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Artículo publicado en la revista LiberAddictus.

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Las adicciones: ¿enfermedades de


la familia o de los individuos?

Javier Vicencio G. 1

L
a inclusión de las adicciones como enfermedades en el ámbito de
la salud mental pública no es tan reciente, a pesar de que en la
actualidad prevalece esta versión como un común denominador entre
los especialistas de la salud, los afectados mismos y el público en general.
Esta manera de conceptualizar uno de los problemas más frecuentes en
dicho ámbito de la salud tiene una serie de ventajas que exceden a las
desventajas, problema que sigue creciendo en proporciones alarmantes, no
sólo en nuestro país, a pesar de que se ha puesto en práctica una serie de
medidas para controlarlo.
El uso y abuso de las drogas es tan viejo como la historia del homo
sapiens. Guerras y disputas territoriales por las zonas de cultivo o de
distribución han sucedido hasta la fecha y ejemplo de esto es la actual
y cruenta situación de Afganistán, uno de los países donde se cultiva la
amapola, o el predominio de los narcotra cantes sobre el gobierno en
México, en la lucha contra la corrupción.
En nuestra historia más reciente, el narcotrá co y el combate a los
distintos grupos que se disputan el territorio mexicano tienen una importante
cobertura mediática. No ocurre lo mismo con los múltiples esfuerzos que se
realizan en diferentes instituciones gubernamentales o no gubernamentales
(ONG) para incidir en la disminución de los efectos de este complejo problema
de salud mental de origen multifactorial, y de una categoría psicosocial más
que biológica. No es una coincidencia de lo más esperanzadora: ¡parece
que en ambas guerras nos encontramos en el bando de los perdedores!
Este artículo se propone analizar las diferentes dimensiones que
caracterizan las adicciones a partir de las diferentes disciplinas de la salud
mental que se encargan de su abordaje, para proponer un modelo de
capacitación en recursos humanos que sea incluyente, al mismo tiempo
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que realista, de acuerdo con las prioridades que en este renglón tiene el
actual gobierno.
El Consejo Nacional de las Adicciones (Conadic) tiene en sus manos
el proyecto de la creación de 311 Centros de Atención de las Adicciones
(UNEME-CAPAS) a nivel primario, lo cual representa una estrategia de
enormes proporciones. Asimismo, es una oportunidad para re exionar
sobre un tema que ha sido una prioridad para Crisol, Centro de Postgrado
en Terapia Familiar, institución que ha estado presente en la capacitación
de especialistas en las opciones de tratamiento basadas en el estudio de lo
sistémico familiar, de pareja o individual, en diferentes organismos que se
han encargado de la prevención y el tratamiento desde hace ya 25 años.

Dimensiones y modelos
El abordaje clínico de un problema tan complejo como las adicciones
requiere una serie de diferenciaciones entre las propuestas de los distintos
modelos que se encargan del diagnóstico y el tratamiento.
En primer lugar, el modelo médico biológico que predomina en la
psiquiatría actual no tiene dudas de su inclusión como una enfermedad en
el DSM4-R, de acuerdo con el patrón de consumo, el grado de tolerancia y
la presencia de síntomas de abstinencia física y/o psicológica. Los datos que
existen sobre una causalidad genética se limitan a adolescentes violentos
que inician el consumo muy precozmente, en especial de alcohol, aunque
no se descartan los avances que, en este campo, son prometedores a partir
de las investigaciones sobre el genoma humano.
En lo que concierne al tratamiento, este modelo se ha limitado a realizar
encuestas epidemiológicas en diferentes países, para medir la magnitud del
problema y de nir esquemas de tratamiento basados en la urgencia que
implican los estados de intoxicación producidos por las sustancias, y en la
disminución de los síntomas del síndrome de abstinencia.
