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PREFACIO EL ORDEN Y LOS JUEGOS Mari PDF
PREFACIO EL ORDEN Y LOS JUEGOS Mari PDF
LECTURA
Dominique Lecourt
EL ORDEM
Y LOS JIEGOS
El positivismo lógico cuestionado.
Ediciones de la Flor
TEXTO
LECTURA 1
Dominique Lecourt
EL ORDEN
Y LOS JIEGOS
El positivismo lógico cuestionado.
Prólogo:
Dr. Enrique Eduardo M a r i
Ediciones de la Flor
Traducción:
Julio Ardiles Gray - Margarita N . Mízraií
Director:
Dr. Enrique K o z í c k i
Consejo E d i t o r i a l :
Dr. Ricardo E n t e l m a n
Dr. E n r i q u e E d u a r d o M a r i
D r . Jorge F u k e l m a n
Dr. A m o l d o S i p e r m a n
T í t u l o original francés:
" L ' o r d r e e t les j e u x "
Dominique Lecourt
Diseño de tapa:
Gustavo Valdés
© 1 9 8 4 b y Ediciones de la Flor
Anchoris 2 7 , 1 2 8 0 Buenos Aires
Queda h e c h o el depósito q u e dispone la ley 1 1 . 7 2 3
Impreso e n la Argentina
Printed in Argentina
ISBN 950 515 901 J
EL O R D E N Y LOS J U E G O S
PREFACIO
1 A
rroUaba en el m u n d o anglosajón, y que Lecourt habrá de pre-
s e n t a m o s en este libro.
Lo t í p i c o de esta coyuntura era la pérdida de ias ilusiones
sobre cierto racionalismo optimista, retoño de las Luces, que
postulaba la continuidad y desarrollo progresivo de la historia
y la razón, y c u y o s destellos más legítimos estallaron con la
derrota del oscurantismo y las experiencias del nazismo irra-
cional. Nuevos acontecimientos, algunos internacionales pro-
pios d e la p o l í t i c a de guerra fría, otros locales c o m o el fraca-
so de m a y o d e 1 9 6 8 , eran la envoltura de la decepción. Y. en
lo t e c n o l ó g i c o , una sospecha se e x t e n d í a sobre los treinta
años que c o n m o v i e r o n la física: si en sus teorías y en sus
prácticas los científicos p o d í a n producir p r o t o c o l o s de Vali-
dación para su m e t o d o l o g í a , c o m o contrapartida, un efecto
de estructura, más que fallas morales subjetivas, les impedía
ya desde el interior mismo de sus "cámaras de burbujas'',
identificar (además de las partículas) p r o t o c o l o s racionales de
control contra el u s o o m i n o s o y homicida de esas partículas
por el poder.
En esta peculiar coyuntura, una nueva generación de filó-
sofos que investigaban en la Escuela de la calle U l m , se asig-
nó la tarea d e renovar la teoría marxista respecto de la inter-
pretación hegeliana clásica y los residuos positivistas y evolu-
cionistas. Louis Althusser juega t o d o el honor de esta empre-
sa a la refirmación del carácter c i e n t í f i c o de la obra funda-
mental de Marx, El Capital, y bajo el rótulo dei "antihuma-
nismo t e ó r i c o " y c o n la n o c i ó n de "Proceso sin sujeto ni fin
(es)" —del registro de las filosofías de la sujeción del sujeto,
que aplica e n su crítica a Lewis— enfrenta, c o n la virulencia
propia d e lo original, la corriente dominante en las institucio-
nes representada por el h u m a n i s m o teóricamente tradicional
y neohegeliano de Roger Garaudy.
Que en el curso de esos años, e n t o n c e s , algunas de las cate-
gorías más resonantes del portafolio de Bachelard, c o m o la
célebre ruptura epistemológica (convertida en "coupure")
fuese incorporada (y ciertamente difundida) por el autor de
Lire Le Capital, no puede sorprender pese a las divergencias
de áreas en que se desenvolvían los respectivos trabajos. Por-
que c o n ella encuentra la forma teórica adecuada para funda-
mentar su polémica tesis sobre la ruptura, las distancias, por
un lado, entre el carácter c i e n t í f i c o de esa obra y la dialéctica
hegeliana y , por otro, la n o continuidad entre el así llamado
Marx maduro y el de los Manuscritos económico-filosóficos
15
de 1 8 4 5 (Apropiación que Althusser considerará luego en
Eléments d'auto-critique, racionalista-especulativa en el inte-
rior de su excesivo teoricismo, pero sin abandonarla por c o m -
pleto).
En cuanto a Lecourt, autor, según Georges Canguilhem, de
exégesis minuciosas, penetrantes, comprehensivas de la obra
de Bachelard, interesado en consecuencia a u t ó n o m a m e n t e en
quien, a los ojos de! mismo Canguilhem. se erigiera en "el
primer e p i s t e m ó l o g o francés que haya pensado, escrito y
publicado en el siglo X X a la altura cronológica y conceptual
de las ciencias que trataba" encuentra también en esa c o y u n -
tura e s t í m u l o s para concretar 'jn ajuste de la lectura que
había iniciado en Para una cn'tica de la epistemología. Pues,
en lo esencial, se trataba de una coyuntura signada por la
batalla antihistoricista, el no continuismo y el no positivismo,
con brasas todavía vivas. O sea el c a m p o m i s m o en e! que
Bachelard ya a los fines de los aiíos treinta obrara c o m o un
formidable innovador al injertar sus análisis c o m o cuña entre
el positivismo c o m t e a n o y el esplritualismo, marcando la hora
de sus decadencias y haciendo salir a la filosofía francesa de
la larga n o c h e que nos refiere Lecourt.
Sería útil reconstruir t o d o lo que Bachelard desde su tesis
doctoral complementaria de 1 9 2 7 , "Estudio sobre la evolu-
ción de un problema de física: la propagación térmica en los
sólidos", c o m p r o m e t e contra esplritualismo y positivismo, en
su empresa d e demostrar esencialmente que no hay un orden
de complejidad creciente en la sucesión histórica de los pro-
blemas científicos. Útil también verlo, en El materialismo ra-
cional, denunciar la confusión de los continuistas de la cul-
tura cuando del relato c o n t i n u o de los a c o n t e c i m i e n t o s creen
revivirlos en la continuidad del t i e m p o , acordando insensible-
m e n t e a toda la historia la unidad y continuidad de un libro.
Verlo urgir a los t e x t o s mismos de los sabios y científicos la
puesta a luz de sus ejemplos de discontinuidades, sea en las
fórmulas de la radioactividad de JoUot Curie, o en la m e m o -
ria fundamental de Heitler y L o n d o n sobre la molécula del
hidrógeno. Observarlo polemizar contra una postura irrefle-
xiva que ubicaría Ja noción de corpúsculo en la perspectiva
de las intuiciones filosóficas del a t o m i s m o tradicional, de-
nunciando la simpleza del " c o s i s m o " ( e x c e s o de imágenes
alrededor de la palabra "cosa") e ironizando sutilmente con-
tra su similar del " c h o q u i s m o " : "Con la nución de c h o q u e
estamos delante de un tipo de mon^lruosidad epi-ítemológica
16
Se la considera simple pero es de gran complejidad inicial y a
que sintetiza n o c i o n e s geométricas y materialistas. Se
construye e n t o n c e s ciencia y filosofía sobre un conjunto de
imágenes groseras e ingenuas. ¡Qué sería de la filosofía de
Hume si ios h o m b r e s n o hubiesen jugado al billar! Una caram-
bola bastó para hacer la filosofía de toda la naturaleza". Lo
que aparece aquí c o m o blanco de la crítica, son, en realidad,
ciertos t e x t o s de Emile Meyerson, c o m o el siguiente de Iden-
tidad y Realidad. "Toda acción entre corpúsculos no podrá
evidentemente operarse más que por el c h o q u e . . . la acción
por el c h o q u e constituye el e l e m e n t o esencial no sólo de la
teoría del gas sino de t o d a teoría corpuscular". Emile Meyer-
son. Ultima trinchera del espiritualismo. Enemigo declarado
de Auguste C o m t e q u e , a diferencia de éste, no habla de íenó-
m e n o y ley. sino de realidad y causa. Pero en la nusma fila
del flanco de ataque de Bachelard por compartir su creencia
en el progreso del saber hacia un camino definitivo, y en la
continuidad de los procedimientos del sentido c o m ú n y el
científico; prejuicios ambos impropios en relación a un
"imevo espíritu c i e n t í f i c o " desprendido de los datos sensi-
bles y que "piensa con sus aparatos y n o con los datos de los
sentidos".
