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EL SISTEMA DE EFICACIA DEL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO

Joaquín Cáceres Brun

SUMARIO

1. INTRODUCCIÓN. 2. LA PREVENCIÓN. 2.1. El Estado. 2.2. El Movimiento


Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. 3. EL CONTROL DEL
CUMPLIMIENTO. 3.1. Las Potencias protectoras. 3.2. La Comisión Internacional de
Encuesta. 3.3. El Comité Internacional de la Cruz Roja. 4. LA REPRESIÓN DE LAS
INFRACCIONES Y VIOLACIONES DEL DIH. 4.1. La determinación y las consecuencias
de la responsabilidad penal del individuo. 4.1.1. El ámbito interno: especial referencia al
ordenamiento español. 4.1.2. El ámbito internacional. 4.1.2.1. Los tribunales penales
internacionales ad hoc. 4.1.2.2. Otras jurisdicciones penales ad hoc. 4.1.2.3. La Corte Penal
Internacional. 4.2. La determinación y las consecuencias de la responsabilidad internacional
del Estado. 4.2.1. El mecanismo del DIH. 4.2.2. El mecanismo del Derecho internacional.
4.2.2.1. Las violaciones del DIH como hechos internacionalmente ilícitos. 4.2.2.2. El
Estado lesionado. 4.2.2.3. Las consecuencias de los hechos internacionalmente ilícitos.
4.2.2.4. Las contramedidas o represalias. 4.2.3. La Organización de las Naciones Unidas. 5.
CONCLUSIONES. 6. BIBLIOGRAFÍA.

1. INTRODUCCIÓN

Uno de los factores que determinan la eficacia de un sistema jurídico es su grado de


cumplimiento. En este sentido, sabido es que, sobre todo, debido a la naturaleza no
compulsiva de la justicia internacional los mecanismos de aplicación del Derecho
internacional distan mucho de tener la eficiencia que caracteriza al derecho interno de los
Estados. Esta debilidad es también aplicable a una de sus ramas, el Derecho internacional
humanitario (DIH), cuya implementación depende tanto de mecanismos propios como de
los mecanismos generales contemplados en el Derecho internacional (véase en esta misma
obra, “Introducción al Derecho internacional humanitario” de Manuel Pérez González).

En efecto, antes, durante y después de un conflicto armado la puesta en práctica del


DIH tiene lugar mediante un sistema de implementacion que, siguiendo a SANDOZ, está
asentado en normas de (a) prevención del incumplimiento, (b) control del cumplimiento y
(c) represión de las infracciones y violaciones:

• LA PREVENCIÓN DEL INCUMPLIMIENTO DEL DIH


• EL CONTROL DEL CUMPLIMIENTO DEL DIH
• LA REPRESIÓN DE LAS INFRACCIONES Y VIOLACIONES DEL DIH

Este sistema de aplicación del DIH está recogido en (a) los cuatro Convenios de
Ginebra (1949) sobre heridos y enfermos (I CG), heridos, enfermos y náufragos (II CG),
trato de los prisioneros de guerra (III CG) la protección de personas civiles en tiempo de
guerra (IV CG), (b) sus Protocolos adicionales de 1977 sobre conflictos armados
internacionales (PA I) y sobre conflictos armados sin carácter internacional (PA II) y (c) el
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Convenio de La Haya (1954) para la protección de bienes culturales en caso de conflicto


armado (CLH) y sus Protocolos de 1954 y 1999. Se trata de unos acuerdos internacionales
que actualmente gozan de aceptación casi universal y cuyas normas en gran parte, además,
tienen carácter consuetudinario por lo que obligan a todos los Estados, con independencia
de que sean partes en ellos o no.

De aplicación tanto en el ámbito del derecho interno de los Estados como en el


ámbito internacional, el sistema de eficacia mencionado tiene como principales actores,
entre otros, al Estado, los componentes del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de
la Media Luna Roja, la Comisión Internacional de Encuesta, las Potencias protectoras, la
Organización de las Naciones Unidas y las instancias penales internacionales ad hoc o
permanentes.

También, de manera creciente, los medios de comunicación, la opinión pública


mundial y las organizaciones no gubernamentales (ONGs) desempeñan un papel importante
en las fases de prevención y control del cumplimiento del DIH. En efecto, si bien se trata de
mecanismos no institucionalizados y de carácter no jurídico, algunos ejemplos recientes
reflejan la manera en que han coadyuvado de manera decisiva en el mecanismo de
aplicación del DIH. Tal es el caso, por ejemplo, del Convenio sobre la prohibición del
empleo, almacenamiento, introducción y transferencia de las minas antipersonal y sobre su
destrucción (1997) (véase en esta misma obra “La prohibición de las minas antipersonal”
por Gonzalo Jar Couselo) y de la aprobación del Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional (1998) en los que las ONGs han participado activamente tanto en las sesiones
de redacción de los respectivos textos como en la concienciación y movilización de la
opinión pública mundial a través de los medios de comunicación. Esta participación
ciudadana no es nueva ya que, como han señalado algunos autores, es de destacar la
importancia que ha tenido prácticamente desde los albores del DIH moderno, en las
Conferencias de Paz de La Haya (1899 y 1907). Por otra parte, cabe recordar que la
cláusula Martens (relativa a la protección de las víctimas de los conflictos armados en los
casos no previstos por el DIH) hace referencia a ‘las exigencias de la conciencia pública’
(arts. 63/I, 62/II, 142/III, 158/IV CG y 1.2 PA I, preámbulo PA II). A estos elementos cabe
añadir el papel fundamental que, en plena sociedad de la información instantánea,
desempeñan los medios de comunicación en los que se ha apoyado la sociedad civil para
hacer llegar sus inquietudes a los estamentos gubernamentales e intergubernamentales.

Cabe advertir, sin embargo, que la mayoría de los mecanismos que estudiaremos a
continuación sólo resultan aplicables a los conflictos armados internacionales y que
únicamente la obligación de difundir el DIH (art. 19 PA II) y el derecho que tiene el CICR
a ofrecer sus servicios a las partes en conflicto (art. 3.2/I/II/III/IV común CG) están
contemplados para los conflictos armados sin carácter internacional. En este mismo
sentido, además, si bien desde el punto de vista convencional, el concepto de violación
grave del DIH (crimen de guerra) sólo es aplicable a los conflictos armados internacionales,
la tendencia actual (las interpretaciones que han hecho los Tribunales de la ex Yugoslavia y
de Ruanda de los arts. 3 y 14 de sus respectivos Estatutos y lo establecido en el art. 8.2.c y
e) del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional) sostiene que pueden ser cometidos
en todo tipo de conflicto, interno o internacional (veáse en esta misma obra “La protección
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de las víctimas de los conflictos armados internos”, por Javier Guisández Gómez y “Los
conflictos armados internos”, de David Suárez Leoz).

Finalmente, cabe advertir que, si bien por razones de sistemática estudiamos la


acción de los distintos mecanismos en uno u otro momento de la aplicación del DIH, de
ello no cabe deducir que su acción esté exclusivamente circunscrita a dicha fase sino, más
bien, que se desarrolla preferentemente en la misma, ya que las tareas de prevención,
control y represión están íntimamente relacionadas y unidas en su objetivo común de la
disuasión. Este es el caso, particularmente de los mecanismos de represión cuya acción se
extiende, necesariamente, a los ámbitos de prevención y control pero también el de algunas
ONGs que, en la línea de actuación del CICR (aunque sin el carácter neutral de éste),
desempeñan un papel cada vez más activo sobre el terreno que se desdobla en actividades
humanitarias y de control del cumplimiento del DIH.