Se cuenta con datos derivados de la utilización de tecnologías recientes,
destinadas a medir el funcionamiento cerebral (tomografía de emisión de
positrones–SPECT), que demuestran la existencia de daños en cinco áreas del
cerebro: corteza prefrontal, sistema límbico, lóbulos temporales, núcleos basales
y cingulados (Landau,20082), como resultado de adicciones a la marihuana y a
todas las drogas legales e ilegales que se han señalado como uno de los factores
predisponentes para el desarrollo de una adicción en determinados individuos,
aunque parece más probable que se trate de las consecuencias de las mismas;
también se han realizado investigaciones para disminuir el consumo de cocaína
con la aplicación de vacunas que activan al sistema inmunitario para que elabore
anticuerpos que disminuyan el consumo.
Lo más prometedor, a mi juicio, consiste en la síntesis de bloqueadores
especí cos para cada sustancia a nivel del sistema nervioso central, como se
ha descubierto recientemente, con vareniclina, ya que actúa como agonista
en los receptores nicotínicos de la acetilcolina en el caso del tabaco, la
adicción más difícil de abandonar.
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Por el contrario, considero perjudicial para el manejo terapéutico integral
la tendencia actual de considerar que las adicciones son enfermedades
psiquiátricas duales, consideración basada en la concurrencia de una serie
de síntomas característicos de otras patologías, por ejemplo: trastornos
de ansiedad generalizada, cuadros depresivos de tipo distimia e, incluso,
psicosis que no necesariamente son manifestaciones de la existencia de otra
enfermedad, sino que suelen ser inducidas por el propio consumo, y éste, a
su vez, tiende a exacerbar el desequilibrio mental y el mal funcionamiento
nervioso, produciendo estos efectos en 30% de los casos que se admiten para
un tratamiento hospitalario. No hay dudas sobre la necesidad de implementar
medidas para tratar estas manifestaciones de manera adecuada con los
fármacos que se requieran; sin embargo, no debería conducir a privilegiar el
discurso psiquiátrico porque se corre el riesgo de transformarlo en prácticas
hegemónicas, en esencia reduccionistas, para enfrentar de manera más e caz
un problema tan crónico y de tan mal pronóstico.
El modelo educativo plantea que las adicciones son el resultado de errores
en el aprendizaje conductual y cognitivo. Diferentes teorías del aprendizaje
de hábitos concluyen que se trata de distorsiones en su adquisición que,
aunado a los efectos placenteros de las sustancias, inducen al consumo sin
medida. Los circuitos de recompensa conductual son reforzados por una serie
de construcciones cognitivas o creencias equivocadas como, por ejemplo, que
las drogas orgánicas, como la marihuana, son buenas para la salud o que
el alcohol es un alimento, que no son tan dañinas como se dice y que el
consumo nunca llega tan alto como para que el afectado se considere un
adicto como tal. Las creencias sobre los efectos positivos de las drogas se ven
reforzadas en los individuos que acceden al consumo como una manera de
aliviar temporalmente un sufrimiento de origen emocional que hace crisis en la
adolescencia. El contexto cultural de las generaciones actuales, que promueve
el placer individual, sirve de soporte adicional para que se induzca un consumo
grupal como parte de una ceremonia ritual de pertenencia al grupo que resulta
atractivo y popular. Por otro lado, el interés por la música de tipo electrónica
que, desde su inicio con la cultura del rock, ha ido progresando para que sea el
“trance” actual en sus diferentes versiones lo que predomine en los raves, en
los cuales se favorece la utilización de drogas de diseño como MMDA(éxtasis),
Cristal (Methanfetamina) y diversas combinaciones con otras sustancias que no
son controladas con respecto a las dosis ni a los ingredientes que contienen.
La implementación del modelo de terapia cognitivo conductual para
las adicciones ha signi cado un avance signi cativo en la adquisición de
nuevas conductas y creencias que se adquieren como resultado de un
procedimiento de aprendizaje reeducativo secuenciado que ha demostrado
una e ciencia notable para conseguir la abstinencia, en primer lugar y
favorecer su mantenimiento por medio de una terapia que alcanza una
efectividad cercana a 50%.
