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José Carlos Chiaramonte Resumen
José Carlos Chiaramonte Resumen
Introducción
Para nuestro objeto, limitémonos a recordar que el proteccionismo aduanero fue una de
las características más importantes del mercantilismo. Predominó en los países europeos
hasta que las transformaciones económicas generaron durante el siglo XVIII un nuevo
punto de vista, cristalizando en las doctrinas fisiocráticas y más tarde en la economía
clásica inglesa. En los países retrasados lograron relativo éxito algunas prescripciones
liberales con anteriores prácticas mercantilistas. Se trata del neomercantilismo de los
economistas españoles e italianos del siglo XVIII (que fueron los que más interés
despertaron en los círculos criollos, según se comprueba en los escritos de Manuel
Belgrano). Durante el siglo XIX, se mantienen también vigentes en diversos sectores
sociales por el liberalismo en el interior de cada país. La libertad para el comercio con
los ingleses, decidida en 1809 por el virrey Cisneros, y la posterior política de los
gobiernos criollos terminaron de impulsar un proceso de liberalización del comercio
exterior rioplatense. Este proceso satisfacía los intereses del litoral ganadero y agrícola,
pero hería los del interior. Los productores afectados por la competencia extranjera
apelan a representaciones en las que invocan viejos conceptos y practicas mercantilistas
para reclamar la protección de los gobernantes. Durante el periodo de la independencia
-y hasta la Ley de Aduana para 1835- predominan, con algunas variaciones las tarifas
bajas. En general predominó una política tendiente a conciliar los principios liberales
con las necesidades del fisco. Surgieron entonces reclamaciones y protestas de distintos
sectores productivos. Por similares razones los agricultores de Buenos Aires solicitan en
1835 que se dupliquen los derechos de importación de los trigos y las harinas
extranjeros. En otros casos, las expresiones adversas al librecambio van más lejos, no
solo critican la introducción de mercancías extranjeras sino de toda penetración de la
influencia extranjera en el país.
En cuanto a los sectores librecambistas que desde fines del Virreinato en adelante han
de predominar en la política económica, estaban ya conscientes de sus necesidades
desde un comienzo. Los comerciantes de Buenos Aires y los ganaderos del Litoral
propugnan el librecambio por razones poco modificadas a lo largo del siglo XIX: los
comerciantes, como beneficiarios de la mediación en el tráfico internacional por el Río
de la Plata, veían acrecentar sus ganancias en la misma medida que aumentaba el
comercio merced a una política liberal. En cuanto a los ganaderos del litoral, el
librecambio les aseguraba la reciprocidad de otros países para la colocación de sus
productos; pero, sobre todas las cosas, la importación libre o poco gravada significaba
un bajo nivel de los costos de producción. De todos modos, con el correr de los años,
los aranceles del 35 perdieron su eficacia al compás de la inflación y no se adoptaron
otras medidas que complementasen a la Ley de Aduana o que tendiesen a corregir su
paulatina ineficacia.
Hacía los años 1870 vemos aparecer el primer movimiento político argentino que
sustentaba un programa de nacionalismo económico. Los debates de 1875 y 1876 sobre
la Ley de Aduana, fueron la culminación de ese movimiento. La antigua cuestión de las
tarifas y el proteccionismo aduanero volvía a ser la piedra del escándalo y a poner en el
centro de la discusión uno de los problemas más agudos para los argentinos: el de la
dependencia del exterior.
Nuestro trabajo no puede menos que enfrentarse con los problemas, mucho más
generales y complejos, encarados por aquel movimiento: la relación del país con las
potencias industriales y la posibilidad de lograr la plena independencia nacional sobre la
base de la independencia económica fundada en el desarrollo industrial.
La segunda mitad del siglo XIX hasta fines del mismo puede considerarse como la
época de la lana. La producción de la lana pasa a ocupar el primer lugar en la economía
ganadera del Litoral. El predominio de la lana en la economía agropecuaria significaba
un progreso técnico y económico que ha sido destacado por el impulso que otorgó a la
economía argentina. El tipo de mercado al cual servía la producción lanera rioplatense
demandaba avances técnicos que impulsaban la formación de un sector de ganaderos
con características más modernas que las de los dedicados exclusivamente a la cría de
vacuno para saladero. Asimismo, una mayor demanda de mano de obra y el
consiguiente aumento de la población rural, junto a explotaciones de menor extensión
que las tradicionales, son indicios del cambio. Todo ello se traduce en la formación de
un nuevo tipo de estanciero, propietario reciente de campos, generalmente inmigrante.
El quinquenio 1855-60 fue decisivo para el progreso que describimos, pues en el se
producen los mayores esfuerzos tendientes a la renovación del panorama ganadero.
