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Liceo Puente Alto

Subsector: Biblioteca
Profesora: Lorenza Romero
Nivel: 3° - 4°

EJERCICIOS DE COMPRENSIÓN LECTORA I


Aprendizaje Esperado: Ejercitar habilidades de comprensión lectora.
Nombre: Curso: Fecha: Nota:

. Lee los siguientes textos y luego contesta las preguntas de comprensión lectora de acuerdo con
el contenido de los fragmentos y de la información extraída a partir de esos contenidos.

Ejercicio 1

LA GENERACIÓN INDIGNADA
Artículo de Opinión de Carles Feixa
(En El País Semanal, 20 de septiembre de 2011)

Un nuevo lumpenproletariado de jóvenes


hiperformados e hiperinformados, que beben de la ética
hedonista del consumo y forman parte del mundo
posmoderno de la Red, es el protagonista de las
revueltas del bienestar.
Un fantasma ha recorrido Europa (y más allá): el
fantasma de la indignación. Es un fantasma con
múltiples caras, aunque la más visible tiene rostro
juvenil. Apareció primero en la periferia de París y
Atenas, acampó luego en el centro de El Cairo, Lisboa, Madrid y Barcelona, y ha vuelto a irrumpir en Londres,
Santiago de Chile y Tel Aviv. Tras el fantasma, una presencia: la del nuevo lumpemproletariado de la era
posindustrial, constituido por esos jóvenes hiperformados -e hiperinformados- y sin embargo precarizados,
conectados a través de las redes sociales, que a veces reaccionan en forma creativa y pacífica (en forma de
comedia) y otras en forma más airada y violenta (en forma de tragedia). Tras esta presencia inquietante, un
espectro: el de una crisis económica global que afecta con particular intensidad a las nuevas generaciones,
cuyos efectos van más allá de la precariedad material, presentándose en forma de crisis de valores (o, más bien,
de valores de la crisis).
¿Qué tienen en común todos estos movimientos? ¿Cuáles son las extrañas galerías que conectan sus actores,
motivaciones y propuestas? ¿Qué lecciones plantean a nuestras sociedades democráticas?. En septiembre de
2009 publiqué en estas mismas páginas un artículo titulado Generación replicante, en el que reflexionaba
sobre el modelo de juventud emergente en la era digital, a partir de una efímera revuelta en un barrio de
Madrid, motivado por la prohibición del botellón. Propuse entonces considerar tres modelos de juventud
alternativos que convivían en nuestra sociedad: el de Tarzán o niño salvaje, el de Peter Pan o eterno
adolescente y el del replicante o joven androide. Entre la criminalización y la domesticación
del botellón -y de la propia juventud-, el texto acababa pronosticando "una tercera vía que trate a los jóvenes,
no como replicantes, sino como ciudadanos capaces de reinventarse como actores sociales".
El actual ciclo de protestas juveniles, tanto las que surgen de las periferias urbanas como las que ocupan el
centro de las ciudades, tanto las que nacen en Europa como las que lo hacen al sur del Mediterráneo y allende
los mares, tanto las protagonizadas por estudiantes de clase media como las lideradas por subocupados y
parados, no son revueltas de la miseria sino del bienestar. Están protagonizadas por una generación no
ya educada en la ética puritana del ahorro, sino en la ética hedonista del consumo y, sobre todo, en la ética
posmoderna de la Red (la nética). En este ciclo podemos distinguir dos prólogos, dos epílogos y algunos
momentos culminantes.
Como prólogos, las revueltas callejeras en dos países europeos: el que inventó la democracia (Grecia) y el que la
reinventó (Francia). En otoño de 2005, en la revuelta de las banlieues, una coalición de jóvenes blanc-black-
beur puso en práctica lo que el filme El odio había pronosticado: la conversión de la indignación en rabia,
encendida por un abuso policial real o percibido, y dirigida contra algunos iconos de la sociedad de consumo:
escaparates rotos y coches quemados (cabe recordar que en otras ciudades europeas como Berlín la quema de
coches se ha convertido en una especie de ritual que se repite periódicamente). En 2008, el otoño griego sirvió
para dramatizar los efectos de la crisis financiera internacional, en forma de una revuelta protagonizada por
jóvenes airados, educados para el Estado de bienestar, pero que de repente descubrían la amenaza de un
Estado de malestar.
Como momento culminante, la primavera mediterránea de 2011, con la ocupación pacífica de las plazas.
Primero, la protesta contra regimen autocráticos impulsados por la generación Raï-Rap tunecina y egipcia,
