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José Carlos Chiaramonte

NACIONALISMO Y LIBERALISMO ECONÓMICOS EN ARGENTINA. 1860-1880

Introducción

Para nuestro objeto, limitémonos a recordar que el proteccionismo aduanero fue una de
las características más importantes del mercantilismo. Predominó en los países europeos
hasta que las transformaciones económicas generaron durante el siglo XVIII un nuevo
punto de vista, cristalizando en las doctrinas fisiocráticas y más tarde en la economía
clásica inglesa. En los países retrasados lograron relativo éxito algunas prescripciones
liberales con anteriores prácticas mercantilistas. Se trata del neomercantilismo de los
economistas españoles e italianos del siglo XVIII (que fueron los que más interés
despertaron en los círculos criollos, según se comprueba en los escritos de Manuel
Belgrano). Durante el siglo XIX, se mantienen también vigentes en diversos sectores
sociales por el liberalismo en el interior de cada país. La libertad para el comercio con
los ingleses, decidida en 1809 por el virrey Cisneros, y la posterior política de los
gobiernos criollos terminaron de impulsar un proceso de liberalización del comercio
exterior rioplatense. Este proceso satisfacía los intereses del litoral ganadero y agrícola,
pero hería los del interior. Los productores afectados por la competencia extranjera
apelan a representaciones en las que invocan viejos conceptos y practicas mercantilistas
para reclamar la protección de los gobernantes. Durante el periodo de la independencia
-y hasta la Ley de Aduana para 1835- predominan, con algunas variaciones las tarifas
bajas. En general predominó una política tendiente a conciliar los principios liberales
con las necesidades del fisco. Surgieron entonces reclamaciones y protestas de distintos
sectores productivos. Por similares razones los agricultores de Buenos Aires solicitan en
1835 que se dupliquen los derechos de importación de los trigos y las harinas
extranjeros. En otros casos, las expresiones adversas al librecambio van más lejos, no
solo critican la introducción de mercancías extranjeras sino de toda penetración de la
influencia extranjera en el país.

El proteccionismo - tendencia político-económica que hace de los gravámenes al


comercio exterior un medio de defensa de la producción local - varía su significación
según los intereses que exprese; o podrá ser también manifestación de una clase social.
Es decir, en un caso, mera expresión de intereses corporativos; y en el otro,
manifestación de los intereses de una clase. También el proteccionismo pudo ser
expresión de intelectuales de postura nacionalista en lo económico. En cuanto a su
adopción por los gobernantes, como política económica del país o de una provincia fue,
programa consciente de industrialización, o simple recurso de equilibrio político. Así la
Ley de Aduana para 1835 elevó los aranceles para restablecer el equilibrio político
amenazado por la rebelión de los caudillos provinciales ante el librecambio.

Generalmente, el proteccionismo tuvo en la Argentina manifestaciones restringidas a los


intereses de cada sector. En alguna oportunidad, alcanzó también a conformar una
especie de particularismo regional. Pero ninguna de las numerosas manifestaciones
proteccionistas anteriores a la de 1875 llega a concebir un área política de desarrollo
económico nacional basado en la industrialización. No es posible considerar la Ley de
Aduana de 1835 como una manifestación de política industrialista. Los ganaderos del
Litoral constituían, por naturaleza, uno de los sectores que más necesitaba el
librecambio.

En cuanto a los sectores librecambistas que desde fines del Virreinato en adelante han
de predominar en la política económica, estaban ya conscientes de sus necesidades
desde un comienzo. Los comerciantes de Buenos Aires y los ganaderos del Litoral
propugnan el librecambio por razones poco modificadas a lo largo del siglo XIX: los
comerciantes, como beneficiarios de la mediación en el tráfico internacional por el Río
de la Plata, veían acrecentar sus ganancias en la misma medida que aumentaba el
comercio merced a una política liberal. En cuanto a los ganaderos del litoral, el
librecambio les aseguraba la reciprocidad de otros países para la colocación de sus
productos; pero, sobre todas las cosas, la importación libre o poco gravada significaba
un bajo nivel de los costos de producción. De todos modos, con el correr de los años,
los aranceles del 35 perdieron su eficacia al compás de la inflación y no se adoptaron
otras medidas que complementasen a la Ley de Aduana o que tendiesen a corregir su
paulatina ineficacia.

El predominio británico en el comercio del Río de la Plata siguió imperturbable. Las


sucesivas rebajas de los aranceles motivadas por apremios económicos derivados de los
bloqueos y las modificaciones de fines de 1841 pusieron fin a la política proteccionista
de este periodo.

Hacía los años 1870 vemos aparecer el primer movimiento político argentino que
sustentaba un programa de nacionalismo económico. Los debates de 1875 y 1876 sobre
la Ley de Aduana, fueron la culminación de ese movimiento. La antigua cuestión de las
tarifas y el proteccionismo aduanero volvía a ser la piedra del escándalo y a poner en el
centro de la discusión uno de los problemas más agudos para los argentinos: el de la
dependencia del exterior.

Nuestro trabajo no puede menos que enfrentarse con los problemas, mucho más
generales y complejos, encarados por aquel movimiento: la relación del país con las
potencias industriales y la posibilidad de lograr la plena independencia nacional sobre la
base de la independencia económica fundada en el desarrollo industrial.

El nacionalismo, en un país con acentuada dispersión geográfica traducida en fuertes


regionalismos, fue fundamentalmente patrimonio de reducidos círculos intelectuales o
aspiración latente en el pueblo. La llamada “Organización nacional”, la unificación del
país y la consolidación de sus instituciones en la segunda mitad del siglo XIX, se
lograron con el apoyo de las necesidades europeas de ampliar mercados. “Es imposible
tener independencia-advertía Fidel López- cuando un pueblo no se basta a sí mismo,
cuando no tiene para consumir todo aquello que necesita”. Las advertencias de los
líderes proteccionistas tuvieron amplía resonancia cuando fueron lanzadas en medio de
una fuerte crisis económica, pero perdieron rápidamente interés, pocos años mas tarde,
cuando la perspectiva de una rápida y fácil prosperidad sedujo a la clase dirigente. La
burguesía argentina, fundamentalmente terrateniente y comercial, era por naturaleza
enemiga del proteccionismo y el sector industrial fue y siguió siendo demasiado débil
como para sustentar un movimiento político portador de un programa como el del grupo
de López. Los distintos sectores burgueses interesados en la protección se conformaban
fácilmente con el aumento de los aranceles, quedando relegado el proteccionismo como
instrumento de nacionalismo económico.
Primera Parte: Gestación Dell Movimiento Proteccionista.

Capítulo I: La Época De La Lana.

La segunda mitad del siglo XIX hasta fines del mismo puede considerarse como la
época de la lana. La producción de la lana pasa a ocupar el primer lugar en la economía
ganadera del Litoral. El predominio de la lana en la economía agropecuaria significaba
un progreso técnico y económico que ha sido destacado por el impulso que otorgó a la
economía argentina. El tipo de mercado al cual servía la producción lanera rioplatense
demandaba avances técnicos que impulsaban la formación de un sector de ganaderos
con características más modernas que las de los dedicados exclusivamente a la cría de
vacuno para saladero. Asimismo, una mayor demanda de mano de obra y el
consiguiente aumento de la población rural, junto a explotaciones de menor extensión
que las tradicionales, son indicios del cambio. Todo ello se traduce en la formación de
un nuevo tipo de estanciero, propietario reciente de campos, generalmente inmigrante.
El quinquenio 1855-60 fue decisivo para el progreso que describimos, pues en el se
producen los mayores esfuerzos tendientes a la renovación del panorama ganadero.

Además de factores internos, algunas circunstancias internacionales, como la incidencia


de la guerra de Crimea, favorecieron el auge lanar. Luego, la guerra civil de los Estados
Unidos.

Capítulo II: La Crisis de 1866

En su transcurso se gestaron las condiciones para el movimiento proteccionista de la


década siguiente. Conviene advertir, la lógica incidencia de la producción lanera en el
curso de la crisis, su importancia dentro del conjunto de la economía. Puesto que si
observáramos otros sectores de la producción -el cuero, por Ej.- podría parecernos que
la repercusión de la crisis en el Plata fue notablemente débil.

Perturbaciones Monetarias.

Distintos factores que caracterizaron el estallido y el desarrollo de la crisis están


presentes desde 1864. Ese año comienza a escasear el medio circulante. Un índice de lo
cual lo constituyen los altos intereses que llegó a cobrarse por los préstamos. El
gobierno de la provincia de Buenos Aires ensayó algunas medidas para defender el
papel moneda. El P.E. provincial, por otra parte, resolvió hacer suya la disposición del
Directorio del Banco de la Provincia por la cual se restablecía la convertibilidad del
papel moneda a razón de un peso fuerte por cada veinticinco pesos papel. Las medidas
adoptadas por el Banco para limitar el uso del crédito con fines de especulación,
perecen haber conjurado momentáneamente el peligro. En la desvalorización constante
del peso papel no dejaba de influir la desfavorable balanza del comercio exterior.
Valorización del Peso Papel.

Pero súbitamente el problema monetario invierte sus términos. Desde comienzos de


1864 cesa la continua desvalorización del papel moneda para dar lugar, al poco tiempo,
a un proceso inverso. Mientras después de las emisiones del 61 la circulación no había
crecido, sino que hasta había sufrido una pequeña disminución, la producción había
continuado en fuerte y constante ascenso, especialmente por el vuelco hacía la cría de
oveja de la década anterior. En ese ascenso no dejaba de influir favorablemente la
misma desvalorización del peso papel que tantos trastornos causaba en otros terrenos.
Esta valorización del papel moneda provocaba vivas reacciones de disgusto entre los
ganaderos. Con el desnivel que se producía entre el valor de los productos y los gastos
de explotación en la agricultura y la ganadería, la ruina era inevitable en poco tiempo.
De allí que sea visto con muy buenos ojos el proyecto de creación de una Oficina de
Cambio- oficina del Banco de la Provincia que debía cambiar por papel, todo oro que se
le presentase-.

La valorización perjudicaba al ganadero y al comercio de exportación en general, por


cuanto disminuía el poder adquisitivo de la moneda extranjera.

Quejábanse los ganaderos, los gastos de explotación crecían, a la par que las deudas
aumentaban su peso en los mismos. Los salarios pagados en papel moneda, aun
manteniendo su valor nominal, representaban un aumento para el trabajador. La baja del
oro moviliza a los afectados, quienes demandan la convertibilidad del papel moneda. En
1866, un grupo que dice estar constituido por hacendados, propietarios y comerciantes,
presenta una petición al gobierno solicitando una ley, que fije el cambio en 25 pesos
papel por uno fuerte.

El movimiento alcanza expresiones agudas al chocar con la resistencia oficial o con la


oposición de los sectores interesados en la valorización, el principal de los cuales lo
constituían los comerciantes importadores. La falta de moneda venía arruinando desde
1864 al comercio lícito.

La Crisis.