El modelo psicológico se inclina por considerar que las adicciones son
síntomas de defectos de la personalidad de tipo especí cos e inespecí cos.
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La identi cación de rasgos de personalidad que con mayor frecuencia se
encontraban dentro del repertorio habitual de comportamiento de los adictos
se atribuyó inicialmente al predominio de una jación de tipo oral, de acuerdo
con las primeras clasi caciones psicodinámicas de Freud (Abraham, 19493)
que establecieron paralelismos entre las diferentes etapas del desarrollo
psicosexual infantil y la aparición de diversas patologías psicológicas.
Encuadrar las adicciones como trastornos derivados de jaciones orales no
tuvo mucho éxito, ni siquiera para los trastornos de la conducta alimentaria,
en la medida que implicaba la implementación de estrategias terapéuticas
que remontaban al sujeto a revivir situaciones de un tiempo pretérito que
no era modi cable con éxito en el presente.
Más recientemente, se ha comprobado que una vez que han
desaparecido los síntomas derivados de la adicción y de sus efectos
en el cerebro, lo cual se consigue después de un período de alrededor
de 90 días de abstinencia, se mani estan rasgos de un funcionamiento
anormal de la personalidad, dentro de los que predominan los que
caracterizan a la personalidad borderline. En 60% de los casos es posible
encontrar trastornos de personalidad del Grupo 2, que incluyen, además
del borderline, personalidades histriónicas, narcisistas y antisociales. En
menor número es posible identi car personalidades del grupo 3: de tipo
evitativo, obsesivo compulsivo y pasivo agresivo.
En lo que se re ere a defectos de tipo inespecí co, su aparición es
consecuencia de estrategias de funcionamiento derivadas de la culpa, la
vergüenza y de la necesidad de ocultamiento de un mal que es reprobado
socialmente. Por lo tanto, las conductas manipulatorias, de negación y
atribución de su problema a terceros ha de ser reconocida como un
intento para engañarse a sí mismo como a los demás, que se relaciona
con el ocultamiento de las prácticas que facilitan el acceso al mercado
de las drogas.
El tratamiento que el modelo propone consiste en una serie de modalidades
que están destinadas a la rehabilitación más que a la abstinencia y que se
engloban en lo que se conoce como comunidad terapéutica: se trata de un
aprendizaje en la acción de la convivencia cotidiana en un espacio protegido,
donde se cuenta con profesionistas y exadictos rehabilitados que re exionan
sobre su vida pasada, presente y futura. Se incluye la asistencia a grupos
de autoayuda acompañada de actividades de terapia de grupo, individual y
focalizada en las emociones. No hay que descuidar la inclusión de actividades
educativas y laborales que permitan recuperar el paso perdido, en especial
cuando el objetivo nal es la recuperación integral.
El modelo familiar considera a las adicciones como un síntoma más
de problemas psicosociales complejos que requieren de un diagnóstico
familiar. En efecto, es frecuente que en familias de los adictos coexistan
otros problemas psicosociales tales como violencia doméstica, problemas
de conducta y aprendizaje escolar, abuso sexual, embarazos precoces,
delincuencia y prostitución. Retrata, a menudo a familias multiproblemáticas
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en la que la gota que derrama el vaso es, a veces, una adicción que va de
mal en peor, poniendo en peligro la integridad de la familia o la supervivencia
del afectado (Cancrini,20024).
Para este modelo, las adicciones son algo más que enfermedades
individuales ya que se trata de una modalidad de funcionamiento familiar
en la que participan todos los involucrados, contribuyendo a sostener la
presencia de una serie de síntomas como indicadores de una difícil adaptación
social a una realidad que no los ha favorecido a lo largo de generaciones.
