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RAZONES

La mujer El evangelista Marcos nos presenta a Jesús que, terminada la discusión con los fariseos acerca
de sus tradiciones y de indicar cuál es la verdadera pureza (7, 1-21), se dirige hacia la región de

sirofenicia
Tiro, queriendo pasar inadvertido. Sin embargo, no lo consigue, pues una mujer extranjera
supo de la estancia de Jesús en aquel lugar y postrándose a sus pies, le rogaba que echase
de su hija al demonio (7, 24-26). Sabemos que la mujer alcanzó de Jesús el milagro, pero solo

(Mc 7, 24-30) después de un intenso diálogo: la aparente dureza de Jesús es vencida por la inquebrantable
confianza y humildad de la mujer.

Encuadramiento
El episodio se enmarca dentro del ministerio de Jesús en Galilea y en sus alrededores, donde
Jesús ha hecho varios milagros: ha calmado la tempestad, 4,35-41; ha curado al endemoniado
de Gerasa, 5,1-20; ha resucitado a la hija de Jairo y ha curado a la mujer hemorroísa, 5,21-43;
ha multiplicado los panes, 6, 30-43; ha caminado sobre las aguas, 6, 45-52, y ha curado a mu-
chos en Genesaret, 6, 53-56; en otra salida a los alrededores de Galilea, en Tiro, tiene lugar el
encuentro con la mujer sirofenicia que obtiene la curación de su hija a distancia (7, 24-30); de
regreso a Galilea, en la Decápolis, tiene lugar la curación de un sordomudo; luego se narra la
curación del ciego de Betsaida.
El siguiente milagro narrado es la segunda multiplicación de los panes. A partir de ahí, justo
después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, el marco geográfico del ministerio de
Jesús se desplaza camino de Jerusalén.
JOSEP BOIRA
—Profesor de Panes y pequeñas migajas
Sagrada Escritura Además de las posibles semejanzas y contrastes que podríamos señalar entre estos distintos
episodios, llama la atención la relación de esta curación con las dos multiplicaciones de los
panes, para alimentar en un caso a cinco mil hombres y en el otro a cuatro mil, que contrasta
con las pequeñas migajas de pan, que, tomadas simbólicamente, sirven a la mujer para lograr
el objetivo de obtener la curación de su hija.
Además, después de la segunda multiplicación de los panes, cuando los discípulos están
de nuevo en la barca con Jesús para marchar a la otra orilla, éstos se preocupan porque se
han olvidado de los panes. Jesús les advierte que se guarden de la levadura de los fariseos

