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TEXTO

LECTURA

Dominique Lecourt
EL ORDEM
Y LOS JIEGOS
El positivismo lógico cuestionado.

Ediciones de la Flor
TEXTO
LECTURA 1

Dominique Lecourt
EL ORDEN
Y LOS JIEGOS
El positivismo lógico cuestionado.
Prólogo:
Dr. Enrique Eduardo M a r i

Ediciones de la Flor
Traducción:
Julio Ardiles Gray - Margarita N . Mízraií

Director:
Dr. Enrique K o z í c k i
Consejo E d i t o r i a l :
Dr. Ricardo E n t e l m a n
Dr. E n r i q u e E d u a r d o M a r i
D r . Jorge F u k e l m a n
Dr. A m o l d o S i p e r m a n

T í t u l o original francés:
" L ' o r d r e e t les j e u x "
Dominique Lecourt

Diseño de tapa:
Gustavo Valdés

© 1 9 8 1 Editions Grasseí e t Fasquelle

© 1 9 8 4 b y Ediciones de la Flor
Anchoris 2 7 , 1 2 8 0 Buenos Aires
Queda h e c h o el depósito q u e dispone la ley 1 1 . 7 2 3
Impreso e n la Argentina
Printed in Argentina
ISBN 950 515 901 J
EL O R D E N Y LOS J U E G O S

PREFACIO

1. En agosto de 1 9 7 4 , es decir hace y a diez años, D o m i n i q u e


Lecourt publica en Grasset, Bachelard, Le jour et la nuit,
d o n d e integra, e x t i e n d e y adecúa en parte los análisis que
sobre este científico y filósofo —sucesor de Abel R e y en la
cátedra de historia y filosofía de las ciencias de la Facultad
de Letras de Sorbona— había h e c h o t i e m p o antes en Para
una critica de la epistemología. Otros precedentes del interés
de Lecourt por Bachelard lo daban su memoria universitaria
editada en Vrin ( 1 9 6 9 ) c o m o Epistemología histórica de Gas-
tón Bachelard y la compilación de algunos de sus t e x t o s en
Epistemología (Presses Universitaires de France, 1 9 7 1 , guia-
da la selección por el criterio de marcar cada una de las etapas
de estudio de Bachelard en relación directa con los progresos
c o n t e m p o r á n e o s de la física y la química.
Para un pensador c o m o Lecourt, formado en el clima de
las reflexiones teóricas de la Escuela Normal Superior de la
calle U l m , la tarea de definir y precisar una lectura materia-
hsta d e la extensa obra de Bachelard, debió, sin duda, pa-
recerle urgente, apremiante. Se c o m p r e n d e n los m o t i v o s
de esta urgencia si se los visualiza desde la peculiar caracte-
rística q u e en la pasada década e x h i b í a el pensamiento
francés. Para entender mejor el sentido de las polémicas de
ese m o m e n t o , retrotraigamos brevemente la historia a co-
m i e n z o s del siglo. D o s corrientes monopolizaban e n t o n c e s
el d o m i n i a de la filosofía: el positivismo c o m t e a n o con su
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cénit en el XIX, y formas renovadas del espiritualismo. Por
un lado, los herederos d e C o m t e perseveraban en la defensa
del n ú c l e o esencial de las ideas c u y o carácter prioritario había
sido expresamente reivindicado en et Curso de filosofía posi-
tiva por su "Advertencia del A u t o r " (frente a Saint S i m ó n ;
y quizá a Turgot o Burdin) d a n d o el argumento y t e s t i m o n i o
de haberlas adelantado en las d o s ediciones de 1 8 2 2 y 1 8 2 4
del Opúsculo Fundamental. C o m t e vivía, en e f e c t o , y sentía
el p r o d u c t o d e su e x t e n s o trabajo personal —para l o cual,
caso ú n i c o quizá en la historia, prescindió durante años de
toda lectura q u e pudiera influenciarlo— c o m o algo importan-
te, un novum, c o m o si hubiese abierto al m u n d o la puerta a
una verdad d e s c o n o c i d a hasta e n t o n c e s : la ley de los tres esta-
dios, cuadro de la historia del espíritu h u m a n o , fresco del
desenvolvimiento de la civilización en una marcha del saber
que se e x t i e n d e c o n t i n u a desde las más primitivas formas
religiosas a las ciencias positivas modernas, ya expurgada en
el proceso intermedio la metafísica. Se trata de una ley de la
evolución "natural", es decir de algo q u e reemplaza la expli-
cación por causas primeras o finales y principios inmateriales,
c o n la explicación por leyes, en una operación que va más
allá de la Enciclopedia y el prepositivismo de los Ideólogos
c o n base e n la mecánica d e Laplace y de Lagrange y c o n t a n d o
c o n un auditorio q u e nuclea figuras c o m o Alexander von
Humboldt, Binet, P o i n s o t y Esquirol. L e y natural que, a su
vez, se articula c o n una clasificación positiva y jerárquica de
las ciencias que culminan con la "física social", descarta a
Dios y al alma y c o n f o r m e a la biología de Blainville, positi-
viza también la moral y la política, en la esfera áé las ciencias
del hombre.
El otro lado de la escena, la del adversario, se define c o n
d o s palabras: el bergsonismo no le bastaba a Francia. Así,
c o m o c o m p l e m e n t o opositor al positivismo, perpetuando e n
un siglo la querella de Royer-Collard contra el sensualismo de
Condillac y reavivando en cierto sentido las diferencias de
C o m t e con Meyerson, se erige con el nombre de "filosofía
del espíritu" una metafísica que resguarda los valores, los
glorifica, pontifica sobre la libertad y la creación espiritual,
gana espacio acadénüco y adquiere casi ribetes de oficial c o n
Louis Lavelle y su "dialéctica del e t e r n o presente".
Filosofías de entre-guerras, polémicas de entre-guerras, y a
q u e después de la segunda conflagración mundial, positivis-
m o y espiritualismo languidecían (por n o mencionar su pro-
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pia e x t i n c i ó n , c o n o c i d o c o m o es que *'la muerte" de la file-
soía, o de sus tendencias, a pyesar de la poca cautela de
Popper, en su Autobiografía, suele ser más bien un f e n ó m e
no c l í n i c o y coyuntura! de catalepsia). Los nombres de
Littré y de Fierre Lafitte se recordaban escasamente, casi
nadie leía los libros del tardío Maine de Birán, Royer-CoUard,
Lavelle o R e n e Le Senne.
Entre los 6 0 y los 7 0 , Francia parecía radicalmente revolu
clonada e n sus discursos. El eje de los debates, el orden de las
polémicas —producida ya, por otro lado, la rompiente de la
primera ola de Sartre— había rotado por c o m p l e t o hasta el
p u n t o de crearse una atmósfera y un ambiente intelectual in
sospechados e irreconocibles a la luz de un cuarto de siglo
atrás. Estructuralismo, m a r x i s m o , lingüística, psicoanálisis,
p r o p o n e n y producen diversos ajustes de cuenta contra los
más variados sujetos; el sujeto c o n s t i t u y e n t e , el sujeto totali-
zador, el sujeto del lenguaje, el cartesiano; en el f o n d o un
mismo y ú n i c o sujeto, el sujeto Ubre. ¿Qué la causalidad
natural y la causalidad por la libertad fuesen producidas poi
un m i s m o sujeto?, ¿que el e n t e n d i m i e n t o fuese el privilegio
constitutivo de un sujeto racional c u y o s actos resulten con-
formes a las leyes naturales determinantes de la c o n e x i ó n
causal y legalidad d e los f e n ó m e n o s ? , ¿que j u n t o a ese sujeto
exista otro sujeto insumiso a las c o n d i c i o n e s de sensibilidad y
determinación de estos f e n ó m e n o s , o sea de acciones morales,
libre?, n o son ya, c o m o antaño, preguntas trascendentales
que, en las playas de la filosofía, pudieran aguardar de ese
sujeto la garantía y la cobertura para los fundamentos del
c o n o c i m i e n t o , en términos de la verdad.
¿Que la historia fuese ahora el p r o d u c t o de una totaliza-
ción práctica? Se reconocerá el esfuerzo del último Sartre
(el de la Crítica de la R a z ó n Dialéctica) en articular el pasaje
de su filosofía existencial a una antropología de la praxis,
reunciando a las n o c i o n e s subjetivas de p r o y e c t o , temporali-
dad, comprensión, situación, historicidad, etc., pero se con-
denará c o m o reposición su remisión a un agente totalizador,
sujeto n o perteneciente a una estructura cualquiera por estar
en el principio de todas.
¿Que el hombre piense y n o sea pensado, que hable y n o
sea hablado? La misma condena para un sujeto hablante-pen-
sado fuera del c a m p o organizado de ia palabra, para un sujeto
ingeniero ( y n o bricoleur) capaz de construir la totalidad de
su lenguaje, su vocabulario, y las reglas formales de la sintaxis.
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¿Que el hombre advenga a lo humano por entrar conciente-
mente en la relación simbólica según el modelo transparente
del cogito cartesiano?, pura ilusión que invierte el verdadero
primado de lo simbólico, correlato del inconsciente con su
"lógica de la falta" y del deseo que se convierte en lenguaje.
De lo que se trata es de la desconstrucción del logocentris-
mo, del abandono radical de toda referencia a un centro, a
un sujeto, ergo de la descentralización del sujeto, de la denun-
cia de todo origen y de toda arjé absoluta, no importa cual
fuese su tipo. Lévi-Strauss, Lacan, Aithusser, Foucault, entre
otros jefes de ñla, con diferencias que marcan sus disciplinas
y especificidades, niegan que los hombres puedan ser sujetos
libres. Seamos precisos; no plantean la negación del sujeto,
lo que plantean, como lo viene de afirmar Pierre Raymond
en sus artículos de "Raisons", es su sujeción. Las filosofías
del sujeto son reemplazadas por las filosofías de la sujeción
del sujeto, del sujet-assujeti, del assujetissement: sujeción —y
sólo a través de ella ingreso a la condición de hombre— a las
estructuras de los modos de producción, a un sistema simbó-
lico, a las ideologías, al orden del deseo carencia.
Momento de profunda transformación de las ideas, de re-
cuestionamientos históricos donde, en relación a lo pasado
del siglo, otros son los combatientes, distintos el estilo de
pensar, la elección de las redes conceptuales, el uso de las
metáforas. Pero no sólo momento de mutación del discurso
filosófico (y del científico) sino también crucial momento
económico, político y tecnológico que traza el horizonte
cultural desde donde se plantean los problemas. Porque,
¿cuál es el rasgo dominante de esa coyuntura política, eco-
nómica e ideológica donde brotan las filosofías de la sujeción
del sujeto, y se rechazan las diversas formas del evolucionis-
mo y la continuidad histórica del saber? Y por qué Lecourt,
en esta coyuntura, ocupa el centro de su interés en refinar su
interpretación de Bachelard, al fin y al cabo un sabio, un pro-
fesor de ciencias dedicado a la física-matemática y la química
contemporáneas, ajeno sino hostil al marxismo y . a l materia-
lismo, un hombre típico de los medios académicos de Dijon y
de París, abstraído pues de las luchas políticas de la época y ,
para colmo, digamos al pasar, imbricado en una doble vertien-
te, epistemología y poesía, producto espúreo y la más censu-
rable mezcla según Carnap, Reichenbach y otros representan-
tes de la filosofía de la ciencia que alternativamente se desa-

1 A
rroUaba en el m u n d o anglosajón, y que Lecourt habrá de pre-
s e n t a m o s en este libro.
Lo t í p i c o de esta coyuntura era la pérdida de ias ilusiones
sobre cierto racionalismo optimista, retoño de las Luces, que
postulaba la continuidad y desarrollo progresivo de la historia
y la razón, y c u y o s destellos más legítimos estallaron con la
derrota del oscurantismo y las experiencias del nazismo irra-
cional. Nuevos acontecimientos, algunos internacionales pro-
pios d e la p o l í t i c a de guerra fría, otros locales c o m o el fraca-
so de m a y o d e 1 9 6 8 , eran la envoltura de la decepción. Y. en
lo t e c n o l ó g i c o , una sospecha se e x t e n d í a sobre los treinta
años que c o n m o v i e r o n la física: si en sus teorías y en sus
prácticas los científicos p o d í a n producir p r o t o c o l o s de Vali-
dación para su m e t o d o l o g í a , c o m o contrapartida, un efecto
de estructura, más que fallas morales subjetivas, les impedía
ya desde el interior mismo de sus "cámaras de burbujas'',
identificar (además de las partículas) p r o t o c o l o s racionales de
control contra el u s o o m i n o s o y homicida de esas partículas
por el poder.
En esta peculiar coyuntura, una nueva generación de filó-
sofos que investigaban en la Escuela de la calle U l m , se asig-
nó la tarea d e renovar la teoría marxista respecto de la inter-
pretación hegeliana clásica y los residuos positivistas y evolu-
cionistas. Louis Althusser juega t o d o el honor de esta empre-
sa a la refirmación del carácter c i e n t í f i c o de la obra funda-
mental de Marx, El Capital, y bajo el rótulo dei "antihuma-
nismo t e ó r i c o " y c o n la n o c i ó n de "Proceso sin sujeto ni fin
(es)" —del registro de las filosofías de la sujeción del sujeto,
que aplica e n su crítica a Lewis— enfrenta, c o n la virulencia
propia d e lo original, la corriente dominante en las institucio-
nes representada por el h u m a n i s m o teóricamente tradicional
y neohegeliano de Roger Garaudy.
Que en el curso de esos años, e n t o n c e s , algunas de las cate-
gorías más resonantes del portafolio de Bachelard, c o m o la
célebre ruptura epistemológica (convertida en "coupure")
fuese incorporada (y ciertamente difundida) por el autor de
Lire Le Capital, no puede sorprender pese a las divergencias
de áreas en que se desenvolvían los respectivos trabajos. Por-
que c o n ella encuentra la forma teórica adecuada para funda-
mentar su polémica tesis sobre la ruptura, las distancias, por
un lado, entre el carácter c i e n t í f i c o de esa obra y la dialéctica
hegeliana y , por otro, la n o continuidad entre el así llamado
Marx maduro y el de los Manuscritos económico-filosóficos

