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¿Será de Dios?

“El corazón de hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos”
(Proverbios 16:9)

Las cosas nunca salen como las planeas, esto ya deberías saberlo…

Por lo general, los planes que haces se tuercen para mal y la vida termina siendo una
película mediocre a comparación con la que habías dirigido en tu imaginación.

Dicen que la vida te da sorpresas, sorpresas que suelen hacerte sentir como si el
destino estuviese urdiendo algo a favor o en contra de ti, algo que cuando te sucede
no sabes si son para bien o para mal, lo único que sientes es que el éxtasis del
momento te arrastra y tú solo te dejas llevar como queriendo inmiscuirte en lo
desconocido y quedar atrapado en sus brazos sin importar que consecuencias traiga
esto.

Aquella tarde de setiembre cometí la imprudencia de “planear” ir a mi facultad, cosa


que nunca llegue hacer, por lo menos esa tarde.

Iba a bordo de mi motocicleta y estaba ya a dos cuadras de la entrada principal de la


universidad nacional de Piura, con el fin de ir a ver mis notas finales del ciclo, un ciclo
que por cierto había sido muy fructífero para mi y que como estandarte máximo tenia
haberle pasado en primera, procedimientos de la construcción.

A cuadra y media de la entrada principal de la universidad me di con la ingrata


sorpresa que en la intercepción de las avenidas universitaria y ex panamericana(cruce
obligado para entrar a la universidad) había un operativo policial, que para mi mala o
buena suerte, no lo sé, me impediría que yo ingrese a mi casa de estudios, pues si me
seguía dirigiendo hacia ella, era muy probable que me intervinieran, y si lo hacían me
iban a levantar una infracción por no tener el SOAT en regla, y por esos días carecía
de medios económicos para pagar algo de 95 soles que costaba dicha infracción, así
que decidí infringir las reglas de tránsito y por el carril en que yo circulaba, que era de
una sola dirección, di vuelta en U y evadí dicho operativo policial, y por cosas del azar,
ese dios veleidoso que guía nuestros pasos, fui a dar por una calle aledaña a la
avenida principal en la urbanización Miraflores sin imaginar que aquella tarde amatista
o casi noche ya, pues eran algo de las seis y cuarenta y cinco de la tarde, me iba a
regalar una de las mas alucinantes experiencias en mi faceta de motociclista.

Azorado aún por la manera rauda con que decidí evadir el operativo policial, y
pensando que tal vez los policías motorizados me seguirían, decidí internarme por
aquellas calles solitarias de la urbanización Miraflores con la finalidad de perderlos y
no darles opción a que me encuentren y evitarme así la fuerte infracción de tránsito;
fue entonces que me crucé con el brazo extendido de una chica, haciendo señas que
quería un servicio de “moto lineal”.
El servicio de moto lineal lo hago en mis ratos libres que me deja la universidad, y es
una muy buena manera de agenciarme de unos centavos para financiarme algunos
gastos personales y universitarios; pero lo cierto es que aquella vez no salí a la calle
con la mentalidad lucrativa de agenciarme de dinero; el azar, ese mítico dios veleidoso
que se encarga de recordarte que no eres más que un arlequín de sus designios, me
puso en frente de aquella chica que necesitaba de mis servicios como motociclista y
no tuve otra opción que satisfacer su necesidad de transporte.

Me estacioné, y allí estaba yo, frente a una mujer de piel lívida, de ojos taciturnos y
azules a la vez, recuerdo que vestía un traje ceñido de una sola pieza que realzaban
sus formas de mujer, en síntesis una mujer que podría despertar ciertas crispaciones
eróticas en cualquier hombre, o mas aun, ser la inspiración de ciertos placeres
solitarios que nos procuramos de vez en cuando.
Fue entonces que me dijo mirándome fijamente a los ojos:
- cuanto me cobrarías si me llevas y me traes al EPPO?
Yo mirándola fijamente a los ojos también y tratando de no distraerme por ese
sugestivo escote de su blusa, le dije:
-tres soles serian suficientes.

Antes de abordar mi vehículo y con una inteligencia casi clarividente me dijo:


-tengo la sensación de haberte librado de algo.

En ese momento (cuando terminó de pronunciar la frase) pasaron por mi cabeza un


par de cosas, lo primero: no es usual que un pasajero inicie una conversación contigo
de esa manera, tan atípica, que te deje perplejo pues sabes que lo que dice tiene algo
de cierto; lo segundo: teniendo en cuenta las circunstancias, la manera como me miró
a los ojos y mas aún su necesidad de querer entablar una conversación conmigo, me
conllevaba a pensar que ésta chica buscaba algo mas que un servicio de moto
lineal…..
En oportunidades nos ha pasado a los chóferes de servicio público, que
interactuamos tanto con el pasajero que terminamos siendo su pañuelo de lágrimas,
su consejero; nos convertimos en acompañantes circunstanciales al que nos confían
ciertos problemas con el fin de un desahogo emocional y quizá ésta chica buscaba
eso, aunque su lenguaje corporal me invitaba a pensar otras cosas…

Fue entonces que azuzado por saber que es lo que realmente buscaba, despertó en
mí mi lado canallesco y decidí seguirle la corriente hasta donde ella diga STOP, pero
había un problema, yo no sabía ser un canalla, no sabia ser un don Juan
empedernido, esos pergaminos no eran precisamente los que enorgullecieran mi
existencia como cualquier hombre, en síntesis era un pipiolo en esa materia, entonces
decidí improvisar y… “sea lo que Dios quiera” me dije, aunque Dios no iba a querer
que me descarrile, no obstante en el fondo abrigaba la esperanza que me regale el
discreto instante de una aventura furtiva con aquella dama.