educada en Facebook más que en las escuelas coránicas o baazistas (una revuelta triunfante aunque sus jóvenes
líderes hacktivistas hayan sido rápidamente fagocitados por políticos de más edad). Luego, la marcha
impulsada en Portugal por la Geração a Rasca (la generación en apuros), formada por los paganos de la crisis.
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Y finalmente la SpanishRevolution del 15-M, cuando el ágora virtual de las redes sociales se convirtió en una
acampada real. Aunque algunos la vieron al principio como una especie de macrobotellón, la acampada
despertó la simpatía ciudadana: la generación Ni-Ni se convertía súbitamente en generación Sí-Sí-Sí, pues
además de estudiar y trabajar, a los jóvenes indignados les quedaba tiempo para comprometerse en un
movimiento que atrajo la atención mundial y se diseminó por otros lugares donde no sobran motivos para la
indignación, como Israel (donde la carestía de la vivienda afecta a jóvenes judíos y palestinos) y México, desde
donde escribo estas líneas, en cuyos zócalos se han convocado estos días concentraciones de indignados contra
narcos y políticos corruptos.
Como epílogos, la revuelta de los suburbios ingleses del reciente verano, protagonizada por una coalición de
jóvenes yob (boy, al revés), hijos de inmigrantes caribeños, africanos, asiáticos o de la clase obrera blanca,
dependientes a su pesar del Estado de bienestar, que pusieron en práctica lo que el filme Haz lo que
debas había previsto: la revuelta del gueto multicultural, con una secuencia parecida a la de Francia (chispa
policial, saqueo hiperconsumista y desprecio institucional), pero con algunas particularidades (como la
participación de jóvenes de la clase media alta). Y finalmente, la revuelta estudiantil en Chile, donde una nueva
generación de pingüinos (el nombre que reciben los estudiantes de secundaria por su uniforme) ponen en
jaque al Gobierno neoliberal por excelencia, heredero a su pesar de Pinochet.
Más allá de las raíces y derivas de movimientos tan dispares, subyace un intento de regenerar una cultura
democrática que, tras dos siglos de existencia, muestra cierta obsolescencia. La evolución de esta cultura
democrática se corresponde de algún modo con los tres modelos de juventud señalados. La democracia
Tarzán, en primer lugar, prioriza la educación del ciudadano y se corresponde con el parlamentarismo
surgido de la Ilustración y del movimiento obrero: la toma de decisiones se produce mediante la elección de
representantes; por lo general, se trata de una gerontocracia en la que los mayores dirigen a los menores.
La democracia Peter Pan, en segundo lugar, prioriza la gestión de lo público y se corresponde con la
emergencia del Estado de bienestar tras la II Guerra Mundial, un país de Nunca Jamás en donde se instala una
casta política autorreferencial; se trata de una mesocracia liderada por políticos profesionales que a veces
parecen eternos adolescentes. La democracia Replicante, en tercer lugar, propone una política no solo
delegativa sino participativa, que empieza a ser viable gracias al ciberespacio: la wikidemocracia o democracia
4.0; se trata de una neocracia en la que las nuevas generaciones, por primera vez, están mejor preparadas para
imaginar la dirección del cambio, aunque raramente se les ofrezca la oportunidad de participar en el mismo. A
juzgar por la forma como se ha llevando a cabo la reforma constitucional, no parece que nuestros principales
partidos hayan aprendido la lección.
No deja de ser significativo que el movimiento de los indignados se inspire en el libro publicado por un anciano
activista: Stéphane Hessel. En la antropología clásica, el cambio social suele leerse en términos de oposición
entre generaciones consecutivas (padres e hijos) y de alianza entre generaciones alternas (abuelos y nietos). En
este caso, los jóvenes (la generación replicante) se inspiran en ancianos como Hessel (la generación
resistente) -o en abuelos republicanos en el caso del 15-M- y replican a adultos de la generación del 68 (o
pos-68), quienes al frente de las instituciones políticas, económicas y sociales dominantes, acostumbran a
hacer oídos sordos ante tales réplicas. Pues si la primavera indignada pudo desembocar en un verano irritado,
el otoño caliente que se avecina no debería conducir a la hibernación de todo un movimiento que, más allá de
sus dilemas estratégicos y de sus errores tácticos, se ha convertido en uno de aquellos "objetos culturales" que
Lévi-Strauss consideraba "buenos para pensar".

