///n la Ciudad de Buenos Aires, a los 4 días del mes
de mayo de dos mil doce, se reúnen los miembros de la Sala Tercera de la Cámara Federal de Casación Penal, doctores Eduardo Rafael Riggi, Liliana E. Catucci y Raúl Madueño, bajo la presidencia del primero de los nombrados, asistidos por la Secretaria de Cámara, doctora María de las Mercedes López Alduncin, con el objeto de dictar sentencia en la causa N° 15.327 del registro de esta Sala, caratulada “Barroso, Sebastián Hernán s/recurso de casación”. Representa al Ministerio Público el señor Fiscal General doctor Raúl Omar Plee y a la defensa de Sebastián Hernán Barroso, el doctor Sebastián Ferrari. Efectuado el sorteo para que los señores jueces emitan su voto, resultó que debía observarse el siguiente orden: doctor Eduardo Rafael Riggi, doctora Liliana E. Catucci y doctor Raúl Madueño. VISTOS Y CONSIDERANDO: El señor juez doctor Eduardo Rafael Riggi dijo: PRIMERO: 1. Llega la causa a conocimiento de esta alzada a raíz del recurso de casación obrante a fs. 714/22, interpuesto por el Dr. Sebastián Ferrari, letrado defensor de Sebastián Hernán Barroso, contra la sentencia de fs. 684/706vta del Tribunal Oral en lo Criminal nro. 14 de esta Ciudad, mediante la cual se resolviera, en lo que aquí interesa: “…II. CONDENAR a SEBASTIÁN HERNÁN BARROSO a la pena de UN AÑO Y SEIS MESES DE PRISIÓN EFECTIVA y COSTAS, por resultar coautor del delito de robo con arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudo tenerse por acreditada, en grado de tentativa (arts. 29, inc. 3°, 42, 44, 45 y 166 inc. 2°, tercer párrafo, del Código Penal).” 2. Que concedido por el a quo el remedio intentado mediante el decisorio de fs. 724/5vta, y radicadas las actuaciones ante esta Cámara, la impugnación fue mantenida por la defensa a fs. 736. 3. Puestos los autos en Secretaría por diez días, a los efectos de los artículos 465, cuarto párrafo y 466 del CPPN, y celebrada la audiencia prevista por el artículo 468 del código de forma, según constancia actuarial de fs. 744, el expediente quedó en condiciones de ser resuelto. SEGUNDO: El recurrente encauza sus agravios en los incisos 1° y 2° del artículo 456 del Código Procesal Penal de la Nación. La falta de orden sistemático que luce el recurso impetrado nos impone la necesidad de esquematizar los agravios que la defensa esgrimió en esta instancia. a. En cierto pasaje del recurso, el letrado defensor parecería haber alegado la arbitrariedad de la sentencia por violación a las reglas de la sana crítica racional, al indicar que “[e]n esta instancia debo ampliar fundamentos con respecto a la necesaria inclusión del control de logicidad en el análisis de la presente sentencia (insuficiente y arbitraria) ya que no guarda vinculación alguna con las reglas lógicas mínimas”. (sic). En esa dirección, expresa que en el fallo puesto en crisis “se toman pruebas y valoran como ciertas en la medida que podían incriminar al imputado y las descarta en la medida que sus dichos podían mejorar su situación procesal o implantar la duda”. (sic). Resalta la necesidad de revisión del fallo para garantizar la doble instancia, cuando “las conclusiones fácticas del proceso”, como en el caso de autos, “han sido tildadas de insostenibles, irrazonables o contrarias a las reglas de la sana crítica”. (sic). b. Por otra parte y como un supuesto de errónea aplicación de la ley penal sustantiva, el recurrente se agravia por la calificación legal escogida en la sentencia, concretamente, por la inclusión de la agravante prevista en el último párrafo del artículo 166 del Código Penal que agrava el robo cometido con un arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudiera acreditarse de ningún modo. Sobre el particular, señala que “la pistola calibre 9x19, licencia FN-Browning carente de munición, con oblea identificatoria del Renar C03202 secuestrada en autos fue peritada, conforme surge de la prueba incorporada por lectura al debate de fojas 383/393, donde Gendarmería Nacional concluyó su informe expresando que el arma secuestrada no es apta para realizar disparos en las condiciones recibidas”; motivo