Perturbaciones Monetarias.
Quejábanse los ganaderos, los gastos de explotación crecían, a la par que las deudas
aumentaban su peso en los mismos. Los salarios pagados en papel moneda, aun
manteniendo su valor nominal, representaban un aumento para el trabajador. La baja del
oro moviliza a los afectados, quienes demandan la convertibilidad del papel moneda. En
1866, un grupo que dice estar constituido por hacendados, propietarios y comerciantes,
presenta una petición al gobierno solicitando una ley, que fije el cambio en 25 pesos
papel por uno fuerte.
La Crisis.
La crisis del 66 fue mucho menos aguda en el continente europeo que la anterior (1857)
y la inmediatamente posterior (1872). Pero su importancia fue muy superior a la que
tradicionalmente se le asigna, Solo que la presencia de ciertas circunstancias especiales-
la guerra del Paraguay- tuvo la virtud de atenuar parte de sus efectos. Las
perturbaciones monetarias malograron parte de los beneficios que pudieron haber
obtenido la ganadería y el comercio de exportación de la creciente demanda de lana del
mercado europeo en los años de auge inmediatamente anteriores a la crisis. Hacía 1867
Olivera resume así la situación: el medio circulante había desaparecido; el papel
moneda, único intermediario para las operaciones mercantiles de la Provincia, no existía
sino en una pequeña cantidad que apenas representaba una tercera parte de lo necesario;
se llegó a pagar hasta el 30% anual por prestamos a corto plazo; desde junio de 1866 el
comercio y los ganaderos se alarmaban profundamente por la cercanía de la cosecha de
lanas y la falta de medio circulante; la producción ganadera había crecido muchísimo y
el circulante necesario disminuía sin cesar. Se estimaba que la próxima cosecha de
lanas, habría de absorber en intereses y especulaciones sobre el papel, tal vez mas del
40% de los valores brutos de toda cosecha. El año 1866 terminaba, pues, con esa
sombría perspectiva, agravada por la posibilidad del cierre del mercado de Estados
Unidos para las lanas argentinas. Merced a la falta de circulante, buena parte de esas
utilidades, en lugar de ir a los ganaderos, ingresaban en las arcas de usureros y
especuladores.
El precio fijado por ley se estimó ruinoso para los arrendatarios y, por lo tanto,
imposible de ser pagado. Para terminar de complicar la situación, las aprensiones
respecto de una posible ley proteccionista de los EE.UU., que habría de impedir el
consumo de lana argentina en dicho país, se vieron confirmadas: en 1867 la Ley de
Lanas y Manufacturas de Lana aumentaba los derechos aduaneros sobre la lana sucia (el
95 %, aprox., del valor de la exportación de lana argentina) cerrando así virtualmente su
importación.
En medio de todo esto , (y como si fuera poco!!!), la guerra del Paraguay obligaba al
reclutamiento de la población rural, con lo que la crónica escasez de brazos, dificultaba
mas aun las tareas ganaderas y elevaba los gastos de explotación.
Así es que el año 1867 se cierra para la ganadería de la manera más lúgubre: el ganado
vacuno solo tiene precios por el cuero y el cebo que produce, y los mercados de lana se
restringen de una manera notable. Se estalla la crisis en el año 1867. Un aspecto de la
crisis bastante significativo es la superproducción. Los ganados se desvalorizaban en un
75%, las propiedades territoriales en un 50% y las fincas urbanas en un 33%.
Capítulo III: Reacción De Los Ganaderos Ante La Crisis Y Génesis De Las Tendencias
Industrialistas.
Olivera analiza otros medios de promover el desarrollo capitalista del campo: rebajar el
precio de la tierra para que el pago de los intereses de los capitales empleados en ella,
cuando no absorbían sus productos, abaratar la mano de obra respetando al trabajador y
haciendo que las garantías individuales sean una verdad, disminuir los fuertes impuestos
que pesan sobre la producción rural y además hacer desaparecer el alto interés de los
prestamos para la agricultura, junto con los cortos plazos de sesenta y noventa días, y
establecer al respecto el crédito territorial.
