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CLASE 3 - 2013

LA ÉTICA EN EL DEVENIR DE LA SOCIEDAD:

EL CONCEPTO DE DESARROLLO

En las clases anteriores nos hemos referido a los desafíos éticos en la vida de
las personas y en el ámbito de la empresa. Esta clase incorpora la dimensión
ética en el desarrollo de la sociedad.

HACIA UN DESARROLLO INTEGRAL

El desarrollo es un concepto ambivalente. Por una parte signo de la


inteligencia y esfuerzo del hombre y por otro lado signo de grandes
inequidades. El desarrollo, llamado de suyo a ser fuente de realización
personal y social es también fuente de amenaza para la paz social. Al ver la
situación de dificultad por la que pasan tantas familias desintegradas, ver
tantos jóvenes cesantes y sin esperanza, que consumen droga y alcohol, en
medio de un objetivo crecimiento económico del país, obliga a cuestionar el
mismo concepto de desarrollo.

La pregunta es cómo lograr que el desarrollo sea fuente de humanización que


permita que los hombres y mujeres vivan dignamente y haya mayor
fraternidad. Para lograr ello es importante comprender el desarrollo no
solamente como desarrollo económico sino que también como desarrollo en
el ámbito personal, social, moral, espiritual y cultural.

El concepto de desarrollo

“Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación
de hombres, hasta la humanidad entera”
Pablo VI, Populorum Progressio

El desarrollo no puede comprenderse únicamente como la multiplicación de


las cosas de las cuales el hombre se puede servir. El desarrollo ha de tender a
que el hombre no solo “tenga más” sino que por sobre todo “sea más”.
Desde la mirada del hombre llamado a “ser más” se ha de evaluar el
significado real de los bienes y servicios. Por otra parte, es legítimo
preguntarse respecto de si el desarrollo alcanzado en el país llega a todo el
hombre y a todos los hombres o sólo beneficia a algunos pocos.

Las tres dimensiones del desarrollo humano son: (1) la dimensión individual,
(2) la dimensión social, y (3) la dimensión trascendente.

En primer lugar, la dimensión individual se refiere a “todo el hombre”. En el


mundo de la gestión, interpretamos esto diciendo que hay que desarrollar no
sólo las habilidades profesionales y competencias del trabajador, sino
también sus habilidades sociales.

En segundo lugar, está la dimensión social, que consiste en la preocupación


por cada hombre y por “todos los hombres”. Ésta se refiere a las relaciones
que establece cada persona con sus compañeros de trabajo, con la empresa y
con la comunidad en que está inserta.

La tercera es la dimensión trascendente, aquélla que une los planos natural y


sobrenatural. Dos citas de la Encíclica Caritas in Veritates del Papa Benedicto
XVI son elocuentes a este respecto:

(1) “Sin la perspectiva de una vida eterna, el progreso humano en este


mundo se queda sin aliento. Encerrado dentro de la historia, queda expuesto
al riesgo de reducirse sólo al incremento del tener”. Este desarrollo “necesita
a Dios: sin Él, o se niega el desarrollo, o (…) termina por promover un
desarrollo deshumanizado”.

(2) “Si el hombre fuera fruto sólo del azar o la necesidad, o si tuviera que
reducir sus aspiraciones al horizonte angosto de las situaciones en que vive,
si todo fuera únicamente historia y cultura, y el hombre no tuviera una
naturaleza destinada a trascenderse en una vida sobrenatural, podría
hablarse de incremento o de evolución, pero no de desarrollo”

Este énfasis en la dimensión trascendente no está muy presente en el mundo


de la empresa. La interpretación que se hace de trascendencia tiene que ver
con el impacto que nuestra actividad tiene sobre otros. Palabras como amor,
caridad, solidaridad, comunión y fraternidad describen este tipo de relación.
Pero la Encíclica dice que ni la igualdad ni la fraternidad son suficientes si no
incluyen la vocación de trascendencia.

LAS TRES LÓGICAS PARA ALCANZAR EL DESARROLLO: DESAFÍOS PARA LA


EMPRESA, LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD

El hecho de pensar el desarrollo más allá del ámbito meramente económico,


obliga a mirar al hombre en todas sus dimensiones como el gran protagonista
de éste y no limitarse al dinero o la técnica. Benedicto XVI complementa la
lógica económica del desarrollo con la lógica política y la del don.

a. La lógica económica

La lógica económica ha sido la forma dominante de referirse a este tema en


los últimos 30 ó 40 años, y la conocemos bien. En macroeconomía, se
manifiesta en frases como “maximizar el producto”, o “alcanzar los veinte mil
dólares per cápita”. A nivel de empresa, esta lógica también prevalece
cuando se persigue “maximizar la utilidad” o “maximizar el valor de la
empresa en el largo plazo”, y la vemos en acción en el mundo financiero
cuando escuchamos hablar de “maximizar el valor de las acciones que se
transan en el mercado”. Consiste en el intercambio mercantil y está regulado
por la justicia conmutativa: “yo te doy, tú me das”; “yo trabajo para ti, tú me
pagas”; “tú me entregas tu producto y soy yo el que te pago”.