por el cual considera que existe una contradicción en la sentencia al aplicar la agravante del tercer párrafo del artículo 166 del Código Penal, en tanto “el arma secuestrada pudo tenerse por acreditada que no es apta”. (sic). Expresa que al no tratarse de un arma en los términos del artículo 3.1 del decreto 395/75, el tribunal realizó “[una] extensión indebida y analógica del tipo penal (…) contraria al principio de legalidad”. Ello así, por cuanto, “un arma de fuego (…) debe estar en condiciones de ser utilizada para hacer fuego, lo cual conduce inexorablemente a la situación que si no [es] apta para el disparo no podrá ser tenida como tal, por más que su sola ostentación puede llevar a engaño a la víctima”. Por otra parte, parece cuestionar la agravante de las armas no aptas para el disparo y las armas de utilería en sí misma, al indicar que en esos casos “es claro que se tiene en mira la mayor impresión que podrían provocar en la víctima, en lugar de la real afectación del bien jurídico, sin considerar que justamente se trata de una figura en la que esta circunstancia ya fue tenida en cuenta, es decir la violencia sobre las personas es la que convierte a la sustracción en robo, por lo que se ha pretendido hacer valer doblemente una agravación de la figura base”. (sic). En la misma dirección, señala que “al consignar que se agravará el robo cuando fuere cometido con un arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudiere acreditarse, se incurre en una descripción contradictoria, [pues] no es arma de fuego la que carece de la aptitud para el disparo”, y ello “deja la agravante vacía de contenido y consecuentemente injustificada, lo cual hace que se incurra en una formulación irracional impropia de los actos de gobierno (art. 1 CN)”. Refiere que “se ha consagrado una presunción probatoria en contra del imputado [y] en contra del principio in dubio pro reo, manifestación del principio de inocencia de rango constitucional”. Asimismo, cuestiona que se incluyan en la agravante situaciones como las contempladas en autos, es decir, cuando se acreditó pericialmente que el arma no era apta, al decir que “la ausencia de una decisión por parte del legislador consistente en reprimir específicamente esa conducta (…), no puede ser suplida por el Poder Judicial mediante la incorporación de un supuesto que de hecho no ha sido regulado”, pues “es precisamente el límite que el principio de legalidad, a través de sus derivaciones –prohibición de analogía-, impone a los jueces”. (sic). Dice que en consecuencia “la norma bajo examen no contempla el caso del arma no apta para el disparo (como fue acreditada)” razón por la cual “la conducta cometida por Barroso se subsume en el tipo de robo simple descripto en el artículo 164 del Código Penal”. c. Finalmente y tras realizar consideraciones sobre el derecho de defensa en juicio y la interpretación restrictiva de las normas penales, alega que el fallo impugnado “atenta contra los principios constitucionales de ‘igualdad ante la ley’ y ‘debido proceso’ (…)”, por lo que pregona la “inconstitucionalidad de dicha resolución”. Hace reserva del caso federal. TERCERO: 1. Con relación al planteo de arbitrariedad del fallo, advertimos que el recurrente omite efectuar una crítica concreta y razonada de la sentencia dictada por el tribunal a quo. Es que en la pieza impugnativa analizada, la defensa se limita a mencionar una genérica violación a las reglas de la lógica y de la sana crítica racional, sin demostrar siquiera míninamente en qué consiste el agravio ni cómo se verifica su lesión en el caso concreto, por lo que el planteo debería ser sin más rechazado. Sin perjuicio de ello, y con el objeto de garantizar el derecho a la doble instancia que constitucionalmente ampara al justiciable, habremos a analizar, al menos someramente, la validez de la condena dictada respecto de Sebastián Hernán Barroso. En este sentido, es doctrina reiterada de esta Sala que la legislación procesal ha impuesto a los magistrados del poder judicial la obligación ineludible de motivar sus decisiones. Así, llevamos dicho al respecto que "...los jueces tienen el deber de motivar las sentencias y ello se realiza cuando se expresan las cuestiones de hecho y de derecho que los llevan a concluir en un caso concreto de un determinado modo. Se cumple así con un principio que hace al sistema republicano, que se trasunta en la posibilidad que los justiciables, al ser absueltos o condenados puedan comprender claramente porque lo han sido" (conf. causa N° 25 "Zelikson, Silvia E. s/recurso de casación", Reg. N° 67 del 15 de diciembre de 1993 y sus citas; y causa N° 65 "Tellos, Eduardo Antonio s/recurso de casación", Reg. N° 64/94 del 24 de marzo de 1994, ambas de esta Sala). 2. Sentado ello, observamos que el tribunal de grado tuvo por probado que “…el día 28 de julio de 2009, a las 12:30 horas, en la intersección de la Avenida Córdoba y la calle Olleros de esta Ciudad, (…) Sebastián Barroso, junto con [otro] sujeto del sexo masculino aún no individualizado, intentaron apoderarse ilegítimamente, mediante el uso de un arma de fuego, de la suma de mil trescientos cuarenta dólares (U$s 1.340), ciento veinte pesos ($120), y cinco chequeras del Banco Galicia que se encontraban en poder de Luis Alfredo Domínguez. El día indicado Domínguez se encontraba realizando trámites para la empresa ‘Radio Ideas S.R.L.’, motivo por el cual había concurrido al Banco Galicia, sito en la intersección de Avenida Forest y Federico Lacroze de esta Ciudad, y luego de ello al Credicoop ubicado sobre la última arteria referida entre Rosetti y Charlone. Así las cosas, al retirarse de la última entidad bancaria mencionada fue interceptado por Sebastián Hernán Barroso, quien extrajo una pistola calibre 9 mm, corrió su corredera hacia atrás para luego apuntarlo y referirle ‘…dame la plata o el bolso’ (sic), sustrayéndole de esa forma los elementos antes indicados. Luego de ello, el encausado ascendió a una moto de altas cilindradas, color negra, conducida por el sujeto aún no individualizado, emprendiendo la huída por la Avenida Córdoba en contramano hacia la calle Olleros, siendo perseguido por el damnificado. En dichas circunstancias, Domínguez observó que en la puerta de ‘Ideas del Sur’, sito en la calle Olleros 3551 de esta Ciudad, se encontraba estacionada una de las camionetas de la productora, tripulada por una persona de nombre ‘Julio’, a quien le explicó lo que sucedía. A continuación, ya a bordo de dicho vehículo el damnificado, advirtió que la moto de los delincuentes se había detenido en la esquina de Álvarez Thomas y Olleros, y observó a Barroso descender de ella, para luego subirse a una camioneta blanca marca Renault Kangoo, dominio GAV-914, la cual era conducida por Jorge Omar Gil. Mientras tanto, el tripulante de la motocicleta ya se había dado a la fuga, siendo perdido de vista. Sobre la última avenida mencionada, la víctima vio el móvil nro. 231, a cargo del Cabo 1° Gustavo Fabián López y del Cabo Diego Martín Chanquía, quienes una vez informados de lo acaecido, comenzaron a perseguir la camioneta blanca, la cual al notar la presencia policial dobló por la calle Maure a la derecha, siguiendo por Charlone hacia Jorge Newbery, de esta Ciudad. A pocos metros de llegar a dicha calle, el conductor se vio atrapado, motivo por el que debió detener su marcha, siendo aprovechada la situación por Barroso para descender del rodado e intentar darse a la fuga. Así las cosas, el encausado corrió hacia la calle Jorge Newbery, doblando a la izquierda en dirección a la Avenida Córdoba, siendo aprehendido a pocos metros por el Cabo Chanquía, quien procedió al secuestro de un teléfono celular marca Motorola, modelo I880 Nextel, la suma de doscientos setenta y dos pesos ($272), de mil trescientos cuarenta dólares (U$s 1.340) y un papel color rosa que rezaba ‘$5.250 traer cambio U$s 1.340’. Posteriormente detenido, fue reconocido por Domínguez como la persona que valiéndose de un arma de fuego lo había despojado de sus pertenencias (…) [S]e secuestró el rodado marca Renault Kangoo, dominio GAV-914 y de su interior una pistola calibre 9 mm con numeración en armazón y cañón limadas poseyendo una munición intacta en