Aunque no se trata de impugnar la pobreza como causa de estos problemas,
como lo atestigua la alta prevalencia de las adicciones en las clases altas,
no ayuda que las necesidades básicas no estén cubiertas. Sin embargo,
las posibles causas de estos problemas se encuentran en el abandono de
los niños desde pequeños, por la ausencia de comportamientos parentales
adecuados o por la presencia cotidiana de la violencia.
Desde esta perspectiva se requiere un diagnóstico familiar precoz que
ayude a reconocer los recursos y di cultades de cada familia para colaborar
en la solución de los problemas más urgentes. A continuación, en una
primera fase, se proponen sesiones semanales de orientación multifamiliar
de tipo psiceducativo en las que se abordan los efectos de las drogas y
las medidas que las familias utilizan para enfrentarlas con mayor éxito. El
terapeuta, en una posición de colaborador más que de experto, facilita el
dialogo a través de preguntas más que de respuestas (Asen.E, 19975).
En una segunda fase, cuando la batalla contra la abstinencia ya no
es el foco principal de las intervenciones y, especialmente, cuando se
planea la reinserción social por medio del alta de la hospitalización,
la terapia familiar se convierte en uno de los ejes fundamentales para
evitar las recaídas que surgen como resultado de los con ictos familiares
no resueltos y que originan una serie de emociones “tóxicas”. El adicto
es particularmente sensible a las emociones negativas, porque carga
con un pasado de rechazo y desaprobación desde muy pequeño. No
es el momento de describir los modelos de tratamiento familiar más
exitosos, pero no cabe duda que se requieren como primera opción para
evitar las recaídas, problema recurrente muy importante en cuanto al
mal pronóstico que los caracteriza.
Por último, el modelo jurídico plantea que las adicciones, por el uso y abuso
de sustancias legales e ilegales, promueven el ejercicio de actividades delictivas
contra la salud o de cualquier índole. Las sanciones, de tipo preventivo en menores
y de castigo con penas de encarcelamiento variables en adultos, conducen
habitualmente a agravar el problema, en la medida que no existen servicios
adecuados de rehabilitación en las cárceles ni en los hogares tutelares.
El análisis de estas distintas dimensiones de las adicciones tiene varias
nalidades. Por un lado, propone ordenar las concepciones predominantes
en el campo de las adicciones como un problema de salud mental complejo
y multifactorial para identi car las medidas que se utilizan para controlarlo
en tanto que son congruentes con su respectivo marco de referencia.
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En segundo término, plantea que la concepción de enfermedad individual
es demasiado restringida para su abordaje y que requiere ampliarse a lo
familiar, psicosocial y cultural para entenderla más bien como un trastorno
en la práctica de la vida que afecta no sólo a los adictos sino también a los
consumidores, habitualmente al borde de los excesos y del abuso.
Por último, que no es necesario luchar para imponer ninguno de los modelos
de tratamiento por sobre otro, ya que obedecen al predominio de la dimensión
del problema seleccionado por cada corriente de ideología terapéutica y que lo
mejor consiste en la búsqueda de una combinación de todos, de manera que
se promueva una colaboración mutua.

Una mirada a nuestra situación actual


La aproximación adoptada para realizar el somero análisis previo del
problema de las adicciones, desde los diferentes enfoques adoptados
para su tratamiento, privilegia el manejo intrahospitalario en instituciones
especializadas como las que existen actualmente en España e Italia, países
en los cuales la reforma en las leyes de salud mental realizada en la década
de los ochenta ha favorecido el establecimiento de este tipo de comunidades
terapéuticas que otorgan el servicio de manera gratuita y, en algunos casos,
con implicaciones legales, a manera de prescripción involuntaria.
En nuestro país, predomina la atención hospitalaria de tipo privada
con estadías breves (de dos semanas a tres meses), pero sin duda que
es mayoritaria la atención comunitaria extrahospitalaria otorgada por
instituciones gubernamentales (Centros de Integración Juvenil) y por
ONGs, entre las que destaca la presencia de AA (Alcohólicos Anónimos) o NA
(Narcóticos Anónimos).