La crisis del 66 fue mucho menos aguda en el continente europeo que la anterior (1857)
y la inmediatamente posterior (1872). Pero su importancia fue muy superior a la que
tradicionalmente se le asigna, Solo que la presencia de ciertas circunstancias especiales-
la guerra del Paraguay- tuvo la virtud de atenuar parte de sus efectos. Las
perturbaciones monetarias malograron parte de los beneficios que pudieron haber
obtenido la ganadería y el comercio de exportación de la creciente demanda de lana del
mercado europeo en los años de auge inmediatamente anteriores a la crisis. Hacía 1867
Olivera resume así la situación: el medio circulante había desaparecido; el papel
moneda, único intermediario para las operaciones mercantiles de la Provincia, no existía
sino en una pequeña cantidad que apenas representaba una tercera parte de lo necesario;
se llegó a pagar hasta el 30% anual por prestamos a corto plazo; desde junio de 1866 el
comercio y los ganaderos se alarmaban profundamente por la cercanía de la cosecha de
lanas y la falta de medio circulante; la producción ganadera había crecido muchísimo y
el circulante necesario disminuía sin cesar. Se estimaba que la próxima cosecha de
lanas, habría de absorber en intereses y especulaciones sobre el papel, tal vez mas del
40% de los valores brutos de toda cosecha. El año 1866 terminaba, pues, con esa
sombría perspectiva, agravada por la posibilidad del cierre del mercado de Estados
Unidos para las lanas argentinas. Merced a la falta de circulante, buena parte de esas
utilidades, en lugar de ir a los ganaderos, ingresaban en las arcas de usureros y
especuladores.

Es interesante comprobar, que en el continente europeo la crisis del 66 fue precedida


también por fuertes disturbios monetarios dentro del periodo de auge anterior. 1865 y
1866 son de este modo, años de auge para la economía europea; en este periodo
dominado por dos hechos fundamentales: el triunfal desarrollo del librecambio en
Inglaterra y Francia, y la guerra civil norteamericana.

Otros factores, anteriores a la crisis misma, agravan en el Plata la situación de los


ganaderos. Por ley de noviembre de 1864, se disponía la venta de tierras públicas
existentes dentro de la línea de fronteras. Para el caso de estar ocupadas por
arrendamientos- casi todas lo estaban- se establecía un plazo de seis meses para que se
presentasen a solicitar la compra de sus campos, vencido el cual, estos saldrían a
subasta.

El precio fijado por ley se estimó ruinoso para los arrendatarios y, por lo tanto,
imposible de ser pagado. Para terminar de complicar la situación, las aprensiones
respecto de una posible ley proteccionista de los EE.UU., que habría de impedir el
consumo de lana argentina en dicho país, se vieron confirmadas: en 1867 la Ley de
Lanas y Manufacturas de Lana aumentaba los derechos aduaneros sobre la lana sucia (el
95 %, aprox., del valor de la exportación de lana argentina) cerrando así virtualmente su
importación.

En medio de todo esto , (y como si fuera poco!!!), la guerra del Paraguay obligaba al
reclutamiento de la población rural, con lo que la crónica escasez de brazos, dificultaba
mas aun las tareas ganaderas y elevaba los gastos de explotación.

Así es que el año 1867 se cierra para la ganadería de la manera más lúgubre: el ganado
vacuno solo tiene precios por el cuero y el cebo que produce, y los mercados de lana se
restringen de una manera notable. Se estalla la crisis en el año 1867. Un aspecto de la
crisis bastante significativo es la superproducción. Los ganados se desvalorizaban en un
75%, las propiedades territoriales en un 50% y las fincas urbanas en un 33%.

{Acabamos de ver las circunstancias locales que preparan y acentúan la crisis.}

La Guerra Del Paraguay Y Sus Efectos Sobre La Economía Argentina


Pese a lo que suele deducirse con frecuencia, la mencionada guerra, lejos de agravar la
crisis atenuó sus consecuencias, aunque no se observe esto en el sector de la lana, y
estimuló la reanimación económica. “Los raudales de oro brasilero que se incorporaron
a los negocios argentinos, provocaron una fiebre de especulaciones en tierras y en todo
genero de valores ficticios, que, hacía fines de la presidencia de Sarmiento, terminaron
en un crack formidable”. Si bien la producción de lana no se vio favorecida por estos
hechos, es un buen Ej. el caso de los cueros. Esto, junto a los grandes beneficios que el
gran comercio de Buenos Aires hubo de obtener por la guerra, contribuyó a dar a esta
crisis las características que señalábamos.

Capítulo III: Reacción De Los Ganaderos Ante La Crisis Y Génesis De Las Tendencias
Industrialistas.

Las tendencias proteccionistas están presentes en todos los momentos de nuestra


historia. El proteccionismo se caracteriza por dos hechos significativos: haber logrado
una victoria parcial de importancia, la de 1875 y ensamblarse en todo un programa de
desarrollo industrial moderno, como el sostenido por Vicente F. López. ¿Cuales son las
razones de esta singular fuerza del movimiento proteccionista de la década del 70?.
Entre otras, la de haber contado con un factor decisivo: la participación de los ganaderos
dedicados al lanar en la provincia de Buenos Aires. El impulso inicial de estas
tendencias se debe a la actividad de un grupo de estancieros empeñados en combatir las
características tradicionales de la explotación agropecuaria del país e impulsar su
desarrollo capitalista. La diversificación de la producción, síntoma de crecimiento
capitalista en el campo, es uno de los primeros recursos esbozados durante la crisis. La
combinación de agricultura y ganadería es uno de los temas preferidos de Eduardo
Olivera, la figura de más relieve entre dichos ganaderos. La diversidad de producción es
el medio de asegurar la riqueza de un país, debe combinarse el pastoreo con la labranza.
Señala el aumento de la renta que ocasiona tal combinación, y de la plantación de
bosques, como medio de proteger las tierras contra la erosión. Con tal fin elabora un
proyecto de chacra modelo, que presenta a la Legislatura Provincial. Tales innovaciones
caracterizan el programa del grupo de estancieros que en 1866 funda la Sociedad Rural
Argentina, como un medio de organizar su aplicación. Eduardo olivera encabeza la
iniciativa y es elegido secretario de la entidad. Sostiene que, como en todos los países
nuevos y pastores, estamos pasando una época de transición.

Olivera analiza otros medios de promover el desarrollo capitalista del campo: rebajar el
precio de la tierra para que el pago de los intereses de los capitales empleados en ella,
cuando no absorbían sus productos, abaratar la mano de obra respetando al trabajador y
haciendo que las garantías individuales sean una verdad, disminuir los fuertes impuestos
que pesan sobre la producción rural y además hacer desaparecer el alto interés de los
prestamos para la agricultura, junto con los cortos plazos de sesenta y noventa días, y
establecer al respecto el crédito territorial.

Un artículo de Felipe Senillosa, publicado en los Anales, atacaba los derechos de


exportación y recomendaba, para compensar la recaudación fiscal, el aumento de los
derechos de importación. Sin aludir directamente al proteccionismo, argumentaba que
las teorías económicas son generales y deben sufrir grandes alteraciones con la práctica.
La propia Sociedad Argentina peticionaba en el mismo sentido.

El prestigio de la ideología liberal, unido al temor de ser sospechosos de rosismo,


determina que, hasta mediados de la década siguiente, las pocas y tímidas sugerencias
proteccionistas que se observan en distintos sectores vayan siempre acompañadas por
aclaraciones con respecto a que ellas no deben hacer pensar que sus autores profesan el
proteccionismo.
Fue en el grupo de ganaderos que funda la Sociedad donde tuvo comienzo el impulso
hacía la industrialización que cristaliza en el proteccionismo de la década siguiente.

La Fábrica De Paños Y El Proyecto De Una Industria Textil Argentina.

Desde 1867 las páginas de los Anales registran una tentativa de fundar una sociedad
anónima para la industrialización de la lana, como medio de crear una industria que
liberara la principal producción argentina de los perjuicios derivados de las oscilaciones
del mercado internacional. El problema decisivo parece ser la dificultad de conseguir
accionistas. El primer directorio de la fábrica de paños fue integrado, entre otros
hacendados, por el presidente y el secretario de la primera Comisión Directiva de la
Sociedad Rural, José Martínez de Hoz y Eduardo Olivera. Las tendencias industrialistas
surgidas en la Sociedad Rural argentina son llevadas a su expresión mas clara por
Eduardo Olivera y Ezequiel N. Paz. Y aunque no se pronuncien abiertamente por el
proteccionismo, sus formulaciones contienen ya varios de los objetivos principales del
grupo proteccionista de Vicente F. López, entre ellos el de emancipar al país del carácter
de mero proveedor de materias primas a los mercados extranjeros. (Nuestro plan no
debe ser producir mas, sino producir igual cantidad, pero mejorando la calidad y
restableciendo los precios anteriores). Es necesario limitar la tendencia de los capitales a
invertirse en la producción pecuaria, por medio del estímulo a otros ramos, con leyes y
decretos que inclinen las fuerzas productivas hacía otras aplicaciones. Es probable que,
junto al prestigio del liberalismo, el peso de los grandes intereses del comercio exterior
influyese en esta profunda resistencia al proteccionismo, o, por lo menos, a aquel
aspecto del mismo con que se lo identificaba: los gravámenes aduaneros. En buena
medida, la diferenciación de los sectores de la economía todavía no estaba
suficientemente realizada. A comienzos de la década del 70 están ya esbozados los
cauces de una polémica que cobrará nuevo cariz a los pocos años. La falta de
perspectiva para la producción ganadera obliga a la búsqueda de nuevas formas de
producción. El gobierno de Sarmiento, tratando de dar algún apoyo a las iniciativas,
organizó la Exposición nacional de Córdoba, efectuada en 1869.

Si en los escritos de Olivera o de Paz, el proteccionismo no es asumido claramente y


hasta es rechazado, no ocurre lo mismo en un extenso trabajo publicado en La Revista
de Buenos Aires en 1870, cuyo autor era Emilio de Alvear. “¿Sin agricultura, sin
talleres, sin industrias, sin oro, sin fierro, sin carbón y sin plata, sin marina y sin ejercito
propio, se puede creer seriamente que seamos una nación verdaderamente independiente
porque hayamos ganado las batallas de Maipú y Chacabuco”?. El librecambio carece de
sentido para nosotros. Hemos adoptado las instituciones de Estados Unidos pero no sus
principios económicos. Solo cuando lleguemos a la altura de Inglaterra podremos
adoptar el librecambio.

La protección no se limita a su forma común que es el alza de las tarifas de aduana, sino
consiste también en diversas medidas que fomenten el desarrollo industrial del país. El
resurgimiento del proteccionismo en Europa, al compás de la crisis que dará aliento a
los esfuerzos para socavar el prestigio del liberalismo económico en el Plata, contribuirá
a impulsar el movimiento proteccionista argentino de esos años.
Segunda Parte:

Resurgimiento Del Proteccionismo Y Auge Del Nacionalismo Económico

Capítulo IV: Algunas Características De La Política Económica Y Política Comercial


Hasta El Gobierno De Sarmiento.