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SAGRADA ESCRITURA

y de la levadura de Herodes, pero los discípulos siguen preocupados por la falta de pan y al Las migajas que caen de la mesa de los
final merecen el reproche de Jesús: “¿Por qué andáis discutiendo que no tenéis pan? ¿Aún hijos sirven a una mujer extranjera para
no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis el corazón embotado?” (8, 17). obtener de Jesús el milagro de la cura-
ción de su hija, mostrando así una fe que
Hijos, perros y perritos contrasta con la dureza de corazón de los
El clímax de este encuentro tiene lugar con la respuesta de Jesús que parece un serio rechazo discípulos.
a la petición de la mujer: “Él le dijo: ‘Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el
pan de los hijos y echárselo a los perritos’” (7, 27). Por un lado, la alusión a los hijos responde La negativa de atender a la mujer, enfati-
al uso que en el judaísmo se hace de los israelitas como hijos de Dios (Ex 4, 22; Dt 14, 1; Is 43, zada por la comparación entre los genti-
6; también el Libro de los Jubileos, 1, 24s, etc.). El término usado es tékna, sustantivo que pro- les y los “perros”, no es un obstáculo para
cede el verbo tiktō, “dar a luz”, y que tiene variadas acepciones: aquí puede designar al niño que ella insista en obtener el milagro: en
desde el punto de vista de su origen (Marcus). Estos “hijos” están puestos en comparación el fondo ha aceptado esa comparación.
negativa con los “perros”, que representarían a la mujer y a su hija. Sabemos que “los perros
que aparecen en la Biblia y en la tradición judía son generalmente de tipo salvaje, no de tipo
doméstico” (Marcus). De ahí que su uso metafórico tenga connotaciones negativas: un insulto,
una referencia a la impureza, a los filisteos, o a los gentiles. Esa connotación sigue presente
en el Nuevo Testamento (cfr. Mt 7, 6, donde los perros están asociados a los cerdos; 2P 2, 22;
Flp 3, 2; Ap 22, 15, donde los perros están junto a “los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos,
los idólatras y todo el que ama y practica la injusticia”). Sin duda, este simbolismo presente
en el Nuevo Testamento sigue la asociación propiamente judía entre perros y gentiles, de-
mostrada por ejemplo en el Tratado de Rabí Eliezer: “El que come con un idólatra se asemeja
al que come con un perro” (n. 29).
Pero esta generalización en sentido negativo no es absoluta. En Tb 6, 1 y 11, 4 encontramos
un perro amigo; y en escritos talmúdicos y midráshicos está también presente la imagen de
los perros que comen en el banquete escatológico y que representan a los gentiles justos, los
“temerosos de Dios”, es decir, los gentiles que simpatizaban con el judaísmo, o también el
pueblo llano que no conocía la ley (Marcus, Gnilka).
Además, conviene destacar que el término usado es “perritos” (en gr. kynárion, el diminutivo
de kýōn, “perro”). No todos los autores dan el mismo valor a este diminutivo. Para unos no
tendría un valor atenuante respecto al despectivo “perro” (Marcus, Burkill, Billerbeck); para
otros sí (Lane, Culpeper) pues la escena descrita refleja a una familia reunida en torno a la
mesa y a la que se acercan unos perritos (no carroñeros ni salvajes) para alimentarse de las
migajas. Cabe destacar que de las 9 veces que se alude a los perros en el Nuevo Testamento,
solo en este episodio (y en su paralelo en Mateo) se usa el diminutivo, quizá indicio de que
pueda tener un sentido no peyorativo.
Además, tampoco parece evidente que la mujer extranjera conozca el posible nivel teológico
de las palabras de Jesús donde se distingue entre la primera y prioritaria misión a los judíos
y la posterior a los gentiles. Este nivel queda más claro en la versión de Mateo, donde Jesús,
ante la insistencia de los discípulos (ausentes en texto de Marcos) de que despida a la mujer,
dice: “Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel” (Mt 15, 24).

Por eso que has dicho


Sea cual sea el nivel de esas palabras (7, 27) y el sentido del diminutivo “perritos” puesto en
boca de Jesús, la mujer no solo acepta y retoma ese término, sino que responde en esa línea
atenuante, añadiendo otros dos diminutivos: “Señor, pero también los perritos [en gr. tà ky-
nária] debajo de la mesa comen de las pequeñas migajas [en gr. tōn psijíōn, diminutivo de psíx,
“migaja”] de los niños pequeños” [en gr. tōn paidíōn, diminutivo de país, “niño”].
Es el modo de mostrar su confianza inquebrantable en Jesús, al que llama “Señor”; con una
asombrosa capacidad de improvisación, sabe sacar de esa negativa (en el fondo un “test de
confianza”) un sentido que le hace poder esperar en las posibilidades de éxito de su petición
(Schmid, Culpepper). En su confianza sin condiciones previas, que no invoca méritos per-
sonales ni privilegios, pueden reconocerse los lectores del evangelio de Marcos, cristianos
procedentes del paganismo; y también el cristiano de nuestros días (Gnilka, Schackenburg)
llamado a confiar del todo en Jesucristo, que ha venido a salvar a toda la humanidad, israe-
litas y gentiles. n

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