Está en la página 1de 7

El arco Iris, la rosa y el lirio

“Apareció un gran prodigio en el cielo”


Apocalipsis 12, 1

Vamos a intentar describir e interpretar una imagen labrada en madera de nogal que presenta la puerta
de la Basílica del Pilar. En ella vemos al sol irradiante entre las nubes, al arco iris con la frase del
Génesis 9, 13: « Pondré mi arco en las nubes, y será la señal de la alianza entre mí y la tierra».
También aparece una rosa cubierta por el arco y un lirio que nace allí donde la leyenda dice que se
encuentra un tesoro.
Sto. Tomás de Villanueva comenta sobre el verso del Apocalipsis con el que hemos empezado el
escrito, “Apareció un gran prodigio en el cielo”: «Es la Virgen un prodigio de gran clemencia, signo dado
al hombre para la manifestación de la seguridad del amor, pues en este sentido manifestó Dios su arco
diciendo: Será la señal de la alianza; pondré mi arco en las nubes. Este arco, este círculo es la
encarnación de Cristo. También a la Virgen se aplica este arco, y de él salió aquella flecha que hirió al
soberbio, esto es salió Cristo, que dice de sí: Me hizo como una saeta bien afilada, y me ha tenido
guardado dentro de su aljaba».
Un símbolo, en este caso el arco iris, siempre participa de la naturaleza de lo simbolizado, sin llegar a
agotarlo. El arco iris como símbolo tiene su propio poder, que deriva de lo simbolizado, y adquiere una
cualidad inherente que es eficaz incluso fuera del contexto original. A diferencia del signo convencional,
el símbolo en general posee gran universalidad
El arco iris es comparado por los Padres de la Iglesia a un velo o una sombra que permite ver al sol
increado sin deslumbrarse. Sobre la frase del arcángel Gabriel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y
la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra», San Bernardo comenta: «La virtud del Altísimo hará
sombra a la Virgen, a fín de que esta águila singular no se viera deslumbrada por excesivo resplandor y
no pudiera soportar el fulgor de la divinidad. Por tanto, la cubrirá con su sombra, para que con la
interposición de la carne vivificante pudiera ver al Verbo en la carne, al sol en la nube….»
También es símbolo de la encarnación pues así como los colores contenidos en la luz blanca del sol -en
la cual no son directamente perceptibles- se manifiestan en virtud de las materias que los filtran y los
reflejan. Se podría decir que la contemplación de las Cualidades divinas es como la visión del arco iris,
imagen invertida del sol sobre el velo de la lluvia. Es volviendo la espalda al sol como se contempla al
arco iris; igualmente, la visión de Dios, reflejándose por Sus "colores" en el universo, se opera en virtud
de la Luz divina, sin que pueda ser directamente contemplada la fuente de ésta.
En efecto, la Esencia pura e infinita jamás puede ser el "objeto" de la contemplación ni de la meditación.
Sin embargo en la aproximación al arte sagrado es inevitable hacerse la pregunta que ya Juan
Damasceno se hizo…« ¿Cómo hacer el icono de lo invisible, como dibujar aquello que no tiene
cantidad, ni medida, ni límite, ni forma? ¿Como figurar aquello que no tiene figura, aquello que nos es
recordado místicamente?».
Cuando, como en este caso, la imagen no es ilustración
sino teosofía especulativa, se puede adquirir un
conocimiento ontológico de lo finito abierto sobre lo infinito.
Para Juan Damasceno la imagen y el icono es para los
analfabetos lo que la Biblia para las personas instruidas,
llegando a decir textualmente: «lo que la palabra es para el
oído, el icono lo es para la vista». En su defensa de los