El sacudimiento provocado por la crisis estimuló, en los sectores productivos mas


afectados, la tendencia a cuestionar la política económica del país. ¿Cuál era esa
política? El periodo inaugurado con la unificación del país luego de Pavón, significó el
definitivo ingreso de Argentina en la división internacional del trabajo, según el papel
que asignaron a este tipo de países los teóricos de la economía liberal y que fue asumido
complacientemente por los principales ideólogos de la organización nacional. Alberdi,
fue por demás explicito en las Bases; concebía como una ley natural la
complementación de Europa y Sudamérica. Pero no solamente en cuanto a población,
“Rodead de inmunidades y privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre
nosotros”

Auge Del Librecambio En Europa

Estas concepciones coincidían con el auge adquirido por el librecambio en Europa


desde que Inglaterra lo adoptara resueltamente. A raíz de la crisis de 1815 los
terratenientes ingleses impusieron en el Parlamento las leyes sobre los granos, que
prácticamente prohibieron la importación de tales productos, determinando el aumento
del costo de vida y la reducción del comercio. Estas circunstancias llevaron a una
fracción de los industriales a la conclusión que la baja del precio del pan era
indispensable para el desarrollo industrial. Comienza entonces una lucha entre los
propietarios rurales y los capitalistas industriales, la que girará en torno a la cuestión del
librecambio. Luego de la crisis de 1836, el movimiento de la burguesía industrial
inglesa favorable al librecambismo cristaliza en la Asociación contra las leyes de
granos. La escuela manchesteriana, como se llamó al movimiento, comienza su
famosísima campaña de agitación y propaganda: construye su sede, publica sus
periódicos y folletos. “presenta el librecambio como la panacea, capaz a la vez de
vencer las crisis, de lograr un gran resultado mediante el avance técnico del país y de
constituir, el mejor antídoto contra la subversión social” En cuanto a las naciones de
Europa en las que aun predominaba el sector terrateniente y artesanal, son mas reacias a
esa orientación hacía el librecambio. En Inglaterra el movimiento triunfa hacía 1849 con
la abolición de las leyes de granos. ¿Cuál era la razón fundamental de los librecambistas
ingleses? Cuando ellos hablaban de librecambio se referían sobre todo al librecambio de
cereales y materias primas en general; con ello se tendía a abaratar el consumo de la
clase obrera, de manera que permitiese un descenso de los salarios y el consiguiente
aumento de los beneficios, así como el abaratamiento de la materia prima para la
industria. Los librecambistas ingleses preconizaban, entonces, el intercambio
multilateral entre las naciones; no tienen, a diferencia de los mercantilistas, ninguna
aprehensión por la salida de numerario a cambio de mercancía, pues confían en la
armonía automática que restablecerá el equilibrio. Inglaterra, con el gran desarrollo de
su comercio intermediario en el mar y con su predominio en el terreno de los préstamos
a otros países, estaba en inmejorables condiciones para beneficiarse con el librecambio;
no haría más que fortalecer su hegemonía industrial, naval, financiera y colonial.

El Librecambio En La Política Argentina

En cuanto a la Argentina, el librecambio, además de fortalecer su dependencia del


exterior consolidó la preponderancia de la región litoral sobre el interior. Las
posibilidades que el crecimiento del Litoral hubiera podido brindar como mercado para
los productos del Interior, fueron anuladas por el acceso de las mercancías europeas
merced al librecambio. Por otra parte, el ferrocarril, en acelerada expansión en las
últimas décadas del siglo XIX, habría de eliminar la protección natural que significó la
distancia para las industrias del Interior. Salvo algunas industrias especiales -que por
diversas razones podrán usufructuar la aparición del nuevo medio de transporte para
expandirse en función del crecimiento del mercado nacional (azúcar de Tucumán, vinos
de Cuyo)- las demás afrontan perspectivas de extinción. El triunfo del librecambio en
Argentina coincidió con la reanimación de la economía europea después de la crisis de
1857, el auge lanero del Litoral y la consiguiente expansión del comercio exterior,
acompañado por el comienzo de la inmigración masiva y el notable aumento de la
población argentina.

Este proceso se apoya sobre la organización administrativa del país, posibilitada por su
unificación política y exigida, entre otras razones, como base necesaria para obtener el
capital extranjero previsto como medio fundamental de financiación del nuevo
desarrollo de la economía argentina. La Aduana, ahora nacionalizada, se convirtió en
medio clave de las finanzas estatales. Esto originó el temor que los recursos obtenidos
de los gravámenes promoviesen indirectamente cierta forma de proteccionismo. Que el
régimen aduanero tenía un fin exclusivamente fiscal y nunca debía transformarse en un
medio de protección, habrá de ser, entonces, doctrina continuamente invocada en las
Cámaras y medios oficiales, para prevenir de aquel riesgo. Alberdi en su Sistema
económico y rentístico: “La aduana es sobre todo el medio que ha mantenido al mundo
español desierto y silencioso como una eterna necrópolis”

La “aduana estéril”, la “aduana de despoblación utiliza dos medios: la prohibición y el


impuesto exorbitante. Población y libertad son las... bases de que debe partir el régimen
aduanero, en cuanto a la regulación de sus tarifas, para no comprometer la población y
su vehículo la libertad, tan protegida por la Constitución argentina.”

Si bien la Constitución de 1853, en el inciso 16 del articulo 67 considera como uno de


los objetivos del Poder Legislativo promover la industria, deja en sus manos establecer
sus derechos de importación, limitándose a prescribir su uniformidad para toda la
Nación. De tal manera, los aranceles aduaneros fueron fijados de acuerdo con las
doctrinas económicas predominantes en cada momento, liberales en la mayor parte del
tiempo que nos ocupa. Durante el periodo de la Confederación, habían regido tarifas
elevadas -aunque no demasiado- proteccionismo limitado por la debilidad del comercio
exterior de la Confederación, una vez separada de Buenos Aires. Al unificarse el país, el
presidente Mitre dictó una ley nacional de aduanas similar a la vigente en Buenos Aires.
Esta ley de aduana para 1862 establecía un derecho general, ad valorem, del 15% para
tejidos de lana, hilo y algodón, pieles curtidas y otros artículos diversos; 20% al tabaco,
azúcar, te, yerba, cacao, aceite de oliva, sal, bebidas espirituosas, etc., y 5 % y 8% para
el oro, la plata labrada, las materias primas para la industria y las sedas. Elevaba además
los derechos de exportación a los productos ganaderos. Estas leyes conservan las
mismas características de la de 1862 hasta 1869. La ley para 1870 entrañaba alguna
novedad, pues parece proteger ligeramente ciertas industrias nacionales, azucareras y
vitivinícolas.

La recién creada Sociedad Rural había organizado una campaña contra esos impuestos,
como medio de armonizar los efectos de la depresión. De todos modos, el carácter de la
Ley de aduana continuaba siendo eminentemente fiscal y el librecambio su
inconmovible supuesto, características que perdurarán hasta 1875.

Capítulo V: La Crisis De 1873 Y Las Tendencias Industrialistas Argentinas.

Quejas por nuestra dependencia de los mercados europeos, críticas a la excesiva


liberalidad de nuestras leyes económicas, elogios a la “industria fabril” como medio de
salir del atolladero, se desgranan en los años de crisis y depresión de fines de la década
del 60. Pero a partir de 1873, cuando una nueva crisis vuelve a agravar la situación, la
crítica de la política económica argentina comienza otra etapa, durante la cual adquiere
solidez doctrinaria, y concluye por cristalizar en un programa de transformación
económica del país, conscientemente asumido por algunos grupos económicos y por el
movimiento político orientado por López. Durante la época manchesteriana el avance
del liberalismo económico fue sostenido y brillante. Pero a continuación sobreviene un
periodo durante el cual la competencia se agudiza mientras los mercados se restringen y
los beneficios decrecen mientras la oferta supera a la demanda. Todos los intereses
afectados se vuelven hacía los Estados en demanda de protección, y el proteccionismo
triunfa, con excepción de Inglaterra y los Países Bajos. En los mismos años cobra
impulso en la Argentina el movimiento proteccionista e industrialista que culminaría en
los agitados debates parlamentarios de 1875 y 1876.

El objetivo del discurso de López fue atacar la libertad de comercio exterior: señala que
esa libertad condena a una ruina y crisis permanente; que el librecambio conviene a
países manufactureros de gran desarrollo, que así pueden obtener de otros una oferta
constante de las materias primas que necesitan, e impedir que surja en ellos una
industria capaz de elaborar dicha materia prima. En cambio, fomentando nuestras
riquezas, “seríamos independientes y ricos y habríamos llegado a la formula mas alta de
la riqueza económica, que es bastarse a si mismos”; mientras que ahora...” no somos
sino agentes serviles y pagados a módico precio, de las plazas extranjeras”. Lo
propuesto aclara, no consiste en el sistema prohibitivo, sino en un proteccionismo
consagrado a favorecer con erogaciones internas la industrialización de aquellas
materias primas que producimos. “Un camino de fierro, Sr. Presidente -alegaba López-
de los que nosotros favorecemos, representa un capital extranjero que tenemos que
amortizar en un tiempo dado, llevando su valor a las plazas extranjeras y en beneficio
del capitalista extranjero. Tenemos además que abonar los intereses de los intereses, la
proporción del descuento, con las comisiones y el valor de otros servicios que son
indispensables cuando se pide un capital de plazas extranjeras...De modo que puede
decirse que en cada una de estas obras, cuya utilidad relativa no niego, arrendamos
nuestro territorio y lo gravamos fuertemente con una verdadera hipoteca a favor de la
riqueza extraña...” (López).

La Crisis de 1873

Cuando López pronunciaba este discurso, ya había estallado la crisis económica que
reactualizó las condiciones propicias para el desarrollo de un movimiento
proteccionista. En la Argentina dicha crisis tuvo características distintas a la anterior, no
solo por su mayor envergadura, sino, especialmente, por los sectores de la economía
argentina que lesionó. Además por las circunstancias políticas que le acompañaron y
con las que estuvo estrechamente vinculada: entre otras, la revolución mitrista de 1874.
En Europa, la crisis del 73 fue inicialmente una crisis austrogermana, extendida luego a
otros países. A partir de 1869 dos nuevos protagonistas intervienen en el proceso de
industrialización, que hasta entonces se había concentrado en Inglaterra y Francia: son
Estados Unidos y Alemania. En Inglaterra, las características de la crisis son leves.
Inglaterra se encontraba en tal grado de su desarrollo industrial, que cualquier
crecimiento de las exportaciones de mercancías requería un aumento de las
exportaciones de capital; los países exportadores debían ser provistos de recursos para
poder venderles. En Inglaterra no hay crack. La catástrofe de Viena apenas tiene
repercusión en el mercado monetario de Londres. La depresión fue particularmente
prolongada y profunda-especialmente a partir de 1875, cuando comienzan las
bancarrotas-, y se alcanza el fondo de la misma solo en 1878-1879. La mayor parte de
las referencias de contemporáneos descuidan curiosamente el examen de la coincidencia
de la crisis argentina con la europea y atribuyen solo a fenómenos locales la gestación y
desencadenamiento de la crisis de 1873. La crisis del 73 difiere de la del 66, según
dijimos, por los sectores de la economía afectados, mientras en la anterior la producción
lanera sufrió las peores dificultades, en el ciclo posterior, el comercio y las finanzas
estatales fueron los más maltrechos. Pese a esta observación, la crisis de 1873 presenta
el mismo factor desencadenante que la anterior: la caída de los precios de los productos
argentinos en los mercados internacionales.

