de todos los niños en edad escolar tienen TDHA El primer
paso, diagnosticar la afección, por lo general, no puede hacerse con éxito hasta
que el niño tenga, aproximadamente, seis años.
Las pautas de la AAP incluyen lo siguiente para el diagnóstico:

 La evaluaciones del TDHA deben ser iniciadas por el médico clínico de


atención primaria en el caso de niños que muestran signos de problemas
escolares, bajo rendimiento académico, relaciones problemáticas con los
maestros, los miembros de la familia y los pares, y otros problema del
comportamiento. Las preguntas a los padres, ya sean directas o mediante
un cuestionario previo a la visita, acerca de la escuela y los problemas del
comportamiento pueden ayudar a alertar a los médicos sobre un posible
TDHA.
 Al diagnosticar el TDHA, los médicos deben usar los criterios del Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V)
desarrollados por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (American
Psychiatric Association) (los síntomas incluyen facilidad de
distracción, hiperactividad e impulsividad). Estas pautas requieren que los
síntomas del TDAH estén presentes en dos entornos o más de un niño, y
que afecten de manera negativa la función académica o social del niño
durante, al menos, seis meses.
 La evaluación del TDAH debe incluir información obtenida directamente de
los padres o los cuidadores, como también de un maestro de la escuela u
otro profesional de la escuela, acerca de los síntomas básicos del TDHA en
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diversos entornos, la edad de la aparición, la duración de los síntomas y el


grado de la discapacidad funcional.
 La evaluación de un niño con TDAH también debe incluir una evaluación
de las afecciones coexistentes: problemas del aprendizaje y del
lenguaje, agresión, problemas de disciplina, depresión o ansiedad. Casi un
tercio de los niños a los que se les diagnostica TDAH también tienen una
afección coexistente.

Las pautas de tratamiento incluyen las siguientes recomendaciones:


 Los médicos clínicos de atención primaria deben establecer un programa
de tratamiento que reconozca el TDAH como una afección crónica. Esto
implica la necesidad de educar sobre la afección y un sistema de control
sostenido para registrar los efectos del tratamiento y los cambios del
desarrollo en el comportamiento.
 El médico clínico que brinda el tratamiento, los padres y el niño, junto con
el personal de la escuela, deben especificar objetivos adecuados para
guiar el manejo. Los objetivos deben estar relacionados con los problemas
específicos del niño individual, como el desempeño escolar, la dificultad
para terminar tareas y los problemas de interacción con compañeros de
escuela.
 Si es apropiado, el médico clínico debe recomendar una terapia
conductual y/o medicamentos estimulantes para mejorar síntomas
específicos en los niños con TDAH. Las pautas proporcionan una reseña
de la evidencia científica para recomendar medicamentos y terapia
conductual.
 Cuando el tratamiento para un niño con TDAH no ha cumplido sus
objetivos, los médicos clínicos deben reevaluar el diagnóstico original,
todos los tratamientos apropiados, la adhesión al plan de tratamiento y las
afecciones coexistentes, lo que incluye las discapacidades del aprendizaje
y las afecciones de salud mental.
 El médico clínico debe brindar al niño con TDAH un seguimiento periódico
y sistemático. El control debe estar dirigido a los objetivos individuales del
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niño y a cualquier efecto adverso del tratamiento, y la información debe


recolectarse de los padres, los maestros y el niño. Las pautas recomiendan
áreas para futuras investigaciones en relación con opciones de tratamiento,
resultados a largo plazo y otras áreas en el manejo de los niños con TDHA.

Si bien pareciera, a menudo, que el TDHAH se atenúa durante la pubertad,


“Sabemos que eso no es verdad”, señala la Dr. Suzanne Boulter, pediatra de
Concord, New Hampshire. “En realidad, la hiperactividad puede disminuir, pero la
falta de atención y la impulsividad no se modifican. A medida que estos jóvenes
atraviesan la escuela secundaria y la universidad, es posible que estos problemas
sean el mayor obstáculo para el éxito académico”.

f) Trastorno del espectro autista/Trastorno generalizado del desarrollo


El autismo es un trastorno con una variedad de síntomas que van de leves a
graves. Las etiquetas, como autismo clásico, síndrome de Asperger y trastorno
generalizado del desarrollo no especificadas de ninguna otra manera son
confusas porque los jóvenes con estas afecciones tienen muchas características
en común, como capacidades sociales deficientes, hipersensibilidad a imágenes y
sonidos, dificultades para adaptarse al cambio y otros intereses idiosincrásicos
(distintivos). La diferencia entre un niño y otro es, frecuentemente, una cuestión
de grado. Como resultado, todos estos diagnósticos son parte de un trastorno del
espectro autista.
El síndrome de Asperger y el autismo ocupan lados opuestos en el espectro;
de hecho, el síndrome de Asperger (Asperger´s syndrome, AS), a menudo, es
conocido como autismo “leve”. Si bien la mayoría de los niños con AS tienen una
inteligencia promedio o superior al promedio, cuatro de cada cinco niños y niñas
autistas demuestran algún grado de discapacidad intelectual. Otra diferencia
clave involucra el habla. Los niños con autismo, por lo general, tienen un retraso
en el habla. Por otro lado, los niños con síndrome de Asperger tienden a ser
verbalmente precoces. Y una vez que comienzan a hablar, es como un dique que
se rompe El Dr. Hans Asperger, el pediatra austríaco que descubrió el trastorno,

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llamaba a sus pacientes “pequeños profesores”, por sus inclinaciones a dar


cátedra.
“Dependen mucho de sus destrezas del lenguaje para arreglárselas -observa
el Dr. William Lord Coleman de Duke University Medical Center y University of
North Carolina School of Medicine- y, por lo tanto, las utilizan excesivamente. Esto
puede abrumar a las personas.” Esto juega un papel importante en las dificultades
que tienen para interactuar con sus pares. Los adolescentes que tienen el
síndrome de Asperger pasan muchísimo tiempo (incluso para los adolescentes)
en su propio mundo pero, por lo general, se sienten solos y desean hacer amigos.
El problema es que no saben cómo actuar en los entornos sociales. Entre esto y
sus excentricidades, es posible que se vuelvan víctimas de burlas y de
intimidaciones. Los padres de un niño con AS, o cualquier otro trastorno, deben
hacer todo lo posible para estar en sintonía con los humores del joven. Las tasas
de ansiedad, depresión y suicidio son inusualmente altas en este grupo.
Para distinguir el autismo clásico del síndrome de Asperger los pediatras y los
especialistas pediátricos se basan en las pautas de diagnóstico del Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders). La mayor parte de los niños se encuentran en algún
lugar del medio del espectro. Aproximadamente, solo un joven de cada mil recibe
un diagnóstico de autismo clásico. Se cree que la incidencia (cantidad de casos)
del síndrome de Asperger es el doble y, posiblemente, el triple.

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3. Enuresis y encopresis

a) Enuresis

La enuresis nocturna es el término médico que define a la incontinencia


urinaria (orinarse) que afecta al niño durante la noche. El niño puede tener
dificultades para reconocer cuándo su vejiga está llena, incluso estando despierto,
por lo que puede orinarse involuntariamente en cualquier momento del día o de la
noche. La enuresis nocturna es cuando el niño moja la cama durante las horas del
sueño. Cuando el niño se orina durante el día, se llama enuresis diurna. Se trata
de dos condiciones clínicas muy diferentes.
La enuresis nocturna es común en niños pequeños. Se presenta en
aproximadamente 1 de cada 10 niños de cinco años y disminuye a 2 de cada 100
adolescentes de 15 años. La micción (acto de orinar) no intencional e
inconsciente durante la noche es una etapa normal del desarrollo del niño. No se
debe considerar como un aprendizaje fallido del uso del baño. Cada niño madura
y desarrolla el control de la vejiga a su propio ritmo. Pocos niños logran controlar
la micción nocturna antes de los 3 años de edad. La mayoría de los niños
aprenden a hacerlo en algún momento entre los 3 y los 8 años.
En la mayoría de los casos, la enuresis nocturna ocurre simplemente porque el
niño duerme profundamente y no se despierta cuando su vejiga está llena. A
menudo, la tendencia de mojar la cama tiene un componente hereditario. Si
alguno de los padres padeció enuresis nocturna, es probable que el niño también
la padezca.
En casos muy raros, la diabetes de tipo 1 o defectos congénitos del tracto
urinario pueden ser la causa de la enuresis. Sin embargo, estas afecciones no
sólo causan enuresis nocturna, sino también síntomas diurnos. Por ello, si el niño
no presenta síntomas diurnos, se debería tener la tranquilidad de que el niño es
completamente sano.
Los problemas emocionales y de conducta, como la ansiedad, una mudanza o
el nacimiento de un hermano, no son en sí causas de enuresis nocturna, aunque

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la ansiedad y la falta de autoestima pueden sobrevenir si la enuresis se la trata


como un problema del niño.
Considerando el momento en que el niño presenta la incontinencia de la orina,
tanto la frecuencia como si se acompaña de algún otro síntoma, pueden
determinar diferentes tipos de enuresis:
1. Según el momento o el ritmo de presentación, se denomina:
- Enuresis primaria: Cuando el niño nunca ha controlado la orina. Es el caso
más común (el 80 por ciento de los casos).
- Enuresis secundaria: Cuando el niño vuelve a mojar la cama tras un
periodo de entre tres a seis meses de presentarse un control regular. Es
decir, cuando el niño consigue controlar los esfínteres, pero pasado un
tiempo, vuelve a no tener controle sobre su micción.

2. Según se acompañe o no de otros síntomas en las vías urinarias, se


distinguen:
- Enuresis mono sintomática: La más habitual en la práctica clínica (90 por
ciento de los casos).
- Enuresis no mono sintomática: Acompañada de otras alteraciones
del control de la orina, como la incontinencia diurna o la sensación de
necesidad inmediata de orinar (urgencia miccional), etc.

3. Según su frecuencia:
- Enuresis continua, cuando el niño moja la cama todos los días.
- Enuresis intermitente, cuando el niño se levanta seco algunos días, y
mojado los demás días.

Al llevar al niño al especialista, es muy importante tener claro la frecuencia y el


ritmo con que el niño orina. También es conveniente que se aporte datos sobre
los hábitos y las costumbres del niño. Eso ayudará al urólogo en su diagnóstico.