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de 1 8 4 5 (Apropiación que Althusser considerará luego en
Eléments d'auto-critique, racionalista-especulativa en el inte-
rior de su excesivo teoricismo, pero sin abandonarla por c o m -
pleto).
En cuanto a Lecourt, autor, según Georges Canguilhem, de
exégesis minuciosas, penetrantes, comprehensivas de la obra
de Bachelard, interesado en consecuencia a u t ó n o m a m e n t e en
quien, a los ojos de! mismo Canguilhem. se erigiera en "el
primer e p i s t e m ó l o g o francés que haya pensado, escrito y
publicado en el siglo X X a la altura cronológica y conceptual
de las ciencias que trataba" encuentra también en esa c o y u n -
tura e s t í m u l o s para concretar 'jn ajuste de la lectura que
había iniciado en Para una cn'tica de la epistemología. Pues,
en lo esencial, se trataba de una coyuntura signada por la
batalla antihistoricista, el no continuismo y el no positivismo,
con brasas todavía vivas. O sea el c a m p o m i s m o en e! que
Bachelard ya a los fines de los aiíos treinta obrara c o m o un
formidable innovador al injertar sus análisis c o m o cuña entre
el positivismo c o m t e a n o y el esplritualismo, marcando la hora
de sus decadencias y haciendo salir a la filosofía francesa de
la larga n o c h e que nos refiere Lecourt.
Sería útil reconstruir t o d o lo que Bachelard desde su tesis
doctoral complementaria de 1 9 2 7 , "Estudio sobre la evolu-
ción de un problema de física: la propagación térmica en los
sólidos", c o m p r o m e t e contra esplritualismo y positivismo, en
su empresa d e demostrar esencialmente que no hay un orden
de complejidad creciente en la sucesión histórica de los pro-
blemas científicos. Útil también verlo, en El materialismo ra-
cional, denunciar la confusión de los continuistas de la cul-
tura cuando del relato c o n t i n u o de los a c o n t e c i m i e n t o s creen
revivirlos en la continuidad del t i e m p o , acordando insensible-
m e n t e a toda la historia la unidad y continuidad de un libro.
Verlo urgir a los t e x t o s mismos de los sabios y científicos la
puesta a luz de sus ejemplos de discontinuidades, sea en las
fórmulas de la radioactividad de JoUot Curie, o en la m e m o -
ria fundamental de Heitler y L o n d o n sobre la molécula del
hidrógeno. Observarlo polemizar contra una postura irrefle-
xiva que ubicaría Ja noción de corpúsculo en la perspectiva
de las intuiciones filosóficas del a t o m i s m o tradicional, de-
nunciando la simpleza del " c o s i s m o " ( e x c e s o de imágenes
alrededor de la palabra "cosa") e ironizando sutilmente con-
tra su similar del " c h o q u i s m o " : "Con la nución de c h o q u e
estamos delante de un tipo de mon^lruosidad epi-ítemológica

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Se la considera simple pero es de gran complejidad inicial y a
que sintetiza n o c i o n e s geométricas y materialistas. Se
construye e n t o n c e s ciencia y filosofía sobre un conjunto de
imágenes groseras e ingenuas. ¡Qué sería de la filosofía de
Hume si ios h o m b r e s n o hubiesen jugado al billar! Una caram-
bola bastó para hacer la filosofía de toda la naturaleza". Lo
que aparece aquí c o m o blanco de la crítica, son, en realidad,
ciertos t e x t o s de Emile Meyerson, c o m o el siguiente de Iden-
tidad y Realidad. "Toda acción entre corpúsculos no podrá
evidentemente operarse más que por el c h o q u e . . . la acción
por el c h o q u e constituye el e l e m e n t o esencial no sólo de la
teoría del gas sino de t o d a teoría corpuscular". Emile Meyer-
son. Ultima trinchera del espiritualismo. Enemigo declarado
de Auguste C o m t e q u e , a diferencia de éste, no habla de íenó-
m e n o y ley. sino de realidad y causa. Pero en la nusma fila
del flanco de ataque de Bachelard por compartir su creencia
en el progreso del saber hacia un camino definitivo, y en la
continuidad de los procedimientos del sentido c o m ú n y el
científico; prejuicios ambos impropios en relación a un
"imevo espíritu c i e n t í f i c o " desprendido de los datos sensi-
bles y que "piensa con sus aparatos y n o con los datos de los
sentidos".
N o m e n o s útil resultaría, en esta doble lucha, escrutar c o n
Lecourt el sentido materialista de las tesis deducidas por
Bachelard de la reorganización general de las ciencias físicas
y su apertura a un terreno nuevo, emplazado fuera del espa-
cio teórico c u y o encuadre lo suministran una Razón inmuta-
ble y una c o n c e p c i ó n de "lo real" que en nada se corresponde
con la producida por los científicos en sus prácticas. Ver así,
en detalle, las posiciones bachelardianas que articulan la in-
c o m p e t e n c i a de jurisdicción de la filosofía sobre las ciencias,
quebrando el mecanismo de las diversas teorías del conoci-
m i e n t o en búsqueda de garantías, y dejando en sustitución de
sus tradicionales n o c i o n e s de objetividad, otro tipo m u y dis-
tinto d e objetividad: el histórico, el de las formas históricas
concretas en que consiste ia producción de los c o n o c i m i e n -
tos. Debatir c o n ello las n o c i o n e s paralelas de "valores epis-
t e m o l ó g i c o s " que también se imponen históricamente y , en
consecuencia, se sobreimponen a las vanas discusiones sobre
"el valor de la ciencia", siempre en espera bergsoniana de
una "fundación". La d e "obstáculo e p i s t e m o l ó g i c o " que divide
las aguas entre el e p i s t e m ó l o g o y el historiador de la ciencia
obligando a éste a tomar las ideas c o m o h e c h o s y , al primero,

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los h e c h o s c o m o ideas. La d e "dialéctica", ajena a la hegeliana,
grávida de metáforas contra el "fijismo" y "el inmovilismo"
del pensamiento emparentada en realidad con la de ruptura,
la d e "frontera e p i s t e m o l ó g i c a " y otras q u e forman sistema, o
al m e n o s dispositivo en la lai^a serie de trabajos de Bachelard.
H e c h o este inventario rotar luego, c o m o contrapartida, a
las limitaciones que Lecourt encuentra en su procedimiento
e x e g é t i c o de los claros y obscuros, el d í a y la n o c h e de Ba-
chelard, que puede resumirse asi": La denuncia de la inadecua-
ción de las filosofías tradicionales (en particular positivismo y
esplritualismo) que exhibe t o d o ese dispositivo, se acompaña
siempre c o n la afirmación disputable de la adecuación de las
filosofías (idealistas) clásicas a las ciencias de su época, de
d o n d e su proyecto de búsqueda permanente de "una filosofía
adecuada" a las ciencias contemporáneas. P r o y e c t o con el
que reintroduce la representación especulativa idealista de la
filosofía, clausurando su propia t o m a de posición e n filosofía
sobre el terreno del materialismo. Formidable e f e c t o de
"brouillage", de interferencia teórica entre la denuncia^ con
la que rechaza todas las categorías de la teoría del conoci-
m i e n t o y la ilusión de adecuación con la que reintroduce su
recurso a ella, para l o cual transplanta categorías a un terreno
en el que pierden sentido. Sabemos el n o m b r e dado por Le-
court a este recubrimiento de problemas científicos, a esta
tenaz resistencia de la c o m p o n e n t e idealista d e la filosofía de
Bachelard, respecto de las tesis materialistas que él produce:
"la ilusión epistemológica", n o m b r e importado del vocabula-
rio y del sentido dé l a ilusión en la doctrina trascendental
kantiana, obediencia a un m e c a n i s m o ciego que %e da objetos
imaginarios.
En e s t e c o n t e x t o d e la ilusión epistemológica, define
Lecourt el encuentro de la e p i s t e m o l o g í a de Bachelard c o n
algunas tesis materialistas y fija, en la contradicción q u e tra-
baja su posición en filosofía, las condiciones de ese encuentro.
Pero, al m i s m o tiempo, y también en e s t e marco, estructura
Lecourt las condiciones de otro e n c u e n t r o de segundo grado;
la del materialismo c o n la e p i s t e m o l o g í a en general. D e obe-
decer —dice— a las formas de la ilusión epistemológica, el
p r o y e c t o d e una epistemologi'a materialista es e q u í v o c o ,
fruto de la confusión entre tesis filosóficas y problemas cien-
tíficos. N o cabe, por ende, la constitución de una epistemo-
logía materialista, lo que cabe es la intervención materialista
para discernir los problemas científicos que están, en la Uu-
sión epistemológica, recubiertos de cuestiones filosóficas.
Esta conclusión de Lecourt c o n s u m a el arco de una de las
interpretaciones más atentas sobre la obra de Bachelard, arco
que se e x t i e n d e entre los d o s polos nodales considerados: el
de la e p i s t e m o l o g í a histórica de Bachelard (Para una cn'tica
de la epistemología) y el de la ilusión epistemológica {Bache-
lard. Le jour et la nuit). Hemos analizado este arco de inter-
pretación enlazándolo c o n una coyuntura política, e c o n ó m i -
ca e ideológica en la que el antihistoricismo, el n o positivismo
y el n o evolucionismo, j u n t o a la nueva manera de filosofar
del amplio espectro de filosofías de la sujeción del sujeto,
fueron los productos idiosincráticos. El análisis despejó el
v í n c u l o de Bachelard con esta coyuntura entretejida alrede-
dor d e un s e g m e n t o de n o c i o n e s y categorías apropiadas por
diversas de esas corrientes, en particular el materialismo.
Apropiación que define el encuentro crítico entre materia-
lismo y e p i s t e m o l o g í a en general.
Ahora bien, c o n este despeje el lector de la presente ver-
sión castellana de L'ordre et les jeux. Le positivisme logique
en question, estará en c o n d i c i o n e s d e remontarse a la génesis d e
este t e x t o , ai m o m e n t o en que se perciben sus orígenes. Por-
que ¿qué es lo que se prefigura y lo q u e se gesta en el entre-
cruce de materialismo y e p i s t e m o l o g í a de las ciencias, explÍci-_
tado por Lecourt en Bachelard. El dt'a y la noche? El m i s m o
Lecourt ensaya una respuesta en ei capítulo V de este t e x t o ,
"Ruptura epistemológica y revolución científica. E l e m e n t o s
de e p i s t e m o l o g í a comparada", d o n d e al aparear estas n o c i o -
nes fundamentales respectivas de Gastón Bachelard y T h o m a s
S. Kuhn —aunque en función de alerta sobre el posible mal-!
e n t e n d i d o de su asimilación iniciada por algunos críticos— '
predice el espacio teórico de un n u e v o encuentro. El del
materialismo y las otras tendencias que h e m o s visto integrar
la coyuntura antes descripta, por una parte, y , por la otra, la
epistemología que fuera del territorio cultural francés, se lle-
vaba a cabo en el m u n d o del pensamiento anglosajón, por
así decirlo, su lugar más natural y casi e s p o n t á n e o e n el curso
de este siglo.
Lo hace c o n el carácter de un e s b o z o , del lanzamiento de
una idea, pero c o n toda la fuerza de identificar una laguna en
la historia contemporánea que necesariamente habrá de col-
marse si es que se requiere un balance de t o d o lo que nuestro
siglo difiere del pensamiento filosófico tradicional, y un ar-
q u e o de las determinaciones e c o n ó m i c a s , ideológicas y polí-