1. El mejor sinónimo para HEDONISMO es:

A. Ascetismo
B. Austeridad
C. Placer
D. Acritud
E. Destemplanza

2. El mejor sinónimo para EFÍMERO es:

A. Fugaz
B. Eterno
C. Duradero
D. Perenne
E. Permanente

3. Según la información del texto, es correcto señalar:

I. El fantasma de la indignación ha arraigado solo en Europa


II. La causa del fantasma de la indignación es la crisis económica global
III. La generación indignada demanda mejoras materiales y valóricas

A. Solo I B. Solo II C. Solo III


D. Solo II y III E. I, II y III
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4. ¿Cuál es la tesis fundamental que el emisor propone en el texto?:

A. El actual ciclo de protestas juveniles, están protagonizadas por una generación educada en la ética hedonista
del consumo y de la Red.
B. El fantasma de la indignación posee múltiples caras, aunque la más visible tiene rostro juvenil.
C. En la antropología clásica, el cambio social suele leerse en términos de oposición entre generaciones
consecutivas (padres e hijos) y de alianza entre generaciones alternas (abuelos y nietos).
D. Más allá de las raíces y derivas de movimientos tan dispares, subyace un intento de regenerar una cultura
democrática que, tras dos siglos de existencia, muestra cierta obsolescencia.
E. La evolución de la cultura democrática se corresponde de algún modo con los tres modelos de juventud.

5. Según se interpreta de la información del texto, la Democracia Replicante propone una:

A. Participación activa de las nuevas generaciones.


B. Política delegativa y participativa, viable gracias al ciberespacio en la que las nuevas generaciones, están
informadas pero no consideradas para participar de la misma.
C. Respuesta frente a la ineptitud de las decisiones político – económicas de la generación del 68.
D. Crisis económica global como vía única para terminar con los problemas que afectan a las nuevas
generaciones.
E. Una priorización de la gestión de lo público y del Estado de malestar.

6. De lo leído se infiere que la generación indignada critica:

A. La democracia replicante.
B. El Estado de malestar.
C. La democracia nacida en Grecia y reinventada en Francia.
D. La ética puritana del ahorro.
E. La ética hedonista del ser humano.

7. Según los antecedentes, la generación indignada es un grupo de jóvenes que:

A. Está destinada a fracasar, pues no participan en las cúpulas de poder.


B. Que se formó hace dos siglos y que mantiene las mismas aspiraciones de siempre.
C. Se enfrenta a los valores propuestos por los ancianos.
D. No puede propiciar cambios económicos debido a que presenta una crisis de valores.
E. Pese a sus errores tácticos, puede provocar cambios debido a que es buena para pensar.
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EJERCICIOS DE COMPRENSIÓN LECTORA II


Aprendizaje Esperado: Ejercitar habilidades de comprensión lectora.
Nombre: Curso: Fecha: Nota:

. Lee los siguientes textos y luego contesta las preguntas de comprensión lectora de acuerdo con
el contenido de los fragmentos y de la información extraída a partir de esos contenidos.

