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5-7 Teoria Reordenamiento Democracia PDF
5-7 Teoria Reordenamiento Democracia PDF
columnas jónicas
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J.A
Fortea
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Editorial Dos Latidos
Zaragoza, España, año 2012
Copyright José Antonio Fortea Cucurull
versión 2
www.fortea.ws
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La decadencia de las
columnas jónicas
J.A.
Fortea
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Índice
Primera parte: Los problemas de la democracia
Introducción
El Senado o la ilusión de la división de poderes
El bipartidismo o el Poder Único con dos caras
Cuando la democracia es esencialmente espectáculo.
Nuestros sistemas parlamentarios funcionan, pero son mejorables
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Primera parte
Introducción
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Dado que alguien nos debe gobernar, ¿cómo elegir a aquél que va a tener poder
sobre nosotros? Nada es más peligroso que el Poder, pero la sociedad no puede subsistir
sin entregarlo a alguien. ¿Qué método sería el mejor para designar a ese alguien que
siendo uno de nosotros, estará por encima de nosotros? La humanidad ha tenido grandes
mentes entre sus filas, se le ha dado muchas vueltas a este tema, al final se ha llegado a
la conclusión de que lo mejor es que decida la mayoría quien quiere que le gobierne. La
fórmula puede parecer simple, pero hasta llegar aquí, hemos probado todo tipo de
formas y modos de ejercer el gobierno y de acceder a ese puesto; y esto sin excluir el
método biológico. Acceder al Poder incluso por vía de herencia genética ha sido un
sistema óptimo para ofrecer estabilidad y posibilidad de planes a largo plazo.
Desafortunadamente este método no está exento de… inconvenientes.
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mayor perfeccionamiento. Me dispongo ahora a analizar algunos de esos problemas.
Pero entienda el lector que en este ensayo cuando hablo no me fijo en ningún país en
concreto, sino en todas las democracias consolidadas y que funcionan bien, tomadas en
su conjunto. Razón por la cual me fijo sobre todo en los problemas de los sistemas
parlamentarios de Europa Occidental y Estados Unidos. Después de considerar los
problemas de las democracias actuales, en la segunda parte propongo una solución a
esos problemas. Pero primero examinemos los defectos.
Hace ya siglos que la razón humana entendió que no era bueno que una misma
persona (o grupo) tuviera en sus manos tanto el Poder como la capacidad de dictar
leyes. Es de sentido común que el Poder debe someterse a la Ley. Pero si uno mismo
goza de ambas capacidades, los ciudadanos se hayan mucho más indefensos y el
gobernante posee muchas menos cortapisas en su actuación. Lamentablemente el
senado no suele funcionar como cámara independiente en casi ningún país del mundo,
En todas partes, el senado suele ser un calco del reparto de escaños existente en
el parlamento. El partido que domina en el parlamento, también domina en el senado.
La apariencia de división de poderes no funciona en casi ningún país. Estados Unidos
en esto es una excepción. Allí los senadores suelen ser lo suficientemente
independientes como para poder oponerse a un presidente de su propio partido. Pero
esto no es así en casi ningún otro lugar del mundo. Basta un mandato del partido para
que los señores senadores voten como se les haya mandado. Obsérvese que uso el verbo
mandar, aunque nunca es necesario ordenar nada, basta una indicación y el senador hará
lo que se le diga, aunque aprobar esa ley sea contrario a su honesto pensar. Esta
situación, evidentemente, no supone, en absoluto, ningún tipo de división de poderes.
De iure todas las constituciones consagran la división de poderes, de facto muy pocos
países gozan de esa división.
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O crear una cámara totalmente estanca o que los partidos (y por tanto el Poder
Ejecutivo) intervengan. Es evidente que en el momento en que los partidos intervienen
en la elección de estos jueces, la independencia de este órgano no es perfecta. Desde
luego en no pocos países, los integrantes del Tribunal Supremo son un reflejo del
Parlamento. No deja de ser una triste ironía que en el siglo XXI, todavía no se haya
logrado algo tan simple y beneficioso como la división de poderes.
Si la sociedad es tan variada, tan plural, y hay tantos modos de pensar, ¿por qué
los países acaban reduciendo sus opciones a dos? La razón está en algo tan sencillo
como el hecho indudable de que el poder tiende a concentrarse. Cuando toda
democracia comienza, aparecen muchos partidos. Pero poco a poco, como si de
empresas se tratara, se van fusionando. El proceso continúa hasta quedar esencialmente
dos fuerzas políticas.