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ticas q u e encuadran esas diferencias y que aparecen, a veces
incoloras, en expresiones c o m o revolución en filosofía, revo-
lución científica, revolución tecnológica.
P o c o t i e m p o después de la aparición del libro de Lecourt
sobre Bachelard, en un artículo que q u e d ó inédito por Dazo-
nes propias de la coyuntura autoritaria que se abría en la
Argentina en 1 9 7 6 , trabajo al que, a fin de enf atizar la impor-
tancia de su propuesta, titulé precisamente " E l e m e n t o s para
una e p i s t e m o l o g í a comparada", m e referí de este m o d o a ella
en algunos párrafos del capítulo II; " D e las conclusiones d e la
primera parte, de este trabajo se desprende la existencia e n
nuestra é p o c a de un doble m o v i m i e n t o en el discurso filo-
sófico. En su forma predominante, la epistemológica, conver-
gen las d o s grandes corrientes citadas. Su concurrencia a tra-
vés de un mismo canal del discurso, el prioritario, señala en
un primer m o v i m i e n t o los p u n t o s c o m u n e s de esta conver-
gencia. En un segundo m o v i m i e n t o , sus respectivas redefini-
ciones, expuestas en el p u n t o 4 ) de las conclusiones, designan
gran parte de lo litigioso y divergente de sus diferencias espe-
cíficas.
" U n inventario de estas convergencias y divei^encias pue-
de lograrse a nivel tentativo y descriptivo. La descripción es
condición necesaria para una teoría, y una teoría debe dar
cuenta acabada de las ganancias, paralización y / o retrocesos
del pensamiento filosófico propio de la coyuntura. Para la
construcción de una teoría que enlace convergencias-diver-
gencias c o n la forma actual de la racionalidad filosófica, hay
que elaborar una e p i s t e m o l o g í a comparada, y n o el catálogo
de la simple puesta en correspondencia de lo q u e se dice por
un lado y se acepta o rechaza pQi_el o t r o . Es ésta la labor de
un inventario, no de una teoría] Una e p i s t e m o l o g í a compa-
rada teórica e s la gran ausente del pensamiento contemporá-
neo. Incluso el inventario previo a la teoría está aún por
h a c e r s e ] ^ Luego de historiar los motivos que sustentaron la
posición hegemónica de la e p i s t e m o l o g í a e n la primera parte
del siglo, y las circunstancias del retroceso que en cada área
se produce a partir de los años setenta c o m o consecuencia,
en el m u n d o anglosajón, del " r e t o m o a Kant" que planea
sobre el categorialismo predominante en los filósofos de la
ciencia postpopperíanos, y d e la reacción,en la tendencia ma-
terialista de la corriente francesa, contra la d e s c o m p e n s a c i ó n
teoricista que producía el primitivo énfasis epistemológico,
añadí: "En t o d o caso es evidente q u e para que la e p i s t e m o l o -

20
gía esté en condiciones de plasmar en lo teórico lucros relati-
vos a esta transformación, se hace urgente imprimir a las
investigaciones una dirección comparativa del doble movi-
miento monopolio-retroceso de ambas corrientes y es éste el
trabajo aún por ejecutarse aunque comienzan a atisbarse \os
primeros s í n t o m a s y señales de una reacción.
" D o m i n i q u e Lecourt en ( 1 9 7 4 ) llama ia atención por pri-
mera vez sobre la necesidad de emprender estos estudios.
Advierte que en 1 9 3 4 año en que Gastón Bachelard publica
Le Nouvel Esprit Scientifique. su primera gran obra de epis-
t e m o l o g í a , aparece en el área anglosajona el destacado libro
de Popper Logik der Forschung, t e n i e n d o ambos c o m o p u n t o
de partida el estado de las ciencias físicas. El pensamiento de
ambos filósofos circula sin embargo, de allí en más. por carri-
les separados pese a que de c o n t i n u o se formulan los mismos
interrogantes y se ven acuciados por los mismos problemas. Y
e s t o , agregamos, n o es un episodio aislado. Puede hacerse, el
siguiente test probatorio: procédase a la apertura de un libro
de cualquiera d e las respectivas corrientes (sea C a m a p ,
Hempel, Nagel, Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Sellars
Hanson, etc., o bien, en el otro c a m p o , Bachelard, Cavaillés,
Canguilhem, Foucault, Althusser, Lecourt, Rayraond, De-
ssanti, etc.) y se comprobará que el a p o y o bibliográfico, el
orden de los argumentos, su insersión predominante en cien-
cias físico-naturales, o históricas y sociales respectivamente,
et estilo de pensar incluso, se nutre c o n exclusividad en laí
propia corriente manteniéndose en ignorancia casi absoluta!
a la alterna. ¿Cuáles son las razones: chauvinismo intelectual
atribuible a unos y otros; problemas de escasa difusión y
pocas traducciones de libros de un área en la otra; indiferen-
cia o desinterés por los dispositivos teóricos ajenos incentivada
en cuestiones de tradición cultural, lengua, etc.; pretensión
de autosuficiencia en filosofía? N o lo creo. Intentamos más
arriba el sentido de una respuesta, la filosofía se c o m p o n e de
tesis dogmáticas en función de posición-oposición en los de-
bates ideológicos c u y a racionalidad no se distingue por crite-
rios d e verdad sino por ser justas en mayor o m e n o r grado,
justas ( c o m o se dice d e una guerra) en el sentido de justeza y
n o e n el sentido metafísico de justicia".
Esta última t o m a en préstamo del lenguaje althusseriano
aludía, por cierto, a la distinción de carácter entre los enun-
ciados científicos y las tesis filosfoiua», sin persuadirme, n o
r>hstante. de la conveniencia de la incomunicación, incomu-
21
nicación que se ocultaba muchas veces en un tipo de críti-
cas recíprocas, al que señalaba en esta forma: "Esto no quiere
decir que n o se registren críticas recíprocas. Lo que quiere
significar es que tales críticas son hasta el desarrollo de las
investigaciones en su etapa actual, más bien globales, de ca-
rácter general y referidas a la base filosófica de la corriente
opuesta, c o m o por ejemplo c u a n d o desde el c a m p o de la
filosofía francesa se jaquea "el empirismo estrecho" de las
corrientes anglosajonas, sin hacerse cargo de los múltiples
matices que distinguen a esta corriente en su juego interno de
oposiciones. O cuando desde el c a m p o anglosajón, se confun-
de para eludirla a bajo c o s t o , la tendencia materialista de la
corriente francesa con la especulación hegeliana ridiculiza-
da muchas veces, por su parte, en presentación inauténtica de
frases aisladas fuera de c o n t e x t o (Reichenbach, La filosofía
científica. Cap. L, "La pregunta") o c o n la vieja metafísica
del materialismo mecanicista de los siglos X V I y X V I I " . . .".
Han pasado o c h o años de estas reflexiones y el cuadro se
mantuvo sin que se pueda considerar modificado por algunas
circunstancias, d o s de las cuales pueden verse en el libro Karl
Popper, de Renée Bouveresse. La primera es el escrito "La
significación actual de dos argumentos de Henri Poincaré",
redactado por Popper c o m o c o n t e n i d o de una conferencia a
ser pronunicada en la fundación de la Academia Europea de
Artes, Ciencias y Humanidades, en noviembre de 1 9 8 0 . El
carácter aislado de la intervención de Popper y el h e c h o de
que se refiera a un filósofo de la ciencia —el más grande,
según su expresión— que trabajara en un p e r í o d o , postrime-
rías de la pasada centuria, q u e n o puede ser considerado
c o n t e m p o r á n e o , la e x c l u y e n c o m o contraejemplo de la inco-
municación que venimos describiendo. N o m e n o s carácter
aislado tiene el resumen que el propio Bachelard hiciera de
laLogik der ForschungenRecherchesPhilosophigues (1935).
T a m p o c o éste es un ejemplo de que el cuadro estuviese n o ya
modificado sino originariamente mal encarado, por consti-
tuir un breve comentario bibliográfico de un libro en el q u e
Bachelard reconoce m u c h o s temas de la filosofía vienesa,
sin perjuicio del carácter personal preparatorio en Popper de
una filosofía original, respecto de algunos: en particular, la
propuesta de Popper de que la teoría cuántica trata de pro-
blemas estadísticos y generaliza la mecánica estadística
clásica, t o d o esto en c o n e x i ó n con su rechazo de la interpre-
tación subjetiva ortodoxa de la Escuela de Copenhague, del

22
principio de complementariedad de Bohr (enunciado pseu-
d o c i e n t í f i c o para Popper) y de que fuese factible extraer
argumentos de la mecánica cuántica en contra del determinis-
m o ; posición, ésta, que Popper cambió luego más de una vez.
La clara conciencia de la situación que viene de ser desa-
rrollada, la de ja_incomunicación entre ambos tipos de filo-
sofía, es, en mi opinión, u n o de los resortes básicos q u e esti-
mularon a Lecourt a redactar El orden y los juegos. Al aludir
a esta indiferencia persistente en Bachelard. El día y la noche,
lo anuncia expresamente: " N o es cuestión de que y o pueda
colmar aquí esta laguna: ello será o b j e t o de un trabajo ulte-
rior". Es m u y probable q u e e n este aislamiento de a m b o s cos-
tados perciba (con escasa simpatía, c o m o el que redacta este
prólogo), el rostro de ciertos personajes mundanos del sello
de la refinada pluma de Proust. La familia de los Verdurin de
Un amour de Swann. El p e q u e ñ o " n o y a u " , el " p e q u e ñ o
grupo", para formar parte del cual una condición era sufi-
ciente pero necesaria: había que adherir a un Credo. Clan c o n
sus reglas de pertenencia y n o pertenencia, c o n los excluidos,
los que n o lo frecuentaban, m o l e s t o s c o m o la lluvia, y los
"fieles" q u e d e b í a n renunciar a toda curiosidad y al d e s e o d e
informarse por sí mismos de los atractivos de los otros salo-
nes, y a que los Verdurin sentían que este espíritu de e x a m e n
y este " d e m o n i o de frivolidad" podría resultar fatal, por
contagio, a la ortodoxia de la pequeña iglesia. Clan c o n "la
mesa siempre servida" para los fieles, quienes de tener algún
amigo capaz de hacer que algunas veces la abandonaran, reci-
bían de los Verdurin la indicación de: " ¡Y bien, tráigalo a su
amigo!". Clan con sus hábitos, sus e m o c i o n e s y sus expre-
siones figuradas, c o n relaciones de amo-maestro a sujeto, don-
de n o espantaba q u e una mujer c o m o Odette de Crecy tuviese
un amante, a condición de q u e lo hiciese en el interior del
n o y a u , lo amase en ellos y a través de ellos, y n o lo prefiriese
a ellos.

