Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo,
pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para resolverlos. Cierto día, su hijo de 9 años fue decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió que fuese a jugar a otro lugar. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo para entretenerlo. De repente encontró una revista que tenia el mapa del mundo, ¡justo lo que necesitaba! Con unas tijeras recorto el mapa en varios pedazos y se lo entrego a su hijo diciendo: “como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto, para que lo repares sin ayuda de nadie”. Entonces calculó que le llevaría días volver a armar el mapa del mundo, y que tendría tiempo para trabajar, pero no fue así. Horas después escucho la voz del niño que lo llamaba: “Papá, papá, ya lo hice todo, conseguí terminarlo!!”. Al principio el padre no le creyó, pensó que seria imposible que, a su edad, haya conseguido recomponer un mapa que no había visto antes. El padre desconfiado levanto la vista seguro de que su hijo no lo había podido hacer, y para su sorpresa, el mapa estaba completo y armado correctamente, todos los pedazos estaban en su lugar. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz de armarlo bien y tan rápido?
”Hijito, tu no sabias como era el mundo, ¿cómo lograste armarlo?” le
preguntó el padre, “Papá, yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que si sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo”. Esta reflexión nos enseña que si yo cambiara, cambiaría el mundo. Si sos de tal manera y vivís una vida tal, que si todos los hombres fueran como vos y vivieran como vos, nuestro mundo sería mucho mejor.