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b) Encopresis

Si un niño de más de 4 años ha sido entrenado para usar el inodoro y luego


defeca y ensucia sus ropas nuevamente, esto se denomina encopresis. El niño
puede o no estar haciendo esto a propósito.
El niño generalmente tiene estreñimiento. Las heces son duras, secas y se
atascan en el colon (lo que se denomina retención fecal). El niño luego evacua
sólo heces húmedas o casi líquidas que pasan alrededor de las heces duras. El
escape de las heces puede ocurrir durante el día o la noche.

Otras causas pueden abarcar:

 El niño no recibió educación de esfínteres.


 La educación de los esfínteres comenzó cuando el niño estaba demasiado
pequeño.
 Problemas emocionales, como el trastorno de oposición desafiante.
 Trastorno de conducta

Cualquiera que sea la causa, el niño puede sentir vergüenza, culpabilidad o


pérdida de autoestima y puede ocultar señales de encopresis.

Factores que pueden incrementar el riesgo de encopresis:

 Pertenecer al género masculino


 Estreñimiento crónico
 Nivel socioeconómico bajo

Los síntomas pueden abarcar cualquiera de los siguientes:

 No ser capaz de retener las heces hasta llegar al baño (incontinencia


intestinal).
 Defecación en lugares inapropiados (como en la ropa del niño).
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 Mantener las defecaciones en secreto.


 Tener estreñimiento y heces duras.
 Algunas veces evacuación de heces muy grandes que casi obstruyen el
inodoro

De acuerdo a algunos estudios al respecto, 15% de quienes sufren


encopresis lo heredaron de sus padres, es decir, alguno de ellos lo padeció en su
infancia. Ahora bien, dentro de las causas se reconocen dos tipos de encopresis:
fisiológicas, que refieren a alguna anomalía orgánica, y psicológicas, aunque se
conocen casos en donde se combinan ambas.
En el primer tipo es común que haya alteración en los movimientos del
colon (sección del intestino en el que se forma el bolo fecal y se prepara para ser
desechado), principalmente en contracción y elasticidad, lo que da pie a
estreñimiento donde la materia fecal se impacta (adhiere) a las paredes del
órgano; cuando así sucede se produce material semilíquido que se derrama
involuntariamente por el ano como reflejo al estímulo de la ocupación o dilatación
del colon.
Para contrarrestar el estreñimiento se recomienda una dieta con alto contenido
en fibra, frutas, legumbres, cereales integrales y cantidades abundantes de agua
y líquidos, los cuales favorecen el paso de heces más blandas disminuyendo las
posibles molestias causadas por las deposiciones. El uso de laxantes,
supositorios o lavativas deberán ser prescritos por el médico.
Cuando existe encopresis sin presencia de estreñimiento se trata de un
problema psicológico, siendo frecuente en niños que fueron exigidos en exceso
durante el entrenamiento del control de esfínteres (músculo que abre y cierra el
orificio que da salida a la excreción u orina, o para retenerlos, como los del ano y
la vejiga), el cual pudo haber sido inadecuado o punitivo (doloroso, represivo o
agresivo), causando incluso fobia al inodoro.
El niño en este caso puede percibir la evacuación como una experiencia
negativa y retener las heces por temor a las consecuencias de ensuciarse y,
lógicamente, mientras más retenga peores serán las consecuencias.

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En otros chicos, la encopresis suele ser un desafío hacia el entorno, una forma
de llamar la atención, principalmente en niños antisociales o de carácter agresivo,
impulsivo e incluso en hiperactivos; cabe señalar que este problema es muy
común en individuos con cierto retraso mental.
En todos los niños encopréticos suele producirse vergüenza ante los demás,
con sentimientos de culpabilidad y baja autoestima, acrecentándose el problema
al sufrir acusaciones de padres y hermanos, o al ser descubiertos por los
compañeros de escuela.
Para conocer el origen del padecimiento deberá realizarse una evaluación
médica que descarte anomalías en el sistema digestivo, la cual partirá de una
historia clínica en la que se informe qué medicamentos se han empleado desde el
nacimiento; igualmente deberá realizarse una revisión psiquiátrica en la que se
hará una valoración de los trastornos de conducta, afectivos e incluso mentales,
así como de los posibles antecedentes en la familia y el ambiente que priva en
ésta.

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4. Trastornos por TICS y otros

Los tics son espasmos, movimientos o sonidos repentinos que se hacen de


manera repetitiva. Las personas que tienen tics no pueden controlarlos
voluntariamente. Por ejemplo, puede ser que una persona con un tic motor
parpadee una y otra vez, sin parar, o que una persona con un tic vocal emita
gruñidos involuntariamente.
Los trastornos de tics se diferencian por el tipo de tic que está presente (motor
o vocal, o una combinación de ambos) y por la duración de los síntomas. Las
personas con ST presentan ambos tipos de tics, motores y vocales, y han tenido
los síntomas durante al menos 1 año. Las personas con trastorno de tic
persistente motor o vocal tienen tics motores o vocales, y han padecido los
síntomas durante al menos 1 año. Las personas con trastorno de tic transitorio
pueden tener tics motores o vocales, o ambos, pero han presentado los síntomas
durante menos de 1 año. Los criterios de diagnóstico se actualizaron con la
reciente publicación de la 5.a edición del DSM. Uno de los cambios en este
manual fue usar el término trastorno de tic “transitorio” en vez de trastorno de tic
“pasajero” para los tics que hubieran comenzado menos de un año antes del
diagnóstico. En el DSM-IV, para diagnosticar el ST o el trastorno de tic persistente
se necesitaba que no hubiera ningún periodo de 3 meses o más sin tics, en el año
previo al diagnóstico. Esto ya no se exige.
En el DSM-5 se incluyen tres tipos de trastornos de tics:
1. Trastorno de Tourette (también llamado síndrome de Tourette [ST])

Para que una persona reciba el diagnóstico del ST, debe cumplir los siguientes
criterios:
 Tener dos o más tics motores (por ejemplo, parpadear y encogerse de
hombros) y al menos un tic vocal (por ejemplo, tararear, aclararse la
garganta o gritar una palabra o una frase), aunque es posible que no todos
ocurran al mismo tiempo.

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 Haber tenido tics durante al menos un año. Los tics pueden ocurrir muchas
veces al día (por lo general en ataques), casi todos los días, o de vez en
cuando.
 Tener tics que hayan comenzado antes de los 18 años.
 Tener síntomas que no se deban al consumo de medicamentos u otras
drogas ni a otra afección (por ejemplo, convulsiones, enfermedad de
Huntington o encefalitis posviral).

2. Trastorno de tic persistente (también llamado crónico) motor o vocal

Para que una persona reciba el diagnóstico de trastorno de tic persistente, debe
cumplir los siguientes criterios:
 Tener uno o más tics motores (por ejemplo, parpadear y encogerse de
hombros) o tics vocales (por ejemplo, tararear, aclararse la garganta o
gritar una palabra o una frase), pero no de ambas clases.
 Tener tics que ocurran muchas veces al día casi todos los días o de vez en
cuando por un periodo mayor a un año.
 Tener tics que hayan comenzado antes de los 18 años.
 Tener síntomas que no se deban al consumo de medicamentos u otras
drogas ni debido a una afección que pueda causar tics (por ejemplo,
convulsiones, enfermedad de Huntington o encefalitis posviral).
 No haber recibido un diagnóstico del ST.

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3. Trastorno de tic transitorio

Para que una persona reciba el diagnóstico de trastorno de tic transitorio, debe
cumplir los siguientes criterios:
 Tener uno o más tics motores (por ejemplo, parpadear y encogerse de
hombros) o tics vocales (por ejemplo, tararear, aclararse la garganta o
gritar una palabra o una frase).
 Haber tenido los tics por no más de 12 meses seguidos.
 Tener tics que hayan comenzado antes de los 18 años.
 Tener síntomas que no se deban al consumo de medicamentos u otras
drogas ni a una afección que pueda causar tics (por ejemplo, enfermedad
de Huntington o encefalitis posviral).
 No haber recibido el diagnóstico del ST o del trastorno de tic persistente
motor o vocal.

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5. Trastornos del ánimo

Los trastornos del estado de ánimo que probablemente sean los que
experimenten los niños con TDAH incluyen el trastorno distímico, trastorno
depresivo mayor (MDD) y el trastorno bipolar. El trastorno distímico se puede
caracterizar como una depresión crónica de bajo grado, irritabilidad persistente y
un estado de desmoralización, a menudo con baja autoestima. El trastorno
depresivo mayor es una forma más extrema de depresión que puede presentarse
en niños con TDAH e incluso con más frecuencia entre adultos con TDAH. El
trastorno distímico y MDD se desarrollan por lo general varios años después de
que un niño es diagnosticado con TDAH y si se deja sin tratar, puede empeorar
con el tiempo. El trastorno bipolar es un trastorno afectivo grave que
recientemente se reconoció que ocurre en los niños. A diferencia de los adultos
que sufren de distintos períodos de euforia y depresión considerable, los niños
con trastorno bipolar presentan un trastorno más complejo de extrema
inestabilidad emocional, problemas del comportamiento y problemas sociales.
Existe un traslape significativo con síntomas de TDAH y muchos niños con
trastorno bipolar también califican para un diagnóstico de TDAH.
Cada niño se siente desanimado o actúa irritable de vez en cuando. Los niños
con TDAH, quienes con frecuencia tienen que lidiar con desafíos adicionales en la
escuela y con sus compañeros, pueden mostrar estos comportamientos más que
la mayoría. Sin embargo, si su hijo dice estar deprimido, parece irritable o triste
una gran parte de cada día, más días de lo que no lo está, es posible que tenga
un trastorno distímico coexistente. Para ser diagnosticado con el trastorno
distímico, un niño debe tener también al menos dos de los siguientes síntomas:

 Falta de apetito o comer en exceso


 Insomnio o sueño excesivo
 Poca energía o fatiga
 Baja autoestima
 Falta de concentración o dificultad para tomar decisiones
 Sentimientos de desesperanza