N o m e n o s útil resultaría, en esta doble lucha, escrutar c o n
Lecourt el sentido materialista de las tesis deducidas por
Bachelard de la reorganización general de las ciencias físicas
y su apertura a un terreno nuevo, emplazado fuera del espa-
cio teórico c u y o encuadre lo suministran una Razón inmuta-
ble y una c o n c e p c i ó n de "lo real" que en nada se corresponde
con la producida por los científicos en sus prácticas. Ver así,
en detalle, las posiciones bachelardianas que articulan la in-
c o m p e t e n c i a de jurisdicción de la filosofía sobre las ciencias,
quebrando el mecanismo de las diversas teorías del conoci-
m i e n t o en búsqueda de garantías, y dejando en sustitución de
sus tradicionales n o c i o n e s de objetividad, otro tipo m u y dis-
tinto d e objetividad: el histórico, el de las formas históricas
concretas en que consiste ia producción de los c o n o c i m i e n -
tos. Debatir c o n ello las n o c i o n e s paralelas de "valores epis-
t e m o l ó g i c o s " que también se imponen históricamente y , en
consecuencia, se sobreimponen a las vanas discusiones sobre
"el valor de la ciencia", siempre en espera bergsoniana de
una "fundación". La d e "obstáculo e p i s t e m o l ó g i c o " que divide
las aguas entre el e p i s t e m ó l o g o y el historiador de la ciencia
obligando a éste a tomar las ideas c o m o h e c h o s y , al primero,
17
los h e c h o s c o m o ideas. La d e "dialéctica", ajena a la hegeliana,
grávida de metáforas contra el "fijismo" y "el inmovilismo"
del pensamiento emparentada en realidad con la de ruptura,
la d e "frontera e p i s t e m o l ó g i c a " y otras q u e forman sistema, o
al m e n o s dispositivo en la lai^a serie de trabajos de Bachelard.
H e c h o este inventario rotar luego, c o m o contrapartida, a
las limitaciones que Lecourt encuentra en su procedimiento
e x e g é t i c o de los claros y obscuros, el d í a y la n o c h e de Ba-
chelard, que puede resumirse asi": La denuncia de la inadecua-
ción de las filosofías tradicionales (en particular positivismo y
esplritualismo) que exhibe t o d o ese dispositivo, se acompaña
siempre c o n la afirmación disputable de la adecuación de las
filosofías (idealistas) clásicas a las ciencias de su época, de
d o n d e su proyecto de búsqueda permanente de "una filosofía
adecuada" a las ciencias contemporáneas. P r o y e c t o con el
que reintroduce la representación especulativa idealista de la
filosofía, clausurando su propia t o m a de posición e n filosofía
sobre el terreno del materialismo. Formidable e f e c t o de
"brouillage", de interferencia teórica entre la denuncia^ con
la que rechaza todas las categorías de la teoría del conoci-
m i e n t o y la ilusión de adecuación con la que reintroduce su
recurso a ella, para l o cual transplanta categorías a un terreno
en el que pierden sentido. Sabemos el n o m b r e dado por Le-
court a este recubrimiento de problemas científicos, a esta
tenaz resistencia de la c o m p o n e n t e idealista d e la filosofía de
Bachelard, respecto de las tesis materialistas que él produce:
"la ilusión epistemológica", n o m b r e importado del vocabula-
rio y del sentido dé l a ilusión en la doctrina trascendental
kantiana, obediencia a un m e c a n i s m o ciego que %e da objetos
imaginarios.
En e s t e c o n t e x t o d e la ilusión epistemológica, define
Lecourt el encuentro de la e p i s t e m o l o g í a de Bachelard c o n
algunas tesis materialistas y fija, en la contradicción q u e tra-
baja su posición en filosofía, las condiciones de ese encuentro.
Pero, al m i s m o tiempo, y también en e s t e marco, estructura
Lecourt las condiciones de otro e n c u e n t r o de segundo grado;
la del materialismo c o n la e p i s t e m o l o g í a en general. D e obe-
decer —dice— a las formas de la ilusión epistemológica, el
p r o y e c t o d e una epistemologi'a materialista es e q u í v o c o ,
fruto de la confusión entre tesis filosóficas y problemas cien-
tíficos. N o cabe, por ende, la constitución de una epistemo-
logía materialista, lo que cabe es la intervención materialista
para discernir los problemas científicos que están, en la Uu-
sión epistemológica, recubiertos de cuestiones filosóficas.
Esta conclusión de Lecourt c o n s u m a el arco de una de las
interpretaciones más atentas sobre la obra de Bachelard, arco
que se e x t i e n d e entre los d o s polos nodales considerados: el
de la e p i s t e m o l o g í a histórica de Bachelard (Para una cn'tica
de la epistemología) y el de la ilusión epistemológica {Bache-
lard. Le jour et la nuit). Hemos analizado este arco de inter-
pretación enlazándolo c o n una coyuntura política, e c o n ó m i -
ca e ideológica en la que el antihistoricismo, el n o positivismo
y el n o evolucionismo, j u n t o a la nueva manera de filosofar
del amplio espectro de filosofías de la sujeción del sujeto,
fueron los productos idiosincráticos. El análisis despejó el
v í n c u l o de Bachelard con esta coyuntura entretejida alrede-
dor d e un s e g m e n t o de n o c i o n e s y categorías apropiadas por
diversas de esas corrientes, en particular el materialismo.
Apropiación que define el encuentro crítico entre materia-
lismo y e p i s t e m o l o g í a en general.
Ahora bien, c o n este despeje el lector de la presente ver-
sión castellana de L'ordre et les jeux. Le positivisme logique
en question, estará en c o n d i c i o n e s d e remontarse a la génesis d e
este t e x t o , ai m o m e n t o en que se perciben sus orígenes. Por-
que ¿qué es lo que se prefigura y lo q u e se gesta en el entre-
cruce de materialismo y e p i s t e m o l o g í a de las ciencias, explÍci-_
tado por Lecourt en Bachelard. El dt'a y la noche? El m i s m o
Lecourt ensaya una respuesta en ei capítulo V de este t e x t o ,
"Ruptura epistemológica y revolución científica. E l e m e n t o s
de e p i s t e m o l o g í a comparada", d o n d e al aparear estas n o c i o -
nes fundamentales respectivas de Gastón Bachelard y T h o m a s
S. Kuhn —aunque en función de alerta sobre el posible mal-!
e n t e n d i d o de su asimilación iniciada por algunos críticos— '
predice el espacio teórico de un n u e v o encuentro. El del
materialismo y las otras tendencias que h e m o s visto integrar
la coyuntura antes descripta, por una parte, y , por la otra, la
epistemología que fuera del territorio cultural francés, se lle-
vaba a cabo en el m u n d o del pensamiento anglosajón, por
así decirlo, su lugar más natural y casi e s p o n t á n e o e n el curso
de este siglo.
