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REGISTRO N°585/12

///n la Ciudad de Buenos Aires, a los 4 días del mes


de mayo de dos mil doce, se reúnen los miembros de la
Sala Tercera de la Cámara Federal de Casación Penal,
doctores Eduardo Rafael Riggi, Liliana E. Catucci y Raúl
Madueño, bajo la presidencia del primero de los
nombrados, asistidos por la Secretaria de Cámara,
doctora María de las Mercedes López Alduncin, con el
objeto de dictar sentencia en la causa N° 15.327 del
registro de esta Sala, caratulada “Barroso, Sebastián
Hernán s/recurso de casación”. Representa al Ministerio
Público el señor Fiscal General doctor Raúl Omar Plee y
a la defensa de Sebastián Hernán Barroso, el doctor
Sebastián Ferrari.
Efectuado el sorteo para que los señores jueces
emitan su voto, resultó que debía observarse el
siguiente orden: doctor Eduardo Rafael Riggi, doctora
Liliana E. Catucci y doctor Raúl Madueño.
VISTOS Y CONSIDERANDO:
El señor juez doctor Eduardo Rafael Riggi dijo:
PRIMERO:
1. Llega la causa a conocimiento de esta alzada
a raíz del recurso de casación obrante a fs. 714/22,
interpuesto por el Dr. Sebastián Ferrari, letrado
defensor de Sebastián Hernán Barroso, contra la
sentencia de fs. 684/706vta del Tribunal Oral en lo
Criminal nro. 14 de esta Ciudad, mediante la cual se
resolviera, en lo que aquí interesa: “…II. CONDENAR a
SEBASTIÁN HERNÁN BARROSO a la pena de UN AÑO Y SEIS
MESES DE PRISIÓN EFECTIVA y COSTAS, por resultar coautor
del delito de robo con arma de fuego cuya aptitud para
el disparo no pudo tenerse por acreditada, en grado de
tentativa (arts. 29, inc. 3°, 42, 44, 45 y 166 inc. 2°,
tercer párrafo, del Código Penal).”
2. Que concedido por el a quo el remedio
intentado mediante el decisorio de fs. 724/5vta, y
radicadas las actuaciones ante esta Cámara, la
impugnación fue mantenida por la defensa a fs. 736.
3. Puestos los autos en Secretaría por diez
días, a los efectos de los artículos 465, cuarto párrafo
y 466 del CPPN, y celebrada la audiencia prevista por el
artículo 468 del código de forma, según constancia
actuarial de fs. 744, el expediente quedó en condiciones
de ser resuelto.
SEGUNDO:
El recurrente encauza sus agravios en los
incisos 1° y 2° del artículo 456 del Código Procesal
Penal de la Nación.
La falta de orden sistemático que luce el
recurso impetrado nos impone la necesidad de
esquematizar los agravios que la defensa esgrimió en
esta instancia.
a. En cierto pasaje del recurso, el letrado
defensor parecería haber alegado la arbitrariedad de la
sentencia por violación a las reglas de la sana crítica
racional, al indicar que “[e]n esta instancia debo
ampliar fundamentos con respecto a la necesaria
inclusión del control de logicidad en el análisis de la
presente sentencia (insuficiente y arbitraria) ya que no
guarda vinculación alguna con las reglas lógicas
mínimas”. (sic).
En esa dirección, expresa que en el fallo
puesto en crisis “se toman pruebas y valoran como
ciertas en la medida que podían incriminar al imputado y
las descarta en la medida que sus dichos podían mejorar
su situación procesal o implantar la duda”. (sic).
Resalta la necesidad de revisión del fallo para
garantizar la doble instancia, cuando “las conclusiones
fácticas del proceso”, como en el caso de autos, “han
sido tildadas de insostenibles, irrazonables o
contrarias a las reglas de la sana crítica”. (sic).
b. Por otra parte y como un supuesto de errónea
aplicación de la ley penal sustantiva, el recurrente se
agravia por la calificación legal escogida en la
sentencia, concretamente, por la inclusión de la
agravante prevista en el último párrafo del artículo 166
del Código Penal que agrava el robo cometido con un arma
de fuego cuya aptitud para el disparo no pudiera
acreditarse de ningún modo.