Es e s t o lo n o dicho del discurso de Lecourt; la lucha contra


el espíritu de clan, que se dobla en los círculos y las institu-
ciones epistemológicas c o n la excusa de proteger un alto gra-
d o de "rigor t é c n i c o " , y en las políticas. El " n o y a u " ajeno y
el propio, porque es difícil en filosofía "arrojar la primera
piedra". Discurso ausente q u e el lector tendrá que inteligir
entre líneas y a través de las líneas de los montajes de lectura
de Lecourt, p o d i e n d o percibir huellas de rechazo de " n o y a u " ,
en algunas conocidas actitudes de vida de Wittgenstein; su
23
renuencia a convertirse en filósofo profesional; su carta a Mal-
c o l m c o n el interrogante acerca "de qué sirve estudiar filoso-
fía si t o d o lo q u e sacas de ello e s poder hablar con cierta plau-
sibilidad acerca de algunas abstrusas cuestiones de lógica, sin
que mejores tu m o d o de pensar e n lo que se refiere a las cues-
tiones importantes de la vida cotidiana. . ."; su reacción por
"el sectarismo insano que crecía entre sus discípulos ("Esque-
ma biográfico", d e von Wright), su disgusto por la conversión
de! Círculo de Viena en escuela filosófica plasmado en !a car-
ta a Waismann en ocasión de la adquisición por el movimien-
t o d e Annalen der Philosophie: "Precisamente porque Schlick
no es un cualquiera merece que se evite, aunque se lleve la
mejor intención convertir en objeto de irrisión por m e d i o de
ia jactancia tanto a él c o m o al Círculo d e Viena, c u y o máxi-
m o e x p o n e n t e es. Cuando hablo de jactancias me refiero a
cierto m o d o d e contemplación narcisista. ¡Renunciamiento a
la metafísica!, c o m o si fuera e s t o algo nuevo. Lo que brinda
la Escuela d e Viena debe mostrarlo n o decirlo. . . La obra es
la q u e d e b e elogiar al maestro" (Friedrich Waismann, Ludwig
Wittgenstein y el Círculo de Viena); su obstinación en los
primeros encuentros en Viena en leer p o e m a s de Rabindranath
Tagore c o m o negativa a responder cuestiones de lógica y ma-
temática, y otras conductas del mismo tipo. O formulada
expresamente en algunos aforismos del Tagebücher (Diario
Filosófico): "Todas las teorías que dicen ' ¡Tiene que ser así,
de lo contrario n o p o d r í a m o s filosofar!' o 'de otro m o d o n o
Dodríamos vivir', etc., tienen naturalmente que desaparecer.
Mi m é t o d o no consiste en separar lo duro de lo blando, sino
ver lo duro en lo blando. N o ocuparse de cuestiones que n o le
afectan es u n o de los virtuosismos mejores del filósofo ( 1 . 5 .
^5)", o de Vermischte Bemerkungen (Observaciones):
"Quien enseña filosofía hoy en día, les da manjares a los
otros, n o porque le gusten, sino para cambiar su g u s t o " ( 1 9 3 1 ) .
Habiendo sucumbido c o n ésto a la tentación de hacer
e x p l í c i t o lo que aprecio c o m o el espíritu de este libro (inten-
ción q u e en 1 9 3 0 criticaba Wittgenstein, al referirse a los
prólogos, también en Vermischte Bemerkungen, c o m o peli-
gro que estriba en describir ese espíritu y no en mostrarlo)
pasaré ahora a desglosar brevemente algunos de los dispositi-
vos de la interpretación de Lecourt. A n t e s de hacerlo, sin
embargo, conviene la siguiente aclaración: Et Orden y los
Juegos n o sugiere algo así c o m o un derecho comparado, o
una supuesta correlación neutral de sistemas distintos en
24
pacífica coexistencia, lo que lo convertiría en un i n o c u o plan
de reUiciones públicas en la materia.! Lo que sí propone en
forma t r a n ^ a r e n t e y antidogmática, es abrirse al espectro de
la epistemología, para ver lo que pasa "en el otro salón".
Pesquisar aquí los "callejones sin saiida" del positivismo I c ^ -
c o (su rama dominante hasta m u y avanzada la primera mitad
del siglo), analizar el papel d e s e m p e ñ a d o por su racionalismo
científico en c o n e x i ó n c o n el p e r í o d o histórico centro-euro-
p e o , el del desmembramiento del imperio austro-húngaro
ante el inminente asalto a la razón del nazismo, papel polí-
t i c o importante pero t e ñ i d o a la vez de un ingenuo optimis-
m o en confiar sólo a la ciencia condición de garante de un
venturoso porvenir de concordia y paz. Examinar, c o m o lo
indica el subtítulo de la obra, los cuestionamientos al positivis-
m o lógico que parten del orden y los juegos. El orden, Karl
Popperj los juegos (los Sprachspiel) del segundo Wittgenstein.
D o s filósofos centrales del pensamiento anglosajón puestos,
a su vez, en correspondencia intercrítica a fin de extraer de
este enfrentamiento específico, en conjunción con sus posi-
ciones ante Viena, un tipo de lectura que define la propia
intervención de Lecouct en la filosofía de nuestros días: rnás
allá d e t o d o academicismo enlazar las ideas con los aconteci-
mientos históricos, p o l í t i c o s e ideológicos y en sus efectos,
verlas fuera d e su aislamiento en el doble juego de su condi-
c i o n a m i e n t o por éstos y su recíproca potencia de transfor-
m a c i ó n y realimento de tales acontecimientos. Juego en el
que va t o m a n d o cuerpo la posición q u e Lecourt integra en La
phÜosophie sans feinte t e x t o editado un año después por
Hallier/Albin Michel,de una filosofía concebida n o c o m o una
doctrina, t o m e o n o la forma de sistema, sino c o m o una con-
cepción y una práctica nuevas de la filosofía. Mecanismo de
denuncia de la máquina de lenguaje del discurso filosófico,
fabricante de categorías absolutas y universales, a las que
Lecourt aplica un nombre especial, el de "feinte" algo que
abarca el sentido de la ficción pero que va más allá, afecta-
ción, "faire semblent de", fingimiento, y que cruza su histo-
ria desde los problemas de los c o m i e n z o s al del Ser, del. Ser a
la Verdad (su "feinte" suprema) para preservar su d o m i n i o
sobre las otras prácticas y reforzar aÜí sus posiciones de
poder.

Que la indagación de Lecourt se a p o y e en un terreno que


inaugura Wittgenstein, con las limitaciones propias de quien n o
avanza por la misma ruta que libera, en Philosophische Unter-
25
suchungen (Investigaciones Filosóficas), es algo que resultará
claro con el capítulo 4 —preludio de su ensayo posterior
donde rectifica algunos de su p u n t o s de vista y, en contra de
t o d a tendencia filosófica de unificación (juego de lenguaje de
reabsorción-nivelación de las prácticas sociales) propicia un
desplazamiento de la palabra materialismo (en el sentido del
materialismo-dialéctico) por la de supra o supermaterialismo,
p u n t o e n el q u e seguramente habrán de converger las reflexio-
nes teóricas o las polémicas más aceradas. N o es función de
este p r ó l o g o ingresar a este debate, que el sugerente t í t u l o del
capítulo de conclusiones, Ouverture?, deja e x p e d i t o al lector
bajo la forma de un interrogante. Considerar, en c a m b i o ,
aunque en forma esquemática, algunos d e los problemas de
interpretación de) tríptico de la filosofía anglosajona, Pop-
per-positivísmo-íógico-Wittgenstein, q u e Lecourt p o n e en
obra al doblar críticamente sobre la del centro las hojas de
l o s dos lados, para pasar luego a la querella entre éstas, p u e d e
satisfacer este ámbito de validez: completar la descripción
q u e hiciéramos e n este p u n t o de la coyuntura francesa en que
se prefiguró El Orden y los Juegos a partir de los años treinta,
c o n la descripción de ciertos rasgos de la coyuntura filosófica
anglosajona, de esa misma época, que tiene ingreso en este
t e x t o ya realizado.

2. N o p u e d e negarse que c o n cierta frecuencia el término


" p o s i t i v i s m o " y "positivista" haya sido usado con un carácter
excesivamente lato, p o c o ajustado y, en ocasiones, c o n el pro-
p ó s i t o de descalificar a füósofos que n o resultan del agrado
del locutor. Que cuando este locutor es, a su t u m o positivis-
ta, suela emplear el p r o c e d i m i e n t o inverso con el t é r m i n o
"metafísica" y " m e t a f í s i c o " con la misma escasa rigurosidad,
e igual propósito respecto de la tendencia c o n la que n o sim-
patiza, es también un h e c h o de fácil c o m p r o b a c i ó n . D e
acuerdo c o n ciertas circunstancias que rodean a estos usos,
el problema n o puede ser e x c e s i v a m e n t e preocupante.
T o m a n d o en préstamo el vocabulario de D o m i n i q u e Lecourt
e n su retrato del episodio del atizador ^ d o n d e , por l o de-
más, lo a m e n o del relato no p u e d e oscurecer el h e c h o d e q u e
por primera vez se ensaye dar a esa anécdota u n puntual sig-
nificado f i l o s ó f i c o - podrícunos decir que usos c o m o los
m e n c i o n a d o s forman parte de la buena guerra e n el ambiente,
c o n s t i t u y e n la ley del género.
Sin embargo, cuando fuera de estos ambientes llega el
26
t u m o a la reflexión, o al trabajo teórico, los filósofos se inte-
resan l e g í t i m a m e n t e por arrojar luz sobre el c a m p o d e sus
referencias semánticas circunscribiéndolo c o n distintos
criterios. Ya en 1 9 3 2 , en el V o l u m e n III de "Erkenntnis"
(nombre d a d o a "AnnaJen der Philosophie" al hacer a la revis-
ta órgano oficial del Círculo de Viena, dirigida por C a m a p
y Reíchenbach) aparece un artículo de Moritz Schlick, "Posi-
tivismo y Realismo", d o n d e el fundador del Círculo interroga
por e l origen de estas confusiones, dependientes muchas
veces del h e c h o de q u e una tendencia caracterizada originaria-
mente por sus principios fundamentales los vaya alterando
gradualmente de m o d o que cuando se habla de ella quede
p o c o claro si la referencia es a la tendencia que conserva su
nombre tradicional o se trata de una nueva orientación.
Schlick t o m a c o m o buen ejemplo de esto el vocablo "posi-
tivismo" desde la é p o c a que Auguste C o m t e lo acuñara y
propone, con carácter general, c o m o criterio para evitar las
confusiones, u n o afín con el de la escuela, el criterio verifi-
cacionista d e significado: seleccionar los diferentes principios
y someter a p m e b a su significado y su verdad. Él criterio
supone hacer caso o m i s o de las circunstancias históricas, así
c o m o de las d e n o m i n a c i o n e s tradicionales. El problema es
grave para Schlick porque si bien clasificar c o m o positivista
a t o d a opinión que niegue la posibilidad de la metafísica n o
es objetable (a condición de una específica definición de
"metafísica") existen, en cambio, c o n c e p t o s fundamentales
de los positivistas c o m o cuando hablan de "lo d a d o " q u e
paradójicamente hacen asimilable el positivismo a la metafí-
sica. Así, cuando se formula la proposición d e que el filó-
sofo y el científico deben permanecer siempre dentro de l o
d a d o sin intentar ir más allá c o m o el metafísico en sus pseu-
d o p r o p o s i c i o n e s carentes de sentido, se identifica "lo d a d o "
del positivismo c o n "las apariencias" de la metafísica, con lo
q u e el positivismo c o n c l u y e e n una metafísica de la q u e se ha
p o d a d o l o trascendente. Problema que se complica en la refe-
rencia de lo dado con lo real pues el principio fundamental
del positivismo, " S ó l o lo dado es real", puede convertirse en
una evidente tautología si haciendo uso de las peculiaridades
del idioma alemán, se lo formula de este m o d o : "Es gibt
nur das G e g e b e n e " ("Sólo hay lo dado"). En esta forma ha
sido d e f e n d i d o por muchos positivistas, en especial, piensa
Schlick, por aquellos que representaban a los objetos físicos
c o m o meras " c o n s t m c c i o n e s lógicas" (Camap) o meros "con-