Y haciéndole caso a mi lado canallesco, atiné a decirle:

- Es verdad, me haz librado de algo, por eso doy gracias a Dios por ponerme en
mi camino a angelitos como tú que me cuidan.

Cuando terminé de pronunciar esa frase me sentí mal, pues estaba metiendo a
Dios en mis canalladas que tenían unos fines libidinosos, debo de admitir que en
ese momento me sentí nervioso, pues no sabía como iba a reaccionar aquella
chica, pues si lo tomaba a mal, era posible que me propinara un par de cachetadas
por ser demasiado osado con mi comentario. Cuando de pronto una ráfaga de
rubor le encendió la frente, lo que quería decir que lo que le dije le gustó, y sólo
atinó a abordar mi motocicleta, a cogerse fuertemente de mi zona abdominal y
esperar que éste motociclista la lleve a su destino.
Una vez en marcha hacia el EPPO, por espacio de unas tres cuadras no me dijo nada,
solo apretujaba más mi zona abdominal cada vez que zigzagueaba la motocicleta para
eludir las zonas escarpadas del pavimento.

En esas tres cuadras de un silencio ensordecedor, se apoderó de mí una gran


disyuntiva.
Por un lado estaba mi lado sentimental, ese lado formado desde mis años pueriles en
la parroquia, que me aconsejaba que desista de mi plan de ser un canalla, un
cachafaz, un don Juan improvisado, pues ese tipo no era precisamente yo, sino en ese
momento era un tipo poseído sabe Dios por que fuerzas malignas.

Por otro lado estaba mi lado canallesco, que me invitaba a explorar lo desconocido, y
que me pintaba pajaritos de colores con tal de sucumbir ante sus encantos, debo de
admitir que éste lado es producto de mi interacción con la calle, pues quiera o no mi
condición de motociclista me amarraba a ella.
El entorno callejero tiene sus lineamientos, sus parámetros con los que no comulgo,
pero sabia que tarde o temprano tendría que alinearme a alguno de ellos para no ser
un “bicho raro” dentro de esa atmósfera; según algunos de esos parámetros eres más
“macho” cuantas mas experiencias sexuales tengas, que son mas plausibles si son a
escondidas de tu enamorada o esposa, con lo que tienes motivos para hacer alarde en
cada conversación en las que se toquen estos temas. Yo por supuesto, no tenia
enamorada y menos aun, encuentros furtivos, y ésta ocasión seria ideal para generar
mi propia experiencia y azuzado por esto, decidí seguir con mi afán de buscar una
aventura con aquella chica por lo que al final mi lado canallesco logró ganar el primer
raund, así que continué con mi improvisado plan.

Impaciente por volver a escuchar algo de ella, decidí tomar la iniciativa en la


conversación y pregunte:

-cuanto tiempo demorará en la oficina del EPPO?


- no mucho, solo voy a recoger un sobre que me envía mi cuñado, el hermano de mi
esposo.

De modo que tenía esposo, me dije. Entonces se desvaneció en mí las ganas de


seguir galanteando, cuando de pronto ella, retomó la conversación, diciendo:

-cuéntame algo de ti.


- como que quieres saber, le dije.
- uhhhh, no se ¿tienes enamorada?, me preguntó

Esa bendita pregunta hizo que mi piel soltara un rocío lívido y glacial.
Esa pregunta te deja en la disyuntiva de decir la verdad (que en mi caso era que no
tenía enamorada desde el colegio) o decir una mentira que, según tu estrategia
canallesca podría jugar a favor o en contra de tus afanes de conquistar a una chica.

Si dices la verdad, sobre todo si no tienes enamorada, es muy posible que te miren
con perplejidad y que no te crean e incluso llegan a pensar que la niegas y eso
sinceramente me disgusta y mucho, detesto que no me crean, por que no he dado
motivos, creo yo, para que me tilden de mentiroso.
Por otro lado si dices una mentira (que en mi caso sería que si tengo enamorada),
puede jugar en contra de tu estrategia canallesca (pues la chica se puede desinteresar
por ti y arruinarlo todo), o tal vez jugaría a favor de ti, pues si la chica aún sabiendo
que tienes enamorada decide tener una aventura contigo sabes perfectamente que
esa relación no arrastrará consigo el formalismo de ser “enamorados”, o sea tu por tu
lado y yo por el mío.
Así que teniendo en cuenta estos parámetros y sabiendo que en algún momento a las
mujeres les gusta que les mientan (no a todas), decidí mentir.