La creación de Conadic, en 1985, durante el gobierno de Miguel de la
Madrid, ha contribuido a establecer un reglamento (NOM 028-SSA2-1999 para
la prevención, tratamiento y control de las adicciones6) que debe cumplirse
por parte de las instituciones encargadas de proveer este tipo de servicios de
prevención y tratamiento, y a elaborar un directorio de las que se encuentren en
capacidad de recibir una autorización de funcionamiento. Todavía es necesario
realizar una reforma más profunda en las leyes de salud mental de países
semejantes a México para acercarnos a los estándares europeos.
En este sexenio se ha decidido destinar recursos provenientes de los dineros
incautados a los narcotra cantes para la creación de 311 centros de atención
comunitaria de las adicciones en todos los estados del territorio nacional. En
consecuencia, se aproxima un periodo en el cual se implementarán modelos
de prevención y tratamiento que sean, al mismo tiempo que innovadores, de
probada e cacia en otros países en los que se hayan utilizado.
Se trata, entonces, de una oportunidad para la formación de recursos
humanos que se especialicen en las diferentes dimensiones que se han
destacado en la primera parte de este trabajo, aunque estableciendo
criterios más precisos con respecto a los contenidos y a los alcances, y la
efectividad de los mismos.
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En relación con el modelo médico biológico, por ejemplo, se requiere un
conocimiento básico y actualizado de la epidemiología de las adicciones, de
los efectos de las drogas y de las medidas médicas necesarias para lograr la
abstinencia rápidamente, con o sin hospitalización. En cierta medida, estos
contenidos son abordados por cursos tradicionales, pero usando una metodología
en que la distancia entre el experto, habitualmente un psiquiatra, y los alumnos
es demasiado grande para que se despierte su ciente interés en un tema que, de
igual manera, no pasará a sus manos en cuanto al manejo médico.
En Crisol7 hemos acostumbrado a nuestros alumnos a conocer las bases
de una psicofarmacología esencial, al mismo tiempo que les enseñamos
psicopatología del niño, adolescente, adulto y tercera edad desde la psiquiatría,
psicoanálisis y sistemas, y estamos convencidos de que, para quienes van
a dedicarse a la prevención y el tratamiento de las adicciones desde una
perspectiva más integral, se requiere una capacitación en este tipo.
De esta forma, se obtendrían recursos humanos que estuvieran en
condiciones de detectar precozmente los trastornos que han sido señalados
como precursores de las adicciones en los niños, adolescentes y familias
tales como dé cit de atención (ADD) di cultades de aprendizaje, problemas
de conducta, violencia doméstica, etcétera.
También nos parece que hay una serie de medidas derivadas de la
medicina tradicional y complementaria que son muy útiles, y nos referimos
especí camente a la auriculoterapia, acupuntura, herbolaria, meditación y
técnicas de relajación.
En lo que se re ere al modelo educativo, se requiere un conocimiento
básico sobre la psicología del desarrollo del niño, del adolescente, del adulto
joven y de la familia (ciclo vital individual y familiar) para incluir el uso de
drogas como una parte de la evolución normal de los individuos en nuestra
cultura, e identi car los factores de riesgo que pueden favorecer el abuso
y la dependencia.
Si se tratara de formar a un especialista en el tratamiento, de acuerdo con
este modelo, lo que se debería enseñar es el modelo cognitivo conductual
para que se ponga en práctica con los adictos por su mayor e cacia, en
comparación con otros métodos.
Por último, no hay que descuidar los procedimientos de autoayuda
como los 12 pasos de AA o de otras instituciones con experiencia en
el tema. La consejería se ha ganado un lugar en este campo que hay
que reconocerle porque incorpora a los ex adictos con sus experiencias
de luchas y combates heroicos para enfrentarse a un problema que no
todos los profesionistas hemos vivido. Es conveniente enseñar los 12
pasos para lograr la abstinencia y vencer también los otros síntomas
bautizados por Elizondo como los doce pasos de la “Borrachera Seca”
(Elizondo, J.A., 20058).