Lo hace c o n el carácter de un e s b o z o , del lanzamiento de
una idea, pero c o n toda la fuerza de identificar una laguna en
la historia contemporánea que necesariamente habrá de col-
marse si es que se requiere un balance de t o d o lo que nuestro
siglo difiere del pensamiento filosófico tradicional, y un ar-
q u e o de las determinaciones e c o n ó m i c a s , ideológicas y polí-
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ticas q u e encuadran esas diferencias y que aparecen, a veces
incoloras, en expresiones c o m o revolución en filosofía, revo-
lución científica, revolución tecnológica.
P o c o t i e m p o después de la aparición del libro de Lecourt
sobre Bachelard, en un artículo que q u e d ó inédito por Dazo-
nes propias de la coyuntura autoritaria que se abría en la
Argentina en 1 9 7 6 , trabajo al que, a fin de enf atizar la impor-
tancia de su propuesta, titulé precisamente " E l e m e n t o s para
una e p i s t e m o l o g í a comparada", m e referí de este m o d o a ella
en algunos párrafos del capítulo II; " D e las conclusiones d e la
primera parte, de este trabajo se desprende la existencia e n
nuestra é p o c a de un doble m o v i m i e n t o en el discurso filo-
sófico. En su forma predominante, la epistemológica, conver-
gen las d o s grandes corrientes citadas. Su concurrencia a tra-
vés de un mismo canal del discurso, el prioritario, señala en
un primer m o v i m i e n t o los p u n t o s c o m u n e s de esta conver-
gencia. En un segundo m o v i m i e n t o , sus respectivas redefini-
ciones, expuestas en el p u n t o 4 ) de las conclusiones, designan
gran parte de lo litigioso y divergente de sus diferencias espe-
cíficas.
" U n inventario de estas convergencias y divei^encias pue-
de lograrse a nivel tentativo y descriptivo. La descripción es
condición necesaria para una teoría, y una teoría debe dar
cuenta acabada de las ganancias, paralización y / o retrocesos
del pensamiento filosófico propio de la coyuntura. Para la
construcción de una teoría que enlace convergencias-diver-
gencias c o n la forma actual de la racionalidad filosófica, hay
que elaborar una e p i s t e m o l o g í a comparada, y n o el catálogo
de la simple puesta en correspondencia de lo q u e se dice por
un lado y se acepta o rechaza pQi_el o t r o . Es ésta la labor de
un inventario, no de una teoría] Una e p i s t e m o l o g í a compa-
rada teórica e s la gran ausente del pensamiento contemporá-
neo. Incluso el inventario previo a la teoría está aún por
h a c e r s e ] ^ Luego de historiar los motivos que sustentaron la
posición hegemónica de la e p i s t e m o l o g í a e n la primera parte
del siglo, y las circunstancias del retroceso que en cada área
se produce a partir de los años setenta c o m o consecuencia,
en el m u n d o anglosajón, del " r e t o m o a Kant" que planea
sobre el categorialismo predominante en los filósofos de la
ciencia postpopperíanos, y d e la reacción,en la tendencia ma-
terialista de la corriente francesa, contra la d e s c o m p e n s a c i ó n
teoricista que producía el primitivo énfasis epistemológico,
añadí: "En t o d o caso es evidente q u e para que la e p i s t e m o l o -
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gía esté en condiciones de plasmar en lo teórico lucros relati-
vos a esta transformación, se hace urgente imprimir a las
investigaciones una dirección comparativa del doble movi-
miento monopolio-retroceso de ambas corrientes y es éste el
trabajo aún por ejecutarse aunque comienzan a atisbarse \os
primeros s í n t o m a s y señales de una reacción.
" D o m i n i q u e Lecourt en ( 1 9 7 4 ) llama ia atención por pri-
mera vez sobre la necesidad de emprender estos estudios.
Advierte que en 1 9 3 4 año en que Gastón Bachelard publica
Le Nouvel Esprit Scientifique. su primera gran obra de epis-
t e m o l o g í a , aparece en el área anglosajona el destacado libro
de Popper Logik der Forschung, t e n i e n d o ambos c o m o p u n t o
de partida el estado de las ciencias físicas. El pensamiento de
ambos filósofos circula sin embargo, de allí en más. por carri-
les separados pese a que de c o n t i n u o se formulan los mismos
interrogantes y se ven acuciados por los mismos problemas. Y
e s t o , agregamos, n o es un episodio aislado. Puede hacerse, el
siguiente test probatorio: procédase a la apertura de un libro
de cualquiera d e las respectivas corrientes (sea C a m a p ,
Hempel, Nagel, Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Sellars
Hanson, etc., o bien, en el otro c a m p o , Bachelard, Cavaillés,
Canguilhem, Foucault, Althusser, Lecourt, Rayraond, De-
ssanti, etc.) y se comprobará que el a p o y o bibliográfico, el
orden de los argumentos, su insersión predominante en cien-
cias físico-naturales, o históricas y sociales respectivamente,
et estilo de pensar incluso, se nutre c o n exclusividad en laí
propia corriente manteniéndose en ignorancia casi absoluta!
a la alterna. ¿Cuáles son las razones: chauvinismo intelectual
atribuible a unos y otros; problemas de escasa difusión y
pocas traducciones de libros de un área en la otra; indiferen-
cia o desinterés por los dispositivos teóricos ajenos incentivada
en cuestiones de tradición cultural, lengua, etc.; pretensión
de autosuficiencia en filosofía? N o lo creo. Intentamos más
arriba el sentido de una respuesta, la filosofía se c o m p o n e de
tesis dogmáticas en función de posición-oposición en los de-
bates ideológicos c u y a racionalidad no se distingue por crite-
rios d e verdad sino por ser justas en mayor o m e n o r grado,
justas ( c o m o se dice d e una guerra) en el sentido de justeza y
n o e n el sentido metafísico de justicia".
Esta última t o m a en préstamo del lenguaje althusseriano
aludía, por cierto, a la distinción de carácter entre los enun-
ciados científicos y las tesis filosfoiua», sin persuadirme, n o
r>hstante. de la conveniencia de la incomunicación, incomu-
21
nicación que se ocultaba muchas veces en un tipo de críti-
cas recíprocas, al que señalaba en esta forma: "Esto no quiere
decir que n o se registren críticas recíprocas. Lo que quiere
significar es que tales críticas son hasta el desarrollo de las
investigaciones en su etapa actual, más bien globales, de ca-
rácter general y referidas a la base filosófica de la corriente
opuesta, c o m o por ejemplo c u a n d o desde el c a m p o de la
filosofía francesa se jaquea "el empirismo estrecho" de las
corrientes anglosajonas, sin hacerse cargo de los múltiples
matices que distinguen a esta corriente en su juego interno de
oposiciones. O cuando desde el c a m p o anglosajón, se confun-
de para eludirla a bajo c o s t o , la tendencia materialista de la
corriente francesa con la especulación hegeliana ridiculiza-
da muchas veces, por su parte, en presentación inauténtica de
frases aisladas fuera de c o n t e x t o (Reichenbach, La filosofía
científica. Cap. L, "La pregunta") o c o n la vieja metafísica
del materialismo mecanicista de los siglos X V I y X V I I " . . .".
Han pasado o c h o años de estas reflexiones y el cuadro se
mantuvo sin que se pueda considerar modificado por algunas
circunstancias, d o s de las cuales pueden verse en el libro Karl
Popper, de Renée Bouveresse. La primera es el escrito "La
significación actual de dos argumentos de Henri Poincaré",
redactado por Popper c o m o c o n t e n i d o de una conferencia a
ser pronunicada en la fundación de la Academia Europea de
Artes, Ciencias y Humanidades, en noviembre de 1 9 8 0 . El
carácter aislado de la intervención de Popper y el h e c h o de
que se refiera a un filósofo de la ciencia —el más grande,
según su expresión— que trabajara en un p e r í o d o , postrime-
rías de la pasada centuria, q u e n o puede ser considerado
c o n t e m p o r á n e o , la e x c l u y e n c o m o contraejemplo de la inco-
municación que venimos describiendo. N o m e n o s carácter
aislado tiene el resumen que el propio Bachelard hiciera de
laLogik der ForschungenRecherchesPhilosophigues (1935).