Sobre el particular, señala que “la pistola
calibre 9x19, licencia FN-Browning carente de munición,
con oblea identificatoria del Renar C03202 secuestrada
en autos fue peritada, conforme surge de la prueba
incorporada por lectura al debate de fojas 383/393,
donde Gendarmería Nacional concluyó su informe
expresando que el arma secuestrada no es apta para
realizar disparos en las condiciones recibidas”; motivo
por el cual considera que existe una contradicción en la
sentencia al aplicar la agravante del tercer párrafo del
artículo 166 del Código Penal, en tanto “el arma
secuestrada pudo tenerse por acreditada que no es
apta”. (sic).
Expresa que al no tratarse de un arma en los
términos del artículo 3.1 del decreto 395/75, el
tribunal realizó “[una] extensión indebida y analógica
del tipo penal (…) contraria al principio de legalidad”.
Ello así, por cuanto, “un arma de fuego (…) debe estar
en condiciones de ser utilizada para hacer fuego, lo
cual conduce inexorablemente a la situación que si no
[es] apta para el disparo no podrá ser tenida como tal,
por más que su sola ostentación puede llevar a engaño a
la víctima”.
Por otra parte, parece cuestionar la agravante
de las armas no aptas para el disparo y las armas de
utilería en sí misma, al indicar que en esos casos “es
claro que se tiene en mira la mayor impresión que
podrían provocar en la víctima, en lugar de la real
afectación del bien jurídico, sin considerar que
justamente se trata de una figura en la que esta
circunstancia ya fue tenida en cuenta, es decir la
violencia sobre las personas es la que convierte a la
sustracción en robo, por lo que se ha pretendido hacer
valer doblemente una agravación de la figura base”.
(sic).
En la misma dirección, señala que “al consignar
que se agravará el robo cuando fuere cometido con un
arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudiere
acreditarse, se incurre en una descripción
contradictoria, [pues] no es arma de fuego la que carece
de la aptitud para el disparo”, y ello “deja la
agravante vacía de contenido y consecuentemente
injustificada, lo cual hace que se incurra en una
formulación irracional impropia de los actos de gobierno
(art. 1 CN)”.
Refiere que “se ha consagrado una presunción
probatoria en contra del imputado [y] en contra del
principio in dubio pro reo, manifestación del principio
de inocencia de rango constitucional”.
Asimismo, cuestiona que se incluyan en la
agravante situaciones como las contempladas en autos, es
decir, cuando se acreditó pericialmente que el arma no
era apta, al decir que “la ausencia de una decisión por
parte del legislador consistente en reprimir
específicamente esa conducta (…), no puede ser suplida
por el Poder Judicial mediante la incorporación de un
supuesto que de hecho no ha sido regulado”, pues “es
precisamente el límite que el principio de legalidad, a
través de sus derivaciones –prohibición de analogía-,
impone a los jueces”. (sic).
Dice que en consecuencia “la norma bajo examen
no contempla el caso del arma no apta para el disparo
(como fue acreditada)” razón por la cual “la conducta
cometida por Barroso se subsume en el tipo de robo
simple descripto en el artículo 164 del Código Penal”.
c. Finalmente y tras realizar consideraciones
sobre el derecho de defensa en juicio y la
interpretación restrictiva de las normas penales, alega
que el fallo impugnado “atenta contra los principios
constitucionales de ‘igualdad ante la ley’ y ‘debido
proceso’ (…)”, por lo que pregona la
“inconstitucionalidad de dicha resolución”.
Hace reserva del caso federal.
TERCERO:
1. Con relación al planteo de arbitrariedad del
fallo, advertimos que el recurrente omite efectuar una
crítica concreta y razonada de la sentencia dictada por
el tribunal a quo.
Es que en la pieza impugnativa analizada, la
defensa se limita a mencionar una genérica violación a
las reglas de la lógica y de la sana crítica racional,
sin demostrar siquiera míninamente en qué consiste el
agravio ni cómo se verifica su lesión en el caso
concreto, por lo que el planteo debería ser sin más
rechazado.
Sin perjuicio de ello, y con el objeto de
garantizar el derecho a la doble instancia que
constitucionalmente ampara al justiciable, habremos a
analizar, al menos someramente, la validez de la
condena dictada respecto de Sebastián Hernán Barroso.