Entienda el votante que cuando digo que los partidos actúan como empresas, es
la pura realidad. Los partidos son empresas, es decir grupos que buscan beneficios. En
ellos no hay nada altruista, muy pocas veces existe una verdadera carga ideológica. La
ideología se usa para bien del partido, es como su marca, como su sello distintivo. Pero
los integrantes del partido están dispuestos a cambiar la ideología en cuanto deje de
producir réditos electorales. Los partidos constituyen grandes estructuras cuyo fin es el
bien de las personas que viven de eso. Ser político es un trabajo, y un trabajo que
proporciona una empresa llamada partido. Las democracias comienzan su andadura
llenas de idealismo y buenas intenciones, pero con el correr de los decenios los partidos
se convierten en estructuras al servicio de los profesionales de la política. Por eso, los
partidos acaban fusionándose. Porque lo que importa no es representar las distintas
opciones de los ciudadanos, sino ser fuertes.
La limitación que supone el bipartidismo trae consigo otro peligro. Los dos
grandes grupos políticos se atacan en su búsqueda del poder, pero con el pasar de los
decenios llegan fácilmente a la conclusión de que es mejor ponerse de acuerdo en
aquellos temas en que ambos partidos quedarían mal ante los votantes.
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Se dan cuenta de que es preferible pactar qué campos es mejor no tocar ante la
opinión pública. Pueden ser aspectos de la financiación de los partidos, pueden ser
determinadas prebendas de los gobernantes, pueden ser asuntos turbios en que los dos
partidos estén involucrados. Aquellos campos en los que ambos pudieran resultar
perjudicados serán pactados y no saldrán a la arena política. Así es la política. Se
apelará al Pueblo en aquello que interese par bien de un partido, pero en aquello que no
interese a ninguno de los dos, el Pueblo no se enterará. Los gobernados deben entender
que jamás será discutido en serio y de verdad aquello que no interese a los dos grandes
partidos que se discuta. Si los dos grandes grupos políticos se ponen de acuerdo, el
monopolio del poder funciona de forma absoluta.
Sé que estoy hablando en abstracto así que voy a poner un ejemplo pequeño y
concreto de este mecanismo de buena concordia contra el bien común. Los diputados de
la Unión Europea con el pasar de los años fueron aprobándose aumento tras aumento de
sueldo. El sueldo era formidable, en realidad un verdadero escándalo. Pero todos los
grupos aprobaron el asunto sin darle ninguna publicidad, porque si se sabía por parte de
los ciudadanos a todos iba a perjudicar por igual. Se dieron cuenta de que si el asunto
saltaba a la opinión pública se iba a producir una conmoción periodística de gran
repercusión. Así que todos aprobaron que el sueldo base fuera razonable y que a esa
cantidad de dinero se le fueran añadiendo pagos en concepto de dietas, viajes, etc. El
sueldo de un eurodiputado deliberadamente se volvió opaco a cualquiera que quisiera
indagar. Los representantes del pueblo actuando contra el pueblo.
Cuando la prensa viendo el tren de vida de algunos eurodiputados, pidió que les
dijeran cuanto cobrara un miembro de esa cámara, se les contestó dándoles la
información sobre el sueldo base. Cada vez que los periodistas querían saber cuánto
cobraba un diputado con gastos de viajes y dietas, la secretaría de la Cámara de
eurodiputados respondía que esos eran datos privados de cada cual y que no podían
suministrarlos. De forma que no hubo manera de saber cuánto cobraba un eurodiputado
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concreto, más allá del sueldo base todo eran datos genéricos. No había manera de saber
cuánto ganaba un eurodiputado. Por más que los periodistas se empeñaron, no hubo
manera de saber cuánto cobraba como media, dietas incluidas, un eurodiputado. Con el
tiempo la polémica periodística se fue olvidando y ellos siguieron disfrutando de su
escandaloso sueldo.
El mecanismo que los representantes del pueblo se aplicaron contra los intereses
del pueblo funcionaron y siguen funcionando de maravilla. Aquí una vez más, como en
tantas otras cosas, el pacto común es más beneficioso para todos que la confrontación. Y
si es posible el acuerdo entre varios partidos, nada favorece tanto este tipo de pactos
contrarios al bien común que un parlamento bipartidista.