Desde 1867 las páginas de los Anales registran una tentativa de fundar una sociedad
anónima para la industrialización de la lana, como medio de crear una industria que
liberara la principal producción argentina de los perjuicios derivados de las oscilaciones
del mercado internacional. El problema decisivo parece ser la dificultad de conseguir
accionistas. El primer directorio de la fábrica de paños fue integrado, entre otros
hacendados, por el presidente y el secretario de la primera Comisión Directiva de la
Sociedad Rural, José Martínez de Hoz y Eduardo Olivera. Las tendencias industrialistas
surgidas en la Sociedad Rural argentina son llevadas a su expresión mas clara por
Eduardo Olivera y Ezequiel N. Paz. Y aunque no se pronuncien abiertamente por el
proteccionismo, sus formulaciones contienen ya varios de los objetivos principales del
grupo proteccionista de Vicente F. López, entre ellos el de emancipar al país del carácter
de mero proveedor de materias primas a los mercados extranjeros. (Nuestro plan no
debe ser producir mas, sino producir igual cantidad, pero mejorando la calidad y
restableciendo los precios anteriores). Es necesario limitar la tendencia de los capitales a
invertirse en la producción pecuaria, por medio del estímulo a otros ramos, con leyes y
decretos que inclinen las fuerzas productivas hacía otras aplicaciones. Es probable que,
junto al prestigio del liberalismo, el peso de los grandes intereses del comercio exterior
influyese en esta profunda resistencia al proteccionismo, o, por lo menos, a aquel
aspecto del mismo con que se lo identificaba: los gravámenes aduaneros. En buena
medida, la diferenciación de los sectores de la economía todavía no estaba
suficientemente realizada. A comienzos de la década del 70 están ya esbozados los
cauces de una polémica que cobrará nuevo cariz a los pocos años. La falta de
perspectiva para la producción ganadera obliga a la búsqueda de nuevas formas de
producción. El gobierno de Sarmiento, tratando de dar algún apoyo a las iniciativas,
organizó la Exposición nacional de Córdoba, efectuada en 1869.
La protección no se limita a su forma común que es el alza de las tarifas de aduana, sino
consiste también en diversas medidas que fomenten el desarrollo industrial del país. El
resurgimiento del proteccionismo en Europa, al compás de la crisis que dará aliento a
los esfuerzos para socavar el prestigio del liberalismo económico en el Plata, contribuirá
a impulsar el movimiento proteccionista argentino de esos años.
Segunda Parte:
Este proceso se apoya sobre la organización administrativa del país, posibilitada por su
unificación política y exigida, entre otras razones, como base necesaria para obtener el
capital extranjero previsto como medio fundamental de financiación del nuevo
desarrollo de la economía argentina. La Aduana, ahora nacionalizada, se convirtió en
medio clave de las finanzas estatales. Esto originó el temor que los recursos obtenidos
de los gravámenes promoviesen indirectamente cierta forma de proteccionismo. Que el
régimen aduanero tenía un fin exclusivamente fiscal y nunca debía transformarse en un
medio de protección, habrá de ser, entonces, doctrina continuamente invocada en las
Cámaras y medios oficiales, para prevenir de aquel riesgo. Alberdi en su Sistema
económico y rentístico: “La aduana es sobre todo el medio que ha mantenido al mundo
español desierto y silencioso como una eterna necrópolis”
La recién creada Sociedad Rural había organizado una campaña contra esos impuestos,
como medio de armonizar los efectos de la depresión. De todos modos, el carácter de la
Ley de aduana continuaba siendo eminentemente fiscal y el librecambio su
inconmovible supuesto, características que perdurarán hasta 1875.
El objetivo del discurso de López fue atacar la libertad de comercio exterior: señala que
esa libertad condena a una ruina y crisis permanente; que el librecambio conviene a
países manufactureros de gran desarrollo, que así pueden obtener de otros una oferta
constante de las materias primas que necesitan, e impedir que surja en ellos una
industria capaz de elaborar dicha materia prima. En cambio, fomentando nuestras
riquezas, “seríamos independientes y ricos y habríamos llegado a la formula mas alta de
la riqueza económica, que es bastarse a si mismos”; mientras que ahora...” no somos
sino agentes serviles y pagados a módico precio, de las plazas extranjeras”. Lo
propuesto aclara, no consiste en el sistema prohibitivo, sino en un proteccionismo
consagrado a favorecer con erogaciones internas la industrialización de aquellas
materias primas que producimos. “Un camino de fierro, Sr. Presidente -alegaba López-
de los que nosotros favorecemos, representa un capital extranjero que tenemos que
amortizar en un tiempo dado, llevando su valor a las plazas extranjeras y en beneficio
del capitalista extranjero. Tenemos además que abonar los intereses de los intereses, la
proporción del descuento, con las comisiones y el valor de otros servicios que son
indispensables cuando se pide un capital de plazas extranjeras...De modo que puede
decirse que en cada una de estas obras, cuya utilidad relativa no niego, arrendamos
nuestro territorio y lo gravamos fuertemente con una verdadera hipoteca a favor de la
riqueza extraña...” (López).