T a m p o c o éste es un ejemplo de que el cuadro estuviese n o ya
modificado sino originariamente mal encarado, por consti-
tuir un breve comentario bibliográfico de un libro en el q u e
Bachelard reconoce m u c h o s temas de la filosofía vienesa,
sin perjuicio del carácter personal preparatorio en Popper de
una filosofía original, respecto de algunos: en particular, la
propuesta de Popper de que la teoría cuántica trata de pro-
blemas estadísticos y generaliza la mecánica estadística
clásica, t o d o esto en c o n e x i ó n con su rechazo de la interpre-
tación subjetiva ortodoxa de la Escuela de Copenhague, del
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principio de complementariedad de Bohr (enunciado pseu-
d o c i e n t í f i c o para Popper) y de que fuese factible extraer
argumentos de la mecánica cuántica en contra del determinis-
m o ; posición, ésta, que Popper cambió luego más de una vez.
La clara conciencia de la situación que viene de ser desa-
rrollada, la de ja_incomunicación entre ambos tipos de filo-
sofía, es, en mi opinión, u n o de los resortes básicos q u e esti-
mularon a Lecourt a redactar El orden y los juegos. Al aludir
a esta indiferencia persistente en Bachelard. El día y la noche,
lo anuncia expresamente: " N o es cuestión de que y o pueda
colmar aquí esta laguna: ello será o b j e t o de un trabajo ulte-
rior". Es m u y probable q u e e n este aislamiento de a m b o s cos-
tados perciba (con escasa simpatía, c o m o el que redacta este
prólogo), el rostro de ciertos personajes mundanos del sello
de la refinada pluma de Proust. La familia de los Verdurin de
Un amour de Swann. El p e q u e ñ o " n o y a u " , el " p e q u e ñ o
grupo", para formar parte del cual una condición era sufi-
ciente pero necesaria: había que adherir a un Credo. Clan c o n
sus reglas de pertenencia y n o pertenencia, c o n los excluidos,
los que n o lo frecuentaban, m o l e s t o s c o m o la lluvia, y los
"fieles" q u e d e b í a n renunciar a toda curiosidad y al d e s e o d e
informarse por sí mismos de los atractivos de los otros salo-
nes, y a que los Verdurin sentían que este espíritu de e x a m e n
y este " d e m o n i o de frivolidad" podría resultar fatal, por
contagio, a la ortodoxia de la pequeña iglesia. Clan c o n "la
mesa siempre servida" para los fieles, quienes de tener algún
amigo capaz de hacer que algunas veces la abandonaran, reci-
bían de los Verdurin la indicación de: " ¡Y bien, tráigalo a su
amigo!". Clan con sus hábitos, sus e m o c i o n e s y sus expre-
siones figuradas, c o n relaciones de amo-maestro a sujeto, don-
de n o espantaba q u e una mujer c o m o Odette de Crecy tuviese
un amante, a condición de q u e lo hiciese en el interior del
n o y a u , lo amase en ellos y a través de ellos, y n o lo prefiriese
a ellos.
27
c e p t o s auxiliares". Y si se piensa que lo dado es "un conteni-
d o de la conciencia", queda planteado un idealismo metafí-
sico de tipo solipsista en caso de que ese c o n t e n i d o perte-
n e z c a a un solo sujeto, o de tipo berkeleyano si lo d a d o se
disbribuye entre m u c h o s sujetos.
Cuando Auguste C o m t e acuñó el término positivismo en
su Curso de filosofía positiva estaba m u y seguro de la univo-
cidad del vocablo que empleaba, r e c o n o c i e n d o en él algunas
d e las características fundamentales del tipo de racionalidad
e n q u e se articulaba tanto su ley de "los tres estadios" c o m o
su "ley enciclopédica" o clasificatoria; sujeción de los h e c h o s
naturales o sociales a leyes; renuncia a las explicaciones teo-
lógicas o metafísicas, limitación del o b j e t o del c o n o c i m i e n t o
a lo d a d o en la experiencia, relativismo empírico, unidad de
m é t o d o y h o m o g e n e i d a d de la doctrina; tendencia a dismi-
nuir el número de las leyes generales para explicar los fenó-
m e n o s ; especialización y división intelectual del trabajo;
valor n o s ó l o t e o r é t i c o sino práctico de la ciencia para prever:
"science, d'oü prevoyance; prevovance d'oü action" (Cours,
legón 2, 3 5 ) .
Sin embargo, cuando redacta su Discurso sobre el espíritu
positivo, esta seguridad había declinado de tal m o d o , que se
propone e n el Cap. III. ]>unto I, resumir en un catálogo de la
palabra "positivo", los atributos d e lo que estima el verda-
dero espíritu filosófico. Algunas de estas acepciones son fácil-
m e n t e identificables en las formas contemporáneas del posi-
tivismo, otras en tendencias filosóficas emparentadas c o m o el
utilitarismo y el pragmatismo. Son estas acepciones: 1) lo real
por oposición a lo quimérico, 2 | lo útil por oposición a lo
o c i o s o ; 3 ) lo cierto por oposición a lo indeciso, 4 | lo preciso
p o r oposición a lo vago, 5) lo constructivo y organizativo por
o p o s i c i ó n a lo negativo, 6) lo verificable en lugar de lo n o
c o m p r o b a b l e ; lo q u e tiene el sentido de sustituir t o d o lo
relativo a l o absoluto.
Un siglo después de Comte, y m u c h o s años después del
trabajo de Schlick, en 1 9 7 5 , C. Ulises Moulines publica en
Dianoia un artículo, "La génesis de! positivismo en su con-
t e x t o científico", d o n d e se hace cargo del mismo problema:
dificultades que crea la variedad de usos contradictorios del
término positivismo en la literatura. Es importante captar
e! p u n t o de partida, para comprender su criterio destinado n
arrojar luz sobre la naturaleza <ie la c o n c e p c i ó n positiva y on
q u é sentido tal criterio se aparta de los precodcntcM, l'ara
28
Müiilines, el positivismo no consi.-ite en un conjunto de tesis
L-atableoidis por escrito en algún sitio, sino más bien en una
ueUírminada "actitud" que se ha transformado a través del
n e m p o . Lo importante en él. digamos, no es el cuerpo de
doctrinas, sino el espíritu de! positivismo o, a fin de evitar
esta expresión que p u e d e resultar equívoca, su tipo de racio-
nalidad, el aliento q u e preside su programa.