iconos comenta: «Cuando lo invisible deviene visible en la
carne, pintas la semejanza de lo invisible. Cuando aquello
que no tiene cantidad ni medida ni dimensión por la
eminencia de su naturaleza, cuando Aquel que es en la
forma de Dios toma la forma de un esclavo y con esta
reducción asume la cantidad, la medida y los caracteres del
cuerpo, entonces pintas sobre tu tabla y propones para la
contemplación a Aquel que ha aceptado ser visto».
El arco iris se produce por la interconexión de los dos
elementos más opuestos y mutuamente excluyentes, que son el fuego y el agua, cuya
complementariedad es imprescindible para mantener el dinamismo de la creación. Cuando ambos, el
fuego y el agua se encuentran surge el estado de unión. En quienes se realiza este bautismo alcanzan
el estado de iluminación y se vuelven perfectos. En la oración de la Acatista se le dice a la Virgen María:
¡Salve, conciliación de los contrarios!
Para desarrollar esta interpretación nos apoyamos en textos litúrgicos que nos transmiten intuiciones
profundas de la fe y abren al espíritu regiones del conocimiento a las que no suele llegar la especulación
teológica. En este caso citamos creaciones de orden «literario» en el sentido más elevado como la
mencionada «Oración acatista» y las «Letanías de Loreto», obras que tienen valor de instrumentos de
conocimiento para los fieles; lo cual expresa el conocido adagio: lex orandi lex credendi, «la regla de la
oración es la regla de la fe». En las lauretanas se la invoca con el nombre de « Rosa mystica » y la
liturgia pone en su boca estas palabras de la Sabiduría: «Yo soy... el rosal de Sarón».
El arco iris, probablemente el más común y bello de todos los fenómenos ópticos del cielo a la luz del
día, se forma cuando la luz del Sol ilumina la lluvia al caer. La luz entra en las gotas y se dispersa en un
espectro pero, al mismo tiempo, es interiormente reflejada por lo menos una vez antes de abandonar las
gotas. Aunque la luz abandone cada gota en todas
las direcciones, existen fuertes concentraciones en
ciertos ángulos fijos, determinadas por el número de
reflexiones internas. Esta reflexión interna del rayo
de luz en las gotas de agua presenta una angulación
de 42 grados, determinando así que el rayo del arco
sea de 42 grados. . Cuando se ve un arco iris
corriente, se observa que parece formar parte de un
círculo perfecto y que su centro queda por debajo del
horizonte en una cantidad que es exactamente la
misma que la altitud del Sol por encima de él.
La primera fijación documental y científica sobre el
arco Iris la tenemos en “Los Meteorológicos” de
Aristóteles. Propuso la idea de que era en realidad
una clase especial de reflexión de la luz solar por las nubes. La luz se reflejaría con un ángulo fijo,
dando lugar a un cono circular de "rayos de arco iris". Estos conocimientos los hereda Beda el
Venerable y los perfecciona el sabio árabe Alhazen, afirmando que el fenómeno no se produce si el sol
se encuentra por encima de 42 grados sobre el horizonte. El ángulo que forman los rayos del arco iris y
la luz solar incidente fue medido también en 1266 por Roger Bacon, que obtuvo un resultado de 42
grados. En 1304 el monje alemán Teodorico de Freiberg comprobó que cada gota individual era capaz
de producir un arco iris. Además probó esta conjetura mediante experimentos realizados con una gota
aumentada: un frasco esférico de vidrio lleno de agua, que le permitió seguir el camino de los rayos
luminosos que constituyen el arco iris y corroborar que su ángulo es de 42 grados. Tres siglos después
Descartes y Caramuel siguieron estudiando este bello fenómeno.