La Crisis de 1873
Cuando López pronunciaba este discurso, ya había estallado la crisis económica que
reactualizó las condiciones propicias para el desarrollo de un movimiento
proteccionista. En la Argentina dicha crisis tuvo características distintas a la anterior, no
solo por su mayor envergadura, sino, especialmente, por los sectores de la economía
argentina que lesionó. Además por las circunstancias políticas que le acompañaron y
con las que estuvo estrechamente vinculada: entre otras, la revolución mitrista de 1874.
En Europa, la crisis del 73 fue inicialmente una crisis austrogermana, extendida luego a
otros países. A partir de 1869 dos nuevos protagonistas intervienen en el proceso de
industrialización, que hasta entonces se había concentrado en Inglaterra y Francia: son
Estados Unidos y Alemania. En Inglaterra, las características de la crisis son leves.
Inglaterra se encontraba en tal grado de su desarrollo industrial, que cualquier
crecimiento de las exportaciones de mercancías requería un aumento de las
exportaciones de capital; los países exportadores debían ser provistos de recursos para
poder venderles. En Inglaterra no hay crack. La catástrofe de Viena apenas tiene
repercusión en el mercado monetario de Londres. La depresión fue particularmente
prolongada y profunda-especialmente a partir de 1875, cuando comienzan las
bancarrotas-, y se alcanza el fondo de la misma solo en 1878-1879. La mayor parte de
las referencias de contemporáneos descuidan curiosamente el examen de la coincidencia
de la crisis argentina con la europea y atribuyen solo a fenómenos locales la gestación y
desencadenamiento de la crisis de 1873. La crisis del 73 difiere de la del 66, según
dijimos, por los sectores de la economía afectados, mientras en la anterior la producción
lanera sufrió las peores dificultades, en el ciclo posterior, el comercio y las finanzas
estatales fueron los más maltrechos. Pese a esta observación, la crisis de 1873 presenta
el mismo factor desencadenante que la anterior: la caída de los precios de los productos
argentinos en los mercados internacionales.
¿Cuáles fueron las características del breve periodo de auge anterior a la crisis,
prácticamente reducido al año 1872, debido a serios perjuicios derivados de la epidemia
de fiebre amarilla del año anterior?. Una de ellas, fue el vuelco al mercado crediticio de
Buenos Aires, en 1871, de unos 20 millones de pesos fuertes correspondientes al
empréstito de obras públicas contratado durante el gobierno de Sarmiento. Sin embargo,
debe merecer preferente atención el notable repunte de los precios de los productos
argentinos en los mercados europeos. La recuperación de los productos argentinos en el
exterior fue tan rápida y satisfactoria, que hizo olvidar aquellas catastróficas
predicciones de los años de depresión. El ascenso de la economía del país se traduce en
el crecimiento de los gastos y las rentas de la nación. Los gastos ocasionados por la
guerra del Paraguay significaron un fuerte impulso al comercio y a parte de la
producción del país, impulso que contribuyó a aminorar los efectos de la depresión
posterior a la crisis e influyó en los comienzos de la reanimación. El Banco de la
Provincia de Buenos Aires efectuó anticipos al gobierno nacional para gastos de guerra,
por valor de 15 millones de pesos fuertes, desde 1865 en adelante, los cuales fueron
reembolsados con los fondos del empréstito de 1868. Junto con ello, deben anotarse las
grandes cantidades de oro brasilero ingresadas a Buenos Aires para atender los gastos de
la proveeduría de las tropas de ese país. La aplicación de los fondos del empréstito de
obras públicas nunca fue estrictamente aclarada, puesto que gran parte del mismo se
utilizó en gastos no consignados en la ley que los autorizaba. Se trataba de una elevada
suma depositada en el Banco de la Provincia hasta tanto se le diese el destino
correspondiente. Como el depósito devengaba interés, el Banco se vio en la necesidad
de utilizar esas sumas en préstamos a particulares.
La Crisis.