De acuerdo con el modelo psicológico, el personal que labore en estos centros
debería obtener una capacitación en Psicopatología, como lo señalábamos
anteriormente, como una parte del modelo médico. Sin embargo, es necesario
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señalar que el temario debe privilegiar lo psicológico por encima de lo psiquiátrico
para contribuir a desmiti car la patología que circunda a las adicciones, y no
se les circunscriba a la categoría de enfermedades crónicas e incurables, lo
cual estigmatiza al mismo tiempo que justi ca una serie de comportamientos
indeseables como si fueran una parte más de la enfermedad.
En segundo lugar, la capacitación debería incluir una serie de técnicas
derivadas de la terapia Gestalt y del psicodrama para diseñar talleres de
alto impacto emocional que permitan, posteriormente, un diálogo de tipo
equipo re exivo (Andersen),9 en el cual los pacientes tengan la oportunidad
de conversar sobre la utilidad (¿o no?) de las opiniones de los expertos y
de los exadictos. Se generan, entonces los fundamentos de una comunidad
terapéutica tipo hospital de día que es más económica y más efectiva que
la hospitalización como tal.
Por último, y cuando las ventajas de la aplicación de estos métodos haya
dado los resultados que se esperan y se alcancen también sus límites,
algunos de los más capaces deberían aprender terapia de grupo y terapia
breve individual, además de técnicas de rehabilitación laboral y educativa
para la reinserción del adicto en las mejores condiciones posibles.
El modelo familiar se plantea una capacitación a dos niveles: prevención
y tratamiento. En lo que se re ere a la primera, se inclina por una estrategia
más especí ca que la que preconiza la vertiente “universal”, que considera
que la educación con talleres en las escuelas, apoyados con materiales
elaborados especialmente para estos nes y que cubran a la mayoría de
la población vulnerable, se alcanzan logros signi cativos en cuanto a la
incidencia de las adicciones. No es fácil medir la e cacia de esta estrategia,
especialmente cuando el problema sigue creciendo sin cesar, aunque no
sea necesario descartar esta forma de educación que crea conciencia sobre
este mal endémico y sus consecuencias en una población tan ávida de
obtener información sobre este tema y a nes como los adolescentes.
Sin embargo, consideramos que es preferible destinar recursos a la población
en alto riesgo de enrolarse en el abuso y la adicción. Nos referimos a las
familias con antecedentes de alcoholismo e, incluso, en las que haya habido
defunciones por estas causas o en las que se detecte violencia doméstica, uno
de los precursores más ampliamente reconocidos de adicciones en adultos.
Nos referimos, en resumen, a las familias multiproblemáticas, con uno o más
miembros ausentes en condición de migrantes legales o ilegales en Estados
Unidos que, aunque envían remesas, producen una serie de alteraciones que
hemos descrito anteriormente como pérdidas ambiguas (semejantes a los
desaparecidos del Cono Sur), y que desaniman a los jóvenes a estudiar en
México frente a las escasas facilidades de trabajo remunerado y de educación
con futuro (Gómez de León, J., 200610).
Para implementar esta estrategia se requiere personal en condiciones
de detectar precozmente (con conocimientos de psicopatología) a esta
población, con el n de ofrecerle talleres de orientación familiar, en los que
se aborden estos problemas y se propongan soluciones.