20
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Antes de que el trastorno distímico se pueda diagnosticar, los niños deben


haber tenido estos síntomas durante un año o más, aunque los síntomas pueden
haber desaparecido durante un máximo de 2 meses a la vez en el mismo año.
Los síntomas tampoco deben ser causados por otro trastorno afectivo, tales como
MDD o trastorno bipolar, una condición médica, abuso de sustancias, o
simplemente relacionados con el TDAH en sí (baja autoestima derivados de un
mal funcionamiento en la escuela, por ejemplo). Por último, debe probarse que los
síntomas afectan de manera significativa las áreas sociales, académicas u otras
áreas de funcionamiento de su hijo en la vida diaria.
El trastorno depresivo mayor se caracteriza por un estado de ánimo casi
constantemente de depresión o irritabilidad o una marcada pérdida de interés o
placer en todas o casi todas las actividades diarias. Además de los síntomas
mencionados anteriormente para el trastorno distímico, un niño con MDD puede
llorar todos los días, aislarse de los demás, a ser extremadamente autocrítico,
hablar de la muerte, o incluso pensar, planear o llevar a cabo un intento de
suicidio. A diferencia de los estallidos breves de carácter mostrados por un niño
con ODD que no se salga con la suya, la irritabilidad del niño deprimido puede ser
casi constante y sin vínculo a ninguna causa clara. Su incapacidad para
concentrarse difiere de la falta de atención del tipo TDAH ya que se acompaña de
otros síntomas de la depresión, como la pérdida de apetito o pérdida de interés en
sus actividades favoritas. Por último, la propia depresión no se debe a una causa
aparente, en lugar de estar desmoralizado a causa de los obstáculos específicos
que plantea el TDAH o deprimirse en respuesta al divorcio de los padres o
cualquier otra situación estresante. (De hecho, las investigaciones han
demostrado que la intangibilidad de la familia de un niño y su nivel
socioeconómico tienen poco o ningún efecto sobre si un niño desarrolla MDD).
Mientras que los niños solo con TDAH/CD no están en riesgo superior al normal
de un intento de suicidio, los niños con TDAH/CD, que también tienen un trastorno
depresivo mayor y están involucrados en el abuso de sustancias son más
propensos a cometer ese intento y deben ser observados con atención.
Hablar de suicidio (incluso si no está seguro de si es grave), un intento de
suicidio, autolesiones, cualquier comportamiento violento o abstinencia grave
21
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

debe considerarse una emergencia que requiere la atención inmediata de su


pediatra, psicólogo, u hospital local.
Un niño deprimido puede admitir sentirse culpable o triste o puede negar tener
algún problema. Es importante tener en mente el hecho de que muchos niños
deprimidos se rehúsan a admitir sus sentimientos y los padres con frecuencia
pasan por alto los comportamientos sutiles que indican un trastorno afectivo. Al
mantener un estrecho contacto con su maestro, llevar a su hijo a cada una de sus
revisiones de tratamiento con su pediatra, e incluirlo en todas las discusiones
sobre su tratamiento, según corresponda a su edad, puede mejorar las
posibilidades de que su pediatra o profesional de la salud mental detecte
cualquier señal de desarrollo de depresión, y que tendrá a alguien con quien
hablar de sus sentimientos.
Un niño con trastorno bipolar y TDAH es propenso a los arrebatos explosivos,
cambios de humor extremos del estado de ánimo (alta, baja o mixta), y graves
problemas de comportamiento. Este niño es a menudo muy impulsivo y agresivo,
con arranques prolongados que por lo general "salen de la nada", o en respuesta
a las frustraciones triviales. Podría tener un historial de ansiedad. También puede
tener un nivel de energía muy alto y experimentar pensamientos acelerados y
autoestima o grandiosidad elevadas, locuacidad extrema, agitación física y
emocional, comportamiento excesivamente sexual, o una menor necesidad de
sueño. Estos síntomas pueden alternarse con períodos de depresión o
irritabilidad, durante los cuales su comportamiento se asemeja al de un niño con
MDD. Un niño con TDAH/trastorno bipolar, regularmente tiene habilidades
sociales deficientes. Las relaciones familiares son a menudo tensas debido a un
comportamiento extremadamente impredecible, agresivo o desafiante del niño. Al
principio los síntomas pueden solo ocurrir en casa, pero a menudo comienzan a
ocurrir en otros entornos a medida que el niño crece. El trastorno bipolar es
untrastorno psiquiátrico grave que a veces puede incluir síntomas psicóticos
(delirios/alucinaciones) o conductas autolesivas como cortarse, pensamientos o
impulsos suicidas, y abuso de sustancias. Muchos niños con trastorno bipolar
tienen un historial familiar de trastorno bipolar, trastorno afectivo, TDAH, o abuso
de sustancias. Los niños con TDAH y trastorno bipolar tienen mayor riesgo de
22
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

abusar de sustancias y otros problemas graves durante la adolescencia que los


que solo tienen TDAH.
Al igual que con TDAH con trastornos de ansiedad, el tratamiento contra TDAH
con depresión por lo general implica un enfoque amplio. Los enfoques de
tratamiento puede incluir una combinación de terapia cognitivo-conductual, terapia
interpersonal (centrada en las áreas de dolor, relaciones interpersonales,
conflictos, transiciones de la vida y las dificultades personales), la psicoterapia
tradicional (para ayudar con la autocomprensión, identificación de los
sentimientos, mejora de la autoestima, cambios en los patrones de
comportamiento, interacciones interpersonales, y hacer frente a los conflictos), así
como terapia familiar cuando sea necesario.
Los enfoques de administración de medicamentos, como con TDAH y otros
trastornos coexistentes, incluyen tratar primero la enfermedad más discapacitante.
Si los síntomas relacionados con el TDAH causan la mayoría de sus problemas
de funcionamiento, o las señales de la depresión no son del todo claras, es
probable que el pediatra de su hijo comience con medicamentos estimulantes
para tratar el TDAH. En casos cuando los síntomas depresivos resultan derivarse
de un mal funcionamiento debido al TDAH y no a un trastorno depresivo, estos
pueden disminuir a medida que los síntomas del TDAH mejoran. Si los síntomas
del TDAH y depresivos mejoran, es probable que el pediatra de su hijo mantenga
solo el tratamiento estimulante. Si los síntomas de TDAH mejoran pero la
depresión sigue igual, incluso después de una prueba razonable del tipo de
enfoque psicoterapéutico general descrito anteriormente, su pediatra puede
agregar otro medicamento, por lo general un SSRI, una clase de medicamentos
como Prozac, Zoloft, Paxil, Luvox y Celexa. Los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina pueden hacer que los síntomas del trastorno bipolar
empeoren, por lo que se debe completar una evaluación cuidadosa antes de
iniciar con los medicamentos. Si este procedimiento no funciona, se le puede
referir a un pediatra del desarrollo o del comportamiento o un psiquiatra, quien
puede tratar con otras clases de medicamentos.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

6. Trastornos de ansiedad

a) Trastorno Ansiedad de Separación (TAS)

La Ansiedad de separación es un proceso habitual del desarrollo evolutivo


“normal” del niño. Tiene carácter universal ya que se ha observado su presencia
en las diferentes culturas humanas a partir de los 6 a 8 meses de edad. Tiene
también un alto valor adaptativo para la especie dado que este tipo de ansiedad
produce en el niño estrategias para mantener cerca a los padres y asegurarse así
su propia protección ante posibles peligros externos. En épocas remotas donde la
especie humana no era la dominante, los niños con ansiedad de separación
pudieron tener una mayor probabilidad de supervivencia. Hoy en día, esta
ansiedad sigue acompañando a muchos niños en edad infantil de forma natural
pero, en algunos casos, se manifiesta de forma muy intensa, persiste en el tiempo
y supera lo que cabría esperarse por su período evolutivo. Es entonces cuando
podemos sospechar la presencia del denominado Trastorno de Ansiedad de
Separación (TAS).
El aspecto esencial del TAS es la ansiedad excesiva relacionada con la
separación de las personas a las que está vinculado el niño (normalmente los
padres y especialmente la madre) o con la separación del hogar o de otros
familiares próximos. Sus síntomas se manifiestan a nivel cognitivo (preocupación
excesiva y persistente a perder las figuras de apego o a que les suceda algo
malo), conductual (resistencia o rechazo a acudir a la escuela u otro lugar,
negarse a dormir sólo o fuera de casa si no está cerca la figura de vinculación),
y somáticas (dolores de estómago, cabeza, pesadillas recurrentes, náuseas, etc.).
El TAS suele darse asociado a la presencia de una fobia o rechazo escolar
y, en consecuencia, de un notable deterioro académico y social. Algunos autores
(Sandin y Chorot, 1995) cuestionan la entidad nosológica de la fobia escolar y la
interpretan como un síntoma más del TAS o de otras formas de ansiedad
(ansiedad social) o de determinadas fobias específicas relacionadas con el
contexto escolar. También hay que establecer una distinción con el Trastorno de
Ansiedad Generalizada (TAG). En este último, la ansiedad suele ser general y

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

estar vinculada a cualquier situación, ocurriendo independientemente de la


separación de las figuras afectivas.
Aunque posiblemente los principales problemas asociados al TAS sean las
de tipo escolar, este trastorno suele interferir también en su desarrollo normal y en
las relaciones con sus iguales ya que estos niños suelen tener dificultades para
participar en juegos, actividades, deportes, etc. cuando están fuera del hogar o sin
el acompañamiento de los padres. El TAS suele cursar con un elevado malestar y
perturbación en el niño que lo padece, siendo frecuentes los síntomas fóbicos, de
ansiedad, quejas somáticas e incluso sintomatología depresiva.
La edad de comienzo más frecuente del TAS se ha situado en la niñez media,
entre los 7 y 9 años de edad. Suele también aparecer, no obstante, durante la
edad preescolar.
Es más frecuente durante la preadolescencia que en la adolescencia pero
si aparece en esta última etapa su pronóstico es peor. Comentar también que se
ha sugerido una mayor incidencia en población femenina tanto en estudios
comunitarios como en población clínica si bien la APA (1994) afirma que solo se
han observado diferencias consistentes hacia una superior prevalencia femenina
en los estudios comunitarios.
Las técnicas para el tratamiento de la ansiedad de separación son las
mismas que se utilizan habitualmente en los trastornos de ansiedad en general.
Nos referimos a las estrategias cognitivo conductuales que suelen contemplar
como eje fundamental del tratamiento la exposición a los estímulos causantes de
la ansiedad.
Estos tratamientos para el TAS normalmente incluyen programas
conductuales dirigidos a incrementar la conducta independiente del niño,
promoviendo actividades graduadas que suponen la separación de los padres
(por ejemplo, asistencia al colegio, estar en casa de amigos, salir de excursión
con sus compañeros, pasar la noche en casa de familiares, etc.).
Para trazar adecuadamente el tratamiento deberemos analizar
minuciosamente las circunstancias que preceden y siguen (consecuencias) a la
ocurrencia de la ansiedad de separación. Sucede, en algunos casos, que estos
episodios quedan reforzados por una actuación inadecuada de los padres u otras
25
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

personas cercanas al niño. Es el caso del niño que tras manifestar ansiedad de
separación recibe inmediatamente mucha atención especialmente por parte de la
madre (sobreprotección). Si esta atención se da sólo en estas circunstancias
puede reforzar secundariamente estos episodios.
El procedimiento de extinción se puede aplicar para eliminar ciertas
consecuencias que refuerzan negativamente (evitación del colegio) o
positivamente como es el caso anteriormente descrito donde el niño recibe mucha
atención tras el episodio y puede conseguir ciertos privilegios (juguetes, jugar en
horas de colegio, etc.).
No obstante, la línea de intervención central debe ser, como se ha
comentado, la exposición. En niños, la mejor opción es la que contempla la
exposición gradual (Desensibilización Sistemática), paso a paso, a partir del
establecimiento de una jerarquía previa de situaciones generadoras de ansiedad.
El niño se irá aproximando de forma progresiva de menor a mayor grado de
ansiedad, no pasando a la etapa inmediatamente superior si no ha alcanzado
adecuadamente la anterior. Igualmente se aconseja utilizar la exposición en vivo
respecto a la imaginada.
Finalmente las orientaciones a los padres resultan fundamentales.
Especialmente hay orientarles para que sepan reforzar los pequeños avances
positivos. También puede ayudarnos establecer pequeñas actividades de juego o
relajación donde el niño puede ensayar técnicas sencillas para aprender a reducir
su nivel de ansiedad.