Se percibe c o n ésto en qué el criterio de Moulines, se
separíi del de Schlick; difiere, en la medida e n q u e "una
actitud", un aliento, un "tipo de racionalidad" no p u e d e n
ser s o m e t i d o s a las pruebas verificacioaistas a q u e alude este
último. Y, en cuanto a! criterio de Comte, puede conjeturar-
se que resulta insatisfactorio para Moulines, quien aduce
Liue las corrientes significativas en la historia del pensamiento
no se p u e d e n "definir" asignándoles un par de rasgos genera-
les. A u n q u e C o m t e —puede señalarse entre paréntesis— es
el pensador que en esta historia más ha influido en la consti-
t u c i ó n d e la actitud positivista, de su porte o talante, su signi-
ficado en las diversas tendencias del positivismo de este siglo,
.•iuele ser abruptamente disminuido. Es cierto que aparece
mencionado, c o m o lo p o n e de relieve Lecourt, en el Mani-
fiesto (Wissenschaftliche Weltauffassung) del Círculo d e
Vicna, pero la casi totahdad de los positivistas contemporá-
neos o n o lo citan o niegan su influencia Para una situación
semejante, recordé en Neopositívismo e Ideología, la feliz
frase de Alejandro Korn. " L o s herederos intelectuales suelen
ser más desagradecidos que los otros". Pero e s t o deja de
explicar ias razones de un olvido que, a mi juicio, n o resulta
e x e n t o de graves consecuencias filosóficas. Moulines, por su
parte, al q u e n o puede considerarse positivista, por trabajar
en la c o n c e p c i ó n no-enunciativa y conjuntista de Sneed,
Stegmüller y Banze*-, también descalifica a C o m t e a la hora
de señalar la génesis del positivismo lógico. Su énfasis lo
centraliza, a partir de ia crisis de la mecánica newtoniana,
con el c a m b i o de actitud científica que c o m p o r t a el c o l a p s o
dei aparato conceptual n e w t o n i a n o de espacio y t i e m p o
absolutos, masa y fuerza, frente a las nuevas ramas de la
tírmodinámica fenomenológica y el electromagnetismo.
Esa nueva actitud la recogen básicamente E m s t Mach
{Análisis de las sensaciones) los empiriocriticistas Richard
Avenarius y H. Petzoldt, y otros científicos no positivistas
c o m o Kirchoff, Hertz (cuya influencia en los Bitd del Trac-
taius será ampliamente desarrollada por Lecourt) y Helm-
29
holtz c u y a epistemología fisiológica repercute en e! positi
vismo lógico c o n un impacto que merece de Moulines una
intervención especial en el Tagung llevado a cabo en el
Centro de Investigación Interdisciplinaria de la Universidad
d e Bielefeld entre el 2 7 y 3 0 de noviembre de 1 9 7 9 . La con
clusión de Moulines consiste entonces, respecto de las fuentes
del positivismo lógico, en acentuar en 1 9 7 5 la del positivismo
c r í t i c o alemán, la física de fines del XIX y desglosar en
1 9 7 9 la de la fisiología de los sentidos que incorpora, aquí,
a Hume, Mach, la lógica moderna, el primer Wittgenstein y las
revoluciones en física Dejando por el m o m e n t o de lado al
primer Wittgenstein, y que marca una diferencia de lectura
capital con el desarrollo de Lecourt en este libro, es p o c o l o
q u e puede discutirse en relación a las fuentes citadas por
Moulines. Lo q u e es debatible, en cambio, es la estrategia
q u e lo c o n d u c e a apartar radicalmente a C o m t e de las fuentes
del positivismo moderno, estrategia en la que n o son secun
darios omitir o no darle la importancia debida a la incorpo
ración y defensa por C o m t e de ciertos principios que Mouli
nes considera, en cambio, básicos en el nuevo positivismo.
Así, p o r ejemplo, e! principio de e c o n o m í a de C o m t e
q u e reformulan las tesis de Avenarius "económico-biológi
cas", y d e e c o n o m í a conceptual de Kirchoff y Mach, la
c o n c e p c i ó n de la matemática en el Cours no c o m o una cien
cia al lado de las otras sino c o m o un lenguaje conceptual de
todas ellas, su c o n c e p c i ó n empírica y n o apriorística de la
mecánica, y el h e c h o de que el enlace e n c i c l o p é d i c o de las
ciencias, aun c o n s t i t u y e n d o sistema, implica una organiza
ción jerárquica d o n d e cada s e g m e n t o científico aporta u n
grado de sentido al total culminando e n un t i p o de unidad,
la física social, análoga en parte al principio de unidad fisi-
calista de las ciencias.
Otra estrategia lo c o n d u c e a sobrevalorar la influencia
positivista d e Mach en la teoría d e la relatividad restringida
( d o n d e por otro lado, también se encuentran huellas de
Hume, Kant y Poincaré) d e t e n i e n d o , en el primer;, tramo, el
pasaje de Einstein de los f u n d a m e n t o s positivistas a una
filosofía de la ciencia asentada en un realismo racional, idea
d e un universo "real", objetivo q u e existe bajo los f e n ó m e n o s
percibidos por los sentidos, que expresa así en su e n s a y o "La
influencia de Maxwell sobre la evolución de la idea de rea
lidad física" ( 1 9 3 1 ) : "La creencia en un m u n d o exterior,
independiente del sujeto que lo percibe es la base de t o d a
30
ciencia d e la naturaleza". Es claro que nadie duda del impac-
t o que causara en el Einstein de 1 9 0 5 , la Historia de la
Mecánica de Mach, libro al que accede a través de su amigo
y discípulo Besso (fenomenalista fiel), c o n m o v i e n d o su fe
en ia mecánica c o m o último f u n d a m e n t o de la física. Además
del expreso r e c o n o c i m i e n t o de Einstein en su Autobiogra-
fía, Gerald Holton, en el c o l o q u i o de la Unesco sobre "Cien-
cia y Síntesis", agregó a las muchas pruebas que se suelen
(\tar, un valioso antecedente: el p r o y e c t o de Mach de 1 9 1 1
de crear una sociedad para la difusión de la filosofía positi-
vista recogido en un manifiesto en el que, con él, participa
Einstein (y otros c o m o Petzoldt, Hilbert, Helm y el m i s m o
Sigrrund Freud). Pero también forma parte de la historia
de las relaciones entre Mach y el Einstein maduro, la se-
paración de sus caminos en la que concurren m u c h o s ele-
mentos: por parte de Mach, su rechazo en el prefacio a
Principios de Óptica (escrito en 1 9 1 3 y publicado recién
1 9 2 1 , luego de su muerte) de la teoría de la relatividad
i n o nlcanzo a tratar la generalizada), a la que tiene por espe-
culativa basado en dudas epistemológicas y consideraciones
nacidas d e la fisiología de los sentidos. Por parte d e Einstein,
su " e n d u r e c i m i e n t o " creciente acerca del primado de la expe-
riencia (en particular, la sensible) subrayando, en cambio,
el carácter inventivo del espíritu h u m a n o y puramente arti-
ficial de los principios fundamentales de toda teoría cientí-
lifa (véase en Holton, muy hicn d o c u m e n t a d o en los Archi-
vos de Princeton, las referencias del artículo de Einstein de
1 9 0 7 e n Jahrhuch der Radioactivitát und Elektronik (4
\ 4 ) respuesta al de Kaufmann del año anterior en Annalen
der Physik; sus conferencias de París de 1 9 1 2 y Oxford de
!imio de 1 9 3 3 , sus cartas a Besso de abril y m a y o de 1 9 1 7 ,
a Lanczos de enero de 1 9 3 8 ; el pasaje de su Autobiographical
Notes ( 1 9 4 9 , p. 5 3 ) y otros semejantes.
35
sóío están en juego los c o m p r o n u s o s de los científicos frente
a los e f e c t o s p o l í t i c o s y de vida que sus p r o d u c t o s generan en
el m u n d o , sino también la re transformación'' de sus propios
procedimientos l ó g i c o - m e t o d o l ó g i c o s internos en función de
las cambiantes circunstancias históricas y sociales bajo las
cuales esos procedimientos se cumplen, es el rasgo decisivo de
la e p i s t e m o l o g í a contemporánea, que, pese al giro antüogicista
e historicista d a d o a partir de La Estructura de las Revolucio-
nes Científicas, de Kuhn, m o d e l a la idiosincracia anglosajona
de la coyuntura filosófica de este sector del m u n d o teórico.
