Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Reto de La Racionalidad para Estudiantes 1
Reto de La Racionalidad para Estudiantes 1
INTRODUCCIÓN
1
tipo de interpretación aparece también en la idea de la ciencia como el único
camino auténtico que conduce a la sabiduría. Esta concepción recoge, casi al
pie de la letra, la antigua idea de la salvación por el conocimiento, entendiendo
por salvación la conquista de una actitud justa y totalmente armonizada con el
mundo y consigo mismo, la entrada en un estado superior de unificación,
donde todas las contradicciones de la existencia estén superadas. Sólo se ha
producido un desplazamiento del método filosófico al método científico, pero,
en el fondo, es aún la idea de la razón teórica, crítica y constructiva a la vez,
ordenada a un saber verdadero, la que domina este enfoque.
Ahora bien, parece cada vez más claro que la ciencia es un modo de
aprehensión de la realidad que depende esencialmente, no de la visión sino de
la acción. Es lo que se expresa en la fórmula: “Todo saber es un poder”. A decir
verdad, esta relación entre el conocimiento científico y la capacidad de actuar
eficazmente sobre el mundo fue percibida ya con lucidez por los fundadores de
la ciencia moderna o, al menos, por alguno de ellos. Pero fue necesaria toda la
evolución que se produjo desde los comienzos para que cayéramos en la
cuenta del verdadero significado de esta relación. Hoy, la ciencia no es ya
simplemente un método de conocimiento, ni siquiera sólo un cuerpo de
saberes, es un fenómeno sociocultural de inmensa amplitud, que domina todo
el destino de las sociedades modernas y que empieza a plantear problemas
absolutamente cruciales porque, desde ahora, parece que ciertos límites están
traspasados. Si la ciencia marca tan profundamente la vida social
contemporánea, no es, ante todo, y en cualquier caso, de modo directo, por las
representaciones que nos proporciona de la realidad, sino porque ha creado un
modo de proyección exterior, bajo la forma de un conjunto de maniobras y de
prácticas en las que nuestras existencias están enredadas a pesar suyo y que
determina, de forma inmediata, las representaciones y los sistemas de valores.
2
global de las sociedades humanas. La tecnología, por su parte, no es más que
un savor-faire (saber hacer) de carácter local, limitado, dependiente siempre de
las circunstancias. La dimensión política es la que da su sentido global a la
acción, incluso a la puramente tecnológica, vinculándola a una perspectiva de
totalidad, es decir, a la puesta en práctica de un destino que atañe en definitiva
a la esencia del hombre (en cuanto libertad). Hay que señalar, al menos, que la
práctica científica ha jugado un papel inductor determinante en la evolución que
ha conducido a estas nuevas perspectivas. Desde cierto punto de vista, la
ciencia no aparece hoy sino como un componente, entre otros, de un proceso
general que afecta a la vida social entera. Pero, desde otra perspectiva,
constituye el factor decisivo gracias al cual se ha puesto en marcha todo el
proceso. Cabe preguntar, no obstante, si la acción de la ciencia debe
considerarse como algo causal o si su desarrollo no es más que la primera
manifestación de un movimiento histórico que sólo recientemente ha adquirido
toda su amplitud y que sobrepasa con mucho al sector concreto de la
investigación científica. Pero, aun en este segundo caso, podrá decirse que fue
precisamente sirviéndose del factor científico como pudo configurarse y
extenderse sucesivamente este movimiento a los demás sectores de la vida
social.
Todos los fenómenos humanos son históricos, pero es evidente que el tipo de
historicidad propio de la ciencia y de la tecnología es profundamente distinto
del tipo de historicidad que caracteriza los determinantes más profundos de
una cultura. La ciencia no se constituye como tal hasta el momento en que
3
empieza a funcionar una perspectiva objetivante, propia de un sujeto anónimo,
impersonal, desligado de las vinculaciones concretas que proporcionan al ser
humano sus cimientos existenciales y le atan efectivamente a la naturaleza, al
tiempo, a una comunidad histórica concreta. Es preciso que se de una ruptura
con lo vivido, que se interrumpa la red de significaciones, el sistema tradicional
de evidencias, para que se pueda elaborar un tipo de saber científico. El
distanciamiento objetivante en relación con lo vivido, que subyace a la actitud
científica, se extiende al campo de la tecnología. Hay desde luego, a nivel de
uso, una reinversión existencial de los instrumentos técnicos, pero estos
tienden cada vez más a formar un mundo construido aparte, desligado de todo
lo natural y en el cual la actitud científica se proyecta de forma, en algún
sentido, material. La ciencia y la tecnología tienen sus leyes de desarrollo, pero
la historicidad que se manifiesta en ellas es emergente respecto a la que
sostiene a las culturas. Es posible que un día, por la acción de la ciencia y la
tecnología precisamente, desemboquemos en una cultura universal, uniforme y
sólo dependiente de lo “construido”. Pero, hasta ahora, las culturas son
múltiples, profundamente diversificadas y ligadas esencialmente a tradiciones
que les proporcionan el cariz de una realidad “dada”. Una cultura es la
expresión de una particularidad histórica, de un punto de vista original e
irreductible sobre el mundo, sobre la vida y la muerte, sobre el significado del
hombre, sobre sus obligaciones, sus privilegios y sus límites, sobre lo que debe
hacer y puede esperar. En y por su cultura el individuo entra de verdad en la
dimensión propiamente humana de su vida, se eleva por encima y más allá del
animal que hay en él. Su cultura le ofrece una “forma de vida”, por y en la que
se configura su existencia individual, y en cuyo contexto puede construirse su
destino particular. Por tanto, la ventaja de esta forma de vida es, primero y ante
todo, que le proporciona un arraigo, que le sitúa en alguna parte, en un tiempo
y en un lugar determinado, que le confía una cierta herencia, para lo mejor y
para lo peor, que le abre también, correlativamente, un cierto horizonte de
posibilidades que son, para él, su futuro concreto; en una palabra, que le ligan
a una perspectiva particular, a un modo específico de entender y gozar el
mundo.
