Muy buena tarde, gente aquí presente: madres, padres, compañeras, compañeros, profesores y directivos. Es para mí un gran placer poder estar aquí con ustedes, no sólo como un graduado más, sino también como alguien que comparte algunas palabras por esto. Quisiera decir que las palabras que pronuncie hoy no tienen otra intención que la de agradecer a todos los que hicieron esto posible: a mis padres y a esta Universidad por sobre todo. No obstante, y como es sabido, el sentido de las palabras no se reduce a la voluntad de quien las enuncia. Hay más en las palabras que una simple intención; y es que una palabra siempre dice más que lo que pretende decir quien la pronuncia. Además de lo anterior, otra cosa curiosa con las palabras es que, tan pronto como son pronunciadas, se pierden en el aire; pero, debido a su propia naturaleza, algunas pueden perdurar por mucho no sólo si están escritas, sino también si son escuchadas. Es de esta manera en que una palabra se asemeja a un fantasma, a un espectro, en la mente de quien la escucha y la recuerda, pues materialmente ya no está, pero de alguna manera permanece. La permanencia de una palabra está en función de la importancia que concede tanto quien la pronuncia como quien la escucha. Quien la pronuncia, guarda para sí la responsabilidad de aquello que pronuncia: uno se vuelve responsable de lo que dice, aun si lo dicho está más allá de su voluntad. La responsabilidad está en las palabras. Inversamente, hay palabras que se refieren a la responsabilidad, pero ¿qué es la responsabilidad sino responder por el Otro? Uno es responsable del Otro en la medida en que ha estado y está por él: ahí se funda un compromiso inalienable, nuestro compromiso. Compromiso fundante capaz de romper con cualquier ensimismamiento o narcisismo hedonista. Mas el Otro no puede ser sólo quien está presente, es decir, aquel cuyo rostro nos muestra en un estar cara a cara, sino que también es aquél que ya no está o quien aún no está; es por ello que, cuando se habla de responsabilidad, hay que considerar al Otro también como un espectro. Uno tiene que ser bien consciente de eso. Como recién egresado de esta Universidad, es menester para mí dejar algo muy en claro, a saber: que, a partir del día de hoy, somos más responsables que nunca por el Otro. Nuestra condición, ciertamente un tanto privilegiada, eleva aún más nuestro compromiso. Tengan muy en cuenta esto cuando estén allá afuera trabajando, ejerciendo. Sin embargo… sin embargo, el día de hoy mis palabras son sólo eso: palabras; y, como tales, en un momento serán sólo un fantasma en la mente de ustedes que las escuchan y de aquellos que, quizás, y con un poco de suerte, las recuerden. Muchas gracias.