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SEMINARIO FUNDAMENTOS

CLÍNICOS DEL
PSICOANÁLISIS:

Fantasma, síntoma, angustia y


objeto a

Angustia: Preguntas y reflexiones.

Dictado por Darío Groel

Autor: Santiago Panaia

santiagopanaia@gmail.com /1536198733
Introducción

Ciertos fenómenos escapan a lo que se podría contemplar un decir del consultante


o del analizante. Me detengo aquí para señalar que por lo menos la angustia es algo, un
afecto, que cumple con ese estado de excepción. En 1925 Freud sitúa un factor histórico
referido a las sensaciones e inervaciones de la angustia. Hay un origen: la reacción ante un
estado de peligro, del cual es prototipo el nacimiento. Dicha reacción se repite, cada vez
que surge de nuevo tal peligro.1 La angustia pareciera llevar a un lugar, pero que no está
en el plano del decir, pero sí de la historia.
No hay una pregunta que ordene el trabajo a continuación, más bien es testimonio
de una experiencia con una paciente que llego a consulta muy angustiada y por mucho
tiempo no pude más que limitarme a escuchar.

Caso Elena

Elena tiene alrededor de 40 años, tres hijos y es divorciada. Trabaja en una cooperativa y
milita en una organización política. Tiene tratamiento psiquiátrico. Actualmente se le suministra
medicación por trastornos de sueño.
Comienza tratamiento hace cuatro meses, instada por la organización donde milita. El
mismo se da a lugar en un dispositivo individual. Se destaca que en la actualidad el tratamiento
sigue en curso, una vez por semana concurre a mi consultorio.

En el primer encuentro, Elena luce expectante. Comenta que llega a la consulta por
pedido de la organización política donde milita, puesto que en su estado, no puede participar de ese
espacio. Cuando el analista le pregunta por qué no puede participar, alega que se le está haciendo
imposible sostener las reuniones de asamblea: “no soporto el barullo que se hace, toda la gente
hablando. Necesito silencio, estar sola, y entonces me voy y paseo o espero que no haya nadie en
casa y vuelvo a descansar”. Tampoco le es fácil dormir, por las noches se despierta con “una fobia a
la soledad” y ya no logra conciliar el sueño.
En su decir, de pronto surge un episodio reciente en el cual intentó cortarse las venas con
un cuchillo y fue asistida por los compañeros de la organización. En otra ocasión uno de sus hijos la
ha encontrado caminando por las vías del tren. Elena no encuentra sentido a estos episodios,
porque cuando ocurrieron, ella “tenía la mente en blanco”. Teme que en soledad se haga daño.
Irrumpe en llanto, dice que no le encuentra sentido a la vida, que fracasa en todo: no puede terminar

1 Cf. FREUD, S.: “Inhibición, síntoma y angustia” En Obras completas, Biblioteca Nueva, Tomo VIII (1925) Pág. 286
su casa de material; no puede participar activamente en la organización; perdió un dinero
importante; sus propósitos de ser abuela se ven truncos porque su hija perdió un embarazo.
Este último punto, la pérdida de un hijo, la toca particularmente: la vez que la encontraron
con un cuchillo, lo anterior que recuerda es ver una ecografía de su nieto fallecido. El analista vacila,
decide dar por finalizada la sesión, pero Elena le recrimina – Usted me hizo recordar todas estas
cosas, ahora pretende que me vaya a mi casa con todo esto - ¿y si me llego a hacer daño?
La sesión sigue un tiempo más, donde la pregunta de por qué se haría daño lanza una
serie de recuerdos referidos por un lado a la muerte de una sobrina, hace ya veinte años, que ella
consideraba como una hija; y por otro lado a la relación con un padre que la sometió a ciertas
vejaciones. Apaciguada, Elena se retira del consultorio.2
En los siguientes encuentros3, Elena se pregunta por ciertos elementos.
Primero, nota cierta contrariedad que no puede explicar respecto a su “fobia a sentirse
sola” que despierta por las noches y la necesidad imperiosa que tiene de ausentarse de asambleas
y lugares donde está acompañada. No le encuentra sentido a esto, y entonces le molesta. Por otro
lado, Elena asocia la pérdida de su nieto con la pérdida su sobrina, remontándose a una época
donde vivía con su padre, el cual era un “borracho y violín” que abusaba constantemente de ella
cuando estaba sola en su habitación, manteniéndose ésta situación en un silencio insoportable. Esto
fue secreto hasta que en una fiesta su hermana le confiesa que ella había pasado por maltratos
similares por parte de su padre. A Elena le resulta incomprensible que guardaran ambas silencio
durante tanto tiempo .