recamara y cargado conteniendo diez cartuchos a bala intactos encamisados (…)”. Para acreditar tales extremos, el a quo ponderó la declaración testimonial prestada en el debate por el damnificado Luis Alfredo Domínguez, quien no solamente brindó un relato pormenorizado del hecho objeto del proceso, sino que además aseveró “que nunca perdió de vista ni la moto ni la ‘Kangoo’ a la que subió el autor del hecho, hasta que intervino la policía”. Con ello, la autoría de Barroso se encuentra fuera de toda duda. Pero además, el tribunal valoró las declaraciones del Cabo 1° López y del Cabo Chanquía, quienes intervinieron en la persecución y detención del acusado Barroso, como asimismo las actas de secuestro de fs. 4 y 9 que dan cuenta de la incautación de la pistola calibre 9mm con su correspondiente cargador y municiones, como así también de diversos objetos y documentación perteneciente al damnificado. Incluso, debe tenerse presente que el a quo también tuvo en cuenta que “[a]l ser oído en el debate el encausado admitió haber cometido el hecho que se le endilga, aclarando que el arma de fuego que utilizara en la ocasión no funcionaba y que lo sabe porque el vendedor se lo advirtió al adquirirla”. Notamos pues que el plexo probatorio reseñado aunado a la confesión expresa del encartado Barroso, permiten arribar al grado de certeza necesario para dictar una condena a su respecto. Y así lo hizo el tribunal, indicando las razones de hecho y las pruebas en que cimentó su decisión. De la lectura del recurso de casación de la defensa, no advertimos que el recurrente se haga cargo de demostrar en dónde reside la arbitrariedad del razonamiento del tribunal, pues en ningún pasaje realiza una crítica concreta de la sentencia, extremo este último que resulta inherente a toda pretensión recursiva. En esa dirección, conviene recordar que “es deber del recurrente realizar una crítica concreta del fallo, obligación que no se cumple con referencias generales a la causa”, como asimismo que “[s]i se sostiene que se ha omitido la consideración de prueba dirimente, debe señalar concretamente cuáles son las pruebas de cuya valoración ha prescindido el Tribunal de Juicio, y demostrar razonadamente de qué manera y en virtud de cuáles pruebas se deben tener por acreditados los presupuestos fácticos que hubieran conducido a un razonamiento y conclusión jurídica distintos de los de la sentencia impugnada” (Conf. LUGONES, Juan Narciso y DUGO, Sergio O., Casación Penal y Recurso Extraordinario, Depalma, Buenos Aires, 1993, p. 314). Es que si “mediante el recurso se aduce falta de motivación de la sentencia, es necesario individualizar el acto viciado y referirlo concretamente a sus fundamentos, señalando la posibilidad razonable de incidencia de la prueba omitida en el razonamiento del tribunal”; a su vez si “se imputa a la sentencia defecto de motivación por vicios de lógica, es preciso indicar los vacíos o vicios lógicos que la afecten o las inobservancias a las reglas de la sana crítica” (cfr. DE LA RÚA, La Casación Penal. El recurso de casación en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación, Depalma, Buenos Aires, 1994, p. 233). Ninguna de las manifestaciones expuestas por la defensa permiten vislumbrar en que medida el tribunal ha trasgredido las reglas de la sana crítica racional en la valoración de la prueba, como así tampoco qué elementos probatorios dirimentes para la solución del caso se han omitido ponderar, por lo que consideramos que la tacha de arbitrariedad no puede prosperar y, por tanto, debe rechazarse el recurso de casación de la defensa, en lo atinente a la valoración de los hechos y las pruebas. CUARTO: 1. Corresponde abordar el agravio central esgrimido por la defensa en torno al cuestionamiento de la aplicación de la agravante del robo prevista en el artículo 166 inciso 2° párrafo tercero del Código Penal. Recordemos, en este punto, que la defensa pretende que se califique el hecho como constitutivo del delito de robo simple (artículo 164 del Código Penal). A fin de analizar la impugnación deducida, conviene repasar los argumentos centrales