2. LA PREVENCIÓN

Las medidas destinadas a evitar el incumplimiento del DIH son aquellas adoptadas
en tiempos de paz por el Estado y por los organismos componentes del Movimiento
Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (Movimiento):

• EL ESTADO

Promoción y difusión del DIH


Entrenamiento de personal cualificado
Adopción de normas internas
Traducción de la normativa en vigor

• EL MOVIMIENTO INTERNACIONAL DE LA CRUZ ROJA


Y DE LA MEDIA LUNA ROJA

Promoción, difusión y desarrollo del DIH


Cooperación con los Estados en el cumplimiento de sus obligaciones

2.1. El Estado

Las medidas preventivas se basan fundamentalmente en el deber general de los


Estados partes (art. 1/I/II/III/IV común CG y PA I) de cumplir y de hacer cumplir las
normas de DIH e incluyen las obligaciones de: (a) incorporar el estudio del DIH a los
programas de instrucción militar y fomentar su estudio por la población civil con el fin de
hacerlo conocer por las fuerzas armadas y la población civil en general (arts. 47/I, 48/II,
127/III, 144/IV CG, 83 PA I, 19 PA II y 25 CLH); (b) entrenar a personal cualificado para
facilitar la implementación del DIH (arts. 6 PA I y 25-27 CLH) y disponer de asesores
jurídicos en las fuerzas armadas para que asesoren a los comandantes militares en la
aplicación y enseñanza del DIH (art. 82 PA I); (c) adoptar las normas internas necesarias
para asegurar el cumplimiento de aquellas normas de DIH que no son directamente
aplicables (arts. 48/I, 49/II, 128/III, 145/IV CG, 80.1 y 84 PA I) para reprimir sus
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violaciones graves y asegurar el establecimiento de una jurisdicción universal respecto a las


mismas (arts. 49/I, 50/II, 129/III y 149/IV comunes CG); y (d) traducir los textos
normativos de DIH (arts. 48/I, 49/II, 128/III, 145/IV CG, 84 PA I y 26 CLH).

Además, la prevención incluye, desde el punto de vista práctico, la adopción de


medidas para (a) definir, ubicar y proteger a las personas, medios de transporte y
emplazamientos y bienes protegidos (véase en esta misma obra, “La protección de los
heridos, enfermos y náufragos y del personal y medios sanitarios”, por Vicente Otero
Solana, “La protección de la población civil” de Francisco Alonso Pérez y “La protección
de los bienes culturales en caso de conflicto armado” por Juan Manuel García Labajo), (b)
evitar el uso abusivo de la cruz roja, de la media luna roja y de otros signos y emblemas
previstos (arts. 44, 53-54/I, 43-45/II CG, 18, 37-39, 56, 66, anexo 1/PA I, 12/PA II, 6, 10 y
17/CLH), (c) salvaguardar las garantías fundamentales (arts. 3, 12/I/II, 3, 13-17/III, 3, 27-
34/IV CG, 11, 75-77 PA I y 4-6 PA II) y de procedimiento (arts. 5, 15-17, 41, 82-90, 95-
108/III, 31-33, 35, 37, 43, 64-78, 99-101, 117-126/IV CG, 11, 44-45, 75-77 PA I y 4-6 PA
II) que deben ser observadas durante un conflicto armado, (d) crear y/o reglamentar el
funcionamiento de Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (arts.
26, 44/I, 63/IV CG, 81 PA I, 18 PA II) y otras sociedades de asistencia voluntarias,
organizaciones para protección civil (arts. 63/IV CG, 61-67 PA I), oficinas nacionales de
información (arts. 122-124/III, 136-141/IV CG) y comisiones médicas mixtas (arts. 112,
anexo II/III CG), (e) ubicar emplazamientos militares (arts. 56, 68 PA I), desarrollar armas
y adoptar tácticas militares conformes con el DIH (art. 36 PA I) (véase en esta misma obra,
“Limitaciones al empleo de medios y métodos de combate” de José Luis Rodríguez-
Villasante y Prieto) y (f) cuando sea necesario, designar zonas desmilitarizadas,
hospitalarias, neutrales y de seguridad (arts. 23, anexo I/I, 14, 15/IV CG, 60 y anexo I PA
I).

Debido a la magnitud de las medidas de prevención y a que afectan a las


competencias de diversos estamentos gubernamentales y no gubernamentales, el CICR ha
abogado por la creación de comisiones nacionales de carácter interministerial, encargadas
de coordinar la labor de los distintos organismos implicados y de asesorar a los gobiernos
en el cumplimiento de su obligación de promoción y difusión del DIH.

2.2. El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja

El CICR participa a través de la difusión y el desarrollo del DIH (art. 5.2.g.,


Estatutos del Movimiento) y, en colaboración con las respectivas Sociedades Nacionales,
preparándose para actuar en caso de conflicto armado y promoviendo el respeto, el
desarrollo, la ratificación y difusión de la normativa en vigor (art. 5.4.a., Estatutos del
Movimiento) (en este sentido, además de la redacción de los Convenios de Ginebra (1949)
y sus dos Protocolos adicionales (1977), cabe destacar la participación del CICR en la
elaboración, entre otros instrumentos, del Protocolo sobre armas laser cegadoras, Protocolo
IV, 1995, y el Protocolo sobre prohibiciones o restricciones del empleo de minas, armas
trampa y otros artefactos, Protocolo II enmendado, 1996, ambos de la Convención sobre
prohibiciones y restricciones del empleo de ciertas armas convencionales que puedan
considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados, 1980). En este sentido,
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además, cabe señalar que el CICR está elaborando un informe (que espera completar en
2001) sobre normas consuetudinarias de DIH.

Por otra parte, a través del Servicio de Asesoramiento, el CICR proporciona a los
Estados apoyo especializado en el ámbito jurídico para la aplicación del DIH mientras que
las Sociedades Nacionales cooperan con los Estados en la formación de asesores jurídicos
de las fuerzas armadas y de personal cualificado (art. 6 PA I). En España, la labor de
difusión está a cargo del Centro de Estudios de Derecho Internacional Humanitario
(CEDIH) de la Cruz Roja Española (véase en esta misma obra, “La Cruz Roja Española”,
de Joaquín López Sánchez) que desde su creación en 1984 imparte cursos de DIH a las
fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, estudiantes universitarios y público en general.