Esta es la lógica del mercado, y es relevante, pero no es suficiente. Es una


manera de ver el mundo que ayuda, pero no es la única manera ni es todo el
mundo. Tenemos que aprender a mirar la realidad desde distintas
perspectivas y ser capaces de detectar problemas y deficiencias, sin caer en
el extremo de decir “que la perspectiva económica no sirve para nada”. Esto
presenta un gran desafío a la economía y a la empresa: darle prioridad a la
persona, respetar su dignidad, no aumentar las desigualdades y facilitar el
acceso al trabajo para todos. Necesitamos una nueva forma de entender la
economía, que esté orientada al bien común, que nos ayude a enfrentar la
crisis cultural y moral del hombre, y que contribuya a preservar la salud
ecológica del planeta.

b. La lógica política

Tiene que ver con la justicia distributiva y la justicia social: hay que dar por
deber, porque es la exigencia de la ley. Benedicto XVI (Caritas in Veritates)
nos habla del desafío de asegurarse que la economía y la política vayan de la
mano: crecimiento y distribución, el producto y la forma en que éste se
entrega a la sociedad completa: “Separar la gestión económica, a la que
correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que
tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa
de graves desequilibrios”. El desafío es introducir la ética en la economía,
porque “toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral” y
“la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento”.
No es éste un enfoque común en los cursos de economía en las
Universidades.

c. La lógica del don

“En las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don,


como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la
actividad económica ordinaria”

Benedicto XVI, Caritas in Veritates


Conocemos y entendemos bastante bien la lógica económica y la lógica
política, pero el problema es que no son suficientes para un auténtico
desarrollo. Una tercera y muy exigente aproximación al desarrollo es la lógica
del don, que representa un giro en ciento ochenta grados respecto al
planteamiento de relaciones basadas en el intercambio. Es la lógica del darse,
de entregarse uno mismo, completamente, sin restricción y sin esperar nada
a cambio.

¿Cómo se pasa desde el dar de la justicia conmutativa o desde el dar por


deber, al dar por amor? ¿Cómo se incorpora la gratuidad en el mercado y la
política? Este es el verdadero desafío del desarrollo. Y es mucho lo que
tenemos que reflexionar hacer conversar las tres lógicas del desarrollo. Las
tres son necesarias. El principio de gratuidad no significa que la empresa
renuncie al lucro, pues sin la utilidad no existiría la empresa y no tendríamos
el enorme impacto de bienestar que ellas generan. Pero esta utilidad no debe
entenderse como “el propósito” de la empresa, sino como un “resultado”, el
justo premio a un trabajo bien hecho, que favorece a clientes, trabajadores y
la comunidad toda, y que sirve como “instrumento para alcanzar objetivos de
humanización del mercado y de la sociedad” (Caritas in Veritates).

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA AL SERVICIO DEL HOMBRE

La pobreza es un mal. El que una familia no disponga de los bienes y servicios


que requiere para vivir dignamente, para educar adecuadamente a sus hijos y
disponer de ahorros pensando en su futuro es contrario a la dignidad de la
persona humana.

Es evidente que si un grupo importante de seres humanos no cuentan con lo


necesario para vivir es porque el sistema económico imperante es deficiente.

Si hemos de entender la riqueza (que el hombre produce con su inteligencia y


esfuerzo modificando los bienes de la naturaleza) como un bien y cuya
función es servir al hombre y a todos los hombres, y producir beneficios para
éste, resulta cuestionable desde el punto de vista ético el exceso de bienes
de algunos y la ausencia de bienes para satisfacer las necesidades básicas de
otros.

Dado que es el mismo hombre el autor de la actividad económica, su centro y


también su fin, ésta debe promover la dignidad de la persona humana y una
mayor equidad. Sólo así será posible una sociedad auténticamente humana,
donde prime la justicia y se aplique de la misma forma a todos.

La actividad económica se presenta como una gran oportunidad para, por


una parte, lograr que todos los seres humanos obtengan los bienes y
servicios que requieren y por otra, promover el desarrollo de las personas y
los pueblos.

Observando lo que acontece en el mundo y en nuestro país en materia de


distribución del ingreso y acceso a los bienes y servicios, es primordial
generar instancias a nivel personal y de políticas públicas, para disminuir las
brechas existentes.