27
c e p t o s auxiliares". Y si se piensa que lo dado es "un conteni-
d o de la conciencia", queda planteado un idealismo metafí-
sico de tipo solipsista en caso de que ese c o n t e n i d o perte-
n e z c a a un solo sujeto, o de tipo berkeleyano si lo d a d o se
disbribuye entre m u c h o s sujetos.
Cuando Auguste C o m t e acuñó el término positivismo en
su Curso de filosofía positiva estaba m u y seguro de la univo-
cidad del vocablo que empleaba, r e c o n o c i e n d o en él algunas
d e las características fundamentales del tipo de racionalidad
e n q u e se articulaba tanto su ley de "los tres estadios" c o m o
su "ley enciclopédica" o clasificatoria; sujeción de los h e c h o s
naturales o sociales a leyes; renuncia a las explicaciones teo-
lógicas o metafísicas, limitación del o b j e t o del c o n o c i m i e n t o
a lo d a d o en la experiencia, relativismo empírico, unidad de
m é t o d o y h o m o g e n e i d a d de la doctrina; tendencia a dismi-
nuir el número de las leyes generales para explicar los fenó-
m e n o s ; especialización y división intelectual del trabajo;
valor n o s ó l o t e o r é t i c o sino práctico de la ciencia para prever:
"science, d'oü prevoyance; prevovance d'oü action" (Cours,
legón 2, 3 5 ) .
Sin embargo, cuando redacta su Discurso sobre el espíritu
positivo, esta seguridad había declinado de tal m o d o , que se
propone e n el Cap. III. ]>unto I, resumir en un catálogo de la
palabra "positivo", los atributos d e lo que estima el verda-
dero espíritu filosófico. Algunas de estas acepciones son fácil-
m e n t e identificables en las formas contemporáneas del posi-
tivismo, otras en tendencias filosóficas emparentadas c o m o el
utilitarismo y el pragmatismo. Son estas acepciones: 1) lo real
por oposición a lo quimérico, 2 | lo útil por oposición a lo
o c i o s o ; 3 ) lo cierto por oposición a lo indeciso, 4 | lo preciso
p o r oposición a lo vago, 5) lo constructivo y organizativo por
o p o s i c i ó n a lo negativo, 6) lo verificable en lugar de lo n o
c o m p r o b a b l e ; lo q u e tiene el sentido de sustituir t o d o lo
relativo a l o absoluto.
Un siglo después de Comte, y m u c h o s años después del
trabajo de Schlick, en 1 9 7 5 , C. Ulises Moulines publica en
Dianoia un artículo, "La génesis de! positivismo en su con-
t e x t o científico", d o n d e se hace cargo del mismo problema:
dificultades que crea la variedad de usos contradictorios del
término positivismo en la literatura. Es importante captar
e! p u n t o de partida, para comprender su criterio destinado n
arrojar luz sobre la naturaleza <ie la c o n c e p c i ó n positiva y on
q u é sentido tal criterio se aparta de los precodcntcM, l'ara
28
Müiilines, el positivismo no consi.-ite en un conjunto de tesis
L-atableoidis por escrito en algún sitio, sino más bien en una
ueUírminada "actitud" que se ha transformado a través del
n e m p o . Lo importante en él. digamos, no es el cuerpo de
doctrinas, sino el espíritu de! positivismo o, a fin de evitar
esta expresión que p u e d e resultar equívoca, su tipo de racio-
nalidad, el aliento q u e preside su programa.
Se percibe c o n ésto en qué el criterio de Moulines, se
separíi del de Schlick; difiere, en la medida e n q u e "una
actitud", un aliento, un "tipo de racionalidad" no p u e d e n
ser s o m e t i d o s a las pruebas verificacioaistas a q u e alude este
último. Y, en cuanto a! criterio de Comte, puede conjeturar-
se que resulta insatisfactorio para Moulines, quien aduce
Liue las corrientes significativas en la historia del pensamiento
no se p u e d e n "definir" asignándoles un par de rasgos genera-
les. A u n q u e C o m t e —puede señalarse entre paréntesis— es
el pensador que en esta historia más ha influido en la consti-
t u c i ó n d e la actitud positivista, de su porte o talante, su signi-
ficado en las diversas tendencias del positivismo de este siglo,
.•iuele ser abruptamente disminuido. Es cierto que aparece
mencionado, c o m o lo p o n e de relieve Lecourt, en el Mani-
fiesto (Wissenschaftliche Weltauffassung) del Círculo d e
Vicna, pero la casi totahdad de los positivistas contemporá-
neos o n o lo citan o niegan su influencia Para una situación
semejante, recordé en Neopositívismo e Ideología, la feliz
frase de Alejandro Korn. " L o s herederos intelectuales suelen
ser más desagradecidos que los otros". Pero e s t o deja de
explicar ias razones de un olvido que, a mi juicio, n o resulta
e x e n t o de graves consecuencias filosóficas. Moulines, por su
parte, al q u e n o puede considerarse positivista, por trabajar
en la c o n c e p c i ó n no-enunciativa y conjuntista de Sneed,
Stegmüller y Banze*-, también descalifica a C o m t e a la hora
de señalar la génesis del positivismo lógico. Su énfasis lo
centraliza, a partir de ia crisis de la mecánica newtoniana,
con el c a m b i o de actitud científica que c o m p o r t a el c o l a p s o
dei aparato conceptual n e w t o n i a n o de espacio y t i e m p o
absolutos, masa y fuerza, frente a las nuevas ramas de la
tírmodinámica fenomenológica y el electromagnetismo.
Esa nueva actitud la recogen básicamente E m s t Mach
{Análisis de las sensaciones) los empiriocriticistas Richard
Avenarius y H. Petzoldt, y otros científicos no positivistas
c o m o Kirchoff, Hertz (cuya influencia en los Bitd del Trac-
taius será ampliamente desarrollada por Lecourt) y Helm-
29
holtz c u y a epistemología fisiológica repercute en e! positi­
vismo lógico c o n un impacto que merece de Moulines una
intervención especial en el Tagung llevado a cabo en el
Centro de Investigación Interdisciplinaria de la Universidad
d e Bielefeld entre el 2 7 y 3 0 de noviembre de 1 9 7 9 . La con­
clusión de Moulines consiste entonces, respecto de las fuentes
del positivismo lógico, en acentuar en 1 9 7 5 la del positivismo
c r í t i c o alemán, la física de fines del XIX y desglosar en
1 9 7 9 la de la fisiología de los sentidos que incorpora, aquí,
a Hume, Mach, la lógica moderna, el primer Wittgenstein y las
revoluciones en física Dejando por el m o m e n t o de lado al
primer Wittgenstein, y que marca una diferencia de lectura
capital con el desarrollo de Lecourt en este libro, es p o c o l o
q u e puede discutirse en relación a las fuentes citadas por
Moulines. Lo q u e es debatible, en cambio, es la estrategia
q u e lo c o n d u c e a apartar radicalmente a C o m t e de las fuentes
del positivismo moderno, estrategia en la que n o son secun­
darios omitir o no darle la importancia debida a la incorpo­
ración y defensa por C o m t e de ciertos principios que Mouli­
nes considera, en cambio, básicos en el nuevo positivismo.
Así, p o r ejemplo, e! principio de e c o n o m í a de C o m t e
q u e reformulan las tesis de Avenarius "económico-biológi­
cas", y d e e c o n o m í a conceptual de Kirchoff y Mach, la
c o n c e p c i ó n de la matemática en el Cours no c o m o una cien­
cia al lado de las otras sino c o m o un lenguaje conceptual de
todas ellas, su c o n c e p c i ó n empírica y n o apriorística de la
mecánica, y el h e c h o de que el enlace e n c i c l o p é d i c o de las
ciencias, aun c o n s t i t u y e n d o sistema, implica una organiza­
ción jerárquica d o n d e cada s e g m e n t o científico aporta u n
grado de sentido al total culminando e n un t i p o de unidad,
la física social, análoga en parte al principio de unidad fisi-
calista de las ciencias.
Otra estrategia lo c o n d u c e a sobrevalorar la influencia
positivista d e Mach en la teoría d e la relatividad restringida
( d o n d e por otro lado, también se encuentran huellas de
Hume, Kant y Poincaré) d e t e n i e n d o , en el primer;, tramo, el
pasaje de Einstein de los f u n d a m e n t o s positivistas a una
filosofía de la ciencia asentada en un realismo racional, idea
d e un universo "real", objetivo q u e existe bajo los f e n ó m e n o s
percibidos por los sentidos, que expresa así en su e n s a y o "La
influencia de Maxwell sobre la evolución de la idea de rea­
lidad física" ( 1 9 3 1 ) : "La creencia en un m u n d o exterior,
independiente del sujeto que lo percibe es la base de t o d a
30
ciencia d e la naturaleza". Es claro que nadie duda del impac-
t o que causara en el Einstein de 1 9 0 5 , la Historia de la
Mecánica de Mach, libro al que accede a través de su amigo
y discípulo Besso (fenomenalista fiel), c o n m o v i e n d o su fe
en ia mecánica c o m o último f u n d a m e n t o de la física. Además
del expreso r e c o n o c i m i e n t o de Einstein en su Autobiogra-
fía, Gerald Holton, en el c o l o q u i o de la Unesco sobre "Cien-
cia y Síntesis", agregó a las muchas pruebas que se suelen
(\tar, un valioso antecedente: el p r o y e c t o de Mach de 1 9 1 1
de crear una sociedad para la difusión de la filosofía positi-
vista recogido en un manifiesto en el que, con él, participa
Einstein (y otros c o m o Petzoldt, Hilbert, Helm y el m i s m o
Sigrrund Freud). Pero también forma parte de la historia
de las relaciones entre Mach y el Einstein maduro, la se-
paración de sus caminos en la que concurren m u c h o s ele-
mentos: por parte de Mach, su rechazo en el prefacio a
Principios de Óptica (escrito en 1 9 1 3 y publicado recién
1 9 2 1 , luego de su muerte) de la teoría de la relatividad
i n o nlcanzo a tratar la generalizada), a la que tiene por espe-
culativa basado en dudas epistemológicas y consideraciones
nacidas d e la fisiología de los sentidos. Por parte d e Einstein,
su " e n d u r e c i m i e n t o " creciente acerca del primado de la expe-
riencia (en particular, la sensible) subrayando, en cambio,
el carácter inventivo del espíritu h u m a n o y puramente arti-
ficial de los principios fundamentales de toda teoría cientí-
lifa (véase en Holton, muy hicn d o c u m e n t a d o en los Archi-
vos de Princeton, las referencias del artículo de Einstein de
1 9 0 7 e n Jahrhuch der Radioactivitát und Elektronik (4
\ 4 ) respuesta al de Kaufmann del año anterior en Annalen
der Physik; sus conferencias de París de 1 9 1 2 y Oxford de
!imio de 1 9 3 3 , sus cartas a Besso de abril y m a y o de 1 9 1 7 ,
a Lanczos de enero de 1 9 3 8 ; el pasaje de su Autobiographical
Notes ( 1 9 4 9 , p. 5 3 ) y otros semejantes.

N o interesa, empero, profundizar este debate. Lo que sí


interesa en c u a n t o al eclipse de C o m t e —del que Moulines
realiza una lectura kuhniana en cuanto a su c o n c e p t o de
i iencia normal de la época, semejante al "paradigma" de la
i'iscuela Francesa de Michel Serres, que Lecourt pondrá luego
(le relieve —es desglosar una frase de este artículo de Dianoia
q u e se c o n s t i t u y e en un indicador de los motivos conscientes
o inconscientes del e x t e n d i d o y formidable caso de negación
liistónca q u e nos ocupa. Dice el t e x t o : "La aispiración básica
de f'fjmte era lograr una aplicación más convincente del
31
m é t o d o de las ciencias naturales, que ya había h e c h o progre-
sos en otros campos, al d o m i n i o de la historia y de los fenó-
m e n o s sociales. Concuerdo plenamente con la interpretación
del Fetscher. El interés más genuino de C o m t e n o estaba
centrado en los fundamentos de las ciencias naturales, sino
e n una ciencia de la sociedad aún por construir". Detengá-
m o n o s un instante en esta frase. La aplicación del m o d e l o de
las ciencias naturales a las ciencias sociales está expresa, en
efecto, e n el sistema c o m t e a n o de clasificación de las ciencias.
En la física social, que es el tramo en que culminan las otras
ciencias, convergen los m é t o d o s de éstas que son disciplinas
naturales. Comte, en efecto, quiere ser para la sociología, lo
que N e w t o n había representado para la mecánica y Lavoisier
para la química, y juzgó siempre indispensable para la forma-
ción intelectual del sociólogo los estudios biológicos (a dife-
rencia de Saint S i m ó n que se a p o y a b a en la fisiología). Mu-
chas veces se ha puntualizado el carácter conservador de este
programa. Definiendo la sociedad c o n los parámetros de la
ciencia natural ambos sistemas se cohesionan en un crisol, to-
d o indivisible d o n d e la práctica social referida al cambio y a
la transformación no tiene otro espacio que el condicionado
por una regulación inexorable. La sociedad se organiza con-
forme al m o d e l o del cielo de Laplace, de la mecánica analíti-
ca de Lagrange, de la medicina de Bichat y la biología de
Broussais. Con estos "paradigmas", la sociedad hereda un ti-
p o estable d o n d e el equilibrio sólo se pierde para ser recupe-
rado en un m o v i m i e n t o idéntico al de la ley natural, c u y a no-
c i ó n filosófica "consiste en localizar la constancia de la varie-
dad (Sisteme de politique posiíive, II 4 1 ) . El p u n t o de refe-
rencia d e esta regulación no está ni en la subjetividad (se eli-
mina la psicología de la cla.sificación), ni en los m o d o s históri-
cos c o n q u e los hombres producen sus medios de vida según
las sucesivas formaciones sociales (se elimina la e c o n o m í a ) , ni
en su voluntad (se elimina el derecho). El e n d o s o de lo social
a lo físico da a la sociedad un sentido: este sentido es cósmi-
co, de conservación de ritmos que pliegan el progreso del or-
den a su reverso, el orden del progreso.