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Un paso más en esta estrategia de prevención, y que incluye técnicas de
intervención más especí cas, consiste en la atención a familias en crisis por
el continuo agravamiento del adicto que, sin embargo, se niega a solicitar
cualquier tipo de atención. En este caso, lo que se requiere es trabajar con
los integrantes de la familia que estén más dispuestos a colaborar para
identi car las conductas de ellos que han sostenido al adicto en iguales
condiciones de consumo, si no es que en peores. En un segundo momento,
en la medida que se restringen estas conductas de parte de los familiares,
se induce una crisis en el adicto que puede “tocar fondo” de una manera
más blanda y menos riesgosa para su vida. En ese momento, se puede
realizar una intervención en crisis exitosa porque es más probable que el
adicto acepte la ayuda voluntariamente. El personal que participa debe estar
entrenado en Intervención en Crisis, que es uno de los métodos iniciales de
la terapia familiar utilizados en la década de los setenta en Estados Unidos
e Inglaterra (Vicencio, J., 198111).
Cuando el objetivo se desplaza más concretamente hacia el tratamiento, lo
que se requiere es el aprendizaje de un método de orientación familiar de tipo
multifamiliar, como lo han implementado exitosamente en Inglaterra colegas
nuestros en el Malborough Family Center, entre los que destacan Eia Asen e Ivan
Eisler, y que han participado, el primero, en los eventos que, a modo de Practicum,
con sesiones en vivo organiza Crisol cada año desde 2001 (Asen12).
Para los más avanzados se requiere una formación más completa
en terapia familiar, a nivel de maestría, para que puedan afrontar los
diferentes abordajes clínicos que no sólo incluyen las adicciones, sino toda
la problemática psiquiátrica, psicológica y psicosocial que se presenta en la
consulta de un especialista en salud mental.
Sin embargo, no se descarta la necesidad de conocer los modelos que
han demostrado mayor efectividad en el tratamiento de las adicciones
desde la perspectiva familiar, porque representa prácticamente una
subespecialidad de la terapia familiar. Luego de investigar sobre los modelos
que han sido implementados con mayor éxito, hemos seleccionado al
modelo Multidimensional creado por Howard Liddle (Liddle, H., 200513) que
alcanza porcentajes de mejoría tan altos como de 70% de abstinencia en
adolescentes con seguimiento a más de un año plazo, para invitarlo al curso
de este año a compartir con nosotros sus conocimientos y habilidades en el
Practicum que realizaremos el 30 y el 31 de mayo en la Ciudad de México.
No sólo nos interesa su modelo, sino que, además, nos interesa impulsar
las Investigaciones Basadas en la Evidencia (Evidence- Based Research)
para conocer los niveles de efectividad de los diferentes tratamientos que
se ofrecen en México en los ámbitos privado y público.
Por último, en cuanto al modelo jurídico, nos parece que los esfuerzos que
se han hecho para implementar normas de funcionamiento y certi car a las
instituciones que se dedican a la prevención y al tratamiento, representan un
avance signi cativo aunque por desgracia, todavía predominan las clínicas y
centros de tratamiento a cargo de ex adictos o de AA.
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La actual política de crear centros especializados en adicciones a lo ancho
del país es una medida de enormes proporciones que requiere especiales
cuidados para implementarla con éxito y para lo cual estamos dispuestos a
participar de la manera en la que nuestros servicios sean solicitados en los
rubros anteriormente señalados.
Sin embargo, lo que se necesita urgentemente es una reforma de la
legislación en salud mental como la que se ha hecho en Italia y en España
para crear los servicios adecuados que atiendan a los que sufren de trastornos
mentales y que alcanzan cifras superiores a 25% de la morbilidad en nuestro
país, sin considerar que es posible que se dupliquen si se toma en cuenta
los índices de pobreza y falta de oportunidades que afecta a la mitad de la
población.

A manera de conclusión
La consideración de las adicciones como enfermedades ha cumplido con
sus objetivos iniciales porque ha conducido a elaborar diferentes modelos
de atención que son los que se han descrito sumariamente en este artículo.