El ejemplo puesto no tiene importancia, pero otro tipo de pactos sí que tienen
importancia. Pactar funciona. Confrontémonos si eso nos interesa, pongámonos de
acuerdo cuando nos perjudique a los dos. Si los partidos funcionan como empresas, este
método va minimizando los perjuicios de la confrontación y va estabilizando el sistema.
De forma que al final, las democracias tienen un Poder Único con dos caras, un solo
poder dividido en dos partidos de cara a la opinión pública. Por supuesto que la mayoría
de las democracias no han llegado a la consumación de este sistema de fusiones. Pero
todo parlamentarismo tiende a este punto, porque el Poder tiende a concentrarse. Ese
proceso de concentración es una tendencia ínsita en el mismo ser de las cosas. No es la
malicia de los gobernantes, no se trata de una gran conspiración, se trata de que siempre,
en todas las épocas, en todas las culturas, el Poder tiende a concentrarse.
Finalmente una democracia puede cumplir con todos los ritos (campañas,
votaciones, etc) para que todo siga exactamente igual. En México, la situación que hubo
con el PRI fue un ejemplo de consumación de este proceso, no ya bipartidismo sino
partido único refrendado siempre por las urnas. Su poder hegemónico duró desde 1929
hasta el año 2000. Se trata de un ejemplo de manual de caso de un solo partido que
había invadido todos los espacios de Poder. El PRI logró el monopolio del Poder sin
necesidad de renunciar a todos los rituales de la democracia. En otros lugares este
monopolio del Poder a efectos públicos, de cara al electorado, presenta una cara
bifronte, pero el resultado es similar.
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uno bueno y honesto, hay una docena que ante todo buscarán su propio beneficio. No
voy a decir que esa docena sean malos y corruptos, no. Pero indudablemente usarán el
acuerdo para bien del país sí, pero ante todo para su propio bien. En este escenario, el
Poder se va concentrando.
Sin una real división de poderes, con un poder cada vez más unificado, la
democracia continúa con sus rituales, creyendo que esos rituales suponen la garantía de
sus libertades, cuando en realidad son sólo un procedimiento para entregar un poder
monárquico a una persona durante un número limitado de años. En cierto modo, hemos
pasado de una monarquía vitalicia hereditaria, a una monarquía temporal pactada. En
esta situación el Pueblo es sólo el cliente al que se le vende un producto por parte de una
empresa llamada partido. El pacto entre los partidos hace que ese poder monárquico sea
disfrutado de un modo alternado entre una empresa (la estructura de un partido) y otra
(la estructura de otro partido). Como se ve, lo que piense el Pueblo no tiene mucha
importancia. Los gobernantes no van a actuar según lo que piensa el Pueblo, sino que
son los partidos los que encauzan el modo de pensar el Pueblo. Cosa que no es una
monstruosidad, ya que a veces el Pueblo no piensa más que insensateces. Pero la idea
cándida de que el querer del Pueblo es el que elige a sus representantes, es un cuento de
hadas. Los partidos son empresas especializadas en encauzar ese querer popular según
sus propios intereses, los de la formación política.
Por eso los gobernados deben ser realistas, dejar de pensar ingenuidades, y
aceptar el hecho indudable de que el Poder está en manos de un monopolio bipartidista.
Y ese monopolio, fruto de su dinamismo interno, fruto de la misma fuerza que va
acumulando, tiende a concentrar más poder extendiendo sus ramas a todos los
mecanismos de influencia de un país.
Otro vicio en el que puede caer un sistema electoral es que todo lo accidental
que rodea a una campaña se convierta en sustancial. Este proceso morboso de
hiperinflacción del espectáculo que tiende a crecer año tras año en todas la democracias
occidentales, es claramente un mal camino que hemos tomado. En las convenciones, en
los mítines, cada gesto está ensayado, la espontaneidad de lo que realmente se piensa se
sacrifica a la política de imagen. El decorado, los efectos especiales, los detalles
estéticos pasan a ser algo esencial. Ningún presidente escribe sus propios discursos.
Cuando parece que improvisan, en un debate o en una pregunta de una rueda de prensa,
se limitan a escoger la mejor opción de lo que ya está deliberado por los asesores de
imagen. Todo está estudiado, el marketing para la venta del producto (un candidato) ha
de estar por encima de cualquier otra consideración. La verdad, lo que es justo, lo que es
honesto, se sacrifica sin vacilación en pro de la imagen. Que lo que se prometa no se
vaya a cumplir nunca, no importa para nada. Tampoco los electores castigan este tipo de
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infidelidades. La imagen, el espectáculo, la estrategia del marketing sí que da votos o
los quita.