Finalmente, la labor de prevención se completa a través de (a) la Federación


Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja que apoya al CICR y a las
Sociedades Nacionales en sus respectivas tareas, (b) conferencias internacionales sobre
cuestiones específicas, tales como la Conferencia internacional sobre la protección de la
víctimas de la guerra (Ginebra, 1993), cuyas recomendaciones dieron lugar a la creación de
los comités nacionales de asistencia a los gobiernos en la aplicación y difusión del DIH y
del Servicio de Asesoramiento del CICR en DIH y (c) la Conferencia Internacional de la
Cruz Roja y de la Media Luna Roja, máximo órgano deliberativo del Movimiento, cuya
función es contribuir al respeto y al desarrollo del DIH y de otros acuerdos internacionales
de especial interés (art. 10.2 Estatutos del Movimiento). Así, la XVIIª Conferencia
Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (1999), constatando que durante los
conflictos armados siguen produciéndose ataques a la población y a bienes civiles, que
cientos de miles de personas se ven obligadas a a abandonar sus hogares y que el DIH es
frecuentemente objeto de transgresiones, ha reafirmado su compromiso colectivo con el
DIH y ha adoptado un Plan de Acción para los años 2000-2003 en el que se propone, entre
otras acciones, (a) la protección de las víctimas de los conflictos armados mediante el
respeto del DIH y (b) la acción humanitaria durante conflictos armados, a la vez que insta a
los componentes del Movimiento, a organizaciones internacionales y regionales y a los
grupos armados en conflicto a cumplir dichos objetivos (Resolución 1).

3. EL CONTROL DEL CUMPLIMIENTO DEL DIH

Durante un conflicto armado, la determinación por mecanismos imparciales del


grado de respeto del DIH está a cargo de las Potencias protectoras o su sustituto, la
Comisión Internacional de Encuesta y el CICR:

• LAS POTENCIAS PROTECTORAS O SU SUSTITUTO

Comunicación entre las partes en conflicto


Auxilio de las víctimas
Control de cumplimiento de la normativa
Buenos oficios

• LA COMISIÓN INTERNACIONAL DE ENCUESTA


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Investigación de las denuncias de incumplimiento grave del DIH


Facilitar el retorno al respeto del DIH
Informe: conclusiones y recomendaciones

• EL COMITÉ INTERNACIONAL DE LA CRUZ ROJA

El derecho de iniciativa
La investigación de las denuncias
Gestiones confidenciales o denuncias públicas

3.1. LAS POTENCIAS PROTECTORAS

Las Potencias protectoras (arts. 8/I/II/III, 9/IV CG y 5 PA I) tienen por misión


facilitar el contacto entre las partes en conflicto para la salvaguarda de sus intereses y los de
las personas protegidas. Su funcionamiento requiere que uno o más Estados no beligerantes
sean designados como tales mediante un acuerdo entre los beligerantes y dichos Estados.
En su defecto, el CICR o cualquier otra organización internacional humanitaria imparcial
puede ser designada en calidad de sustituto (arts. 9/I/II/III y 10 IV CG). Además, las
Potencias protectoras podrán prestar sus buenos oficios cuando así lo estimen conveniente
en interés de las personas protegidas y especialmente en caso de desacuerdo entre las Partes
contendientes sobre la aplicación o interpretación de los Convenios (arts. 11/I/II/III y 12 IV
CG).

Si bien es obligatoria la designación de Potencias protectoras, la necesidad de un


acuerdo entre todas las partes interesadas ha supuesto que este mecanismo haya sido
utilizado en muy pocas ocasiones. Además, como señalan SASSÒLI y BOUVIER, debido a
que sus funciones duplican las labores confiadas al CICR, éste se ha mostrado reacio a ser
sustituto de las Potencias protectoras debido a que el desempeño de dicha tarea limitaría su
derecho a salvaguardar los intereses de todas las víctimas.

3.2. La Comisión Internacional de Encuesta

La determinación de que se han cometido violaciones del DIH requiere un


mecanismo imparcial que investigue las denuncias formuladas. Esta necesidad ha llevado a
la creación de un procedimiento de encuesta (arts. 52/I, 53/II, 132/III y 149 IV comunes
CG) y de la Comisión Internacional del Encuesta (art. 90 PA I), un órgano permanente cuya
competencia está sujeta a una declaración de aceptación previa. Compuesto por 15
representantes de los Estados que han reconocido su competencia, el Comité Internacional
de Encuesta tiene por funciones (a) investigar las denuncias de infracción o violación grave
de los Convenios o del Protocolo formuladas por las Partes en conflicto y (b) mediante sus
buenos oficios, facilitar el respeto de dichos instrumentos. El procedimiento de
investigación y buenos oficios prevé la comparecencia de las Partes para presentar e
impugnar pruebas, la obtención de pruebas y una investigación in loco por la Comisión, así
como la presentación de un informe a las Partes conteniendo sus conclusiones sobre los
hechos y las recomendaciones que estime convenientes. Si bien sólo resulta aplicable a los
conflictos armados internacionales, la Comisión ha expresado su disponibilidad a extender,
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con el consentimiento de los Estados interesados, su competencia a los conflictos armados


internos.

3.3. El Comité Internacional de la Cruz Roja

Tanto en el marco convencional (arts. 9, 23/I, 9/II, 9, 73, 123, 125, 126/III, 10, 14,
59, 61, 140, 142, 146/IV CG y 33 PA I) como en el extraconvencional y al amparo del
amplísimo derecho de iniciativa (art. 5.3 Estatutos del CICR) las funciones que puede
desempeñar el CICR son muy numerosas (véase en esta misma obra “Manual de derecho
internacional humanitario y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media
Luna Roja”, por Manuel Antón Ayllón).

En efecto, en su carácter de intermediario neutral e independiente, el CICR se


encuentra en una posición idónea para erigirse en guardián del cumplimiento del DIH en
conflictos armados internacionales (arts. 10/I/II/III, 11/IV CG y 5.4 PA I) e internos (art.
3/I/II/III/IV común CG), ofreciendo sus servicios a las partes contendientes sin entrar a
calificar la naturaleza internacional o interna de los mismos. Así, entre otras tareas, en
virtud de la normativa humanitaria (derecho de los delegados del CICR a trasladarse a
todos los lugares donde haya prisioneros de guerra o personas civiles protegidas, arts.
126/III y 143/IV CG) y de los Estatutos del Movimiento (art. 5.2.c-d.), el CICR puede, ante
presuntas violaciones del DIH, (a) transmitir las denuncias entre las partes en conflicto, (b)
en determinadas circunstancias, dar curso a las solicitudes para comprobar la veracidad de
las denuncias y, en caso de comprobarse la existencia de violaciones del DIH y (c) realizar
gestiones por iniciativa propia ante las autoridades correspondientes. En la mayoría de los
casos dichas gestiones serán confidenciales pero el CICR se reserva el derecho de
denunciar públicamente las violaciones graves del DIH.

4. LA REPRESIÓN DE LAS INFRACCIONES Y VIOLACIONES DEL DIH

El DIH impone obligaciones a los Estados y a los individuos, por lo que su


violación puede hacer que tanto unos como otros incurran en responsabilidad por el
incumplimiento de sus normas. En efecto, el Derecho internacional admite la posibilidad de
la coexistencia de ambos tipos de responsabilidad al establecer que la responsabilidad de
los individuos por actos ilícitos no prejuzga la eventual responsabilidad de los Estados por
esos mismos hechos. Sin embargo, mientras que la determinación de la responsabilidad
penal individual y la represión de las infracciones del DIH pueden tener lugar tanto en el
ámbito interno de los Estados como en el ámbito internacional, la determinación de la
responsabilidad del Estado y la represión de las violaciones del DIH sólo puede producirse
en el ámbito internacional:

• LA DETERMINACIÓN Y LAS CONSECUENCIAS DE LA


RESPONSABILIDAD PENAL DEL INDIVIDUO

El ámbito interno
El ámbito internacional
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• LA DETERMINACIÓN Y LAS CONSECUENCIAS DE LA


RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL DEL ESTADO

El ámbito internacional

4.1. La determinación y las consecuencias de la responsabilidad penal del individuo

Las infracciones del DIH hacen incurrir al individuo en responsabilidad penal que
puede dilucidarse en el ámbito interno de los Estados o en el ámbito internacional:

• EL ÁMBITO INTERNO

El ordenamiento español

• EL ÁMBITO INTERNACIONAL

Los tribunales penales internacionales ad hoc


Otras jurisdicciones penales ad hoc
La Corte Penal Internacional

Los Estados están obligados a hacer cumplir las normas de DIH, adoptando normas
internas que (a) prohíban y sancionen toda violación del DIH y, en especial, las violaciones
graves de sus normas, los denominados ‘crímenes de guerra’ (recogidos en los arts. 49-50/I,
50-51/II, 128-129/III y 146-147/IV CG y 11, 85-89/PA I), enjuiciando a toda persona
sospechosa de haberlos cometido o, conforme al principio aut dedere aut judicare (o
extraditar o juzgar), de entregarla a otro Estado para que sea juzgada, con independencia de
su nacionalidad o del territorio en el que haya cometido el delito del que se le acusa
(principio de la jurisdicción universal) (arts. 49/I, 50/II, 129/III, 149/IV y 85 PA I), (b)
establezcan la responsabilidad penal y disciplinaria de los superiores y el deber que tienen
los jefes militares de reprimir y de denunciar las infracciones y (c) establezcan la asistencia
mutua judicial (art. 88 PA I).

En cuanto a la determinación de la responsabilidad penal del individuo en el ámbito


internacional, cabe señalar que la represión de las infracciones del DIH mediante la acción
de tribunales internacionales tiene una historia relativamente reciente. En efecto, los
Tribunales Militares de Nüremberg (1945) y Tokio (1946), los primeros tribunales penales
internacionales, se constituyen al final de la Segunda Guerra Mundial por los Aliados con
el fin de juzgar a las personas acusadas de crímenes de guerra, crímenes contra la paz,
crímenes contra la humanidad y conspiración para cometerlos. Se trata por tanto, como se
ha señalado en innumerables ocasiones, de tribunales y de la justicia ex post facto de los
vencedores.

Tras las sentencias de estos tribunales, la posibilidad de juzgar a los individuos


acusados de crímenes internacionales empieza a abrirse paso cuando en su resolución 95
(I), de 11 de diciembre de 1946, la Asamblea General afirma por unanimidad los principios
de derecho internacional contenidos en el Estatuto y las sentencias de Nüremberg y, un año
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más tarde, en su resolución 177 (II), de 21 de noviembre, encarga a la Comisión de


Derecho Internacional que los plasme en un código de delitos contra la paz y la seguridad
de la humanidad. Entretanto, el 9 de diciembre 1948 se adopta la Convención para la
prevención y la sanción del delito de genocidio que propugna la creación de un tribunal
penal internacional para enjuiciar a las personas acusadas de dicho crimen. En 1950 la
Comisión de Derecho Internacional formula los principios de Nüremberg y en 1954
presenta un proyecto de Código de delitos contra la paz y la seguridad de la humanidad
cuyo estudio aplaza la Asamblea General en su resolución 897 (IX), de 4 de diciembre de
1954, debido a los problemas que suscita la definición del concepto de agresión. En 1968,
en su resolución 2391 (XXII), de 26 de noviembre, la Asamblea General adopta la
Convención sobre la no aplicación de medidas de prescripción a los crímenes de guerra y
crímenes contra la humanidad. Tras su resolución 3314 (XXIX), de 14 de diciembre de
1974, sobre la definición de la agresión, las dificultades que presentaba esta cuestión
parecen quedar despejadas y en 1981, en su resolución 36/106, de 10 de diciembre, la
Asamblea General invita a la Comisión de Derecho Internacional a reanudar su tarea sobre
el código y en su resolución 45/41, de 28 de noviembre de1990, además, le encomienda el
estudio de la cuestión relativa a la creación de un tribunal penal internacional. Un año más
tarde la Comisión de Derecho Internacional aprueba en primera lectura un proyecto de
Código de crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad y en 1994 aprueba un
proyecto de estatuto de un tribunal penal internacional. Durante estos años tienen lugar
gravísimas violaciones del DIH en la ex Yugoslavia (a partir de 1991) y en Ruanda
(durante 1994) que resultan en la creación sendos tribunales penales ad hoc y en la
revitalización de la idea no sólo de un código sino de un tribunal penal internacional
permanente. Así, en 1996 la Comisión de Derecho Internacional aprueba el texto definitivo
del proyecto de Código de crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad y el 17 de
julio de 1998 una conferencia internacional de plenipotenciarios adopta el Estatuto de
Roma de la Corte Penal Internacional.

4.1.1. El ámbito interno: especial referencia al ordenamiento español

En el ordenamiento español, la obligación del Estado de hacer cumplir el DIH está


recogida principalmente en las disposiciones relativas al personal militar en el Código
Penal Militar (1985) y a personas civiles en el Código Penal (1995) (véase en esta misma
obra, “La protección de las víctimas de la guerra en el ordenamiento interno español”, por
Fernando Pignatelli y Meca):

• CÓDIGO PENAL MILITAR (1985)

Delitos contra las leyes y usos de la guerra

• CÓDIGO PENAL (1995)

Delitos contra la comunidad internacional


Delitos contra las personas y bienes protegidos

• OTRAS NORMAS
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En el Código Penal Militar (1985), el Título II, Libro Segundo 'Delitos contra las
leyes y usos de la guerra' (arts. 69-78) está dedicado a los penas a las que serán condenados
los militares que cometan u ordenen cometer los delitos tipificados (arts. 69 a 77) y
establece unas penas para aquellas violaciones de acuerdos internacionales ratificados por
España relativas a la conducción de hostilidades, a la protección de heridos, enfermos o
náufragos, trato de prisioneros de guerra, protección de las personas civiles en tiempo de
guerra y protección de bienes culturales en caso de conflicto armado no específicamente
penadas en los artículos anteriores (art. 78).

Por otra parte, el Código Penal (1995) también recoge las infracciones delictivas de
la normativa del DIH en vigor cometidas por particulares o funcionarios o agentes del
Estado. En el Título XXIV sobre 'Delitos contra la comunidad internacional' (delitos contra
el derecho de gentes y el genocidio), el Capítulo III, dedicado a los delitos contra las
personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado (arts. 608-614), se sancionan las
conductas prohibidas por los convenios internacionales, en particular el Protocolo adicional
I y se establece que también serán consideradas como personas protegidas las que tengan
dicha condición en virtud de cualesquiera otros acuerdos internacionales que obliguen a
España (art. 608). Se establecen las diferentes penas para las personas que cometan delitos
contra las personas o bienes protegidos (arts. 609 a 614), se castiga también la provocación,
la conspiración y la proposición para cometerlos (art. 615) y se dispone que a las penas
previstas podrán sumarse las de inhabilitación absoluta en caso de que los delitos fueran
cometidos por una autoridad o funcionario público o la de inhabilitación especial en caso de
un particular (art. 616).

