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1. Enfoque filosófico:
a) Filosofía existencialista (Sartre, Merleau-Ponty), el hombre es un ser lanzado
condicionado por su pasado y presente. Analizar su presente es la vía para
distanciarse de él y poder llegar a comprenderlo y lograr preparar su futuro.
b) Influencia de la psicología humanista (Dewey) orientador como
acompañante en lugar de actor en el proceso de orientación.
c) La psicología cognitiva y el constructivismo (Piaget) importancia de los PA
y afirmación de que la persona se construye a sí misma en relación con el
mundo
d) La psicología de la motivación (Nuttin Super y Pellitier) importancia de
la motivación, que troquela la identidad del ser humano y es el motor que
facilita la dinámica del proyecto
2. Enfoque psicosociológico:
a. Influencias de Perspectivas educativas en el desarrollo de la carrera
profesional: Escuela sociológica francesa, Escuela mico-sociológica americana
y los trabajos de Mead, Coley y Crazier. hasta los 70 influyen también los
enfoques marxistas (Naville, Friedman o Mallet) y más adelante la psicología
americana (Rogers y erikson).
b. Perspectivas psicológicas: aproximación clínica y psicosocial francesa;
Moscovici y Enriquez (estudios sobre psicología intervencionista en el medio
laboral).
c. Perspectivas orientadoras: trabajos sobre representaciones cognitivas de las
profesiones (Reuchlin, Huteau, Chatillon); enfoque clínico de Guillaumin;
Propuesta de Latreille : las nuevas estructuras laborales surgen para satisfacer
las aspiraciones de creatividad en el trabajo, de modo que la orientación
profesional tiene que enfocarse según éste autor en ayudar a los orientados a
tomar conciencia de sus potencialidades más que a preparar a las personas para
ocupaciones determinadas. Dentro del campo de la orientación las teorías más
influyentes son:
i. Las centradas en la toma de decisiones profesionales y en el
desarrollo de la carrera: Ginzberg (1951), SuPer (1957), Crites
(1969). Holland (1975), Mitchell, Levin Y Krumboltz (1999).
ii. La Teoría de la Activación Y Desarrollo Vocacional y Personal
(ADVP) de Pelletier que contribuye al desarrollo de la dimensión
planificadora a partir de la idea de que la persona es un ser intencional
que busca dar sentido a su vida.
En definitiva. La creación de proyectos profesionales nos sitúa dentro de un
planteamiento holístico que supone la integración de lo vital y lo profesional. Corominas en
Isús (1998) sitúan el Proyecto Profesional y vital en la parte más alta de la trayectoria laboral de
una persona. La capacidad de definir o redefinir en cada estadío hacia dónde vamos clarifica
nuestra identidad y nos permite planificar nuestros itinerarios con sentido.
A la hora de establecer un Proyecto Profesional hay que tener en cuenta que la realidad
del mercado laboral actual es variable y los cambios en él se producen de forma rápida y
constante. La importancia creciente de las TIC y del trabajo y aprendizaje basado en
competencias, el auge de la auto-orientación, el surgimiento de nuevas herramientas en el
análisis de competencias, entre otros, requieren una visión amplia y compleja a la hora de
plantear el PP, así como una sistematización de la metodología orientadora.
Herramientas
Para abordar el análisis de las personas positivas podemos comenzar por el estudio de las
emociones como elementos que componen los fenómenos y estados afectivos. Las
emociones son tendencias de respuesta multi-componente que comienzan con una
valoración individual del significado de un evento antecedente. Este proceso de apreciación
desencadena una cascada de tendencia de respuesta que se acompaña de otros componentes
como la expresión facial, el procesamiento cognitivo y los cambios psicológicos. Las
emociones positivas se caracterizan por dar lugar a estados afectivos placenteros y
beneficiosos para la persona.
Así como las emociones negativas se han asociado con ciertas tendencias de respuesta
específicas (el miedo con la huida, la cólera con el ataque, etc.) no ocurre lo mismo con las
emociones positivas ya que éstas se asocian a un amplio repertorio de respuestas producto
de una amplia relación pensamiento-acción. Según Fredrickson (2001), la mayoría de ellas
(alegría, orgullo, amor, interés, estar contento, etc.) aumentan los repertorios de actuación
de las personas y constituyen sus recursos personales de manera duradera (físicos,
intelectuales, sociales y psicológicos).