b) Mutismo Selectivo

El mutismo selectivo es un problema de inhibición del habla que suele tener


su inicio en la etapa preescolar. El trastorno se caracteriza porque el sujeto, pese
a tener la capacidad del habla conservada, inhibe selectivamente la respuesta
verbal delante de determinadas situaciones sociales o lo restringe a ciertas
personas “de confianza” de su entorno familiar (normalmente padres y hermanos).

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

En algunas ocasiones, el mutismo puede iniciarse progresivamente como


consecuencia de una timidez extrema o también a partir de alguna situación
estresante (hospitalización, cambio de residencia, ciudad, etc.). Sea como fuere,
el mutismo selectivo puede resultar altamente incapacitante tanto en el terreno
educativo como en el social para los niños que lo padecen y siempre representa
un problema a tratar.
De lo investigado con niños que presentan mutismo selectivo, se deduce la
gran variabilidad que pueden presentan en sus interacciones sociales. Algunos de
ellos disfrutan activamente del contacto con los demás y juegan sin mayores
problemas, sin embargo, permanecen en silencio. Hay otros que desarrollan con
el amigo más cercano estrategias de comunicación alternativa (signos, miradas,
gestos, etc.). Hay también otro grupo que considera la mayor parte de las
interacciones sociales incomodas y no participan en absoluto. Por tanto, estamos
delante un mismo trastorno que puede tomar diferentes niveles de expresión y
afectación social.
Algunos estudios parecen avalar la hipótesis de una posible relación entre
mutismo selectivo en la niñez con fobia social en la etapa adulta, lo que les lleva a
plantear una misma base común que tomaría formas diferentes. Esta base la
constituirían factores de tipo ansiógeno ante situaciones sociales. No obstante,
siguiendo a algunos autores (J.Olivares; F.X.Mendez; R.M.Bermejo), parece
razonable considerar que el mutismo selectivo y la fobia social pueden compartir
el supuesto de estar definidos por patrones de respuestas de ansiedad y, en este
sentido, constituir el primero un factor de vulnerabilidad en relación con el
segundo en determinadas circunstancias, pero sin olvidar que entre ambos
existen notables diferencias tanto en el contexto evolutivo como en relación con el
sistema cognitivo.
Tal como se ha explicado e independientemente de la forma que adopte el
mutismo selectivo, los niños que la padecen suelen haber manifestado con
anterioridad algún tipo de ansiedad ante situaciones sociales. Con frecuencia su
historia incluye un periodo de desarrollo del lenguaje normal y apropiado en el
hogar pero con restricciones cuando están en la presencia de personas
desconocidas o con las que se encuentran en pocas ocasiones.
27
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Muchos de estos niños han mostrado, en algún momento de su desarrollo,


formas leves o moderadas de ansiedad de separación. También timidez excesiva,
aislamiento y retraimiento social, negativismo, tartamudeo, enuresis y conducta
oposicionista o manipuladora en el hogar.
Hay que destacar que, en algunos casos, el inicio del problema se da a
edades tempranas como consecuencia de los factores antes señalados de timidez
o ansiedad. No obstante, el problema puede prolongarse más allá de la edad de
inicio debido, también, a factores familiares como un exceso de protección y la
acomodación a sistemas alternativos no verbales que se consolidan.
Igualmente, una excesiva atención a estos comportamientos silenciosos por parte
de los padres o algunos familiares pueden reforzar en el niño dichas conductas al
obtener una atención “extra”. Esto puede ser especialmente cierto cuando
además se dan circunstancias especiales de tipo afectivo como puede ser la
presencia de un hermano más pequeño (celos y necesidad de tener más
protagonismo).
En definitiva, el mutismo selectivo sería el resultado de la presencia de
diferentes factores empezando por una vulnerabilidad de tipo ansiógeno delante
situaciones sociales pero también de factores afectivos, conductuales y familiares
que podrían prolongar en el tiempo el trastorno. Todo ello hace necesario un
exhaustivo estudio previo de todas estas variables para intentar descifrar el origen
y mantenimiento del trastorno.
El tratamiento del mutismo selectivo comprende una serie de actuaciones
que deben afrontar al menos tres problemas básicos que suelen darse
paralelamente al mutismo propiamente dicho:
a) La alta ansiedad presente en el niño ante determinadas situaciones
sociales.
b) La limitada experiencia que ha tenido el niño de hablar con personas
ajenas a su núcleo familiar.
c) La presencia, en un grado u otro, de apoyo para la comunicación no
verbal fomentada por personas de su entorno.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

En general, se admite la eficacia del tratamiento conductual del mutismo


selectivo cuando el sujeto todavía habla a una o más personas (normalmente
padres y hermanos). Las estrategias a seguir generalmente conllevan la
exposición del sujeto a las situaciones en las que éste inhibe el habla.

c) Fobias

Es un temor fuerte e irracional de algo que representa poco o ningún


peligro real.
Existen muchos tipos de fobias. La acrofobia es el temor a las alturas. La
agorafobia es el temor a los lugares públicos y la claustrofobia es el temor a los
espacios cerrados. Si se siente ansioso e inseguro de las situaciones sociales
cotidianas, usted podría tener una fobia social. Otras fobias comunes incluyen los
túneles, conducir en autopistas, el agua, volar, los animales y la sangre.
Las personas con fobias intentan evitar lo que les provoca miedo. Si eso no es
posible, pueden sentir:
 Pánico y miedo
 Taquicardia, cuando el corazón late muy rápido
 Falta de aire
 Temblores
 Un fuerte deseo de huir
En general, las fobias comienzan en la niñez o en la adolescencia y continúan
durante la edad adulta. Las causas de las fobias no se comprenden bien todavía
pero sí se sabe que a veces pueden ser hereditarias.
Un niño puede sentir un miedo natural ante la presencia de un perro grande
mostrándose reacio a tocarlo y manteniéndose discretamente a cierta distancia (le
tiene miedo). En otro niño la simple visión del perro o su ladrido puede despertar
la necesidad de correr inmediatamente, sintiendo un malestar profundo y
necesitando alejarse a mucha distancia para tranquilizarse. En éste último caso
no ha habido ninguna causa objetiva que pueda justificar el temor del niño (salvo
en el caso de que el niño hubiera sido víctima con anterioridad de la acción de
algún perro). Las expectativas de que el perro le pueda atacar cuando va

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

acompañado de sus padres y el perro se encuentra a distancia y va atado son


irracionales. A este miedo irracional le llamamos fobia.
Relacionado con los miedos y las fobias suele hablarse también de ansiedad.
La ansiedad está muy presente en todos los procesos de miedos y, en especial,
en las fobias. El término se utiliza para poner de relieve las importantes
alteraciones psicofisiológicas que se producen en nuestro organismo cuando
experimentamos un miedo intenso. Este estado de activación puede producirse
ante un estímulo concreto (fobia específica) u otro que la persona no puede
describir con exactitud. Algunos autores lo han denominado el “temor a sentir
miedo”.
La activación fisiológica se manifiesta, entre otros, por una activación de las
glándulas sudoríparas (manos pegajosas, húmedas), aumento de la frecuencia e
intensidad cardíaca, elevación del tono muscular, etc. El cuerpo se prepara para
una respuesta de escape o huida activando los sistemas motores. Si el niño es
obligado a permanecer ante el estímulo o situación temida la voz se torna
temblorosa, se producen bloqueos, tics, muecas faciales. Cada niño manifestará
su ansiedad de diferente forma según sus características.La ansiedad se
retroalimenta creando un círculo vicioso a nivel cognitivo con los pensamientos
irracionales (el perro tiene un aspecto muy fiero y viene a por mí; la oscuridad
siempre es peligrosa).
Las fobias infantiles son algo para preocuparse únicamente cuando
interfieren en la vida cotidiana de los chicos. Los niños que padecen fobias
tienden a evitar todo aquello que podría desencadenar sus temores: por ejemplo,
un niño de ocho años que no puede dormir con la luz apagada por su terror a la
oscuridad, o una pequeña que se niega a ir a jugar al parque por temor a
encontrarse un insecto.
Existen algunas fobias que son particularmente comunes entre los niños. Por
ejemplo, la fobia específica, que es el miedo a determinado objeto o situación fácil
de identificar. Por ejemplo, el miedo a las serpientes, a los insectos o a los
payasos. Otra fobia frecuente entre los niños es la agorafobia, el miedo a
encontrarse en una situación donde sea difícil salir o recibir ayuda: es el caso del
niño que se angustia en demasía al perder de vista a su madre en una tienda.
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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Otra fobia muy frecuente entre los niños, adolescentes y adultos es la fobia social.
Se caracteriza porque la persona se angustia en situaciones donde se siente
expuesta: hablando frente a la clase, por ejemplo, o caminando delante de otros
niños para poder pasar al baño.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