Además, otras normas de carácter específico están contenidas en (a) las Reales
Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, Ley 85/78, de 28 de diciembre (arts. 7 y 136 a 142)
relativas a la conducta que deben observar las Fuerzas Armadas en caso de conflicto
armado, (b) la Ley Orgánica 12/1985, de 27 de noviembre sobre el régimen disciplinario de
las fuerzas armadas que castiga las faltas leves y graves (sin carácter delictivo) del DIH
(arts. 1, 2, 8, 9 y 10) y (c) la Ley Orgánica 4/87 de competencia y organización de la
jurisdicción militar, de 15 de julio, que establece los límites de la jurisdicción militar así
como la composición y atribuciones de los diferentes órganos judiciales que la integran
(arts. 5, 12 y 13).

Por otra parte, España ha dictado normas relativas a la cooperación judicial con los
tribunales penales internacionales ad hoc establecidos por el Consejo de Seguridad: la Ley
Orgánica 15/1994, de 1 de junio, para la cooperación con el Tribunal internacional para la
ex Yugoslavia y la Ley Orgánica 14/1998, de 1 de julio, para la cooperación con el
Tribunal internacional para Ruanda. Una ley similar deberá ser promulgada en relación con
el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, del que España es parte desde el
pasado 24 de octubre de 2000.

Es de destacar que, a diferencia de lo establecido en la normativa convencional


internacional, el ordenamiento español no establece diferencias entre conflictos armados
internacionales y conflictos armados internos lo que permite aplicar en éstos el mismo nivel
de protección previsto para aquellos.
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4.1.2. El ámbito internacional

Tradicionalmente, el deber de hacer cumplir el DIH y, consecuentemente, de


reprimir las infracciones al mismo, tiene lugar preferentemente en el ámbito interno de los
Estados a través de sus tribunales, una jurisdicción que por diversos motivos se considera el
ámbito idóneo de dilucidación de las responsabilidades penales. Sin embargo, la falta de
voluntad o la incapacidad de los Estados para dar cumplimiento a esta obligación
internacional ha resultado en la creación de jurisdicciones penales internacionales ad hoc y
permanentes:

• LOS TRIBUNALES PENALES AD HOC

El Tribunal penal internacional para la ex Yugoslavia (1993)


El Tribunal penal internacional penal para Ruanda (1994)
El Tribunal especial para Sierra Leona (2000)

• OTRAS JURISDICCIONES PENALES AD HOC

¿Camboya?
¿Timor Oriental?
El Tribunal de Kosovo para crímenes de guerra y crímenes étnicos

• LA CORTE PENAL INTERNACIONAL (1998)

4.1.2.1. Los tribunales penales ad hoc

Si bien es innegable que desde las sentencias de los Tribunales de Nüremberg y


Tokio el DIH ha sido y sigue siendo objeto de graves infracciones, la cuestión de la
responsabilidad internacional del individuo no ha vuelto a suscitarse con particular urgencia
hasta los gravísimos sucesos ocurridos durante el conflicto que llevó a la desintegración
parcial de la ex Yugoslavia a partir de 1991 y los enfrentamientos étnicos que tuvieron
lugar en Ruanda durante 1994.

La necesidad de enjuiciar a las personas responsables de las atrocidades cometidas


en estos conflictos hicieron patente la inexistencia de una instancia penal internacional de
carácter permanente y condujeron al establecimiento del Tribunal internacional para el
enjuiciamiento de los presuntos responsables de violaciones graves del DIH cometidas en el
territorio de la ex Yugoslavia (1993), del Tribunal internacional para Ruanda (1994) (véase
en esta misma obra, “El derecho penal internacional. Los tribunales penales internacionales
para la ex Yugoslavia y Ruanda”, por Fernando Pignatelli y Meca) y, finalmente, a la
adopción del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (1998) que, a diferencia de
los tribunales ad hoc, por primera vez establece una jurisdicción penal internacional de
carácter permanente.
12

El proceso de establecimiento de una jurisdicción penal internacional vive ahora la


aparición de una nueva generación de instancias judiciales que responden a necesidades
distintas de las que llevaron a la creación de los tribunales de Yugoslavia y Ruanda. Se trata
del Tribunal especial para Sierra Leona o Tribunal de Freetown y el Tribunal de Kosovo
para crímenes de guerra y crímenes étnicos, tribunales penales ad hoc mixtos o híbridos,
por el derecho aplicable (derecho internacional y derecho interno) y/o por su composición
(jueces, fiscales y personal nacional y no nacional del Estado en que han tenido lugar los
hechos).

4.1.2.1.1. El Tribunal de La Haya

El Tribunal de la Haya o Tribunal internacional para el enjuiciamiento de presuntos


responsables de violaciones graves del DIH cometidas en el territorio de la ex Yugoslavia
fue establecido en 1993 por la resolución S/RES/808 del Consejo de Seguridad para
enjuiciar a las personas responsables de (a) violaciones graves de las Convenciones de
Ginebra de 1949; (b) violaciones de la leyes y costumbres de la guerra; (c) el crimen de
genocidio; y (d) crímenes contra la humanidad cometidos en el territorio de la ex
Yugoslavia a partir del 1 de enero de 1991.

4.1.2.1.2. El Tribunal de Arusha

El Tribunal de Arusha (Tanzania) o Tribunal internacional penal para Ruanda fue


creado en 1994 por la resolución S/RES/955 del Consejo de Seguridad para enjuiciar a las
personas responsables de genocidio y otras violaciones graves del DIH cometidos en el
territorio de Ruanda entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 1994. También puede
enjuiciar a los ciudadanos ruandeses que hayan cometido dichos crímenes en el territorio de
Estados vecinos durante el mismo período de tiempo.

4.1.2.1.3. El Tribunal de Freetown

El Tribunal Especial para Sierra Leona ha sido creado en 2000 mediante acuerdo
entre el Secretario General de las Naciones Unidas y Sierra Leona para enjuiciar a las
personas con mayor responsabilidad en las violaciones graves del DIH y del ordenamiento
interno de Sierra Leona cometidas en territorio de dicho Estado desde el 30 de noviembre
de 1996 hasta una fecha a determinar por las partes.

A pesar de las similitudes y vinculaciones con los tribunales de Yugoslavia y


Ruanda, el Tribunal Especial para Sierra Leona se distingue de esas instancias ad hoc, entre
otras razones, porque (a) su origen es convencional, el tratado entre las Naciones Unidas y
Sierra Leona, (b) estará integrado por magistrados, fiscales y personal nacional y no
nacional de Sierra Leona, (c) su competencia se extiende a crímenes contra la humanidad,
crímenes de guerra y otras violaciones graves del DIH (pero no al crimen de genocidio) y a
ciertos crímenes tipificados en el ordenamiento interno de Sierra Leona, y (d) su sede estará
en el Estado en que fueron cometidos los crímenes objeto de su competencia, Sierra Leona.

Cabe destacar que el Tribunal no será competente para enjuiciar a las personas
menores de 15 años en el momento en que tuvo lugar el crimen del que se les acusa, en
13

tanto que los jóvenes de 15 a 18 años recibirán un trato diferente con el fin de asegurar su
reinserción social (véase en esta misma obra, “La protección de los niños en los conflictos
armados”, por Sonia Hernández Pradas).

