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La más antigua mención que se hace del carbón mineral se encuentra en la Biblia.
La siguiente alusión se hace en los escritos de Teófrates, el divino orador y amigo de
Aristóteles el griego: " Estas sustancias que son llamadas carbonos y se rompen para
usarlas, son terrosas pero arden y se queman como el carbón vegeta!". (1)
Es un hecho que se han encontrado herramientas y cenizas de carbón mineral cerca
de los antiguos muros de Roma, así como en Inglaterra fue usado éste carbón por los
Bretones (50 años D.C.).
El carbón mineral fue empleado por los chinos muchos años antes que los cristianos,
dado lo accesible de los depósitos carboníferos en Shensi.
El modo de trabajar éstas minas fue descrito por Pompeo, hace 2,600 años
aproximadamente. Por medio de un plasio inclinado el trabajador desciende unos 30
metros del nivel de la bocamina, y entonces por medio de una galería horizontal se
conduce hasta el final de la mina. El carbón es acarreado en canastos o en sacos de
mineros y en trineos de palas redondas y lisas.
Los primeros campos carboníferos que se trabajaron en Europa fueron los británicos.
Desde la invasión nómada, Guillermo El Conquistador repartió a sus compañeros de
armas las minas de New Castle.
Menos de dos siglos después Juan sin Tierra les concedió una licencia de
explotación, en cuyo pergamino real, llamaba al carbón mineral "Carbo Marinus"
Bélgica abre sus minas al mismo tiempo que Inglaterra, hacia el siglo XII, donde
arranca el bautizo de la hulla:
"Huillas, mariscal herrero de Plénevaux era tan pobre que no podría cubrir sus más imperiosas
necesidades, trabajaba el fierro soplado, él mismo la fragua para economizar
el salario de un ayudante. Cierto día, en el cuál se encontraba sin trabajo y decidido a
quitarse la vida, se le presentó un hombre a Huillas, le confesó sus penas, el hombre
enterneciéndose, le dijo: Id a las montañas y descubrirás más vetas de una tierra negra
excelente para las fraguas. Huillas fue al lugar indicado y encontró la tierra anunciada,
y habiéndola arrojado al fuego, foijó una herradura de una sola cabalada. Lleno de
alegría le participó de sus hallazgos a sus vecinos y demás compañeros herreros". (2)
(1)
En la región costera del golfo de Arauco, emergieron, a mediados del siglo XIX, las
ciudades mineras de Lota y Coronel como consecuencia del requerimiento de mano de
obra para las labores de extracción de carbón. Allí se establecieron empresarios tales
como Matías Cousiño, Jorge Rojas, Guillermo Délano y Federico Schwager, entre otros.
A poco andar, en 1869, el agotamiento de los mantos subterráneos de Punta de Puchoco
obligó a las empresas carboníferas a profundizar las labores y extenderlas para trabajar
los mantos submarinos existentes bajo la playa y el mar. Con el paso de los años, y con la
habilitación a fines del siglo XIX del ferrocarril entre Concepción y Lebu, se incorporaron a
la producción carbonífera nuevos yacimientos ubicados al sur de Lota, como Trongol,
Curanilahue y el mismo Lebu.
La producción de carbón, orientada en un principio al abastecimiento de las naves que
cruzaban el Estrecho de Magallanes, encontró nuevos mercados al extenderse las líneas
ferroviarias por el país y aumentar significativamente la demanda interna de carbón fósil.
Hasta la primera mitad del siglo XX, la demanda de carbón se mantuvo medianamente
estable, hasta que la generalización del uso del petróleo y la energía eléctrica en los
procesos industriales y en los ferrocarriles, causó crecientes problemas de demanda a las
empresas carboníferas, los que culminarían con el cierre definitivo de las minas en 1997.
En torno a las minas de Lota y Coronel, surgieron desde mediados del siglo XIX diversas
instalaciones industriales sustentadas en el uso intensivo del carbón, como industrias de
vidrio, ladrillos refractarios, una fundición de cobre e incluso una industria de elaboración
de maderas que aprovechaba las plantaciones forestales realizadas por Luis Cousiño en
los alrededores. En este sentido, los yacimientos carboníferos generaron un
importante polo de desarrollo industrial en la región, permitiendo la acumulación de
importantes fortunas y el desarrollo de relaciones laborales de tipo capitalista.
Ubicadas en la zona fronteriza entre el valle central chileno y el territorio mapuche, las
ciudades de Lota y Coronel no tardaron en convertirse en centros de atracción
demográfica para la población campesina de la región. Si bien el carbón hizo posible la
formación de grandes fortunas, manifestada en suntuosas mansiones y parques como el
que construyó Cousiño en Lota, la precariedad de las condiciones de vida de los
trabajadores fue una constante desde el comienzo de las actividades mineras, lo que a su
vez generó una fuerte identidad colectiva entre sus habitantes. Los principales problemas
sociales eran la falta de viviendas adecuadas, la proliferación de epidemias y
enfermedades profesionales, y la escasez de establecimientos educacionales. A esto se
sumaba el trato inhumano hacia los trabajadores por parte de los mandos superiores y
medios, siempre descontentos por la arbitrariedad del sistema de pago, los riesgos en el
trabajo y la baja calidad técnica de los obreros. Las condiciones de vida de los obreros
carboníferos, crudamente retratadas por Baldomero Lillo en su libro Sub-terra, dieron
paso a un profundo malestar social. Esta situación, unida a la fuerte identidad social de
los obreros del carbón, explotó en numerosos conflictos y huelgas, contribuyendo al
desarrollo de un sindicalismo obrero de gran arraigo nacional.
EL CARBON Y SU ORIGEN