Un rasgo común a todas las emociones positivas es que, aunque sean momentáneas y
brevemente experimentadas, su efecto incidental produce un aumento de los recursos
personales que se integra como duradero ya que pueden ser utilizados en otro momento, en
ocasiones posteriores. Las emociones positivas, de esta manera, se entenderían en términos
de aumento de los repertorios pensamiento-acción y describirían su función en términos de
construcción de recursos personales duraderos (aumentan el alcance de la atención,
cognición y acción). Isen (2000) mostró como las personas que experimentan emociones
positivas muestran patrones de comportamiento inusuales: flexibilidad, creatividad, apertura
hacia la información y eficiencia. A otros niveles, las emociones positivas aumentan el
bienestar psicológico y físico y son un recurso para compensar los efectos nocivos de las
emociones negativas. Las emociones positivas facilitan la adaptación a la adversidad y esta
adaptación supone satisfacción la cual favorece mas emociones positivas dando lugar a una
espiral positiva (Aspinwall, 2001).
Como vemos, las emociones positivas tienen efectos beneficiosos tanto para la persona, ya
que contribuye a su bienestar y facilitan el desarrollo de habilidades, como para el grupo y
la organización ya que las emociones se comparten. Al igual que las negativas, las
emociones positivas se contagian. Las personas que experimentan emociones positivas las
transmiten a los demás generando un clima positivo de relaciones interpersonales.
Entre los estados afectivos positivos destaca el optimismo. Podemos definir a la persona
“optimista” como aquella que espera que le sucedan cosas buenas. La principal diferencia
con los pesimistas se refiere a las expectativas futuras y fundamentalmente al sentimiento
de confianza o duda sobre el grado en que las metas son asequibles (Carcer y Scheier,
2002). Los optimistas ante situaciones retadoras muestran una postura de confianza y
persistencia en general. Los pesimistas se muestran dudosos y vacilantes. Esto puede ser
también manifiesto en condiciones de adversidad. El optimista pensará que se puede
manejar la adversidad con éxito de una forma u otra. El pesimista anticipará desastres.
Como es de suponer, estas diferencias tienen consecuencias en la forma de afrontar los
cambios, la adversidad y el estrés afectando a como las personas orientan sus vidas. En
relación a los procesos de estrés los optimistas y pesimistas utilizan estrategias de
afrontamiento diferentes. Los optimistas usan estrategias centradas en el problema,
especialmente cuando la situación es controlable. Pero ante situaciones incontrolables,
sencillamente, las aceptan tal como son. El pesimista reacciona negándola o distanciándose
de ella. En cuanto a las estrategias de afrontamiento de estrés, los optimistas tienen un estilo
de acercamiento y los pesimistas de evitación. Es importante la diferencia entre optimistas y
pesimistas respecto a las situaciones incontrolables o irresolubles porque mientras unos las
aceptan como reales, los otros tienen un sentimiento de rechazo. La aceptación supone la
reestructuración de los datos y la experiencia tratando de integrarlos para el futuro. Sin
embargo, el ser ‘excesivamente’ optimista no es lo mejor. El optimista utópico o el exceso
de optimismo puede sobrestimar las capacidades de la persona para afrontar una situación.
manifestando estrategias de afrontamiento débiles o insuficientes. Por esto es fundamental
desarrollar un optimismo ‘realista’ que sería la tendencia a mantener expectativas positivas
basándose en las capacidades y los recursos reales.
Finalmente, por la importancia que tiene en el ámbito del trabajo y las organizaciones, nos
centraremos en la elevación. Éste concepto se refiere al estado de bienestar y satisfacción
que se asocia a los actos prosociales de ayuda y apoyo a los demás. El sentimiento que se
sitúa en su base es el de ayudar a otros y llegar a ser mejor persona. Este estado emocional
de elevación es considerado como emocionalmente positivo y se asocia a expresiones
faciales de gozo y gratitud al manifestar un comportamiento más cívico y social. La
ejecución de estos actos reporta un estado placentero que implica manifestaciones de
activación y alegría; al tiempo que provoca sentimientos positivos en los demás como el
agradecimiento y el deseo de afiliación. Su manifestación más genuina se da ante personas
desvalidas, débiles, necesitadas de ayuda o en peligro. Pero estas no son las únicas
manifestaciones de este tipo de comportamientos. En el ambiente laboral, la elevación no
surge en situaciones de extrema dificultad o apuro, sino que se concreta en
comportamientos de apoyo y ayuda ante las demandas del trabajo. Desde esta perspectiva,
se experimentaría elevación al ayudar a un colega que se encuentra en apuros sin buscar el
reconocimiento o la recompensa sino por la satisfacción que supone el realizar el acto en sí.