esgrimidos por el tribunal de mérito. En este sentido, notamos que el tribunal calificó la conducta del imputado Barroso en el delito de robo con armas cuya aptitud para el disparo no pudo acreditarse de ningún modo, basado en el resultado contradictorio de dos peritajes realizados en autos. En esa dirección, el tribunal tuvo que cuenta que la pericia efectuada durante la instrucción, esto es, la practicada por la División Balística de la Policía Federal Argentina, “da cuenta que la pistola secuestrada al momento del examen pericial resultó ser apta para producir disparos pero de funcionamiento anormal y los dos cartuchos de bala calibre 9mm tomados al azar del total de la munición remitida, resultaron ser aptos para sus fines específicos”. No obstante ello, se ponderó que la segunda experticia ordenada como instrucción suplementaria y que fuera confeccionada por la Gendarmería Nacional, “dictaminó que el arma no es apta para realizar disparos en las condiciones en que fue recibida y que luego de haber sido reacondicionada (lubricada y nuevamente armada) es apta para realizar disparos y de funcionamiento normal”. A raíz de esta contradicción, el tribunal de mérito concluyó que “por aplicación del principio in dubio pro reo, corresponde clasificar la pistola utilizada por Barroso como arma de fuego no apta para el disparo”. Luego de ello y con extensas citas de doctrina y jurisprudencia, el tribunal calificó el hecho como constitutivo del delito de robo con armas cuya aptitud para el disparo no ha podido acreditarse y descartó la posibilidad de aplicar la figura básica del robo simple –como lo pretendía la defensa-, “toda vez que ha sido comprobada la utilización de un arma verdadera y cargada aunque no apta para el disparo, siendo que este supuesto excede la descripción del tipo previsto en el art. 164 del C.P.”. Pues bien, llegado el momento de evaluar los cuestionamientos trazados por la defensa, advertimos que la situación así planteada, resulta análoga a la analizada al emitir nuestro voto en la causa nº 8017 “Ruiz, Franco David s/ recurso de casación”, Reg. 1137/07 del 17 de agosto de 2007, oportunidad en la que señalábamos que “..., compartimos la opinión de la doctrina en cuanto a que ‘El concepto de arma de fuego ‘cuya aptitud para el disparo no pudiera tenerse de ningún modo por acreditado’ (párr. 3°, inc. 2°, art. 166) abarca el arma que, si bien es de fuego, no resulta apta para el disparo (no operativa), sea por defectos en el mecanismo (p.ej., falta de percutor en el rifle), por carecer de idoneidad para hacer correr peligro a la persona de la víctima, por estar descargada o por otras insuficiencias en su funcionamiento. Se trata de supuestos de arma simulada o falsa arma, que, aunque pueda resultar apta para aumentar la intimidación de la víctima, no tienen -como dijimos- capacidad funcional para poner en peligro su vida o su integridad física. Pero, en cualquier caso, tiene que tratarse de un arma de fuego’ (cfr. Creus, Carlos, y Buompadre, Jorge Eduardo, ‘Derecho Penal, Parte Especial’, Tomo 1, Buenos Aires, 2007, página 465/466).” En aquel voto referíamos que “...la razón de ser de la norma en estudio radica en el mayor poder intimidatorio que sufre la víctima del robo en el que se emplea un arma verdadera cuya aptitud para el disparo no sea de ningún modo acreditada o mediante un arma de utilería o falsa, pues ésta resulta una situación desconocida para ella, y es éste y no otro el motivo por el cual se eleva la pena en relación a la figura básica prevista en el artículo 164 del Código de fondo -robo simple-. De ello podemos advertir que resultaría evidentemente irrazonable castigar con la pena correspondiente a la del robo simple (un mes a seis años) a quien se vale de un arma de fuego verdadera pero que -como en las presentes actuaciones- se encuentra cargada con un proyectil de otro calibre que impediría su normal funcionamiento, que castigar bajo el tipo agravado a quien despliega idéntica conducta pero munido de un objeto de utilería. Este ha sido el temperamento adoptado por la Sala I de esta Cámara, que se pronunció