En este sentido, es doctrina reiterada de esta
Sala que la legislación procesal ha impuesto a los
magistrados del poder judicial la obligación ineludible
de motivar sus decisiones. Así, llevamos dicho al
respecto que "...los jueces tienen el deber de motivar
las sentencias y ello se realiza cuando se expresan las
cuestiones de hecho y de derecho que los llevan a
concluir en un caso concreto de un determinado modo. Se
cumple así con un principio que hace al sistema
republicano, que se trasunta en la posibilidad que los
justiciables, al ser absueltos o condenados puedan
comprender claramente porque lo han sido" (conf. causa
N° 25 "Zelikson, Silvia E. s/recurso de casación", Reg.
N° 67 del 15 de diciembre de 1993 y sus citas; y causa N°
65 "Tellos, Eduardo Antonio s/recurso de casación", Reg.
N° 64/94 del 24 de marzo de 1994, ambas de esta Sala).
2. Sentado ello, observamos que el tribunal de
grado tuvo por probado que “…el día 28 de julio de 2009,
a las 12:30 horas, en la intersección de la Avenida
Córdoba y la calle Olleros de esta Ciudad, (…) Sebastián
Barroso, junto con [otro] sujeto del sexo masculino aún
no individualizado, intentaron apoderarse
ilegítimamente, mediante el uso de un arma de fuego, de
la suma de mil trescientos cuarenta dólares (U$s 1.340),
ciento veinte pesos ($120), y cinco chequeras del Banco
Galicia que se encontraban en poder de Luis Alfredo
Domínguez. El día indicado Domínguez se encontraba
realizando trámites para la empresa ‘Radio Ideas
S.R.L.’, motivo por el cual había concurrido al Banco
Galicia, sito en la intersección de Avenida Forest y
Federico Lacroze de esta Ciudad, y luego de ello al
Credicoop ubicado sobre la última arteria referida entre
Rosetti y Charlone. Así las cosas, al retirarse de la
última entidad bancaria mencionada fue interceptado por
Sebastián Hernán Barroso, quien extrajo una pistola
calibre 9 mm, corrió su corredera hacia atrás para luego
apuntarlo y referirle ‘…dame la plata o el bolso’ (sic),
sustrayéndole de esa forma los elementos antes
indicados. Luego de ello, el encausado ascendió a una
moto de altas cilindradas, color negra, conducida por el
sujeto aún no individualizado, emprendiendo la huída por
la Avenida Córdoba en contramano hacia la calle Olleros,
siendo perseguido por el damnificado. En dichas
circunstancias, Domínguez observó que en la puerta de
‘Ideas del Sur’, sito en la calle Olleros 3551 de esta
Ciudad, se encontraba estacionada una de las camionetas
de la productora, tripulada por una persona de nombre
‘Julio’, a quien le explicó lo que sucedía. A
continuación, ya a bordo de dicho vehículo el
damnificado, advirtió que la moto de los delincuentes se
había detenido en la esquina de Álvarez Thomas y
Olleros, y observó a Barroso descender de ella, para
luego subirse a una camioneta blanca marca Renault
Kangoo, dominio GAV-914, la cual era conducida por Jorge
Omar Gil. Mientras tanto, el tripulante de la
motocicleta ya se había dado a la fuga, siendo perdido
de vista. Sobre la última avenida mencionada, la víctima
vio el móvil nro. 231, a cargo del Cabo 1° Gustavo
Fabián López y del Cabo Diego Martín Chanquía, quienes
una vez informados de lo acaecido, comenzaron a
perseguir la camioneta blanca, la cual al notar la
presencia policial dobló por la calle Maure a la
derecha, siguiendo por Charlone hacia Jorge Newbery, de
esta Ciudad. A pocos metros de llegar a dicha calle, el
conductor se vio atrapado, motivo por el que debió
detener su marcha, siendo aprovechada la situación por
Barroso para descender del rodado e intentar darse a la
fuga. Así las cosas, el encausado corrió hacia la calle
Jorge Newbery, doblando a la izquierda en dirección a la
Avenida Córdoba, siendo aprehendido a pocos metros por
el Cabo Chanquía, quien procedió al secuestro de un
teléfono celular marca Motorola, modelo I880 Nextel, la
suma de doscientos setenta y dos pesos ($272), de mil
trescientos cuarenta dólares (U$s 1.340) y un papel
color rosa que rezaba ‘$5.250 traer cambio U$s 1.340’.