4.1.2.2. Otras jurisdicciones penales internacionales ad hoc

Las condiciones que han llevado a la creación de los tribunales penales


internacionales ad hoc aún subsisten y han sido alegadas para propugnar la creación de
instancias judiciales similares en Camboya (para enjuiciar las violaciones del DIH
cometidas por los jemeres rojos entre 1975 y 1979) y en Timor Oriental (para enjuiciar las
violaciones del DIH cometidas en Setiembre de 1999 durante el proceso independentista de
Timor Oriental), sin que hasta la fecha dichas propuestas hayan prosperado.

Por otra parte, la UNMIK (Misión de Administración Provisional de las Naciones


Unidas en Kosovo) está en vías de establecer el denominado Tribunal de Kosovo sobre
crímenes de guerra y crímenes étnicos que será competente para enjuiciar a las personas
presuntamente responsables de haber cometido crímenes de guerra, crímenes contra la
humanidad, genocidio y otros graves crímenes motivados por razones raciales, étnicas,
religiosas, de nacionalidad, de asociación con una minoría étnica u opiniones políticas. El
tribunal sigue la línea del Tribunal de Freetown ya que contará con jueces y fiscales
nacionales e internacionales.

4.1.2.3. La Corte Penal Internacional

La competencia de la Corte Penal Internacional se extenderá a las personas mayores


de 18 años acusadas de haber cometido solamente los crímenes más graves, es decir, el
crimen de agresión, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y al crimen de
genocidio que hayan tenido lugar tras la entrada en vigor del Estatuto en el territorio o por
nacionales de los Estados Parte o por remisión del asunto a la Corte por el Consejo de
Seguridad en el marco del Capítulo VII de la Carta (véase en esta misma obra, “La Corte
Penal Internacional”, de José Luis Rodríguez-Villasante y Prieto; y “Los crímenes de
guerra en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional”, de Fernando Pignatelli y
Meca).

4.2. La determinación y las consecuencias de la responsabilidad internacional del Estado

El vacío creado por el carácter voluntarista de la justicia internacional hace del


Derecho internacional un sistema jurídico particular en cuanto a la determinación de que se
ha producido un hecho internacionalmente ilícito (la violación del Derecho internacional) y
a las consecuencias que se han de derivar del mismo. En efecto, el Derecho internacional
(a) obliga (art. 2.3 de la Carta de las Naciones Unidas) a resolver las controversias por
medios pacíficos (entre ellos, el arreglo judicial, art. 33 de la Carta) y (b) prohíbe el recurso
a la amenaza o uso de la fuerza en las relaciones internacionales (art. 2.4 de la Carta de las
Naciones Unidas), excepto en ejercicio del derecho a la legítima defensa (art. 51 de la
Carta) o en el marco de la acción de las Naciones Unidas. Esta situación ha hecho que, con
el fin de garantizar el cumplimiento de sus normas, en este caso las del DIH, el Derecho
internacional admita que los Estados adopten medidas de autoayuda o autotutela, de
14

carácter unilateral o colectivo, como las medidas de retorsión (acciones lícitas pero
inamistosas) o las represalias o contramedidas (acciones ilícitas pero toleradas).

Así, teniendo en cuenta que los Estados están obligados a cumplir y a hacer cumplir
(art. 1 común CG y PA I) el DIH, la violación del mismo da lugar a la responsabilidad
internacional del Estado y a las consecuencias que se dilucidan en el plano internacional
mediante mecanismos (a) generales del derecho internacional, (b) particulares del DIH y (c)
de la Organización de las Naciones Unidas:

• EL DERECHO INTERNACIONAL

La cesación del hecho internacionalmente ilícito y la obligación de reparar


Las contramedidas o represalias

• EL DIH

La obligación de indemnizar
Responsabilidad del Estado por los actos de sus fuerzas armadas

• LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS

La Asamblea General
El Secretario General
El Consejo de Seguridad
La Corte Internacional de Justicia

4.2.1. El mecanismo del Derecho internacional

Las violaciones del DIH son hechos internacionalmente ilícitos contemplados en el


régimen sobre responsabilidad de los Estados que hacen incurrir a los Estados en
responsabilidad internacional y traen aparejada la obligación de reparar. Sin embargo, en
relación con el DIH el régimen sobre la responsabilidad de los Estados está sujeto a ciertas
excepciones: (a) la responsabilidad estricta del Estado por los actos cometidos por sus
fuerzas armadas (art 90 PA I), (b) la imposibilidad de (i) renuncia a los derechos de las
personas protegidas (arts. 7/I/II/III y 8 IV CG), (ii) alegar el incumplimiento grave de la
normativa convencional de DIH como causa de su terminación o suspensión (art. 60.5,
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, CVDT) y (iii) alegar el estado de
necesidad como causa de exclusión de ilicitud (art. 33, proyecto de la Comisión de Derecho
Internacional (CDI) sobre la responsabilidad de los Estados, 1996) excepto en los casos
expresamente autorizados (arts. 33.2/I, 49.2 y 5/II, 53, 55.3, 108.2/IV CG y 54.5/PA I) y (c)
la denuncia de la normativa convencional de DIH durante un conflicto armado (art. 56
CVDT) no surtirá efectos hasta el final de la contienda (arts. 63/I, 62/II, 142/III y 158/IV
CG).

4.2.2.1. Las violaciones del DIH y los hechos internacionalmente ilícitos


15

Un hecho internacionalmente ilícito es la violación de una obligación internacional


atribuible al Estado según el Derecho internacional. Sin embargo, no todos los hechos
internacionalmente ilícitos son iguales ya que cabe diferenciarlos según su distinta
gravedad. Así, se distinguen los ‘delitos internacionales’ de los ‘crímenes internacionales’
(aquellos hechos internacionalmente ilícitos “resultantes de una violación por un Estado de
una obligación internacional esencial para la salvaguardia de intereses fundamentales de la
comunidad internacional”, tales como “violación grave y en gran escala de una obligación
internacional de importancia esencial para la salvaguardia del ser humano, como las que
prohíben la esclavitud, el genocidio y el apartheid”) (art. 19 proyecto CDI, 1996).

Se ha propuesto la sustitución del concepto de ‘crímenes internacionales’ por el de


‘violación grave de una obligación hacia la comunidad internacional en su conjunto y
esencial para la protección de sus intereses fundamentales’, entendiendo como tal un
“incumplimiento craso o sistemático de la obligación por el Estado responsable, con el
riesgo de causar una transgresión sustancial a los intereses fundamentales protegidos por la
obligación”. Esta noción sigue la línea del concepto de las normas imperativas de Derecho
internacional (jus cogens), entre las que cabe incluir a las normas de DIH.

En este sentido, las violaciones graves del DIH (los crímenes de guerra) pueden ser
consideradas como 'crímenes internacionales' o ‘violaciones graves de obligaciones hacia la
comunidad internacional en su conjunto’ cuya importancia radica en que, al violar normas
de jus cogens, tienen efectos erga omnes (con relación a todos) y se ha sostenido que
engendran en los demás Estados el derecho al ejercicio de la actio popularis (acción
popular) en cuanto a la titularidad de la acción y a la adopción de contramedidas contra el
Estado responsable.