El Auge Anterior A La Crisis

¿Cuáles fueron las características del breve periodo de auge anterior a la crisis,
prácticamente reducido al año 1872, debido a serios perjuicios derivados de la epidemia
de fiebre amarilla del año anterior?. Una de ellas, fue el vuelco al mercado crediticio de
Buenos Aires, en 1871, de unos 20 millones de pesos fuertes correspondientes al
empréstito de obras públicas contratado durante el gobierno de Sarmiento. Sin embargo,
debe merecer preferente atención el notable repunte de los precios de los productos
argentinos en los mercados europeos. La recuperación de los productos argentinos en el
exterior fue tan rápida y satisfactoria, que hizo olvidar aquellas catastróficas
predicciones de los años de depresión. El ascenso de la economía del país se traduce en
el crecimiento de los gastos y las rentas de la nación. Los gastos ocasionados por la
guerra del Paraguay significaron un fuerte impulso al comercio y a parte de la
producción del país, impulso que contribuyó a aminorar los efectos de la depresión
posterior a la crisis e influyó en los comienzos de la reanimación. El Banco de la
Provincia de Buenos Aires efectuó anticipos al gobierno nacional para gastos de guerra,
por valor de 15 millones de pesos fuertes, desde 1865 en adelante, los cuales fueron
reembolsados con los fondos del empréstito de 1868. Junto con ello, deben anotarse las
grandes cantidades de oro brasilero ingresadas a Buenos Aires para atender los gastos de
la proveeduría de las tropas de ese país. La aplicación de los fondos del empréstito de
obras públicas nunca fue estrictamente aclarada, puesto que gran parte del mismo se
utilizó en gastos no consignados en la ley que los autorizaba. Se trataba de una elevada
suma depositada en el Banco de la Provincia hasta tanto se le diese el destino
correspondiente. Como el depósito devengaba interés, el Banco se vio en la necesidad
de utilizar esas sumas en préstamos a particulares.

La expansión del crédito adquiere una magnitud desconocida en Buenos Aires. La


enorme masa de crédito disponible se vuelca hacía a la especulación, especialmente en
bienes raíces, adquiriendo las anormales y hasta pintorescas características que
testimonian los diarios de la época. Hacía mediados de 1871 el Banco prestaba una
cantidad que no alcanzaba a cubrir la suma de depósitos y capital. La mayor parte de esa
enorme expansión del crédito se ha inmovilizado en compras de tierras, materiales
extranjeros y consumos de los obreros de tranways y ferrocarriles, más otros gastos no
productivos para el país. Concluida la guerra del Paraguay y superada la depresión,
obraron plenamente sobre el país los efectos del rápido crecimiento de la década del 60,
a partir de la unidad nacional, con el acentuado ascenso de la producción para el
comercio exterior, entrada de inmigrantes, inversiones de capital ingles y desarrollo del
gasto publico. Buenos Aires el paraíso de los prestamistas-comenta Ferns-

Mientras tanto, el régimen de convertibilidad del papel moneda, implantado con la


creación de la Oficina de Cambios en 1867, se desarrollaba con todo éxito, del cual da
cuenta la estadística del encaje de la Oficina.

La Crisis.

Se inició en marzo de 1873, cuando el Gobierno nacional empezó a retirar fuertes sumas
de su depósito en el Banco de la Provincia y el oro comenzó a exportarse “en pago de
nuestros consumos por falta de productos”, en verdad, por causa de la caída de precios
del año anterior. Hasta las firmas mas sólidas tenían dificultades para conseguir
descuentos; la tierra y las propiedades urbanas eran invendibles por falta de
compradores: las cedulas hipotecarias bajaban y no había banquero ni particular que
quisiera conceder prestamos sobre ellas; la industria y el comercio sufrían ya seriamente
la falta y “carestía” del medio circulante. El segundo periodo de la crisis comienza
inmediatamente en el mismo septiembre de 1873. El Banco Nacional no pudo siquiera
completar los 3 millones de pesos fuertes que exigía la ley de su creación para dar
comienzo a las operaciones y tuvo que solicitar auxilio financiero al Gobierno; desde
septiembre comenzaron las quiebras, que llagaron a un promedio de 8 o 10 por mes a
comienzos de 1874. La intranquilidad política se unió al sombrío panorama y
contribuyó a agravar las cosas. El mitrismo, disconforme con los resultados de las
elecciones presidenciales, conspiraba activamente, En septiembre de 1874 se produjo la
rebelión armada de Mitre y sus partidarios. Rápidamente dominada, sus efectos en lo
económico fueron más prolongados, puesto que agravó la depresión en todos los
terrenos. La quiebra del Banco Argentino, que inmovilizó unos 8 millones de pesos
fuertes de sus depósitos, en octubre de 1874, agudizó la penuria de medio circulante. El
año 1875 se inició, pues, con pésimos pronósticos.

La “Cobardía” Del Oro.

“No hay nada mas cobarde que el oro -se lee en un periódico de febrero de 1875- es lo
primero que se oculta y desaparece en cuanto hay algún acontecimiento grave”, singular
reflejo del decrecimiento de las reservas metálicas, en constante disminución desde
fines de 1872. Los prestamos e inversiones extranjeras y las importaciones de años
anteriores devoraban rápidamente las reservas en oro de un país cuya principal
producción sufría la caída de los precios internacionales. En junio de 1875, la Oficina
escapó milagrosamente, comenta Balbín, gracias a la cooperación de algunos bancos
que prestaron fuertes sumas; pero en mayo de 1878 cerró sus puertas, inaugurando un
nuevo periodo de inconvertibilidad que habría de durar hasta 1881. Este fue justamente
el momento en que el movimiento proteccionista encaró la reforma del proyecto de Ley
de Aduana para 1876, en el debate iniciado el 14 de septiembre de 1875 en la Cámara de
Diputados de la Nación, que reseñamos mas adelante.

Crisis En Las Finanzas Estatales.

El país esbozaba, lo que en adelante sería el clásico mecanismo de su balanza de pagos,


proveniente de su conformación como productor de materias primas y alimentos para el
mercado exterior. El país vivía, aun durante los años de auge, en un permanente déficit
de su balanza de pagos, déficit que cubría con nuevos ingresos de capital extranjero. Las
circunstancias propias de los años de crisis y depresión, agravaban el déficit y
restringían los medios habituales para afrontarlo. En tales circunstancias, el gobierno
argentino tenía dos salidas posibles para afrontar la deuda externa: contraer las
importaciones, para liberar el metal necesario para el servicio de la deuda, o suspender
los pagos. En 1876 el servicio de la deuda externa llegó a su punto crítico y el
presidente Avellaneda se encontró ante dicha alternativa. Sin embargo, ante el triunfo
del sector proteccionista, cambia el criterio del Presidente, asistido ahora por un nuevo
ministro de Hacienda, Victorino de la Plaza (el anterior, Norberto de la Riestra, había
renunciado al aprobarse el proyecto de Ley de Aduana de los proteccionistas). El
criterio de De la Plaza se impone; la salvación del crédito argentino en el exterior es
objetivo central de la política económica delineada por el hábil político salteño. La
brusca reducción de las rentas de Aduana por el descenso de las importaciones, dejó al
gobierno sin recursos para afrontar los gastos de la administración y la amortización de
la deuda flotante. Se apeló entonces a diversos recursos para obtener crédito y otras
medidas complementarias.

Polémica En Torno A Las Causas Y Remedios Para La Crisis.


El mitrismo atribuye la pésima situación económica a las persecuciones políticas y al
desatino del contubernio autonomista nacional que gobernaba al país; los alsinistas, por
su parte, imputan las culpas a la rebelión mitrista de 1874 y a las posteriores
conspiraciones de ese partido. La crisis no tiene por causa el crédito; el mal uso que de
él se hizo contribuyó a prepararla, pero la crisis misma fue producto de la restricción del
crédito de la disminución del medio circulante y de la liquidación forzada de los
deudores, consecuencias, todas, de la política del Banco. La discusión en torno a la
crisis tuvo proyecciones todavía mucho más amplias, por cuanto el movimiento
proteccionista aprovechó la oportunidad para hacer un examen crítico de la
conformación de la economía exportadora del país y de las líneas generales de la
política económica de los gobiernos liberales.

Capítulo VI: El Nacionalismo Económico En El Pensamiento De Vicente Fidel López.

La política del Acuerdo de San Nicolás refleja la experiencia de treinta años de luchas
internas generadas por la oposición de intereses entre las distintas regiones del país.
Estaba claro para todas las provincias, excepto para Buenos Aires, que tanto las
tendencias separatistas como las de predominio de una región sobre el resto eran
impracticables. Rechazando el Acuerdo, triunfó el separatismo y constituyóse el Estado
de Buenos Aires. Luego de Cepeda y Pavón, predominaba la tendencia a la unidad con
el resto del país, pero aspirando a imponer los intereses de Buenos Aires, política que
encarnará el mitrismo, y terminará derrotada en el 80. No obstante, pese a que en el 80
el problema de la organización nacional parece resolverse sobre la base de la
conciliación con el Interior, el crecimiento deformado del país no cesará, como fruto,
entre otros, del triunfo del liberalismo económico y de la dependencia económica de
Argentina con respecto a Inglaterra. La política de organizar el país conciliando los
intereses de las distintas regiones será asumida en Buenos Aires por el alsinismo, luego
que este partido modifique su posición inicial y tienda a borrar el recuerdo del agresivo
porteñismo que lo caracterizó durante su nacimiento y que le diera el nombre.. Esto
condice con el hecho que el proteccionismo de los años 70 surgiera en el seno del
alsinismo. Organizado y dirigido por Vicente Fidel López, posteriormente se hizo
incompatible con ese partido por cuanto el historiador lo convirtió en un movimiento de
nacionalismo económico. Como tal, excedía los alcances del proteccionismo entendido
como formula de transacción con los sectores que necesitaban barreras contra la
competencia extranjera. Proteccionismo, insistimos, no es sinónimo de nacionalismo
económico. Y las intenciones de López se orientaban decididamente en este último
sentido, de acuerdo con su pasado político caracterizado por un fuerte sentimiento
nacional.

Abundan los testimonios sobre la labor formadora y en cierta medida propagandística de


la enseñanza de López, con vistas a consolidar una opinión publica favorable a la
conjunción del liberalismo político con el nacionalismo económico en torno a la
cuestión del proteccionismo y la industrialización. El examen de la labor docente de
López permite observar uno de los rasgos más importantes de su pensamiento
económico: su orientación historicista, tendencia que no es nueva en el país, pues ya la
trajo consigo, la influencia romántica a través de la generación del 37, a la que
perteneció López. El empeño principal de éste parece ser presentar su programa de
industrialización como un conjunto de medidas prácticas adaptadas a las condiciones
históricas del país, a sus necesidades y modalidades específicas. Todo ello dirigido al
logro del poderío político argentino, fundado en su potencia económica y esta, a su vez,
asentada sobre el desarrollo industrial. Hasta ahora, dice López, ha sido un principio
absoluto, entre nosotros, el de la libertad de comercio, del cual derivan tantos males. El
error cosiste en que, siguiendo un principio teórico, no se tuvo en cuenta la naturaleza
del librecambio, olvidándonos que cada formula económica dará diversos resultados
según difieran el carácter y la situación del país donde se han de aplicar. Es un hecho
que nuestro país se halla en condiciones totalmente distintas, en materia de industria,
población o riquezas, a las de otras naciones que encontraron en el librecambio el
secreto de su prosperidad, y es evidente que, en situaciones tan diversas, la solución del
problema no pueda ser igual. La industria naciente necesita protección por no poder
competir, en sus primeros pasos, con la ya fuerte del exterior. “El librecambio -continúa
Pellegrini- es la ultima aspiración de la industria que solo puede hallar ella [sic] su
pleno desarrollo, como la planta busca el aire libre para adquirir elevada talla y frondosa
copa. Pero de que la planta necesite el aire libre para alcanzar su mayor crecimiento, no
se deduce que no debamos abrigarla al nacer. En su cátedra de Derecho Constitucional
en la Universidad de Buenos Aires, adoptó el método historicista y “nacionalizó” la
materia; fue liberal, como su inmediato antecesor, José M. Estrada, pero mientras este
combatía con ardor el avance del poder del Estado y exaltaba las libertades individuales
y sus garantías, Lucio V. López exhibía en muchas cuestiones de derecho administrativo
y constitucional un criterio marcadamente gubernamental. Cualquiera que haya leído
con atención Adam Smith, decía el ingeniero Carlos Pellegrini en 1853, se dará cuenta
que en sus “bellas deducciones” no atiende suficientemente a un elemento que influye
en todas las instituciones humanas: el tiempo. Ya antes, en pleno auge de las teorías
fisiocráticas en Francia, el abate Galiani había efectuado similares reproches a la
naturaleza abstracta de las concepciones de los fisiócratas. La crítica de Galiani ya había
interesado a Manuel Belgrano, quien al exponer sus concepciones económicas, mezcla
del neomercantilismo italiano y español y de las teorías fisiocráticas, advertía sobre la
necesidad de atender a las circunstancias concretas del Río de la Plata.