Pero esta aplicación d e los principios y m é t o d o s de las


ciencias naturales a las sociales ¿no es acaso lo que caracteriza
a las primeras vanantes del positivismo c o n t e m p o r á n e o ? ¿ N o
es éste el mismo principio inserto, pero trasladado al plano
del lenguaje, en el programa d e la ciencia unificada? Lejos,
entonces, de ser tomadas estas características c o m o razón pa-
32
ra negar la influencia comteana, la ponen de toda evidencia.
Otros e l e m e n t o s conceptuales de C o m t e podrían ingresar
a justo t í t u l o en esta evidencia de su condición de antecesor
del positivismo lógico: la circunstancia de que la doctrina po-
sitiva constituya un tipo de discurso particular fundamental-
mente determinado, más allá de su articulación en sistema,
por "el m é t o d o " de las ciencias positivas, m é t o d o que se apo-
ya en la experiencia, en el doble sentido de experientia (datos
sensoriales) y experimentum, con formulación en e l l e n g u í y e
de las matemáticas; su inscripción en la línea del sensualismo
de Condorcet; su incipiente teoría del lenguaje y los signos
que él remite constantemente a Hobbes y Aristóteles y acer-
cada recientemente a Pierce (Collected Papers) por trabajos
de Alain R e y (La teoría positivista de los lenguajes: Augusto
Comte y la semiótica) y en especial de Angele Kremer-Mariet-
ti (Entre el signo y la historia. La antropología positivista de
Augusto Comte). Pero sobre t o d o , la extensión de esa doctri-
na positiva, y en consecuencia de ese m é t o d o a las ciencias so-
ciales, en el parámetro de "la unidad" de la ciencia (natural)
y la sociedad, parámetro que coiacteriza, c o n el repudio de
Popper, a t o d o el positivismo clásico vienes.
Es cierto que si se predicara la existencia de una unidad en
ia obra de Comte, d e la continuidad entre la filosofía cientí-
fica del Cours, y la del segundo p e r í o d o , la de la religión y el
catecismo positivista, la del Grand Etre y Clotilde del V a u x ,
podría horrarse toda huella c o m t e a n a e n el neopositivismo,
pero esta operación se haría sobre la base de falsear lo más ri-
c o de su pensamiento, lo q u e da el más fuerte pese a ese pre-
sunto conjunto, lo que le imprime su a u t ó n o m o sello de fá-
brica: su actitud racionalista científica.
Descartada la legitimidad de tal operación que, por otro la-
do, n o e s invocada, ¿ c ó m o interpretar, entonces, este singular
y persistente rechazo de génesis histórica de Comte respecto
riel positivismo del siglo XX, m u y específicamente referido al
[lositlvismo lógico? ¿y c ó m o comprender (dicho sea ésto de
paso, pero c o m o p o t e n t e contraejemplo a la razón que esgri-
me Moulines sobre la que volvemos enseguida) el h e c h o de
que esta misma negación de parentesco en cuanto a Comte, se
reproduzca en una importante rama de la disciplinas aun so-
ciales, c o m o ocurre en el positivismo jurídico a partir de la
teoría pura del derecho que Hams Kelsen postula en Viena (el
mismo año, 1 9 3 4 , de la aparición de la Logik der Forschung);
Reine Rechtslehre, que concille el derecho c o m o un objeto
33
normativo de validez formal, puro de t o d a " c o n t a m i n a c i ó n "
sociológica, psicológica, política, moral o ideológica? Mi con-
jetura es q u e hay q u e orientar la búsqueda en la parte final
del transcripto enunciado de Moulines, que vale la pena repe-
tir: "El interés más genuino de C o m t e n o estaba centrado en
los f u n d a m e n t o s de las ciencias naturales, sino en la ciencia
de la sociedad aún por construir".
Antes d e hablar d e génesis histórica en el c o n t e x t o cientí-
fico, mira, n o s dice Moulines, d o n d e p o n í a los ojos C o m t e y
d ó n d e lo hacían los positivistas modernos. D e acuerdo. Pero
e n t o n c e s lo que sugiere mi propia visión es que, además del
contraejemplo jurídico d o n d e una fracción del positivismo
también lo niega en lo social, tanto Comte c o m o los positivis-
tas lógicos estaban preocupados por las ciencias naturales,
tanto u n o c o m o o t r o s basaban su m e t o d o l o g í a en el sensualis-
m o , el e x p e r i m e n t o y la observación; tanto uno c o m o otros
afirmaj>an la unidad de la ciencia en función de una m e t o d o -
logía a la q u e conferían validez universal: tanto u n o c o m o
otros creían ver en "la c o n c e p c i ó n científica" del m u n d o el
mejor reaseguro para una época de convulsiones prolongadas
y esperanzas frustradas, y confiaban sumidos en la inestabili-
dad de sus respectivas coyunturas políticas, "toda la estabili-
dad mental y social a la estabilidad de la ciencia, que es el
p u n t o fijo d a d o por la civilización precedente", inserción
ideológica del positivismo en el marco de la sociedad indus-
trial q u e E. Littré ("Prefacio de un discípulo", 1 8 6 4 ) expresa
c o n belleza formal y meridiana claridad. Y tanto u n o c o m o
otros, digamos por fin, creían asistir con la eliminación de la
metafísica, a una revolución en la filosofía, según un proceso
q u e el lector podrá seguir paso a paso en este lúcido trabajo
de D o m i n i q u e Lecourt, que c o n t o d o acierto señala la larga
foja de servicios que el tema de la transmutación científica
de la filosofía tenía antes de C o m t e y su restauración por
éste.
Frente a estas evidencias mi hipótesis sobre este e x t e n d i d o
f e n ó m e n o de la negación de C o m t e c o m o fuentfe del positi-
vismo c o n t e m p o r á n e o reclama una división de este problema
en d o s tiempos: en el primero, el del positivismo lógico, Com-
te es reconocido c o m o precursor por el Manifiesto del Círcu-
lo de Viena, pero se lo hace incluyéndolo en una larga lista
en la q u e sólo figura c o m o s o c i ó l o g o de tendencia positivista.
Los principales representantes de U corriente n o lo citan en
sus obras particulares y cuando alguno lo hace c o m o Herbert
34
Foigl en su '"Menrioir" a Mortiz Schlick. lo ubica en un grudo
inferior {a lesser e x t e n t ) frente a otros c o m o Hume. Mach,
Püincaré, Einsiem y Russell ( M o h t z Schlick. Phüosopliical
Papers, Voi. I. ( 1 9 0 9 - 1 9 2 2 ; Reidel Publ. C e ) . Hay aquí un
proceso latente que se acentúa luego en ei tiempo en que se
(icsarrollan las escuelas epistemológicas que lo suceden. Lo
que marcan estas d o s etapas, es un proceso que arranca y a en
c! positivismo lógico pero q u e se consolida con las posteriores
corrientes de la filosofía de la ciencia anglosajona, desde Karl
Popper (quien lo menciona en la Logik en una nota, la Nro.
,Í5 de su Capítulo I. para decir que Mili usó la expre.-íión "ca-
rente de s e n t i d o " sin duda bajo su influencia), hasta ei más
leciente moviniiento de la c o n c e p c i ó n conjunti^ta que integra
Moulines. Er este proceso se va formando un ideal de ciencia
• hstinto al c o n i t e a n o , un i<iealde "neutralidad" científica, de
Ji.slancia y sep;uación entre los procedimientos lógicos y me-
; íi<loiógicos de las teorías científicas y las c o n d i c i o n e s de pro-
U i c c i o n económico-sociales de esos procedimientos lécnicos.
Nuevo m o d e l o que caracteriza a las corrientes positivi.'^ta.s y
no positivi.-ítas contemporáneas, según un p r o y e c t o que reco-
üL' la actual división enti-e historia externa o interna de la cien-
í ¡ a y lo traduce en el papel secundario y subordinado de la
i'umera a ia segunda (Coi\f. Imre Lakatos, Historia de la cien-
!:! y a¿js reconstrucciones racionales, quien considera irrele-
\ a n t e la primera, sin dejar de observar respecto de Popper que
('\ principal e s t í m u l o de las teorías científicas lo encuentra.
<-'r) ta "acientííica metafísica" y el mito, antes que Koyreí,
Deliberado f e n ó m e n o de olvido de la interacción de la
ioncúi y la sociedad, f e n ó m e n o de preterición de la sociolo-
gía c o m o lo califica Robert Merton vn su prefacio y Science
'MUÍ the Social Ordcr de Barber, que tipifica, por ;isi decirlo,
;:ri contraparadigma al ci>mteano del siglo precedente, en una
'i^'eración q u e exige ei oividu de quien c o n c e b í a Á la física so-
' laí c o m o e! acabamiento de un sistema, lugar fijo y homogé-
ri''o en q u e ésta se coordinaba con las naturales en calidad de
'unv.is üe un troncr) positivo único, y n o de cuerpos aislados
i.ií esoncKil de esto concraparadigma es de efectos p o l í t i c o s :
l a neutralidad ideológica de !ü ciencia frente a los l e n ó m e n o s
^'|ciaies. la creentria de qup !a ciencia y sus instituciones nada
í-''i\cii que ver ron la stjciedad, a lo s u m o suministrar al de-
- ' ' r d o n p o l í t i c o y social patrones generales de racionalidad
:-i:>ru su control. EsLt- atruu-heramíento de la eiencia e n sus
• '•"'-ipic'^s m ó d u i o s , (^ue ignora e¡ heciit> básico de C]ue atiuí n o

35
sóío están en juego los c o m p r o n u s o s de los científicos frente
a los e f e c t o s p o l í t i c o s y de vida que sus p r o d u c t o s generan en
el m u n d o , sino también la re transformación'' de sus propios
procedimientos l ó g i c o - m e t o d o l ó g i c o s internos en función de
las cambiantes circunstancias históricas y sociales bajo las
cuales esos procedimientos se cumplen, es el rasgo decisivo de
la e p i s t e m o l o g í a contemporánea, que, pese al giro antüogicista
e historicista d a d o a partir de La Estructura de las Revolucio-
nes Científicas, de Kuhn, m o d e l a la idiosincracia anglosajona
de la coyuntura filosófica de este sector del m u n d o teórico.
Efectos, en t o d o caso, n o m e n o s conservadores que los de
Comte, en el paso del determinismo físico de la ciencia social
al neutralismo físico-natural
Es p o r e s t o q u e en contraste a la sugerencia de la, por otro
lado, e x c e l e n t e contribución de Moulines, t o d o intento de lle-
gar a las raíces de la negación del papel de precursor de Com-
te d e b e emplazarse en ese camino d e recorrida según una for-
mulación de este tipo: antes que mirar la falta de interés de
C o m t e e n las ciencias naturales, lee t o d o lo que la experiencia
de la teoría pura del derecho d e Kelsen significa c o m o s í n t o -
ma d e la actitud positivista global del presente siglo, p o n tus
ojos más bien e n la falta de interés de esta actitud en la teoría
de la historia y la sociedad.
Ahora bien; e s precisamente en el interior de esta historia
de las c o n f u s i o n e s entre quién es positivista y quién n o lo es,
de los m a l e n t e n d i d o s cruzados sobre los e m p l e o s de las pala-
bras " p o s i t i v i s m o " y "positivista", que Lecourt va a realizar
d o s montajes de lectura sobre querellas suscitadas con m o t i v o
de la atribución del carácter de positivistas a Karl Popper y
Ludwig Wingtenstein. En ambos casos, Lecourt rechazará esta
asignación. Los recursos teóricos que pondrá en escena serán
el p u n t o de partida de un análisis más profundo sobre estos
pensadores con las conclusiones q u e deja abiertas al lector:
en Karl Popper; "el orden" de un sistema que. en cierta medi-
da, lo reinscribe en el m o d o tradicional de filosofar; en Witt-
genstein, "los juegos de lenguaje" de las Investigaciones Filo-
sóficas, sobre las que asentará - c o m o ya dijimos la propues-
ta de una nueva práctica de la filosofía. Investigaciones Filo-
sóficas c u y o hiatus en relación al Tracíatiis. Lecourt n o pre-
tende d e s c o n o c e r aunque poslula la unidíid de toda su obra
j u n t o a Ciranger, Ijouveresse. -I;in¡k y T o u l m i n y W. Bartley
III. l o m a de posición para la (¡ue sitriie (4ros carriles c o n c e p -
tuales que é.stos y otros piirtidarios lir la unidad (entre ellos

36
M. J. CharlPsworth. A n t h o n y Keiiny, Peier Winch, David
íVars, Cristian Stetter y el eciéctico K. 1. Kann que percibe
ij continuidad en la esencia y función de la filosofía pero n o
on los m é t o d o s de ambas obras); en contra, por el otro lado,
de la opinión discontinuista radical, la dei "'Bruch", d o n d e se
agrupan importantes exégetas c o m o W. StegmüUer, Hartnack
y en Francia, Gübert Hottois para quien resulta abusivo n o
ver en las Investigaciones más que una relativización del Trac-
íatus. o en éste una macrucopia de un "juego de lenguaje"
cualquiera. (El problema de la continuidad o discontinuidad
entre un primero y un segundo, un joven y u n o maduro, se
presenta, c o m o el lector p u e d e apreciar, también en Witt-
genstein y parece ser una constante respecto de los grandes
[)ensadores c o m o Marx, Hegel y otros según las enseñanzas
de la historia de las ideas. N o se trata, c o m o es obvio, de una
tuestión contingente o puramente académica y a que, confor-
mo se viera e n el caso de Comte, importantes efectos filosófi-
cos separan los c a m p o s de los que se pronuncian pro o contra
la continuidad).
Finalmente por la importaiici¿u articulación y función de
ensamble que la nominación de positivistas acordaba a Po-
pper y Wittgenstem, y los debates abiertos sobre ésto, tienen
en el conjunto de la lectura que propone El orden y lus jue-
gos daré término a este prólogo, refiriéndome con t o d o es-
quematismo al sentido p o l é m i c o de ambos casos.

a| El "positivismo" de Karl Popper.