expresando que ‘Una razonable inteligencia de la letra de la norma supra transcripta da cuenta -como se anticipó- que la calificación legal escogida por el juzgador es la ajustada a derecho. Y ello es así, toda vez que si se acude a las reglas del recto entendimiento humano no resultaría lógico concluir que el legislador decidió agravar el delito de robo para los casos en que no pueda acreditarse la aptitud para el disparo del arma en él utilizado o cuando la empleada fuese de utilería y no para el caso en que el delito contra la propiedad ejecutado se hubiera realizado mediante la utilización de un arma descargada. En efecto, es contrario a la razón que un delito ejecutado en las dos condiciones descriptas por el último párrafo del inciso segundo del art. 166 del código de fondo prevea un monto punitivo de mayor escala que para el caso -como el de autos- en el que el arma incautada al enjuiciado no solamente es auténtica, sino que además resulta apta para el disparo. En una palabra, el último párrafo del art. 166, inc. 2° del Código Penal, contiene, sin duda alguna, el supuesto en el que el atraco -como lo fue el del sub lite- se efectúe mediante el empleo de un arma verdadera que no se halla cargada’ (cfr. causa n° 6390 ‘Moroni, Javier Oscar s/recurso de casación’, Registro n° 8161, resuelta el 14/10/2005). Repárese entonces, que el desapoderamiento de la víctima por parte de Sebastián Hernán Barroso se llevó a cabo mediante la utilización de una pistola calibre 9mm que, de acuerdo a la primera pericia realizada, resultaba apta para el disparo aunque de funcionamiento anormal con municiones también idóneas para sus fines específicos, y que, conforme la segunda experticia, el arma no era apta para efectuar disparos en las condiciones en que fue recibida, motivo por el cuál, sólo en base a la duda que se generó sobre su aptitud, se debió descartar la hipótesis más gravosa del robo con armas fuego incluida en el inciso 2° párrafo 2° del artículo 166 del Código Penal. Por tanto, sin perder de vista que Barroso ejecutó el hecho con un arma verdadera y cargada, esa duda sobre la aptitud, encuadra el hecho en la hipótesis del arma del tercer párrafo de la norma citada, esto es, aquella “cuya aptitud para el disparo no pudiera tenerse de ningún modo por acreditada”, y, por tanto, excede la posibilidad de calificar el accionar del imputado en la figura básica del robo. Ello así, pues durante la realización de la conducta, el empleo del arma verdadera –aún cuando se considere no apta- provoca en la víctima, al menos, el mismo poder intimidatorio que un arma con plena aptitud para el disparo. Tenemos esto último particularmente en cuenta, toda vez que conforme surge del decisorio impugnado, la víctima Luis Alfredo Domínguez relató que el imputado “se le paró casi al lado, le mostró el arma y le pidió la entrega de lo que tenía en su poder”, lo que refuerza nuestra posición en cuanto a que la utilización del referido elemento aumentó el poder vulnerante del enrostrado. Esta misma conclusión descarta el argumento defensista tendiente a subsumir la violencia ejercida con un arma no apta en un supuesto de robo simple, pues se trata de dos hipótesis claramente diferentes en lo inherente al grado de la intimidación ejercida. En definitiva, la circunstancia de que los informes periciales efectuados se hayan contradicho en torno a la aptitud del arma, sólo permite –por aplicación del beneficio de la duda-, tal como lo apuntara el a quo, descartar la aplicación del robo con armas de fuego del inciso 2° párrafo 2° del artículo 166 del Código Penal, pero de ningún modo posibilita subsumir el hecho en la figura del robo simple, como lo pretende la defensa. Y si esto es así, no advertimos en que medida pueden considerarse lesionados en el caso los principios de “in dubio pro reo” y de “inocencia”, cuando justamente el tribunal de mérito ha aplicado la duda a favor del imputado. Por lo demás, tampoco vislumbramos que la subsunción del hecho en la agravante del robo con armas cuya aptitud para el disparo no ha podido ser acreditada, haya vulnerado el principio de legalidad –y la prohibición de analogía de él derivada-, pues esta máxima no prohíbe la interpretación, la cual, siempre que no rebase el sentido literal posible del texto, resultará lícita (conf. nuestro voto en la causa nro. 11.684 “Chaban Omar Emir y otros s/recurso de casación” –reg. 473/11 rta. 20/4/11-), tal como ocurre en la especie. Por todo ello, consideramos que deben rechazarse los agravios de la defensa vinculados a la errónea aplicación de la ley penal sustantiva. 