Por desgracia, los límites de estos modelos han sido rebasados porque el
pronóstico sigue siendo pobre, alrededor de 30% de mejoría y, por lo tanto,
es necesario cuestionar y re exionar sobre la e cacia de otros modelos que
no acentúan su abordaje, basado en lo estrictamente médico, sino que se
plantean un marco más integrativo que incluye dimensiones derivadas del
aprendizaje cognitivo conductual, de las características de la personalidad
de los adictos, de sus familias que los hacen especialmente vulnerables
desde la infancia, y del contexto cultural y jurídico que impera en nuestro
país con respecto al tema.
En la medida que el marco de referencia se amplía de la manera que
hemos descrito, el concepto de enfermedad resulta insu ciente, a menos
que se extienda a la familia y se le otorgue el carácter de problema
psicosocial, entendiendo así que se requiere los avances provenientes de la
psicología, la terapia familiar y la psicología social para que se incluyan en
la prevención y el tratamiento.
La necesidad más importante en la actualidad consiste en evaluar los
resultados de los distintos programas de prevención y tratamiento de una
manera independiente para evitar las cifras que cada institución proporciona
de acuerdo con las más variadas metodologías.
Se requiere también una capacitación de recursos humanos más realista
e innovadora para renovar el interés en un tema tan relevante, pero que,
por su mal pronóstico actual, tiende a desanimar al personal encargado de
poner en funcionamiento una tarea de grandes dimensiones como la que
se propone Conadic.
Por último, es indispensable contar con modelos que hayan sido probados,
en cuanto a su e cacia, en varios países, con investigaciones y material
didáctico que permita el entrenamiento de recursos humanos en México
que estén a la altura de los estándares internacionales en la materia.
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La propuesta de Crisol consiste en proporcionar una capacitación
integral en lo que nos corresponda y, además, formar parte de un equipo
multidisciplinario en el que las otras versiones de abordaje se discutan y se
combinen lo mejor posible dentro de una posición colaborativa.
Por último, invitar a todos los interesados en adicciones a concurrir a
nuestro Practicum que se realizará en la Ciudad de México el 30 y el 31
de mayo para conocer la puesta en práctica del Modelo Multidimensional,
de Liddle, que ha sido reconocido como el más e caz a nivel internacional
por medio de Investigaciones Basadas en la Evidencia.

Notas
1
Javier Vicencio G. MD, MRCPsych, Director general de Crisol, Centro de
Postgrado en Terapia Familiar.
Calle 23, núm. 15, colonia San Pedro de los Pinos, México, D.F., C.P. 03800,
teléfonos (52) 55-55988467 y 55988647. www.institutocrisol.org
2
Landau, J. (2008). Neurobiology and Adicction: Assisting the family
and Support System to get Resistant loved ones into treatment. AFTA
Monograph Series. Winter 2008: 29-35.
3
Abraham, Kart (1949). Selected papers of Karl Abraham,M.D., Hogarth
Press and the Institute of Psychoanalysis, Londres, 1949.
4
Cancrini, L., La caja de Pandora, Barcelona, Paidós, 1996.
5
Asen, E., Intervención familiar, Barcelona, Paidós, 1997.
6
Ver en www.salud.gob.mx
7
Ver en web:www.institutocrisol.org
8
Elizondo, J.A., El Síndrome de la Borrachera Seca, México, Libberadictus,
AC., 2005.
9
Andersem, T. (1987). The Re ecting Team, Family Process , 26: 415-
428.
10
Gomez de Leon, J., AFTA Monograph Series. Inmigrant families and
Inmigration.Summer, 2006, Vol 2: 34-43.
11
Vicencio, J., “Una experiencia de psiquiatría comunitaria en Inglaterra”,
en Asoc Psiquiátrica, México, 1981.
12
Asen, E. (2001). Multiple Family Therapy. The Malborough Model and its
wider applications. Londres y NY:Karnac Books.
13
Liddle, H. (2005). Multidimensional Family therapy: A science treatment
for adolescence drug abuse, en J. Lebow (ed.), Handbook of clinical
family thaerapy (pp128-163). NY: John Wiley and Sons.

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