Se inició en marzo de 1873, cuando el Gobierno nacional empezó a retirar fuertes sumas
de su depósito en el Banco de la Provincia y el oro comenzó a exportarse “en pago de
nuestros consumos por falta de productos”, en verdad, por causa de la caída de precios
del año anterior. Hasta las firmas mas sólidas tenían dificultades para conseguir
descuentos; la tierra y las propiedades urbanas eran invendibles por falta de
compradores: las cedulas hipotecarias bajaban y no había banquero ni particular que
quisiera conceder prestamos sobre ellas; la industria y el comercio sufrían ya seriamente
la falta y “carestía” del medio circulante. El segundo periodo de la crisis comienza
inmediatamente en el mismo septiembre de 1873. El Banco Nacional no pudo siquiera
completar los 3 millones de pesos fuertes que exigía la ley de su creación para dar
comienzo a las operaciones y tuvo que solicitar auxilio financiero al Gobierno; desde
septiembre comenzaron las quiebras, que llagaron a un promedio de 8 o 10 por mes a
comienzos de 1874. La intranquilidad política se unió al sombrío panorama y
contribuyó a agravar las cosas. El mitrismo, disconforme con los resultados de las
elecciones presidenciales, conspiraba activamente, En septiembre de 1874 se produjo la
rebelión armada de Mitre y sus partidarios. Rápidamente dominada, sus efectos en lo
económico fueron más prolongados, puesto que agravó la depresión en todos los
terrenos. La quiebra del Banco Argentino, que inmovilizó unos 8 millones de pesos
fuertes de sus depósitos, en octubre de 1874, agudizó la penuria de medio circulante. El
año 1875 se inició, pues, con pésimos pronósticos.
“No hay nada mas cobarde que el oro -se lee en un periódico de febrero de 1875- es lo
primero que se oculta y desaparece en cuanto hay algún acontecimiento grave”, singular
reflejo del decrecimiento de las reservas metálicas, en constante disminución desde
fines de 1872. Los prestamos e inversiones extranjeras y las importaciones de años
anteriores devoraban rápidamente las reservas en oro de un país cuya principal
producción sufría la caída de los precios internacionales. En junio de 1875, la Oficina
escapó milagrosamente, comenta Balbín, gracias a la cooperación de algunos bancos
que prestaron fuertes sumas; pero en mayo de 1878 cerró sus puertas, inaugurando un
nuevo periodo de inconvertibilidad que habría de durar hasta 1881. Este fue justamente
el momento en que el movimiento proteccionista encaró la reforma del proyecto de Ley
de Aduana para 1876, en el debate iniciado el 14 de septiembre de 1875 en la Cámara de
Diputados de la Nación, que reseñamos mas adelante.
La política del Acuerdo de San Nicolás refleja la experiencia de treinta años de luchas
internas generadas por la oposición de intereses entre las distintas regiones del país.
Estaba claro para todas las provincias, excepto para Buenos Aires, que tanto las
tendencias separatistas como las de predominio de una región sobre el resto eran
impracticables. Rechazando el Acuerdo, triunfó el separatismo y constituyóse el Estado
de Buenos Aires. Luego de Cepeda y Pavón, predominaba la tendencia a la unidad con
el resto del país, pero aspirando a imponer los intereses de Buenos Aires, política que
encarnará el mitrismo, y terminará derrotada en el 80. No obstante, pese a que en el 80
el problema de la organización nacional parece resolverse sobre la base de la
conciliación con el Interior, el crecimiento deformado del país no cesará, como fruto,
entre otros, del triunfo del liberalismo económico y de la dependencia económica de
Argentina con respecto a Inglaterra. La política de organizar el país conciliando los
intereses de las distintas regiones será asumida en Buenos Aires por el alsinismo, luego
que este partido modifique su posición inicial y tienda a borrar el recuerdo del agresivo
porteñismo que lo caracterizó durante su nacimiento y que le diera el nombre.. Esto
condice con el hecho que el proteccionismo de los años 70 surgiera en el seno del
alsinismo. Organizado y dirigido por Vicente Fidel López, posteriormente se hizo
incompatible con ese partido por cuanto el historiador lo convirtió en un movimiento de
nacionalismo económico. Como tal, excedía los alcances del proteccionismo entendido
como formula de transacción con los sectores que necesitaban barreras contra la
competencia extranjera. Proteccionismo, insistimos, no es sinónimo de nacionalismo
económico. Y las intenciones de López se orientaban decididamente en este último
sentido, de acuerdo con su pasado político caracterizado por un fuerte sentimiento
nacional.
Según Alberdi la influencia del romanticismo y del socialismo utópico señalaba, con la
generación del 37, los comienzos de la reacción contra el predominio absoluto del
liberalismo económico, que será renovada en el nacionalismo económico de Vicente
López. En el curso de la polémica desarrollada en Argentina, los librecambistas
apelaban al ejemplo de Inglaterra y a la autoridad y prestigio de los economistas
liberales, desde Adam Smith hasta Mac Culloch. Por su parte, los proteccionistas
impugnan la conveniencia histórica de tales ejemplos y autoridades, salvo en el caso de
algunos economistas liberales, Rossi, Stuart Mill, etc., que admiten el proteccionismo
como expresión conveniente a naciones jóvenes. Podemos comprobar en López, como
en Heredia otros de los antes citados, que prevalece en ellos uno de los aspectos de las
manifestaciones históricas de la pasada centuria: la concepción de que el distinto curso
histórico seguido por cada pueblo produce distintas realidades sociales que es necesario
captar en sus peculiaridades para aplicar correctamente los principios económicos. Es
decir, un relativismo económico, que se limita a la faz de la aplicación practica de las
teorías económicas, sin llegar a una concepción relativista de esa teoría.