Si el objeto de la economía es crear e incrementar la riqueza, ello no ha de


entenderse solamente desde el punto cuantitativo sino que también
cualitativo, en el sentido de que este incremento de bienes y servicios sea
fuente de mayor justicia.

De todo cuanto se ha dicho se desprende que la labor de la empresa y de los


empresarios va mucho más allá de lo meramente económico, es decir los
criterios de eficiencia económica, dado que esta labor toca el corazón mismo
de la vida del hombre, de su familia y de su dignidad.
CLASE 3 - 2013

COLUMNA

Nicolás Majluf

REINVENTANDO EL CAPITALISMO

Esta columna es un resumen de la primera parte del artículo de Michael E.


Porter y Mark R. Kramer “Creando valor compartido: Cómo reinventar el
capitalismo para liberar una ola de innovación y crecimiento”, publicado en
Harvard Business Review en enero de 2011.

El capitalismo está siendo severamente atacado. Hay una menor confianza en


los negocios. El propósito de la empresa debe ser redefinido. Es preciso
reinventar el capitalismo para permitir que la innovación y el crecimiento
sean liberados.

En la actualidad, las empresas se ven como una de las principales razones de


los problemas sociales, medioambientales y económicos.

La hipercompetencia y la presión de los inversionistas por rentabilidades en


el corto plazo ha hecho a los ejecutivos recurrir a diversas olas de
reestructuración, reducciones de personal y reubicación de las instalaciones
productivas en otras regiones del mundo de menor costo, al mismo tiempo
que endeudaban a las empresas para entregar una mayor rentabilidad a los
inversionistas.

Con este tipo de competencia, las comunidades en que operan las empresas
reciben pocos o ningún beneficio, aunque se incrementen las utilidades. Lo
que verdaderamente perciben es que las utilidades que la empresa obtiene
se consiguen a sus expensas, impresión que se ha hecho más prevaleciente
en el esfuerzo que hoy se hace para recuperar la economía, en la que
mayores ingresos de la empresa no han significado ni reducción del
desempleo, ni de las penurias de las comunidades locales.

La legitimidad de los negocios ha caído a niveles no vistos en la historia


reciente. Esto hace a los líderes políticos imponer regulaciones que debilitan
la competitividad y reducen el crecimiento económico.

Una buena parte del problema se debe a las mismas empresas, que se han
limitado al uso de modelos de creación de valor pasados de moda, que
ponen a la rentabilidad en el corto plazo como la principal medida de
desempeño, ignorando las necesidades más importantes de sus clientes y las
tendencias que determinan su sobrevivencia en el largo plazo.

De otro modo no se entiende el que presten tan poca atención al bienestar


de sus clientes, la explotación sin límites de los recursos naturales, la
viabilidad de sus proveedores claves, o los problemas económicos de las
comunidades en que producen y venden.

Las acciones del gobierno y de la sociedad civil sólo han exacerbado estos
problemas, debilitando la marcha de los negocios al tratar de atender los
problemas de la sociedad y buscar un equilibrio entre eficiencia económica y
progreso social.

Es preciso que las empresas asuman el liderazgo que les corresponde y


concilien negocios y sociedad. Ya hay conciencia de esto entre los líderes más
relevantes y se asoman los elementos básicos de un nuevo modelo de
negocios.

La solución se encuentra en el principio de valor compartido, el cual implica


que se crea valor económico conjuntamente con la creación de valor para la
sociedad al orientarse a la satisfacción de sus necesidades y desafíos. La
empresa debe reconectar el éxito económico con el progreso social.

Valor compartido no es responsabilidad social, filantropía o incluso


sustentabilidad, sino una nueva forma de lograr el éxito económico. No es un
aspecto marginal de lo que las empresas hacen, sino su labor esencial. Es la
nueva transformación del pensamiento de negocios.

El propósito de la empresa debe redefinirse como la creación de valor


compartido y no simplemente la generación de una utilidad per se. Esto va a
generar la nueva ola de innovación y crecimiento de la productividad en la
economía global. También le va a dar una nueva forma al capitalismo y a sus
relaciones con la sociedad.

Tal vez lo más importante de todo es que aprender a crear valor compartido
es nuestra mejor oportunidad de volver a legitimar la actividad de negocios.

No da lo mismo la forma en que se genera la utilidad de una empresa. La


utilidad que incluye un beneficio social representa una forma más elevada de
capitalismo – una que permite a la sociedad crecer más rápidamente,
permitiendo al mismo tiempo a las empresas crecer aún más. El resultado es
un círculo virtuoso de prosperidad para la empresa y la comunidad, que lleva
a utilidades y beneficios perdurables en el tiempo.

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