La relación entre el arco iris y el lirio la encontramos en la obra “Materia Médica” de Dioscórides,
publicada en la segunda mitad del siglo I y que dedica al Lirio el primer capítulo, comentando las
virtudes que su uso como medicina tenia adjudicadas desde la más remota antigüedad. El traductor
hispano de esta obra fue el médico del papa Julio III, Andrés de Laguna, que la tradujo bajo el título:
“Pedacio Dioscorides Anazerbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos”,
(Salamanca, 1570). En la descripción del Lirio que hace, se puede inferir las determinaciones simbólicas
que tenia ya en la antigüedad, y las que lo hicieron apto para su utilización como emblema, tanto literario
como iconográfico, desde allí hasta ahora. Pues bien el texto dice así: «Llámase ansi la Iris por las
semejanzas que tiene con el arco celeste. Produce las hojas como las del gladiolo, empero mayores,
más anchas y más viciosas. Sus flores nacen de diversas partes del tallo, distantes igualmente unas de
otras; las cuales son algún tanto enarcadas y de vario color. Porque manifiestamente se muestran
blancas, verdes, amarillas, moradas y azules, por razón de la cual variedad fueron comparadas al arco
del cielo».

Es providencial que el ángulo de refracción del arco iris sea de 42 grados y que en la genealogía de
Jesucristo, con la que empieza el Evangelio de San Mateo, se produce engarzándose a través de 42
generaciones, ya que existen según Mateo, 1: tres veces catorce generaciones que precedieron a
Jesucristo, desde Abraham. (3 x 14 = 42 ).
Sobre la genealogía de Jesucristo expuesta en el
Evangelio de Mateo y eslabonada desde Abraham, es
comparada por San Gregorio con el hilo y el anzuelo al
exponer aquello de Job: «¿Podrás tú sacar fuera con
anzuelo al Leviatán?». El Señor lo pescó con el anzuelo,
al presentarle el cebo manifiesto de su humanidad, bajo la
cual estaba escondido el anzuelo de la divinidad, en la
cual fue cogido al engullir el cebo. El brazo del pescador
es el poder, la caña es la Sabiduría de Dios, el sedal,
como una cadena de 42 eslabones, representa la
genealogía.

Aquí Dios está pescando a Leviatán, usando la naturaleza humana de Jesucristo como cebo. ... Es una
miniatura del Hortus deliciarum1167-1185.”

Las relaciones entre el número «42», el «Lirio» y el signo de la «alianza» o «arco iris», las podemos
encontrar en el proemio del «Zohar» o «El libro del esplendor», obra del español Moisés de León, que
comienza:

«Rabí Jizquía comenzó a hablar y dijo: "Como el lirio (shoshaná) entre los espinos, así es mi amiga,
entre las doncellas». ¿Qué -preguntó- simboliza el lirio? Simboliza la Comunidad de Israel. Así como el
lirio entre los espinos está teñido con rojo y blanco, así la Comunidad de Israel es visitada ora con Rigor
y ora con Misericordia. Así como el lirio posee trece pétalos de misericordia que lo rodean por todos los
costados. Ésa es la razón de que la palabra EIohím mencionada en el primer versículo del Génesis, está
separada por trece palabras de su nueva aparición. Las trece palabras simbolizan las trece formas de la
misericordia que rodean a la Comunidad de Israel como una coraza.
La segunda mención de la palabra Elohim está separada de la tercera por cinco palabras, que
representan los cinco recios pétalos que envuelven al lirio, que son las cinco vías de la salvación, las
cinco puertas. Como dice el versículo, «Alzaré el cáliz de la salvación» He aquí él «cáliz de la
bendición», que será levantado sólo con cinco dedos, según el modelo del lirio que se alza sobre cinco
recios pétalos como cinco dedos. Y el lirio será un símbolo de la copa de la bendición.
Tras la tercera aparición de la palabra Elohim aparece la luz, que sólo creada fue encerrada como un
tesoro en la Alianza (Brith) que penetró en el lirio y lo fructificó. Por eso tiene el nombre de «árbol que
lleva fruto a donde está la simiente». Y esa simiente está protegida por el signo mismo de la Alianza.
Y así como la Alianza ideal se firmó a través de cuarenta y dos ayuntamientos, así el Nombre Inefable
está formado con las cuarenta y dos letras de la Creación"».