Apuntalando sus reflexiones con ejemplos históricos, añade el autor de la Bases que los
amigos de la libertad comercial no lo son de la libertad política y si, en cambio, los
proteccionistas. “El liberalismo ingles es de circunstancias y transitorio; el día que todo
el mundo este tan fuerte y rico como Inglaterra, esta nación volverá a darse el Acta de
Cronwell” Este texto de Alberdi -Obras selectas, Estudios políticos- revela un notable
cambio con respecto a lo escrito en las Bases y reiterado en el Sistema rentístico, según
hemos visto.
Cuando, en 1904, el anónimo autor de La política argentina zahiere con tanta acritud el
sistema político del país dirigido por lo que él llama “oligarquía” -Roca, Pellegrini,
Mitre y B. De Irigoyen-, describe en cierta medida el mismo tipo de actividad política
que intentaron aventar los rebeldes fundadores del Partido Republicano en 1877. El
autor de este folleto, señala que lo que anda en juego en las luchas electorales no son los
programas teóricos ni las ideas económicas o sociológicas de los partidos, sino la
influencia personal de cada uno de los integrantes de aquella “oligarquía”. “Estamos
cansados de los errores y de los grandes actos de los partidos personales -protesta Lucio
V. López-. Queremos que una vez por todas consigamos ser sinceros y francos al
declarar que deseamos la organización de verdaderos partidos de principios”. La falta de
capitales en el país, la tendencia a invertir solamente en actividades agropecuarias y a
rehuir la inversión industrial, la insuficiencia de las tarifas aduaneras y otras medidas
parciales para engendrar una industria de gran envergadura, impulsan a Vicente F.
López y sus acólitos a reconocer como imprescindible la actuación en más vasta escala,
a través del Estado. Si querían desarrollar la gran industria nacional.
Mitrismo y Alsinismo
Piezas decisivas del proceso electoral constituían los jueces de paz y comandantes
militares de la campaña, mucho más fecundos en su acción allí donde el control opositor
se hallaba inerme. En verdad, todo el sistema representativo en la Argentina de la época
parecía existir solamente como medio de ofrecer una imagen civilizada del país al
extranjero. El poder real funcionaba por otros carriles.
El alsinismo dentro de una orientación similar a la mitrista, presenta un matiz que señala
su mayor adecuación al sector ganadero de la burguesía de la provincia de Buenos
Aires. Pero como este grupo productor sufre las consecuencias de la subordinación al
mercado europeo, ya que depende de precios fijados en el exterior y de las compras que
este realiza, muestra una actitud de mayor independencia hacia Europa y, por el mismo
motivo, de mayor acercamiento al Interior.
Proteccionismo Y Liberalismo
Una peculiaridad, revela el enorme peso del liberalismo en Argentina de aquellos años y
la intima resistencia a profesar una política que, como la proteccionista, hería
parcialmente a los principios liberales abrazados por la mayoría de la clase dirigente.
Consistía en una permanente actitud de justificación por la adhesión al proteccionismo.
Se teme, al atacar el librecambio, parecer enemigo del liberalismo. Aun mas, es visible
en muchos el temor de ser tildados de rosistas, acusación que hábilmente, utilizan los
librecambistas. En el debate de 1876 puede observarse una mayor soltura en los
proteccionistas, que se traduce en tajantes adhesiones a la política económica que
propugnan. Afirman defender al proteccionismo como un recurso transitorio, como una
etapa necesaria para asentar realmente al país en los cauces liberales; y critican a los
librecambistas porque su liberalismo económico provocaba la subordinación del país a
Inglaterra. Se trata, en realidad, de un liberalismo nacionalista que, merced a cierta
impregnación de historicismo romántico, formula restricciones momentáneas a la
vigencia plena del liberalismo en el campo económico, como un medio de alcanzarlo en
una etapa posterior.
Mitre en el debate de 1879 insistía en que la Ley de Aduana solo debe tener un fin
rentístico y no debe convertirse en medio de protección; el estado mas feliz para un
pueblo sería aquel donde no existiesen barreras aduaneras.