Posteriormente detenido, fue reconocido por Domínguez
como la persona que valiéndose de un arma de fuego lo
había despojado de sus pertenencias (…) [S]e secuestró
el rodado marca Renault Kangoo, dominio GAV-914 y de su
interior una pistola calibre 9 mm con numeración en
armazón y cañón limadas poseyendo una munición intacta
en recamara y cargado conteniendo diez cartuchos a bala
intactos encamisados (…)”.
Para acreditar tales extremos, el a quo ponderó
la declaración testimonial prestada en el debate por el
damnificado Luis Alfredo Domínguez, quien no solamente
brindó un relato pormenorizado del hecho objeto del
proceso, sino que además aseveró “que nunca perdió de
vista ni la moto ni la ‘Kangoo’ a la que subió el autor
del hecho, hasta que intervino la policía”. Con ello, la
autoría de Barroso se encuentra fuera de toda duda.
Pero además, el tribunal valoró las
declaraciones del Cabo 1° López y del Cabo Chanquía,
quienes intervinieron en la persecución y detención del
acusado Barroso, como asimismo las actas de secuestro de
fs. 4 y 9 que dan cuenta de la incautación de la pistola
calibre 9mm con su correspondiente cargador y
municiones, como así también de diversos objetos y
documentación perteneciente al damnificado.
Incluso, debe tenerse presente que el a quo
también tuvo en cuenta que “[a]l ser oído en el debate
el encausado admitió haber cometido el hecho que se le
endilga, aclarando que el arma de fuego que utilizara en
la ocasión no funcionaba y que lo sabe porque el
vendedor se lo advirtió al adquirirla”.
Notamos pues que el plexo probatorio reseñado
aunado a la confesión expresa del encartado Barroso,
permiten arribar al grado de certeza necesario para
dictar una condena a su respecto. Y así lo hizo el
tribunal, indicando las razones de hecho y las pruebas
en que cimentó su decisión.
De la lectura del recurso de casación de la
defensa, no advertimos que el recurrente se haga cargo
de demostrar en dónde reside la arbitrariedad del
razonamiento del tribunal, pues en ningún pasaje realiza
una crítica concreta de la sentencia, extremo este
último que resulta inherente a toda pretensión
recursiva.
En esa dirección, conviene recordar que “es
deber del recurrente realizar una crítica concreta del
fallo, obligación que no se cumple con referencias
generales a la causa”, como asimismo que “[s]i se
sostiene que se ha omitido la consideración de prueba
dirimente, debe señalar concretamente cuáles son las
pruebas de cuya valoración ha prescindido el Tribunal de
Juicio, y demostrar razonadamente de qué manera y en
virtud de cuáles pruebas se deben tener por acreditados
los presupuestos fácticos que hubieran conducido a un
razonamiento y conclusión jurídica distintos de los de
la sentencia impugnada” (Conf. LUGONES, Juan Narciso y
DUGO, Sergio O., Casación Penal y Recurso
Extraordinario, Depalma, Buenos Aires, 1993, p. 314).
Es que si “mediante el recurso se aduce falta
de motivación de la sentencia, es necesario
individualizar el acto viciado y referirlo concretamente
a sus fundamentos, señalando la posibilidad razonable de
incidencia de la prueba omitida en el razonamiento del
tribunal”; a su vez si “se imputa a la sentencia defecto
de motivación por vicios de lógica, es preciso indicar
los vacíos o vicios lógicos que la afecten o las
inobservancias a las reglas de la sana crítica” (cfr. DE
LA RÚA, La Casación Penal. El recurso de casación en el
nuevo Código Procesal Penal de la Nación, Depalma,
Buenos Aires, 1994, p. 233).
Ninguna de las manifestaciones expuestas por la
defensa permiten vislumbrar en que medida el tribunal ha
trasgredido las reglas de la sana crítica racional en la
valoración de la prueba, como así tampoco qué elementos
probatorios dirimentes para la solución del caso se han
omitido ponderar, por lo que consideramos que la tacha
de arbitrariedad no puede prosperar y, por tanto, debe
rechazarse el recurso de casación de la defensa, en lo
atinente a la valoración de los hechos y las pruebas.
CUARTO:
1. Corresponde abordar el agravio central
esgrimido por la defensa en torno al cuestionamiento de
la aplicación de la agravante del robo prevista en el
artículo 166 inciso 2° párrafo tercero del Código Penal.
Recordemos, en este punto, que la defensa pretende que
se califique el hecho como constitutivo del delito de
robo simple (artículo 164 del Código Penal).