- si tengo enamorada, le dije, pero por ahora ella esta fuera de Piura, repliqué con tono
predominante.
Ella no hizo objeción alguna, por lo que pensé que me creyó.

Con lo cual mi lado canallesco ganó el segundo raund.

La conversación se fue tornando más interesante, ella me dijo que se llama Alina y yo
le di mi nombre, además de eso me comento algunas de sus cosas mas
confidenciales, me comento por ejemplo que tenía 25 años y que hace un año que se
había casado, me dijo además que su esposo tenia ya tres meses en Estados Unidos,
y que su relación se tornaba a veces difícil por los continuos viajes de su esposo, me
comentó además que de vez en cuando se sentía sola pues la casa donde vivía solo
la compartía con su hermana menor que estudiaba en la universidad y llegaba todos
los días a las once de la noche.
Su historia me impresionó y sentí que cuando ella me contaba todas esas cosas se
quebrantaba.

Cuando yo ya estaba por contarle cosas mías, llegamos a su casa, el camino de ida y
vuelta se nos había hecho tan corto que, tuve la sensación de querer seguir hablando
con ella y creo que ella leyó mis pensamientos así que me dijo:

- ¿no quieres entrar a la casa para seguir conociéndonos?, no te preocupes, te


voy a pagar.

Inmediatamente me dije: nada es más útil que una duda a tiempo, así que tómate
tu tiempo para tomar una decisión.

Desde luego me quedé idiotizado ante tal invitación, y pensando ya fríamente las
circunstancias, solo podían caber dos motivos por el que ella me hiciera tal oferta,
muy osada de su parte

El primer motivo que me pasó por mi cabeza, es que ella pertenecía a una banda
de ladrones y que podría robarme la moto utilizando sus encantos femeninos, con
lo cual ya estaba yo turbado, un poco asustado.

El segundo motivo que me paso por mi cabeza es que, teniendo en cuenta las
circunstancias y las cosas que me había dicho, ella solo quería algo: sexo.

Estuve pensando por espacio de algunos segundos, así que decidí inclinarme por
la segundo opción(una aventura sexual), exponiéndome a los peligros que estos
me podría generar, pero ya estaba poseído por ese pensamiento lujurioso que me
invitaba a un paraíso ilusorio, ya no había marcha atrás, así que decidí aceptar
entrar a su casa. Por lo cual mi lado canallesco volvió a ganar el tercer raund.

Mientras ella abría el garaje, para entrar la motocicleta, algo me dijo: El sexo es un
talento y tú no lo tienes, era verdad, me había olvidado que nunca había tenido
experiencia sexual alguna, ella sería mi primera vez, y no sería con la mujer que amo
como había soñado, pero no había marcha atrás estaba entrando por el garaje con la
naturalidad del marido que volvía a casa.
Y allí estaba yo, dentro de aquella casa sintiendo el preludio de algún prodigio
celestial, me invitó a entrar a la sala, una bonita alfombra me dio la bienvenida, y unos
sofás de cuero blanco me invitaron a sentirme como en casa. Ella subió al segundo
piso y me dijo.

-no tardo, voy a ponerme cómoda.

Sentado allí, en aquel sofá, sentí una vez más el sudor glacial de la tentación,
pensando en los placeres desmirriados que esa noche me daría, no obstante me
sentía inquieto también por que no descartaba la idea que todo pudiera ser parte de un
robo, de un secuestro tal vez. Pero mi inquietud desapareció cuando la vi bajar por las
escaleras con una bata casi transparente que aumentaba el peligro de su desnudez,
pero no bajaba sola, traía consigo una guitarra, lo cual me sorprendió.

Cuando ya se sentó a mi costado en el sofá, me dijo

-voy por un par de refrescos helados, estas sudando.

-estoy nervioso, le dije.

Así que se fue para la cocina y vino con dos refrescos, mientras yo tomaba un poco de
aquel refresco, ella cogió la guitarra y con una voz dulcificante y mirándome a los ojos,
me dijo:

-¿Alguna vez le has alabado a Dios?

Yo por supuesto, me quedé estupefacto, con lo que me dijo, fue un baldazo de agua
fría para mis febriles hormonas, me quedé helado. Fue entonces que descubrí que ella
solo fue un instrumento de Dios para hacerme ver que aún no era mi hora y que cada
vez que quiera descarrilarme él intervendría, como lo suele hacer siempre.
Despertando ya del shock emocional, le respondí:

-no, creo que no.

-entonces hoy le alabaras a Dios, “hoy será tu primera vez”, y que primera vez me dije
yo.

Fue un rotundo knock out por parte de Dios hacia mi lado canallesco.

Cantamos muchas canciones, y me sentí tremendamente alegre, fue una noche


inolvidable, y luego de una hora, me despedí de ella, y le di gracias por ser ese
angelito, como le dije en un principio cuando me tomo el servicio de moto.

Ya de regreso a mi casa, le di gracias a Dios por cuidar de mí, y demostrarme que


siempre estará pendiente de mí, aún cuando el demonio trate de apartarme de sus
brazos.

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