El 29 agosto de 1875 tuvo lugar una reunión, convocada por un grupo de industriales,
donde luego de redactarse un breve reglamento provisional, en el que consta el objetivo
de fomentar la industria nacional y defender sus intereses, se nombró la primera
comisión del Club Industrial. El industrial sostenía que los sistemas librecambistas y
proteccionista, que se han formado en situaciones económicas bien determinadas, nada
tienen que hacer entre nosotros, que necesitamos ser eclécticos. Una petición presentada
al Congreso nacional critica el proyecto del Poder Ejecutivo de la Ley de Aduana para
1876, alegando que si bien el mismo aumentaba los gravámenes, ello no significaba que
protegiese la industria nacional. El Club tendía a cultivar una cordial relación con
ciertos sectores del poder. En diciembre de 1875 el Club solicitaba al gobierno de la
Provincia que en el Directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires hubiese en
adelante mayoría de productores e industriales nacionales y que el Banco destinase las
dos terceras partes de su crédito a productores e industriales. En cuanto a los
legisladores, las Cámaras de Diputados y Senadores de la Provincia de Buenos Aires se
destacan por su constante estímulo a las actividades del Club.
Composición Social del Club Industrial
Conflictos Ideológicos
El tono a la campaña periodística del Industrial era de marcada agresividad contra los
representantes de la tendencia librecambista. Pero había otros factores que estimularon
la reacción liberal contra el Club. Nos referimos a la aparición, en el periódico y en
otras actividades del Club Industrial, de una tendencia ideológica a primera vista
sorprendente en ese momento y en una institución que parecía representar al capital
industrial. Se trata de las doctrinas de Proudhon y otros socialistas o anarquistas
europeos.
No resulta posible una evaluación precisa del desarrollo industrial de esos años, debido
a la escasez y deficiencias de las estadísticas existentes. Durante el periodo que nos
ocupa, la producción industrial del país se efectuaba en gran parte bajo diversas formas
precapitalistas, sobre todo en el Interior. En Buenos Aires, aunque el pequeño taller
capitalista parece haber existido en reducido número desde mucho antes, también
subsisten las antiguas formas de producción. Hacía 1853, según el censo de ese año, la
ciudad de Buenos Aires contaba con 746 talleres y 106 fábricas; pero no es posible
determinar con exactitud la magnitud de ambas clases de establecimientos. Estas
fábricas ocuparían unos dos mil obreros. Los productos argentinos son, generalmente,
artículos de primera necesidad, de fabricación sencilla, entre los cuales figuran, en
primer lugar, las transformaciones del grano del trigo. Se comprueba, una neta
diferenciación entre un pequeño número de industrias elaboradoras de productos o
subproductos agropecuarios, que concentran la mayor parte del capital industrial y
poseen por lo general cierto desarrollo técnico, y por otro lado, una gran cantidad de
establecimientos pequeños. Pero la diferencia no estriba solo en el monto del capital y
en el grado de tecnificación de la producción. En muchos casos, las industrias mayores
estaban en manos de miembros de la burguesía terrateniente, quienes las explotaban o
financiaban. Para este sector de la industria argentina tiene valor, entonces, lo que
afirma Dorfman basándose sobre los datos del Censo nacional de 1895, pues los
caracteres ya despuntan 20 años antes. “...en lo fundamental, la burguesía argentina nace
estrechamente ligada al campo, supeditada casi por completo a las actividades básicas
que presiden el desarrollo de la economía nacional...la burguesía industrial argentina no
nace libre. Depende estrechamente de la tierra y se siente obligada con sus
usufructuarios por más de un lazo de consanguinidad. La industria juega, por eso, un
papel secundario y opta por colocarse bajo la tutela de sus ascendientes directos.” Pero
no es este el sector de industriales que predomina en el Club Industrial. Por el contrario,
se trata de artesanos y pequeños capitalistas, muchos de ellos inmigrantes.
Los altos gravámenes vigentes desde la Ley de Aduana para 1876 tuvieron algunos
efectos considerables. La importación por habitante disminuyó sensiblemente y en 1876
se registró, por primera vez en el periodo, un saldo favorable en la balanza de comercio,
que persistió, con algunas variantes, en los años que siguieron. Pero las rentas fiscales,
lejos de aumentar, disminuyeron en los primeros dos años, confirmando los temores de
Avellaneda de que un impuesto demasiado alto hiciera disminuir fuertemente la
importación, anulando el efecto de los mayores ingresos que podría haber brindado el
aumento de los gravámenes. La ley para 1876 había movilizado el espíritu de empresa
de numerosos industriales y aspirantes a serlo. Esto puede comprobarse en los
testimonios adversos a la proyectada y aprobada rebaja de los aranceles para el año
1877. Los datos consignados revelan que el fuerte aumento de los aranceles en 1876
proporcionaba suficiente amparo contra la competencia extranjera a una serie de
industrias livianas, casi todas dedicadas a la producción de alimentos, mobiliario y
vestuario.