Según Alberdi la influencia del romanticismo y del socialismo utópico señalaba, con la
generación del 37, los comienzos de la reacción contra el predominio absoluto del
liberalismo económico, que será renovada en el nacionalismo económico de Vicente
López. En el curso de la polémica desarrollada en Argentina, los librecambistas
apelaban al ejemplo de Inglaterra y a la autoridad y prestigio de los economistas
liberales, desde Adam Smith hasta Mac Culloch. Por su parte, los proteccionistas
impugnan la conveniencia histórica de tales ejemplos y autoridades, salvo en el caso de
algunos economistas liberales, Rossi, Stuart Mill, etc., que admiten el proteccionismo
como expresión conveniente a naciones jóvenes. Podemos comprobar en López, como
en Heredia otros de los antes citados, que prevalece en ellos uno de los aspectos de las
manifestaciones históricas de la pasada centuria: la concepción de que el distinto curso
histórico seguido por cada pueblo produce distintas realidades sociales que es necesario
captar en sus peculiaridades para aplicar correctamente los principios económicos. Es
decir, un relativismo económico, que se limita a la faz de la aplicación practica de las
teorías económicas, sin llegar a una concepción relativista de esa teoría.

Estas características del pensamiento económico argentino de la época pueden atribuirse


a la influencia de la filosofía del eclecticismo. El eclecticismo, que influyó en casi todos
los miembros de la Asociación de Mayo y que se hallará en la base de la actuación de
hombres públicos como Adolfo Alsina o Nicolás avellaneda, convenía también a
quienes deseaban imponer una política económica proteccionista sin abjurar de los
principios liberales, cuyo prestigio y arraigo en la opinión publica parecían difíciles de
ser conmovidos de buenas a primeras. Los debates parlamentarios ofrecen cantidad de
ejemplos de lo que observamos, donde a una profesión de fe liberal sigue una
corrección parcial, invocando criterios de orden practico, para apoyar los aranceles
protectores. Desde el punto de vista doctrinario, este eclecticismo es lo que predomina
ente los proteccionistas argentinos de la década del 70.

Apuntalando sus reflexiones con ejemplos históricos, añade el autor de la Bases que los
amigos de la libertad comercial no lo son de la libertad política y si, en cambio, los
proteccionistas. “El liberalismo ingles es de circunstancias y transitorio; el día que todo
el mundo este tan fuerte y rico como Inglaterra, esta nación volverá a darse el Acta de
Cronwell” Este texto de Alberdi -Obras selectas, Estudios políticos- revela un notable
cambio con respecto a lo escrito en las Bases y reiterado en el Sistema rentístico, según
hemos visto.

Capítulo VII: Política Y Partidos En La Argentina De Los Años 60 y 70.

Cuando, en 1904, el anónimo autor de La política argentina zahiere con tanta acritud el
sistema político del país dirigido por lo que él llama “oligarquía” -Roca, Pellegrini,
Mitre y B. De Irigoyen-, describe en cierta medida el mismo tipo de actividad política
que intentaron aventar los rebeldes fundadores del Partido Republicano en 1877. El
autor de este folleto, señala que lo que anda en juego en las luchas electorales no son los
programas teóricos ni las ideas económicas o sociológicas de los partidos, sino la
influencia personal de cada uno de los integrantes de aquella “oligarquía”. “Estamos
cansados de los errores y de los grandes actos de los partidos personales -protesta Lucio
V. López-. Queremos que una vez por todas consigamos ser sinceros y francos al
declarar que deseamos la organización de verdaderos partidos de principios”. La falta de
capitales en el país, la tendencia a invertir solamente en actividades agropecuarias y a
rehuir la inversión industrial, la insuficiencia de las tarifas aduaneras y otras medidas
parciales para engendrar una industria de gran envergadura, impulsan a Vicente F.
López y sus acólitos a reconocer como imprescindible la actuación en más vasta escala,
a través del Estado. Si querían desarrollar la gran industria nacional.

Mitrismo y Alsinismo

Nacionalistas (mitristas) y autonomistas (alsinistas) constituían los “partidos políticos”


que se disputaban las elecciones nacionales y provinciales desde 1862. En ese año, la
polémica en torno al intento de federalizar la provincia de Buenos Aires dividió el
partido liberal porteño, formado hacía 1852 por unitarios y opositores al Acuerdo de
San Nicolás y a la política de Urquiza. Los nacionalistas tomaron tal nombre por su
actitud favorable a la nacionalización de la provincia. Los autonomistas, tomaron esa
denominación por su política contraría a la federalización de la provincia y su defensa
de la integridad política y territorial de la misma. Hasta las elecciones provinciales de
1864, autonomistas y nacionalistas constituían más bien facciones internas del partido
liberal. El autonomismo salió fortalecido de estas elecciones y apareció como partido y
no más como una tendencia interna dentro del partido liberal. En cuanto a las elecciones
presidenciales, en 1868 triunfa la formula de Sarmiento-Alsina luego de una serie de
fricciones y acuerdos de diversa índole que dejan en el camino las aspiraciones de
Urquiza, las de Rufino Elizalde-lugarteniente de Mitre- y las del mismo Alsina. Luego
en 1874 nuevamente el Interior, a través de la “liga de gobernadores”, decide la
elección. La candidatura de Avellaneda, lanzada por Sarmiento en 1872, cierra el
camino de Alsina, quien se resigna otra vez a participar del triunfo electoral apoyando al
candidato del flamante Partido nacional (creado para promover la candidatura del
tucumano y de poca significación en Buenos Aires).Denunciando la existencia de fraude
en las elecciones, estalla la rebelión del mitrismo, sofocada el mismo ano 1874. Estos
partidos nucleados en torno a la figura de un caudilla, carecían de organización
permanente y de continuidad en la acción; sus periodos de actividad eran los de
preparación de las elecciones nacionales, provinciales o municipales. En cuanto a la
financiación de la actividad partidaria, no podía provenir de otros medios que de las
contribuciones de adherentes de formula o del saqueo de las arcas del Estado. El partido
era movilizado cuando se acercaban las elecciones. Surgían entonces los “clubes”
electorales, que agrupaban a los partidarios de cada tendencia, observándose a veces,
dentro de n mismo partido, algún club heterodoxo: en 1870, el Club 25 de Mayo agrupa,
dentro del alsinismo, al sector de jóvenes reformistas- del Valle, Alem, Yrigoyen y
otros-, que mas adelante habrá de dar origen al Partido Republicano, mientras que el
sector tradicional del alsinismo se agrupara en el Club Libertad. El mecanismo electoral
ofrecía una variada y pintoresca gama de recursos fraudulentos. El fraude se organizaba
y se ejecutaba a la vista de todos, en medio de comentarios jocosos o dramáticos de la
prensa; y a menudo con saldo de heridos y muertos. Comenzaba antes del comicio en
ocasión de la apertura del Registro Electoral, destinado a la inscripción de los votantes
para cada comicio. Tal inscripción -que en Buenos Aires oscilaba en torno al 10% de los
ciudadanos- se efectuaba con vicios de diversa clase. Desde 1863 las elecciones
nacionales se realizaron previa inscripción en el Registro Electoral, con ciertas garantías
en su constitución y depuración, pero que de nada valieron para impedir el fraude. El
voto era “cantado”, casa inevitable por otra parte, dado el predominio de una mayoría de
analfabetos en la exigua cantidad de participantes de los comicios. En la provincia de
Buenos Aires, en cambio, siguió rigiendo durante muchos años la ley electoral de 1821;
las elecciones se realizaban sin padrón, sin autoridades de mesa previamente designadas
y sin documento alguno de identificación por parte de los votantes.

Piezas decisivas del proceso electoral constituían los jueces de paz y comandantes
militares de la campaña, mucho más fecundos en su acción allí donde el control opositor
se hallaba inerme. En verdad, todo el sistema representativo en la Argentina de la época
parecía existir solamente como medio de ofrecer una imagen civilizada del país al
extranjero. El poder real funcionaba por otros carriles.

Carácter De Los Partidos Políticos Del Periodo

Partidos inorgánicos, sin principios, no es posible atribuir su rivalidad a ninguna


división de clases o sectores de clases. Que no representaran clases distintas se
comprende fácilmente porque en aquella época existía una sola clase social con cierta
cohesión: la burguesía. Tampoco parece fácil interpretar a cada partido como expresión
de un grupo más o menos definido dentro de la clase dirigente. La única diferenciación
en el seno de la burguesía que aparece claramente reflejada en el plano político, es la
que separa a porteños y provincianos, cuya lucha giraba fundamentalmente, como lo
señalaron tantos en el siglo pasado, en torno al dominio de las rentas de la Aduana.
Fuera de ella, las divisiones lugareñas, aun la existente en Buenos Aires entre
autonomistas y nacionalistas, parecía no provenir de otra cosa que del conflicto
personalista. Formados por la atracción personal de un caudillo y cohesionados por el
mismo factor, sus objetivos propios, al margen de los que provienen de los objetivos
generales de la burguesía y que le son comunes con sus adversarios, surgen de las
aspiraciones de dominar y usufructuar el aparato del Estado por parte de dirigentes y
colaboradores del partido. Esto explica que autonomistas y nacionalistas, que en 1862 se
separan por la actitud ante la federalización de la provincia de Buenos Aires, combatan
en 1880 cada uno con la bandera de su adversario: los mitristas, como opuestos a la
federalización de la ciudad de Buenos Aires, y los autonomistas, apoyándola. Por
oposición a las características aristocratizantes del partido de Mitre, se da la apertura del
alsinismo a intentos reformadores, así como su acercamiento electoralista a sectores
populares. Lo cierto es que durante las coyunturas iniciadas en 1866 y 1873, estos
partidos reflejan con cierta coherencia intereses contrapuestos. La sensibilidad mitrista
hacía la burguesía comercial porteña era manifiesta. En cuanto al Partido Autonomista,
es dable comprobar la irrupción de los intereses ganaderos, laneros y empresarios
industriales. Sin embargo, con excepción de los jóvenes rebeldes del alsinismo, ese
reflejo directo de intereses económicos es solo ocasional. Rige en cambio el concepto
que los partidos políticos “no se pronuncian sobre cuestiones económicas”. Pero,
ideológicamente, el mitrismo puede considerarse representante de la burguesía
comercial porteña, por cuanto su ideología liberal corresponde, en general, a los
objetivos y a la forma de vida de ese sector. La aceptación de la teoría de la división
internacional del trabajo es, clave de las concepciones de ese sector.

