Está en la página 1de 6

Nuestros vecinos los árboles urbanos

Textos y fotografías: Alfonso Pecino López | Educador Ambiental. Miembro de la Asociación Cultural Palestra

Ya lo sabemos, Los Barrios es un municipio claramente arbolado. Varios millones de


ejemplares viven en su término municipal, si bien hay que decir que la inmensa mayoría lo
hace en las zonas rurales, en sus vegas, lomas y montañas, especialmente, en los terrenos
incluidos en el Parque Natural Los Alcornocales.

Pero hay un grupo que, por su cercanía y cotidianidad, es especialmente


interesante: los árboles urbanos, unos vecinos muy convenientes.
Efectivamente, en los distintos núcleos de Los Barrios compartimos el espacio
vital y nuestras vidas diarias con unos compañeros realmente valiosos para
nosotros. Son los árboles, solitarios o en grupos, que tenemos más cercanos, los
que conviven con nosotros en nuestras terrazas o patios, o en nuestras calles,
plazas, parques y jardines públicos, y que nos aportan un sinfín de variados e
importantes beneficios que los hacen ciertamente irreemplazables.
El árbol en la ciudad cumple valiosos servicios sociales y ambientales y, ya se ha
comprobado, tiene también una importante componente económica.
El arbolado es mucho más que un simple elemento decorativo o una pieza más
de mobiliario urbano, se ha convertido por mérito propio en un importante
patrimonio de gran valor para el municipio, para sus vecinos y sus visitantes. A
nadie se le escapa que la presencia de arbolado contribuye de forma muy
notable a mejorar nuestra calidad de vida y son una pieza fundamental de la
imagen de Los Barrios, de nuestra propia identidad.
Los árboles y demás plantas son un verdadero puente de contacto directo y
cotidiano con la naturaleza. Nos permiten una cierta vuelta a un medio
ambiente más natural y menos artificial, donde podemos encontrar animales
silvestres, como los pájaros, mariposas, y tantos otros, difíciles de conocer de
otra forma, y donde se reproducen los ciclos naturales, como los cambios
estacionales o el mismo crecimiento de los ejemplares, que vivimos junto al
nuestro propio.
Ahora, en tiempos de tantos problemas ambientales, se han convertido en una
apreciable herramienta contra el cambio climático, pero llevan toda la vida
absorbiendo contaminantes, como el dióxido de carbono, dañino para nosotros,
y nos devuelve importantes cantidades de oxígeno, imprescindible para nuestra
existencia. Y nos ayudan a combatir los ruidos molestos, y hasta los fuertres
vientos y lluvias, reteniendo gran cantidad de agua y nutrientes del suelo. Y, con
la parsimonia que los caracteriza y con ayuda del sol, acaban convirtiéndolos en
esas frondosas y llamativas copas que suavizan las temperaturas, nos dan
sombra y nos permiten estar al fresquito en los días en los que el sol aprieta, que
no son pocos por estos lares.
Pero ahí no queda la cosa, a estas aportaciones de tipo ecológico se le suman las
de tipo social, psicológico, emocional que despiertan en nosotros los árboles.
Cada vez están más consideradas las aportaciones positivas que tiene para
nuestra salud la contemplación del verde y demás colores, y del equilibrio, paz y
tranquilidad que nos aportan en nuestras calles y plazas. Nos permiten, a la vez,
encontrarnos con otros vecinos, conocer gente y disfrutar de las necesarias
relaciones sociales que, de otra manera, nos resultaría muy difíciles.
Incluso nos aportan a todos una buena parte de nuestra educación emocional y
estética. Con sus cambios de formas y colores a lo largo de las estaciones nos
ayudan a conocer y a apreciar la belleza. ¿A quién no emociona la incomparable
belleza de la copa repleta de flores rosadas en primavera del Árbol del Amor, las
flores lilas de la Melia, el olor del azahar o el verde luminoso de las hojas nuevas
de los fresnos?. Es realmente un lujo para nosotros poder disfrutar de todo
esto… aunque a veces no lo valoremos a su justa medida.
Nos aportan valores culturales e, incluso, históricos, siendo fieles testigos y
reflejo de nuestro devenir como pueblo español y andaluz por tantas partes del
globo. Así, gracias al arbolado están presentes en nuestro municipio todos los
continentes del mundo: Eucaliptos, casuarinas, grevilleas y ficus, de Australia;
washingtonias, almeces o araucarias de América; acacias, cedros de África;
magnolias, granados o cítricos de Asia; pinos, arces y tuyas del continente
europeo, a las que hay que sumar un buen número de especies autóctonas o de
otras zonas de nuestro país, como fresnos, alcornoques, acebuches, quejigos,
pinos, algarrobos, palmeras y tantos otros.
También en el terreno económico el arbolado urbano tiene un importante papel.
Por ejemplo, es ciertamente un criterio para aumentar el valor de nuestras
viviendas, de edificios singulares (como hoteles, nuestra Casa de la Cultura,…), y
de nuestro municipio al completo. Haciéndolos más atractivos y aportándoles
aspectos positivos que se pueden cuantificar. Por otro lado, es una fuente de
creación de empleo directo, no sólo hablamos de jardineros, ciertamente hay
una economía muy importante alrededor del arbolado y las zonas verdes
urbanas: arquitectos y técnicos paisajistas, albañiles y fontaneros, viveristas,
transportistas, comercios de abonos, herramientas,…
Por otro lado, es importante ser conscientes que, como seres vivos que son, no
están exentos de problemas, como la afección de enfermedades y plagas; los
derivados de un mal diseño de la plantación, de la incorrecta elección de la
especie a plantar, o de la dejadez en los necesarios cuidados, sin olvidar el
empecinamiento que seguimos observando de algunos profesionales en el
desmoche o la poda abusiva. Todo esto puede dar al traste definitivamente con
buena parte de nuestros árboles y quedarnos sin su compañía.
No olvidemos que, a veces, son ellos los que nos comparten su vida, ya que son
muchas las ocasiones en las que estos vecinos nos sobreviven. Somos nosotros
los que ocupamos alguna parte de sus longevas existencias, y son varias las
generaciones sucesivas las que disfrutan de la compañía, de la vecindad, de los
beneficios de determinados ejemplares, como verdaderos mensajeros de la
comunicación, del patrimonio que se establece entre las distintas generaciones.
Por eso y muchas cuestiones más, es un hermoso empeño procurar que las
generaciones venideras encuentren nuestra villa rebosante de arbolado, que
seamos capaces de compartir con los que aún no han llegado a este mundo, pero
llegarán, una bienvenida en verde, un mensaje de esperanza y un legado
preciado para todos.

También podría gustarte