7. Trastorno obsesivo compulsivo (TOC)

El TOC es un trastorno de la ansiedad que consiste en obsesiones y


compulsiones. Las obsesiones son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos
intrusivos no deseados y que producen preocupación, culpa, o vergüenza. Las
compulsiones, también denominadas como rituales, son conductas que el niño
siente que debe realizar repetidamente para aminorar los sentimientos molestos o
prevenir que algo malo ocurra. Para un diagnóstico adecuado de TOC, estos
comportamientos deben ocupar tiempo e interferir con la actividad diaria del niño.
Los niños pueden preocuparse por los gérmenes, ponerse enfermos, la
muerte, que ocurran cosas malas o hagan algo mal. La sensación de que las
cosas deben estar “perfectas” son comunes entre los niños. Algunos niños tienen
ideas perturbadoras o se imaginan haciendo daño a los demás, pensamientos
impropios de su edad o de tipo sexual. Las obsesiones más frecuentes son las
que se acompañan de conductas de lavado. El TOC en los niños es muy
semejante al de los adultos. De hecho, hay más semejanzas que diferencias.
En un estudio realizado en España sobre una extensa muestra de niños,
encontraron que las obsesiones más frecuentes eran las relacionadas con el
miedo a contaminarse, el miedo a hacerse daño a sí mismo o a los demás
(usualmente, un familiar cercano), las obsesiones agresivas, y las de simetría y
orden. Las compulsiones más frecuentes, por su parte, eran las de limpieza o
lavado excesivo o ritualizado, la comprobación, los rituales de repetición, y el
contar, ordenar o arreglar.
En la infancia, además, se presentan con frecuencia obsesiones y
compulsiones atípicas: rituales al escribir o leer, al moverse y al hablar (repetir
sonidos, palabras o frases), etc. Estos rituales pueden ser mecánicos o de
neutralización.
Suelen ser también frecuentes las compulsiones que se asemejan a los tics
(repetitivas o mecánicas, por impulso o para descargar energía) como tocar, rozar,
golpear, respirar de cierta forma, y guiñar o hacer muecas con la cara o los ojos.
Los comportamientos obsesivo-compulsivos se asocian muy fuertemente al
síndrome de la Tourette, a los tics, al trastorno de hiperactividad y déficit
32
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

atencional, a los problemas del comportamiento y a los problemas específicos del


desarrollo.
En este sentido, diversos estudios han validado la relación que existe entre el
trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y el trastorno por déficit de atención con
hiperactividad (TDAH) en niños y adolescentes. La presencia de un TOC en un
niño con TDAH suele complicar el curso del TDAH.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

8. Trastorno Negativista Desafiante (TND)

No resulta extraño encontrar conductas desafiantes o de oposición a lo largo


de un ciclo evolutivo “normal” de cualquier niño. En la mayoría de los casos, si no
existen factores de riesgo añadidos, la propia educación de los padres y demás
agentes socializadores (escuela, etc.) suelen reconducir estas manifestaciones
hacia conductas normalizadas.
Sin embargo, hay un grupo de niños en los que esta conducta es perseverante
en el tiempo y presenta una magnitud o forma que no se corresponde con lo
esperado por su edad o cultura. Es, entonces, cuando podemos estar delante de
un trastorno clínico.
La conducta de oposición puede tomar diferentes formas, desde la pasividad
extrema (no obedecer sistemáticamente mostrándose pasivo o inactivo) a sus
formas más extremas, es decir, verbalizaciones negativas, insultos, hostilidad o
resistencia física con agresividad hacia las figuras de autoridad, ya sean los
propios padres, maestros o educadores.
La conducta desafiante y de oposición de inicio temprano suele ser persistente
y puede ir asociado a diferentes tipos de patología infantil y adolescente. En la
adolescencia y posterior vida adulta, el niño con antecedentes negativistas u
oposicionistas es un claro candidato a desarrollar un trastorno de la personalidad
antisocial si no conseguimos regular antes estas manifestaciones.
En definitiva, siguiendo a algunos autores (Barkley, 1.997): “La presencia de
conducta desafiante por oposición, o agresión social, en niños es la más estable
de las psicopatologías infantiles a lo largo del desarrollo y constituye el elemento
predictor más significativo de un amplio conjunto de riesgos académicos y
sociales negativos que el resto de las otras formas de comportamiento infantil
desviado.”
Por todo ello, no se trata de un trastorno más, sino uno de los problemas de
conducta clínicos más serios en niños. De no abordarse de forma rigurosa y
eficaz, condena a quien lo sufre a una probable carrera de problemas sociales,
legales y de marginación. Actualmente, este trastorno, pasa a formar parte de la

34
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

categoría de Trastornos destructivos, del control de los impulsos y de la conducta


(DSM-V).
El DSM-V define este trastorno como “un patrón de enfado/ irritabilidad,
discusiones/actitud desafiante o vengativa que dura por lo menos seis meses, que
se manifiesta por lo menos con cuatro síntomas de cualquiera de las
categorías siguientes y que se exhibe durante la interacción por lo menos con un
individuo que no sea un hermano (Criterio A)

Enfado/irritabilidad

1. A menudo pierde la calma.


2. A menudo está susceptible o se molesta con facilidad.
3. A menudo está enfadado y resentido.

Discusiones/actitud desafiante

4. Discute a menudo con la autoridad o con los adultos, en el caso de los niños y
los adolescentes.
5. A menudo desafía activamente o rechaza satisfacer la petición por parte de
figuras de autoridad o normas.
6. A menudo molesta a los demás deliberadamente.
7. A menudo culpa a los demás por sus errores o su mal
comportamiento. Vengativo
8. Ha sido rencoroso o vengativo por lo menos dos veces en los últimos seis
meses.

B. Este trastorno del comportamiento va asociado a un malestar en el individuo o


en otras personas de su entorno social inmediato (es decir, familia, grupo de
amigos, compañeros de trabajo) o tiene un impacto negativo en las áreas social,
educativa, profesional u otras importantes.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

C. Los comportamientos no aparecen exclusivamente en el transcurso de un


trastorno psicótico, un trastorno por consumo de sustancias, un trastorno
depresivo o uno bipolar. Además, no se cumplen los criterios de un trastorno de
desregulación perturbador del estado de ánimo.

Especificar la gravedad actual:


- Leve: Los síntomas se limitan a un entorno (p. ej., en casa, en la escuela,
en el trabajo, con los compañeros).
- Moderado: Algunos síntomas aparecen en dos entornos por lo menos.
- Grave: Algunos síntomas aparecen en tres o más entornos.

Los comportamientos negativistas y desafiantes se expresan por una


terquedad persistente, resistencia y mala tolerancia a las órdenes, negativa a
comprometerse, ceder o negociar con adultos o compañeros. Igualmente hay una
tendencia deliberada a sobrepasar los límites o normas establecidas, aceptando
mal o culpabilizando a otros de sus propios actos.
La hostilidad puede dirigirse hacia las figuras de autoridad pero, también,
hacia los compañeros. Se manifiesta molestando deliberadamente a los otros sin
causa aparente o por motivos insignificantes. En estos episodios suelen aparecer
insultos o palabras despectivas hacia las otras personas pero sin llegar aún a la
agresión física. En el caso que se supere este umbral y se produzcan conductas
abiertas de agresión a otro, estaríamos, probablemente ante un trastorno
disocial.
Pese a que puede darse una evolución desde el TND en la infancia hacia un
trastorno disocial en la adolescencia, ambos trastornos se consideran
independientes a pesar de que existe entre ellos un evidente solapamiento y una
relación evolutiva y jerárquica.
Los síntomas del Trastorno Negativista Desafiante (TND), suelen ser más
evidentes en las interacciones con personas a quienes el sujeto conoce bien
(familiares, compañeros, etc.), por lo que pueden no manifestarse durante la
exploración clínica. Por otra parte, los sujetos con este trastorno suelen no
considerarse a sí mismos negativistas o desafiantes, sino que justifican su
36
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

comportamiento como una respuesta a exigencias o circunstancias externas no


razonables. Debe tenerse en cuenta, pero, que el diagnóstico de TND no debe
hacerse si los síntomas ocurren exclusivamente durante el transcurso de un
episodio psicótico o del estado de ánimo.
Destacar, también, que el TND presenta una alta comorbilidad con el TDAH.
Las directrices del DSM-IV, especifican que debería considerarse este diagnóstico
cuando las conductas de oposición son secundarias a los problemas de falta de
atención e impulsividad.
Como ocurre en la mayoría de los trastornos clínicos, no existe una etiología
clara y que explique de forma inequívoca el TND. Parece razonable pensar, y así
lo demuestran algunos estudios, que podrían estar implicados diversos factores.
Entre ellos destacan los que sitúan el peso en la naturaleza de los primeros
intercambios recíprocos que se producen entre el niño y los adultos significativos
de su entorno, en especial, los padres y otras figuras con autoridad (maestros,
etc.). De esta forma, cuando los niños actúan de forma desafiante, oposicionista,
negativista o agresiva hacia sus padres, dicha conducta puede suponer
consecuencias positivas inmediatas para las partes. Por un lado, terminan las
demandas y la coacción (hacia los padres) y supone la obtención de algo
deseado por el niño. El resultado es que estas conductas se fortalecen y entran
en una escalada de frecuencia y magnitud en su ocurrencia.
Respecto a las variables de los padres, la inmadurez, la falta de experiencia
con respecto a la educación o unos modelos coercitivos y violentos suelen estar
presentes en las familias de estos niños. También se señalan, los conflictos
maritales (en especial si hay malos tratos), la labilidad emocional, la depresión
materna y presencia de psicopatología parental.
Otro factor de riesgo relevante en los trastornos negativistas, oposicionistas y
agresivos, en general, es el del abandonamiento del niño en la primera infancia
por parte de los padres. Los lazos afectivos (apego) no establecido en las
primeras etapas del desarrollo constituyen un elemento desestabilizador del
temperamento infantil incipiente. Ello unido a una vulnerabilidad genética (historia
de enfermedad mental en la familia biológica) podría explicar gran parte de la
sintomatología.
37
ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Así, pues, las familias desestructuradas que viven en entornos empobrecidos y


de marginación social suponen un riesgo añadido para los niños que viven en
ellos, si bien, el trastorno puede darse en cualquier estrato social.
Finalmente, respecto a la influencia de factores genéticos, antes apuntados,
destacar que algunos estudios en hijos adoptivos y gemelos han concluido que el
riesgo de desarrollar un trastorno de conducta aumenta en la descendencia de
padres con historia previa de trastorno disocial de la personalidad. Se habla
también de una vulnerabilidad cromosómica ya que se ha relacionado la conducta
violenta con anomalías cromosómicas XYY y XXY, pero no todos los individuos
con estas alteraciones presentaban dichas conductas.
Por otra parte, su mayor prevalencia en el grupo masculino, hizo pensar a
muchos investigadores su posible relación con los niveles de testosterona. Si bien
existe esa relación, no ha podido establecerse en niños prepúberes.
A nivel neurológico parece que se da un déficit serotoninérgico y noradrenérgico
lo que se traduce en una respuesta psicológica deficiente a los estímulos
aversivos y, por tanto, una disminución de la habilidad para aprender a impedir la
agresividad.