2. Finalmente, y en lo atingente a las manifestaciones genéricas de la defensa sobre supuestas violaciones al principio de “igualdad ante la ley”, “debido proceso” e, incluso, a la tacha de “inconstitucionalidad” de la resolución impugnada, habremos de apuntar que la sola invocación de esos agravios, sin brindar argumento alguno que la sustente, amerita sin más su rechazo. QUINTO: Por todo lo expuesto, consideramos que el pronunciamiento recurrido cuenta con los fundamentos mínimos y necesarios para descartar la tacha de arbitrariedad y se encuentra exento de vicios o defectos de logicidad y en la aplicación de la ley penal, extremos que además no han resultado demostrados por el impugnante en su recurso, y tampoco advertidos después de realizado el esfuerzo impuesto a este Tribunal por la vigente doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (causa n° 1757.XL, “Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple en grado de tentativa”, del 20 de septiembre de 2005). SEXTO: Por todo ello, proponemos al acuerdo el rechazo del recurso de casación interpuesto por la defensa de Sebastián Hernán Barroso, con costas (artículos 456 incisos 1° y 2°, 470 y 471 a contrario sensu, y 530 y 531, todos del Código Procesal Penal de la Nación). La señora juez doctora Liliana Elena Catucci dijo: Que sin nada que agregar respecto de la prueba del delito me adhiero a lo que el Dr. Riggi expone al respecto. En torno a la adecuación legal por falta de recurso fiscal, obvio es que el accionar delictual llevado a cabo por Sebastián Hernán Barroso ha de quedar en la medida anticipada en el fallo. Es aún de señalar que para aplicar la fórmula atenuada establecida en el último párrafo del art. 166 del C.P. la aptitud de disparo del arma empleada en el hecho no debe poder tenerse de ningún modo acreditada, situación que ni siquiera es la que se ha plasmado en autos. En efecto, el primer peritaje realizado por la Policía Federal, el 1° de agosto de 2009, da cuenta que “...la pistola semiautomática de simple acción, calibre 9x19MM, licencia FN-Browning, de numeración erradicada, al momento del examen pericial resultó ser apta para producir disparos pero de funcionamiento anormal” (fs. 121/124); y, el segundo, practicado por Gendarmería Nacional, once meses después, concluyó que esa pistola “...no es apta para realizar disparos en las condiciones en que fue recibida...”, condiciones en las que obviamente no se tuvo en cuenta el efecto del tiempo en el arma, a punto tal de que “...luego de haber sido reacondicionada (lubricada y nuevamente armada)” se informó que era “...apta para realizar disparos y de funcionamiento anormal” (fs. 383/392). Por consiguiente, la calificación dada al suceso delictual no se advierte forzada, de ahí que lejos puede pretenderse llegar a la figura de robo simple contenido en el art. 164 del cuerpo legal citado. Así es que he de concluir en el rechazo del recurso de casación por estos argumentos. Tal es mi voto. El señor Juez doctor Raúl R. Madueño dijo: Adhiero al voto de los colegas que me preceden en el orden de votación. Por ello, en mérito al acuerdo que antecede, el Tribunal RESUELVE: RECHAZAR el recurso de casación interpuesto por la defensa de Sebastián Hernán Barroso, con costas (artículos 456 incisos 1° y 2°, 470 y 471 a contrario sensu, y 530 y 531, todos del Código Procesal Penal de la Nación). Regístrese, hágase saber, y devuélvanse las presentes actuaciones al tribunal de origen, sirviendo la presente de atenta nota de envío.
Fdo: Eduardo R. Riggi, Liliana Elena Catucci y Raúl Madueño.
Ante mi: María de las Mercedes López Alduncin, Secretaria de Cámara.