Pasado un tiempo, la paciente llega al consultorio diciendo que el tratamiento le está


haciendo muy bien, no entiende muy bien porqué, ya que sigue con los mismos problemas de
antes, pero no llora tanto y se siente más cómoda con sus cosas. Resalta lo problemático de su
fobia nocturna. El analista le asegura que debe haber algo que debe querer decir esa fobia y a ella
dice que no se le ocurre nada: sólo el sentimiento de soledad en el que despierta que le causa
mucha aprensión. Se le pregunta cuándo empezó a padecer este problema. Comenta el origen de
esta afección: fue un día que, estando en la casa de una amiga, la hija de su amiga denuncia que el
padrastro abuso de ella. Elena llegó a su casa angustiada, sintió calambres y durmió muy mal.
En este momento Elena asocia las situaciones de abuso sufridas en su infancia con su
fobia nocturna, dice nunca haber tenido esta perspectiva. Recuerda que luego de las situaciones
vivenciadas con su padre, ella escribía cartas que guardaban en los recovecos de las paredes,
donde avisaba que se iba a matar. Piensa que el día en que oyó a la hija de su amiga algo la tocó
de cerca, y que quizás, los episodios en las vías del tren y con el cuchillo que trajo la primera sesión
tienen algo que ver .
En las sesiones, las crisis de llanto cesan, y el “sin sentido” con el que se topaba Elena al hablar
de la fobia nocturna y la soledad queda de lado para empezar hablar a de ello con fluidez.

2
La sesión dura casi dos horas.
3
Se destaca que en estos encuentros llega al consultorio preguntándose para que viene, y que durante las
sesiones tiene crisis de llanto y muchas veces se va llorando.
Sobre el dejar hablar frente a la angustia

En 1894, Freud determina cierta sintomatología propia de la neurosis de angustia.


Al escribir el caso, no se puede menos que repasar al vuelo algunos rasgos que se
familiarizan con estos ítems. Se identifica esa sensibilidad al barullo que presenta Elena
como aquello que Freud llama una manifestación de hiperestesia auditiva – producto de
una acumulación de excitabilidad general. Si se sigue la línea descriptiva que traza Freud
en su escrito, la espera angustiosa puede ser verificada en el temor a hacerse daño y el
pavor nocturnus se presenta como aquello que Elena llama “fobia” que la despierta por la
noche. 4 No es mero afán clasificatorio, es Elena quien localiza esta sintomatología.
Ahora bien, ¿Qué hace Elena con su neurosis de angustia? Discierno el llanto como
algo que aparece cuando la paciente afirma no encontrar un sentido a su padecimiento y
que, sin embargo, pide seguir hablando del mismo. Y así, la paciente empieza a decir más
sobre su angustia, y cada vez más. Evoco entonces la definición de Lacan sobre la
angustia como un afecto y que en tanto tal, se encuentra desarrumado. En náutica, una
carga desarrumada es una carga fuera del buque, descolocada. A su vez, lo que está
reprimido son los significantes que amarran esa carga.5
Extraigo del caso que poco a poco Elena trae significantes que parecen amarrar la
angustia: en los comienzos del tratamiento es la pérdida de su nieto, que se asocia a la
pérdida de una sobrina y eso a su vez desemboca luego en un conjunto de recuerdos
sobre su padre y se hace presente una relación ambigua con la soledad. Es pertinente en
este caso decir que arrumar, también en náutica y dicho de un horizonte, es cargarse de
nubes6. La concatenación de significantes pareciera nublar un poco el cielo, permitiendo
contrastes, diferenciaciones, alternancias. Elena construye una historia sobre su angustia.