Pese a las características de los fundadores del Club, se intentó abrirlo a otros sectores
de la economía, posiblemente como un medio de fortalecerlo mediante el ingreso de
otros miembros de la burguesía argentina, de la misma manera que se buscaba apoyo en
las vinculaciones políticas. En torno a estos socios se habrá de producir la división del
Club, cuando, debilitado el movimiento proteccionista y en auge la política de
conciliación, la prédica intransigente de El Industrial contra el librecambio y sus
partidarios locales se hace molesta a quienes, por diversas razones, poseen
vinculaciones y se sienten solidarios con los dirigentes liberales de la política
económica oficial. El 1ro de enero de 1879 aparece La Industria Argentina, órgano del
Centro Industrial que acaban de constituir los renunciantes. A través de los primeros
números de La Industria Argentina, donde abundan los ataques al Club Industrial, se
advierte que unos de los objetivos principales del Centro es realizar una campaña
antiproteccionista. Mientras el Club Industrial rivalizaba con la Sociedad Rural
Argentina -en momentos que los ganaderos se desinteresaban del proteccionismo,
entusiasmados por las perspectivas del frigorífico- el Centro Industrial Argentino
solicitaba a la Sociedad Rural, para llevar adelante sus primeras actividades, un local
donde funcionar. La polémica en torno a los conceptos de industria y de industriales es
útil para deducir la orientación divergente de la política de ambas instituciones. Es
necesario no confundir industrias con artes y oficios, aduce intencionadamente el
órgano del Centro, y agrega que la industria argentina es raquítica, con lo que da a
entender que lo que los dirigentes del Club llaman industria eran en su mayoría talleres
artesanales. El nuevo director de El Industrial contesta que el Club y su periódico
entienden por industria a las manufacturas y a las artesanías. La condición artesanal de
parte de los integrantes del Club fue blanco de la crítica de los renunciantes, molestos
por la hiriente campana proteccionista del Industrial.
Cuestiones Ideológicas
Apenas fundado el Club, El Correo Español, diario librecambista de Buenos Aires que
se hacía eco de los intereses del comercio, manifestaba que el fomento industrial,
auspiciado por el Club, provocaría la aparición de la internacional y sus secuelas. El
Industrial rechaza este argumento contra el proteccionismo, sosteniendo que esta
política habría de contribuir, en cambio, a evitar la cuestión social. La Libertad, diario
de Buenos Aires redactado por Manuel Bilbao, llegó a calificar de comunistas a los
miembros del Club, cuyo espíritu le parecía similar al que movía las luchas del
proletariado europeo. Este tipo de discusión continuó durante los años siguientes,
favorecida por la preocupación que causaba en Buenos Aires la llegada de inmigrantes
socialistas y anarquistas, algunos de ellos obligados por las persecuciones políticas de
sus países de origen. Curiosamente, puede comprobarse la perduración, aun en los años
70, de la influencia del socialismo utópico que había difundido la generación del 37. En
1877 El Industrial -con apoyo de El nacional- continúa polemizando con La Libertad,
que le dirige acusaciones de socialismo. A ellas responde el órgano del Club Industrial,
calificando a su adversario de representante del comercio extranjero. El Superintendente
del Primer Censo nacional, efectuado en 1869, al publicar sus resultados, expresa
preocupación por el peligro de la internacional y del comunismo, a raíz del pauperismo
de la población argentina que revelan los datos.
En septiembre de 1868 una ley había autorizado al Poder Ejecutivo nacional a invertir la
suma de 8.000 pesos fuertes para premiar al inventor o introductor del mejor sistema de
conservar carne fresca para su explotación en gran escala. El primer éxito correspondió
al sistema Tellier y fue ensayado en el vapor Le Frigorifique. El sistema Carre Julien,
obtuvo mejores resultados y terminó por entusiasmar a los ganaderos del Plata. El
promisorio panorama que asoma absorberá el interés de los ganaderos, contribuyendo a
debilitar las tendencias industrialistas. Aunque pasarían aun algunos años antes que se
concretase la organización de la industria frigorífica y del transporte de carnes, los
ganaderos argentinos comenzaron inmediatamente a prepararse para las nuevas
perspectivas. La mestización de sus haciendas a través de la importación de ejemplares
de raza, la intensificación del alambrado de los campos, y otras medidas, así lo indica.
En julio de 1877 de aprobó en el Parlamento nacional una ley que liberaba de derechos
la exportación de carne fresca. El primer frigorífico fue de capital argentino y dejó de
funcionar en 1898, y será el capital ingles el que comience a establecer realmente la
industria en el país.