Ejercicio 1

ALGO VA MAL
Fragmento de ensayo de Tony Judt
Editorial Taurus Madrid 2010

La nueva generación siente una honda preocupación por el mundo que va a heredar. Pero esos temores van
acompañados de una sensación general de frustración: nosotros sabemos que algo está mal y hay muchas cosas
que no nos gustan. Pero ¿En qué podemos creer?; ¿Qué debemos hacer?.
Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una
virtud de la búsqueda del beneficio material: de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro sentido
de un propósito colectivo. Sabemos qué cuestan las cosas, pero no tenemos idea de lo que valen. Ya no nos
preguntamos sobre un acto legislativo o un pronunciamiento judicial: ¿es legítimo?, ¿es ecuánime?, ¿es justo?
¿es correcto?, ¿va a contribuir a mejorar la sociedad o el mundo?. Estos solían ser los interrogantes políticos,
incluso si sus respuestas no eran fáciles. Tenemos que volver a aprender a plantearlos. El estilo materialista y
egoísta de la vida contemporánea no es inherente a la condición humana. Gran parte de lo que hoy nos parece
«natural» data de la década de 1980: la obsesión por la
creación de riqueza, el culto a la privatización y el sector
privado, las crecientes diferencias entre ricos y pobres. Y,
sobre todo, la retórica que los acompaña: una
admiración acrítica por los mercados no regulados, el
desprecio por el sector público, la ilusión del crecimiento
infinito. No podemos seguir viviendo así. El pequeño
crac de 2008 fue un recordatorio de que el capitalismo
no regulado es el peor enemigo de sí mismo: más pronto
o más tarde está abocado a ser presa de sus propios
excesos y a volver a acudir al Estado para que lo rescate.
Pero si todo lo que hacemos es recoger los pedazos y
seguir como antes, nos aguardan crisis mayores durante
los años venideros. Sin embargo, parecemos incapaces
de imaginar alternativas. Esto también es algo nuevo. Hasta hace muy poco, la vida pública en las sociedades
liberales se desarrollaba a la sombra de un debate entre los defensores del «capitalismo» y sus críticos,
normalmente identificados con una u otra forma de «socialismo». En la década de 1970 este debate había
perdido buena parte de este significado por ambas partes, pero, en cualquier caso, la distinción «izquierda-
derecha» resultaba útil. Constituía un marco en el que situar los comentarios críticos sobre los asuntos
contemporáneos. En la izquierda, el marxismo fue atractivo para sucesivas generaciones de jóvenes, aunque
sólo fuera porque ofrecía una forma de distanciarse del statu quo. Prácticamente lo mismo se puede decir del
conservadurismo clásico: una fundada aversión al cambio precipitado constituyó el punto de encuentro para
los renuentes a abandonar los usos establecidos. Hoy, ni la izquierda ni la derecha tienen en qué apoyarse.
Llevo treinta años oyendo decir a los estudiantes: «Para ustedes fue fácil: su generación tenía ideales e ideas,
creía en algo, podía cambiar las cosas». Nosotros (los hijos de los ochenta, los noventa, del 2000) no tenemos
nada. En muchos sentidos mis alumnos están en lo cierto. Para nosotros fue fácil —lo mismo que fue fácil, al
menos en este sentido, para las generaciones anteriores a la nuestra—. La última vez que una cohorte de
jóvenes expresó una frustración comparable ante la vaciedad de sus vidas y la desalentadora falta de sentido de
su mundo fue en la década de 1920: no es casual que los historiadores hablen de la «generación perdida». Si los
jóvenes de hoy están desorientados no es por falta de objetivos. Una conversación con estudiantes o escolares
produce una asombrosa lista de ansiedades. De hecho, la nueva generación siente una honda preocupación por
el mundo que va a heredar. Pero esos temores van acompañados de una sensación general de frustración:
nosotros sabemos que algo está mal y hay muchas cosas que no nos gustan. Pero ¿en qué podemos creer? ¿Qué
debemos hacer?. Esta actitud es el irónico reverso de la de una era anterior. En la época del dogma radical, los
jóvenes estaban lejos de sentir incertidumbre. El tono característico de los años sesenta era el de una confianza
presuntuosa: nosotros sabíamos cómo arreglar el mundo. Es esta nota de arrogancia gratuita la que en parte
explica la posterior respuesta reaccionaria; si la izquierda quiere recuperarse, le vendrá bien algo de modestia.
En cualquier caso, hay que poder designar el problema que se quiere resolver.
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Escribí este libro para los jóvenes a ambos lados del Atlántico. A los lectores estadounidenses quizá les
asombren las frecuentes referencias a la socialdemocracia. Aquí, en los Estados Unidos, estas referencias no
son habituales, cuando los periodistas y comentaristas defienden el gasto público en fines sociales, suelen
describirse —y ser descritos por sus críticos— como «liberales». Liberal es una etiqueta venerable y respetable,
y todos deberíamos estar orgullosos de ella. Pero, al igual que un abrigo bien diseñado, oculta más de lo que
deja ver. Un liberal es alguien que se opone a la intromisión en los asuntos ajenos: es tolerante con la
disconformidad y el comportamiento no convencional. Históricamente los liberales han sostenido que lo mejor
es mantener a los demás fuera de nuestras vidas, lo que deja a cada individuo el máximo espacio para vivir y
desarrollarse como prefiera. En su forma extrema, estas actitudes hoy están asociadas con los
autodenominados «libertarios», pero el término es en gran medida redundante.
La mayoría de los verdaderos libertarios prefieren dejar en paz a los demás. Por otra parte, los
socialdemócratas son una suerte de híbridos. Comparten con los liberales la defensa de la tolerancia religiosa y
cultural; pero en la política pública creen en la posibilidad y en las ventajas de la acción colectiva para el bien
común.
Como la mayoría de los liberales, los socialdemócratas propugnan la tributación progresiva a fin de financiar
los servicios públicos y otros bienes sociales que los individuos no pueden conseguir por sí solos. Sin embargo,
mientras que muchos liberales ven esa tributación o provisión pública como un mal necesario, una visión
socialdemócrata de la buena sociedad entraña desde el comienzo un papel mayor para el Estado y el sector
público.
Es comprensible que en Estados Unidos resulte difícil vender la socialdemocracia. Uno de mis objetivos es