Un efecto colateral de esta situación es que todos los gobernantes se ocupan cada
vez más en hacer cosas que contenten a la opinión pública, en detrimento de políticas
más efectivas pero menos populares. La empresa de la política entiende que no puede
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embarcarse en proyectos que puedan resultar impopulares, por más que sean
beneficiosos a largo plazo.
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sobrevenir las averías, unas más graves otras menos. Lo que aquí se ha expuesto antes,
son peligros, tendencias, procesos. No significa que toda democracia tenga su
maquinaria tan deteriorada.
Pero todo ciudadano ha de tener muy claro que el hecho de vivir en país
democrático no le asegura que ya para siempre en ese lugar habrá libertad. La gente
suele tender a pensar en términos simples: hay democracia, no hay democracia. Las
cosas suelen ser un poco más complicadas. Pero hay otros muchos países en los que la
alternancia en la presidencia de la nación, sólo asegura cambio de personas, pero no una
verdadera capacidad de los ciudadanos para poder escoger una alternativa.
Hay que preguntarse una y otra vez si el ideal de democracia que los teóricos
constitucionales imaginaron hace siglos, no ha sido traicionado en parte. Las
democracias funcionan, pero no ha sido el sistema para que los mejores nos gobiernen.
Tampoco el Pueblo se siente representado. La gente vota con la resignación de que no
hay otros a quién votar. No es cierto que cualquiera pueda presentarse a cualquier
elección. Presentarse sólo está al alcance de grandes grupos que se mueven por intereses
propios. Sí, hay libertad, pero el sistema de representación popular no es ni mucho
menos perfecto. Pero la opinión general es de resignación. ¿Es que puede mejorarse el
mecanismo que hasta ahora nos ha regido? Los partidos no quieren ni oír hablar de ello.
El sistema bipartidista es el máximo interesado, el único interesado, en que nada
cambie. Y harán todo lo posible para que este debate no se suscite en la sociedad.
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Segunda parte
Reinventemos la democracia
La reforma que planteo no tiene otra aspiración que servir de modelo teórico. El
sistema que voy a plantear supone una reorganización constitucional que manteniendo
los mismos elementos que constituyen las democracias actuales, estimo que producirían
muchos menos fallos en su funcionamiento. Indudablemente la mayor parte de los
sistemas parlamentarios heredados del siglo XIX han logrado mantenerse funcionando
hasta nuestros días a base de ir añadiendo un corpus jurídico cada vez más intrincado
para la salvaguarda del equilibrio de poderes. La maquinaria se mantiene en
funcionamiento a base de añadir suplementos.
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Las elecciones
El que haya recibido votos de otros ciudadanos, puede entregar los votos
recibidos a otra persona. Por ejemplo, un afamado intelectual ha recibido 1000 votos, y
un señor en un pueblo 50, un escritor 10.500, pues bien, cada una de estas personas
puede entregar ese número de votos al que consideren que es mejor. De forma que los
votos se irían agrupando hasta alcanzar, al menos, ese 1% necesario para sentarse en el
hemiciclo.
Puede haber 10.000 personas que han recibido más o menos votos, en las
semanas siguientes a las elecciones pueden intentar concentrar esos votos en otras
personas. Cada una de esas 10.000 personas que, por ejemplo, han obtenido votos son
depositarias de una porción de la voluntad popular. Y esa porción pueden administrarla
como crean conveniente. Pueden entregarla a un político profesional perteneciente a un
partido, pueden entregarla a una persona independiente, pueden no entregarla a nadie.
Entre esas 10.000 personas, muchas de ellas pueden no querer tener que ver nada con la
política. Pero eso no importa, ha habido ciudadanos que les consideran los mejores
destinatarios de sus votos, y pueden usarlos como su prudencia les dicte.
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uno de los que están allí sentados representan al menos un 1% de la voluntad del
Pueblo.
Como es lógico este sistema no suprime los partidos políticos. Muchos de esos
candidatos se agruparán en partidos. Serán igualmente partidos los que les
proporcionarán la propaganda durante la campaña, así como el apoyo del aparato a lo
largo de la legislatura. Sin embargo, al elegir a personas, la oferta ante el electorado
aumentaría para que cada cual pueda sentirse representado en la persona a la que votó.
Cada uno votaría realmente al que quiere, ya que las listas de candidatos dejarían de
existir. Esto provocaría una revitalización de la democracia verdaderamente
impresionante. Todo el mundo se sentiría implicado en el proceso de elegir a su
representante.
