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Discurso de graduación

Por Tomás Padilla Cruz


Muy buena tarde, gente aquí presente: madres, padres, compañeras, compañeros,
profesores y directivos. Es para mí un gran placer poder estar aquí con ustedes, no sólo como
un graduado más, sino también como alguien que comparte algunas palabras por esto.
Quisiera decir que las palabras que pronuncie hoy no tienen otra intención que la de
agradecer a todos los que hicieron esto posible: a mis padres y a esta Universidad por sobre
todo. No obstante, y como es sabido, el sentido de las palabras no se reduce a la voluntad de
quien las enuncia. Hay más en las palabras que una simple intención; y es que una palabra
siempre dice más que lo que pretende decir quien la pronuncia.
Además de lo anterior, otra cosa curiosa con las palabras es que, tan pronto como son
pronunciadas, se pierden en el aire; pero, debido a su propia naturaleza, algunas pueden
perdurar por mucho no sólo si están escritas, sino también si son escuchadas. Es de esta
manera en que una palabra se asemeja a un fantasma, a un espectro, en la mente de quien la
escucha y la recuerda, pues materialmente ya no está, pero de alguna manera permanece.
La permanencia de una palabra está en función de la importancia que concede tanto
quien la pronuncia como quien la escucha. Quien la pronuncia, guarda para sí la
responsabilidad de aquello que pronuncia: uno se vuelve responsable de lo que dice, aun si
lo dicho está más allá de su voluntad. La responsabilidad está en las palabras.
Inversamente, hay palabras que se refieren a la responsabilidad, pero ¿qué es la
responsabilidad sino responder por el Otro? Uno es responsable del Otro en la medida en que
ha estado y está por él: ahí se funda un compromiso inalienable, nuestro compromiso.
Compromiso fundante capaz de romper con cualquier ensimismamiento o narcisismo
hedonista.
Mas el Otro no puede ser sólo quien está presente, es decir, aquel cuyo rostro nos
muestra en un estar cara a cara, sino que también es aquél que ya no está o quien aún no está;
es por ello que, cuando se habla de responsabilidad, hay que considerar al Otro también como
un espectro. Uno tiene que ser bien consciente de eso.
Como recién egresado de esta Universidad, es menester para mí dejar algo muy en
claro, a saber: que, a partir del día de hoy, somos más responsables que nunca por el Otro.
Nuestra condición, ciertamente un tanto privilegiada, eleva aún más nuestro compromiso.
Tengan muy en cuenta esto cuando estén allá afuera trabajando, ejerciendo.
Sin embargo… sin embargo, el día de hoy mis palabras son sólo eso: palabras; y,
como tales, en un momento serán sólo un fantasma en la mente de ustedes que las escuchan
y de aquellos que, quizás, y con un poco de suerte, las recuerden.
Muchas gracias.

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