Efectos, en t o d o caso, n o m e n o s conservadores que los de
Comte, en el paso del determinismo físico de la ciencia social
al neutralismo físico-natural
Es p o r e s t o q u e en contraste a la sugerencia de la, por otro
lado, e x c e l e n t e contribución de Moulines, t o d o intento de lle-
gar a las raíces de la negación del papel de precursor de Com-
te d e b e emplazarse en ese camino d e recorrida según una for-
mulación de este tipo: antes que mirar la falta de interés de
C o m t e e n las ciencias naturales, lee t o d o lo que la experiencia
de la teoría pura del derecho d e Kelsen significa c o m o s í n t o -
ma d e la actitud positivista global del presente siglo, p o n tus
ojos más bien e n la falta de interés de esta actitud en la teoría
de la historia y la sociedad.
Ahora bien; e s precisamente en el interior de esta historia
de las c o n f u s i o n e s entre quién es positivista y quién n o lo es,
de los m a l e n t e n d i d o s cruzados sobre los e m p l e o s de las pala-
bras " p o s i t i v i s m o " y "positivista", que Lecourt va a realizar
d o s montajes de lectura sobre querellas suscitadas con m o t i v o
de la atribución del carácter de positivistas a Karl Popper y
Ludwig Wingtenstein. En ambos casos, Lecourt rechazará esta
asignación. Los recursos teóricos que pondrá en escena serán
el p u n t o de partida de un análisis más profundo sobre estos
pensadores con las conclusiones q u e deja abiertas al lector:
en Karl Popper; "el orden" de un sistema que. en cierta medi-
da, lo reinscribe en el m o d o tradicional de filosofar; en Witt-
genstein, "los juegos de lenguaje" de las Investigaciones Filo-
sóficas, sobre las que asentará - c o m o ya dijimos la propues-
ta de una nueva práctica de la filosofía. Investigaciones Filo-
sóficas c u y o hiatus en relación al Tracíatiis. Lecourt n o pre-
tende d e s c o n o c e r aunque poslula la unidíid de toda su obra
j u n t o a Ciranger, Ijouveresse. -I;in¡k y T o u l m i n y W. Bartley
III. l o m a de posición para la (¡ue sitriie (4ros carriles c o n c e p -
tuales que é.stos y otros piirtidarios lir la unidad (entre ellos
36
M. J. CharlPsworth. A n t h o n y Keiiny, Peier Winch, David
íVars, Cristian Stetter y el eciéctico K. 1. Kann que percibe
ij continuidad en la esencia y función de la filosofía pero n o
on los m é t o d o s de ambas obras); en contra, por el otro lado,
de la opinión discontinuista radical, la dei "'Bruch", d o n d e se
agrupan importantes exégetas c o m o W. StegmüUer, Hartnack
y en Francia, Gübert Hottois para quien resulta abusivo n o
ver en las Investigaciones más que una relativización del Trac-
íatus. o en éste una macrucopia de un "juego de lenguaje"
cualquiera. (El problema de la continuidad o discontinuidad
entre un primero y un segundo, un joven y u n o maduro, se
presenta, c o m o el lector p u e d e apreciar, también en Witt-
genstein y parece ser una constante respecto de los grandes
[)ensadores c o m o Marx, Hegel y otros según las enseñanzas
de la historia de las ideas. N o se trata, c o m o es obvio, de una
tuestión contingente o puramente académica y a que, confor-
mo se viera e n el caso de Comte, importantes efectos filosófi-
cos separan los c a m p o s de los que se pronuncian pro o contra
la continuidad).
Finalmente por la importaiici¿u articulación y función de
ensamble que la nominación de positivistas acordaba a Po-
pper y Wittgenstem, y los debates abiertos sobre ésto, tienen
en el conjunto de la lectura que propone El orden y lus jue-
gos daré término a este prólogo, refiriéndome con t o d o es-
quematismo al sentido p o l é m i c o de ambos casos.
39
guían su uso y con independencia de toda experiencia. La ló
gica nada dice de los objetos, sólo estipula reglas para hablar
d e ellos ("Lógica, matemática y c o n o c i m i e n t o de la naturale
za" de Hans Hahn). Su importancia tautológica deriva de que
estando constituido nuestro lenguaje de m o d o que al afirmar
nuestras proposiciones, implícitamente afirmamos otras sin
verlas, la deducción lógica hace que tengamos conciencia de
ello. Esta posición privaba por cierto al apriorismo de su a l i
m e n t o más fuerte. Respecto de ella, Popper se m a n t u v o al
margen hasta 1 9 4 6 en q u e d e b i ó ocuparse de la aplicación d e
la lógica y la matemática a la realidad. Aquí, si bien compar
tió el criterio d e que ia lógica sólo contiene "reglas de proce
d i m i e n t o " y d e lenguaje y n o enunciados descriptivos—
reaccionó contra la etapa camapiana de ver en este lenguaje
operaciones puramente sintácticas, y j u n t o con Tarski. Kotar-
binski y otros adherentes de la escuela polaca, hizo modificar
a Carnap d e raíz su posición llevándolo a la etapa semántica
que éste desen\'uelve en su Introducünn to Semantics and
Formalization of Logics.
Y en cuanto al plano empírico, que es el segundo p u n t o
básico (en el que también Camap sustituyó su ordinario prin
cipio de verificabüidad, atribuido erróneamente al Tractatus,
por el requisito más elástico de confirmabüidad, Testabiiity
and Meanmg 1 9 3 6 - 7 ) , Popper lo consideró lisa y llanamente
un dogma del Círculo. Es su "Autobiografía" y en su "Re-
plies t o m u y critics" (arabos incluidos en el v o l u m e n de
Schlipp) Popper ajusta sus cuentas respecto de este dogma,
centro de la disputa. En reemplazo del criterio positivista de
significatividad, q u e divide las aguas entre enunciados de ex
periencia verificablcs, y por ende científicos, plenos de senti
do; y metafísicos (no verificables) asignificativos, propicia el
de demarcación entre lo científico y lo no científico. Criterio
éste que, a diferencia del de significado, es un criterio de tes-
tabilidad, refutabilidad o falsahilidad que n o deja fuera de jue
go a la m e t a f í s i c a Popper la asume no sólo en su defensa del
realismo metafísico, sino en su posterior incorporación del
darwinismo, " c o m o " programa metafísico de investigación
(Objective Knowledge).
Esta cuestión central de la disputa, la sustitución popperia-
na del criterio de significado por el d e demarcación entre
ciencia y no ciencia, tiene muchas repercusiones en otros
p u n t o s de divergencia con las tesis epistemológicas del empi
rismo lógico. La mayoría de estas tesis, c o m o el rechazo de!
40
inductivismo, y del c o n c e p t o fisicalista de ciencia unificada,
no son objeto de análisis profundos por parte de los positi
vistas. Y, en relación a otras, c o m o la polémica entre realis
mo y positivismo (fenomenalismo), son reabsorbidas e n fun
ción de distintos procedimientos, a los que puede aplicárse
les m u y bien mutalis mutandi el juicio que Popper emite en
su Autobigrafia: "Pensaban que podrían evitar mis críticas
c o n unas cuantas concesiones —mutuas preferiblemente— y al
gunas estratagemas verbales (por ejemplo, se habían persuadi
d o de que y o convendría en sustituir la verificabilidad por la
falsabilidad c o m o criterio de significatividad)". Reabsorción
q u e e n el caso de la cuestión realismo/idealismo (fenomenalis-
ta) se hacía a veces con recurso a considerarla un pseudo pro
blema (Camap) o considerando que no hay oposición entre
realismo y positivismo si se parte de un "realismo e m p í r i c o "
c o m o el que propugna Schlick en "Positivismo y realismo",
combinación q u e n o niega la existencia de un m u n d o trascen
dente sino q u e postula su carencia de sentido, tanta c o m o la
de su afirmación; o afirmando c o m o Feigl, en su ya citada
"Memoir", que un realismo metafísico (del mismo tipo que
Popper) es una de esas cosas acerca de las que, c o m o dice
Wittgenstem. n o p o d e m o s hablar y, en consecuencia, débe
m e callar.