Vemos en este texto que el Lirio que describe no es el natural pues el lirio no tiene trece pétalos sino
seis. Posiblemente se tenga que interpretar al modo rabínico, en la que la forma y la estructura natural
no es lo más importante sino las particularidades del orden de los vocablos, de las disposiciones
gramaticales, de las pautas de la sintaxis y de las reglas como la gematría, temurá y notarikón. Si
utilizamos el sistema de adición numérica o gematria en la palabra hebrea para lirio que es shoshaná;
podemos comprobar que tiene 13 como valor numérico, ( shoshaná
(shin=300+vau=7+shin=300+nun=50+hei 5 = 661 = 13). Este mismo número 13 es también emblemático
de la palabra «ahabá», "amor", porque la suma de los valores de sus letras dan la misma cifra: (alef = 1
+ hei = 5 + bet = 2 + hei = 5 = 13), y lo mismo de la palabra ehad (‫ )אחד‬que significa único y de alguna
forma alude a los desposorios entre un Yo (7) y un Tú (6), lo masculino y lo femenino para unificarlos.
También el trece suma de 6 y 7, en lo referente al tiempo, simboliza la unión entre la creación en 6 días
y el día 7 del descanso. Advirtamos que el número 6 representa emblemáticamente las direcciones del
espacio(arriba, abajo, derecha, izquierda, delante, detrás) y el número 7 representa al centro espacial de
la misma forma. Consideremos también que el producto de los dos números, el siete del centro por el
seis de la periferia es 42.

En lo que respecta al arco iris sobre estas consideraciones numéricas advirtamos que la afirmación
común que atribuye siete rayos o colores al arco iris está desprovista de todo valor desde el punto de
vista simbólico. En realidad el arco iris tiene solamente seis colores, tres colores primarios, el azul, el
amarillo y el rojo, y tres colores complementarios, a saber, el naranja, el verde y el violeta. Naturalmente
existen los matices intermedios que podamos nombrar. A este respecto haremos notar que el color
blanco, contenedor de todos los colores, corresponde propiamente al séptimo rayo. De tal forma que los
seis colores no son sino la consecuencia de la refracción de la luz blanca, así como las direcciones del
espacio solo son el desarrollo de las posibilidades contenidas en el punto primordial. Espacialmente la
diferenciación de los colores del arco iris indica cierta exterioridad con relación al blanco o incoloro rayo
axial.
Siguiendo este proemio del Zohar podemos inferir que es gracias al Amor por el que se produce la
encarnación del Verbo, y como dice el mismo, esta «Alianza ideal se firmó a través de cuarenta y dos
ayuntamientos», coincidiendo con las 42 generaciones o ayuntamientos, ya que existen según Mateo, 1:
tres veces catorce generaciones que precedieron a Jesucristo, desde Abraham. (3 x 14 = 42).

Observemos que la puerta que estamos comentando expresa gráficamente este texto: «la luz, que sólo
creada fue encerrada como un tesoro en la Alianza que penetró en el lirio y lo fructificó. Por eso tiene el
nombre de «árbol que lleva fruto a donde está la simiente». Y esa simiente está protegida por el signo
mismo de la Alianza». En la puerta vemos que el rayo de luz se transforma en el arco iris o signo de la
alianza y que este proteje como una tienda a la rosa.
Existe una indeterminación entre el Lirio y la rosa en las traducciones al Cantar de los Cantares, en
donde figura así: "Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles. Como el lirio entre los espinos, así es
mi amiga entre las doncellas", en traducción de Casiodoro de Reina (1569). En la versión original
hebrea, en cambio, la "rosa", shoshana, aparece dos veces en lugar del lirio. Es evidente que azucena
es una deformación de shoshaná, especialmente si le agregamos el prefijo de la hei, artículo
determinado femenino singular, en cuyo caso se lee ha-shoshaná, la rosa. Por otra parte, la observación
floral nos hará preferir la rosa al lirio o la azucena simplemente porque sólo la primera crece entre
espinos.
En la antigúedad Israel era conocida entre sus místicos por Shoshanat- Jacob, la Rosa de Jacob,
aludiendo, de manera metafórica, al alma del pueblo cuidada por Dios, su jardinero. Y es en Zaragoza
donde la «Rosa mística» se presentó al segundo Jacob dejándole otra piedra por la que se asciende al
Cielo.

También podría gustarte