sugerir que el gobierno puede desempeñar un papel mayor en nuestras vidas sin amenazar nuestras libertades
—y sostener que, como el Estado va a permanecer con nosotros durante un tiempo previsible, haríamos bien en
pensar qué tipo de Estado queremos—.
En cualquier caso, gran parte de lo mejor en la legislación y la política social estadounidenses del siglo XX —y
que ahora se nos pide que desmantelemos en nombre de la eficiencia y del «menos gobierno»— se corresponde
en la práctica con lo que los europeos han denominado «socialdemocracia». Nuestro problema no es qué hacer,
sino cómo hablar acerca de ello. El dilema europeo es un tanto diferente. Numerosos países europeos practican
desde hace mucho algo parecido a la socialdemocracia, pero han olvidado cómo defenderla. Hoy los
socialdemócratas están a la defensiva y tratan de excusarse. No se ha dado respuesta a los críticos que
sostienen que el modelo europeo es demasiado caro o ineficiente desde el punto de vista económico. Y, sin
embargo, el Estado del bienestar no ha perdido ni un ápice de popularidad entre sus beneficiarios: en ningún
país de Europa ha votado el electorado a favor de acabar con la salud pública y la educación gratuita o
subvencionada, o de reducir la provisión pública de transporte y otros servicios esenciales. Me propongo poner
en tela de juicio las ideas convencionales a ambos lados del Atlántico. Desde luego, este objetivo se ha
simplificado considerablemente. Durante los primeros años de este siglo, el «consenso de Washington» había
ganado la batalla. En todas partes había un economista o «experto» que exponía las virtudes de la
desregulación, el Estado mínimo y la baja tributación. Parecía que los individuos privados podían hacer mejor
todo lo que hacía el sector público. La doctrina de Washington era recibida en todas partes por un coro de
animadores ideológicos: desde los beneficiarios del «milagro irlandés» (el boom de la burbuja inmobiliaria del
«tigre celta») hasta los ultracapitalistas doctrinarios de la antigua Europa comunista. Incluso los «viejos
europeos» se vieron arrastrados por la marea. El proyecto de mercado de la Unión Europea —la llamada
«agenda de Lisboa»—, los entusiastas planes de privatización de los gobiernos francés y alemán: todos
atestiguaban lo que sus críticos franceses han denominado el nuevo «pensamiento único». Pero al menos en
parte ya se ha producido un despertar. Para evitar las bancarrotas nacionales y el derrumbamiento del sistema
bancario, los gobiernos y los bancos centrales han dado giros considerables a sus políticas, diseminando
generosamente dinero público en pro de la estabilidad económica y poniendo las compañías arruinadas bajo
control público sin pensarlo dos veces. Un asombroso número de economistas partidarios del libre mercado, de
los que se prosternaban a los pies de Milton Friedman y sus colegas de Chicago, hacen acto de contricción y
juran lealtad a la memoria de John Maynard Keynes. Todo esto es muy gratificante. Pero no se puede decir que
constituya una revolución intelectual. Por el contrario, como sugiere la respuesta de la administración Obama,
la vuelta a la economía keynesiana no es más que una retirada táctica. Prácticamente lo mismo se puede decir
del Nuevo Laborismo, tan leal como siempre al sector privado en general y a los mercados financieros
londinenses en particular. Desde luego, un efecto de la crisis ha sido amortiguar el ardor de los europeos
continentales por el «modelo angloestadounidense»; pero los principales beneficiarios han sido esos mismos
partidos de centroderecha que antes ponían tanto empeño en emular a Washington. En suma, la necesidad
práctica de Estados fuertes y gobiernos intervencionistas está fuera de discusión. Pero nadie está
«repensando» el Estado. Sigue habiendo una marcada renuencia a defender el sector público en nombre del
interés colectivo o por principio. Es asombroso que en una serie de elecciones que se ha celebrado en Europa
después de la crisis financiera, los partidos socialdemócratas hayan obtenido malos resultados; a pesar del
derrumbamiento del mercado, han sido a todas luces incapaces de estar a la altura de las circunstancias. Para
que se le vuelva a tomar en serio, la izquierda debe hallar su propia voz.
Hay mucho sobre lo que indignarse: las crecientes desigualdades en riqueza y oportunidades; las injusticias de
clase y casta; la explotación económica dentro y fuera de cada país; la corrupción, el dinero y los privilegios que
ocluyen las arterias de la democracia. Pero ya no basta con identificar las deficiencias del «sistema» y lavarse
las manos como Pilatos: indiferente a las consecuencias. La irresponsable pose retórica de las décadas pasadas
no ayudó en nada a la izquierda.
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Hemos entrado en una era de inseguridad: económica, física, política. El hecho de que apenas seamos
conscientes de ello no es un consuelo: en 1914 pocos predijeron el completo colapso de su mundo y las
catástrofes económicas y políticas que lo siguieron. La inseguridad engendra miedo. Y el miedo —miedo al
cambio, a la decadencia, a los extraños y a un mundo ajeno— está corroyendo la confianza y la
interdependencia en que se basan las sociedades civiles. Todo cambio es convulso. Hemos visto que el espectro
del terrorismo basta para crear conmoción en democracias estables. El cambio climático tendrá consecuencias
aún más dramáticas. Hombres y mujeres se verán obligados a depender de los recursos del Estado. Recurrirán
a sus líderes y representantes políticos para que les defiendan: de nuevo habrá quienes apremien a las
sociedades abiertas a que se cierren y sacrifiquen la libertad en aras de la «seguridad». La elección ya no será
entre el Estado y el mercado, sino entre dos tipos de Estado. Nos corresponde a nosotros volver a concebir el
papel del gobierno. Si no lo hacemos, otros lo harán. Presenté por primera vez los argumentos de las páginas
siguientes en un ensayo publicado en The New York Review of Books en diciembre de 2009.
Tras su aparición recibí muchos comentarios y sugerencias interesantes, entre ellos, una reflexiva crítica de una
joven colega. «Lo más asombroso —decía— de lo que escribe no es tanto el contenido como la forma: afirma
que le indigna nuestro conformismo político; defiende la necesidad de disentir de nuestra forma de pensar
guiada por la economía, la urgencia de una vuelta a la conversación pública imbuida de ética.