El alsinismo dentro de una orientación similar a la mitrista, presenta un matiz que señala
su mayor adecuación al sector ganadero de la burguesía de la provincia de Buenos
Aires. Pero como este grupo productor sufre las consecuencias de la subordinación al
mercado europeo, ya que depende de precios fijados en el exterior y de las compras que
este realiza, muestra una actitud de mayor independencia hacia Europa y, por el mismo
motivo, de mayor acercamiento al Interior.

Mitrismo y alsinismo, dos sectores con intereses fundamentalmente idénticos -divididos


ocasionalmente porque uno de ellos difiere en cuanto a la relación con Europa- que sin
disentir ideológicamente, se disputan el usufructo del aparato del Estado y las ventajas
derivadas de la relación con Europa; negocio que deslindaran en el 80. La verdadera
dirección política de la clase gobernante la ejercía un conjunto inorgánico de escritores,
periodistas, directores de bancos, jefes de familias económicamente poderosas y otras
personas de peso junto a un limitado número de políticos destacados. Los grandes
problemas se discutían en el seno de alguna tertulia prestigiosa. La situación política
anterior al 80 es, una situación de transición en la que el carácter de los problemas,
nuevos y antiguos, que debe encarar la burguesía argentina, pone en crisis el tipo de
partido existente hasta entonces y reclama la desaparición de sus inútiles divergencias
que ya dañaban los intereses fundamentales de la clase.

Organización Política Del Grupo Reformista Del Alsinismo


El desarrollo del grupo fundador del Partido Republicano revela, por su fracaso final, la
debilidad de las fuerzas sociales que podían haber llevado a constituir un partido
político orgánico. Este sector del alsinismo estaba integrado en su mayoría por
intelectuales jóvenes que, se proponen transformar las condiciones económico-sociales
del país merced a un proyecto político de singular coherencia. Pero, por otro lado, esta
condición de jóvenes talentosos, y pobres oculta mal la secreta ambición de alcanzar los
privilegios de la clase dirigente. En la nomina de graduados de la Facultad de Derecho
de la Universidad de Buenos Aires en 1869, encontramos algunas de las figuras mas
destacadas del grupo reformista del alsinismo. Leandro N. Alem, Carlos Pellegrini,
Norberto Quirno Costa, Isaac Chavarría, José A. Terry, Aristóbulo del Valle, Nicolás
Achaval, Pedro Goyena, Mariano Demaría. También se vuelca a la política como forma
de ascenso económico Miguel Cané. Los verdaderos miembros de la burguesía
bonaerense, sobre todo los propietarios terratenientes y grandes comerciantes, no se
ocupaban de política. Los jóvenes rebeldes del Partido Autonomista incorporan un matiz
distinto, reflejado en la brega por una política principista y un partido orgánico.
Fracasados sus intentos en vísperas del 80, pocos serán los que prosigan, como del Valle
o Alem.

Capítulo VIII: Los Debates Parlamentarios

Si bien desde 1869 la orientación hacía el proteccionismo apunta en diversas críticas a


la política económica oficial, solo a partir de 1873, se podrá asistir a una verdadera e
intensa campaña de ataque a los principios librecambistas que guiaban al país. La
polémica culminará en los debates parlamentarios de 1875 y 1876 en torno a la Ley de
Aduana. Dichos debates continúan un proceso más profundo, provocado, por la crisis de
1866; proceso que se traduce en manifestaciones doctrinarias a partir del intento de
establecer la industria textil a partir de 1869. Las expresiones políticas del
proteccionismo, se registran antes que en la Cámara de Diputados de la Nación, en la
Legislatura de la provincia de Buenos Aires, cuyas Cámaras de Senadores y Diputados
están completamente dominadas por la tendencia proteccionista a partir de 1874.

El Proteccionismo En La Legislatura Bonaerense

Durante el gobierno de Carlos Caseros (1875-1878), su ministro de hacienda, Rufino


Varela, constituyo, hasta su renuncia en 1877, uno de los más firmes apoyos de los
proteccionistas. Las relaciones de la fábrica de paños y de otras industrias con el Banco
de la Provincia, motivan el análisis y la crítica situación crediticia del país. Se insiste en
la necesidad que el Banco de la Provincia dé prioridad al apoyo crediticio al capital
industrial; se discuten el tipo de los créditos, las garantías, y otros aspectos de la
cuestión, así como el predominio del capital nacional sobre el extranjero. Fruto del
espíritu industrialista que dominaba la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, fue
la aprobación de una serie de iniciativas mediante las cuales se liberaba de los
impuestos de Patentes y Contribución directa a las industrias, se otorgaban privilegios y
concesiones especiales a los empresarios que lo solicitasen, se alentaban los prestamos
industriales, del Banco de la Provincia o del Hipotecario, se creaba una escuela de arte y
oficios, se resolvía que la provisión de uniformes para la policía debía efectuarse en la
fabrica de paños, se apoyaban las actividades del Club Industrial, en resumen se
amparaba todo aquello que contribuyese a la protección y el desarrollo de las industrias
nacionales.

La Polémica En El Parlamento Nacional

La aparición del movimiento proteccionista dirigido por López, en la Argentina de la


década del 70, constituye algo nuevo, dentro de una tradición de proteccionismo: se
trata de un programa consciente y explícito de desarrollo capitalista, cuyo ocasional
apoyo sobre la burguesía ganadera le confirió una sorprendente envergadura. El
movimiento se gesta, durante la depresión que siguió a la crisis de 1866. Puso de relieve
los riesgos y las limitaciones implícitas en la función del país como mero proveedor de
materia prima y alimentos para los mercados europeos. Se dirá entonces que Argentina
estaba reducida a la condición de granja de Inglaterra, que ello nos relegaba a un estado
de barbarie en cuanto a producciones, que ello nos ataba económica y políticamente a
los países europeos, con sombrías perspectivas para el futuro del país, que la política
librecambista seguida desde 1810 había contribuido a tal resultado y que con la sola y
relativa prosperidad de las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos el librecambio
produjo estancamiento y degradación. En el curso de los debates de 1875 y 1876 con
motivo de la Ley de Aduana, V. F. López, Pellegrini, Dardo Rocha, Miguel Cané y
otros, insisten reiteradamente sobre tales conceptos. La discusión en torno a la crisis y
sus posibles causas y remedios, fue aprovechada por los proteccionistas para exponer su
examen crítico de la conformación de la economía del país, de su vinculación con el
exterior y de la política económica de los gobiernos liberales. El uso exagerado de la
política económica liberal nos conduce frecuentemente a la crisis; otros factores como el
abuso del crédito, el interés bajo, las guerras también influyeron, pero son causas
pasajeras, no orgánicas. Un país sin industria, como lo es el nuestro, esta siempre
expuesto a crisis. La causa orgánica, “...Esta en carecer de industrias por la falta de
protección que se les dispensa...” Ello no tiene otro resultado que privarnos de
“...capitales propios que nos hagan independientes de los mercados europeos de cuya
demanda esta pendiente la producción de nuestra materia prima y pendiente también la
prosperidad comercial de nuestro país”.

Proteccionismo Y Liberalismo

Una peculiaridad, revela el enorme peso del liberalismo en Argentina de aquellos años y
la intima resistencia a profesar una política que, como la proteccionista, hería
parcialmente a los principios liberales abrazados por la mayoría de la clase dirigente.
Consistía en una permanente actitud de justificación por la adhesión al proteccionismo.
Se teme, al atacar el librecambio, parecer enemigo del liberalismo. Aun mas, es visible
en muchos el temor de ser tildados de rosistas, acusación que hábilmente, utilizan los
librecambistas. En el debate de 1876 puede observarse una mayor soltura en los
proteccionistas, que se traduce en tajantes adhesiones a la política económica que
propugnan. Afirman defender al proteccionismo como un recurso transitorio, como una
etapa necesaria para asentar realmente al país en los cauces liberales; y critican a los
librecambistas porque su liberalismo económico provocaba la subordinación del país a
Inglaterra. Se trata, en realidad, de un liberalismo nacionalista que, merced a cierta
impregnación de historicismo romántico, formula restricciones momentáneas a la
vigencia plena del liberalismo en el campo económico, como un medio de alcanzarlo en
una etapa posterior.

Crítica Al Capital Extranjero

Lo que despierta mayor interés en la ideología de los proteccionistas es la actitud


nacionalista fundada sobre el programa de desarrollo industrial. La insistencia de los
defensores del librecambio en la teoría clásica de la división del trabajo internacional,
según la cual algunos países están naturalmente destinados a la producción de materias
primas y otros a industrializarse, constituía uno de los mas frecuentes motivos de
choque con sus adversarios. No se pueden proteger industrias que no tenemos; y no las
tenemos porque nos falta capital y la población argentina no tiene aptitud para el trabajo
industrial. Pero la gran industria nacional y hasta hoy la única, es la estancia, frente a
todo nuestro poder económico. Dentro del nacionalismo de los proteccionismos, es
necesario distinguir dos variantes. Una de ellas, la predominante, que hemos calificado
de liberalismo nacionalista: rechazo de la subordinación a Inglaterra y al extranjero en
general, pero sin cerrar las puertas del país a lo europeo en la medida que se consideraba
que ello era condición imprescindible para lograr esa misma independencia ante Europa.
La otra actitud tendía al rechazo de todo lo extranjero por el hecho de serlo. V. F. López
expone los perjuicios que derivan del capital extranjero cuando viene como inversión y
no como empréstito. En tales condiciones sale del país no solo el interés sino también el
beneficio, mientras que un empréstito, utilizado por argentinos, solo significa la perdida
del interés devengado por el préstamo. Si el ejemplo de Inglaterra es el argumento mas
frecuente de los librecambistas, el de Estados Unidos sirve a menudo de apoyo a sus
adversarios.

Mitre en el debate de 1879 insistía en que la Ley de Aduana solo debe tener un fin
rentístico y no debe convertirse en medio de protección; el estado mas feliz para un
pueblo sería aquel donde no existiesen barreras aduaneras.

La Polémica En Los Diarios

La prensa participo también intensamente en la polémica de 1875 y 1876. Entre los


diarios adictos al proteccionismo sobresalía El Nacional. Paralelamente y en opuesta
actitud, La Nación realizó una igualmente intensa campaña librecambista, en el que
juzgaba la reforma de la Ley de Aduana como culminación de los errores
gubernamentales. En similar posición, La Prensa atacaba la política proteccionista,
como hemos visto páginas atrás. Recurría, como La Nación, a los intereses del pueblo
consumidor. Al ingresar al Parlamento nacional, en 1875, la polémica había alcanzado
su etapa culminante. El presidente Avellaneda había decidido adoptar un moderado
aumento de los gravámenes a la importación como forma de restringirla, para disminuir
la salida de oro y acrecentar las recaudaciones fiscales, y poder atender así el servicio de
la deuda externa. El Poder Ejecutivo aspiraba a reducirlos a la mitad de los del año
anterior, para aliviar, según alegaba, la producción del país y abrirle mercados en el
exterior; y también para favorecer a los productores del Litoral, sobre los que recaía la
mayor parte del impuesto de exportación y tan duramente tratados en los últimos años
por crisis y guerras. La menor recaudación se compensaría con los derechos de
importación. Las intenciones de Avellaneda fueron frustradas por el grupo
proteccionista, que logró imponer su criterio en las leyes de aduana sancionadas a partir
de entonces. Y en 1879, la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados afirma
que, aunque es librecambista y pese a que considera inconstitucional el proteccionismo,
no ha querido modificar sustancialmente la Ley de Aduana por la razón, de que las
industrias creadas a su amparo no pueden se afectadas por una brusca disminución de
gravámenes.