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9. Trastornos de la conducta alimentaria

Además de los adolescentes y adultos, los más pequeños también pueden


sufrir trastornos alimentarios. Detectarlos a tiempo es fundamental para garantizar
su correcto crecimiento y su salud. En general, existen cuatro trastornos de la
conducta alimentaria entre los más pequeños y adolescentes:
a) Ingesta Selectiva
Es el trastorno que afecta a los más pequeños, a menudo antes de los 6
años. Consiste en una elección excesivamente caprichosa y restrictiva de los
alimentos que comen. Por lo tanto, no se ingiere la cantidad adecuada y variada
de alimentos y esto afecta al crecimiento de los pequeños. Según los alimentos
que se excluyan puede aparecer una falta de vitaminas, y si se abusa de otros,
los niños pueden sufrir obesidad.
Estos comportamientos no tienen lugar porque los pequeños quieran
adelgazar, ya que esa preocupación aún no existe, pero excluyen alimentos de la
dieta por su textura o color, por un problema de conducta con el cuidador principal
(es decir, no comen en función de con quién están, para hacer enfadar a los
padres, reclamar atención o expresar malestar), por un problema de maduración
intelectual o por una causa relacionada con el autismo, aunque esto es menos
frecuente.
La manera más efectiva de prevenir la ingesta selectiva es seguir unas
pautas normales de conducta alimentaria. Las pautas normales consisten en
seguir una dieta mediterránea, variada, con una comida cada 4 o 5 horas. Es muy
recomendable que haya al menos dos comidas diarias en familia (normalmente
desayuno y cena), que sean momentos relajados y con el televisor apagado. Todo
ello también previene problemas generales de conducta y el riesgo de desarrollar
un trastorno, como indican varios estudios.
Para detectar el problema, es importante no imponer de golpe, y mediante
discusiones, los alimentos que no le gustan al niño, sino ir incorporándolos a la
dieta poco a poco. Si la respuesta gradual es positiva, no existe ningún problema.
Si sigue habiendo resistencia excesiva a comer ciertos alimentos puede existir
este trastorno.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

b) Anorexia y bulimia nerviosas


Son los trastornos más comunes en la preadolescencia y la adolescencia, y
se dan más entre chicas que entre chicos. En general, se deben a una baja
autoestima unida a una crisis personal (separación de los padres, peleas con los
amigos, etc.).
Suelen ser problemas difíciles de detectar, ya que normalmente afectan a
chicas que saben cómo esconder la situación. Suelen empezar por saltarse las
comidas que se realizan fuera de casa y es una edad en la que normalmente no
enseñan el cuerpo por pudor, por lo tanto, es difícil detectar el trastorno. Los
indicios más claros de que el problema ya ha empezado son la pérdida de peso,
encontrar comida escondida, que desaparezca mucha comida de repente o que
las amigas cuenten algo al respecto. Para prevenir estos casos, la mejor solución
es mantener unos hábitos familiares saludables y compartir varias comidas en
familia, para poder detectar comportamientos extraños.
Si estamos seguros de que nuestro hijo o hija padece alguno de estos
trastornos, lo primero es hablar con él o ella, aunque lo más seguro es que lo
niegue. El siguiente paso es acudir al pediatra o al médico de cabecera para que
realice las pruebas pertinentes, ya que deben descartarse otras causas orgánicas
que pueden provocar pérdida de peso. Los médicos decidirán si deben seguirse
unas pautas nutricionales o derivar directamente a una unidad especializada.
Es muy importante en todos los casos que los padres y la familia prediquen
con el ejemplo y sean un buen modelo. Que los mismos padres estén
obsesionados en perder peso y en el aspecto físico, que expresen su
preocupación por estar delgados o que sigan muchas dietas son factores que
pueden influir sobremanera en la conducta alimentaria de los hijos hasta los 12
años, así como que hagan bromas sobre el peso de los pequeños. Después de
los 12 años, son los amigos y el entorno social los que más influyen en este
sentido.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

La familia es también determinante en la construcción de la autoestima,


importante para evitar cualquier trastorno alimentario y para que, en el futuro, los
niños y adolescentes puedan enfrentarse a los obstáculos que se les presenten.
Para ello, es fundamental que los padres valoren a los hijos por cómo son y no
por las cosas que hacen.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

10. Desórdenes del sueño

Los trastornos del sueño en los niños constituyen un conjunto de


alteraciones en el dormir que pueden aparecer desde los primeros días de vida.
Entre ellos destacan la apnea en recién nacidos y lactantes y la enuresis
nocturna, de la cual ya hemos hablado ampliamente dentro de este tema del
módulo y por lo cual aquí solo mencionaremos.
La apnea del sueño en recién nacidos y lactantes es un problema serio
en el cual ocurren pausas en la respiración durante el sueño que pueden durar
varios segundos, habitualmente más de 10. Sus principales características son:

 Se presenta especialmente entre la primera semana y los 12 meses de


vida.
 Existe una mayor frecuencia entre los 2 y 4 meses de vida.
 Existen factores de riesgo como nacimiento prematuro, pesar menos de 2
kilos al nacer, tener antecedentes de víctimas de muerte súbita en la familia
o ser hijo de madre drogadicta.

Los estudios han demostrado que los síntomas del sueño infantil se relacionan
con trastornos conductuales en la línea de la hiperactividad y trastornos
psicosomáticos donde se dan dificultades para la expresión de emociones y
trastornos emocionales tales como ansiedad y depresión, esto último de forma
muy similar a lo que ocurre con los adultos. La peculiaridad de los trastornos de
sueño en niños proviene del hecho que -a diferencia de los adultos- afectan a un
sistema nervioso que está en desarrollo. Detectarlos y tratarlos tempranamente
puede evitar efectos en la conducta y la actividad cognitiva.
Los síntomas son muy variados y a diferencia de los adultos que se pueden
manifestar con somnolencia, en los niños es frecuente la irritabilidad, cambios de
carácter, problemas de atención, memoria, bajo rendimiento escolar, la
hiperactividad, despertares confusos, cefalea matinal (en el caso de síndrome de
apnea del sueño), nicturia o aumento de frecuencia de micción nocturna o
enuresis y ansiedad o angustia a la hora de dormir entre otros.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Los trastornos de sueño más habituales en niños tiene relación con los hábitos
y de ellos un factor relevante es la actitud de los padres; el no cumplir con rutinas
como horarios, no habilitar un espacio cómodo para dormir o hacer dormir al niño
en diferentes ambientes, el acostarlo con los padres, consolarlo al despertar o
darle de comer al despertar tiene relación con más alteraciones del sueño y
genera conductas que son difíciles de eliminar con el paso del tiempo. Se conoce
que todos estos están relacionados con más pesadillas, menor tiempo de sueño y
mayor latencia al inicio del sueño.
Otro factor en adolescentes son la privación de sueño, uso de estimulantes o
alcohol.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

11. Conducta Suicida

La infancia se considera, en general, como una etapa de la vida feliz, en la que


la conducta suicida no puede estar presente. Esto no siempre es así, en la niñez
ocurren actos suicidas, los cuales no son reportados como tal o lo hacen como
accidentes en muchos países, y se considera que es un fenómeno que va en
aumento.
En la infancia los factores de riesgo debemos detectarlos, principalmente, en
el medio familiar en el que vive el menor. Así, hay que tener en cuenta si fue un
niño deseado o no, pues en este último caso existirán en mayor o menor grado,
de forma explícita o encubierta, diferentes manifestaciones de rechazo, con la
lógica repercusión psicológica en el menor.
La edad de los progenitores tiene importancia. Los embarazos en personas
demasiado jóvenes dan lugar a trastornos en la atención y la educación del niño
debido a la inmadurez biopsicológica de los padres. Los embarazos en personas
maduras, son causa de una crianza defectuosa por la disminución de la energía
vital que impide satisfacer las demandas del menor en su lógico desarrollo, lo que
provoca actitudes que pueden cubrir toda una gama, desde la sobreprotección
limitante hasta la permisividad.
El seguimiento durante el embarazo y los controles obstétricos periódicos
tienen importancia, pues denotan disciplina y responsabilidad con el fruto de la
concepción. Una embarazada que no asiste a las consultas médicas y es
despreocupada con su estado, no debe resultar una madre responsable con la
crianza de su hijo.
La personalidad de los progenitores tiene una enorme importancia en el riesgo
suicida de los hijos. Si padecen un trastorno de la misma, sobre todo las
antisociales o emocionalmente inestables, la crianza estará mediada por dichos
rasgos. Asimismo, ser portadores de enfermedades psiquiátricas, como la
depresión materna, el alcoholismo paterno o la esquizofrenia, son factores que
pueden predisponer el suicidio en los hijos.
Como quiera que resulta difícil para el médico de atención primaria la
realización de un diagnóstico psiquiátrico específico, una opción adecuada es

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

considerar la enfermedad mental de alguno de los progenitores, como un factor


de riesgo en los niños, independientemente de la patología psiquiátrica de que se
trate.
En cuanto a las características psicológicas del menor que puede realizar un
acto suicida, se mencionan las siguientes: la disforia, la agresividad y la hostilidad,
como manifestaciones de un trastorno del control de los impulsos. Pueden ser
niños con pobre tolerancia a las frustraciones, incapaces de prorrogar la
satisfacción de sus deseos, demandantes de atención y afecto, con intentos
suicidas previos, manipuladores, que asumen papeles de víctima; celosos de los
hermanos, susceptibles, rencorosos. Pueden expresar ideas de morir o suicidas.
Otras veces son rígidos, meticulosos, ordenados y perfeccionistas; tímidos, con
pobre autoestima, pasivos, etcétera.
Referente a las enfermedades mentales que pueden tener riesgo suicida, se
encuentran las psiquiátricas graves (trastornos del humor, esquizofrenia), los
trastornos de conducta, los de la adaptación y de ansiedad, el retraso mental y los
trastornos incipientes de la personalidad. Por tanto, la enfermedad mental en el
niño es un rasgo importante que se debe tener presente al evaluar a un menor
con otros factores de riesgo suicida.
El clima emocional en el cual convive el menor es importante. Un hogar roto,
con discusiones y peleas frecuentes entre los padres, el maltrato físico al niño o el
psicológico en forma de rechazo manifiesto, humillaciones y vejaciones, o un
hogar sin normas de conductas coherentes con el papel de cada miembro de la
familia, pueden ser un caldo de cultivo para la realización de un acto suicida. En
este sentido hay que tener en cuenta la presencia de familiares, principalmente
padres, hermanos y abuelos, con antecedentes de comportamiento suicida, por la
posibilidad del aprendizaje por imitación. En esta dirección son de destacar
también la existencia de amigos o compañeros de escuela con dicha conducta,
que, por similar mecanismo, pueden predisponer a la realización de este acto.
Los motivos que pueden desencadenar un suicidio en la infancia, son variados
y no específicos, pues también se producen en otros niños que nunca intentarán
contra su vida. Por ello es importante determinar los factores de riesgo antes

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

descritos que predisponen a que un menor, frente a un acontecimiento


precipitante, se manifieste con una conducta autodestructiva.
Entre los motivos más frecuentes que llevan al acto suicida en la niñez, se
encuentran:
 Presenciar acontecimientos dolorosos (divorcio, separación, muerte de un
ser querido).
 Problemas con las relaciones paterno-filiales.
 Problemas escolares.
 Llamadas de atención de padres o maestros con carácter humillante.
 Búsqueda de afecto y atención.
 Agredir a otros.
 Deseos de reunirse con un ser querido fallecido.