1. El mejor sinónimo para RENUENCIA es:

A. Conformidad
B. Avenencia
C. Convenio
D. Aversión
E. Coalición

2. El mejor sinónimo para OCLUSIÓN es:

A. Salida
B. Obstinación
C. Obstrucción
D. Escape
E. Perforación

3. Con relación al fragmento leído, ¿cuál de las siguientes opciones es FALSA?:

A. El estilo materialista y egoísta de la vida contemporánea es inherente a la condición humana.


B. La nueva generación siente una honda preocupación por el mundo que va a heredar.
C. Para evitar las bancarrotas y el derrumbamiento del sistema capitalista, los gobiernos han dado giros hacia
políticas keynesianas.
D. Hemos entrado en una era de inseguridad: económica, física, política.
E. Es necesario reinventar un nuevo rol para el Estado.

4. Del texto es posible inferir la siguiente idea:

I. Cuando el capitalismo entra en crisis debe recurrir al Estado para que lo rescate.
II. Hoy, la izquierda y la derecha tienen proponen sistemas político-económicos alternativos.
III. Las actuales generaciones sienten miedo del mundo que van a heredar.

A. Solo I B. Solo II C. Solo III


D. Solo I y III E. I, II y III

5. De acuerdo con el texto, la socialdemocracia que se practica hoy en Europa:

A. Obtiene menos apoyo debido al derrumbamiento del mercado después de la crisis financiera.
B. Responde de manera efectiva frente a los intereses de la comunidad europea.
C. No es efectiva, pues sus impulsores no han repensado el rol que debe tener el Estado en la economía.
D. Ha gestionado positivamente el rol del Estado en la economía.
E. Rechaza la economía de mercado por considerarla causante de las crisis financieras.
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6. ¿Cuál es la tesis del autor?:

A. Siente preocupación por la condición humana actual materialista y egoísta, proponiendo la reconstrucción
del papel del Estado.
B. Siente una admiración por la economía de mercado por su autorregulación.
C. Tanto izquierda como derecha coexisten complementándose.
D. Es necesaria la reconstrucción de gobiernos fuertes e intervencionistas en el proceso económico.
E. Hoy en día la distinción entre izquierda y derecha resulta útil.

7. ¿Qué argumentos avalan la tesis del autor?:

I. La socialdemocracia clásica atraviesa una profunda crisis que refiere a su propia identidad ideológico-
política.
II. La elección ya no será entre el Estado y el mercado, sino entre dos tipos de Estado.
III. Es necesario repensar “lo público” con un sentido ético.

A. Sólo I
B. Sólo II
C. Sólo I y II
D. Sólo II y III
E. I, II y III
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EJERCICIOS DE COMPRENSIÓN LECTORA III


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Ejercicio 1

EL CATACLISMO DE DAMOCLES
Conferencia de Gabriel García Marquez
Discurso pronunciado el 6 de agosto de 1986 en al aniversario de la bomba de Iroshima en la
Conferencia de Ixtapa, México.

Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres


humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas
derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el
mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el
tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán
muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo.
Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sáhara, la vasta Amazonia
desaparecerá de la faz del planeta destruida por el granizo, y la era del rock y
de los corazones transplantados estaría de regreso a su infancia glacial. Los
pocos seres humanos que sobrevivan el primer espanto, y los que hubieran
tenido el privilegio de un refugio a las tres de la tarde del lunes aciago de la
catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La Creación
habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida
serán las cucarachas.
Señores presidentes, señores primeros ministros, amigas, amigos:
Esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un desastre
cósmico que puede suceder en este mismo instante: la explosión —dirigida o accidental— de sólo una parte
mínima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes
potencias. Así es: hoy, seis de agosto de 1986, existen en el mundo más de cincuenta mil ojivas nucleares
emplazadas, en términos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin excluir a los niños, está sentado
en un barril con unas cuatro toneladas de dinamita, cuya explosión total puede eliminar doce veces todo rastro
de vida en la Tierra. La potencia de aniquilación de esta amenaza colosal, que pende de nuestras cabezas
como un cataclismo de Damocles, plantea la posibilidad teórica de inutilizar cuatro planetas más que los que
giran alrededor del sol, y de influir en el equilibrio del Sistema Solar. Ninguna ciencia, ningún arte, ninguna
industria se ha doblado a sí misma tantas veces como la industria nuclear desde su origen, hace cuarenta y un
años, ni ninguna otra creación del ingenio humano ha tenido nunca tanto poder de determinación sobre el
destino del mundo.
El único consuelo de estas simplificaciones terroríficas —si de algo nos sirven— es comprobar que la
preservación de la vida humana en la Tierra sigue siendo todavía más barata que la peste nuclear. Pues, con el
solo hecho de existir, el tremendo apocalipsis cautivo en los silos de muerte de los países más ricos está
malbaratando las posibilidades de una vida mejor para todos.
En la asistencia infantil, por ejemplo, esto es una verdad de aritmética primaria. La UNICEF calculó en 1981 un
programa para resolver los problemas esenciales de los quinientos millones de niños más pobres del mundo,
incluidas sus madres. Comprendía la asistencia sanitaria de base, la educación elemental, la mejora de las
condiciones higiénicas, del abastecimiento de agua potable y de alimentación. Todo esto parecía un sueño
imposible de cien mil millones de dólares. Sin embargo, ése es apenas el costo de cien bombarderos
estratégicos B-1B, y de menos de siete mil cohetes Crucero, en cuya producción ha de invertir el gobierno de los
Estados Unidos veintiún mil doscientos millones de dólares. En la salud, por ejemplo: con el costo de diez
portaviones nucleares Nimitz, de los quince que van a fabricar los Estados Unidos antes del año 2000, podría
realizarse un programa preventivo que protegiera en esos mismos 14 años a más de mil millones de personas
contra el paludismo, y evitara la muerte —sólo en África— de más de catorce millones de niños.
En la alimentación, por ejemplo: el año pasado había en el mundo, según cálculos de la FAO, unos quinientos
setenta y cinco millones de personas con hambre. Su promedio calórico indispensable habría costado menos de
ciento cuarenta y nueve cohetes MX, de los doscientos veintitrés que serán emplazados en Europa Occidental.
Con veintisiete de ellos podrían comprarse los equipos agrícolas necesarios para que los países pobres
adquieran la suficiencia alimentaria en los próximos cuatro años. Ese programa, además, no alcanzaría a costar
ni la novena parte del presupuesto militar soviético de 1982.
En la educación, por ejemplo: con sólo dos submarinos atómicos Tridente, de los veinticinco que planea
fabricar el gobierno actual de los Estados Unidos, o con una cantidad similar de los submarinos Typhoon que
está construyendo la Unión Soviética, podría intentarse por fin la fantasía de la alfabetización mundial. Por
otra parte, la construcción de las escuelas y la calificación de los maestros que harán falta al Tercer Mundo para
atender las demandas adicionales de la educación en los diez años por venir, podrían pagarse con el costo de
doscientos cuarenta y cinco cohetes Tridente II, y aún quedarían sobrando cuatrocientos diecinueve cohetes
para el mismo incremento de la educación en los quince años siguientes.
Liceo Puente Alto
Subsector: Biblioteca
Profesora: Lorenza Romero
Nivel: 3° - 4°