Cuando A. J. Ayer traza ia historia del m o v i m i e n t o del po-
sitivismo lógico dice que luego de que el Círculo se hiciera
cargo de la revista Erkenntnis aparecieron una serie de m o n o -
grafías c o n el titulo de Einheitswissenschaft ('"Ciencia unifica-
da") así c o m o una serie de libros. Entre ellos, la famosa Lo-
gik der Forschung. Desde esta inclusión, q u e d ó abierto un
debate sobre las relaciones entre su autor y el positivismo
lógico, que cruzó la historia de Popper y del Círculo, al me-
nos durante el largo p e r í o d o en q u e la influencia de éste últi-
mo se mantuvo viva o latente. El m i s m o Ayer --que en Len-
Huajc, Verdad y Lógica emplea una nota (la Nro. J7) para re-
chazar el criterio de refutabilidad do P o p p e r ("ninguna serie
ünita de observaciones es suficiente para establecer la verdad
de una hipótesis fuera de toda d u d a en tanto que existen
ca.'ios cruciales en los cuales una única observación, o una se-
37
rio de observaciones, basui para refutarla dí-rmiUvaniente''),
criterio al que loe c o m o "'de significatividad de l o s enuncia-
dos" dice, en esta introductión. sobre su marco d o pertenen-
cia: . . lie h e c h o Karl Popper. no era miembro d e l Círculo
y luuica des;ió que se lo clasificara c o m o (.nisil i\ LSta, pero la:^
afinidades entre él y los positivistas a quienes criticaba, son
más sorprendientes que las divergencias, y de cualquier mane-
ra los miemi^ros del Círculo no siempre concordaron en t o d o s
los puntos", fie aquí una tesis con grávidas consecuencias pa-
ra la h i s t o n a de las ideas de la filosofía de la ciencia c m t e n i -
poránea: Popper no fue miembro oficial de! C'irculo pero sus
ideas p u e d e n s o r consideradas afines ;il positivismo clásico d e
ios a ñ o h ti'ein(.a. ¿Es factible ver é s t o una versión de la
posición de Moulines, que n o s ocupa másarriba?:ei pusitivis-
n i o no es u n conjunto d e tesis escritas en ¿ilgún sitio, sino de-
terminada actitud. Pero ¿qué ocun^e cuando se participa de
una misma racionalidari. la racion.alidad del pensamiento cien-
tífico c o m o centro do la conciencia filosófica del hoT'ibre, y
las tesis P-icritas difieren fundameniaimento'^ \ o s encontra-
m o s frente a una contradicción para la que cabe suponer res-
puestas de u n o u otro d e este tipo. Los que sostienen la posi-
ción Ayer do filiación positivista de Popper, podrían concluir
que el compartir la misma racionalidad es un indicador bas-
tante preciso de ia verdad de su aserto: acreditaría que, ana-
lizadas a f o n d o las principales lesis de Popper, n o difieren de
las (!e Carnap, Waismann. Schlick y otros verificacionistas del
grupo. Muy prubablementc Popper coniTaargumentaría que
el marco d o referencia d a d o por una misma racionalidad cien-
tífica n o ox<.'Iuye. e n moflo alguno, las diver^^encia más pro-
fundas acerca de los p u n t o s que on o t o marco cobr;m cuerpo
y e f e c t o s de aplicación. (Véase al Cap, '¿Quién mató al posi-
tivismo lógico?" en su Autobiografía].
En rigor d e verdad, los positivistas lógicos no han contesta-
d o puntualmente las objeciones que una y otra vez, en sus
distmtos escritos. Popper ha lanzado en relación a varios de
los puntos de su cuerpo de ideas, y suelen focalizar ol debate
en u n o de ellos, el problema de la legitimidad o no de susti-
tuir verificabüidad por falsahilidad. que uljícan dentro del
c o n c e p u ) del criterio de signíficalividad de los e n u n c i a d o s ,
sin hacerse cargo de quo lo que Popper propone os un c a m b i o
radical do problemática respecto d e esto mismo c o n t e x t o , o
sea el colapso de t o d o problema de significado, inapto para
demarcar la ciencia de !a n n ciencia. Acabamos de ver el pá-
3S
;rafo Jo Lenguaje. Verdad y Lógica d o n d e se expresa esta re-
ducción dei p r o b l e m a N o difiere mucho de la fornui en que
plantea el vínciUo Víctor Kraft. En su libro histórico El
Círculo de Viena ubica directamente a Popper en este grupo
<sn dar rnzón do ello. En ia etapa en que se refiere .-Í la diáspo-
ra de sus miembros con m o t i v o de la anexión de Ausina por
la Alemania nazi ¡o ve perpetuado en Inglaterra por Popper
1 además de Waismann, Ayer y Stehbing) aclarando muy bre-
vemente e n una nota que "Popper no participó e n los últi-
mos tiempos del Círculo de V^iena pero estuvo en c o n t a c t o
personal con varios miemliros (Cainap, Feígl, Krait)"- Sin
i'mhaigo. m u c h o s años después ( 1 9 7 4 ) escribo un e n s a y o
-'Specífico sobre este vínculo para el volumen The Phiioso-
pjy of Karl Poppt'r \Eá. Suhlipp, de la serie ']he Library uf
Lii'ing Ph'Josophers} donde se ve constreñido a problemaci-
zar la cuestión y profundizíula Sin apartarse de su tesis de
la pertenencia, la matiza en la f o r m a siguiente, no exenta de
ambigüedad: "Popper nunca perteneció al Círculo de Viena.
nunca t o m o parte en sus reuniones y. sm emfiargo, n o pue-
de ser pensado < o m o ajeno a él. Ya en mi artículo de 1;)50
referido al Círculo de Viena, encontré necesario referirme a
él repetidas veces.
Por otro lado la otira de Popper n o puede ser goit-tica-
mente comprendida sin referencia al Círculo de Viena. Tal
c o m o Popper se mantiene en una e s t r e c h a inextricable rela-
n ó n c o n el desenvolvimiento del Círculo de Vienii, así el
í/írculo fue también de esencial significado para .su propio
'lesarroUo". f.as razónos que arguye Kraft en a p o y o de esta
caracterización consisten en que Popper cita reir^íradamente
posiciones del Círculo en El desarrollo del conocimu-nto cien-
tífico, considerando La sintaxis lógica del lenguaje de Camap
c o m o el c o m i e n z o de una revolución en su propio pensa-
miento, y las discusiones y relaciones que mantuvo hasta
1 9 3 6 con algunos de .sui miembros. Razones n o decisivas,
por cierto, para zanjar la discusión deijendionte. en el fondo,
íle la confrontación dilecta de los respectivos puntos de v i s t a
Ks aquí d o n d e hay que medir el alcance del debate. En esto
•mentido, ¡os d o s puntos básicos iniciales del Círculo no fue-
ron compartidos por Popper. Estos p u n t o s son la posición de
'a lógica y la niatí-mática, y el fundamenio e m p í r i c o del co-
iiíjcimiento de la reaiidad. R e e l e c t o de U'is primeras, a dife-
rencia de Kani. él C'írculo consideraba a sus proposiciones
analíticas, v:tlida.'í en función de las reglas convencionales que

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guían su uso y con independencia de toda experiencia. La ló­
gica nada dice de los objetos, sólo estipula reglas para hablar
d e ellos ("Lógica, matemática y c o n o c i m i e n t o de la naturale­
za" de Hans Hahn). Su importancia tautológica deriva de que
estando constituido nuestro lenguaje de m o d o que al afirmar
nuestras proposiciones, implícitamente afirmamos otras sin
verlas, la deducción lógica hace que tengamos conciencia de
ello. Esta posición privaba por cierto al apriorismo de su a l i ­
m e n t o más fuerte. Respecto de ella, Popper se m a n t u v o al
margen hasta 1 9 4 6 en q u e d e b i ó ocuparse de la aplicación d e
la lógica y la matemática a la realidad. Aquí, si bien compar­
tió el criterio d e que ia lógica sólo contiene "reglas de proce­
d i m i e n t o " y d e lenguaje y n o enunciados descriptivos—
reaccionó contra la etapa camapiana de ver en este lenguaje
operaciones puramente sintácticas, y j u n t o con Tarski. Kotar-
binski y otros adherentes de la escuela polaca, hizo modificar
a Carnap d e raíz su posición llevándolo a la etapa semántica
que éste desen\'uelve en su Introducünn to Semantics and
Formalization of Logics.
Y en cuanto al plano empírico, que es el segundo p u n t o
básico (en el que también Camap sustituyó su ordinario prin­
cipio de verificabüidad, atribuido erróneamente al Tractatus,
por el requisito más elástico de confirmabüidad, Testabiiity
and Meanmg 1 9 3 6 - 7 ) , Popper lo consideró lisa y llanamente
un dogma del Círculo. Es su "Autobiografía" y en su "Re-
plies t o m u y critics" (arabos incluidos en el v o l u m e n de
Schlipp) Popper ajusta sus cuentas respecto de este dogma,
centro de la disputa. En reemplazo del criterio positivista de
significatividad, q u e divide las aguas entre enunciados de ex­
periencia verificablcs, y por ende científicos, plenos de senti­
do; y metafísicos (no verificables) asignificativos, propicia el
de demarcación entre lo científico y lo no científico. Criterio
éste que, a diferencia del de significado, es un criterio de tes-
tabilidad, refutabilidad o falsahilidad que n o deja fuera de jue­
go a la m e t a f í s i c a Popper la asume no sólo en su defensa del
realismo metafísico, sino en su posterior incorporación del
darwinismo, " c o m o " programa metafísico de investigación
(Objective Knowledge).
Esta cuestión central de la disputa, la sustitución popperia-
na del criterio de significado por el d e demarcación entre
ciencia y no ciencia, tiene muchas repercusiones en otros
p u n t o s de divergencia con las tesis epistemológicas del empi­
rismo lógico. La mayoría de estas tesis, c o m o el rechazo de!
40
inductivismo, y del c o n c e p t o fisicalista de ciencia unificada,
no son objeto de análisis profundos por parte de los positi­
vistas. Y, en relación a otras, c o m o la polémica entre realis­
mo y positivismo (fenomenalismo), son reabsorbidas e n fun­
ción de distintos procedimientos, a los que puede aplicárse­
les m u y bien mutalis mutandi el juicio que Popper emite en
su Autobigrafia: "Pensaban que podrían evitar mis críticas
c o n unas cuantas concesiones —mutuas preferiblemente— y al­
gunas estratagemas verbales (por ejemplo, se habían persuadi­
d o de que y o convendría en sustituir la verificabilidad por la
falsabilidad c o m o criterio de significatividad)". Reabsorción
q u e e n el caso de la cuestión realismo/idealismo (fenomenalis-
ta) se hacía a veces con recurso a considerarla un pseudo pro­
blema (Camap) o considerando que no hay oposición entre
realismo y positivismo si se parte de un "realismo e m p í r i c o "
c o m o el que propugna Schlick en "Positivismo y realismo",
combinación q u e n o niega la existencia de un m u n d o trascen­
dente sino q u e postula su carencia de sentido, tanta c o m o la
de su afirmación; o afirmando c o m o Feigl, en su ya citada
"Memoir", que un realismo metafísico (del mismo tipo que
Popper) es una de esas cosas acerca de las que, c o m o dice
Wittgenstem. n o p o d e m o s hablar y, en consecuencia, débe­
m e callar.
Ahora bien, el lector podrá seguir en esta querella del
v í n c u l o Popper-positivismo lógico, la estrategia muy bien
trazada por Lecourt que consiste en rotar de la cuestión
central d e la fasabilidad a estos otros puntos que la inte­
gran, aunque aparezcan más diluidos en los planteos d e los
últimos. La rotación le permite complementar su análisis
p o n i e n d o a Popper en relación con Einstein y la mecánica
cuántica, examinar su papel respecto de las ciencias socia­
les; ver c o m o monta un mecanismo de verriad, distinto de
los criterios de verdad tradicionales, c o m b i n a n d o el falibi-
lismo de Peirce con la c o n c e p c i ó n semántica de la verdad de
Tarski, q u e acuerda un u s o regulativo a la teoría de la corres­
pondencia aristotélica, en un programa aplicado a su m o d o
de concebir el progreso del c o n o c i m i e n t o científico.
En t o d o s estos puntos, el eje de las reflexiones de Lecourt
se enriquece al emplazarse en un p r o c e d i m i e n t o de análisis
que n o pasa "por la confrontación, en definitiva, abstracta
y formal, tesis por tesis, de un sistema al o t r o " tendiente al
planteo de saber lo que Popper retiene o rechaza dei dispo­
sitivo neopositivista, sino por la inserción del popperianismo
41
en ta coyunlura también integrada por el Círculo de Viena.
La consecuencia natural d e este procedimiento reclama en
Lecourt la incorporación del material de Popper de la episte-
mología biológica, del Conocimiento Objetivo y El yo y su
cerebro, reverso, en cierto sentido de su problema de demar-
cación, creación final de un Orden en que el m é t o d o ocupa
el lugar de! Sujeto y lo naturaliza en la biología d o n d e se
implantan y transponen (con Ecclos) sus temas lógicos.
Este mismo eje de análisis, reaparece f m c t í f e r a m e n t e , se-
llando consecuencias teóricas distintas, al abordar el v í n c u l o
que la tradición postula entre el Tractatus de WiL^enstein y
el mismo positivismo lógico.

b) Ei "positivismo" del Tractatus


Siguiendo el mismo camino que lo conduce a lo largo de
El orden y los juegos. Lecourt asume el análisis de una serie
de aforismos del Tractatus, en función de la coyuntura ideo-
lógit:a y científica d o n d e se los llamó a producir sus efectos.
En este c o n t e x t o , el punto central de su argumentación está
destinado a impugnar la tesis que hace de este importante li-
bro, orientador de una enorme fracción del p e n s a m i e n t o an-
glosajón, una tilira contemporánea del Círculo de Viena, con-
temporánea n o en el sentido cronológico, en que efectiva-
mente lo es. sino doctrmario, c o m o lo sostiene una firme tra-
dición anclada en los positivistas lógicos, y de l a q u e también
participa Popper.
Que el Tractatus tuvo un fuerte impacto en el Círculo de
Viena. al punto que pueden encontrarse en él las razones de
lo q u e James Griffin, en \^'ittgeníitein's Logical Atomísm, lia--
ma "la vieja" interpretación, está fuera de discusión. También
lo está, el h e c h o de q u e Wittgenstein, a diferencia de su víncu-
lo c o n el resto de sus trabajos prácticamente p o s t u m o s , lo
atribuyera el relieve singular que tuvo, en efecto, luego de su
publicación e n 1 9 2 1 , en Annalen der lüaturphilosophie.
o c h o años después del c o m i e n z o . (Publicación que lo llenó de
grandes desasosiegos, c o m o l o traduce en la carta del 2 2 . 1 0 . 1 8
a Paul Engelman, d o n d e al referirse a Jahoda, famoso editor de
"La antorcha" -que en definitiva rechazará el texto— le dice:
". . . Sólo el diablo sabe lo que él se trae entre manos con mi
manuscrito"..seguido d e un insulto m u y a la austríaca: "ver-
ffluchten Kujon").
Un años después de ser editado. Mortiz Schlick accede a la