Contrario a lo que se piensa, la existencia de un motivo no desencadena


habitualmente un acto suicida de inmediato, por impulso, sino que el niño
comienza a dar una serie de señales en su conducta que de manera general se
traducen en cambios de todo tipo. Así tendremos que velar su comportamiento en
la casa o la escuela (agresivos o pasivos), variación de hábitos alimenticios
(pérdida o aumento del apetito), en los hábitos de sueño (insomnio, pesadillas,
enuresis, exceso de sueño), de carácter y de ánimo, dificultades en el
aprovechamiento docente, en el juego (desinterés, no participación con los
amigos habituales), repartir posesiones valiosas, preocupación por la muerte y
temas afines, hacer notas de despedida, etcétera.
Un niño en el que se observen cambios como los señalados en el párrafo
precedente y que reúna otros factores de riesgo suicida, debe ser evaluado en
breve por un profesional especializado en Salud Mental (psicológicos o
psiquiatras infanto-juveniles).
Los métodos elegidos por los menores para autodestruirse dependen de la
disponibilidad de éstos, de las propias experiencias y las circunstancias del
momento. Se citan: la ingestión de tabletas, venenos agrícolas, kerosene,
lociones para la piel, precipitación, ahorcamiento, fuego, corte de vasos
sanguíneos, etcétera. Por lo general, las niñas intentan contra su vida a menor
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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

edad que los niños y en los lugares que habitualmente habitan o frecuentan
(hogar, escuela, casa de amigos, etcétera).

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

12. Desórdenes Conductuales

Los "desórdenes de la conducta" en los jóvenes constituyen un grupo


complicado de problemas emocionales y del comportamiento. Los niños y
adolescentes que sufren de estos desórdenes tienen mucha dificultad en seguir
las reglas y en comportarse de manera socialmente aceptable. Otros niños, los
adultos y las instituciones sociales los consideran "malos" o delincuentes en lugar
de enfermos mentales. Muchos factores pueden contribuir al desarrollo de los
desórdenes de la conducta en el niño, incluyendo un daño al cerebro, el haber
sufrido abuso, vulnerabilidad genética, el fracaso escolar y las experiencias
traumáticas de la vida.
Los niños y adolescentes con problemas de la conducta pueden manifestar
algunos de los siguientes problemas del comportamiento:

Agresión hacia las personas y los animales

 Acosa, intimida o amenaza a los demás


 A menudo inicia peleas físicas
 Ha usado un arma que puede causar daño físico serio a otros (por ejemplo:
palos, ladrillos, botellas rotas, cuchillos o armas)
 Es físicamente cruel con las personas o animales
 Roba a sus víctimas mientras las confronta (por ejemplo: asalto)
 Obliga a otro a llevar a cabo una actividad sexual

Destrucción de la propiedad

 Deliberadamente prende fuegos con la intención de causar daño


 Deliberadamente destruye la propiedad de otros
 Fuerza la entrada en el edificio, casa o automóvil de otros
 Miente para que le den las cosas, para obtener favores o para evitar las
obligaciones

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

 Roba artículos sin confrontar a la víctima (por ejemplo: roba en las tiendas,
pero sin forzar su entrada para robar)

Violación seria a las reglas

 Se queda la noche fuera de la casa aun pese a la objeción de sus padres


 Se escapa de la casa
 Deja de asistir a la escuela cuando le parece

Los niños que demuestran estos comportamientos deben de recibir una


evaluación comprensiva. Muchos niños que exhiben una conducta desordenada
pueden tener condiciones coexistentes tales como desórdenes del humor,
ansiedad, "PTSD", abuso de substancias, "ADHA", problemas con el aprendizaje,
o pensamientos desordenados, los cuales también pueden ser tratados.
Las investigaciones demuestran que los jóvenes con desórdenes de la
conducta tendrán problemas de continuo si ellos y sus familias no reciben un
tratamiento comprensivo a tiempo. Sin el tratamiento, muchos de estos
muchachos con desórdenes de la conducta no lograrán adaptarse a las
demandas que conlleva el ser adulto y continuarán teniendo problemas en sus
relaciones sociales y manteniendo un empleo. A menudo contravienen la ley o se
comportan de manera antisocial.
El tratamiento de los niños con desórdenes de la conducta puede ser complejo
y retador. El tratamiento se puede proveer en una variedad de escenarios
dependiendo de la severidad de los comportamientos. Además del reto que ofrece
el tratamiento, se encuentran la falta de cooperación del niño/niña y el miedo y la
falta de confianza de los adultos. Para poder diseñar un plan integral de
tratamiento, el siquiatra de niños y adolescentes puede utilizar la información del
niño, la familia, los maestros y de otros especialistas médicos para entender las
causas del desorden.
La terapia de comportamiento y la psicoterapia generalmente son necesarias
para ayudar al niño a expresar y controlar su ira de manera apropiada. La
educación especial puede ser necesaria para los jóvenes con problemas de
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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

aprendizaje. Los padres frecuentemente necesitan asistencia de los expertos para


diseñar y llevar a cabo programas de administración especial y programas
educativos en la casa y en la escuela. El tratamiento puede también incluir
medicamentos para algunos jóvenes, como aquéllos que tienen dificultad
prestando atención, problemas con sus impulsos o aquéllos que sufren de una
depresión.
El tratamiento raras veces es corto, ya que toma mucho tiempo establecer
nuevas actitudes y patrones de comportamiento. Sin embargo, el tratamiento a
tiempo ofrece una oportunidad para considerable mejoría en el presente y una
esperanza de éxito en el futuro.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

13. Trastornos Psicóticos

La mayoría de las personas piensan que la psicosis es un trastorno


psiquiátrico exclusivo de la adultez; sin embargo, lo cierto es que también se
puede desarrollar durante la infancia, aunque no es muy común: se conoce que
solo entre el 0,1% y el 1% de los pequeños menores de 10 años padece este
trastorno.
Sus causas aún no se han esclarecido, aunque los especialistas consideran
que, al igual que en la adultez, se trata de un trastorno multideterminado en el que
inciden factores genéticos, hereditarios, cerebrales y del desarrollo.
Por lo general, los primeros síntomas aparecen alrededor de los 3 años,
aunque en ocasiones pueden tardar un poco más en presentarse. En muchos
casos, sus manifestaciones comparten terreno con los síntomas de
la esquizofrenia, el autismo y otros trastornos específicos del desarrollo, por lo
que es muy difícil definir un cuadro clínico específico. De hecho, los síntomas
suelen variar de un niño a otro, tanto en lo que respecta a su manifestación como
a la intensidad.
Los principales síntomas psicóticos en un niño son:

a) Percepciones fuera de lo común

Tener experiencias sensoriales auditivas, visuales o táctiles que no son


proporcionales a los estímulos puede ser un signo de psicosis infantil. Otra señal
es mantener creencias falsas, tener sospechas infundadas o percibir cosas que
no existen.
b) Desconocimiento de su identidad

A los tres años de edad el niño comienza a asumir su identidad y es capaz


de distinguirse del resto. Si a partir de esta edad el pequeño tiene dificultades
para reconocerse o no se puede diferenciar de las otras personas, cabría valorar
si está padeciendo un trastorno psicótico.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

c) Trastornos del lenguaje

A partir de los tres o cuatro años el niño ya debe haber desarrollado, al menos,
el lenguaje básico, pero los niños que padecen un trastorno psicótico podrían
tardar mucho más en asimilar las bases de la comunicación. De hecho, en
algunos casos puede producirse una ausencia total del lenguaje o aparecer
distorsiones, ecolalia e inversiones pronominales.

d) Resistencia a los cambios

Los niños que padecen un trastorno psicótico suelen mostrar una gran
resistencia a los cambios y reaccionan de forma negativa a los mismos.
Además les resulta difícil adaptarse a nuevas personas y situaciones, por lo que
afrontan mal los cambios de colegio, las mudanzas y las relaciones con
desconocidos.
e) Alteraciones en las relaciones sociales

Por lo general, los niños con un trastorno psicótico suelen rechazar el


contacto social, por lo que tienen pocos amigos y se aíslan en su propio mundo. A
menudo son tímidos y apenas conversan con las personas, respondiendo solo a
órdenes concisas y con frases cortas.

f) Problemas motores

Los manierismos, la torpeza de los movimientos y la adquisición tardía de


las habilidades motoras pueden indicar un trastorno psicótico infantil. En algunos
casos estos niños manifiestan una falta de armonía al andar y es frecuente que
tarden en desarrollar sus habilidades motoras finas.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Cuanto antes se diagnostique y se comience a tratar la psicosis infantil


mucho mejor pues aunque el pronóstico no suele ser favorable, en la mayoría de
los casos el tratamiento puede atenuar los síntomas. Por lo general, el tratamiento
de elección es la terapia psicosocial combinada con el uso de medicamentos
antipsicóticos. Sin embargo, los métodos que funcionan para un niño pueden no
ser eficaces para otro.
El objetivo principal de la terapia consiste en controlar los síntomas que
aparecen durante las crisis psicóticas e implementar un programa psicoeducativo
dirigido a estimular el desarrollo del niño. También es fundamental el trabajo con
los padres, para que estos concienticen el trastorno del niño y adquieran
herramientas que les permitan ayudarle.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