Puede decirse, por último, que la cancelación de la deuda externa de todo el Tercer Mundo y su recuperación
económica durante diez años, costaría poco más de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese
mismo tiempo. Con todo, frente a este despilfarro económico descomunal, es todavía más inquietante y
doloroso el despilfarro humano: la industria de la guerra mantiene en cautiverio al más grande continente de
sabios jamás reunido para empresa alguna en la historia de la humanidad. Gente nuestra, cuyo sitio neutral no
es allá sino aquí en esta mesa, y cuya liberación es indispensable para que nos ayuden a crear, en el ámbito de
la educación y la justicia, lo único que puede salvarnos de la barbarie: una cultura de paz.
A pesar de estas certidumbres dramáticas, la carrera de las armas no se concede un instante de tregua. Ahora,
mientras almorzamos, se construyó una nueva ojiva nuclear. Mañana, cuando despertemos, habrá nueve más
en los guadarneses de muerte del hemisferio de los ricos. Con lo que costaría una sola alcanzaría —aunque sólo
fuera por un domingo de otoño— para perfumar de sándalo las cataratas de Niágara.
Una gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la tierra no será el infierno de otros planetas.
Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de los dioses en el último suburbio de la
gran patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha dado la
prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonadora: la carrera de las
armas va en sentido contrario a la inteligencia.
Y no sólo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa
inclusive a la claridad de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la tierra debieron transcurrir
trescientos ochenta millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones
de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los
seres humanos, a diferencia del bisabuelo pitecantropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de
morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en cambio, haber concebido el modo en que un
proceso multimilenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de
oprimir un botón.
Para tratar de impedir que eso ocurra estamos aquí, sumando nuestras voces a las innumerables que claman
por un mundo sin armas y una paz con justicia. Pero aun si ocurre —y más aún si ocurre— no será del todo
inútil que estemos aquí. Dentro de millones de millones de milenios después de la explosión, una salamandra
triunfal que habrá vuelto a recorrer la escala completa de las especies, será quizás coronada como la mujer más
hermosa de la nueva creación. De nosotros depende, hombres y mujeres de ciencia, hombres y mujeres de
inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que los invitados a esa coronación quimérica no vayan a su
fiesta con nuestros mismos temores de hoy. Con toda modestia, pero también con toda la determinación del
espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria,
capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo,
para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí
existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el
amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y haga saber para todos los tiempos
quiénes fueron los culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que
ésta fuera la mejor de las vidas posibles, y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la
borraron del Universo.

1. El mejor sinónimo para ACIAGO es:

A. Acertado
B. Beneficiado
C. Nefasto
D. Propicio
E. Oportuno

2. El mejor sinónimo para COLOSAL es:

A. Insignificante
B. Extremo
C. Grande
D. Cósmico
E. Menor

3. La tesis de Gabriel García Márquez en la conferencia es:

A. En la salud los Estados Unidos podrá realizar un programa preventivo que proteja a más de mil millones de
personas contra enfermedades mortales.
B. La FAO se podrá hacer cargo de la alimentación de la población pobre de África gracias a la industria
nuclear.
C. Visión anticipada de un desastre cósmico que sucedería por la explosión de sólo una parte del arsenal
nuclear que tienen las grandes potencias.
D. La Unión Soviética como potencia asiática ha conseguido superar los bajos índices de alfabetización
mundial.
E. La industria nuclear es tan colosal, que ha promovido acciones de superación de la pobreza, sobre todo en
África.
Liceo Puente Alto
Subsector: Biblioteca
Profesora: Lorenza Romero
Nivel: 3° - 4°

4. Según el autor, ¿cuál es el consuelo que le queda a la humanidad?:

A. Crear un arca de la memoria capaz de sobrevivir al diluvio atómico.


B. Buscar la paz mundial a través de la creación de una cultura de la paz.
C. Sumergirse en un pánico intenso acompañado del olvido de los más necesitados.
D. Someterse a un sistema político terrorista, enfocado en invertir capital en una misión neoimperialista.
E. Erradicar enfermedades que a diario matan a miles de personas con el uso de los capitales invertidos en
armamento nuclear.

5. Según el texto, la responsabilidad de un cataclismo de Democles recae en:

A. Japón y EE.UU
B. La Unicef
C. Unión Soviética
D. Las potencias económicas mundiales
E. La Fao

6. Con relación al fragmento leído, ¿cuál de las siguientes inferencias es FALSA?:

A. La ciencia es responsable en cierta medida de una posible catástrofe cósmica.


B. La sociedad actual es temerosa y carece de memoria histórica.
C. La industria nuclear es más barata que los gastos implicados en la supervivencia de la humanidad.
D. El autor ínsita al lector a reflexionar sobre el tema y a actuar ya que es una temática ignorad debido a los
secretos de las grandes potencias.
E. Según el autor la escalofriante cantidad de dinero que es destinada a la producción de armamento militar
podría ser destinada a la ayuda de los países más necesitados.

7. En la expresión “cada ser humano está sentado en un barril con unas cuatro toneladas
de dinamita”, el autor pretende:

A. Demostrar la gran magnitud de la amenaza nuclear presente.


B. Explicar que cada ser humano es poderoso al estar en esa condición.
C. Ridiculizar a las potencias mundiales.
D. Explicar que las cucarachas resistirían una explosión nuclear.
E. Cada ser humano participa en la producción de armamento nuclear.

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