4.2.2.2. El Estado lesionado

Para el Derecho internacional ‘Estado lesionado’ es aquel que ha sido lesionado en


sus derechos por el hecho internacionalmente ilícito de otro Estado. En el caso de que dicho
hecho internacionalmente ilícito constituya un crimen internacional, se entenderá por
‘Estado lesionado’ a todos los demás Estados (arts. 1/I/II/III/IV CG y PA I común, 40
proyecto CDI, 1996). En una formulación más depurada, se afirma que 'Estado lesionado'
(como consecuencia de un perjuicio material y/o moral) es todo aquel al que la obligación
violada (a) le es debida individualmente o (b) es debida a un grupo de Estados del que
forma parte dicho Estado o a la comunidad internacional en su conjunto y la violación de la
obligación (i) afecta especialmente a dicho Estado o (ii) es de tal carácter que afecta al
disfrute de derechos o al cumplimiento de las obligaciones de todos los Estados interesados.

4.2.2.3. Las consecuencias de los hechos internacionalmente ilícitos

El Derecho internacional establece la obligación de cesar y de reparar como


principales consecuencias de todo hecho internacionalmente ilícito. Sin embargo, ante
hechos internacionalmente ilícitos más graves (crímenes internacionales o violaciones
graves de obligaciones debidas a la comunidad internacional en su conjunto) se estima
necesaria la determinación, además, de obligaciones (a) para el Estado responsable (daños y
perjuicios que reflejen la gravedad de la obligación) y (b) para todos los demás Estados ((i)
16

no reconocer como legítima la situación creada; (ii) no prestar ayuda ni asistencia al Estado
responsable a mantener la situación creada; y (iii) cooperar para que la violación llegue a su
fin), sin perjuicio de aquellas consecuencias adicionales que un hecho internacionalmente
ilícito más grave pueda suponer conforme al derecho internacional.

4.2.2.4. Las contramedidas o represalias

Ante un hecho internacionalmente ilícito el Estado lesionado puede adoptar (a


condición de proporcionalidad y reversibilidad) unas medidas contra el Estado responsable
con el fin de inducirlo a cumplir con sus obligaciones internacionales. Sin embargo, no
todas las contramedidas están permitidas ya que, entre otras, en el marco del DIH están
prohibidas (art. 50, proyecto CDI, 1996) aquellas dirigidas contra (a) los heridos, enfermos,
náufragos y el personal, los buques y el material protegidos (arts 46/I, 47/II, 13.3/III y
33.3/IV CG y art 20 PA I), (b) la población civil o las personas civiles (art. 51.6 PA I), los
bienes civiles (art 52.1 PA I), (c) los bienes culturales y los lugares de culto (art. 53.c PA I),
(d) los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil (art. 54.4 PA I), (e)
el medio ambiente natural (art 55.2 PA I) y (f) las obras e instalaciones que contienen
fuerzas peligrosas (art. 56.4 PA I).

4.2.2. El mecanismo del DIH

En esta misma línea, conforme al DIH, los Estados no pueden exonerarse o exonerar
a otros Estados de la responsabilidad en que han incurrido por violaciones graves del DIH
(arts. 51/I, 52/II, 131/III y 148/IV CG), son responsables por todos los actos cometidos por
los miembros de sus fuerzas armadas y están obligados a indemnizar (art. 91 PA I).

4.2.3. La Organización de las Naciones Unidas

Los instrumentos de DIH apenas hacen referencia a las Naciones Unidas o al papel
que podría desempeñar en la aplicación de sus normas. La más significativa de ellas
dispone que en caso de violaciones graves del DIH los Estados parte “se comprometen a
actuar, conjunta o separadamente, en cooperación con las Naciones Unidas y en
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas” (art. 89, PA II). Se trata de una
disposición cuya generalidad no revela el complejo papel que desempeña la Organización
en la aplicación del DIH.

Por su parte, tampoco la Carta de las Naciones Unidas se refiere expresamente al


DIH a pesar de las numerosas referencias (véase el preámbulo y los arts 1.3, 13.1.b, 55.c.,
62.2., 68, etc. de la Carta) a los derechos humanos. Se sostiene que este enfoque de la
defensa de los derechos del hombre desde los derechos humanos, es decir, de la normativa
aplicable preferentemente en tiempos de paz, encuentra su explicación en que en el origen
del establecimiento de la Organización está la idea de prevenir los conflictos armados y de
prohibir la amenaza y el uso de la fuerza (jus ad bellum) y no de regularlos (jus in bello).

Ello no ha sido obstáculo, sin embargo, para que en las últimas décadas la
Organización abordara la cuestión del DIH desde la doble perspectiva de los derechos
humanos (tal es el caso de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos (Teherán,
17

1968) y de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993), celebradas bajos


los auspicios de la Organización) y del mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales.

Así, dentro de la amplia acción que desarrolla la Asamblea General en el ámbito del
DIH, cabe destacar, entre muchas otras iniciativas, (a) la resolución 2.444 (XXIII) de 19 de
diciembre de 1968, en la que la que el órgano plenario de la Organización se refiere a ‘los
derechos humanos en los conflictos armados’, (b) en el marco de las resoluciones bianuales
que desde 1982 se ocupan del estado de los Protocolos adicionales a las Convenciones de
Ginebra de 1949 y de la protección de las víctimas de los conflictos armados, ha instado
repetidamente a los Estados partes en los Convenios a considerar la posibilidad de ratificar
el Protocolo adicional I y a hacer la declaración de aceptación de la competencia de la
Comisión Internacional de Encuesta y (c) a través de la Comisión de Derechos Humanos,
órgano subsidiario del Consejo Económico y Social, ha encargado a órganos individuales
(relatores especiales) la elaboración de informes por temas y países que luego han servido
de base para las labores preventiva y de control del cumplimiento del DIH que viene
ejerciendo la Organización en las últimas décadas.

Además, el Secretario General (a) ha actuado en el marco de los mecanismos de


solución de controversias, ha elaborado informes sobre la situación de los derechos
humanos en conflictos armados, destacando los relativos a la situación en la ex Yugoslavia
y Ruanda que condujeron al establecimiento de los tribunales ad hoc, (b) ha aprobado un
boletín (ST/SGB/1999/13) relativo a la observancia del DIH por las fuerzas de las Naciones
Unidas (véase en esta misma obra “Las operaciones de paz de las Naciones Unidas”, de
Jaime Domínguez Buj), (c) a instancias de la Asamblea General ha presentado un informe
(A/55/173) sobre el estado de los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra de
1949 y sobre las medidas para reafirmar el cuerpo normativo del DIH y (d) ha celebrado, en
nombre de las Naciones Unidas, un acuerdo con Sierra Leona para el establecimiento del
Tribunal Especial para Sierra Leona.

Por su parte, el Consejo de Seguridad, cuya obligación primordial es el


mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales (art. 24 de la Carta), desde su
resolución 237 de 14 de junio de 1967 relativa al conflicto árabe-israelí, ha destacado en
diversas resoluciones posteriores la necesidad de respetar el DIH y ha condenado las
violaciones del mismo. Esta preocupación por el DIH y su relación con el mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales le ha llevado, entre otras iniciativas, a la creación
de los tribunales penales ad hoc de Yugoslavia y Ruanda y a la ampliación del contenido
del mandato de las Operaciones de Paz para incluir cuestiones de DIH (véase en esta misma
obra, “La prohibición del uso de la fuerza, el sistema de seguridad colectiva y las acciones
humanitarias”, por Alberto Ruíz de los Paños). Finalmente, cabe recordar que la Corte
Penal Internacional puede ejercer su competencia sin contar con la preceptiva ratificación
del Estatuto del Estado interesado cuando, en el marco del Capítulo VII de la Carta, el
Consejo de Seguridad remita al Fiscal una situación en que parezca haberse cometido un
crimen de la competencia de la Corte (art. 13.b, Estatuto de la Corte Penal Internacional).