14. Esquizofrenia de inicio en la infancia y adolescencia

Normalmente se considera la esquizofrenia como un trastorno de adultos. En


las clasificaciones de trastornos mentales se ubica en los trastornos psicóticos
considerados de adultos y no en los de inicio en la infancia. Esta enfermedad
afecta al 1% de la población y normalmente su inicio es entre los 20 y los 30 años.
Se denomina detección precoz – en psiquiatría infantil – a toda acción cuyos
resultados llevan al descubrimiento de un trastorno psicopatológico en sus
primeros estadios.
En los estadios iniciales de la vida, es decir, en la infancia, detectar las
enfermedades es mucho más trascendente, mucho más difícil y mucho más
complejo que en otras edades. Esta dificultad nace, entre otros aspectos, de la
falta de una adecuada capacidad verbal en el niño, de la necesidad de utilizar
información proveniente de los padres y personas que conviven con el niño y de
que casi todos los síntomas psiquiátricos pueden, igualmente, ser componentes
normales de determinadas conductas o comportamientos evolutivos del niño.
La esquizofrenia es una enfermedad que causa pensamientos y sentimientos
extraños, y un comportamiento poco usual. Es un desorden cerebral que deteriora
la capacidad de las personas para pensar, dominar sus emociones, tomar
decisiones y relacionarse con los demás. Es una enfermedad crónica y
compleja que no afecta por igual a quienes la padecen.
La esquizofrenia se caracteriza por un deterioro de las funciones cognitivas, en
el lenguaje, el pensamiento, la percepción y la emoción; así como por una serie
de síntomas tan distintos como las alucinaciones, las ideas delirantes, y la
reducción o desaparición de la capacidad para el disfrute o el placer.
Se denomina esquizofrenia de inicio temprano cuando ésta ocurre antes de los
13 años. El diagnóstico antes de los 5 años es improbable dado que los síntomas
imitarán un trastorno autista y es prácticamente imposible detectar una
esquizofrenia hasta que el niño no haya crecido un poco más. Este fenómeno es
muy raro pero sin duda supone un golpe muy fuerte para el niño y para todo el
entorno familiar.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Además de los problemas obvios de sufrir un trastorno así en la infancia se


añaden los problemas de diagnóstico y tratamiento. No siempre es fácil identificar
alteraciones del pensamiento, alucinaciones y delirios. Es frecuente que los niños
tengan una alta imaginación y creatividad y aparezcan señales ambiguas respecto
a las alteraciones de la percepción. Otra gran dificultad es la cantidad de
trastornos que pueden camuflar sus síntomas u ocurrir de forma co-mórbida, por
ejemplo trastornos del estado de ánimo, trastornos del comportamiento (TDAH),
trastorno de Asperger y otros trastornos del espectro autista que son los que tiene
síntomas más parecidos y con los que se postula que la esquizofrenia comparte
marcadores genéticos.

Causas de la esquizofrenia infantil

No se sabe qué causa la esquizofrenia infantil, pero se cree que se desarrolla


de la misma manera que la esquizofrenia adulta.
Los problemas con ciertas sustancias químicas del cerebro
llamadas neurotransmisores naturales pueden contribuir a la esquizofrenia infantil.
Los estudios de imagen muestran diferencias en la estructura del cerebro de las
personas con esquizofrenia, pero la importancia de estos cambios no es clara.
Los factores genéticos parecen desempeñar un papel importante, ya que las
personas que tienen miembros de la familia con esquizofrenia pueden estar más
propensos a adquirir la enfermedad.
Los factores psicológicos y sociales también pueden tener una gran
importancia, a tal punto que el nivel de apoyo social y familiar parece influir sobre
el curso de la enfermedad y puede ser protector contra la recaída.

Síntomas de la esquizofrenia infantil

Lo más típico en la infancia es que se observen primero los síntomas


negativos (una actividad psicomotora disminuida con apatía, anhedonia, abulia,
afecto embotado, etc…). Son frecuentes los problemas escolares y sociales.
Aparecen intereses y actividades de carácter estereotipado.
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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Una de las diferencias más importantes con los adultos es que en el año
premórbido (anterior a la aparición del cuadro de forma más completa) suelen
aparecer problemas de lectura o escritura y trastornos del desarrollo motor o el
lenguaje que podrían indicar una afectación precoz del desarrollo del cerebro. A
veces dirán cosas que no parecerán tener sentido o cambiarán de tema
aleatoriamente y sin introducir el cambio a la otra persona.
Pero por lo general los criterios diagnósticos son los mismos que se aplican en
adultos a excepción del criterio que se refiere a que los niños pueden no alcanzar
los niveles de funcionamiento académico y social esperados para su edad
(sustituye al criterio de funcionamiento deteriorado de los adultos). Pueden
presentar problemas de atención y déficit visuo-espaciales.
Los síntomas más típicos (pensamiento desorganizado, delirios, alucinaciones,
aislamiento social, etc…) irán en aumento así como el niño vaya creciendo. Pero
hay ciertas señales que deberían servir de indicadores muy precoces ya en la
infancia y que darían la señal de que el niño puede requerir ayuda.

Primeros signos y síntomas

Las primeras indicaciones de la esquizofrenia infantil pueden incluir problemas


de desarrollo, tales como:

 Retrasos en el lenguaje
 Retraso al caminar
 Otros comportamientos anormales motores, tales como mecerse o el
aleteo de brazo

Algunos de estos signos y síntomas también son comunes en los niños con
trastornos generalizados del desarrollo, como el autismo. Descartar estos
trastornos del desarrollo es uno de los primeros pasos en el diagnóstico de la
esquizofrenia infantil.

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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

Signos y síntomas tardíos

 Ver o escuchar cosas que no existen (alucinaciones), especialmente las


voces
 Tener creencias no basadas en la realidad (delirios)
 Falta de emoción
 Emociones inapropiadas para la situación
 Aislamiento social
 Bajo rendimiento escolar
 Disminución de la capacidad para practicar el auto cuidado
 Rituales de alimentación extraños
 Discurso incoherente
 Pensamiento ilógico
 Agitación

Factores de riesgo

 Tener antecedentes familiares de esquizofrenia


 Exposición a los virus en el útero
 Mala nutrición en el útero
 Circunstancias estresantes en la vida
 Edad paterna mayor

Diagnóstico

El camino hacia el diagnóstico de la esquizofrenia infantil a veces puede ser


largo y difícil. En parte, esto se debe a que muchas otras enfermedades pueden
tener síntomas similares, tales como depresión, trastorno bipolar o el abuso de
sustancias.
Las esquizofrenias que aparecen antes de los 5 años tienen rasgos
extremadamente comunes con el autismo, y solamente una evolución posterior,
con la aparición de síntomas psicóticos propiamente dichos, permitirá un
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ALCANZANDO TUS METAS SE CUMPLIRAN TUS SUEÑOS…

diagnóstico certero. Antes de los 3 años, el diagnóstico diferencial es muy


improbable. Es prácticamente imposible distinguir una esquizofrenia de un
autismo. Solamente quedará esclarecido con el paso del tiempo.
A partir de los 5 años, el diagnóstico diferencial se va esclareciendo con la
presencia de síntomas psicóticos (alucinaciones, delirios) en la esquizofrenia.
Pero, se pueden notar algunas señales de alerta en los niños con esquizofrenia.
El comportamiento de un niño con esquizofrenia puede cambiar lentamente
con el paso del tiempo. Por ejemplo, los niños que disfrutaban relacionándose con
otros pueden comenzar a mostrarse tímidos y retraídos, como si vivieran en su
propio mundo. A veces, comienzan a hablar de miedos e ideas extrañas. Pueden
comenzar a aferrarse a sus padres y a decir cosas que no tienen mucho sentido.
Los maestros pueden ser los primeros en darse cuenta de estos problemas.
Examen físico. Puede incluir la medición de la altura y el peso; revisar los
signos vitales, tales como la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la
temperatura; escuchar el corazón y los pulmones del niño, y examinar el
abdomen.
Pruebas de laboratorio. Pueden incluir un conteo sanguíneo completo (CSC),
pruebas de detección de alcohol y drogas, y un chequeo de la función tiroidea del
niño. Otros exámenes que se pueden ordenar para comprobar si hay otros
problemas médicos pueden incluir imágenes por resonancia magnética (IRM) de
la cabeza para buscar anormalidades en la estructura del cerebro, o un
electroencefalograma (EEG) para buscar anormalidades en la función cerebral,
tales como convulsiones.
Evaluación psicológica. Un médico o proveedor de salud mental hablará con
los padres y el niño acerca de sus pensamientos, sentimientos y
comportamientos. Preguntará acerca de los síntomas, como cuando empezaron,
qué tan severos son, cómo afectan a la vida cotidiana y si el niño ha tenido
episodios similares en el pasado. El médico también puede hablarle acerca de las
ideas de suicidio, auto lesiones o dañar a otros.
El niño puede ser evaluado para comprobar su capacidad de pensar y
funcionar a un nivel apropiado para su edad. El médico también puede solicitar
revisar los registros escolares.
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Tratamiento

Los médicos a menudo no quieren apresurar el diagnóstico de una


enfermedad tan grave. Un psiquiatra puede querer controlar al niño durante seis
meses o más.
Durante ese tiempo, el psiquiatra controlará los comportamientos, las
percepciones y los patrones de pensamiento. Por ejemplo, el psiquiatra querrá
saber si los problemas ocurren en el hogar o en la escuela, o si se producen en
todos los ambientes. En algunos casos, un psiquiatra puede recomendar iniciar el
tratamiento con medicamentos, incluso antes de hacer un diagnóstico oficial. Esto
es especialmente importante cuando se han producido síntomas de agresión o
autolesión. Algunos de los medicamentos pueden ser muy útiles en la limitación
de este tipo de comportamiento y restaurar un sentido de normalidad a la
conducta del niño.
A los niños con estos problemas y síntomas, hay que hacerles una evaluación
integral. Generalmente, estos niños necesitan un plan de tratamiento que
envuelve a otros profesionales. Una combinación de medicamentos y
terapia individual, terapia familiar y programas especializados (escuelas,
actividades, etc.) son a menudo necesarios. Los medicamentos psiquiátricos
pueden ser útiles para tratar muchos de los síntomas y problemas identificados.
Estos medicamentos requieren la supervisión cuidadosa de un psiquiatra de niños
y adolescentes.

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