Cada diputado sería libre de seguir sus convicciones sin estar obligado a ninguna
disciplina de partido. Cada voto sería en conciencia. No es lo mismo que el partido te de
tus votos, que tú tengas tus votos y puedas obrar con completa independencia. Con el
nuevo sistema pasaríamos de la actual disciplina de partido, a una situación en la que el
partido intentaría convencer de las excelencias o desventajas de votar en una u otra
dirección. Cada votación del congreso sería claro reflejo de lo que piensan cien personas
independientes. Dejaría de ser la eterna confrontación entre los que dicen blanco y los
que dicen negro. Dejaría de ser un campo de batalla en el que uno está en contra del otro
por sistema. Las propuestas por fin se decidirían con objetividad. La situación actual en
las que los del grupo A siempre dicen que los del grupo B están equivocados y lo hacen
todo mal, llegaría a su fin. Un congreso formado de esta manera sería, por fin, el triunfo
de lo razonable frente a la mentalidad de competición. Ciertamente que, al final, se
formarían banderías, grupos enfrentados y estrategias para denostar y humillar al
contrario. Pero en este sistema eso iba a ser mucho más difícil que con el actual.
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es el que gobierna, sino que es la cámara que elige al Poder Ejecutivo. Este presidente
habría de ser elegido por consenso de 2/3 partes de la cámara. Si la cámara tarda en
lograr el consenso continuaría el presidente anterior, aunque tal situación se prolongue
durante meses o años. El presidente después de unas elecciones de la cámara de
representantes no está en funciones, sino que sigue en su puesto mientras la cámara no
le retire la confianza y ponga en su lugar a otro.
Para nombrar al Presidente del Gobierno, la cámara tendrá que lograr el acuerdo
de 2/3 partes de la cámara. Cuanto peor lo haga el presidente en ejercicio más prisa se
darán en ponerse de acuerdo los diputados. Una cosa que favorecerá el acuerdo de la
cámara de representantes es que el presidente no tiene por qué ser un diputado, ni
siquiera un político profesional. El Congreso puede elegir a cualquiera para gobernar el
país. El acuerdo en una persona para presidir el Gobierno no sería tan difícil como
ahora, puesto que no se trataría de elegir a alguien de nuestro partido o de vuestro
partido.
Todas las votaciones del Congreso, y también las votaciones para elegir
presidente, para proponer una ley al senado, etc, serán secretas, y las discusiones serán a
puerta cerrada, sin cámaras, ni periodistas. Esta medida tiene como fin lograr que se
pueda hablar con total franqueza.
En este nuevo sistema los diputados se reunirían las veces que quisieran, y al
final saldrían afuera y comunicarían que han elegido tal o cual presidente o que van a
proponer ésta o la otra ley al senado. No importa que comuniquen a la nación que su
presidente es hasta ahora un desconocido. La tarea de gobierno de una nación, de dirigir
todos los Ministerios, la elaboración de unos presupuestos billonarios, es una tarea muy
técnica. El más adecuado para ello puede ser una persona que tenga una imagen ante las
cámaras de los periodistas tan desaliñada y patosa que nunca pudiera ni soñar en optar a
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unas elecciones. El hombre feo, el hombre que no sabe hablar en público puede ser el
mejor gobernante. Como los diputados elegirían al presidente de la nación en votación
secreta podrán elegir al que en conciencia crean que es el más adecuado, por impopular
que puedan ser las políticas que sepan que vaya a llevar a cabo el elegido.
El Senado
La experiencia demuestra que si los miembros del senado son elegidos por
votación popular, esta cámara deja de ser un contrapeso de la cámara de representantes.
¿Por qué? Pues porque la mayoría ideológica que rige una cámara es la que rige la otra
cámara. Es lógico que sea así. Ambas, en la práctica, son dos cámaras de representantes.
Todos los teóricos constitucionales advierten sobre las ventajas de un senado
independiente. Pero cuanto más aplastante sea la mayoría de un grupo en la cámara de
diputados, mayor será el poder en el senado. Para esto es evidente que no necesitamos
una segunda cámara. Para esto nos podríamos ahorrar los sueldos de los senadores. La
función del senado se limita a hacer una segunda votación. Con la primera del congreso
hubiera sido suficiente.
Está claro que no haría falta ser alguien dedicado profesionalmente a la política.