Aquí cabe la pregunta si en el primer encuentro, no cometo un error al pretender


finalizar la sesión cuando Elena tiene aun cosas para decir, y/o si no es sin ese cierre
fallido que posibilita que la paciente asocie aun más cosas. En todo caso, pareciera
importante atender a que el dejarla hablar tuvo efectos pacificadores.

4
Cf FREUD, S.“Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en
calidad de “neurosis de angustia”. En Obras completas, Biblioteca Nueva, Tomo I(1895)
5
Cf LACAN, J.El Seminario Libro 10 “La angustia”. Editorial Paidós.(1962 - 1963) pag 22 y 23
Y este dejar hablar es una posición que se sostiene y alcanza un punto donde
Elena dice sentirse aliviada, más cómoda con sus cosas. Punto que coincide con la fobia
a la soledad empieza a pulirse cada vez más como un síntoma que quiere decir, que puede
hilvanarse a escenas del pasado y que le causan extrañeza.
¿A qué se debe este efecto pacificador que observo?
La angustia en tanto afecto tiene una innegable relación con la expectación7: es
angustia ante algo; le es inherente un carácter de imprecisión y carencia de objeto. 8 Pienso
que esto puede detectarse en el caso Elena en el sin sentido de su padecer. Pero es
sobre ese sin sentido que Elena busca a hablar. Trae elementos que permiten construir
una historia sobre el porqué su padecimiento, si bien debo decir no hay más precisión,
aparecen distintas determinaciones que van disolviendo la angustia. Primero hay una
situación traumática, compuesta por diversas escenas de abusos; luego diversas
situaciones de pérdidas: perdida de un nieto, de un dinero, de su condición de militante.
Todas situaciones de desamparo que son puntos de rememoración que motivan a Elena a
encontrar un sentido y entonces trocar la angustia en otra cosa. Aquí se ubicaría el efecto
pacificador.

Conclusiones…

Luego de la articulación teórica-clínica se concluye este trabajo con algunas


hipótesis y preguntas:
Permitir el despliegue de una historia que se junta a la emergencia de la angustia
ocasionaría ciertos efectos de apaciguamiento.
Teniendo en cuenta el carácter de señal de la angustia, de reacción ante algo, lo
que quedaría por hacer es hablar sobre qué señala, qué es ese algo.
Respecto a los episodios que comenta Elena en los que tenía “la mente en blanco”
¿Hay relación con la angustia?
En la medida que la angustia señala algo y de eso lo que quedaría por hacer es
hablar, ¿puede volverse el motor de un análisis?

7
Es interesante que uso este mismo término para describir la primera impresión que me da Elena, y no
encuentro otro que encaje mejor - la expectación también era mía.
8
Cf. FREUD, S.: “Inhibición, síntoma y angustia” En Obras completas, Biblioteca Nueva, Tomo VIII (1925
Bibliografía

Freud, S. (1895) “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado


síndrome en calidad de “neurosis de angustia””. En Obras completas, Biblioteca Nueva,
Tomo I .
Freud, S. (1896) “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”; cap. I y II.
En Obras completas, Amorrortu Editores, Tomo X.
Freud, S. (1912) “Contribuciones al simposio sobre la masturbación” En Obras completas,
Biblioteca Nueva, Tomo V
Freud, S. (1916) “Lecciones de introducción al psicoanálisis” 25ª “La angustia”. En Obras
completas, Biblioteca Nueva, Tomo VI.
Freud, S. (1925): “Inhibición, síntoma y angustia” En Obras completas, Biblioteca Nueva,
Tomo VIII
Lacan, J. (1953): “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis” En
Escritos, Tomo 1. Siglo XXI
Lacan, J. (1962-63): El Seminario Libro 10 “La angustia”. Editorial Paidós.

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