4
menos parcialmente, la herencia griega y había combinado los métodos de
conocimiento legados por Grecia con la visión de la naturaleza y de la vocación
del hombre transmitida por la tradición judeo-cristiana. La industrialización
comenzó en los países donde la ciencia había alcanzado el más alto desarrollo.
A partir de ese momento empezó, respecto a la cultura tradicional de estos
países, un inmenso trabajo de erosión que no ha terminado aún, pero que está
ya muy avanzado. Es cierto que la ciencia ha estado dirigida, en parte, por
determinados elementos de la cultura tradicional, pero ha sido también y
durante mucho tiempo, como un cuerpo extraño dentro de la cultura. Sólo
recientemente, y mucho más por sus efectos indirectos que por su influencia
directa, ha llegado a ser un factor visiblemente determinante de la cultura. Se
produjo, por un lado, la desintegración de las representaciones y valores
tradicionales y, por otro, la integración progresiva en la cultura dominante (la de
los grupos más activos, más influyentes, más directamente relacionados con
los mecanismos de poder) de la mentalidad científica, de los valores, de los
contenidos de conocimiento y de los modelos de acción que subyacen a la
práctica científica y de las que son productos. Este doble proceso ha tenido
tendencia a acelerarse y ha llegado a ser mucho más intenso en el curso de los
últimos decenios. Pero se ha desarrollado según un ritmo progresivo, de modo
que, a pesar de las crisis, los conflictos, las rupturas, los efectos de las
diferencias entre los grupos sociales, hubo, en conjunto, una adaptación y
asimilación progresiva y continuada. En cambio, en las regiones del mundo que
sólo recientemente han sido alcanzadas por el impacto de la ciencia y de la
tecnología, la interacción con la cultura ha adoptado una forma mucho más
brutal y los efectos de desintegración se han sentido con mucha más agudeza.
En realidad, si se observa el fenómeno a un nivel suficientemente profundo, se
ve que el resultado es, al final, el mismo en todas partes. Pues incluso allí
donde la desintegración no se ha sentido como tal de forma intensa, está
igualmente presente. Sin embargo, un estudio medianamente preciso debe
tener en cuenta estos desfases temporales en los ritmos evolutivos. En
particular, debe distinguirse la situación de los países donde la industrialización
comenzó ya hace mucho tiempo y ha conducido a una transformación radical
de la sociedad, y la situación de los países que han entrado recientemente en
la vía de la industrialización y que sufren del modo más traumático el impacto
de la ciencia y la tecnología.
5
más reveladores del fenómeno “cultura”; el impacto de la ciencia y la tecnología
sobre estas dimensiones determina su impacto sobre la cultura general.
Esto implica que el análisis no será sólo descriptivo, sino también parcialmente
prospectivo y evaluativo. No tendremos, desde luego, la pretensión de ofrecer
soluciones. El descubrimiento de la solución de un problema histórico es una
tarea colectiva, que no puede encerrarse en una fórmula simple, sino que
representa el resultado de muchos y muy variados esfuerzos parciales. Los
problemas se plantean en la acción y en ella deben ser resueltos. Pero para
que la acción sea eficaz y útil, para que responda adecuadamente a los
términos del problema, es preciso que éste sea captado en toda amplitud. Por
tanto, para iluminar la acción es muy importante verificar lo más posible la
significación global del fenómeno que aquí nos ocupa. Y para mostrar toda su
importancia, no vendrá mal intentar prolongar un poco la visión presente hacia
el porvenir, descubrir las tendencias que operan en la situación actual y hasta
lanzar ciertas hipótesis sobre las probables evoluciones. Pero a partir del
momento en que se abandona el terreno de la pura descripción (suponiendo
que de verdad existe un acercamiento puramente descriptivo a un fenómeno
histórico), se introducen inevitablemente las valoraciones. Por otra parte, no es
posible intentar una clarificación de la acción sin apelar a ciertos fines, y por
tanto, a cierta idea de la historia y del devenir del hombre. Porque la historia no
es simplemente la naturaleza prolongada; es imposible descubrir las leyes de la
evolución a partir de las cuales podrían hacerse predicciones. La historia es el
lugar de la libertad; se inventa a sí misma. Aunque no arbitrariamente y como si
todo fuera posible. La historia se construye partiendo de sí misma, hereda en
cada momento lo ya realizado, trabaja siempre sobre lo adquirido. Pero su
significación permanece siempre abierta; toda acción implica una toma de
posición valorativa sobre el pasado. Hay que saber captar las posibilidades
inscritas en lo que nos proporciona el presente; nada está decidido de
antemano; siempre se actúa a partir de una situación dada, con su vertiente
positiva y sus lagunas, a partir, tanto de lo que esa situación propone
directamente, como de lo que sugiere de forma indirecta a través de sus fisuras
e incluso de sus contradicciones. La acción, para ser eficaz, debe apoyarse
sobre posibilidades objetivas, pero éstas no actúan por sí mismas. Hace falta la
voluntad, la intervención de una responsabilidad y, en ella, el impulso de una
finalidad para que las potencialidades de lo posible aparezcan y se concreten
en su actualización. La lectura del presente, para que sea útil a la acción, debe
inscribirse, por tanto, en un horizonte lo más amplio posible y no debe dudar en
6
cuestionar lo más esencial, las razones de vivir y esperar y un cierto
sentimiento de eso a lo que el hombre está llamado.