42
cátedra d e filosofía de la Universidad de Viena y lídera un
grupo n o cohesionado, por ese entonces, c o m o escuela filo-
sófica, formado, pues por miembros que en su m a y o r parte
n o eran füósofos profesionales. El Círculo lo integraban de-
partamentos de matemática, lógica, física, derecho, medicina
y sociología. N o p u e d e extrañar, entonces, que esta comuni-
dad de intereses dedicara d o s años de sus reuniones quincena-
les a leer y descifrar el c o n t e n i d o críptico de una obra, madu-
rada en el c o n t e x t o lógico-matemático de Frege y Russell, y
c u y o p r o p ó s i t o según lo estampara este ú l t i m o en su "Intro-
d u c c i ó n " era, partiendo de los principios del simbolismo y de
las relaciones necesarias entre las palabras y las cosas en cual-
quier lenguaje, tratar en primer lugar de la estructura lógica
d e las proposiciones y de la naturaleza de la inferencia lógica,
para pasar a la teoría del c o n o c i m i e n t o , la física, la ética y fi-
nalmente lo que está más allá de los límites del lenguaje, lo
m í s t i c o (das Mystiche, lo indecible).
En la etapa de su desarrollo en que irrumpe el Tractatus,
predominaba en el Círculo, su así llamada versión original
de la teoría del significado: una oración s ó l o es significativa
cuando el m o d o de su verificación es c o n o c i d o . Esta verifica-
ción debe ser c o m p l e t a m e n t e esclarecida por referencia final
a h e c h o s indubitables dados en la experiencia inmediata. Se
trata de u n estadio con total predominio del positivismo ma-
chiano: creencia en " e l e m e n t o s ú l t i m o s " de t i p o sensorial,
programa d e construcción lógica del m u n d o a partir de los
"elementary data of sense". Es comprensible, dentro de esta
perspectiva, que los miembros del Círculo recibieran c o n to-
d o c a l o r una obra q u e v e í a n similar a l a f i l o s o f í a d e l a t o m i s m o
lógico e x p u e s t a por Russell en sus conferencias d e 1 9 1 8 , mu-
chas de cuyas ideas eran el resultado de las discusiones que
había tenido c o n Wittgenstein entre 1 9 1 2 - 1 4 , o sea en el pe-
r í o d o en q u e éste gestaba su Tractatus.
A q u í es, precisamente, d o n d e se articula, la llamada vieja
o tradicional interpretación, la de Russell y el Círculo de Vie-
na, es decir, aquella q u e equipara las proposiciones elementa-
les del primer Wittgenstein con las proposiciones atómicas de
Russell o las proposiciones protocolares de Camap (Protoko-
llsatze, de "El lenguaje físico c o m o lenguaje universal d e la
ciencia", ficcióp de un lenguaje ideal, tan metafísica c o m o el
d e m o n i o de Laplace, para O t t o Neurath).
Se ha d i c h o con razón q u e aunque las veinte mil palabras
del Tractatus pueden ser leídas en una tarde, resulta m u y di-
43
fícil abordar este libro c o m p u e s t o de una serie de p á r r a f o s
numerados, que constan m u c h o s de ellos de ".na sola frase, y
n o es ajeno a la dificultad la circunstancia de que muchas d e
esas frases, casi sin citas de origen, transporten problemas o
críticas de y al p e n s a m i e n t o de Frege y Russell. ¿Pero e s e s t e
legado de la lógica y la metafísica de Russell, al q u e por o t r o
lado Wittgenstein refuta en casos específicos c o m o en rela-
c i ó n a su teoría de los tipos, suficiente para leer sus proposi-
c i o n e s e l e m e n t a l e s e n términos del a t o m i s m o lógico d e aquél?
Tracemos m u y rápidamente el marco de su teoría pictórica:
La primera tesis del Tractatus es q u e "El m u n d o es t o d o l o
q u e es el caso". Y lo que es ei caso s o n los hechos. A l o s he-
chos q u e n o se c o m p o n e n de otros hechos, Wittgenstein los
llama Sachverhalte (atomic fact), mientras que a un h e c h o
q u e conste de d o s o más h e c h o s lo llama Tatsache. E n ios
ejemplos d e la "Introducción" de Russell, "Sócrates es s a b i o "
e s un Sachverhalt y también u n Tatsache, mientras q u e "Só-
crates e s sabio y Platón su d i s c í p u l o " es un Tatsache pero n o
u n Sachveriíalt. El m u n d o es la totalidad de los hechos, n o de
las cosas ( 1 . 1 . ) Queda aquí planteada una diferencia entre los
h e c h o s y las cosas u objetos, que recogen los aforismos 2. y
2 . 0 1 . 2 " L o q u e es el caso, el h e c h o (die Tatsache) es la exis-
tencia de los h e c h o s atómicos (Sachverhalten). 2 . 0 1 : "El he-
c h o a t ó m i c o (der Sachverhalt) es una combinación de o b j e t o s
(Gegenstánden) (entidades, cosas)"; que este libro esté enci-
ma de la mesa es u n h e c h o , pero carece de sentido afirmar
que el libro o la mesa sean hechos. El libro y la m e s a son, en
c u a n t o tales, cosas (objetos). Del m u n d o así c o n c e b i d o , nos
r e m o n t a m o s al lenguaje, siendo el ideal del Tractatus cons-
truir un lenguaje perfecto ( c o m o en Russell). El lenguaje es
una figura, (Bild), un cuadro c o m o lo traduce Lecourt, o un
m o d e l o d e los h e c h o s . N o es una figura de las cosas u objetos,
sino de una c o m b i n a c i ó n de objetos, aquellos de los que están
c o m p u e s t o s los hechos. Describir un objeto, c o m o por ejem-
p l o , e s t e libro, sería por ejemplo decir q u e "este libro e s blan-
co". Pero q u e este libro e s blanco, es un h e c h o , d e m o d o q u e
l o s objetos s ó l o pueden ser nombrados. Se abren, así, en el
análisis (análisis en el sentido técnico, lógico, con que lo usa
Wittgenstein) s ó l o d o s alternativas: por un lado nombrar ob-
jetos, p o r el otro, hacer figuras (abbilden) de los hechos. Co-
m o un h e c h o e s una c o m b i n a c i ó n de objetos, para hacer una
figura de él, los objetos q u e l o c o m p o n e n han de ser nombra-
dos.

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El lenguaje consta de proposiciones, y las proposiciones e n
que figuran hechos atómicos (Sachverhalten) son proposicio-
nes elementales.
¿Ahora bien, cuál es el estatuto de estas proposiciones ele-
mentales, en relación c o n las proposiciones atómicas d e Ru-
ssell o protocolares del positivismo lógico? Es éste el proble-
ma que el positivismo resuelve en favor de la similitud. C o m o
ío hacen, entre otros, Feigl en l a y a citada "Memoir" de Sch-
lick (p. 2 3 ) y V í c t o r Kraft en el Capítulo II, (B), de El Circu-
lo de Viena: "Por tanto, la tarea siguiente y más importante
era investigar las proposiciones atómicas y caracterizarlas por
su forma lógica. Wittgenstein las identificó con las proposi-
ciones a las que llamó "proposiciones elementales". Son estas
proposiciones q u e pueden ser comparadas inmediamente con
ia realidad, es decir con lo dado de las vivencias". Un inter-
pretación que, c o m o antes expresáramos, comparte Popper
alimentando c o n otros e l e m e n t o s "el m a l e n t e n d i d o " cruzado
que el lector podrá encontrar hábilmente descripto por Le-
court e n la introducción de este t e x t o . Es la interpretación es-
tándar q u e vuelca en British Philosophy in Mid-Century,
1 9 5 3 : Para Wittgenstein todas las proposiciones significativas
serán funciones de verdad de las proposiciones elementales
o atómicas que describen " h e c h o s atómicos", es decir, "he-
chos q u e en principio pueden comprobarse por medio de la
obsen'ación'\
Ahora bien, en su Introducción a¡ "Tractatus" de Wittgens-
tein, G.E.M. Anscombe, alude al h e c h o fácilmente comproba-
ble de que hay e n esta descripción de Popper m u c h o más so-
bre "observación" que en el Tractatus. Salvo el a p o y o que
podría encontrarse en 3 . 2 6 3 , Wittgenstein n o afirma, ni su-
giere, agrega, "que la proposición que contiene un n o m b r e
elemental y lo 'elucida' ante la persona que c o n o c e o tiene
presente su referencia deba ser una proposición elemental".
El tipo de ejemplo más evidente, "esta es una mancha roja"
no e s una proposición elemental c o m o surge del 6 . 3 7 1 "
(Resulta claro q u e el producto lógico de dos proposiciones
elementales n o puede ser ni una t a u t o l o g í a ni una contradic-
ción. La aseveración de que un p u n t o dentro de nuestro cam-
p o visual tenga d o s colores diferentes al mismo t i e m p o es una
contradicción)". De manera directa se sigue de esto que "esta
f's una m a n c h a roja", n o p u e d e ser una "afirmación observa-
cional simple", porque si lo fuera p o d r í a encontrarse otra in-
compatible con ella, siendo precisamente su análoga lógica.
45
La conclusión de A n s c o m b e " (compartida entre otros por
R o y E. L e m o i n e en The Anagogic Theory of Wittgenstein's
Tractatus y por el y a citado Griffin), es que, sean lo que fue­
ren las proposiciones elementales de Wittgenstein, no son
afirmaciones observación ales simples. Wittgenstem no se ex­
presó sobre cuáles son los objetos ni cuáles son los constitu­
y e n t e s de un p e n s a m i e n t o , pero adujo que debe tener partes
c o n s t i t u y e n t e s q u e se correspondan c o n las palabras del
lenguaje. Determinar el t i p o de relación que existe entre esos
c o m p o n e n t e s del pensamiento y los del h e c h o representado
en el lenguaje, e s una c u e s t i ó n de psicología n o de lógica.
En el m i s m o sentido corren otras interpretaciones contra la
lectura positivista: por ej. la d e Kenny sobre la verifica­
c i ó n aún considerada en el p e r í o d o de las Philosophiche Be-
merkungen que es aquél e n q u e Wittgenstein estaba más cerca
del positivismo y d o n d e expresa, n o obstante, en la página
2 8 5 , Nro. 2 2 8 : "Cuando digo q u e una hipótesis n o e s defini­
tivamente verificable, con e s t o n o está pensado que exista
una verificación a la que p o d a m o s a p r o x i m a m o s sin alcanzar­
la nunca. Esto n o tiene sentido. . ." Para Wittgenstem la rela­
ción formal q u e una hipótesis tiene c o n la realidad es comple­
tamente diferente de la verificación (véanse asimismo las posi­
ciones de Justus Hartnack en Wittgenstein y la filosofía con­
temporánea. Cap. III "El 'Tractatus' y el positivismo l ó g i c o "
y el c o m p l e t o análisis de Griffin, que arranca del 6 . 3 7 5 , es
decir el contraejemplo de A n s c o m b e ; c o m o también las críti­
cas de Wittgenstein a las "Tesis" de Waismann, en el Cap. IV
"Sobre el d o g m a t i s m o " de Ludwig Wittgenstein y el Círculo
de Viena).
Respecto de la argumentación de Lecourt se basa en un
enrejado de inteligibilidad que agrega al análisis del tipo que
vengo d e citar, la importante contribución de repensar esta
relación Wittgenstein y el positivismo lógico, en base a la
crítica del lenguaje que el autor del Tractatus teje alrededor
de las citas de Mauthner, refutadas e n n o m b r e de la t e o r í a de
los m o d e l o s de Hertz y de Boltzmann. Sobre esta'influencia
prestaron su atención Janik y Toulmin en su renovado» tex­
t o La Viena de Wittgenstein incorporado por Lecourt pero
c o n una visión amplia y crítica al m i s m o tiempo, en u n anti­
cipado ejercicio de su programa de e p i s t e m o l o g í a comparada,
al que solo cabe invitar e n la seguridad de que se encontrarán
en él penetrantes debates de la teoría actual e x p u e s t o s c o n
lenguaje claro y preciso.
46
Corresponde pues al lector s e ^ i r ahora el camino de El or-
den y losjuegoA, primer intep.io de abrir las ventanas de otjos
•"mundos [losibles" del p e n s a n n e n t o filosófico y científico de
nuestros dias. l¿n este trayecio habrá de encontrar, en el con-
t e x t o de las críticas de l.ccourt, p u n t o s de inflexión de su
pensamiento basados en ''los juegos" del segundo Wittgens-
tein. N o es propósito de este prólogo, d e b o repetir. analizEir
los mismos, sino más bien, cualquiera fuesen los resultados
del análisis, destacar el sentido de equidad que trasuntan al
colocarse, estimulando a todos, fuera de los astros p o c o pro-
picios d e los Verdurin.
En cuantíJ al prólogo,su intención, en esta extensión, equi-
\'ale ahora a un deseo, el de haberlo escrito y no, c o m o dice
ta inagotable ironía de los matices de Borges en h'ólogos. Con
un prologo de prólogos, haber incurrid<i en él.

Eiuñque Eduardo Mari

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