Sin embargo, aunque no es su propósito, estos comportamientos dan lugar al
establecimiento de vínculos entre trabajadores y contribuye a generar un clima de apoyo
grupal y organizacional. En las organizaciones, este estado afectivo es valorado muy
positivamente por su tendencia prosocial y también se ha mostrado su relación con la
conducta extra-rol, conducta cívica o ciudadanía organizacional. Al ser un valor
socialmente valorado, las personas que lo experimentan, son personas bien aceptadas e
integradas dentro de los equipos de trabajo y mantienen buenas relaciones sociales
Un proceso muy cercano al engagement es el flow, pero así como el engagement se refiere a un
estado relativamente estable y duradero, experimentado con relación al trabajo en general, el
flow se refiere a tareas o aspectos concretos del trabajo y es más breve temporalmente. El flow
es entendido como una experiencia óptima de disfrute que ocurre cuando una persona está
motivada y capacitada para realizar una actividad por la que se siente desafiada. La actividad es
satisfactoria en sí misma y la persona permanece totalmente concentrada en ella hasta el punto
de perder la noción temporal. En este estado, la persona se esfuerza al máximo sin darse cuenta,
empleando todas sus potencialidades y este esfuerzo está dirigido a la consecución de metas, al
tiempo que experimenta control sobre la situación y sobre sí mismo. Chen, Wigand y Nilan
(1999) consideran que la experiencia de Flow se caracteriza por tres dimensiones o estados
principales. En primer lugar, una serie de “antecedentes” que se refieren a la percepciones de
metas y retos claros, de feedback inmediato y la oportunidad de actuar percibiendo capacidades
y habilidades ajustadas para la acción. En segundo lugar, la “experiencia” caracterizada por la
fusión entre conocimientos y acción, concentración y alto sentido de control. Finalmente, los
“efectos” que consisten en perdida de la conciencia de si mismo y distorsión temporal. De esta
manera la experiencia de flow resulta de un equilibrio dinámico entre las oportunidades de
acción y la percepción de capacidades o habilidades necesarias.
5. Las creencias de eficacia. ¿Qué son y por qué son tan importantes?
Las creencias que poseemos acerca de nosotros mismos afectan a nuestras conductas,
pensamientos y sentimientos en varios sentidos. En primer lugar mediante la “elección de
conductas”. Se tiende a evitar aquellas tareas o situaciones que creemos exceden nuestras
capacidades y desarrollamos aquellas otras que somos capaces de dominar. En segundo
lugar, las creencias de eficacia determinan la cantidad de “esfuerzo” empleado para
enfrentarse a los obstáculos y la cantidad de tiempo o “persistencia” en tratar de lograr algo.
Bajos niveles de eficacia llevan asociados abandonos tempranos, mientras que niveles
elevados suponen perseverancia. En tercer lugar, las creencias de eficacia afectan a nuestros
pensamientos y sentimientos de manera que los que se consideran poco eficaces en el
afrontamiento de las demandas del entorno exageran la magnitud de sus deficiencias y de
las dificultades potenciales del medio. Tales dudas auto-referidas crean estrés y distraen la
atención y dificultan la utilización de los recursos disponibles. Mientras que los que se
perciben eficaces, centran sus esfuerzos en las demandas que la situación pueda plantearles.
De esta manera, la persona que se considera eficaz se impone a sí mismo retos que
favorecen sus intereses y el desarrollo de actividades nuevas, intensifican sus esfuerzos
cuando su rendimiento no se ajusta a las metas que se habían propuesto, hace atribuciones
causales sin sentir ansiedad y experimenta bajo grado de estrés en situaciones difíciles.
Todo esto suele comportar éxitos para la persona. Por su parte las personas que se
consideran poco eficaces evitan las tareas difíciles, reducen sus esfuerzos y fácilmente se
dan por vencidos frente a las dificultades, acentúan sus deficiencias personales, disminuyen
sus aspiraciones y padecen en gran medida ansiedad y estrés. Tales dudas sobre sí mismo
disminuyen el rendimiento y generan malestar.
Los estudios MOW se basaron en los trabajos de Weiss, Dawis, England, y Loquist (1964) (que
midieron veinte dimensiones de necesidades vocacionalmente relevantes a través del The
Minnesota Importance Questionnaire - MIQ), y en las investigaciones sobre satisfacción laboral
realizadas por Locke (1976). Para operativizar el concepto del resultado del trabajo el equipo
internacional de investigación del significado del trabajo (MOW, 1987) definió un conjunto de
variables que se agrupaban en dos dimensiones: dimensión instrumental (status y prestigio;
ingresos; y mantener ocupado a un individuo) y dimensión expresiva (contactos interpersonales;
servir a la sociedad; y autoexpresión).
En este sentido, se ha sugerido que los psicólogos orientadores pueden ayudar a sus clientes
en la consecución de sus objetivos vocacionales mediante el desarrollo de programas que
incrementen los juicios que los participantes realizan acerca de sus capacidades y
habilidades, con el ánimo de llevar a cabo con éxito actividades efectivas de búsqueda y
análisis de información profesional.