Podrían ser prestigiosos juristas, pero también notables intelectuales, catedráticos o
también gente honrada y con sentido común. Serían personas que atraerían el acuerdo
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sobre su nombre porque un gran consenso sería preciso en el Congreso para la
designación.
El Senado será el único poder de la nación con capacidad para aprobar leyes. El
gobernante no puede emitir leyes, ni siquiera de modo extraordinario. La experiencia
demuestra que cualquier puerta de atrás que dejemos abierta se convertirá en puerta
habitual. Si el gobernante en caso de guerra o de excepción, aspira a poderes
excepcionales le tendrán que ser dados por el Senado, en el modo y tiempo que el
Senado decida.
El Tribunal Supremo
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Cada puesto será cubierto cuando alguien reciba el respaldo de 2/3 partes de los
votos del senado. Si los senadores no se pusieran de acuerdo en cinco años, serán los
mismos jueces los que votarán para ocupar la vacante. Obteniendo las 2/3 partes de los
de los votos de los magistrados, la vacante quedará cubierta.
Hasta ahora, para iniciar una causa judicial contra un senador, un congresista, un
presidente del Gobierno, o un ministro, es necesario un suplicatorio al Congreso. Esto
es así en todos los países. En este sistema, los suplicatorios dejarían de existir. El
Tribunal Supremo tendría pleno poder para iniciar un proceso contra cualquier miembro
de cualquier rama legislativa, ejecutiva o de la cámara de los diputados. Veinticinco
hombres justos que podrían juzgar a cualquier ciudadano sin ningún tipo de limitación.
A pesar del rito electoral, quien tiene a la prensa, al Tribunal Supremo y a las
dos cámaras con mayoría absoluta, posee un poder sin límites. El único límite que
conoce ese tipo de poder total, es el miedo a perder ese poder. Los acuerdos secretos
con el gran partido de la oposición son el medio para eliminar ese último temor de que
la revancha se materialice en una venganza de características judiciales. Esos acuerdos
secretos, que en toda nación existen, pueden tener por cierto los ciudadanos que van
contra sus propios intereses. Son acuerdos que benefician a los políticos, a la clase
política, es decir, a los únicos ciudadanos que están por encima de todo poder del
estado, los únicos ciudadanos que no son iguales al resto de los ciudadanos, los únicos
ciudadanos que no están sujetos a los deberes del resto de sus compatriotas.
Estos acuerdos, por supuesto, no son incompatibles con que caigan figuras
políticas de segundo plano. No sólo no es incompatible, sino que es bueno que caigan.
El monopolio del poder será tanto más fuerte, cuanto menos visible sea.
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El nuevo sistema que aquí se propone cambia toda esta maquinaria
constitucional, cuyas triquiñuelas tan bien se conocen los que ahora gobiernan en cada
país. La nueva maquinaria es mucho más simple, dando lugar a menos recovecos por
donde escabullirse. El esquema de este nuevo sistema constitucional sería el siguiente:
Poder Ejecutivo
Pueblo
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Hipótesis de lucha abierta entre los poderes constitucionales
En teoría, parecería que la única cámara que no podría nunca ser suspendida de
sus funciones, sería el Congreso. Pero pensando en circunstancias gravísimas que ahora
no podemos suponer, las otras dos cámaras podrían forzar unas nuevas elecciones.
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El país nunca se encontraría en situación de no tener una dirección clara en caso de
emergencia.
Situación de emergencia
Conclusión
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El rejuvenecimiento de la democracia, la confianza de los ciudadanos en esa
realidad que es el Estado radica sobre todo en la capacidad de un sistema político de
permitir la irrupción de personas independientes en los círculos de poder existentes. Los
políticos nunca dejarán por gusto entrar en su círculo de poder, círculo bastante cerrado,
a forasteros. Los políticos profesionales nos contestarán que no es un sistema cerrado,
que cualquiera puede optar a una elección. Pero lograr ser elegido con las reglas del
juego actuales, supone haber pasado por un proceso de selección a cargo del partido,
además de la dedicación exclusiva. En un país hay mucha más riqueza de ideas y de
personas, hay muchos más puntos intermedios que los límites ideológicos que nos
marcan los partidos. Con un sistema como el propuesto habría mucha menos crispación
política, pues la crispación la crea el sistema. Los partidos no reflejan la división de un
país, sino que son los partidos los que crean esa crispación.
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www.fortea.ws
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José Antonio Fortea Cucurull, nacido en Barbastro,
España, en 1968, es sacerdote y teólogo especializado en
demonología.
www.fortea.ws
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