A fin de analizar la impugnación deducida,
conviene repasar los argumentos centrales esgrimidos por
el tribunal de mérito.
En este sentido, notamos que el tribunal
calificó la conducta del imputado Barroso en el delito
de robo con armas cuya aptitud para el disparo no pudo
acreditarse de ningún modo, basado en el resultado
contradictorio de dos peritajes realizados en autos.
En esa dirección, el tribunal tuvo que cuenta
que la pericia efectuada durante la instrucción, esto
es, la practicada por la División Balística de la
Policía Federal Argentina, “da cuenta que la pistola
secuestrada al momento del examen pericial resultó ser
apta para producir disparos pero de funcionamiento
anormal y los dos cartuchos de bala calibre 9mm tomados
al azar del total de la munición remitida, resultaron
ser aptos para sus fines específicos”.
No obstante ello, se ponderó que la segunda
experticia ordenada como instrucción suplementaria y que
fuera confeccionada por la Gendarmería Nacional,
“dictaminó que el arma no es apta para realizar disparos
en las condiciones en que fue recibida y que luego de
haber sido reacondicionada (lubricada y nuevamente
armada) es apta para realizar disparos y de
funcionamiento normal”.
A raíz de esta contradicción, el tribunal de
mérito concluyó que “por aplicación del principio in
dubio pro reo, corresponde clasificar la pistola
utilizada por Barroso como arma de fuego no apta para el
disparo”.
Luego de ello y con extensas citas de doctrina
y jurisprudencia, el tribunal calificó el hecho como
constitutivo del delito de robo con armas cuya aptitud
para el disparo no ha podido acreditarse y descartó la
posibilidad de aplicar la figura básica del robo simple
–como lo pretendía la defensa-, “toda vez que ha sido
comprobada la utilización de un arma verdadera y cargada
aunque no apta para el disparo, siendo que este supuesto
excede la descripción del tipo previsto en el art. 164
del C.P.”.
Pues bien, llegado el momento de evaluar los
cuestionamientos trazados por la defensa, advertimos que
la situación así planteada, resulta análoga a la
analizada al emitir nuestro voto en la causa nº 8017
“Ruiz, Franco David s/ recurso de casación”, Reg.
1137/07 del 17 de agosto de 2007, oportunidad en la que
señalábamos que “..., compartimos la opinión de la
doctrina en cuanto a que ‘El concepto de arma de fuego
‘cuya aptitud para el disparo no pudiera tenerse de
ningún modo por acreditado’ (párr. 3°, inc. 2°, art. 166)
abarca el arma que, si bien es de fuego, no resulta apta
para el disparo (no operativa), sea por defectos en el
mecanismo (p.ej., falta de percutor en el rifle), por
carecer de idoneidad para hacer correr peligro a la
persona de la víctima, por estar descargada o por otras
insuficiencias en su funcionamiento. Se trata de
supuestos de arma simulada o falsa arma, que, aunque
pueda resultar apta para aumentar la intimidación de la
víctima, no tienen -como dijimos- capacidad funcional
para poner en peligro su vida o su integridad física.
Pero, en cualquier caso, tiene que tratarse de un arma
de fuego’ (cfr. Creus, Carlos, y Buompadre, Jorge
Eduardo, ‘Derecho Penal, Parte Especial’, Tomo 1, Buenos
Aires, 2007, página 465/466).”
En aquel voto referíamos que “...la razón de
ser de la norma en estudio radica en el mayor poder
intimidatorio que sufre la víctima del robo en el que se
emplea un arma verdadera cuya aptitud para el disparo no
sea de ningún modo acreditada o mediante un arma de
utilería o falsa, pues ésta resulta una situación
desconocida para ella, y es éste y no otro el motivo por
el cual se eleva la pena en relación a la figura básica
prevista en el artículo 164 del Código de fondo -robo
simple-.
De ello podemos advertir que resultaría
evidentemente irrazonable castigar con la pena
correspondiente a la del robo simple (un mes a seis
años) a quien se vale de un arma de fuego verdadera pero
que -como en las presentes actuaciones- se encuentra
cargada con un proyectil de otro calibre que impediría
su normal funcionamiento, que castigar bajo el tipo
agravado a quien despliega idéntica conducta pero munido
de un objeto de utilería.