Ahora bien, el lector podrá seguir en esta querella del
v í n c u l o Popper-positivismo lógico, la estrategia muy bien
trazada por Lecourt que consiste en rotar de la cuestión
central d e la fasabilidad a estos otros puntos que la inte
gran, aunque aparezcan más diluidos en los planteos d e los
últimos. La rotación le permite complementar su análisis
p o n i e n d o a Popper en relación con Einstein y la mecánica
cuántica, examinar su papel respecto de las ciencias socia
les; ver c o m o monta un mecanismo de verriad, distinto de
los criterios de verdad tradicionales, c o m b i n a n d o el falibi-
lismo de Peirce con la c o n c e p c i ó n semántica de la verdad de
Tarski, q u e acuerda un u s o regulativo a la teoría de la corres
pondencia aristotélica, en un programa aplicado a su m o d o
de concebir el progreso del c o n o c i m i e n t o científico.
En t o d o s estos puntos, el eje de las reflexiones de Lecourt
se enriquece al emplazarse en un p r o c e d i m i e n t o de análisis
que n o pasa "por la confrontación, en definitiva, abstracta
y formal, tesis por tesis, de un sistema al o t r o " tendiente al
planteo de saber lo que Popper retiene o rechaza dei dispo
sitivo neopositivista, sino por la inserción del popperianismo
41
en ta coyunlura también integrada por el Círculo de Viena.
La consecuencia natural d e este procedimiento reclama en
Lecourt la incorporación del material de Popper de la episte-
mología biológica, del Conocimiento Objetivo y El yo y su
cerebro, reverso, en cierto sentido de su problema de demar-
cación, creación final de un Orden en que el m é t o d o ocupa
el lugar de! Sujeto y lo naturaliza en la biología d o n d e se
implantan y transponen (con Ecclos) sus temas lógicos.
Este mismo eje de análisis, reaparece f m c t í f e r a m e n t e , se-
llando consecuencias teóricas distintas, al abordar el v í n c u l o
que la tradición postula entre el Tractatus de WiL^enstein y
el mismo positivismo lógico.
42
cátedra d e filosofía de la Universidad de Viena y lídera un
grupo n o cohesionado, por ese entonces, c o m o escuela filo-
sófica, formado, pues por miembros que en su m a y o r parte
n o eran füósofos profesionales. El Círculo lo integraban de-
partamentos de matemática, lógica, física, derecho, medicina
y sociología. N o p u e d e extrañar, entonces, que esta comuni-
dad de intereses dedicara d o s años de sus reuniones quincena-
les a leer y descifrar el c o n t e n i d o críptico de una obra, madu-
rada en el c o n t e x t o lógico-matemático de Frege y Russell, y
c u y o p r o p ó s i t o según lo estampara este ú l t i m o en su "Intro-
d u c c i ó n " era, partiendo de los principios del simbolismo y de
las relaciones necesarias entre las palabras y las cosas en cual-
quier lenguaje, tratar en primer lugar de la estructura lógica
d e las proposiciones y de la naturaleza de la inferencia lógica,
para pasar a la teoría del c o n o c i m i e n t o , la física, la ética y fi-
nalmente lo que está más allá de los límites del lenguaje, lo
m í s t i c o (das Mystiche, lo indecible).
En la etapa de su desarrollo en que irrumpe el Tractatus,
predominaba en el Círculo, su así llamada versión original
de la teoría del significado: una oración s ó l o es significativa
cuando el m o d o de su verificación es c o n o c i d o . Esta verifica-
ción debe ser c o m p l e t a m e n t e esclarecida por referencia final
a h e c h o s indubitables dados en la experiencia inmediata. Se
trata de u n estadio con total predominio del positivismo ma-
chiano: creencia en " e l e m e n t o s ú l t i m o s " de t i p o sensorial,
programa d e construcción lógica del m u n d o a partir de los
"elementary data of sense". Es comprensible, dentro de esta
perspectiva, que los miembros del Círculo recibieran c o n to-
d o c a l o r una obra q u e v e í a n similar a l a f i l o s o f í a d e l a t o m i s m o
lógico e x p u e s t a por Russell en sus conferencias d e 1 9 1 8 , mu-
chas de cuyas ideas eran el resultado de las discusiones que
había tenido c o n Wittgenstein entre 1 9 1 2 - 1 4 , o sea en el pe-
r í o d o en q u e éste gestaba su Tractatus.
A q u í es, precisamente, d o n d e se articula, la llamada vieja
o tradicional interpretación, la de Russell y el Círculo de Vie-
na, es decir, aquella q u e equipara las proposiciones elementa-
les del primer Wittgenstein con las proposiciones atómicas de
Russell o las proposiciones protocolares de Camap (Protoko-
llsatze, de "El lenguaje físico c o m o lenguaje universal d e la
ciencia", ficcióp de un lenguaje ideal, tan metafísica c o m o el
d e m o n i o de Laplace, para O t t o Neurath).
Se ha d i c h o con razón q u e aunque las veinte mil palabras
del Tractatus pueden ser leídas en una tarde, resulta m u y di-
43
fícil abordar este libro c o m p u e s t o de una serie de p á r r a f o s
numerados, que constan m u c h o s de ellos de ".na sola frase, y
n o es ajeno a la dificultad la circunstancia de que muchas d e
esas frases, casi sin citas de origen, transporten problemas o
críticas de y al p e n s a m i e n t o de Frege y Russell. ¿Pero e s e s t e
legado de la lógica y la metafísica de Russell, al q u e por o t r o
lado Wittgenstein refuta en casos específicos c o m o en rela-
c i ó n a su teoría de los tipos, suficiente para leer sus proposi-
c i o n e s e l e m e n t a l e s e n términos del a t o m i s m o lógico d e aquél?
Tracemos m u y rápidamente el marco de su teoría pictórica:
La primera tesis del Tractatus es q u e "El m u n d o es t o d o l o
q u e es el caso". Y lo que es ei caso s o n los hechos. A l o s he-
chos q u e n o se c o m p o n e n de otros hechos, Wittgenstein los
llama Sachverhalte (atomic fact), mientras que a un h e c h o
q u e conste de d o s o más h e c h o s lo llama Tatsache. E n ios
ejemplos d e la "Introducción" de Russell, "Sócrates es s a b i o "
e s un Sachverhalt y también u n Tatsache, mientras q u e "Só-
crates e s sabio y Platón su d i s c í p u l o " es un Tatsache pero n o
u n Sachveriíalt. El m u n d o es la totalidad de los hechos, n o de
las cosas ( 1 . 1 . ) Queda aquí planteada una diferencia entre los
h e c h o s y las cosas u objetos, que recogen los aforismos 2. y
2 . 0 1 . 2 " L o q u e es el caso, el h e c h o (die Tatsache) es la exis-
tencia de los h e c h o s atómicos (Sachverhalten). 2 . 0 1 : "El he-
c h o a t ó m i c o (der Sachverhalt) es una combinación de o b j e t o s
(Gegenstánden) (entidades, cosas)"; que este libro esté enci-
ma de la mesa es u n h e c h o , pero carece de sentido afirmar
que el libro o la mesa sean hechos. El libro y la m e s a son, en
c u a n t o tales, cosas (objetos). Del m u n d o así c o n c e b i d o , nos
r e m o n t a m o s al lenguaje, siendo el ideal del Tractatus cons-
truir un lenguaje perfecto ( c o m o en Russell). El lenguaje es
una figura, (Bild), un cuadro c o m o lo traduce Lecourt, o un
m o d e l o d e los h e c h o s . N o es una figura de las cosas u objetos,
sino de una c o m b i n a c i ó n de objetos, aquellos de los que están
c o m p u e s t o s los hechos. Describir un objeto, c o m o por ejem-
p l o , e s t e libro, sería por ejemplo decir q u e "este libro e s blan-
co". Pero q u e este libro e s blanco, es un h e c h o , d e m o d o q u e
l o s objetos s ó l o pueden ser nombrados. Se abren, así, en el
análisis (análisis en el sentido técnico, lógico, con que lo usa
Wittgenstein) s ó l o d o s alternativas: por un lado nombrar ob-
jetos, p o r el otro, hacer figuras (abbilden) de los hechos. Co-
m o un h e c h o e s una c o m b i n a c i ó n de objetos, para hacer una
figura de él, los objetos q u e l o c o m p o n e n han de ser nombra-
dos.