La iniciativa personal ha sido definida por Frese y Fay (2001) como un síndrome conductual
caracterizado por tres aspectos: se trata de conductas auto-iniciadas, es decir, no es necesario
que nadie obligue a realizar la conducta o que la conducta o situación forme parte de una orden
o tarea que la persona está obligada a realizar. El segundo aspecto es que debe ser pro-activa, es
decir que se anticipe a la situación o problema. Por último, debe ser persistente y capaz de
superar las barreras que probablemente aparezcan.
Podemos pensar en una conducta de iniciativa, que cumpla con las tres características
mencionadas pero cuyo objetivo único sea el beneficio propio o incluso que vaya dirigida en
contra de la organización. Así por ejemplo, un empleado que elabora una sugerencia que
responde perfectamente a la definición de iniciativa, pero que solo buscaba reducir el horario
laboral estableciendo el horario de verano a todo el año, sin pensar en la iorganziación del
trabajo no es una conducta de iniciativa.
No obstante, la iniciativa tiene algunos efectos negativos, como los errores, el cambio o el
estrés, para los cuales las orientaciones juegan un papel importante con: orientación al cambio,
manejo de errores y coping activo. La motivación se ve afectada negativamente cuando se
esperan resultados perjudiciales. Así, si una persona percibe los cambios como algo negativo,
tiene miedo de cometer errores y no tiene claro como manejar el estrés es poco probable que
muestre conductas de iniciativa. Por lo que son necesarias buenas estrategias de afrontamiento
para manejarse con estas tres orientaciones. De hecho, se ha demostrado empíricamente que
unas buenas orientaciones de afrontamiento activo de los cambios, los errores y los estresores
reducen las barreras para mostrar iniciativa personal (Frese y Fay, 2001).
- La autonomía es necesaria para la iniciativa, pero dentro de unos límites, ya que las normas y
procedimientos en la organización son necesarios.
- La iniciativa personal va más allá de la descripción del puesto de trabajo y, por tanto, se corre
el riesgo de ir más allá de lo que los jefes quieren.
Este proceso podría ocurrir por estadios, en el curso del tiempo, pero en el sentido de
interiorizar con relativa facilidad interiorizar una nueva regulación comportamental en
cualquier momento en función de experiencias previas y de factores situacionales. El
abanico de conductas asimilables al yo se incrementa con el tiempo al incrementarse las
capacidades cognitivas y el desarrollo del ego (Loevinger & Blasi, 1991). Diferentes
estudios evidencian que los estilos regulatorios externo, introyectado, identificado, e
intrínseco estaban inter-correlacionados. Además, las diferencias en el tipo de motivación
intrínseca estuvieron asociadas con experiencias y resultados diferentes:
Otros estudios extendieron estos hallazgos, mostrando que una motivación extrínseca más
autónoma estaba asociada con un mayor compromiso, un mejor desempeño, menor
abandono escolar, más elevada calidad de aprendizaje, y mejores evaluaciones de los
maestros, entre otros resultados. Las demostraciones de resultados positivos asociados con
una motivación más internalizada también han emergido de otros dominios diversos como
la salud, el ejercicio físico, la actividad política, el activismo ambiental, y las relaciones
intimas, entre otros.
Ventajas de una mayor internalización: + efectividad comportamental, + persistencia
volitiva, + del bienestar subjetivo, + asimilación del individuo dentro de su grupo social.
Según Palací, siguiendo a Moreno y Martínez (2006), hay cuatro puntos principales que
ayudan a explicar y predecir el nivel de motivación intrínseca de una persona.
- Cuando los individuos participan en una actividad que han elegido y sobre la que tienen
control, mejorará la motivación intrínseca. Pero si existe alguna percepción de control por
un factor externo, la motivación intrínseca probablemente disminuirá.
⎯ En los individuos motivados hacia la tarea tendrá una mayor influencia la motivación
intrínseca, ya que toman parte en ella por el goce de la actividad, mientras que aquellos con
una orientación hacia el ego probablemente no estarán intrínsecamente motivados, ya que
sienten mayor presión y control para mantener su autoestima (Mandigo y Holt, 1999). Sin
embargo, tanto en el trabajo como en el estudio no se puede dejar de pagar o dar una
recompensa a un trabajo bien hecho. ¿Que podemos hacer para poder combinar las
recompensas y la motivación intrínseca? Y, pese a todo, resulta posible incrementar la
motivación intrínseca. El secreto está en utilizar las recompensas extrínsecas como medio, y
no como fin, es decir, como señales o pistas de que se han alcanzado objetivos de dominio,
logro y similares.