Este ha sido el temperamento adoptado por la
Sala I de esta Cámara, que se pronunció expresando que
‘Una razonable inteligencia de la letra de la norma
supra transcripta da cuenta -como se anticipó- que la
calificación legal escogida por el juzgador es la
ajustada a derecho. Y ello es así, toda vez que si se
acude a las reglas del recto entendimiento humano no
resultaría lógico concluir que el legislador decidió
agravar el delito de robo para los casos en que no pueda
acreditarse la aptitud para el disparo del arma en él
utilizado o cuando la empleada fuese de utilería y no
para el caso en que el delito contra la propiedad
ejecutado se hubiera realizado mediante la utilización
de un arma descargada. En efecto, es contrario a la
razón que un delito ejecutado en las dos condiciones
descriptas por el último párrafo del inciso segundo del
art. 166 del código de fondo prevea un monto punitivo de
mayor escala que para el caso -como el de autos- en el
que el arma incautada al enjuiciado no solamente es
auténtica, sino que además resulta apta para el disparo.
En una palabra, el último párrafo del art. 166, inc. 2°
del Código Penal, contiene, sin duda alguna, el supuesto
en el que el atraco -como lo fue el del sub lite- se
efectúe mediante el empleo de un arma verdadera que no
se halla cargada’ (cfr. causa n° 6390 ‘Moroni, Javier
Oscar s/recurso de casación’, Registro n° 8161, resuelta
el 14/10/2005).
Repárese entonces, que el desapoderamiento de
la víctima por parte de Sebastián Hernán Barroso se
llevó a cabo mediante la utilización de una pistola
calibre 9mm que, de acuerdo a la primera pericia
realizada, resultaba apta para el disparo aunque de
funcionamiento anormal con municiones también idóneas
para sus fines específicos, y que, conforme la segunda
experticia, el arma no era apta para efectuar disparos
en las condiciones en que fue recibida, motivo por el
cuál, sólo en base a la duda que se generó sobre su
aptitud, se debió descartar la hipótesis más gravosa del
robo con armas fuego incluida en el inciso 2° párrafo 2°
del artículo 166 del Código Penal.
Por tanto, sin perder de vista que Barroso
ejecutó el hecho con un arma verdadera y cargada, esa
duda sobre la aptitud, encuadra el hecho en la hipótesis
del arma del tercer párrafo de la norma citada, esto es,
aquella “cuya aptitud para el disparo no pudiera tenerse
de ningún modo por acreditada”, y, por tanto, excede la
posibilidad de calificar el accionar del imputado en la
figura básica del robo.
Ello así, pues durante la realización de la
conducta, el empleo del arma verdadera –aún cuando se
considere no apta- provoca en la víctima, al menos, el
mismo poder intimidatorio que un arma con plena aptitud
para el disparo.
Tenemos esto último particularmente en cuenta,
toda vez que conforme surge del decisorio impugnado, la
víctima Luis Alfredo Domínguez relató que el imputado
“se le paró casi al lado, le mostró el arma y le pidió
la entrega de lo que tenía en su poder”, lo que
refuerza nuestra posición en cuanto a que la utilización
del referido elemento aumentó el poder vulnerante del
enrostrado. Esta misma conclusión descarta el argumento
defensista tendiente a subsumir la violencia ejercida
con un arma no apta en un supuesto de robo simple, pues
se trata de dos hipótesis claramente diferentes en lo
inherente al grado de la intimidación ejercida.
En definitiva, la circunstancia de que los
informes periciales efectuados se hayan contradicho en
torno a la aptitud del arma, sólo permite –por
aplicación del beneficio de la duda-, tal como lo
apuntara el a quo, descartar la aplicación del robo con
armas de fuego del inciso 2° párrafo 2° del artículo 166
del Código Penal, pero de ningún modo posibilita
subsumir el hecho en la figura del robo simple, como lo
pretende la defensa.
Y si esto es así, no advertimos en que medida
pueden considerarse lesionados en el caso los principios
de “in dubio pro reo” y de “inocencia”, cuando
justamente el tribunal de mérito ha aplicado la duda a
favor del imputado.
Por lo demás, tampoco vislumbramos que la
subsunción del hecho en la agravante del robo con armas
cuya aptitud para el disparo no ha podido ser
acreditada, haya vulnerado el principio de legalidad –y
la prohibición de analogía de él derivada-, pues esta
máxima no prohíbe la interpretación, la cual, siempre
que no rebase el sentido literal posible del texto,
resultará lícita (conf. nuestro voto en la causa nro.