Capítulo IX: Los Industriales Y Proteccionistas

El proteccionismo de las décadas del 60 y 70 se apoya sobre la reacción de los


ganaderos de Buenos Aires ante la crisis que afectaba la producción de lana.
Examinaremos ahora la participación de otro sector social, los industriales y artesanos
de Buenos Aires, que se incorporan al movimiento proteccionista organizadamente, a
raíz de la Fundación del Club Industrial en 1875 (que en 1888, al fusionarse con el
Centro Industrial Argentino, daría origen a la Unión Industrial Argentina).
Remontémonos solo a los años inmediatamente posteriores a Caseros, cuando el triunfo
de la política librecambista de Buenos Aires los castigaba con dureza. En 1856 se
publica, El Industrial; en el editorial de; primer numero reseña el desarrollo de la
industria argentina: impedida bajo la Colonia, nacida con la inmigración de 1825-26 y
favorecida por los bloqueos de la época de Rosas y por su política de protección, sufre
ahora los efectos de la política librecambista vigente, a la que con critica con acritud.

Fundación del Club Industrial

El 29 agosto de 1875 tuvo lugar una reunión, convocada por un grupo de industriales,
donde luego de redactarse un breve reglamento provisional, en el que consta el objetivo
de fomentar la industria nacional y defender sus intereses, se nombró la primera
comisión del Club Industrial. El industrial sostenía que los sistemas librecambistas y
proteccionista, que se han formado en situaciones económicas bien determinadas, nada
tienen que hacer entre nosotros, que necesitamos ser eclécticos. Una petición presentada
al Congreso nacional critica el proyecto del Poder Ejecutivo de la Ley de Aduana para
1876, alegando que si bien el mismo aumentaba los gravámenes, ello no significaba que
protegiese la industria nacional. El Club tendía a cultivar una cordial relación con
ciertos sectores del poder. En diciembre de 1875 el Club solicitaba al gobierno de la
Provincia que en el Directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires hubiese en
adelante mayoría de productores e industriales nacionales y que el Banco destinase las
dos terceras partes de su crédito a productores e industriales. En cuanto a los
legisladores, las Cámaras de Diputados y Senadores de la Provincia de Buenos Aires se
destacan por su constante estímulo a las actividades del Club.
Composición Social del Club Industrial

Artesanos, pequeños patronos y algún empresario de cierta envergadura confluyen


desde los comienzos en el Club Industrial; pero asimismo ingresan otros socios de
condición no industrial, como algunos comerciantes y ganaderos. Esta amplitud en la
admisión de socios fue reiterada por dirigentes del Club: debe entenderse por
industriales, a todos los estancieros y productores en general, como también a quienes
tengan un capital en una industria. Pero la mayoría de los socios del Club Industrial eran
pequeños productores. En cuanto a los industriales propiamente dichos, muchos de
ellos, lo eran desde hacía muy pocos años o acababan de iniciarse como tales. La
ampliación del mercado interno debida al crecimiento de la población del país y a otras
circunstancias del periodo, unida a las favorables condiciones previas a 1873, había
permitido una cierta intensificación de la acumulación capitalista en sectores pequeños
y medianos. Además, los efectos negativos de la depresión entre 1874 y 1876 resultaron
parcialmente compensados, para este sector, por la disminución de las importaciones.

Conflictos Ideológicos

El tono a la campaña periodística del Industrial era de marcada agresividad contra los
representantes de la tendencia librecambista. Pero había otros factores que estimularon
la reacción liberal contra el Club. Nos referimos a la aparición, en el periódico y en
otras actividades del Club Industrial, de una tendencia ideológica a primera vista
sorprendente en ese momento y en una institución que parecía representar al capital
industrial. Se trata de las doctrinas de Proudhon y otros socialistas o anarquistas
europeos.

Las Industrias En El Periodo 1860-1880

No resulta posible una evaluación precisa del desarrollo industrial de esos años, debido
a la escasez y deficiencias de las estadísticas existentes. Durante el periodo que nos
ocupa, la producción industrial del país se efectuaba en gran parte bajo diversas formas
precapitalistas, sobre todo en el Interior. En Buenos Aires, aunque el pequeño taller
capitalista parece haber existido en reducido número desde mucho antes, también
subsisten las antiguas formas de producción. Hacía 1853, según el censo de ese año, la
ciudad de Buenos Aires contaba con 746 talleres y 106 fábricas; pero no es posible
determinar con exactitud la magnitud de ambas clases de establecimientos. Estas
fábricas ocuparían unos dos mil obreros. Los productos argentinos son, generalmente,
artículos de primera necesidad, de fabricación sencilla, entre los cuales figuran, en
primer lugar, las transformaciones del grano del trigo. Se comprueba, una neta
diferenciación entre un pequeño número de industrias elaboradoras de productos o
subproductos agropecuarios, que concentran la mayor parte del capital industrial y
poseen por lo general cierto desarrollo técnico, y por otro lado, una gran cantidad de
establecimientos pequeños. Pero la diferencia no estriba solo en el monto del capital y
en el grado de tecnificación de la producción. En muchos casos, las industrias mayores
estaban en manos de miembros de la burguesía terrateniente, quienes las explotaban o
financiaban. Para este sector de la industria argentina tiene valor, entonces, lo que
afirma Dorfman basándose sobre los datos del Censo nacional de 1895, pues los
caracteres ya despuntan 20 años antes. “...en lo fundamental, la burguesía argentina nace
estrechamente ligada al campo, supeditada casi por completo a las actividades básicas
que presiden el desarrollo de la economía nacional...la burguesía industrial argentina no
nace libre. Depende estrechamente de la tierra y se siente obligada con sus
usufructuarios por más de un lazo de consanguinidad. La industria juega, por eso, un
papel secundario y opta por colocarse bajo la tutela de sus ascendientes directos.” Pero
no es este el sector de industriales que predomina en el Club Industrial. Por el contrario,
se trata de artesanos y pequeños capitalistas, muchos de ellos inmigrantes.

Efectos de las Leyes Proteccionistas

Los altos gravámenes vigentes desde la Ley de Aduana para 1876 tuvieron algunos
efectos considerables. La importación por habitante disminuyó sensiblemente y en 1876
se registró, por primera vez en el periodo, un saldo favorable en la balanza de comercio,
que persistió, con algunas variantes, en los años que siguieron. Pero las rentas fiscales,
lejos de aumentar, disminuyeron en los primeros dos años, confirmando los temores de
Avellaneda de que un impuesto demasiado alto hiciera disminuir fuertemente la
importación, anulando el efecto de los mayores ingresos que podría haber brindado el
aumento de los gravámenes. La ley para 1876 había movilizado el espíritu de empresa
de numerosos industriales y aspirantes a serlo. Esto puede comprobarse en los
testimonios adversos a la proyectada y aprobada rebaja de los aranceles para el año
1877. Los datos consignados revelan que el fuerte aumento de los aranceles en 1876
proporcionaba suficiente amparo contra la competencia extranjera a una serie de
industrias livianas, casi todas dedicadas a la producción de alimentos, mobiliario y
vestuario.

División del Club

Pese a las características de los fundadores del Club, se intentó abrirlo a otros sectores
de la economía, posiblemente como un medio de fortalecerlo mediante el ingreso de
otros miembros de la burguesía argentina, de la misma manera que se buscaba apoyo en
las vinculaciones políticas. En torno a estos socios se habrá de producir la división del
Club, cuando, debilitado el movimiento proteccionista y en auge la política de
conciliación, la prédica intransigente de El Industrial contra el librecambio y sus
partidarios locales se hace molesta a quienes, por diversas razones, poseen
vinculaciones y se sienten solidarios con los dirigentes liberales de la política
económica oficial. El 1ro de enero de 1879 aparece La Industria Argentina, órgano del
Centro Industrial que acaban de constituir los renunciantes. A través de los primeros
números de La Industria Argentina, donde abundan los ataques al Club Industrial, se
advierte que unos de los objetivos principales del Centro es realizar una campaña
antiproteccionista. Mientras el Club Industrial rivalizaba con la Sociedad Rural
Argentina -en momentos que los ganaderos se desinteresaban del proteccionismo,
entusiasmados por las perspectivas del frigorífico- el Centro Industrial Argentino
solicitaba a la Sociedad Rural, para llevar adelante sus primeras actividades, un local
donde funcionar. La polémica en torno a los conceptos de industria y de industriales es
útil para deducir la orientación divergente de la política de ambas instituciones. Es
necesario no confundir industrias con artes y oficios, aduce intencionadamente el
órgano del Centro, y agrega que la industria argentina es raquítica, con lo que da a
entender que lo que los dirigentes del Club llaman industria eran en su mayoría talleres
artesanales. El nuevo director de El Industrial contesta que el Club y su periódico
entienden por industria a las manufacturas y a las artesanías. La condición artesanal de
parte de los integrantes del Club fue blanco de la crítica de los renunciantes, molestos
por la hiriente campana proteccionista del Industrial.

Cuestiones Ideológicas

Apenas fundado el Club, El Correo Español, diario librecambista de Buenos Aires que
se hacía eco de los intereses del comercio, manifestaba que el fomento industrial,
auspiciado por el Club, provocaría la aparición de la internacional y sus secuelas. El
Industrial rechaza este argumento contra el proteccionismo, sosteniendo que esta
política habría de contribuir, en cambio, a evitar la cuestión social. La Libertad, diario
de Buenos Aires redactado por Manuel Bilbao, llegó a calificar de comunistas a los
miembros del Club, cuyo espíritu le parecía similar al que movía las luchas del
proletariado europeo. Este tipo de discusión continuó durante los años siguientes,
favorecida por la preocupación que causaba en Buenos Aires la llegada de inmigrantes
socialistas y anarquistas, algunos de ellos obligados por las persecuciones políticas de
sus países de origen. Curiosamente, puede comprobarse la perduración, aun en los años
70, de la influencia del socialismo utópico que había difundido la generación del 37. En
1877 El Industrial -con apoyo de El nacional- continúa polemizando con La Libertad,
que le dirige acusaciones de socialismo. A ellas responde el órgano del Club Industrial,
calificando a su adversario de representante del comercio extranjero. El Superintendente
del Primer Censo nacional, efectuado en 1869, al publicar sus resultados, expresa
preocupación por el peligro de la internacional y del comunismo, a raíz del pauperismo
de la población argentina que revelan los datos.

Capítulo X: Declinación Del Nacionalismo Económico

La envergadura e intensidad del movimiento proteccionista e industrialista provenía- tal


era la hipótesis- de su articulación con los intereses de uno de los sectores de mayor
gravitación en la política y economía del país: los ganaderos de la Provincia de Buenos
Aires, cuya producción lanera parecía haber perdido toda perspectiva durante los años
posteriores a 1866. La crisis del 73, que reactualizó los problemas que habían afectado a
la producción ganadera y el recrudecimiento de la depresión, en 1875, dio nuevos bríos
a la crítica de la política económica liberal. La rápida declinación del movimiento en
vísperas del 80, será considerada en las páginas que siguen.