44
El lenguaje consta de proposiciones, y las proposiciones e n
que figuran hechos atómicos (Sachverhalten) son proposicio-
nes elementales.
¿Ahora bien, cuál es el estatuto de estas proposiciones ele-
mentales, en relación c o n las proposiciones atómicas d e Ru-
ssell o protocolares del positivismo lógico? Es éste el proble-
ma que el positivismo resuelve en favor de la similitud. C o m o
ío hacen, entre otros, Feigl en l a y a citada "Memoir" de Sch-
lick (p. 2 3 ) y V í c t o r Kraft en el Capítulo II, (B), de El Circu-
lo de Viena: "Por tanto, la tarea siguiente y más importante
era investigar las proposiciones atómicas y caracterizarlas por
su forma lógica. Wittgenstein las identificó con las proposi-
ciones a las que llamó "proposiciones elementales". Son estas
proposiciones q u e pueden ser comparadas inmediamente con
ia realidad, es decir con lo dado de las vivencias". Un inter-
pretación que, c o m o antes expresáramos, comparte Popper
alimentando c o n otros e l e m e n t o s "el m a l e n t e n d i d o " cruzado
que el lector podrá encontrar hábilmente descripto por Le-
court e n la introducción de este t e x t o . Es la interpretación es-
tándar q u e vuelca en British Philosophy in Mid-Century,
1 9 5 3 : Para Wittgenstein todas las proposiciones significativas
serán funciones de verdad de las proposiciones elementales
o atómicas que describen " h e c h o s atómicos", es decir, "he-
chos q u e en principio pueden comprobarse por medio de la
obsen'ación'\
Ahora bien, en su Introducción a¡ "Tractatus" de Wittgens-
tein, G.E.M. Anscombe, alude al h e c h o fácilmente comproba-
ble de que hay e n esta descripción de Popper m u c h o más so-
bre "observación" que en el Tractatus. Salvo el a p o y o que
podría encontrarse en 3 . 2 6 3 , Wittgenstein n o afirma, ni su-
giere, agrega, "que la proposición que contiene un n o m b r e
elemental y lo 'elucida' ante la persona que c o n o c e o tiene
presente su referencia deba ser una proposición elemental".
El tipo de ejemplo más evidente, "esta es una mancha roja"
no e s una proposición elemental c o m o surge del 6 . 3 7 1 "
(Resulta claro q u e el producto lógico de dos proposiciones
elementales n o puede ser ni una t a u t o l o g í a ni una contradic-
ción. La aseveración de que un p u n t o dentro de nuestro cam-
p o visual tenga d o s colores diferentes al mismo t i e m p o es una
contradicción)". De manera directa se sigue de esto que "esta
f's una m a n c h a roja", n o p u e d e ser una "afirmación observa-
cional simple", porque si lo fuera p o d r í a encontrarse otra in-
compatible con ella, siendo precisamente su análoga lógica.
45
La conclusión de A n s c o m b e " (compartida entre otros por
R o y E. L e m o i n e en The Anagogic Theory of Wittgenstein's
Tractatus y por el y a citado Griffin), es que, sean lo que fue
ren las proposiciones elementales de Wittgenstein, no son
afirmaciones observación ales simples. Wittgenstem no se ex
presó sobre cuáles son los objetos ni cuáles son los constitu
y e n t e s de un p e n s a m i e n t o , pero adujo que debe tener partes
c o n s t i t u y e n t e s q u e se correspondan c o n las palabras del
lenguaje. Determinar el t i p o de relación que existe entre esos
c o m p o n e n t e s del pensamiento y los del h e c h o representado
en el lenguaje, e s una c u e s t i ó n de psicología n o de lógica.
En el m i s m o sentido corren otras interpretaciones contra la
lectura positivista: por ej. la d e Kenny sobre la verifica
c i ó n aún considerada en el p e r í o d o de las Philosophiche Be-
merkungen que es aquél e n q u e Wittgenstein estaba más cerca
del positivismo y d o n d e expresa, n o obstante, en la página
2 8 5 , Nro. 2 2 8 : "Cuando digo q u e una hipótesis n o e s defini
tivamente verificable, con e s t o n o está pensado que exista
una verificación a la que p o d a m o s a p r o x i m a m o s sin alcanzar
la nunca. Esto n o tiene sentido. . ." Para Wittgenstem la rela
ción formal q u e una hipótesis tiene c o n la realidad es comple
tamente diferente de la verificación (véanse asimismo las posi
ciones de Justus Hartnack en Wittgenstein y la filosofía con
temporánea. Cap. III "El 'Tractatus' y el positivismo l ó g i c o "
y el c o m p l e t o análisis de Griffin, que arranca del 6 . 3 7 5 , es
decir el contraejemplo de A n s c o m b e ; c o m o también las críti
cas de Wittgenstein a las "Tesis" de Waismann, en el Cap. IV
"Sobre el d o g m a t i s m o " de Ludwig Wittgenstein y el Círculo
de Viena).
Respecto de la argumentación de Lecourt se basa en un
enrejado de inteligibilidad que agrega al análisis del tipo que
vengo d e citar, la importante contribución de repensar esta
relación Wittgenstein y el positivismo lógico, en base a la
crítica del lenguaje que el autor del Tractatus teje alrededor
de las citas de Mauthner, refutadas e n n o m b r e de la t e o r í a de
los m o d e l o s de Hertz y de Boltzmann. Sobre esta'influencia
prestaron su atención Janik y Toulmin en su renovado» tex
t o La Viena de Wittgenstein incorporado por Lecourt pero
c o n una visión amplia y crítica al m i s m o tiempo, en u n anti
cipado ejercicio de su programa de e p i s t e m o l o g í a comparada,
al que solo cabe invitar e n la seguridad de que se encontrarán
en él penetrantes debates de la teoría actual e x p u e s t o s c o n
lenguaje claro y preciso.
46
Corresponde pues al lector s e ^ i r ahora el camino de El or-
den y losjuegoA, primer intep.io de abrir las ventanas de otjos
•"mundos [losibles" del p e n s a n n e n t o filosófico y científico de
nuestros dias. l¿n este trayecio habrá de encontrar, en el con-
t e x t o de las críticas de l.ccourt, p u n t o s de inflexión de su
pensamiento basados en ''los juegos" del segundo Wittgens-
tein. N o es propósito de este prólogo, d e b o repetir. analizEir
los mismos, sino más bien, cualquiera fuesen los resultados
del análisis, destacar el sentido de equidad que trasuntan al
colocarse, estimulando a todos, fuera de los astros p o c o pro-
picios d e los Verdurin.
En cuantíJ al prólogo,su intención, en esta extensión, equi-
\'ale ahora a un deseo, el de haberlo escrito y no, c o m o dice
ta inagotable ironía de los matices de Borges en h'ólogos. Con
un prologo de prólogos, haber incurrid<i en él.