11.684 “Chaban Omar Emir y otros s/recurso de casación”
–reg. 473/11 rta. 20/4/11-), tal como ocurre en la
especie.
Por todo ello, consideramos que deben
rechazarse los agravios de la defensa vinculados a la
errónea aplicación de la ley penal sustantiva.
2. Finalmente, y en lo atingente a las
manifestaciones genéricas de la defensa sobre supuestas
violaciones al principio de “igualdad ante la ley”,
“debido proceso” e, incluso, a la tacha de
“inconstitucionalidad” de la resolución impugnada,
habremos de apuntar que la sola invocación de esos
agravios, sin brindar argumento alguno que la sustente,
amerita sin más su rechazo.
QUINTO:
Por todo lo expuesto, consideramos que el
pronunciamiento recurrido cuenta con los fundamentos
mínimos y necesarios para descartar la tacha de
arbitrariedad y se encuentra exento de vicios o defectos
de logicidad y en la aplicación de la ley penal,
extremos que además no han resultado demostrados por el
impugnante en su recurso, y tampoco advertidos después
de realizado el esfuerzo impuesto a este Tribunal por la
vigente doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (causa n° 1757.XL, “Casal, Matías Eugenio y otro
s/ robo simple en grado de tentativa”, del 20 de
septiembre de 2005).
SEXTO:
Por todo ello, proponemos al acuerdo el rechazo
del recurso de casación interpuesto por la defensa de
Sebastián Hernán Barroso, con costas (artículos 456
incisos 1° y 2°, 470 y 471 a contrario sensu, y 530 y
531, todos del Código Procesal Penal de la Nación).
La señora juez doctora Liliana Elena Catucci
dijo:
Que sin nada que agregar respecto de la prueba
del delito me adhiero a lo que el Dr. Riggi expone al
respecto.
En torno a la adecuación legal por falta de
recurso fiscal, obvio es que el accionar delictual
llevado a cabo por Sebastián Hernán Barroso ha de quedar
en la medida anticipada en el fallo.
Es aún de señalar que para aplicar la fórmula
atenuada establecida en el último párrafo del art. 166
del C.P. la aptitud de disparo del arma empleada en el
hecho no debe poder tenerse de ningún modo acreditada,
situación que ni siquiera es la que se ha plasmado en
autos.
En efecto, el primer peritaje realizado por la
Policía Federal, el 1° de agosto de 2009, da cuenta que
“...la pistola semiautomática de simple acción, calibre
9x19MM, licencia FN-Browning, de numeración erradicada,
al momento del examen pericial resultó ser apta para
producir disparos pero de funcionamiento anormal” (fs.
121/124); y, el segundo, practicado por Gendarmería
Nacional, once meses después, concluyó que esa pistola
“...no es apta para realizar disparos en las condiciones
en que fue recibida...”, condiciones en las que
obviamente no se tuvo en cuenta el efecto del tiempo en
el arma, a punto tal de que “...luego de haber sido
reacondicionada (lubricada y nuevamente armada)” se
informó que era “...apta para realizar disparos y de
funcionamiento anormal” (fs. 383/392).
Por consiguiente, la calificación dada al
suceso delictual no se advierte forzada, de ahí que
lejos puede pretenderse llegar a la figura de robo
simple contenido en el art. 164 del cuerpo legal citado.
Así es que he de concluir en el rechazo del
recurso de casación por estos argumentos.
Tal es mi voto.
El señor Juez doctor Raúl R. Madueño dijo:
Adhiero al voto de los colegas que me preceden
en el orden de votación.
Por ello, en mérito al acuerdo que antecede, el
Tribunal RESUELVE:
RECHAZAR el recurso de casación interpuesto por
la defensa de Sebastián Hernán Barroso, con costas
(artículos 456 incisos 1° y 2°, 470 y 471 a contrario
sensu, y 530 y 531, todos del Código Procesal Penal de
la Nación).
Regístrese, hágase saber, y devuélvanse las
presentes actuaciones al tribunal de origen, sirviendo
la presente de atenta nota de envío.

Fdo: Eduardo R. Riggi, Liliana Elena Catucci y Raúl Madueño.


Ante mi: María de las Mercedes López Alduncin, Secretaria de
Cámara.

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