También cabe destacar la labor de la Corte Internacional de Justicia, principal


órgano jurisdiccional de las Naciones Unidas, que ya se había referido al DIH en su
18

sentencia en el asunto de las actividades militares y paramilitares en y en contra de


Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de América, 1986) y en su opinión consultiva
sobre la legalidad de la amenaza y uso del arma nuclear (1996) (véase en esta misma obra,
“Uso o amenaza del arma nuclear y Derecho internacional humanitario”, de José Luis
Rodríguez Villasante y Prieto) y ante la que se han interpuesto diversas demandas, la
mayoría de ellas sub judice, por presuntas violaciones del DIH. Tal el es el caso (a) del
asunto Bosnia y Hercegovina c. Yugoslavia sobre la aplicación de la Convención sobre
prevención y represión del crimen de genocidio (1993), (b) de las demandas interpuestas
(1999) por la República Democrática del Congo contra Burundi, Uganda y Ruanda por
actividades armadas en su territorio (en 2001 retiró las presentadas contra Burundi y
Ruanda), (c) asunto Croacia c. Yugoslavia sobre la aplicación de la Convención sobre
prevención y represión del crimen de genocidio (1999), (d) de las demandas interpuestas
por Yugoslavia contra 10 miembros (Alemania, Bélgica, Canadá, España (desestimada),
EE.UU. (desestimada), Francia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido) (1999) de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre la legalidad del uso de la
fuerza en relación con el bombardeo de territorio yugoslavo y (e) del asunto República
Democrática del Congo c. Bélgica (2000) en relación con la orden internacional de arresto
y extradición dictada por un juez belga en contra del Ministro de Educación congolés por
presuntas violaciones graves del DIH cuando ostentaba el cargo de Ministro de Asuntos
Exteriores.

Finalmente, entre la labor codificadora de la Organización cabe destacar, además de


los ya mencionados Convenio sobre la prohibición del empleo, almacenamiento,
introducción y transferencia de las minas antipersonal (1997) y Estatuto de Roma de la
Corte Penal Internacional (1998), el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los
Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados (2000).

5. CONCLUSIONES

El examen del sistema de eficacia del DIH revela un proceso plagado de luces y
sombras. En los últimos años destacan algunos pasos decisivos que ha dado la comunidad
internacional en la aplicación de sus normas pero seguimos asistiendo a graves infracciones
y violaciones del DIH y a lo que se percibe como el ejercicio selectivo de la justicia
internacional a la hora de enjuiciar a los responsables de dichas atrocidades.

En cualquier caso, ha sido precisamente el horror producido por las imágenes de los
crímenes de guerra perpetrados en la última década el que ha iniciado una reacción en
forma de ‘efecto dominó’ que parece haber activado en los actores de las relaciones
internacionales (desde la opinión pública a los Estados, pasando por las organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales y los medios de comunicación) la necesidad de
adoptar medidas encaminadas a la disuasión y a la sanción de estas conductas criminales.

En la fase de prevención queda por extender la protección prevista para los


conflictos armados internacionales a los conflictos armados internos e instar a los Estados a
adherirse a los Protocolos adicionales, a aceptar la competencia del Comisión Internacional
de Encuesta, a redoblar los esfuerzos para incorporar la normativa de DIH a los
ordenamientos internos, a promover y difundir el DIH entre la población civil
19

(incorporándolo a los planes de estudio de todos los niveles de enseñanza), a adoptar las
medidas prácticas de prevención y a crear ‘comisiones nacionales interministeriales de
aplicación del DIH’.

En el control del cumplimiento del DIH, el mecanismo de las Potencias protectoras


parece estar condenado a la inoperancia por las dificultades que, a pesar de todo, supone el
su designación. En cambio, la Comisión Internacional de Encuesta, a pesar de no haberse
estrenado, puede erigirse en el mecanismo ideal de control del cumplimiento del DIH. En
ambos casos, sin embargo, es de lamentar su no aplicación a la gran mayoría de los
conflictos, los conflictos armados internos. Esta situación hace que cobre protagonismo la
acción del CICR como intermediario neutral y en ejercicio del derecho de iniciativa en todo
tipo de conflicto armado.

La fase de represión de las infracciones del DIH en el ámbito internacional ha


experimentado grandes progresos con el establecimiento de diversos tribunales ad hoc y la
futura entrada en vigor del Estatuto de la Corte Penal Internacional. Sin embargo, ante la
inacción de las instancias idóneas para llevar a cabo estos procesos, los tribunales internos
de los Estados, es de esperar que, se siga reclamando la constitución de nuevos tribunales
ad hoc para enjuiciar a las personas acusadas de haber cometido infracciones del DIH
anteriores a la entrada en vigor del Estatuto de Roma.

En el ámbito de las violaciones graves del DIH la situación es más compleja debido
a la dificultad de determinar la responsabilidad del Estado y de hacer efectivas las
correspondientes consecuencias. El Protocolo adicional I se limita a establecer la doble
obligación de reparar y de que los Estados actúen conjunta o separadamente en cooperación
con las Naciones Unidas. En el marco general del Derecho internacional, el DIH impone
una serie de restricciones a fin de garantizar la protección de víctimas de los conflictos
armados. Por otra parte, conforme al régimen sobre la responsabilidad de los Estados, las
violaciones graves del DIH, en tanto que crímenes internacionales o violaciones graves de
obligaciones hacia la comunidad internacional en su conjunto, convierten a todos los
Estados en Estados lesionados y, por tanto, en titulares de la acción contra el Estado
responsable al que cabría imponer consecuencias adicionales a las previstas para los hechos
internacionalmente ilícitos, sin perjuicio de medidas de autotutela como las represalias
(cuyo ejercicio contra las personas y bienes protegidos está prohibido por el DIH) y de
otras acciones en el marco de las Naciones Unidas.

Finalmente, y a pesar de que su papel no esté expresamente definido en la normativa


de DIH en vigor ni en la Carta de las Naciones Unidas, desde la perspectiva amplia del
Derecho humanitario propugnada por PICTET (en la que el Derecho internacional de los
derechos humanos y el DIH caben en su propósito común de defender al ser humano en
toda circunstancia), la Organización ha empezado a desempeñar en los últimos años un
papel tan sui generis como decisivo en la aplicación del DIH desde su interacción con los
derechos humanos, el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, la acción
humanitaria, las Operaciones de Paz, las sanciones económicas, etc., es decir, en palabras
en SASSÒLI y BOUVIER, como codificadora, ejecutora y sujeto del DIH.
20

Está claro que los mecanismos aquí examinados no son, ni mucho menos, perfectos
pero alientan la idea de que, algún día, a través de su plena aplicación por todas las partes
interesadas el largo camino hacia el fin de la impunidad o, en el mejor de los casos, hacia la
disuasión, se hará más corto. Alcanzar este objetivo, merece la pena insistir en ello, está
principalmente en manos de los Estados porque no se trata de una cuestión de normas
inexistentes o inadecuadas sino, más bien, de la voluntad de aplicarlas.

6. BIBLIOGRAFÍA

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