Situación De Los Ganaderos En El Curso De La Depresión


A diferencia de lo ocurrido en el ciclo anterior, los ganaderos sobrellevan la crisis del
73, y la prolongada depresión posterior, con mucho menos deterioro que otros sectores,
salvo dos momentos de especial incidencia de la crisis: 1873 y 1875. La ruda
experiencia del ciclo anterior perece haber impuesto una política de prudencia en la
administración de las explotaciones ganaderas, política que pudo haber contribuido a
capear el temporal. Se añadía, en algunos ganaderos, la diversificación de la producción.
Por otra parte, recordemos que la evolución de los precios de los productos ganaderos
en el mercado internacional revela una caída mucho menor que en ocasión de la crisis
anterior.

Suerte De La Proyectada Industria Textil

Las circunstancias expuestas parecen haber contribuido a la desaparición del interés


demostrado por los ganaderos hacía el desarrollo de una industria textil nacional,
concebida como una posible sustitución de mercados. Cabe advertir que tal proyecto de
industrialización no habría logrado éxito, como lo corrobora el fracaso de la fábrica de
paños. La insuficiencia del capital, la oposición del Banco de la Provincia a auxiliarla
por medio del crédito y otros factores, en parte vinculados a la depresión económica,
constituyen obstáculos que la fábrica no puede superar; de año en año, entre 1873 y
1876, la producción declina acentuadamente y el déficit apenas disminuye. El apoyo
ganadero a la iniciativa estuvo limitado a un reducido sector de los más inquietos, con
verdadero espíritu de empresa, como los dirigentes de la Sociedad Rural Argentina. Los
más interesados, los productores de lana, eran en su mayoría ganaderos, pequeños o
medianos, sin disponibilidad de capital para trasladar la industria. En virtud de la
tendencia librecambista prevaleciente en los medios oficiales, la fábrica de paños de
Buenos Aires no recibió apoyo del Estado, que se limitó a suscribir 50 acciones. En
cuanto a la fábrica de Entre Ríos, su pedido de apoyo al Gobierno de la Nación parece
haber corrido la misma suerte. El desarrollo de una industria textil podía afectar
intereses de sectores importadores argentinos y de industriales ingleses. En virtud de las
teorías liberales, el Estado no podía ser empresario; su esfuerzo, dentro de las limitadas
posibilidades de estos años de crisis y depresión, se volcaba en obras de infraestructura,
hacia el fomento de la inmigración, la conquista en tierras en poder de los indígenas.
Siempre, en función del objetivo de complementación de la economía del país con la
europea, de acuerdo a la teoría clásica de la división internacional del trabajo. En este
país, dice un diputado librecambista, donde la mano de obra es cara y la ganadería
necesita muy poco, los capitales no buscaran la industria manufacturera sino la tierra y
los ganados. En tales condiciones, solo una acción orientada por el Estado hubiera
hecho factible un proceso de industrialización. Los resortes fundamentales de la
administración estaban en manos del sector librecambista y nada pudieron hacer en
consecuencia.

El Entusiasmo Por La Industria Frigorífica

En septiembre de 1868 una ley había autorizado al Poder Ejecutivo nacional a invertir la
suma de 8.000 pesos fuertes para premiar al inventor o introductor del mejor sistema de
conservar carne fresca para su explotación en gran escala. El primer éxito correspondió
al sistema Tellier y fue ensayado en el vapor Le Frigorifique. El sistema Carre Julien,
obtuvo mejores resultados y terminó por entusiasmar a los ganaderos del Plata. El
promisorio panorama que asoma absorberá el interés de los ganaderos, contribuyendo a
debilitar las tendencias industrialistas. Aunque pasarían aun algunos años antes que se
concretase la organización de la industria frigorífica y del transporte de carnes, los
ganaderos argentinos comenzaron inmediatamente a prepararse para las nuevas
perspectivas. La mestización de sus haciendas a través de la importación de ejemplares
de raza, la intensificación del alambrado de los campos, y otras medidas, así lo indica.
En julio de 1877 de aprobó en el Parlamento nacional una ley que liberaba de derechos
la exportación de carne fresca. El primer frigorífico fue de capital argentino y dejó de
funcionar en 1898, y será el capital ingles el que comience a establecer realmente la
industria en el país.

Evolución Política De Los Proteccionistas, “Conciliación” O Política Programática

El curso de los acontecimientos políticos, luego del fracaso de la rebelión mitrista de


1874, se caracteriza por el ahondamiento de las disensiones entre los partidos y la
virulencia que adquieren los enfrentamientos. Veamos ahora como los principales
hombres de la clase dominante toman conciencia de ellas y se proponen aplacar la
contienda política para contribuir al restablecimiento de la economía y evitar los
posibles conflictos sociales; y como esta perspectiva de la “conciliación de los partidos”
y la alternativa del roquismo, terminan por restar el débil apoyo de la clase dominante al
sorprendentemente fortalecido grupo de los Republicanos para provocar su disolución,
desbordados por los conflictos del 80. El mitrismo se entregaba a la conspiración y
rumores de levantamiento corrían por Buenos Aires. En los primeros días de mayo de
1877 debió estallar la nueva rebelión del mitrismo. Fue evitada a último momento por el
acuerdo del gobierno nacional con sus opositores, inaugurando, solo entonces, la
vigencia efectiva de la política de conciliación. El 7 de octubre de 1877 los partidos
autonomistas y nacionalistas celebran en un acto público la vigencia de la conciliación.
La conciliación fue bien recibida por los principales sectores de la burguesía, que veían
en esta política un alivio a su difícil situación económica. Para afianzar la conciliación,
el Presidente Avellaneda incorpora a su gabinete a prominentes mitristas: Rufino de
Elizalde como ministro de relaciones exteriores y José María Gutiérrez en Justicia,
Culto e Instrucción Publica; otro tanto hace el gobernador de la Provincia de Buenos
Aires proponiendo al Senado al Dr. Lastra para la cartera de Hacienda. “Pausas sin
ventajas de tendencias, la conciliación permitió al gobierno sobrellevar la aguda crisis,
evitar la guerra civil y sentar en la misma mesa a los adversarios”. (Bartolomé
Galíndez). El problema de la nacionalidad de los extranjeros consistía en que no era
aconsejable que mantuviesen su nacionalidad de origen, pues ello significaba la
marginación política de una numerosa población con las anormales consecuencias que,
para la vida del país, este entrañaba; pero, por otra parte, su nacionalización abría el
peligro del acceso al poder de esos sectores medios, cuyos intereses no eran los mismos
que los de la minoría dirigente. “Las cuestiones sociales fueron aludidas por Cáceres en
el llamado a la conciliación de su mensaje de 1877”.

Los Proteccionistas Ante La Conciliación


La política de conciliación solo sería rechazada por el sector reformista del alsinismo
que veía en ella la desaparición de su programa de reformas, sacrificio que no estaba
dispuesto a realizar. La divergencia ante este problema ahonda las diferencias en el seno
del autonomismo y prepara la escisión, cuyo producto será la fundación del partido
Republicano, donde se reúnen los rebeldes del alsinismo, con del Valle, Alem, Rocha, y
otros. El cisma significa la perdida de las posiciones favorables a la política
proteccionista en el gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Con la renuncia de del
Valle la política proteccionista pierde base en el gobierno provincial, situación que se
acentúa con la renuncia de Rufino Varela a fines del mismo año. El gobierno de Carlos
Cáceres marcha hacía la unión con los mitristas -librecambistas- y esto debía repercutir
en este plano. El distanciamiento de los Republicanos con el gobierno de Cáceres,
promotor de la conciliación, se ahonda aun más a través de varias incidencias políticas.
Una vez formado el partido Republicano, el proteccionismo es incluido en su programa,
como lo recuerda su líder Aristóbulo del Valle. Autonomistas y nacionalistas presentan
la candidatura Tejedor-Moreno como formula de conciliación; del Valle-Alem es la
formula Republicana. Esta vez triunfa la conciliación, cuya fuerza en la campaña supera
a la de los Republicanos, arraigados en la capital. La muerte de Alsina (dic.1877)
provoca la crisis de la política de conciliación y los republicanos deciden reingresar en
el autonomismo, apartado ahora de aquella política. A mediados de agosto de 1878 se
decide la reunificación del partido. Los Republicanos habían reingresado al partido
autonomista pero sin abdicar su línea programática; intentan ahora, fracasado su partido
propio, transformar al autonomismo en un gran partido nacional con base en las
provincias del Interior, a las cuales apelaban con su defensa de las autonomías
provinciales y otros objetivos, entre los cuales el proteccionismo tenía un lugar
significativo. Este nuevo partido autonomista, el llamado P.A.N. (Partido Autonomista
nacional) de 1878, había emitido un manifiesto programático, luego de la asamblea de
reunificación. La Republica necesita esas fuerzas orgánicas para seguir adelante luego
de su elaboración constitucional y vencer los obstáculos de las influencias del pasado;
en un momento agravado por conflictos con algunos países limítrofes y por el soplo de
la anarquía en lo interno, el partido autonomista viene a ocupar su puesto con la fuerza
de su unidad y sin alterar su programa: defensa de la nacionalidad argentina; sostén de
las prerrogativas de las provincias soberanas; manteniendo el orden y la paz; asegurar el
mecanismo regular de las instituciones; defender la soberanía del país sin soluciones
violentas; determinar la capital definitiva del país; resolver la cuestión de las fronteras
con los indios; organizar el sistema rentístico mediante una economía inteligente y
severa; promover las industrias; aumentar la población y repartirla mejor en todo el
territorio; valorizar las riquezas del país y abrir mercados a sus productos; facilitar las
comunicaciones y arrancar del aislamiento a sus centros poblados; ilustrar a la masas y
satisfacer todas las exigencias sociales políticas y económicas de un pueblo. Por el
comité autonomista, D. F. Sarmiento, V. F. López, Carlos Pellegrini, Ataliva Roca,
Miguel Cané, H. Irigoyen, A del Valle, D. Rocha, L. N. Alem, B. de Irigoyen, A.
Cambaceres.

El párrafo dedicado al proteccionismo expresa que la nación necesita “promover sus


industrias que la emanciparán del dominio económico del extranjero, arrancándola
además de su postración en que ha caído”. Pero el intento de construir un Partido
nacional y orgánico fracasa nuevamente; la puja interna paraliza el nuevo partido
autonomista y los republicanos no logran triunfar en ella. El viejo núcleo renovador
gestado en el alsinismo pierde su última tentativa de lograr una fuerza política propia
para llevar adelante su programa. El grupo se desdibuja en vísperas del enfrentamiento
del 80 con una actitud de abstención en el problema presidencial, de haber fracasado la
candidatura de Sarmiento que ellos apoyaban. Mas tarde, la gran mayoría seguirá a
Avellaneda durante el conflicto desencadenado por la cuestión capital, e integrará mas
adelante el P.A.N. de 1880, fuerza política que caerá bajo el absoluto dominio del
presidente Roca.

[José Carlos Chiaramonte, Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina,


Hyspamérica, Buenos Aires, 1971]

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